Cada momento en nuestra vida debe ser ocupado en algo sensato, sólo así
podremos sentir una cierta satisfacción con lo que hacemos y lograremos
que estén conformes y contentos quienes nos rodeen. Para tal fin debemos
enriquecer nuestra relación con los demás para lograr un beneficio mutuo.
Si ese beneficio es sólo para mí, a costa de los demás, eso es deplorable; si
mi alegría no considera a los demás, esa alegría sería egoísta. Por el
contrario si la alegría mía es el resultado de haber hecho felices a los demás,
entonces sí es muy apreciable y recomendable.
Primero se debe entender que uno no es este cuerpo material y que este
cuerpo joven o viejo es temporal y es el resultado de las acciones de la vida
pasada. Debo tener en cuenta que muy pronto tendré que dejarlo del todo y
obtener un próximo cuerpo para recibir, pagar y experimentar en él todo lo
bueno y lo malo que haya hecho en esta vida.
Comprender esto ayuda a ver la tercera edad como la época perfecta para el
arrepentimiento por los errores cometidos en el pasado.
Con conocimiento védico la tercera edad se convierte en una época de
grandes oportunidades; se puede aprender, se puede compartir y se puede
preparar para el paso a la siguiente vida. Sin embargo, vemos que algunas
personas en la tercera edad, estando incluso libres de la dificultad
económica gracias a alguna ayuda o pensión, no saben cómo usar el tiempo
apropiadamente.
Uno de los aspectos más importantes que debemos entender es que hemos
recibido la vida para ayudar a los demás. Este servicio nos da crecimiento
personal y es la única conexión del ser con la felicidad.
Esa cantidad de tiempo libre que tienen las personas en la tercera edad, si es
bien utilizado renunciando por completo a la sensualidad y los mensajes
trasmitidos por el cine y la televisión, permite a la persona ser más realista
sobre el propósito real de su estadía en este mundo. El ver películas que
promueven la sensualidad y la gratificación de los jóvenes hace que la
persona de edad avanzada únicamente desee tener de nuevo un cuerpo (que
seguramente le será dado por los nacimientos y muertes repetidos como es
explicado en la ciencia de la reencarnación). Pero la gratificación no es la
meta de la vida. La meta de la vida es desarrollar amor puro por Dios, amor
universal y estar dispuesto a ser un verdadero amigo y bienqueriente de
todas las demás entidades vivientes.
La tercera edad es un examen natural. Sabiendo que uno debe entregar este
cuerpo en breve, uno debería comprender su identidad eterna para poder
sentirse satisfecho y agradecido por haber tenido este cuerpo, por haber
podido aprender y aún enseñar muchas cosas a otros con el más profundo
cariño y humildad.
Yo he visto en mi vida que los sabios vaisnavas que han dedicado su vida al
Bhakti Yoga y han alcanzado la autorrealización estando en su más
avanzada edad, fueron buscados por el resto de la humanidad para recibir
bendiciones de ellos y escuchar sus instrucciones. Esto es algo que no es
posible entre la gente que ha llevado una vida pecaminosa y luego en la
vejez sólo se dedican a lamentarse, quejarse y a buscar un culpable para lo
que no funcionó como ellos querían.
Los lectores que aún no han llegado a la tercera edad, tengan mucha
comprensión con aquellos que ya están en ella y no se olviden que esa edad
los está esperando.
En una casa vivía un abuelo que comía con su familia todos los días. Cuando
él se volvió más senil comenzó a regar la comida y no podía controlar muy
bien sus manos para comer; ya necesitaba asistencia. Hasta llegó a romper
el plato. Entonces papá y mamá pensaron que era incómodo tenerlo en la
mesa principal, así que lo sentaron en la cocina, en un rinconcito para que
allí se alimentara el viejo. Además le pusieron un plato de madera. Un día el
padre de la casa llegó y vio que su niño de 10 años estaba en el patio
tallando un pedazo de madera y le preguntó: hijo, ¿qué estás haciendo? El
hijo respondió: Papá, estoy tallando tu plato de madera para cuando estés
viejo. Esto impactó tanto al padre que llevó al viejo abuelo de vuelta a la
mesa “Bueno, que riegue un poquito, qué importa”, dijeron.
Cuando maltratamos a nuestros hijos es seguro que en la vejez seremos
maltratados por ellos, y si los tratamos con cariño y paciencia, eso mismo
recibiremos, esa es la ley de este mundo.