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Imagen-ario: Notas sobre “La curiosidad barroca”

Por Esteban García Henao


Permítanme contextualizar un poco la lectura:

El ensayo “La Curiosidad Barroca” es el segundo de una serie de cinco conferencias


dictadas en la Habana en el año de 1957, que luego fueron publicadas el mismo año por el
Instituto Nacional de Cultura del Ministerio de Educación de La Habana bajo el nombre de
“La expresión americana”:

1. Mito y cansancio clásico.

2. La curiosidad barroca.

3. El romanticismo y el hecho americano.

4. Nacimiento de la expresión criolla.

5. Sumas críticas del americano.

El autor crea para cada una de las “historias” un personaje diferente relacionado al
momento histórico a tratar. El personaje quizá mas importante es el “Señor Barroco” que
aparece en el segundo ensayo. Haré entonces, un breve recuento del contenido de los otros
cuatro ensayos, para luego examinar el de mayor interés.

Para el primero Lezama establece la metodología que va a usar para dibujar la imagen
americana, acude a la teoría de la ficción como herramienta del historiador, cuando éste no
puede verificar los acontecimientos históricos. La memoria selectiva de tales
acontecimientos en la ficción, hacen al sujeto un interprete activo de la historia. En esta
primera parte comienza a desarrollar la teoría de las “eras imaginarias”, en donde la imagen
construye y es historia, proponiendo al paisaje como creador de cultura.

Saltando el segundo proseguiré al tercero. En éste habla sobre la presencia de la Iglesia en


la constitución del ser americano, critica la leyenda negra otorgándole importancia a los
tiempos coloniales, mostrando una postura católica por parte del autor. Los personajes
mencionados tienen dos apreciaciones interesantes: una es que todos son figuras (íconos,
imágenes) románticas por la frustración y la otra es la arbitrariedad de su elección, pues
muestra la “otra” historia de América, la historia olvidada a excepción de uno, José Martí.
En referencia a Martí, la intención parece ser en mantener intacta la imagen del héroe, pues
sólo aparece hacia el final y contrario a lo lógico de ser personaje central del texto. La era
imaginaria aquí establecida será conformada por: Simón Rodríguez, Federico García Lorca
y José Martí.

En el cuarto ensayo es momento de la palabra criollo, los poetas y el “Señor Estanciero”.


Aquí Lezama usa lo criollo para especificar al americano de Hispanoamérica, la formación
de las lenguas en ella y la diferencia con los que nacen en la península. Para continuar con
la idea del paisaje como constructor del ser americano, los poetas serán quienes configuren
el paisaje americano. José Martí, Rubén Darío y César Vallejo son quienes construyen tal
paisaje criollo desde el lenguaje. El “Señor Estanciero” quedará a cargo del personaje
Martín Fierro, pues éste se constituye en relación al paisaje.

El último ensayo consiste en: la capacidad de asimilación, síntesis y renovación de formas.


Ejemplifica la pintura de Picasso y Cézanne, la música de Stravinsky y la literatura de
Joyce como resultados de sumas de culturas. Para él, el europeo reduce el paisaje mientras
que el americano al intentar prescindir del paisaje, ignora que sólo a través de éste puede
conocer, lo que llamaría “espacio gnóstico”. Recuerda cómo Aleijadinhno logra sintetizar
las influencias negras e hispanas. El paisaje no sólo está presente en la historia americana,
sino que además es el medio por el cual se ha expresado su cultura. La inclusión de la
influencia anglosajona también está presente para Lezama en la “expresión americana”
cuando menciona a Walt Whitman. En el ensayo tomado como referencia para el resumen
presentado, la autora concluye la intención de Lezama respecto al paisaje así:

“Entonces, para los americanos, el paisaje es una realidad presente y actual, un espacio
gnóstico que interpreta y reconoce, para luego, prefigurar y añorar...” (Naciff, “Una
lectura de La expresión americana de José Lezama Lima”, Cuadernos del CILHA, No.
7/8, 2005-2006)
El segundo “La curiosidad barroca” comienza con una crítica acerca de la dispersión
teórica sobre la interpretación de la estética barroca a mitad del siglo XX. Destaca la
tensión del barroco entre lo europeo y lo americano que no acumula, sino que combina
plutónicamente lo extranjero con lo propio. Denomina el arte barroco como el “arte de la
contraconquista” adaptando la tesis de Weisbach.

Observa el mestizaje y lo barroco, en la arquitectura y ornamentación al interior de las


iglesias de Juli y la portada de la catedral de Puno en Perú, en la Basílica del Rosario de
Puebla, en la portada de San Lorenzo de Potosí. Identifica las “indiatides” del indio
Kondori, que a manera de cariátides, cuidan las puertas de las iglesias de la Compañía de
Jesús.

Continúa luego afirmando que el barroco americano se anticipa a la Ilustración, tomando


como ejemplos a Sor Juana Inés de la Cruz y a Carlos de Singüeza y Góngora. La primera
en el desarrollo del oficio y el segundo en estilo de vida. Cree también que a obra de
Hernando Domínguez Camargo,

“... lo lleva a excesos luciferinos, por lograr dentro del canon gongorino un exceso aún
más excesivo que los de don Luis...” (Lezama Lima, “La curiosidad barroca”, Obras
Completas, Aguilar, 1977)
A continuación se sirve lo que se conoce como almuerzo lezamiano o para hacerlo aún más
barroco, hablamos de un banquete. Fragmentos de poemas o mejor aún, imágenes de
Domínguez Camargo, Lope de Vega, don Luis de Góngora, sor Juana, fray Plácido de
Aguilar, Leopoldo Lugones, Alfonso Reyes, el Anónimo aragonés y para cerrar “el
enigmático e imprescindible tabaco” a cargo de Cintio Vitier, son usados para entretejer un
imaginario1.

El vínculo que establece entre sor Juana y Gorostiza está dado por lo onírico. La aparición
de Orfeo en Rilke tendrá relación con otro ensayo titulado “Introducción a los vasos
órficos”, en donde Lezama configura una “tercera era imaginaria” en la que el dios
desciende a lo profundo y oscuro de la Tierra, para luego ascender en busca de la luz como
hombre. En el auto sacramental “El divino Narciso” saca a relucir el choque de culturas, en
este caso, el de Grecia con la mitología y la teología de la Iglesia.

Menciona brevemente la pintura cuzqueña y las hagiografías. Contrasta la forma en que el


arquitecto Borromini crea su obra sujeto al crecimiento de la ciudad, mientras que el indio
Kondori utiliza a la naturaleza como inspiración e integrar la obra en el espacio. La Plaza
del Zócalo en México y la catedral de La Habana también se integran orgánicamente.

En Lezama el punto cumbre del barroco se encuentra en las obras del hispano indígena

1 Al respecto, en una edición de la novela “Paradiso” revisada por Vitier, aparece en un pie de página que en
la parte de atrás del manuscrito original se lee: “Citas que se pueden utilizar para una comida” donde
Lezama había anotado todos estos versos. Partiendo de esto y luego de ver su voluminosa figura, vemos
cómo combina dos pasiones: la poesía y la gastronomía.
Kondori,

“... logra insertar los símbolos incaicos del sol y la luna, de abstractas elaboraciones, de
sirenas incaicas, de grandes ángeles cuyos rostros de indios reflejan la desolación de la
explotación minera. […] aquella regalía que igualaba la hoja americana con la trifolia
griega, la semiluna incaica con los acantos de los capitales corintios, el son de los
charangos con los instrumentos dóricos y las renacentistas violas de gamba...” (Lezama
Lima, “La curiosidad barroca”, Obras Completas, Aguilar, 1977)
y del hispano negroide Aleijadinhno,

“... su triunfo es incontestable, pues puede oponerse a los modales estilísticos de su


época, imponiéndoles los suyos y luchas hasta el último momento con la Ananké, con un
destino torvo, que lo irrita para engrandecerlo, […] recibe un estilo de una gran
tradición, y lejos de amenguarlo, lo devuelve acrecido, es un símbolo de que ese país ha
alcanzado su forma en el arte de la ciudad...” (Lezama Lima, “La curiosidad barroca”,
Obras Completas, Aguilar, 1977)
La cuarta era es la de los Reyes, cuyos sucesos son los únicos contados, en ella incluye las
historias de los Césares, los merovingios, los chinos y también los incas. En Aleijadinhno
Lezama ve que la nación ya ha adquirido la forma en el símbolo pues su arte,

“... representa la culminación del barroco americano, la unión en una forma grandiosa de
lo hispánico con las culturas africanas...” (Lezama Lima, “La curiosidad barroca”, Obras
Completas, Aguilar, 1977)
las raíces del barroco están entonces, en las obras de Kondori y Aleijadinhno.

La dificultad en la lectura de su obra parece una estrategia que estimula la práctica de la


hermenéutica. Al comienzo de su primer ensayo dice: “Sólo lo difícil es estimulante”. No
parece haber una lógica expositiva o causalidad argumentativa. Faltan notas o indicios de
fuentes. No parece existir género, pues todos sus escritos están inundados por imágenes
poéticas nacidas de un barroquismo metafórico y se rinden a ellas. Lo poético y lo lógico
aparecen por igual y se mezclan haciéndose complementarios.

El intelectual no es explícito, a excepción de Martí que apenas lo nombra pero le consigna


grandes responsabilidades,

“... Es la gesta que en el siglo siguiente al Aleijadinhno, va a realizar José Martí...”


(Lezama Lima, “La curiosidad barroca”, Obras Completas, Aguilar, 1977)
única mención en todo el ensayo.

Concluyendo, pareciera ser que el intelectual implícito o erudito propuesto es él mismo,


sumándole el hecho de salir poco de Cuba, hacia México y Jamaica únicamente. Es un
hombre que pone su meridiano intelectual en Trocadero.

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