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Platón y la Realidad Virtual

Platón distinguía entre el mundo de las ideas y, su


contraparte, la manifestación física, proporcionando
así un antecedente importante para el posterior
desarrollo del costructivismo y, por consiguinte, de
la cibernética de segundo orden, así como para la
“Teoría de Santiago”. No es raro, entonces, que
encontremos párrafos en los escritos de Maturana y
Varela que se parecen atávicamente a segmentos
platónicos. Un claro ejemplo de ello es la
denominada alegoría de la caverna, seguramente el
texto más antiguo que nos habla acerca de la
diferencia entre realidad y realidad virtual.

Entre los grandes pensadores de la antigüedad, mención especial debemos hacer


de Sócrates y Platón. Cabe señalar que, en la actualidad, es muy difícil hacer
distinciones entre el pensamiento de uno y otro ya que la relación que los unió fue
muy estrecha y, más aún, en los textos de Platón es usualmente Sócrates quien
expone las ideas filosóficas.

En particular debemos mencionar el aporte atribuido a Platón de la distinción que


hace entre el mundo de las ideas y, su contraparte, la manifestación física. Según
Platón, por ejemplo, nadie podía ver un círculo, ya que éste es un objeto
bidimensional, infinitamente plano, y, por lo tanto, inmaterial. ¿Cómo, entonces,
podría alguien fabricar un círculo? Un disco, en cambio, o una rueda, son ejemplos
de objetos que sí podemos fabricar y percibir con los sentidos, pero que son, para
Platón, sólo pálidos reflejos del auténtico ser que radica en el concepto mismo e
inmaterial de círculo.

En otras palabras, para Platón una idea era un ente que tenía existencia por sí
misma y que había que distinguir como algo de una esencia completamente
diferente a la naturaleza física de los objetos tangibles. Según Platón, estas
“ideas” no cambian y sólo son comprensibles a través del intelecto o
entendimiento, es decir, la capacidad de pensar las cosas abstraiéndolas de como
se nos dan a los sentidos.

De acuerdo a esto, la metafísica de Platón divide al mundo en dos distintos


aspectos; el mundo de las ideas (el mundo del auténtico ser) y el mundo que
vemos alrededor nuestro en forma perceptiva (el mundo de la mera apariencia).
Resulta notable la similitud de este planteamiento platónico con el concepto de
“maya”, incorporado por la filosofía Vedanta de la India, cabiendo incluso la
posibilidad que Platón lo conociese. Efectivamente, tanto para Platón como en el

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Vedanta, la realidad no se nos presenta tal como es a través de nuestros sentidos.
Cabe señalar, también, que este principio fue ratificado por Sidarta Gotama
(Siddhārtha Gautama), el Buda, a pesar de que, en general, se le considera como
un reformador de la doctrina tradicional hindú.

Para Platón, entonces, el mundo perceptible consiste en una copia de las formas
inteligibles o ideas. En los Libros VI y VII de la República, él utilizó diversas
metáforas para explicar sus ideas metafísicas y epistemológicas, tales como: las
metáforas del sol, la de la línea dividida y la muy conocida “alegoría de la
caverna”.

La Alegoría de la Caverna
Como hemos señalado, para Platón, en el mundo perceptivo, las cosas que vemos
a nuestro alrededor no son sino una ligera resemblanza de las formas más reales
y fundamentales que representa el mundo inteligible o mundo de las ideas. Es
como si viéramos una sombra de las cosas, sin ver las cosas mismas. Estas
sombras son una representación de la realidad, pero no la realidad misma. Esta
metáfora es expresada explícitamente en la alegoría de la caverna que a
continuación les transcribo:

Sócrates: En una caverna subterránea, con una entrada tan grande como la
caverna misma y abierta hacia la luz, imagina hombres que se encuentren allí
desde que eran niños, con grilletes en el cuello y en las piernas, sin poder
moverse ni mirar en otra dirección sino hacia delante, impedidos de volver la
cabeza a causa de sus cadenas. Y lejos y a lo alto, detrás de sus espaldas, arde
una luz de fuego. Y, en el espacio intermedio entre el fuego y los prisioneros,
asciende un camino a lo largo del cual se levanta un muro, tal como la pared que
se coloca entre los titiriteros y los espectadores y sobre la que ellos exhiben sus
habilidades.

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Glaucón: Me lo imagino perfectamente.

Sócrates: Contempla, a lo largo del muro, hombres que llevan diversos vasos,
que sobresalen sobre el nivel del muro, estatuas y otras figuras de animales en
piedra o madera, así como artículos fabricados de todas las especies, ¿crees que
los prisioneros puedan ver algo, de sí mismos y de los otros, excepto la sombra
proyectada por el fuego sobre la pared de la caverna que está delante de ellos?,
¿y también, de la misma manera, respecto a los objetos llevados a lo largo del
muro? Y si pudieran hablar entre ellos, ¿no crees que opinarían de poder hablar
de estas sombras que ven como si fueran objetos reales presentes? Y, cuando
uno de ellos fuese liberado, y obligado a alzarse repentinamente y girar el cuello y
caminar y mirar hacia la luz, ¿no sentiría dolor en los ojos, y huiría, volviéndose a
las sombras que puede mirar?, ¿y no creería que éstas son más claras que los
objetos que le hubieran mostrado? Y si alguien lo arrastrase a la fuerza por la
espesa y ardua salida y no lo dejase antes de haberlo llevado a la luz del Sol, ¿no
se quejaría y se irritaría de ser arrastrado, y después, llevado a la luz y con los
ojos deslumbrados, podría ver siquiera una de las cosas verdaderas?

Glaucón: No, ciertamente, en el primer instante.

(Extractado del libro VII de “La República”)

El mito de la caverna es importante en teoría de sistemas y cibernética, entre otras


cosas porque se trata de un precursor del principio de Korzibsky, que dice: “el
mapa no es el territorio”, y que es considerado como el enunciado más importante
de la filosofía de sistemas. Como hemos visto, se trata de un clara referencia a
aquello que hoy en día denominamos “realidad virtual”. El genio de Platón se

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adelantó más de dos mil años a un tema que hoy es recurrente y que hemos visto,
por ejemplo, magistralmente plasmado en el argumento de la película Matrix.

Por otro lado, la biología contemporánea, específicamente la denominada “Teoría


de Santiago” de Maturana y Varela, ha establecido, entre otras cosas, que el
sistema nervioso opera como una red cerrada. Este hecho permite establecer un
vínculo entre dicha teoría y la filosofía de Platón. En efecto, la alegoría de la
caverna presenta un parecido notable, tanto en su forma como en su fondo, con la
alegoría del submarino, que fuera propuesta por Maturana y Varela para explicar
sus postulados y que ambos autores presentan en su libro “El Árbol del
Conocimiento”.

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