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Disculpe las molestias.

Fotografías de Yolanda Leal

En una reciente fotografía de Yolanda Leal aparece una mujer desnuda, sentada de frente a la cámara, con las
piernas abiertas. En el lado interior de los muslos ha colocado un texto: "disculpe las molestias". La frase,
que comienza en un muslo y termina en el otro, está inevitablemente cortada por los genitales de la mujer.

En este, como en el resto de los trabajos fotográficos de Yolanda Leal, la mujer es la propia autora de la foto.
Este ejercicio de autorretrato es una de las vías privilegiadas para un tipo de arte que busca la menor
cantidad de intermediaciones entre el sujeto fotografiado y la mirada del espectador. No es extraño que sea una
opción frecuentemente elegida por fotógrafos interesados en construir un discurso sobre su propia identidad.
Lo particular en esta obra es que llama la atención sobre la mirada y sobre el acto de mirar, como acto de
consumo e incluso como ejercicio de poder. Si observamos la foto que he comenzado a describir, veremos que se
constituye sobre un eje vertical entre cuyos extremos superior e inferior se establece una especie de circuito,
entre un sujeto que mira y un objeto para la mirada. Arriba, los ojos de Yolanda Leal, mirando a la cámara, de
manera concentrada; abajo, los genitales, ofreciéndose a la mirada del espectador.

Estos dos polos podrían estar compitiendo, no por ocupar el centro de atención, sino por asumir el protagonismo
en la definición del sentido de la foto. En todo caso, es en esa competencia en donde finalmente se concreta
dicho sentido. Si podemos entender esta fotografía como el resumen de una actitud agresiva, que reta la mirada
masculina, es precisamente por esa combinación entre la mirada femenina que se impone y la exhibición casi
brutal del sexo.
En esa foto el sexo femenino no se está ofreciendo a la mirada complacida de un espectador masculino, más bien
está frustrando esa complacencia, en la medida en que aparece sin las connotaciones de pasividad que pudieran
resultar más estimulantes para el goce. Sobre todo en la medida en que dicho goce se relaciona con una actitud
de posesión y consumo. Tanto la posesión como el consumo dependen del establecimiento de roles para el
consumidor y lo consumido, donde la primera figura vendría a presumir de una cualidad activa, en relación con
la pasividad de la segunda. Esos roles son invertidos en la fotografía de Yolanda Leal, de modo que lo femenino
aquí se presenta en una contradicción desconcertante: se impone a la mirada, pero la rebasa y la neutraliza.

Por lo demás, lo femenino hace gala de una fuerza, de una "virilidad" podríamos decir, que contradice cualquier
expectativa. Los genitales, provocativamente expuestos, adquieren una apariencia casi fálica. El texto "perdone
las molestias" parece estar haciendo alusión a esa perturbadora inversión de los estereotipos que codifican la
diferencia sexual. La ironía del texto establece otra confrontación, en el plano del lenguaje. Es un enunciado
directo, que enfrenta a un posible interlocutor. Por un lado, ayuda a localizar mejor a ese presunto espectador
masculino, colocado en una posición incómoda por la imagen. Por otra parte, parece comentar, aunque sea
tangencialmente, una actitud colectiva, basada en el machismo y la subestimación de lo femenino.

La inscripción del texto en el cuerpo es recurrente en la obra fotográfica de Yolanda Leal. De hecho,
constituye uno de los recursos fundamentales de su trabajo. Todas las obras de la serie Así es tienen esa
característica. Puede tratarse de un texto escrito, o simplemente de una serie de señales o marcas que se
colocan en el cuerpo. Un buen ejemplo de lo primero es la fotografía donde aparece la autora entrando a una
habitación (que pudiera ser de un hotel). En la espalda lleva escrita la frase: "soy puta". Esta es una
manera de asociar el cuerpo con la presunción de un encuentro clandestino, o por lo menos de una sexualidad que

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se mantiene al margen de las normas. Esta, como la mayoría de las fotos de Yolanda, está recreando un ámbito de
libertad para la sexualidad femenina. Aquí no es el cuerpo en sí mismo, sino el texto, el elemento que
confronta y reta al espectador. La figura aparece de espaldas y vestida, de modo que es el enunciado el que
establece el contexto de su lectura. Aquí advertimos de nuevo ese exhibicionismo subversivo, que además
reproduce y niega el juicio colectivo.

Otra variante tiene que ver con las analogías entre el cuerpo femenino y los objetos de consumo. En una de sus
fotos aparece marcado en su cadera el símbolo del dinero, en otra aparece el logotipo de Calvin Klane. Estas,
como otras marcas que aparecen yuxtapuestas en el cuerpo, sustituyendo de algún modo al vestido ausente, se
constituyen en irónicas señales de una identidad que está siendo constantemente cuestionada. De alguna manera
el énfasis en lo individual se ve matizado entonces por la sugerencia del anonimato, de la serialización y de
la pasividad, propia de cualquier mercancía en la sociedad contemporánea.

La fotografía (incluso la fotografía publicitaria) sería un intento paradójico de destacar a un objeto en


medio de sus similares, para darle, no mayor individualidad, sino mayor capacidad de representatividad. En la
publicidad el objeto habla en nombre del género. En los desnudos de Yolanda Leal, su propio cuerpo parece
hablar en nombre de lo femenino. De modo que aun cuando la autora posa frente a la cámara, el concepto de
autorretrato se hace bastante ambiguo, puesto que la identidad del individuo pasa a un segundo plano, su
presencia en la imagen tiene un carácter de generalización que se sustrae de lo autobiográfico. Si además
tenemos en cuenta la posibilidad de la ficción, apreciaremos mejor la capacidad que tienen estas fotos para
alejarse sinuosamente de ese referente, aparentemente tan fuerte, que es la propia autora.

La fotografía contemporánea ha dirigido la atención sobre los problemas de identidad desde una nueva óptica.
Los discursos sobre identidades colectivas pasan por la representación y el cuestionamiento de las identidades
individuales, cuando no son simplemente desplazados por éstos. Lo interesante aquí es que este trabajo sobre
las identidades de los individuos puede preferir la representación del cuerpo. No tanto por las posibilidades
del cuerpo para resumir o concentrar las marcas de individualidad, sino porque todos los temas de identidad,
tal como se trabajan desde el arte contemporáneo, parecen atravesados por el tema de la sexualidad. Incluso la
definición política de grupos étnicos, religiosos o nacionales se contamina de ese elemento crucial que es la
identidad sexual.
De modo que un trabajo como el de Yolanda Leal, concentrado en la relación entre lo femenino y la
representación, y mediado por un relato más o menos poético sobre su propia identidad, encaja perfectamente en
el panorama de la fotografía actual, y ocupa un lugar propio entre las nuevas tendencias de la fotografía
mexicana.

Juan Antonio Molina

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