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Sobre las modalidades vinculares y su inclusión en dispositivo

psicoterapéutico: El maltrato o acoso moral.

Autoras:
Díaz, María de los Ángeles. Jefa de Residentes de la Residencia de Psicología del
HIGA Dr. Diego Paroissien.
madipsico@hotmail.com

García Lauría, María Jimena. Residente del 1º año de la Residencia de Psicología


del HIGA Dr. Diego Paroissien.
mjgarcial@hotmail.com

II Jornadas de Salud Mental. Jornadas de las Residencias de Psicología y


Psiquiatría. “Las relaciones de poder en las prácticas de Salud Mental”

HIGA Dr. Diego Paroissien. Región Sanitaria XII. Isidro Casanova. La Matanza.
Prov. De Buenos Aires
Sobre las modalidades vinculares y su inclusión en dispositivo psicoterapéutico: El
maltrato o acoso moral

Introducción

Hemos decidido recurrir al concepto de maltrato o acoso moral por considerar de


suma importancia su inclusión en el trabajo clínico en la medida en que supone un
factor de riesgo para la salud integral de quien se encuentra padeciendo este tipo
de relación, la cual se describe en otro apartado del trabajo.

Generalmente cuando en nuestra práctica oímos sobre vínculos de maltrato o


violencia dentro del ámbito de la pareja o la familia se trata de situaciones
cronificadas en donde las mujeres, quienes suelen ser las víctimas de este tipo de
vínculo, presentan importantes dificultades para sustraerse de los mismos.
Habitualmente presentan temor, desvalorización hacia ellas mismas, abulia, culpa
por las circunstancias en las que se encuentran y generan en el profesional de la
salud cierta sensación de frustración ante la aparente imposibilidad de cambio de
esta situación.

En el caso que mueve a nuestras reflexiones nos encontramos con un estado de


cosas notablemente diferente, ya que la paciente acude a la consulta habiendo
concretado la ruptura de la convivencia con su ex pareja a partir de una situación
de maltrato que alcanzó su punto culminante en una agresión física.

En este caso no se trató de una situación prolongada de maltrato, sino más bien
circunscripta al período de convivencia y pensamos que la red social con la que
contaba la paciente pudo tener un papel central en este desenlace.

Objetivos:

Explorar las características de los vínculos de maltrato pensando en las


consecuencias que estos puedan generar tanto en el autoconcepto como en los
vínculos sociales.

Pensar el lugar de la red social como factor de protección ante tales vínculos y
como herramienta terapéutica.

Indagar respecto de la utilidad del dispositivo psicoterapéutico para abordar estas


problemáticas.

Describir el lugar de los profesionales de la salud mental en el ámbito de la salud


pública.

Metodología:

Exploración bibliográfica. Articulación teórico – clínica.

Resultados obtenidos
La consulta

La paciente nos cuenta que está separada del padre de su hijo. Se fue de la casa
donde vivían juntos luego de que este la agrediera físicamente tomándola del
cuello y rompiéndole la ropa. En relación al tiempo durante el cual vivieron juntos
nos dice: “Empecé a sentirme anulada, a no tener ganas de nada, me la pasaba
llorando. Me sentía con culpa, con la sensación de todo el tiempo haber hecho algo
mal, de estar pendiente de no hacer nada mal para que no le moleste.”; “Él hacía
cosas difíciles de explicar. Por ejemplo se enojaba porque hacía tarde la comida y
después decía que la comida estaba riquísima.”; “Él me revisaba el celular y le
llegó a contar un secreto mío a mi familia.”; “Cuando estaba embarazada me dijo:
“ya sé de qué lado de la cama duerme tu papá. Le puedo pegar un tiro.”; “Al
principio podía convencerlo de que usara preservativo, después ya no y esto hizo
que no disfrutara las relaciones sexuales.”; “Me decía que la mujer tiene que ser
una prostituta con el marido. Yo no tenía experiencia…”.

Luego de la separación él siguió y sigue hostigándola. Nos cuenta lo siguiente: “Me


volvió loca con los mensajes y las llamadas porque no sabe a dónde voy en el
horario de terapia.”; “Me dijo: “no te aguanto, no me gusta tu cara.” Es confuso.
Después dice que me ama.”; “Sentí miedo cuando me dijo: “vos vas a terminar
estando conmigo.”; “Me dijo que se imagina cuando yo tenga mi primer relación
sexual con otra persona y que eso le da risa.”; “Un día me dijo: “vas a tener que
venir a visitar vos al nene cuando viva conmigo.”; “Me parece que está usando al
nene como puente para llegar a mi.”

Esta relación con características de acoso moral o maltrato ha dejado marcas en la


subjetividad de la paciente, lo que vemos cuando dice: “Él siempre me dice que no
lo valoro, que no soy demostrativa. Puede ser que yo sea así.”; “Tengo la idea de
la relación de pareja como estando a las patadas, todo el tiempo pendiente de lo
que diga el otro, que primero diga una cosa y después otra diferente, estar con
miedo.”; “Desde que lo conocí me siento más insegura con todo, no puedo
ponerme firme y defender mi posición.”

¿Por qué hablamos de maltrato?

Las características hasta ahora descriptas de la relación que se dio entre nuestra
paciente y su ex pareja, nos permiten pensarla como inserta dentro de lo que se
describe como acoso moral.

Hemos elegido las conceptualizaciones de Marie-France Irigoyen relativas al acoso


moral como uno de los ejes para poder articular nuestras observaciones e
intervenciones sobre el caso descripto.

Hemos de definir las relaciones de acoso moral o maltrato como “toda conducta
abusiva (gesto, palabra, comportamiento, actitud...) que atenta, por su repetición o
sistematización, contra la dignidad o la integridad psíquica o física de una
persona...”1.
El proceso conduce a quien lo padece a cargar con la responsabilidad del conflicto
conyugal o familiar y se desarrolla en dos fases, una de seducción perversa y otra
de violencia manifiesta.

La primer fase conduce a la desestabilización de la víctima que pierde


progresivamente la confianza en sí misma llegando gradualmente a una situación
de dominio por parte del victimario quien ejerce, según la autora, una seducción
de carácter narcisista o perverso; este tipo de seducción confunde, borrando los
límites entre lo propio y lo ajeno es, de alguna manera, una incorporación de
carácter destructivo; puesto que se trata aquí de relaciones de dominio que
neutralizan el deseo del otro y lo anulan en su especificidad, conduciendo
progresivamente a la destrucción del otro en tanto que sujeto : en una ocasión en
que la paciente describe cómo su pareja registraba sus pertenencias comenta en
relación con este que ella sentía que no tenía nada propio, que se sentía anulada.

La dominación puede ser tanto intelectual como moral, y la persona que cae
víctima de este tipo de relación en principio no tiene un registro de lo que acontece
pues la seducción inicial conduce a la idea de que la persona se encuentra
voluntariamente dentro de este tipo de vínculo y que tiene la capacidad de tomar
decisiones con total libertad.

El vínculo progresa de agresiones de carácter anodino hasta alcanzar altos niveles


de agresión que tienen como objeto el sometimiento progresivo de la víctima y
lograr mantenerla a disposición del victimario.

La autora describe a los/as victimarios como perversos narcisistas que encuentran


su satisfacción justamente en este juego de dominación y de lucha de fuerzas,
proclive a la cosificación del partenaire.

Las personas al principio aceptan este tipo de relación buscando sostener el


vínculo, procurando contener al agresor, finalmente se instala el miedo como un
sentimiento predominante que conmina a obedecer.

Poco a poco se va instalando la violencia de manera insidiosa para pasar de


agresiones indirectas, veladas, a la violencia concreta.

En esta etapa del proceso de maltrato surge una modalidad comunicacional que se
basa en actitudes paradójicas: “Él hacía cosas difíciles de explicar. Por ejemplo se
enojaba porque hacía tarde la comida y después decía que la comida estaba
riquísima.”; “Me dijo: “no te aguanto, no me gusta tu cara.” Es confuso. Después
dice que me ama.”; burlas: “Me dijo que se imagina cuando yo tenga mi primer
relación sexual con otra persona y que eso le da risa.”; el recurso al sarcasmo:
“vas a tener que venir a visitar vos al nene cuando viva conmigo.”; las mentiras: la
paciente refiere que le cuesta dirimir lo verdadero y lo falso de sus dichos; y el
desprecio: él siempre le señalaba las cosas que hacía mal, marcaba su corta edad
como signo de inexperiencia.
Los ejemplos dejan traslucir la modalidad de estos vínculos de dominación que
implica procesos comunicacionales que a simple vista no revisten importancia pero
que se caracterizan por que su finalidad no es la de conducir a la unión sino al
alejamiento y a la imposibilidad del intercambio; la comunicación, en la medida que
se deforma conduce a la desestabilización y confusión de la víctima. “La violencia
aún cuando se oculte, se ahogue y no llegue a ser verbal, transpira a través de las
insinuaciones, las reticencias y lo que se silencia.”2 Es por ello que este tipo de
comunicación genera angustia en quien se encuentra incluido en este vínculo y
puede resultar incomprensible para un observador externo.

El paso siguiente se dará cuando la víctima procure poner fin a la situación de


dominación, allí aparecerá con más claridad el odio que hasta ese momento
estaba velado en las burlas, las insinuaciones.

La última discusión que se dio mientras la paciente aún convivía con su pareja
comenzó con una negativa de ésta a un pedido en principio inofensivo de su
pareja. Esta pequeña rebeldía, este intento de diferenciación condujo a un episodio
de violencia que la llevó a tomar la determinación de marcharse poniendo por fin
un coto a esta situación.

La autora plantea un progreso de la relación desde una etapa inicial de seducción,


pasando por una fase de dominio hasta arribar a un momento en donde la
expresión del odio es más clara y adquiere una modalidad persecutoria, el odio del
agresor no desaparece con la separación y puede seguir hostigando a su víctima,
tal es el caso de nuestra paciente.

Probablemente la partida de la paciente del lugar de convivencia con su agresor


haya interrumpido al menos brevemente este proceso, pero el tiempo de
exposición a este tipo de vínculos deja consecuencias en quienes los han padecido
y puede tornarlos proclives a una “recaída” en el mismo vínculo o a establecer en
el futuro una relación de características similares.

El papel del dispositivo psicoterapéutico

Una de nuestras primeras intervenciones fue la de establecer objetivos a corto,


mediano y largo plazo; en principio nos planteamos entender qué era lo que había
sucedido, esto es identificar la situación como una relación de acoso, ubicando sus
coordenadas y tornándola más explícita para la paciente.

Esperábamos que en este proceso la paciente pudiera alcanzar cierto alivio puesto
que se hallaba sumamente afectada por lo sucedido y por lo que seguía
sucediendo.

También nos propusimos junto con la paciente utilizar esta comprensión para evitar
situaciones futuras en las que pudiera volver a quedar en una posición similar.

Finalmente esperamos que a largo plazo en este proceso terapéutico la paciente


pueda fortalecerse y se potencien sus aspectos saludables que por fortuna son
abundantes.
En nuestro intento de que la paciente alcanzara mayores niveles de bienestar
tuvimos que enfrentarnos con las consecuencias de este tipo de relación; entre las
consecuencias a corto plazo para la víctima podemos mencionar la renuncia, ya
que la persona deja de defenderse y se resigna al maltrato, la confusión que
genera la sensación de estar anestesiada ; la duda producto de lo inesperado de la
de violencia, dado que lo que se suponía una relación de amor y de mutuo cuidado
se torna en un vínculo de dominación que busca la destrucción del otro; el miedo,
que es el sentimiento predominante en estas relaciones en donde la persona se
siente permanentemente observada, siempre en falta, y percibe el odio que se
expresa en las ambigüedades, las mentiras, las burlas; esta sensación de ser
siempre observada conduce a un stress crónico que conduce al agotamiento;
finalmente nos encontramos con el aislamiento. Para las personas es difícil hablar
de lo que están viviendo, temen que no se les crea, dudan de sus propias
percepciones.

En el caso de nuestra paciente consideramos que esto último no se llegó a


producir pues ésta contaba con una red social que la asistió y la acompañó en la
salida de esta relación.

La red social como factor protector de salud

Entendemos la red social como “la suma de todas las relaciones que un individuo
percibe como significativas o define como diferenciadas de la masa anónima de la
sociedad”3. Este nivel de la estructura social promueve el bienestar del individuo, el
desarrollo de su identidad, del reconocimiento de sí mismo, así como también
constituye una de las claves centrales para el cuidado de la propia salud y la
capacidad de adaptación en una crisis.

En el transcurso del tratamiento con nuestra paciente pudimos ver cómo la red
social constituida con anterioridad a su relación de pareja posibilitó la ruptura de
esta relación conflictiva. Es así que ella nos cuenta que ante una discusión fuerte
con el padre de su hijo, recurría a su familia comunicándose telefónicamente para
que la vayan a buscar, o se iba para la casa de ellos con su bebé. Hoy día, luego
de su separación, son ellos los que la alojan en su casa, la mantienen
económicamente y la apoyan en sus proyectos de retomar los estudios, comenzar
un trabajo, o hacer alguna actividad recreativa.

Consideramos que la paciente vio facilitada la ruptura de su relación de pareja


porque tenía a dónde ir y a quiénes recurrir. Las relaciones íntimas, con alto grado
de compromiso, como familiares directos con contacto cotidiano y amigos
cercanos, cumplieron ciertas funciones que permitieron que el acoso moral sufrido
por ella no la dejara atrapada en esa relación. Estas funciones de la red social se
definen según el tipo de intercambio interpersonal predominante que se da ente los
miembros de la misma.

En su relato encontramos que su madre cumplió la función de apoyo emocional


durante la convivencia de la paciente con su ex pareja. En sus visitas a la casa de
sus padres ella le contaba los diferentes episodios de maltrato y violencia vividos,
recibiendo de su madre una actitud comprensiva y empática. Éste vínculo que
permanece hasta hoy, constituyó un lazo con una realidad más positiva y
saludable, le mostró que seguía existiendo una opción diferente para su vida,
opuesta a la que mantenía con su pareja.

En relación a esta misma función, un familiar cercano era el que la iba a buscar
cuando ella pedía auxilio ante un episodio de violencia. Ella encontraba en esta
persona algo que contrarrestaba esta situación de suma tensión. El mismo, se
presentaba con una actitud de tranquilidad frente a ella, preguntándole cómo
quería resolver la situación, si quería irse inmediatamente o entrar a buscar
algunas cosas. Esto hacía que la paciente pensara solamente en recurrir a él en
estos momentos.

Otra función cumplida por sus padres es la de guía cognitiva y consejos. La


información compartida con su hija le proveyó un modelo de pareja en la que
primaba el respeto, la compañía y la confianza, modelo que la paciente pudo
contrastar con la relación que mantuvo en términos de violencia, temor y soledad.

Así mismo, una persona allegada que había vivido una relación de pareja con
características similares la escuchaba y aconsejaba, le transmitía su propia
experiencia, sus modos de encontrar salidas y soluciones, así como también la
prevenía sobre situaciones que pudiesen ocurrir.

La función de regulación o control social neutraliza las desviaciones de


comportamientos que se apartan de las expectativas colectivas. En casos de
violencia, como el vivido por nuestra paciente, se trata de mantener un aislamiento
de toda red social, de todo contacto con otra gente. Frente al permanente contacto
con su familia de origen, su pareja se mostraba muy molesto y le decía “nenita de
mamá y papá”. El hecho de seguir manteniendo el contacto con los miembros de
su red social actuó como recordatorio de las restricciones que la sociedad impone
a estos comportamientos desviados y la presión que ejerce para el mantenimiento
de las normas sociales.

La colaboración brindada por los servicios de salud también puede ser incluida
dentro de las funciones que cumplió su red social, ubicándose en un área de
círculo intermedio de relaciones personales que presentan un menor grado de
compromiso que su familia o amistades cercanas. En este caso, la derivación de la
paciente a los consultorios externos de Salud Mental, por parte de un profesional
médico que supo escuchar las marcas que dejaron en ella esta relación con
características de acoso moral, cumplió la función de ayuda material y de servicios.
Al mismo tiempo, nosotras como sus terapeutas pasamos a formar parte también
de esta red, procurando el fortalecimiento subjetivo ante las secuelas que produjo
esta relación conflictiva, como el miedo, la desvalorización y la culpa, y
potenciando los aspectos saludables que contribuyeron con la ruptura del vínculo
de acoso moral en el que se encontraba.

El sostén que nuestra paciente tuvo de su red social posibilitó que ella no
desarrollara un sentimiento de soledad, entendiéndolo como un “… sentimiento
prolongado, desagradable, involuntario, de no estar relacionado significativamente
o de manera próxima con alguien. Se trata de una apreciación subjetiva, que la
persona se siente sola”4.

Podemos pensar que, aunque ella estaba viviendo en forma cotidiana un vínculo
de acoso moral, al no percibir deficiencias tanto cuantitativas (cantidad de amigos
o vínculos) como cualitativas (carencia de relaciones íntimas con otros) en la red
de relaciones sociales, le permitió sentirse acompañada y con el sentimiento de
tener siempre una persona allegada con quien contar en situaciones críticas.

Otra característica que permite desarrollar una red social sólida es el sentimiento
de protección, de oportunidad para integrarse a actividades colectivas, de
compartir con otros. La paciente vio este aspecto amenazado cuando tuvo que
dejar sus estudios y su trabajo al verse obligada a irse a convivir con su ex pareja
al estar ella embarazada, lo que produjo en ella un gran sentimiento de tristeza.

Otro aspecto positivo que observamos en la paciente fue su capacidad de buscar


una figura de apego. Entendemos al apego como un vínculo en el que hay una
disponibilidad a buscar la proximidad y el contacto con otro individuo – la figura de
apego - sobre todo en circunstancias específicas. Y no solo ella buscó figuras de
apego entre los miembros de su red social, sino que además ella es capaz de
despertar apego en su bebé. El modelo de apego seguro, en el que el individuo
confía en que sus figuras privilegiadas serán accesibles, sensibles y colaboradoras
si él o ella se encuentra en una situación adversa o atemorizante, se transmite
también a los hijos. En su relato y en la relación que vemos entre ellos cuando la
paciente asiste con él al consultorio, se evidencian una buena comunicación,
contacto, entendimiento y sentimientos de seguridad que despierta en su hijo.

Conclusiones y recomendaciones:

A lo largo de nuestra presentación hemos descripto un tipo de modalidad vincular,


el maltrato o acoso moral, y hemos pensado la situación por la cual consultó
nuestra paciente como inscripta dentro de sus coordenadas.

Luego describimos el rol de la red social como factor protector de la salud,


señalando la importancia crucial que este recurso tuvo en la posibilidad de que la
paciente pudiera intentar desligarse de este vínculo y comenzar a pensar en
situaciones más saludables y de mayor bienestar para ella y para su hijo. Así
mismo, destacamos el papel de sostén y acompañamiento que en el presente
sigue cumpliendo esta red. Consideramos importante destacar el valor de este
recurso en todo tratamiento, particularmente en estas situaciones en donde de lo
que se trata es de abandonar un vínculo, para lo cual es importante contar con
otros.

En nuestro caso, la paciente contaba con una red social amplia y funcional, pero
en aquellos en donde los pacientes no cuentan con tal recurso, será necesario
orientar parte del trabajo psicoterapéutico en el armado de dicha red, en la medida
en que ésta podrá ser la plataforma sobre la que descanse y pueda llegar a
sostenerse o desmoronarse el trabajo psicoterapéutico.
También consideramos oportuno describir cuál sería el rol de un tratamiento
psicoterapéutico en la vida de una persona que atraviesa o atravesó por este tipo
de relación. Creemos que lo fundamental de un tratamiento sería poder dar
nombre a lo que sucede en estas situaciones, teniendo en cuenta que las
situaciones de maltrato se basan en comunicaciones indirectas, amenazas veladas
y silenciamientos, que generan en la víctima la sensación de estar en falta y la
confusión respecto de qué es lo que sucede, dado lo inesperado de estas
conductas por parte de quien debería ser una figura de apego.

Respecto de la evolución del tratamiento podemos señalar, luego de cuatro meses


de su inicio, que comienzan a esbozarse ciertos cambios en la paciente que ella
atribuye a lo trabajado en su tratamiento. Refiere sentirse más aliviada y presenta
respuestas más firmes frente a los constantes hostigamientos de su ex pareja.
Manifiesta haber recuperado las ganas de hacer cosas como salir de su casa,
buscar empleo, retomar sus estudios, realizar alguna actividad recreativa,
cuestiones que no surgían en su esfera de intereses cuando convivía con su ex
pareja y durante los primeros meses luego de la separación.

Consideramos de suma relevancia la inclusión de los conceptos utilizados a lo


largo de nuestra disertación a la hora de pensar la clínica con nuestros
consultantes en la medida en que describen situaciones que ponen al paciente en
riesgo y que suponen un padecimiento significativo, muchas veces crónico y
silenciado, el cual debería ser identificado como un primer paso hacia el
establecimiento de vínculos más saludables.

Pensamos nuestro trabajo como psicólogas parapetado en dos ejes: el de la clínica


y el de nuestro rol como agentes de salud, el cual se ve reafirmado en la medida
que nuestro accionar acontece en el ámbito de la salud pública.

Las situaciones de violencia no solo presentan aspectos a tratar en un espacio


terapéutico, tales como posición fantasmática, roles aprendidos, circuitos de
interacción, etc., sino que también nos hablan de una situación de riesgo para la
salud sobre la cual estamos obligados a intervenir para interrumpir esta situación
de violencia, aliviando así el padecimiento subjetivo de quienes nos consultan y
procurando potenciar aspectos saludables.
1
Marie- France Irigoyen: “El acoso moral en el trabajo. Distinguir lo verdadero de lo falso”. Primera parte. El acoso moral
en el mundo del trabajo. Buenos Aires, Septiembre de 2001.Piados contextos. Página 9.
2
Marie- France Irigoyen: “El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana”. Capítulo 4 La comunicación
perversa. Editorial Piados. Buenos Aires 2005. Página 85.
3
Sluzki, C. “La red social: frontera de la práctica sistémica”, España, Gedisa, 1996, Cap. 2, pág. 42.
4
Muchinik, E., Seidmann, S., “Aislamiento y soledad”, Buenos Aires, Eudeba, 1998, Cap. 5, pág. 33.

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