Los seres humanos anhelan alcanzar sus metas, que son de diferente
orden, según la formación de las personas y las circunstancias en que se
encuentren. Las Escrituras sagradas de la India, los Vedas, dividen los
objetivos de la vida en dos grupos: temporales y eternos. Por temporales,
se entiende aquellos que dependen de los vaivenes de este mundo; por
eternos, los logros relacionados con las actividades que afianzan nuestra
relación con Dios. Los eruditos exponentes de la filosofía védica
recomiendan concentrarse en los objetivos eternos, incluso para
perfeccionar y espiritualizar ―por el bien de la humanidad― los
temporales. Asimismo, recuerdan que toda aspiración que se tenga debe
estar soportada por la disciplina y el control de los sentidos, o de lo
contrario vendrán tropiezos y fracasos.
Los impulsos de la lengua son el más voraz de todos los sentidos, y por lo
tanto pueden generarle al ser humano serios problemas. Cuando la mente
le ordena a la lengua saborear cualquier cosa, hablar disparates, insultar a
otros, divulgar chismes, difundir ideas falsas, criticar a otros sin el tacto ni
los argumentos necesarios, etc., y ella ejecuta tales mandatos, se empieza
a tejer una cadena de equivocaciones que perturbaran de muchas
maneras. Por ejemplo, la terrible costumbre de comer carne, cadáveres o
huevos, causa dolor a otros seres y demuestra el poco respeto que se
tiene por la vida. La lengua es tan voraz, que no se detiene ante tales
horrores. Por ello es importante que la inteligencia de cada quien ejerza
control sobre ella.
Swami B.A.Paramadvaiti
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