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El legado de Hiram: Introducción

"El templo, morada de Dios, -nos dice Jean-Pierre Bayard en


su obra El secreto de las catedrales- es un vínculo armonioso
entre el hombre y el universo; ya sea entre los esquimales, los
egipcios, los celtas o cualquier otro pueblo, esta casa de la
esperanza es un lugar de equilibrio entre lo material y lo
espiritual. La arquitectura del templo, a la vez simbólica y
mágica, sólo puede ser concebida por aquel que conoce el
poder y la voluntad creadora de la naturaleza.

El Padre confía a David el plano de este templo ideal, soñado


por un pueblo errante; en el lugar más santo, en el centro del
Mundo, Salomón, del 1014 al 930 antes de nuestra era,
materializa esta comunicación tierra/cielo; en el libro I de los
Reyes, las Crónicas, se describe la construcción."

Salomón encarga la construcción del primer Templo de


Jerusalén al misterioso maestro Hiram-Abiff, poseedor del
conocimiento iniciático, que le habría sido transmitido por su
antepasado Tubal Caín, tal como recoge la francmasónica
Leyenda de Hiram.

Adán reveló a su hijo Seth que el mundo perecería bajo el


agua y el fuego. Los descendientes de Seth temían que todo
su saber se perdiese y, según el historiador Flavio Josefo,
construyeron dos columnas, una de ladrillo y otra de piedra,
sobre las que grabaron todos sus conocimientos.

El Manuscrito Cooke narra la misma leyenda que las


Antigüedades judaicas de Josefo. Estas columnas, encontradas
por Hermes y por Pitágoras, según los versos del 321 a 326
del citado manuscrito, pasan a ser simbólicamente las dos
columnas Jakin y Boaz, situadas delante del Templo de
Salomón; por analogía, las encontramos ante los templos
masónicos.

Estas columnas Jakin y Boaz las encontramos, por ejemplo, en


la entrada de la suntuosa Capilla masónica del Venerable
Palafox de la catedral de El Burgo de
Osma, en España. En las estatuas de los
intercolumnios de la derecha, en la
portada principal de esta catedral, está
la enigmática Balkis, reina de Saba. A
su lado se encuentra el rey Salomón, tan
preciado por las cofradías de
constructores. Ambos conforman la
llamada Pareja Real de la alquimia.

Para Ángel Almazán, en su obra El


Burgo de Osma y su catedral, la otra
estatua con espada que se encuentra
junto a esta Pareja Real, representa el
caballero Parsifal del Grial, aunque muchos ven aquí a
Judith. Las posiciones de sus brazos y otros elementos
escultóricos podrían reflejar diversas runas.

En esta enigmática catedral aparece un Moisés cornudo, en


contra de los modelos del Moisés sin cuernos de Chartres o
Reims, y siguiendo el de la catedral española de León.
Sostiene en sus manos las Tablas de la Ley en posición
invertida lo que, al entender de Almazán, parece indicar el
mensaje críptico y hermético del simbolismo implícito en gran
número de las estatuas y bajorrelieves góticos de esta
catedral.

Hoy, en numerosas iglesias de toda Europa, además de la


citada de El Burgo de Osma, como la de Saint-Gery, en
Valenciennes, Würzburg (Baviera), Berna o Colonia, se
observan las columnas Jakin y Boaz, que figuran también en
Estrasburgo, con la estatua de Salomón y una escena de la
muerte de Hiram; una muerte envuelta en oscuras intrigas de
celos y envidias, que, sin embargo, no le impidieron lanzar una
última sentencia antes de ser asesinado:

"Muchos descendientes completarán mi trabajo y construirían


otros templos..."

Los constructores de pirámides

Pero para entrar en los aspectos histórico-esotéricos de los


constructores sagrados, debemos remontarnos mucho tiempo
atrás, hasta la época de la civilización egipcia.

Cálculos matemáticos precisos, geometría perfecta, técnicas


constructivas avanzadas, tecnologías desconocidas,
estructuras y dimensiones imposibles, alineaciones
astronómicas... Los misterios sobre las construcciones
egipcias aún no han sido desentrañados. Desde datar
cronológicamente de manera exacta la construcción de las
pirámides, hasta el enigma sobre como fueron levantadas o el
origen de los grandes bloques de piedra y su forma de
traslado hasta el Valle de los Reyes, pasando por la
disposición de las pirámides de Giza que se correspondería
con la de las tres estrellas del cinturón de Orión, y donde el
Nilo representaría a la Vía Láctea, así como los misterios de la
Esfinge y sus cámaras secretas..., todo es un enigma
insondable en torno a estos monumentos antiquísimos y a sus
técnicas constructivas.
La disposición de las pirámides de Giza se corresponde con la de las tres
estrellas del cinturón de Orión. El Nilo representa a la Vía Láctea.

La primera barrera que nos encontramos, no obstante, no es


la distancia temporal, sino ese gran problema que han tenido
siempre los historiadores, egiptólogos y estudiosos bíblicos al
tratar de profundizar en la religión y los orígenes de la
civilización egipcia a través de los códices de los copistas
medievales. ¿Por qué los monjes medievales censuraron
ciertas referencias a dioses egipcios en la obra de autores
clásicos? ¿Por qué fueron cercenados algunos escritos
relacionados con el ancestral secreto del origen de Egipto?...

Los problemas que presentan los antiguos códices donde


fueron copiados los textos clásicos durante la Edad Media son
innumerables. En ocasiones, los copistas romanos de la época
tardía o los frailes medievales encargados de llevar a cabo las
tareas de escribiente, no entendían los textos que
reproducían, por lo que los errores ortográficos o sintácticos
son muy corrientes.

Sea cual sea la razón profunda de estos errores u omisiones,


lo cierto es que son culpables de que tratados como Sobre los
dioses que fundaron ciudades en Egipto o Sobre el honor
pagado a los inmortales y la construcción de los templos para
ellos, del historiador Diodoro de Sicilia, y que constan en el
índice-guión de su gigantesca obra Biblioteca de la Historia,
simplemente no existen. Y, lógicamente, formaron parte de los
40 volúmenes de la historia universal escrita por Diodoro.

Es fácil deducir -señala Nacho Ares en su artículo El origen


cósmico de Egipto- que el contenido de los libros "olvidados"
de Diodoro, que visitó Egipto en el siglo I a.C., momento de
declive de la cultura faraónica, pudo estar encaminado a
aportar nueva luz sobre el escabroso origen de la civilización
en el Valle del Nilo, pues en aquellos tiempos turbulentos pudo
haber accedido a documentos que hoy denominaríamos
clasificados.

¿El silencio de los copistas y amanuenses medievales se


encuentra también tras las omisiones de Herodoto, el
geógrafo Estrabón o el propio Diodoro que,
sorprendentemente, en ningún momento hablan de la Esfinge
en sus textos o cuando describen sus vistas a la meseta de
Giza, o acaso los sacerdotes egipcios utilizaban el León del
Desierto como un lugar mágico e iniciático al que no podían
acceder los extranjeros?.

Algo muy parecido debió suceder con los subterráneos del


célebre Laberinto. Nadie sabe que contenían las extrañas
galerías de este monumento, cuya visita fue prohibida a
Herodoto y a Estrabón. Plinio el Viejo fue un privilegiado y
tiene acceso a este enigmático lugar de "oscuras galerías con
columnas de piedra, efigies de dioses, estatuas de reyes y
todo tipo de repugnantes figuras". Ante tal afirmación, cabe
preguntar por qué varios siglos antes este lugar parecía ser
tan hermético. ¿Qué vio Plinio, acostumbrado a la iconografía
de la cultura egipcia, que le resultó tan espantoso?.

Ares se pregunta, respecto de los capítulos "olvidados" de


Diodoro, si "¿entra este misterioso vacío en la misma dinámica
que los observados en temas tan oscuros como la Esfinge o el
Laberinto egipcios? ¿Podría esclarecer este misterio el que los
dos capítulos perdidos de la obra de Diodoro traten de temas
muy parecidos, es decir, los dioses egipcios, los inmortales, y
la construcción de templos para este tipo de divinidades? Es
aquí cuando nos debemos preguntar qué contenían esos
pasajes para horrorizar a los copistas hasta el extremo de
extirparlos del texto original.

El hallazgo en Giza, hace una década, de un poblado y de un


cementerio atribuidos oficialmente a los obreros de las
pirámides, no ha podido terminar con el misterio que rodea a
la construcción de estos monumentos. Las inexplicables
fracturas y mutilaciones que presentan muchos esqueletos
podrían apuntar a la práctica de sacrificios rituales, tal como
apunta el propio Nacho Ares en su artículo El enigma de los
obreros de la Gran Pirámide.

Por otra parte, resulta injustificado, tal como señala Ares, que
se trate, por ejemplo, al griego Proclo, filósofo neoplatónico
del siglo V d.C., como a un autor fantasioso cuando afirma que
las pirámides egipcias eran centros de observación
astronómica y, en cambio, se aprueben las manifestaciones de
Herodoto (s. V a.C.) cuando escribe que estos monumentos
fueron lugares de enterramiento de faraones tiránicos. Lo
mismo podemos decir de cronistas árabes como Maqrizi o
Abdul´l Solt El-Andalusí. Y todo esto sólo porque muchos
arqueólogos modernos no son capaces de aceptar la opción
astronómica, a todas luces demostrada, y sea más fácil
admitir la hipótesis funeraria.

Los Siete Sabios y el diluvio

Carmen Machado en su artículo


Egipto, memorias de la Atlántida, nos
relata que "en el templo de Edfu, que se
encuentra entre Luxor y Asúan, están
grabados los denominados Textos de la
Construcción, datados en torno al 2.000
a.C. y aceptados por los especialistas
como los únicos fragmentos que se
conservan de una literatura
cosmogónica ya perdida. En estos textos
se habla del Gran Montículo Primitivo,
un lugar donde se suponía que había
comenzado el tiempo y que algunos
investigadores asocian con la protuberancia de roca natural
que se encuentra debajo de la Gran Pirámide. También
mencionan estos registros a unos enigmáticos "Siete Sabios",
de quienes especifican que iniciaron los trabajos de
construcción en el Gran Montículo Primitivo y fueron los únicos
seres dotados de conocimientos que sobrevivieron a un
cataclismo que asoló la Tierra. Según los Textos de Edfu, los
Siete Sabios y otros dioses procedían de una isla, la "Tierra de
los Primitivos", que fue destruida por la acción de las aguas.
Los que se salvaron se convirtieron, al llegar a Egipto, en
"Dioses Constructores" o "Señores de la Luz" y fundaron una
hermandad secreta cuyos miembros se transmitían, de
generación en generación, los conocimientos procedentes de
su antigua cultura. Los Sabios especificaban los planes y
esquemas que debían ser utilizados para todos los templos en
el futuro. ¿Se planificó así, con miles de años de anticipación,
la construcción de las Pirámides de Giza? ¿Fueron estos Sabios
quienes ocultaron bajo la Esfinge las pruebas de la existencia
de la civilización atlante?

Certificar sin ningún género de dudas la antigüedad de este


monumento y la existencia o no de cámaras secretas en sus
inmediaciones sería la única manera de aclarar por fin si estas
historias mitológicas son sólo un cúmulo de leyendas.
Desgraciadamente, los vaticinios del famoso psíquico y
"visionario" Edgar Cayce, que predijo el hallazgo en 1998 de
archivos atlantes ocultos bajo la Esfinge, no se han cumplido.
De cualquier forma, estos vaticinios "erróneos" son algo que
no debe hacernos perder la esperanza de conocer algún día
todos los misterios ocultos bajo las arenas del desierto
egipcio.

La tradición astronómica constructiva

Manuel José Delgado, en su artículo Dendera: la conexión


con los dioses, nos explica que en el templo de Dendera, al sur
de Egipto, se encuentran fascinantes indicios del origen
atlante de la civilización egipcia, huellas de la extraordinaria
tecnología en posesión de los sacerdotes, el rastro mismo del
intenso contacto que éstos mantenían con las deidades
procedentes de las estrellas.
Tal como informa Delgado, tras el descubrimiento casual de
un monolito impresionante en Dendera, a cargo del general
napoleónico Louis Desaix, y que a partir de entonces se
conoció como el Zodiaco, estudios posteriores han probado
que no sólo la sala donde se halló el monolito, sino todo el
templo, estaba dedicado al firmamento. Albert Slosman,
doctor en matemáticas y en informática y colaborador de la
NASA en los proyectos Pioneer de Júpiter y Saturno, demostró
que todos los fundamentos de astronomía y de astrología del
antiguo Egipto partían de Dendera.

En el pórtico de la catedral francesa de Vézelay se encuentra representado


un zodiaco que imita claramente a los zodiacos egipcios.
El arqueoastrónomo E.C. Krupp sostiene que el Zodiaco se
realizó en el año 30 a.C. y que fue importado de Mesopotamia.
Por su parte, sir Norman Lockyer, el famoso astrónomo
británico estudioso de Stonehenge, mantenía que Dendera era
mucho más antiguo y que se había construido en alineación
con Sirio. Giorgio de Santillana y Herta von Dechend
señalan que el movimiento de precisión de los equinoccios se
conocía desde la más remota antigüedad, así como que éste
controlaba la actividad celeste y la terrestre...

La tradición astronómica egipcia tuvo continuidad en la


Europa medieval de la mano de algunos arquitectos, que
rescataron antiguos saberes para plasmarlos en sus
construcciones. Prueba de ello son los numerosos zodiacos
grabados en los templos, cuya influencia, incluso, pudo haber
determinado la ubicación final de las catedrales del norte de
Francia.

Tal como expone Nacho Ares en su artículo El renacer Del dios


Sol, "pocos son los que se han preguntado qué hacen los
signos del zodiaco, representación abiertamente pagana,
grabados alrededor de la imagen de Cristo en la portada de
varios templos europeos". Y ciertamente están allí; la basílica
de la Magdalena de Vézelay, o la catedral de San Lázaro de
Autum, ambas en Francia, son dos de los ejemplos. Sin
embargo, en España tenemos el monasterio de Santa María de
Ripoll en Girona o, quizás la más representativa, la portada
principal de la iglesia del Panteón Real de San Isidoro en León
(1090-1095) cuyas representaciones del zodíaco han sido
ingenuamente interpretadas como un "horóscopo
moralizante".

Es innegable que muchos destellos de Egipto inmersos en


tradiciones esotéricas milenarias encontraron su plasmación
en la extendida arquitectura románica y gótica, pasando
después a formar parte de nuestro acervo cultural y religioso.
Elementos "faraónicos" pueden también encontrarse en el pórtico del
monasterio de Santa María de Ripoll, Girona, España.

En algunos manuscritos alquímicos de los siglos XIII y XIV


conservamos sorprendentes representaciones del zodíaco
egipcio. La imagen de la diosa celeste Nut, quien todas las
mañanas daba a luz al disco solar, Ra, es representada en
varios códices como una parturienta, acicalada con los típicos
atuendos de una mujer medieval, rodeada de los doce signos
del zodíaco. En otros ejemplos, éstos encierran una
curiosísima representación de un hombre barbudo y con una
corona de la que sobresalen numerosos rayos: una clara
identificación del dios Serapis alejandrino con Cristo, que
representa el papel de Cosmócrator.

Pero como si se tratara de una burla hacia la autoridad


eclesiástica vigente, en los siglos XI, XII y XII, las iglesias
medievales europeas aparecen repletas de símbolos
esotéricos, en recuerdo de las antiguas religiones paganas de
origen solar. Su misma presencia demuestra que las
inquietudes culturales y filosóficas de muchos de los
arquitectos se encontraban al margen de la cerrada
idiosincrasia cristiana. Buena prueba de ello es el añadido de
extraños símbolos en los frontones de las portadas de las
iglesias, cuya comprensión únicamente estaba al alcance de
unos pocos iniciados.

Los gremios mistéricos

Los oficios también tienen cabida en los Misterios de la


antigüedad. A este respecto Javier Arriés en su artículo El
resurgir de la tradición atlante nos dice que “un gremio muy
activo es el de los constructores y canteros, cuyos Misterios se
celebraban en logias próximas a las obras. Sus herramientas –
martillo, compás, etc.-, sirvieron de simbolismo sagrado a una
comunidad de iniciados que aún perdura: la francmasonería,
en cuyo seno la divinidad toma la forma de un constructor
perfecto, el Gran Arquitecto del Universo.

Los Misterios basados en los oficios sacralizaron la actividad


de los ciudadanos, de forma que cada trabajo, cada creación,
cada arte, cada labor, se convirtió en una especie de
meditación continua que mantenía unido al iniciado con su
naturaleza interior.

De Isis a María Magdalena, pasando por María

Que muchos templos cristianos tengan la advocación de


Nuestra Señora no es, para nada, algo que podamos atribuir a
la casualidad.

El gran Fulcanelli, en su obra El misterio de las catedrales


disecciona la figura de la Virgen María de esta forma al
estudiar la simbología de Notre-Dame:

"De cara a la plaza -y en lugar de honor-, aparece la alquimia


representada por una mujer cuya frente toca las nubes.
Sentada en un trono, lleva un cetro -símbolo de soberanía- en
la mano izquierda, mientras sostiene dos libros con la
derecha, uno cerrado (esoterismo) y el otro abierto
(exoterismo). Entre sus rodillas y apoyada sobre su pecho,
yérguese la escala de nueve peldaños -scala philosophorum-,
jeroglífico de la paciencia que deben tener sus fieles en el
curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor
hermética. "La paciencia es la escala de los Filósofos -nos dice
Valois- y la humildad es la puerta de su jardín; pues a todos
aquellos que perseveren sin orgullo y sin envidia, Dios les
tendrá misericordia."

Tal es el título del capítulo de este mutus Liber que es el


templo gótico; el frontispicio de esta Biblia oculta de macizas
hojas de piedra; la huella, el sello de la Gran Obra laica, al
frente de la Gran Obra cristiana. No podía hallarse mejor
situado que en el umbral mismo de la entrada principal.

Así, la catedral se nos presenta fundada en la ciencia


alquímica, investigadora de las transformaciones de la
sustancia original, de la Materia elemental (en latín: materea;
raíz mater, madre). Pues la Virgen- Madre, despojada de su
velo simbólico, no es más que la personificación de la
sustancia primitiva que empleó, para realizar sus designios, el
Principio creador de todo lo que existe. Tal es el sentido, por lo
demás luminosísimo, de la singular epístola que se lee en la
misa de la Inmaculada Concepción de la Virgen, cuyo texto
transcribimos:

"El Señor me tuvo consigo al principio de sus obras, desde el


comienzo, antes que criase cosa alguna. Desde la eternidad
fui predestinada, y antes que fuese hecha la tierra. Aún no
existían los abismos, y yo había sido ya concebida. Aún no
habían brotado las fuentes de las aguas; aún no estaba
asentada la pesada mole de los montes; antes de que hubiese
collados yo había ya nacido. Aún no había hecho la tierra, ni
los ríos, ni los ejes del globo de la tierra. Cuando Él extendía
los cielos, estaba yo con Él; cuando con ley fija y valla
encerraba los abismos; cuando arriba consolidaba el
firmamento, y ponía en equilibrio los manantiales de las
aguas; cuando circunscribía al mar en sus términos, y ponía
ley a sus olas para que no traspasasen sus linderos; cuando
asentaba los cimientos de la tierra, con Él estaba yo
concertándolo todo."
Trátese aquí, visiblemente, de la esencia misma de las cosas.
Y, en efecto, nos enseña la Letanía que la Virgen es el Vaso
que contiene el Espíritu de las cosas: Vas espirituale. "Sobre
una mesa, a la altura del pecho de los Magos -nos dice
Etteilla-, estaban, a un lado, un libro o una serie de hojas o de
láminas de oro (el Libro de Thoth), y, al otro, un vaso lleno de
licor celeste-astral, compuesto de un tercio de miel silvestre,
una parte de agua de la tierra y una parte de agua del cielo...
El secreto, el misterio, estaba, pues, en el vaso."

Esta Virgen singular -Virgo singularis, como la llama


expresamente la Iglesia- es, además, glorificada mediante
epítetos que denotan con bastante claridad su origen positivo.
¿Acaso no se llama también Palmera de Paciencia (Palma
patientiae), Lirio entre espinas (Lilium inter spinas -que es
además el título de unos célebres manuscritos alquímicos de
Agricola y de Ticinensis-), Miel simbólica de Sansón, Vellón
de Gedeón, Rosa Mística, Puerta del Cielo, Casa de Oro, etc...?
Los mismos textos llaman también a María Sede de la
Sabiduría, lo cual equivale a Tema de la Ciencia hermética, del
saber universal. En el simbolismo de los metales planetarios,
es la Luna que recibe los rayos del sol y los conserva
secretamente en su seno. Es la dispensadora de la sustancia
pasiva, a la cual anima el espíritu solar. María, Virgen y Madre,
representa, pues, la forma; Elías, el sol, Dios Padre, es
emblema del espíritu vital. De la Unión de estos dos principios
resulta la materia viva, sometida a las vicisitudes de las leyes
de mutación y de continuidad. Y surge entonces Jesús, el
espíritu encarnado, el fuego que toma cuerpo en las cosas, tal
como las conocemos aquí abajo:

Y EL VERBO SE HIZO CARNE,


Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS

Por otra parte, la Biblia nos dice que María, madre de Jesús,
era de la rama de Jesé. Ahora bien, la palabra hebrea Jes
significa el fuego, el sol, la divinidad. Ser de la rama de Jesé
equivale, pues, a ser de la raza del sol, del fuego. Como la
materia tiene su origen en el fuego solar, tal como acabamos
de ver, el mismo nombre de Jesús se nos presenta en su
esplendor original y divino: fuego, sol, Dios.

Por último, en el Ave Regina, la Virgen es adecuadamente


llamada Raíz (Salve, radix), para señalar que es principio y
comienzo del Todo. "Salve, raíz por la cual la Luz ha brillado
sobre el mundo."

Nos dice Ares: "Todos los historiadores reconocen que la


temática artística de la Virgen María con el niño en el regazo,
que tanta difusión tuvo en la escultura del románico y gótico,
tienen un origen egipcio. En el Valle del Nilo esta misma
iconografía era la empleada para representar a la diosa Isis
con su pequeño hijo Horus sobre el regazo, desde las
primeras dinastías (2500 a.C.). Empleada, seguramente, por
los coptos -cristianos egipcios- para sus representaciones
marianas, fácilmente pudo haber sido éste el origen de tan
extraño matrimonio artístico y su posterior difusión en
Occidente. Así, existen varias tradiciones heréticas seguidas
por diferentes sociedades secretas del Medievo, que podrían
dar una explicación a este enigmático entramado histórico.

El Priorato de Sión es una de estas sociedades secretas,


aunque su autenticidad todavía no haya sido demostrada.
Existiera o no esta sociedad secreta, no cabe duda de que son
muchas las herejías medievales que giraron en torno a una
misma idea: Jesús estuvo casado con María Magdalena,
llamada también María de Betania, hermana de Lázaro y
Marta. Y muchas de ellas coinciden en un punto de
substancial importancia: la Magdalena primero huyó a Egipto y
de ahí embarcó hacia el sur de Francia acompañada de sus
hijos y hermanos. Según estas creencias, con ella habría ido
también el famoso Grial, que en ningún modo fue el cáliz de la
Última Cena, sino la propia Magdalena: la portadora de la
sangre de Cristo.

La difusión de estos ideales hacia el norte de Francia no se


hizo esperar. Y es aquí donde cabe preguntarse: ¿A quién
pertenece la advocación de las grandes catedrales del norte
de Francia: a Notre-Dame, María, la madre de Jesús, o, por el
contrario, son en realidad un reconocimiento velado a la figura
de María Magdalena?.

En cualquier caso -continúa exponiendo Ares-, no sería muy


arriesgado afirmar que el ideal cristiano que emana de la
figura de la Virgen María, o de la Magdalena si nos centramos
en el movimiento herético, está muy relacionado con el
significado teológico de la diosa egipcia Isis, esposa de Osiris
el dios, que al igual que Jesús, resucitó de entre los muertos.

La figura de Osiris fue relacionada desde las primeras


dinastías egipcias con la constelación de Orión. Ésta, según los
textos de las pirámides (2.400 a.C.), desempeñaba un
importante papel en los ritos funerarios muy en relación con la
figura de Isis, vinculada a la estrella Sirio, la más brillante de
la cosntelación del Can Mayor. En este sentido, hace
exactamente una década, el ingeniero belga Robert Bauval
planteó la posibilidad de que una serie de pirámides del Valle
del Nilo fueran ubicadas en un lugar determinado con el fin de
formar sobre la superficie terrestre un esquema idéntico al
formado por las estrellas de la constelación de Orión.

Si tenemos en cuenta que, aparte de su relación con la


estrella Sirio, los astrónomos alejandrinos vinculaban la
constelación de Virgo con la diosa Isis, quizás tendríamos que
cuestionarnos si esta divinidad posee un proyecto similar al de
su esposo en algún lugar de Egipto. A ciencia cierta es algo
que todavía hoy ignoramos.

Sin embargo, ya hemos visto como la figura de Isis fue


identificada con la Virgen María o la Magdalena, de quien en
círculos esotéricos siempre se dijo que durante su estancia en
Egipto practicó los ritos iniciáticos de esta diosa. La respuesta
a tan intrigante cuestión en una antigua tradición medieval de
origen gitano. En ella se afirma que las catedrales góticas que
poseen la advocación de Nuestra Señora en el norte de
Francia, fueron construidas por sus arquitectos de manera que
formaran una imagen reflejada de la constelación de Virgo
-Nuestra Señora- sobre el suelo.
Esta sorprendente revelación, que ya fue estudiada hace más
de dos décadas por el investigador Louis Charpentier en su
libro El misterio de la catedral de Chartres, no ha podido
confirmarse sobre un plano, ya que no coincide la posición de
las catedrales con la situación de las estrellas de la
constelación de Virgo. Sin embargo, de confirmarse el origen
medieval de la tradición, ¿significa esto que en los círculos
esotéricos se conocía la existencia del misterio de Orión en
Egipto y quisieron adaptarlo a la tradición de la Magdalena?

Cocluiremos esta cuestión con estas palabras de Fulcanelli:


"Nosotros sabemos que la diosa Isis es la madre de todas las
cosas, que las lleva a todas en su seno, y que sólo ella es la
dispensadora de la Revelación y de la Iniciación. Profanos, que
tenéis ojos para no ver y oídos para no oir, ¿a quién dirigiríais,
si no, vuestras plegarias? ¿Ignoráis que sólo puede llegarse
hasta Jesús por la intercesión de su Madre; sancta Maria ora
pro nobis? Y la Virgen es representada, para vuestra
instrucción, de pies sobre la media luna y siempre vestida de
azul. Color simbólico del astro de la noche.

Monjes y constructores

Rafael Alarcón expone en su obra A la sombra de los


templarios que "para los constructores célticos y asimilados,
los maestros druidas se personifican en esos ermitaños y
monjes constructores, que, sin estudiar en ninguna escuela,
sólo por el contacto con la naturaleza y la inspiración Divina,
adquieren milagrosamente unas nociones constructivas que
les permiten levantar catedrales, tender puentes y estructurar
una red de caminos y calzadas de primer orden. Como es el
caso de los monjes Virila y Bastario, o los ermitaños
Domingo de la Calzada y Juan de Ortega, por hablar sólo
de los más populares en la España medieval y jacobea.

De este modo, los constructores se hacen monjes o viven bajo


la protección de algún monasterio viajando de una a otra
comunidad, o bien se hacen ermitaños y circunscriben su
actividad constructivo-didáctica a una región determinada. Al
menos en los primeros momentos de este peligroso período,
cuando tras las invasiones bárbaras y árabes el mundo
hispano pierde la estabilidad social y política, la vida resulta
algo insegura y las actividades intelectuales desaparecen o
quedan adormecidas, resultando los monasterios o las
comunidades eremíticas el último refugio donde el saber se va
a exiliar voluntariamente, para retornar de allí triunfante y
enriquecido haciendo posible esa floreciente cultura de la
civilización medieval.

La interrelación entre constructor y monje es mucho más


profunda de lo que a primera vista parece, es la manifestación
física de la doble vía a seguir en el camino de la perfección. El
aspecto complementario de ambos personajes se acrecienta
cuando las dos funciones se reunen en el monje-constructor, o
en el ermitaño-maestro constructor. Christian Jacq y
François Brunier han señalado muy exactamente esta
interdependencia en Le message des batisseurs de
Cathedrales:

"El monje medita en su celda con el fin de adivinar los


designios divinos, el tallista de la piedra los hace perceptibles
en la escultura de manera que la Humanidad adquiera
conciencia. Uno y otro son auténticos pontífices, ya que
construyen un puente entre lo oculto y lo aparente. El arte de
la Edad Media no es espiritual ni materialista, ya que ambas
vías se extravían igualmente cuando se afirman de una
manera separada. Si la ciencia espiritual del abad no hubiera
recibido la asistencia del arte escultor, hubiera seguido siendo
un recipiente vacio y sólo hubiera interesado a un número
muy reducido de individuos. Si la ciencia del maestro de obra
no hubiera recibido la asistencia de la plegaria del abad,
habría sido únicamente una magnífica técnica. El abad y el
maestro de obra no son materialistas ni espiritualistas. Saben
que la vida es, a la vez, ascensión y encarnación, meditan y
crean."

El arte gótico

Tal como dice Bayard, “son muchas las dudas entorno a la


expresión “arte gótico”; se relaciona sobre todo con el arte de
los godos, ese antiguo pueblo germánico asentado cerca del
Báltico”, que se expandió por diversos puntos de Europa
(visigodos en España, ostrogodos en Italia).
Nosotros no entraremos en la polémica chauvinista de la
mayoría de los autores franceses, y sí reconoceremos la
influencia que los constructores franceses tuvieron en el
extranjero, pero lo que de ningún modo admitiremos, como no
lo admiten la mayor parte de los estudiosos del arte
arquitectónico, es que el arte gótico sea un arte
exclusivamente francés y exportado posteriormente a otros
países de Europa.

Como reconoce el propio Bayard, “el arte gótico no es un


estilo único; en cada zona se le dio una interpretación
diferente y surgieron distintas “escuelas” o corrientes. La
decoración también evoluciona: a finales del siglo XIII, triunfa
el estilo estrellado, mientras que en los siglos XIV y XV lo hará
el flamígero”.

Además, es innegable, tal como nos recuerda Ángel Almazán


en El Burgo de Osma y su catedral, que “la primera catedral
gótica del mundo se inició en Lund (1002), la Lundina
Gothorum, en Gotlandia (Suecia)”. Gérard de Sède, por otra
parte, ha demostrado la pervivencia de los viejos cultos
paganos en su iconología interior y en sus runas.

En El misterio de las catedrales, Fulcanelli (que por otra parte


tampoco puede sustraerse a ese pecado capital francés que
es el chauvinismo), se hace una pregunta muy interesante al
respecto de la expresión arte gótico y de su controvertido
origen: “¿Por qué han sido tan pocos los lexicólogos que han
acertado?”; y añade: “Por la sencilla razón de que la
explicación debe buscarse en el origen cabalístico de la
palabra más que en su raíz literal.

Algunos autores perspicaces y menos superficiales,


impresionados por la semejanza que existe entre gótico y
goético, pensaron que había de existir una relación estrecha
entre el Arte gótico y el Arte goético o mágico.

Para nosotros, arte gótico no es más que una deformación


ortográfica de la palabra argótico, cuya homofonía es
perfecta, de acuerdo con la ley fonética que rige, en todas las
lenguas y sin tener en cuenta la ortografía, la cábala
tradicional. La catedral es una obra de art goth o de argot.
Ahora bien, los diccionarios definen argot como “una lengua
particular de todos los individuos que tienen interés en
comunicar sus pensamientos sin ser comprendidos por los que
les rodean”. Es, pues, una cábala hablada. Los argotiers, o
sea, los que utilizan este lenguaje, son descendientes
herméticos de los argo-nautas, los cuales mandaban la nave
Argos, y hablaban la lengua argótica mientras bogaban hacia
las riberas afortunadas de Cólquida en busca del famoso
Vellocino de oro". "La fábula del Vellocino de oro -dice
Fulcanelli- es un enigma completo del trabajo hermético que
debe llevar a la obtención de la Piedra Filosofal. En el lenguaje
de los Adeptos, se llama Vellocino de oro a la materia
preparada para la Obra, así como al resultado final". Todavía
hoy, decimos del hombre muy inteligente, pero también muy
astuto: lo sabe todo, entiende el argot. Todos los Iniciados se
expresaban en argot, lo mismo que los truhanes de la Corte
de los milagros -con el poeta Villon a cabeza- y que los
frimasons, o francmasones de la Edad Media, “posaderos del
buen Dios”, que edificaron las obras maestras argóticas que
admiramos en la actualidad. También ellos, estos nautas
constructores, conocían el camino que conducía al Jardín de
las Hespérides...

El arte gótico es el art got o cot (Xo), el arte de la Luz o del


Espíritu.

El argot es una de las formas derivadas de la Lengua de los


pajaros, madre y decana de todas las demás, la lengua de los
filósofos y de los diplomáticos. Es aquélla cuyo conocimiento
revela Jesús a sus apóstoles, al enviarles su espíritu, el Espíritu
Santo. Es ella la que enseña el misterio de las cosas y
descorre el velo de las verdades más ocultas. Los antiguos
incas la llamaban Lengua de Corte, porque era muy empleada
por los diplomáticos, a los que daba la clave de una doble
ciencia: la ciencia sagrada y la ciencia profana. En la Edad
Media, era calificada de Gaya ciencia, Lengua de los dioses. La
Tradición afirma que los hombres la hablaban antes de la
construcción de la torre de Babel, causa de su perversión y,
para la mayoría, del olvido total de este idioma sagrado.

Según la mitología, el célebre adivino Tiresias, que perdió la


vista por haber revelado a los mortales los secretos del
Olimpo, que vivió “siete, ocho o nueve edades de hombre” y
fue, sucesivamente, ¡hombre y mujer!, tuvo un conocimiento
perfecto de la Lengua de los pájaros, que le habría enseñado
Minerva, diosa de la Sabiduría. La compartió, según dicen,
con Tales de Mileto, Melampo y Apolonio de Tiana”.

Sobre el desarrollo de la arquitectura, Bayard nos dice que


“los temores del año mil hacen nacer un nuevo espíritu
religioso. Los monjes salen a predicar una nueva conversión y
a incitar al arrepentimiento. Los monasterios reciben
importantes donaciones de los caballeros preocupados por
alcanzar la gracia divina; las abadías deben albergar a los
fieles y dan cobijo a los peregrinos. El clero explotó
hábilmente el temor del año mil, pero superado este hito, no
se debilitó el fervor religioso, pues se esperaba la venida del
Mesías.

Se construyen capillas, iglesias y abadías. Los benedictinos


son cada vez más activos; los cistercienses determinan el
carácter del arte monumental con su austeridad, que los
templarios suscriben. Los edificios templarios son
principalmente iglesias parroquiales, pues esta comunidad,
extraordinariamente dispersa, no siempre tiene un capellán
que se ocupe del culto conventual. Todas estas órdenes
emplean constructores laicos que conviven con los hermanos
legos”.

A la nueva corriente de pensamiento que iniciara San


Agustín y continuara Abelardo “corresponde una
arquitectura nueva que se inspira en el mundo legendario y se
enriquece con el pensamiento celta, que había tenido
representantes hasta el siglo VI.

El arte de la construcción pasa a manos laicas. Las


construcciones se encargan a especialistas. Los obispos
prometen indulgencias y perciben enormes beneficios. Las
parroquias pequeñas, menos afortunadas, buscan otras
fuentes de ingresos.

Se organizan peregrinaciones a los lugares más afamados, así


como a los templos que poseen reliquias. Se reemplaza la
antigua iglesia románica, demasiado pequeña, por una
construcción más amplia y de un estilo totalmente nuevo. Se
derriban monumentos muy bellos para erigir según el nuevo
estilo”.

En trescientos años, Europa extrajo y empleó mucha más


piedra que el antiguo Egipto en milenios.

La catedral gótica ocupa el lugar de la catedral románica, que


había ido ganando en altura y en esbeltez de las bóvedas. Al
final de la época románica, se busca esta elevación hacia el
cielo, hacia la luz, glorificación de Dios. Para dar mayor relieve
a las santas reliquias, se hace entrar la luz abriendo vanos en
los muros hasta rozar el límite de su resistencia”.

Tal como nos dice Almazán, “la catedral es el lugar de


encuentro ideal de uno consigo mismo, con la divinidad y lo
numinoso. Es la construcción humana que más propicia a la
meditación.

La catedral gótica es como una gran caja de resonancia de


energías telúricas, a la vez que constituye la construcción
ideal para marcar el espacio y tiempo sagrado en el que el ser
humano se adentra en su esencia espiritual más profunda.
Cierto es que no hay templo cristiano con mayor exaltación de
la fe, pero asimismo es un gran libro pétreo de simbolismo
arquetípico, especialmente el alquimista...

Los alquimistas verdaderos (seguidores del hermetismo)


empleaban la iconología cristiana y utilizaban un lenguaje
críptico en el que los metales, planetas y elementos químicos
reemplazaban simbólicamente a situaciones y procesos de su
opus. En este siglo así lo han demostrado los análisis del
alquimista Fulcanelli y del simbólogo y psicólogo Carl Gustav
Jung. Para este último el simbolismo alquimista es una
proyección del llamado Proceso de Individuación, a través del
cual la consciencia, el yo, realiza su confrontación y
armonización con el inconsciente personal y colectivo
adquiriendo un mayor autoconocimiento, autodominio y
autoequilibrio psíquico con el objetivo de lograr una especie
de fusión consciente (que no mística) del yo con el verdadero
Yo, el Sí-Mismo, esa chispa divina que todos llevamos dentro
según Nicolás de Cusa y Meister Eckart.
Fuente http://usuarios.multimania.es/larmenius/constructores.html

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