Indices...
Versión Impresión
Dolly causó una ardiente tormenta de debates. El anuncio de su nacimiento hecho por el
hombre de ciencia escocés Ian Wilmut en febrero de 1997 1 hizo surgir la perspectiva de
que, en un futuro cercano, sería posible clonar seres humanos. Las implicaciones éticas y
filosóficas ocuparon los medios de comunicación durante meses y pusieron la clonación
humana en la agenda de cuerpos legislativos y comisiones de pensadores alrededor del
mundo. El debate duró un año y medio, limitado sólo por la incapacidad de otros hombres
de ciencia de repetir el proceso, por dudas de que la tecnología pudiera adaptarse a los
seres humanos y por sugerencias de que la concepción de Dolly no haya sido inmaculada.
Esas barreras fueron eliminadas por tres informes en el número de julio de 1998 de la
revista Nature. Dos grupos proporcionaron evidencias convincentes de que Dolly es
genéticamente idéntica a la oveja de la cual derivó; ella es, en realidad, un clon
auténtico2,3. El grupo de Honolulú mostró que el trasplante nuclear de células somáticas
puede repetirse, creando tres generaciones sucesivas de ratones clonados4. También
proveyeron evidencia de que esto puede hacerse con especies que se creía eran difíciles
de clonar, incluyendo los seres humanos. De acuerdo con el editor, "llega a ser más
probable que, donde alguien pueda legalmente clonar [seres humanos] lo hará".5 Esa
probabilidad tomó cuerpo cuando el físico Richard Seed anunció que él ha identificado
clientes, apoyo financiero y hombres de ciencia para formar su propuesta clínica de
clonación en Chicago.
Comencemos con la reproducción sexual. Los libros de biología dicen que cuando dos
células reproductoras se unen para fertilizarse, combinan sus genes para crear una célula
única llamada cigoto. El material genético del cigoto, en la forma de ADN, se replica más
tarde y se distribuye igualmente en dos células hijas, formando el embrión de dos células.
El embrión se desarrolla por ciclos ordenados de replicación del ADN y de división celular.
Cada célula recibe una copia completa del material genético, la mitad de cada cual fue
originalmente provisto por cada uno de los padres. Cuando el embrión alcanza el número
crítico de células, éstas comienzan a especializarse por medio de la expresión selectiva de
algunos genes y la desactivación de otros de acuerdo con un programa incorporado en
ellas. De acuerdo con el patrón de expresión, algunas llegarán a ser células nerviosas,
otras, musculares, y otras, células de la piel. Una diferenciación continuada eventualmente
constituirá un feto con los centenares de tipos de células especializadas que conforman el
organismo recién nacido.
De ese modo llegó a existir Dolly. Los pasos cruciales en el proceso están reflejados en su
nombre: trasplante de núcleos en células somáticas. Con diversas modificaciones, el
equipo de Honolulu usó el mismo procedimiento para formar a Cumulina, el primer ratón
clonado, y clones de clones en dos generaciones sucesivas4.
Vale la pena destacar varios hechos. Primero, Dolly y Cumulina no tienen padre y madre en
el sentido convencional: padres que contribuyeron con células germinales para su
concepción. Más bien, cada una tiene un donante del núcleo que proveyó todo el material
genético nuclear, un donante de un ovocito que proveyó la "incubadora" celular en la que
fueron colocados los genes, y una madre de gestación que nutrió el embrión hasta el
nacimiento. Como ninguno de los participantes era macho, uno podría decir que Dolly y
Cumulina tuvieron tres "madres" cada una.
Segundo, un clon tiene el mismo material cromosómico que el donante del núcleo. Algunos
han comparado a los clones con gemelos idénticos sucesivos del donante del núcleo. El
donante del ovocito contribuye con una cantidad minúscula de material genético que se
encuentra en las mitocondrias; la madre gestacional proporciona sólo un vientre para nutrir
al embrión. Las tres madres de Dolly fueron ovejas de raza Finn Dorset, Poli Dorset y
Caranegra escocesa, respectivamente. Ella se parece exactamente a su "madre" nuclear,
Finn Dorset.
Esto puede provocar la pregunta: "¿Por qué intentar la clonación, después de todo?" Puede
sorprender decir que la motivación primordial es la duplicación de animales, no de seres
humanos. El valor de la clonación es la consecuencia de una diferencia crucial entre la
reproducción sexual y la asexual. Considera la incertidumbre de la cría de animales en
forma tradicional. Los terneros que nacen de una vaca campeona en producción de leche,
por ejemplo, reciben sólo la mitad de los genes de la madre. Como la producción de leche
depende de muchos genes que interactúan, pocos de sus descendientes tienen la
posibilidad de heredar la combinación precisa que hizo de su madre una vaca lechera tan
importante. Después de ganar la Triple Corona, por ejemplo, Secretariat fue padre de más
de 400 potrillos que nacieron de su unión con las mejores yeguas del mundo. ¡Ni uno de
ellos tuvo una carrera triunfal en las carreras de caballos! La reproducción sexual limita
mucho lo que se puede esperar en cuanto a la trasmisión de rasgos deseables.
En contraste, los clones tienen exactamente los mismos genes que los donantes de sus
núcleos. La clonación aseguraría que la constitución genética de las ovejas con vellones
especialmente gruesos y suaves, o las gallinas que ponen muchos huevos de colesterol
bajo, serían replicadas con toda exactitud. Aunque esas características son deseables,
otras son todavía aun más estimadas. El motor que impulsa el desarrollo de los trasplantes
de núcleos es el deseo de producir animales que contengan genes humanos, los llamados
animales transgénicos.
Durante los últimos 25 años, los biotecnólogos han identificado y aislado genes humanos
que codifican diversos componentes y productos celulares. Como resultado práctico, la
insulina y otras proteínas humanas sencillas son fabricadas por bacterias alteradas
genéticamente que crecen en grandes bateas de caldo. Muchas proteínas valiosas, sin
embargo, son demasiado complejas para que las bacterias las puedan replicar
adecuadamente. Una alternativa es usar cultivos de células humanas o de mamíferos
genéticamente modificadas, pero hacerlas crecer es costoso y ellas fabrican sólo una
cantidad pequeña del producto deseado. Se evita usar el método más antiguo, que es el de
extraerlo directamente de los cadáveres o de sangre humana vencida, por causa del riesgo
de contaminación con agentes infecciosos como el HIV o el virus de la hepatitis.
Muy bien, así que los animales que segregan proteínas humanas útiles son valiosos. ¿De
qué modo entra la clonación en este cuadro? Es difícil lograr animales transgénicos de alto
rendimiento, pero la clonación puede hacerlo más fácil. El primer paso en fabricar un
animal transgénico es identificar y aislar el gene humano para el producto deseado,
digamos, una proteína antiviral. Luego, el gene se añade al segmento de ADN que controla
cuándo y dónde será activo el gene. Una estrategia típica es usar un segmento que
conduce al gene a fabricar su proteína antiviral en las células que producen leche en la
glándula mamaria. Estos pasos se realizan fácilmente usando técnicas moleculares
genéticas bien probadas, pero las etapas posteriores son técnicamente exigentes e
ineficientes. Varios centenares de copias del gene, más el ADN controlador, son
laboriosamente microinyectadas en ovocitos fertilizados. Los cigotos que se desarrollan son
luego implantados en madres sustituías para su gestación. La eficiencia es
desalentadoramente baja: típicamente, se verifica que menos del 0,5 % de las que
sobreviven al nacimiento son positivas para el transgene. Aún menor es el número de las
que segregan cantidades útiles de la proteína en su leche. Claramente, pueden necesitarse
años para lograr un rebaño transgénico productivo.
El tener acceso a métodos confiables para la clonación cambiaría el cuadro. Como antes,
un gene humano debe ser aislado y unido a un segmento controlador. Luego, en lugar de
la microinyección, sencillamente se añade el gene más el ADN controlador al líquido en el
cual están creciendo las células animales cultivadas. En las condiciones correctas esas
células captan ese gene con agregados por sí mismas o después de un breve impulso
eléctrico.
Para saber si pueden ser buenas productoras de proteína, las células que han aceptado el
transgene pueden ser purificadas y probadas, por medio de los métodos normales de
selección. Como estas manipulaciones se realizan en células cultivadas, y no en animales,
se lo puede lograr en unos pocos días. Las células modificadas exitosamente se usarían
entonces para fabricar animales enteros, transfiriendo sus núcleos a ovocitos a los que
previamente se les ha extraído el núcleo.
1. La protección de los daños. El creador de Dolly, lan Wilmut, identificó la razón más
apremiante para no intentar la clonación de seres humanos: resultaría en la pérdida de
incontables ovocitos humanos y la muerte de muchos fetos en diversas etapas de
desarrollo, incluyendo los que están cercanos al término. También plantea un alto riesgo de
bebés malformados y de muerte de bebés. En sus primeros experimentos, cerca del 60 por
ciento de las ovejas clonadas morían poco después de nacer, y muchas mostraban
anormalidades físicas. La clonación es moralmente precaria por cuanto es médicamente
peligrosa. La norma de las Escrituras es evitar poner la vida de los seres humanos en
riesgos de daños o muerte indebidos, especialmente las vidas de los más vulnerables. El
mismo principio se repite en el juramento de los médicos, de "no hacer daño". Esto prohibe
una empresa que resultaría en docenas de bebés muertos antes de nacer, deformados, o
no viables, a fin de producir un niño sano.
2. La libertad y la dignidad humanas. Los cristianos creen que los seres humanos tienen
dignidad por cuanto fueron creados a la imagen de Dios con el poder autónomo "de pensar
y hacer". La perspectiva de reproducción asexual humana a menudo evoca una visión
contraria y perturbadora: ejércitos de autómatas sin alma que marchan en los pasos
genéticos de sus progenitores. Nuestro temor de la formación de copias carbónicas de
seres humanos es fuerte, casi instintivo. Deriva, en parte, de nuestra tendencia de igualar
la apariencia con la identidad personal. El año pasado un diario presentó las respuestas de
adolescentes ante la perspectiva de la clonación humana. "Así que las personas serán
clonadas", dijo un joven de 18 años, "¿pero no se sabrá quiénes son los clones? ... ¿Y
cómo se sabrá si tendrán un alma? ¿Cómo sabe uno qué es esa persona que está
viniendo por la calle?"
En contraste, tenemos poca dificultad en aceptar el hecho de que los gemelos "idénticos"
(monocigóticos) no son realmente idénticos. Desarrollan personalidades y temperamentos
diferentes, como consecuencia de sus experiencias independientes, del ambiente en que
vivieron y de sus elecciones personales. A pesar de sus genes idénticos, llegan a ser
"almas" plenamente singulares. Una persona clonada maduraría para ser enteramente
diferente de la persona donante del núcleo por las razones ya indicadas, pero además, el
clon tendría una "madre" diferente, crecería en una familia diferente, y viviría en una época
diferente de la de su donante. En consecuencia, la creencia de que los clones de Alberto
Einstein o Michael Jordán repetirían la historia de la vida de sus progenitores es totalmente
sin fundamento. El bioético del Centro Hasting, Erik Parens, resumió el asunto en forma
breve cuando observó: "No se puede clonar un yo".8
Aunque los clones serían individuos singulares, algunos pueden intentar limitar la expresión
de esa singularidad. ¿Puedes imaginarte el clon de un famoso pianista obligado a pasar
horas en el teclado con la exclusión de otros intereses? ¿Estaría alguien inclinado a
producir clones con propósitos comerciales o para sacrificarlos por sus órganos? Nuestro
concepto es que moralmente no puede defenderse la creación de clones para ser usados
sólo como fuente de órganos para el trasplante, para la explotación comercial, o como
herramientas serviles. Nos deberíamos oponer enérgicamente a la "mercantilización" y a la
"esclavitud genética" de los seres humanos. La clonación, como toda tecnología potente,
puede ser una herramienta para el bien o para el mal. Cualquier forma de usarla que
socave o disminuya la dignidad o la autonomía personales de los seres humanos, debería
ser rechazada.
5. El uso sabio de los recursos. Dados los desafíos tecnológicos de la clonación, ésta es
costosa y tal vez siga siendo así por algún tiempo. Una pareja norteamericana, por
ejemplo, pagó $ 2.300.000 dólares a la Universidad A&M en Texas para que clonara a su
amada perrita Missy. En una sociedad libre, la gente tiene la libertad de gastar su dinero de
muchas maneras, incluyendo formas necias. Pero los cristianos son llamados a usar sus
recursos de una manera que refleje una mayordomía responsable. Este compromiso
significa poner el reino de Dios en primer lugar, y que la atención de las necesidades de
otros incluye el sacrificio propio. Los cristianos deberían evaluar el gasto y el valor de la
clonación a la luz de una mayordomía fiel.
7. Comprensión de la creación de Dios. Dios desea que los seres humanos crezcan en
su aprecio por la creación. Nuestro deseo de comprender el cuerpo humano y el
mecanismo del desarrollo humano no es diferente del impulso de investigar otros
fenómenos naturales. Los esfuerzos para comprender el mundo que nos rodea y el que
está dentro de nosotros mediante la investigación ética es un impulso infundido por nuestro
Creador y debería ser estimulado y apoyado. Para aquellos que son sensibles a las
señales de la mano de Dios en el mundo físico, tal conocimiento es una evidencia de su
amor y poder. En el momento actual, hay un amplio consenso ético de que no debería
intentarse la clonación de seres humanos. Los que la proponen parecen ser pocos. Las
preocupaciones por la seguridad deberían ser suficientes para descartar las aplicaciones a
los seres humanos en este momento. Pero mientras los biólogos de la reproducción
acumulan más experiencia con la clonación de animales, el procedimiento llegará a ser
más eficiente y más económico. Entonces podrán esperarse intentos de clonación humana.
Los cristianos tienen una oportunidad ahora de reflexionar acerca de los problemas éticos
que presenta la clonación humana y a considerarlos en el contexto de los principios
bíblicos permanentes.6 Hacer esto por anticipado es un acto de fe y de madurez moral.
Anthony J. Zuccarelli (Ph.D., California Institute of Technology) es un biólogo molecular y director del programa
de formación de científicos médicos en la Universidad de Loma Linda. Su dirección es: Department of
Microbiology ana Moleclular Genetics, Loma Linda University, Loma Linda, California 92350; E.U. A. Email:
azuccarelli@som.llu.edu Geraid R. Winslow (Ph. D., Gradúate Theological Unión, Berkeley) es un eticista y
decano de la Facultad de Religión en la Universidad de Loma Linda. Su dirección es: Faculty of Religión, Griggs
Hall, Loma Linda University, Loma Linda, California 92350; E.U.A. Email: gwinslow@ccmail.llu.edu
Referencias:
1. I. Wilmut et al.: "Viable Offspring Derived from Fetal and Adult Mammalian Cells". Nature 385 (1997), p. 810-813.
2. D. Ashworth et al.: "DNA Microsatellite Analysis of Dolly", Nature 394 (1998), p. 2329.
3. E. N. Singer et al.: "DNA Fingerprinting Dolly", Nature 394 (1998), p. 329-330.
4. T. Wakayama et al.: "Full Term Development of Mice From Enucleated Oocytes Injected With Cumulus Cell Nuclei",
Nature 394 (1998), p. 369-374.
5. "Adult Cloning Marches on": Nature 394(1998), p. 303.
6. "Human Cloning: A Seventh-day Adventist Declaration of Ethical Principles". Una declaración votada por la Comisión
del Concepto Cristiano de la Vida Humana, 22-24 de marzo de 1998, y por la Comisión Administrativa de la
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, 1998.
7. D. Shapiro et al.: "Cloning Human Beings". Informe y recomendaciones de la Comisión Consultiva Nacional sobre
Bioética, Junio de 1997. http://bioethics.gov/pubs.html.
8. D. Lutz: "Helio, Helio, Dolly, Dolly". The Sciences 37 (1997), p. 10, 11.
9. G. Kolata: "Clinton's Panel Backs Moratorium on Human Clones", The New York Times (18 de mayo de 1997).
10. "Considerations on Assisted Human Reproduction". Una declaración votada por la Comisión del Concepto Cristiano
de la Vida Humana, 10-12 de abril de 1994, y por la Comisión Administrativa de la Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, 26 de julio de 1994.