otras muchas, pues por estos lugares hay gran cantidad de ellas; cada tribu
tiene las suyas y todas son muy antiguas; todas, excepto ésta. Algunos de los
manada que vive cerca de la bahía. Soy el más viejo de todos y conservo todos
los recuerdos que mantienen viva nuestra mayor leyenda, la más importante.
de un halo de neblina anaranjada, sabíamos que estaba allí. Pero no sólo hemos
sido los lobos los que la hemos mirado; también los elefantes, las serpientes,
los murciélagos, y hasta los escarabajos, tienen historias sobre ella. Son
bellos relatos dignos de ser escuchados, como el de los elefantes, que sueñan
con llevar a la luna sobre sus hombros y pasearla por la selva, porque dicen que
algún día habrá alguno tan grande que llegará hasta ella, y podrá montarla
sobre sus espaldas. O la historia de las serpientes, que dicen que cuando
alguno de los huevos que han puesto no llega a romperse es que en realidad es
encuentran algún grano de arena blanca, piensan que es una mota y los van
luna está cayendo poco a poco y creen que algún día estará completa en la
selva.
Hay muchas más historias, que van de un lugar a otro por los cinco
la que os voy a contar ahora, es la más sencilla de todas, la más real. Yo fui
testigo, y os tengo que decir que desde que ocurrió, sólo vivo para ella.
Escuchad:
la que hacer La Gran Llamada. En las noches de luna llena, los lobos se suben a
La Roca y, mirando a la luna, aúllan lo más fuerte que pueden para llamarla y
pedirle que baje, y según la leyenda, esto se viene haciendo desde que el
primer jefe de manada pisó el Territorio Sur. Y algún día la luna responderá.
Pues bien, aquí empieza la historia que os dije os contaría. Todo comenzó
cuando yo no era más que un joven lobato y corría todo el día por la selva.
menor de los cinco, por lo que me llamaban Pek. Recuerdo también a Papá-
Lobo, al viejo Papá-Lobo que cada luna llena subía a La Roca para hacer La
escapé con uno de mis hermanos, y tras los arbustos, pudimos contemplar a lo
lejos, su figura mimetizada sobre la oscuridad del cielo mirando hacia la luna.
Papá-lobo no nos contó nunca qué significaba aquello. Sólo sabíamos que lo
venía haciendo desde hacía muchos años y que continuaría así hasta el fin de
sus días.
escondía o tirando con los dientes de una hoja de kentia entre varios para ver
Recuerdo que una noche quise encontrar algún lugar donde poder hablar
yo también con la luna; pero sabía que no podía hacer todavía La Gran Llamada,
pues era muy joven y no sabía andar por la selva. Por eso, sin alejarme mucho
poder mirar hacia arriba y ver el cielo despejado. Aproveché que papá-lobo
estaba en La Roca y que los demás estaban distraídos, y salí sin que nadie se
diera cuenta. Caminé un rato hacia el Norte y pasé por lugares que nunca
había visto hasta que llegué a un pequeño claro en donde el cielo se veía
perfectamente, sin ningún obstáculo, pero la luna no pasó aquella noche por
allí. Estuve largo rato mirando hacia arriba, contemplando las estrellas, pero la
con que hacía ya rato que papá-lobo había vuelto, y con el ceño fruncido se
- Pek, es peligroso andar por la selva a estas horas. Os tengo dicho que
no salgáis en mi ausencia.
para descansar.
al claro esperando que esa vez la luna apareciera, pero todo era inútil. Llegaba
preguntaba:
- Pek, ¿quieres un poco de miel?- o me ofrecía su vientre como almohada.
que yo estaba especialmente triste, volvió más tarde que yo a casa, y para no
muy fantasioso, y siempre estaba inventando cosas que incluso terminaba por
luciérnagas era una bella invención, y por eso volví la cabeza y le concedí una
que quería ver hecho realidad y sin darme cuenta se me escaparon unas
oyó: “nunca podré hablar con la luna”. Papá-lobo, que tenía recostada la cabeza
sobre sus patas delanteras, volvió su mirada hacia mí, se levantó, y con
hacía significaba algo, y desde aquel día, en las noches de luna llena salíamos
los dos juntos de casa. Una noche en la que la luna no había salido, Cola-
- Pek, ¿te vienes a oír cantar a las luciérnagas? -Yo pensé que Cola-
dije.
- Pero ahora sí cantan. Yo las he oído en la ensenada - Cola Cortada
Los dos nos quedamos inmóviles sin decir ni una sola palabra. Sólo se
explicártelo.
buen rato.
guardaba silencio para ver si podía escuchar algo, pero nunca lo conseguía; sólo
él se iba a La Roca y yo al claro, pero todavía no había pasado la luna por aquel
trozo de cielo. Sólo estrellas y un profundo negro azulado. Cada noche había
rostro, todo en él se rendía ante el tiempo, ante el monólogo que todas las
Gran Llamada no surtía efecto y cada noche de luna llena, papá-lobo volvía más
Yo deje de salir con papá-lobo, no pude seguirle. Él, cada noche de luna
llena, sin hablar y sin quejarse, dejaba la caverna y se dirigía hacia La Roca.
que pisé el claro en el que siempre esperaba. Aquella noche había luna llena,
pero yo ya no salí; me quedé en esa casa jugueteando con una luciérnaga que
Hocico-Verde había cogido para mí. Papá-lobo salió como siempre. Pero la
selva, esa noche no se comportó igual que siempre. Papá-lobo hizo La Gran
Llamada y fue más débil que nunca, más desnuda y desgarradora de lo que
había sido hasta entonces. Tanto es así, que por unos instantes la selva entera
pero inmediatamente después comenzó de nuevo con más fuerza que antes.
Todas las aves nocturnas cantaron, las serpientes silbaron, los monos no
cesaban de gritar, y hasta los elefantes barritaron como nunca; y entre todos
los sonidos, como una flecha puntiaguda, se alzaba el aullido cansado del lobo
Mucho rato se alargó esta vez el grito de papá-lobo y cuando cesó, todos
los sonidos fueron apagándose hasta que la noche volvía a ser una noche de las
de siempre.
acercamos para estar junto a él. Acostado, parecía inmóvil, petrificado. Albino
y Rápida le lamían, pero él tan solo hizo un leve movimiento con la cola. En ese
más grande de mi vida. Esa noche tenía que haber salido; tenía que haber ido
hubiesen dolido todos los huesos del lomo al día siguiente. Y ahora no podía
estar más tiempo ahí parado. Me costó un poco decidir lo que debía hacer pero
tan sólo fue el miedo a reconocer que esa noche iba a suceder lo inevitable.
y a él tendido desplomado, casi sin aliento. Y con algo dentro de mí como una
chicharra que no cesaba de vibrar, salí corriendo hacia el claro más rápido que
nunca, pues esperaba encontrar lo que tanto tiempo había estado buscando.
Al llegar al claro de la selva paré correr, y con un paso cada vez más lento me
dirigí al centro para divisar mejor todo el paisaje. Alcé la mirada y allí estaba;
alrededor suyo eran mucho más alegres que las de siempre. Y yo, con una gran
hablé con la misma esperanza con que papá-lobo la llamaba en sus años de
A decir verdad, esa hubiera sido una noche como otra cualquiera a no ser
por algo que sucedió que hoy todo el mundo en la selva sabe. Papá-lobo había
llamado a la luna con las pocas fuerzas que le quedaban, le había pedido que
bajara con el mayor ímpetu que pudo. Tal vez papá-lobo estuviese ahora
estuvieran ahora contando sus historias. Tal vez yo no fuera más que un simple
lobo de la antigua manada del Territorio Sur, pero estaba hablando con la luna,
había esperado tanto tiempo, oí un murmullo que salía de entre los árboles y
desorientado miré hacia arriba y entonces me pareció que ahora la voz venía
de la luna.
de dónde venía aquella voz, si de arriba o de abajo, ni qué quería decir. Hubo
un rato de silencio y de pronto oí otra voz, y esta vez muy clara, que venía de
detrás de mí.
sigilosamente, paso a paso, pero antes de poderme abalanzar sobre ella para
darle una sorpresa, se escabulló con mucha rapidez entre unos arbustos.
entonces salió de entre unos arbustos y apareció delante mía con la sonrisa
conocía ninguna historia, no sabía quién era la luna, ni por qué papá-lobo hacia
tenía, sólo sabía mi nombre y el de mis hermanos y que esto era la selva, el
lugar en donde yo jugaba. Pero la luna estaba ahí, frente a mí, iluminando todo
pasear por aquel sitio. Estuvimos juntos largo tiempo, jugando, buscando,
aquel momento, pero, tal vez si sucediera de nuevo ahora, me costaría trabajo.
aquello que yo conocía y que me hacía feliz. Después estuvimos un largo rato
- No sé nadar…
- Pek, mira cómo lo hago yo - dijo. Tienes que mover las patas así, y la
levantaba. Incluso me enseñó a buscar y a abrir los ojos bajo el agua, porque
las historias de todas las tribus, sabía dónde estaba cada territorio, cada
montaña, cada árbol, y hasta cada piedra del suelo. Yo, en mitad de aquella
conversación descubrí con la mirada una lucecita verdosa que subía por un
Quería saber algo sobre aquel misterio y por eso le pregunté a la luna:
lobo y los demás, y quise pedirle a la luna que me acompañara a casa para que
- Luna, es un poco tarde. ¿Por qué no vienes a mi casa para que te vean
cada cosa que nos llamaba la atención. A veces, como ella era el doble de alta
que yo, me subía encima y podía coger algunos frutos a los que yo solo no
- Sí, pero si fueran más fuertes, me podría llevar alguna y jugaríamos con
ella sin que se rompieran tan pronto -a esto, la luna no dijo nada-. Entonces, yo
le pregunté.
- ¿Por qué no haces que sean más fuertes? Tú sabes mucho - Pero la luna
- No hace falta; mira, te enseñaré a hacer una cosa para que sea más
que hizo una tan fuerte que no hubiéramos podido romperla aunque
hubiésemos tirado de ella los cinco al mismo tiempo. Yo, muy ilusionado con
que podía llevarla a casa y regalársela a mis hermanos y jugar todo el tiempo
rebuscó algo entre unas hojas que había en el suelo, y después de incorporarse
me miró y me dijo:
haré que la encuentres y que seas capaz de oírla. Así, poco a poco dejarán de
esperando a que yo llegara. Papá-lobo apenas tenía fuerzas para nada, tan sólo
yo, y en seguida, volvía a posarla sobre sus patas. Verdaderamente, fue una
noche triste para papá-lobo y los demás hasta que llegamos a casa. Cola-
esto, papá-lobo se puso en pie de súbito empleando las pocas fuerzas que le
siempre reñía por las cosas que inventaba. Estaba claro que había llegado la
hora de que sucediera lo esperado durante tanto tiempo. Con la mirada puesta
se detuvieron junto a él para esperarme a mí, que venía con la luna. Pero yo sé
que papá-lobo, lo que más esperaba era poder ver a la luna, tocarla y hablar
con ella. Mientras me acercaba a casa, comprendí que esto era así, y me
lentamente, y contemplaron a la luna con asombro. Pero ella les tendió la mano
miró con sus ojos vidriosos y tras una sonrisa casi imperceptible, descubrí una
felicidad que nunca antes había visto en él. Papá-lobo no dijo nada; solamente
caminó unos metros, y cuando llegó a la pequeña algarabía que había montada,
grandes brazos. Mis hermanos seguían jugando alrededor de ella, pero papá-
Cuando lo miraba, me parecía ver un niño. Pero aquella noche, la niñez de papá-
lobo fue parte de su sabiduría. A decir verdad, nunca fue más sabio; yo lo vi en
la luna era ahora más grande y reluciente que antes. Por eso podíamos estar
todos rodeados por ella. Y desde aquella noche, en que la luna bajó a la selva,
nada fue como antes. Conservo todos los sentimientos y recuerdos de aquel
instante. Sobre todo la última pregunta que le hice y la respuesta que ella me
al oído:
- Yo soy muy, muy grande. Soy tan grande que la selva entera es pequeña
para mí. Pero me he hecho pequeña como vosotros para estar aquí y que podáis
cabeza y les dejo una luciérnaga a cada uno, excepto a Cola-Cortada y a mí, y
nos prometió que volvería. Por eso seguimos haciendo La Gran Llamada. Pero
ahora la espera es dulce, porque ella ya ha estado aquí. Y yo, cada vez que
aquí, cada plenilunio, me doy cuenta de que la luna quedó entre nosotros, la
nosotros, porque nos enseñó a jugar, a abrir los ojos en el fondo de la laguna, a
trenzar las hojas de la kentia... pero, sobre todo, nos enseñó a oír cantar a las
luciérnagas, cada luna llena me doy cuenta de ello. Yo ya soy muy viejo, sigo
siendo de color gris, y no estoy tan delgado como papá-lobo, pero mi hocico ya
está descolorido y a veces me cuesta trabajo subir a esta Roca en la que estoy
ahora. Y cuando estoy muy cansado, me bajo a la ensenada oír cantar a las
alegría indescriptible, cuando pienso que todas las criaturas que habitan los
cinco territorios, los monos, las arañas, los elefantes, los escarabajos, todos,
incluso los mosquitos, las pulgas y las hormigas, hasta cuando duermen saben,
desde lo más profundo de sus sueños, que la luna bajó una vez a la selva,
FIN