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Agentes y Estructuras: Desafíos para la intersectorialidad

Carolina Muñoz

Introducción

Los desafíos de los servicios sociales, en la actualidad, tienen en


común la demanda de entregar servicios públicos coordinados en
torno a las necesidades de las personas, es decir que les debemos a
los ciudadanos servicios integrados, menos duplicados, con menos
retraso y más eficientes.

Así, la piedra angular para modernizar los servicios sociales se ha


descrito como la asociación y la colaboración (Glendinning, 2000;
Robinson & Cottrel, 2005), éstas aparecen como mecanismos básicos
para lograr trabajo conjunto orientado hacia metas comunes
específicas. Basta revisar las orientaciones técnicas de los programas
medulares del Servicio Nacional de Menores (en adelante SENAME)
las que basan un porcentaje importante de sus metas en el trabajo
interagencial, como es el caso de las Oficinas de Protección de
Derechos, o en la implementación de un sinnúmero de Acuerdos
Marco para acompañar el proceso de re-integración social de los
jóvenes infractores de ley.

Sin embargo, como King (1997: 20); Hutchison y Charlesworth (2000:


581–2) han señalado, los sistemas de servicios sociales para la
infancia en las sociedades post-industriales se han caracterizado
típicamente por la división de sistemas disciplinarios para la entrega
de soluciones: leyes, trabajo social, medicina e incluso economía. El
resultado de esta tendencia es la visión parcelada de la realidad para
enfrentar los problemas de los niños y niñas y sus familias, esta
fragmentación produce un efecto discriminatorio adverso, donde los
sujetos de atención reciben tratamientos diferenciados y no
equitativos, dependiendo del área que presta el servicio, y los
recursos, las lógicas de poder y los postulados éticos que primen en
ella.

La premisa de este artículo es que los impedimentos con los que se


encuentra el horizonte normativo propuesto por el Estado respecto
del trabajo intersectorial, emergen de nuestro fracaso en considerar
explícitamente la influencia del contexto social.

Para desarrollar esta premisa el artículo se organiza de la siguiente


forma: se presentan inicialmente los desafíos de la intersectorialidad,
para luego analizar esos desafíos a la luz de la teoría de la
estructuración de Guiddens (1984), con quien interrogamos el
contexto social de la política social chilena considerando el concepto
de instituciones y de dualidad de la estructura que el autor sostiene.
Finalmente se proponen consideraciones básicas para alcanzar la
intersectorialidad, cuyo reconocimiento explícito permitiría abordar
planificadamente los principales obstáculos con que esta meta se
encuentra.

Intersectorialidad

Gazley y Brudney (2007) recogen lo que la literatura especializada ha


definido como colaboración inter- sectorial y lo que ésta propone
como aspectos fundamentales para que se genere.

Lo autores, recurriendo a otros investigadores, definen la


colaboración como “un proceso por el cual las organizaciones que
atienden un problema común, buscan conjuntamente soluciones que
no pueden alcanzarse trabajando asiladamente (Sink, 1998, p. 1188).
La colaboración requiere una participación voluntaria, autónoma (los
participantes mantienen su independencia en la toma de decisiones,
aunque acuerden algunas reglas comunes); y tiene un propósito
transformador (Wood & Gray, 1991). Esta definición excluye
relaciones que son puramente contractuales, donde el poder no es
compartido, y donde existe una asociación que no comparte metas
específicas (Gazley y Brudney: 2007)

De acuerdo a Gannon-Leary, Baines y Wilson (2006) los componentes


centrales de la colaboración intersectorial son:

Visión y compromiso: Es fundamental que las agencies tengan clara


la misión de la cooperación y las metas realizables que se
desprenden de ésta. Una posibilidad de incrementar el éxito en
la colaboración es cuando los miembros comparten los intereses
respecto de definidos aspectos del sujeto de intervención. El
compromiso y la comprensión común debe generase en todos los
niveles de las agencias involucradas en la colaboración. Da lo
mismo desarrollar estrategias comunes si no hay un cambio
significativo en los trabajadores de primera línea (Banks, 2002,
p. 9)
 Gobierno: Para el desarrollo de las estructuras de colaboración
inter-agencial es necesario contar con apropiadas estructuras de
gobierno (Huxham & Vangen, 2000; Sullivan & Skelcher, 2002;
Markwell, 2003; Wilson et al., 2004) que faciliten la resolución de
conflictos generados entre las agencias en torno al ejercicio de
roles, sus límites y tensiones debido a distintos protocolos de
acción, valores, temor a que la colaboración afecte el poder,
estatus y seguridad de cada agencia. Así mismo afectan las
diferencias en los criterios de elegibilidad, los roles profesionales
desempeñados en cada agencia, la distribución del poder, los
niveles de participación de cada agencia, el tipo de cliente.
 Recursos y capacidad: La tarea colaborativa consume mucho
tiempo, por lo tanto deben existir proyectos de largo plazo que
consideren el tiempo necesario para fundar ventajas colaborativas
atractivas para los participantes, se requieren desarrollar
adecuados patrones de comunicación, establecer y asumir
responsabilidades.
 Personas e intervención: La colaboración depende de la manera en
que las presiones son resueltas en el trabajo, es necesario que los
directivos manejen adecuadas relaciones inter-organizacionales e
interpersonales, que sean favorables al intercambio. Sin embargo
los servicios se enfrentan a agendas sobrecargadas y cuentan con
poco espacio para trabajo conjunto. Una vez que se han
establecido las políticas, procesos y estructuras de la colaboración
multiagencial, no es automático que profesionales que
históricamente han estado separados trabajen coordinadamente.
Compartir estrategias de trabajo requiere superar perspectivas
estrechas del profesionalismo. Para esto, identificar un individuo
con habilidades para actuar como enlace entre las personas de los
distintos sectores ayuda al proceso de asociación. (Mattessich &
Monsey, 1992; Mullett et al., 2002; Scottish Executive, 2002). El
mayor desafío es involucrar a los trabajadores de primera línea,
quienes evalúan el trabajo inter-agencial simplemente como más
trabajo, aquí el trabajo de los líderes de los equipos es
fundamental.

De lo anterior se deriva que un foco de atención para la


intersectorialidad es la congruencia de las culturas organizacionales y
el logro de un progresivo consenso entre las partes respecto del
significado, el propósito, los principios bajo los que opera la
asociación, y los criterios que determinarán el éxito (Scott and
Thurston: 2004). Esto último supone tener una visión compartida
sobre el sujeto de atención, para lo cual reflexionar y discutir es parte
de la tarea de colaboración.

Scott and Thurston (Ibid) señalan que en lo relativo a las instituciones


involucradas, debe ser explícita la forma en que se ordenan las
relaciones de autoridad, cómo se toman las decisiones, los canales de
participación y la forma de planificar y distribuir los recursos. En estos
ámbitos, las autoras indican que las instituciones donde priman
relaciones burocráticas y patriarcales no permiten generalmente un
trabajo relacional con las otras partes, a pesar de que los agentes de
las instituciones tengan la voluntad de trabajar colaborativamente, el
peso de la estructura obstaculiza la colaboración.

A los desafíos que impone la política de infancia chilena respecto de


la intersectorialidad subyacen los requerimentos planteados antes,
toda vez que ésta exige en sus principios rectores la integralidad,
entendida como “gestión pública que permita combinar
efectivamente los esfuerzos de los distintos sectores, tanto públicos
como privados, en particular los de la sociedad civil. Esta mirada
integradora e intersectorial implica que las intervenciones sociales
deberán articularse de forma coordinada y complementaria
compartiendo diagnóstico, estrategias, objetivos y oferta
programática” (SENAME, 2005); la participación “que exige una
acción intencionada y permanente destinada a incrementar o
aprovechar todos los recursos institucionales y socio-culturales
existentes, lo cual implica considerar al niño, niña o adolescente
como protagonista de su propio desarrollo y en cuyo proceso la
familia deberá incorporarse”. Y la gestión territorial como “un modelo
de gestión que busca convergencias y sinergias con los demás
servicios –públicos o privados- de manera de ofrecer los productos
más idóneos, lograr el mejor uso de los recursos públicos y el mayor
beneficio para sus usuarios o beneficiarios. De esta forma, la
intervención debe involucrar activamente las instancias
institucionales radicadas en los niveles comunal y territorial, con el fin
de establecer las trayectorias y las coordinaciones necesarias para
lograr la conformación de una red intersectorial de apoyo a las
familias y de protección de los derechos de niñas y niños, elemento
vital para la solución integral de sus dificultades. (Ibid)

Siendo el desafío de la intersectorialidad evidente para la política de


infancia, analizaremos ahora – a la luz de la premisa planteada- el
contexto social donde se instala esta demanda. Para ello se explicita
el lugar teórico desde donde se interroga la realidad y desde allí se
analiza el contexto social de la política social chilena.

Contexto Social: Agencia y Estructura

Afirmar que los impedimentos para la intersectorialidad yacen en


nuestro fracaso para considerar explícitamente la influencia del
contexto social, puede ser analizada desde lo propuesto por Giddens
(1984) quien sostiene que el contexto social está encarnado en las
instituciones, las que describe como los rasgos más permanentes de
la vida social. Las instituciones actúan como conjuntos de reglas y
recursos que se mantienen a través del tiempo y el espacio dentro y
entre los sistemas sociales (Ibid.) Así como las instituciones existen a
través de las acciones de las personas, también participan en la
producción y reproducción de las personas. Las instituciones son
entonces, procesos contextualizados de manera vasta y profunda
(Connell, 1994).

Por lo tanto, para estudiar las posibilidades de establecer


intersectorialidad en los programas sociales de infancia, debemos
analizar la influencia tanto de las instituciones como de las
interacciones sociales de manera inseparable, puesto que conforman
el contexto social.

De acuerdo con la teoría de la estructuración, el momento de


producción de la acción es también un momento de reproducción en
los contextos de desempeño cotidianos de la vida social. Giddens
señala que en las prácticas sociales las estructuras (normas y
recursos) aparecen internas al individuo o al colectivo social
(institución). La relación recursiva entre agencia y estructura (la
llamada ‘dualidad de la estructura’) queda establecida por medio de
prácticas sociales que son a la vez receptoras de las propiedades
estructurales de los sistemas y generadoras de las estructuras que los
sistemas arrastran en el espacio-tiempo. (Giddens, 1984, i-xiii, 163-
192).

Entonces, las estructuras públicas chilenas podrían constreñir


negativamente la acción de los agentes convocados a la
intersectorialidad, si es que reproduce acciones poco compatibles con
las demandas del tipo de intersectorialidad requerida por la política
de infancia, a saber: una comprensión común de los niños y niñas
como sujetos de derecho, actuar en base a los principios rectores e
interpretativos de la ley, tales como que los niños son sujetos
titulares de derechos; que el interés superior del niño debe ser
considerado en todas las decisiones que les afecten y que la
consideración de sus derechos es y debe ser prioritaria en el diseño,
formulación y ejecución de las políticas públicas. También es
exigencia de los programas de infancia una acción descentralizada y
participativa de manera de efectivamente lograr un modelo de
gestión que busca convergencias y sinergias con los demás servicios
–públicos o privados y que centra su accionar en el nivel local.

Las demandas de la política de infancia exigen un tipo de trabajo


intersectorial donde las relaciones de poder se ejercen
democráticamente, basadas en lógicas que privilegian la
horizontalidad por sobre la verticalidad, donde la toma de decisiones
supera también visiones verticalistas justamente porque la política
mandata la existencia de diversos canales de comunicación y
participación. Sumado a lo anterior se privilegia la descentralización
no sólo en la ejecución, si no también en la planificación de las
acciones, única forma para despertar en las instituciones locales
sinergias y convergencias.

Una mirada al contexto histórico social chileno pone en jaque lo que


la intersectorialidad en infancia exige, particularmente si centramos
el análisis en el requerimiento básico de descentralización y
estructuras de gobierno horizontales.

Estructuras que afectan la acción: Centralismo y Racionalismo

Centralización
Si bien la política pública chilena establece la descentralización como
principio rector de la acción pública, ha sido señalado por Palma
(2003) que Chile sólo cuenta con un proceso formal de
descentralización, producto de influencias históricas afectando una
descentralización efectiva.
Primero, desde la Constitución de 1925 y el gobierno democrático
instalado en ese tiempo, fue desarrollado un esquema centralizado
para los servicios públicos: salud, educación, vivienda, trabajo,
justicia; todos estos servicios fueron y todavía están controlados por
el gobierno central, de modo que las discusiones principales acerca
del presupuesto, planeamiento y staff son hechas al nivel central.

Hoy hay algunos niveles de descentralización, sin embargo las


decisiones de distribución y gasto se toman al nivel central. Esto es
permitido por la organización administrativa existente, donde cada
servicio público es administrado por un ministro de estado que
supervisa a un secretario regional. Los intendentes, designados por la
presidenta, en la mayoría de los casos obedecen órdenes
centralizadas, en lugar de dar curso a las demandas regionales.

Sumado a lo anterior, el modelo económico de corte neo-liberal


instalado desde los setenta, promovió la inversión y el consume en la
región metropolitana, lo que ha sido enfatizado por la concentración
demográfica acelerada en la metrópolis. De acuerdo al Censo del año
2002, el 40% de la población habitaba en la Región Metropolitana. El
total de la población chilena en 2002 era de 15.116.435.
Estas ideas son confirmadas por el estudio “Diagnóstico del proceso
de descentralización” encargado por el gobierno chileno en el año
2000. Este estudio indica que existen aspectos políticos influenciando
la tendencia centralista. Los aspectos políticos se refieren a:

 La existencia de un estado unitario. Bajo este modelo sólo se


permitiría mayor descentralización si los actores subnacionales
ejercitaran efectivamente el poder y la toma de decisiones, en
lugar de sólo administrar programas centralizados. Pero, como ya
se ha dicho, las autoridades regionales son designadas en lugar de
ser electas por sufragio universal, y básicamente siguen
instrucciones gubernamentales.
 El carácter presidencial del régimen político, con un fuerte poder
en el ejecutivo, partidos políticos centralizados, determinados por
un sistema de elecciones binominal, el cual representa
básicamente dos grandes blocks, debilitando la existencia de
múltiples escenarios políticos, que muestren la diversidad regional.
Esto disminuye las posibilidades de emergencia de grupos políticos
regionales, con intereses territoriales
 Desde la perspectiva legal, la Constitución Chilena (1980) y las
leyes chilenas definen la descentralización hacienda una diferencia
entre gobernar y administrar el estado, donde el único poder
susceptible de ser ejercido por la descentralización, es el poder de
administrar.

Estas características cuestionan la posibilidad de implementar una


Reforma basada en la perspectiva de derechos, que demanda la
participación de todos los actores en el proceso de definición de la
política (Abramovich: 2006), ya que la alternativa real de agenciar
actores locales acordando los objetivos, estrategias y recursos de las
acciones sociales parece improbable en una estructura centralista,
donde existen escasos mecanismos para que otros grupos, distintos
al gobierno central, intervengan en el diseño de la política.
Racionalismo

La centralización en Chile da cuenta, a su vez de, la primacía de una


perspectiva racionalista para abordar el diseño y la implementación
de la política social, a través de estilos verticales, que tienen una
confianza ciega en la idea de una intervención “pura” que no da valor
a la influencia de los implementadores así como de los usuarios de los
servicios (Baldwin: 2000)

Baldwin señala que el racionalismo en el diseño de las políticas


sociales “influencia también las prácticas discursivas de la
implementación” (Ibid:78) que actúan como si ningún problema
afectara el proceso de implementación si están aseguradas las
condiciones que el diseño de la política establece para su
implementación. Esta es una forma en que la estructura constriñe la
práctica, porque a pesar de que el discurso de la política de infancia
propone participación, intersectorialidad, territorialidad entre otros, la
historia y estructura chilena determinan una planificación
centralizada y vertical que invalida esos objetivos, que sólo podrían
ser compatibles con un tipo bottom-up. Baldwin señala que la
orientación hacia el usuario sugiere una epistemología experiencial y
participativa en la cual las personas se involucran en un proceso de
aprendizaje y comprensión efectivo si es colaborativo en lugar de
impuesto.

De acuerdo a Lipsky este tipo de estructuras, con una primacía del


tipo de organización burocrática, derivan en contextos sociales donde
conviven metas conflictivas y ambiguas, asociadas a la complejidad
de la política, la organización y la práctica; todo lo cual resulta en una
actitud discrecional inevitable, amenazando las buenas intenciones
de la política, ya que la discreción puede terminar rutinizando la
práctica, con hábitos y prácticas no necesariamente consistentes con
el discurso. No sería extraño entonces que en organizaciones con
metas poco claras y rutinas que privilegian relaciones de poder muy
jeráquicas, con roles poco definidos, la intersectorialidad se vea
amenazada.

Las consecuencias que Lipsky observó en los implementadores son


radicales a la hora de definir obstáculos contextuales para la
intersectroialidad: la distancia que los agentes experimentan entre lo
que se supone que deben hacer (la política) y lo que ellos de hecho
hacen es tal que al final ya ni siquiera los conmueve, tienden a
aceptar las limitaciones, la innovación no se ve incentivada a
diferencia de la mediocridad (Hudson, 1989:395). Así mismo, esta
limitación activa un mecanismo para sobrellevar el hecho de que los
agentes son incapaces de entregar a todos los clientes sus mejores
esfuerzos, éste es una suerte de clasificación entre los que serán
exitosos y aquellos que no, o bien aquellos merecedores y los que no
lo son de los servicios.

Durante el año 2007 desarrollé entrevistas a trabajadores de línea


directa en la implementación de la Ley de Responsabilidad Juvenil, el
análisis de hallazgos dan cuenta de algunas de los aspectos
señalados antes: el diseño de una política centralista y racionalista,
inscrita en una organización altamente burocratizada tuvo como
consecuencia un ambiente caracterizado por la ausencia de objetivos
claros, roles y responsabilidades definidas, de modo que los agentes
finalmente cedieron a la alternativa de hacer lo mejor que podían, no
necesariamente lo que había que hacer, generándose altos grados de
frustración. En estos programas la demanda de intersectorialidad
quedó reducida en muchos casos a convenios generales de los
organismos centrales de cada sector (educación y salud
principalmente) donde los agentes involucrados en la acción no
discutieron la concepción que se tenía sobre el sujeto de intervención,
ni los criterios de evaluación de logro, ni las estrategias comunes de
intervención.

Lo anterior refleja un contexto social donde la intersectorialidad, que


requiere de contextos organizacionales con objetivos comunes, roles
claros, y canales de participación amplios, muy probablemente se
verá obstaculizada. Es así como en palabras de Giddens, la dualidad
de la estructura en el sistema de atención a la infancia se refleja en
las prácticas de los implementadores de los programas de infancia,
prácticas que son receptores de las propiedades estructurales del
sistema: centralismo, racionalismo y burocracia- es decir encarnan
estas estructuras, y a la vez las mantienen en el espacio y el tiempo
toda vez que no son reconocidas y explicitadas.

Alternativas para la discusión


Jennifer Todd (2005) ha sostenido que “sólo cuando los cambios
institucionales son acompañados en el cambio de las percepciones de
sí, es cuando las nuevas instituciones y prácticas son asimiladas
dentro de los significados antiguos y opuestos”. Al explorar la relación
entre el legado de las estructuras en las instituciones de infancia y las
nuevas demandas que surgen de una política que convoca a la
intersectorialidad requiere un primer y básico reconocimiento de las
estructuras sobre las que opera el estado chileno
CONCLUSIONES
La perspectiva racionalista aplicada en la implementación de la
política nacional de infancia y el carácter conservador y autoritario de
la sociedad chilena actúan como fuerzas que fortalecen la antigua
doctrina que orientaba los servicios sociales para la infancia. El
Complejo Tutelar puede estar siendo reforzado por un contexto
cultural caracterizado por los siguientes aspectos:
• Contexto autoritario enmarcado por la fuerte influencia de las
esferas más tradicionales de la iglesia católica
• Carácter conservador en las esferas de la moral, religión y
democráticos affairs, pero neoliberal en el ámbito económico
• Una sociedad donde los sectores con bajos niveles
educacionales y bajos ingresos tienden a construir una cultura
que favorece la aceptación de prácticas autoritarias y
dogmáticas, los prejuicios culturales y la carencia de tolerancia.
Estas variables tienden a estar presentes en los trabajadores de
trato directo.
• Una sociedad civil que carece de autonomía y está desarrollada
mínimamente, que descansa en el estado y los procedimientos
legales para asegurar sus derechos, más que en su propia
capacidad y responsabilidad.
• Aparente acuerdo con los marcos legales, pero actitudes
subterfugios para enfrentar la ley.

Estas características necesitan ser exploradas en los contextos


organizacionales y culturales de los actores envueltos en la política
nacional de infancia, de modo de conocer el nivel en que los
usuarios, los implementadores y la sociedad que los rodea
reproducen la estructura social de significados que han
internalizado desde su tradición, sus historias, y las previas
perspectivas modelando sus prácticas, y además indagar en qué
forma las nuevas categorías han sido integradas o no, en
respuesta de los cambios institucionales y la práctica social, a raíz
de la nueva política.
Conociendo y comprendiendo los cambios, así como la
presencia de antiguos valores, nos permite mejorar la
implementación de la Reforma. Una vez esto es lograda, se requieren
de oportunidades institucionales y sociales para comprometer a los
actores (implementadores, usuarios y otros actores relacionados) en
las nuevas formas y prácticas, que permitan combinar significados,
donde “la interpretación de los episodios claves del pasado permitan
que los significados que entran a jugar un rol puedan ser re-
significados, e incluso el sentido de sí mismos pueda ser afectado”1.
Me parece que retrasar esta necesidad amenaza el éxito del
proceso de implementación de la Reforma, lo que podría provocar la
negación de ciudadanía a nuestros niños, niñas y adolescentes.

Bourdieu’s concepts of habitus and field are useful to study the


inextricably interwoven in ongoing human activity or practice in social
policy, from a critical perspective of rationalistic proposals which
overlook field’s various kinds of capitals affecting the implementation
processes, such as economic, cultural, social, symbolic and power
capitals. As I have stated earlier, policy implementers suffer policy
makers’ unawareness about grounded obstacles implementers have
in achieving policy goals and strategies that result strange to their
habitus to some cultural and symbolic capitals.

Uno de los mayores temas que favorecen la colaboración es el


compartir información. Existe evidencia de estudios previos que
existe mucha resistencia a compartir información entre las agencias y
falta de claridad sobre las limitantes que impone a veces la
confidencialidad. Compartir información sobre los usuarios levanta
controversia, y genera una tensión entre bien común y derechos
individuales. Para favorecer la colaboración es fundamental construir
en las estructuras de las agencias ciertos protocolos sobre la
información compartida que delinee la responsabilidad sobre la
información, quién tendrá acceso a la información, qué información y
en qué situaciones, y el consentimiento del usuario sobre el compartir
la información. Los protocolos sueles convertirse en documentos
dinámicos que deben revisarse con frecuencia, de acuerdo a lo que
ocurre en la práctica y las visiones de los actores. FAME is a
Readiness Assessment Toolkit

1
IBID
Una práctica efectiva para favorecer el trabajo en colaboración son
las capacitaciones conjuntas, ya que atiende necesidades comunes
de conocimiento y a la vez genera un espacio para compartir
perspectivas a través de las agencias y conducir a relaciones
interprofesionales. Los training favorecer la comunicación y la noción
del personal sobre caminos alternativos para hacer las cosas
(Atkinson et al., 2001; Scottish Executive, 2002; Kagan, 1993).

 Los autores señalan que la “falta de claridad puede ser una


barrera muy seria para lograr el compromiso” (Kagan, 1993;
O'Looney, 1994). La colaboración entre las agencias suele ser
compleja y puede conducir a un entendimiento errado o bien
expectativas irrealistas de los beneficios derivados de la
colaboración” (Bristow et al., 2003; Sainsbury Centre, 2000).
 Una posibilidad de incrementar el éxito en la colaboración es
cuando los miembros comparten los intereses respecto de
definidos aspectos del sujeto de intervención
 El compromiso y la comprensión común debe generase en todos
los niveles de las agencias involucradas en la colaboración. Da lo
mismo desarrollar estrategias comunes si no hay un cambio
significativo en los trabajadores de primera línea (Banks, 2002, p.
9)
 Diferentes marcos de referencias que puede generar mal
entendidos

Abramovich, Víctor Una aproximación al enfoque de derechos en las


estrategias y políticas de desarrollo. Revista de la Cepal Nº88, Abril
2006, Santiago Chile. P.41
Instituto Nacional de Estadísticas, 2003

Baldwin, M (2000) Care Management and Community Care. Social work discretion
and the construction of policy. Burlington: Ashgate Publishing Company
Palma, E; Proceso de Descentralización en Chile: hacia una nueva
etapa. Informe 317. Asuntos Publicos Santiago de Chile. Junio 2003,
SENAME (2005) “Orientaciones Técnicas Departamento de Protección
de Derechos (DEPRODE)”. Santiago, Gobierno de Chile, 2005
Todd, Jennifer (2005) Social transformation, collective categories, and
identity change. Theory and Society (2005) 34: 429–463 C Springer
2005; University College p. 429

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