1
N. del T.: La expresión alude al combate entre los «Horacios» y los «Curiacios». Los Horacios eran tres hermanos trillizos, hijos de Publio Horacio, que, según la
tradición de la Antigua Roma, en tiempo de Tulo Hostilio (672-640 a. C.), para acabar con la guerra que mantenían entre sí las ciudades de Roma y Alba Longa,
aceptaron el desafío de los tres Curiacios, también trillizos, a condición de pelear los tres contra los tres, delante de los dos ejércitos en pugna. Uno de los Horacios,
el único sobreviviente de los tres, por medio de una astucia, consiguió dar muerte, uno a uno a los Curiacios, dando de esta manera la victoria a su patria y el
dominio sobre Alba Longa.
menudo acusado de manualístico) o al menos con un lenguaje pastoral que no renuncie a la precisión teológica. Gracias a la intervención
del Pontífice (piénsese en la «Nota previa» adjunta a la Lumen Gentium) se llega a una solución intermedia (Otto H. Pesch habla de
«compromiso», ciertamente con exageración, pero considerando de alguna manera el núcleo del proceso de formación de los textos), con
un lenguaje pastoral (también en las constituciones dogmáticas), no en ruptura sino en continuidad con la fe de la Iglesia. La continuidad
está garantizada, en última instancia, por la aprobación del Papa. No es una casualidad, que la revista teológica Concilium, nacida en
1965, quisiera hegemonizar el proceso de recepción del Concilio, mediante unas astucias que fueron obviadas en los debates por las
presiones contrarias en el aula conciliar.
En el plano teológico, para un debate serio sobre el Vaticano II, no se puede prescindir de los cuatro niveles magisteriales que distingue
Gherardini (sobre el resto, como buen toscano, este teólogo da un grito de alarma, llamando a sus colegas a un debate científico sobre
una eventual continuidad/discontinuidad de las doctrinas teológicas del Concilio. Sobre esto se puede discutir.): 1) el fenoménico: se
trata de un magisterio solemne y supremo, siempre2; 2) el específico-pastoral: la enseñanza del Vaticano II es pastoral por voluntad de
los pontífices, 3) las «apelaciones»3: el Vaticano es infalible en la medida en que se remite a los concilios dogmáticos y a definiciones
dogmáticas, precedentes, o cuando reitera una doctrina de la fe, definitiva; 4) las innovaciones: característica del Vaticano fue transmitir
una enseñanza renovada (o tal vez innovadora, por algunos acentos), en el ámbito dogmático y sobre todo en el ámbito pastoral.
Parece extraño, y tal vez sonaría un tanto extravagante, pero —como lo revela un joven teólogo alemán, don Florian Kolfhaus— las
principales doctrinas del Vaticano II, sobre el diálogo interreligioso, el ecumenismo y la libertad religiosa, que son las que han catalizado
mayormente la atención, no deberían definirse propiamente como «doctrinas», sino más bien como «enseñanzas» (hay decretos y
declaraciones) pastorales (según lo precisado por los mismos Padres conciliares) para las cuales todavía estamos en la búsqueda de una
categoría teológica para su rango magisterial, que ciertamente no es dogmático, ni disciplinar. Don Kolfhaus propone el status de
praedicandi munus: una enseñanza que, como una homilía sobre temas doctrinales, cuyo tenor y proposición misma son una orientación
eminentemente pastoral, vinculante, pero no infalible. Nuestro congreso no se cierra con el final de los trabajos. De hecho, ahora se abre
el debate, que esperamos sea de provecho para una toma de conciencia sobre la seriedad de todos los problemas relacionados con el
Concilio Vaticano II. Hablamos de ello para que se desvanezcan finalmente en el pasado, los mantos de silencio irrespetuoso, que a
menudo han socavado la fe en nombre del Concilio. Queremos volver a descubrir la fe y así el verdadero Concilio: lo que el Concilio
realmente asentó, guiado por el Espíritu Santo, y quiso hacer para el bien de la Iglesia. Sólo esto tenemos en el corazón.
2
N. del T.: El autor alude a su carácter «extraordinario» que no emplea como sinónimo de «infalible»
3
N. del T.: De acuerdo con el DRAE, de «apelar»: recurrir a alguien o algo en cuya autoridad, criterio o predisposición se confía para dirimir, resolver o favorecer
una cuestión.