A fines del siglo XV era posible realizar grandes negocios en la cuenca del
Mediterráneo, a pesar de los turcos. Pero el factor más importante que permitió la
difusión de la cultura y el pensamiento fue la invención de la imprenta y el
perfeccionamiento de la fabricación de papel. Hasta Juan Gutenberg (1397-1468),
que era un ciudadano de Maguncia, se imprimían grabados y estampas utilizando la
técnica de las incisiones en madera. Pero este sistema sólo se utilizaba para dibujos
y algunas inscripciones forzosamente breves. Gutenberg ideó los tipos sueltos, es
decir, que cada letra correspondía a un tipo. Desterró la xilografía y se dedicó a
buscar un metal que fuese más blando que el hierro y menos que el plomo.
En muchas ocasiones, Roma no era obedecida ciegamente como lo fuera durante
toda la Edad Media, a pesar de los Hohenstaufen. Y en muchos casos tuvo que
doblegarse incluso ante los nuevos soberanos absolutistas. No se olvide el saqueo
de la Ciudad Eterna por las tropas mercenarias de Carlos I. También influyó en esta
renovación la afluencia de sabios bizantinos huidos de Constantinopla cuan do ésta
fue tomada por los turcos. La ciencia árabe, más profunda y libre que la cristiana
del medievo, se difundió por Italia gracias a ellos y preparó la aparición de hombres
extraordinariamente revolucionarios en el sentido científico, como había de ser lo
Galileo Galilei, por ejemplo. A esta serie de razones basta añadir los
descubrimientos geográficos, la certeza de la esfericidad de la Tierra y el pasmo
que produjo el hallazgo de nuevos mundos, de rutas insospechadas y, por tanto, de
razas nuevas o por lo menos de pueblos con otras costumbres y otras civilizaciones.
Los trabajadores italianos, los campesinos y todo aquel que en Italia removía un
palmo de tierra estaba casi seguro de que su azada tropezaría, tarde o temprano,
con un pedazo de mármol labrado y, en caso de buena suerte, con un capitel o una
estatua que sería pagada a peso de oro y admirada por algún señor o comerciante,
cuando no por un clérigo, o quién sabe si por el mismo Papa, tan amante del arte
romano antiguo como todos los italianos, que de repente habían sentido despertar
una pasión por todo lo que recordara la Roma de los Césares. Lo clásico se puso de
moda. Se volvió a aprender el griego y se perfeccionó el latín que el italiano había
relegado a un segundo plano. Estuvo de moda ser culto y por esta razón los artistas
de todas clases, desde el poeta lírico hasta el simple orfebre, fueron agasajados y
honrados. Así como la Edad Media fue una constante visión de Dios y una
interpretación de la vida como renuncia y preparación para la muerte, el
Renacimiento fue un amor extremado a la vida terrena, a la belleza y a la
Naturaleza. Pero no se crea que esta concepción fuese puramente materialista y
excluyera la creencia en Dios. La Fe, la Religión, incluso la vocación sacerdotal,
durante el Renacimiento, no fueron incompatibles con los goces del mundo. Así
como durante la Edad Media el arte se inspiró siempre en motivos religiosos, casi
siempre en la literatura, ahora el arte encontró modelos vivos y reales en los
grandes hombres y en el paisaje como aditamento a escenas humanas. El artista,
enamorado del hombre, descubrió o redescubrió la belleza del desnudo que había
sido severamente prohibido durante los siglos anteriores.
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