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1. Definición.

Para averiguar los distintos significados de la expresión "positivismo


jurídico" o bien, para establecer cuales son las doctrinas centrales del
positivismo jurídico, o sea, las que han recibido mayor adhesión de parte de
los autores calificados normalmente de positivistas, nada mejor,
posiblemente, que recurrir a la obra de autores como Hans Kelsen, Alf Ross,
Norberto Bobbio y Herbert Hart, quienes son considerados comúnmente, en
algún sentido, o en más de algún sentido, "positivistas". Examinaremos
también el pensamiento de Ronald Dworkin sobre el particular, aunque no.
desde luego, como otro autor a quien pueda considerarse propiamente
"positivista".
En consecuencia, Kelsen dice que "positivismo jurídico" es el nombre que
damos a la teoría jurídica que concibe únicamente como "derecho" al
derecho positivo, esto es, al derecho producido por actos de voluntad del
hombre.
Para este autor, dos son las consecuencias del positivismo jurídico:
a. la distinción entre el derecho y la moral, como dos ordenes
sociales diferentes, y la distinción consiguiente entre derecho y justicia
por entender que la justicia es el modo como la moral se proyecta en el
campo del derecho; y
b. la idea de que todo derecho estatuido por quienes se hallan
autorizados para producir normas jurídicas debe corresponder a la
exigencia política y jurídica de la previsibilidad de la decisión jurídica y
a la exigencia de la seguridad jurídica.

1. El positivismo lógico

Sus características son:


• Identificación del pensamiento con símbolos
• El contenido formal del derecho se presenta como una estructura
lógica-formal con validez el si.
• Desvinculación del medio socio-histórico en que se desarrolla la
norma, por que se estructura en un sistema lógico coherente.

Hans Kelsen es el máximo representante el Positivismo Lógico, llega a la


conclusión de que la ciencia jurídica al ocuparse de lo mandado
jurídicamente es una ciencia normativa, la cual para mantenerse dentro de
los límites científicos aspira a librar a la ciencia jurídica de elementos
extraños, de juicios que no sea normativos, construyendo así la Teoría Pura
del Derecho.
De acuerdo con Edgar Bodenhermer, la Teoría Pura del Derecho es un
intento de eliminar de la jurisprudencia todos los elementos no jurídicos;
deslindándose de las demás ciencias, siendo únicamente ciencia jurídica.
Pues en palabras del autor antes citado, menciona que Kelsen define al
derecho como el "conocimiento de normas"
Esta norma puede ser la norma fundamental (la Constitución) que son
coactivas y llevadas acabo su cumplimiento por el estado, donde estado es
igual a derecho.
1.
1. El positivismo y la filosofía.

Esta ciencia positiva es una disciplina de modestia; y esta es su virtud.


El saber positivo se atiene humildemente a las cosas; se queda ante
ellas, sin intervenir, sin saltar por encima para lanzarse a falaces juegos
de ideas; ya no pide causas, sino sólo leyes. Y gracias a esta austeridad
logra esas leyes; y las posee con precisión y con certeza.
Una y otra vez vuelve Comte, del modo más explícito, al problema de la
historia, y la reclama como dominio propio de la filosofía positiva. En
esta relación se da el carácter histórico de esta filosofía, que puede
explicar el pasado entero.
2. Circunstancia actual del Positivismo.
3. Problemática y perspectivas del positivismo jurídico.

De todas las diferentes versiones en que se ha presentado el paradigma


positivista a lo largo del siglo en que alcanzó preponderancia, la que logró
mayor perdurabilidad en el tiempo ha sido la que se denomina
habitualmente "positivismo analítico", o más sencillamente "concepción
analítica del derecho".
Si se intenta ahora precisar el calificativo de "analítico", es necesario decir
algunas palabras acerca de la concepción analítica del pensamiento
filosófico. De un modo muy general, puede sostenerse que la concepción
analítica de la filosofía se caracteriza:
i.
ii. por la primacía otorgada al estudio del lenguaje como "lugar"
filosófico;
iii. por el uso de métodos de carácter analítico-descompositivo en el
estudio de ese lenguaje; y
iv. por su concentración en las problemáticas lógicas, metaéticas y de la
acción humana, con la consiguiente preterición del resto de los temas
de la filosofía práctica, en especial de los ético-normativos.

También en general, puede decirse que dentro de esta filosofía de


orientación analítica es posible distinguir dos grandes corrientes: la primera,
que se identifica principalmente con el positivismo lógico, tiene una clara
impronta empirista y toma a las ciencias positivas, la lógica formal y las
matemáticas como modelo para sus análisis lingüísticos; y la segunda, que
considera al lenguaje ordinario y a los juicios del sentido común como el
punto de partida de la filosofía.
Si bien, se dice que el positivismo jurídico se encuentra en crisis, debido al
redescubrimiento de la eticidad del derecho, pero esto no implica de ningún
modo que la corriente predominante en la filosofía jurídica actual haya
retornado lisa y llanamente al iusnaturalismo clásico; es más, ni siquiera que
se considere a sí misma como propiamente iusnaturalista.
Por el contrario, se observa una importante tendencia, entre pensadores no-
positivistas o antipositivistas se afirman que es necesaria la búsqueda de una
nueva vía que, sin recaer en el temido iusnaturalismo, provea al derecho de
ciertos elementos que aparecen como racionamente indispensables: ante
todo, de una justificación racional de la obligación jurídica, mas allá del mero
factum del poder coactivo, sea éste estatal o social; y en segundo lugar, de
una instancia de apelación ética, desde la cual sea posible juzgar crítica o
valorativamente los contenidos del derecho positivo.
Se puede afirmar que la crisis terminal del positivismo jurídico, es motivada
principalmente por su incapacidad para dar respuestas aceptables a los más
exigentes problemas etico-jurídicos de la sociedad, a lo que se le suma la
radical insuficiencia metaética de las respuestas elaboradas para esos
mismos problemas por las diferentes versiones del constructivismo.
Estas insuficiencias pueden reducirse fundamentalmente a dos:
Por una parte, la pretensión de extraer los contenidos de la eticidad del mero
procedimiento formal del razonamiento práctico, y por la otra, la objetividad
deóntica que pretenden alcanzar los constructivistas a través de
procedimientos, acuerdos o consensos racionales, no pasa de ser una
objetividad incapaz de servir de fundamento válido a una normatividad
especialmente "fuerte" como la jurídica.
Dicho de otro modo, una objetividad que no alcanza su fundamento más allá
de la conciencia y de la voluntad humana, sea ésta subjetiva o intersubjetiva,
resulta radicalmente insuficiente para justificar racionalmente exigencias
que se plantean de modo absoluto o sin excepción.
Lo más que puede pretenderse, a partir de un fundamento de este tipo, es
arribar a un acuerdo, siempre provisorio y revocable, acerca de ciertos
parámetros de la convivencia, pero jamás a fundamentar rigurosamente
normas de derecho inexcepcionables, como lo son, por ejemplo, las de orden
público o las de carácter penal.
Ahora bien, es evidente que un conjunto de doctrinas jurídicas que no
pueden justificar adecuadamente ni los contenidos, ni la fuerza deóntica de
la normatividad jurídica, no están en condiciones de presentarse como
explicaciones completas y consistentes acerca del derecho y, menos aún, de
proponerse como alternativas válidas y superadoras tanto del iuspositivismo
como del iusnaturalismo.
Y si a esto le sumamos el ya mencionado agotamiento del positivismo, se
hace notorio que las doctrinas iusnaturalistas tienen una insustituíble tarea
por delante: fundamentalmente la de reproponer una instancia de
fundamentación y crítica de las estructuras jurídicas que exhiba la necesaria
solidez argumentativa y la suficiente fuerza racional.
Por otra parte, han aparecido en el horizonte intelectual de nuestro tiempo
toda una serie de nuevos problemas y realidades que sólo pueden adquirir
sentido normativo desde una perspectiva teorética de carácter objetivo; entre
ellas vamos a destacar tres.
La primera es la necesidad de justificación racional y determinación nocional
de los derechos humanos. En efecto, estos derechos poseen, según todos sus
defensores y hasta sus detractores, una característica permanente: son
"previos", tanto en sentido deóntico como cronológico a cualquier derecho
positivo; esto significa que no sólo no son conferidos originariamente por la
legislación positiva de las diversas naciones, sino que se poseen aún en el
caso de que esa legislación los desconozca o aún cuando los niegue
expresamente. De aquí se sigue que la noción misma de estos derechos
reclama la existencia de una instancia deóntica y valorativa transpositiva;
dicho de otro modo, la existencia y validez de ciertos derechos cuyo título
radica en la sola hominidad de sus sujetos, remite necesariamente a una
instancia de apelación y fundamentación de carácter transpositivo y
deónticamente fuerte, ya que de lo contrario no podríamos hablar
estrictamente de "derechos" y menos aún de derechos absolutos. Y es
evidente, según lo que venimos afirmando, que esta instancia sólo puede
encontrar su lugar propio en una perspectiva filosófica decididamente
iusnaturalista.
La segunda de las problemáticas que requieren ineludiblemente una
respuesta de parte del iusnaturalismo, es la que corresponde a la actual
exigencia de una ética ambiental, surgida de la presencia acuciante de la
crisis ecológica. La remisión al iusnaturalismo es aquí todavía más notoria,
toda vez que la existencia misma de una ética ecológica supone la aceptación
de dos afirmaciones centrales: i) la existencia de un orden en la naturaleza,
independiente de la razón y del querer humanos, y ii) que ese orden es, en
algún sentido al menos, éticamente normativo para el hombre. Ahora bien,
esas dos afirmaciones forman parte del núcleo central de las tesis
iusnaturalistas, cualquiera que sea la versión del iusnaturalismo que se tome
en consideración y, por lo tanto, es tarea propia del mismo iusnaturalismo
desarrollarlas y explicitarlas.
Finalmente, los desafíos de la biotecnología y de la biomedicina que han
dado origen a la contemporánea Bioética, implican también una inevitable
remisión a los datos de la naturaleza biológica humana a los efectos de
conformar una normatividad de carácter ético. Esto es absolutamente
innegable, toda vez que aún las más "constructivistas" versiones de la
Bioética necesitan tomar apoyo nocional y deóntico en las realidades
estudiadas por la biología humana; así por ejemplo, resulta indiscutible que
los datos aportados por la biología de la reproducción, han de ser tomados
en cuenta decisivamente en el momento de formular las normas éticas
referidas al aborto provocado. En otras palabras, también aquí resulta
necesario aceptar que existe un cierto orden objetivo en la naturaleza, y que
ese orden determina de algún modo la normatividad del obrar humano en el
ámbito de la biomedicina; es decir, dos afirmaciones innegablemente
iusnaturalistas.
De todo lo expuesto hasta ahora, se desprende con claridad que el
iusnaturalismo, cualquiera sea la forma concreta con que se presente, tiene
en los tiempos actuales al menos dos responsabilidades de primer orden: (i)
la de otorgar una fundamentación adecuada a la normatividad jurídica y (ii)
la de constituir una instancia de valoración y crítica del derecho positivo.
Pero además, esta responsabilidad se acrecienta en razón de la existencia de
toda una serie de nuevas problemáticas eticojurídicas que requieren, para su
solución integral y coherente, la adopción de un punto de partida
iusnaturalista. Dicho en otras palabras, ocurre que, sin un replanteo o
reformulación de la teoría del derecho natural, los más relevantes desafíos
que la contemporaneidad arroja a la inteligencia ética, no sólo no alcanzan
una respuesta satisfactoria, sino que ni siquiera resulta posible iniciar
seriamente el camino de su resolución.
Por lo tanto, y como se desprende de las razones expuestas, la solución a los
problemas que se plantean al iusnaturalismo en la actualidad no puede venir
sino de una tercera vía que, a la vez que se enmarque en la rica tradición de
la teoría realista del derecho natural, intente repensar sus doctrinas centrales
y dar una respuesta adecuada, plausible y operante a los nuevos problemas
que presenta la sociedad postindustrial y posmoderna.

• Introducción.

El derecho se compone de un conjunto de normas al que llamamos Ordenamiento


Jurídico (hay tantos ordenamientos como países). Este ordenamiento de divide por
materias: civil, jurídico, penal... etc.

La Constitución es la ley principal de nuestro Ordenamiento Jurídico y el Tribunal


fundamental es el Constitucional. La Constitución es la principal ley porque no hay
ninguna ley que pueda contradecirla.

Toda norma jurídica acarrea siempre una pena. Los tipos de penas de nuestro país son:
privación de libertad, pecuniarias y de rechazo social. Cuando un juez dictamina una
sentencia, ésta se puede ir recurriendo hasta llegar al Tribunal Constitucional a menos
que la sentencia sea una sentencia en firme. En este caso no se puede recurrir.

Diferentes autores están de acuerdo en determinadas características del concepto de


derecho como: conjunto de normas para regular una sociedad concreta en un momento
determinado.
Todas las leyes dentro del Ordenamiento Jurídico las aplica el Estado por medio de
diferentes formas: en el caso de Hacienda por medio de unos inspectores, en el caso de
la policía por medio de la fuerza física o por los tribunales.

• la problemática de la definición.

Kant, en su libro de “Crítica de la Razón Pura”, ironizaba a propósito de los puristas


diciendo que todavía estaban buscando una definición del concepto de Derecho.

Flaubert nos define el Derecho de una forma muy curiosa y dice que no sabe lo que es.

Hart dice que el Derecho es un problema sin solución.

En Derecho, en cuanto a fenómeno social e histórico, es evidente una obra humana que
en cierto sentido adquiere vida propia.

Las normas jurídicas no se agotan en sentido subjetivo sino que llegan a adquirir un
sentido objetivo.

El Derecho Romano nos dice que no existe sociedad sin derecho o viceversa. Existe, por
lo tanto, una necesidad del Derecho para el desenvolvimiento de la vida en sociedad.

Para L. Lacambra, el Derecho representaría un punto de vista sobre la justicia: “lo que es
justo es Derecho”.

DEFINICIÓN DE DERECHO:

Hay que señalar su carácter humano, social, normativo e institucionalizado.

CARACTERÍSTICAS GENERALES:

Es un conjunto de reglas que el hombre impone para la regulación de la vida social a


través de la represión de conductas consideradas lesivas o peligrosas y que resultan
garantizado:

- En 1º lugar: por la posibilidad del uso de la fuerza (fuerza del Estado).

- En 2º lugar: por la incentivación de ciertas actitudes consideradas convenientes (reducir


condenas / utilizar el castigo para concienciar).

- En 3º lugar: por la institución de poderes públicos con sus respectivas competencias (el
Estado hace efectivo el cumplimiento de esas normas a través de los impuestos, se
construyen y se cumplen a través de Ministerios, cárceles, etc.).

Las sociedades están constituidas por múltiples redes de poder que se superponen
unas a otras. Por lo tanto, los Estados constituyen uno de éstos tipos de redes de poder.

• las reglas no jurídicas.


Junto a la Ética y al Derecho, puede fácilmente constatarse la presencia en la sociedad de
un tercer sistema normativo que no es ni moral ni normativo aunque presenta analogías
con uno y con otro.

Son las normas que algunos, simplificándolas en exceso, llaman de urbanidad ó cortesía
y se refieren a comportamientos humanos relativos, por ejemplo, a la forma de saludar, de
vestir, etc. (son las normas que más evolucionan y las más difíciles de poner una pena
rechazo social).

Se trata de comportamientos reglados, comportamientos que vienen impuestos por un


tipo de normas que no son ni morales ni jurídicas y que se denominan reglas de trato
social.

Conviene diferenciar ésta expresión de aquella otra que a veces se utiliza como sinónima
que es la expresión “uso social” la cual elude a una realidad más amplia que la acotada
en el concepto de “regla de trato social”. Estos usos sociales pueden ser de carácter
normativo ó de carácter no normativo.

Existen usos sociales de sentido moral y usos de sentido jurídico aunque la inmensa
cantidad son meras reglas de trato social, de cortesía, etc.

Las normas legales y las reglas de trato social se diferencian por su diferente origen
aunque también por el mayor grado de normalización de las primeras.

T 2: ordenamiento jurídico

• concepto y elementos.

El Derecho es un sistema normativo que versa sobre un conjunto de normas.

En este sistema normativo, aparecen enunciados que no son normas (las


manifestaciones de deseos o intenciones).

La palabra SISTEMA señala que no se trata tan sólo de una agrupación de normas
meramente unidas, sino que se trata de una estructura unitaria de normas.

Los elementos de este sistema son interdependientes entre sí.

Adm.

LEYES PROCESALES Penales

Civiles

El Derecho es un sistema coactivo cumplir obligaciones y normas, sino castigo.

Lo que identifica a un sistema coactivo es el hecho de que algunas de sus normas regulan
el ejercicio del monopolio de la fuerza estatal, aunque no todas sus normas prescriben
sanciones. No todas las normas del sistema jurídico prescriben sanción (matrimonio).
El hecho de que las normas contenidas en un Ordenamiento Jurídico establezcan una
serie de autoridades u órganos centralizados para crear, modificar ó derogar cualquier
norma del sistema, es una de las características principales de cualquier Ordenamiento
Jurídico.

Existen 3 poderes del Estado:

- Legislativo: es un acto de creación de nuevas formas.

- Ejecutivo: es un acto de ejecución, de creación aunque con un margen más limitado.

- Judicial: es un acto de conocimiento y aplicación de normas preexistentes.

La mejor manera de demostrar el carácter dinámico de los sistemas jurídicos, consiste en


diferenciar:

- las normas de conducta ó de comportamiento.

- de las normas de competencia ó de organización.

Los actos de derogación y de promulgación de normas, son los principios responsables


de éste carácter dinámico de los Ordenamientos Jurídicos.

Rara vez, por no decir nunca, un sistema jurídico es estático, sino que se trata de un
sistema cambiante en el tiempo (las normas deben adaptarse a una sociedad y no a la
inversa).

• unidad, plenitud y coherencia.

Los 3 puntos fundamentales de todo ordenamiento jurídico


son:

 Si el ordenamiento jurídico está dotado de la característica


de la unidad, es decir, si las normas jurídicas respetan el
principio de jerarquía. (hay normas más importantes que
otras).

 Si el ordenamiento jurídico es completo, es decir, si es


pleno y en él no se dan supuestos de lagunas jurídicas (que
no haya normas).
 Si el el ordenamiento jurídico es coherente, es decir, si no
existen normas antinómicas (que sean incompatibles; si se
da, prevalece la de mayor jerarquía).

La unidad del ordenamiento jurídico quiere decir que todas


las normas jurídicas están relacionadas entre sí en una
estructura jerárquica.

Las normas jurídicas inferiores deben su validez a las


superiores y todas ellas, en general, a la norma fundamental
( La Constitución Española ).

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del 2010.

Ordenamiento jurídico
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El ordenamiento jurídico es el conjunto de normas jurídicas que rigen en un lugar


determinado en una época concreta. En el caso de los estados democráticos, el
ordenamiento jurídico está formado por la Constitución del Estado, que se erige como la
norma suprema, por las leyes como normas emanadas del poder legislativo (en sus diversos
tipos y clases), las manifestaciones de la potestad reglamentaria del poder ejecutivo, tales
como los reglamentos, y otras regulaciones (que no en importancia), tales como los
tratados, convenciones, contratos y disposiciones particulares.

No se debe confundir el ordenamiento jurídico con el orden jurídico, que se traduce en el


conjunto de normas que rigen una determinada área del ordenamiento jurídico. La relación
entre estos dos conceptos es de género a especie.

Contenido
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• 1 Sobre el ordenamiento jurídico
o 1.1 Origen
o 1.2 Características
• 2 El ordenamiento fiscal como sistema
o 2.1 Principios
• 3 Ordenamiento simple y complejo
• 4 Plenitud y coherencia
o 4.1 Lagunas
 4.1.1 Sistemas de solución
 4.1.1.1 Sistema de Autointegración
 4.1.1.2 Sistema de Heterointegración
o 4.2 Antinomias
 4.2.1 Criterio utilizado para resolver las antinomias
• 5 Véase también

• 6 Bibliografía

Sobre el ordenamiento jurídico [editar]


Hace referencia a ese derecho objetivo, es decir, al conjunto de normas por las que se rige
una sociedad. Se puede definir como un conjunto sistemático de reglas, principios o
directrices a través de las cuales se regula la organización de la sociedad.

El ordenamiento fiscal o público se caracteriza por lo siguiente:

1. Posee una estructura elástica, es decir, que sus componentes están


articulados y seleccionados bien de forma coordinada o subordinados los
unos a los otros, principalmente mediante el principio de jerarquía
normativa (de la cual la Constitución es la cúspide), el principio de
especialidad (la ley especial se aplica con preferencia de la general) y el
principio de temporalidad (la ley más reciente deroga a la ley anterior, si
entre ellas hay antinomia.
2. Estructura dinámica: El ordenamiento fiscal establece métodos de
renovación, mediante las potestades legislativas de que goza el Estado
en consideración a la adaptación de las normas a las específicas
necesidades de cada población y época.
3. Posee métodos para detectar errores y contradicciones, con base en la
elaboración de principios de preferencia entre sus distintas normas y los
procesos de integración del Derecho para llenar las lagunas legales.
4. Es cerrado, ya que no depende de otros sistemas, legales o
supralegales, para encontrar validez.

Origen [editar]

Existen al menos dos concepciones del origen del ordenamiento jurídico:


• La corriente normativa nos dice que el ordenamiento es un conjunto
de normas que se entienden y que se rigen de acuerdo con una serie de
juicios de valor, creencias y convicciones. Su base es el iusnaturalismo.
• La corriente institucional establece que el ordenamiento jurídico está
formado por la sociedad, por los mecanismos que producen aplican y
garantizan las normas, por todas las instituciones y los criterios de
aplicación. Su base es el iuspositivismo.

Características [editar]

Según el profesor Díez Picazo, el ordenamiento fiscal es una realidad orgánica, es decir, no
es un nuevo conjunto de normas sino que también son las formas de elaboración,
desarrollo, aplicación y enjuiciamiento.

El ordenamiento fiscal se caracteriza por la estatalidad de las normas ya que éstas son
dictadas por los órganos a los que la constitución atribuye potestad normativa.

Otra característica es la unidad formal del ordenamiento jurídico, es decir, cada tipo de
norma en función de su fuente de producción va a ser igual a las que siguen su misma
forma aunque el contenido sea distinto.

Otra característica del ordenamiento fiscal es que es el resultado de la armonización de dos


o tres órdenes normativos: En el caso del Estado Español: ordenamiento estatal,
ordenamiento autonómico y ordenamiento comunitario. En el caso de estados federales
como Estados Unidos, Brasil, Argentina, México o Canadá: ordenamiento jurídico federal y
ordenamientos jurídicos de las entidades federativas.

El ordenamiento fiscal como sistema [editar]


Cuando un ordenamiento jurídico es un conjunto de normas que interactúan entre sí y están
interconectadas basándose en principios de aplicación general, se habla de sistema jurídico.
Según el jurista inglés de la universidad de Oxford, Herbert H. Hart, el derecho está
formado por dos tipos de reglas jurídicas: las reglas jurídicas primarias que imponen
obligaciones de conducta (por ejemplo, la regla por la cual es obligatorio pagar impuestos),
mientras que las reglas jurídicas secundarias confieren potestades para que algunas
personas introduzcan reglas primarias (por ejemplo, la regla que faculta a la Cámara de
Diputados a fijar los impuestos). Un sistema jurídico es, de acuerdo con Hart, un conjunto
de reglas jurídicas primarias y secundarias que goza de cierta eficacia.

Principios [editar]

La mayoría de los ordenamientos fiscales contemporáneos se basan en principios:

1. Principio de jerarquía normativa.


2. Principio de temporalidad o de sucesión de normas, la ley posterior
deroga a la anterior.
3. Principio de especialidad, la que prevalece de la general.
4. Principio de competencia.
5. Principio de aplicación analógica.
6. Principio de supremacía de la Constitución.
7. Principio de sujeción al sistema de fuentes.
8. Principio de publicidad normativa.
9. Principio de estabilidad de las normas.
10.Principio de generalidad y permanencia de las normas.
11.Principio de imperatividad.

Ordenamiento simple y complejo [editar]


• Ordenamiento Simple: aquel que es propio de cada institución
particular, que es coherente e incompleto, ya que necesita estar en
conexión con un ordenamiento general.

• Ordenamiento Complejo: aquel de ámbito general compuesto de un


ordenamiento base, y por el ordenamiento de las instituciones, éste es
completo. Este ordenamiento general, está formado por un conjunto de
sistemas y por un conjunto de ordenamientos relacionados con base en
4 principios:
o Principio de Separación: esos ordenamientos particulares tienen
autonomía propia, están relacionados entre sí por un vértice
común.
o Principio de Cooperación: Los distintos ordenamientos deben de
mantener relaciones con el ordenamiento general.
o Principio de Supremacía: el sistema general, tiene una posición de
superioridad material.
o Principio de Complementariedad: está en relación con el de
cooperación.

Plenitud y coherencia [editar]


La plenitud del ordenamiento fiscal consiste en que, según algunos autores, éste tiene
supuestamente la propiedad de contener normas para regular todo caso concreto. Hans
Kelsen creía que todo sistema jurídico era completo como resultado del principio según el
cual "lo que no está prohibido está permitido". Otros autores, como Carlos Alchourrón y
Eugenio Bulygin, consideran que sí existen lagunas en el derecho.

La coherencia supone que en el ordenamiento jurídico no existen normas incompatibles


entre sí. Los ordenamientos jurídico realmente existentes no son totalmente coherente. De
ahí que nos encontremos con el problema de las antinomias.

Lagunas [editar]
La laguna es una falta, una insuficiencia de regulación jurídica dentro del ordenamiento. La
doctrina establece, entre otros, dos tipos de lagunas

• Lagunas de Ley: Significa que no existe una ley que pueda resolver el
supuesto planteado.
• Lagunas de Derecho: No existe ni ley ni costumbre ni principio que
pueda resolver ese caso. No están admitidas por el general de los
ordenamientos jurìdicos, en virtud del principio de inexcusabilidad de los
tribunales, por el cual los tribunales de justicia deben conocer, juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado, aún no habiendo ley que resuelva la contienda
sometida a su competencia, pudiendo para ello apoyarse en los
principios generales del Derecho y la equidad natural.

Sistemas de solución [editar]

Para solucionar el tema de las lagunas se puede recurrir a dos sistemas

Sistema de Autointegración [editar]

Consiste en solucionar al falta de regulación a través del propio ordenamiento jurídico y


dentro del ámbito de la propia fuente dominante que va a ser la ley. Dentro de este método
debemos señalar dos procedimientos:

La aplicación de la analogía supone que las normas jurídicas no contemplen un supuesto


específico, pero regulen otro semejante, apreciándose entre ambos identidad de razón.
Gramaticalmente, analogía supone la relación de semejanza entre distintas cosas.
Jurídicamente consiste en aplicar a un supuesto carente de regulación la solución que el
ordenamiento da a un supuesto similar.

• Analogía de Ley: la aplicación de una ley o parte de una ley. A supuestos


no previstos en ella pero semejantes a los que regula.

• Analogía de Derecho: la aplicación de principios generales al caso no


previsto.

Sistema de Heterointegración [editar]

Consiste en solucionar la falta de regulación acudiendo a otras fuentes distintas a la


dominante, o acudiendo a otros ordenamientos. En este procedimiento destaca la utilización
de la equidad (la equidad viene a significar justicia, rectitud) y la equidad es la adaptación
de al norma a la complejidad de la vida social. Cuando se dice que la equidad habrá de
ponderarse en la aplicación de las normas si bien las resoluciones de los tribunales solo
podrán descansar de manera exclusiva en ella, cuando la ley expresamente lo permita.

Antinomias [editar]
Un ordenamiento no es coherente cuando existe el denominado problema de las antinomias

. Existe antinomia cuando


o conflictos de normas

dos o más normas, que pertenecen al


mismo ordenamiento imputan al
mismo caso soluciones incompatibles
entre sí, y que dan lugar a que la
aplicación simultánea de las normas
produzca resultados incompatibles e
imposibles. De ahí que se tenga que elegir entre unas y otras. Existe
conflicto entre una obligación y una prohibición en relación a una misma materia hay una
incompatibilidad. También existe contradicción entre una obligación y permiso negativo y
entre prohibición y permiso positivo, siempre que regulen la misma materia. Según el
profesor Ros, puede existir antinomia total que es cuando existe una incompatibilidad
absoluta, ya que coinciden totalmente los campos de aplicación.

• Una incompatibilidad parcial-parcial: cada norma tiene un campo


adicional de aplicación.
• Una incompatibilidad total-parcial: se da cuando el ámbito de aplicación
de una norma esta incluido en el de otra, pero ésta última tiene casos
adicionales.

Criterio utilizado para resolver las antinomias [editar]

• Principio de Jerarquía Normativa: establece que la norma superior


prevalece sobre la inferior. Así, la Consitución prevalece sobre toda otra
norma jurídica y estas se deben ajustar a ella, no pudiendo ser
contradictorias entre sí.

• Principio de Cronología o Temporalidad: supone que toda norma


posterior de igual rango deroga a la anterior.

• Principio de Especialidad: supone que la norma especial prevalece sobre


la general

Puede ocurrir que para solucionar las antinomias nos encontramos con conflictos de
criterio. Para Norberto Bobbio establece que cuando se dé el conflicto entre el criterio
jerárquico y el cronológico siempre se resolverá a favor del jerárquico (será aplicable la
norma superior). Si el conflicto se da entre el criterio cronológico y especial o especial y
jerárquico. La solución dependerá del juicio sobre al especial (será el juez quien decida). A
parte de estos principios existen otros que debemos tener en cuenta que son:

El derecho positivo es el conjunto de normas


jurídicas escritas en un ámbito territorial en el
que de manera puntual genera la polémica de
ser el más normativo, y que abarca toda la
creación jurídica del legislador, nunca del
pasado y sólo la vigente, no sólo recogida en
forma de lo que viene siendo la ley.
El concepto de derecho positivo está basado
en el positivismo, corriente de pensamiento
jurídico que considera al derecho como una
creación del ser humano. El hombre crea el
derecho, las leyes (siendo estas la voluntad
del soberano) crean Derecho. Al contrario del
Derecho natural, según el cual el derecho
estaba en el mundo previamente, y el ser
humano se limitaba meramente a descubrirlo
y aplicarlo en todo el sentido de la palabra.
En este sentido, el derecho positivo descansa
en la teoría del normativismo (elaboración
del téorico del derecho Hans Kelsen -siglo
XX-), y que estructura al derecho según una
jerarquía de normas (jerarquía normativa).
Desde el punto de vista de otras escuelas de pensamiento jurídico, que no excluyen la
existencia del derecho natural o derecho divino, el derecho positivo sería aquel que emana
de las personas, de la sociedad, y que debe obedecer a los anteriores para ser justo y
legítimo.

Así, se entiende el derecho positivo como un derecho puesto o dado desde el Estado. El
positivismo jurídico se divide en formalista y sociológico. El primero estudia las formas
jurídicas y surge en el siglo XIX con dos escuelas como precursoras de esta corriente: en
Francia la Escuela Exégesis, y en Alemania la Escuela Dogmática alemana. En cuanto al
positivismo jurídico de carácter sociológico, estudia el impacto del derecho positivo en la
sociedad. Sus escuelas precursoras son en Francia la Escuela Social francesa, y en
Alemania el Movimiento del Derecho Libre alemán, ambas del siglo XIX-XX.

La concepción del positivismo jurídico abarca un solo


derecho, lo que también se conoce como monismo jurídico:
el derecho positivo. En cambio, para el iusnaturalismo o
derecho natural, existen dos derechos (dualismo jurídico): el
derecho positivo y el derecho natural. Este último se define
como el conjunto de principios o valores superiores a los
cuales podemos acceder a través de la capacidad humana y
que prevalecen sobre el derecho positivo y son siempre
válidos. El origen de esta doctrina es tan antiguo como el
Derecho, y puede rastrearse intelectualmente desde el paso
del mito al logos en la Grecia Antigua.
La Filosofía del Derecho se ocupa de las reglas o las
normas y por otro lado, la Filosofía Política de los poderes.
Como pocos, hemos tenido el privilegio de dictar en la Universidad del Azuay las cátedras de
Ciencia Política y Filosofía del Derecho.

Creemos no pecar de presunción al afirmar que cultivar los estudios jurídicos y políticos nos
permitió contemplar los mil complicados problemas de la humana convivencia desde dos
puntos de vista complementarios. Hemos observado a menudo que, al menos en nuestro país,
los juristas constitucionalistas y los politólogos (en verdad estasiólogos), que se ocupan del
mismo tema, el Estado, a menudo se ignoran. Lo mismo ocurre en la relación entre juristas
internacionalistas y expertos en relaciones internacionales al analizar el sistema de los
Estados. Los dos puntos de vista son, por un lado el de las reglas o las normas, como los
juristas prefieren llamarlas, cuya observancia es necesaria para que la sociedad esté bien
ordenada y, por otro, el de los poderes igualmente necesarios para imponer las reglas, leyes o
normas y para que, una vez impuestas, se cumplan. La Filosofía del Derecho se ocupa de las
primeras, la filosofía política de las segundas.

Derecho y poder son dos caras de la misma moneda. Una sociedad bien ordenada necesita
de uno y otro. Allá donde el Derecho es impotente, la sociedad corre el riesgo de caer en la
anarquía; allá donde el poder no está controlado, corre el riesgo opuesto del despotismo. El
modelo real del encuentro entre derecho y poder es el Estado democrático, esto es el Estado
en el cual a través de las leyes fundamentales no existe poder, del más alto al más bajo, que
no esté sujeto a normas, no esté regulado por el derecho y en el cual, al mimo tiempo, la
legitimidad del entero sistema de normas se deriva en última instancia del consenso activo de
los ciudadanos. Sobre todo en el Estado democrático, la filosofía jurídica y la filosofía política
deben establecer entre sí fecundas relaciones de colaboración, dando origen a esa actuación
política que debe desenvolverse en todos los niveles dentro de los límites de las normas
establecidas, normas que pueden ser continuamente sometidas a revisión a través de la
actuación política, promovida por los más diversos centros de formación de la opinión pública,
sean grupos de presión, asociaciones, o movimientos libres de reforma y resistencia.

La norma necesita el poder para ser efectiva, y el poder de hecho necesita la obediencia
continuada al mando y a las reglas que de él se derivan para ser legítimo. El poder sólo es
legítimo cuando también es efectivo, como afirmaba Weber; pero también como lo expresa
Kelsen sólo el poder legítimo es efectivo. Poder y legitimidad corren uno tras otro.

Filosofía del Derecho y Ciencia Política


Por: José Serrano G. Correo:

Como pocos, hemos tenido el privilegio de dictar en la Universidad del Azuay las
cátedras de Ciencia Política y Filosofía del Derecho.

Creemos no pecar de presunción al afirmar que cultivar los estudios jurídicos y políticos
nos permitió contemplar los mil complicados problemas de la humana convivencia desde
dos puntos de vista complementarios. Hemos observado a menudo que, al menos en nuestro
país, los juristas constitucionalistas y los politólogos (en verdad estasiólogos), que se
ocupan del mismo tema, el Estado, a menudo se ignoran. Lo mismo ocurre en la relación
entre juristas internacionalistas y expertos en relaciones internacionales al analizar el
sistema de los Estados. Los dos puntos de vista son, por un lado el de las reglas o las
normas, como los juristas prefieren llamarlas, cuya observancia es necesaria para que la
sociedad esté bien ordenada y, por otro, el de los poderes igualmente necesarios para
imponer las reglas, leyes o normas y para que, una vez impuestas, se cumplan. La Filosofía
del Derecho se ocupa de las primeras, la filosofía política de las segundas.

Derecho y poder son dos caras de la misma moneda. Una sociedad bien ordenada necesita
de uno y otro. Allá donde el Derecho es impotente, la sociedad corre el riesgo de caer en la
anarquía; allá donde el poder no está controlado, corre el riesgo opuesto del despotismo. El
modelo real del encuentro entre derecho y poder es el Estado democrático, esto es el Estado
en el cual a través de las leyes fundamentales no existe poder, del más alto al más bajo, que
no esté sujeto a normas, no esté regulado por el derecho y en el cual, al mimo tiempo, la
legitimidad del entero sistema de normas se deriva en última instancia del consenso activo
de los ciudadanos. Sobre todo en el Estado democrático, la filosofía jurídica y la filosofía
política deben establecer entre sí fecundas relaciones de colaboración, dando origen a esa
actuación política que debe desenvolverse en todos los niveles dentro de los límites de las
normas establecidas, normas que pueden ser continuamente sometidas a revisión a través de
la actuación política, promovida por los más diversos centros de formación de la opinión
pública, sean grupos de presión, asociaciones, o movimientos libres de reforma y
resistencia.

La norma necesita el poder para ser efectiva, y el poder de hecho necesita la obediencia
continuada al mando y a las reglas que de él se derivan para ser legítimo. El poder sólo es
legítimo cuando también es efectivo, como afirmaba Weber; pero también como lo expresa
Kelsen sólo el poder legítimo es efectivo. Poder y legitimidad corren uno tras otro.

Fecha de Publicación: 2009-05-y eficacia de una norma jurídica particular

Si la validez de un orden jurídico, considerado por así decirlo,


como un sistema cerrado de normas, depende de su eficacia,
o sea de una correspondencia general entre este orden y los
hechos a los cuales se aplica, esto no significa que la validez
de una norma tomada aisladamente depende de la misma
manera de su eficacia. La validez de un orden jurídico
subsiste aún si algunas de sus normas están desprovistas de
eficacia, y estas permanecen válidas si han sido creadas de
la manera prescrita por este orden. La validez de una norma
aislada se determina en relación con la primera Constitución,
de la cual depende la validez de todas las normas que
pertenecen al mismo orden jurídico. Si esta primera
Constitución es válida, todas las normas creadas conforme a
sus disposiciones lo son también. El principio de efectividad,
tal como es conocido por el derecho internacional, sólo se
aplica de modo inmediato a la primera Constitución de un
orden jurídico nacional, es decir, a un orden considerado en
su conjunto y no a cada una de sus normas tomadas
aisladamente. Esta ausencia posible de concordancia entre la
validez y la eficacia de una norma jurídica particular muestra
una vez más la necesidad de distinguir netamente entre estas
dos nociones.
El principio de efectividad no es solamente una regla del
derecho internacional positivo; puede también formar parte
de las normas positivas de un orden jurídico nacional en la
medida en que éste haga depender la validez de ciertas
normas de su eficacia. Tal sucede, especialmente, cuando la
Constitución escrita establece o admite la costumbre como
fuente del derecho junto a la legislación. La costumbre puede
entonces derogar una ley que ha caído en desuso por el
hecho de que durante cierto tiempo no ha sido aplicada por
los órganos competentes. Pero aún si la Constitución escrita
no reconoce la costumbre como fuente de derecho, puede
suceder que los tribunales se rehusen a aplicar una ley que
ha caído en desuso, A menos de considerar tal falta de
aplicación como ilícita, es necesario admitir que una norma
constitucional de origen consuetudinario permite la
derogación de una ley por una costumbre opuesta.
En todos estos casos se trata de la derogación de una norma
precedentemente válida. También una ley recientemente
dictada es válida aun antes de poder ser eficaz; en tanto que
la ley no haya caído en desuso, su no aplicación constituye
un hecho ilícito, en la medida en que su aplicación configura
el contenido de un deber jurídico y no el de una simple
autorización. Hay, pues, siempre un período durante el cual
una ley desprovista de eficacia conserva su validez por el
hecho de que no ha sido todavía derogada por una
costumbre opuesta. Aun en el caso de desuso, la validez y la
eficacia no deben ser confundidas
01 En tanto el Derecho se dicta para ser aplicado a la sociedad, admítase o no su función
social, se han realizado múltiples análisis sobre este fenómeno, tanto desde posiciones
iusnaturalistas, normativistas o sociológico funcionales; y desde todas ellas interesa
sobremanera la situación de las normas tanto en lo relativo a su proceso de elaboración,
como en su proceso de aplicación a los hechos sociales, o en su declaración de utilidad
práctica y jurídica. Términos como la validez, la vigencia o la eficacia del Derecho y hasta
en particular de las normas, o su legitimidad, son los más comunes para el tratamiento de
los fines antes expuestos. Términos empleados para referirse a requerimientos formales y
políticos del proceso de elaboración de la norma, de los que se ha hecho depender, en
ocasiones, la posibilidad real de aplicación de las normas, su realización social, e incluso su
aceptación en la sociedad; y entre los cuales ciertamente existen relaciones respecto al
fenómeno general que es el Derecho, aún cuando no pueden entenderse como resultado del
vínculo causa – efecto, ya que median entre ellos un conjunto de factores de carácter socio-
sicológico, político-ideológico y axiológico, que pueden presentarse de conjunto o
alternativamente e influyen no sólo en el proceso de creación o durante la aplicación de la
norma, sino también en el reconocimiento social que a ellas se brinde.

En la doctrina, a veces, su uso es indistinto, o se le asignan diferentes contenidos, o


prevalece el análisis de unos u otros dependiendo de la posición doctrinal que asuma el
autor, realizando análisis puramente jurídicos, sin tener en cuenta la realización misma de
la norma, o en otras ocasiones se efectúan valoraciones sociológicas excluyendo alguna
parte del análisis integral que ha de hacerse, entre poder- norma y sociedad.

En consecuencia con lo antes expuesto, y más de lo que comúnmente sucede, haré un


enfoque conjunto del fenómeno jurídico, desde los elementos formales necesarios para
declarar existente en el orden material y formal una norma, las posibilidades de su
exigibilidad, lo principios a los que debe sujetarse para determinar vigencia, así como la
real correlación entre hecho social y norma reguladora, teniendo en cuenta su realización no
sólo voluntaria, sino también con la intervención del Estado, e incluso la aceptación social
o influencia que la disposición o la norma ejerce sobre la sociedad; o lo que es lo mismo, su
valor social, en correspondencia con el ideal de Justicia que a través de ella se haya querido
o podido expresar.

Desde el momento en que el órgano del Estado, facultado constitucional o legalmente para
crear normas de Derecho, llega a la conclusión de la necesidad (política, económica o
social) de elaborar una disposición normativa, el problema ya no es sólo político, sino
también, de carácter técnico jurídico: ¿está facultado el órgano para regular las relaciones
sociales que desea, mediante qué tipo de norma y conforme a qué procedimientos legales
puede imponer su voluntad? En consecuencia, cuando actúa conforme a las reglas previstas,
la norma que ha nacido es válida; existe conforme a las reglas de elaboración previamente
establecidas(1), y puede ser, por tanto, exigible en la sociedad respecto al círculo de
personas que ella misma prevé.

Se designa, entonces, como válida una norma cuando cumple con los requisitos formales y
materiales necesarios para su producción. La validez de la norma no depende sólo del acto
de su promulgación y publicación, a partir del cual se declara la existencia de la norma,
aunque si es uno de sus efectos, en tanto la norma debe existir jurídicamente para poder ser
exigible.

En síntesis, requisito previo de la validez normativa es la publicidad en el sentido antes


expuesto, dar a conocer el nacimiento de la disposición, el inicio de su vida jurídico formal,
y la posibilidad de su exigencia y obligatoriedad para el círculo de destinatarios de la
normativa. Aún más, toda disposición normativa se dicta, por regla general, para que tenga
vida indeterminada, y por tanto vigencia a partir de la fecha de su publicación si ella no
establece lo contrario.

En tal sentido, otro término en estrecha relación con el de validez, es el de vigencia de la


norma, a veces usados indistintamente(2), pero que en sentido estricto ha de designar la
existencia(3) de vida jurídica de la norma a partir de una existencia de hechos sociales o
instituciones que la hacen necesaria conforme a los principios de jerarquía, temporalidad y
especialidad antes explicados. La relación entre ambos estriba en el hecho de que las
normas son dictadas para tener una acción social, nacen conforme a un proceder previsto, y
en tanto se cumplan los requerimientos ya pueden ser exigidas, están vigentes; rigen dentro
del territorio sujeto a la jurisdicción estatal las que se destinan a definir el orden público, y
siguiendo a la persona, como su sombra, las relativas a su reconocimiento jurídico y a su
capacidad para actuar.

Pero en el análisis multifacético e integrador del Derecho no basta con que la norma exista
formalmente y pueda ser exigida, sino que con el objetivo de que cumpla las funciones para
las cuales fue creado el Derecho, para que encauce, limite, garantice y eduque es necesario
que las normas puedan ser real o materialmente aplicadas, que existan las situaciones para
las cuales fueron creadas; que sus mandatos aún cuando no se cumplan voluntariamente, si
sean exigidos por los aparatos especiales con que cuenta el Estado, que se sancionen los
incumplimientos de las prohibiciones, o se ofrezcan las garantías para la realización de las
prescripciones y de los derechos reconocidos, en síntesis que sean eficaces(4). En otras
palabras que la norma de Derecho tenga una realización social. Eficacia en cuanto a la
utilidad real de la norma en la sociedad, a la efectividad de la normativa, a la real
correlación entre lo jurídicamente dicho y el hecho social, y que conlleva a la realización
del Derecho; una eficacia de tipo funcional.

Como consecuencia además de la función reguladora del Derecho, de su capacidad


normativa y obligatoriedad general, la validez de las normas entendida desde el ángulo de
su eficacia se expresa en la existencia de instituciones y mecanismos aseguradores del
cumplimiento y de la propia realización de la normativa. Tal situación se asegura desde el
propio momento en que se tiene la convicción de la necesidad de la regulación. En tal
sentido, es un imperativo el análisis, previo a su elaboración, respecto a los hechos que se
producen en la sociedad, sus causas y sus efectos; las regulaciones posibles, sus
consecuencias, así como la determinación de cuál es la forma precisa que ha de exigirse o
propiciarse, o de la Institución jurídica que desea regularse.

Asimismo, la eficacia se asegura con el cumplimiento de ciertos requisitos formales en el


proceso de creación, así como con la observancia de principios técnicos jurídicos que rigen
en un Ordenamiento jurídico determinado(5). No basta sólo con que las normas se expresen
con claras ideas, sino que han de crearse los medios e instituciones, tanto en el orden del
condicionamiento social-material, proveniente del régimen socioeconómico y político
imperante, de los órganos que hacen falta para su aplicación, como las normativas legales
secundarias que sean necesarias para instrumentar la disposición normativa y que propicien,
a su vez, la realización de los derechos y deberes que de tales situaciones resulten(6).

En ocasiones, disposiciones posteriores emanadas del propio órgano, o de órgano


jerárquicamente superior, regulan de otra manera el conjunto de conductas o de relaciones
instituidas por la norma anterior; hay en este caso una pérdida parcial de vigencia de la
disposición inicial, lo cual es válido si tenemos en cuenta que han podido cambiar las
circunstancias que le dieron origen, que necesitan ser suprimidas, o que desean imponerse
otras. También puede suceder que de variar tanto las circunstancias que le dieron origen a
la disposición, la regulación sea obsoleta, pierda su eficacia, aún cuando formalmente no
haya sido derogada; volviéndose inaplicable, y sólo haciendo una amplia interpretación
extensiva(7) por parte de los aplicadores de la norma, operadores jurídicos o jueces, podrá
ésta conservar su validez, aún cuando también puede afectar la observancia estricta de la
legalidad. Como se puede apreciar, se contraponen extensión de la vigencia y legalidad y la
solución a que se arribe, denota una determinada posición acerca de la concepción del
Derecho y de sus fuentes formales(8). Son posiciones extremas que se contraponen, pero
una conjugación de ambas, con predominio de la primera, y autorización de la segunda con
límites formalmente regulados y sin salirse de del marco legal y constitucional previsto, es
una necesidad.

La validez de una norma de Derecho, entonces, y de la disposición que la contiene y


expresa, es un elemento importante para la eficacia de la misma, para el logro de su
realización en la sociedad tal y como se previó, permitiendo con ello la realización de la
finalidad que se persigue: conservar, modificar, legitimar cambios sociales(9).

La eficacia es entonces un condicionante para la existencia de la norma y tal es así, que el


desuso u obsolescencia las convierten en inaplicables y provocan su posterior derogación
formal, aunque no su expulsión inmediata del Ordenamiento jurídico, ya que perviven y
ante un cambio de circunstancias o intereses, los operadores pueden, reinterpretándolas,
rescatarlas y aplicarlas por cuanto están formalmente vigentes.

La exigencia de eficacia jurídica lo ha de ser también en el orden material, social; no basta


sólo con la existencia de una normativa jurídica que desarrolle preceptos generales, que
impida, que mande o que permita, se requiere la existencia de una correspondencia entre
norma y realidad, para que refleje así la situación existente o que desee crearse,
manifestándose en consecuencia no sólo la funcionalidad del Derecho, sino también su
legitimidad(10), o lo que es lo mismo, la eficacia ideológica de la norma.

La norma, entonces, ha de ser no sólo forma jurídica creada y aplicada, sino que ha de
expresar valores sociales y tener como objetivo la consecución del ideal de Justicia
imperante en esa sociedad. El logro de tal objetivo es un enunciado formal permanente de
cualquier discurso iusfilosófico, movido en el plano del deber ser. Así se enuncia desde
posiciones iusnaturalistas al afirmarse que un sistema normativo no puede ser calificado de
jurídico si contradice los principios de justicia(11). También se defiende la necesidad de
legitimidad del Derecho desde la sociología cuando se afirma que el Derecho sólo puede
ser legítimo cuando no contradice los postulados básicos y axiomas, y aquí defiende
posiciones axiológicas; asimismo tal legitimidad se pone de manifiesto en el plano
deontológico cuando crea la expectativa de determinadas consecuencias externas, debido a
una determinada situación de intereses.

Pero como realidad, la legitimidad del Derecho sólo existirá si en el proceso de elaboración
de la norma pueden intervenir, y así lo hacen, los destinatarios de las normas, o en
situaciones tales que los representantes populares, liberados de pragmatismo o utilitarismo
político por el estrecho vínculo con el pueblo, se sientan y sean parte de él; cuando los
intereses prevalecientes no socaven los intereses populares. En tales situaciones la eficacia
de la norma no se valorará por su aplicación, sino por la aceptación y defensa que de ella
hacen los destinatarios al sentir que la norma expresa sus propios intereses. Como resultado
de lo anterior, será posible, entonces, que la norma obtenga el consenso activo de sus
destinatarios.

Hágase que las normas sean válidas por expresar el ideal de Justicia y ser resultado de los
procesos de creación formalmente establecidos, que a partir de su entrada en vigor
conserven su eficacia, y no sólo gozarán de legitimidad, sino que ellas a su vez legitimarán
su propio proceso de creación, a la vez que al sistema de Derecho.

Abril, 2001.

La continuación directa de estas tesis llevan al Neopositivismo o


Positivismo lógico: una de cuyas figuras centrales es R. Carnap: desde los
principios del “Tractatus logico-philosophicus” de Wittgenstein, proponen
una filosofía “científica”, basada en hechos, afirman las ciencias
experimentales y niegan la metafísica, que no es ciencia y carece de interés.
La filosofía ha de limitarse al análisis de los métodos y resultados de las
ciencias. En otras palabras, el positivismo lógico postula un empirismo
antimetafísico tendente al análisis lógico y lingüístico de las proposiciones
del lenguaje común y científico.
Lo esencial del positivismo lógico se resume, pues, en:

1. No hay más que dos clases de proposiciones que tengan significado: las
analíticas (propias de las matemáticas y la lógica) y las sintéticas (propias de
las ciencias naturales). El resto de proposiciones carece de significado
cognoscitivo.

2. Del primer punto se deriva que las proposiciones filosóficas (sobre todo
las referentes a la metafísica) carecen de sentido. Crítica a la metafísica.

3. La "verificación" como criterio de demarcación entre lo que es ciencia y


lo que no lo es

4. El deseo de unificación de la ciencia mediante la utilización de un único


método (la inducción) y un único lenguaje (el lenguaje observacional).

5. El papel de la filosofía queda reducido a filosofía de la ciencia.

El positivismo lógico se consolida como escuela independiente con el


Círculo de Viena y el Círculo de Berlín por los años 1920-30. Su objetivo
fundamental es establecer los fundamentos del conocimiento científico
mediante la obtención de un lenguaje lógico o ideal unificado. Se acentúa el
rechazo de la metafísica y de cualquier otro conocimiento que pretenda
superar los datos de la ciencia. La filosofía consistirá en una lógica del
conocimiento científico. Sus representantes principales son M. Schlick, F.
Waismann, R. Carnap, O. Neurath, H. Han, H. Reichenbach y C. Hempel.

Posteriormente, sobre todo de 1950 hasta nuestros días, y a raíz de las


ideas expuestas por el “Segundo Wittgenstein” en su obra “Investigaciones
Filosóficas”, el movimiento se desarrolla en dos vertientes principales: la
Escuela de Oxford, cuyos representantes principales son G. Ryle, P. F.
Strawson y S. L. Austin, y la Escuela de Cambridge, con J. Wisdom,
Malcolm, Waismann y G. A. Paul.

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