Capítulo III
Pero decir que las fortunas de los hijos o nietos, y las de todos los amigos, no hacen
nada al caso, cosa, cierto, parece muy ajena de amistad y contra las comunes opiniones
de las gentes. Pero como son muchas cosas las que acaecen, y de muchas maneras, y
unas hacen más al caso y otras, menos, tratar en particular de cada una, sería cosa
prolija y que nunca ternía fin. Pero tratandolo así en común y por ejemplos, por ventura
se tratará bastantemente. Porque de la misma manera que en las proprias desgracias,
unas hay que tienen algún peso y fuerza para la vida, y otras que parecen de poca
importancia, de la misma manera es en las cosas de todos los amigos. Pero hay mucha
diferencia en cada una de las desgracias, si acaecen a los vivos, o a los que ya son
muertos, harto mayor que hay de representarse en las tragedias las cosas ajenas de razón
y ley, y fuertes, al hacerlas. Pero de esta manera habemos de sacar por razón la
diferencia, o, por mejor decir, habemos de disputar de los muertos, si participan de
algún bien, o de mal alguno. Porque parece que se colige de lo que está dicho, que,
aunque les toque cualquier bien, o su contrario, será cosa de poca importancia y tomo, o
en sí, o, a lo menos, cuanto a lo que toque a ellos, o si no, a lo menos tal y tan grande,
que no baste a hacer dichosos a los que no lo eran, ni, a los que lo eran, quitarles su
felicidad. Parece, pues, que las prosperidades de los amigos importan a los muertos
algo, y asimismo las desdichas; pero hasta tanto y de tal suerte, que ni a los dichosos
hagan desdichados, ni a los desdichados les acarreen felicidad, ni cosa otra alguna desta
manera.