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DERECHO Y LITERATURA

¿A los abogados realmente nos gustan las letras?

Por: Máximo Jesús Loo Segovia1

1) Sumario.

Generalmente se piensa que los abogados somos especialistas no solo en


normas sino también en letras. Es usual escuchar la expresión: “Si odias las
matemáticas, estudia Derecho”. Pero ¿Realmente a los abogados nos
gustan las letras? ¿Cuántas obras literarias lee en promedio mensual un
abogado? O es que estamos más ocupados en leer expedientes o presentar
escritos. Mediante este artículo se pretende hacer tales cuestionamientos y
tratar de verificar si es cierto que los abogados somos hombres de letras.

2) ¿Porqué la dificultad para expresarnos en asuntos extra laborales?


Alguna vez, cuando realizaba mis prácticas profesionales de Derecho en el
Estudio del Dr. Paredes Ballón, en Arequipa -ya hace muchos años-, este
afamado laboralista comentó que estaba pretendiendo escribir una carta a
un amigo, pero que no podía inspirarse porque estaba acostumbrado a usar
el frío e inexpresivo léxico jurídico. Quizás él no lo recuerde, pero ese
comentario siempre lo tuve presente, pues a través del ejercicio profesional
he ido comprobándolo.

Estamos acostumbrados a frases como: “Vistos y considerando”, “bajo


responsabilidad”, “previamente pase vista fiscal”, “téngase presente y a sus
antecedentes”. Así pues, a la hora de expresarnos en asuntos humanos,
sociales o simplemente extra laborales, nos quedamos cortos -al menos eso
me sucede a mi- para expresar afectos, sentimientos o simplemente relatar
algo.

1
Juez Superior Titular de la Corte Superior de Justicia de Moquegua.
3) La deshumanización de las humanidades.- El Dr. Juan Carlos Valdivia
Cano, en sus siempre motivadoras clases de Metodología de la
Investigación en el Doctorado en Derecho de la Universidad Privada de
Tacna, señalaba que el abogado debería humanizarse más y para eso las
universidades deberían priorizar los cursos generales o las llamadas
materias sobre humanidades.

Cursos como literatura, historia, ética, sociología, filosofía, son “vistos por
encima del hombro” ante materias de carrera como Derecho Penal, Civil,
Laboral, etc. Ello implica que el abogado sepa mucho de normas legales
pero poco de conductas sociales; conozca más de resoluciones del Tribunal
Constitucional pero muy poco de principios éticos; sepa de precedentes
vinculantes y casi nada de historia del arte o literatura.

Juan Carlos2, ha escrito su ensayo3, refiriéndose a las “Humanidades


Humanistas”: “Además de los paradigmas o esquemas pre modernos o
escolásticos, que mantienen a la educación mayoritaria peruana en el
memorismo, el dogmatismo, la tradición acrítica, el autoritarismo, etc, otro
factor en la debacle educativa en todos sus niveles (que ahora se extiende,
en lugar de solucionarse, a muchos post grados) es la desaparición o
menosprecio de las humanidades. Casi nadie se opuso críticamente a la
eliminación o reducción de los llamados dos años de letras o humanidades
(años Previos o Estudios Generales) cuando ésta se produjo a fines de los
sesenta. Agréguese a esto la tecnologización de la pedagogía, la
dogmatización por la vía del marxismo escolástico en una buena parte de
universidades, la casi desaparición de los programas de filosofía, pilar de
las humanidades...y no tendría que sorprendernos el estado de cosas
educativo al que hemos llegado hoy. Todo ello en un contexto histórico
social nada adecuado, consecuencia de ese estado de cosas educativo”.

2
Prefiere que sus alumnos lo tuteen, cuando lo usual es que se “doctoree” a los profesores.
3
Valdivia Cano, Juan Carlos; “Extrapolaciones metodológicas en la investigación jurídica” Materiales
de lectura del Doctorado en Derecho de la Universidad Privada de Tacna. p. 39.
4) ¿Soy abogado porque me gusta leer? Las preguntas frecuentes a los
escolares que están por terminar quinto de secundaria, es: ¿Qué piensas
estudiar? ¿Eres mejor en letras o en números? Si eres mejor en lo primero
entonces estudia Derecho. Así, presumimos que los que disfrutan más de
las letras son mejores candidatos para estudiar Derecho. Entonces, ¿porqué
los abogados somos tan desapegados de la literatura?

5) La relación entre Derecho y Literatura. Algunas de las acepciones


establecidas por el Diccionario de la Real Academia Española para las
palabras “Derecho” y “Literatura”, pueden ayudar a generar un mejor
entendimiento de la relación que existe entre las dos disciplinas. Una de las
acepciones de la palabra Derecho, es la de “conjunto de principios y normas,
expresivos de una idea de justicia y de orden que regulan las relaciones
humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de
manera coactiva”, mientras que literatura es “el arte que emplea como medio
de expresión una lengua”. La relación entre Derecho y Literatura debe
entenderse a partir de la naturaleza expresiva de ambas disciplinas.4

Ambas disciplinas se relacionan desde un punto de vista práctico: ambas


permiten la realización de prácticas interpretativas y creativas por parte de
profesionales que en una disciplina se llaman jueces, abogados litigantes o
fiscales y en la otra, escritores y críticos literarios.5

Mientras que el Derecho selecciona, establece jerarquías y crea reglas, la


narrativa literaria satisface un infinito de “variaciones imaginativas”. Como un
laboratorio de experimentos humanos, la literatura explora un amplio
espectro de posiciones, valores y representaciones, sus pasajes no se
retraen ante los límites más vertiginosos. Mientras tanto, el Derecho se
enfrenta a situaciones ya estereotipadas a las que corresponden las leyes
(decretos y reglamentos). La ficción literaria cultiva la ambigüedad de sus

4
Pérez, Carlos; “Derecho y Literatura” Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM, Isonomía N° 24,
abril 2006, P. 135.
5
Pérez, Carlos, Ob. Cit., p.137.
personajes y juega con la ambivalencia de las situaciones que ella misma
crea.6

6) ¿Relatos jurídicos o juicios narrativos? Francois Ost, señala:


Conforme nos vamos acercando al final de este paseo por el mundo de las
letras, me doy cuenta de que ni una vida entera sería suficiente para poder
circunscribir todo este tema. Al menos pudimos haber considerado también a
Fausto, que vendió su alma al diablo y en vano trató de romper aquel terrible
pacto. O Antonio, el glorioso “Mercader de Venecia”, quien por poco no
escapa de ese nefasto acuerdo y tiene que pagar una onza de su propia
carne.

Pero para aprehender el milagroso encuentro entre el Derecho y la Literatura


no es necesario citar a los clásicos. Este milagro también se puede
encontrar en trabajos más modestos, como los cuentos. Con uno de ellos
quisiera concluir, dice Francois Ost: Un padre, al morir, deja once camellos a
sus tres hijos para que fueran divididos de la siguiente manera: la mitad para
el mayor, un cuarto para el segundo hijo y un sexto para el tercero de ellos.
Inmediatamente esta división aparenta ser imposible. Enojados y al borde de
la violencia, los tres hermanos se apresuraron a que un juez decidiera por
ellos. Este cadi, que tuvo que haber sido una persona muy brillante, así
como un buen matemático, al ver el problema del que se trataba, decide
agregar uno de sus camellos a la división, con la condición de que le sea
devuelto tan pronto ésta sea resuelta.

Hecha la división con los doce camellos, el mayor de los hermanos se retira
con seis, el segundo recibe tres y el más joven recibe dos. Cada uno de
ellos queda satisfecho y le es devuelto su camello al juez. Si
matemáticamente este problema puede ser sencillamente explicado,
filosóficamente la explicación no es tan sencilla. ¿En qué consiste
exactamente el duodécimo camello? Por supuesto, se trata de una ficción;
uno actúa “como si” en realidad hubiera doce camellos para ser divididos en
6
Ost, Francois; “El reflejo del Derecho en la Literatura” DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho,
29 (2006) P. 335.
lugar de once. Pero ¿qué es lo que este simbolismo oculta? ¿Qué expresa
este juez al “añadir algo de su propiedad”? ¿Qué hay detrás de este
complemento que reanima una negociación baldada? Se podría decir que se
trata de la mediación judicial: del arsenal de procedimientos, del artificio
conceptual, del montaje de reglas y principios, de todo el andamiaje
convencional para resolver litigios. Sin duda. Pero ¿hay algo más? Debemos
tener mucho cuidado de no cerrar la pregunta con una respuesta
apresurada; debemos permitirle al enigma literario que haga que esta
pregunta vibre hasta donde sea posible.7

7) A manera de conclusión. En nuestro país son pocos los abogados


literatos u hombres de leyes que cultiven el arte de las letras. Es sintomático
que muy pocas personas vayan a un curso sobre Derecho y Literatura y sí
tenga aceptación masiva un curso sobre Derecho Procesal Penal ¿Porqué
es mayoritario el fracaso de los aspirantes a jueces y fiscales en las pruebas
de razonamiento verbal en los concursos que organiza el Consejo Nacional
de la Magistratura? Aparte de los expedientes judiciales, los abogados y
jueces leemos obras literarias con relativa frecuencia? ¿Qué abogados
literatos conocemos? Es seguro que muy pocos.

Pues bien, para finalizar hagámonos la pregunta del título de este artículo.
¿A los abogados realmente nos gustan las letras? Me parece que no. Nos
hemos dejado llevar por la vorágine del trabajo y no disfrutamos del placer
de la lectura.

8) Bibliografía

a) Ost, Francois; “El reflejo del Derecho en la Literatura” DOXA,


Cuadernos de Filosofía del Derecho, 29 (2006) P. 335.

b) Pérez, Carlos; “Derecho y Literatura” Instituto de Investigaciones


Jurídicas UNAM, Isonomía N° 24, abril 2006, P. 135.

7
Ost, Francois; Ob. Cit. P. 346-347.
c) Valdivia Cano, Juan Carlos; “Extrapolaciones metodológicas en la
investigación jurídica” Materiales de lectura del Doctorado en Derecho
de la Universidad Privada de Tacna. p. 39.

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