Autoras:
Díaz, María de los Ángeles. Jefa de Residentes de la Residencia de Psicología del
HIGA Dr. Diego Paroissien.
madipsico@hotmail.com
HIGA Dr. Diego Paroissien. Región Sanitaria XII. Isidro Casanova. La Matanza.
Prov. De Buenos Aires
Sobre las modalidades vinculares y su inclusión en dispositivo psicoterapéutico: El
maltrato o acoso moral
Introducción
En este caso no se trató de una situación prolongada de maltrato, sino más bien
circunscripta al período de convivencia y pensamos que la red social con la que
contaba la paciente pudo tener un papel central en este desenlace.
Objetivos:
Pensar el lugar de la red social como factor de protección ante tales vínculos y
como herramienta terapéutica.
Metodología:
Resultados obtenidos
La consulta
La paciente nos cuenta que está separada del padre de su hijo. Se fue de la casa
donde vivían juntos luego de que este la agrediera físicamente tomándola del
cuello y rompiéndole la ropa. En relación al tiempo durante el cual vivieron juntos
nos dice: “Empecé a sentirme anulada, a no tener ganas de nada, me la pasaba
llorando. Me sentía con culpa, con la sensación de todo el tiempo haber hecho algo
mal, de estar pendiente de no hacer nada mal para que no le moleste.”; “Él hacía
cosas difíciles de explicar. Por ejemplo se enojaba porque hacía tarde la comida y
después decía que la comida estaba riquísima.”; “Él me revisaba el celular y le
llegó a contar un secreto mío a mi familia.”; “Cuando estaba embarazada me dijo:
“ya sé de qué lado de la cama duerme tu papá. Le puedo pegar un tiro.”; “Al
principio podía convencerlo de que usara preservativo, después ya no y esto hizo
que no disfrutara las relaciones sexuales.”; “Me decía que la mujer tiene que ser
una prostituta con el marido. Yo no tenía experiencia…”.
Las características hasta ahora descriptas de la relación que se dio entre nuestra
paciente y su ex pareja, nos permiten pensarla como inserta dentro de lo que se
describe como acoso moral.
Hemos de definir las relaciones de acoso moral o maltrato como “toda conducta
abusiva (gesto, palabra, comportamiento, actitud...) que atenta, por su repetición o
sistematización, contra la dignidad o la integridad psíquica o física de una
persona...”1.
El proceso conduce a quien lo padece a cargar con la responsabilidad del conflicto
conyugal o familiar y se desarrolla en dos fases, una de seducción perversa y otra
de violencia manifiesta.
La dominación puede ser tanto intelectual como moral, y la persona que cae
víctima de este tipo de relación en principio no tiene un registro de lo que acontece
pues la seducción inicial conduce a la idea de que la persona se encuentra
voluntariamente dentro de este tipo de vínculo y que tiene la capacidad de tomar
decisiones con total libertad.
En esta etapa del proceso de maltrato surge una modalidad comunicacional que se
basa en actitudes paradójicas: “Él hacía cosas difíciles de explicar. Por ejemplo se
enojaba porque hacía tarde la comida y después decía que la comida estaba
riquísima.”; “Me dijo: “no te aguanto, no me gusta tu cara.” Es confuso. Después
dice que me ama.”; burlas: “Me dijo que se imagina cuando yo tenga mi primer
relación sexual con otra persona y que eso le da risa.”; el recurso al sarcasmo:
“vas a tener que venir a visitar vos al nene cuando viva conmigo.”; las mentiras: la
paciente refiere que le cuesta dirimir lo verdadero y lo falso de sus dichos; y el
desprecio: él siempre le señalaba las cosas que hacía mal, marcaba su corta edad
como signo de inexperiencia.
Los ejemplos dejan traslucir la modalidad de estos vínculos de dominación que
implica procesos comunicacionales que a simple vista no revisten importancia pero
que se caracterizan por que su finalidad no es la de conducir a la unión sino al
alejamiento y a la imposibilidad del intercambio; la comunicación, en la medida que
se deforma conduce a la desestabilización y confusión de la víctima. “La violencia
aún cuando se oculte, se ahogue y no llegue a ser verbal, transpira a través de las
insinuaciones, las reticencias y lo que se silencia.”2 Es por ello que este tipo de
comunicación genera angustia en quien se encuentra incluido en este vínculo y
puede resultar incomprensible para un observador externo.
La última discusión que se dio mientras la paciente aún convivía con su pareja
comenzó con una negativa de ésta a un pedido en principio inofensivo de su
pareja. Esta pequeña rebeldía, este intento de diferenciación condujo a un episodio
de violencia que la llevó a tomar la determinación de marcharse poniendo por fin
un coto a esta situación.
Esperábamos que en este proceso la paciente pudiera alcanzar cierto alivio puesto
que se hallaba sumamente afectada por lo sucedido y por lo que seguía
sucediendo.
También nos propusimos junto con la paciente utilizar esta comprensión para evitar
situaciones futuras en las que pudiera volver a quedar en una posición similar.
Entendemos la red social como “la suma de todas las relaciones que un individuo
percibe como significativas o define como diferenciadas de la masa anónima de la
sociedad”3. Este nivel de la estructura social promueve el bienestar del individuo, el
desarrollo de su identidad, del reconocimiento de sí mismo, así como también
constituye una de las claves centrales para el cuidado de la propia salud y la
capacidad de adaptación en una crisis.
En el transcurso del tratamiento con nuestra paciente pudimos ver cómo la red
social constituida con anterioridad a su relación de pareja posibilitó la ruptura de
esta relación conflictiva. Es así que ella nos cuenta que ante una discusión fuerte
con el padre de su hijo, recurría a su familia comunicándose telefónicamente para
que la vayan a buscar, o se iba para la casa de ellos con su bebé. Hoy día, luego
de su separación, son ellos los que la alojan en su casa, la mantienen
económicamente y la apoyan en sus proyectos de retomar los estudios, comenzar
un trabajo, o hacer alguna actividad recreativa.
En relación a esta misma función, un familiar cercano era el que la iba a buscar
cuando ella pedía auxilio ante un episodio de violencia. Ella encontraba en esta
persona algo que contrarrestaba esta situación de suma tensión. El mismo, se
presentaba con una actitud de tranquilidad frente a ella, preguntándole cómo
quería resolver la situación, si quería irse inmediatamente o entrar a buscar
algunas cosas. Esto hacía que la paciente pensara solamente en recurrir a él en
estos momentos.
Así mismo, una persona allegada que había vivido una relación de pareja con
características similares la escuchaba y aconsejaba, le transmitía su propia
experiencia, sus modos de encontrar salidas y soluciones, así como también la
prevenía sobre situaciones que pudiesen ocurrir.
La colaboración brindada por los servicios de salud también puede ser incluida
dentro de las funciones que cumplió su red social, ubicándose en un área de
círculo intermedio de relaciones personales que presentan un menor grado de
compromiso que su familia o amistades cercanas. En este caso, la derivación de la
paciente a los consultorios externos de Salud Mental, por parte de un profesional
médico que supo escuchar las marcas que dejaron en ella esta relación con
características de acoso moral, cumplió la función de ayuda material y de servicios.
Al mismo tiempo, nosotras como sus terapeutas pasamos a formar parte también
de esta red, procurando el fortalecimiento subjetivo ante las secuelas que produjo
esta relación conflictiva, como el miedo, la desvalorización y la culpa, y
potenciando los aspectos saludables que contribuyeron con la ruptura del vínculo
de acoso moral en el que se encontraba.
El sostén que nuestra paciente tuvo de su red social posibilitó que ella no
desarrollara un sentimiento de soledad, entendiéndolo como un “… sentimiento
prolongado, desagradable, involuntario, de no estar relacionado significativamente
o de manera próxima con alguien. Se trata de una apreciación subjetiva, que la
persona se siente sola”4.
Podemos pensar que, aunque ella estaba viviendo en forma cotidiana un vínculo
de acoso moral, al no percibir deficiencias tanto cuantitativas (cantidad de amigos
o vínculos) como cualitativas (carencia de relaciones íntimas con otros) en la red
de relaciones sociales, le permitió sentirse acompañada y con el sentimiento de
tener siempre una persona allegada con quien contar en situaciones críticas.
Otra característica que permite desarrollar una red social sólida es el sentimiento
de protección, de oportunidad para integrarse a actividades colectivas, de
compartir con otros. La paciente vio este aspecto amenazado cuando tuvo que
dejar sus estudios y su trabajo al verse obligada a irse a convivir con su ex pareja
al estar ella embarazada, lo que produjo en ella un gran sentimiento de tristeza.
Conclusiones y recomendaciones:
En nuestro caso, la paciente contaba con una red social amplia y funcional, pero
en aquellos en donde los pacientes no cuentan con tal recurso, será necesario
orientar parte del trabajo psicoterapéutico en el armado de dicha red, en la medida
en que ésta podrá ser la plataforma sobre la que descanse y pueda llegar a
sostenerse o desmoronarse el trabajo psicoterapéutico.
También consideramos oportuno describir cuál sería el rol de un tratamiento
psicoterapéutico en la vida de una persona que atraviesa o atravesó por este tipo
de relación. Creemos que lo fundamental de un tratamiento sería poder dar
nombre a lo que sucede en estas situaciones, teniendo en cuenta que las
situaciones de maltrato se basan en comunicaciones indirectas, amenazas veladas
y silenciamientos, que generan en la víctima la sensación de estar en falta y la
confusión respecto de qué es lo que sucede, dado lo inesperado de estas
conductas por parte de quien debería ser una figura de apego.