I.- INTRODUCCIÓN.
2
da origen, precisamente al proceso, sino comprendiendo al entero Proceso De
Inconstitucionalidad como categoría más amplia.
II.- ANTECEDENTES.
III.- ELEMENTOS.
3
El propio Tribunal Constitucional Peruano se ha referido en alguna
ocasión a este carácter abstracto del control, que no obsta a una
evaluación relacional entre las normas y la realidad en que sean
susceptibles de aplicarse, pero no con el propósito de inaplicarlas a un
supuesto concreto, sino únicamente con la intención de reconocer los
sentidos interpretativos de aquellas que pudieran resultar contrarias a la
norma fundamental” mucho más cuestionable ha llegado a decir el
Tribunal en el marco de la Acción de Inconstitucionalidad, que es posible,
que excepcionalmente el juicio de constitucionalidad de una norma
conlleve un legitimo y necesario pronunciamiento respecto de algún acto
concreto realizado a su amparo, y ello sobre la base de su función
ordenadora y pacificadora, esto es orientada a crear incertidumbre,
estabilidad y seguridad respecto de los hechos que directa o
indirectamente sea sometidos a su conocimiento o puedan tener lugar
como consecuencia de la expedición de sus sentencias. Más bien nos
parece que como el Tribunal Constitucional español ha dicho en su STC
11/197 (del 8 de abril fj4) no comprende pues al Tribunal, en su función
de órgano decisor de los recursos de inconstitucionalidad enjuiciar el
mayor o menor acierto con que los operadores jurídicos estén llevando a
cabo la labor de aplicación. Este enjuiciamiento solo puede llevarlo a
cabo este Tribunal cuando se haya decidido sobre un derecho subjetivo
concreto de un ciudadano, que quede comprendido en los que son objeto
de recurso de amparo si aquella interpretación o modo de operar
condujera a una violación de tal derecho (a lo que habría que sumar el
control ejercido a través de la cuestión de inconstitucionalidad.
Por otro lado el proceso iniciado por la Acción de Inconstitucionalidad es
como se reconoce en España o Alemania un proceso objetivo sin partes
que actúen en defensa de interese propios sino que los intervinientes
actúan para defender la supremacía constitucional como interés general.
Asi lo ha aceptado recientemente, siguiendo la jurisprudencia
constitucional española, también el Tribunal Constitucional Peruano y de
ello ha deducido, al igual que aquella, que una vez constituida la
demanda y habilitada la competencia del Tribunal, queda
inexorablemente constituida la relación jurídica procesal respectiva, lo
que conlleva la ineficacia de un eventual desistimiento.
2.- Competencia.
3.- Definición.
4
Es un proceso constitucional de carácter orgánico, reconocido por la
Constitución de 1993, como garantía constitucional, que es formulada
por quien está legitimado para ella; ante el Tribunal Constitucional contra
una ley que por el fondo o la forma contraviene a la Constitución y que
tiene como finalidad hacer prevalecer los principios de primacía de la
constitución, jerarquía normativa e inviolabilidad de la Constitución,
buscando con ellos se le declare a la norma como inconstitucional y se
disponga su consiguiente derogatoria y expulsión del sistema normativo.
Asimismo el artículo 200.4 de la Constitución de 1993, establece que el
proceso de inconstitucionalidad es una garantía constitucional que
procede contras las normas que tienen rango de ley – es decir leyes,
decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados, reglamentos del
congreso, normas regionales y ordenanzas municipales – que
contravengan la Constitución en la forma o en el fondo. Se trata, como
señala el tribunal Constitucional “de un juicio abstracto respecto a dos
normas de diversa jerarquía. Por un lado la Constitución, que actúa como
parámetro, en la medida que el la lex legum, y por otro la ley o las
normas con rango de ley que constituyen las fuentes sometidas a ese
control.”1
El proceso de inconstitucionalidad es uno de los mecanismos que permite
la defensa de la Constitución a través de los órganos jurisdiccionales del
Estado2. La Constitución de 1993 lo contempla y asigna al Tribunal
Constitucional la competencia para conocer y resolver como instancia
única las demandas de inconstitucionalidad, durante la vigencia del
actual texto constitucional el Proceso de Inconstitucionalidad ha
atravesado por las siguientes etapas:
1
STC Nº 00007 – 2002 –AI, fj 3.
2
Este proceso fue incorporado en nuestro ordenamiento jurídico a través de la
Constitución de 1979, la cual asigno al Tribunal de Garantías Constitucionales la
competencia para su conocimiento y resolución como instancia única. La
efectividad del proceso de inconstitucionalidad quedo nula partir de 1992,
como consecuencia del golpe de Estado del 5 de abril, que trajo consigo la
clausura del mencionado Tribunal.
5
3.3.- Tercera Etapa.
4.- Legitimación.
• El Presidente de la República
• La Corte Suprema de Justicia.
• El Fiscal de la nación
• Sesenta Diputados
• Veinte Senadores y
• 50.000 ciudadanos
• El Presidente de la República
• El Fiscal de la Nación
• El Defensor del Pueblo
• El 25% del número legal de congresistas
• 5.000 ciudadanos o en el caso de las ordenanzas
municipales, el 1% de ciudadanos del respectivo ámbito territorial
• Los presidentes de región, sobre materias de su
competencia.
• Los alcaldes provinciales sobre materias de su
competencia.
• Los colegios profesionales, sobre materias de su
competencia.
6
Otro cambio que trajo consigo la constitución de 1993 fue el retiro de la
legitimidad a la Corte Suprema para dar inicio a un proceso de
inconstitucionalidad, asimismo se redujo el número de firmas necesarias
para que los ciudadanos puedan presentar una demanda.
3
Brage Camazo Joaquín, “La Acción de Inconstitucionalidad”. Articulo. En El
Derecho Procesal Constitucional Peruano: Estudios en Homenaje a Domingo
García Belaunde. Lima – 2007. Pág. 821
7
sentido, lo deja a medio camino entre el modelo de la legitimación
restringida y el modelo de acción popular, al menos en cuanto a
sus posibilidades teóricas, bien es cierto que la fugacidad de los
plazos de interposición del recurso (tres meses) que también
afecta al Defensor del Pueblo, difumina en buena parte la virtual
intervención de los ciudadanos a través del Defensor del Pueblo.
Resulta claro que el sistema español se encuentra en todo caso,
más cerca en realidad del modelo de legitimación restringida, que
del sistema de la acción popular de inconstitucionalidad. No
obstante aun siendo restringida, la legitimación en el
ordenamiento español es más amplia que la contemplada en
Alemania e Italia, cumpliendo asi una triple función: defensa de los
intereses territoriales, protección de las minorías y tutela de los
derechos fundamentales de los ciudadanos a través del Defensor
del Pueblo. Y aunque no creemos que pueda afirmarse en modo
alguno que haya sido asi en la experiencia española, no ofrece
dudas que una legitimación otorgada a un Ombudsman encierra
grandes posibilidades teóricas en este línea, todavía no
explotadas. Tal legitimación puede llegar a suponer algo asi como
la instauración de una acción popular pero con un (muy
importante) filtro que sería el Defensor del Pueblo, sea dicho esto
en un sentido coloquial.
8
constituciones que al introducir un Tribunal Constitucional han
previsto este sistema de legitimación popular para la acción de
inconstitucionalidad.
Esto ha ocurrido en el ámbito latinoamericano fundamentalmente,
principalmente a razones socio – económicas, culturales y
sociológicas, por la propia tradición existente en dicho ámbito,
mucho antes de la construcción kelseniana (que más tarde se
extendería por medio mundo y que llegaría a Latinoamérica.)
Asi, una acción a favor de cualquier ciudadano se consagra
también en las Constitución de Colombia, El Salvador y Nicaragua
(ante la Sala de lo Constitucional). En Venezuela y Panamá se va
incluso más allá, pues se reconoce legitimación a cualquier
persona, aunque no se nacional, o no goce de los derechos
políticos. En Guatemala y Ecuador, por su parte se reconoce
legitimación también a cualquier persona, pero solo con el auxilio
de tres abogados colegiados activos en el primer caso, y previo
informe del Defensor del Pueblo sobre la procedencia, en el
segundo. En Uruguay y Honduras y Paraguay se exige en cambio
un interés personal, legítimo y directo para que cualquier persona
pueda impugnar la constitucionalidad.
9
legitimación que, sin llegar a ser una popular otorgada a cualquier
persona, se aproxima considerablemente a una de ese tipo y admite, asi
ser catalogada como cuasipopular , si bien con el matiz complementario
de la protección reforzada en materia de derechos humanos que conlleva
la legitimación a favor del Defensor del Pueblo, que no se limita, sin
embargo, en principio, solo a las materias relativas a los derechos
humanos, y el matriz de la protección específica de parte importante de
los intereses de la sociedad civil, que significa a favor de los colegios
profesionales.
En cuanto a la legitimación a favor del 25% de los congresistas de iure
se trata en lo esencial, de una legitimación otorgada a una minoría
parlamentaria derrotada para que pueda hacer valer la Constitución
cuando entienda que una ley aprobada finalmente es contraria al texto
constitucional. Ello no ha de llevar a sostener como a veces se hace
peyorativamente, que se trata de continuar la lucha político – partidista
entablada en el Parlamento por otros medios. La finalidad de esta
legitimación es claramente la de protección, tutela y promoción de los
derechos de las minorías parlamentarias; y es que la Constitución deber
ser – tal y como la jurisprudencia española y alemana ha señalado – un
marco de coincidencias suficientemente amplio como para que dentro de
él quepan opciones políticas de muy diferentes sigo, pero junto a ello, no
ofrece dudas que algunas cuestiones han quedado cerradas por voluntad
del poder constituyente y no dependen de la mayoría parlamentaria que
pueda existir en cada momento histórico.
La Constitución en suma define límites precisos que el propio poder
legislativo no puede traspasar; la democracia no es solo el gobierno de la
mayoría, sino también el respecto a la mayoría y el respecto al marco de
mínimos que todo el pueblo se ha dado en el momento constituyente y
en las sucesivas reformas constitucionales. Y no puede desconectarse
tampoco la eficacia preventiva de esta legitimación de las minorías pues
como nos decía Kelsen “la simple amenaza de la interposición del
recurso ante el Tribunal Constitucional puede ser en las manos de las
minorías, un instrumento propicio para impedir que la mayoría viole
inconstitucionalmente sus intereses jurídicamente protegidos y para
oponerse en última instancia a la dictadura de la mayoría, que no es
menos peligrosa para la paz social que la de la mayoría.”
Por otra lado, un uso indebido o desproporcionado por parte de las
minorías parlamentarias de esta legitimación puede conllevar un alto
costo para dicha minoría en términos políticos por lo que no parece
existir un peligro serio de un uso desmedido de esta facultad, y
justamente por ello, es que parece excesivo el porcentaje exigido en el
Perú del 25% de los congresistas, piénsese que en España se otorga
legitimación a un séptimo de los miembros del Congreso de los
Diputados y aun quinto de los Senadores, cifra que en Portugal se reduce
a un decimo de los diputados, y en Francia a un decimo de los diputados
y a un quinto de los senadores aproximadamente, y si es cierto que en
Alemania, en Austria o en México el porcentaje requerido de integrantes
del Parlamente Federal (Alemania) o el Consejo Nacional (Austria) para
plantear una acción de inconstitucionalidad es de un tercio; en el caso
del Perú nos parece que habría que favorecer en mayor medida el
control de constitucionalidad por esta via, protegiendo asi al unisonó a la
Constitución y a las minorías parlamentarias del abuso de la mayoría a
costa de chocar con la Constitución, lo que en definitiva contribuiría a
fortalecer y consolidar la democracia, que es tanto gobierno por la
mayoría como respecto a la minoría (especialmente observando el marco
constitucional que diseña las exigencias mínimas).
10
Por último, nos parece que es irrelevante que todos o alguno de los
integrantes de la minoría parlamentaria impugnante de la ley haya
votado a favor de la propia ley impugnada o que pertenezca a uno o
varios grupos parlamentarios diversos (por si propia naturaleza se trata
de una agrupación ocasional) como también es que se produzca la
perdida sobrevenida de la condición de parlamentario como ha
reconocido el Tribunal Constitucional Español ya que si los legitimados
activamente para plantear una acción de inconstitucionalidad la plantean
están poniendo de manifiesto la existencia de un interés público objetivo
en que el Tribunal Constitucional desarrolle su función de garantizar la
supremacía de la Constitución mediante el enjuiciamiento de la ley
impugnada. Interés público objetivo que subsiste al margen de la
circunstancia subjetiva de que uno o varios de los impugnantes pierda la
condición en virtud de la cual gozaba de la legitimación (STC 86/1982 de
23 de diciembre, Fj 2 – Caso Español); el desestimiento en este tipo de
procesos en fin tampoco debe surtir efecto alguno, como ha reconocido
el Tribunal Constitucional peruano, siguiendo la doctrina del homologo
español.
7.- Objeto.
11
La propia Constitución con todo atino regula la materia objeto de la
Acción de Inconstitucionalidad las normas que tiene rango de ley.
Además detalla cuales son tales normas dotadas de rango de ley, leyes,
decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados que hayan
requerido o no la aprobación del Congreso conforme a los articulo 56º y
57º de la Constitución, reglamento del congreso, normas regionales de
carácter general y ordenanzas municipales. Y también dice por
contravenir el artículo 106º de la constitución, se puede demandar la
inconstitucionalidad total o parcial de un decreto legislativo, decreto de
urgencia o ley que no haya sido aprobada como orgánica, si dichas
disposiciones hubieren regulado materias reservadas a ley orgánica o
impliquen modificación o derogación de una ley aprobada como tal.
Además el Tribunal Constitucional se ha declarado competente para
pronunciarse sobre la compatibilidad constitucional de los decretos leyes
como normas sui generis impuestas por un gobierno de facto violando
las normas constitucionales sobre producción jurídica al reunir el poder
de facto para si las funciones parlamentarias y ejecutivas y que se hallan
amparadas en la eficacia de una acción de fuerza, pese a que no se
encuentran comprendidos entre las normas que señala el inciso 4 del
artículo 200 de la constitución, pues las normas contenidas en dicho
dispositivo constitucional solo tienen un carácter enunciativo y no
taxativo de las normas que son susceptibles de ser sometidas al control
en una acción de inconstitucionalidad. No obstante al convalidarse tales
decretos leyes por ley constitucional no cabe un control formal de
constitucionalidad de los mismos con arreglo a la Constitución de 1979,
pero si un control sustantivo que ha de realizarse a la Constitución de
1993 y que puede ser un control de constitucionalidad conforme al
principio de jerarquía normativa pero también un control conforme al
principio lex posterior derogat priori teniendo el primero alcance erga
omnes y el segundo solo inter partes (sentencia del 3 de enero de 2003).
Requisito indispensable para impugnar una de tales normas es su
publicación, pues si bien la publicación no afecta a la constitución de la
norma como tal, si que determina la eficacia , vigencia y obligatoriedad
de la norma “una ley que no haya sido publicada, sencillamente es
ineficaz, pues no ha cobrado vigencia y sobre aquello que no ha cobrado
vigencia, no es posible ejercer un juicio de validez en un proceso de
inconstitucionalidad, pues no será posible expulsar del ordenamiento
aquello que nunca perteneció a él”. (Sentencia del 24 de junio de 2004).
La regulación del Código Procesal Constitucional del objeto de la Acción
de Inconstitucionalidad ha de entenderse atinada por otro lado, en
cuanto que comprende no solo a las normas parlamentarias sino en
general también a las normas con rango de ley, que excepcionalmente
puede aprobar el Ejecutivo en ciertas situaciones y a los Tratados
Internacionales celebrados sin intervención parlamentaria, y es que si
hasta las propias leyes parlamentarias se sujetan a esta via de control,
ello desde la lógica democrática, debe operar con mayor razón frente a
normas que gozan del mismo rango de la ley parlamentaria (o el tratado
internacional celebrado con el concurso del parlamento), pero no han
sido aprobadas con las garantías democráticas propias de la tramitación
parlamentaria, sino que son realmente normas reglamentarias
aprobadas por el Ejecutivo pero que gozan de la fuerza y el rango de ley
( o en su caso tratados internacionales del mismo valor y fuerza que los
celebrados con intervención del Parlamento). En el caso de los Tratados
Internacionales, el control tanto de los aprobados por el Ejecutivo como
de los que requieren el consentimiento parlamentario se justificaba en la
exposición de motivos del proyecto de Código Procesal Constitucional
12
porque en ambos casos se obliga internacionalmente al Perú y ello es lo
relevante.
Además todas las normas con rango de ley pueden ser objeto de control
por medio de la Acción de Inconstitucionalidad sin exclusión de materia
alguna. No obstante tiene especial interés referirse a dos de estas
normas, dada la singularidad de su control: los tratados internacionales y
las reformas constitucionales asi como al control de las omisiones
legislativas.
En cuanto a los Tratados Internacionales habría sido deseable y
aconsejable en atención a su naturaleza especifica la instauración de un
control previo de constitucionalidad de los mismos, tal como el que fue
previsto por la Constitución Irlandesa de 19737 (artículo 26º) y la
francesa de 1958 (artículo 54) y como el que ya se propusiera por la
doctrina (incluida la española) con anterioridad, asi como por uno de los
miembros de la comisión jurídica asesora encargada de elaborar el
anteproyecto. Y es que si, en general el control preventivo de la
constitucionalidad no parece ofrecer demasiadas ventajas respecto de
las leyes, sino mas bien muy serios y graves inconvenientes el juicio ha
de ser enteramente distinto respecto de los Tratados internacionales, y
ello en razón de que como se sabe la Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados, del 23 de mayo de 1969, establece en su
artículo 26 que todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser
cumplido por ellas de buena fe, y no solo eso sino que además
contempla expresamente la posibilidad de contradicción del Tratado con
las normas internas del país de que se trate y resuelve la cuestión de
manera tajante a favor de la primacía incondicional de los Tratados, en
cuanto que ninguna de las partes podrá invocar las disposiciones de
derecho interno como justificación del incumplimiento de un Tratado.
De ello se desprende que para los países adheridos a la Convención de
Viena citada, y entre se cuentan Perú, cualquier tratado que celebren es
vinculante en términos de derecho internacional, incluso en el caso de
que sea contrario a la constitución del Estado de que se trate y asi lo
declare su Tribunal Constitucional, pues no es admisible la invocación de
disposición de “disposiciones de derecho interno” y entre ellas se
encuentra la propia constitución como lo ha reconocido la jurisprudencia
de los tribunales internacionales. Es decir una vez ratificado el Tratado
Internacional, no hay forma de de destruir ni la vinculación internacional
del propio estado, ni tampoco la consiguiente responsabilidad por
incumplimiento , incluso en el caso de que el órgano competente para
ello declare inconstitucional tal Tratado, con la sola excepción de que lo
haga por motivos de falta de competencia, pues la única excepción que
la Convención citada admite respecto de la regla de no invocación de
normas internas es la referida a aquellas normas internas que regulen la
competencia para celebrar Tratados pero incluso en tal caso la violación
de tales normas ha de ser manifiesta y afectar a una norma de
importancia fundamental en derecho interno, estableciendo el artículo
46.2 de la Convención de Viena que una obligación es manifiesta si
resulta objetivamente evidente para cualquier Estado que proceda en la
materia conforme a la practica usual y de buena fe. Fuera de este caso,
y siempre que no se concierte con la otra parte para dar por terminado o
suspendido (total o parcialmente) el Tratado o modificarlo en el punto en
cuestión, el incumplimiento de un tratado internacional por
inconstitucional generara siempre responsabilidad internacional del
Estado.
13
8.1.- Constitución de 1993
14
tiene un límite muy claro y preciso: el texto constitucional. Esta es
la razón por la que algunos aspectos que permitirían mejorar el
control constitucional en el Perú tendrán que esperar hasta una
reforma de la ley fundamental.
15
contraria a lo dispuesto en la legislación ambiental sobre la
protección de aéreas naturales. Esta construcción se enmarca
dentro del proyecto de exportación del gas de camisea.
16
decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados, reglamentos del
congreso, normas regionales de carácter regional y ordenanzas
municipales que contravengan la constitución en la forma o en el fondo.5
En comparación con la carta de 1979, la de 1993, amplia el número de
disposiciones que pueden ser cuestionadas a través del proceso de
inconstitucionalidad como se aprecia:
• Leyes
• Decretos legislativos
• Normas regionales de carácter general.
• Ordenanzas municipales.
5
El artículo 77º del código procesal constitucional reitera el conjunto de normas
susceptibles de ser sometidas a través del proceso de inconstitucionalidad.
6
Sentencia del Expediente Nº 0021-2003-ai7tc (fund.4) publicado el 28 de junio
de 2004
7
El artículo 3º de la ley orgánica del TC señala que en ningún caso se puede
promover contienda de competencia o de atribuciones al Tribunal, respecto de
los asuntos que le son propios de acuerdo con la constitución y la presente ley.
El tribunal resuelve de oficio su falta de competencia o de atribuciones. Similar
disposición se encontraba en la anterior LOTC en su artículo 3º.
17
por las autoridades que detentan el poder estatal en forma
ilegitima. Como ha señalado el Tribunal Constitucional los decretos
leyes “son disposiciones de naturaleza jurídica sui generis
dictados por un poder de facto que ha reunido para sí – contra lo
establecido en el ordenamiento constitucional – las funciones
parlamentarias y ejecutivas.
Se trata de disposiciones surgidas de la voluntad de operadores
del órgano ejecutivo que carecen de titulo que los habilite para
ejercer la potestad legislativa, las mismas que con prescindencia
de las formalidades procesales establecidas en la constitución,
regulan aspectos reservados a la ley. Son pues, expresiones
normativas de origen y formalidad espurios, que, empero se
encuentran amparadas en la eficacia de una acción de fuerza”8
En este sentido los Decretos Leyes son normas ajenas al
ordenamiento constitucional por lo que no deberían forman parte
del sistema jurídico ni producir efecto alguno. Sin embargo en
nuestro país las interrupciones democráticas han sido frecuentes y
prolongadas, lo que ha originado que se expidan una gran
cantidad de decretos leyes, los que han pasado a formar parte de
nuestro sistema jurídico en forma abrupta y han mantenido su
vigencia incluso después de culminados los periodos de
interrupción democrática.
Si bien los decretos leyes no se encuentran mencionadas en el
artículo 200.4 de la constitución; el Tribunal Constitucional ha
establecido que tiene competencia para analizar si estas
disposiciones son compatibles con la ley fundamental, lo cual
resulta razonable por cuanto se trata de normas que aun se
encuentran vigentes. Asi por ejemplo citamos 3 ejemplos de
sentencias:
18
contra decretos leyes, aunque estas normas no se encuentren
mencionadas en el artículo 200.4 de la Constitución. En términos
generales señalo: “Los decretos leyes deben ser considerados
como actos con jerarquía de ley y por lo tanto susceptibles de ser
modificados o derogados por otras normas del mismo valor y
rango; y por ende sujetos al control de la constitucionalidad. Las
normas comprendidas en el inciso 4 del artículo 200 de la
constitución solo tienen un carácter enunciativo y no taxativo de
las normas que son susceptibles de ser sometidos al control en
una acción de inconstitucionalidad.”
19
11.- Plazos para presentar la Demanda De Inconstitucionalidad.
20
En un Proceso de Inconstitucionalidad, una norma puede ser declarada
contraria a la constitución por razones de forma o por razones de fondo.
En este sentido el artículo 200.4 de la constitución señala:
21
establecidas a nivel legal y en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional.
22
tragamonedas9 se reducirán al monto que, según la
ley que cubra el vacio legal creado, resulte exigible.
2. Los montos pagados en aplicación de la
mencionada alícuota que excedieren el monto que la
nueva ley establezca, serán considerados como
crédito tributario.
3. De concurrir respecto del mismo
contribuyente, deudas y créditos, ellos se
compensaran entre si, y de quedar un saldo será
considerado como deuda acumulada o como crédito
tributario según el caso.”
23
Al respecto el Tribunal dispuso una vacatio sententiae, es decir
una postergación de los efectos de si decisión a fin de que el
legislador democrático regule en un plazo breve y razonado, un
cauce procesal que permita una forma racional de organizar la
eventual realización de un nuevo proceso para los sentenciados
por el delito de traición a la patria. En este sentido señalo que su
sentencia no anulaba automáticamente los procesos judiciales
donde de hubiera condenado por el delito de traición a la patria al
amparo de los dispositivos (…) declarados inconstitucionales”
Al fundamentar esta decisión el Tribunal señalo que las normas
que permiten la retroactividad benigna de sus decisiones en
materia penal – la referencia concreta es el articulo 40º de la
anterior LOTC – no limiitan la posibilidad de que pueda modular los
efectos en el tiempo de su decisión. Sin embargo no se pronuncio
sobre la compatibilidad entre esta opción y las normas
constitucionales que regulan esta materia.
9
Artículo 242º de la Constitución Colombiana: Ninguna autoridad podrá
reproducir el contenido material del acto jurídico declarado (inconstitucional)
por razones de fondo, mientras subsistan en la carta las disposiciones que
sirvieron para hacer la confrontación entre a norma ordinaria y la constitución.
24
Si bien una disposición como ésta es la lógica consecuencia del carácter
de cosa juzgada de las sentencias que declaran inconstitucional una
norma, podría ser útil incorporarla en el ordenamiento jurídico peruano,
pues se han presentado casos en los que , leugo de que el Tribunal
declaro inconstitucional una norma, se expidieron disposiciones que,
aunque no eran iguales en sentido literal, generaban los mismo efectos.
A pesar de la inexistencia de una norma al respecto, el Tribunal ha
señalado que sus sentencias tienen carácter de cosa juzgada material,
por lo que son prohibitivas de la expedición y/o mantenimiento en
vigencia de cualquier otra norma de contenido análogo a las que ha
declarado inconstitucionales.
El efecto vinculante de las decisiones emitidas en los procesos de
inconstitucionalidad presenta especiales características respecto a los
tribunales ordinarios, los que no pueden inaplicar una norma que ha sido
declarada por el Tribunal como compatible con la constitución. Asimismo
deben adecuar su interpretación de las normas a lo señalado por el
supremo intérprete de la constitución. Asi el código procesal
constitucional señala en el título preliminar en su artículo VI:
25
Constitucional, no surge con la aparición de las Constituciones, sino con la
adecuada comprensión de su significado y los reales alcances de su contenido.
Mientras a la Constitución se asignaba una sustancia estrictamente política, no
existía Estado Constitucional, pues el ordenamiento jurídico comenzaba con la
ley, creación de un Parlamento soberano, y, en tanto tal, carente de límites
jurídicos.
El Estado Constitucional surge cuando a la Constitución se le reconoce, además
de un valor político-normativo, un valor jurídico-normativo, y ello no ocurrió sino
hasta los años cincuenta del siglo XX. De la mano de la doctrina del Poder
Constituyente, el principio de soberanía parlamentaria sede su espacio al
principio de soberanía popular. El pueblo, en ejercicio de su voluntad soberana,
se organiza política y jurídicamente, proyectando su poder en una Norma
Suprema, a la que se encuentra jurídicamente sometido todo poder constituido
por ella. A partir de entonces se produce “una metamorfosis, en virtud de la
cual la Constitución, actuando como mediación necesaria, convierte al poder
soberano del pueblo (poder único, indivisible, extraconstitucional, no reglado ni
estructurado y absoluto) en poder dividido, estructurado, reglado, democrático
y constitucional.”
Y desde que se reconoce a la Constitución la calidad de norma jurídica situada
en la cúspide del ordenamiento, aparece la teoría de la invalidez de la ley por
incompatibilidad frente a aquella. El principio de supremacía constitucional, es
un principio de contenido jurídico, en el que subyace la defensa de la
permanencia y el respeto por la obra del Poder Constituyente. De ahí en
adelante toda norma del ordenamiento se reconduce a la propia
Constitución y solo tiene “derecho” a permanecer vigente en tanto encuentre
en ella su ratio, directa o indirecta.
Es en tal escenario que aparecen los Tribunales Constitucionales (y de ahí en
más, las sentencias interpretativas), como garantes de la proyección normativa
de la Constitución, purificando el ordenamiento de las intromisiones ajenas a su
postulado principista, axiológico y dispositivo. Desde una perspectiva funcional
(en realidad, única perspectiva a partir de la cual, sobre la base de un criterio
de razonabilidad, es posible justificar la existencia de una institución), el
Tribunal Constitucional, el cual no es superior a ningún órgano del Estado. Es,
simplemente, distinto. En tanto al Tribunal compete, por antonomasia, la
defensa de la Norma Suprema del Estado, suele entremezclarse al órgano con
la función, y crearse jerarquías artificiales e infundadas.
La pretendida superioridad del TC se disuelve, desde que se constata el
sometimiento a su parámetro de control y su proyección normativa, como lo
está cualquier otro poder constituido. Y el cabal entendimiento de su real
importancia se presenta cuando no se pierde de vista su función. En efecto, el
Tribunal Constitucional no ha nacido para destruir la ley (y de ahí partan, tal
vez, los errores más recurrentes), sino para defender la Constitución, mientras
que el Parlamento no ha nacido para subvertir la Constitución, sino para crear la
ley. Lo que ocurre es que es en el acto de producción de una fuente formal del
derecho, en donde reside el real riesgo de vulnerar la jerarquía normativa, y,
consecuentemente, es la labor del productor de dichas disposiciones, la que
debe someterse a constante supervisión, so pena de que, una lógica distinta,
condene al principio de supremacía constitucional a la condición de una mera
carta de intención.
El artículo 75° del Código Procesal Constitucional, establece que la finalidad del
proceso de Inconstitucionalidad es la “defensa de la Constitución frente a las
infracciones contra su jerarquía normativa”. En el artículo 20° de la derogada
Ley N.° 26435 —Orgánica del Tribunal Constitucional, no hacía alusión al
26
principio de jerarquía normativa, sino tan solo a la “primacía de la
Constitución”, lo que si bien no era incorrecto, tampoco hacía gala de una
precisión suficiente.
El principio de jerarquía normativa tiene una importancia meridiana en el
control abstracto de constitucionalidad de las leyes, pues la validez o invalidez
de la ley depende de su incompatibilidad formal y material con la Norma de
superior jerarquía: en este caso, la Constitución del Estado.
Como correctamente ha reseñado el TC en el FJ. 2 de la sentencia recaída en el
Expediente Nº 0004-2004-AI (acumulados), “la validez en materia de justicia
constitucional, (...) es una categoría relacionada con el principio de jerarquía
normativa, conforme al cual la norma inferior (v.g. una norma con rango de ley)
será válida solo en la medida en que sea compatible formal y materialmente
con la norma superior (v.g. la Constitución).”
Por otra parte, el propio artículo 75° hace alusión a una gama importante de
“tipos de infracción constitucional, estableciendo que ésta puede ser “directa e
indirecta, total o parcial y formal o material”, mientras que los artículos 20° y
21° de la LOTC solo hacían referencia a las dos últimas clases (total o parcial y
formal o material).
27
la disposición, en tanto exista, cuando menos, un sentido normativo o
conjunto normativo atribuible a ella que la haga compatible con la Norma
Fundamental. De ahí que con propiedad se diga que la jurisdicción
constitucional conduce inevitablemente a acentuar la diferencia entre
norma y disposición, puesto que el juez de la constitucionalidad, se
encuentra vinculado e inserto en el campo hermenéutico de la norma
infraconstitucional y, por cierto, de la propia Constitución, para ejercer el
rol contralor que le viene impuesto desde la propia Norma que ha jurado
defender. Sin embargo, no es de recibo la afirmación según la cual el
objeto exclusivo del control de constitucionalidad sea o solo la
disposición o solo la norma. En estricto, ambas componen un complejo
normativo que servirá de base al juzgador.
Lo cierto, sin embargo, es que sería erróneo considerar que una
disposición es parcialmente inconstitucional, por el hecho de que existan
determinados sentidos interpretativos (normas) atribuibles a ella que son
contrarios a la Carta Fundamental. Desde luego, en dichos supuestos, el
vicio de inconstitucionalidad no reside en la disposición impugnada (la
que será totalmente constitucional), sino tan solo en el ejercicio
hermenéutico ejercido sobre ella, pretendiendo entenderla (y
consecuentemente aplicarla) en un sentido incompatible con la
Constitución.
28
la Constitución, sino cuando su supuesto normativo sea considerado
incompatible con el contenido material determinado por la Norma
superior, condicionando así la validez sustancial de las leyes.
29
inconstitucional por haber vulnerado la ley orgánica que se ocupaba de
esa materia (que, por cierto, podría no existir), sino por haber afectado
directamente el artículo 106° de la Constitución que reservaba la
regulación de esa materia a ley orgánica. Ello nos lleva a la conclusión de
que las leyes orgánicas que determinan las competencias o las
atribuciones de los órganos del Estado, no forman parte del bloque de
constitucionalidad que permite apreciar la validez o invalidez de las
leyes, sin perjuicio de reconocer que deberá acudirse a ellas para
determinar la invalidez de los actos viciados de incompetencia.
Pero, entonces, ¿qué normas forman parte del bloque de
constitucionalidad?. Es posible que dicha conformación sea mejor
entendida con dos ejemplos: El artículo 27° de la Constitución establece
que una ley es la encargada de otorgar protección adecuada contra el
despido arbitrario. En otras palabras, la propia Constitución delega en la
ley la configuración del derecho fundamental a la estabilidad laboral. De
esta manera, si dicha norma configura el contenido del derecho de
acuerdo a la Constitución, y una norma posterior vulnera dicho
contenido, resultará inconstitucional por afectar directamente a la ley de
configuración del derecho fundamental e indirectamente la Constitución.
Se concluye entonces que la ley que determina el contenido del derecho
fundamental a la estabilidad laboral acorde con el artículo 27° de la
Carta Fundamental, forma parte del bloque de constitucionalidad.
En consecuencia, a pesar de la crítica recientemente formulada al
artículo 79° del CPC, éste acierta al referir que las leyes que se hayan
dictado para determinar “el ejercicio de los derechos fundamentales de
la persona”, contienen elementos que permiten determinar la validez o
invalidez de determinadas normas legales, siempre y cuando, se
entienda que la frase hace alusión a leyes de configuración de derechos
fundamentales por decisión e imperio de la propia Constitución.
Otro ejemplo sería el caso de las leyes de delegación legislativa. El
artículo 104° de la Constitución establece que “[e]l Congreso puede
delegar en el Poder Ejecutivo la facultad de legislar, mediante decretos
legislativos, sobre la materia específica y por el plazo determinado
establecidos en la ley autoritativa”. De esta manera la validez del
decreto legislativo está condicionada a que su materia no rebase el
contenido del encargo previsto en la ley autoritativa y a que sea
expedido dentro del plazo previsto por ella. Si la ley del ejecutivo no
respeta tales requisitos, vulnerará directamente la ley de delegación, e
indirectamente el artículo 104° de la Constitución, por lo que resultará
inconstitucional. Así, queda claro que el quiebre indirecto de la
Constitución rígida, se presenta cuando existe una vulneración directa de
las normas con rango de ley a las que la Constitución ha encomendado
una regulación específica, sea material o formal. Tales normas forman el
denominado bloque de constitucionalidad, el cual, desde luego, no
contiene ningún “principio de interpretación constitucional” (como
erróneamente ha denominado el CPC al artículo pertinente), pues se
trata tan solo de una ampliación del parámetro de constitucionalidad
rígido representado por el texto constitucional y por voluntad de éste.
Los cánones interpretativos recaen sobre el bloque, pero no “son” el
bloque.
VI.- EL OBJETO DE CONTROL CONSTITUCIONAL.
30
Aunque la lista nominal de posibles objetos de impugnación resulta amplia, el
Tribunal Constitucional ha tenido oportunidad de precisar que ella solo tiene un
carácter enunciativo, más no taxativo (0010-2002-AI, FJ. 21).
Coincidimos con esta posición, sin embargo, consideramos que resultaría
pertinente introducir los motivos concretos en virtud de los cuales se arriba a
ella. En nuestro criterio, el motivo principal reside en la finalidad del proceso de
inconstitucionalidad, al que hemos alusión al ocuparnos del artículo 75° del
CPC. En efecto, el Tribunal Constitucional encontraría seriamente mellada su
función de contralor de la constitucionalidad del ordenamiento jurídico como
interés superior objetivo, si la determinación de la procedencia de una demanda
de inconstitucionalidad en relación a la norma impugnada, quedara sometida a
consideraciones restringidas, y no a una interpretación “desde” y “conforme”
con este rol reservado por la Constitución.
Es por ello que el concepto de “norma con rango de ley” establecido en el
artículo 200.4 de la Constitución, debe ser concebido bajo óptica ampliamente
comprensiva, de manera tal que en él ingresen todas las normas que tengan
rango superior al reglamento (puesto que la merituación de constitucionalidad
de éstos y demás normas jurídicas de rango infralegal, está reservada al
proceso de acción popular), e inferior a la Constitución rígida, e incluso también,
aquellas que encuentren su fuente originaria de validez en ella, tal como
sucede con las leyes de reforma constitucional, las cuales si bien una vez
aprobadas pasan a tener rango constitucional, se encuentran sometidas en su
etapa de producción a una serie de límites preestablecidos por la propia
Constitución, de la que el Tribunal Constitucional es supremo defensor y
supremo intérprete.
Esta visión amplia en relación a las normas que pueden ser objeto de
impugnación, ha dado lugar a que el Tribunal Constitucional permita la
impugnación de decretos leyes (0007-1996-AI, 0010-2002-AI, 0023-2003-
AI, por citar solo algunos ejemplos), esto es, normas con rango de ley
que han ingresado en el ordenamiento quebrantando las reglas formales
de producción normativa, pero que, sin embargo, por la eficacia de un
acto de fuerza, se hacen aplicables y exigibles, creándose, en su virtud,
un sin número de relaciones jurídicas con vocación de permanencia al
amparo del principio de seguridad jurídica.
Es este último principio el que ha aconsejado al Tribunal Constitucional a
adoptar la denominada teoría de la continuidad, conforme a la cual, no
obstante producirse la restauración del Estado de Derecho, éstos
mantienen su vigencia (“pertenencia” al ordenamiento jurídico),
surtiendo todos los efectos legales, hasta que el Congreso dicte leyes
que los abroguen o deroguen, o hasta que el Tribunal Constitucional,
mediante una sentencia de inconstitucionalidad, los deje sin efecto (STC
0010-2002-AI, FF. JJ. 13 a 21).
31
a la fecha de entrada en vigencia de la Constitución de 1993 (31 de
diciembre de 1993).
La posición del Tribunal Constitucional sobre el particular, consiste en
sostener que no es competente para evaluar la constitucionalidad formal
de las normas preconstitucionales, pues las reglas de producción jurídica
quebrantadas por dichas normas pertenecen a una Constitución (la de
1979) que se encuentra derogada por la presente (de 1993), y que es la
que el Tribunal Constitucional está llamado a defender. En consecuencia,
en criterio del supremo intérprete de la Constitución,
“sustituido el canon o parámetro de control, cualquier control sobre la
legislación preconstitucional debe resolverse conforme a las
disposiciones sustantivas previstas por la nueva Constitución, esto es,
por la Carta de 1993” (STC 0010- 2002-AI, F.J. 23).
Convenimos con esta argumentación, fundamentalmente, por dos
motivos: a) porque, en efecto, el TC carece de facultad para evaluar la
constitucionalidad de las normas a la luz de un parámetro de
constitucionalidad derogado (Constitución de 1979), siendo competente
para hacerlo solo en base al canon de constitucionalidad que está
llamado a defender; y, b) porque un número importante de las leyes
preconstitucionales existentes en nuestro ordenamiento jurídico son
decretos leyes, cuyo análisis de constitucionalidad formal los condenaría
a la invalidez, con el perjuicio que ello generaría para el principio de
seguridad jurídica.
32
plazo inicial de los seis (06) años. (...) Es claro, en consecuencia, que, a
partir del 12/07/2002, respecto de leyes, tratados internacionales y las
demás normas comprendidas en el Art. 20° de la LOTC, el plazo es de
seis (06) años, y se cuenta solo a partir de la constitución de este
Tribunal. Además, según es lógico y concordante con reiterada y
uniforme jurisprudencia de este Tribunal (...), entre el 30 de mayo de
1997 y el 18 de noviembre del año 2000, el plazo no corrió, toda vez que
en dicho periodo no había órgano jurisdiccional ante quien pudiesen
plantearse demandas de inconstitucionalidad, habida cuenta de la inicua
e inconstitucional “destitución” sufrida por tres (03) de sus magistrados,
quienes, separados, precisamente, el 30/05/97, solo fueron
desagraviados y reincorporados el 18/11/2000 en sus funciones,
haciendo así posible el funcionamiento constitucional de este Tribunal, y,
con ello, la reanudación del plazo de los seis (06) años.” (Considerando
N.° 3).
El principio que suele alegarse para respaldar la existencia de dicho
plazo, es el de seguridad jurídica, olvidando que las sentencias del
Tribunal Constitucional, como regla, no tienen efecto retroactivo y que,
en todo caso, el Tribunal Constitucional tiene plena capacidad para
modular los efectos de sus decisiones en el tiempo. También suele
alegarse (en argumento menos relevante) que en ordenamientos
comparados en los que la jurisdicción constitucional ha alcanzado un
mayor desarrollo, como España o Italia, por ejemplo, existe un plazo para
que los órganos legitimados puedan interponer una demanda de
inconstitucionalidad. Dicho argumento olvida que en tales ordenamientos
la vía incidental por medio de la cual los jueces de la judicatura ordinaria
se encuentran en capacidad de someter una ley al juicio de control de
constitucionalidad abstracto de sus respectivos Tribunales
Constitucionales, se encuentra temporalmente siempre expedita.
33
vigencia el criterio que deba ser atendido al momento de determinar la
existencia o no de objeto de enjuiciamiento en el proceso de
inconstitucionalidad.
En efecto, sabido es que, a diferencia de la declaración de
inconstitucionalidad, la derogación de las normas no aniquila per se los
efectos de éstas, motivo por el cual ante su potencial aplicación
ultractiva a los acontecimientos ligados sin solución de continuidad a los
hechos que tuvieron lugar mientras estuvo vigente, es preciso que el
control constitucional perviva al margen de dicha derogación. Una lógica
distinta condenaría a la persona que se mantenga en su supuesto de
aplicación a la incertidumbre reinante en una judicatura que no tiene un
patrón uniforme al momento de aplicar el control difuso, o, peor aún, a
una administración que se encuentra imposibilitada de ejecutarlo.
En consecuencia, es la capacidad de invalidar los efectos de las normas,
y no la posibilidad de expulsarlas del ordenamiento positivo (lo que
resulta imposible tras la derogación), lo que debe tenerse en cuenta al
momento de determinar si en un proceso de inconstitucionalidad se ha
producido la sustracción de la materia. No en vano el artículo 204° de la
Constitución dispone: “La sentencia del Tribunal que declara la
inconstitucionalidad de una norma se publica en el diario oficial. Al día
siguiente de la publicación, dicha norma queda sin efecto” (subrayado
agregado).
A la fecha el Tribunal Constitucional se ha adherido a esta doctrina,
apartándose de la errónea concepción de derogación como elemento
determinante para la imposibilidad de emitir un pronunciamiento sobre
el fondo del asunto. En efecto, en la sentencia recaída en el Expediente
N.° 004-2004-AI/TC y otros (acumulados) (Caso ITF), concluyó: “(...) no
toda norma vigente es una norma válida, y (...) no toda norma derogada
se encuentra impedida de ser sometida a un juicio de validez pues, aún
en ese caso, existen dos supuestos en los que procedería una demanda
de inconstitucionalidad: a) cuando la norma continúe desplegando sus
efectos [ultractividad], y, b) cuando, a pesar de no continuar surtiendo
efectos, la sentencia de inconstitucionalidad puede alcanzar a los efectos
que la norma cumplió en el pasado, esto es, si hubiese versado sobre
materia penal o tributaria”
34
a su validez formal, por ser simplemente el factor que la introduce en el
ordenamiento, dotándola de vigencia y, consecuentemente, haciéndola
obligatoria (artículo 109° de la Constitución). En otras palabras, ante la
sanción y aprobación, pero no publicación, de un cuerpo normativo,
estamos ante una ley en todo el sentido formal del término que, sin
embargo, no es obligatoria por no haberse incorporado al ordenamiento
jurídico.
Si una norma no se encuentra vigente, sobre ella no puede existir un
juicio de constitucionalidad, toda vez que en nuestro ordenamiento no
rige el control preventivo de constitucionalidad. Se trata de una norma
no vigente y que, en consecuencia, genera la nulidad de los actos que
hayan pretendido encontrar amparo en ella.
En una sentencia posterior a la recientemente aludida, el Tribunal
Constitucional se aparta implícitamente de ella, tal como la hace ver
Roger Rodríguez Santander10 afirmando: “(...) aún cuando la publicación
forma parte de la eficacia integradora del procedimiento legislativo, la
ley tiene la condición de tal (es decir, queda constituida) una vez que ha
sido aprobada y sancionada por el Congreso de la República. En efecto,
tal como se desprende de una interpretación sistemática del artículo 51°,
in fine, y del artículo 109° de la Constitución, la publicación determina la
eficacia, vigencia y obligatoriedad de la norma, pero no determina su
constitución, pues ésta tiene lugar con la sanción del órgano que ejerce
potestades legislativas. Por lo tanto, los cuestionamientos que puedan
surgir en torno a la publicación de una norma, no deben resolverse en
clave validez o invalidez, sino de eficacia o ineficacia. Una ley que no
haya sido publicada, sencillamente es ineficaz, pues no ha cobrado
vigencia. Y sobre aquello que no ha cobrado vigencia, no es posible
ejercer un juicio de validez en un proceso de inconstitucionalidad, pues
no será posible expulsar del ordenamiento jurídico aquello que nunca
perteneció a él. Ello, sin perjuicio del “control previo de
constitucionalidad” susceptible de realizarse en algunos ordenamientos
jurídicos comparados, como el francés por ejemplo, pero que no tiene
cabida en nuestro medio. (STC 0021-2003-AI, FF. JJ. 3 y 4).
10
Proceso de Inconstitucionalidad y Tribunal Constitucional: Algunos apuntes
sobre la finalidad del proceso.
35
el artículo VIII del Título Preliminar del CPC y que en este último queda
formulado de la siguiente forma: “El órgano jurisdiccional competente
debe aplicar el derecho que corresponda al proceso, aunque no haya
sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente”.
Dada la naturaleza del proceso de inconstitucionalidad en el que solo
cabe llevar a cabo un juicio de compatibilidad abstracto entre dos
normas jurídicas de distinta jerarquía, y en el que, consecuentemente, no
cabe prima facie apreciar elementos de carácter fáctico, el petitum en
forma genérica es siempre el mismo: dejar sin efecto una(s) norma(s)
con rango de ley, y la causa petendi solamente puede ser jurídica.
Sin embargo, ¿cabe que en un proceso de inconstitucionalidad el juez
pueda modificar el petitum?. La respuesta es positiva. En efecto, “lo que
se pide” en un proceso de inconstitucionalidad puede ser ampliado por el
juez recaiga sobre la(s) norma(s) que fue(ron) materia del petitum, sino
también sobre las que resulten conexas, es decir, sobre aquellas que
versen sobre una materia sustancialmente análoga o cuya permanencia
en el ordenamiento resulte ociosa una vez que ha sido declarada la
inconstitucionalidad de aquélla, puesto que le son inescindiblemente
dependientes.
Así lo establecía el artículo 38° de la derogada LOTC al disponer que
“[c]uando la sentencia declara la inconstitucionalidad de un dispositivo
de la norma impugnada, declara igualmente la de aquellos otros
preceptos de la misma norma a los que debe extenderse por conexión o
consecuencia y que hayan sido materia de la causa”. Por su parte, el
artículo 78° del CPC, establece que “[l]a sentencia que declare la
ilegalidad o inconstitucionalidad de la norma impugnada, declarará
igualmente la de aquella otra a la que debe extenderse por conexión o
consecuencia”.
Aunque ambos dispositivos tienen una amplia similitud, debe destacarse
que mientras el artículo 38° de la derogada LOTC permitía que,
declarada la inconstitucionalidad de una norma, tal declaración alcance a
los preceptos “de la misma norma” a los que deba extenderse por
conexión o consecuencia, el artículo 78° del CPC permite que la
declaración se extienda a cualquier otra disposición del ordenamiento
jurídico. Se trata de una diferencia sustancial, puesto que ahora el
Tribunal Constitucional solo debe apreciar la existencia de la referida
conexidad, sin detenerse a considerar si la conexidad se encuentra en
una disposición perteneciente al mismo cuerpo normativo impugnado
originalmente.
Es, sin duda, una poderosa facultad del Tribunal Constitucional, fundada
en el interés objetivo de preservar la constitucionalidad del
ordenamiento jurídico, y que, en nuestro concepto, únicamente se
encuentra sometida a dos límites: uno objetivo y otro subjetivo. El
primero consiste en que la posibilidad de extender el juicio de
inconstitucionalidad a normas conexas a la impugnada, requiere,
necesariamente, que ésta haya sido encontrada inconstitucional; es
decir, en este caso, el juez constitucional podría expedir una sentencia
ultrapatita (declarar la inconstitucionalidad de la disposición impugnada
y otras no contenidas en el petitum), más no extrapetita (no sería posible
no declarar la inconstitucionalidad de la disposición impugnada y, sin
embargo, dejar sin efectos otras que no formaban parte del petitorio).
El segundo límite puede encontrarse en lo que la doctrina anglosajona
denomina selfrestraint (autorestricción). En efecto, tratándose, como
dijimos, de una prerrogativa de vasto poder, el Tribunal Constitucional
debe ser especialmente escrupuloso al momento de darle uso, de
manera tal que la conexidad de las normas tachadas de
36
inconstitucionales se encuentre debidamente fundamentada, quedando
la decisión claramente legitimada ante los poderes públicos.
37
EL PROCESO COMPETENCIAL.
I.- INTRODUCCION.
38
Nuestro Tribunal Constitucional no ha tenido que resolver muchos procesos
competenciales, generalmente se han producido entre Municipalidades por
problemas de territorio y concesiones de rutas de servicios de transporte
público. Sin embargo, si lo comparamos con el Tribunal Constitucional Español,
que tiene muchísimas causas surgidas entre el Estado y las comunidades
autónomas o de estas entre sí, asi como entre órganos constitucionales del
Estado.
El artículo 202.3 de la Constitución de 1933, establece que corresponde al
Tribunal Constitucional conocer los conflictos de competencias o de
atribuciones asignadas por la Constitución, conforme a ley. Esta norma general
y abstracta justamente ha sido desarrollada por el Titulo IX del Código Procesal
Constitucional, el proceso competencial tiene por finalidad resolver las
controversias que pueden surgir en torno a la interpretación del reparto de
competencias o atribuciones otorgadas, no solo, por la Constitución, sino
también por leyes orgánicas, porque a través de ellas se regula la estructura y
funcionamiento de las entidades del Estado.
Los conflictos de competencias pueden ser positivos o negativos, los primeros
enfrentan a dos o mas órganos constitucionales entre si por el ejercicio de una
competencia, mientras que los segundos los enfrenta por negar ambas partes
ser titulares de la competencia.
Sin embargo el propio Tribunal Constitucional sostiene que, si bien es cierto los
típicos conflictos positivos y negativos de competencia pueden dar lugar al
proceso competencial, también lo es que cuando el articulo 110 del C.P.C,
establece que en èste pueden ventilarse los conflictos que se suscitan cuando
un Órgano rehuye deliberadamente actuaciones “afectando” las competencias
o atribuciones de otros órganos constitucionales, incorpora también en su
supuesto normativo a los conflictos por omisión en cumplimiento de acto
obligatorio, pues no cabe duda de que cuando un órgano emite llevar a cabo
una actuación desconociendo las competencias constiotucionales atribuidas a
otro órgano constitucional, las afecta.
Aunque en principio, pareciera que tanto la Constitucion como el código
procesal constitucional, utilizan los términos competencias o atribuciones como
sinónimos, es decir como la acción de facultar a un órgano administrativo para
poder actuar, confiriéndole el poder jurídico necesario dentro de los limites
legales, sin embargo ha sido el propio Tribunal Constitucional quien se ha
encargado de precisar que no son lo mismo: “puede entenderse que en
puridad, el termino competencia es utilizado cuando el conflicto verse sobre
gobiernos regionales o municipales, de acuerdo con la lectura de los artículos
191º, 192º y 197º de la Constitucion, asi como lo dispuesto en la Ley Organica
de Gobiernos Regionales, Ley Organica de Municipalidades y Ley de Bases de la
Descentralizacion, en tanto que puede entenderse por atribuciones a las
posibilidades jurídicas de actuación que la Constitucion y las normas que la
desarrollan, confieren a los poderes y órganos constitucionales del Estado.
La competencia hace referencia a un poder conferido por la Constitucion y
demás normas del bloque de constitucionalidad para generar un acto estatal.
Las normas del bloque de constitucionalidad son aquellas que se caracterizan
por desarrollar y complementar los preceptos constitucionales relativos a los
fines, estructura, organización y funcionamiento de los órganos y organismos
constitucionales, y de precisar detalladamente las competencias y deberes
funcionales de los titulares de éstos, asi como los derechos, deberes, cargas
publicas y garantías básicas de los ciudadanos.
En principio, dicho concepto alude a la aptitud de obrar político – jurídica o area
de facultades de un órgano u organismo constitucional, lo cual conlleva a
calificar la actuación estatal como legitima o ilegitima en función de que el
titular responsable de aquel hubiese obrado dentro de dicho marco o fuera de
èl.
39
La competencia deviene en la atribución de autoridad otorgada para generar
una manifestación de poder. Su otorgamiento no solo comprende el ejercicio de
disposición, sino también el límite de su uso como potestad. En ese contexto el
Estado, a través de uno de sus órganos u organismos constitucionales puede
manifestar válidamente, fruto de una competencia imperativa o discrecional –
según lo disponga la Constitución o las normas del bloque de constitucionalidad
– su voluntad política. La competencia de los titulares de los órganos u
organismos estatales para realizar actos estatales validos, se manifiesta en los
ámbitos personal, material, temporal, territorial y procesal.
II.- DEFINICIÓN.
Los conflictos son los enfrentamientos que se suscitan sobre las competencias o
atribuciones designadas directamente por la Constitución o las leyes orgánicas
y que delimitan los ámbitos propios de los órganos centrales del poder, de los
órganos descentralizados y de los denominados órganos constitucionales.
Es un proceso constitucional orgánico que tiende a resolver enfrentamientos
que se suscitan sobre las competencias o atribuciones designadas directamente
por la Constitución o las leyes orgánicas que delimitan ámbitos propios de los
poderes del Estado, los órganos constitucionales, los gobiernos regionales o
municipales. Dichos enfrentamientos se producen cuando alguno de los
poderes del Estado o de las entidades públicas toma decisiones que no le
corresponden o rehúye actuaciones que son propias de su competencia,
interfiriendo en las atribuciones de otros órganos que las tienen asignadas por
la Constitución o las leyes orgánicas. Este proceso se inspira en el principio
constitucional de la división y equilibrio de poderes.
Aunque los procesos que se siguen sobre conflictos de competencia hacen
control directo sobre conductas de los órganos del Estado, indirectamente
hacen control de las normas que fijan las competencias, no contra ellas
mismas, sino por el contrario para que sean respetadas. Todo conflicto significa
el enfrentamiento de cuando menos dos intereses contrapuestos, cada uno de
los cuales trata de prevalecer o de triunfar.
Todo conflicto implica pues discrepancia, disenso, confrontación, lo que en
principio es explicable no solamente por las diferentes formas de pensar y ver
las cosas, que tienen las personas o grupos sociales, sino los conflictos en
todos los niveles constituye la esencia del desarrollo dialectico de las relaciones
sociales, pues a base de las contradicciones se esclarecen y superan los
problemas. Sin embargo la solución de las contradicciones, no siempre tienen
una salida pacífica; frecuentemente tienen manifestaciones de violencia y esta
es mucho mayor cuanto mayores son los intereses que estén de por medio.
Son los intereses económicos y los intereses políticos los que mas avivan los
conflictos y las confrontaciones frente a lo cual se usan los mas atinados
argumentos.
40
2.- Competencia Material y el Acto Estatal Constitucional.
1.- La Indelegabilidad.
2.- La Taxatividad.
41
El ejercicio de la competencia constitucional está limitado o reducido a lo
expresamente conferido, esta competencia no puede ser ampliada o
extendida en modo alguno. Más aun las facultades conferidas a las
autoridades de los órganos u organismos estatales son objeto de
interpretaciones restrictivas.
En el ámbito del derecho constitucional opera el apotegma jurídico que
dice que solo le está permitido al Estado aquello que expresamente le ha
sido conferido. Ello a diferencia de lo dispuesto para la ciudadanía, la que
se rige por el principio de que aquello que no está prohibido está
permitido. La competencia asignada puede ser reglada o discrecional.
La competencia estatal reglada es aquella en que la Constitución y
demás normas del bloque de constitucionalidad predeterminan en forma
concreta la conducta que el operador o agente político debe ejecutar
estableciendo expresamente las condiciones, formas y procedimientos
que deberán seguirse. Esta competencia permite al ciudadano conocer
de antemano la decisión que habrá de adoptar el Estado, bastándole
para ello situar el supuesto de un hecho dentro del marco de la norma,
principio o práctica constitucional aplicable.
La competencia estatal discrecional es aquella en donde la Constitución y
demás normas del bloque de constitucional enuncian el ejercicio de una
facultad política empero dejan en libertad al operador o agente para
elegir el curso del acto estatal en este caso, el marco constitucional no
establece condiciones recaudos o procedimientos específicos, sino solo la
respectiva asignación de facultades por lo cual el modo, la oportunidad,
conveniencia o inconveniencia de su realización quedan sujetos al
criterio político de quien ejerce la competencia. Por este motivo los actos
objetos de esta competencia no son justiciables salvo el caso de que los
órganos jurisdiccionales encargados del control y la defensa de la
constitucionalidad se pronuncien sobre la existencia a favor de sí
mismas, de una competencia jurisdiccional sobre la materia.
3.- La Razonabilidad.
4.- La Proporcionalidad.
42
El acto estatal debe acreditar la necesaria disposición o correspondencia
entre la causa que los origina y el efecto buscado. En ese sentido existe
la necesidad de acreditar coherencia y equilibrio entre el antecedente
que origina el acto estatal y la consecuencia derivada de aquel. La
doctrina plantea la verificación lógico – axiológica de una proposición
jurídica bicondicional, esto es que justifique la asignación de derechos,
facultades, deberes o sanciones si y solo si, guardan armonía y sindéresis
con los hechos, sucesos o circunstancias predeterminadas.
La proporcionalidad exige la existencia indubitable de conexión directa,
indirecta y relacional entre causa y efecto, vale decir que la
consecuencia jurídica establecida sea unívocamente previsible y
justificable, a partir del hechos ocasionante del acto estatal.
En consecuencia, la proporcionalidad aparece cuando la razón del efecto
sea deducible de la causa o que sea previsible a partir de ella, ahora
bien, más allá de la convención doctrinaria que admite su autonomía
como concepto, en puridad la proporcionalidad es una modalidad más de
la razonabilidad (razonabilidad instrumental)”11
V.- ELEMENTOS.
43
• A dos o más gobiernos regionales, municipales o de ellos entre
si;
• A los poderes del Estado entre sí o con cualquiera de los
órganos constitucionales p de estos entre si
4.- El Procedimiento.
44
6.- Competencia.
Dentro del ordenamiento jurídico y de los organismos del Estado, estos últimos
que están destinados a encausar la vida pública y a solucionar los problemas
surgidos en la comunidad, sin embargo también generan enfrentamientos,
invadiendo el área de las competencias de los otros órganos con los
consiguientes perjuicios para los ciudadanos.
Estos conflictos circunscritos a los órganos del Estado o a sus funcionarios y sus
respectivas competencias o funciones han surgido con cierta frecuencia, pero
cuando no quedaban a medio camino, la solución tacita y unilateral la imponía
el órgano con mayor peso político, dejando por cierto un gran margen de
ilegalidad o de injusticia. Actualmente esta materia tiene solución formal en la
via jurisdiccional constitucional y a través de los procesos competenciales.
El conflicto se identifica como un contraste entre dos o más órganos surgido al
afirmar (o negar) éstos recíprocamente su competencia para actuar sobre una
determinada materia y cuya resolución corresponde a un ente superior, el
conflicto se define como un tipo de controversia jurídica que se distingue de las
demás, tanto por sujetos (son autoridades dotadas de poderes públicos) como
por el objeto (que es la competencia para realizar un acto determinado).
Aparece así el término “conflicto” unido al concepto de “competencia”. El
conflicto se presenta en la medida en que “Uno de los órganos considera el
comportamiento del otro ilegítimo, al violar las reglas competenciales, y lesivo,
al invadir la propia esfera de atribuciones
1.- Típicos.
1.1.- Positivos.-
1.2.- Negativos.-
2.- Atípicos.
12
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2007/00006-2006-CC.html
45
prohibido ejercicio de la competencia que le corresponde, lo que
repercute sobre el ámbito del que es titular el otro órgano
constitucional.
46
CONCLUSIONES
47
• El proceso de inconstitucionalidad es una manifestación del control
abstracto que ejerce el Tribunal Constitucional, dentro de sus
competencias, como órgano constitucional y supremo interprete de la
Constitución; asi el control abstracto de la constitucionalidad de las
leyes, es el ejercicio analítico y exhaustivo de determinar si una norma
con rango de ley merece o no ser extraída del ordenamiento jurídico.
SUGERENCIAS
48
mecanismos; por ende lo que se busca es analizar efectivamente si la
norma, presuntamente inconstitucional, a través de un estudio de control
constitucional.
BIBLIOGRAFIA.
49
Lima - 2009
INDICE
EL PROCESO DE INCONSTITUCIONALIDAD
I.- INTRODUCCION. 2
II.- ANTECEDENTES.
III.- ELEMENTOS. 3
1.- Naturaleza.
50
3
2.- Competencia.
44
3.- Definición.
4
4.- Legitimación.
4
5.- Legitimación Activa. 6
6.- Legitimación Pasiva.
10
7.- Objeto. 11
8.- Normas que regulan el Proceso de Inconstitucionalidad.
13
9.- Objetivo.
14
10.- Normas objeto de control.
16
51
11.- Plazo.
18
52
PROCESO COMPETENCIAL.
I.- INTRODUCCION. 36
II.- DEFINICION. 37
III.- TIPOS DE COMPETENCIA. 38
1.- Competencia Personal.
38
2.- Competencia Material. 38
3.- Competencia Temporal.
38
4.- Competencia Territorial.
38
5.- Competencia Procesal.
39
IV.- COMPETENCIA DEL ACTO ESTATAL. 39
1.- Indelegabilidad. 39
2.- Taxatividad. 39
3.- Razonabilidad. 40
4.- Proporcionalidad
40
V.- ELEMENTOS. 41
1.- Legitimidad y Representación.
41
2.- Pretensión o Materia de la Controversia.
41
3.- Medida Cautelar.
41
4.- Procedimiento. 42
5.- Efectos de la Sentencia.
42
6.- Competencia. 42
VI.- CLASES.
42
1.- Típicos. 43
2.- Atípicos. 43
CONCLUSIONES 45
SUGERENCIAS 46
BIBLIOGRAFIA 47
INDICE 48
53