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Petita biografia d’una expòsita barcelonina al segle XV

Natxo García Díaz

Título del libro leído:


Vinyoles i Vidal, T. M. “Petita biografia d’una expòsita barcelonina al segle XV” en
Homenatge a la memoria del Prof. Dr. Emilio Sáez, Anuario de estudios medievales,
(1989) 19, pp. 225-272, Barcelona.

Bibliografía del autor:


Vinyoles i Vidal, T. M (1976), Les barcelonines a les darreries de l’Edat Mitjana
(1370-1410), Fundació Vives Casajuana, Barcelona.
Vinyoles i Vidal, T. M (1988), La vida cuotidiana a Barcelona vers 1400, Fundació
Vives Casajuana, Barcelona.
Vinyoles i Vidal, T. M (1996), “L’amor i la mort al Segle XIV. Cartes de dones”
Miscel.lànea de textos medievals, 8, pp. 111-198.
Vinyoles i Vidal, T. M (2003), “Las mujeres del año 1000”, Aragón en la Edad Media,
17, pp. 5-26.
Vinyoles i Vidal, T. M (2004), “Las manos ordenadoras. Una mirada a las mujeres de
los Siglos IX-XI”, “Trabajos en relaciones y saberes de las mujeres”, “Sembrando luces
y colores. Las huellas de algunas artistas medievales”, en La diferencia de ser dona.
Investigación y enseñanzas de la história, Barcelona, UB, 2004 (Publicaciones
Multimedia)

Argumento:

El texto leído nos habla sobre la infancia y adolescencia de uno de los grupos
más desfavorecidos a mediados del Siglo XV. Los niños y niñas que eran abandonados
en la puerta de los hospitales.

A partir del Siglo XIII, los hospitales se harán cargo de los niños abandonados.
En Barcelona, desde principios del Siglo XV, todos los niños que eran abandonados
eran asistidos en el Hospital de la Santa Cruz.

El motivo principal por el que eran abandonados era la pobreza o la enfermedad


de los padres, aunque también se daba por la soledad de la madre, porque eran hijos de
alguna esclava, por que eran bastardos.

El principal objetivo de la infancia y la juventud era la de sobrevivir. La gran


mortalidad infantil, junto al hambre y las epidemias nos dejaban tasas de mortalidad
cercanas al 80% de la población.

La aproximación a la época la hace a través de una niña del hospicio, por ser
estas, las que menos oportunidades tenían en la época. Básicamente, la única salida que
les ofrecían en la época era la de acabar casándose con un pobre, después de haber
vivido de la caridad primero y del servicio doméstico hasta conseguir la dote.

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Cuando un niño era recogido por el hospital se tomaba una descripción lo más
exacta posible, con el fin de poderlo identificar, si algún día los padres lo reclamaban.
Esto sucedía con menos del 10% de los casos y era la única manera que tenía la
institución de recuperar el dinero invertido.

Lo primero que hacían cuando llegaba un pequeño era abrirle un expediente y


buscarle una “dida” para que lo amamantara. En algunas ocasiones los pequeños eran
devueltos al hospital antes de acabar el periodo, por el cual se habían comprometido las
didas, por falta de leche, porque no necesitaban el dinero o bien porque le hecho de
hacer de didas les impedía entre otras cosas a hacer vida conyugal. En esos casos a los
niños se les buscaba una sustituta.

En los hospitales debía haber una mujer notable, honesta y de buenas costumbres
para hacerse cargo de los pequeños mientras permanecían en la institución. Esta figura
tenía a su cargo sirvientas que la ayudaban. También era la responsable de inculcar a las
pequeñas las virtudes más apreciadas en la época: La obediencia, la sumisión y la
vergüenza.

Las niñas, prácticamente, no tenían infancia ya que desde bien pequeñas


entraban a servir en alguna casa. No existían los festivos ni los días libres, de hecho
debían recuperar, una vez finalizaba su contrato, los días que habían perdido por
enfermedad.

Muy pocas niñas tenían la posibilidad de aprender un oficio. No había salidas


profesionales para ellas lejos de la costura y el textil. Estaban predestinadas al servicio
doméstico y prácticamente ninguna era aprendía a leer y escribir mientras que los niños
estaban destinados a aprender un oficio y a un porcentaje del 10% aproximadamente se
les enseñaba “la letra”.

La institución era la encargada de buscar una casa donde pudieran servir las
mujeres, lo que les permitiría conseguir la dote que les posibilitaría el matrimonio. Ese
era fin que buscaban y el momento donde acababa la misión del hospital.

Había diferencias en la edad a la que accedían al matrimonio entre las clases


altas de la sociedad y las chicas pobres que se veían obligadas a esperar hasta conseguir
la dote. Y en caso de no conseguirla podrían acabar en algún prostíbulo.

La chica que sirve de hilo conductor para narrar las desventuras de la infancia en
el Siglo XV acaba con un final más o menos feliz para la época ya que consigue llegar
al matrimonio, cosa que solamente el 5% de las niñas abandonadas logra; el resto moría
antes de llegar, acababa su vida como sirvienta o se dedicaba a “la mala vida”.

Valoración crítica

Creo que la situación de la infancia, y de la mujer en especial, en la época que


narra la autora del texto era terriblemente cruel.

Por desgracia, después de casi 600 años no hemos aprendido demasiado y


seguimos permitiendo que las mismas injusticias se cometan contra muchos niños y
niñas de este planeta. Sigue habiendo países donde no se respetan los derechos de la

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infancia, donde se reclutan niños soldados, donde se prostituyen a niños y niñas. Países
donde la educación es un lujo para las niñas que deben hacerse cargo de sus hermanos
menores, donde las mujeres no tienen derecho a escoger con quien quieren casarse, ni a
que edad. Mientras tanto, desde “los países del norte”, los supuestamente desarrollados
miramos para otro lado e intentamos vender armas ligeras para que no les pesen tanto o
invertimos nuestro tiempo organizando viajes donde podamos gozar con sus delicados
cuerpos.

También siguen existiendo instituciones, en pleno Siglo XXI, que penalizan el


uso del preservativo y que condenan a millones de hombres y mujeres a una muerte
segura y a muchos niños a la orfandad. Las mismas instituciones que relegan a la mujer
a un papel secundario, tan machista como hace en el medievo.

Así que podríamos cambiar el nombre de la ciudad y, a fecha de hoy, podríamos


escribir el mismo relato con nombres en urdú o en swahili. La institución que se hiciera
cargo de los menores podría estar, perfectamente, gestionada por los mismos que la
gestionaban hace 600 años, así que los cambios serían mínimos.

Y sin irnos tan lejos, si la tenemos que criticar la situación de la infancia y de la


juventud podríamos empezar por los países que abren debates sobre si es necesario
rebajar la edad penal a los 12 años.

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