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el paisaje urbano

EL PAISAJE URBANO

El conocimiento de los sitios urbanos son, para el arquitecto -y por ende para el estudiante de arquitectura-,
fuente permanente de estímulo y enriquecimiento. Para el observador formado, categoría en la que deberían
estar comprendidos los estudiosos de la arquitectura, la lectura de una ciudad, tras haberse iniciado en el
conocimiento de la arquitectura y el planeamiento urbano, ya no será igual que antes.

Las ciudades, que son nuestro sitio de actuación, son un fenómeno complejo que no resulta fácil de abordar,
más aún cuando nos toca estudiarlas en un periodo de decadencia que Umberto Eco denomina de
vietnamización de los territorios, es decir una suerte de “teatro de tensiones permanentes a causa de la ruptura
del consenso” entre sus habitantes.

Esto es fácil advertirlo en ciudades como la nuestra, -donde ya es perfectamente visible el paisaje que describe
Umberto Eco en una analogía con el fenómeno de desaparición de la vida urbana en la Edad Media-: “...
mientras que en la otra Edad Media estaba estrechamente ligada a la disminución de la población, abandono
de la ciudad y penuria del campo, dificultad de comunicación, deterioro de las vías y correos romanos y crisis
del control central, hoy parece que ocurre el fenómeno opuesto: el exceso de población interactúa con el
exceso de comunicaciones y transportes y hace inhabitable la ciudad, no por destrucción y abandono, sino por
un paroxismo de actividad. La hiedra que corroía las grandes construcciones ruinosas es sustituida ahora por
la contaminación atmosférica y la acumulación de basuras que desfiguran y vuelven irrespirables las áreas
habitadas. La ciudad se llena de inmigrantes y se vacía de sus antiguos habitantes...”.

Esta situación hace aún mas necesario recuperar los elementos urbanos determinantes de la calidad de vida
de sus habitantes (en sentido positivo claro está). Para ello es necesario descubrirlos, relevarlos y registrarlos,
y resulta vital desarrollar nuestra sensibilidad para reconocerlos. El estudio de los sitios urbanos, comenzando
por la propia ciudad o región, se debe complementar con el de otras ciudades que permitan establecer
parámetros comparativos. En este sentido los viajes de estudio aportan una visión personalizada, necesaria
para el correcto análisis urbanístico.

APRENDER A OBSERVAR

Para alcanzar un grado de sensibilidad en el que es posible llegar a ver los atributos determinantes del carácter
del paisaje urbano, es necesario pasar por un proceso de entrenamiento, que incluye agudizar la capacidad de
observación para poder discernir entre aquello que tiene valor arquitectónico y aquello que carece de tal.

Hay que aprender a observar. Este es el primer aspecto del que nos ocuparemos en esta guía práctica, cuya
lectura recomiendo no solamente para el viaje de estudios del curso -y a cuyo recorrido haré referencia en la
segunda parte- sino para la observación de la propia ciudad en la que vivimos, probablemente el ámbito en el
que los que hoy son estudiantes mañana desarrollarán su tarea como arquitectos, y por ende serán
corresponsables en la construcción del paisaje urbano.

La lectura que hacemos del paisaje urbano está condicionada por muchos aspectos relativos a nuestro
conocimiento de las condicionantes culturales, socio-económicas y políticas que interactuaron en la
conformación del sitio, a nuestros estados de ánimo, a circunstancias coyunturales como el momento en que
un sitio es conocido. Es obviamente diferente el modo en que experimenta la ciudad, o una parte de ella, un
turista o un estudiante que la visita por pocos días, respecto de quien la habita durante un período extenso.
Todas estas circunstancias determinan que la ciudad -o un pequeño fragmento de ella-, admita múltiples
lecturas, dependiendo del observador.

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Italo Calvino describe París según su propia óptica haciendo referencia a algunas de estas múltiples lecturas:
“Entonces podría decir que París -veamos qué es París- es una gigantesca obra de consulta, una ciudad que
se consulta como una enciclopedia; se abre una página y te da toda una serie de informaciones de una riqueza
como ninguna otra ciudad. Tomemos las tiendas, que constituyen el discurso más abierto, más comunicativo
que una ciudad expresa. Todos nosotros leemos una ciudad, una calle, un tramo de acera siguiendo la fila de
las tiendas. Hay tiendas que son capítulos de un tratado, tiendas que son voces de una enciclopedia, tiendas
que son páginas de periódico. En París hay tiendas de quesos donde se exponen cientos de quesos todos
distintos, cada uno etiquetado con su nombre: quesos envueltos en ceniza; quesos con nueces; una especie
de museo, de Louvre de los quesos.”

“Hay un tipo de tienda en que se siente que ésta es la ciudad que dio forma a ese particular modo de
considerar la civilización que es el museo. Y el museo, a su vez, ha dado su forma a las más variadas
actividades de la vida cotidiana, de modo que no hay solución de continuidad entre las salas del Louvre y los
escaparates de las tiendas. Digamos que en la calle todo está listo para pasar al museo o que el museo está
listo para englobar a la calle.”

“Esta idea de la ciudad como discurso enciclopédico, como memoria colectiva, tiene toda una tradición.
Pensemos en las catedrales góticas en las que todo detalle arquitectónico u ornamental, todo lugar o elemento
se remitía a cogniciones de un saber global y era una señal que hallaba su correspondencia en otros
contextos. Del mismo modo podemos “leer” la ciudad como una obra de consulta, como “leemos” Notre Dame,
capitel por capitel, gárgola a gárgola. Y al mismo tiempo podemos leer la ciudad como inconsciente colectivo:
el inconsciente colectivo es un gran catálogo, un gran bestiario. Podemos interpretar París como un libro de los
sueños, como un álbum de nuestro inconsciente, como un catálogo de monstruos.”

“Los monstruos y los fantasmas del inconsciente visibles fuera de nosotros son una vieja especialidad de esta
ciudad, que no por nada fue capital del surrealismo.”

LOS VIAJES

Otto Wagner se ocupó del tema de los viajes de estudios en La arquitectura de nuestro tiempo. El texto del
gran arquitecto vienes data de 1895 -es decir que hoy tiene ya más de 100 años-, y si bien los tiempos han
cambiado, las observaciones de Wagner referidas a este punto -al igual que en los restantes-, no ha perdido
vigencia.

Otto Wagner decía en referencia a los viajes: “Miles son los aspectos que influyen en el proceso de
formalización, y el arquitecto ha de conocerlos a todos...”
“Evidentemente el estudio de las obras recién realizadas, la lectura de las últimas publicaciones, las
exposiciones, los viajes, etc., también juegan un papel importante”
“Permítanme dedicar una pocas líneas a los viajes. Los jóvenes artistas que abandonan la Academia al
completar sus estudios suelen emprender un viaje a Italia, cuya duración se estima entre uno y dos años, antes
de empezar a ejercer su profesión.”

“Además, soy de la opinión de que el futuro arquitecto, después de tres o cuatro años de estudio en la
Academia, aún no posee la madurez necesaria para sacar provecho de un viaje a Italia, la cámara de tesoros
del Arte Antiguo. Por consiguiente, creo que estos viajes se emprenden a una edad demasiado temprana.

Impresiones pictóricas, efectos lumínicos, proporciones bien ponderadas, preparación a la mirada, distancias
de contemplación definidas con precisión, siluetas bien perfiladas, génesis y causa de las diferentes formas, los
rasgos característicos de la pintura y la escultura que revelan la singularidad del maestro, etc., son efectos que
sólo pueden ser percibidos por un ojo experimentado y entrenado. Esta madurez aún no se ha alcanzado al
salir de la Academia.
Un viaje por Italia, para realizar levantamientos de planos, por lo general de edificios erróneamente
seleccionados, sólo puede considerarse como un ejercicio de dibujo; pero si se utiliza, como a menudo es el
caso, para reunir una colección de motivos arquitectónicos cuyo contenido se empleará a la menor oportunidad
y a cualquier precio, al regresar, se ha de considerar como un delito y, por descontado, como un error.

Los motivos que impulsan a emprender un viaje al finalizar los estudios son el deseo de libertad y las ganas de
ver el mundo, que siempre se dan a esta edad.

Desde este punto de vista, sólo puedo recomendar calurosamente emprender un viaje de estudios,...”

El juicio de Otto Wagner es acertado en todo sentido. Pero también es cierto que toda oportunidad de viajar y
conocer otros sitios, con particular preocupación por los sitios urbanos, es estimulante en cualquier etapa de la
vida, si bien en grados cualitativamente diferentes, pero cuantitativamente similares. Y por esta razón el sentido
de la inclusión de un viaje de estudios en un curso de Análisis proyectual es el de iniciar al estudiante en la
difícil y a la vez gratificante tarea de la observación destinada a descubrir los elementos de composición

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determinantes en el carácter del paisaje urbano.

Aclarado el sentido que el viaje de estudios tiene para este curso, me propongo hacer una referencia sintética
sobre las cuestiones mas significativas de este viaje en particular.

Izq. El paisaje urbano. Dibujos tomados del texto de Gordon Cullen. El croquis continúa siendo la herramienta
de registro con la que es posible registrar solo aquellos elementos que nos son significativos. En los croquis
puede observarse como la presencia o la ausencia de los elementos de iluminación modifican sensiblemente el
espacio urbano. Med. En "Esquina”, Gerardo Giogia rescata la cúpula del Palacio Cabanellas, dejando
virtualmente fuera de foco el entorno. Der. En un óleo típico de Montmartre, las cúpulas de la Sacré-Coeur
solamente están como fondos a modo de confirmación del sitio, pero el tema está centrado en la calle que
aparece en el primer plano.

La observación intencionada del sitio, unida al relevamiento de los datos relevantes, nos conducirá a descubrir
los elementos urbanos “capaces de producir un impacto en nuestras emociones”, según la definición de
Gordon Cullen (, El Paisaje Urbano 1959).

Observación y registro son los dos componentes básicos de la operación necesaria para conocer el sitio.

La tarea de observar parece ser una cosa sencilla, pero en realidad no lo es. Lo primero es admitir que es
posible observar sin ver. Hagamos un simple ejercicio mental e intentemos describir un sitio significativo de
nuestra ciudad. Verifiquemos en que medida hemos registrado los elementos del espacio urbano, desde las
fachadas de los edificios que lo conforman, pasando por los pavimentos, las diferencias de nivel, las
perspectivas, la luz y la sombra, las texturas, los colores, los reflejos, la forestación, la iluminación, la
señalización, la publicidad, los objetos significativos, para luego pasar a los detalles, y luego a las situaciones
cambiantes (el efecto del día y la noche, el verano y el invierno, la lluvia, los desplazamientos y la congregación
de la gente, las actividades, los ruidos, los olores, etc. Una vez que hagamos este ejercicio, nos dirigiremos al
sitio para comprobar que muchos elementos significativos estuvieron ausentes en nuestra reconstrucción
mental, aún cuando creemos conocer el sitio desde hace muchos años o tal vez lo frecuentamos a diario.

¿Es posible que nunca antes advertimos la presencia del remate de aquel edificio, o de la verdadera maraña
de cables que atraviesan la calle de lado a lado, formando una verdadera telaraña?.
Podemos comprender entonces la necesidad de desarrollar la visión. El secreto es adiestrar al ojo para extraer
los elementos que poseen valor arquitectónico de su complejo, confuso, dinámico y/o degradado entorno;
poder atravesar un sitio sin que los elementos que lo caracterizan pasen inadvertidos, “reaccionando ante los
contrastes, ante las diferencias”.

El desarrollo temático de los elementos de la estética urbana está incluido en el libro El Paisaje Urbano -que
Gordon Cullen editó en 1971 bajo el nombre Townscape, y fue traducido al español en 1974-. La lectura de El
Paisaje Urbano sigue siendo hoy un factor determinante para iniciarse en el relevamiento de los sitios urbanos,
ya que este tratado de estética urbanística resume en sus imágenes acompañadas por textos, los elementos
de una ciudad, “a manipular” por los arquitectos, “de una forma tal que produzcan un impacto en nuestras
emociones”, según palabras del propio autor.

Pero aclaremos una vez mas, que la ciudad no se construye solamente a través de estos elementos. Es la
arquitectura la que construye la ciudad. Son los edificios -grandes o pequeños- los que van materializando a
las estructuras urbanas a la vez que construyen los espacios urbanos, que son complementados por los
elementos que enumera El Paisaje Urbano. Es la suma de intervenciones individuales que, sobre la base de la
repetición de un tipo arquitectónico tiene como consecuencia la conformación de un espacio urbano con fuerte

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identidad, ordenado y regular, o que sobre la base de la utilización simultánea de mas de un tipo, tiene como
consecuencia la conformación de un espacio urbano heterogéneo, con poca identidad, y -cuanto mayor sea el
repertorio de tipos usado- desordenado, confuso y cambiante.

Obviamente no podemos retener todos los elementos que conforman un sitio determinado en nuestra memoria,
y es allí donde el registro cobra su mayor significado.

El registro de los elementos puede hacerse a través de la fotografía o el dibujo. Pero si bien con la primera
puedo obtener -dependiendo del equipamiento empleado y de la experiencia del operador- máxima fidelidad y
un registro completo, con el dibujo puedo sintetizar los elementos significativos, eliminando aquellos que no
son relevantes.

Esta experiencia no se debe enfocar como un ejercicio de dibujo sino como un ejercicio de observación.

Este error de enfoque es causante de que una experiencia que debería ser estimulante, no lo sea, pues todo el
esfuerzo se concentra en la técnica del dibujo, en desmedro de la propia observación.
Otra experiencia estimulante consiste en verificar el modo particular en que cada individuo percibe el paisaje
urbano, expresada a través de la representación del mismo en la pintura, la caricatura, la fotografía, o el dibujo,
incluyendo un recorrido a través del tiempo. En este caso es posible además verificar otro aspecto importante
que es el de la representación. Las propias técnicas de representación en dibujo y pintura, a través del tiempo,
condicionaron la expresión.

Actualmente la fotografía convencional, el video, y la digitalización de imágenes han logrado niveles de


excelencia tecnológica que permiten captar el paisaje urbano con altísima fidelidad, e incluso producir efectos
in situ o en laboratorio para recrear atmósferas urbanas determinadas. Pero la visión sintética está reservada al
ser humano, único organismo capaz de captar la imagen, discernir los rasgos que dan carácter al paisaje, y
trasladarlos a una tela o un papel, para expresar solamente aquello que tiene valor para el observador,
descomponiendo, integrando, y hasta alterando la realidad para crear una nueva visión significativa.

Así llegamos a la representación de la propia visión de la realidad, que reconoce diferentes grados de
abstracción, y diferentes grados de interés que aparecen manifiestos como en los casos de las imágen
prededente de Gerardo Giogia.

EL PLAN PREVIO Y EL EQUIPO NECESARIO

Cuando nos proponemos tomar conocimiento de un sitio determinado, a mayor escala más necesario se hace
contar con información y un plan previo para relevarlo. Abordar una ciudad implica buscar información sobre la
misma, su análisis destinado a comprender su estructura urbana, y la delineación de un recorrido, que como si
se tratara de un hipertexto, puede ser iniciado desde diversos lugares y efectuado en distintos sentidos y
secuencias. La determinación de las opciones estarán en función de los intereses personales y del tiempo
disponible o asignado, a partir de los cuales se definen las operaciones concretas. El plan previo permite
ganizar un recorrido y evita pérdidas de tiempo, generalmente el recurso más escaso cuando nos encontramos
de viaje.

El relevamiento de un sitio demanda disponer de un equipo básico para tomar notas (un block o cuaderno para
cróquis de base rígida, una cínta métrica -preferentemente una para grandes distancias y otra para medidas
interiores o de detalles-, una brújula para determinar la orientación exacta, y cámara fotográfica analógica o
digital. Además, disponer in situ de un plano de la ciudad es imprescindible para comprender nuestro objeto de
estudio en su contexto urbano.

Para un detalle más completo sobre el equipo para fotografía vease taller de fotografia, en el sitio del taller.

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Organización de un plan previo para el reconocimiento de Montevideo, 1993.

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Organización de un plan previo para el reconocimiento de Victoria, 2003.

Bibliografía

Otto Wagner. La arquitectura de nuestro tiempo. El Croquis Editorial, Madrid, 1993.


Italo Calvino. Ermitaño en París.Ediciones Siruela, Madrid, 1994.
Gordon Cullen. El Paisaje Urbano. Editorial Blume, Barcelona, 1974.
Umberto Eco. La estrategia de la ilusión. Editorial Lumen, Barcelona, 1986.

Arq. Sergio Bertozzi. FAPYD-Universidad Nacional de Rosario. 1996, 2003.

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