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TEXTO 1

- Definición, objeto de estudio, fuentes y metodología de la Historia.

Selección y adaptación del libro “Introducción a la Historia” de Marc


Bloch1

Introducción
Es muy común escuchar la pregunta ¿para qué sirve la Historia? Para contestar ese
cuestionamiento, es fundamental explicar qué es la Historia, ya que la idea que
tiene la mayoría de la gente sobre ella no es la correcta. En este libro pretendo
mostrar los principios básicos de esta ciencia: su definición, su objeto de estudio y
su método.
Nuestra cultura (occidental) siempre apeló mucho a la Historia, esperando mucho
de la memoria y de la tradición. Nuestra vida presente está llena de rastros del
pasado. Nuestra civilización es ella misma parte de la Historia, parte del proceso de
continuo cambio que ella implica. Somos todos parte de la Historia, negarlo sería no
entendernos. Ahora bien, ¿qué nos lleva a estudiarla? La curiosidad, el instinto
mismo nos lleva a ella. No querer saber y aprender Historia sería como que
cualquiera de nosotros se despertara un día teniendo 50 años y sin memoria y no
tenga interés en saber su nombre, su pasado, es decir, saber cómo llegó a ser lo
que es. Esa curiosidad es imposible de evadir. Todos queremos saber de dónde
venimos. Somos parte de la Historia, somos resultado de ella, entenderla nos ayuda
a entendernos mejor a nosotros mismos y a comprender mejor nuestro presente.
Como cualquier otra ciencia, estudiarla hace que el hombre pueda vivir mejor.
Mucho tiempo se trató de estudiar a la Historia como a una ciencia de la naturaleza,
pero esto no sirve, puesto que el objeto de estudio de la Historia es el hombre, que
es impredecible, cambiante y muchas veces incomprensible.

I- La Historia, los hombres y el tiempo. (En este apartado tratará la definición y


el objeto de estudio de la Historia).

La palabra “Historia” es muy vieja y ha cambiado de sentido a lo largo del tiempo.


En un principio, en la Grecia antigua, se la relacionaba con la investigación y con los
testigos de sucesos. Esa concepción de la palabra fue cambiando hasta llegar al
sentido que le damos hoy (y que vamos a tratar de desentrañar en este escrito).
Se ha dicho alguna vez: “la Historia es la ciencia del pasado”. Me parece una forma
impropia de hablar. Porque, en primer lugar, es absurda la idea de que el pasado,
considerado como tal, pueda ser objeto de la ciencia. Hay una historia de las
erupciones volcánicas, pero esa historia no pertenece a la historia de los
historiadores ¿Por qué? Porque la Historia como ciencia implica a los humanos. Hay
Historia cuando se estudia sucesos que involucran a los hombres. Empieza la
Historia cuando aparecen los humanos. Esta ciencia busca comprender a los
hombres.
Hasta este momento hemos arribado una parte de la definición de Historia, por
ahora es: “ciencia de los hombres”, pero a esta definición hay que completarla,
porque ciencias del hombre hay muchas (la psicología, la sociología, la economía,
etc.). El historiador no piensa sólo en lo humano, piensa en lo humano en el tiempo.
La Historia es “la ciencia de los hombres en el tiempo”.
Lo importante para la Historia no es saber muchísimos acontecimientos, datos,
fechas de memoria, eso sería hacer “hechología”. Lo que el historiador busca es
comprender porqué sucedieron ciertos hechos en un determinado contexto y
apreciar sus consecuencias. Para hacerlo, debe tratar de entender la mentalidad de
la época y ver los procesos, no quedarse en hechos aislados, sino verlos como parte
de un todo, sólo de esa forma tiene sentido la Historia. El tiempo cambia
continuamente, las sociedades también.
¿Se puede reconstruir en su totalidad algo que sucedió en el pasado? No, no se
puede. Porque los rastros que llegan a nosotros son incompletos, aunque haya
muchos testimonios de lo que aconteció, ya esas fuentes con las que trabaja el

1
BLOCH, M. Introducción a la Historia, Bs As, FCE, 2000 [1949].
historiador son parciales, ya que constituyen una apreciación por parte de un sujeto
de lo que aconteció, que por más completa que sea, nunca abarcará la totalidad de
lo que sucedió.
El pasado no explica todo nuestro presente, pero sí gran parte de él. Quien quiera
estudiar y comprender el presente, no puede quedarse en él, sino que tiene que
recurrir al pasado. A su vez, quien quiera estudiar el pasado, no puede quedarse en
él, sino que tiene que estudiar y observar el presente. La clave del estudio histórico
es descubrir la relación entre el pasado y el presente, puesto que conociendo mejor
el pasado se entiende mejor el presente y, de esa forma, se puede actuar con
mayor compromiso con lo que nos rodea. Carr, otro autor, afirmó que: “hacer que el
hombre pueda comprender la sociedad del pasado, e incrementar su dominio de la
sociedad del presente, tal es la doble función de la historia”2.
La Historia muestra las continuidades y los cambios que se fueron (y se van) dando
generación tras generación en una civilización. Basta comparar nuestra vida con la
de nuestros abuelos (o incluso nuestros padres) para que veamos cómo muchas
cosas cambian y otras permanecen. La incomprensión del presente nace de la
ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender
el pasado si no se sabe nada del presente. Si yo fuera un anticuario sólo me
gustaría ver las cosas viejas, pero soy un historiador y por eso amo la vida. La
capacidad de captar lo vivo es, en efecto, la cualidad dominante del historiador.
Siempre tomamos de nuestras experiencias cotidianas, matizadas, donde es
preciso, con nuevos tintes, los elementos que nos sirven para reconstruir el pasado.
No es inútil estudiar el pasado remoto, todo es parte del devenir de la civilización.
El historiador quiere captar los cambios y permanencias que se dieron en el tiempo
hasta llegar al presente, para esa tarea reconstructora, si lo imagináramos como un
film, sólo tiene intacta la última película (el presente). De las demás, quedan
huellas, que hay que ir armando como si fuera un rompecabezas. La Historia, como
ya dijimos, es la ciencia de los hombres en el tiempo, y esa ciencia tiene la
necesidad y el deber de unir el estudio de los muertos con el de los vivos.
El mundo actual tendrá siempre sus especialistas, como la edad de piedra o la
egiptología. Pero lo único que se les puede pedir a unos y a otros es que recuerden
que las investigaciones históricas no admiten la autarquía. Ninguno de ellos
comprenderá, si está aislado, ni su propio campo de estudios. Y la única Historia
verdadera es la que se hace en colaboración con la Historia universal.

II- La observación histórica. (En este apartado y los siguientes se tratarán las
fuentes y el método con que trabaja la Historia).

El historiador se halla en la imposibilidad absoluta de comprobar por sí mismo los


hechos que estudia. Ningún egiptólogo ha visto a Cleopatra. Por lo tanto, no
podemos hablar de las épocas que nos han precedido sino recurriendo a los
testimonios. Estamos en la misma situación que un juez que trata de reconstruir un
crimen al que no ha asistido. Podemos acceder a un conocimiento indirecto. Toda
información sobre cosas vistas está hecha en buena parte de cosas vistas por otro.
Igualmente, todo conocimiento de la humanidad, sea de la naturaleza que fuere,
extraerá siempre de los testimonios de otro una gran parte de su sustancia.
La primera característica del conocimiento de los hechos humanos del pasado
consiste en ser un conocimiento por huellas. Sean rastros arqueológicos o
documentos escritos, son huellas, es decir, la marca que ha dejado un suceso del
pasado. Los historiadores no tenemos más máquina para remontar el tiempo que
nuestro cerebro, con los materiales que le proporcionan las generaciones pasadas.
Todo tipo de testimonio del pasado se convierte en fuente histórica en la medida en
que el historiador lo “haga hablar” al analizarlo y entenderlo dentro de su contexto.
El pasado es un dato que ya nada habrá de modificar. Pero el conocimiento del
pasado es algo que está en constante progreso, que se transforma y se perfecciona
sin cesar. Por la investigación han salido de la niebla civilizaciones enteras que
antes eran ignoradas. De todas maneras, el historiador debe admitir que a veces

2
CARR, E. H. ¿Qué es la historia?, Barcelona, Ariel, 2003, p. 132.
hay ciertas cosas que no puede saber, sea porque no quedaron huellas de eso o
porque, simplemente, hay cuestiones que no tienen explicación.
En nuestra inevitable subordinación al pasado, condenados, como lo estamos, a
conocerlo únicamente por sus rastros, por lo menos hemos conseguido saber
mucho más acerca de él que lo que tuvo a bien dejarnos dicho. Bien mirado, es un
gran desquite de la inteligencia sobre los hechos. Los textos o los rastros
arqueológicos, aun los más claros en apariencia, no hablan sino cuando se sabe
interrogarlos. La diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. Todo
cuanto el hombre dice o escribe, todo cuanto fabrica, cuanto toca puede y debe
informarnos acerca de él.
El concepto de “fuente histórica”, entonces, es muy amplio. Lo primero que hay que
distinguir es a las fuentes primarias y a las secundarias. Las primeras, son las que
nos deja consciente o inconscientemente una sociedad; en cambio, las segundas,
son aquellas que se han elaborado después sobre esa sociedad, es decir, el trabajo
de los historiadores. El trabajo con fuentes, sean orales, escritas o de otra índole es
uno de los procedimientos más habituales e importantes para la comprensión de la
Historia.
Los hechos no hablan por sí solos, sino que hablan porque el historiador los hace
hablar, porque él los selecciona y les da trascendencia, produciendo un proceso
continuo de interacción entre el historiador y los hechos, un diálogo sin fin entre el
presente y el pasado3.
Cada suceso histórico se nutre de diversos tipos de fuentes (documentos, restos
arqueológicos, monumentos, etc.). Para llegar a comprender un proceso o un
hecho, es necesario estudiar distintas fuentes, porque los hechos humanos son muy
complejos y abarcan muchas esferas de la vida, que muchas veces la Historia no
puede desentrañarlos sola, sino que necesita de otras ciencias auxiliares para
completar su estudio (por ejemplo: la antropología, la economía, la arqueología,
sociología, geografía, paleontología, etc.).

III- La crítica.

Hasta los más ingenuos policías saben que no debe creerse sin más a los testigos.
De la misma manera, hace mucho que se está de acuerdo en no aceptar
ciegamente todos los testimonios históricos. Más de un texto se da como
perteneciente a una época y a un lugar distintos de los que realmente les
corresponden; no todas las narraciones son verdaderas (no siempre a propósito, la
memoria puede fallar sin mala intención) y, a su vez, las huellas materiales pueden
ser falsificadas, por tanto, hay que hacer una crítica para determinar si un
documento es verdadero o no.

IV- El análisis histórico. ¿Juzgar o comprender?

El historiador debe intentar comprender los procesos y hechos del pasado, no


juzgarlos. Según Carr, el historiador no es un juez: “Enrique VIII pudo haber sido a la
vez mal marido y buen rey. Pero el historiador no se interesa por el primero de
ambos aspectos más que en la medida en que afectó a los acontecimientos
históricos”4.

ACTIVIDADES (Texto 1)
1- Subraya las ideas principales del texto.
2- Luego de leer el texto ¿para qué te parece que sirve estudiar Historia?
3- Escribe la definición de “Historia” que da el autor.
4- ¿Con qué fuentes trabaja el historiador? ¿De qué tipos hay?
5- Determina si las siguientes afirmaciones son verdaderas (V) o falsas (F) y
justifica en ambos casos.

3
CARR, E., op. cit., pp. 110-112.
4
CARR, E., op. cit., p. 153.
a. El historiador debe tomar todo documento del pasado como
verdadero, sin dudar de su veracidad en ningún momento. ___
b. Es deber del historiador juzgar todo lo acontecido en el pasado. ___

TEXTO 2
- Metodología del estudio histórico.

Selección y adaptación de RAMALLO “Metodología de la enseñanza de la


Historia”

Como toda ciencia, la historia tiene una metodología propia que hay que cumplir
para poder abordarla con la mayor exactitud posible. José María Ramallo5 enuncia
diez normas para aproximarse al estudio histórico:
1. Guardar un absoluto respeto por la verdad: la primera ley de la historia
es la de no atreverse a decir nada falso y, la segunda, atreverse a decir
todo lo verdadero.
2. Conocer, luego comprender, por fin interpretar: hay que evitar el estudio
histórico partiendo de ideas preconcebidas, porque de esa forma, se
estará dispuesto a forzar la información para que cuadre con la propia
concepción de las cosas.
3. Hacer el pasado inteligible: para ubicarnos en el presente, debemos
entender el pasado.
4. No interpretar el pasado con la mentalidad del presente: debemos
ubicarnos en el contexto, en la mentalidad de la época que estamos
estudiando, ya que estudiar el pasado con la forma de ver de hoy sería
completamente erróneo y falsificador. Es necesario recomponer la
mentalidad de los hombres de otra época, ponerse en su cabeza.
5. No ignorar el presente
6. No analizar los hechos aislados, fuera de contexto
7. No hacer historia unilateral: los estudios parciales son necesariamente
incompletos, no hay que abocarse solamente al estudio económico, o
social, si no que hay que tratar de englobar todos los aspectos.
8. No confundir la anécdota con la historia
9. No idealizar ni renegar del pasado: ninguno de los dos casos se
compadece con la realidad multifacética de todas las épocas y conducen
a una visión equivocada de los hechos y, sobre todo, de sus
protagonistas, presentados a veces como seres impolutos y otras como
monstruos abominables.
10. No utilizar la historia como instrumento: no se debe poner a la historia al
servicio de determinados objetivos, ya sean políticos, económicos,
sociales, culturales o religiosos, con prescindencia de la verdad.

Luego de leer el texto, realiza la siguiente actividad:


 Selecciona los cinco principios que te parezcan más importantes explicando
el porqué de tu elección en cada uno.

5
RAMALLO, J. M. Metodología de la enseñanza de la historia, Buenos Aires, Braga,
1992, pp. 12-34.

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