2. La curiosidad barroca.
El autor crea para cada una de las “historias” un personaje diferente relacionado al
momento histórico a tratar. El personaje quizá mas importante es el “Señor Barroco” que
aparece en el segundo ensayo. Haré entonces, un breve recuento del contenido de los otros
cuatro ensayos, para luego examinar el de mayor interés.
Para el primero Lezama establece la metodología que va a usar para dibujar la imagen
americana, acude a la teoría de la ficción como herramienta del historiador, cuando éste no
puede verificar los acontecimientos históricos. La memoria selectiva de tales
acontecimientos en la ficción, hacen al sujeto un interprete activo de la historia. En esta
primera parte comienza a desarrollar la teoría de las “eras imaginarias”, en donde la imagen
construye y es historia, proponiendo al paisaje como creador de cultura.
“Entonces, para los americanos, el paisaje es una realidad presente y actual, un espacio
gnóstico que interpreta y reconoce, para luego, prefigurar y añorar...” (Naciff, “Una
lectura de La expresión americana de José Lezama Lima”, Cuadernos del CILHA, No.
7/8, 2005-2006)
El segundo “La curiosidad barroca” comienza con una crítica acerca de la dispersión
teórica sobre la interpretación de la estética barroca a mitad del siglo XX. Destaca la
tensión del barroco entre lo europeo y lo americano que no acumula, sino que combina
plutónicamente lo extranjero con lo propio. Denomina el arte barroco como el “arte de la
contraconquista” adaptando la tesis de Weisbach.
“... lo lleva a excesos luciferinos, por lograr dentro del canon gongorino un exceso aún
más excesivo que los de don Luis...” (Lezama Lima, “La curiosidad barroca”, Obras
Completas, Aguilar, 1977)
A continuación se sirve lo que se conoce como almuerzo lezamiano o para hacerlo aún más
barroco, hablamos de un banquete. Fragmentos de poemas o mejor aún, imágenes de
Domínguez Camargo, Lope de Vega, don Luis de Góngora, sor Juana, fray Plácido de
Aguilar, Leopoldo Lugones, Alfonso Reyes, el Anónimo aragonés y para cerrar “el
enigmático e imprescindible tabaco” a cargo de Cintio Vitier, son usados para entretejer un
imaginario1.
El vínculo que establece entre sor Juana y Gorostiza está dado por lo onírico. La aparición
de Orfeo en Rilke tendrá relación con otro ensayo titulado “Introducción a los vasos
órficos”, en donde Lezama configura una “tercera era imaginaria” en la que el dios
desciende a lo profundo y oscuro de la Tierra, para luego ascender en busca de la luz como
hombre. En el auto sacramental “El divino Narciso” saca a relucir el choque de culturas, en
este caso, el de Grecia con la mitología y la teología de la Iglesia.
En Lezama el punto cumbre del barroco se encuentra en las obras del hispano indígena
1 Al respecto, en una edición de la novela “Paradiso” revisada por Vitier, aparece en un pie de página que en
la parte de atrás del manuscrito original se lee: “Citas que se pueden utilizar para una comida” donde
Lezama había anotado todos estos versos. Partiendo de esto y luego de ver su voluminosa figura, vemos
cómo combina dos pasiones: la poesía y la gastronomía.
Kondori,
“... logra insertar los símbolos incaicos del sol y la luna, de abstractas elaboraciones, de
sirenas incaicas, de grandes ángeles cuyos rostros de indios reflejan la desolación de la
explotación minera. […] aquella regalía que igualaba la hoja americana con la trifolia
griega, la semiluna incaica con los acantos de los capitales corintios, el son de los
charangos con los instrumentos dóricos y las renacentistas violas de gamba...” (Lezama
Lima, “La curiosidad barroca”, Obras Completas, Aguilar, 1977)
y del hispano negroide Aleijadinhno,
“... representa la culminación del barroco americano, la unión en una forma grandiosa de
lo hispánico con las culturas africanas...” (Lezama Lima, “La curiosidad barroca”, Obras
Completas, Aguilar, 1977)
las raíces del barroco están entonces, en las obras de Kondori y Aleijadinhno.