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Pere Albi Aula Hermética

Pere Albi
(Santiago Jubany)

AULA HERMETICA
Pere Albi Aula Hermética

Es verdad, sin mentira, cierto y muy verdadero.


Lo que está abajo es como lo que está arriba,
lo que está arriba es como lo que está abajo,
para hacer los milagros de una cosa única.
Todas las cosas vinieron y vienen de Uno
por mediación de Uno.
Así todas las cosas han nacido de esta cosa única
por adaptación.
El Sol es del Padre, la Luna es la madre,
el viento la ha llevado en su vientre,
la tierra es su nodriza.
El Padre de todo, el Thelesma de todo el mundo está aquí,
su fuerza y potencia está entera si se convierte en tierra.
Separarás la tierra del fuego,
lo sutil de lo espeso suavemente, con gran industria.
Subirá de la tierra al cielo,
de nuevo bajará a la tierra,
y recibe la fuerza de las cosas superiores e inferiores,
por este medio tendrás la gloria de todo el mundo
y por esto toda oscuridad huirá de ti,
es la fuerza fuerte de toda fuerza
pues vencerá todo lo sutil
y penetrará toda cosa sólida.
Así se ha creado el mundo.
De aquí saldrán admirables adaptaciones
cuyo medio está aquí.
Por eso he sido llamado Hermes Trismegisto,
porque poseo las tres partes de la sabiduría
de todo el mundo.
Lo que he dicho de la operación del sol
está cumplido y acabado.

I
Nuestra materia es Una y permanece en el Caos. Por esta razón, el que
empieza su obra tomando de aquí y de allí empieza mal, pues nuestra Materia
no es múltiple, sino antecedente a la manifestación de lo múltiple, aunque
contenga en sí todos los gérmenes de la multiplicidad.

II
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Ella es una y su procedimiento es uno: separa lo que veas según sus partes
naturales, sacando de las partes hasta que llegues al fondo. Llevarás la
máxima pureza cada una de las partes con procedimientos naturales. Reúne lo
que es afín e instaura una comunión profunda de lo afín. Si obras así hallarás
que la naturaleza ordena sus cambios y mutaciones de acuerdo a un vínculo
unitivo que todas las partes guardan con el Todo previo.

III
El que así obra, imita a la naturaleza y descubre que este mundo es un
semillero guardado por un espíritu providente. Este espíritu es la vida de los
gérmenes, los alimenta, los lleva a un perfecto desarrollo y cuando alcanzan
madurez les da muerte. Este espíritu mata los gérmenes a su mácula,
extirpando de ellos por el fuego, su imposibilidad para trascender. Es así que
los gérmenes mueren a la muerte para vivir según el orden de la vida
verdadera.

IV
Reconozcamos que el primer estado de la unidad es un estado incapaz de
sostenerse a sí mismo, no sabe ni puede permanecer como tal, pues hay en
este primer estado una voluntad de desarrollo y movimiento de puro
nerviosismo generador para emanar de sí mismo toda su plena riqueza. Es así
que de lo Uno avanzará al Único separando del Uno los unos, que entregados a
la propia moción serán reintegrados al Único cuando el tiempo del mundo sea
consumado.

V
Hay en ésta nuestra materia una voluntad de desarrollo y de aspiración a una
perfección mayor. Y ésta su Unidad, propendiendo hacia sí misma, es la causa
eficiente por la cual este mundo puede ser ocupado por infinitas formas,
asociadas en géneros y especies.

VI
Pero véase, la forma no es más que un momento efímero y transitorio dentro
del proceso de autoconocimiento formativo que hace lo que es Uno en el seno
de sí mismo.
Por esta razón, los antiguos filósofos dijeron bien que nada extraño debía ser
incorporado a la Materia Primera, pues esto sería como uno que pretendiese
añadir algo al todo.

VII
No, no debemos incorporar nada extraño a la Materia, en ningún momento,
fuera de aquello que es de su misma naturaleza. ¿No veis que ella lo contiene
todo en su fecunda preñez? Más bien extraigamos de ella según el Arte
Hermético toda su íntima riqueza llevándola a una perfección que no sea de
este mundo.

VIII
Decía que un espíritu providente guarda los gérmenes el cual, llegando éstos a
su madurez, los mata para que puedan vivir; de tal modo y no de otro los
reintegra a la Plenitud del viviente Único, obrando en ellos un misterio de
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encarnación, muerte y resurrección. Pero primero es preciso separar de ellos


todo aquello que no es específicamente Uno, pues esto es impuro y obsta el
reencuentro de lo igual con lo Idéntico.

IX
¿En qué preexiste esta materia tan unitaria de la que hablo? Preexiste en una
oscura tenebra, en una intensa negritud que conviene ver, no como una
vaciedad en la que nada puede ser, sino como una oscuridad que es promesa
de Luz Futura. Sólo esta oscuridad conoce la real naturaleza de la luz, pues la
contiene en sí y explicaré de qué modo.

X
Imaginad un hombre que después de un día de trabajo se retira a descansar;
puesto que es de noche la oscuridad exterior se apodera de todo. Aquel
hombre se acostará en su lecho y al cerrar los ojos para disponerse a dormir,
una segunda oscuridad cubrirá la primera oscuridad. Cuando quede dormido,
una pesada oscuridad, que apaga la luz racional y sensorial cubrirá las dos
anteriores oscuridades.

XI
Si en aquel momento nuestro hombre inicia un ensueño ¿de dónde provendrá
la luz que ilumina sus ensueños, de tal modo que al levantarse sepa que ha
soñado esto o aquello? Veamos que esta luz prevalece por sobre tres tipos de
oscuridad bien objetivas. Convendremos fácilmente en que no es una luz de
este mundo.

XII
De modo parecido así ocurre con nuestra Materia y su manera de contener la
luz primera, luz que en ella, prevalece por encima de su oscuridad aparencial.
Pero la luz que ilumina los ensueños del soñante no es más que un reflejo lunar
de la luz primera que está dentro; es luz de luna reflejada sobre el mar oscuro,
en cuyas aguas es generado el pez carnal.

XIII
Imaginemos ahora que aquel soñante, como a veces pasa, se encuentra a sí
mismo en el sueño y su conciencia se conmueve para aceptar que durante un
instante ha estado totalmente iluminado por un sol central.
Un sol central es el que hace ver al soñante las realidades soñadas y del mismo
modo nuestra materia guarda su siglo de oro tras varias vestimentas opacas y
este siglo de oro, o sol interior existe como centro y raíz del cosmos en sus tres
órdenes: mineral, vegetal y animal, resultando, como raíz, invisible y no
aparente. Nos es dado, pero, explorar el cosmos mineral primero, haciendo
visible lo invisible, manifestando lo oculto, yendo, negrura tras negrura en
busca del sol central.

XIV
El que busca encuentra y entra por la puerta estrecha y sigue el angosto
camino. Ya no es visto ni encontrado por los que son del mundo, parece que
muere, pero vive y vivirá y por su propio pie abandonará el sepulcro, con la
promesa hecha realidad en sus manos. Esto es como decir: Al entrar, valor,
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para cruzar el Leteo occidental hasta el más hondo vientre del Hades; allí, Dis
Pater te confiará un talento como recuerdo precioso de un mundo sin tiempo.
Al salir, esperanza y Metanoia para ti, niño, ahora que cruzas las aguas
orientales de la Madre para acceder a la luz exterior.

XV
Diremos: ciertamente, hay una aparente dualidad en nuestro Caos Primero, y
esta dualidad necesariamente preexiste a todas las formas que han de ser
generadas, quiero decir, para que las formas puedan ser producidas, este Uno
Primero ha de extraer de su plenitud interna una esencia muy principal de
semblanza acuosa, aunque prontamente se comprende que sólo es una
apariencia de agua y diré, puesto que se me ha permitido hablar.

XVI
En efecto, la Materia Nuestra evidencia una estrecha unión de cuerpos unidos
hipostáticamente en un Caos elemental que adopta, según sustancia, la figura
de un mixto complejo, convencionalmente figurado como paradigma de lo más
simple y primordial, exento incluso de forma puesto que antecede a la forma
como substrato de la misma. Esta Hylé, pero, está corporificada en el mundo
como base y promesa del mundo.

XVII
Uno de los cuerpos es pesado, de torpe movilidad, oscuro y frío, incapaz por sí
mismo de producir, pero permanente receptivo a las virtudes que le llegan del
mundo superior. Cuando estas influencias arriban, las recoge con avidez y las
guarda en lo más profundo de su interior, allá donde la luz del sol exterior y
material no llega. Y aunque en su naturaleza estriba el no poseer forma
definida sabe tornarse matriz y matraz de los cambios, prestando su cuerpo
para otorgar fijeza a lo que naturalmente no es fijo. De este modo son
operados los misterios del Uno en el mundo de abajo.

XVIII
Esta parte es llamada la Magnesia, o Imán, puesto que, desde la honda entraña
suya atrae y concita sobre sí la virtud del mundo de arriba. Nosotros extraemos
de este Imán, sin ningún miedo, todo aquello que no es específicamente Imán.
Pero procedemos con sumo cuidado para no violentar su virginidad que ha de
ser desde ahora la más preciosa y sagrada facultad suya. De otro modo no
veremos la Obra terminada.

XIX
Esto diremos, por ahora, del agente denso que es el Imán de los sabios. Este
agente coexiste en estrecho abrazo con un licor sutil y brillante que toma
semblanza acuosa, pero que no es agua lo demuestra el hecho de que por una
manipulación insensata, este licor mercurial se resuelve en agua. Y aún así, es
un agua muy especial cuya extrema volatilidad la lleva a detestar la luz del sol
y en general, el aire del mundo.

XX
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El sol atrae hacia sí el fuego que necesitamos los operadores, que es un fuego
acuático. El aire del mundo, por su espesura, asfixia y obnubila la claridad del
licor, trastornándolo en una espesura estúpida que no convence a nadie.

XXI
Es un hecho aceptado por todos los sabios que han sido, que la principal
dificultad de la primera obra consiste en retener un genio obstinado en volar
hacia espacios abiertos y que si consigue su propósito es la desesperación de
los artistas.

XXII
Para comprender esto bien lo mejor es haber fracasado la primera vez, cuando
la Materia no es entregada por la madre que nos guarda, por la Madre que nos
aguarda, por la Madre que nos da un agua que arde en las manos.

XXIII
Los ojos lloran cuando el espíritu, rehuyendo el calor humano, se va volando
hacia el lugar inaprensible donde no podrás cogerlo.

XXIV
Este genio huidizo duerme sumergido en la humedad primordial donde
ensueña la metamorfosis del mundo venidero. Si el primer día no lo viste,
pierde la esperanza de volver a verlo otro día. Pero aquel que lo vio la primera
vez, aunque se le escape de las manos, persistirá una vez más para obtenerlo
y sabrá como hacer para, como en el cuento oriental, engañar al genio para
que entre en la botella. Una vez allí convendrá en negociar nuestros tres
deseos, para felicidad de nuestra astucia hermética.

XXV
Nuestra Materia es Una, y es Madre de todas las Maternidades.
Nuestra Materia es Una, y es Padre de todas las Paternidades.
Nuestra Materia es Triple, de una Triplicidad que es Una, y que permaneciendo
amagada es, sin embargo, evidente y necesaria.

XXVI
Hay un príncipe, que es el Mercurio Universal, el Azoth, cuyo principado es el
fuego y el aire, y que es sustancial pero no radicalmente distinto del mercurio
vulgar o azogue, cuya naturaleza es fría y húmeda como corresponde a un
fruto maduro y muerto, mientras nuestro Mercurio se nos ofrece como promesa
y parte del Mundo Venidero.

XXVII
Arnaldo: “Nuestro esperma, que es mercurio, se une a la tierra, es decir, al
cuerpo imperfecto, llamado también Tierra-Madre”.
Este Mercurio nuestro es esperma que desciende de lo alto, fecunda el mundo
y asciende de nuevo a lo alto por cierta vía que es distinta a la que usó para
bajar.
Como ser, es fuego, pero no fuego vulgar; por ello tenemos máximo cuidado de
que su fuego no devenga fuego vulgar por aplicación de fuego vulgar. En su
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momento hemos de ver lo respectivo al fuego necesario que es de la misma


naturaleza del Mercurio.

XXVIII
El fuego mercurioso es la materia más sutil de este mundo de abajo, siendo
como un flujo solar que se imanta en la raíz del mundo para que éste se pueda
sostener, alzándose por encima de su propio caos.

XXIX
Desciende de lo Alto. Asociándose a la parte más sutil del aire, que tiene una
naturaleza ígnea y luminosa. Este aire se asocia a la parte más sutil del agua,
que es un aire cristalizado que existe como agente de las mayores virtudes
celestes. Cuando es de día, el fluido ígneo reside en el sol, resultando
inaprensible en tanto se manifiesta como luz y calor.

XXX
Fecunda el Mundo. Lo fecunda cuando la noche oscura anula la vigencia de las
formas y un cósmico silencio lo posee todo. Penetra el mundo, encarnándose
en la parte más sutil de la tierra, que es como agua, se esconde como un sol
en el seno de las aguas negras. Se deja caer como el rocío sobre las matrices
predispuestas.

XXXI
El cielo, que ama la tierra, le asegura filiación espiritual y le entrega su verbo
húmedo que manifestará las formas al llevarlas de la oscuridad a la luz, y en
efecto, cuando esta cópula termina, termina la noche y aparece la Rosada
Aurora, hermana de Helios y Selene, la cual porta el cántaro filosófico del
mercurio en sus manos.

XXXII
Aquella nupcia celeste que precede a la generación de las cosas vivientes no
es percibida por aquellos cuyo espíritu entontecido duerme el sueño de la
muerte y el olvido, olvidando que el Maestro quiso de nosotros nuestra vigilia y
no nuestro sueño: “No durmáis, sino velad”. Y también “llegada la medianoche,
se oyó una voz que gritaba: “¡Mirad, que viene el esposo, salidle al encuentro!”
Y también, “¿es posible que no hayáis podido velar una hora?”

XXXIII
Esta hora mística es la de la unión del cielo en la tierra y su fecundación en el
Espíritu.

XXXIV
El cielo ha entregado su Mercurio Celeste a la Virgen Negra, y ésta lo ha fijado,
guardándolo como un tesoro precioso. Lo ha hundido en lo más profundo de
ella cerrándose sobre sí misma para contemplarlo y nutrirlo. Arnaldo: “Esto
entendemos por coito, cuando la tierra ha retenido en sí un poco de Mercurio y
ha habido concepción”. Conscientes de este hecho, los antiguos filósofos,
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todavía viva en ellos la capacidad de admiración, catalogaron esta cosa de


Magno Misterio.

XXXV
Y asciende de nuevo a lo Alto. Terminada esta labor de fecundación, las
matrices de la tierra se cierran y el Mercurio asciende de nuevo a lo alto,
llevado de la parte de aire que hay en él, llevada de la parte de fuego que hay
en él, ascendiendo hasta lo que le es propio, esto es, la región del fuego en la
esfera solar. Este vuelo acontece en la primera hora del alba.
El Mercurio, al marchar deja tras de sí un residuo líquido que es el agua
vehicular que ha precisado para descender, pero que no forma parte de su real
naturaleza, contrariamente a como piensan algunos autores, algunos muy
renombrados.
Este residuo tiene para nosotros un singular interés, pues hasta que no recibe
la luz directa del sol, permanece en él algo de esa virtud seminal y capacidad
generativa. Yo sé extraer de este residuo, por industria hermética, un valioso
principio medicinal, pero de todos modos, su calidad es muy inferior al fuego
etéreo, Phósphoros, que nuestra magnesia negra captura y custodia,
conservándolo como alimento del mundo que vendrá. Este semen ocupa la
centralidad de las matrices y allí refulge su don de crecimiento y abundancia,
llevando al orbe del Ser Manifestado todas las potencialidades de la Nada que
puede llegar a ser todo.

XXXVI
Por una vía distinta a la que usa para bajar. Pues baja del cielo a la tierra y
asciende de nuevo a través del espacio interior de la Sal.
En esto consiste la sublimación del Mercurio, y es en este ascenso interno, por
así decirlo, donde halla lugar la manifestación de lo múltiple, según grados de
ser en la sustancia.

XXXVII
Decíamos que nuestra Materia es triple: El principio de arriba es el Mercurio,
emanado del Padre, que bendice y afirma su Ser en el ser. El es el cielo de
nuestra Materia y de él hemos dicho que es de la naturaleza del Fuego-Aire,
pero que encarna en el agua, que será llamada Agua póntica, Disolvente, Agua
Bendita, Rocío de la Gracia Celeste, Vinagre filosófico, etc.

XXXVIII
Alguien objeta que nuestro Mercurio no es celeste ni terrestre, sino
intermediario; ello es cierto si nos atenemos a su oficio y ministerio pero no en
tanto consideremos su rango original, claramente Olímpico y Celeste.

XXXIX
El principio de abajo es llamado Azufre, por ello, al diablo o habitante del
mundo inferior y subterráneo se le atribuye tradicionalmente una fetidez de
azufre.
También es llamado aceite, puesto que, como el aceite, es blando y untuoso,
conservando para sí una disposición inestable, evidenciando según colores
cada instante de su proceso interno. Convengamos en que su propiedad es
coagular el Mercurio y llevarlo paso a paso hasta la perfección más rotunda.
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XL
Su naturaleza es de agua fosfórica y tierra porosa. De la unión de ambos
proviene la plasticidad y ductilidad del azufre. Sin embargo su principal
cualidad es la de ser plasmante de las influencias sutiles que le llegan, tanto
por ser receptor directo de las tales influencias como por manifestarlas
visiblemente a ojos del operador.
Esta su cualidad plasmante es reconocida hasta en la Liturgia (léase
fabricación de la Piedra) Mágica, bajo la forma de aceite que fija el
Sacramento, tanto en el bautismo como en la extrema unción.

XLI
Es así que decimos: Azufre rojo para indicar que una fuerza solar esta
operando sobre los gérmenes, o Azufre Verde para una influencia de Venus.
La coloración de la Obra, variable a lo largo de sus regímenes se debe, por
tanto a la facultad del azufre que va marcando en cada caso los efluvios que le
llegan desde su propio cielo interior, indicadores del grado de perfección que
va alcanzando de acuerdo a su aspiración en cada momento.

XLII
El Azufre es el principio de la Quintaesencia y la Madre de todas las Tinturas,
pues si está preparado con acierto, su ser podrá teñir ipso facto todos los
metales, cambiándolos en sol o en luna, y ello a causa de su unión perfecta con
el Disolvente Universal o Mercurio de los filósofos.

XLIII
Generalmente el Azufre se presenta impuro a causa de una apetencia suya por
corporificar en tierra vulgar, apetencia suya de la que hemos de estar bien
advertidos.
El Azufre de nuestra Materia, pero, tiene una vehemencia por alcanzar lo que
es más bueno y mejor, cosa que queda manifestada cuando se observa con
ojos claros su actitud. Tolera dócilmente el proceso de purgado y va orientando
al hombre cabal acerca del camino a saber en cada momento; no se rebela a
los cuidados que son necesarios para que el milagro pueda ser manifiesto en
él.

XLIV
Del Azufre se ha dicho que es inflamable. Esto hay que entenderlo no tanto
como que arde, como que en su ser está el posible de soportar la amistad del
fuego sin perder por ello su propiedad plasmante. Pero hay que tener
prudencia: el fuego del que se enamora nuestro Azufre no es un fuego que
mata, como el común, sino un fuego que vivifica, que dimana de su propia
humedad interna y que en algún momento es como un suave calor de
digestión, pero que, en otro momento, se observan una fiebre y un ardor
consumidores.
Hasta cierto punto nos es dado de excitar este calor natural sulfuroso con
fuego externo, tomando la precaución de administrarlo según arte.

XLV
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Hemos dicho: nuestra Materia es triple, Mercurio arriba y Azufre abajo; Cielo
sobre la Tierra esto es. Mercurio, Azufre y Sal son los tres que son Uno. Por
ellos el mundo ha sido compuesto de acuerdo a una ley justa y ordenado por
substancias, y cada substancia ha venido a ser substrato de las formas por las
cuales discernimos lo metálico de lo vegetal y lo vegetal de lo animal.

XLVI
Hablaremos ahora del principio de la Sal, pues el principio de la Sal es el
misterio de los gérmenes que salen a la luz y que están en el lugar intermedio
y central.
Es por la Sal que el mercurio adviene al mundo penetrándolo para hacer la Sal
fecunda.

XLVII
En la Sal se halla el misterio de la particularidad del Uno y la comunión del Uno
con los Unos en el Único, por ello la llamamos Sal Católica, que no romana.
Porque es Una en todos.

XLVIII
Hay en la Sal una voluntad de germinar y fructificar transmudándose siempre a
sí misma en busca de lo mejor. Sin embargo, a causa, y como consecuencia del
Lapso Original, esta Sal que existe como Centrum del Orden en todos los
mundos, permanece en un olvido de su real naturaleza.

XLIX
Por ello, este olvido se transmite al Azufre, que deviene materia impura,
imperfecta, mudable y perecedera, incapaz de encarnar el Eón venidero en
toda su plenitud.

L
Pero si por un proceso de purificación y sanado podemos limpiar la sal de su
corteza mundana, quitando de ella todo lo que no es de la naturaleza de la sal,
tengamos la seguridad de que con ello obtendremos un sujeto excelente, bien
dispuesto a prosperar en las metamorfosis de la Obra.
Con ello, la Sal se acrece en virtud y buen juicio pues no se detiene en lo
negro, no se detiene en lo blanco, no se detiene en lo verde, no se detiene en
lo amarillo, perseverando hasta el Divino purpurado de Cristo.

LI
A pesar de que es muy unitaria, la Sal no existe en un modo único y por
necesidad se expresará en tres medios, y según el medio, su cualidad es una u
otra. Distinguimos así dos tipos aparentes de Sal: La mercurial y la sulfurosa.
La Sal mercurial es aquella que por su afinidad con el Mercurio se disuelve y
fija su ser allí. La Sal sulfurosa es una Sal fija en sí misma, próxima al Azufre,
resultando inalterada por el fuego.
La cualidad de la primera es claramente ígnea y metálica y sólo puede ser
vencida por el poder penetrante y disolutivo del agente mercurial. Por contra,
la Sal de Azufre es de una naturaleza terrosa y pasiva, muy magnética y
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merced a ese magnetismo que le es propio, la materia madura se consolida en


torno a una forma constituyendo de este modo un cuerpo capaz de recibir una
idea animadora y espiritual.

LII
La Sal metálica captura para ella la parte más ígnea del mercurio, para lo cual
toma una porción del mundo supraceleste llevándolo hasta el horizonte medio.
De igual forma, la Sal térrea, símbolo de la inmortalidad, establece su parte de
unión llevando los mundos infratérreos hasta el horizonte medio.

LIII
Una Sal lleva de arriba a abajo las influencias sutiles que el viento espiritual
lleva en su seno. La otra sal lleva de abajo a arriba las influencias telúricas en
su estado más puro y primordial.

LIV
En el horizonte medio, o punto de confluencia de los mundos, se halla el
germen que la Sal esconde en su interior, también llamado Sal Verdadera, o
Sal de los Sabios, o Embrión, o Niño, etc. Al respecto de esto se comprenderá
que si hay defecto en el pacto de las justas proporciones, el germen no resulta
bien alimentado y su proceso de crecimiento resulte abortivo en una fase
precoz de la Obra.
Sin embargo, si la Sal se halla purificada y refrescada por un constante
lixiviado, siempre acorde a su doble naturaleza, bien podremos decir que su
dualidad se hará una para hacerse verdadera Sal Triunfante y Universal.

LV
Aquí comienza el discurso de Hermófilo dirigido a los amantes del Arte Regio:
Todo en la naturaleza es móvil, todo está en movimiento, no existiendo la
detención más que como semblanza, a la cual llamamos muerte. Pero
fácilmente convenimos en que ni la muerte supone detención. Efectivamente
el cuerpo muerto, bajo la influencia de determinadas fuerzas se descompone
en partes que habrán de ser reintegradas a nuevas formas y cuerpos, con lo
cual hallamos que no existe inmovilidad alguna, sino un constante dinamismo
de las partes integrándose a nuevos Todos.

LVI
La constante transformación evidencia el hecho del movimiento y permite
entenderlo como cambios en la forma. Así vemos a las formas sucediéndose a
sí mismas en una vorágine de cambios en la que todo lo material se ve
implicado por propia definición.

LVII
Es filósofo aquél que percibiendo
“el cambio constante
la existencia breve
las formas aparentes
esto y aquello
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son momentos simples


en el mar de lo eterno...”.
según se dice en el Libro de la Mínima Ley, emprende su meditación acerca de
las primeras y más elevadas causas, que en instancia, son las causas del
movimiento.

LVIII
Pero, puesto que existe una universal institución de que algo existe capaz de
escapar a la ley del cambio, no es menos filósofo quien parte a la búsqueda de
este inmóvil primero, sino considerar los fenómenos múltiples más que en
razón del Principio Inmóvil.

LIX
Si es cierto que todo está en movimiento, ello es decir que todo cuanto es, está
dejando de ser lo que a nuestros ojos es, esto es, se está transformando. P. ej.
un niño está dejando de ser niño y se está transformando en adulto.

LX
De lo anterior deducimos la imposibilidad de las formas para permanecer unas
en tales. Presupondremos pues, que esas imágenes están en movimiento hacia
su posibilidad de permanecer Unidas en tales.

LXI
Por ello, la transformación que evidencia todo movimiento es un efecto, siendo
la causa la imposibilidad de la forma para permanecer única e idéntica a sí
misma, esto es, sin mutación ninguna.

LXII
Consideramos a la vez dos voluntades que expresa todo ser formulado, a
saber: voluntad de ser presente y voluntad de seguir siendo. Estas voluntades
se expresan pasivamente en los objetos dados y activamente en todo ser
animado.

LXIII
Es en razón de esta tendencia a seguir siendo por la cual todo ser defiende su
individualidad más allá del cambio aparente de su forma que inferimos
nosotros el pensamiento siguiente: Aunque todo cambia hay algo que no
puede dejar de ser, esto es, la voluntad de seguir siendo en todo lo que es, no
solamente particular, sino también general, pues el universo, que es el
concepto más general, acepta los cambios en sí mismo, pero puesto que es un
todo, todo cambio se dará en el orbe del sí-mismo que permanecerá no
mutable.

LXIV
Esta voluntad de seguir siendo pertenece a la esencia, garante del
ordenamiento necesario en la naturaleza del ser a examen, modificado su
contingente de acuerdo al término establecido por aquella voluntad. Aquí está
la coexistencia del Ser, como esencia inmóvil del seguir siendo y del no-ser,
entendido a través de formas impermanentes e imposibles.
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LXV
La imposibilidad del ser por mantener una forma estable indica sin ningún
lugar a dudas que no hay hipóstasis entre la voluntad de ser y la forma que,
según el orden material, corresponde manifestar al ser según su Ser Real.
Valga el ejemplo de un hombre que se prueba diversas vestiduras hasta hallar
una que, ajustándose perfectamente a su gusto, le permite reconocerse a sí
mismo en ella. Entonces al existir cierta identidad entre la voluntad que busca
y la sustancia formal que halla, adviene la verdadera detención y la
transformación ya no tiene causa.

LXVI
Cuando esto sucede, decimos nosotros, que Lo Uno se integra al Único según
la forma perfecta que en realidad, y según su grado de participación en la
esencia, le compete. Esta es la forma estable del Ser Necesario.
LXVII

Recapitulemos pues, ayudados del siguiente esquema que expone el proceso


simplificándolo a través de una secuencia lineal:
Uno imposible Unos imposibles Único necesario
(causa del movimiento) (móvil) (fin del movimiento)
para sentar los principios por los cuales, a nuestro entender, se producen los
cambios en la naturaleza.

LXVIII
Este Uno Imposible es el llamado Caos Hylico primordial, raíz substancial de la
materia que conserva para sí una purísima Unicidad, que llamamos Caos no en
el sentido común de desorden sino en aquél otro más filosófico, que sirve para
designar lo amorfo, lo confuso, lo mezclado, contenedor de todas las formas en
potencia que serán actualizadas según el Todo-Acto presente en el Logos
Espermático del Padre.

LXIX
Si dijéramos que este caos material es la base, lugar, espacio y extensión sería
correcto, pero con dificultad podríamos definir su más íntima razón, pues no es
visible ni tangible, sólo lo formal es sensible cuando el Verbo ha sido
formulado, pero la Materia verdadera, en su misterio sutilísimo es ininteligible
según un modo absoluto y velado.

LXX
Su condición es ser energía que emana en primer lugar de la Nada, la cual por
creación puede llegar a ser todo mediando la formación.

LXXI
Algunas voces afirman que es energía en un estado de máxima densidad,
apartada del Centrum Divino por un alejamiento infinito, pero yo considero que
al postular esto se incurre inadvertidamente en impiedad, pues se establece
implícitamente una separación de sustancias antes del primer Bereshit, y al
hacerlo así se afirma un antagonismo eterno de principios como hacen los
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dualistas y maniqueos, que consideran al Espíritu como algo radical y


absolutamente opuesto a la materia.

LXXII
Quien considera la materia como algo que se puede tocar yerra tanto como el
que afirma que el espíritu se puede ver y tocar. Meditando atentamente la
naturaleza de este Caos comprendemos el aforismo hermético que dice: “allí
donde todo acaba, todo empieza eternamente”, por lo cual no puede existir
una división radical entre lo que había y lo que habrá.

LXXIII
Expuesta de este modo la intimidad de la materia, según su unión simple e
indefectible con el Espíritu, se diría que estamos tratando una entelequia y que
el convenio de las palabras exige entender por materia algo que es paradigma
de lo corpóreo, sometido a leyes y principios, denso y objetivo, diferenciado del
pensamiento, inseparable de sus formas, no único sino múltiple, evidente,
perceptible, fenoménico y lugar de toda moción.

LXXIV
Nosotros decimos que en este Caos existen los gérmenes, no sólo los
elementales sino los de toda multiplicidad de entes, los cuales llevados al
desarrollo por voluntad y nutrición en el marco de un Proyecto Divino, son los
encargados de formular las partes tornándose entonces en materia conocida,
aquello ciertamente cognoscible por nuestra razón y experiencia, que concibe
las partes como indivisiblemente unidas a un todo llamado convencionalmente
Realidad Material.

LXXV
No hay contradicción, para nosotros la Realidad Material es una realidad
formal, o bien de gérmenes madurados, los cuales eclipsan con su
multiplicidad de géneros, especies, colores, volúmenes, texturas, la antedicha
simplicidad de la materia, al tiempo que demuestran la plasticidad de ésta,
capaz de amoldarse para manifestar la infinita posibilidad de entes, sin que, al
tiempo que esto acontece, sea comprometida su Unidad interna.

LXXVI
Por lo que respecta al Único Necesario, al que definiremos como punto de
suprema perfección concebible al germen, llamémoslo también Omega Áurico
pues existe al final de todas las metamorfosis de la materia, y le llamamos
áurico, relacionándolo con el oro, porque este metal por su grado de perfección
interna y externa, que desconoce la caída de la oxidación, sabe representar de
un modo muy excelente lo Real, lo Solar y lo Divino.

LXXVII
En razón de esto, suponemos en él la capacidad de detener el movimiento y
puesto que todo en este mundo anhela la unión con lo divino, expresado como
perfección del sí-mismo, en llegando a esta unión halla reposo su aspiración y
ésta vese satisfecha al transmudarse en lo que ya, de ningún modo, admitirá
más cambio, pues es perfecto en sí mismo y competente con lo divino.
Pere Albi Aula Hermética

LXXVIII
Por esto existe una universal aspiración de los gérmenes hacia el oro, no como
metal muerto que es, sino como símbolo y pináculo de todas las perfecciones
que los seres animados desean para sí. En efecto, ¿qué ser podría desechar la
posibilidad de cambiarse a sí mismo en aquello que es mejor si ello supone al
mismo tiempo, garantía de inmortalidad personal y permanencia en una forma
perfecta al margen de todo defecto?

LXXIV
Y sin embargo nadie de nosotros, filósofos, afirma que ello sea imposible antes
bien decimos que, merced a la unidad preexistente que se da en el Caos
Primordial de todo con todo, aquello que habrá de ser, ya lo es ahora, aunque
de un modo velado, potencial y no aparente, consistiendo todo el esfuerzo de
la Gran Obra en develar uno a uno todos los velos de oscuridad que amagan la
Real naturaleza de las cosas, tanto en su modo individual como colectivo.

LXXX
Es más, este Único Necesario, por el hecho de permanecer oculto tras las
cortezas de materialidad no quiere permanecer pasivo y desde su no-lugar
atrae, llamando con fuerza hacia sí, lo uno-imposible o móvil, que obedeciendo
tanto a su propio impulso, como a la llamada Única, manifestará sus potencias
en una serie de mutaciones, cuya sucesión llamamos Regímenes y también
Proteo.

LXXXI
Por esto decíamos anteriormente que las formas no son más que fases
transitorias en el proceso de conocimiento que hace la Uno en el seno de él
mismo hasta descubrir su identidad causal y principal.

LXXXII
Veamos ahora de qué modo se produce el crecimiento, según nuestro discurso
para que sea posible al ente asumir la dignidad áurea: en primer lugar existe el
mercurio, del que someramente ya hemos hablado y cuya naturaleza es de
fuego y aire, o dicho de otro modo, de inteligencia y palabra, que son los
elementos de la nutrición. El lugar del mercurio es el Empíreo donde acompaña
a las divinas figuras como una más entre ellas siéndole encomendada la labor
de intermediar lo más alto con lo más bajo a través de lo más central.

LXXXIII
Es así que el mercurio hace descender el fuego blanco ocultándolo en el
vientre del aire. Son reunidos en el agua que voltea la Magnesia y atraídos por
ésta hasta la Sal central, o germen, la cual toma el fuego celeste oculto en una
suerte de gas, que existe en el agua radical.
Habiendo la Sal capturado esta porción de fuego ve su propio fuego interno
excitado, exigiendo del azufre una adecuación, un cambio en determinado
sentido.

LXXXIV
Pere Albi Aula Hermética

Habiendo quedado preso en la matriz de la materia, donde los gérmenes, el


Mercurio, llevado de su volatilidad pugna por retornar a su trono Áurico, pero lo
detiene la muerte de la forma, incapaz de encarnar la realeza hacia la que
prospera el Mercurio. Esto quiere decir, que la forma retorna al Caos Primitivo
del que proviene, aunque acrecentada en virtud, purificada y hecha un imán
más excelente su materia constitutiva.
LXXXV

Todo lo cual, en el contexto del anterior esquema, se expresa como sigue:


Caos Omega
Hylico Áureo
siendo (a) el hecho de la nutrición embrional por el Mercurio y siendo (b) los
sucesivos regímenes que a causa de la diversidad de texturas y colores,
denominamos Proteo. Con este esquema advertiremos el acortamiento de
distancia óntica entre lo Uno y lo Único.
Aquí finaliza el discurso de Hermófilo sobre la necesidad del cambio y su
justificación en orden a la Unidad preexistente.

LXXXVI
Nuestra Piedra es como el día: ha sido engendrada en la oscuridad nocturna,
pero es revelada al tiempo del alba dorada, con su claridad rosada. Así, nuestra
cosa, que es negra, existe entre dos rubores, uno de los cuales es su raíz
occidental y crepuscular y el otro es su fruto oriental. A esto corresponden las
dos estrellas de la obra: Véspero, cuya naturaleza es la del rubicundo Marte y
Phósphoros, o estrella matutina, cuyo dictado verdeguea en el blanco.

LXXXVII
Es decir: Negro-rojo-blanco-rojo. Haz crecer el blanco en el negro mediando el
rojo y tendrás la Piedra. Esto es bien verdadero.

LXXXVIII
Prohíbo toda violencia: separa y tritura, separa y tritura. Esto es correcto.
Aprovecha la sublimación y obtendrás un espíritu vivaz y nervioso y un cuerpo
exánime del que extraerás los huesos según el proceder del arte.

LXXXIX
Ahora observemos para comprender: a un lado, la simiente de los metales
reclusa en su semblanza marina, que en propiedad es el vínculo o médium en
que mora el embrión hasta su alumbramiento, según un modo por el cual el
crecimiento de uno representa la mengua del otro. Esta es la primera agua de
nuestra materia que transforma los cuerpos en cenizas.

XC
Y por otro lado la tierra pulverulenta y ávida que primero recibe y luego
entrega, matriz de las matrices, la cual no conoce muerte pues permanece fija
en el lugar del Primer Misterio. Eso somos y eso seremos, y a eso llamamos
Azufre incombustible e inafectable por el fuego.
Pere Albi Aula Hermética

XCI
A aquel fluido llamamos Orina por tres razones: es caliente por su fuego
interior, salada porque posee el semen metálico y amarillo porque disuelve el
oro. Y agregamos: de niño, pues en ella no hay tóxico ni hedor.

XCII
Por tres razones llamaremos Harina al Azufre que nos conviene: es blanco y
absolutamente virgen; es sutil e impalpable, quiere decir esto que no posee
grosura superflua; y asociada a su agua, o azufre vivo, no menos que al
fermento tingente, es capaz de beneficiar el Pan del Santo Cuerpo.

XXCIII
Sin miedo ninguno repulsaremos la Arena, no sin antes limpiarla con agua
vulgar para extraer de ella una feliz comprensión referente al modo de
prosperar de los gérmenes, pues si la escrutamos detenidamente advertiremos
allí pequeñas montañas en crecimiento y todas las rocas en su diversidad, allí
presente. Si repulsamos la Arena, también llamada grava es porque lo que allí
observamos, aunque vivo y en crecimiento, en relación a nuestro Oro Filosofal
ya está muerto y resulta inservible.

XCIV
Algunos llaman a la operación precedente, separatoria. Nosotros hemos
procedido después de invocar el cálido amor de Nuestro Señor para obtener
por su Gracia, un Espíritu puro y ardiente, amante del más alto lugar en las
esferas, hacia donde tiende irrefrenable con la vehemencia de un joven
impetuoso. Sin embargo, al no poder coronar su empeño, merced a la
sapiencia filosófica, se deshace en una emoción de lágrimas claras, en las
cuales amaga su ser a la espera de nuevas posibilidades.
XCV
Y ten presente que si puede te burlará, pues la tradición le hace astuto,
aprovechando la más leve rendija para darse a la fuga. Pero tú, al verle venir,
date albricias y clausura con sólidos goznes el recinto todo de su prisión
hermética.

XCVI
Referente a esto mismo, conviene examinar lo que sucede en la naturaleza:
Nada se pierde, nada se escapa, ni nada puede abandonar la naturaleza que le
es propia. Por ello digo: nada, ni un vapor, ni una flema, ni una ínfima porción
de materia es despreciable. Aquél que deje escapar un vapor, ése seguro que
no culmina su obra. El que desecha una flema creyéndola inútil luego la echa
de menos y en la tierra nuestra, nada ha de perderse, todo es estimable para
el atento operador, que ve como todo, en su momento halla lugar y en su
lugar, virtud y perfección completas.

XCVII
Puesto que el Espíritu es simple y sin partes, en él no ha lugar muerte ni
corrupción, sino que abandonando el vaso corpóreo, es restituido a la esencia
de la que proviene y en la cual se reconoce a sí mismo.
Es bien evidente que la descomposición sólo interesa a los mixtos compuestos
imperfectos, cuyas partes, cohesionadas en torno al espíritu viviente, se
Pere Albi Aula Hermética

desaglutinan cuando éste abandona su morada material, resolviéndose éstas


en el compost elemental del cual están conformadas.

XCVIII
Mueve a admirarse la contemplación de este proceso de la muerte, su armonía,
la belleza de su necesidad, por la cual, lo que es imperfecto, inegoístamente
cede su razón incompleta en beneficio de lo que es más deseable, siendo con
ello perfeccionado y llevado a una exaltación mejor.

XCIX
Es así que compete a nuestra cosa experimentar el trance de la
descomposición, por la cual muere, y no sólo una vez, a su caída para renacer
como un fénix sobre la ceniza de su ser antiguo. No seamos descarriados por la
mundana opinión y obremos este paso según la enseñanza de naturaleza, pues
todo el arte es un seguimiento de la misma, yendo muy mal el que manosea
sin criterio la substancia nuestra por la aplicación de fuego crudo o bien
formado con régulos de química profana para producir aquella muerte, pues
sépase, que la cosa ha de morir por sí misma.

C
Si la materia nuestra no muere (e insisto en que ha de morir por sí misma)
permanecerá en el uno de su lugar, en un estado francamente improductivo,
perpetuándose su longeva negritud sin admitir más variación de su azufre
constitutivo. Es así que, como modo inscrito en el proyecto de la general
evolución a lo mejor existe el recurso único de la muerte, por la cual, lo que en
apariencia es unitario es dividido y disuelto naturalmente en los primeros
contrarios.

CI
Según hemos aprendido por las verdades de nuestra fe, la muerte es la
separación de un principio eterno e inmutable de su soporte mutable y
perecedero, el vaso corporal. Arribando la muerte “devuelve el polvo a lo que
era, la tierra” (Ecl. 12,7) y el cuerpo, privado de su principio animador, que
“vuelve a Dios, quien se lo dio” (Ecl. 12,7) es enterrado, cubierto de tierra,
remitido al infierno donde el fuego de su propio azufre vivo primero lo putrifica,
excitando a los elementos a partir a su lugar, para luego ser calcinado por
aquel fuego telúrico y obscuro que mora en el centro de la tierra. ¿Qué
quedará del cuerpo sino cenizas que son el resultado de una combustión?
Tampoco vemos aquí la necesidad de fuego exterior y elementario.

CII
Alberto: “En cuanto desaparece la humedad radical que unía las diversas
partes del cuerpo, éste muere, se disuelve, se resuelve. Todas sus partes se
separan unas de otras. El fuego obra aquí como un instrumento cortante”. Es
ésta la obra del infierno, que existe como necesidad intrínseca de la materia,
como un horno perpetuo capaz de producir a partir de la carne inútil, el polvo
precioso del que todo toma origen. Alberto: “todo esto lo puede hace el sol. He
aquí la razón: al llegar su fuego al contacto con un cuerpo, pone en movimiento
el elemento semejante a él que existe en dicho cuerpo”.
Pere Albi Aula Hermética

CIII
Sepamos pues que algo desciende al infierno porque algo ha de ser calcinado.
Que también existe algo llamado purgatorio para todo aquello que ha de ser
purgado y refrescado, y que por encima de esto, como condición previa de
todo esto, algo hay que ha ascendido al cielo, a la bóveda celeste por la vía de
la sublimación.

CIV
Entonces, leyendo el libro de la naturaleza, indiferente del libro de Dios, donde
todo está escrito, comprendemos: Calcinar, purgar, sublimar. Es sucesivo y
simultáneo pues al tiempo que acontece la corrupción del cuerpo a partir de su
propio calor, el ánima permanece en el agua intermedia que lava y arrastra la
hez. Arnaldo: “sublimar es la misma cosa que purificar; es lo que hace nuestra
agua... calcina y reduce a tierra, transforma los cuerpos en cenizas, incinera,
blanquea y limpia”. Y también en el Rosario: “La raíz del Arte es el Jabón de los
Sabios, y se le llama sal amarga porque nace de la mina del mar. Los cuerpos y
los Espíritus son calcinados por él y por él se hacen las soluciones y
coagulaciones”. Y también Geber: “Se purga al dragón elevándolo tres veces y
vivificándolo”.

CV
Pero consideremos que es tan aparente la unidad del hombre histórico, puesto
que morirá, como aparente es la separación de los tres principios pues en el
seno del Espíritu universal, todo es un uno en un único orbe. No nos
cansaremos de repetir el viejo axioma de la sola materia, del solo vaso y el
único régimen.

CVI
Ignacio de Cardona: “Las influencias superiores e inferiores conforman la virtud
Católica del fuego secreto, que no mata sino que regenera y vitaliza a través
de la putrefacción de la materia. Respecto a este fuego queda claro que es un
don de Dios. El mercurio filosófico es la Sal sagrada y secreta de donde nace el
fuego, con virtud solar y lunar, que hace toda la obra en la paz del laboratorio”.

CVII
Sabemos que es cierto: existe un fuego blanco y sin masa, inteligente,
irradiación del Ser primero, inagotable, desvelado el primer día y revelado el
último día, alimentado de su propia sustancia, puro pensamiento sin fondo. La
existencia de este fuego, y que su naturaleza es divina lo sabemos por Ex. 3,2:
“se le apareció en forma de llama de fuego en medio de una zarza, y vio que la
zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía”. Con razón
llamaremos divino a este fuego que no consume la zarza pues allí mismo se
nos dice que Dios es un fuego: “YHVH, tu Dios, es un fuego devorador” (Dt.
4,24).

CVIII
Este fuego divino es la primera hipóstasis del ser y la segunda de la conciencia.
Es así que, por el fuego, el ser se hace luz consciente, capaz de expresar el ser
suyo. En efecto, el Ser se hace luz, como está escrito: “Y Dios dijo: haya luz, y
la luz se hizo” (Gn. 1,5,).
Pere Albi Aula Hermética

Se hace luz consciente, esto es, capaz de expresar la seidad del ser en
términos de sí mismo, como está escrito: “Yo soy la luz del mundo” (10. 8,12).
Esta es la luz primera del primer día, pues está en Él desde antes de la
Creación: “Desde la Eternidad fui constituida, desde el principio, antes de que
existiera la tierra” (Pr. 8,23) y su naturaleza es ser un hálito (léase, un viento)
de Él, “que todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza” (Sb. 7,25).

CIX
Y ahora el discípulo vaya a buscar en cualquier diccionario la definición de
fuego según el petulante saber de nuestros días: “Calórico y luz producidos por
la combustión”. Sabios, que no sabéis lo que es el fuego envanecidos como
estáis por discursos superfluos ¡Vergüenza!

CX
Inquiriremos a partir de nuestra modesta posibilidad, la secuencia del fuego de
acuerdo a la multiplicidad de sus géneros, para ver de hallar el que a nuestra
obra conviene. En primer lugar tenemos el fuego elementario, crudo y exterior,
llamado con razón, tirano y parricida, pues se mire como se mire, viola y
extermina la capacidad generativa de nuestra porción, de tal manera que ésta
deviene absolutamente inútil. De hecho, a nadie se le ocurre echar una
almendra al fuego para ver si crece.

CXI
Delante de la evidencia de que con fuego crudo no se obtiene nada, aquellos
sofistas, haciendo gala de ingenio y sutilidad han inventado muchos métodos
para aplicar el calor necesario a la obra, ideando un sinfín de baños como son
el de María, el de arena, el de cenizas, el de estiércol caballar, el de carbón de
enebro, el de huevos de hormiga, etc. métodos que tal vez sean útiles para
otras cosas, pero no para preparar nuestro verdadero Mercurio filosófico, y
ahora se entenderá por qué.

CXII
La experiencia nos ha mostrado al principio ígneo y volátil dirigiéndose
diariamente a recibir su alimento hacia aquello que le es más propio, el Espíritu
Universal allá donde más claramente se expresa éste, y esta nutrición se
produce tras la humedad caliginosa del aire, acumulada en las partes altas de
la atmósfera, donde las nubes.

CXIII
Esto acontece durante el día, cuando el sol atrae hacia sí todo cuanto es
semejante a él en este mundo de aquí abajo. De noche, pero, prevalece el
calor interno de la materia, proveniente de sus partes más sulfúreas y grasas
que según la excelencia de su imán licúa la riqueza volátil abocándolo al
húmedo radical y lunar, capaz de soportar la amistad del fuego incrementando
el aceite.

CXIV
¿Qué sucede con el fuego vulgar? Sucede que se demuestra incapaz de imitar
a natura, pues aplicando al sujeto de la obra, atrae al principio ígneo doble,
esto es, de mercurio y azufre, hacia sí mismo, procurando la combustión del
Pere Albi Aula Hermética

primero, la desecación del segundo, por conversión de ambos en fuego vulgar.


De ello se deduce una gran ruina para el germen, que es abrasado por un calor
proveniente de arriba y de abajo, por lo cual perece. En razón de ello, los
antiguos filósofos dijeron que nuestra piedra era una cosa que el fuego no
había tocado.

CXV
Por lo que respecta a los demás tipos de calor sin foco de llama, como el de
estiércol, p.ej., cierto es que son menos agresivos, pero tampoco saben aportar
aquello que es preciso, esto es, alimento para la sal, y todo lo más fomentan la
untuosidad sulfúrea, cosa que también puede ser conseguida con mejor
resultado, por el proceso de enterrar, dejando que el calor central y terrestre
favorezca el tal aumento.

CXVI
En verdad, yo digo a los inquisidores de este arte que echen a un lado sus
fogones, hornos, athanores y hornillos, que no hay mejor athanor que aquél en
que Natura hace sus producciones todas, cuan variadas son éstas, ora con un
calor incisivo y penetrante, ora con uno suave y continuado, recalcitrante,
húmedo, madurativo, fermentador. Sólo de un modo y por esta vía será
encendido el fuego secreto verdadero que proviene de la Sal, responsable de la
última cocción, cuando la obra es ya un juego de niños.

CXVII
El fuego es Único, es el fuego del Padre, inteligente, divino y de Él ya he
hablado.
Los fuegos son dos: Fuego del sol y fuego de luna, que es un fuego de reflejo
que existe en el agua sin que haya en ello ninguna contradicción, ambos
conforman el fuego astral, o bien fuego de Padre y Madre.
Los fuegos son tres: en el aire mercurial de la respiración. En el azufre vivo de
la tierra que ha recibido concepción celeste. En la sal embrional, o fuego
secreto del corazón, que primero es torpe a causa de la pesadez de la carne,
pero que por la Obra resulta vivificado y hecho espiritual. Estos tres fuegos son
uno sólo llamado fuego mineral.

CXVIII
Los fuegos son cuatro: de estrella, de rayo, de volcán y de piedra. Reclamo
sutilidad de entendimiento, pues uno es un fuego que está arriba y que no cae;
el segundo, por voluntad de Júpiter desciende de arriba a abajo. Otro existe en
el centro de la tierra y va de dentro a fuera siendo patrimonio de Vulcano. El
fuego de piedra es aquél que obtenemos uniendo dos piedras para obtener
unas chispas o simiente de fuego, y esto es la multiplicación. Con respecto a
esto diré: El fuego vulgar no es más que un símbolo y no aparece. Más claro no
se puede hablar.

CXIX
Ahora observaremos como, por efecto de su propio calor interno, excitado por
el simple contacto de las manos, la saturnia exhala un ánima que corre a
fijarse en la bóveda del vaso, condensándose, a su contacto, en pequeñas
Pere Albi Aula Hermética

gotas que dan al conjunto una apariencia muy bella de ver, a la que en
ocasiones se ha llamado Cielo Estrellado. SOLVE.

CXX
Y también observaremos como, por efecto de la avidez terrestre por producir
sus frutos, ésta recupera para sí el anterior ánima acuática, reabsorbiéndola de
nuevo a su propia unidad. ¿Por qué esto es así? Por el hecho necesario de la
nutrición. COAGULA.

CXXI
El tránsito precedente es una respiración formal, esto es, una circulación de
virtudes que mantienen con vida al cuerpo. Por ello decíamos antes que es
bien tonto quien fractura esta circulación de un modo u otro, y aún, el que no
la favorece abiertamente.

CXXII
A esto llamaron los antiguos destilación, pues el vapor, condensado, cae gota a
gota sobre la tierra, como sucede cuando proyectamos nuestro aliento sobre
un cristal frío. Pues ¿qué?, no me negaréis que en esa agua (que ciertamente
no moja, pues es un aire), permanece oculto el principio vital de toda vida.

CXXIII
Esta destilación, este gotear, fue llamado por los antiguos, Rocío, pues la razón
del rocío obedece a una ley por la cual, la respiración de la tierra se condensa
en gotas al tocar las capas altas y frías de la atmósfera. Y también le llamaron
Lluvia, a partir de la cual nos es dado de contemplar el gran Mar:
aprovechando este símil llamaron a nuestro agente Neptuno, pues es el Dios
que mora en el gran mar, y su tridente de bronce (Aeneris) prefigura el cobre
(Aeneris) de Venus, surgida de la espuma de aquél gran mar.

CXXIV
Este proceso de la lluvia se significa bien a las claras en el relato del diluvio
universal, en el cual Noé (“el longevo”) recoge todos los gérmenes de la vida
en el interior del arca ovoide, siendo el mundo purgado de su impureza por las
aguas que, surgidas del abismo superior, anegaron la tierra, arrastrando su hez
hasta el fondo del vaso. Esta hez, este excremento es llamado por Paracelso,
Moszhacumia.

CXXV
Mirémoslo de la siguiente manera: durante cuarenta días con sus noches llovió
sobre la tierra, esto es, el tiempo necesario y perfecto para la purificación
exigida: cuarenta años para Israel en el desierto (Dt. 29,4), cuarenta días para
Jesús en el desierto (Mc. 1,13), cuarenta días para Ezequiel, expiando el
pecado de Judá (Ez. 4,6), Elías, que tras comer del pan y agua que le ofreció el
ángel estuvo cuarenta días de ayuno, caminando hasta Horeb (IRe. 19,8), y
Jesús, que fue llevado en el seno de la Virgen durante cuarenta semanas, y
también, en cuarenta días se repone la mujer completamente después del
parto, la cuarentena.

CXXVI
Pere Albi Aula Hermética

Pero también son los cuarenta días tras los cuales abrió Noé una ventana en el
arca para dejar volar al cuervo, que “iba y venía”, símbolo conspicuo del
Nigredo que compete a nuestra Obra, que aparece en primer lugar. Pasada una
semana, Noé soltará una paloma, o símbolo del Albedo, la cual no hallando la
tierra seca, volverá al Arca y Noé habrá de tomarla para hacerla entrar en el
Arca. Tras otra semana de espera, soltando de nuevo a la paloma, ésta
retornará con una rama verde de olivo, prueba más que fehaciente de que tras
el período de mortificación, obra en la tierra la fuerza universal de
germinación.

CXXVII
Respecto al arco iris, que aparece como alianza eterna del cielo con la tierra,
nos remitiremos al Zohar, sección Noaj, que tras compararlo a la Shekinah
afirma: “No esperes la llegada del Mesías hasta que el arco de lluvia aparezca,
descubriendo colores espléndidos que iluminarán el mundo. Solamente
entonces espera al Mesías”. Y no sólo esto, sino que aludiendo al arco iris lo
compara a la piedra de zafiro citada en Ez. 1,23 llamándola “piedra
fundamental creada antes del mundo” piedra por la que “el Rey David sentía
una gran afección y vinculación y... toda vez que deseaba mirar el reflejo de la
gloria de su amo, primero tomaba en su mano esa piedra”. Allí mismo se dice
que “Salomón preparó la piedra fundamental y asentó sobre ella el Santo
Santuario...” Y allí mismo, el Zohar llama a Cam, el hijo de Noé, “la basura y la
escoria del oro”.

CXXVIII
Habiendo liberado nuestra materia, a partir de su entraña a un gran mar, será
pertinente imbibir y reiterar con el objeto de disponer una tierra espirituosa y
rica. ¡Qué lejanas veo las especulaciones de esos quimicastros con su fogón y
retorta apurados en conseguir por la fuerza lo que por naturaleza se obra solo!

CXXIX
Es bueno esperar de esta reiteración la fijación del principio mercurial, que
fatigado en extremo, pierde su condición volátil, propiciando un verdadero
azufre de natura, pues el grado ígneo mercurial ha sido asumido por el imán
térreo y esto se reconoce cuando se ve una coloración rojiza en nada
despreciable, pues va asociada a nuestra agua recibirá el nombre de vinagre,
por su acritud, y también menstruo, obedeciendo a que allí es el lugar de la
simiente femenina.

CXXX
Para obtener nuestro REBIS verdadero habremos de juntar en un solo cuerpo
las semillas masculinas y femeninas, en aquel cuerpo que posee las
características de ambos para ser llamado con razón Hermafrodita. Dice el
Rosario: “si uno pone un poco de oro en la composición, saldrá de allí una
tintura blanca aparente. Por fermento del sol se entiende el esperma del
hombre, y por fermento de la luna, el esperma de la mujer. A partir de ellos se
opera primeramente el coito, después sobreviene una generación verdadera y
casta”. Esto es religar a Eva con Adán, y a aquel protohombre platónico
(referido por Aristófanes en el Convite) de triple naturaleza solar, lunar y
Pere Albi Aula Hermética

térrea, restituirle su naturaleza única y circular, arrebatada por Zeus como


castigo por la arrogancia de estos hombres.
Digo pues, que nuestro hermafrodita se fecundará a sí mismo mezclando su
semilla blanca con su semilla roja para producir el embrión del mundo
venidero. Ciertamente esa semilla blanca es un fluido lunar frío, acuoso y muy
fecundo. La semilla roja es por contra, solar, fija, seca y ardiente en primer
grado.

CXXXI
O por decirlo de otro modo, la sangre de nuestro etíope, recio y varonil posee
un fuego de calidad superior, que ofrecerá en holocausto de amor a nuestra
castísima virgen, la embajadora de la luna, que ha de ofrecerle a cambio la
leche santa y nutricia de su tierra. Cuando este intercambio se ha consumado
diremos que se han hecho uno. Observa la rosada aurora certificar con su
presencia la legitimidad de este pacto, que profetiza claramente la llegada del
carro solar al orbe central de tu laboratorio.

CXXXII
Nuestra virgen es, en general, más fija que nuestro hombre, primero flemático,
luego melancólico y ahora grandemente sanguíneo, pero ambos, como es
lógico, resultan improductivos por separado y es preciso juntarlos en
matrimonio para que cedan su particularidad en beneficio de su hijo victorioso
que los devora a ambos de la misma manera que el germen del pájaro devora
la clara y la yema del huevo a medida que se va desarrollando.

CXXXIII
Habiendo desnudado a los novios de su vestidura carnal, habiéndolos llevado
al baño o ablución en el agua de su misma naturaleza, los llevaremos al tálamo
nupcial para que se entreguen, lejos de miradas profanas al abrazo procreador.
Es hora de que la virgen bese al sapo, o príncipe hechizado; es hora también
de que el príncipe bese a blancanieves que duerme en su ataúd de cristal para
que despierte.

CXXXIV
Es grande el misterio concerniente al sello hermético pues comprenderlo
supone haber comprendido el secreto del horno y de su fuego secreto: de
acuerdo a las sentencias de los sabios diremos: En un solo vaso, una sola
materia y un único régimen. Da grima ver a reputados contemporáneos
amantes del arte, trabajar en un laboratorio entre mil cachivaches. No
entienden que sea posible nuestra obra dejando de lado la sofisticación caída
de la química moderna. A mí me parece ser la mejor disposición la de Ignacio
de Cardona que dejando de lado tantos libros se propuso penetrar el arcano
dejándose llevar no más que de una inspiración fuerte, imitando naturaleza sin
más recurso que naturaleza. Asimismo obró el primer alquimista de la historia
que consiguió la piedra de un modo natural y verdadero sin conocimiento
ninguno de química. Sólo la fe y la voz de su señor hablándole desde el
corazón le guiaron. No hace falta más libro que éste.

CXXXV
Pere Albi Aula Hermética

El sello hermético es el cuerpo, entendido como receptáculo de fuerzas


incorporales llamadas a la encarnación, y también allí es el horno místico
donde es cocido el divino germen, que de alcanzar el supremo grado de
maduración será capaz de transmutar su condición pesada y plomiza en
sustancia áurea de eterna juventud, la cual permanece siempre igual a sí
misma.

CXXXVI
Es posible encontrar en el comercio este vaso requerido pero es harto difícil
atinar su singular naturaleza. A pesar de esto, que viene avalado por muchos
sabios prestigiosos yo he preferido separarlo por mí mismo, pues por la
extrema generosidad de Él, que sin duda no merezco, me fueron mostradas las
reales ofrendas que los magos presentaron a Jesús en el día de la Epifanía, una
de las cuales es precisamente la obra del Sello, o Vaso, y es presentada por
Gaspar, el Administrador del Tesoro.

CXXXVII
El símbolo de este vaso (al menos así me fue mostrado) es el grillo, que en
hebreo se dice TZRTZA, palabra que hunde su más profunda significación en
otras de raíz común como son roca (TZR), atar o ligar (TZRR), cántaro
(TRZTZRVR) y bálsamo (TZRY). Permitiéndonos la licencia de ordenar estos
significados de acuerdo al contexto experimentado obtendremos que el grillo
es signo de aquello que atando fuertemente hace brotar, como si fuese un
cántaro, el bálsamo de roca. Por otra parte en francés Grill-griller, significa
asar, tostar, lo cual referencia la función de horno que realiza nuestro grillo
filosófico. También en francés Grille, significa verja o cancela, aludiendo a lo
que resguarda del exterior. En español Grillo es dos cosas: el tallo verde de las
plantas al nacer y la cadena que liga a los presos de modo que no puedan
escapar. Cornelio Agrippa, haciéndose eco de tradiciones de su época afirma
que tanto la salamandra como el grillo pueden vivir y de hecho se deleitan
entre las llamas del fuego.

CXXXVIII
El filósofo Roger Bacon dice: “si imitas a la naturaleza en el régimen del fuego
imítala también para el recipiente”. Con el secreto de este cáliz a tu alcance,
nada se opondrá a que realices con ingenio sutilísimo un verdadero
microcosmos tan análogo a la tierra como el verdadero hombre, disponiendo
sus constituyentes, según peso, medida y proporción, a imitación de lo que
viste en su día en el antro donde, a resguardo del sol son cocidos los metales
desde el principio de los tiempos.

CXXXIX
Si eres buen entendedor ya habrás comprendido que no hay ninguna diferencia
entre la mina y el vientre de la mujer, pues en el vientre de la mujer, la
partícula imponderable, fruto de la unión de dos semillas, crece y se desarrolla
hasta hacerse un cuerpo perfecto, no alimentándose más que de agua rica en
sales y sangre materna, elementos más que suficientes para corporificar el
espíritu viviente espesándolo en la tierra pura y sutil.

CXL
Pere Albi Aula Hermética

De la misma manera que la semilla fecundada se especifica en el útero para


producir un macho o una hembra, asimismo sucede en la tierra nuestra: su
germen se especifica en oro o en plata según predomine en él el influjo solar o
lunar, aunque es sabido que si hay defecto en la configuración (generalmente
a causa de un azufre imperfecto), obtendremos cuerpos lisiados. Las
condiciones exigibles al vaso son: que sea hermético, esto es, elaborado con la
ciencia de Hermes; refractario y capaz de cocer sin que sea alterada su forma;
de una porosidad que retenga lo esencial y expulse lo superfluo, que esté bien
limpio y puro, que tenga la misma naturaleza del contenido y que sea, por
último, un eficiente heraldo de las fases de la cocción, que nos permita saber
sin ver, ya sea por la musa Euterpe o por Iris.

CXLI
Por lo que respecta a su figura diremos, con Platón, que la forma que le
conviene es la más universal posible, aquella que contiene en sí todas las
formas, y la más completamente semejante a sí misma, de tal manera que la
piedra, difundida en todas las direcciones, comience su vida inextinguible,
desde el centro a los extremos.

CXLII
Este es el grillo hermético que dispondremos en el Athanor, o figuración
magnífica del orbe y ordene espiritual del que nada puede escapar, óptimo
reflejo del macrocosmos, sí, pero además, lugar de la verdadera obra, pues por
encima de las aguas abismales planea la divina inteligencia, que insufla en
nuestro Adán, principio de vida y movimiento, con lo cual éste vendrá a ser
alma viviente. Considerad bien que este soplo es el rayo inefable de la sublime
Majestad que transmite por él, su propia imagen y semejanza.

CXLIII
Dispuesto sobre la práctica el entendimiento de lo anterior figuraremos el
Pelícano único del arte, el cual por la extrema dificultad de encontrarlo hecho
nos obliga a nosotros, operadores, a prepararlo nosotros mismos de acuerdo al
principio de su función.
El Athanor es, en todo momento, receptivo a los fuegos naturales que
confluyen en la cocción justa hasta que es encendido el fuego grande y secreto
de la tercera obra, y su misterio es tan grande que su sola aparición obliga a
los operadores a hincarse de rodillas para adorarlo.

CXLIV
Toma nuestro fermento rojo y dispónlo en el corazón del universo, justo en el
lugar donde la más pura oscuridad se abraza a la más perfecta luz. ¡Oh,
maravilla, si sabes cómo hacer para unir indestructiblemente aquello que la
naturaleza, a causa de su caída hubo de diferenciar! Unirás los principios
opuestos para hacer brotar el tercer principio de dos naturalezas, celeste y
terrestre en el cual, la naturaleza toda, restaurada a su Trono, se regocija.

CXLV
Nuestros dos enamorados, en su lecho de ámbar, toman posesión uno del otro
con un ósculo de amor unitivo, y con el intercambio de su aliento propician un
agua divina y permanente que es el verdadero Mercurio de los Filósofos. Agua
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de la cual habla Jesús cuando se dirige a Nicodemo hablándole en estos


términos: “En verdad te digo que el que no nazca de agua y de espíritu no
puede entrar en el reino de Dios” (Io. 3,5). Esta es el agua de renacimiento y
salvación, que brota de la piedra para aliviar la sed de Ishrael y su símbolo
manifiesto es el bautismo por el cual los pequeños son puestos en el camino de
la Imitación de Cristo.

CXLVI
Nosotros diremos, apoyando a Tales de Mileto, que en esta agua reside el
ARQUEO, el principio inengendrado e incorruptible causa de todo lo existente, y
aquello que es subsistente en medio de todos los cambios que se dan en el
teatro múltiple de lo inmaterial.
El arqueo es el espíritu universal fijado en nuestras aguas pangeneradoras:
agua y fuego se han unido, aire y tierra son uno. Ten paciencia y busca la
inequívoca señal de la vida en este Oroboros. Sin duda la señal es un palpitar
que de producirse ha de darte la certeza de poseer un reloj que marca las
horas del día y de la noche de Dios.
En efecto, busca las mareas, pues si has obrado con rectitud las habrás de ver
inequívocamente, seguir el ritmo mensual de la luna y aún podrás saber sus
fases mensuales, durante un tiempo, sin mirar para nada al cielo.

CXLVII
Al subir, agua vacía y fría que arrastra la impureza de la caída. Al bajar, al
entrar, agua caliente y rica que aporta bendición y perspectiva de larga vida.
Esa es la señal verdadera. Si nuestra piedra imanta la virtud proveniente de
sus padres, es seguro que este jacinto brotará.

CXLVIII
Fortifica pero tu lazo con Dios, estás blanqueando, rompe tus libros, pide en tu
íntima oración que Él te muestre la lámpara perpetua de naturaleza, y que no
te permita desfallecer en la demanda, sino que bien al contrario te guíe según
su misericordia hasta la comunidad de los Adeptos. Ruega por mantener
alejado de ti al maligno que pugnará por desviarte con pensamientos
impropios y desacertados. Di conmigo: ¡Bendito seas, Dios viviente, que has
ocultado estas cosas a los grandes y las has revelado a tus pequeños!

CXLIX
Las palomas de Diana llevan una estrella en el pico. Es el signo de que la
encarnación del Salvador se efectúa en Beth-lehem, la casa del pan, cuya
guematría de 490 es igual a Donador, de Alimento, Perfecto, palabras cuya
guematría es, igualmente 490.

CL
La estrella cae hasta el centro de la tierra, llevada del rayo; allí se concreta en
Betilo (piedra de rayo) o en Bethel (casa de Dios).

CLI
Rosario de los filósofos: “has preguntado sobre el color verde pensando que el
acero es un cuerpo leproso a causa de su color verde; pues te digo que todo lo
perfecto en el acero es este color verde; pues este verde es prontamente
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cambiado por el magisterio en nuestro oro. No podéis preparar la piedra sin


nuestro Duenech verde y líquido que se ve nacer en nuestras minas. ¡Oh,
verde bendito que engendras todas las cosas! Sabe que ningún vegetal, ningún
fruto aparece cuando germina sin la presencia del color verde, por lo cual,
éste, ha sido llamado germen.

CLII
Animo pues al esforzado filósofo que ha sabido llevar su talento hasta el verde,
pues en este León Verde está encerrado todo el secreto del Arte. Éste es el
nacimiento de Cloris, la ninfa primaveral que hace germinar todas las semillas
bajo la tierra. Recordemos pero, que su poder proviene de Céfiro, y el viento
del oeste, que trae las lluvias de primavera y cuyo lugar es aquél donde el sol
se amaga en las aguas.

CLIII
Este león verde es el Duenech del Rosario, el Nostoc de Paracelso, el Acero de
Hermes, la Caparrosa del hierro, el Vitriolo verdadero, el Cobre de Venus y
muchos otros nombres. Bernardo Trevisano, que denomina a este paso la
Piedra Vegetal, dice: “la Piedra Vegetal es la piedra del primer grado... El
comienzo de nuestra piedra es que el mercurio que crece en el árbol sea
compuesto y sublimado aligerándolo, pues es el germen volátil que se nutre,
pero que no puede crecer sin el árbol fijo que lo retiene... Así aparece que esta
piedra es vegetal, siendo como el suave espíritu, creciendo en el germen de la
viña, unido en la primera obra al cuerpo fijo blanqueado, como se dice en el
Sueño Verde, donde es dada la práctica de esta piedra vegetal a aquellos que
saben entender la verdad”.

CLIV
Toda semilla permanece en un estado frío, seco, oscuro y caótico. Pero
conserva en sí misma una latencia ígnea que representa su posibilidad de
crecimiento, y que es el germen propiamente dicho.
Obraremos según está escrito: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere,
quedará solo, pero si muere, llevará mucho fruto” (Io. 12,24). Del hecho de
caer en la tierra se sigue la descomposición de la semilla con la consiguiente
liberación de fuerzas: La yema (obsérvese el afortunado paralelismo huevo-
árbol) o germen, vitalizada por el calor del manto terrestre, busca la claridad
solar y el aire del mundo exterior, al tiempo que una moción de la sal sulfúrea
hacia el centro de la tierra propicia la nutrición, incrementándose por su medio
la humedad radical que será transferida al vástago en crecimiento; y la
característica de este húmedo es que no sólo no apaga el fuego sino que lo
incrementa de manera que sin este húmedo es inconcebible todo desarrollo.

CLV
Por esto en primavera, dos principios aparentemente opuestos, agua celeste y
fuego terrestre, se asocian para que no haya carencia en el proceso de
universal germinación. Efectivamente, según queda dicho en los mejores
tratados, nuestra obra partiendo del negro seminal y caótico que contiene
todas las potencias, avanza al blanco, o tallo tierno y fresco que no ha recibido
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insolación, pues aún permanece en tierra central por más que en prosperidad
hacia el horizonte superior.

CLVI
Siguiendo la doctrina de la mutua convertibilidad de los elementos diremos que
un remanente de fuego se hace fuego y es a partir de esta agua que se
corporifica a su vez en tierra que toma forma la esencia según su filiación
genérica y específica. Concerniente al aire, éste es vínculo de las restantes
partes y agente de los cambios en el conjunto, animado por tanto por un
espíritu único.

CLVII
Entendemos que el color verde responde a una inmadurez de la fruta, que en
este momento posee un sabor ácido y astringente, rico en acrimonia, lo cual da
a entender que hay una notoria proporción de fuego fijado en el húmedo pero
no la suficiente coagulación de éste, que se da más bien cuando el fuego
fuerte cede en beneficio del calor suave y digestivo propio del otoño.

CLVIII
En cualquiera de los casos, nuestro verde (Viridis) representa tanto a Plutón,
nuestro hombre rico (Dis viri) como la viña de Iris (vid Iris) donde aparecen
todos los colores conforme avanza el proceso de cocción. Todo ello es una
clara significación de que la unión del cielo y de la tierra en el vaso de natura
resulta fecunda. Dice Filaleteo: “Cuando hayas visto el color verde has de
saber que contiene una virtud generativa, entonces ten cuidado con ello, no
sea que un calor excesivo haga descender este verde a negro”. Es decir, que
nuestras flores no resulten quemadas pues ellas son toda la esperanza de la
obra, al recolectar de modo maravilloso el Rocío celeste que alimenta nuestro
oro de primer grado. También primavera es la época del Rocío (Ros), y éste es
el responsable del principio de rubificación de la piedra, que entonces será
llamada Rosa de la Aurora.

CLIX
Pero puede suceder, y de hecho sucede, que por un grado inadecuado de calor
externo, o bien por un exceso de calor interno, parejo a la aparición de las
flores, nuestro vaso sea quebrado irremediablemente haciendo eclosión
prematura nuestro huevo en su athanor. Algunos llaman a esto la Felix Culpa,
que permite comprender de un modo decisivo el modo adecuado de operar. A
mí, esto me ha sucedido, y por esto lo cuento, pero al no llegar a estallar
completamente el vaso vi posibilidades de seguir la obra sin más contratiempo
que el de verificar que no había pérdida de vapores. Por tanto no puedo
corroborar que esto de la Felix Culpa sea cierto, pero sí que en este momento
nuestro orbe experimenta una pasión y una violencia capaces de romperlo
todo, y esto es cosa de marte, que como es sabido es hijo de Juno gracias a
una flor mágica proporcionada por Flora, que en griego se dice Chloris (verde).

CLX
En otra ocasión, a causa de una germinación permanente y sin futuro, por una
carencia de húmedo, tuve que reincrudar totalmente en tierra, durante una
Pere Albi Aula Hermética

estación, a fin de aumentar el elemento en cuestión, y de este modo vitalicé


con fortuna para mí, una obra que parecía perdida.

CLXI
Es conveniente esperar la modificación gradual del verde en beneficio de un
color amarillento, como de un ocre que día a día se va aclarando. Si esto es así
ya puedes tener la certeza de que tu manzana madura convenientemente bajo
la acción de las brisas cálidas desprendidas por la tierra enamorada,
transformada en feliz madre paritura que amamanta a su niño al sol, al cual,
sabiéndole hijo de todas las fuerzas, llamaremos PAN (Todo), cantándole con
Orfeo: “La vastedad de la materia multiforme te acata, todo lo metamorfosea
tu atenta protección y de tu liberalidad bondadosa la entera humanidad
participa” (Himno XI).
Ahora es posible descubrir coloraciones variopintas no permanentes, quiero
decir que van cambiando de un día para otro, de un modo muy semejante a lo
que vemos cuando ponemos a calentar un trozo de hierro al fuego, esto es,
que entre el negro del metal frío y el rojiblanco de fusión existe una escala de
colores variados y movedizos que se suceden a sí mismos.

CLXII
También es conveniente incrementar gradualmente el régimen de fuego hasta
la posibilidad superior a fin de favorecer, ahora más que nunca, la máxima
imantación de fuego por parte del fuego, de tal manera que cuando este
régimen sea concluido y aminores su grado, descubras maravillado que el
fuego asumido por el receptáculo térreo prevalece por sobre el fuego de
aplicación, y éste es el principio del régimen del sol.

CLXIII
Pero para llegar a este régimen del sol, en el cual nuestras esperanzas hallan
perfecto cumplimiento, es preciso reiterar el proceso conocido, pues es sabido
y confirmado por diversos autores que toda la obra de Alquimia no consiste
más que en una reiteración, o repetición por la cual los pasivos se hacen
activos y los activos pasivos y esto por un solo medio que es la obra en sí. Pues
ha de saberse que aunque el medio (que sin duda es disolver y congelar) sea el
mismo en cada momento son los efectos que en cada momento se siguen; ved
por ejemplo que ahora nuestro niño avanza del verde al citrino, esto ha sido
logrado por la vía de incrementar el fuego que verdaderamente ahora, es
fuerte y fijador.

CLXIV
La obra entera, desde la recolección de la materia a la multiplicación de la
piedra dura nueve meses naturales (que si eres inteligente ya sabrás a qué
corresponden) los cuales conforman a su vez un año filosófico, representado
gráficamente en el Portal de Nuestra Dama de París con la figura de una
escalera de nueve peldaños. Nadie ignora la perfección concerniente a este
número, cuadrado perfecto e igual a sí mismo en todas las operaciones de su
multiplicación, por lo que ha venido a ser símbolo excelente de la generación
de nuestra piedra, cuya consecución es representada, a su vez, con una rosa
canina de cinco pétalos sobre la cruz de oro.
Pere Albi Aula Hermética

CLXV
Por lo que, quien empieza en Junio culmina, si Dios le ayuda, en Febrero. A
pesar de que algunos autores juzgan que nuestra obra puede ser principiada
en cualquier momento del año, yo discrepo de ellos y considero mucho mejor y
más prudente, adecuar todo el proceso natural al año natural común, pues es
muy importante, mucho más de lo que se cree y se ha escrito, que exista una
sincronicidad de os regímenes con las propias partes del año y aún diré más,
del año agrícola, pues todo nuestro arte es una verdadera agricultura celeste,
oficio encomendado por Dios a Adán para que éste pueda obrar por sí mismo
su regeneración.

CLXVI
Y a ti, ahora, que has sublimado y destilado, purificado, dado los medios de la
putrefacción y separado, que has unido, fijado y hecho respirar, que has hecho
germinar llevando tu obra al espumeante blanco y del blanco al verde que
contiene verdad, persistiendo hasta ver el pavo real, yo te digo en verdad, que
tengas paciencia, prepara el camino del Señor y endereza su senda porque el
Espíritu está presto; mantén vivo el fuego, de sol a sol, de luna a luna, un poco
más, sin temor a quemar, porque lo que en tu nido está cociendo ya no es
combustible, ¿cómo podría ser quemado el sol? Por contra, nuestro niño se
delecta en su baño de fuego, sabiendo que de él toma primera y última virtud.

CLXVII
Al tiempo de la noche comprenderás. Ven a ver con tus ojos, a tocar con tus
manos este milagro: la sal encendida como un astro radiante en tu Vaso y su
claridad deslumbra, embargando el ánimo de una emoción que pocos
conocieron. Esta es la Iluminación y el régimen del Sol, cuyo misterio es un
fuego, que es secreto, pero que hoy ha sido manifestado. Ésta es la lámpara
perpetua, cuya luz es amor unificante pues las naturalezas contrarias se han
hecho una en Él.
Yo alabo el misterio del fuego Sagrado, de la divina Aura, del Nimbo de los
Santos, del Perfecto Azufre de la Sal perfecta. Yo tributo alabanza a la
Natividad del Numen Vivo y Viviente, hacedor nuestro, dador de la vida
nuestra, Padre, Señor, Rey, amigo y hermano, Luz del Mundo, Cristo Sublime y
Encarnado, ¡Sol Invicto al cual las tinieblas no han conocido! Al herrero
victorioso yo digo: ¡No abandones el lugar pues la luz va a dar a Luz la divina
Piedra!

CLXVIII
Al calor de la luz obtiene última maduración el fruto. Éste es el último
cocimiento y es breve; tu fuego ha menguado, pero el suyo ha crecido, se
prepara a sí mismo y ya no depende de ti. Contempla, pero, esta santa Copa,
este Puro Cáliz y desde la comprensión de su significado Universal prepara un
cántico nuevo a tu Señor.

CLXIX
Por la purgación del Inmundo, éste se ha hecho Mundo, ¿qué conviene esperar
ahora si no es que el Mundo sea Mondado para que su Real Naturaleza emerja
a la Luz? Nuestra Piedra se ha desvestido del viejo hombre y ahora envuelta en
blanca veste aparece a nuestros ojos. PIEDRA BLANCA.
Pere Albi Aula Hermética

CLXX
¿No es acaso milagro sobre milagro si al primer misterio desvelado sigue un
segundo misterio aún mayor? Pues en efecto, a la primera mondación que
descubre la Piedra Blanca, sigue una segunda mondación, que como la
primera, es obrada por sí misma. Todo está consumado. ALELUYA.

CLXXI
PIEDRA BERMEJA
LA MULTIPLICACIÓN

Es evidente que para tener un árbol, primero hay que disponer de una semilla;
también es evidente que si esta semilla cae en buena tierra y recibe los
cuidados necesarios, germinará; que del germen se deducirá con el tiempo un
tallo, que se hará fuerte y robusto si se le da ocasión para ello.
En su momento, el tallo se hará árbol, echando abundantes hojas y flores, las
cuales cayendo brindarán pequeños frutos verdes. Estos madurarán y
habiendo madurado obtendremos nuevas semillas, de una obtendremos mil.
Siempre y cuando no nos suceda como a la lechera, a la cual se le quebró el
cántaro antes de vender la leche, con lo que todo quedó en una vanidad sin
provecho alguno. Pero si tú has obtenido simiente de la rojez multiplicarás su
poder incorporándola a una nueva crátera donde, en la mitad de tiempo que
para la primera obra, crecerá un nuevo árbol cuyos frutos serán más perfectos
y poderosos que los primeros. Y si aún tomas uno de estos frutos para plantarlo
de nuevo en tierra fértil en un cuarto del tiempo original obtendrás una
prosperidad impensable. Pero si persistes en sembrar una tercera vez, y aún
una cuarta vez tu riqueza será tal que ningún poderoso en el mundo, por más
que los ea, la podrá igualar ni remotamente.
Obtendrías por la proyección de esta Piedra un Oro tan sublime que de Él no se
puede hablar sin profanarlo, tan perfecto que no es de este mundo, y tan sutil
e intangible que tiene más de Luz que de metal.
Ciertamente restituye la salud al cuerpo enfermo y aleja su decrepitud, no sólo
proporciona Sabiduría y conocimiento, también gozo completo y alegría y es
tan central el misterio de este Oro que todo el Universo se ha girado para
contemplarlo.
En verdad esta dicho que:

“EL VERBO SE HIZO CARNE


Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS...” (Io. 1,14)

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