I.- La idea de esta presentación es observar aquellos aspectos en los que asoman
conceptos o principios interpretativos que se destacan por su persistencia en la manera
de plantear o intentar resolver determinados problemas. Según este enfoque observamos
que las nociones de unidad y escisión suelen presentarse con la fortaleza de una
evidencia epistemológica y conforman un presupuesto eximido de la crítica, una
condición de posibilidad a priori de todo discurso político. De tal modo que no sólo la
formulación del problema sino las diferentes postulaciones candidatas a solución
quedan igualmente condicionadas en tanto resultan expuestas dentro del mismo
paradigma, esto es la dupla: unidad/escisión.
En este sentido, si hay algo que persiste a lo largo de la filosofía y adquiere diferentes
maneras de presentación es el problema de la unidad/multiplicidad,
homogeneidad/diversidad, interés general/interés privado y otras declinaciones bajo la
forma de lo sensible/inteligible. De una manera más metafísicamente expresada: el
asunto de la dualidad entre lo terrenal y lo suprasensible, o su contrapartida, el problema
de la inducción.
Lo que aparece como una polaridad sin embargo no supone una instancia de
oposiciones irreconciliables sino que es presentada con la evidencia de un proceso
“natural” y del que, con esta legitimación, pretende desplegarse dialécticamente hasta
algún momento (curiosamente siempre diferido) en el que podría alcanzar una síntesis
“superadora”. En estos términos, la dialéctica como método crítico, no puede producir
sino más de lo mismo: es decir reproducir incesantemente las propias condiciones de
posibilidad, reproducir la bipolaridad neurótica.
Por último, en lo que concierne a esta introducción, me gustaría señalar que el Banquete
lejos de ser un diálogo acerca del amor metafísico, adquiere una dimensión significativa
bajo una interpretación política.
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II.- El primer plano de la tesis intenta poner de manifiesto que según el programa
platónico, para la institucionalización del conocimiento y de la legalidad, es necesaria la
escisión, una neta separación entre cuerpo y alma. Lo que abre al segundo plano en el
que se tratará de hacer ver que se puede establecer un paralelo muy estrecho entre el
Banquete y la ideología de la modernidad, comprensiva de los postulados cartesianos,
cuando en ésta se insiste tan particularmente en el mismo corte, cuerpo/mente.
III.- Según las marcas que dejamos en el lenguaje podemos rastrear que la raíz scio
alude tanto a ciencia como a la mentada escisión: podemos reconocer semánticamente el
parentesco que reúne a la ciencia, el conocimiento, con la escisión.
Dicha derivación está literalmente metaforizada en el mito de Hesíodo que nos relata la
necesaria escisión, el divorcio entre Era y Urano a fuerza de una castración parricida,
para dar lugar a la luz del conocimiento y el nacimiento del imperio de la legalidad
gobernada por Zeus. Hesíodo señala el nacimiento del mundo del hombre a partir de la
distancia y la iluminación que se imponen para poder conocer y entrar en el mundo de
la racionalidad legal.
El mito genético de Hesíodo relata el devenir desde el caos informe, caracterizado por la
desmesura (hybris) y por la ley de la necesidad a la institucionalización del orden
jurídico administrado por Zeus (legalidad). No es poco relevante señalar que el relato
está él mismo posibilitado y legitimado desde el orden dado, es decir, determinado por
su propia teoría: una remisión circular que supone necesariamente la separación de
ámbitos ya que de otro modo no sólo el relato no puede formularse sino tampoco
explicarse. Es desde la fe en Zeus (creador y amante de la paz y de la justicia) que el
mundo puede ser explicado desde sus orígenes.
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sin parricidios, ni mutilaciones recurrentes, no hay significación ni discursos con valor
veritativo.
La cirugía cartesiana que divide cuerpo y alma tiene por objetivo aniquilar la voluntad,
quitarle entidad a aquello que es la causa de los juicios fallidos, coincidente con el
diagnóstico platónico sobre una subjetividad imperfecta y carenciada que requiere
asistencia para acercarse a la verdad. No hay pues, tensión política entre los opuestos,
aquello que se pudiera oponer al orden nunca ostenta jerarquía legitimante.
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La razón cartesiana es también un demonio mediador que está dispuesto para
auxiliarnos en el tránsito más allá del Leteo.
Centrifugada la duda, enervada en sus efectos, queda lejos de ser instituida como parte
del método.
Descartes nos dice que “los cuerpos no son propiamente conocidos por los sentidos o
por la facultad de imaginar, sino por el entendimiento solo y que no son conocidos
porque los vemos y los tocamos, sino porque los entendemos y comprendemos por el
pensamiento” y para poder hacer esta formulación era necesario discriminar el
pensamiento o espíritu como una entidad por sí misma ajena e independiente de las
determinaciones del cuerpo, rescatado de las impurezas de la voluntad, con lo que
dejamos a la vista que tanto el Banquete como la ingeniería cartesiana operan bajo un
idéntico hilo conductor que es la necesidad de escindir cuerpo y mente para poder
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Imaginar y sentir serán escindidos en la Sexta Meditación.
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instalar un discurso homogéneo a salvo de las contingencias y determinaciones de la
voluntad.
VII.- Esta instancia deja planteada una incógnita respecto de la supuesta esencia del
hombre y su propia causa final en tanto quedan postergadas, aplazadas a una instancia
por siempre diferida en el tiempo. La esencia de las cosas es diferida hacia una
realización futura bajo las connotaciones de progreso y perfeccionamiento, bajo la
expectativa de alcanzar dicha realización en el futuro. Lo que implica concebir al
hombre como una potencia; en función de la civilidad, como algo sin actualidad, una
materia prima que debe ser informada. La polis ya no es un acto perfecto, es potencia
realizable en tanto y en cuanto los individuos se adecuen al método y a la disciplina
requeridos por Eros o la razón.
Nos queda como hipótesis que el planteo político platónico/cartesiano podría coincidir
en un estricto condicionamiento metódico signado por un acto fundacional de violencia
(la escisión según las diversas formas en que se presenta: mutilaciones castración,
guillotina) que es lo que supuestamente se requiere según su propia lógica
autolegitimante para salir de un mundo determinado por la necesidad caracterizado
como un caos, para inaugurar un mundo simbólico de conocimiento y legalidad. Eros o
la razón como los mediadores que allanan el camino al contrato social.