1. El positivismo lógico
• Introducción.
Toda norma jurídica acarrea siempre una pena. Los tipos de penas de nuestro país son:
privación de libertad, pecuniarias y de rechazo social. Cuando un juez dictamina una
sentencia, ésta se puede ir recurriendo hasta llegar al Tribunal Constitucional a menos
que la sentencia sea una sentencia en firme. En este caso no se puede recurrir.
• la problemática de la definición.
Flaubert nos define el Derecho de una forma muy curiosa y dice que no sabe lo que es.
En Derecho, en cuanto a fenómeno social e histórico, es evidente una obra humana que
en cierto sentido adquiere vida propia.
Las normas jurídicas no se agotan en sentido subjetivo sino que llegan a adquirir un
sentido objetivo.
El Derecho Romano nos dice que no existe sociedad sin derecho o viceversa. Existe, por
lo tanto, una necesidad del Derecho para el desenvolvimiento de la vida en sociedad.
Para L. Lacambra, el Derecho representaría un punto de vista sobre la justicia: “lo que es
justo es Derecho”.
DEFINICIÓN DE DERECHO:
CARACTERÍSTICAS GENERALES:
- En 3º lugar: por la institución de poderes públicos con sus respectivas competencias (el
Estado hace efectivo el cumplimiento de esas normas a través de los impuestos, se
construyen y se cumplen a través de Ministerios, cárceles, etc.).
Las sociedades están constituidas por múltiples redes de poder que se superponen
unas a otras. Por lo tanto, los Estados constituyen uno de éstos tipos de redes de poder.
Son las normas que algunos, simplificándolas en exceso, llaman de urbanidad ó cortesía
y se refieren a comportamientos humanos relativos, por ejemplo, a la forma de saludar, de
vestir, etc. (son las normas que más evolucionan y las más difíciles de poner una pena
rechazo social).
Conviene diferenciar ésta expresión de aquella otra que a veces se utiliza como sinónima
que es la expresión “uso social” la cual elude a una realidad más amplia que la acotada
en el concepto de “regla de trato social”. Estos usos sociales pueden ser de carácter
normativo ó de carácter no normativo.
Existen usos sociales de sentido moral y usos de sentido jurídico aunque la inmensa
cantidad son meras reglas de trato social, de cortesía, etc.
Las normas legales y las reglas de trato social se diferencian por su diferente origen
aunque también por el mayor grado de normalización de las primeras.
T 2: ordenamiento jurídico
• concepto y elementos.
La palabra SISTEMA señala que no se trata tan sólo de una agrupación de normas
meramente unidas, sino que se trata de una estructura unitaria de normas.
Adm.
Civiles
Lo que identifica a un sistema coactivo es el hecho de que algunas de sus normas regulan
el ejercicio del monopolio de la fuerza estatal, aunque no todas sus normas prescriben
sanciones. No todas las normas del sistema jurídico prescriben sanción (matrimonio).
El hecho de que las normas contenidas en un Ordenamiento Jurídico establezcan una
serie de autoridades u órganos centralizados para crear, modificar ó derogar cualquier
norma del sistema, es una de las características principales de cualquier Ordenamiento
Jurídico.
Rara vez, por no decir nunca, un sistema jurídico es estático, sino que se trata de un
sistema cambiante en el tiempo (las normas deben adaptarse a una sociedad y no a la
inversa).
Ordenamiento jurídico
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Contenido
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• 1 Sobre el ordenamiento jurídico
o 1.1 Origen
o 1.2 Características
• 2 El ordenamiento fiscal como sistema
o 2.1 Principios
• 3 Ordenamiento simple y complejo
• 4 Plenitud y coherencia
o 4.1 Lagunas
4.1.1 Sistemas de solución
4.1.1.1 Sistema de Autointegración
4.1.1.2 Sistema de Heterointegración
o 4.2 Antinomias
4.2.1 Criterio utilizado para resolver las antinomias
• 5 Véase también
• 6 Bibliografía
Origen [editar]
Características [editar]
Según el profesor Díez Picazo, el ordenamiento fiscal es una realidad orgánica, es decir, no
es un nuevo conjunto de normas sino que también son las formas de elaboración,
desarrollo, aplicación y enjuiciamiento.
El ordenamiento fiscal se caracteriza por la estatalidad de las normas ya que éstas son
dictadas por los órganos a los que la constitución atribuye potestad normativa.
Otra característica es la unidad formal del ordenamiento jurídico, es decir, cada tipo de
norma en función de su fuente de producción va a ser igual a las que siguen su misma
forma aunque el contenido sea distinto.
Principios [editar]
Lagunas [editar]
La laguna es una falta, una insuficiencia de regulación jurídica dentro del ordenamiento. La
doctrina establece, entre otros, dos tipos de lagunas
• Lagunas de Ley: Significa que no existe una ley que pueda resolver el
supuesto planteado.
• Lagunas de Derecho: No existe ni ley ni costumbre ni principio que
pueda resolver ese caso. No están admitidas por el general de los
ordenamientos jurìdicos, en virtud del principio de inexcusabilidad de los
tribunales, por el cual los tribunales de justicia deben conocer, juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado, aún no habiendo ley que resuelva la contienda
sometida a su competencia, pudiendo para ello apoyarse en los
principios generales del Derecho y la equidad natural.
Antinomias [editar]
Un ordenamiento no es coherente cuando existe el denominado problema de las antinomias
Puede ocurrir que para solucionar las antinomias nos encontramos con conflictos de
criterio. Para Norberto Bobbio establece que cuando se dé el conflicto entre el criterio
jerárquico y el cronológico siempre se resolverá a favor del jerárquico (será aplicable la
norma superior). Si el conflicto se da entre el criterio cronológico y especial o especial y
jerárquico. La solución dependerá del juicio sobre al especial (será el juez quien decida). A
parte de estos principios existen otros que debemos tener en cuenta que son:
Así, se entiende el derecho positivo como un derecho puesto o dado desde el Estado. El
positivismo jurídico se divide en formalista y sociológico. El primero estudia las formas
jurídicas y surge en el siglo XIX con dos escuelas como precursoras de esta corriente: en
Francia la Escuela Exégesis, y en Alemania la Escuela Dogmática alemana. En cuanto al
positivismo jurídico de carácter sociológico, estudia el impacto del derecho positivo en la
sociedad. Sus escuelas precursoras son en Francia la Escuela Social francesa, y en
Alemania el Movimiento del Derecho Libre alemán, ambas del siglo XIX-XX.
Creemos no pecar de presunción al afirmar que cultivar los estudios jurídicos y políticos nos
permitió contemplar los mil complicados problemas de la humana convivencia desde dos
puntos de vista complementarios. Hemos observado a menudo que, al menos en nuestro país,
los juristas constitucionalistas y los politólogos (en verdad estasiólogos), que se ocupan del
mismo tema, el Estado, a menudo se ignoran. Lo mismo ocurre en la relación entre juristas
internacionalistas y expertos en relaciones internacionales al analizar el sistema de los
Estados. Los dos puntos de vista son, por un lado el de las reglas o las normas, como los
juristas prefieren llamarlas, cuya observancia es necesaria para que la sociedad esté bien
ordenada y, por otro, el de los poderes igualmente necesarios para imponer las reglas, leyes o
normas y para que, una vez impuestas, se cumplan. La Filosofía del Derecho se ocupa de las
primeras, la filosofía política de las segundas.
Derecho y poder son dos caras de la misma moneda. Una sociedad bien ordenada necesita
de uno y otro. Allá donde el Derecho es impotente, la sociedad corre el riesgo de caer en la
anarquía; allá donde el poder no está controlado, corre el riesgo opuesto del despotismo. El
modelo real del encuentro entre derecho y poder es el Estado democrático, esto es el Estado
en el cual a través de las leyes fundamentales no existe poder, del más alto al más bajo, que
no esté sujeto a normas, no esté regulado por el derecho y en el cual, al mimo tiempo, la
legitimidad del entero sistema de normas se deriva en última instancia del consenso activo de
los ciudadanos. Sobre todo en el Estado democrático, la filosofía jurídica y la filosofía política
deben establecer entre sí fecundas relaciones de colaboración, dando origen a esa actuación
política que debe desenvolverse en todos los niveles dentro de los límites de las normas
establecidas, normas que pueden ser continuamente sometidas a revisión a través de la
actuación política, promovida por los más diversos centros de formación de la opinión pública,
sean grupos de presión, asociaciones, o movimientos libres de reforma y resistencia.
La norma necesita el poder para ser efectiva, y el poder de hecho necesita la obediencia
continuada al mando y a las reglas que de él se derivan para ser legítimo. El poder sólo es
legítimo cuando también es efectivo, como afirmaba Weber; pero también como lo expresa
Kelsen sólo el poder legítimo es efectivo. Poder y legitimidad corren uno tras otro.
Como pocos, hemos tenido el privilegio de dictar en la Universidad del Azuay las
cátedras de Ciencia Política y Filosofía del Derecho.
Creemos no pecar de presunción al afirmar que cultivar los estudios jurídicos y políticos
nos permitió contemplar los mil complicados problemas de la humana convivencia desde
dos puntos de vista complementarios. Hemos observado a menudo que, al menos en nuestro
país, los juristas constitucionalistas y los politólogos (en verdad estasiólogos), que se
ocupan del mismo tema, el Estado, a menudo se ignoran. Lo mismo ocurre en la relación
entre juristas internacionalistas y expertos en relaciones internacionales al analizar el
sistema de los Estados. Los dos puntos de vista son, por un lado el de las reglas o las
normas, como los juristas prefieren llamarlas, cuya observancia es necesaria para que la
sociedad esté bien ordenada y, por otro, el de los poderes igualmente necesarios para
imponer las reglas, leyes o normas y para que, una vez impuestas, se cumplan. La Filosofía
del Derecho se ocupa de las primeras, la filosofía política de las segundas.
Derecho y poder son dos caras de la misma moneda. Una sociedad bien ordenada necesita
de uno y otro. Allá donde el Derecho es impotente, la sociedad corre el riesgo de caer en la
anarquía; allá donde el poder no está controlado, corre el riesgo opuesto del despotismo. El
modelo real del encuentro entre derecho y poder es el Estado democrático, esto es el Estado
en el cual a través de las leyes fundamentales no existe poder, del más alto al más bajo, que
no esté sujeto a normas, no esté regulado por el derecho y en el cual, al mimo tiempo, la
legitimidad del entero sistema de normas se deriva en última instancia del consenso activo
de los ciudadanos. Sobre todo en el Estado democrático, la filosofía jurídica y la filosofía
política deben establecer entre sí fecundas relaciones de colaboración, dando origen a esa
actuación política que debe desenvolverse en todos los niveles dentro de los límites de las
normas establecidas, normas que pueden ser continuamente sometidas a revisión a través de
la actuación política, promovida por los más diversos centros de formación de la opinión
pública, sean grupos de presión, asociaciones, o movimientos libres de reforma y
resistencia.
La norma necesita el poder para ser efectiva, y el poder de hecho necesita la obediencia
continuada al mando y a las reglas que de él se derivan para ser legítimo. El poder sólo es
legítimo cuando también es efectivo, como afirmaba Weber; pero también como lo expresa
Kelsen sólo el poder legítimo es efectivo. Poder y legitimidad corren uno tras otro.
Desde el momento en que el órgano del Estado, facultado constitucional o legalmente para
crear normas de Derecho, llega a la conclusión de la necesidad (política, económica o
social) de elaborar una disposición normativa, el problema ya no es sólo político, sino
también, de carácter técnico jurídico: ¿está facultado el órgano para regular las relaciones
sociales que desea, mediante qué tipo de norma y conforme a qué procedimientos legales
puede imponer su voluntad? En consecuencia, cuando actúa conforme a las reglas previstas,
la norma que ha nacido es válida; existe conforme a las reglas de elaboración previamente
establecidas(1), y puede ser, por tanto, exigible en la sociedad respecto al círculo de
personas que ella misma prevé.
Se designa, entonces, como válida una norma cuando cumple con los requisitos formales y
materiales necesarios para su producción. La validez de la norma no depende sólo del acto
de su promulgación y publicación, a partir del cual se declara la existencia de la norma,
aunque si es uno de sus efectos, en tanto la norma debe existir jurídicamente para poder ser
exigible.
Pero en el análisis multifacético e integrador del Derecho no basta con que la norma exista
formalmente y pueda ser exigida, sino que con el objetivo de que cumpla las funciones para
las cuales fue creado el Derecho, para que encauce, limite, garantice y eduque es necesario
que las normas puedan ser real o materialmente aplicadas, que existan las situaciones para
las cuales fueron creadas; que sus mandatos aún cuando no se cumplan voluntariamente, si
sean exigidos por los aparatos especiales con que cuenta el Estado, que se sancionen los
incumplimientos de las prohibiciones, o se ofrezcan las garantías para la realización de las
prescripciones y de los derechos reconocidos, en síntesis que sean eficaces(4). En otras
palabras que la norma de Derecho tenga una realización social. Eficacia en cuanto a la
utilidad real de la norma en la sociedad, a la efectividad de la normativa, a la real
correlación entre lo jurídicamente dicho y el hecho social, y que conlleva a la realización
del Derecho; una eficacia de tipo funcional.
La norma, entonces, ha de ser no sólo forma jurídica creada y aplicada, sino que ha de
expresar valores sociales y tener como objetivo la consecución del ideal de Justicia
imperante en esa sociedad. El logro de tal objetivo es un enunciado formal permanente de
cualquier discurso iusfilosófico, movido en el plano del deber ser. Así se enuncia desde
posiciones iusnaturalistas al afirmarse que un sistema normativo no puede ser calificado de
jurídico si contradice los principios de justicia(11). También se defiende la necesidad de
legitimidad del Derecho desde la sociología cuando se afirma que el Derecho sólo puede
ser legítimo cuando no contradice los postulados básicos y axiomas, y aquí defiende
posiciones axiológicas; asimismo tal legitimidad se pone de manifiesto en el plano
deontológico cuando crea la expectativa de determinadas consecuencias externas, debido a
una determinada situación de intereses.
Pero como realidad, la legitimidad del Derecho sólo existirá si en el proceso de elaboración
de la norma pueden intervenir, y así lo hacen, los destinatarios de las normas, o en
situaciones tales que los representantes populares, liberados de pragmatismo o utilitarismo
político por el estrecho vínculo con el pueblo, se sientan y sean parte de él; cuando los
intereses prevalecientes no socaven los intereses populares. En tales situaciones la eficacia
de la norma no se valorará por su aplicación, sino por la aceptación y defensa que de ella
hacen los destinatarios al sentir que la norma expresa sus propios intereses. Como resultado
de lo anterior, será posible, entonces, que la norma obtenga el consenso activo de sus
destinatarios.
Hágase que las normas sean válidas por expresar el ideal de Justicia y ser resultado de los
procesos de creación formalmente establecidos, que a partir de su entrada en vigor
conserven su eficacia, y no sólo gozarán de legitimidad, sino que ellas a su vez legitimarán
su propio proceso de creación, a la vez que al sistema de Derecho.
Abril, 2001.
1. No hay más que dos clases de proposiciones que tengan significado: las
analíticas (propias de las matemáticas y la lógica) y las sintéticas (propias de
las ciencias naturales). El resto de proposiciones carece de significado
cognoscitivo.
2. Del primer punto se deriva que las proposiciones filosóficas (sobre todo
las referentes a la metafísica) carecen de sentido. Crítica a la metafísica.