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RUTAS MODERNISTAS

II. MADRID. Barrio de Salamanca, Alonso Martínez y el


Resto.

La definición y el desarrollo de esta ruta va a ser diferente a


la anterior. Va a ser un paseo mucho más de observación,
fundamentalmente por un motivo: buena parte de los edificios
que la componen son producto de la observación; mía, o de los
míos. A cambio, obtendremos ventajas: el número de obras que
veremos será mayor y, además, encontramos en el transcurrir
de nuestro peregrinaje la que posiblemente sea la mejor
muestra del modernismo madrileño, el Palacio Longoria.

Empezamos la ruta junto a otro de los escaparates de la


arquitectura madrileña de principios de siglo: la nueva
(entonces) calle Alfonso XII. Centrándonos en el objeto de esta
ruta, nuestro primer punto de observación será la -1- Casa
Marqués de Morella , en la calle Montalbán, 7, de Felipe Mario
López Blanco (1.906), arquitecto que me atrevería a juzgar de
esencialmente modernista, hipótesis reforzada porque su otra
obra que conozco en Madrid, la entrada a la Colonia de la
Prensa, en la calle Eugenia de Montijo de Carabanchel Alto, que
recomendamos visitar, más aún porque queda fuera de nuestras
dos rutas. De todas formas, conozco tan poco de él que
cualquier afirmación rotunda carecía del mínimo rigor.

La Casa Marqués de Morella es modernista, sobre todo, por


sus asimetrías. El portal, que más parece del edificio contiguo
que de él mismo, la torre en el segundo hueco (sobre 4), el
número par de vanos, etc. Los miradores dan el contrapunto
decorativo al modernismo funcional del resto del edificio.

Un poco más allá, está la Plaza de la Independencia y la


Puerta de Alcalá. Nos alejamos del centro de Sol por la castiza
calle y pocos metros más allá, no puedo dejar de mencionar,
aunque no sea modernista, sita en los prolegómenos a la calle
Lagasca, una de las obras capitales del principio de siglo
madrileño, la Iglesia de San Manuel y San Benito, que es
imposible pasar de largo, cual imán se tratase. Seguimos por
Lagasca hasta el número 18. Realmente siento no poder decir
mucho más de -2- Lagasca, 18 , porque no poseo dato alguno
de él. Su estado de conservación es algo mejor que regular,
posee poderosos miradores con elementos florales y curvos en
muchas de sus partes. El almohadillado es otra de sus
características, tan presente en otros muchos edificios
modernistas, como también su coronación con elementos
florales en forma de herradura.

Reanudamos la marcha, buscamos Jorge Juan y cogemos el


sentido Velázquez y Príncipe de Vergara. Una vez en ésta,
semiesquina a la calle Alcalá, hacemos la tercera parada de
nuestro periplo: -3- Viviendas c/Alcalá,121, creación de Julio
Martínez Zapata (1.908). Estamos ante un edificio situado en las
formas más conservadoras de la arquitectura modernista. El
autor se permite pocos elementos decorativos, aunque no
renuncia a elementos florales en los inicios y finales de las
pilastras que dispone a lo largo de ciertos entrevanos. El
lenguaje más atrevido de la obra surge en la concepción de la
torre y la cúpula que la corona, dentada, consiguiendo un efecto
de radical asimetría por su arriesgada concepción con vertientes
a las dos calles, Alcalá y Príncipe de Vergara. Impresiona la
osadía del mirador en esquina, contrapunto de los pocos riesgos
decorativos en las rejerías de éstos y de los balcones, en dónde
destaca el detalle de la estrella como cénit.

Un poco más arriba de la calle Alcalá, encontramos Antonio


Acuña, que tomaremos hasta el número 3. -4- Antonio Acuña,
3 es un edificio discreto, que sólo muestra su semblante
modernista en la decoración que ciñe huecos de ventanas y
balcones. Más no puedo argumentar, es un descubrimiento
prácticamente de anteayer y, por ahora, me conformo con
citarlo.

La continuación de Antonio Acuña es General Pardiñas, que


caminaremos hasta la calle Goya.
En esta calle, encontramos 3 muestras, muy próximas, del
estilo que enmarca nuestro periplo. Una al lado de la obra,
tenemos -5- Goya, 61 y -6- Goya, 59 . Son edificios de muy
similares características, que, si sólo les echáramos un vistazo,
incluso podían aparentar ser los mismos. Una observación un
poco más detallada, solo un poco más, nos haría caer en la
cuenta de que son de diferente color. En ambos, los miradores
están en los extremos y la decoración floral recorre sus perfiles.
Las cornisas, en azotea, muestras más ornamentación vegetal.
Un último y más concienzudo examen nos descubrirán otras
diferencias, como la arbitraria ubicación de los motivos plásticos
a lo largo de las fachadas, comprobar que todos los ornamentos
florales no se disponen de la misma forma ni siempre tienen son
representaciones únicas, y desentrañar las diferencias en los
coronamientos, para así elegir, por ejemplo, cuál de ellos nos
gusta más.

Por cierto, atención a Goya, 57, que mantiene ciertas


similitudes con sus siameses de ladrillo y piedra, y que no me
atrevo a definir como modernista hasta realizar un estudio más
pormenorizado de él.

-7- Goya, 32, (1.908), casi enfrentado a los anteriores,


acoge todos los preceptos expuestos para sus compañeros de la
acera de enfrente. Pero este edificio va mucho más allá. Aunque
con formas más clasicistas que el modernismo catalán en la
concepción y tratamiento de fondo de la fachada, no cabe duda
de que estamos ante un proyecto único. Elefantes (muy
socorridos en la arquitectura madrileña de la época), profusión
decorativa, esculturas femeninas, flores, guirnaldas, abarrotan
una fachada que parece casi un ser vivo. Y digo casi porque le
falta la línea curva para hacerle respirar y empezar a andar. Un
capítulo aparte merece su arquitecto, José Espeliús, ecléctico
siempre (suyos son el Museo Naval -actual Cuartel General de la
Armada-, el Teatro Reina Victoria o Tapicerías Gancedo), que
aquí abandona, probablemente por primera y única vez en su
vida, su estilo habitual para obsequiarnos con este primoroso
proyecto. ¿Realmente lo abandona?. No del todo. Tal como ya he
indicado, la osadía de Espeliús no es total, al no querer dar más
continuidad, a través de la línea curva, al conjunto.

Nos desviamos por Príncipe de Vergara hasta el número 43.


El -8- Colegio Nuestra Señora del Pilar ocupa una manzana
entera y es una creación de Manuel Aníbal Álvarez (1.910-6). La
mayoría de los encargos religiosos de la época casi siempre
inciden en el neomúdejar, y, cuando no, en el neógotico. Y,
efectivamente, este colegio tiene raíces neogóticas, que nunca
se consiguen sustraer del modernismo, que rapta a aquél en
muchos de los lances de la obra. La monumentalidad del edificio
nos permite la contemplación de detalles por doquier y la
posibilidad de ver diferentes portadas y contraportadas. A mí,
particularmente, me fascina la disposición de los ventanales,
escalonados y asimétricos, que consiguen dar mucho
movimiento a un edificio que corre el riesgo de ser confundido
con una mole, algo que claramente dista mucho de ser.

Tomemos aire. Ahora hemos de andar un poco más para


pasar al otro lado de la Castellana. En el -9- Paseo de la
Castellana, 15 , encontramos un edificio de oficinas cuyo
modernismo es explicitado en su autopublicidad en internet. Si
es de este estilo, está muy combinado con elementos clasicistas
y del estilo de los Luises. Es muy interesante su torre cupulada
en esquina.

Desde aquí, seguimos la trayectoria Plaza de Colón-Paseo


de Recoletos, Bárbara de Braganza y Marqués de la Ensenada.
En el número 8 de ésta, se encuentra el -10- Liceo Francés
(1.902), antiguo Teatro Lírico, creación de uno de los grandes
de la arquitectura del Madrid de la época, el catalán José Grasés
Riera, otro arquitecto no modernista, tal vez más porque para
sobrevivir en el Madrid del momento se necesitaba ser
camaleónico en el estilo que por deseo propio, porque cuando
tuvo rienda suelta de ideas, nos deja obras que han pasado a la
historia de la arquitectura española. El antiguo Teatro Lírico es
de líneas muy clasicistas, con elementos decorativos
modernistas intercalados y, una vez más, elefantes-capiteles,
constantes en toda su trayectoria, enmarcados en sus obras,
independientemente del estilo utilizado.

Por la Plaza de la Villa de París accedemos a la de las


Salesas y a la calle Fernando VI, donde disfrutaremos de otras 2
obras modernistas.
Para abrir boca, el -11- Edificio Lamarca Hermanos (1-
902), en muy mal estado de conservación, creación de Santiago
Castellanos. Estéticamente no llama mucho la atención, pese a
lo cual me gustaría resaltar un par de connotaciones. Por un
lado, es un edificio de uso industrial o comercial basado en el
ladrillo y, sorprendidos por el material utilizado, con
reminiscencias clasicistas. El segundo punto a comentar, es su
desarrollo más a lo largo (ocupa los números 10 y 12 de la calle)
que a lo alto (consta de planta baja y primer piso).
Ya estamos muy cerca de la obra cumbre del modernismo
madrileño. Cuatro números más allá de Lamarca, en el número
4, vemos, es imposible que pase desapercibido,el -12- Palacio
Longoria, actual sede de la Sociedad General de Autores. Obra
de José Graves Riera (1.902), con libertad absoluta de diseño,
plasma toda la estética del modernismo catalán. Así, es
impresionante la continuidad espacial; no se adivina una sola
línea recta en todo el conjunto. La decoración vegetal envuelve
la composición, hasta tal punto que parece transformarlo en un
jardín o, mejor, en una especie de árbol frondoso y bello, carente
de tronco, ¿o éste es el edificio?, y no de ramas.

Ramón Guerra afirma que el autor, consciente de la


genialidad de su obra, retranquea ésta de la calle y crea una reja
superlativa en las formas, que separa el palacio de la ciudad.
Otros autores afirman que este primoroso edificio sobrepasa las
fronteras de Madrid para convertirse en una de las principales
obras modernistas españolas. Porque si los arquitectos mitifican
el medievo como época histórica en que todas las artes trabajan
juntas en la creación de una obra, el Palacio Longoria va más allá
y asume planteamientos barrocos para transformarlos a su
voluntad.

Y aunque nos cueste separarnos de esta plástica genial,


hemos de continuar. Pocos pasos más allá está el final de la calle
Hortaleza, que horadaremos unos momentos para contemplar
otras dos desconocidas: -13- Hortaleza, 104-8 y -14-
Hortaliza, 98. La primera es un inmenso edificio que nunca da
la impresión de mole. Los motivos vegetales dan gracilidad al
conjunto; destacan las formas de tallos en las terrazas.

El segundo, menos armonioso, tiene un aire del anterior; yo


resaltaría su bien surtida decoración vegetal.

De ambos merece la pena detenerse en la observación de


los detalles, y tomarnos todo el tiempo que sea necesario.

Cuando éste se agote, volvemos sobre nuestros pasos para


avanzar por Mejía Laceriosa, hasta Apodaca y luego Larra. Si nos
hemos olvidado de Jesús Carrasco Encina, bueno será porque en
el número 14 nos encontramos de nuevo con su creatividad: el
-15- Antiguo Seminario Nuevo Mundo (1.906), de nuevo
diferente, de nuevo originalísimo. En esta ocasión, Carrasco crea
una especie de atrio de entrada soportado por pilares con
remates cerámicos. Otro deleite de la vista.

Entiendo que el cansancio puede hacernos flaquear, pero


aún no hemos terminado y queda un buen trayecto por realizar.
Si volvemos a Apodaca y seguimos hasta su cruce con
Fuencarral, allí mismo finaliza la Corredera, primero Alta y luego
Baja de San Pablo, que andaremos hasta el número 15.

Allí está el impersonal edificio que alberga el -16- Teatro


Lara, que cuenta con una colorida portada modernista de Pedro
Mathet (1.916). Probablemente, esta obra se pueda abarcar de
un solo vistazo, pero conviene no perderse detalle: estamos ante
un caso único de esta forma de decoración en exteriores en la
ciudad de Madrid.

Una vez más en camino, hasta la calle del Pez, que


seguiremos hasta la tercera calle a la izquierda, que es la de
Pizarro; en el número 14 está el -17- Hostal Pizarra, fácilmente
distinguible por su cartelón, antigua sede del periódico El Correo
Español, creación de Mauricio Jalvo Millán (1.910-2) que trabaja
principalmente en Melilla, y al que yo destacaría por ser de los
arquitectos que se separan de la tendencia modernista de Nieto
y asume el art decó.

Lástima el mal estado del edificio, del que, además


podemos obtener una perspectiva escasa por la estrechez de la
calle. La decoración tiene elementos neogóticos, pero la
composición es esencialmente modernista; destacar la columna
que soporta y divide el balcón, que parece perder su función de
sustento para transformarse en una rama sinuosa que trepa
hasta el piso de arriba.

Descendemos la calle Pizarra hasta la del Pez, que nos


llevará a la Plaza de Mostenses, General Mitre, Gran Vía, Plaza de
España esquina calle Ferraz. Allí tenemos la -18- Casa Gallardo
cuya entrada está en Ferraz, 2, otra de las obras fundamentales
modernistas de Madrid, proyectada en 1.911 por Federico Arias
Rey, del que sé que se formó en Barcelona y poco más. Este
edificio es una reforma de otro anterior y destaca sobre todo el
movimiento de sus dos fachadas (Ferraz y Plaza de España). Las
suaves curvas de su composición y la interpretación de los
elementos decorativos, que parecen conferir al arquitecto la
condición de escultor. Cuando el espacio se lo permite, Arias
incluye arcos de herradura, a menudo de pequeño tamaño, pero
también innovadores cuando parecen engullir la cúpula de la
torre en esquina.

Aquí podíamos dar por terminada la ruta, aunque un último


esfuerzo, nos llevaría a la Estación del Norte, cuyo cuerpo
principal no es modernista, aunque sí los -19- Pabellones
Comerciales del Paseo del Rey, obra de Demetrio Ribes
(1.915), arquitecto valenciano que nos dejó, entre otras, insignes
obras en su ciudad natal, como la Estación del Norte o Viviendas
en Gran Vía Marqués del Turia, 1. En la contemplación de estos
pabellones nos tropezaremos con algunos inconvenientes, tales
como su difícil acceso y encontrarnos con una obra que, aunque
mantiene esencialmente sus caracteres originales, ha sufrido
diversas transformaciones en este casi siglo que tiene de vida.

Fuera de nuestras 2 rutas madrileñas, tengo catalogados 2


edificios más:
- Entrada Colonia de la Prensa (ya citada)
- Capilla de la Necrópolis del Este (Cementerio de la
Almudena).

Merecen la pena.

Nada más, hasta la Ruta 3.

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