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ELUNES 14 DE MARZO DE 2011

Los chicos están bien (5)


Los chicos escriben su primera novela siempre igual y siempre como Henry Miller escribía
sus primeras novelas, es decir, como si lo supieran todo y estuvieran de vuelta de todas las
grandes mentiras de la vida y de todas las grandes verdades de la literatura, porque algunos
libros han leído, que no eran para tanto, y algunos años han vivido, que eran para
muchísimo: una novela, nada menos.

Tengo y he tenido sobre mi puta mesa varias novelas cuatro de chicos y de primerizos, en
editoriales impensables y misterioras que (el "cuatro" lo he puesto a posta, listos,
descolocado) no sabe uno qué clientes tienen, qué patrocinios, qué huevos, qué dineros y
qué propósitos de hundirse en septiembre o hace cinco minutos.

Libros de Bohodón Ediciones, de Baile del sol, de Bubok, de Papel de Fumar


Ediciones, de Editorial Delirio: ¿quién coño os lee, quién coño os compra, a quién le
importáis ni tanto así; cómo habéis llegado a mis manos y, mayormente, qué coño voy a
hacer con vosotros mecagoenlaputa?

La gente, cuando te da o envía sus libros, debería darte o enviarte, colateral, un metro
cuadrado de vivienda, o al menos un centímetro cuadrado, para justificar su espacio en el
mundo y su peso en tu piso, que ya se quiebra en sus pilares por la gravidez de tanto libro
remitido y tanta puta manía de querer ser leído y guardado; y posteado.

Pues son los chicos los que a renglón seguido correlaciono, sin mayor demora:

David Pérez Vega. David escribe el blog llamado Desde la ciudad sin cines, donde sólo
salen argentinos y un poco Bolaño, y otra vez un argentino. Acantilados de Howth es su
primera novela publicada. Trata de un tipo que estuvo en Irlanda porque su autor estuvo
en Irlanda y uno siempre cree que de eso se puede hacer una novela. No, si se puede. La
obra cojea sin embargo de que estar en Irlanda se torna categoría literaria, y no anécdota, y
el autor nos narra Irlanda como si las peculiaridades de los putos irlandeses nos importaran
más que el corazón de David. No, el corazón del autor, su intimidad, siempre nos
resultarán más interesantes que toda Irlanda junta, porque las calles de Dublín y sus bares
y sus modos de servir las copas vienen ya en las guías de viaje y la literatura no cuaja bien
con el dato turístico, así lo escriba uno con esforzado afán. Asina, lo mejor de esta novela
son las reflexiones del personaje, sus cosas más privadas y sus casos más nuestros,
desarrollados en Madrid y sin necesidad de informar de cómo se tiran las cañas en Madrid,
ni de dónde queda el bar. La novela tiene un escritura centrada y correcta y sobria, y un
vuelo puntual en algunas páginas, de querencia bolañesca, pero le falta desmelene y una
estructura de mecánica más natural. Todo llegará. El autor nació en 1974.

Mario Crespo. Mario nació en 1979, en Zamora. Eso ya da para muchas novelas. Zamora.
Nacer en Zamora es casi necesariamente delictivo. Como P. Vega, Mario se fue a Londres
y, en efecto, tiene muchas cosas que contarnos. No en vano la novela la ha titulado LS6 y
tal. La de Crespo es algo más moderna (en todo sentido) que Acantilados de Howth, y ahí
tenemos fragmentación diarística y las referencias culturales y actualísimas de una prosa,
asimismo, en pleno apogeo solipsista. Mario Crespo escribe sobre él como quien edita un
periódico del yo y espera que alguien recorte algunos anuncios por palabras. Es una novela
que uno ha leído doscientasmil veces, la clásica primera novela, la clásica obra del tío.

Raúl Quirós. Lo de Raúl no es novela sino relatos y arrebatos tipográficos. Hay dibujos,
códigos de barras, numerales, cardinales, logos de windows, faxes y un monigote que cae
página a página desde lo alto del margen a lo bajo del margen, detalle que me ha parecido
niño y encantador. La obra, claro, se titula Un hombre cae de un edificio, y viene impresa
espantosamente por Bubok y enviada en una caja igualita que la de Amazon. Además, en
primera línea figura el sello Creative Commons que da fe de la inocencia de su autor: 1980,
y de las ganas que tiene de que no le tomen en serio. ¡Es broma, Raúl! Pero, hazme caso,
concéntrate en los textos y no en el favor que nos haces regalándolos. El caso es que
Cortázar y postmodernidad llenan este libro a partes iguales y se ven buenas ideas y
ejecuciones quizá mejorables, sobretot por la textura literaria, algo floja. Podéis ver el libro
y todo el rollo aquí: Un hombre cae de un edificio.

Julio Fuertes. Finalmente traemos al blog a Julio, cuya novela La legendaria rebelión de los
fumadores he acabado de leer hace 39 minutos y cuya pequeñez no justificaba hacer un
post si no era en compañía de otros chicos con iguales méritos pero que no me han dejado
entrar en sus casas. ¿Cómo es la casa de Julio Fuertes? Como su novela, es decir, con 88
páginas y algunas sillas plegables. Y una guitarra. Otra guitarra. 10 ejemplares del puto Tao
Lin. Jeff Buckley y algunas puertas cerradas. ¿Cómo es la casa de Julio Fuertes, repito?
Como su novela, es decir, con Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez y otros amigos
viniendo a tomar unas cervezas, y unos seudónimos. ¡Se creía que no lo íbamos a notar, el
tío! Cuando alguien encabeza su puta novela con la gilipollez de "todo es inventado, si se
parece a la realidad, ups, es casual" es que su libro le ha salido más autobiográfico que el
abono transporte. ¿De qué va esta novela? Ni de Irlanda ni de Londres, va de la polla de
Julio Fuertes. ¿Tan interesante cree Julio Fuertes que es el destino turístico de su polla? Sí,
tan interesante cree que es. Sale Juliette, sale Greta, sale otra que ahora no encuentro y
sale Bolaño, claro, y todo porque Julio, 1989, ya cree que puede concluir cosas de la vida
sin esperar a concluir la carrera. ¡Y hace bien! La nouvelle no está mal, no es una puta
mierda, y apunta maneras mayormente por la honestidad de la voz y la insinuación de
una estructura, técnicamente dispuesta al trantrán de las leyendas amenazantes que figuran
en las cajetillas de cigarrillos y narrativamente hilvanada por la expectativa de una
revolución de fumadores que asoma su insolencia cada tanto y al final del todo, en un cierre
apreciablemente acertado. Está escrita entre Bukowski y gmail, lo que siempre nos hará
reinvidicar a Bukowski. El prota tiene un ego de haberle dado al Me gusta de sus propias
ocurrencias en Facebook durante toda la tarde. A lo mejor hay un buen escritor aquí.
Veremos.

yVíctor Balcells Matas. Que tenía también este por ahí, Yo mataré monstruos por ti.
Formato CD con foto naked del autor en cubierta y fascinante data de impresión: "Esta
primera reimpresión se terminó en los taleres de Iberoprinter, en Salamanca, un mes de
noviembre de 2010". Es sabido que, en Salamanca, los años tienen varios meses de
noviembre..., sobre todo 2010. Víctor es sobrino, dígamoslo cuanto antes, de Enrique Vila-
Matas, que le regala una memorable medalla en la contra: "Todo lo hace como un pájaro en
plena tempestad. No se agarra a ninguna rama, sigue la tempestad." Son cuentos y son
variados. Haylos juveniles y personales, de autobiografía casi constatable; y haylos de
probatura, que si uno clásico, que si otro monologal, que si otro histórico, que si fábula,
férula y fémina (cada cuál, su techné). También vemos una prosa de andar por casa, pero
por una casa recién limpiada, alfabética. Me vale.

L SUEÑO DE JUSTİNİANO; Salvador Felip.

Año 532. Justiniano, emperador de Bizancio, obsesionado con la idea de recuperar la antigua gloria del Imperio
romano, forja un pacto secreto con Dios por el que se le concederá un heredero si construye la mayor basílica jamás
concebida en la historia de la humanidad. Cumplir con su juramento implica que Justiniano debe destruir Santa
Sofía, la iglesia más querida por los ciudadanos de Constantinopla, la actual Estambul, ciudad en la que hoy resido.

Esta es la segunda novela de Salvador Felip (Madrid 1971) que edita Ediciones B. La anterior El ocaso de Bizancio
Ediciones B, 2008, también está centrada en el antiguo imperio remano de oriente.

Hace unos meses hablábamos aquí de Teodora, la mujer de Justiniano. Este libro nos da más información sobre este
peculiar matrimonio al tiempo que nos ilustra sobre la historia de esta gran ciudad.

Constantinopla, 1 de Enero de 532.


La silueta de la gran basílica de Santa Sofía se vislumbraba claramente a través de la ventana. El tejado a dos aguas
que coronaba la nave central mostraba un oscuro tono grisáceo, iluminado por la claridad de la luna, atrayendo la
mirada del emperador como si de un nuevo faro se tratase. Desde el estrecho mirador en lo alto de la cúpula del
Octagon, los pardos ojos del emperador miraban hacia el norte, por encima de los rojizos tejados de los edificios
palaciegos y de las cúpulas que coronaban los baños de Zeuxipo. Posada en la basílica, su mirada mostraba esa
extraña mezcla de vivacidad y melancolía que tan sólo la presencia de Teodora, su esposa, conseguía aliviar.
Se llamaba Flavio Pedro Sabatio, aunque eran pocos los que recordaban su nombre, y menos los que osaban
utilizarlo. Incluso para él mismo, decidido a olvidar su humilde origen, aquellas tres palabras casi carecían de
significado. Para la historia sería tan sólo Justiniano.

Un ruido le hizo volver la cabeza, desviando su vista de la ventana. Veinte codos más abajo, en el centro de la sala,
iluminada por la titilante luz que emitía el prendido aceite de ocho amplios braseros de bronce labrado, uno de los
criados eunucos de palacio elevaba los ojos hacia él. Desde su posición, el esclavo tan sólo podía observar la oscura
forma de la clámide púrpura del emperador moviéndose entre las sombras del techo, al trasluz de los anchos
ventanales que se dibujaban en el tambor de la estrecha cúpula octogonal. El sirviente se persignó antes de realizar
una apresurada reverencia y huir, más que retirarse, con el rostro lívido.
Justiniano era consciente de los rumores que circulaban entre la servidumbre del palacio. Sus frecuentes paseos a
altas horas de la noche despertaban innumerables comentarios, así como un sin fin de risibles cuentos, en los que su
cabeza desaparecía mientras caminaba, o su rostro se transformaba en una pálida tez carente de rasgos humanos. La
pueril imaginación de los esclavos suponía un fértil terreno para leyendas sobre el diablo. Sin embargo, ninguno de
ellos podría entender el por qué de su insomnio, de sus interminables días enterrado en la burocracia del estado, de su
continuo ensimismamiento.
Gracias a su elevada posición, observó el suelo de la amplia sala, vacía tras la veloz salida del funcionario. Un
inmenso mosaico de diminutas teselas ocupaba casi todo el espacio, rodeado por un ancho círculo de motivos
florales. Sobre el pavimento, los mosaiquistas habían dibujado una excelente vista de Constantinopla, un triángulo de
abigarradas construcciones de piedra y mármol rodeado por pequeñas ondas azuladas. En primer plano, a un lado de
la detallada representación, un orgulloso Constantino marcaba los límites de su nueva Roma con una lanza.
El emperador clavó los ojos en aquel rostro minuciosamente definido sin poder evitar un destello de envidia, envidia
por la fama de grandeza que Constantino había dejado a la posteridad, envidia por haber sabido vencer a la muerte
legando al futuro la mayor ciudad sobre la tierra.
A lo largo de los siglos, muchos hombres habían ocupado el solio imperial. De la mayoría tan sólo restaban viejas
estatuas o un simple nombre en un papiro olvidado en el fondo de un inmenso archivo. Apenas un puñado
permanecía en la mente del pueblo, recordados por la historia. El día en que ascendió al poder, Justiniano se juró a sí
mismo que no sería uno más en aquella lista. Para el vulgo no existía peldaño más alto que envolverse en la púrpura.
Sin embargo, para quién se había criado desde joven para ser emperador, la realeza no bastaba por sí misma.
Necesitaba más.
Ya en su juventud se sentía predestinado a ocupar un puesto junto a César, Augusto, Trajano o el mismo
Constantino. Disponía de cuantas aptitudes personales se precisaban para ello: fe inquebrantable en el Señor,
ambición, infatigable disposición para el trabajo, paciencia para conseguir sus fines y una clara idea de lo que debía
hacer. Dios le había agraciado con la diadema de emperador poniéndole al frente de un imperio mutilado. La parte
occidental del otrora glorioso estado romano se hallaba sojuzgada por pueblos bárbaros. Hispania, Galia, Britania. La
propia Roma se encontraba al arbitrio de las huestes de los ostrogodos. Lo que para hombres débiles e inconstantes
suponía una terrible desventaja, para Justiniano representaba una descomunal oportunidad. Desde el día que se sentó
en el trono supo cuál sería su destino. Refundar el imperio. Si Constantino pasó a la historia por crear una nueva
ciudad, él sería recordado por crear un nuevo imperio, una nueva Roma. Durante años había trabajado con ese
objetivo en mente, trazando planes, amasando dinero y recursos, estudiando cuidadosamente los pasos a seguir. Por
fin, se encontraba en disposición de colocar la primera piedra del camino que le llevaría a la grandeza. Recuperaría
uno por uno todos los territorios que las hordas germanas les habían arrebatado, aquellos que por justicia le
pertenecían. Unificaría de nuevo el imperio, tras medio siglo de disgregación. Pero eso no era suficiente.
Su nueva Roma necesitaría nuevas leyes, nuevos códigos que adaptaran la antigua legislación. Por ello, se había
lanzado a la ingente tarea de recoger y catalogar todas las leyes existentes en el imperio desde los tiempos de
Adriano, condensándolas en un código legal único, algo nunca visto antes. Un gobierno, una ley. Pero tampoco era
suficiente. Roma había cambiado. El imperio había aceptado la luz del cristianismo, empapándose de la verdadera fe
gracias al esfuerzo del fundador de Constantinopla. Justiniano había favorecido la religión luchando denodadamente
contra los enemigos de la ortodoxia, así como dedicando enormes sumas a la reparación de las antiguas iglesias y
basílicas, al mismo tiempo que levantaba nuevos templos para glorificar al Señor. Aún así, no era suficiente.
La realidad era tozuda. A pesar de los esfuerzos, de las batallas, del apoyo a la iglesia o de la justicia, una idea
oprimía su alma, empujándole a interminables noches de insomnio, deambulando por el palacio como un fantasma
incapaz de descansar. Cada vez que su imaginación le permitía rozar su sueño con la punta de los dedos, un triste
pensamiento se adueñaba de su mente, el de que su nueva Roma perecería con él.
Tras casi ocho años de matrimonio con su amada Teodora el Señor aún no les había concedido la bendición de un
hijo, de un heredero que consolidara su obra. Cada mes, Justiniano ansiaba escuchar de labios de su esposa la feliz
noticia y, cada mes, el sangriento mensajero del fracaso acudía puntualmente a su sombría cita. Poco a poco, el
emperador veía cómo la arena se escurría entre sus dedos, lenta pero inexorablemente. El tiempo se agotaba.
Tan sólo un hijo propio, educado exhaustivamente desde su nacimiento, sería capaz de comprender y proseguir la
ingente tarea que legaría a su muerte. La cabeza de Justiniano rebosaba de planes para renovar el decaído imperio
romano, para devolver a Roma el lugar que le correspondía como dueña y señora del mundo, para levantar de sus
cenizas el orden que había reinado en la antigüedad. Pero, sin un hijo varón, todo cuanto consiguiera sería inútil.
Justiniano era consciente de las terribles luchas de poder que habían desangrado al imperio cada vez que el trono
quedaba vacante. Sin heredero, la guerra civil devoraría cualquier avance logrado durante su vida. Las conquistas se
perderían, a medida que los soldados se apartaran de las fronteras para luchar en pro de uno u otro candidato al trono.
La ley caería en desuso, pues la justicia no existe en un mundo envuelto en la guerra, y las herejías se multiplicarían
libremente en medio del caos. Roma ya había caído una vez víctima de las incesantes luchas internas, y Justiniano no
soportaba la idea de que eso mismo le pasara al renovado imperio que estaba proyectando.
Tras soportar el incesante goteo de médicos augurando remedios infalibles con los que conseguir la ansiada
concepción, el emperador se había convencido de que tan sólo el Señor sería capaz de concederle su anhelo. Al igual
que a la bíblica Isabel, el Todopoderoso podía insuflar vida en el vientre de su esposa con un simple soplo de su
gracia, pero el tiempo pasaba y nada ocurría. Cada noche sus preocupaciones vencían al sueño, obligándole a
abandonar el lecho en una continua penitencia a través de los vacíos pasillos del Gran Palacio, con una pregunta
resonando en su cabeza: ¿por qué?
No entendía por qué Dios le castigaba con la esterilidad, a él, que no era otra cosa que su representante en la tierra. Y
aunque no encontraba falta alguna en su comportamiento que pudiera penarse con tan cruel castigo, buscaba una y
otra vez una forma de expiar sus pecados, una ofrenda que le congraciara con el Altísimo. Pero su mente se
encontraba tan estéril de ideas como su matrimonio. No era capaz de encontrar la manera de congraciarse con el
Señor, de ofrecerle algo digno de su infinita gloria.
Su mirada continuó deslizándose por el mosaico, en un vano intento de distraer su cabeza de la carga que oprimía su
pensamiento. Recorrió con los ojos las duras facciones de Constantino, en las que se insertaba una ligera sonrisa. Al
verla parecía mostrar el momento en que se daba cuenta de que aquel gesto le convertiría en inmortal.
Justiniano, a diferencia de sus insignes predecesores, parecía incapaz de sustraerse a ese acervo destino, que lo
empujaba a diluirse con el tiempo, desapareciendo de la frágil memoria de la historia hasta convertirse en un puñado
de líneas garabateadas sobre vetustos papiros. Mientras lo miraba, Justiniano tenía la sensación de que Constantino
se reía de él, despreciándole por su vano intento de igualarle. Hasta un simple mosaico le ofrecía la sensación de que
la gloria de su reinado finalizaría con su muerte.
Con un suspiro de abatimiento desvió la vista del suelo, recuperando su posición frente a la ventana, como si quisiera
comparar la realidad con las figuras que se detallaban en el decorado pavimento del Octagon. Necesitaba una obra
grandiosa e inigualable, una ofrenda al Señor que pudiera convertirse en el símbolo de la renovación del imperio, del
nacimiento de la nueva Roma cristiana que traería su reinado. La mejor manera de glorificar al Altísimo para que le
concediera el don de un hijo no era otra que la de aunar el pasado imperial con la verdadera religión, con la
verdadera fe. Ese era el símbolo que necesitaba, el viejo y el nuevo mundo unidos para formar un nuevo comienzo,
un nuevo amanecer. Sólo eso complacería lo suficiente a Dios como para que le concediera el don de un hijo.
Cada noche buscaba entre las sombras la inspiración divina, una señal del Señor que le mostrara el camino. Y, sin
embargo, el cielo mantenía su mutismo.
A través de la ventana la oscuridad parecía engullirlo todo. Las únicas luces que se mostraban ante sus ojos eran las
de la casa de las lámparas, el almacén de seda del palacio, donde los braseros nunca se apagaban.
Una trémula plegaria surgió de los labios de Justiniano, una súplica. Como cada noche, rezó al Creador para que le
iluminara. Cuando aquella vez recibió una respuesta apenas podía creerlo.
Una estrella se deslizó por el cielo, elevándose por encima de la gran basílica de Santa Sofía, descendiendo
directamente sobre la iglesia hasta desaparecer en un estallido de luz. Dios por fin le indicaba el camino. Bastó un
parpadeo para que Justiniano comprendiera lo que debía hacer. El fuego del Señor sería su guía, y del fuego surgiría
su legado.
Cayendo de rodillas, el emperador elevó sus ojos hacia el cielo, para después depositar su mirada en Santa Sofía,
preguntándose de qué manera el Altísimo estaría disponiendo las piezas para ayudar a su siervo a cumplir con sus
designios.

PATRICIA HIGHSMITH; Joan Schenkar.

Algún día quiero escribir sobre una chica que lleva a su madre (o a su tía, o a su tutora) a la cama,
accede a hacerle caso en todo (…), le prepara amablemente una taza de leche caliente, le promete
que no volverá a hablar con su novio nunca más y, entonces, con una sonrisa en el rostro, clava
las tijeras en el pecho de la madre y las gira.

Patricia Highsmith 1942


Si leo este texto antes de conocer la biografía que tengo entre manos, y sin fijarme en la fecha,
hubiera pensado que la vieja cascarrabias lo había escrito para vender aún más sus novelas. Pero
Patricia Highsmith escribió esto cuando tenía 21 años y aun no era famosa. Vaya.

La biografía a la que me refiero es la que la autora teatral Joan Schenkar, tras 7 años de trabajo en
los que leyó más de 8.000 páginas de cuadernos y diarios y rastreó la intrincada vida de la
escritora, acaba de publicar en castellano gracias a CIRCE (la mejor editorial en lo referente a
biografías y memorias).

LAS EXTRAORDİNARİAS AVENTURAS DE ADELE BLANC-SEC.

Muchas noches, cuando los niños de Wendy me piden un cuento, en lugar de leer comienzo a
improvisar. Siempre empiezo con un personaje que ellos conocen y continúo soltando lo que
buenamente se me ocurre. Es un desafío. Suelen salir historias disparatadas y ninguna pasaría el
corte en un examen de calidad, pero alguna noche me han pedido que repita “aquella en la que el
Príncipe Valiente y Mickey Mouse luchaban con pulpos gigantes en una nave espacial”.

Algo parecido, pero con calidad, hace Jacques Tardi en Las extraordinarias aventuras de Adéle
Blanc-Sec. Norma. Así nos lo cuenta el entendido en comics Nicolas Finet en la introducción a
esta recopilación de las 4 primeras historias (son 9, en breve aparece el segundo tomo):

Salta a la vista que la obra de Tardi bebe de este género (el folletín) , una forma narrativa
destinada al consumo inmediato, ágil, jovial, chispeante y en ocasiones improvisada, en resumen:
un ejercicio que resulta ser fundamentalmente un juego, tanto para el creador como para el lector.
Veamos lo que tiene que decir el autor: "En la novela por entregas, se avanza constantemente con
el miedo a quedarse sin ideas, y a que a lo mejor es necesario recurrir a adornos. El placer de este
tipo de historia radica en encontrarse constantemente con bifurcaciones, rupturas o giros
imprevistos. esto obedece a un principio de sorpresa, tanto para el que lee la historia como para le
que la crea. Ese es el espíritu de la aventuras de Adele: casi nada es premeditado, todo surge
sobre la marcha."

Adéle Blanc-Sec es una escritora/detective que en el París de principios del siglo XX se enfrenta
a sectas satanicas, cientificos locos, sangrientos criminales y a un Pterosaurio!!!. Adéle es una
mujer valiente que vive sola, nunca se rie y escribe novelas baratas en las que cuenta sus propias
aventuras.

Jacques Tardi empezó a principios de los 70’s a dibujar guiones de Jean Giraud y Pierre Christin
en la revista Pilote. (Con semejantes padrinos tenía que llegar lejos). En 1976 publicó la primera
entrega de Adéle Blanc-Sec y luego ilustró las aventuras del detective Nestor Burma, personaje
del autor francés de novela negra Leo Malet. [La editorial Libros del Asteroide ha utilizado los
dibujos de Tardi en la portada de los dos libros que ha editado en castellano de Malet, Niebla en
el puente de Tolbiac y Calle de la estaciòn 120.].

El cineasta frances Luc Besson acaba de llevar a la pantalla las aventuras de Adéle. Lo último
que ha publicado Tardi, en colaboración con Nicolas Finet y aprovechando el éxito de la pelicula,
es Le livre d’Adéle, que aun no ha aparecido en castellano y cuenta la historia del personaje.

El comic vive un gran momento. Escritores consegrados como Savater y lo reseñan. Es de


justicia reconocer a los maestros. Tardi es uno de ellos.

Norma editorial publica en breve el segundo tomo de las aventuras de Adéle Blanc-sec.

ROBERTO BOLAÑO; Su vida.

Encuentro estas palabras de Roberto Bolaño en un documental sobre su vida que TVE ha emitido
recientemente:

Escribir, por otra parte, no es lo más importante. Lo más importante es leer. Yo no podría pasar
un año sin leer nada. Uno empieza comprando libros, o robándolos, y termina leyéndolos pero en
mi caso ya es una obsesión. Compro libros y a veces ni siquiera los leo, solo los acaricio. Tengo
muchos libros y algunos no los he leído y sé que no los voy a leer jamás pero de cuando en
cuando los ojeo pues me gusta tenerlos cerca.

Roberto Bolaño (Santiago de Chile 1953 – Barcelona 2003)

KEITH RICHARDS; Memorias.

La editorial Global Rhythm publica en breve las memorias de Keith Richards (Darfort, Inglaterra
1943), guitarrista de los Rolling Stones y compositor, junto con Mıck Jagger de sus mejores
canciones. Copio extractos de su primer capítulo:

Capítulo 1
En el que me detienen unos policías de Arkansas durante la gira norteamericana de 1975 y se llega a
un punto muerto.
¿Por qué paramos a almorzar en el restaurante 4-Dice de Fordyce, Arkansas, durante el fin de semana del
Día de la Independencia? (...) todos los polis querían pillarnos a cualquier precio, ascender en el escalafón
y cumplir con el deber patriótico de librar a la nación de aquellos mariquitas ingleses. Era 1975, corrían
tiempos de brutalidad y discordia. La veda de los Stones se había levantado a raíz de nuestra gira anterior,
la de 1972,(...) Pero allí estábamos, conduciendo por carreteras secundarias en un flamante Chevrolet
Impala amarillo. Seguramente no había en todo Estados Unidos un lugar más absurdo para pararse con un
coche cargado de droga: una comunidad sureña de palurdos conservadores no precisamente encantados de
recibir a unos forasteros de aspecto raro.
Me acompañaban Ronnie Wood, Freddie Sessler (todo un personaje, un buen amigo y casi un padre para
mí cuyo nombre aparecerá repetidas veces a lo largo de esta historia) y Jim Callaghan, nuestro jefe de se-
guridad durante años. Recorríamos los más de 600 kilómetros que hay entre Memphis y Dallas, donde
teníamos un bolo al día siguiente en el estadio de fútbol americano, el Cotton Bowl.
(...)

Así que fuimos por carretera y Ronnie y yo hicimos algo particularmente estúpido: nos detuvimos en el 4-
Dice, nos sentamos, pedimos, nos levantamos y nos fuimos al baño. Ya se sabe, un tonificante, just start
me up, y agarramos un buen colocón. Como no nos atraía demasiado ni la clientela ni la comida, nos
quedamos por los servicios echando unas risas. Debimos de estar allí unos cuarenta minutos, y eso no se
hace en un sitio así, no por aquel entonces. Fue lo que caldeó el ambiente y empeoró las cosas. Total, que
los camareros llamaron a la poli. Al salir encontramos un coche negro aparcado en la puerta (sin
matrícula) y justo cuando nos marchábamos (apenas habíamos avanzado veinte metros) empezaron las
sirenas y las lucecitas, y allí estaban ellos con sus pistolas en nuestras jetas.

Yo llevaba una gorra vaquera con varios bolsillos llenos de droga. Todo estaba lleno de drogas, hasta las
puertas del coche: bastaba con desencajar los paneles para hallar bolsas de plástico con coca, hierba,
peyote y mescalina. ¡Dios! ¿Cómo íbamos a salir de aquélla?

(...)

Saludo a la policía quitándome la gorra con un delicado floreo que aprovecho para tirar las pastillas y el
hachís entre los arbustos: «Buenos días, agente (floreo). ¡Ay, vaya por Dios!, ¿hemos contravenido alguna
ordenanza municipal? Le ruego me disculpe… Soy inglés… ¿Iba conduciendo por el otro lado de la
carretera?». Con eso ya los dejas pensando y, mientras tanto, te has deshecho de la mierda que llevas
encima...

La policía los detiene y se deshacen de la droga. Al fınal aparece su abogado con 50.000 dollares
y paga las fianzas. Rıchards cuenta la actuaciòn del juez como si de un vodevil se tratara.

Termina diciendo Rıchards:


Fue un final típico de los Stones. A las autoridades siempre se les planteaba un complicado dilema cuando
nos detenían: ¿quieres encerrarlos o hacerte una foto con ellos y ponerles escolta cuando se vayan? Podían
ganar votos haciendo tanto lo uno como lo otro. En Fordyce acabamos con la escolta por los pelos: había
tal muchedumbre que la policía tuvo que acompañarnos a eso de las dos de la madrugada hasta el
aeropuerto, donde esperaba nuestro avión bien surtido de Jack Daniel’s y con los motores en marcha.

En otra página refiere sus experiencıas en bares de carretera por el “mıd-west” americano.

Durante las primeras giras hacíamos muchísimos kilómetros y los bares de carretera eran siempre una
interesante aventura. Más te valía mentalizarte, y además de verdad. Métete en un local de camioneros del
Sur o de Texas en 1964 o 65 o 66 y verás. Resultaba más peligroso que cualquier sitio en una ciudad:
entrabas, veías a aquellos chicarrones y lentamente advertías que no ibas a disfrutar de una apacible
comida entre camioneros con el pelo cortado a cepillo y temibles tatuajes. Así que picoteabas algo hecho
un manojo de nervios: «¡Ay!, mejor me lo pone para llevar, gracias». Nos llamaban nenas porque
llevábamos el pelo largo: «¿Qué tal, nenas? ¿Bailáis?».

(...)

Pero si querías aprender algo de verdad bastaba con atravesar las vías del tren: los músicos negros nos
cuidaban muy bien cuando tocábamos con ellos: «¿Quieres echar un polvo esta noche? Ésa estaría
encantada. Seguro que no ha visto en su vida a un tipo como tú». Te ofrecían su hospitalidad, su comida y
su jodienda. La parte blanca de la ciudad estaba muerta, pero al otro lado de las vías había una marcha
increíble: si conocías a algún colega, todo iba sobre ruedas. Se aprendía mucho.
A veces hacíamos dos o tres actuaciones en un día, cosas cortas, como de veinte minutos o media
hora. Se trataba de que hubiera tráfico porque eran conciertos de exhibición, música negra, aficionados o
blancos de por allí, lo que fuese, y cuando te adentrabas en el Sur era interminable. Íbamos dejando atrás
pueblos y estados, lo llaman «fiebre de la línea blanca»: si vas despierto, te quedas embobado mirando las
líneas centrales de la carretera, y de vez en cuando alguien suelta un «tengo que cagar» o «me muero de
hambre», y es entonces cuando acabas en un local al borde de la carretera, estoy hablando de carreteras
secundarias de las Carolinas o Misisipi, ese rollo. Salías del coche meándote y veías el letrero de
«caballeros», pero un tipo negro que estaba allí plantado te decía «sólo negros», y tú pensabas «¡me están
discriminando!». Pasábamos por aquellos garitos de los que salía una música increíble y mucho vapor por
las ventanas:
—¡Eh, vamos a entrar aquí!
—Igual es peligroso.
—¡Venga ya! ¿Pero tú oyes esa música?
Y dentro te encontrabas con un grupo tocando, un trío, unos cuantos negrazos y unas tías bailando con
billetes sujetos en sus tangas. En cuanto entrábamos se hacía un gélido silencio porque éramos los
primeros blancos que veían allí, pero sabían que la energía era demasiado potente para que la alterase un
puñado de tíos blancos, sobre todo si no tenían pinta de ser de por allí. Así que a ellos les picaba la
curiosidad y nosotros acabábamos como en casa. Lo malo era que luego había que volver a la carretera
(«¡joder, podría haberme quedado aquí días enteros!»). Tenías que largarte, y unas encantadoras señoritas
negras te apretujaban entre sus inmensas tetas para despedirse. Cuando salías a la calle estabas empapado
en sudor y envuelto en una nube de perfume. Nos metíamos en el coche y arrancábamos con nuestro
delicioso olor y la música desvaneciéndose en la distancia. Para algunos de nosotros era como si te
hubieras muerto y hubieses ido al cielo, porque un año antes andábamos tocando por los clubes de
Londres (y no nos iba mal), pero al cabo de doce meses estábamos en un lugar que antes nos parecía
inalcanzable: estábamos en Misisipi. Llevábamos bastante tiempo tocando aquella música, pero siempre
con mucho respeto, y ahora en cambio la olfateábamos de cerca. Quieres tocar blues y al minuto siguiente
resulta que estás tocando blues con los que saben y ¡joder, tienes a Muddy Waters justo a tu derecha! Pasa
tan rápido que casi no te da ni tiempo a asimilar las sensaciones. Te das cuenta luego, cuando vuelven las
imágenes, porque en el momento es demasiado. Una cosa es tocar un tema de Muddy Waters y otra muy
distinta tocarlo con él.

…despojado de misterio y tabúes, hoy, el sexo es para los jóvenes un entretenimiento, una
gimnasia, mientras que para mi generación era el misterio central de la vida, acercarse a las
puertas del cielo y del infierno. Tal vez sea bueno que el sexo haya pasado a ser algo natural.
Pero para mí aún no lo es. Ver a una mujer desnuda en una cama es la más inquietante y
turbadora de las experiencias, algo trascendente.

Habla de la creación literaria como espacio de libertad, y entonces viene a la memoria del
periodista lo que había comentado en Princeton sobre su amigo Julio Cortázar: “En la segunda
etapa de su vida, descubrió unas experiencias que tenían que ver con la carne, con el sexo, y eso
le llenó mucho la vida durante un tiempo, ya no le hizo tanta falta inventar mundos. Antes, su
vida era más sobria, apartada, vivía en un universo que había creado, lleno de magia y de
misterio.

A mí me comentó: ‘Lástima, Mario, que esto me pille ya tan viejo’. Pero, desde el punto de vista
literario, sus libros perdieron originalidad, ese punto de vista inocente previo, el encanto y el
misterio. Su obra se volvió mucho más premeditada. Yo creo que, de repente, se hizo feliz, y no
se puede ser feliz y ser un gran escritor”.
–Vaya, usted debe de ser muy infeliz...
–Tienes que pasarla mal, algo tiene que faltarte profundamente para que anheles tanto una vida
distinta hasta el punto de crearla, sí. Sin ninguna duda, las épocas más conflictivas y difíciles son
las épocas en que tienes mayores fuerzas creativas. La insatisfacción es básica. Los escritores
resignados, adaptados, pierden fuerza creativa. La insumisión da creatividad.

MARİO VARGAS LLOSA; Sexo e infelicidad.

Mañana se publica El sueño del celta, la nueva novela del flamante premio Nobel. El autor, hace
unas semanas, opinaba sobre sexo y la infelicidad del buen escritor.
...despojado de misterio y tabúes, hoy, el sexo es para los jóvenes un entretenimiento, una
gimnasia, mientras que para mi generación era el misterio central de la vida, acercarse a las
puertas del cielo y del infierno. Tal vez sea bueno que el sexo haya pasado a ser algo
natural. Pero para mí aún no lo es. Ver a una mujer desnuda en una cama es la más inquietante y
turbadora de las experiencias, algo trascendente.

Los periodistas de La Vanguardia pasaban con el autor unos dias cuando se produce la noticia de
la concesión del Nobel. Lo mejor de la entrevısta:

Habla de la creación literaria como espacio de libertad, y entonces viene a la memoria del
periodista lo que había comentado en Princeton sobre su amigo Julio Cortázar: “En la segunda
etapa de su vida, descubrió unas experiencias que tenían que ver con la carne, con el sexo, y
eso le llenó mucho la vida durante un tiempo, ya no le hizo tanta falta inventar mundos.
Antes, su vida era más sobria, apartada, vivía en un universo que había creado, lleno de
magia y de misterio. A mí me comentó: ‘Lástima, Mario, que esto me pille ya tan viejo’.
Pero, desde el punto de vista literario, sus libros perdieron originalidad, ese punto de vista
inocente previo, el encanto y el misterio. Su obra se volvió mucho más premeditada. Yo creo
que, de repente, se hizo feliz, y no se puede ser feliz y ser un gran escritor”.
–Vaya, usted debe de ser muy infeliz...

–Tienes que pasarla mal, algo tiene que faltarte profundamente para que anheles tanto una
vida distinta hasta el punto de crearla, sí. Sin ninguna duda, las épocas más conflictivas y
difíciles son las épocas en que tienes mayores fuerzas creativas. La insatisfacción es básica.
Los escritores resignados, adaptados, pierden fuerza creativa. La insumisión da
creatividad.

Ediciones Evohè, especializada en libros relacionados con la historia, inicia una colección de
libros de viaje con el nombre de El Periscopio. Barto me informa. No os perdáis el video.

Es difícil encontrar a alguien que no conozca a Charlie Chaplin, que no haya


visto sus películas o fragmentos de ellas y, sobre todo, alguien que no haya
sonreído con él. Hoy es el día en que públicamente se anuncia, de forma
global, el cumplimiento de uno de sus sueños, de una de sus predicciones: su
libro “Mis andanzas por Europa” es publicado, por primera vez, de forma
completa en castellano, en la nueva colección de Ediciones Evohé El
Periscopio. Libros de viaje.

Por fin, podemos conocer más de este hombre genial que no pasó
inadvertido por el mundo y que dejó una herencia impagable. Un libro que
nos acercará más a su personalidad, a un ser humano contradictorio con un
ego y una humanidad a cuál mayor, y no exento de humor.

Os dejamos con la predicción que hizo sobre este gran día, en ese discurso
público:

VIDEO ( http://www.youtube.com/user/EvoheLR#p/a/u/0/UzMtcX7lR6A )

Y si quieres conocer más de esta colección o participar en el concurso


generado con motivo de su publicación no dejes de visitar la web
http://elperiscopio.edicionesevohe.com/

Perdona Miguel, se me pasó tu cumpleaños.

KIM PHILBY; en Estambul.

El famoso espía doble británico Kim Philby estuvo destinado por el MI-6 (servicio secreto inglés)
en Estambul (Turquía). Llegó a esta ciudad después de la II guerra mundial. Cuenta Istanbul
Intrigues, el libro de Barry Rubin, en su página 301 como Phılby participó en la eliminación de
un espía soviético que intentó pasarse a los ingleses.

El Cónsul General soviético en Estambul Konstantin Volkov se puso en contacto con un


diplomático británico y le dijo que él y su mujer querían desertar y que por 27.000 libras
esterlinas le facilitaría una llave para abrir una maleta que contenía valiosos documentos y que en
ese momento estaba escondida en Moscú. También ofreció desenmascarar a algunos agentes
soviéticos que estaban infiltrados en el servicio de inteligencia inglés. Con casi toda seguridad se
refería a Phılby y el resto del Quinteto de Cambridge: Donald Maclean, Guy Burgess, Anthony
Blunt y John Cairncross la ınformacıòn llegó a la mesa de Phılby, que casualmente estaba en
Londres, y además de ofrecerse a tratar el caso sobre el terreno advirtió a sus amigos soviéticos
del peligro.

Antes de la vuelta de Phılby a Estambul, se lo tomó con calma, Volkov ya había sido
empaquetado para Moscú donde fue ejecutado. Philby y el resto de espías dobles solo fueron
descubiertos 6 años después.

OFICINA: 0618
CONCEPTO : RECIBO: 327654505
REF.1 OPERACION : 327654
REF.2 OPERACION : 010002273313
IDENTIF. TPOCA : 005627806270403
ORDENAN./LIBRADOR MAPFRE FAMILIAR SA
BENEFIC./LIBRADO YELO HUERTAS, ANTONIO LUIS 010002273313

OFICINA: 0618
CONCEPTO : RECIBO: 337645083 POLIZA: 073088040929
REF.1 OPERACION : 337645
REF.2 OPERACION : 730880409299
IDENTIF. TPOCA : 005630002014656
ORDENAN./LIBRADOR MAPFRE FAMILIAR SA
BENEFIC./LIBRADO YELO HUERTAS, ANTONIO LUIS 730880409299

OFICINA: 0618
CONCEPTO : RBO. PRIMAS SEGURO SALUD
REF.1 OPERACION : 280910
REF.2 OPERACION : GRU014105837
IDENTIF. TPOCA : 005627305293424
ORDENAN./LIBRADOR MAPFRE FAMILIAR SA
BENEFIC./LIBRADO YELO HUERTAS ANTONIO GRU014105837

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