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EL PROYECTO DE JESÚS1

a) La Igualdad: desde el primer momento de su ministerio público, Jesús reunió una comunidad de seguidores, entre los
que tenía que darse la más completa igualdad. Esta igualdad era, ante todo, económica. Por eso Jesús se muestra
intransigente en lo que se refiere a la posesión de bienes y al dinero (Mt 4,20-22). Jesús no tolera que en la comunidad
cristiana haya diferencias económicas (Mt 6,19-21). Pero no se trata sólo de la igualdad económica. Más en el fondo,
Jesús plantea y exige la igualdad en cuanto se refiere a la situación de todos y cada uno en la comunidad. De ahí que Él
no tolera la pretensión de los que quieren situarse por encima de los otros en el grupo (Mc 10,34-35; Lc 22,24-27),
porque el más importante en la comunidad es el que se pone al último (Mt 18,1-4; Lc 9,46-48). Por eso Jesús corta de
raíz toda discusión entre los discípulos sobre cuestiones relativas a quién era el más que los otros (Mc 9,34.ss; Mt 23,11;
Lc 9,48). La experiencia enseña que, en cualquier grupo humano, el que pretende subir crea división y enfrentamientos
(Mc 10,41 ss).

b) La Fraternidad: porque todos son hijos de un mismo Padre, cosa que destaca especialmente el evangelio de Mateo
(5,26.45.48; 6,1.4.6.8.9.14.15.18; 10,20.29; 13,43). La relación con Dios como Padre es la característica más importante
de la nueva vida. Esto implica un comportamiento que respeta, quiere y ayuda al otro en cualquier caso (Mt 5,44-45).
Porque creer en Dios como Padre es creer en los demás como hermanos (Mt 23,8-9). Jesús quiere que su comunidad sea,
a toda costa y en cualquier caso, un grupo igualitario y fraternal.

c) La Solidaridad: no se trata solamente de una comunidad en la que existe una verdadera igualdad entre todos y en que
todos se sientan hermanos, sino además se trata también de una comunidad cuya norma de vida y de conducta es el
Amor. Desde este punto de vista, Jesús reduce las exigencias éticas al único mandamiento: amar a los otros como cada
uno se quiere a sí mismo (Mt22,37-39; Mc 12,30-33; Lc 10,27), porque en eso consiste toda la ley y los profetas. La
solidaridad entre los seguidores de Jesús tiene que llegar hasta el extremo de amar cada uno a los otros como el mismo
Jesús los amó a todos (Jn 15,12), estando incluso dispuestos a dar la vida por los demás (Jn 15,13).

d) Preferencia por los más desgraciados: si en la comunidad hay preferencia por alguien, debe ser la preferencia por los
pequeños y los que no cuentan en la vida; éstos deben ser colocados delante de todos (Mt 18,1-4; Mc 10,42-43; Lc 9,46-
48); los pobres, los lisiados, los ciegos y los cojos son los que entran en el gran banquete comunitario (Lc 14,21). Los
pobres y los que sufren, los que lloran y se ven perseguidos, los desgraciados de la tierra son declarados dichosos (Mt
5,3-12; Lc 20-23), porque para ellos es la Buena Noticia (Mt 11,5). En el fondo, lo que aquí se plantea es un hecho
desconcertante: con la venida de Jesús, y mediante la formación de la comunidad de seguidores, la vida cambia y las
situaciones de invierten: lo oculto se manifiesta (Mt 6,4.6.18); los pobres se vuelven ricos (Lc 6,20); los últimos,
primeros (Mc 10,31); los pequeños, grandes (Mt 18,4); los hambrientos se hartan (Lc 6,21); los tristes son consolados
(Mt 5,4); los enfermos son curados: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los leprosos se ponen sanos (Mt
11,5); los cautivos y los maltratados son liberados (Lc 4,18); los humildes, ensalzados (Mt 23,12; Lc 14,11); los sumisos
se convierten en personas libres (Mt 5,5); los miembros del pequeño rebaño, en reyes (Lc 12,32); los muertos, en
vivientes (Mt 11,5). Este contraste también se narra en el Cántico del Magnificat (Lc 1,52-53; cf. ISam 2,7-8; Sal 89,11;
107,9).

e) La Libertad: Jesús no fuerza a nadie, ni para que entre a formar parte de la comunidad, ni para que se quede en ella (Mt
19,21ss). Y a los que están en la comunidad, se les permite la retirada en cuanto ellos lo desean (Jn 6,16). En la
comunidad de Jesús no se plantean jamás las relaciones de unos con otros en plan de dominio y sometimiento, ni siquiera
en términos de mando y obediencia, sino a partir de la experiencia básica y esencial de la libertad. La actitud de los
discípulos debe ser la aceptación del mensaje, pero de tal manera que esa aceptación no crea sometimiento y
dependencia, sino libertad (Jn 8,31-32). Se trata de comprender que la intimidad y la confianza con Dios, que ya no
aparece como Soberano, sino como Padre, libera al hombre de todo otro dominio y sujeción, haciéndolo libre y Señor de
sí mismo; y también señor de las cosas.

Todo esto nos viene a decir que el proyecto de Jesús no se reduce a que los hombres sean individualmente buenos,
siguiéndole a Él. El proyecto básico de Jesús no consiste solamente en conseguir que haya en el mundo individuos
santos, sino que se realiza en la comunidad evangélica, viviendo las características señaladas.

Este ideal de solidaridad y de convivencia había sido anunciado por los profetas para los tiempos mesiánicos. Por
ejemplo, en la profecía de Isaías, que promete la paz y la felicidad como obra del Mesías (Leer Is 11,6-9).
1
CASTILLO, J. MARÍA, El seguimiento de Jesús, Ediciones Sígueme, Salamanca 1998, pp. 213-218.

Responsable: Agustín Gutiérrez Mena( UPM)


Para el Curso de Pastoral Fundamental. IFTIM
1-Febrero de 2011.

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