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ETICA A NICOMACO LIBRO 1 ARISTÓTELES

Capítulo III

Pero harto suficientemente se tratará desta materia, si conforme a la subjeta materia se


declara. Porque la claridad no se ha de buscar de una misma suerte en todas las razones,
así como ni en todas las obras que se hacen. Porque las cosas honestas y justas de que
trata la disciplina de república, tienen tanta diversidad y escuridad, que parece que son
por sola ley y no por naturaleza, y el mismo mal tienen en sí las cosas buenas, pues
acontece muchos por causa dellas ser perjudicados. Pues se ha visto perderse muchos
por el dinero y riquezas, y otros por su valentía. Habémonos, pues, de contentar con
tratar destas cosas y de otras semejantes, de tal suerte, que sumariamente y casi como
por cifra, demostremos la verdad; y pues tratamos de cosas y entendemos en cosas que
por la mayor parte son así, habémonos de contentar con colegir de allí cosas semejantes;
y desta misma manera conviene que recibamos cada una de las cosas que en esta
materia se trataren. Porque de ingenio bien instruido es, en cada materia, hasta tanto
inquirir la verdad y certidumbre de las cosas, cuanto la naturaleza de la cosa lo sufre y
lo permite. Porque casi un mismo error es admitir al matemático con dar razones
probables, y pedirle al retórico que haga demostraciones. Y cada uno, de aquello que
entiende juzga bien, y es buen juez en cosas tales y, en fin, en cada cosa el que está bien
instruido, y generalmente el que en toda cosa está ejercitado. Por esta causa el hombre
mozo no es oyente acomodado para la disciplina de república, porque no está
experimentado en las obras de la vida, de quien han de tratar y en quien se han de
emplear las razones de esta sciencia. A más desto, como se deja mucho regir por las
pasiones de su ánimo, es vano e inútil su oír, pues el fin de esta sciencia no es oír, sino
obrar. Ni hay diferencia si el hombre es mozo en la edad, o si lo es en las costumbres,
porque no está la falta en el tiempo, sino en el vivir a su apetito y querer salir con su
intención en toda cosa. Porque a los tales esles inútil cita sciencia, así como a los que en
su vivir no guardan templanza. Pero para los que conforme a razón hacen y ejecutan sus
deseos, muy importante cosa les es entender esta materia. Pues cuanto a los oyentes, y
al modo que se ha de tener en el demostrar, y qué es lo que proponemos de tratar, basta
lo que se ha dicho.

En el capítulo IV vuelve a su propósito, que es a buscar el fin de las obras de la vida, y


muestra cómo en cuanto al nombre de todos convenimos, pues todos decimos ser el fin
universal de nuestra humana vida la felicidad, pero en cuanto a la cosa discrepamos
mucho. Porque en qué consiste, esta felicidad, no todos concordamos, y así recita varias
opiniones acerca de en qué consiste la verdadera felicidad; después propone el modo
que ha de tener en proceder, que es de las cosas más entendidas y experimentadas por
nosotros, a las cosas más escuras y menos entendidas, porque ésta es la mejor manera de
proceder para que el oyente más fácilmente perciba la doctrina.
Capítulo XI

Pero decir que las fortunas de los hijos o nietos, y las de todos los amigos, no hacen
nada al caso, cosa, cierto, parece muy ajena de amistad y contra las comunes opiniones
de las gentes. Pero como son muchas cosas las que acaecen, y de muchas maneras, y
unas hacen más al caso y otras, menos, tratar en particular de cada una, sería cosa
prolija y que nunca ternía fin. Pero tratandolo así en común y por ejemplos, por ventura
se tratará bastantemente. Porque de la misma manera que en las proprias desgracias,
unas hay que tienen algún peso y fuerza para la vida, y otras que parecen de poca
importancia, de la misma manera es en las cosas de todos los amigos. Pero hay mucha
diferencia en cada una de las desgracias, si acaecen a los vivos, o a los que ya son
muertos, harto mayor que hay de representarse en las tragedias las cosas ajenas de razón
y ley, y fuertes, al hacerlas. Pero de esta manera habemos de sacar por razón la
diferencia, o, por mejor decir, habemos de disputar de los muertos, si participan de
algún bien, o de mal alguno. Porque parece que se colige de lo que está dicho, que,
aunque les toque cualquier bien, o su contrario, será cosa de poca importancia y tomo, o
en sí, o, a lo menos, cuanto a lo que toque a ellos, o si no, a lo menos tal y tan grande,
que no baste a hacer dichosos a los que no lo eran, ni, a los que lo eran, quitarles su
felicidad. Parece, pues, que las prosperidades de los amigos importan a los muertos
algo, y asimismo las desdichas; pero hasta tanto y de tal suerte, que ni a los dichosos
hagan desdichados, ni a los desdichados les acarreen felicidad, ni cosa otra alguna desta
manera.

En el capítulo XII disputa si la felicidad es cosa de alabar, o despreciable, y prueba que


no se ha de alabar, sino preciar, porque lo que se alaba es por razón que importa para
algún bien, y así tiene manera de oficio menor; pero la felicidad, como sea último fin,
no importa para nada, antes las otras cosas importan para ella. Cuestión es del vocablo,
y no muy útil, y aun ajena del común modo de hablar, porque bien puedo yo alabar una
cosa de todas las grandezas que en sí tiene, sin dirigirla a fin alguno, y nuestra religión
cristiana está llena de alabanzas de Dios, que es nuestra verdadera felicidad, la cual
nunca acabó de conocer la gentil Filosofía.

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