Cecilia de Santacruz***
Facultad de Medicina
Ya en 1964, la teoría de la selección natural fue reformulada por William Hamilton, para
quien el proceso por el cual opera la selección involucra no sólo la eficacia (fitness) clásica
–es decir, la producción directa de descendencia– sino la eficacia inclusiva, que incluye los
efectos de las acciones de un individuo en el éxito reproductivo de los parientes genéticos
de acuerdo con el grado de cercanía genética.
Tal reformulación resolvió en parte el problema del altruismo al explicar porqué los
organismos incurrían en costos personales para ayudar a otros individuos que "cargaran"
copias de sus genes. A partir de los desarrollos anteriores, Trivers ofreció en 1972 tres
postulados que aún hoy en día siguen vigentes: el altruismo recíproco, la inversión parental
y el conflicto entre padres e hijos. Pero fue hasta 1975, con la publicación del libro ya
clásico de Wilson, que este movimiento, la Síntesis moderna, adquirió un nombre
reconocible: Sociobiología. Como cabe esperar, ésta ha suscitado una lluvia de críticas,
muchas de las cuales se basan en una serie de malentendidos. Cabe aclarar que desde este
punto de vista no se ha insinuado que la determinación del comportamiento humano sea
sólo genética ni que sea inmodificable.
Sin embargo, en los años veinte los psicólogos norteamericanos se alejaron de las ideas
evolucionistas y adoptaron una versión de conductismo radical: la idea que unos pocos
principios del aprendizaje podían dar cuenta de la complejidad del comportamiento
humano. Pero en los años sesenta, se comenzó a acumular evidencia empírica que sugería
importantes violaciones a las leyes generales del aprendizaje, lo cual condujo a la llamada
"revolución cognoscitiva". La idea que los seres humanos pueden venir predispuestos o
equipados especialmente para procesar ciertos tipos de información y no otros, configuró el
escenario para la emergencia de la psicología evolucionista, que representa una síntesis
entre la psicología y la biología evolucionista.
Por otra parte, el valor científico y epistemológico del darwinismo, hace por lo menos
interesante considerar, desde ese punto de vista, los contenidos y problemas de la
Psicología y la Psicopatología. No deja de ser llamativo, que una teoría que tiene tal valor
en la historia de la ciencia haya tardado tanto en aplicarse a la comprensión de la conducta
humana normal y patológica; no cabe duda que el narcisismo humano tiene parte en esta
postergación.
La noción de impulso (entendida como la expresión del instinto en la conducta humana) tan
cerca a la formulación freudiana ortodoxa, constituye una presencia teórica que puede
servir de puente entre la visión evolucionista y la formulación psicoanalítica, y que
permitiría afirmar que entre estos dos puntos de vista existen vínculos que merecen ser
explorados y descritos, del mismo modo que entre éstos y las formulaciones de la
Psicología social.
Una adolescencia cada vez más prolongada, unos padres que ya no envejecen tan aprisa
como antes y una preocupación creciente por calificar de inadecuados a los embarazos
"tempranos" es una conclusión de lo anterior, cuando hace cien años la edad del primer
embarazo estaba habitualmente antes de los 18 años.
Volviendo a las culturas pre-modernas, existe en ellas una exigente demanda de trabajo
infantil, iniciando los niños labores útiles entre los 3 y los 6 años de edad, trabajando en
compañía de sus madres o de niños mayores, y siendo a menudo adoptados por los abuelos
debido a su utilidad productiva o a sus funciones de compañía. De hecho, se ha postulado
que el trabajo infantil ha contribuido, en cierta forma, a los intervalos cortos entre
nacimientos, lo cual habría favorecido el éxito de nuestra especie. Además, una de las
tareas que se encarga a los niños más grandes es la del cuidado de los más pequeños.
Otro aspecto de las culturas tradicionales es que las personas interactúan frecuentemente
con sus parientes y a menudo viven todos juntos. También son poco comunes las disputas
al interior de las familias o entre familias; en tales culturas, los jóvenes están bajo la
supervisión permanente de los mayores, lo cual se debe a que en las sociedades
cooperativas, un individuo no cooperativo resulta severamente desventajoso. Otro factor
que promueve la "buena conducta" es la falta de privacidad en las sociedades tradicionales
y de hecho, las casas con cuartos separados son una invención reciente en occidente.
En lo concerniente a la conducta sexual, los juegos sexuales son ignorados o tolerados por
los padres, existiendo poca restricción efectiva sobre la actividad sexual en los
adolescentes; sin embargo, el embarazo prematrimonial es raro debido a que las niñas
usualmente se casan alrededor de la menarquia cuando todavía no son plenamente fértiles.
En dichas sociedades tradicionales las opciones personales para los adolescentes son
bastante limitadas, empezando por las ocupacionales, y otras decisiones, como con quién
casarse o por cuánto tiempo estar subyugado a los intereses de la familia y de la tribu ni
siquiera son puestas en tela de juicio; el número de personas de la misma edad es reducido,
existiendo, por consiguiente, una limitación para la elección de amigos o pareja. El
lenguaje, además, es una barrera de comunicación hacia fuera del grupo, por lo cual, las
nuevas ideas se difunden muy lentamente. Como resultado de estas realidades, la noción de
"crisis de identidad" no es posible en estas sociedades.
Por otro lado, tenemos a los adolescentes de las sociedades modernas quienes contribuyen
poco a las labores útiles de la familia, aparentemente por la complejidad económica de las
sociedades modernas. Al mismo tiempo, la educación formal para proveer el entrenamiento
para estos trabajos complejos ocupa mucho del tiempo del niño y el adolescente. Esta
explicación económica es respaldada por datos históricos. La inducción al trabajo adulto a
una edad temprana todavía ocurría en Europa antes de la revolución industrial; aunque la
edad en la cual eran enviados los niños a trabajar empezó a elevarse a partir del siglo XVII
en las familias acomodadas, continuó siendo baja en las familias agricultoras y de industria
rural. Por ejemplo, en la América Colonial, los hombres jóvenes que estuvieran lo
suficientemente crecidos para realizar trabajos de hombres adultos eran tratados como tales;
podían casarse y tenían privilegios y responsabilidades de adultos, como el servicio militar.
En nuestros días, los niños, en particular los de la minoría que pertenece a los estratos
socio-económicos más altos y urbanos, permanecen aislados de la mayoría de las formas de
trabajo adulto hasta después de la pubertad y no consiguen el estatus de adulto sino muy
tardíamente.
Para ejemplo, algunos piensan que uno de nuestros problemas fundamentales es el no haber
entrado a la modernidad, o que hay una coexistencia de lo premoderno, lo moderno y lo
posmoderno, en donde la desterritorialización y la hibridación (como señala Martín-
Barbero) son las constantes.
Con estos supuestos buscamos los textos o las investigaciones que nos permitan describir la
psicología y la psicopatología de nuestros adolescentes; pero lo cierto es que desde la
perspectiva epidemiológica, los pocos estudios existentes apuntan a una indagación
exhaustiva en relación con las sustancias psicoactivas y algunas mínimas informaciones de
otros aspectos. Además, el país cuenta con muy pocas instituciones que brinden atención en
salud mental a esta población, y en buena parte del territorio nacional este recurso es
inexistente.
En este contexto los adolescentes se entienden como los que carecen de valores, de futuro,
de afecto e incluso de buenos modales. Son como dice Rodríguez, citando a Charly García,
los after new nada, a los que nada les importa, a quienes nada convoca. Pero es también la
generación X, Y, Z dependiendo del uso de su tiempo, del acceso a internet, del volumen y
frecuencia de sus compras, son una generación rodeada de riesgos y peligros, virus, drogas,
armas nucleares; señala Camelo Bronx que los ve acechados además por comunismo,
guerrilla y ateismo.
Algo similar sucede cuando nos acercamos a la psicopatología. Amanda Oliveros advierte
cómo las instituciones y programas etiquetan a los jóvenes: drogadictos, en la prostitución,
en las bandas juveniles, menores delincuentes, desplazados..., olvidándonos que ese nombre
los inscribe socialmente y los torna resistentes al ideal que intentamos a través del
tratamiento y la rehabilitación.
Hasta aquí nuestra visión resulta corta para llenar de contenidos y de vida propia las
concepciones de adolescencia; una posibilidad para lograrlo es ubicar una categoría que nos
permita acceder a los aportes de otras disciplinas y movimientos que trabajan en este campo
con ópticas distintas; maestros, comunicadores, sociólogos, politólogos, psicólogos... están
interesados en la juventud, así mismo, lo están los padres y los propios jóvenes.
La concepción de adolescencia como un paso entre la infancia y la vida adulta que expone
Marcelli, es lo suficientemente amplia para articularse con lo que se entiende por joven (la
persona entre 14 y 26 años), en la Ley de juventud promulgada en 1997 .
La juventud que aparece como un nuevo actor en el escenario público en la última década,
cuenta en este momento con un Programa Presidencial para el Sistema Nacional de
Juventud Colombia Joven.2000, un Viceministerio, un Observatorio Nacional y la
propuesta del Observatorio de Cultura Juvenil de la Universidad Javeriana.
Ubicarnos en esta categoría nos permite realizar una primera caracterización, basados en
datos de los boletines del Observatorio de Coyuntura Socioeconómica, así:
Los jóvenes son el 24% de la población; más del 41% vive en condiciones de pobreza, 70%
solteros aunque en los estratos más pobres hay casados, en unión libre, separados y hasta
viudas, muchas mujeres son jefes de hogar.
Esta óptica novedosa que se va conformando con una tendencia interdisciplinaria genera
una oportunidad de conocimiento propio, mediante dos ejercicios complementarios. El
primero, la consideración a la luz de nuestras realidades de cada uno de esas condiciones y
conflictos psicológicos que se plantean para la adolescencia, y el segundo, la identificación
de particularidades. Una cita de Castoriadis podría ilustrar esta pretensión, así:
Ahora bien, los ejercicios propuestos actúan como caminos para responder preguntas a las
cuáles, muy probablemente, poseemos pobres y estereotipadas respuestas. Una muestra de
esta aseveración sería intentar contestar cómo se vive el conflicto de identidad, de búsqueda
de sí mismo, de formación del auto-concepto, en un medio en el cual, alguien lo ha
señalado, una parte de la población quiere ser gringa, y la restante mejicana.
Donde, para Omar Rincón, los jóvenes se pierden en las imágenes mediáticas, los medios
representan la imagen masiva - mundializada - consumida que desconoce la diversidad.
Donde son vistos como un grupo para el consumo, de gente bella para adornarse y adornar,
su papel no es el de cambiar el mundo tan sólo el propio cuerpo, la figura.
Donde la presión que el mercado ejerce podría reducirse en la frase: Si el producto que le
vendemos no le queda bien, es que usted está mal hecho. Y a fe que muchos parecen
creerlo a juzgar por las modificaciones en el color del pelo, la altura de los tacones, hasta
las quirúrgicas para aumentar, disminuir, recolocar...
Más aún, donde las figuras de referencia pierden legitimidad a diario envueltas en
escándalos, pero igualmente a diario grupos y pueblos enteros deben desprenderse de su
territorio, sus pertenencias y hasta de su historia para sobrevivir.
Qué sabemos de una sexualidad que paradójicamente se inicia más temprano pero que se
encuentra asociada ya no sólo al control social, al temor al embarazo, sino también a la
muerte. ¿Cómo es ser amigovio? O adolescente, trabajadora, jefe de hogar, madre, en un
país con una ley de paternidad responsable y en donde Diomedes Díaz canta: Yo sé bien
que te he sido infiel, pero en el hombre casi no se nota, pero es triste que lo haga una
mujer, porque pierde el honor y muchas cosas".
¿Qué significa pertenecer a una tribu urbana, ser ñero o gomelo, rapero, punkero,
desplazarse como mutante por imágenes distintas, desde el collar de perlas finas a la
florecita rockera? Vivir con aparatos portátiles con audífonos y sonido estéreo que
permiten, según Prieto, una conexión directa entre la música y el cerebro.
¿Cuál es la psicopatología que genera habitar el miedo, convivir con lo siniestro por fuera
de la fantasía, sentirse amenazado, ser víctima/victimario de la violencia omnipresente?
¿Cómo se vive en un ahora permanente y caótico del que no se puede salir porque no hay
trabajo, no hay espacio, no hay recursos y sin embargo, los adultos y los viejos quieren ser
parte de ese tiempo juvenil de moda?.
Todo este recorrido para aceptar que el estudio de la adolescencia impregna las ciencias que
se ocupan de la psicología y de la psicopatología con las connotaciones de lo juvenil, entre
éstas, la posibilidad de asombro, la flexibilidad, la apertura a lo múltiple, la inseguridad de
la ausencia de certezas y sus posibilidades de creación, el temor, la vacilación, la
búsqueda... y con ello la oportunidad de reflexionar acerca de los fundamentos
conceptuales y técnicos de nuestras disciplinas.
BIBLIOGRAFÍA
1. Barbeo J.M. Dinámicas urbanas de la cultura en comunicación y espacios culturales en América Latina.
Cátedra unesco de Comunicación Social. Bogotá: Pontifica Universidad Javeriana. 1995.
3. Buss D. Evolutionary psychology. The new science of the mind Allyn and Bacon: Needham Heights. 1999.
4. Camelo A. Jóvenes. Bienvenidos al tercer milenio.
7. Galán J. Los jóvenes construyen un nuevo país. Políticas y programas. Viceministerio de la Juventud.
Ministerio de Educación Nacional. Bogotá. 2000.
8. García Márquez G. La soledad de América Latina (conferencia Nobel 1982) Ed. Carvajal S.A.: Bogotá.
1982.
9. García C. Agrupaciones juveniles en Bogotá. En: Letrazas. Cuadernos del Foro del Campo Lacaniano de
Bogotá. Septiembre 2000.
11. Oliveros Amanda Introducción al problema: jóvenes bandas y transgresiones. En: Letrazas
12. Parra R. Ausencia de futuro. La juventud colombiana. Bogotá: Plaza & Janés. 1985.
13. Perez D., Mejía M. De calles parques galladas y escuelas. Transformaciones en los procesos de
socialización de los jóvenes de hoy. Bogotá: cinep. 1996.
14. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Psicología. Gotas de tinta. Boletín # 1. Ocampo A.
Rojas F. (Editores). Bogotá. Octubre de 2000.
15. Presidencia de la República. Rumbos. ucpi. cnid. Sondeo nacional del consumo de drogas en jóvenes.
1999 – 2000. Bogotá. 2000.
16. Prieto A. El poder del asombro. En: de mentes jóvenes. ucpi. Alcaldía Mayor Santafé de Bogotá: 1998.
17. Pulido O. Las culturas juveniles: un campo de análisis cultural. En: Universitas Humanística. XXIV (42);
1995, 37-42.
18. Reis A., Zioni F. The female place in construction of adolescence concept. Rev. Saude Publica. Dec.
1993, 27 (6): 472-7.
20. Rodríguez E. Los desafíos de fin de siglo y la problemática juvenil rural en América Latina. En: Juventud
rural. Modernidad y democracia en América Latina. Santiago de Chile: cepal. 1996, 33-54.
21. Unidad Coordinadora de Prevención Integral. Alcaldía Mayor de Bogotá, D.C. (Universidad de los
Andes). 1998.
22. Useche O. En busca de nuevos lugares de enunciación de lo juvenil. En: Nova & Vetera. 32; 1998, 48-62.
23. Weisfeld G. Evolutionary principles of human adolescence. Basic Books: New York. 1999.