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Hellson 1

Sinergia

Aurora Seldon

www.auroraseldon.com
Tercera Edición: Diciembre 2008
Colección Homoerótica
Perú

© Copyright Aurora Seldon


www.auroraseldon.com

Todos los derechos de la obra pertenecen a su autora.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o compartida en


cualquier forma sin autorización expresa de los autores.
A Pilar Isla,
por todos los momentos pasados.
ADVERTENCIA
Este libro contiene algunas escenas sexualmente explícitas y lenguaje
adulto que podría ser considerado ofensivo para algunos lectores (sexo
homoerótico) y no es recomendable para menores de edad.

Hellson 1: Sinergia
Aurora Seldon

Inspirado en los X-Files, en el genial Más que Humano de Theodore


Sturgeon, en historias paranormales, ciencia ficción y fantasía, Hellson
1: Sinergia es el primero de una serie de varios libros homoeróticos
que se iniciaron en 2005, pero que llevan gestándose en la imaginación
de su autora por largos años.

Hallarán aquí fantasmas, zombies, monstruos alienígenas, acción y


aventura en el marco de una historia de amor. Martin Hellson es un
estudioso de lo sobrenatural y un aventurero habituado a tratar con las
situaciones más extrañas sin perder la sangre fría. John Storm es un
profesor de matemáticas que despierta de un accidente con un extraño
don, echando a andar el engranaje de un destino que ninguno de los
dos eligió porque la casualidad no existe en el universo.

Algunos de los hechos que se narran están basados en leyendas locales;


sin embargo el contenido de este relato es ficción. Algunas referencias
se relacionan con hechos históricos o lugares existentes, pero los
personajes, locaciones e incidentes son ficticios. Cualquier semejanza
con personas reales, vivas o muertas, empresas existentes, eventos o
locales, es coincidencia.
John

Él era un hombre normal, de una familia de clase media, como casi


todas las del pueblo de Cote-Saint-Luc, en Montreal, Canadá. Tenía un
empleo agradable y una novia con la que se casaría al finalizar el año.
Era hijo único y orgullo de sus padres, que ansiaban tener la casa llena
de nietecitos.

Se llamaba John Storm, pero sus amigos insistían en decirle


Johnny. En cierto modo, resultaba divertido llamar al risueño profesor
de matemáticas como un superhéroe: Johnny Storm, «la Antorcha
Humana».

John sólo reía y negaba con la cabeza, pero los dejaba hacer.
Adoraba su trabajo y a sus alumnos de secundaria. Algunos decían que
con ese carisma, llegaría a director.

Así era la vida de John: sus padres, sus clases, su novia. Todo era
tan dolorosamente normal e igual todos los días, que sólo un terrible
accidente pudo cambiarlo y trastornarlo hasta la locura.

Volvía de cenar con Lynda, su novia. Celebraban su primer fin de


semana a solas luego de la visita de los padres de ella. Caminaban por
la acera tomados de la mano y riendo. Lynda estaba preciosa con su
vestido blanco lleno de diminutas rosas amarillas y John así se lo dijo.

Cruzaron la pista…

Y entonces, un auto salido de la nada en medio de la desierta calle,


arremetió directo hacia ellos. Su conductor era un adolescente ebrio
que sólo quería llegar temprano a casa para no recibir un regaño de sus
padres. Ni siquiera los notó hasta que estuvo sobre ellos.

John sólo vio una brillante luz frente a él y oyó, como si fuera muy
lejos, el grito aterrado de Lynda. Mientras su mente asimilaba lo que
estaba ocurriendo, sintió el impacto y tuvo conciencia de volar por los
aires y caer. Luego, todo se hizo negro.

Lynda tenía veinticuatro años.


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 1: El despertar

Existen algunos casos de personas que afirman


haber vuelto del estado de coma con dones especiales.
Normalmente son sólo personas que
buscan compensar el tiempo que perdieron dormidos en una
cama de hospital y volverse a interesar por la vida. Sólo
existen unos pocos, contadísimos casos, en los que los
‘dones’ se manifiestan realmente a través de fenómenos
paranormales.

Martin Hellson — Las Premoniciones, 1997

Dos años después

1
—En diez minutos salgo —dijo al teléfono Liz, la auxiliar de turno; y
volvió a comprobar los signos vitales de su paciente preferido, Johnny.
«el Príncipe Johnny», como todos le llamaban.
Anotó los datos en el tablero, se acercó al hombre de treinta y dos
años, y lo besó en la frente. Ella y sus amigas solían bromear acerca
del «Príncipe Johnny», el «Bello Durmiente», y las princesas que
debían besarlo para que despertara algún día. Pero lo cierto era que los
días pasaban y el estado del paciente no cambiaba.
De cualquier modo, el hecho de que siguiera con vida era en
realidad un milagro. No todo el mundo sobrevivía a un accidente como
el que tuvo; y aunque llevara en coma dos años, estaba vivo.
Los primeros días luego del accidente, sus amigos solían visitarlo,
pero ahora, con el pasar del tiempo, sólo su padre acudía una vez por
semana, caminando con la pesadez y lentitud que se habían apoderado
de él cuando murió su esposa, seis meses atrás.
John no tenía hermanos. Cuando su padre muriera, ¿qué sucedería
con él?
El día anterior, además de su padre, había tenido una extraña visita:
un hombre altísimo y rubio, vestido de negro. El hombre era atractivo,
pero tenía un aire siniestro. Había permanecido sólo un instante junto
al enfermo. Nadie lo había visto salir.

Capítulo 1: El despertar 9
Hellson 1: Sinergia

La auxiliar volvió a besar con devoción a su bello príncipe


dormido.
—¿Cuándo despertarás? Quiero llevarte a recorrer el pueblo y que
conozcas el nuevo centro comercial. La escuela donde enseñabas ahora
es un poco más grande, te gustará. Despierta, Johnny.
No era que lo creyese posible. Había visto otros casos y todo
acababa de pronto, sin que los durmientes despertasen nunca. Pasaban
de un sueño al otro, como solían decir en el hospital. Pero a ella le
gustaba hablarle, contarle sus confidencias más secretas, porque sabía
que él no las diría jamás.
Durante el tiempo que había estado dormido, John se había hecho
parte de su vida.
El hombre estaba quieto. Su cabello castaño proyectaba una ligera
sombra en su mentón. Callado, distante, como si fuera a dormir así por
siempre, tan bello que Liz no podía dejar de contemplarlo.
De pronto, un movimiento casi imperceptible agitó su párpado
derecho, como lo haría la brisa en una playa quieta.
Sólo que se hallaban en una sala de hospital y allí no había brisa.
—Imaginaciones mías —susurró Liz, pero no se movió de su lado.
No podía dejarlo aún, no quería hacerlo.
La respiración acompasada de pronto cambió de ritmo y otra vez
los párpados se movieron. La auxiliar pegó un respingo.
Ahora sí estaba segura. John se había movido.
Momentos después, Liz salía corriendo para llamar a la Enfermera
Jefe.

2
Fue todo un acontecimiento en el tranquilo pueblo. «Paciente despierta
de coma luego de dos años», decían los diarios.
Pero para John sólo significó enterarse de que su novia y su madre
habían muerto y que había perdido dos años de su vida en una cama de
hospital.
Se sentía embotado, intentando asimilar que, durante ese tiempo, el
mundo había seguido girando mientras él dormía. Era injusto, y
mientras caminaba lentamente de un extremo a otro de la pequeña

Capítulo 1: El despertar 10
Hellson 1: Sinergia

habitación a donde lo habían trasladado, pensaba en los versos de una


canción de Pink Floyd:
«Y entonces un día encuentras que han pasado diez años. Nadie te
dijo cuándo correr, te perdiste la señal de partida».
Sí, Roger Waters sabía exactamente de lo que hablaba. Aunque, por
lo que John conocía, no había estado jamás en coma.
Continuó su lento paseo con un suspiro. Sus miembros, agarrotados
por el tiempo que llevaba sin moverlos y por las cirugías, comenzaban
a reaccionar a la dolorosa terapia; sin embargo, las articulaciones de
sus rodillas no quedarían bien y tendría para siempre una ligera cojera.
La terapista le había dicho que tenía suerte.
Liz abrió la puerta, trayendo la cena en un carrito rodante.
—Mañana te vas a casa, ¿no es maravilloso? —dijo, ayudándole a
sentarse para que pudiera comer.
—Supongo que sí.
La voz de John era profunda y suave, tal como ella la había
imaginado. Pero se adivinaba en ella un dejo de tristeza.
—¿Y qué harás?
—Trabajar. Papá necesita ayuda, pero no sé si pueda asistir a una
escuela en tiempo regular. Claro que siempre puedo dar clases
particulares.
—Desde luego. Te deseo toda la suerte, Johnny.
Liz lo abrazó y le tomó ambas manos. No sabía si volvería a verlo,
pues los pacientes, luego de salir de alta, jamás se acuerdan de los que
cuidaron de ellos. Es una especie de ley para quienes trabajan en los
hospitales y ella la aceptaba. Ese abrazo era su despedida.
De pronto, John sintió un tirón, un hormigueo seguido de una
pequeña descarga, y su rostro palideció.
—No vuelvas con ese hombre… te hará daño.
—¿Qué?
Pero John cerró los ojos, temblando ligeramente.
—Nada. Lo siento, debo estar un poco mareado…
Liz se fue, pensando aún en lo que John le había dicho. Y esa
noche, cuando su novio volvió a golpearla hasta hacerla perder la

Capítulo 1: El despertar 11
Hellson 1: Sinergia

conciencia, volvió a pensar en él.

3
Después de algunas semanas, para John fue evidente que algo muy
extraño le había ocurrido. No sabía por qué, pero en determinadas
circunstancias, podía percibir lo que llamaba visiones de algunas
personas. No eran visiones de futuro, en algunos casos había visto
episodios pasados, según descubrió al hablar con ellos. Tampoco eran
eventos que siguieran un patrón o que aparecieran como consecuencia
de algo. Simplemente ocurrían.
Y la gente del pueblo comenzó a hablar.
Empezó a tener fama de extraño y acaso peligroso. Habituado como
estaba al trato con sus alumnos y colegas, se vio bastante afectado
cuando notó que lo rehuían. Intentó sobreponerse, ignorar las visiones
y hacer como que no existían con la esperanza de que desaparecieran;
pero cuando creía haber tenido éxito, surgían nuevamente como si
alguien allá arriba se burlara de él. El risueño profesor de antaño se
volvió retraído y, en lo posible, evitaba el contacto físico.
Entonces, su padre enfermó.
Fueron meses de preocupación, entre médicos y hospitales, entre
clases particulares y deudas. Cuando finalmente su padre falleció, John
estaba agotado, había alquilado la mitad de la casa y no tenía ahorros.
Aun así, trató de salir adelante tomando como alumno al hijo de un
importante empresario: un niño de ocho años al que ningún maestro
del pueblo podía soportar en clases particulares. Ninguno, excepto
John.
Michael Greene era la clase de alumno testarudo y caprichoso,
incluso impertinente, que llevaba encima el estigma de conflictivo. El
padre había hecho de todo por ayudarlo: psicólogos, profesores
particulares que eran despedidos al cabo de unas semanas, premios y
castigos por igual, todo sin éxito. En el reporte de la escuela de
Michael el rojo seguía siendo el color predominante y había sido así
hasta que John Storm solicitó el empleo.
Aunque el profesor no era del agrado de Alfred Greene, Michael lo
adoraba y sus calificaciones en matemáticas fueron la prueba de que
John merecía quedarse.
Era el empleo que más le había durado desde que salió del hospital.

Capítulo 1: El despertar 12
Hellson 1: Sinergia

Una tarde, luego de terminar los deberes de matemáticas, y


mientras John guardaba sus cosas, Michael le preguntó:
—¿Es cierto lo que dicen de ti en el colegio?
John se puso alerta. Sabía que circulaban un sinnúmero de rumores
absurdos acerca de él, pero con enfadarse no lograría detenerlos. Sólo
procuraba ignorarlos y esperar a que la gente, al no tener más material,
olvidara el asunto.
—¿Qué es lo que dicen? —preguntó suavemente.
—Que eres raro... que ves cosas...
—Todos vemos cosas, Mike, excepto los ciegos.
—¡Yo hablo de otras cosas! De cosas de las personas... Que ves el
futuro.
John sonrió con tristeza.
—Mike, honestamente, ¿tú crees que si yo viera el futuro estaría en
este pueblo, solo y lleno de deudas?
Los ojitos del niño se abrieron mucho mientras analizaba lo que
acababa de oír. Luego lo miró y dijo con sencillez:
—Creo que no. Estarías en la televisión.
—Quizá —concedió John—. ¿Nos vemos mañana?
—Voy de excursión, con los scouts del colegio.
John asintió.
—Está bien. Hasta el lunes, entonces.
Estrechó la mano del niño sin pensarlo demasiado. Quizá porque no
lo vería en todo el fin de semana, quizá por intuición.
De pronto, la misma sensación de hormigueo lo envolvió, sintió la
descarga, y por más que trató de cerrar su mente, tuvo una visión.
(Un auto que viajaba a toda velocidad por la carretera, una
curva... Michael cubierto de sangre, siendo llevado por los
paramédicos... alguien cubría su cabeza con una sábana.)
—No… —gimió con la voz ronca. Sus ojos estaban
desmesuradamente abiertos. El niño lo miró, asustado.
—¿Qué pasa? ¿Estás enfermo?
—No, no. Estoy bien. —John jadeó, sujetándose del espaldar de la

Capítulo 1: El despertar 13
Hellson 1: Sinergia

silla—. Estoy bien.


Michael lo miraba con miedo. John respiró hondo e intentó
calmarse.
—Mike, ¿recuerdas lo que hablamos hace un momento? —El niño
asintió—. Te dije que no es cierto que veo cosas... Mentí.
Los ojos de Michael se llenaron de lágrimas, no comprendía lo que
pasaba y se estaba asustando cada vez más.
—Escucha, Mike —dijo John lo más seriamente que pudo—. No
vayas a esa excursión. No sé cómo explicarlo, pero por favor, no
vayas.
—¡Pero es la primera del año! ¿Qué pasó, Johnny? ¿Qué viste?
John suspiró. No podía contarle... no podía.
—Yo no sé cómo decirlo, pero en esta época los caminos son
peligrosos. Hay mucho riesgo, no quisiera que te pasara algo malo. No
vayas, por favor. Hazlo por mí.
—¿A dónde no debe ir? —preguntó el padre de Michael, entrando
de improviso. Pasaba por allí y había oído llorar a su hijo, cosa que
jamás había ocurrido cuando estaba con John.
—Yo... —empezó John, buscando las palabras adecuadas. Sabía
que no era santo de la devoción de Alfred Greene y que su empleo
estaba en juego—. Lo siento…
—¡No quiere que vaya a la excursión! —chilló el niño.
John pudo en ese momento negarlo todo, fingir que no había visto
nada y atribuirlo a la conducta conflictiva del niño. Pudo mentir y
salvar su empleo, pues veía en los ojos de Alfred Greene el deseo de
desaparecerlo si no de la faz de la tierra, al menos de la cercanía de
Mike. Pudo hacerlo, pero el recuerdo del cuerpecito ensangrentado del
niño siendo cubierto por una sábana fue demasiado.
—Yo... Lo siento, señor Greene, pero temo que pueda haber un
accidente. Yo le ruego que no envíe a Mike a la excursión. Tengo un
mal presentimiento...
El resultado no pudo ser más desastroso. John fue despedido ya que
no se le pagaba para tener presentimientos y el niño se quedó llorando.
Se recriminó duramente por haber intentado advertirles de algo que
ni siquiera sabía si podía ocurrir. Se dijo que debió explicarse mejor.
Pero, ¿cómo explicar lo que él mismo no entendía?

Capítulo 1: El despertar 14
Hellson 1: Sinergia

Lo peor pasó después: Michael no fue a la excursión. Estaba tan


asustado que se negó a subir a la furgoneta. El accidente dejó cuatro
heridos, dos de gravedad. Y el asiento vacío junto al chofer, el que
ocuparía Michael, quedó destrozado. Si el chico hubiera ido a la
excursión, estaría muerto.

4
Las habladurías volvieron a empezar en el pueblo. Y no era para
menos, la historia de lo ocurrido esa tarde en casa de Michael fue
exagerada como sólo en los pueblos puede ocurrir y pronto John tuvo
en su puerta montones de personas que querían que les dijera el futuro
a cambio de dinero.
No tuvo caso. Aunque lo intentó, su extraño don no funcionaba en
esas condiciones.
John empezó a documentarse sobre fenómenos psíquicos, tratando
de encontrar algún especialista que le dijera qué hacer, pero los pocos
que visitó le parecieron unos charlatanes.
Una tarde, revisaba en Internet temas al azar, porque realmente no
sabía cómo buscar, y dio con un aviso:
El sábado 29 de octubre, a las 7:00 pm en la Sala de Conferencias
«Marie-Gérin-Lajoie» de la Universidad de Montreal, el doctor
Martin Hellson dictará una conferencia sobre las premoniciones y su
impacto en el subconsciente del individuo.
Una sensación extraña lo envolvió, cerró los ojos, y al abrirlos de
nuevo, empezó a buscar el nombre del especialista en la red.
Martin Hellson, Ph.D. Profesor honorario de la Universidad de
Ciencias Psíquicas Laurent Lamartine en París. Doctor en Ciencias
Intrínsecas, miembro de la Société pour la Recherche Psychique,
autor de…
Y venía una enorme cantidad de libros y artículos en revistas
importantes.
John sonrió.
Eso era lo que necesitaba.
Le sorprendió incluso que ese tema fuera estudiado tan
cuidadosamente en publicaciones tan serias. Él había creído que esas
cosas sólo eran para charlatanes.

Capítulo 1: El despertar 15
Hellson 1: Sinergia

No había ninguna fotografía del doctor Hellson, pero se imaginó a


un anciano y respetable profesor. Su apellido le causó gracia, era
curioso que un especialista en fenómenos psíquicos fuera el hijo del
infierno.
Estaba decidido. Viajaría a Montreal y asistiría a la conferencia.

5
En la casa de Martin Hellson, en París, se desarrollaba una escena
distinta.
—¿Vas a Canadá? —exclamó Michelle al ver el pasaporte de su
amante sobre la mesilla de noche.
—Tengo una conferencia mañana —respondió el dueño de casa,
desde el baño—. Estaré allí una semana.
Lo siguiente que se oyó fue una maldición de ella. La periodista se
levantó, envuelta en una sábana, y se dirigió al balcón. Hizo una rápida
llamada de su teléfono celular y cuando volvió a entrar a la habitación,
lucía satisfecha. Martin no se libraría de ella tan fácilmente.
En ese momento, Martin Hellson, Ph.D. salía de la ducha, con una
toalla en la cintura y el largo cabello húmedo cayendo sobre su
espalda.
Tenía treinta y seis años y algunas canas en el cabello azabache que
normalmente llevaba atado en una coleta. Su cuerpo estaba bronceado
y era fuerte y firme, producto de los ejercicios y de los constantes
viajes, pues Martin Hellson nada tenía de respetable profesor. Era un
aventurero y un playboy en toda regla.
—Apúrate, querida, debo alistar mis cosas y abordar un avión en
cuatro horas.
La periodista se dirigió al baño, no sin antes besar a su amante en la
mejilla.
Martin comenzó a vestirse.

6
El especialista francés llegó al Hotel St. Paul, en Montreal, se dirigió a
la recepción y se identificó.

Capítulo 1: El despertar 16
Hellson 1: Sinergia

—Sí, monsieur. Su novia ha llegado hace apenas media hora.


—¿Perdón?
—Su novia —explicó el recepcionista—. Mademoiselle Michelle
Saint Jacques.
En ese momento, Michelle salía del ascensor.
—Hola, querido —saludó con una radiante sonrisa—. Mi revista
cubrirá el evento. Tuve que hacer arreglos de última hora y no me dio
tiempo de avisarte. Estaremos juntos toda la semana, ¿no es
maravilloso?
Martin esbozó una sonrisa. Si se había sorprendido, lo disimuló
bien.
—Sin duda lo es.
La pareja entró al ascensor, tomada del brazo. Se veían bien juntos.
Michelle era una mujer muy bella que atraía miradas y él también solía
llamar la atención. Llevaban cierto tiempo saliendo juntos, aunque
Martin amaba demasiado su libertad como para comprometerse.
Prefería mantener las cosas tal como estaban.

7
John aguardaba, con el corazón martilleándole, el inicio de la
conferencia. El salón estaba lleno de estudiantes, muchos de ellos
bastante jóvenes. Algunas risitas nerviosas de las chicas que estaban
sentadas delante de él lo hicieron sonreír. Miraban una fotografía y
hacían toda clase de comentarios absurdos.
De pronto, el murmullo se silenció y el evento dio inicio. El
presentador anunció al conferencista y John se llevó la primera
impresión de la noche.
Martin Hellson no era en absoluto como se lo había imaginado.
Primero temió haberse equivocado de lugar y lo acometió un acceso
de pánico, pero luego se serenó y tuvo que aceptar, sonriendo, que la
imagen de su respetable profesor acababa de ser destruida por ese
hombre con aspecto de aventurero, que quizá se vería mucho mejor en
medio de la sabana africana que en una universidad.
Su nerviosismo no era a causa de la vestimenta del conferencista,
pues el doctor Hellson vestía un correcto traje azul, tan formal como la

Capítulo 1: El despertar 17
Hellson 1: Sinergia

ocasión lo ameritaba. Tampoco a causa de su cabello, correctamente


atado con una cinta, ni a causa de sus ojos tan azules que todos los
lagos de Alberta parecían poca cosa junto a ellos.
No.
Era a causa de la enorme vitalidad y energía que emanaba de ese
hombre. Una energía que hacía presumir que no había nada en el
mundo a lo que el doctor Hellson no se hubiera enfrentado. Y eso le
daba un aspecto extremadamente viril.
John se sintió muy extraño, simplemente no podía dejar de mirarlo
y de pronto cayó en la cuenta de que su fotografía era la misma que
admiraban las chicas sentadas delante de él.
Su siguiente impulso fue huir, porque pensó que un hombre como
ese jamás pondría atención a su relato. Pero no pudo salir por la
sencilla razón de que la sala de conferencias estaba abarrotada de
gente, de modo que, resignado, se dispuso a escuchar.
—Se puede dar por seguro que las premoniciones son espontáneas
y que afectan a un gran número de personas. Es una facultad con la que
cuenta el ser humano en general y que algunos tienen más desarrollada
que otros. Las premoniciones pueden venir a través de los sueños e
incluso en estado lúcido.
La atención de John fue completamente captada con esa sencilla
declaración y se arrellanó en el asiento, olvidando sus temores, para
tratar de entender mejor lo que le estaba sucediendo.
Para cuando la conferencia terminó, John estaba convencido de que,
pasara lo que pasara, hablaría con el doctor Hellson.

8
Dos horas después, John seguía esperando.
La recepción había terminado, pero el doctor Hellson había sido
asaltado por un grupo de estudiantes que lo acribillaban a preguntas, se
fotografiaban con él y charlaban sin cesar.
¿Cuánto más podía durar todo eso?
De pronto, una bellísima chica rubia se abrió paso entre los
estudiantes y tomó al doctor Hellson del brazo, para apartarlo
suavemente de allí.

Capítulo 1: El despertar 18
Hellson 1: Sinergia

Fue en ese momento en que los ojos de ambos hicieron contacto.


John sintió que era su oportunidad de hablar y avanzó como si
estuviera envuelto en nubes, lentamente, pesadamente… La chica rubia
se detuvo a observarlo y su acompañante también.
—¿Doctor Hellson? ¿Puedo tener algunas palabras con usted? —
preguntó tímidamente.
La rubia le dio un ligero codazo a Hellson.
—De hecho, estaba por irme.
—Pero… esperé toda la tarde. Necesito consultarle algo —suplicó
John—. Por favor.
El hombre dijo algo al oído de su acompañante y ésta se encogió de
hombros.
—De acuerdo, pero tengo poco tiempo.
—Soy John Storm. —Se presentó, extendiendo la mano—. Vine de
Cote-Saint-Luc especialmente para verlo.
Estrecharon sus manos y de pronto, John tuvo la misma sensación
que tanto miedo le daba. La sensación de hormigueo, la descarga… Y
se vio a sí mismo besándose con Hellson con el abandono de un
adolescente.
—¿Se siente bien?
Martin Hellson y la chica lo miraban con ansiedad. John soltó la
mano del doctor, completamente ruborizado.
—Yo… lo siento.
—Escuche, quizá en otra ocasión…
—No, por favor —pidió John—. He esperado mucho para
hablarle… Por favor…

9
—Entiendo —dijo Martin dando un sorbo de su café. Habían
terminado sentándose en la cafetería de la universidad y el extraño
hombre de cabellos castaños y ojos marrones acababa de contarle su
historia.
—Yo no sé cómo explicarlo… La sensación de hormigueo, la

Capítulo 1: El despertar 19
Hellson 1: Sinergia

descarga… Creo que dura pocos segundos, pero a mí me parece una


eternidad…
—Dígame, John, cuando usted estrechó mi mano, ¿tuvo una visión?
De nuevo el extraño rubor coloreó las pálidas mejillas de su
interlocutor. Martin miró con impaciencia su reloj. Michelle había
accedido a esperarlo, pero a estas alturas, estaría furiosa.
—Yo…
—Por un momento me pareció que estaba en una especie de trance,
pero duró sólo unos instantes. Dígame, ¿qué vio?
—No puedo…
—¿Vio mi muerte, quizá? —aventuró Martin—. Debo decirle que
no es el único que ha predicho mi muerte, si eso le trae alivio. Mi
trabajo es peligroso, no temo morir.
—Es difícil…
—Ya lo creo que lo es. Escúcheme, John: no es la primera ni la
última persona en el mundo con esta clase de premoniciones, o
visiones, como usted las llama. Ellas forman ahora parte de usted. —
Bebió el último sorbo de su café—. Le sugiero que deje de
atormentarse con ellas y las acepte. Poco a poco se habituará.
—Doctor, yo pensé…
—¿Que yo lo ayudaría a quitárselas? Temo que se equivocó, amigo
mío. No puedo entretenerme más, lo siento.
Martin se puso de pie para despedirse.
—Escuche, si tiene algún tipo de problema con las visiones, puede
escribirme a esta dirección —dijo, alargándole una tarjeta—. Y no
tema, no es ningún fenómeno. Mucha gente posee dones parecidos a
los suyos. Fue un placer.
El especialista se alejó, sin volver a estrechar la mano del hombre.
Sintió un poco de lástima. Le habría gustado quedarse más tiempo,
pero a las damas no se las hace esperar.
Cuando pasó por la ventana de la cafetería, vio a John cubrirse el
rostro con las manos.

Capítulo 1: El despertar 20
Hellson 1: Sinergia

Capítulo 2: El encuentro

Mi trabajo es peligroso y lo disfruto.


Se me ha acusado innumerables veces de
ser un charlatán, pero poseo pruebas.
No son las pruebas que puedan interesarle a
un profano, algunas de ellas ni siquiera son valiosas;
sin embargo, son el permanente
recordatorio de que lo sobrenatural existe.

Martin Hellson — Un grito a lo desconocido, 1998

1
John se recriminaba sin cesar el haber actuado tan estúpidamente. No
había dicho ni la mitad de lo que había pensado decir y sentía que su
interlocutor apenas le había creído.
Quizá habría hecho mejor en contarle su última visión.
Pero… ¿Cómo contarle a un hombre que acababa de conocer y que
evidentemente tenía novia, que había tenido una visión en la cual lo
besaba?
Pasó la noche más angustiante que podía recordar y el sueño lo
atrapó al fin hacia las cinco de la mañana, haciéndolo caer en un
pesado sopor que duró hasta el mediodía.
Intentó mantenerse ocupado, pero se asfixiaba en casa. No podía
concentrarse en nada y tampoco pudo comer. A las cuatro de la tarde,
decidió salir a dar un paseo.
Caminó sin rumbo fijo, buscando evitar a la gente. No quería
encontrarse con nadie, ni tener que dar explicaciones sobre su situación
económica, ni soportar la sonrisa de simpatía de nadie, ni las palabras
de conmiseración que le sonaban vacías, pues quienes las decían no se
atrevían a tocarlo.
Sus pasos lo llevaron hacia las afueras del pueblo y se internó en el
boscoso camino que lo llevaba a Colville Hill, la colina más alejada.
Su cojera no le permitía caminar con rapidez, pero el ejercicio le
había sido recomendado por su terapista. La ascensión era lenta y
penosa y tuvo que detenerse en varias oportunidades, lamentando no
haber traído consigo algún bocadillo, pues la caminata le había

Capítulo 2: El encuentro 21
Hellson 1: Sinergia

despertado el apetito.
Eran casi las seis y empezaba a hacer frío. Se había alejado lo
bastante del pueblo y sólo podían oírse los sonidos del bosque. Estuvo
tentado a volver, pero le faltaba tan poco para llegar a la cima de la
colina, que decidió continuar.
De pronto, el aislamiento del bosque le pareció opresivo y se
detuvo un momento. Ya tenía a la vista la casa Ambler, tan siniestra y
espectral como la recordaba. Era la casa embrujada que todo pueblito
tiene, con la diferencia de que estaba habitada y sus habitantes eran
respetables miembros de la comunidad.
Entrecerró los ojos un momento. La Casa Ambler había pertenecido
por incontables generaciones, a la familia Ambler, que había venido de
Estados Unidos por el año 1890 y se había establecido definitivamente
en Cote-Saint-Luc.
Nadie sabía exactamente a qué se dedicaban, pero la casa era lujosa
y sus propietarios se codeaban con la mejor sociedad.
Había, sin embargo, algo extraño.
David Ambler, último descendiente de la familia, se había casado
con una joven americana y habían tenido una niña a quien bautizaron
como Laura.
Pero nadie conocía bien a Laura Ambler.
La niña padecía, según dijeron, de una extraña enfermedad que la
hacía permanecer en casa. No salía jamás al pueblo, no tenía amigos.
En alguna ocasión, antes del accidente, habían encargado a John su
instrucción, y él no había notado nada extraño en la salud de la niña,
salvo su desesperado anhelo de llevar una vida normal.
Suspiró. ¿Cómo había podido olvidar a Laura Ambler? La niña
tendría ahora dieciséis años… ¿seguiría encerrada en esa vieja casona?
¿habría muerto? No lo sabía, y de pronto sintió una gran desazón.
Estaba oscureciendo y decidió volver. Eran ya demasiadas
preocupaciones como para agregar un resfriado. Dio un paso hacia
atrás y se quedó inmóvil… Acababa de percibir algo…
No estaba solo, se sentía observado. Sus sentidos captaron un
peculiar olor.
Trató de identificarlo primero, sabía que lo había sentido antes…
era…

Capítulo 2: El encuentro 22
Hellson 1: Sinergia

(Olor a muerte…)
Sí… antes lo había sentido. Era el olor que tiene un camposanto
antes de recibir a un nuevo morador: la tierra removida, las flores…
pero había también un olor más que no podía identificar.
Un grito proveniente del bosque lo hizo salir bruscamente de su
concentración y corrió con toda la prisa que sus piernas le permitían,
hacia el lugar de donde había provenido aquel alarido aterrado.
En un claro del bosque, halló a una chica. Estaba temblando en el
suelo y sollozos entrecortados salían de sus labios. El hombro
desgarrado de su vestido dejaba ver la blanca piel, en la que se
marcaban cuatro dedos rojizos. Sus manos sujetaban frenéticamente un
cofre abierto.
—«No lo toques nunca», dijeron. «Laura, aléjate de esa caja…»
—¿Laura? ¿Laura Ambler? —preguntó John, y al no obtener
respuesta, la tomó por la cintura y comenzó a conducirla penosamente
hacia la solitaria casona.

2
—¿Y cómo sabes que ella no te ha mentido? —La voz de Michelle en
el teléfono tenía el tono escéptico que Martin le conocía tan bien.
—No le mentiría al Círculo, querida. Ellos se habrán asegurado…
Vi los archivos.
—Eso puede tomarte toda la noche. ¿Cómo es ella? ¿Es joven?
—Sólo sé que tiene dieciséis años. Acordamos encontrarnos en un
lugar. ¡Vamos, Michelle! No vas a ponerte celosa de una niñita —
exclamó Martin—. Estoy acercándome, voy a cortar.
El especialista cortó la comunicación y consultó el mapa de la
región que llevaba. Estaba ascendiendo por el camino a Colville Hill,
pasando el pueblo de Cote-Saint-Luc, y no pudo evitar recordar al
extraño hombre de la víspera.
Había algo raro en ese hombre, algo intenso que no lograba
determinar. Era como si John Storm necesitara desesperadamente su
ayuda y no la de otro. Era como si le perteneciera.
Se encogió de hombros. No tenía tiempo de pensar en el hombre.
Había cientos como él en el mundo, personas que se sentían culpables

Capítulo 2: El encuentro 23
Hellson 1: Sinergia

a causa de sus dones, hombres y mujeres que no habían sabido sacarle


provecho a lo que la naturaleza les había dado. Hombres y mujeres
distintos a él. Porque Martin Hellson no poseía ninguno de los dones
que con tanta dedicación había estudiado.
Detuvo el vehículo en el punto acordado y descendió, dispuesto a
encontrarse con Laura Ambler e incrementar su colección de objetos
raros. Laura le había ofrecido un cofre, un joyero que había
permanecido en su familia por incontables generaciones y que se decía,
estaba maldito.
La muchacha había hecho contacto con él a través del Círculo y,
temerosa, le había confesado sus miedos. Se habían comunicado por
Internet y luego, cuando él llegó a Montreal, habían hablado por
teléfono, fijando la cita definitiva.
Pero el lugar estaba desierto y sólo se veía la hierba pisoteada y un
jirón de tela azul.
Martin examinó el terreno y corrió velozmente entre los árboles,
dirigiéndose a la casona que dominaba la colina.

3
—¡Dijo que los castigaría! ¡Dijo que ellos pagarían por lo que le
hicieron! —gemía la muchacha tratando de escapar de los brazos de
John.
—Escúchame, Laura —pidió éste—, es preciso que me escuches.
Soy John Storm, tu profesor de hace muchos años. ¿Me recuerdas?
Ella asintió y pareció calmarse un poco. Sus asustados ojos lo
miraron.
—Por favor, no permita que me lastimen…
—¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Qué es este cofre?
Ella volvió a sollozar y no respondió.
John avanzó más hasta casi llegar al porche de la casona. Laura se
aferraba a su cuerpo como un cachorrito desvalido, oprimiendo el cofre
vacío contra su pecho.
—Mis padres me pidieron que no lo abriera jamás. Dijeron que
contenía algo terrible. Por culpa de ese cofre me tenían aquí encerrada
y yo… ¡deseaba tanto salir! Esos hombres dijeron que si les daba el

Capítulo 2: El encuentro 24
Hellson 1: Sinergia

cofre, me liberarían… Y luego ese francés… era tan guapo… Vendrá


por el cofre… —Laura ahogó un sollozo—. ¡Pero lo abrí! De pronto
quise saber qué había en él y lo abrí…
—¡Suelte a Laura y retroceda!
Frente a ellos, David Ambler los amenazaba con una escopeta y
John se detuvo.
—Escuche, su hija está en shock, necesita descansar…
—Dije que la suelte, y no bromeo.
—David, ¿no me recuerda? Soy John Storm…
—¡Suéltela o dispararé!
Un alarido proveniente de la casa hizo que John soltara a Laura y
echara a correr hacia adentro. David Ambler reparó entonces en el
cofre abierto que cayó al suelo y, con una expresión del más genuino
terror, echó a correr en dirección al bosque.

4
John avanzó tratando de encontrar el lugar de donde provenía el
alarido. En su camino, atravesó un suntuoso salón en el que había un
cuadro, único macabro adorno en las paredes vacías.
«La Quema de Brujos, 1718», rezaba la inscripción.
Laura lo había seguido y le sujetó el brazo, temblando.
—¡Mi madre! —urgió, y juntos avanzaron por un oscuro pasillo
hasta llegar a una puerta cerrada.
Antes de abrirla, percibieron un olor a carne quemada que nada
tenía que ver con el horrendo cuadro, porque no era una novela de
terror. Era real.
—¡Madre! —gritó Laura, y se lanzó corriendo hacia el cuerpo que
ardía en unas extrañas llamas azules.
La mujer los miró con ojos aterrados y un único gemido brotó de su
garganta antes de que su rostro se consumiera con las llamas como si
fuese de cera.
—Laura…
Nada podían hacer. John sujetó a la muchacha con firmeza a pesar

Capítulo 2: El encuentro 25
Hellson 1: Sinergia

de sus gritos, y la sacó de la habitación. El cerebro parecía estallarle.


Apenas tocó a Laura, sintió la maldita sensación de hormigueo y la
descarga. Pero lo que vio no tenía nada que ver con lo que estaba
ocurriendo ahora.
(Hombres encapuchados juzgaban a un condenado, atado de pies y
manos con sendos grilletes. Tenía el rostro cubierto, pero cuando fue
sentenciado, el verdugo le quitó el lienzo que lo cubría. Era el mismo
hombre del cuadro.
—Edmund Everard, tu condena por practicar la brujería será
morir en la hoguera.
El aire se llenó de los gritos del hombre, que clamaba su inocencia.
Nadie le hizo caso y la antorcha se aplicó… Los gritos se
transformaron en un cántico y una antigua maldición fue recitada.
Una mujer se desmayó...)
John fue devuelto a la realidad por los sollozos de Laura y sólo
quiso alejarla de allí. El fuego que había consumido el cuerpo de la
madre empezaba a encender la puerta, el piso de madera y la alfombra.
John retrocedió, pensando en conseguir ayuda para apagar el inminente
incendio.
Avanzó arrastrando a Laura hacia la salida, llamando a gritos al
padre, pero entonces oyó un nuevo alarido y, temiendo una nueva
tragedia, dejó a la muchacha en la hierba y echó a correr hacia el
bosque.

5
—¡Este es el día de tu castigo, Ambler!
Cuando John llegó al claro, encontró a David Ambler desplomado
en el suelo, mirando con ojos aterrorizados a una gigantesca y
semitransparente figura de ojos llameantes que se erguía
amenazadoramente ante él.
—¡No, por favor! ¡Yo no hice nada! ¡La culpa no fue mía!
—Tus antepasados me condenaron a muerte para apoderarse de mis
bienes y usaron sus conocimientos de magia para detener la maldición
que les arrojé y aprisionar mi espíritu en ese cofre. ¡Me quemaron sin
misericordia y se repartieron mis propiedades mientras mi cadáver aún
humeaba!

Capítulo 2: El encuentro 26
Hellson 1: Sinergia

—¡Yo no lo hice!
John se detuvo, fascinado y aterrado a la vez, sin poder apartar sus
ojos de la portentosa aparición.
—¡Te declaras inocente, pero mientes! ¡Tu familia conocía el
secreto del cofre y repitió los conjuros generación tras generación para
librarse de la maldición del fuego! ¡Tú recibiste el secreto y se lo
transmitiste a tu esposa!
—No… no… Soy inocente —balbuceó Ambler, sin atreverse a
mirar a la aparición.
—¡La única inocente es tu hija, a quien no has revelado aún el
secreto! —gritó el espectro—. Eh… ¿pero quién se atreve…?
John sujetó con fuerza el macabro brazo, sólido y repugnante al
tacto. Su piel ardió, despellejándose un poco y el espectro lo apartó de
un violento empujón.
Ambler balbuceaba y gemía.
—¿Tú sabes realmente quién soy? —bramó la aparición.
—Everard, el brujo —gimió Ambler, arrastrándose en un vano
intento por escapar.
—Así es. —La voz del espectro casi se convirtió en un susurro—.
Y fueron tus antepasados quienes me enviaron a la hoguera, lo sabes
bien. Y esos mismos antepasados te relataron la historia de la
maldición y del cofre. La maldición, Ambler. —La voz volvió a
elevarse—. La maldición que invoqué antes de morir… ¡La carne de
mis verdugos arderá como la mía!
—¡No! —gritó John, arremetiendo con todo su cuerpo contra la
figura del brujo. Éste pareció desdibujarse por un breve instante y
luego arrojó a John a un lado con violencia.
—¡Morirás!
John trató de levantarse de nuevo, pero dos fuertes brazos lo
sujetaron. Luchó, pero alguien le susurró al oído:
—¡No se mueva, maldita sea! Es por su vida.
Con sorpresa reconoció a Martin Hellson y sintió un momentráneo
alivio, pero un chillido de Ambler lo hizo estremecerse y al ver que su
captor no hacía nada por ayudarlo, pugnó por escapar.
—¡Matará a ese hombre!

Capítulo 2: El encuentro 27
Hellson 1: Sinergia

—No podemos impedirlo.


En ese momento, la mano del espectro se posó en la mejilla de
David Ambler, que gemía en el suelo. La carne se chamuscó primero y
luego brotaron de ella llamas azules que se extendieron por todo su
cuerpo. Sólo hubo un alarido, un único grito de dolor sin límites, y el
cuerpo cayó sobre la hierba, consumiéndose con el fuego de la
venganza.
John miró a Everard, que comenzó a desdibujarse y desapareció en
la nada, al haber completado su venganza, única impulsora de su
existencia.
—¡Laura! —gimió, tratando de levantarse.

6
La encontraron fuera de la casona que se quemaba, encogida en el piso,
como una muñeca rota.
A John le sangraba profusamente la nariz y se desplomó junto a la
muchacha. Martin tomó el cofre, lo examinó un momento y luego lo
cerró, para guardarlo en uno de los amplios bolsillos de su abrigo. Se
volvió hacia John y lo ayudó a levantarse. Varias figuras vestidas de
negro empezaron a rodear la casa en llamas.
—Vamos —susurró Martin, sujetándolo de la cintura y alejándolo
de allí.
—Laura…
—Estará bien, ellos se ocuparán —replicó Martin.
—¿Ellos?
—El Círculo —dijo llanamente el francés—. Ellos se ocuparán de
todo.
John vaciló un momento. Su mundo comenzó a desdibujarse en
cámara lenta de poco a poco todo se hizo negro. Se había desmayado.

7
La sensación de estar envuelto en la agradable tibieza de su propia
cama hizo que John pensara que todo había sido una espantosa

Capítulo 2: El encuentro 28
Hellson 1: Sinergia

pesadilla. Pero un ardor en su mano izquierda lo hizo abrir los ojos de


pronto.
Junto a él se hallaba Martin Hellson, leyendo tranquilamente el
diario.
—Buenos días, John. ¿Cómo se siente?
—Yo… ¿Cómo llegué aquí?
—Lo traje yo, naturalmente. Me dio las indicaciones en el camino,
cuando se recobró del desmayo. Estaba en shock, por eso no lo
recuerda bien.
John se hundió en la almohada, con un gemido.
—Laura, los Ambler… ¡Él los mató! ¡Ese loco los mató y usted no
me dejó hacer nada!
—No podíamos hacer nada, John. El cofre no debió ser abierto,
pero la muchacha lo hizo. La venganza debía ser consumada.
—No… está usted diciendo que eso era un…. No…. No puedo
aceptarlo…
—Acéptelo, John —dijo con calma Martin—. Ningún ser humano
habría podido quemar su mano con sólo tocarlo. Usted mismo lo vio
ajusticiar a Ambler. Eso era un espíritu. El espíritu de Edmund
Everard, un famoso brujo.
—La muchacha…
—Ella era inocente. Ahora está a salvo, con el Círculo —continuó
Martin—. Escúcheme, John, para la policía, anoche hubo un incendio
en la casona Ambler, donde murieron los tres miembros de la familia.
Los Ambler serán enterrados y el asunto pasará a formar parte de las
leyendas locales. Laura será llevada a Inglaterra y se le buscará un
hogar adecuado. Eso es obra del Círculo.
Los ojos de Martin lo estudiaban intensamente mientras le decía
esas palabras, buscando un signo, sólo un atisbo que pudiera indicarle
que John no era tan inocente como parecía.
Nada halló.
—¿Por qué…? —John se calló, sacudiendo la cabeza. Él mismo no
daba crédito a sus sentidos.
—¿Por qué se lo cuento? Se lo diré. —Los ojos de Martin se
clavaron en los del pálido profesor—. Usted se enfrentó a un espíritu

Capítulo 2: El encuentro 29
Hellson 1: Sinergia

corpóreo, sin ninguna preparación, y sobrevivió a su descabellado


intento. Es usted más fuerte de lo que yo había pensado, John.
—Es una locura…
—No lo es —repuso Martin—. Usted lo vio. No deje que los viejos
cánones lo guíen. Sus sentidos no lo engañaron.
El hombre se puso de pie y caminó hacia la ventana. John miró el
reloj, era casi mediodía y tenía un hambre atroz.
—Mientras dormía, me informé sobre su vida aquí —continuó
Martin—. Temo que antes no le brindé la atención necesaria. Usted
está en la ruina. —La frase fue dicha sin apasionamiento, tan sólo
enunciando un hecho por demás conocido—. Pues bien, tengo una
proposición que hacerle.
—Lo escucho —susurró el sorprendido profesor.
—Nada lo ata en este lugar. Venga conmigo a París. Me dedico,
entre otras actividades, a investigar este tipo de casos. Necesito
personas como usted, John.
—Yo no…
—Partiré en cinco días. Compraré un pasaje a su nombre y se lo
enviaré. Podrá quedarse en mi casa hasta que pueda instalarse
apropiadamente. Piénselo —dijo muy seriamente—. He comprado
algunas cosas para usted. Debe beber mucha leche, eso le ayudará a
recuperarse del ataque del espíritu. Nos vemos en el aeropuerto el
sábado.
Y con estas palabras, Martin se despidió.

8
—¿Vas a llevar a París a ese loco? —exclamó furiosa Michelle—.
¡Apenas lo conoces! ¡No sabes nada sobre él!
—Por el contrario, querida. Lo sé todo. John Storm es la persona
más transparente que puede haber y su vida es bastante conocida en
Cote-Saint-Luc.
—¡Te robará, de eso estoy segura! El día menos pensado
encontrarás que falta alguna de tus preciadas reliquias y él se habrá
hecho humo.
—En ese caso, mis preciadas reliquias me lo traerán de vuelta —

Capítulo 2: El encuentro 30
Hellson 1: Sinergia

repuso Martin—. Nadie puede tomar nada de la mansión sin


desencadenar consecuencias. Él irá a París con nosotros.
Horas después, en el aeropuerto, Martin consultaba con impaciencia
su reloj. Estaban a punto de abordar el avión y John no aparecía.
Michelle no podía ocultar su satisfacción.
—Te lo dije, mi amor. Ese hombre no es de fiar. Me alegro que no
vaya a viajar con nosotros. No sabes cómo me alegro.
Martin gruñó algo en italiano. Era su idioma favorito para lanzar
maldiciones.
—¡Doctor Hellson!
El rostro del especialista francés se iluminó. Cojeando y tan sólo
con un maletín en las manos, John Storm se abría paso entre la
multitud que iba a abordar el avión.
—Buenos días, John —saludó Martin—. Creo que ya conoce a mi
amiga Michelle Saint Jaques. Es periodista de la revista Le Sceptique.
Michelle hizo un frío saludo que no pasó desapercibido para John,
quien se sintió algo intimidado. Pero Martin no pareció notarlo y la
tomó del brazo para abordar juntos el avión.

9
Michelle miraba por la ventanilla, enfurruñada. Martin no le estaba
prestando ninguna atención. Por el contrario, se había dedicado a
contarle a ese estúpido canadiense su último viaje al Congo,
relatándole con lujo de señales la relación entre las ruinas de
Zimbabwe y la extraña posición de las estrellas en la constelación de
Orión.
John escuchaba asombrado la descripción de una realidad tan lejana
e irreal que le parecía un sueño. La voz de Martin era suave y relataba
su historia con entusiasmo, pero el cansancio, o las emociones,
hicieron que John se fuera adormeciendo, hasta que su cabeza se
deslizó a un costado y quedó apoyada en el hombro de Martin.
El francés sólo sonrió y acomodó la mano vendada de John sobre su
regazo. Él también cerró los ojos y se entregó a un momentáneo
descanso en el cual se seguía preguntando cuál era el misterio que
envolvía a John Storm.

Capítulo 2: El encuentro 31
Hellson 1: Sinergia

Capítulo 3: París

Entre los fenómenos que despertaron


mi atención desde temprana edad están las mimofonías.
Encuentro fascinante oír un ruido sabiendo que las
causas que lo generan desaparecieron hace mucho tiempo.
En una ocasión…

Martin Hellson - Sobre fantasmas y casas embrujadas, 1998

1
Llegaron al Aeropuerto Charles de Gaulle a las diez y cuarto, hora de
París, que para John eran las cuatro de la mañana. El vuelo y el cambio
de horario lo habían agotado y la quemadura de la mano le molestaba.
Después de recoger el equipaje de Martin y Michelle, avanzaron
rápidamente hacia la salida. John sólo tenía su maletín y avanzaba
como un autómata. Nunca había visto tanta gente, ni siquiera en el
aeropuerto de Montreal. Empezó a sentirse fuera de lugar y una
sensación de desasosiego lo acometió.
Miró hacia la multitud, por donde se movían sus acompañantes, y
volvió a sentir el extraño olor que había percibido en Montreal.
(Olor a muerte…)
Sí… era ese olor, mezclado con algo más. Algo que él conocía…
(Perfume de sándalo…)
Sándalo, no había duda. Reconocía su perfume sensual y exótico,
enmaderado, picante. ¿Cómo no lo había notado antes? ¿De dónde
venía?
Quiso olvidarlo. Algo le decía que era peligroso, pero sin
proponérselo, sus ojos empezaron a buscar frenéticamente entre la
multitud. Había algunos ejecutivos que avanzaban buscando transporte
y de pronto se fijó en un altísimo hombre rubio, vestido de negro, que
pasó junto a él apresuradamente.
—¡John!
Martin lo miraba con curiosidad y John se apresuró a acudir a su
encuentro, avergonzado por haberse quedado parado en medio del
pasillo, mirando a su alrededor con la boca abierta.

Capítulo 3: París 32
Hellson 1: Sinergia

—Lo siento, creo que me desorienté.


Michelle le lanzó una furibunda mirada, pero Martin lo tomó del
brazo y lo hizo avanzar.
Una vez afuera, Martin pidió un taxi para Neuilly-sur-Seine, lo
abordaron, y Michelle le dijo algo al oído que John no alcanzó a oír,
aunque era evidente que se refería a él.
Llovía y el canadiense cerró los ojos, preguntándose si habría hecho
bien al viajar.
Estaba en París, con dinero apenas suficiente, acompañando a un
perfecto desconocido cuya novia lo odiaba, y envuelto en sucesos
extraños. Había presenciado dos asesinatos, pero los periódicos en
Montreal sólo hablaban de un incendio misterioso, tal como le había
dicho Martin.
Tenía miedo, pero también se tuvo que confesar que sentía mucha
curiosidad.
Y quizá la combinación de ambas cosas había hecho que se
decidiera a viajar.
Hicieron una parada en una elegante zona de altos edificios.
Michelle le dirigió una gélida mirada.
—Adiós, señor Storm. Nos veremos pronto.
John se despidió amablemente y vio como Martin la ayudaba con la
maleta, la conducía hasta la puerta de uno de los edificios, le daba un
beso y volvía al taxi.
—Al fin se fue. —Sonrió con visible alivio y John se estremeció sin
querer. Después de más de doce horas, estaba solo con su
acompañante.
Nuevamente avanzaron por las calles lluviosas, adentrándose en
una zona residencial, con grandes casonas rodeadas de jardines, en las
que se veía algunas personas caminando apresuradas, con paraguas
para protegerse de la lluvia.
—Estamos llegando —dijo Martin—. Vivo cerca del Bois de
Boulogne. Le gustará.
John se reclinó en el asiento mientras las elegantes residencias
pasaban ante sus ojos. Se preguntaba qué hacía él en un lugar como
ese. Martin le habló al taxista y se detuvieron junto a un muro altísimo
de rojos ladrillos rematados por una cerca electrificada.

Capítulo 3: París 33
Hellson 1: Sinergia

—Aquí es.
Se bajaron con las maletas y Martin se acercó a la sólida reja que
llevaba a una puerta tallada con extraños dibujos. Abrió la reja y
presionó un dispositivo que desactivó la alarma, para luego abrir la
puerta. John entró detrás de él y pudo ver que lo que había tomado por
una vivienda cualquiera era un sitio lleno de mecanismos de seguridad:
la cerca electrificada sobre el alto muro, alarmas, sensores de
movimiento y cámaras que giraban filmándolo todo.
Se sintió incómodo, pero Martin lo tranquilizó.
—Están sólo afuera. Esta casa es una especie de museo, poseo
muchos objetos extraños y algunos son muy valiosos. Es una medida
disuasiva para los ladrones.
—Ya veo.
La casa era extraña. Tenía un ala moderna, con enormes jardines,
una fuente y una piscina; y un ala antigua de piedra, en la que el
arquitecto había combinado elementos modernos haciendo que el
conjunto resultara armónico. Era elegante, mas no suntuosa.
Martin lo condujo al interior y John tuvo tiempo para admirar los
salones y sorprenderse con la altísima escalera que llevaba al segundo
piso, donde estaban los dormitorios. Subieron y su anfitrión lo llevó a
la que sería su habitación temporal.
—Espero se sienta cómodo. Será mejor que revise su mano, para
que pueda descansar un poco. Siempre es bueno tomar una siesta para
asimilar mejor el cambio de horario, sé lo que es viajar por primera vez
al otro hemisferio, todo lo que uno desea es dormir y que el tiempo
regrese a como era antes —dijo en tono casual—. Volveré enseguida.
John acomodó su maletín y empezó a sacar lentamente sus cosas.
En ese pequeño maletín cabía su vida. El pensamiento no era agradable
y rápidamente lo apartó, sujetándose las sienes con ambas manos.
—¿Se encuentra bien?
Martin había entrado de nuevo, silenciosamente, llevando algunos
frascos y un paquete de gasa.
—Sí. Lo siento. Estaba distraído.
—¿Puede darme la mano?
—¿Perdón? —Todo lo que John pudo pensar fue que tenía miedo
de volver a tener esa clase de contacto y desencadenar otra bochornosa

Capítulo 3: París 34
Hellson 1: Sinergia

visión. Retrocedió involuntariamente.


—Su mano, John. Quiero revisar esa quemadura. Soy muy bueno
con eso.
El canadiense se ruborizó.
—Ah… la quemadura —balbuceó, sintiéndose muy tonto—. Claro.
Me está molestando un poco, me pica…
Martin le indicó que se sentara y con mucho cuidado, retiró el
vendaje, dejando al descubierto la herida. Algunas ampollas seguían
inflamadas y las que habían reventado mostraban la piel. Aunque la
quemadura no era grave, tenía mal aspecto. Frunció el entrecejo y
cuidadosamente mezcló en contenido de dos frascos, para aplicarlos
sobre la herida.
—Puede arder un poco, pero esto le servirá mucho más que las
medicinas que le pusieron.
John apretó los labios, un ardor envolvió la zona lastimada, pero
luego se fue calmando y sólo le dejó una sensación de hormigueo en la
piel. Martin cubrió la herida con un trozo de gasa.
—¿Qué me puso?
—Aceite de Copaiba mezclado con Sangre de Grado. Ambas se
extraen de la corteza de dos árboles. Aprendí esto de los indios
aguarunas, en América del Sur. Es lo más efectivo para las
quemaduras.
—Ya veo.
—Bien, ahora descanse un poco, ya tendremos tiempo de hablar.
—¡No, espere! —John lo detuvo cuando empezaba a acercarse a la
puerta. Martin se volvió—. No le agradecí lo que hizo por mí, doctor
Hellson. Lo siento, gracias.
—No me lo agradezcas, John —dijo Martin pasando de pronto al
tuteo, para sorpresa de su interlocutor—. Sí. Creo que si trabajamos
juntos, una relación de camaradería ayudará. Me gustaría que me
llamases por mi nombre y yo haré lo mismo. Ahora, a descansar.
—Gracias… Martin —susurró el canadiense.
Apenas la puerta se cerró, John se sentó sobre la cama y se desnudó
lentamente, se puso el pijama y se deslizó entre las mantas, cerrando
los ojos.

Capítulo 3: París 35
Hellson 1: Sinergia

Ya vendrían las preguntas, ahora necesitaba dormir.

2
John despertó a las diez de la mañana, con un hambre espantosa que le
recordó que había rechazado el desayuno en el avión. Entonces recordó
que en París eran las cuatro de la tarde y adelantó su reloj con un
enorme sentimiento de culpabilidad. Se suponía que dormiría apenas
una hora… ¿qué pensaría Martin?
Se bañó apresuradamente, deteniéndose apenas a admirar el baño
de mármol verde, más grande que su propia habitación en Cote-Saint-
Luc. Comprobó que la mano quemada no le dolía tanto y eso lo hizo
sentirse mejor.
Ya vestido, bajó las escaleras y llamó a Martin. Una alegre voz le
respondió desde una habitación a la izquierda del pasillo.
—¿Tienes hambre?
John asintió al mismo tiempo que su estómago rugía.
—Lo siento, dormí más de la cuenta.
—No hay problema —dijo risueño Martin—, eso me libró de
almorzar con Michelle. Le dije que esperaría a que despertaras y que
como no sabía cuánto ibas a dormir, prefería no comprometerme.
John se sintió muy incómodo, pero no pudo evitar la curiosidad.
—¿Ustedes son novios?
—No exactamente. —Fue la despreocupada respuesta—. Verás, no
me gustan las ataduras. Michelle y yo somos amigos, pero a veces nos
distraemos un poco juntos. Y eso no impide que ella salga con otros o
yo salga con otras. Y tú, ¿tienes novia?
—No —dijo rápidamente John—. Ella murió, en el accidente que
me dejó así.
—Lo siento.
Se hizo un silencio un tanto incómodo, y John miró la habitación
donde se hallaba Martin para evitar mirarlo a él. Había un enorme
escritorio de caoba y las estanterías estaban cubiertas de volúmenes
antiguos. Además, había una repisa llena de objetos raros, estatuillas
de piedra, gemas, cajitas talladas con extraños símbolos y algunos de
los grabados en las paredes lo hicieron sorprenderse un poco.

Capítulo 3: París 36
Hellson 1: Sinergia

Al parecer era el estudio de Martin, porque en el escritorio había


una moderna computadora que resultaba incongruente con el conjunto,
y unos papeles en los que seguramente estaba trabajando antes de ser
interrumpido. Los ojos de John captaron la palabra «Everard» en la
apretada escritura de Martin y se estremeció.
—Aquí trabajo —explicó éste, respondiendo a su inquieta mirada—
. Estoy haciendo un informe sobre el incidente del brujo. Luego me
ayudarás con tus impresiones, pero antes iremos a almorzar. Me estoy
muriendo de hambre.

3
Durante el tardío almuerzo, John descubrió que, además de ser un
excelente cocinero, Martin había viajado por casi todo el mundo
investigando hechos extraños para su propia compañía.
—Aunque no lo creas, mi empresa, Hellson Unlimited, está
compuesta solamente por cuatro personas. Ellos se encargan de mis
presentaciones y de coordinar los casos que investigo. A veces contrato
a gente con habilidades especiales para que me ayude, como en tu
caso.
—¿Y qué es lo que haré? —quiso saber John.
—Primero, contarme todo lo que recuerdes del caso del brujo
Everard. Luego, hablaremos un poco más de tu extraño poder.
El apetito de John se fue de golpe. Bebió un sorbo de agua y trató
de que su voz sonara tranquila.
—¿Tú crees realmente en todo eso? —cuestionó. Su pulso se había
acelerado esperando la respuesta de Martin.
—Creí que ya habíamos superado esa etapa —repuso Martin,
alzando levemente la ceja—. Estuviste allí y lo viste. La mano
quemada que tienes es una prueba más que suficiente.
John suspiró. Al inicio había aceptado lo dicho por Martin en Cote-
Saint-Luc, pero con el pasar de los días, su instinto racional se había
rebelado y lo había hecho cuestionarse los sucesos una y otra vez,
hasta que le parecieron irreales y lejanos.
—Pudo ser de otro modo —empezó, tratando de repetir lo que su
mente le había dicho tantas veces—, pude haberlo imaginado, pudo ser
un loco atacándome con un lanzallamas… Estaba oscuro, yo tenía

Capítulo 3: París 37
Hellson 1: Sinergia

miedo. No recuerdo las cosas con exactitud y…


—Y tu mente no acepta que hayas visto un espíritu —completó
Martin con tono neutral.
—Realmente no —dijo John con total sinceridad—. Y lo he
pensado mucho. Una cosa es tener esas visiones, y otra muy diferente
es creer en los espíritus.
Martin lo estudió atentamente y no dijo palabra. Terminaron de
almorzar en silencio y John insistió en ayudar a lavar los platos, aun
con la mano lastimada, de modo que se le encomendó la tarea de
secarlos. Mientras trabajaban, hablaron de otros temas, hasta que
salieron de nuevo y Martin lo condujo a la sala de fumar.
—De modo que ya no crees en los fantasmas. ¿Hay algo que pueda
hacer que creas en ellos?
John lo miró sorprendido.
—Yo no sé…
—¿Quizá, si estando en calma, vieras la manifestación de alguno?
—Si fuera en un ambiente tranquilo, con luz suficiente, sin
posibilidad de trucos… puede que sí —aventuró John, sin estar muy
seguro de lo que vendría después.
—Esta casa es muy antigua —dijo Martin invitándolo con un gesto
a ponerse de pie. Ambos avanzaron en dirección al ala de piedra—. En
tiempos remotos, sus sótanos sirvieron como prisión preventiva de las
víctimas de la Inquisición.
Llegaron a los sótanos, iluminados por la potente luz de las
modernas lámparas instaladas allí, que imitaban la forma de las viejas
lámparas de aceite.
—Se cuenta que en una ocasión, capturaron a un hombre llamado
Anselme, el cual era inocente. Fue obligado a firmar su confesión por
medio de las torturas y finalmente lo dejaron encerrado en una
habitación, demasiado cansado como para moverse, esperando ser
llevado a la hoguera.
Martin se detuvo frente a una puerta de roble, y miró a John.
—Pobre hombre… Ahora me dirás que su fantasma pena todas las
noches por este pasillo —murmuró el canadiense.
—De hecho, no —replicó Martin—. Déjame acabar. El infeliz
logró sacar fuerzas de su debilidad y para escapar a su horrible destino,

Capítulo 3: París 38
Hellson 1: Sinergia

prefirió ahorcarse con una cuerda hecha con los jirones de su camisa.
Se colgó de una viga semipodrida del techo, y cuando los inquisidores
volvieron, encontraron el cuerpo balanceándose con un espantoso
crujir de madera.
—Y veré el cuerpo balancearse apenas abras esa puerta —dijo
John.
—Pues no —volvió a replicar Martin—. Una manifestación puede
percibirse por cualquiera de los sentidos, no solamente la vista,
¿correcto?
—Correcto —dijo John, sin saber a dónde quería llegar su
compañero.
—¿Significa que aceptarías que fuera auditiva?
—Por supuesto.
—Bien. El cuerpo de Anselme fue retirado, pero desde esa noche,
se escucha a intervalos regulares, el crujir de la viga que sostuvo el
cadáver. La llaman «La Viga del Ahorcado».
Como respuesta a las palabras de Martin, se oyó un crujido que
provenía de la habitación cerrada.
—La madera, a través de los años, tiende a crujir sin motivo
aparente —observó John.
—Es cierto —aceptó Martin—. Pero no es un crujido cualquiera. Es
el crujido de algún peso considerable en una viga en mal estado.
—Pues bien, veamos la viga —dijo alegremente John. Se empezaba
a sentir muy aliviado de haber descubierto él solo el misterio, aunque
había una mirada traviesa en los ojos de Martin.
—De acuerdo.
La puerta fue abierta y Martin encendió la luz. John ahogó una
exclamación.
No había viga. El techo había sido reconstruido de sólido cemento.
Pero el sonido de la viga, sosteniendo el invisible cadáver, seguía
siendo audible.
—Al poco tiempo de la muerte de Anselme, repararon el techo y
retiraron la viga. Esta habitación quedó clausurada y luego se olvidó el
asunto. Cuando mi abuelo mandó a reconstruir esta casa, cambió toda
la estructura del techo de estas habitaciones, y naturalmente, quitó

Capítulo 3: París 39
Hellson 1: Sinergia

todas las vigas. Ya imaginarás su sorpresa cuando oyó por primera vez
«La Viga del Ahorcado». Le costó mucho tiempo investigar su origen.
Este fenómeno se conoce como mimofonía, y es una manifestación
sobrenatural.
John se quedó sin palabras.
—Por favor, salgamos de aquí —logró decir al cabo de un rato.

4
Anochecía cuando Martin terminó de copiar en la computadora lo que
John le había dicho sobre Everard. Anotó algunas cosas más y cerró el
archivo. Frente a él, John bebía una taza de leche y lo miraba
interrogante.
—Hemos terminado —informó—. Ahora, creo que es justo que yo
te explique algunas cosas más. Vamos a beber un trago a la piscina, y
allí te lo contaré. Es el lugar ideal para hablar de asuntos serios.
John no supo si le hablaban en serio o en broma, pero la perspectiva
de la piscina lo alegró. Antes del accidente, solía ir a nadar, y aunque
era una terapia que le habían recomendado, eran pocas las veces que
había tenido ocasión de hacerlo.
En el camino, mientras Martin buscaba las bebidas, John se quedó
mirando una pared, en la cual estaban los retratos de dos severos
hombres, tan parecidos entre sí que era evidente que eran parientes.
—Mi bisabuelo y mi abuelo —explicó Martin acercándose a él.
John miró los grabados con los nombres y leyó en voz baja:
—¿Jean Maximilien Hellson y Maximilien Jaques Hellson?
—Sí —respondió Martin, mientras avanzaban hacia el jardín—. Es
una costumbre antigua en mi familia repetir el segundo nombre del
padre como primer nombre del primogénito. Yo me llamo Jaques
Martin Hellson; sin embargo utilizo mi segundo nombre.
—Vaya. —John sonrió—. ¿Y cuál es el nombre de tu padre?
—Esa es otra historia —repuso Martin y la voz se le opacó un
poco—. Mi abuelo sólo tuvo una hija, mi madre. Ella se casó con un
inglés que nunca fue aceptado por la familia, pero me bautizaron según
la tradición, con el segundo nombre de mi abuelo. Mis padres murieron
en un accidente y mi abuelo me trajo aquí y me adoptó. Jamás volví a

Capítulo 3: París 40
Hellson 1: Sinergia

usar el apellido de mi padre, que era Travis.


—Lo siento mucho —dijo John con simpatía—. Yo también perdí a
mis padres. Es un golpe muy duro.
Martin asintió y siguió caminando. Llegaron a la piscina cubierta y
se dirigió a los vestidores. John se quedó afuera contemplando el
ventanal por el que se divisaba el lluvioso jardín. Al poco rato, el
francés emergió con un ceñido bañador. John tragó saliva y evitó
mirarlo, recordando nuevamente su visión.
—¿Quieres nadar? Hay suficientes bañadores adentro.
John entró al vestidor y abrió uno de los casilleros. Allí había un
bañador negro que no le pareció tan pequeño. Se lo puso y salió.
Martin estaba ya en la piscina con una copa de vino en la mano.
Cojeando un poco, John se dirigió al trampolín y saltó, olvidando la
mano quemada. Un clavado perfecto.
—Bravissimo —exclamó Martin.
—Gracias —dijo John, nadando hacia él, con la mano herida en
alto. Luego recordó su visión y se desvió hacia el borde de la piscina—
. ¿Qué era lo que me ibas a explicar? ¿Era sobre ese Círculo?
Martin bebió un trago de vino y nadó hacia él.
—En la Edad Media, cuando los caballeros partieron en busca del
Santo Grial, se formó la Hermandad Mística del Alfa y Omega. Eran
un grupo de hombres que luchaban por obtener reliquias religiosas a
cualquier precio, incluso la vida de quienes las custodiaban, de allí les
vino el nombre de Círculo Rojo, pues lo asociaban a esos asesinatos.
Lo disfrazaron de guerra santa, pero en realidad buscaban acumular
poder y conocimiento.
—Jamás oí hablar de ellos —repuso John.
—Claro que no, ocultaron muy bien sus huellas. Luego cambiaron
sus métodos, pero se quedaron con el nombre de «el Círculo», aunque
ellos prefieren denominarse simplemente «la Hermandad». Era una
especie de sociedad secreta y clasista, que fue multiplicándose a través
de los tiempos. Ahora están infiltrados en los lugares más
encumbrados de muchos gobiernos. No interfieren en los hechos, sólo
documentan y recogen evidencias. Y esperan… han pasado siglos
esperando algo, pero ignoro lo que es.
—¿Cómo averiguaste eso?

Capítulo 3: París 41
Hellson 1: Sinergia

—Mi abuelo perteneció al Círculo, y yo fui adiestrado como


aprendiz desde los quince años. En el Círculo, existen los Aprendices,
los Hermanos y los Iniciados. Mi abuelo era un iniciado, pero yo jamás
llegué a ese nivel. A los veinte mandé al demonio al Círculo, porque
yo quería más acción y los principios de observar y esperar no fueron
de mi agrado. ¡Y ni siquiera sabía qué esperaban! Creo que fui el único
aprendiz que desertó, y estoy convencido de que mi abuelo tuvo que
ver para que no me obligasen a quedarme. El viejo jamás me perdonó,
se llevó el secreto del Círculo a la tumba. Pero incluso así, no me
desheredó.
—¿Qué relación tienes con ellos?
—De mutua dependencia —explicó Martin—. Ellos me llaman
cuando me necesitan, yo los ayudo para saber un poco más sobre su
misteriosa misión. Y también interfiero en muchas de sus cosas. No se
atreven a hacer nada drástico en contra mía por respeto a mi abuelo. En
lo de Everard, les pedí a cambio quedarme con el cofre.
—Ah —murmuró John, tratando de comprender la clase de vida
que Martin llevaba.
—«Hay más cosas en el cielo y en la tierra, John, de las que ha
soñado tu filosofía» —dijo Martin, parafraseando a Hamlet—.
Bebamos por la memoria de mi abuelo y por el Círculo.
John nadó hacia su copa y bebió en silencio. Se miraron y Martin
empezó a nadar en círculos alrededor de la piscina. John hizo lo
mismo, dando largas brazadas y dejando su cuerpo relajarse en el agua.
La siguiente pregunta de Martin le hizo comprender por qué lo había
traído a ese lugar.
—¿Qué sientes ahora?
—¿Qué?
—¿Qué sientes? Estás relajado, tranquilo… Concéntrate y dime lo
que sientes.
¿Qué era todo eso? ¿Acaso Martin lo estaba utilizando para
descubrir el misterio de ese extraño Círculo? John trató de pensar, pero
su mente se cerró de pronto.
—No… no siento nada —repuso.
—Concéntrate… Sentiste algo cuando me diste la mano. No me
digas lo que viste, sólo lo que sentiste. Necesito saberlo.
—¿Crees que tengo el secreto de tu Círculo? No lo sé, en verdad.

Capítulo 3: París 42
Hellson 1: Sinergia

—Quizá lo sepas inconscientemente. Presiento que tú me traerás un


cambio. Por favor, trata de concentrarte y dime lo primero que te venga
a la mente. Cierra los ojos… eso es…
John hizo lo que le pedían, cerró los ojos y se concentró. Dejó que
su cuerpo flotara en el agua y evocó el momento en que había
conocido a Martin. Una mano suave empezó a masajearle los hombros.
Se tensó un poco.
—Tranquilo, sólo soy yo —susurró Martin junto a su oído—.
Déjate llevar, sólo siente.
John suspiró, tratando de aislar sus crecientes emociones, y dejó
que esas manos lo acariciaran expertamente. El masaje continuó en el
cuello y espalda y le pareció eterno. Puso la mente en blanco y de
pronto, sintió la descarga y la sacudida y unas palabras le vinieron a la
mente.
—Déjame hablarte de mí y entenderás lo que significa el no-ser.
—¿Qué? —exclamó Martin, soltándolo de inmediato.
John tembló y sintió un mareo. Trato de sostenerse del borde de la
piscina, pero perdió el sentido por un instante y sintió algo húmedo
deslizarse por su rostro.
Lo siguiente que recordó fue a Martin tomándolo en brazos y
llevándolo hacia su dormitorio.

Capítulo 3: París 43
Hellson 1: Sinergia

Capítulo 4: La aparición

Mucho se ha especulado acerca de la teleportación,


asociándose frecuentemente a desapariciones misteriosas y
ubicuidad. En mi experiencia, he investigado algunos
de esos casos; sin embargo, su solución no se asoció con
este fenómeno, sino con otros. Destaco, sin embargo…

Martin Hellson — Las apariciones, 2001

1
Nubes…
El cielo estaba de un celeste pálido lleno de blancas nubes
moviéndose con la ligera brisa, que las iba empujando poco a poco,
haciendo gigantescas ondas en el firmamento, alejándose...
desplazándose cada vez más lejos… irreales, lejanas…
Niebla…
El horizonte se comenzaba a desdibujar, como cuando uno mira a
través de una ventana lluviosa, dejando la realidad exterior irreal y
lejana.
¿Dolor?
No sentía dolor. Sólo una sensación de insensibilidad, como si
contemplara el mundo exterior a través de esa ventana lluviosa,
mientras en el interior, él se encontraba protegido. Como si nada
pudiera alcanzarlo, lastimarlo…
Se había sentido así antes, aunque no tenía recuerdos de ello porque
estaba en coma, pero de algún modo, la parte consciente de su cerebro
sabía que era así.
Flotaba en medio de la nada.
—¿John?
La voz que lo llamaba se oía lejana, amortiguada por el ruido de la
lluvia inexistente. No quería moverse, no quería volver.
—Todo estará bien.
Algo húmedo fue puesto sobre su frente y alguien alzó sus brazos y
los frotó con vigor. Un fuerte olor a alcohol le llenó los sentidos y todo

Capítulo 4: La aparición 44
Hellson 1: Sinergia

comenzó a girar y a dibujarse de nuevo, como un trazo de acuarela que


poco a poco se hacía más nítido y los ojos de John se abrieron,
parpadeando, al contemplar de nuevo el mundo real.
—Tengo frío… —Se incorporó, pero una firme mano lo volvió a
recostar.
—No te muevas —dijo la cálida voz de Martin, todavía en
bañador, mirándolo con la preocupación pintada en sus pupilas
azules—. Sangraste por la nariz, no puedes levantarte aún.
El francés trajo dos gruesas mantas y cubrió el tembloroso cuerpo
de John, quitó el paño húmedo de su frente y le apartó el cabello,
rozando sin querer su mejilla. Sus miradas se encontraron.
—¿Qué pasó?
—Te desmayaste. Dijiste algo extraño y luego te desplomaste. Te
sujeté y te traje aquí —explicó Martin.
—¿Qué dije?
—¿No lo recuerdas?
John negó con la cabeza, el mareo volvió por un instante y luego se
alejó, dejándolo con el mismo sentimiento de irrealidad.
—No puedo… pensar.
—No pienses —replicó Martin y se acercó a él, alzándole la cabeza
con cuidado—. Bebe esto, te hará sentir mejor.
John saboreó la leche tibia que Martin le ayudó a beber y cerró los
ojos. Todo lo que quería era dormir, pero no deseaba quedarse solo en
esa extraña casa.
—Descansa, por la mañana hablaremos —dijo Martin, dejando el
vaso sobre la mesita, y le acomodó las mantas.
—No te vayas… Por favor —pidió John—. Me siento muy extraño
aquí… Tengo miedo…
—Tranquilo, me quedaré.
Y con esas palabras, los ojos de John se cerraron por fin y su
anfitrión lo arropó.

2
Martin cerró las cortinas y contempló por un momento a John, que

Capítulo 4: La aparición 45
Hellson 1: Sinergia

dormía tranquilo. Luego, muy despacio, salió y regresó vestido con un


pijama de seda azul y una bata del mismo color, y se acomodó en el
sillón junto a la cama, encendiendo la lamparita.
John se veía relajado, su respiración era acompasada y el temblor
había desaparecido.
Déjame hablarte de mí y entenderás lo que significa el no-ser.
¿Por qué había dicho eso?
Esa frase había atormentado a Martin por mucho tiempo, ¿cómo la
podía saber John?, ¿la habría sacado de su mente?, ¿o tendría otro
origen? John tenía habilidades de precognición, pero ¿sería telepático
también? Eso no tendría nada de raro, muchas personas desarrollan dos
o más habilidades psíquicas.
Pero… Esa frase…
Sabía que no tenía caso interrogar más a John porque aún estaba
bajo los efectos de la visión que había tenido. Esperaría hasta el día
siguiente. Martin tenía bastante experiencia en la materia como para
saber que no era bueno presionar.
Y también estaba acostumbrado a esperar.
Ese canadiense lo intrigaba muchísimo. Había averiguado muchas
cosas sobre él en el pueblo: la vida de John era tan transparente que
parecía cualquier sujeto anodino, de esos de los que el mundo está
lleno.
Pero…
Martin no era vidente ni poseía poderes especiales. Era solamente
un aventurero que había vivido muchísimo. Sólo sabía de algún modo
que John era alguien especial.
Suspiró y se dispuso a pasar la noche del modo más productivo.
Sacó un libro titulado El Secreto de los Templarios y comenzó a
leer. Al poco rato, su rostro se relajó, absorto en la lectura.

3
John abrió los ojos con la sensación de haber tenido una extraña
pesadilla. Pero la visión de Martin dormido en el sillón junto a él, con
un libro en el regazo, lo convenció de que lo ocurrido era real.

Capítulo 4: La aparición 46
Hellson 1: Sinergia

Se movió un poco y estudió al hombre dormido.


El cabello le caía desordenadamente sobre la frente, su respiración
era tranquila y sus labios estaban entreabiertos. Su piel bronceada tenía
ligeras arrugas en la frente y al lado de los ojos, pero era un hombre
inmensamente atractivo.
Salvo que a John no le gustaban los hombres.
Entonces, ¿por qué había tenido esa visión en Montreal?
Y lo más importante, ¿por qué había tenido la noche anterior una
visión con un hombre que le era desconocido?
Tenía la garganta seca y se incorporó para beber un poco de agua.
Entonces, Martin se movió y el libro cayó al suelo.
—Mierda. —Se inclinó a recogerlo y sus ojos se posaron en John—
¿Cómo te sientes?
—Mucho mejor. —John se sentó en la cama. Llevaba tan sólo un
pantalón de pijama. La noche anterior, Martin debía haberle quitado el
bañador—. Volví a desmayarme… Qué estúpido soy…
—Es la reacción normal para muchas experiencias psíquicas
particularmente intensas. Algunos duermen, otros se desmayan, otros
ensucian los pantalones. Poco a poco te adaptarás.
Martin lo hacía parecer tan simple que John no pudo evitar sonreír.
—Yo sólo quiero quitármelas.
—Al no saber cómo se iniciaron, mucho menos puedo pensar en un
modo de evitarlas. Pero podríamos intentar llegar a su origen con
hipnosis…
—No. —Fue la rotunda respuesta—. No dejaré que ningún extraño
me hipnotice.
—Podría hacerlo yo, John —declaró Martin—. He hipnotizado a
varias personas, sé cómo se hace. Y creo que hemos pasado cosas que
hacen que no seamos extraños. No te digo que lo hagamos hoy o
mañana. Sólo piénsalo.
John se levantó y buscó su camisa. Se la puso, de espaldas a Martin
y cuando se la terminó de abotonar, volteó.
—Supongo que querrás saber lo que vi anoche.
—Sólo si tú te sientes preparado para contármelo.

Capítulo 4: La aparición 47
Hellson 1: Sinergia

John avanzó hacia el balcón, descorrió las cortinas y lo abrió de par


en par. El aire de la mañana se coló en la habitación.
De pie en el balcón, con la luz del sol acariciando su cabello, las
visiones y los espectros le parecieron lejanos. La sensación de sus pies
descalzos sobre el frío mármol lo hizo sentir vivo otra vez, y sin
proponérselo, comenzó a hablar.
—Había un pasillo muy largo y una luz. Yo avanzaba con dificultad
hacia la luz, algo me detenía… Pequeñas manos, como las manos de
muchos niños, no me dejaban avanzar. Estaba oscuro y no podía ver de
quiénes eran. Sólo veía la luz lejana… Caminaba como en un sueño.
Creo que mi subconsciente me decía que era un sueño, y que al llegar a
la luz, despertaría. Cuando estaba por llegar a ella, un hombre la cubrió
con su cuerpo… Era un hombre alto, rubio… vestido de negro. Y me
dijo algo que no recuerdo…
—Déjame hablarte de mí y entenderás lo que significa el no-ser —
repitió suavemente Martin.
—Sí… Era eso —dijo pensativo John—. No recuerdo nada más,
sólo que me tomaste en brazos. No tiene ningún sentido. ¿Será la
visión que dicen los que regresan de la muerte? Pero si es así, debí
tenerla al despertar del coma, y no lo recuerdo…
—Piensa, John. —Martin se le acercó hasta quedar frente a él—.
¿Conoces a ese hombre?, ¿lo has visto antes?
—No… —John titubeó—. Espera… creo que sí, en el aeropuerto…
No estoy seguro.
—¿Hay algo que recuerdes acerca de él?
Olor a muerte, perfume de sándalo.
—Yo… Sí. Perfume de sándalo. Lo sentí en el aeropuerto y ahora
que lo pienso, en Cote-Saint-Luc, la noche en que apareció el brujo…
Sentí ese olor en el bosque…
—¿En el bosque? Eso es curioso. Continúa…
—Es todo. Sentí ese olor… el perfume… y luego encontré a Laura.
En el aeropuerto, volví a sentirlo y vi a un hombre de negro, pero
podría equivocarme. El mundo está lleno de hombres rubios vestidos
de negro…
—Eso es cierto, pero tú crees que es el mismo, ¿verdad? —Los ojos
de Martin lo estudiaron intensamente.

Capítulo 4: La aparición 48
Hellson 1: Sinergia

John lo pensó un momento.


—Lo creo, pero no sé por qué.

4
Los días pasaron y la quemadura de John mejoró notablemente. Se
sentía mucho mejor porque no había vuelto a tener visiones extrañas.
Por ello aceptó hacer un poco de turismo con el mes de sueldo que
Martin había insistido en adelantarle, y juntos recorrieron los lugares
más bellos de París.
Martin era un guía excelente. Pasearon los Campos Elíseos,
recorrieron la catedral de Notre Dame, el Museo del Louvre y el
Palacio de las Tullerías. John no dejaba de preguntar y los
conocimientos históricos de Martin no dejaban de sorprenderlo.
Por las tardes, cuando Martin se dedicaba a sus asuntos, John
registraba en el computador el material que el francés le había
proporcionado sobre sus últimos casos, documentándolos con
fotografías y enlaces a temas similares.
Mantenerse ocupado le sirvió para relajarse y no estaba seguro si
Martin le había encomendado esa tarea para distraerlo o para darle la
oportunidad de examinar sus archivos. El programa que usaba se
llamaba, modestamente, Knowledgeware 1.5. Martin le había dicho
que uno de sus asistentes lo había diseñado y era una enorme base de
datos de información bibliográfica, casos y comentarios del propio
Martin.
En esa semana, John aprendió muchísimo, y pasaba agradables
momentos con Martin cuando comentaban los casos. Y, por supuesto,
ardía en impaciencia por participar en alguno.
«No suelo atender todos los casos que me llegan —le había
explicado Martin en una ocasión—. Sólo veo los que me interesan.
Kurt y Alain se encargan de filtrarlos.»
Kurt y Alain, los asistentes de Martin, eran quienes organizaban
todo en Hellson Unlimited, y aunque John aún no los conocía, era
evidente que su jefe les tenía muchísimo aprecio. Respecto a la otra
persona que trabajaba para Martin, John sólo sabía que le decían «el
Ejecutor», y con ese apodo, realmente no tenía deseos de conocerlo.
Sí, habían sido días de calma, durante los cuales Michelle vino dos
veces y trató a John con la frialdad de siempre. Una noche, Martin

Capítulo 4: La aparición 49
Hellson 1: Sinergia

llegó con una joven y fueron directo al dormitorio. Hacían tanto ruido,
que John no podía conciliar el sueño imaginándoselos, desnudos en la
cama… Martin cubierto de sudor, moviéndose tanto que la hacía
gemir… Martin embistiendo y gritando en su orgasmo… Martin…
—¡Martin!
John se cubrió el rostro con la almohada y dio varias vueltas en la
cama, sin éxito. Se levantó y fue a tomar una prolongada ducha,
tocándose hasta que se logró aliviar. Envuelto en una bata, salió de
nuevo al dormitorio.
Los gemidos seguían.
—¿De dónde saca tanta energía? ¡Demonios!
Bajó las escaleras y se alejó lo más posible del dormitorio de
Martin. Llegó al estudio, pero no le gustaba la perspectiva de pasarse la
noche revisando archivos de casos paranormales, de modo que salió a
pasear por el jardín. La noche estaba fresca, pero no hacía frío. Caminó
por la hierba húmeda de rocío y se dirigió a un edificio casi junto al
muro que resguardaba la propiedad.
Había pensado que se trataba de un lugar para guardar herramientas
de jardinería, pero pronto notó lo equivocado que estaba. Ese lugar
estaba tan resguardado como la propia casa. Sólo se podía ver una
construcción triangular de concreto, sin ventanas y con una puerta de
hierro, con código de acceso. El resto de la construcción era
subterránea.
A John se le hizo extrañísimo, y se estaba preguntando qué podía
guardar Martin tan celosamente, cuando sintió a sus espaldas un ligero
ruido.
—Eeeeeeeee.
Volteó de un brinco y alcanzó a ver a una chica joven,
completamente desnuda, que lo miraba con grandes y curiosos ojos.
—H-hola —balbuceó completamente perplejo. ¿Qué hacía una
jovencita desnuda en el jardín, en medio de la noche? ¿Sería otra de las
amantes de Martin?
Pero ante su sorpresa, ella se comenzó a reír y volvió a hacer ese
extraño sonido.
—Eeeeeeee.
Luego, simplemente desapareció.

Capítulo 4: La aparición 50
Hellson 1: Sinergia

—Espera… espera... —Las palabras murieron en la boca de John.


No había nadie a quién dirigirlas.
¿Qué había sido eso? ¿Otro espíritu?
No planeaba averiguarlo, de modo que volvió a la casa con toda la
prisa que pudo, y se encerró en su habitación. Afortunadamente,
Martin ya había terminado y la casa estaba en completo silencio.

5
John despertó con una espantosa jaqueca y de muy mal humor.
En la cocina, Martin tarareaba suavemente mientras preparaba el
desayuno.
—Me voy —declaró el canadiense apenas traspasó el umbral.
—¿Por qué? —preguntó Martin, absolutamente sorprendido.
—No quiero ser aguafiestas, pero tus actividades de anoche y tu
fantasma adolescente no me dejaron dormir.
Martin dejó sobre la mesa las tostadas y lo miró muy fijamente.
—¿Qué fantasma?
—¿Acaso tienes varios? Hablo de la jovencita desnuda que aparece
en el jardín. Me dio un buen susto cuando dijo «Eeee» a mis espaldas.
Y no te atrevas a reírte. Fue grotesco.
Martin lo miró de modo extraño. Luego rompió a reír.
—De modo que viste a Jenny. John Storm, estás lleno de sorpresas.
—No es gracioso. Debiste decirme que si salía de noche podía
encontrar fantasmas…
—Jenny no es un fantasma.
—Oh, grandioso. —Caminó hacia Martin y lo miró a los ojos—.
No, no quiero saber lo que es. Buscaré un lugar dónde quedarme,
tampoco quiero incomodarte cuando traigas a tus amigas a la casa.
—No me incomodas en absoluto, John —replicó alegremente el
francés—. Y te diré por qué no puedes irte aún, pero primero
desayunemos. El ejercicio nocturno siempre me da hambre.
—¿No desayuna tu amiga?
—Ya no está. —Fue la despreocupada respuesta—. Tenía clase a

Capítulo 4: La aparición 51
Hellson 1: Sinergia

primera hora.
—Ya veo.
Martin desayunó con mucho apetito, John apenas picoteó sus
tostadas. El televisor estaba encendido y la noticia de que habían
encontrado el cadáver de un hombre flotando en el Sena sirvió para
que John sintiera mucho menos el deseo de comer.
—Dime por qué no puedo irme —cuestionó apenas terminaron de
lavar los platos.
—Vamos a la piscina.
De nuevo aquello. John no acababa de entender esa manía por
discutir las cosas serias en medio del agua. Además, hacía frío.
Pero esta vez, Martin no entró a la piscina. Simplemente se sentó en
una de las tumbonas junto al agua y John se sentó a su lado.
—Luego de que me contaste tu última visión, le pedí al Ejecutor
que fuera a Cote-Saint-Luc. Encontró allí a una de las enfermeras que
te atendió, Elizabeth Barret. Ella le contó algo por demás curioso. —
Martin se inclinó para acercarse más a John—. El día anterior a que
despertaras, tuviste una extraña visita. Un hombre rubio, alto y vestido
de negro. Y esa noche, te sangró la nariz.
John abrió la boca, la volvió a cerrar y por último, murmuró:
—¿Qué está pasando?
—No lo sé, pero si ese hombre te ha seguido hasta París, es mejor
tomar precauciones. Quiero que te quedes aquí hasta que esto se
esclarezca. ¿De acuerdo?
John asintió.

6
Dos días después, Michelle apareció. Había estado de viaje y deseaba
consultar algunas cosas de los archivos de Martin para escribir un
artículo. Ambos se encerraron en el estudio y John se entretuvo en la
biblioteca, pues había decidido no acercarse solo al jardín.
Estaba furioso. No podía controlar los celos que sentía de esa bruja
francesa que lo miraba como si fuera un ser inferior. Y detestaba la
forma en que tocaba a Martin y jugaba con su cabello.

Capítulo 4: La aparición 52
Hellson 1: Sinergia

Durante esos días, había tenido tiempo para pensar y estaba seguro
de que la visión en la que se besaba con Martin era la causa de que
ahora se sintiera atraído hacia él. Era lo más absurdo que le había
ocurrido, porque era como resignarse a lo inevitable, era admitir que
no somos artífices de nuestro propio futuro. Y todo su sentido lógico se
rebelaba ante ello.
Incluso así, Martin le gustaba. Y mucho.
—¿John?
Allí estaba Martin con su sonrisita de siempre, como si supiera que
le atraía y se burlara de ello.
—¿Se fue Michelle?
—Hace rato. Estaba hablando con Kurt.
—¿Cuándo me presentarás a Kurt y Alain? —preguntó de pronto
John—. Si ellos trabajan para ti, creo que deberíamos conocernos.
—¿Eso crees? —Martin tenía esa mirada y John se arrepintió al
instante de su petición—. Bien, puede arreglarse. ¿Qué tal mañana?
Pero te advierto que puedes llevarte una pequeña sorpresa…
—¿Son fantasmas?
—¡Por supuesto que no! Aunque quizá te parezcan extraños.
Michelle los detesta y…
—¡No me importa lo que piense Michelle! —exclamó John—, yo
tampoco le agrado, de modo que Kurt y Alain deben ser cuando
menos, como yo.
—Pues… No exactamente —dijo Martin, sin ánimos de discutir—,
pero ya los conocerás. ¿Qué estabas leyendo?
John le mostró el libro que leía, La Psicometría, por Elaine
Kendall.
—Trato de entender lo que me ocurre. —Fue todo su comentario.
—Yo puedo ayudar, recuerda la hipnosis. Así podré saber lo que
viste el día que nos conocimos… —repuso Martin, intentando
bromear.
—¡No me hipnotizarás! —exclamó John, sintiendo toda su rabia e
impotencia volcarse de pronto en el francés—. Y lo que vi ese día no
tiene nada que ver con el Hombre de Negro.
—Entonces, ¿a qué le tienes tanto miedo?

Capítulo 4: La aparición 53
Hellson 1: Sinergia

—No le tengo miedo… ni siquiera sé si es real… Cuando vi el


accidente de Michael pude evitarlo y no ocurrió. Y también puedo
evitar esto…
—Entonces haz algo para evitar la tragedia, y deja de angustiarte
por ello —replicó Martin, medio en broma medio en serio.
—¿Tragedia? Claro, es una tragedia, ¿verdad? Arruinaría tu
reputación… —John estalló. Él no era una tragedia, y se enfureció con
el tono despreocupado del francés.
—¿De qué demonios hablas? ¿Qué reputación?
Pero John ya no escuchaba, tenía que quitarse lo que llevaba dentro.
—¿Quieres saber lo que vi aquélla vez? —exclamó, dejando el libro
sobre el estante. Avanzó hacia Martin y puso la mano sobre su
hombro—. Esto fue lo que vi.
Sus labios buscaron los de Martin con una mezcla de rabia y
ansiosa lujuria apenas contenida. El francés se quedó inmóvil,
demasiado sorprendido como para reaccionar a las manos que atraían
su rostro y a la lengua que pugnaba por entrar en su boca.
El tiempo se detuvo y sólo se oía la respiración agitada de John.
«Bésame», sintió en su mente… o creyó sentir.
Los labios de Martin se abrieron lentamente y se tambaleó cuando
John se recargó contra su cuerpo, atrayéndolo más.
En ese momento, sonó su celular.
John lo soltó bruscamente y huyó de la biblioteca, mientras Martin
respondía, con la voz agitada.

7
Momentos después, Martin llamó a la puerta de la habitación de John y
sin esperar respuesta, la abrió.
—Mañana partiremos a Haití, hay un caso que debe ser investigado
—dijo y se fue, como si nada hubiera pasado.
John dio un puñetazo a la almohada y abrió el balcón, buscando
calmarse.
A lo lejos, divisó a Martin dirigiéndose hacia el misterioso edificio
del jardín.

Capítulo 4: La aparición 54
Hellson 1: Sinergia

Capítulo 5: El medallón

El vudú es una mezcla entre la religión que los esclavos


africanos llevaron a Haití y el cristianismo de los
franceses que habitaban la colonia. Se basa
principalmente en la creencia de unos espíritus (los Loa)
que intervienen y determinan la vida de los hombres.
Tuve la oportunidad de visitar Haití en varias ocasiones
y entablé relación con los famosos brujos Bokors. En una
oportunidad…

Martin Hellson — Un grito a lo desconocido, 1998

1
John abrió los ojos, cansado por la mala noche y el nuevo cambio de
horario. Ocho horas en avión no eran lo mejor para su salud y dormir
era una excusa excelente para no hablar con Martin, quien tampoco se
había dignado a explicarle mucho acerca del caso que investigarían.
Estaban a punto de aterrizar en Puerto Príncipe. Ninguno de los dos
había mencionado el beso, ambos habían tratado de actuar con
normalidad, como si ese evento nunca hubiera ocurrido. Pero lo cierto
era que John se sentía un completo idiota y Martin estaba muy
incómodo, no por la situación en sí, cosas más raras había visto... sino
por que el beso en realidad le había gustado.
Martin notó que John había despertado, e hizo como que no se daba
cuenta. John cerró de nuevo los ojos y se acomodó en el asiento. La
mano ya no le dolía y las quemaduras habían sanado muy bien, pero
siempre le quedaría el recuerdo de la noche con Everard. Extendió la
palma hacia arriba, y de pronto, sintió una mano suave que la sostenía.
—¿Te encuentras bien?
Su compañera de asiento lo observaba con atención. Era una joven
de largos cabellos negros y ojos almendrados. John sonrió.
—Sí, estoy bien. Gracias por preguntar.
Hablaron brevemente mientras el avión aterrizaba. John no se
preocupó por presentarle a Martin.

Capítulo 5: El medallón 55
Hellson 1: Sinergia

2
—Nos esperan. Es por aquí —dijo Martin cogiendo su maleta y
enfilando directamente a la salida. A John no le quedó más que
seguirlo.
—¡Espera! —protestó, cojeando hasta llegar a su acompañante—.
¿Has estado antes aquí?
—Muchas veces. —Fue la escueta respuesta.
—¡Doctor Hellson!
Un hombre mayor y dos jóvenes los esperaban y Martin los saludó
con la mano.
—Vamos.
El hombre mayor le fue presentado a John como Pierre Bedeau,
socio del padre de los jóvenes Jean Paul y Arlette Drouet. Martin le
informó brevemente a John que se alojarían en la hacienda de los
Drouet.
John miraba fascinado a su alrededor. Puerto Príncipe era una
ciudad que bullía de actividad. El vertiginoso espectáculo de sus calles
iba pasando ante sus ojos conforme se alejaban de allí. El camino hacia
la hacienda era pedregoso y la camioneta todo terreno que los llevaba
iba muy de prisa. Por el camino, se enteró que el padre de los jóvenes
era el dueño de una de las más grandes haciendas cafetaleras, llamada
«La Escondida», y de que había desaparecido hacía tres días en forma
misteriosa. No tenían ninguna noticia de su paradero, tan sólo habían
encontrado a Vincent Roget, uno de los capataces de Jules Drouet,
vagando por la plantación y delirando incoherencias.
—Ayer, luego de que hablamos con su asistente, vimos de nuevo a
Roget —explicó Jean Paul—. Estuvo diciendo lo mismo, pero de
pronto tuvo una especie de ataque y gritó algo sobre «no-ser» y fuego.
John sintió que se le paralizaba el corazón.
—¿Perdón?
—No ha vuelto a hablar desde entonces —intervino Arlette—.
Tenemos miedo, doctor Hellson. Por favor, encuentre a nuestro
padre… Los obreros de la plantación dicen cosas…
Martin le tomó la mano.
—Calma, Arlette. Le prometo que lo encontraremos.

Capítulo 5: El medallón 56
Hellson 1: Sinergia

3
—¿Qué es todo eso, Martin? ¿Qué hacemos exactamente aquí? —
demandó John apenas los dejaron solos para que descansaran.
—¿Qué impresión te dio todo?
—Yo pregunté primero…
—John, no te dije nada porque necesito conocer tu impresión.
Luego, prometo decírtelo. ¿Qué te parecieron los Drouet?
—Están muy angustiados por su padre, eso es evidente. La pobre
chica está desesperada…
—¿Y Bedeau?
—No sé. —John cayó en la cuenta de que el hombre no le había
producido nada en particular—. Parece preocupado, pero no estoy
seguro si le agrada que estemos aquí.
—¿Sentiste algo al tomarles la mano?
—No.
—Bien. Hace tres días, Jules Drouet y su asistente Vincent Roget
fueron a inspeccionar las plantaciones. No volvieron esa noche, pero
sus hijos no se extrañaron porque con el mal tiempo, suelen quedarse a
dormir en las cabañas de los obreros. Al día siguiente tampoco
volvieron, y a medio día apareció Roget, en estado deplorable y
delirando. Sólo mencionaba la palabra zombie.
—Y entonces, te llamaron…
—No. Hicieron una batida por la plantación, sin éxito. No dieron
parte a la policía porque la gente de por aquí es muy supersticiosa y ya
estaban hablando mucho. Fue idea de Arlette contactar a Hellson
Unlimited. Ella había oído sobre nosotros y Kurt decidió que el caso
podía interesarme. Además, Haití siempre me ha fascinado.
—Y ahora es cuando me dices que existen los zombies.
Martin rió alegremente.
—La verdad, nunca me he topado con uno, pero no lo descarto.
¿Sabías que los hechiceros bokors preparan una poción usando como
principal ingrediente las entrañas del pez globo? El pez globo tiene una
sustancia llamada tetradotoxina, activo y peligroso veneno que puede
producir parálisis y daño en las funciones cerebrales. La persona que

Capítulo 5: El medallón 57
Hellson 1: Sinergia

ingiere la poción cae en un estado de catalepsia profundo y luego el


bokor le da una pasta compuesta por atropina, escopolamina y otras
sustancias no más agradables, que producen el «Polvo zombie» o
«Gris-gris». La víctima pierde la conciencia y se convierte en un
zombie a las órdenes del bokor. Se dice que para crear un zombie, se
necesita el favor de los Loa, que son los dioses haitianos.
—¿Y? ¿Piensas que Drouet es un zombie?
—No lo sé, pero este caso me da la oportunidad de averiguar cómo
funciona el polvo, suponiendo que haya sido usado —replicó Martin
poniéndose de pie—. Vamos, debemos ver a Roget.

4
Roget se hallaba en su habitación, fuertemente atado a la cama con
correas y amordazado.
—Sus gritos asustaban a los empleados de la plantación —explicó
Bedeau—. A veces se queda quieto, como si estuviera catatónico, y de
pronto, comienza a gritar otra vez.
Martin se acercó al hombre y examinó sus pupilas. No obtuvo
respuesta alguna, y con cuidado, le quitó la mordaza.
—Vincent, ¿puede oírme?
No hubo respuesta.
—John, ¿podrías ayudarme a levantarlo?
El canadiense se acercó y tomó a Roget por los hombros, pero de
pronto, se quedó paralizado y abrió muchísimo los ojos. Ahogó un
grito al sentir la familiar sensación de hormigueo y la descarga.
—No… no…
—¡John!
Martin lo ayudó a acomodarse en una silla y le alcanzó su pañuelo.
La nariz de John había empezado a sangrar un poco.
—¿Qué viste? —preguntó el francés, con mucha suavidad.
—Un símbolo… un medallón con dos serpientes… Había fuego y
mucho ruido, creo que eran tambores… —murmuró John—. Lo siento,
no vi nada más.
—¿Puedes dibujar el medallón? —pidió Martin. Bedeau se apresuró

Capítulo 5: El medallón 58
Hellson 1: Sinergia

a entregarle papel y lápiz.


John dibujó un medallón en el cual había dos serpientes
entrelazadas, formando un extraño espiral circular.
Entonces, Roget empezó a gritar de nuevo.

5
Martin conducía el todo-terreno sin decir palabra. Tenía en el bolsillo
el dibujo de John, y éste, silencioso también, sujetaba con la mano el
algodón que se había puesto en la nariz.
—¿A dónde vamos? —preguntó al fin John, rompiendo de pronto el
silencio. Y era que Martin se había limitado a pedirle a Bedeau el
vehículo y a decirle que lo dejara actuar.
—A visitar a una amiga a Monte Christi —respondió Martin—.
Queda lejos de aquí.
Finalmente, llegaron a la zona más selvática y misteriosa que John
había visto y se detuvieron ante una desvencijada cabaña junto a la
cual había un huerto. Martin bajó del vehículo y gritó algo en español.
John habría jurado que la bruja de los cuentos saldría de ese lugar, pero
se quedó estático al ver a una muchacha morena, de cabello negrísimo
hasta la cintura, que vestía solamente con unos pantalones cortos y un
corpiño.
—¡Martin!
—¡María!
Ambos corrieron a abrazarse y ella besó a Martin en la boca.
Riendo, saludó a John en perfecto francés.
—Ella es María Dessalines, nieta de Gedeón Dessalines, célebre
curandero vudú —explicó Martin—. María es sacerdotisa y puede
ayudarnos con esto.
Entraron a la casa y la curiosidad reemplazó la incomodidad inicial
de John. Además, María lo trató amablemente.
El interior estaba limpio y ordenado, pero no pudo evitar
estremecerse ante las máscaras rituales que adornaban las paredes y el
cráneo humano que estaba en un rincón.
Martin explicó rápidamente la situación.

Capítulo 5: El medallón 59
Hellson 1: Sinergia

—… y este es el medallón —dijo, sacando el dibujo de su bolsillo.


—El Medallón de las Dos Serpientes —susurró María entrelazando
las manos—, creíamos que era una leyenda. Se dice que existen dos
medallones iguales. Si uno de ellos está en el cuello de un zombie, el
que posea el otro, podrá controlar a la criatura. También se asocia con
invocaciones a entidades posiblemente demoníacas.
—¿Qué sugieres?
—Un ritual. Si hay un zombie, los Loa nos mostrarán dónde está. Y
si nos son propicios, lo atraerán hacia nosotros.
—¿Y luego?
—Dejaremos que ellos decidan. Si ellos piensan que se les ha
ofendido, el zombie será devuelto a la tumba y los culpables serán
castigados.
—Tonterías —exclamó John—. No puedo creer en eso… no puedo
aceptarlo…
María lo miró fijamente.
—No estás diciendo la verdad, John Storm. La verdad es que tienes
muchísimo miedo, pero también tienes ansia por saber. Vengan los dos
a las once de la noche y sus dudas serán disipadas.

6
Los chicos Drouet habían querido acompañarlos, pero Martin no se los
permitió. Llegaron a las once menos diez a la casa de María, vistiendo
pantalones cortos y camisetas. Ella los recibió y salieron de nuevo,
para iniciar el ascenso hacia la montaña y sólo se detuvieron al llegar a
un bosquecillo de ceibas donde tendría lugar el ritual, luego de lo cual
la joven se fue, dejándolos en espera de los acontecimientos.
La ceremonia estaba lista. Los hombres y mujeres reunidos en el
lugar tocaban los tambores alrededor de un enorme altar de fuego
cuyas llamas crepitaban y se elevaban, voraces. John contuvo la
respiración cuando María apareció, sin nada que la cubriera, e inició
una invocación a los Loa.
—Los dioses haitianos son espíritus de la alegría. Ellos no
condenan los excesos, los favorecen —susurró suavemente Martin.
Los tambores retumbaron más frenéticamente y María alzó los

Capítulo 5: El medallón 60
Hellson 1: Sinergia

brazos al cielo. Luego contempló el llameante círculo del altar y saltó.


John contuvo un grito.
—He visto esto antes. No le pasará nada… ahora los Loa la
protegen —susurró Martin—; si confías, las llamas no te dañarán.
John observó fascinado cómo poco a poco los hombres y mujeres
que allí había se desnudaban, penetraban al círculo de fuego y bailaban
junto a María, contorsionándose salvajemente, presas de una
enfebrecida excitación. El fuego los rodeaba, los poseía sin
quemarlos… los envolvía, los amaba…
María hizo un gesto a Martin.
—¡No! —susurró John, pero era tarde. El francés se despojó de la
ropa y penetró al círculo de fuego.
La frenética danza continuó pero John no podía quitarle los ojos de
encima a Martin en su esplendorosa desnudez. Era como un dios o un
demonio, con el rostro contorsionado de lujuria, entregado a placeres
que él no conocía. Los tambores enloquecían el aire… Martin lo miró.
«Ven», oyó en su mente.
No.
«Por favor…»
Despacio, como en un sueño, John avanzó.
«Si confías, las llamas no te dañarán.»
¿Confiaba?
Un paso… dos…
En un instante estaba desnudo dentro de las llamas.
Nunca se había sentido así… tan vivo, tan libre. Era como si el
fuego y él fuesen uno solo. Todo lo que pudo pensar era que realmente
se había convertido en Johnny Storm y dejó que las llamas lo
envolvieran sin consumirlo.
—Llamas a mí —susurró, sintiéndose de pronto muy infantil.
Pero el fuego también provocaba en él otra clase de sensaciones.
Empezó a moverse despacio, al ritmo de las llamas, sintiendo su
caricia que no dañaba, aumentando el ritmo de la danza al son de los
tambores.
Dejó que el fuego lo poseyera, que los Loa tomasen el control.

Capítulo 5: El medallón 61
Hellson 1: Sinergia

Pronto se encontró bailando y retorciéndose con desconocido


placer, sus sentidos excitados al máximo, pidiéndole a gritos descargar
el deseo que lo embargaba.
Se encontró con Martin en medio de la llameante danza. Sus ojos se
miraron, sus cuerpos se rozaron, retorciéndose en deliciosa tortura.
Algunos de sus acompañantes estaban haciendo lo mismo, otros se
aliviaban solos, sin dejar de bailar.
La boca de John ansiaba probar de nuevo la del francés y lo atrajo
con fuerza para besarlo.
En ese momento, todo el placer se acabó y empezaron los gritos...
Gritos.
Aullidos de dolor, sollozos, lamentos.
La piel les quemaba, los Loa los habían abandonado.
—¡Rápido! —gritó Martin.
Salieron del círculo de llamas. Los gritos y la confusión fueron en
aumento cuando empezó el tiroteo.
Martin arrojó a John al suelo, tomó sus ropas y se arrastraron hacia
unos arbustos. Algunos hombres se desplomaron, otros corrieron al
bosque. María desapareció con ellos.
Las balas seguían zumbando sobre sus cabezas y ruidos de pisadas
que se acercaban alertaron a Martin, que buscó rápidamente su pistola.
—Corre detrás de mí, hacia aquél árbol —ordenó.
John obedeció y comenzó a correr, pero de pronto se quedó
inmóvil.
Perfume de sándalo…
—No...
—¡John!
Las balas silbaron sobre su cabeza y se desorientó. En vez de correr
hacia Martin, corrió en sentido contrario... Sintió que moriría, vio su
propia muerte en el metal brillante de una bala.
—¡Cuidado!
Alguien acababa de tumbarlo al piso y lo arrastró en dirección al
bosque. Un fuerte olor a tabaco llenó sus sentidos. Mientras era
arrastrado por el desconocido, sintió la familiar descarga y su visión se

Capítulo 5: El medallón 62
Hellson 1: Sinergia

confundió con su propia vivencia actual. Las balas volaban en todas


direcciones, hacía calor, había humedad y gritos... gritos que le
taladraron los oídos, hasta que todo cesó.
Se hallaba bajo un árbol, sujetándose aún del desconocido que le
salvó la vida. Y Martin estaba con ellos, terminando de vestirse.
—John, ¿te encuentras bien?
Él asintió. Tenía la garganta seca. Avergonzado, se soltó del
hombre. El desconocido olfateó el aire, como haría un perro de presa.
Era un hombre mayor, de unos sesenta años, con el rostro surcado por
cicatrices y profundas arrugas. Le faltaba el ojo derecho, y en su lugar,
llevaba un parche de color negro.
—Se han ido. María debe haber avisado a las autoridades.
El hombre se inclinó junto a John y palpó su cuerpo, con manos
expertas, buscando heridas. Martin intercambió una mirada con él.
—John, él es Aristide D’Anjou, «el Ejecutor». Es un veterano de
Vietnam y ahora trabaja conmigo.
El canadiense no se sorprendió demasiado. Algo le decía que ese
desconocido era cercano a Martin y la visión que tuvo le había
mostrado parte de la vida de aquél hombre.
—Un placer —dijo sonriendo y comenzó a vestirse.
—¿Quiénes eran esos? —preguntó Martin.
—No lo sé con exactitud. Después de que se fueron, Bedeau salió
de la casa y se fue a la plantación. Estaba nervioso. En mi opinión, fue
a alertar a alguien —respondió el Ejecutor.
—Tiene sentido —murmuró Martin—. John, ¿puedes caminar?
El aludido asintió y los tres avanzaron sigilosamente. La selva
estaba tranquila, aparentemente nadie los perseguía. Martin y el
Ejecutor hablaron de rodear el bosque e ir a la cabaña de María por
otro camino, lejos de la carretera, y recuperar el todo-terreno. John los
seguía en silencio. De pronto, Aristide se detuvo.
—Atrás —susurró, moviendo apenas los labios.
Retrocedieron y entonces John cayó en la cuenta de que todo estaba
extrañamente silencioso. El cantar de los grillos ya no se oía, el aire
estaba pesado, como presagiando algo.
Algo avanzaba por el sendero pisoteado, algo que tenía un andar

Capítulo 5: El medallón 63
Hellson 1: Sinergia

pesado, algo que…


—Dios mío —jadeó John. Martin, junto a él, le oprimió el brazo.
Un hombre caminaba hacia ellos. Descalzo, con el torso desnudo y
los pantalones hechos girones. Un hombre… o lo que quedaba de uno.
El rostro inexpresivo se dirigió hacia ellos, los ojos sin vida de Jules
Drouet los miraron a través de los párpados blancos, como si
estuvieran quemados por ácido. Y entonces, se detuvo, como si
vacilara.
John se mordió los labios para no gritar.
—Es un zombie. No te muevas —susurró Martin—. Si no lo
molestamos, no notará nuestra presencia
Pero el zombie dio un paso hacia ellos y la luna brilló, iluminando
su pecho, donde refulgía el Medallón de las Dos Serpientes.
Un paso más…
John avanzó y se puso frente a él.
—¿Quién eres? —susurró, mirando a la criatura—. ¿Qué quieres?
El zombie se movió torpemente y sus ojos sin vida enfocaron a
John, que se quedó quieto. Sus manos lo sujetaron de los hombros.
John gritó cuando la descarga que anunciaba una visión sacudió su
cuerpo con más fuerza que nunca.
(Un altar de piedra, un hombre atado allí.
Había fuego y el enloquecedor sonido de los tambores estaba en
todas partes. El hombre gritaba, pero nadie parecía escucharlo. De
pronto, alguien se le acercó, empuñando una daga.
El Hombre de Negro…. Era él, con el rostro cruelmente deformado
por el reflejo de las lenguas de fuego, pero era él sin duda alguna. Su
mirada era dura, sin lugar para la piedad, y en su pecho refulgía la
réplica del medallón…
Alzó la daga…)
El grito de John se mezcló con el del hombre en su mente.
Las manos cadavéricas se cerraron alrededor de su cuello. Oyó los
disparos y el grito de Martin.
—¡El medallón, John! ¡Quítaselo!
Logró sujetar el medallón y tiró de él, cortando sin piedad la carne

Capítulo 5: El medallón 64
Hellson 1: Sinergia

del zombie, hasta que el cordón se rompió. El zombie lo alzó en el aire,


listo para partirle el cuello y de pronto, se detuvo.
—Déjalo.
María estaba frente a ellos empuñando una daga. El zombie soltó a
John y Martin lo sujetó firmemente y lo alejó de allí.
Las manos del zombie oprimieron el cuello de María, pero no lo
apretó. No lo hacía impulsado por el medallón, era un mero acto de
superviviencia, al atacar a quien lo había atacado. Pero ella había
iniciado un cántico extraño, como una letanía que lo paralizó. La
criatura se quedó allí, completamente inmóvil, mientras María
invocaba de nuevo a los Loa.
John observó fascinado cómo el rostro de la sacerdotisa se
transfiguraba en algo extraño y terrible, y antes de darse cuenta de lo
que pasaba, la daga partió veloz de sus manos y se enterró en el pecho
del zombie, hasta la empuñadura.
María cayó al suelo con un grito y El Ejecutor corrió hacia ella. El
zombie, de rodillas, se desplomó hacia atrás pesadamente. John habría
jurado que había lágrimas en sus ojos sin vida.

7
—¿Qué pasó? —la garganta de John estaba seca otra vez y el Ejecutor
le alcanzó un vaso con agua. Estaba sobre una hamaca, en la cabaña de
María, pero ni ella ni Martin estaban allí.
—Te sangró la nariz y te desmayaste… luego, dormiste por horas
—respondió Aristide—. No tienes que avergonzarte, algunos de los
que he visto ensucian los pantalones. Creo que tienes un modo bastante
digno de salir de los problemas.
John rió con gusto y se empezó a sentir mejor. Afuera llovía a
cántaros.
—¿Dónde está Martin?
El Ejecutor señaló la cortina que separaba la única habitación de la
cabaña y se encogió de hombros.
—¿Y el zombie?
—Era Jules Drouet. Martin les llevó el cadáver a sus hijos. Bedeau
ha desaparecido. Creo que eso explica claramente quién es el culpable,

Capítulo 5: El medallón 65
Hellson 1: Sinergia

encontraron documentos que lo dejaban a cargo de la plantación en


caso de que algo le ocurriera a Drouet. También averiguaron que fue el
responsable del tiroreo. Ahora es un asunto policial.
—¿Policial dices? ¡Ese hombre fue convertido en zombie! ¡Yo tuve
una visión, vi cómo lo hacían y no fue Bedeau! Y ahora está muerto…
—La policía sólo tiene el cuerpo de un hombre apuñalado con una
daga ceremonial vudú. El que lo hizo debía poseer una fuerza
descomunal, una mujer jamás podría haberlo hecho. Se sabe que los
hijos de Drouet trajeron a un especialista francés para que lo
encontrara, pero no fue necesaria su intervención al descubrirse el
cadáver. El asunto será silenciado, es mejor así para todos.
—Pero…
—Las cosas funcionan así, Johnny Storm —replicó Aristide—,
nadie quiere involucrarse en lo sobrenatural. El caso será archivado y
todos lo olvidarán. Pero nosotros buscaremos al portador del segundo
medallón.
Como respuesta a esas palabras, llegó hacia ellos un gemido de
sediento placer, proveniente de la habitación. John se levantó de la
hamaca.
—Tranquilo, Martin sólo paga los favores recibidos hoy —dijo
Aristide, pero John, vestido tan sólo con los pantalones cortos y
descalzo, salió de la cabaña y se paró afuera, en medio de la lluvia.
El agua lo caló hasta los huesos, pero no se movió. Pensaba en todo
lo ocurrido, en el ritual, la danza de fuego, el tiroteo… el Hombre de
Negro, el zombie… Y también pensaba en todo el cúmulo de
sentimientos que ahora lo envolvían.
Quería dejarlos y que se los llevase la lluvia, quería purificarse
como esas plantas, entregadas a la naturaleza y a la vida. La lluvia traía
vida, se llevaba lejos el dolor.
Una mano deslizó algo en su cuello. Lo sintió antes de que lo
tocara. Sabía de algún modo que él vendría.
Martin, completamente desnudo luego de dar rienda suelta a su
pasión, lo abrazó por detrás y dejó que la lluvia lo purificara también.
Unidos en ese estrecho abrazo, dejaron que las gotas de lluvia los
envolviesen y el medallón brilló en el cuello de John.

Capítulo 5: El medallón 66
Hellson 1: Sinergia

Capítulo 6: Hombre o demonio

Existen varias clases de seres de naturaleza maligna;


sin embargo, los que más me ha costado enfrentar son
aquellos que absorben la energía vital. Se trata de una
especie de vampiros psíquicos, muchas veces telepáticos.
Su origen es incierto, se presume que vinieron de otro
mundo, acaso un Universo Paralelo.

Martin Hellson — Un grito a lo desconocido, 1998

1
La lluvia caía interminablemente sobre París y John la miró, irritado,
desde la ventanilla del auto que se desplazaba rápidamente por las
heladas calles, trayéndole una sensación de déjà vu muy intensa.
También llovía la primera vez que llegó a París.
Pero… ¡cuántas cosas habían cambiado desde entonces!
Espió a Martin con el rabillo del ojo. Hablaba rápidamente por el
celular, en español, y parecía un poco molesto. Lo ignoró. De hecho,
Martin había empezado a actuar así cuando vio a Arlette Drouet salir
de la habitación de John la mañana del último día que pasaron en Haití.
Se encogió de hombros. La chica no había ido más que a
agradecerle, y él había correspondido plenamente a ese
agradecimiento… del mismo modo en que Martin le había agradecido
a María.
El taxi se detuvo en la casa y nuevamente bajaron las maletas y
entraron. John sabía los movimientos que Martin haría, la secuencia en
la que desconectaría las alarmas, el momento en que pondría la huella
digital y el iris para abrir la última puerta… Todos esos detalles se le
habían hecho familiares y los amaba.
Martin dejó su maleta en el vestíbulo y se volvió hacia él.
—Ve a descansar un poco. Yo tengo que salir, volveré en una hora.
Poco rato después el Audi A8 gris de Martin salía disparado del
estacionamiento.

Capítulo 6: Hombre o demonio 67


Hellson 1: Sinergia

2
John suspiró y subió lentamente las escaleras. En total, habían pasado
cuatro días en Haití, investigando, tomando notas y recorriendo una y
otra vez el paraje donde se había producido todo.
Cuatro días que le parecían un siglo.
Durante esos días, se había sentido muy cercano a Martin, tanto,
que le terminó relatando todas sus visiones y confiándole sus temores
respecto al Hombre de Negro.
Pero en ese último punto, Martin se había mostrado reacio a emitir
opinión. Sólo se había limitado a decir que le gustaría echar guante a
ese hombre.
El Círculo también se había hecho presente en Haití y allí fue donde
descubrió que el Ejecutor les tenía una enorme animadversión. El
hombre se había ido de la isla apenas pudo y John no había sabido más
de él.
Las cosas eran muy confusas. En Haití, se había sentido muy unido
a Martin. En cambio, en París, parecía que todo había cambiado.
Dejó sus cosas y tomó una larga ducha. Era temprano aún y la
lluvia había cesado, de modo que decidió dar un paseo por el Bois de
Boulogne y dejó una nota para Martin antes de encaminarse hacia allí.

3
John caminó por un sendero bordeado de árboles. El olor de la tierra
mojada por la lluvia le trajo una enorme nostalgia de Canadá. Era
como si la lluvia hubiera traído más vida al enorme bosque, y aunque
distaba mucho de ser un lugar ideal, le agradaba.
Avanzó por uno de los caminos laterales, perdido en sus
pensamientos. Estaba anocheciendo, pero no hacía demasiado frío.
Había poca gente, los parisinos seguramente se habrían refugiado de la
lluvia en los cafés cercanos, pero a John le apetecía caminar.
De pronto, notó a un hombre vestido de azul que caminaba
nervioso, como ocultándose de alguien, y eso le dejó una vaga
inquietud. Por un momento, sus ojos se cruzaron con los del
desconocido y vio temor en ellos. Luego pensó que eran imaginaciones
suyas y pasó de largo.

Capítulo 6: Hombre o demonio 68


Hellson 1: Sinergia

Cuando había avanzado unos cien metros, sintió de golpe un olor ya


conocido.
—El perfume del Hombre de Negro —susurró en voz baja, mirando
frenéticamente hacia los árboles.
Una sombra se deslizó por ellos. Una sombra de cabellos rubios.
John no lo pensó dos veces y se dirigió resueltamente hacia allá.
Los árboles, que antes le habían parecido tan quietos y serenos,
ahora se le antojaron sombríos, pues le ocultaban al que deseaba
descubrir. De pronto, lo vio deslizarse junto a una encina.
—¡Eh, usted! —gritó, corriendo hacia el hombre—. ¡Espere, por
favor!
Pero el hombre echó a correr raudamente y John lo siguió.
Alcanzarlo parecía una empresa imposible, John cojeaba y el
hombre era veloz. Sin embargo, un grupo de personas que paseaban
con niños bloqueó la huida del Hombre de Negro; éste dejó de correr y
empezó a caminar apresuradamente.
—¡Deténgase, por favor! ¡Quiero hablarle!
El hombre, al oír eso, trató de correr más de prisa, pero tropezó con
una raíz y perdió el equilibro. John lo alcanzó, jadeando.
—Sólo quiero hablarle…
Su mano se posó en el hombro del desconocido, en parte para
impedirle escapar, y en parte para tener el contacto que podría
desencadenar una visión.
Y no fue decepcionado: la familiar descarga recorrió su cuerpo y de
pronto, todo se volvió oscuridad.
Cuando abrió los ojos, tenía en las manos el abrigo del hombre, que
había huido, y dos personas se hallaban a su lado.
—¿Se encuentra bien?
—Está sangrando…
—Estoy bien —respondió, levantándose sin ayuda. Sacó su
pañuelo, se limpió la sangre que le salía de la nariz, y sonrió para
tranquilizar a la pareja que había acudido a socorrerlo.
Pero estaba todo menos bien.
No podía estar bien después de haber sentido esa opresiva

Capítulo 6: Hombre o demonio 69


Hellson 1: Sinergia

oscuridad que emanaba de aquel hombre… Había en ella algo oscuro,


viscoso, de naturaleza intrínsicamente maligna y llena de odio. Algo
con ojos brillante que acechaban en la oscuridad… Y los latidos…
sintió latidos como los de un enorme corazón que estremecía las
¿paredes? Algo que aprisionaba a esa visión de pesadilla. Algo que
podría romperse y…
Dolor.
Muy por debajo de esas emociones primitivas, pudo sentir el dolor.
Y entonces la frase tuvo sentido para él.
—Déjame hablarte de mí y entenderás lo que significa el no-ser —
murmuró.
—¿Está seguro de que se encuentra bien? —preguntó la preocupada
joven, mirándolo como si estuviera demente. Y quizá eso parecía:
estaba pálido, sin aliento, la nariz le sangraba y aún sostenía, con mano
crispada, el abrigo del Hombre de Negro.
Pero antes de que pudiera responder, una detonación y un agudo
grito los paralizó, porque sólo podía ser el grito de dolor de alguien a
punto de perder la vida. Y cuando el grito cesó, tuvieron la certeza de
que el desgraciado que había gritado ya no se encontraba en este
mundo.
Corrieron hacia un extremo del parque, donde varias personas
habían acudido también y rodeaban un bulto oscuro. Cuando John se
aproximó, abriéndose paso entre la multitud, ahogó una exclamación al
reconocer el traje azul del hombre nervioso que había visto momentos
antes y que ahora se hallaba en el piso, con una pistola aún humeante
en la mano derecha y los ojos sin vida mirando al cielo.
—¡Dios mío! —gimió y se arrodilló junto al hombre.
—No debe tocar nada, la policía está en camino —dijo un hombre
joven, con gafas y vestido con un largo abrigo gris.
John no le hizo caso, necesitaba saber. Un impulso irresistible lo
hizo tocar el brazo del muerto y apenas lo hizo, sintió que lo rodeaba la
oscuridad y se mordió los labios para no gritar.
Se apartó con dificultad del cuerpo, sintiéndose mareado. Algunas
personas lo miraron y el hombre del abrigo intentó acercarse, pero los
rechazó y retrocedió.
—Estoy bien, gracias.

Capítulo 6: Hombre o demonio 70


Hellson 1: Sinergia

Tambaleándose, se apartó del lugar. La policía había llegado y


también algunos periodistas. El hombre del abrigo miraba a John con
insistencia, aunque se mantuvo lejos de él.
Su mirada lo ponía nervioso. Era como si lo estuviera estudiando,
evaluándolo silenciosamente. Sus ojos eran inquietos, usaba gafas
redondas, era bajito y delgado, con el cabello negro despeinado. Un
hombre frágil, pero John adivinaba en él una gran determinación. Y no
le gustaba ser examinado así.
Tratando de calmarse, ahuyentó de su mente todo pensamiento
sobre lo que había visto cuando tocó al hombre muerto. Necesitaba
calmarse y salir de allí. Necesitaba…
—¿John?
—¡Martin!
John no lo pensó demasiado y se aferró al brazo del francés,
tratando de huir de esa mirada escrutadora que lo perseguía.
—¿Qué pasó?
En breves palabras, refirió su aventura con el Hombre de Negro y el
hallazgo del cuerpo del suicida.
—Ese hombre no se mató por sí solo, Martin. El Hombre de Negro
lo ayudó… Yo vi algo… no quiero hablar de eso aquí, estoy nervioso.
Por favor, vámonos.
Pero Martin miraba en dirección al hombre del abrigo.
—Espera, quiero que conozcas a alguien. ¡Kurt!
El hombre se acercó, sonriendo, y John tuvo genuinos deseos de
partirle la cara. En lugar de ello, se separó de Martin.
—Mucho gusto.
—Hola, John. Tenía muchos deseos de conocerte —dijo Kurt,
tendiéndole la mano—. Siento haberte mirado de ese modo,
sospechaba que podías ser tú, por lo que Martin me había contado,
pero no estaba seguro.
John extendió su mano, dudando.
—Oh, no te preocupes. No verás nada raro, mi vida es muy
monótona a veces —dijo Kurt.
Se estrecharon las manos y John suspiró aliviado al no sentir nada.
Habían sido demasiadas visiones por esa noche.

Capítulo 6: Hombre o demonio 71


Hellson 1: Sinergia

—En verdad tenía muchos deseos de conocerte —le dijo


sinceramente a Kurt.
La policía estaba acordonando la zona, de modo que decidieron
retirarse.
—Podemos ir a mi apartamento, está cerca, y podrás conocer a
Alain.

4
Mientras subían por el ascensor, John se sorprendió al notar que toda la
incomodidad inicial que había sentido ante el escrutinio que Kurt le
hizo, había sido reemplazada por una corriente de simpatía, y al
parecer, era mutua.
Kurt no paraba de hablar.
—Mi apartamento es pequeño y todo está en un espantoso
desorden. Martin tiene la culpa, nos hace trabajar todo el día y Alain
no puede hacer mucho esfuerzo por ordenar. Pero es confortable y
siempre hay un buen café.
Martin sonreía sin decir palabra y John se preguntó cómo sería
Alain.
Kurt abrió la puerta.
—Mi amor, ya estoy aquí.
—Te tardaste —respondió una profunda voz, cargada de
sensualidad y entonces John vio a Alain acercarse en una silla de
ruedas—. Hola, Martin y… ¿John?
—Adivinaste. John, te presento a Alain, mi novio.
Repuesto de su sorpresa, John saludó a Alain dándole la mano.
—Te dije que estos dos eran algo peculiares —repuso Martin,
saludando a su vez a su asistente.
Se acomodaron en la pequeña salita, mientras Kurt iba por café.
John se sorprendió al ver tantas revistas acomodadas en montones
sobre la alfombra del piso. Había revistas de electrónica, computación
y de misterios por cantidades iguales.
—Las de computación son de Kurt, las otras son mías —explicó
Alain—. Martin, encontramos algo más sobre el medallón, lo enviamos

Capítulo 6: Hombre o demonio 72


Hellson 1: Sinergia

a tu correo electrónico. El Círculo anda tras él. Además, llegó un caso


nuevo, en Sudamérica. Pero estamos esperando a reunir mayor
información. Los del Círculo también estuvieron merodeando en
Zurich y Aristide partió hacia allá esta mañana.
Martin y Alain discutieron esta información por un momento. John
aprovechó para estudiar un poco más a su interlocutor.
Alain era guapísimo, una especie de dios nórdico confinado a una
silla de ruedas. Sus cabellos eran rubios y largos, y los llevaba atados
en una coleta. Sus ojos eran casi tan azules como los de Martin. La
mirada de John se dirigió hacia sus piernas inmóviles, cubiertas por
una manta a cuadritos.
—Alain tuvo un accidente de coche —dijo Kurt, que acababa de
volver con una bandeja con café y galletas que acomodó en la mesita.
Se sentó en un cojín que había en el suelo y le alcanzó a Alain una
taza, sonriéndole con ternura.
—Estoy así desde hace casi tres años —dijo el rubio—. No es tan
malo, sólo en invierno me molesta un poco. Pero Kurt cuida bien de
mí.
—Ellos dos son el cerebro de Hellson Unlimited—dijo
orgullosamente Martin—, se encargan de todo y jamás me han fallado.
Terminaron quedándose a cenar, y en el pequeño apartamentito de
Kurt y Alain, John olvidó por fin las visiones. No se sentía en absoluto
incómodo con las muestras de cariño que ambos se prodigaban y supo
así que Alain y Kurt eran compañeros del colegio, pero jamás se
habían hablado, hasta encontrarse después en la universidad. Se habían
hecho amigos, pero fue en el último año en que el guapo y exitoso
Alain reparó por fin en el joven flacucho y sin gracia que lo miraba con
devoción. Y después de eso, tuvo el accidente.
—Todos me abandonaron, excepto él —dijo Alain, tomando la
mano de Kurt y besándole la punta de los dedos—, así pude saber a
quién le importo de verdad.
—Y yo soy completamente feliz a su lado. —Kurt sonrió y todo su
rostro se iluminó—. Alain es la persona más importante para mí.
—¿Cómo conocieron a Martin? —quiso saber John.
—Kurt trabajaba para el Círculo. Nos conocimos en un caso, él los
abandonó y se vino conmigo —respondió Martin.
—Y traje a Alain. Somos ingenieros. Yo soy informático, como

Capítulo 6: Hombre o demonio 73


Hellson 1: Sinergia

habrás podido notar. Alain es electrónico.


John se sentía muy a gusto con ellos y le dio pena despedirse, pero
lo invitaron a visitarlos cuando quisiera, el apartamento quedaba cerca
de la casa de Martin.
Cuando bajaban en el ascensor, comentó, sonriendo:
—Ya entiendo por qué no le gustan a Michelle. A mí me agradaron
mucho.
—Y tú les agradaste a ellos. No les gusta relacionarse con extraños,
pero a ti te recibieron como a un amigo.
El regreso a casa fue tranquilo, ambos caminaban en silencio,
sumidos en sus pensamientos. Cuando entraron, Martin le sujetó
suavemente el hombro.
—¿Podemos hablar de lo que viste o esperamos a mañana?

5
—Cuando lo toqué sólo vi oscuridad. Había una oscuridad completa,
pero sentí un sonido, como el retumbar de un corazón gigante. Y de
pronto, hubo una luz cegadora. Había algo en ella, algo vivo, pero
estaba formado por una especie de cristales y carne escamosa, de la
cual brotaban tentáculos. Uno de sus ojos me miró. Fue allí cuando me
desmayé.
—¿No viste nada más? ¿No sentiste nada?
—Sentí dolor. En medio del odio primitivo de la criatura, sentí
dolor. El dolor de un hombre. El dolor del Hombre de Negro…
Martin lo miró con gravedad y lentamente lo rodeó con sus brazos y
le quitó el medallón que aún estaba en su cuello.
—Si los del Círculo buscan esto, será mejor que lo ponga a buen
recaudo —dijo con un susurro. Guardó el medallón y se sentó en el
sofá, junto a John—. No sé qué es lo que viste, probablemente algo que
está en la mente de ese hombre y lo atormenta. No puedo decirte si era
real…
—¡Martin, eso era «no-ser»! ¡Pude sentirlo! Eso es la razón de esa
frase.
—No —replicó Martin.

Capítulo 6: Hombre o demonio 74


Hellson 1: Sinergia

—¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿Sabes acaso algo que yo no sé?
Y aún no te he contado la segunda visión, la del suicida —repuso John,
desafiante—. Yo también necesito saber.
Martin suspiró y lo tomó del hombro. Entonces, lentamente, acercó
su rostro al rostro de John, sin dejar de mirarlo a los ojos.
Y lo besó.
Fue un beso suave, un roce en los labios, una caricia en la mejilla.
Nada más.
—Te lo diré cuando averigüe un poco más —prometió—, por
favor, confía en mí.
John suspiró. El beso había sido demasiado breve, pero era algo. Y
sintió una enorme nostalgia.
—Cuando me acerqué a ese hombre tuve una visión de algo que
abandonaba su cuerpo. Parecía una mariposa brillante. Voló como
atraída por algo, y fue hacia el Hombre de Negro. Entró por su boca…
Fue horrible… sus ojos brillaron con la misma luz cegadora de la
criatura.
El rostro de Martin se llenó de gravedad.
—Viste su alma, John —susurró, consternado—. El alma del
suicida alimentó al Hombre de Negro. Algunos demonios lo hacen…
—¡No es un demonio, es un hombre! —exclamó John—. No sé
porque lo hace, pero es un hombre…
Martin lo abrazó y comenzó a darle pequeños besos en las sienes,
pero John lo rechazó.
—¿Por qué haces esto? Es obvio que no te gusto… estás rodeado de
chicas que se desviven por ti.
—John, esto no es fácil para mí. Nunca me gustaron los hombres…
—¡A mí tampoco! No hasta que tuve esa estúpida visión donde nos
besábamos. Y NO tienes que hacerlo si no quieres —dijo antes de que
Martin pudiera hablar—. No soy tan ingenuo como para no darme
cuenta. Y tampoco es el fin del mundo. —Se puso de pie—. Será mejor
que me vaya a descansar, esta noche ha sido muy extraña.
John avanzó, resuelto, hacia la puerta.
—Espera, por favor —pidió Martin, acercándose—. Tienes razón.
Hay cosas que deben ser explicadas. Permíteme hacerlo, John. Por

Capítulo 6: Hombre o demonio 75


Hellson 1: Sinergia

favor —volvió a suplicar.


John se dejó conducir hacia el estudio y Martin encendió el
computador. Entró a su sistema Knowledgeware y tecleó rápidamente
varios códigos. La pantalla se llenó con un título: «Caso John Storm.
Cote-Saint-Luc, Canadá».
—Te abrí un expediente la noche que tuviste la visión y me dijiste
esa extraña frase. He ido añadiendo cada cosa extraña que te ocurría,
tus visiones, lo que pude averiguar sobre ti. Ahora voy a añadir nuestra
última charla.
John observó cómo Martin editaba el archivo que extrajo de una
grabadora portátil, dejando únicamente sus declaraciones respecto a las
dos visiones que tuvo, y las añadía al expediente. No estaba molesto
por esa violación a la privacidad, su sorpresa era demasiada como para
molestarse.
—Voy a enviarle estos datos a Kurt, necesito que los investigue por
mí —dijo Martin, preparando un mensaje electrónico que envió—. Y
ahora, John, debo mostrarte la razón de la existencia de este expediente
con tu nombre y el motivo por el cual no creo que esa frase se
relacione con el Hombre de Negro.

6
Se dirigieron al edificio del jardín y a John no le extrañó que ese lugar
fuera de algún modo la razón del misterio. Martin abrió la puerta e
introdujo los códigos de seguridad. Una cámara los filmó mientras
bajaban varios peldaños de cemento, hasta llegar a una puerta de hierro
protegida por similares códigos de seguridad.
Una vez que traspasaron la puerta, John se encontró con una
estancia moderna y acogedora, un salón comedor, varias estanterías
llenas de volúmenes y un enorme televisor de vista panorámica. Pero
lo que más le llamó la atención fue la persona que estaba sentada frente
al televisor, vestida tan sólo con una amplia bata azul.
—¿Jenny? —dijo John en voz baja, pero Martin negó con la cabeza.
—John, ella es Janie, la hermana gemela de Jenny —explicó
Martin—. Hola, preciosa, ¿cómo has estado?
—Aaaaaaa —fue todo lo que dijo Janie, pero se acercó a Martin y
le echó los brazos al cuello.

Capítulo 6: Hombre o demonio 76


Hellson 1: Sinergia

—Janie no habla, al igual que su hermana —dijo suavemente


Martin—; es de nacimiento, pero saben hacerse entender y tú les
agradas.
—Hola —saludó John y la chica le sonrió. Tenía rasgos latinos y
era muy bella.
—Eeeeee —dijo una voz y John se estremeció. A su lado estaba
Jenny, completamente desnuda.
Las dos hermanas comenzaron a reír.
—Jenny, cariño, será mejor que te pongas esto —dijo Martin,
alcanzándole una bata igual a la de su hermana pero de color verde.
La chica obedeció, riendo bajito. Ella y su hermana rodearon a
John, estudiándolo cuidadosamente. El canadiense sonreía, sin saber
qué hacer exactamente.
—Son muy curiosas —dijo Martin—, no acostumbran a recibir
visitas.
—¿Tú las tienes encerradas aquí? —exclamó de pronto John,
vislumbrando la vida de las gemelas, confinadas a esa prisión—. ¿Por
qué?
—No están encerradas, eso sería imposible —repuso Martin, con
esa mirada que auguraba revelaciones desagradables—. Ellas
permanecen aquí porque así lo desean. Los mecanismos de seguridad
son para protegerlas, no para impedir que salgan. Este es su refugio y
ellas lo saben.
—Pero… —La protesta de John murió en sus labios. Janie acababa
de aparecer junto al televisor, dejando la bata azul tirada en el suelo.
Su hermana la imitó, dejando un montoncito verde a los pies de
John.
—¡Dios mío!
—Cuando te dije que Jenny no era un fantasma, no te mentía. Ella y
su hermana pueden teleportarse, pero cuando lo hacen no pueden llevar
ropa. No me preguntes cómo ni por qué, es algo que aún no descubro.
—Pero… ellas…
Las gemelas se tomaron de la mano y desaparecieron, como
confirmando lo que John se negaba a aceptar. Éste sacudió la cabeza.
Acababa de presenciar algo increíble, pero aún no alcanzaba a entender
cuál era la relación que podía tener con él.

Capítulo 6: Hombre o demonio 77


Hellson 1: Sinergia

—John, sígueme —pidió Martin—. La razón por la que te traje no


son las gemelas, es la persona a quien ellas cuidan.
Entraron a una estancia más pequeña pero igualmente confortable.
Había pocos muebles, un televisor y una amplia cama. Sentado en una
silla, John vio a un hombre.
No tendría más de cincuenta años y su cabello estaba veteado de
gris. El hombre se abrazaba a sí mismo y se mecía lentamente. Pero lo
que llamó completamente la atención de John fueron sus ojos
inexpresivos y su total indiferencia ante la inesperada visita.
Jenny y Janie aparecieron a su lado, como protegiéndolo, pero él no
se movió.
—John, te presento a André Fauvel, brillante físico e investigador
de la aceleración de partículas para lograr la teleportación. Ahora es
autista y nadie sabe cómo llegó a ese estado. Él es la razón por la que
estás aquí.

Capítulo 6: Hombre o demonio 78


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 7: André

La simbiosis existe en la naturaleza desde los tiempos


más remotos como un medio más de supervivencia.
Es sorprendente el modo en el que las especies de adaptan,
maximizando sus fortalezas y minimizando sus debilidades
para hacerle frente a un entorno hostil.

Martin Hellson — Un grito a lo desconocido, 1998

1
John examinó al hombre, que seguía meciéndose sin darles la menor
importancia.
—¿Él? ¿Por qué? No lo entiendo... —murmuró, dirigiéndose a
Martin.
—Es curioso —dijo éste con voz suave—, he traído algunas
personas a verlo, pero él siempre reaccionó violentamente ante su
presencia. Contigo no ocurre así. Vamos, John, acércate un poco.
Martin avanzó y palmeó la espalda del científico.
—Buenas noches, André. Espero que te sientas bien. —Hizo una
seña a John para que se acercara más—. Quiero que conozcas a
alguien. Él es John Storm y trabaja conmigo —dijo mirando al físico,
que siguió tan inexpresivo como antes.
«Toma su mano.»
John alzó la mirada, confundido.
«Toma su mano», volvieron a decir los ojos de Martin, tan
claramente como si lo hubiera dicho en voz alta.
Y obedeció.
Lentamente, se acercó al científico y tomó su mano, conteniendo el
aliento, esperando la descarga y la visión y rogando para que no fuera
algo aterrador como lo que había visto con el Hombre de Negro.
Pero no ocurrió nada. O no pareció ocurrir...
John sintió la calidez de la palma que estrechaba y tuvo una visión
fugaz de un rostro sonriente y ojos afables. Y entonces empezó a
hablar, sin darse cuenta realmente de lo que decía:

Capítulo 7: André 79
Hellson 1: Sinergia

—Está feliz de que hayas venido, Martin. También siente un poco


de frío y se sentiría mejor junto a la chimenea.
—¿Perdón? —El francés lo miró con ojos asombrados.
—Yo... —murmuró John, soltando la mano de André, que siguió
como si nada hubiera pasado—. Creo que él preferiría eso. Lo sentí de
algún modo... Pero no fue una visión, creo. No sé lo que fue —admitió.
Entonces, silenciosamente, las gemelas ayudaron al científico a
salir de la estancia, para sentarlo frente a la chimenea, con una manta
sobre las rodillas.
—Sí, así está mucho mejor —dijo John, aún un poco incómodo —,
vamos, Martin... creo que André prefiere descansar.
Salieron y cuando Martin se volvió a mirar a las gemelas, vio un
brillo travieso en sus ojos, pero lo que más le extrañó fue la expresión
de paz del rostro de André, como si al fin hubiera encontrado algo que
venía buscando desde hacía mucho.

2
—Aún no me dices qué tengo que ver yo con André —dijo John
apenas pusieron un pie en el estudio de Martin.
Su interlocutor lo miró extrañado por la familiaridad que parecía
sentir hacia el científico. Se sentaron nuevamente ante el computador y
Martin comenzó a relatar la historia.
—André y yo éramos muy amigos. Él era un científico brillante,
candidato al premio Nobel por sus investigaciones sobre aceleración de
partículas. Experimentaba con ellos en un laboratorio privado en el
sótano de su casa. Un buen día hubo una extraña explosión en el
laboratorio y encontraron a André meciéndose en un rincón, convertido
en autista. El escándalo se desató cuando encontraron en las
instalaciones a dos adolescentes desnudas, incapaces de explicar lo que
hacían allí.
Martin pasó varios recortes de periódico escaneados por la pantalla
y se detuvo en uno que mostraba a Fauvel antes del accidente. El
sonriente y confiado científico no se parecía en nada a la persona en el
que se había convertido ahora.
—Como yo era amigo de la familia, los ayudé para que internaran a
las chicas en un orfanato. Me pareció que eso era lo más correcto,

Capítulo 7: André 80
Hellson 1: Sinergia

aunque fue terrible para ellas. A él lo internaron en una clínica. Las


computadoras y el equipo del laboratorio se dañaron en la explosión,
pero quedaron algunos apuntes que se encontraban en el escritorio de
André. Su esposa me dejó esos documentos, no quería saber nada más
del escándalo.
Martin le enseñó una foto de un edificio cuyas paredes
ennegrecidas mostraban un agujero enorme y humeante.
—Fue la explosión más extraña que he visto. Finalmente, se
silenció el asunto y se trató de olvidar. Pero yo no olvidé. Revisé los
apuntes de André, uno por uno, y con ayuda de Kurt, pude reconstruir
una extraña historia: Hace catorce años, André viajó a Sudamérica y
volvió con dos pequeñas de cuatro años. Literalmente, se las compró a
su madre. Las bautizó como Jenny y Janie, al igual que dos muñecas
que tenían sus hijas. Sin embargo, su familia nunca lo supo. Encerró a
las pequeñas en el laboratorio e hizo con ellas experimentos cuya
completa naturaleza ignoro. Las gemelas no hablan y por las notas,
deduzco que jamás lo hicieron. También fueron esterilizadas y no son
vírgenes. Y pueden teleportarse. Pero lo más sorprendente de todo esto
es que adoran absolutamente a André.
—¿Cómo es posible? —John estaba horrorizado—. Él las
secuestró, las encerró, las... Oh... no quiero ni pensarlo...
—Ya las has visto. Ellas lo aman, se preocupan por atenderlo, por
cuidarlo. Déjame terminar.... Al parecer estuvieron siempre en el
laboratorio, no conocían otro lugar que ese, y al salir de allí y no ver a
André, enfermaron. En el orfanato dejaron de comer y cayeron en una
depresión tan grande que todos pensaron que morirían. Lo mismo le
ocurrió a André. Estaba en la clínica, pero se ponía violento, no comía
y no respondía a ningún tratamiento. Gracias a la influencia de la
familia, logré sacar a las gemelas del orfanato y traerlas aquí. Como
quizá habrás notado, tienen marcadas predilecciones hacia algunas
personas; además, son absolutamente indiferentes con quien no les
agrada. Afortunadamente, les agradé.
—No lo dudo —bufó John—. ¿Por qué las tienes aquí?
—Espera... La familia de André me dio un poder para hacerme
cargo de él y lo traje también. Todo se resolvió entonces con Jenny y
Janie, aunque André no mejoró su estado, pero volvió a comer y ellas
empezaron a cuidar de él. Sólo permite que ellas lo atiendan y ellas
sólo desean atenderlo. Es una simbiosis extraña, hasta podría decir que
son felices, ¿has visto cómo lo miran?. Desde luego que no están

Capítulo 7: André 81
Hellson 1: Sinergia

prisioneras, ellas son libres para ir adónde quieran... Pero nunca


quisieron hacerlo. Viven aquí desde hace dos años, tienen dieciocho
ahora.
—No puedo creerlo —susurró John—. Pero... ¿no has hecho nada
para ayudarlas?
—Claro que sí. Los médicos no sirvieron de nada; traje también
algunos videntes y gente con poderes telepáticos, pero André se ponía
tan violento que todos tuvieron que alejarse. Entonces, una noche, hace
algunos meses, luego de recibir una visita que lo perturbó muchísimo,
tomó un papel y un lápiz y escribió la misma frase que tú dijiste.
—Pero... ¿cómo pudo ser?
—No lo sé, John. Fue como si despertara de pronto y concentrara
toda su energía en escribir eso. Luego, volvió a apagarse
completamente. Cuando te conocí, no pensé que tuvieras relación con
André... Creía que podrías ayudarme con el secreto del Círculo.
Cuando dijiste la frase, dudé si la habías sacado de mi propia mente o
de otro lugar... y aún no estoy seguro, pero fue por eso que te abrí el
expediente.
John sacudió la cabeza varias veces...
—Esto es tan extraño… ¿Por qué están encerrados? Si su familia te
lo cedió, ¿qué hacen en ese edificio del jardín? ¿Por qué no están aquí,
en la casa?
—El Círculo —dijo llanamente Martin—. Han oído rumores y
están interesados en André y las gemelas. No estoy dispuesto a
permitir que se los lleven. Han tratado de localizarlos, pero no saben
que están aquí. Los muchachos y yo les hemos hecho creer que se
encuentran en el extranjero y que constantemente los trasladamos de
un lugar a otro. Kurt y Alain diseñaron un algoritmo de comunicación
que hace nuestros mensajes por Internet seguros y de ese modo los
hemos despistado. Incluso así, no quiero correr riesgos. Por eso la
seguridad en la casa, por eso las precauciones. Los protejo del Círculo.
Cuando yo no estoy, los muchachos se encargan.
—Ya veo. —John se levantó y comenzó a pasear, nervioso, por el
estudio—. Yo no sé qué decir… Es una historia increíble. Si alguien
me la hubiera contado hace un mes, me habría reído en su cara. —Se
detuvo y miró a Martin—. De modo que primero fui «La clave del
secreto del Círculo» y ahora soy «La clave del misterio del científico
autista». ¿Dónde está el verdadero John, el ser humano? ¿Soy para ti
una maldita clave de misterios? ¿Qué hay de nosotros?

Capítulo 7: André 82
Hellson 1: Sinergia

—John, no lo sé —respondió Martin y se acercó a él—. Créeme


que no lo sé. Se suponía que no podía haber un nosotros… Soy
heterosexual, siempre lo he sido. —John hizo una mueca y se alejó,
pero Martin lo sujetó del brazo—. Me atraes. Maldita sea, me atraes…
pero las cosas están ya bastante complicadas. Y no soy Kurt ni Alain…
sólo dejémoslo así.
—Por supuesto —dijo John, soltándose—. Es tarde, me voy a
descansar.
—John, estoy siendo sincero contigo….
—Y lo aprecio. Buenas noches.
La puerta se cerró detrás de John y Martin se volvió a sentar,
completamente derrotado.

3
—Sí, desde luego que sabíamos de tu expediente —dijo Alain, dándole
un sorbo a su café—. También conocemos a Fauvel, sin embargo, no
tolera nuestra presencia. Y tampoco ellas.
—No… quizá eligieron un mal momento… ellos…
Alain sonrió, haciendo su rostro aún más atractivo. Estaban solos en
el apartamentito, luego de que John apareciera temprano en la mañana,
para buscar el abrigo del Hombre de Negro, que había olvidado el día
anterior.
—Está bien, John. No tienes que justificarlos. —Giró un poco la
silla y avanzó hacia la ventana—. Debe ser instintivo, como dice
Martin. Y de algún modo ellos están conectados a ti. Por lo que sé, eres
el único, además de Martin, en poder permanecer allí sin perturbarlos.
—No lo entiendo. Es decir, Martin es el amigo de André, supongo
que por eso lo tolera, pero yo soy un perfecto desconocido, lo único
que tenemos en común es esa estúpida frase y…
Alain le tomó suavemente la mano.
—Cherié, ustedes tienen algo más en común. Tienen a Martin.
—No… no y no —exclamó John, apartándose—. Yo soy sólo un
caso, un maldito misterio que investigar… es lo que soy para él.
—Y una mierda —exclamó Alain—. Tú le gustas a Martin y sé de
lo que hablo…

Capítulo 7: André 83
Hellson 1: Sinergia

—No, no lo sabes —protestó John—. Escucha, no quiero ser


descortés, pero… yo no soy gay, sólo tuve esa visión, un par de besos
con Martin y nada más.
—Tres besos —corrigió Alain demostrando que estaba bien
informado sobre el asunto.
—Está bien, tres. Pero ese no es el punto… el punto es que… yo…
yo no soy…
—¿No eres un jodido marica?
—No lo diría de ese modo, pero básicamente es la idea.
Entonces, Alain se echó a reír.
—¿Por qué viniste, John? —preguntó después de un momento —.
No creo que haya sido solo a recuperar el abrigo que dejaste anoche,
porque estabas más preocupado por salir junto a Martin que por tu
trofeo de guerra.
—¡No es cierto!
—Sí que lo es. —Alain alzó el abrigo y se lo arrojó en la cara,
riendo aún—. Viniste a hablar de Martin —concluyó—. El problema
de ustedes, los heteros, es que quieren verlo todo blanco o negro. El
mundo está lleno de matices de gris, Johnny Storm. Yo salí con
hombres y mujeres e hice lo que tenía que hacer. Nunca me preocupé
si se vería raro o no, simplemente lo viví conforme iba llegando. Si
eres hetero y te gusta un hombre, no veo el problema…
—¿Qué le estás haciendo a John, amor? —susurró una voz a sus
espaldas y John le agradeció en el alma a Kurt por haber aparecido en
ese momento. El recién llegado vestía ropa deportiva y traía una bolsa
de pan.
—Sólo hablábamos… —empezó John.
—De Martin —completó un radiante Alain.
—Aaah, ¿ya ocurrió? —preguntó Kurt, sonriendo y sentándose
junto a John en la mesita de la cocina—. Hola, Johnny.
—Hola, ¿qué ocurrió? —cuestionó John.
Alain hizo señas con los ojos a Kurt y ambos se echaron a reír.
—Ya veo —murmuró Kurt—. Pensé que anoche…
—Martin le contó lo de Fauvel —dijo Alain.

Capítulo 7: André 84
Hellson 1: Sinergia

—¿Lo viste?
—Más que verlo, lo tocó y sintió lo que él sentía —volvió a decir
Alain.
—Oh… eso es nuevo… ¿y las chicas?
—No le hicieron el escándalo que nos hicieron a nosotros. John es
de los suyos, como Martin —volvió a responder Alain.
—Oigan, esperen… ¿qué es todo esto? —protestó el canadiense—
¿Por qué todos hablan de mí?
Kurt le palmeó afectuosamente la espalda y luego de cruzar una
mirada risueña con Alain, respondió:
—Lo siento, Johnny. Pensábamos que ustedes dos se entenderían
anoche… Creo que fallamos en el cálculo, ¿verdad, amor?
—John dice que no quiere —replicó Alain, divertido—. No le
gustan los hombres, ni siquiera le gusta Martin.
Kurt lo miró francamente sorprendido.
—¿No? Es una lástima…
—¿Por qué es una lástima? ¿Qué demonios tiene Martin que yo no
sepa?
—Martin debe ser el mejor polvo de la historia —dijo
tranquilamente Alain y Kurt corroboró, asintiendo triunfal.
—Oh, Dios mío… par de locos…
Las risas acallaron las protestas de John y pronto éste se unió a
ellas.

4
—¿Dónde estuviste? —preguntó Martin apenas abrió la puerta de la
casa. Eran más de las tres de la tarde.
—Fui a ver a Kurt y Alain —respondió John, entrando a la casa
como si nada—. Almorcé con ellos. Voy a leer un poco.
Martin lo miró subir las escaleras y se dirigió al comedor, donde la
mesa estaba puesta para dos personas. Maldiciendo, se sentó y se
dispuso a comer solo. Había estado esperando a John con un platillo
especial que en ese momento le supo espantoso, la mesa estaba

Capítulo 7: André 85
Hellson 1: Sinergia

arreglada con flores y detalles y tenía un aire romántico que hubiera


desconcertado a quien conociera a Martin Hellson.
Cuando casi finalizaba de comer, sonó su celular.
—¿Michelle? Lo siento, querida. No llamé porque estuve ocupado.
Voy enseguida.
Se levantó y subió rápidamente las escaleras, para llamar a la puerta
de John.
—Voy a salir, volveré tarde. Kurt y Alain enviarán algunos
archivos hoy por la noche. Necesito que los revises para mañana —dijo
ante la puerta cerrada y retrocedió para marcharse.
—¿Puedo ver a André? —preguntó John, abriendo la puerta
velozmente.
—¿André? Pues… —Martin dudó un momento, luego asintió—.
Está bien. Pero, por favor, retírate si se pone violento. Vamos a
programar los códigos que te permitirán entrar cuando lo desees.
Después de todo un ritual en el que los datos biométricos de John
fueron introducidos al sistema de seguridad, Martin le dio las claves y
le dijo que tuviera cuidado.
—¿Adónde vas? —quiso saber John.
—A ver a Michelle.

5
John cavilaba recostado en su cama. Había pasado toda la tarde con
André y las gemelas, como si los conociera de toda la vida. Y cada vez
que tocaba al científico, sentía un cúmulo de cosas en el cerebro, como
si las sensaciones de André le fueran transmitidas al tener ese contacto.
Pero sentía que había algo más… algo que aparentemente Jenny y
Janie sabían también, porque ellas eran quienes lo alentaban a tomar
las manos de André, cuestionándolo luego con la mirada.
De ese modo, había sentido el enorme deseo de André de ver el sol,
la opresión que sentía al estar día a día en esa cárcel dorada, porque
para John, más que un refugio, se trataba de una cárcel.
Sólo el saber que André y las chicas eran buscados por el Círculo lo
contuvo de abrir la prisión y sacar al hombre al jardín, pero al
despedirse, sintió más que nunca que el científico deseaba transmitirle

Capítulo 7: André 86
Hellson 1: Sinergia

algo, y ese algo le estaba vedado. De algún extraño modo, su poder no


funcionaba con André como con las otras personas. No tenía visiones,
tan sólo percibía sensaciones.
Y eso lo desconcertaba.
Después de dar dos vueltas más en la cama, se levantó para ir a la
cocina y servirse algo. Cuando pasó por el comedor se quedó mirando
la mesa, aún servida, las flores, los detalles que Martin había
preparado.
—¿Qué quieres de mi, Martin Hellson? —susurró confundido y
lentamente empezó a levantar la mesa, dejándolo todo en su lugar.

6
Eran las once y entonces John se convenció de que Martin no volvería.
Con pasos cansados, volvió al estudio para revisar los archivos que
Kurt había enviado y se sorprendió mucho al ver que trataban sobre las
líneas de Nazca, en Perú. Estuvo leyendo hasta las dos de la mañana y
halló muchas cosas interesantes, incluyendo un informe completo
acerca de un tal José Gutiérrez, empresario peruano y coleccionista de
objetos extraños. Por lo que pudo ver, el hombre tenía varias piezas
valiosas en su casa, muchas de las cuales habían sido tomadas
clandestinamente de lugares arqueológicos en su país. Y al final del
informe, había una notita de Kurt:
El Círculo ha estado investigando a este hombre desde
hace tres años.

El Círculo… siempre el Círculo.


Si hubiera sido más temprano, habría llamado a Kurt para saber
cuál era el caso que Martin tenía entre manos, pero eran casi las tres.
Se acostó a las tres y media y durmió pésimo.

7
Al día siguiente, John bajó a la cocina a beber una taza de café, pero se
detuvo en seco al oír una voz familiar.
—Espera, Michelle.
La puerta del comedor se abrió y la rubia salió precipitadamente,
con el rostro sonrojado. Tras ella salió Martin, con el cabello

Capítulo 7: André 87
Hellson 1: Sinergia

desordenado y expresión de mala leche.


—No puedo creerlo —dijo Michelle mirando fijamente a John—, la
Bella Durmiente ha despertado. ¡Tenemos que estar en el aeropuerto
en dos horas!
—¿Tenemos? —preguntó John.
—Espera, Michelle, él aún no lo sabe —atajó Martin.
John los miró alternativamente, tratando de entender el enojo de
Michelle.
—Partiremos a Perú, John —explicó Martin—, haremos un
reportaje sobre las líneas de Nazca, para la revista de Michelle.
Apresúrate, tenemos poco tiempo.
Entonces John comprendió. Michelle estaba molesta por su causa,
no deseaba que él los acompañara. Pues bien, allá ella. Él iría.

8
—Iremos a acompañar a Michelle con el pretexto del reportaje —
explicó Martin mientras John echaba algunas cosas en su pequeña
maleta—, pero investigaremos la autenticidad de unas placas que José
Gutiérrez desea vender al Círculo.
Martin se acercó más a John y susurró.
—Nuestra verdadera misión, sin embargo, es averiguar todo lo
posible sobre la muerte de un turista francés, hace dos semanas, y
sobre el extraño comportamiento de su novia. La familia del difunto
me contrató para eso. Michelle no lo sabe.
John se mostró complacido con esa información y horas más tarde,
en el avión, hizo gala de sus conocimientos recientemente adquiridos,
sorprendiendo a Michelle con la precisión de varios detalles. Y
agradeció interiormente a Kurt y Alain por tan minucioso informe.
Viajaban con Luc, un camarógrafo de la revista, que se mostró muy
interesado en lo que John decía, de modo que el viaje fue mucho más
ameno. Martin prefirió sentarse en la fila que estaba detrás de ellos y se
la pasó dormitando.
Llegaron a Lima a las siete de la mañana, hora de Francia; sin
embargo, allí eran aún las doce de la noche.
Se dirigieron al hotel y John no se sorprendió al saber que Martin y

Capítulo 7: André 88
Hellson 1: Sinergia

Michelle compartirían la habitación. Se quedó dormido enseguida, los


vuelos intercontinentales le sentaban pésimo.
Lo que jamás supo fue que Martin estuvo de pie ante su puerta por
espacio de media hora, sin decidirse a llamar. Finalmente, con pasos
cansados, volvió a su propia habitación y a los brazos de Michelle.

Capítulo 7: André 89
Hellson 1: Sinergia

Capítulo 8: Chauchilla

Chauchilla, lugar maldito: El cementerio de Chauchilla


está ubicado a treinta kilómetros de la ciudad de Nazca,
en el departamento de Ica, en Perú. Es el único lugar
arqueológico peruano en el que las momias permanecen en
sus tumbas originales. Se dice que pesa sobre ellas un
maldición…

Knowledgeware 4654

1
El viaje por carretera a Ica, lugar donde se encuentran las Líneas de
Nazca, fue tranquilo y aburrido para John. Como Martin hablaba
español, no le fue difícil hacerse entender con la terramoza del bus que
los llevaba allí, y pronto entabló amena conversación con su
compañera de asiento.
Michelle se había sentado con Luc y John iba junto a un joven que
no entendía una palabra de inglés o de francés, y que parecía más
entretenido en su discman que en hablar, de modo que se quedó
dormitando las cuatro horas de viaje hasta que llegaron a la ciudad de
Ica. Luego cambiaron de transporte e hicieron otras dos horas hasta
Nazca. Eran las dos de la tarde cuando se bajaron por fin del bus.
—Descansaremos hoy y mañana partiremos temprano a las Líneas
de Nazca —dijo Martin y todos estuvieron de acuerdo. Se sentían
exhaustos.
Se registraron en el hotel y John se dio un largo baño en la enorme
bañera que había en su habitación. Estaba aún allí, con los ojos
cerrados, cuando sintió que algo le obstruía la luz.
Martin estaba junto a él, como si fuera lo más normal del mundo
entrar en las habitaciones sin llamar y colarse en el baño.
—¿Vas a estar mucho rato allí? Te arrugarás —dijo alegremente—.
Quiero que me acompañes al pueblo antes de que a Michelle se le
ocurra seguirnos.
Le tendió una toalla y John la tomó. Se sentía extraño, saliendo así,
desnudo, delante de Martin, luego de todo lo que había pasado. Dudó
antes de levantarse, pero su acompañante ni siquiera lo notó,

Capítulo 8: Chauchilla 90
Hellson 1: Sinergia

preocupado por revisar los mensajes de su celular.


John se vistió rápidamente, mientras Martin leía los mensajes de
Kurt. Luego salieron del hotel y se dirigieron al pequeño pueblo,
buscando el hospital.
Allí todos recordaban a la pareja de franceses que había ido,
semanas antes, a visitar las Líneas de Nazca. Y también recordaban la
espantosa muerte de Henri Mazolle y el lamentable estado en el que
había quedado Régine Daubreq, su novia.
El forense que revisó el cadáver se mantuvo en sus trece: muerte
por asfixia, aunque el cuerpo no presentaba señal alguna de violencia.
Martin le dio una generosa cantidad de dinero para que le diera
mayores detalles sobre el caso y pudo así obtener varias fotografías del
occiso.
—Dios mío, Martin —fue el gemido ahogado de John cuando las
vio—, este hombre murió de miedo…
—¿Es la impresión que te causa? —dijo Martin examinando
atentamente la fotografía. Los ojos sin vida de Henri parecían mirar un
horror sin nombre… un… ¿no-ser? No. Martin era pragmático ante
todo—. Pudo ser terror al saber que moriría y no podía hacer nada para
impedirlo. Quizá vio su propia muerte… a muchos les ocurre.
Luego de visitar el hotel donde estuvieron alojados los jóvenes, de
sobornar, de hablar con muchas personas y de leer los periódicos
locales, lograron reconstruir la historia.
Henri y Régine habían visitado las Líneas de Nazca el primer día
que llegaron, con un grupo de turistas que conocieron allí. Pero al día
siguiente, no salieron con ellos, sino que fueron en busca de un antiguo
cementerio pre-incaico llamado Chauchilla que, según les explicaron,
significa «Maldito».
La noche que volvieron de Chauchilla, ocurrió la tragedia.
Los empleados del hotel habían despertado con los gritos de terror
de Régine. Golpearon la puerta repetidas veces, pero nadie abrió.
Todos coincidían en decir que sólo la oyeron gritar a ella. Cuando
llegó el conserje con la llave maestra, era tarde. Henri yacía sobre la
cama, con una expresión del más puro terror pintada en el rostro.
Muerto. Régine gemía en un rincón, cubriéndose el rostro con las
manos.
Nadie pudo sacarle a la chica lo que había pasado. La llevaron al
hospital hasta que su familia fue a recogerla y todo lo que pudieron

Capítulo 8: Chauchilla 91
Hellson 1: Sinergia

hacer fue especular sobre la muerte del desgraciado joven.


Eso coincidía con lo que Martin sabía por la familia de Henri.
Régine había sido internada en una clínica mental, prohibiéndosele
terminantemente cualquier tipo de visita.
La versión comúnmente aceptada de la muerte de Henri, según los
pobladores, era el uso de alguna droga suministrada por Régine, quien
también la había usado, y cuya sobredosis causó la muerte del joven y
la locura de su novia.
Pero Martin creía que allí había mucho más.
—Yo no conozco ninguna droga que provoque esa clase de muerte
—le explicó a John en francés mientras salían del hotel—. No… Hay
algo más… ¡Cómo me hubiera gustado poder hablar con Régine en
París, o que te permitieran tocarla!
—¡Martin! —exclamó John—. Pobre chica, yo no podría hacer
eso… Además, no siempre funciona y lo sabes…
Al salir a la calle, Martín reparó en un hombre desdentado que los
miraba con curiosidad. Dejándose llevar por ese sexto sentido que
guiaba muchas de sus acciones, se acercó a él y le habló en español.
—Dice que puede llevarnos al Cementerio de Chauchilla —
cuchicheó al oído de John—. Será una experiencia interesante. Nunca
he estado allí… además, él llevó a los chicos.
—Pero… ¿Y Michelle? ¿Y el documental?
—El documental lo hará Michelle. Yo he estado muchas veces aquí
y he visitado las Líneas. De momento, no hay nada que me interese de
ellas.
Martin se decidió y contrató al hombre para recogerlo al día
siguiente, a primera hora.
—Y ahora, vamos a ganarnos los honorarios de El Círculo.
Tenemos que visitar a José Gutiérrez.

2
José Gutiérrez hablaba inglés y pasaron un agradable momento
observando su colección privada de huacos y reliquias incas. El
hombre era una fuente inagotable de conocimientos, y en muchas
ocasiones, contradijo a Martin en sus apreciaciones sobre las piezas

Capítulo 8: Chauchilla 92
Hellson 1: Sinergia

que analizaban. Se trataba de varias estatuillas que mostraban a


hombres con una especie de casco en la cabeza y llevando algo
rectangular en la espalda. José Gutiérrez estaba convencido de que
eran astronautas y no tardó en soltar la teoría de que los extraterrestres
habían visitado la tierra en tiempos remotos, manipulando
genéticamente al hombre para ser lo que ahora es. Y que en esos
tiempos, se paseaban por la tierra como si fueran dioses. De allí que los
hombres quisieran imitarlos y representarse a sí mismos en las
estatuillas con todo el equipo del astronauta.
Por la mirada de Martin, John dedujo que no compartía una palabra
de dicha teoría, aunque se mostró amable e interesado en revisar las
estatuillas.
—Sé que no me cree, doctor Hellson. No se preocupe, estoy
acostumbrado a ello —dijo el hombre, sonriendo—. Pero no es para
ver mis estatuas que usted está aquí. Les hablé a sus amigos sobre unas
placas de cobre. Acompáñeme a verlas, luego le diré cómo las obtuve.
Entraron en una estancia pequeña, pero John distinguió el brillo de
un sensor de movimiento y luego notó que se trataba de una especie de
caja fuerte gigante, hermética, y tuvo un sentimiento de pánico y
claustrofobia al imaginar lo que podría ocurrir si se quedaban
encerrados allí.
La estancia estaba llena de cajas de madera cerradas y Gutiérrez se
acercó a una de ellas.
—Hace algunos meses, trabé amistad con un coleccionista en
Ecuador. Él me habló de estas piezas y viajamos juntos hacia unas
cuevas subterráneas para obtenerlas. Lamentablemente, murió la
semana pasada y yo no sabría cómo llegar al lugar donde se encuentran
las otras piezas. Pero en mi primera visita, tomé algunas de éstas.
Gutiérrez le alargó a Martin una de las placas, de 1.20 metros por
60 centímetros. Era maciza, representaba una pirámide junto a cuyos
bordes había dos enormes serpientes. También había dos soles, dos
monstruos con aspecto de astronauta, dos animales con cuernos y
algunos círculos con puntos en ellos.
El francés examinó la pieza atentamente, tomó varias fotografías de
ella y luego pasó a revisar la siguiente. También representaba una
pirámide, con serpientes volando por el aire y a sus pies, dos elefantes.
Había también una extraña escritura bajo los dibujos. Las otras placas
mostraban cosas similares, siempre serpientes, pirámides, animales,
soles y círculos concéntricos.

Capítulo 8: Chauchilla 93
Hellson 1: Sinergia

Martin terminó de examinar las piezas, fotografiarlas y se levantó


por fin. Tenía una extraña expresión.
—Querido amigo, no pensará que vamos a creer que artistas
prehistóricos pudieron dibujar un elefante. Los elefantes no vivían en
América del Sur doce mil años antes de Cristo. Y estas pirámides no
son las construcciones habituales en esta región, donde se usan
pirámides escalonadas. Son pirámides como las egipcias y en
Sudamérica jamás se ha encontrado construcción así. Entregaré las
fotografías a nuestros comunes amigos, y procuraremos descifrar la
inscripción; pero desde ahora le digo que dudo mucho de la
autenticidad de estas piezas, así como de la misteriosa cueva
subterránea donde fueron halladas.
La visita terminó de modo tenso y John no se acertaba a explicar la
descortés actitud de su jefe. Cuando se despidieron, el canadiense
estrechó la mano de un ofendido José Gutiérrez y se tuvo que apoyar
en Martin para mitigar la intensidad de su visión.
—Es sólo un mareo —dijo, tratando de restarle importancia, y se
alejó de allí, del brazo de Martin.
Cuando doblaron la esquina, lejos de las miradas, Martin lo abrazó.
—¿Estás bien? ¿Qué fue lo que viste?
—Estabas provocándolo, ¿verdad? ¿Por qué? ¿Querías que
estuviera tan molesto como para transmitirme una visión?
—No, John. Quería que estuviera molesto para que hiciera algo
apresurado. —Martin hizo una señal y el Ejecutor emergió del jardín
de la casa vecina, donde había estado semioculto entre los árboles—.
Era para que Aristide tuviera trabajo.
Habló rápidamente con el Ejecutor, que se alejó luego de saludar a
John agitando la mano.
—Y ahora dime, ¿qué fue lo que viste? —repitió Martin, mientras
bajaban, aún del brazo, por una calle empedrada, hacia el hotel.
—Ese hombre decía la verdad —susurró John—. Vi la cueva que él
dijo… llena de objetos dorados. Y lo vi a él con otro hombre… —Se
detuvo, sujetando con firmeza el brazo de Martin—. Él estuvo allí,
Martin… no mintió.
—Lo sé —repuso Martin—. Apenas vi los grabados supe que eran
auténticos. Tengo otros similares en casa, provenientes de un lugar
llamado Quenqo, en la ciudad inca de Cusco. Sólo que los incas jamás

Capítulo 8: Chauchilla 94
Hellson 1: Sinergia

representaron serpientes en sus grabados. Y mucho menos elefantes.


—Entonces, ¿de dónde vienen?
—No lo sé —dijo Martin—, pero me viene a la mente algo que leí
en un grabado fenicio: «La serpiente tiene una velocidad que nadie
puede superar, a causa de su aliento. Puede tomar cualquier velocidad,
le gustan los espirales que describe en sus movimientos, su energía es
excepcional. Con su luz lo ha iluminado todo». Apenas vi los
grabados, recordé eso.
—Es absurdo —replicó John—. Las serpientes no hacen eso… al
menos no las ordinarias.
Volvieron pensativos al hotel, donde los esperaba Michelle, furiosa
porque habían dejado sin avisar. Pero Martin la consoló con la promesa
de una extraordinaria noche. John hizo una mueca y se fue a cenar con
Luc.

3
Martin los despertó a las seis de la mañana y le anunció a Michelle que
él y John irían al cementerio de Chauchilla. La radiante sonrisa de la
periodista se borró de inmediato, pero se rehizo cuando Martin le
prometió hacerle una reseña especial sobre el significado de las Líneas
de Nazca.
El hombre desdentado, que dijo llamarse Antonio Centeno, llegó a
bordo de un auto familiar1 blanco, con timón cambiado y un absurdo
CD colgando del espejo retrovisor a modo de adorno. Martin se sentó
junto al conductor y se dedicó a conversar con él en español, mientras
John trataba de entretenerse con el desértico paisaje.
Avanzaban traqueteando por la polvorienta carretera. Lo único que
se veía era arena y piedras, algunos cerros de baja altura y el sol
abrasándolo todo. El calor era sofocante a pesar de que las ventanillas
del auto estaban abiertas.

1 Un familiar es un tipo de carrocería utilizada en automóviles de turismo. En unos dos

volúmenes en el que la tapa del maletero es un portón que incluye el vidrio trasero, el
voladizo trasero es relativamente largo y el techo es alto en casi todo el largo del mismo.
El portón trasero se considera una puerta más. Existen varios sinónomos de familiar; la
mayoría son préstamos lingüísticos de otros idiomas, muchos de los cuales son utilizados
por fabricantes: break del francés, station wagon y estate del inglés, y tourer y combi del alemán.
Otros palabras del español son rubia, ranchera y rural.

Capítulo 8: Chauchilla 95
Hellson 1: Sinergia

Centeno se detuvo en medio del desierto y John fue el primero en


apearse. El viento le despeinó el cabello y un remolino de arenisca se
le metió en los ojos. Estaban en un paraje yermo y seco, como sólo son
los paisajes de la costa peruana. A lo lejos pudo ver un único árbol,
incongruente en el desolado paisaje. Martin se unió a él luego de
intercambiar algunas palabras solemnes con su guía.
—¿Qué dice? —quiso saber John.
—Que debemos estar de vuelta antes del anochecer. Que los
muertos son rápidos… —respondió Martin avanzando hacia el guía,
que se había adelantado a ellos.
Caminaron con dificultad por el suelo arenoso, donde poco a poco
iban apareciendo, esparcidas sin ningún orden, blancas calaveras y
otros restos óseos. Martin comenzó a filmarlos y el guía los condujo
hasta unas precarias construcciones madera de cuatro postes, cubiertas
por esteras, que protegían las tumbas del calor del desierto.
Eran cavidades descubiertas, de uno o dos metros de profundidad,
que contenían restos humanos, en los tradicionales fardos funerarios de
la cultura Nazca, aunque éstos eran aún más antiguos. Algunos habían
sido ordenados: las calaveras se agrupaban en las esquinas, los huesos
estaban juntos, las momias lo dominaban todo. El guía comenzó a
hablar rápidamente.
—Tienen mil quinientos años de antigüedad —tradujo Martin—,
pero algunos conservan la piel. Llevan el cabello largo porque los
Nazcas no dejaban que sus mujeres se los cortaran.
El guía cogió una de las calaveras esparcidas fuera de las tumbas y
la acercó a John, que rehusó tomarla. Martin la sopesó, observando
atentamente el cráneo blanqueado por el sol y por los siglos.
—¿Cómo pueden tener todo esto abandonado? Nadie custodia el
lugar —susurró John, escrutando en vano el interminable desierto.
Martin hizo la misma pregunta al guía y tradujo la respuesta a
John.
—Este lugar está maldito. No es necesario poner vigías. Los
muertos se cuidan ellos mismos.
La sobrecogedora atmósfera, llenó los sentidos de John, que
comenzó a caminar por el enorme osario, mirando las cuencas vacías
de las calaveras, los huesos blanquísimos, quemados por el sol del
desierto, la desolación, el abandono.

Capítulo 8: Chauchilla 96
Hellson 1: Sinergia

El sonido de un clic lo hizo levantar la vista. Martin acababa de


fotografiarlo en medio de una pila de cráneos.
—Acércate, John —invitó. Se encontraba en uno de los grupos de
tumbas.
El canadiense se acercó a una tumba, donde había una momia de
largos cabellos.
—La llaman «la Hechicera» —dijo Martin luego de hablar con el
guía—. Mira en su cuello…
John lanzó una exclamación de sorpresa.
En el cuello de la momia había un medallón, gastado por el tiempo,
medio cubierto de herrumbre, pero se podía apreciar en él una
serpiente, mirando hacia arriba, como si estuviera volando. Y John
pensó inmediatamente en la inscripción fenicia que le había dicho
Martin.
—Es extraordinario…
El francés saltó dentro de la tumba e hizo ademán de coger el
medallón.
—¡No! —gritó el guía, con el rostro pálido, señalando la momia.
Martin intercambió con él algunas frases y se encogió de hombros.
—Dice que quien se lleve algo de este lugar, morirá. —Ignorando
la advertencia, se adelantó.
—¡Martin, espera! —John, pálido, lo contemplaba desde arriba—.
Déjame tocarla… quién sabe si yo… —No se detuvo a explicar más y
saltó también dentro de la tumba. Arrodillado frente a la momia,
contempló con respeto sus cuencas vacías y tocó despacio el fardo
funerario que la cubría.
Instintivamente, se echó para atrás, respirando con dificultad.
—¿Pasa algo? —Martin lo miraba, expectante.
—Henri tomó el medallón —dijo con la voz ronca—, lo tomó de la
momia…
—¿Cómo puede ser?
—No lo sé…. Lo tomó, vi cómo lo hacía…
John tomó del brazo a Martin y tiró de él sin ninguna ceremonia,
abrazándolo luego con todas sus fuerzas.

Capítulo 8: Chauchilla 97
Hellson 1: Sinergia

—Por favor, salgamos de aquí —susurró a su oído, sin importarle la


mirada extrañada del guía.
Volvieron apresuradamente a la ciudad. John había contagiado de
algún modo su nerviosismo a Martin, que habló poco, principalmente
tratando de indagar con el guía sobre Henri y Régine. De pronto se
volvió hacia John.
—Es cierto que tomó el medallón. Lo encontraron entre sus cosas…
Antonio lo vio, pero no sabe quién lo devolvió aquí —susurró en
francés—. Dice que los muertos son rápidos.

4
Apenas volvieron al hotel, Martin se instaló en la habitación de John,
con la portátil que había traído y con la cámara digital, y descargó las
fotografías que había tomado. También pidió una conferencia con Kurt
y estuvo hablando sobre lo que había ocurrido.
John optó por meterse de nuevo en la bañera y quitar así el polvo
del camino. Martin llamó a la recepción, dejó un mensaje para
Michelle, y no tardó en unírsele en el baño.
—Kurt tratará de descifrar la inscripción en las fotos. Espero que
Aristide haya tenido suerte con José Gutiérrez. Es extraño, jamás
hubiera pensado que la misión del Círculo estuviera relacionada con la
muerte de ese chico. —Se sentó al borde de la bañera y encendió un
cigarrillo—. Pero dos grabados con serpientes en el mismo día, es
mucha coincidencia… Esa serpiente me recuerda algo, John. Sólo que
no logro atraparlo, el recuerdo me elude…
Martin terminó su cigarro, en silencio. Tenía los ojos cerrados,
tratando quizá de atrapar el esquivo recuerdo del que había hablado.
John lo contempló, sonriendo a medias. La camisa blanca estaba
pegada a su cuerpo, su cabello suelto estaba despeinado y lleno de
tierra, pero incluso así era increíblemente atractivo.
El francés abrió los ojos, dejó caer al piso el cigarrillo apagado,
tomó la mano de John y lo miró intensamente.
—¿No sientes nada?
—¡Maldita sea! No soy tu máquina de los recuerdos, Martin.
John se levantó molesto, tomó una toalla y se la enrolló a la cintura.
—John, espera. —Martin lo atajó y antes de que pudiera salir de la

Capítulo 8: Chauchilla 98
Hellson 1: Sinergia

habitación, su mirada lo recorrió de arriba hacia abajo—. Estás muy


delgado, mucho más de lo que estabas cuando te conocí…
La preocupación en su voz hizo que John retrocediera, sorprendido.
Se miró al espejo del baño, que le devolvió la imagen de un hombre
pálido y demacrado, casi en los huesos. Su rostro se llenó de rubor.
Junto a Martin, bronceado y atlético, se sintió tan poca cosa que la
levísima esperanza que había anidado en su mente se diluyó.
Pero cuando el espejo le devolvió la imagen de dos fuertes brazos
rodeándolo, sintió que las rodillas se le doblaban, giró y se sujetó con
fuerza del cuello de Martin.
Sus bocas se encontraron en un beso furioso, cargado de temor y de
pasión. Las manos de Martin recorrieron su espalda y soltaron la toalla,
que cayó a sus pies. Martin olía a sudor, a arena, a algo tan
tremendamente viril que John se estremeció. Sus manos se crisparon
sobre la camisa del francés y lo apartó, rompiendo el beso.
—No… no podemos… No mientras Michelle esté aquí. —Tomó la
toalla y se cubrió de nuevo con ella—. Vete, Martin. Por favor, vete.
El francés lo miró con vergüenza y confusión, retrocedió hasta la
puerta y se fue sin decir palabra.
El corazón de John martilleaba frenéticamente y se tuvo que apoyar
en la pared, temblando aún. Nunca pensó que un beso pudiera ser tan
intenso, tan hambriento, con tantas cosas reprimidas. Quizá fuera el
temor, el sentimiento de violar algo prohibido… o simplemente la
curiosidad… Fue intenso, sí. Pero no había sido el modo correcto de
hacerlo.
«¿Cuál es el modo correcto?»
Se maldijo interiormente. Le parecía oír la risa de Alain burlándose
de él.
Cuando por fin pudo vestirse, reunió las fotos, la portátil y el resto
de las cosas que Martin había dejado y se encaminó a su habitación
para devolvérselas. Llamó a la puerta, con el corazón palpitándole a
mil por hora, y no pudo ocultar su decepción cuando Michelle abrió.
—¿Qué quieres? —le dijo de mala forma—. Martin no está, salió al
pueblo.
—Vine a dejarle esto. Lo olvidó en mi habitación —dijo John,
alargándole las cosas—. Voy a comer. Si Martin me necesita, estaré
abajo.

Capítulo 8: Chauchilla 99
Hellson 1: Sinergia

5
A las diez con quince, John seguía en el comedor, mirando hacia la
piscina, sin que Martin hubiera aparecido.
Miró su reloj por enésima vez y con pasos tristes se acercó al borde
de la piscina, recordando la vez que se había bañado con Martin,
cuando había soltado por primera vez su famosa frase del «no-ser» y
sufrido un desmayo.
Martin había estado allí, con él. Lo había llevado a su habitación, lo
había curado… John se miró la mano quemada, donde sólo tenues
cicatrices le recordaban la noche con Everard.
La nostalgia lo estaba invadiendo y cojeando, subió de nuevo a la
habitación y bajó con su ropa de baño puesta.
Era de noche, pero aún hacía calor y se metió a la piscina, desierta a
esa hora, nadando con largas brazadas. Estuvo mucho rato y cuando
por fin subió, pasó por la habitación de Martin y lo oyó discutir con
Michelle.
Siguió de largo hasta su propia habitación y se acostó, tratando de
no pensar en los últimos acontecimientos. El sueño lo ganó
rápidamente, producto quizá del cansancio o del deseo de soñar con lo
que, según él, jamás podría ser.
Cuando despertó y fue a buscar a Martin, se encontró con la noticia
de que Michelle y Luc habían ido a Chauchilla.
—Ella quiere hacer un reportaje sobre ese cementerio abandonado.
Oyó algunas historias que la impresionaron, cosas relacionadas con esa
maldición que persigue a quienes saquean el lugar. También le
comentaron sobre el caso de los chicos que investigamos y eso desató
su olfato de periodista —explicó Martín momentos después, mientras
bebía un trago de café negro en la cafetería—. Mientras tanto, nosotros
esperaremos al Ejecutor.

Capítulo 8: Chauchilla 100


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 9: Serpientes en espiral

La serpiente ha estado asociada al inframundo


y a la cosmología en diversas culturas. Los celtas le
atribuían poderes de sanación, los escandinavos la tenían
por la causante de los maremotos, los egipcios las
consideraban divinidades protectoras y los aztecas la
asociaban con el nacimiento y la muerte.

Martin Hellson — Un grito a lo desconocido, 1998

1
John pidió una taza de té con tostadas y se sentó frente a Martin en la
cafetería del hotel. Ninguno de los dos hablaba, incómodos por la
situación que se había generado el día anterior, cuando se besaron.
Martin consultaba ocasionalmente su reloj.
A las nueve en punto Aristide d’Anjou hizo su aparición y se
acercó, con pasos silenciosos y rápidos, a la mesa donde ambos
estaban.
—Gutiérrez ha viajado a Lima esta mañana y desde allí volará a
Ecuador — informó, encendiendo un cigarrillo.
Martin no preguntó cómo lo sabía. En los años que llevaba
trabajando con Aristide, sabía que éste tenía sus propios métodos para
averiguar las cosas.
—¿Cuándo?
—Esta noche. También reservé un boleto. Si salgo ahora para Lima,
llegaré a tiempo.
—Bien…
Martin abrió su cartera y sacó varios billetes de cien dólares, que le
alargó al Ejecutor.
—Seguramente irá a la cueva que mencionó. Síguelo, pero
asegúrate de que no pueda verte.
—Descuida. —Aristide tomó una tostada del plato de John y
comenzó a mordisquearla lentamente. Luego se inclinó hacia
Martin—. Jefe, anteayer, luego de que ustedes se fueron, Gutiérrez
salió al parque e hizo una llamada desde una cabina pública. Después

Capítulo 9: Serpientes en espiral 101


Hellson 1: Sinergia

volvió, nervioso, a la casa. Y a las once recibió la visita de un hombre


vestido de negro. No pude ver su rostro, llevaba un sombrero de alas
anchas.
John pegó un respingo en su silla.
—Tranquilo —dijo Martin en voz baja, tocando su brazo—. Los
hombres del Círculo también visten de negro. Quizá estén enviando a
otro contacto para asegurarse de que les juego limpio. Suelen hacerlo.
—No era un hombre del Círculo —susurró Aristide,
levantándose—. Ayer estuve buscándolo por Nazca e Ica, pero no
conseguí localizarlo. Sugiero que tengan cuidado. Hasta pronto.
El Ejecutor se alejó y John se puso de pie rápidamente.
—Era él, lo sé. Necesito un trago.

2
—«Emisarios de la desolación, veloces espirales luminosas,
mensajeros de aquél que fue desterrado, permanezcan fieles a él, y el
Perseguidor Luminoso volverá de las sombras a las que fue condenado,
y su reino volverá a renacer» —leyó Martin, sentándose sobre la cama
de la habitación de John—. Es la inscripción en el grabado que Kurt
logró traducir.
El canadiense se dio vuelta en la cama, cubriéndose el rostro con la
almohada.
—Las malditas serpientes… —gimió—. ¿Por qué una serpiente
tiene que dar vueltas en espiral? Y, ¿quién es ese desterrado?
Martin le quitó la almohada.
—Aún no lo sé… estoy meditándolo. No deberías beber mientras
trabajas —le recriminó—. ¿Qué fue lo que te puso así?
—Pisco sour, una bebida local —respondió John—. Tomé cuatro o
cinco.
—Levántate —ordenó Martin, dejando la portátil sobre la mesa y
tirando de él.
—No… no…. espera —trató de resistirse John.
Pero Martin lo arrastró hacia el baño sin ninguna ceremonia y tiró
de su camiseta hasta quitársela. Cuando trató de bajarle los pantalones,

Capítulo 9: Serpientes en espiral 102


Hellson 1: Sinergia

John lo detuvo.
—No estoy tan mal como para dejarme ultrajar por ti —espetó,
empujando a Martin hacia la habitación, y le cerró la puerta del baño
en las narices.
Minutos después, un mucho más ecuánime John salía del baño,
sonriente.
—Léeme de nuevo ese párrafo.

3
Eran las siete cuando bajaron al comedor para cenar. Habían pasado
toda la tarde especulando, analizando diversas teorías, sin sacar nada
en limpio más que la certeza de que las serpientes tenían que ver de
algún modo con lo que estaba pasando.
Kurt había iniciado una búsqueda de referencias en los libros
digitalizados que tenía, pero sin éxito. Sólo les quedaba volver a París
e indagar en la biblioteca de Martin, quien, no obstante, se mostraba
complacido.
—Recomendaré al Círculo que compre los grabados —anunció—.
De cualquier modo, si estoy en lo cierto, pronto tendré muchos más
para mi colección. Si Michelle terminó su documental, podremos
regresar mañana.
—¿Y la muerte de Henri? ¿Cómo explicarás lo ocurrido a su
familia? —quiso saber John.
—Para ellos es suficiente corroborar la versión oficial… Aunque en
nuestro caso todavía hay una cosa que deseo averiguar antes de partir.
—Miró severamente a John—. Esta mañana, mientras tú te
emborrachabas, volví al hotel de los chicos. Repasé la historia
nuevamente con el recepcionista, para saber qué personas pudieron
tener acceso a la habitación cuando se encontró el cadáver. Te
sorprenderá saber que nuestro amigo Antonio trabaja de cuartelero
durante la noche. Él estuvo allí cuando encontraron a Henri.
—No nos dijo nada de eso —murmuró John.
—Técnicamente, tampoco se lo preguntamos —acotó Martin—. De
todos modos, me gustaría tener una pequeña charla con él. Pienso que
el medallón es el vehículo para invocar alguna entidad y ese hombre
tiene que saber algo más de lo que nos dijo. Acompañó a Michelle a

Capítulo 9: Serpientes en espiral 103


Hellson 1: Sinergia

Chauchilla, así que apenas regresen, lo interrogaré. No seré el Ejecutor,


pero sé cómo obtener verdades.
A John no le quedó ninguna duda sobre esa última frase. Tampoco
se sorprendió al enterarse de que Martin se había cambiado de
habitación y ya no dormiría con Michelle. Estaban terminando su cena,
cuando ésta volvió. John se levantó de la mesa y se disculpó con el
pretexto de estar cansado. Mientras subía las escaleras, pudo oír la voz
entusiasmada de la rubia hablándole a Martin.
—¡Es fascinante, querido! Tenemos material para otro documental
sobre este cementerio. En Le Sceptique estarán fascinados. No veo la
hora de volver a París...

4
Los sueños de John estuvieron plagados por serpientes. Al inicio eran
serpientes pequeñas que él destruía, pero luego aparecía una más
grande. Serpientes que volaban en espiral, circundando al ser de
pesadilla que había visto en París. ¿El Perseguidor Luminoso? ¿Era esa
la entidad a la que Martin se refería? No sería extraño… de hecho, ya
nada lo podría sorprender.
Un grito de terror lo hizo despertarse de un salto.
Salió al pasillo, con la bata en la mano. Varios huéspedes se habían
levantado también, con los rostros soñolientos y confundidos. John
supo, antes de llegar allí, que los gritos provenían de la habitación de
Michelle.
Alguien trató de abrir la puerta, pero estaba con llave. John gritó,
llamándola.
Nada.
Sólo el espantoso sonido de los gritos haciendo estremecer las
paredes del hotel.
Ella llamaba a Martin, lo llamaba con todas sus fuerzas.
El conserje llegó corriendo con la llave maestra. Mientras la
introducía en la cerradura con mano temblorosa, todos pudieron oír un
espantoso siseo. Los gritos se debilitaron, ahogados, como si algo
impidiera que pudieran salir… y de pronto cesaron por completo.
El hotel se envolvió en un silencio que era más aterrador que los
gritos, un silencio que anticipaba el hallazgo, la confirmación de la

Capítulo 9: Serpientes en espiral 104


Hellson 1: Sinergia

muerte. Luc aferró con fuerza el brazo de John. Estaba pálido, con los
ojos desorbitados, murmurando cosas ininteligibles, de las cuales sólo
pudo distinguir una aterradora frase: «El Medallón de la Hechicera».
¿Dónde diablos se había metido Martin?
Con las rodillas temblando, John entró a la habitación.
El personal del hotel trataba en vano de tranquilizar a los
huéspedes. Muchos entraron en tropel, junto a John, y se quedaron
estáticos, gimiendo algunos, temblando otros. Poco a poco fueron
desalojados y él se quedó en medio de la habitación, mirando el cuerpo
desmadejado sobre la cama. No había señales de violencia… sus
manos crispadas aferraban el cobertor, su boca estaba abierta en un
rictus espantoso, tratando de tomar la última bocanada de aire, sus
ojos…
No podría olvidar jamás esos ojos espantados, como si en sus
pupilas muertas hubiera quedado dibujado para siempre ese terror sin
nombre que le había quitado la vida.
Igual que Henri.
Fue apartado por el tembloroso recepcionista, que le gritaba a
alguien que llamase a la policía. Antes de salir, sus ojos captaron algo
sobre la alfombra… Un medallón.
El Medallón de la Hechicera.
De pronto sintió ganas de vomitar, las piernas le flaquearon y sufrió
un estremecimiento. Se deslizó hacia la inconsciencia pero en lugar de
caer al piso, fue sujetado por alguien y sus sentidos se recobraron
instantáneamente al reconocer el olor de Martin.
—Está muerta, ¿verdad?
Había tanta tristeza en su voz que el malestar de John desapareció,
reemplazado por un fuerte sentimiento de pertenencia, de necesidad de
proteger. Luc seguía inmóvil, apenas consciente de que era empujado
por un empleado que le pedía volver a su habitación.
—El medallón —logró articular John.
—Lo sé —susurró Martin, con voz casi inaudible.
Entonces, comenzó a dar gritos en francés mezclados con
exclamaciones en español, sujetó las solapas del conserje que acababa
de cerrar con llave la habitación para esperar a la policía, y le pidió ver
a su novia. Sus ruegos y súplicas conmovieron al hombre, que abrió la

Capítulo 9: Serpientes en espiral 105


Hellson 1: Sinergia

puerta de nuevo.
John entró con Martin, evitando mirar hacia la cama.
El francés cayó de rodillas en medio de la alfombra, justo encima
del medallón, y mientras sollozaba, se inclinó y lo ocultó en su bolsillo
sin que el conserje notara nada.
John se quedó horrorizado ante esa sangre fría, pero luego Martin
se puso de pie y se acercó a Michelle.
—Adiós, querida mía —susurró con profundo dolor, cerró los ojos
sin vida y salió de la habitación con pasos lentos.

5
Las horas siguientes fueron de pesadilla. Trasladaron el cuerpo a la
morgue, interrogaron a los empleados del hotel, a los huéspedes.
Martin estaba muy afectado, apenas hablaba, pero se las arregló para
estar presente en las investigaciones.
Nadie mencionó el medallón y Martin lo mantuvo oculto en su
bolsillo.
Con las primeras luces del alba, el hotel volvió a su silencio
habitual. Martin se sentó en el comedor para beber café mientras
hablaba con Kurt por el celular. Nunca su voz había sonado tan
apagada.
John se acercó en silencio y se sentó junto a él.
Los ojos azules de Martin se veían vidriosos, con lágrimas
reprimidas durante muchas horas. Se despidió de Kurt, habló
brevemente con Alain y cortó con un profundo suspiro.
—Los muchachos envían saludos —dijo en voz baja.
John le tomó la mano, acariciándola suavemente.
—Martin, lo siento mucho. En verdad lo siento… ella no merecía
eso…
—Tampoco Henri. ¡Maldición, nadie merece eso! —Dio un
puñetazo de impotencia sobre la mesa. El camarero, que se estaba
quedando dormido en un rincón, pegó un respingo y los miró con
hostilidad.
—Vamos, necesitas descansar un poco —pidió John, tirando
suavemente de Martin hasta que lo hizo ponerse de pie.

Capítulo 9: Serpientes en espiral 106


Hellson 1: Sinergia

6
—No debí dejarla ir a ese lugar —musitó Martin en cuanto John lo
ayudó a sentarse sobre su cama—. Había peligro… yo lo sabía…
Debí… —La voz se le apagó y se cubrió el rostro con las manos.
John se arrodilló a sus pies y le acarició el rostro con infinita
ternura. Sus ojos brillaban y una lágrima se deslizó por su mejilla.
—No podías saber que ella tomaría el medallón… Nadie podía
saber que algo así pasaría por un trozo de metal, Martin.
—No. No me entiendes… Yo hablé con ese hombre, Antonio...
Acabó confesando que él había devuelto el medallón al cuello de la
hechicera luego de que encontraron a Henri. También me dijo que
Michelle tenía el medallón… que lo había tomado de la momia a pesar
de sus advertencias…
—Oh… Martin... —exclamó John, sentándose junto a él en la
cama—. ¿Quieres decir que ese hombre está involucrado en las
muertes? ¿Por qué?
Martin no respondió inmediatamente. Se quedó meditando, como si
las palabras que diría le pesaran profundamente. Tomó la mano de
John antes de hablar.
—Él no tuvo que ver, sólo obedecía órdenes. La noche que volvió
con los chicos, luego de que Henri tomara el medallón, recibió una
visita. Un extranjero. Alto, rubio, vestido de negro…
John negó con la cabeza
—No puede ser…
—Temo que sí. Deja que te lo explique —dijo Martin—. Ese
hombre le dijo a Antonio que Henri había tomado un objeto sagrado y
que su propietario vendría por él. Le dijo que era el castigo justo para
quienes profanaban los restos de quienes sirvieron al desterrado…
quienquiera que sea; y le pidió que devolviera el medallón a su
legítima dueña o las consecuencias serían aún peores para quien lo
tuviera en su poder. Antonio obedeció… Es un hombre muy simple,
cree firmemente en la maldición de Chauchilla y esa misteriosa visita
confirmó sus creencias. Cree que el Hombre de Negro es el portavoz
de algún oscuro poder milenario.
—Es absurdo…
—No lo es —dijo Martin, con la voz cansada—. Tiene sentido… yo

Capítulo 9: Serpientes en espiral 107


Hellson 1: Sinergia

lo sabía… Sabía que habían invocado a una entidad usando el


medallón, y dejé que pasara… Michelle…
—¡Deja de decir eso! —le increpó John— ¿Por qué tendrías tú la
culpa?
—Porque en vez de venir a advertirle a Michelle, fui tras ese
hombre —confesó Martin—. ¡Quise capturarlo y descubrir el misterio!
¡Y por mi ambición, ella está muerta!
Martin lloró, sin poder contenerse más. Profundos y dolorosos
sollozos lo estremecieron, como si su alma misma se estuviera
desgarrando.
—Yo no la amaba… —hipó desesperado—. No podía amarla…
pero jamás habría querido que algo malo le pasara…
—Tranquilo —susurró John, tomándolo entre sus brazos—. No te
angusties más… nadie puede culparte… —Lo meció como si fuera un
niño pequeño, hablándole cariñosamente hasta que la tensa espalda de
Martin empezó a relajarse. Le masajeó cuello, los hombros, la espalda,
en lentos movimientos circulares, hasta que logró recostarlo sobre la
cama.
El sol se colaba por la ventana abierta y John se levantó para cerrar
la cortina. Martin gimió en la cama.
—Shh, ya voy —susurró y se recostó a su lado, acariciando sus
negros cabellos mojados de sudor. Le dio pequeños besos en la frente y
pasó el brazo sobre su cintura, hasta deslizar la mano hacia el bolsillo
de los tejanos y toparse con un objeto circular.
Estremeciéndose, lo soltó, pero luego la curiosidad pudo más y lo
tomó, contemplándolo de nuevo a la luz del día.
Todo comenzó a girar como un caleidoscopio dentro de su mente…
… las serpientes en espiral
… la calavera de cuencas vacías de la Hechicera
… los grabados de José Gutiérrez
… el aterrorizado rostro de Henri
… los ojos abiertos y sin vida de Michelle
Y dominándolo todo, la sonrisa del Hombre de Negro.
Los ojos se le cerraron sin que pudiera evitarlo y se durmió, sumido
en sus pesadillas.

Capítulo 9: Serpientes en espiral 108


Hellson 1: Sinergia

7
—¡Doctor Hellson!
Martin abrió los ojos de golpe, aliviado de haberse librado de una
espantosa pesadilla, pero apenas vio el medallón sobre su pecho, supo
que no había sido un sueño y ahogó un nuevo gemido. Luc lo llamaba
desde afuera, aporreando la puerta, pero algo aprisionaba su cuerpo
contra la cama.
John.
Profundamente dormido, el canadiense lo abrazaba estrechamente.
—¡Doctor Hellson!
—¡Mierda! ¡Ya voy! —gruñó Martin, soltándose de los brazos que
lo aprisionaban.
John abrió los confundidos ojos y cuando vio que sus manos aún
aferraban el medallón, lo dejó caer al piso, levantándose de un salto.
Martin abrió la puerta y Luc entró maldiciendo en francés.
—Me voy ahora mismo, ya compré los pasajes —anunció,
nervioso—. He llamado a la revista y quieren hacer una edición
especial póstuma. También avisé a sus padres… están en camino.
Martin lo increpó agriamente y terminó echándolo de la habitación.
El medallón seguía en el piso y lo tomó.
—Debemos devolverlo a su dueña —dijo, y John se estremeció—.
Calma, esta vez iremos solos.

8
Martin y John descendieron a la tumba, tomados de la mano. El francés
sacó el medallón de su bolsillo y se lo alargó a su acompañante.
—Pónselo tú. Pareces entenderte bien con esa vieja hechicera.
John se arrodilló junto a la momia y pasó el medallón por su cuello,
con recelo. Nada ocurrió entonces, pero cuando salieron de la tumba,
un remolino en espiral los envolvió, impidiéndoles avanzar por varios
minutos. Habría jurado que dentro del remolino se movían dos
serpientes.

Capítulo 9: Serpientes en espiral 109


Hellson 1: Sinergia

9
Los padres de Michelle llegaron, e iniciaron los trámites de
repatriación del cadáver. Apenas hablaron con Martin. Para ellos, era
el responsable de la muerte de su hija. Los periodistas los acosaban,
pero al cabo de tres días, la noticia de un camión que había caído a un
abismo en la sierra y las protestas de los cocaleros pasaron a las
primeras planas, olvidándose la misteriosa muerte de una turista
francesa en Nazca.
Fueron días difíciles y Martin se sintió aliviado cuando por fin los
padres de Michelle volvieron a París. Su partida coincidió con el
regreso del Ejecutor.
John se alegró por eso. A Martin le haría bien tener algo que hacer
en lugar de vagar por la ciudad como alma en pena. Además, se
rehusaba a volver a París hasta no terminar el asunto del Círculo.
Habían logrado averiguar que al día siguiente de la muerte de
Michelle, el Hombre de Negro había salido de Nazca, pero nadie sabía
su nombre, tan sólo lo reconocían por la descripción. Y no se había
alojado en ninguno de los hoteles locales.
Los dos se habían vuelto muy unidos, mucho más que en Haití.
Daban largos paseos, repasando los hechos, haciendo conjeturas, cada
cual más disparatada que la anterior, pensando…
No habían vuelvo a besarse, pero Martin buscaba la compañía de
John instintivamente, recostándose contra su hombro cuando nadie lo
veía. La muerte de Michelle había sido un durísimo golpe.
—Sé lo que sientes —había dicho John—. Yo perdí a un ser muy
querido en el accidente que me dejó así. Íbamos a casarnos… Ella
tampoco merecía morir así, era joven, era bella… y terminó destrozada
por el auto que nos arrolló.
Ahora compartían un mismo dolor, tomados de la mano en la
cafetería del hotel, mientras esperaban el informe del Ejecutor.

10
—Jefe, lo siento —dijo Aristide, sentándose junto a ellos—. Alain me
lo acaba de decir.
El Ejecutor palmeó cariñosamente la espalda de Martin. Luego de
dudarlo un poco, ambos se abrazaron y el francés sonrió.

Capítulo 9: Serpientes en espiral 110


Hellson 1: Sinergia

—Gracias, Aristide. Pude evitarlo…


—«No se puede evitar lo inevitable» —citó El Ejecutor—. Siempre
te oigo decir eso y sé que tienes razón. Yo pude evitar muchas muertes
en la jungla de Tam-Quan, pero no lo hice. Y si lo hubiera evitado,
habrían muerto de cualquier otra forma… No te culpes.
John oprimió con fuerza la mano de Martin, infundiéndole nuevos
ánimos.
—¿Qué averiguaste, Aristide? —preguntó, haciéndose cargo de la
situación.
—Gutiérrez está muerto.
—¿Cómo? —gritó John, levantándose de su asiento—. ¿Cómo
pudo suceder?
—Se suicidó… o lo mataron. Creo que lo segundo —explicó El
Ejecutor—. Lo seguí en Ecuador, a la ciudad de Cuenca. Le hice una
visita, hablamos. Lo acorralé y le exigí que me mostrara la entrada a la
cueva. Entramos en negociaciones, pero estaba muy asustado. Tenía
tratos con alguien más, según me dijo. Pidió dinero a cambio, varios
miles de dólares. Acepté. Me citó por la noche en un café para acordar
las condiciones y noté que estaba mucho más tranquilo. Te llamé pero
tu teléfono estaba apagado, de modo que le hablé a Kurt. De pronto,
mientras yo hablaba, Gutiérrez vio algo por la vidriera y se excusó para
ir al baño. Kurt me daba en ese momento unos códigos, y cuando
terminé de anotar, sentí un disparo. Corrí hacia el baño, pero el hombre
se había volado la tapa de los sesos… Me escurrí a toda prisa antes de
que me colgaran el muerto. Fui a su hotel y encontré varias de esas
placas de cobre en un maletín y las tomé. Tengo la certeza de que la
cueva existe, dediqué un día más a averiguar cosas… Nuestro amigo,
El Hombre de Negro, también estuvo allí.
—Maldición —dijo Martin con rabia—. Siempre va un paso
adelantado a nosotros, se nos escurre de las manos, nos evade. Y sin
embargo, siempre está involucrado en nuestras cosas. ¿Por qué?
—¿Qué haremos? —preguntó John.
—Tengo el maletín con las placas. Me encargaré de llevarlas a
París —dijo el Ejecutor.
—¿Cuántas hay?
—Una docena.
—Separa cuatro para el Círculo, las que no tengan letras… Procura

Capítulo 9: Serpientes en espiral 111


Hellson 1: Sinergia

también que no tengan serpientes. Las otras, guárdalas en el lugar de


siempre.
—Sí, jefe —respondió Aristide—. ¿Cuándo vuelves a París?
—Mañana. Haré una última visita a Antonio Centeno, luego
partiremos. Nada más puedo hacer aquí.

11
La mirada de Martin se perdió en las dunas del desierto que iba
quedando atrás, dejando un misterio sin resolver, varias muertes sin
vengar. John seguía a su lado, silencioso y solícito, dispuesto a
ayudarlo, ansioso por hacerlo olvidar.
Olvidar la muerte de Henri, de Michelle, de José Gutiérrez.
Y la muerte de Antonio.
La noche anterior, Martin había ido a buscarlo hasta su casa, una
destartalada vivienda de adobes en las afueras de Nazca. Nadie abrió y
los vecinos le dijeron que no lo habían visto desde hacía varios días.
Martin forzó la puerta y un olor penetrante los hizo retroceder.
El cuerpo degollado del desgraciado guía estaba tirado en un rincón
y sostenía aún entre sus manos varios billetes verdes. Llevaba varios
días muerto, las ratas le habían devorado parte del rostro y los dedos.
El cadáver descompuesto hedía espantosamente.
Martin había maldecido cuando supo que Antonio había sido visto
en compañía de un turista. Un hombre alto, rubio, vestido de negro.
Porque los muertos son rápidos…
El bus avanzaba por la carretera polvorienta y John no podía
quitarse la frase de la cabeza.
Se apoyó en Martin y éste lo abrazó. Ambos buscaron confortarse
mutuamente, las emociones de Martin fluyeron libremente hacia John,
quien percibió la desolación, el dolor, la tristeza por una pérdida que,
según decía, se habría podido evitar.
John miró por la ventana.
Una víbora se arrastraba, serpenteando en medio de la carretera y
fue aplastada por una camioneta que pasaba veloz, dejando en el piso
un cuerpo agonizante y una enorme mancha carmesí que fue
extendiéndose.

Capítulo 9: Serpientes en espiral 112


Hellson 1: Sinergia

Cerró los ojos.


…Serpientes…
… Emisarios de la desolación….
La historia había empezado con serpientes y terminaba con una de
ellas, abandonada en medio de la carretera, un cadáver olvidado al que
nadie daría sepultura, dejándolo calcinarse con el sol del desierto…
Olvidado. Solo.
—Haremos justicia, Michelle —susurró John—. Te lo prometo.

Capítulo 9: Serpientes en espiral 113


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 10: Unión

¿Por qué muchas culturas utilizaban el sexo


en sus ceremonias rituales? Pienso que es
porque el sexo rompe ciertas barreras que, en
circunstancias normales, controlan nuestro accionar.
Sin embargo, con el sexo, desaparecen las barreras
y tabúes, y una mente liberada de ese modo
es mucho más valiosa.

Martin Hellson — Ceremonias rituales y cultos antiguos,


2003

1
Para John, la llegada a París fue distinta de las anteriores por dos
motivos. El primero era que no llovía; y el segundo, que los estaban
esperando.
—¡Martin!
—¡John!
Kurt y Alain estaban en medio de la multitud que aguardaba a los
amigos y familiares que salían de la sección de vuelos internacionales.
John corrió hacia ellos y se inclinó para abrazar a Alain en su silla
de ruedas. Kurt se les abrazó también.
—¿Estás bien, Johnny? —preguntó, ansioso—. ¿Cómo está él? —
cuchicheó, señalando con la mirada a Martin.
—Estoy bien, niño genio —respondió Martin, aunque su triste
mirada lo desmentía—. Y ustedes dos no debieron molestarse en venir
—dijo con un dejo de reproche, aunque los abrazó efusivamente—,
pero me alegra que lo hicieran.
Los cuatro salieron del aeropuerto. Kurt empujaba la silla de Alain
hacia el estacionamiento. Martin y John los seguían, llevando sus
equipajes. Cuando llegaron a la vieja furgoneta azul eléctrico de Kurt,
Alain se volvió hacia John, sonriendo.
—No te asustes. Le hemos quitado un asiento delantero para que
quepa la silla y el interior es algo extraño, pero es cómoda.
Kurt abrió la portezuela, bajó una rampa y ayudó a Alain a subir.

Capítulo 10: Unión 114


Hellson 1: Sinergia

Tenían mucha práctica en eso y la silla quedó bien sujeta por dos
varillas metálicas que la mantenían fija. Luego, abrió la puerta trasera
y los invitó a pasar. John se adelantó.
—¡Bienvenidos al Paraíso Encantado de Kurt y Alain! —dijo una
sensual voz masculina y John miró en todas direcciones buscando el
origen de la voz, que se le hacía algo familiar.
—¿Todavía funciona ese chisme? —preguntó Martin,
acomodándose en el largo sofá de cuero negro que reemplazaba a los
habituales asientos de las furgonetas.
—Olvidé desconectarlo… ¡Cuidado, John!
El canadiense se agachó a tiempo para evitar una lata de coca-cola
que salió disparada de algún lugar del techo. Martin atrapó la lata en el
aire, ayudó a John a sentarse y se la ofreció galantemente. Alain no
paraba de reír.
—Lo siento, John —se excusó Kurt y encendió el motor—. Alain
instaló sensores de voz y de movimiento e interruptores por todos
lados y tú pisaste accidentalmente el botón para las bebidas.
—¿Y esa voz?
—Una bromita de Kurt —respondió Alain—. ¿Te suena conocida?
Era Aristide, pero Kurt le aplicó tantos filtros y efectos que ni su madre
lo reconocería.
La furgoneta se puso en marcha, salió del aeropuerto y enfiló por la
Rue du Landy, en dirección a Neuilly-Sur-Seine.
—¿Y todo lo hicieron ustedes?
—Sí, claro. Son servomecanismos, nada difícil en realidad —
explicó Alain—. Kurt compró la furgoneta después del accidente,
porque los médicos dijeron que tenía que mantenerme ocupado para
que no me deprimiera. Es divertido hacerle cosas, y ya quisieras haber
visto la cara de Aristide la primera vez que oyó nuestra bienvenida.
—¡Es genial! —exclamó John, observando el interior alfombrado,
el equipo de música activado por voz, las torres de CD, los afiches, las
revistas y todas las cosas que Kurt y Alain habían puesto allí.
—Ellos son geniales —dijo Martin con una genuina sonrisa.
Completamente relajado en el sillón, atrajo a John, abrazándolo junto a
él.
En el asiento delantero, Alain sonrió.

Capítulo 10: Unión 115


Hellson 1: Sinergia

2
Kurt detuvo la furgoneta en la puerta de la casa de su jefe y se bajó
para ayudarlos con el equipaje.
—¿Averiguaste algo más? —preguntó Martin, con mal disimulada
ansiedad.
—Claro, bebé —repuso Kurt—. Pero hoy no obtendrás nada.
Vayan a descansar, tienes unas ojeras espantosas y John también se ve
cansado. Mañana a primera hora estaremos aquí.
—Es temprano… —intentó protestar Martin, pero Kurt le tapó la
boca.
—Lo siento. Será mañana, Alain y yo vamos al cine.
Alain se despidió agitando la mano y la furgoneta se perdió de
vista.
—Bien, ya estamos aquí —dijo Martin con un hondo suspiro y
comenzó a desactivar las alarmas para entrar en la casa.
John arrastró las maletas y ambos avanzaron silenciosamente. Era
como si el silencio opresivo de la casa hubiera caído sobre ellos,
desapareciendo la alegría que Kurt y Alain les habían traído.
—¿Deseas comer algo? Yo iré a mi habitación un momento y luego
a ver a André.
—Voy contigo, deseo verlo —dijo John—. He pensado mucho en
él y en las chicas. Necesito verlos ahora.
Martin le dio una significativa mirada y subió las escaleras. John
subió también, entró a su cuarto, dejó la maleta sobre la cama y se
sentó a un lado, cubriéndose el rostro con las manos. No había
mentido, sentía una necesidad casi física de ver a André y eso le
asustaba un poco, pues en realidad no tenía ningún motivo para desear
verlo.
—¿Listo? —llamó Martin a su puerta.
—Voy.

3
Apenas los vieron Jenny y Janie, corrieron junto a ellos, abrazándolos
y palpando sus ropas, como si hubieran temido que algo malo les

Capítulo 10: Unión 116


Hellson 1: Sinergia

hubiera ocurrido. John tomó las manos de Jenny y le sonrió para


tranquilizarla.
—Todo está bien, cariño.
Entonces le llegó, clarísimo, un pensamiento.
«Ella habría muerto de cualquier forma.»
—No, no creo eso… —Se interrumpió de pronto, al darse cuenta de
que había respondido a esa voz en su mente. Martin alzó las cejas
levemente, pero nada dijo.
—Aaaaah —dijo Janie, tirando de la mano de Martin hasta llevarlo
a la habitación donde estaba André.
El científico apenas miró a los recién llegados, aunque Martin creyó
percibir una leve chispa de vida en la quieta mirada.
—Hola, André. Estamos de regreso.
Pero cuando John avanzó por la habitación, con Jenny colgada del
brazo, el científico alzó la vista por un breve instante.
—Oh, Martin, él lo sabe —murmuró John, súbitamente aterrado.
—¿Qué es lo que sabe?
John no respondió, pero se arrodilló frente a André, tomando sus
manos.
Ambos estuvieron en silencio por un momento que a Martin se le
antojó interminable. Sólo podía mirarlos, Jenny y Janie se aferraban a
su cuerpo, como si esperasen algo muy importante y a la vez le
temieran.
Cuando John se levantó, tenía una expresión extraña.
—André quiere leer algo, pero no logro determinar qué —dijo—. Y
quiere un vaso de leche. Y… —John se tambaleó un poco y Martin se
acercó inmediatamente y lo sujetó—. No puedo… no puedo
entenderlo… No sólo percibo sus sensaciones, hay algo más… sé que
hay algo más. ¿Por qué no puedo entender?
—Tranquilo —susurró Martin al notar su nerviosismo—. Debe ser
el cansancio del viaje. Será mejor volver.
Jenny le acarició tiernamente la mejilla y John estuvo seguro de que
ella también sabía lo que pasaba.

Capítulo 10: Unión 117


Hellson 1: Sinergia

4
Cenaron pizza, hablando de cosas triviales. Ambos deseaban tener
unos momentos de reflexión antes de arriesgarse a comentar lo que
había pasado donde André.
John se levantó silenciosamente y empezó a recoger lo que había
quedado de la cena. Estaba intranquilo, se había sentido muy cerca de
André, incluso habría jurado que percibió sus pensamientos, pero algo
impedía que pudiera comunicarse al nivel que estaba seguro debería
establecerse. Y no sabía qué.
Suspiró, cerrando la alacena. El médico le había recomendado hacer
ejercicio cuando se sintiera confundido. Claro que esa confusión no era
motivada por la depresión a causa del accidente, ni se debía a secuelas
del mismo, pero lo cierto era que necesitaba relajarse un poco y le
haría muy bien nadar.
—Voy a la piscina —anunció tratando de sonar normal, aunque se
sentía inquieto. Tenía un «¿quieres venir?» en la punta de la lengua;
después de todo, la casa, piscina incluida, era de Martin. Humedeció
sus labios, pero las palabras no salieron.
—Te alcanzo luego —dijo Martin y se dirigió al estudio.
John suspiró y subió a cambiarse. Bajó envuelto en una bata y miró
con nostalgia la puerta cerrada del estudio. Caminó hacia la piscina,
dejó la bata y se lanzó al agua con un perfecto clavado.
Nadó en círculos durante mucho rato, moviendo las piernas bajo el
agua como le habían enseñado a hacer en sus sesiones de
rehabilitación. Estaba tan concentrado en eso que sólo levantó la vista
al sentir un chapoteo.
—Hace frío —dijo Martin, rodeando la piscina con enérgicas
brazadas.
Estaban en extremos opuestos, como si hubieran marcado un
imaginario territorio. John temía una mayor proximidad y a la vez
sentía que Martin se le escapaba de las manos. ¡Era tan absurdo! Si
fuera Alain, quizá nadaría a su lado y se arrojaría sin más a sus brazos.
Pero él no era así, estaba lleno de dudas y de inseguridades… y sabía
que si daba ese paso, todo se trastornaría nuevamente en su vida.
Una risita a sus espaldas lo hizo voltear y sonrió al encontrar a
Jenny nadando junto a él.

Capítulo 10: Unión 118


Hellson 1: Sinergia

Martin alzó la vista, sorprendido, pero no pudo decir mucho, porque


Janie apareció también junto a él. El hombre puso todos sus sentidos
alertas, percibía un cambio, como si lo oliera en el aire. Era la primera
vez que las gemelas salían a ese lugar de la casa, jamás se habían
interesado en la piscina, pero ahora nadaban felices, como si lo
hubieran hecho toda la vida.
Y el cambio siempre genera temor.
—¿Janie? ¿Todo está bien, cariño?
La chica no respondió, pero nadó junto a él, abrazándosele de un
modo muy distinto al que solía emplear, porque esta vez no era un
abrazo que buscaba protección, sino que su joven cuerpo se pegaba al
suyo buscando algún tipo de caricia que nunca antes se había dado
entre ellos.
La sorpresa de Martin fue grande, pero las manos de Janie
masajeando su cuello lograron relajarlo un poco. Miró a John con el
rabillo del ojo y vio que se besaba con Jenny. Eso hizo que ciñera las
manos alrededor de la delgada cintura de Janie, atrayéndola más.
Cuando la chica posó sus labios sobre los de Martin, el hombre
simplemente se entregó a un apasionado beso.

5
John fue atrapado en el experto beso de Jenny, incapaz de resistirse a
las sensaciones que la chica llevaba tanto a su mente como a su cuerpo.
En ese momento se sentía completamente compenetrado con las
gemelas.
Ambas.
Aunque Janie estuviera besando en ese momento a Martin.
No se detuvo a analizar sus emociones, simplemente perdió la
noción de la realidad y se dejó envolver totalmente. Estaba en una
especie de trance, su cuerpo estaba completamente despierto y su
mente se había sintonizado con la de Jenny. Era como si a través de
ellas pudiera alcanzar a Martin… ¿o a André? Era…
«Hazlo, John.»
La voz estaba de nuevo en su mente, como si supiera lo que él haría
a continuación.
Sus manos bajaron por la cintura de Jenny y acariciaron sus curvas,

Capítulo 10: Unión 119


Hellson 1: Sinergia

gimiendo suavemente. No podía detenerse ni quería hacerlo. Se


movían en el agua, avanzando hacia el centro de la piscina. La erección
de John rozaba los muslos de la muchacha, su respiración estaba
agitada, consciente de que Martin era testigo de lo que hacía, pero
incluso así, incapaz de detenerse.
Sus propios gemidos se mezclaron con los del francés y John tuvo
brevemente la conciencia de que estaba muy cerca de él. Jenny lo
envolvió de nuevo en un ardiente beso y lo empujó hacia el borde de la
piscina, poniéndolo de espaldas a su hermana, que tenía las piernas
alrededor de la cintura de Martin.
John trató de resistirse, pero sus ojos se encontraron con los de
Martin y se quedó en ellos, dejando que Jenny lo acariciase a su antojo.
Las gemelas unieron las manos de ambos hombres. Martin se
sobresaltó cuando reparó en que se disponía a tener sexo delante de
John. Pero entonces, ellas desaparecieron, dejándolos solos, excitados
y con las manos entrelazadas, dentro de la piscina.
—Oh… esto es… —empezó John.
—No digas nada más —ordenó Martin y se apoderó de sus labios,
con todas sus dudas disipadas y decidido a llevar las cosas hasta el fin.

6
El beso fue intoxicante. No podían despegar los labios, sus manos no
dejaban de acariciarse, como si todo lo que hubieran estado esperando
fuera ese momento. El mundo giraba vertiginosamente en la cabeza de
John, que atrajo a Martin enredando los dedos en su cabello y por fin
se atrevió a abrir los ojos.
La mirada de Martin era tan intensa que lo subyugó y un gemido le
brotó de los labios.
Martin rompió el beso muy suavemente, casi con temor de que la
magia se acabara. Pero la magia estaba allí y los ojos enamorados de
John se lo recordaron.
—No habrá vuelta atrás, Johnny —susurró.
—No quiero que la haya. —Fue la segura respuesta.
Las caricias comenzaron de nuevo. Nunca antes se había sentido
John tan excitado, gimiendo anticipadamente a cada roce, tratando de
adivinar lo que Martin haría y sorprendiéndose placenteramente del

Capítulo 10: Unión 120


Hellson 1: Sinergia

modo en que su cuerpo reaccionaba. Todo eso era nuevo para él y dejó
que Martin tomara la iniciativa.
El francés arrancó prolongados gemidos de su garganta cuando
comenzó a dar suaves mordidas y besos en su cuello y bajó,
estimulando con la lengua los pezones, mientras sus manos inquietas
recorrían su espalda con la yema de los dedos.
Jamás había estado con un hombre, pero sabía exactamente lo que
quería de John, y cada caricia era para él un nuevo descubrimiento. El
cuerpo del canadiense era muy delgado, producto de los meses que
estuvo postrado en la cama del hospital. No tenía las curvas a las que
Martin estaba acostumbrado, pero incluso así, se le hizo exquisito
acariciarlo.
John gimió cuando las manos de Martin le bajaron el bañador y
acariciaron sus nalgas. Se sentía terriblemente expuesto, vulnerable,
pero la mirada de su compañero le devolvió la confianza y se animó a
deslizar las manos por la espalda de éste, palpando cada músculo,
sintiéndolo vibrar bajo su toque.
Eran tan distintos como el agua y el aceite. Martin bronceado y
atlético, John pálido y delgado; distintos físicamente, pero
completamente unidos. Tan inexplicablemente unidos que ninguno de
los dos podía resistir la necesidad de tocarse.
Y esa necesidad impulsó a John a palpar la virilidad de Martin a
través de la tela del ceñido bañador.
El gemido su amante fue música exquisita para los oídos del tímido
John, que alentado por eso, tentó más caricias bajo el bañador. Nunca
había tocado a un hombre, pero había soñado muchas veces con
acariciar a Martin y sabía el modo en que él mismo gustaba al ser
acariciado, así que se dejó llevar por el instinto y movió la mano de
arriba hacia abajo, sintiendo la extensión de su erección. El francés
rompió el beso y se miraron intensamente. Ambos sabían lo que
querían y, con seguridad, John le bajó el bañador y se quedaron
desnudos, frente a frente en medio del agua.
John lo atrajo y sus erecciones se rozaron. La sensación era más
intoxicante que el beso, y se perdieron en ella, embriagados con sus
propios cuerpos. El sólo roce hizo que John deseara mucho más y antes
de cobrar conciencia de ello, se encontró enredando las piernas
alrededor de las caderas de Martin, buscando desesperadamente mayor
contacto.
Los ojos de Martin volvieron a preguntar sin palabras si estaba

Capítulo 10: Unión 121


Hellson 1: Sinergia

seguro, y John respondió con un beso.


El francés bombeó la erección de John, con manos torpes al inicio,
adecuándose a una caricia que jamás había brindado a nadie. Pronto se
adaptó al movimiento, y alzó a John, acariciando la parte baja de su
cuerpo con apenas contenida pasión. Ansiaba penetrarlo, sentirlo parte
suya y no dejarlo ir jamás. Despacio, separó las nalgas de su amante,
profundizando las caricias. El único sonido que se oía era el chapoteo
del agua y sus propias respiraciones agitadas y febriles.
John gimió con desmayo.
—Hazme el amor.
El pedido llegó cuando Martin se colocaba en su entrada y le dio
alas para empujar despacio, palpando un terreno que le era
desconocido.
John ahogó un grito. Era doloroso; a pesar de su excitación, era
terriblemente doloroso.
—Guíame —susurró Martin—, no quiero hacerte daño.
John se relajó, quedándose muy quieto, subyugado por una
sensación que no acertaba a descubrir. Era como si algo dentro de él
buscara un complemento y ese complemento llegara en el cuerpo de su
amante.
Martin empujó de nuevo, despacio, tratando de adaptarse al cuerpo
de John, que se había quedado inmóvil, con las piernas alrededor de su
cintura. Lentamente, el canadiense empezó a moverse, haciendo
pequeños círculos que lo ayudaron a relajarse un poco más y Martin
volvió a empujar. Su excitación era demasiada, simplemente lo
enloquecía la estrechez del cuerpo de John, sus entrañas ardientes y
palpitantes, su suavidad.
—No pares.
John elevó las caderas, quedándose firmemente atrapado entre
Martin y el borde de la piscina. Se movió torpemente, buscando el
ritmo, y pronto el movimiento del agua ayudó a que se acoplaran
mejor.
Sus ojos se gritaron que ahora tenían la respuesta que habían estado
buscando. Temblaban a causa del placer y de su nuevo descubrimiento.
Sus mentes estaban unidas y no era una metáfora. John percibía
claramente las sensaciones, incluso los pensamientos de Martin; y
Martin, que jamás había tenido poderes psíquicos, percibía claramente

Capítulo 10: Unión 122


Hellson 1: Sinergia

a John como si fuera parte de él.


Se movieron frenéticamente, descubriendo un mar de sensaciones
que no tardó en ahogarlos. John, enloquecido por la fricción y por las
manos de Martin masturbándolo, eyaculó con un grito reprimido,
ensuciando el agua de la piscina. Martin aferró sus caderas y se enterró
más en el cálido cuerpo, gimiendo a su vez.
Abrazados en medio del agua, fueron recuperando poco a poco el
aliento. La sensación de pertenencia, de comunión de las mentes,
estaba allí y no desaparecería jamás.
—¿Te hice daño?
Había tanta ternura en la voz de Martin que John le acarició la
mejilla y le dio un ligero beso en los labios.
—No. Fue maravilloso… fue… No puedo describirlo con palabras.
Nunca pensé que esto pudiera ser así —susurró.
—Y pensar todo el tiempo que perdimos —dijo Martin en tono
juguetón—. Pero podemos recuperarlo… Ven, me está dando frío.
Tomados de la mano, salieron en dirección al dormitorio de Martin,
donde volvieron a amarse. Estaban tan compenetrados que cada
movimiento tenía una sincronía perfecta, combinando la sensación del
descubrimiento con una extraña familiaridad ante cada caricia.
La frase que Martin había leído alguna vez investigando la vida de
Alejandro Magno tuvo un sentido cabal para él:
«El más grande amor, el más puro, sólo puede brotar del alma.
Hacer el amor con el alma es la victoria más grande.»
Hacer el amor con el alma. Eso era lo que estaban haciendo.
Y era sublime.
La madrugada los sorprendió agotados y buscaron instintivamente
sus cuerpos para quedarse dormidos uno en brazos del otro.

7
Martin abrió los ojos, envuelto en la tibieza del cuerpo de John. Con
dedos ágiles, acarició su espalda una y otra vez. Le parecía que toda la
vida había dormido de ese modo, y que nunca más podría dormir si no
era con él.

Capítulo 10: Unión 123


Hellson 1: Sinergia

Las espesas pestañas del canadiense hacían una leve sombra sobre
sus párpados cerrados. Sus mejillas aún estaban coloreadas a causa de
la pasión, pero dormía profundamente, con una paz que Martin temía
romper si lo besaba, aunque sus labios eran tan tentadores que le
costaba trabajo contenerse.
¿Eso era lo que había buscado?
Ahora se sentía completo con John. Siempre con John.
John era la parte que le faltaba.
La sensación de pertenencia permanecía latente y era definitiva.
Martin jamás había experimentado algo así.
Y tuvo más que nunca la certeza de que John era la clave de todo.
¿Ese era el motivo que los unía? Se había sentido tan atraído hacia
el profesor que no podía imaginar alejarse de él. ¿John sentiría lo
mismo? Estaban compenetrados, se habían movido al mismo ritmo,
como si siempre lo hubieran hecho así.
¿John?
¿Un hombre?
No le importaba que fuera un hombre.
Maldita sea si le importaba a alguien, pero a él no.
El timbre de la puerta lo hizo levantarse, maldiciendo y acercarse al
visor junto a la ventana. Eran Kurt y Alain, había olvidado que
vendrían a primera hora.
—Me visto y bajo —dijo rápidamente por el intercomunicador.

8
—Aristide me dejó fotografías de los grabados —explicó Kurt,
sacando su portátil y poniéndola sobre el escritorio del estudio—.
Encontré más referencias a serpientes. —Mostró las imágenes
ampliadas que ocupaban gran parte de la pantalla—. Tuve que
contratar a un lingüista experto en lenguas muertas, con él identifiqué
los patrones de los símbolos. Son similares a los jeroglíficos egipcios y
como debes saber, los incas no tenían sistema de escritura conocido.
Por cierto, el cheque del lingüista espera tu firma.
Martin asintió, examinando la pantalla con atención.
—¿Qué dicen? —interrumpió John, desde la puerta. Se acababa de

Capítulo 10: Unión 124


Hellson 1: Sinergia

levantar, extrañado por la ausencia de Martin, y vestía la bata de éste.


—Hum... —murmuró Kurt sin mirarlo, buscando entre sus archivos
—. Es complicado...
Alain estudió intensamente a John, con ojos risueños, hasta hacerlo
ruborizar.
—¿Todo bien, Johnny?
—Claro —respondió el aludido, sentándose junto a Martin, con una
ligera mueca de dolor que le recordó sus recientes actividades. Su
amante le sonrió con cara de circunstancias.
—Los mensajes hablan de despertar al durmiente, las serpientes son
sus emisarios, sus espías, sus ojos y sus oídos. Y también hablan del
Perseguidor Luminoso que te roba el aliento. No creo que sea
coincidencia... —Kurt alzó la vista y sus ojos se posaron en John —.
¡Dios mío! Ya ocurrió...
—Te lo dije todo el tiempo —repuso tranquilamente Alain.
—Lo sé, cielo…
—¿Quieren dejarse de cosas y contarnos qué más averiguaron? —
interrumpió Martin, tomando la mano de John y estrechándola entre las
suyas.
Alain hizo una mueca burlona.
—La relación es clara —explicó—. El Hombre de Negro no quería
que se descubrieran los grabados, por eso mató a Gutiérrez. Pero
Aristide fue más rápido y se los quitó de las manos.
—¿Y Michelle? —cuestionó Martin con la voz velada—. Entiendo
que lo de Henri fuera un accidente, pero lo de ella no deja de
parecerme intencional, como si él estuviera al tanto de lo que hacemos.
Y siempre nos lleva ventaja.
John le acarició suavemente la mano, tratando de infundirle ánimos.
—No siempre —dijo con firmeza—. En Canadá nos adelantamos.
En Haití se le adelantó María y ahora fue Aristide quien se le adelantó.
Cada vez sabemos más acerca de él, no puede llevarnos tanta ventaja.
Martin le oprimió la mano y le agradeció sus palabras con una
sonrisa. Kurt alzó una ceja.
—Esta tarde iré a entregar los grabados al Círculo —dijo Martin—.
En algo salimos ganando, la cantidad reservada para pagarle a

Capítulo 10: Unión 125


Hellson 1: Sinergia

Gutiérrez no se tuvo que usar y el Círculo sí me pagará por los cuatro


que les daré.
—No cantes victoria. La factura del lingüista lo compensa —
canturreó Kurt—. Y ahora ustedes dos nos van a contar cómo ocurrió
ESO —añadió, señalando las manos entrelazadas de sus amigos.

9
John abrió la puerta que llevaba al refugio de André. Hacía rato que
Kurt y Alain se habían marchado, después de actualizar los archivos de
Martin con más información sobre el caso Chauchilla.
Lo único que tenían claro en ese momento es que debían intentar
hallar las cuevas y para eso Martin había enviado al Ejecutor. Pero
John sospechaba que el Hombre de Negro estaba en París. Y estaba
seguro de que la visión que tuvo al tocarlo en el Bois de Boulogne se
relacionaba con André.
Martin se había quedado en el estudio, repasando los datos. Kurt y
Alain se habían llevado algunos libros de la colección privada del
abuelo Hellson y John aprovechó esos momentos de soledad para
visitar a André y a las gemelas.
Pero apenas puso un pie dentro del refugio, captó de modo
clarísimo la voz de André.
«Ahora estamos completos.»
André estaba sentado junto al fuego, con Jenny y Janie a sus pies.
Ninguna palabra había salido de su boca, pero John las había oído…
Retrocedió, temblando, al darse cuenta que había captado el
pensamiento que André quería transmitirle, esta vez nítido y claro. No
había equivocación posible.
Jenny apareció a su lado, sonriendo, y lo llevo de la mano hasta el
científico.
—¿Cómo? ¿Cómo pudo ser?
«El que dormía fue despertado. Hay altas probabilidades de que
fuera yo quien lo hizo. Ecuador…»
Ecuador.
¡Ecuador! ¡La respuesta estaba en Ecuador!
John murmuró algo y se puso de pie. Tenía que decírselo a Martin.

Capítulo 10: Unión 126


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 11: Empatía

La empatía es la habilidad que posee un individuo


de inferir los pensamientos y sentimientos
de los otros. Los émpatas utilizan el hemisferio derecho
del cerebro, asociado a las ártes y fenómenos psíquicos,
y a muchos de ellos se les ha atribuido poderes
telepáticos.

Martin Hellson — Un grito a lo desconocido, 1998

1
Ecuador…
El caudal de pensamientos de André apuntaba a ese lugar. El
corazón de John latía desbocado. De pronto todo cesó y se hizo el
silencio.
«Aún no es tiempo. Hay que empezar por el principio de todo.»
John corrió hacia la casa a toda prisa, pero apenas llegó a la piscina,
encontró a Martin que iba a su encuentro.
—¡Martin! ¡André…! —John se detuvo en seco al ver el pálido
rostro de su amante—. ¿Qué pasa?
—Nada… —Pero no pudo ocultar su desaliento y se le abrazó.
Fragmentos de imágenes pasaron por la mente del canadiense,
entrevistas, fotografías, declaraciones…
—El reportaje de Le Sceptique… ¡Te culpan por la muerte de
Michelle! —murmuró, espantado—. Maldito bastardo de Luc…
—No pueden hacer nada por la vía legal —dijo Martin—. Hablé
con mi abogado. Hay testigos que dicen que yo no estaba allí y la
muerte fue por asfixia. No se encontró rastro de veneno ni nada
parecido… Incluso así, me culpan por haberla arrastrado a ese remoto
lugar sin advertirle el peligro… ¡Como si yo hubiera sabido! Incluso
podría demandarlos. —La voz de Martin se apagó por un momento—.
¿Ha pasado algo con André?
John le dio un suave beso en la mejilla y le apartó el cabello de la
frente.

Capítulo 11: Empatía 127


Hellson 1: Sinergia

—Será mejor que vengas y lo veas tú mismo.

2
«Empezar por el principio», había dicho el científico en la mente de
John. Todo pensamiento acerca de Ecuador y el ser que el canadiense
había vislumbrado pasaron a segundo plano. John acababa de
explicarle a Martin que la comunicación al fin se había establecido con
André.
—Entonces, ¿puedes oír sus pensamientos? —murmuró Martin con
los ojos entornados, sentado en el sillón de la pequeña salita, con
André y las gemelas frente a él y John paseando nervioso por la
habitación.
—Él dice que puedo hacerlo si quiero —respondió John, después de
intercambiar miradas con el físico—. Dice que Jenny y Janie podían
hacerlo, pero al entrar en la adolescencia perdieron esa habilidad. Por
eso me necesitaba.
Martin escuchaba con los ojos entrecerrados. Durante su vida había
presenciado demasiadas cosas extrañas como para sorprenderse, pero
ese fenómeno le concernía a él. Él era parte de eso y no un simple
observador, podía sentirlo.
—¿Cómo pasó?
John miró a André y comenzó a explicar lentamente.
—Dice que sus experimentos estaban a punto de llevarlo a un
descubrimiento importante y entonces todo se estancó cuando las
gemelas cumplieron los quince, porque dejaron de comunicarse con él
telepáticamente. Sólo obedecían sus órdenes, pero la empatía que
existió comenzaba a desvanecerse. Entonces ocurrió la explosión y él
se encerró en sí mismo, sin posibilidad de comunicarse con el mundo.
Luego tú lo rescataste y lo volviste a reunir con las chicas. Él supo que
te necesitaban, pero no podía llegar a ti. Así pasaron dos años y llegué
yo. André dice que tarde o temprano nos tendríamos que reunir. Ahora
estamos completos.
—¿Qué somos? ¿Qué quiere él de nosotros? —cuestionó Martin.
—Espera… una cosa a la vez. Somos… ¡Oh, Dios! —John se
detuvo, estupefacto. Luego se rehizo—. Él es una especie de cerebro
computador. Se ha aislado por completo del mundo para atender sólo
sus procesos mentales. No le interesan sus necesidades físicas, sólo su

Capítulo 11: Empatía 128


Hellson 1: Sinergia

mente —explicó—. Jenny y Janie son las extremidades, quienes se


ocupan de cuidar de él. Yo soy una central de comunicaciones, soy
quien se comunica y coordina con todos… Tú… tú eres la cabeza,
serás quien nos dirija. Todos somos parte de todos —finalizó John, con
la voz temblorosa.
—Gestalt —susurró Martin, refiriéndose a una corriente de la
psicología moderna—. Un grupo… sinergia… El todo es mayor que la
suma de las partes.
—Es correcto —murmuró John, luego de mirar a André—. Él le
llama empatía simbiótica. Dice… —Sus mejillas se colorearon—. Dice
que el sexo actuó como catalizador para romper las últimas barreras de
nuestra mente. Él hizo eso con las gemelas. Ahora somos una entidad.
Todos tenemos una función, nos acoplamos: si uno falta, la entidad…
la gestalt no funcionaría.
—¿Y el Hombre de Negro? ¿Y tu visión?
John hizo un doloroso gesto, como si esas palabras le hubieran
traído un mal recuerdo.
—Dice que debemos asimilar lo que somos y luego hablaremos de
eso.
Jenny y Janie, que habían estado escuchándolo todo en silencio, se
levantaron y fueron hacia Martin, abrazándosele como solían hacer.
«Estamos completos.»
«Completos.»
Desde su silla, André seguía tan impasible como siempre, pero sus
ojos parecieron brillar.

3
John giró voluptuosamente en la cama, ondulando hacia Martin. Se
habían amado por horas luego de salir del refugio de André. Se habían
amado porque de ese modo hacían más fuerte el vínculo que los unía,
un vínculo que debían preservar sobre todas las cosas.
Y también habían sentido algo, apenas un milisegundo, pero había
sido suficiente. Allí afuera había mucho más, un algo que llamaron
Conciencia Única por denominar de algún modo lo que sólo habían
podido vislumbrar cuando, juntos, gritaron con la intensidad del
orgasmo. Algo que en cierto modo era una manifestación más de la

Capítulo 11: Empatía 129


Hellson 1: Sinergia

evolución.
Pero no les importaba por ahora.
Con las manos entrelazadas, se miraron interminablemente.
—No te lo ha dicho… André aún no te revela lo de Ecuador —
susurró Martin, acariciándole la mejilla.
—Dice que eso puede esperar. Que debemos hacernos fuertes… —
intentó explicar John.
—¿Fuertes para qué? ¿No puedes arrancar el secreto de su mente,
John? ¿Por qué no lo haces? —Tomó el rostro de su amante entre las
manos y se perdió en sus ojos, tratando de escrutar alguna verdad.
—Puedo oír sus pensamientos —dijo John en voz baja—, es como
cuando una estación de radio transmite. Si no deseas no tienes que
oírla y así me pasa o me volvería loco. Pero hay ocasiones en las que la
estación no transmite. Y respecto a Ecuador, André desea callar por
ahora.
«Estamos completos.»
«Sin secretos.»
«Déjame hablarte de mí…»
—¡Basta!
—Shhh —susurró John, depositando suaves besos en las sienes de
su amante, que bajaron hasta la comisura de su boca—. Él dijo que
debemos asimilarlo, por eso la espera. Confía… confía, por favor.
Los labios de Martin respondieron, ávidos.

4
Tres días más pasaron y la empatía entre los cinco iba en aumento.
Martin tenía ya muy claro que John podía comunicarse con André y
con las gemelas, pero ellos no se comunicaban mentalmente entre sí. Y
él sólo podía comunicarse con el científico por intermedio de John.
Podía dar órdenes que Jenny y Janie obedecían sin dudar,
teleportándose para manipular objetos que estaban en la casa, e incluso
cosas del departamento de Kurt y Alain, sin que ellos lo advirtieran,
porque apenas tomaba unos segundos.
Con John existía un acuerdo tácito, él podía escuchar sus

Capítulo 11: Empatía 130


Hellson 1: Sinergia

pensamientos como escuchaba los de André; pero había decidido no


hacerlo y Martin sabía que podía confiar en él.
John era la pieza que había estado faltando, el único que podía unir
a los seres que componían la entidad gestáltica.
En cuanto al asunto de Ecuador, Martin optó por hacerle caso a
John y André y esperar, y esa fue la única decisión que el científico les
impuso. Martin sería de ahora en adelante quien daría las órdenes. Por
otro lado, Aristide se encontraba en el lugar y no le pidió volver;
aunque encomendó a Kurt y Alain cesar la búsqueda de referencias y
concentrarse en otros casos importantes.
Sus relaciones con El Círculo habían mejorado sustancialmente
luego de que entregara las placas, por eso no le extrañó que una tarde
lo llamaran para encomendarle una nueva misión.

5
John terminó de revisar un caso de apariciones que había sido
catalogado por Kurt como fraude y suspiró. Aún le faltaba mucho para
tener la experiencia de los dos ingenieros separando el polvo de la
paja, a él le había parecido perfectamente posible.
Esa tarde no tenía nada que hacer y Martin había salido. Las
gemelas estaban resfriadas y sin muchos deseos de estar con él, de
modo que decidió dar un paseo.
Aún lo intrigaba el misterio que rodeaba a la muerte de Michelle.
Al estar relacionado con el Hombre de Negro y con André, lo
consideraba su propio misterio. Pero había decidido respetar la
decisión del científico y confiar en él.
Sin embargo, había algo que sí deseaba hacer.
Tomó un taxi y le pidió sin vacilar que lo llevara al Cementerio de
Montparnasse, al cual entró con pasos seguros, sintiendo una extraña
familiaridad a pesar de no haber estado nunca allí. Se detuvo unos
momentos en la caseta del vigilante para averiguar la ubicación de la
tumba que buscaba y se dirigió, resuelto, hacia allí.

Triste es el camino de los despojados del amor.


La Muerte cogerá tu mano y aliviara tu soledad.
Michelle Saint-Jaques
1975-2004

Capítulo 11: Empatía 131


Hellson 1: Sinergia

John se acercó a la tumba llena de flores que los padres de Michelle


sin duda habían llevado. No tenía ninguna que ofrecerle, había
olvidado comprarlas en la puerta del cementerio.
—Michelle —susurró, y el viento se llevó su susurro. Sonrió a
medias recordando su primer encuentro con la chica y lo mucho que
ella lo detestaba—. Michelle, habríamos podido ser amigos…
Entonces sintió algo, como si se hiciera un silencio repentino en su
mente. Dejó de oír por un instante los murmullos de las conversaciones
y se puso alerta.
Antes de voltear supo que él estaba allí.
Y no se equivocó.
Con el aire de la tarde agitando los faldones de su amplio abrigo,
estaba él. Su enemigo, la razón de que él hubiera ido a París, el dueño
del misterio que lo rodeaba.
El Hombre de Negro avanzó hacia John.
—¿Quién es usted? —tartamudeó el canadiense, mirando a su
alrededor. El cementerio estaba bastante concurrido, grupos de
personas dejaban flores entre las tumbas y charlaban bajo la sombra de
los árboles. Parecía imposible que algo malo pudiera sucederle entre
tanta gente.
—Permítame presentarme —respondió tranquilamente el hombre,
haciendo una inclinación de cabeza—. Antoine Dubois.
Le tendió la mano y John la tomó, sintiendo deseos de reír ante lo
absurdo de la situación.
Allí estaba el hombre que lo había atormentado durante todo ese
tiempo, el hombre que siempre parecía ir un paso más adelante que
ellos, el asesino... paseando tranquilamente por el cementerio de
Montparnasse.
—John Storm —dijo mecánicamente, estrechando la mano. No
obtuvo ninguna visión y sus ojos buscaron los del Hombre de Negro.
Ojos azules, no había reparado antes en lo azules que eran... como
los de Martin.
—Su pequeño don se ha fortalecido con el sexo —observó el
Hombre de Negro—. Finalmente me agradecerá haberlo librado de ese
problema —acotó, señalando hacia la tumba.
—Usted... —murmuró John, apretando los puños.

Capítulo 11: Empatía 132


Hellson 1: Sinergia

—¡Antoine! —dijo una alegre voz y un joven de cabellos castaños


se acercó al hombre, tomándolo del brazo—. Perdón... no sabía… —El
joven lo soltó, confuso, mirando a John. Llevaba un ramo con varias
flores distintas y se ruborizó intensamente.
John lo miró asombrado. Era tan parecido a él que podría haberse
tratado de su hermano adolescente. Tenía su estatura y complexión, y
el cabello estaba peinado del mismo modo. Incluso su color era
parecido, sólo un par de tonos más oscuro.
—Tranquilo, no pasa nada —dijo rápidamente Antoine,
sonriéndole—. Es un viejo amigo, John Storm. John, él es Dominique
Lafavre.
John estrechó la mano del joven con aprensión y tuvo una visión
fugaz de una habitación de hotel, sábanas de seda roja y dos personas
haciendo el amor. Antoine y Dominique.
Y sintió rabia.
—Gusto de verlo, John, pero Dom y yo tenemos que irnos. —El
hombre tomó una flor del ramo que tenía Dominique y se la tendió a
John—. Para su amiga... —Y con una nueva inclinación de cabeza, se
alejó por el sendero.
John tomó la flor... un crisantemo rojo. Tan rojo como la sangre...
«Te quiero.»
Sobresaltado, retrocedió, pero ellos ya se habían alejado. John se
arrodilló ante la tumba, depositó el crisantemo en el medio de la lápida
e hizo rápidamente la señal de la cruz.
—Adiós, Michelle.
A lo lejos, la silueta del Hombre de Negro se desdibujaba, como
una mancha de tinta derramada por el sendero bordeado de árboles.

6
Cuando John volvió a la casa era casi de noche. Encontró a Kurt y
Martin en el estudio. Su amante estaba hablando por el celular, pero lo
dejó un momento para abrazarlo. Luego, volvió a tomar el teléfono,
hablando de prisa.
—¿Pasa algo? —preguntó John, inquieto.

Capítulo 11: Empatía 133


Hellson 1: Sinergia

—Tranquilo, Martin está hablando con Aristide. Le ha pedido que


vuelva, lo necesita aquí.
John se sentó en una silla, silencioso. Martin estaba discutiendo en
voz muy alta y luego de un rato, colgó el teléfono, muy mortificado.
—Vendrá. Pero me costó convencerlo. No quería hacerlo, ya lo
conoces cuando tiene una pista interesante —le dijo a Kurt y se sentó
en el escritorio mirándolos a ambos con gravedad.
«Lo he visto», dijeron los ojos de John.
«Lo sé.»
—¿Qué es eso tan importante que querías decirme? —preguntó
Kurt, mirándolos muy intrigado.
Martin entrecerró los ojos.
—El Círculo me encomendó una misión. Hay una organización de
ocultistas operando en París. Hacen rituales, invocaciones a demonios
y ese tipo de cosas. Pensaron que era un fraude, como muchas
organizaciones así, pero desde hace un tiempo, descubrieron que hacen
sacrificios humanos. —Martin apretó los labios—. El Círculo indagó
todo lo que pudo, remontándose a los orígenes de la organización, hace
dos años. Contactan jóvenes estudiantes que buscan emociones
intensas, los embaucan y finalmente los hacen desaparecer. Algunos se
suicidan…
Kurt intercambió con Martin una mirada de entendimiento.
—¿Y dónde entras tú?
—Hace poco lograron identificar a una persona. Un hombre que ha
empezado a hacerse respetado en los círculos de París por sus
conocimientos de Ocultismo. Ellos creen que ese hombre es la cabeza
de la organización, pero no hay modo de probarlo. Y quieren que
investigue.
—Y para eso quieres a Aristide —acotó Kurt—. ¿Quién mejor que
el viejo zorro para rastrear una presa así?
—No, espera —dijo Martin—. El hombre… Se llama Antoine
Dubois.
—¡Es él! —exclamó John—. Lo vi en el cementerio. «Es el
Hombre de Negro. Me dijo su nombre.»
Había comprensión en los ojos de Martin. Kurt, sin embargo, los
miraba a ambos sin entender. John tuvo que explicar su breve

Capítulo 11: Empatía 134


Hellson 1: Sinergia

encuentro, tratando de no dar demasiado énfasis al hecho de que había


ido solo a visitar la tumba de Michelle. Pero Martin lo reprendió.
—No debemos separarnos y lo sabes. Somos fuertes mientras
estamos juntos.
John bajó la mirada, para asombro de Kurt.
—Bien —dijo el ingeniero, mirando alternativamente a John y a
Martin—, tenemos dos nombres que investigar. Esta noche Alain y yo
revisaremos lo que podamos. Y Martin, sé que nos pediste dejar de
buscar serpientes, pero lo hicimos de todos modos y esta tarde
hallamos algo. Lo enviaré mañana por la noche a tu correo, debemos
descifrarlo aún.
Martin le dirigió una mirada de reproche, pero luego sonrió con
indulgencia. John le tomó la mano, percibía en su amante el deseo de
venganza, pero también el miedo hacia lo que iba a encontrar en
Ecuador y a lo que Kurt le acababa de informar.
—Gracias, Kurt —dijo suavemente John.
—Si no me necesitan, voy a casa. Alain me espera para cenar.
—Gracias —dijo Martin—. Te acompaño.
Los dos se dirigieron a la puerta. Antes de salir, Kurt le recordó:
—Mañana es tu conferencia. No puedes faltar. Buenas noches.

7
John se abrió paso entre la multitud que asistía a la conferencia y
avanzó. Estaba tan concurrida como la que había presenciado en
Canadá, cuando vio por primera vez a Martin. Con una leve sonrisa, se
sentó lo más adelante que pudo y se dedicó a mirar a su alrededor.
El público era en su mayoría femenino. Jóvenes bulliciosas y
alegres, alentadas por el tema de la conferencia, que era sobre
apariciones, pero más atraídas por la personalidad del expositor. John
no las culpaba, Martin podía ser el sueño de cualquier estudiante
universitaria.
Cuando la conferencia comenzó, los murmullos cesaron y se hizo
una expectante atención sobre la figura en el estrado. John sonrió,
Martin era sencillamente avasallador. Sus ojos se encontraron muchas
veces durante la conferencia.
«Te ves hermoso», comunicó el francés, con ojos divertidos.

Capítulo 11: Empatía 135


Hellson 1: Sinergia

«No es cierto... todos te miran a ti.»


«Es porque estoy aquí arriba.»
Martin le guiñó un ojo y lo hizo ruborizar. Junto a John, un leve
murmullo se desató.
«Descarado.»
—Algo importante a destacar en los casos de apariciones es que no
existen dos iguales. Son tan complejas y diversas como lo es cada ser
humano. Cada aparición tiene su propio origen, causa y significado. A
su vez, su manifestación difiere en cuanto a las características que
presenta, el lugar, el antes y el después —explicó Martin.
Las diapositivas se sucedían rápidamente conforme la ponencia se
desarrollaba. John sólo tenía ojos para él, pero el ruido de un flash lo
hizo voltear a un lado, para descubrir a Luc, de la revista Le Sceptique,
tomando fotografías y filmándolo todo.
«La vida continúa... ella murió, pero todo sigue adelante.»
Y eso le pareció de pronto terriblemente injusto.
—Existen muchos testimonios, fotografías y evidencias que nos
llevan a plantearnos si realmente las apariciones o fantasmas son parte
de nuestra realidad....
La voz de Martin fue poco a poco llevando al auditorio hacia la
realidad vivida en sus casos, mostrando videos y fotografías que
respaldaban su narración. Era fascinante oírlo, aunque el tema fuera
polémico. John captó algunas conversaciones al vuelo y no le extrañó
que su amante fuera considerado extraño en el claustro universitario.
Él mismo no habría creído nada de eso si no lo hubiera visto con sus
propios ojos. Pero las ponencias eran una interesante fuente de
ingresos para Hellson Unlimited, que además les permitía conseguir
nuevos casos.
«Un modo mercantilista de explotar los conocimientos del
venerable abuelo Hellson», había dicho Alain en alguna ocasión y John
estaba plenamente de acuerdo.
—Debido a que el tema de las apariciones y fantasmas carece de
una explicación científica y de bases para comprobar sin ninguna duda
su existencia, el estamento científico ha ridiculizado por décadas a los
investigadores de lo paranormal, especialmente aquellos dedicados a
esta área —dijo finalmente Martin—. Sin embargo, yo creo en ellas.
Gracias.

Capítulo 11: Empatía 136


Hellson 1: Sinergia

John se quedó en su lugar mientras el público aplaudía y varias


personas se acercaban para hablar con su amante. Luego de la
conferencia, se ofrecía un cóctel en honor a Martin, que había donado a
la universidad uno de los misteriosos grabados de José Gutiérrez.
Entonces, divisó a una chica que se acercaba a Martin. Era la
misma jovencita que en una ocasión había dormido en la casa. John
contuvo la respiración y observó. La chica dijo algo al oído de Martin
y éste respondió a su vez. Luego ella se alejó, decepcionada.
«Soy sólo tuyo.»
John le sonrió y caminó hacia la salida.

8
Martin entró sigilosamente a la habitación en penumbras. John dormía
profundamente, con un libro de cultos antiguos entre las manos.
Despacio, se lo quitó y apagó la luz de la lamparita, para desnudarse
luego y acostarse junto a él.
Lo abrazó posesivamente. John se movió un poco, acomodándose
entre los brazos de su amante, abrió los ojos a medias y murmuró con
voz soñolienta:
—¿Cómo estuvo tu cena?
—Aburrida. —Fue la respuesta—. Me gusta más estar aquí.
Los ojos de John volvieron a cerrarse y Martin le acarició la espalda
encima del grueso pijama a rayas que usaba. Nada sexy,
definitivamente. Pero aún así, John se le antojaba la visión más
hermosa.
Es amor…
Con una sonrisa incrédula y feliz, Martin cerró a su vez los ojos.

9
John despertó envuelto en la calidez del cuerpo de Martin. Se movió
un poco y acarició el brazo bronceado que rodeaba su cintura, sólo
para notar con un poco de vergüenza que Martin estaba desnudo,
mientras que él traía puesto su viejo pijama de franela.
Sonrió tristemente. Nunca sería el acompañante glamoroso que
Martin necesitaba para brillar aún más en las reuniones de la
universidad. No era bello, como Michelle, María o la jovencita de la

Capítulo 11: Empatía 137


Hellson 1: Sinergia

conferencia. No era así, pero tenía a Martin a su lado.


—Buenos días —susurró Martin, ondulando suavemente sobre la
cama—. ¿Dormiste bien?
—Siempre duermo bien cuando estás a mi lado —respondió John,
con total naturalidad. Y era completamente cierto, desde esa noche en
la piscina, habían empezado a dormir juntos en la habitación de
Martin.
—¿En qué estabas pensando? —Los ojos azules de Martin se
clavaron en los suyos y John inconscientemente bloqueó sus
pensamientos anteriores.
—En ti —susurró, pegando las caderas al cuerpo de su amante y
moviéndose voluptuosamente—. Te necesito.
La declaración fue hecha con sencillez, expresando una necesidad
básica. Durante los días pasados, habían tenido tiempo de explorarse,
de descubrir lo que les causaba más placer. Con Martin, John dejó un
poco su timidez para el sexo, aunque aún tenía algunas inhibiciones.
Pero su amante era paciente y poco a poco fue venciendo barreras. Y el
lazo mental que ambos tenían ayudaba mucho.
Martin envolvió los labios de John en un cálido beso y sus manos se
deslizaron para desabotonar el pijama.
—No, espera —pidió John—, lo haré yo mismo.
Uniendo la acción con la palabra, se levantó de la cama y fue hacia
el balcón, para descorrer las cortinas. Con la luz de la mañana en su
espalda, empezó a desvestirse lentamente, dejando caer el pijama a sus
pies.
Martin, desde la cama, lo miraba embelesado.
«No hay ser más bello que tú.»
«No digas eso.»
«Es la verdad… Ven a mí.»
John avanzó lentamente hacia la cama y retiró las cobijas que
cubrían el desnudo cuerpo de Martin. La erección de su amante se
alzaba, gloriosa, y se apresuró a tomarla entre sus labios.
—John… John…
Los movimientos de John fueron lentos: deslizaba la lengua,
recorriendo la extensión a su alcance y se detenía en la punta, haciendo

Capítulo 11: Empatía 138


Hellson 1: Sinergia

pequeños círculos. Sabía que a Martin lo enloquecía esa caricia y la


continuó hasta que las manos de su amante lo separaron lentamente de
su erección.
—Quiero estar dentro de ti… por favor…
John sonrió ante su pequeña victoria. Adoraba doblegar a Martin de
ese modo, sabía que nadie lo había podido hacer antes y eso le causaba
alegría. Nadie más que él había estado tan compenetrado con él.
Lentamente, se sentó sobre la ansiosa erección de su amante,
atrapando sus labios en un beso interminable, mientras sus caderas
ondulaban suavemente y bajaban poco a poco, marcando el ritmo de la
invasión.
«Me enloqueces.»
—Oh, Martin —susurró contra los labios de su amante. Martin lo
hacía sentir bello y deseado y eso fue el detonante para que sus
movimientos se aceleraran.
Torturados gemidos, gritos de placer, jadeos, y el movimiento
cadencioso de los cuerpos sobre las sábanas. Todo giraba en la mente
de ambos, el placer se intensificó hasta llegar a su límite máximo y sus
mentes se unieron una vez más.
«Juntos…»
«Juntos… siempre…»
John se desplomó sobre el cuerpo de Martin, sin retirarse aún, y
hundió el rostro en el cuello sudoroso de su amante.
—¿Qué somos? —susurró.
—Gestalt, somos parte de todos…
—No… ¿qué somos tú y yo? —volvió a preguntar John.
Martin acarició su rostro con infinita ternura.
—Tú y yo somos uno.
Acurrucados, uno en brazos del otro, se quedaron hasta muy
entrada la mañana. Luego de tomar una ducha juntos, bajaron a
desayunar.
El periódico les trajo la noticia de un asesinato.
Dominique Lafavre, joven estudiante de medicina, había sido
degollado en la habitación de un hotel, en el boulevar de Saint Ouen.

Capítulo 11: Empatía 139


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 12: El cazador de almas

Mucho se ha especulado de una antigua raza,


formada por espantosos seres, mounstruos de
pesadilla alimentados por emociones humanas,
que fueron adorados por los primeros hombres
como dioses. Se dice que, literalmente, cayeron
del cielo. Esto sugiere que su procedencia es
extraterrestre; sin embargo….

Martin Hellson — Ceremonias rituales y cultos antiguos,


2003

1
El Ejecutor llegó la mañana en que recibieron la noticia del asesinato
de Dominique Lafavre, y partió enseguida a investigar; sin embargo,
el trabajo de Kurt se retrasó porque Alain tenía un fuerte resfriado y
pese a las protestas de Martin, la investigación sobre Antoine Dubois
pasó a segundo plano pues, según el propio Kurt: «Alain es más
importante que cualquier Hombre de Negro venido a menos».
John pasó el día con André y las gemelas, que se habían mostrado
extrañamente tranquilas, como si esperasen algo. Ese algo llegó, por la
noche, cuando Aristide regresó con su informe y Martin se encerró con
él y John en el estudio.
—Investigué las muertes sospechosas de estos últimos tiempos. Por
un lado, hay una extraña ola de suicidios, cuyos protagonistas
responden a un mismo patrón. Todos eran jóvenes entre los veinte y
veinticinco años, cabellos castaños, ojos marrones, delgados. Georges
Duval, profesor de matemáticas recién graduado. Philippe Luthier,
estudiante de Bellas Artes, sus amigos decían que tenía premoniciones
y que predijo su muerte días antes. Louis Chagny, vidente. Gilberte
Rioux, economista y muchos más. Vi sus fotografías: Duval tenía tus
mismos ojos, John; y Rioux tenía tu tono de cabello; la sonrisa de
Chagny era idéntica a la tuya. Todos eran parecidos a John. —La voz
de Aristide era desapasionada, simplemente enumeraba los hechos
conocidos.
—¿Qué hay de la muerte de Lafavre? —Martin sonó preocupado.
Sostenía la mano de John entre las suyas. Sus ojos entrecerrados

Capítulo 12: El cazador de almas 140


Hellson 1: Sinergia

mostraban cuán interesado estaba en lo que el Ejecutor estaba


diciendo.
—Lafavre fue el único degollado. Los anteriores murieron de un
tiro en la cabeza. La policía tenía archivados los casos como suicidio y
recién hace unas semanas comenzó a sospechar de un asesino en serie.
Eso coincide con tu venida a París, John —dijo gravemente Aristide.
—¿Cuántos fueron los suicidas? —preguntó John con la voz
velada.
—Pues… Veamos, el Círculo tenía a diez de los supuestos suicidios
catalogados como asesinatos, pero yo logré encontrar algunos más con
los datos que me dieron Kurt y Alain. Catorce muertes en menos de
dos años. Y eso sin contar los sacrificios humanos para los rituales.
Nuestro Hombre de Negro ha estado bastante ocupado.
Martin cerró los ojos. Estaban en el estudio y ante él estaba la
pantalla del computador, con el mensaje que Kurt le había enviado la
noche de la conferencia y que, con toda la conmoción del asesinato y la
llegada del Ejecutor, recién podía leer.

Hola, jefe:
Encontramos una referencia en Cultos Antiguos de
Barnard sobre un ser que coincide con lo que ha estado
pasando. Transcribo textualmente lo que dice, en la
sección dedicada a los Primitivos, dioses de una antigua
raza que según muchos, dominaba la tierra en tiempos
ignotos. Se dice que el ser en cuestión fue adorado por
los primeros humanos, pero se ignora lo que le sucedió.
Zhend, el cazador de almas, el perseguidor luminoso:
«El ser apareció en medio de una luz cegadora. La criatura
no era homogénea, en su cuerpo había diversos elementos
repulsivos e incongruentes. Su carne escamosa brillaba con
un fulgor espectral proveniente de extrañas formaciones
cristalinas de (fragmento ilegible) que brotaban de su
cuerpo. Varios tentáculos ondulaban en el aire,
hambrientos; y coronándolo todo, dos ojos contemplaban,
sin emoción alguna…»
En mi humilde opinión, estamos ante el famoso
Desterrado, Durmiente, o como quiera que se llame. Luego,
más adelante en el mismo texto, aparece lo siguiente:
«… y aquellos que conozcan las palabras apropiadas
podrán llamar a las serpientes que caminan en el viento.
Pero cuidado… Su invocación traerá la muerte (aquí viene
un fragmento ilegible)... y el aliento les será arrebatado
y sus almas serán devoradas por Él.»

Capítulo 12: El cazador de almas 141


Hellson 1: Sinergia

Interesante, ¿verdad? A nosotros nos parece que eso fue


lo que ocurrió. Tu Hombre de Negro invocó a las
serpientes, que son los emisarios del tal Zhend. ¿Qué
opinas?
Kurt

—¿Hubo muchos sacrificios humanos? —susurró John, casi


inaudible. Estaba en shock desde que supo la muerte de Dominique
Lafavre y la llegada del Ejecutor no lo tranquilizaba en absoluto.
—Diecisiete. Eso es mucho más sencillo de rastrear. A todos les
arrancaron el corazón, los cadáveres fueron abandonados en el Sena o
dejados en callejones o arrabales. Allí el asesino no sigue un patrón, las
víctimas son indistintamente hombres y mujeres, de cualquier edad. La
policía tiene el caso catalogado como «El asesino del corazón rojo».
No hay más conexión que esa misteriosa sociedad ocultista, «La
Serpiente de Sangre», pero no han llegado aún a Dubois. Tampoco han
conectado los suicidios con los asesinatos y mucho menos con la
muerte de Lafavre. Han tenido noticias de esa sociedad hace apenas un
mes. Y vuelve a coincidir con tu llegada a París.
—¿Y cómo llegó a enterarse el Círculo? —quiso saber John.
—Sencillo. Alguien corrió la voz de que Dubois posee un medallón
usado en los rituales vudú. Hasta donde pude averiguar, el que corrió el
rumor fue el propio Dubois. Ellos lo quieren para conseguir el
medallón —respondió El Ejecutor.
Martin seguía pensativo.
—No tiene sentido —bufó, frustrado— es como si quisiera… No…
es absurdo.
«Es como si quisiera que lo encontremos», transmitió a la mente de
John.
John lo miró y hubo entendimiento en su mirada.
—Quiere que lo encontremos… —repitió, haciendo eco del
pensamiento de Martin, mientras sujetaba su mano con fuerza—. Pero,
¿por qué?
—Coincido contigo —dijo con calma el Ejecutor— y tiene relación
con el modus operandi que siguen los asesinos en serie. Luego de un
tiempo, los acomete una necesidad de notoriedad, de fama. Y eso los
lleva a dejar pistas. Disfrutan jugando al gato y al ratón, la policía los
vigila, sospecha de ellos… y cuando vuelven a matar se sienten
invencibles. Poco a poco van tendiendo su propio cerco.

Capítulo 12: El cazador de almas 142


Hellson 1: Sinergia

—Dubois no es un asesino en serie —dijo Martin con total


convicción—. Para él es cuestión de supervivencia. Se alimenta de las
almas de esas personas. Induce a algunas al suicidio, ya vimos cómo
opera en nuestro último viaje; a otras las degolla él mismo y a otras las
sacrifica. Debe haber un motivo, un patrón. Pero ¿cómo averiguarlo?
—André —dijo llanamente John.
Nuevamente hubo entendimiento en los ojos de ambos. Aristide los
observó un poco extrañado. Conocía la historia del científico, pero ni
él ni Kurt y Alain estaban al tanto de la transformación que habían
sufrido John y Martin.
«Tienes razón. Pero aún no es tiempo.»
Martin tomó el teléfono que sonaba, habló unos momentos y se
volvió a John.
—Kurt dice que ya lo tiene, pero quiere que vayamos para allá. No
desea dejar a Alain solo en casa.
—Vamos —dijo John, cogiendo su abrigo.

2
—De todos los Antoine Dubois que hay en París, sólo cuatro coinciden
con la edad de nuestro Hombre de Negro —dijo Kurt, mostrando
algunas fotografías en la pantalla—. Dos de ellos son respetables
miembros de la sociedad, casados, con hijos, el otro es piloto y viaja
continuamente… Y el último… está muerto.
Kurt pasó rápidamente las fotografías de tres de los hombres y
ninguno se le parecía al Hombre de Negro.
«Muerto…»
«No puede estarlo… yo lo vi… ¡Todos lo vimos!»
John miró confundido a Martin, pero éste no parecía sorprendido.
—¿Hay la posibilidad de que use un nombre falso? —Kurt negó
con la cabeza—. Bueno, niño genio, suéltalo ya. No nos hiciste venir
sólo para decir que Dubois está muerto. Te conozco, ese brillo en tu
mirada te delata.
Alain estornudó, se limpió la nariz y soltó una risita.
—Anda, Kurtie, díselo. No queremos que muera de un sofocón…

Capítulo 12: El cazador de almas 143


Hellson 1: Sinergia

El Ejecutor encendió un cigarrillo. John sonrió, comprendiendo que


Kurt se estaba reservando algo que probablemente causaría sorpresa.
—No sé… —se hizo de rogar—. ¿Qué dices tú, Johnny?
—Dilo ya —dijo éste, riendo—. ¿Descubriste que el fantasma de
Dubois es el Hombre de Negro?
—Es peor —dijo Kurt, poniéndose serio nuevamente—. Hace
veintisiete años, una familia francesa fue de vacaciones a Ecuador,
concretamente a la ciudad de Cuenca. Escalaban la ladera de una
montaña y tuvieron un extraño accidente. La cuerda que los sujetaba en
el descenso se rompió y cayeron al abismo. Murieron al instante… y
no iban solos. Su hijo, Antoine, de siete años, iba atado a la espalda del
padre. Nunca encontraron su cadáver, simplemente desapareció. La
policía lo dio por muerto. Fin de la historia.
—Demonios. —Martin se puso de pie y atravesó a largas zancadas
la habitación, una y otra vez.
Nadie habló en mucho rato, hasta que finalmente, el Ejecutor
rompió el silencio.
—Si ese Antoine es el nuestro, ahora tendría treinta y cuatro años.
Coincide con los documentos que investigué… Finalmente volvemos a
caer en el mismo punto: Ecuador. ¿Quieres que vuelva, jefe?
—No, aún no —respondió Martin—, necesito pensar un poco. Hay
algunas piezas que faltan. Tengo que hablar con alguien. Vámonos,
John. Que te mejores, Alain.

3
—Ha llegado el momento —dijo Martin apenas entró en el refugio de
André.
El científico estaba acostado, con Jenny y Janie sentadas a ambos
lados de la cama, quietas y silenciosas, velando su sueño.
Los ojos de André se abrieron apenas John entró a la habitación.
«Ecuador… estamos preparados.»
«Lo sé», dijo la mente del cientifico.
John miró por unos momentos a André, luego a Martin. De pronto
se puso pálido, negó con la cabeza, la sujetó con ambas manos, con los
ojos llenos de incredulidad y respiró hondo.

Capítulo 12: El cazador de almas 144


Hellson 1: Sinergia

—André dice que la teleportación siempre lo obsesionó. Investigó


sobre eso desde muy joven, pero no fue hasta graduarse que algunos de
sus trabajos fueron tomados en serio. Eso le permitió ganarse cierta
reputación y viajar. En una ocasión, en Ecuador, conoció a dos
pequeñas de cuatro años. Eran gemelas, pero eso no tenía nada de raro.
Lo extraño e insólito fue que pudo ver que las niñas podían teleportarse
y que establecieron de inmediato comunicación mental con él. André
las compró… Son Jenny y Janie.
—Lo sé —dijo Martin, impaciente—. Lo leí en su diario… ya te lo
había dicho…
—Es diferente, Martin Hellson —interrumpió John—. André no me
lo ha dicho, me lo ha mostrado. Déjame decírtelo a su modo. Es lo
único que ata a André a su pasado… luego de esto, se dedicará sólo a
su mente y tú gobernarás la gestalt.
—Lo siento. Por favor, continúa.
Jenny se sentó en el regazo de Martin y éste acarició tiernamente su
mejilla.
—Él hizo varios experimentos con las gemelas. En resumen, trataba
de capturar su energía psíquica en un acelerador de partículas que
diseñó y transportarse a sí mismo junto con ellas. Tuvo miles de
fracasos y estaba a punto de enloquecer cuando dejó de comunicarse
mentalmente con ellas. En un intento desesperado, las regañó una
noche y las obligó a entrar en el aparato. Él entró también. La energía
psíquica que se desató a causa del enojo de las chicas fue tal que el
computador de la máquina se dañó. Ellas se teleportaron hasta
Ecuador, atraídas por un imán irresistible, André fue arrastrado con
ellas. Al principio pensó que las chicas habrían acudido a sus padres,
pero luego percibió una fuente de energía muy fuerte que los había
atraído como la luz a una mariposa. Una energía viva… dormida, pero
viva.
John hizo una pausa. Al oír sus palabras, Jenny y Janie se habían
abrazado a Martin, como si no quisieran recordar ese episodio.
—De pronto, una brillante luz brotó en el lugar donde estaban. Era
una cueva. André sólo recuerda la visión de dos ojos luminosos y una
fuerte explosión. Después de eso se encontró nuevamente en el
laboratorio, convertido en lo que ahora es. Martin, ése es el ser que yo
vi cuando toqué a Dubois. Los recuerdos de André son confusos, pero
no me queda duda.
—André lo despertó —dijo el francés sin emoción alguna—. ¿Qué

Capítulo 12: El cazador de almas 145


Hellson 1: Sinergia

hay de la frase del «no-ser»?


—Dubois se la dijo —respondió John—; cuando André fue
internado, luego de la explosión, recibió una visita. Era él. No
hablaron, pero Dubois le transmitió la frase y luego, hace unos meses,
cuando le trajiste al último vidente, supo que había llegado el momento
de escribirla.
—Hum... —Martin entrecerró los ojos, pensativo—. ¿André sabe la
ubicación de la cueva?
John miró al científico.
—Puede deducirla… —Se detuvo un momento, cavilando. Luego
se volvió hacia Martin—. ¿Recuerdas que te dije que André quería leer
un libro? Eso fue antes de poder comunicarnos. No entendí bien lo que
quería: no es un libro, son muchos libros… Son todos los libros que tú
has leído. Los tomará de tu mente, si le permites hacerlo.
—¿Él va a entrar a mi mente?
—Lo haré yo —dijo suavemente John—. André es un cerebro
computador, necesita información para poder procesarla. Puede oírte,
pero no puede hablar contigo, el nexo de comunicación de nuestra
gestalt soy yo. Dijiste que faltaban piezas para comprender lo que
pasaba. ¿Quién mejor que tú, especialista en fenómenos extraños, para
hilvanar las ideas? Pero tienes que alimentar a tu máquina de pensar…
Ayúdanos…
Martin se acercó y tomó las manos de John en una muda
aceptación. Sabía hipnotizar a la gente, así que relajó la mente como si
fuera para una sesión de hipnosis y miró al hombre frente a él.
John escrutó sus ojos, se perdió en el dibujo intrincado de su iris…
y fue más allá.
«Los ojos son el espejo del alma… Ábreme tu mente…»
Sintió una sacudida similar a la que lo acometía cuando tenía
visiones y algo giró vertiginosamente dentro de él.

4
«Te amo…»
«Te amo. No temas…»
Imágenes que giraban vertiginosamente, fragmentos de ideas,

Capítulo 12: El cazador de almas 146


Hellson 1: Sinergia

sentimientos, sensaciones… todo estaba en movimiento, en constante


cambio.
La mente de Martin se abrió para John.
«Calma… despacio», dijo la voz de André.
Poco a poco el torbellino se detuvo, impulsado por la mente de
John. Concentrado en su objetivo, el canadiense hizo un esfuerzo
mental por organizarlo todo. Era su mundo virtual, cualquier
aproximación que su mente hiciera para simplificar el modelo real,
serviría.
Una biblioteca…
Una biblioteca, volúmenes ordenados en forma temática, archivos
conteniendo los datos que necesitaba.
Cultos antiguos, demonios primitivos, fenómenos psíquicos… todo
apareció clasificado y fácil de encontrar.
John tomó uno a uno los temas, tan velozmente que no llegó a
asimilarlos del todo. Simplemente pasaron por su mente y fueron hacia
André, dejándole una sensación de embotamiento.
Todo se hizo borroso, la biblioteca desapareció y en su lugar, John
vio los ojos preocupados de Martin.
—¿Estás bien? —John asintió—. Sentí como que me quitaras todo
y luego lo acomodaras de nuevo en su lugar. Sólo espero no tener que
volver a hacerlo —dijo Martin.
—Tomé lo necesario, lo que me dijo André —musitó John, con voz
apenas audible—. Debo asimilarlo, es parte de la habilidad que
desarrollaré. Pero por ahora, sólo quiero dormir. —Se frotó los ojos,
pero hizo un esfuerzo, aferrándose al brazo de Martin—. Vamos,
pregunta.
—Pienso que Zhend es un demonio del tipo de los que absorben la
energía vital, el chi o el alma. El experimento de André lo despertó de
alguna especie de letargo, pero es débil aún. ¿Él Hombre de Negro y la
criatura están conectados? ¿Qué son?
Después de unos momentos, John respondió.
—Es difícil ponerlo en palabras. Son una entidad parecida a la
nuestra. Tienen una simbiosis de tipo comensalista, que nace para
preservar la vida de uno de los individuos. En este tipo de interacción
uno de los organismos se beneficia, mientras que el otro no se ve
perjudicado.

Capítulo 12: El cazador de almas 147


Hellson 1: Sinergia

—¿Zhend es el huésped del Hombre de Negro? —preguntó Martin.


—Es correcto. Algunos tipos de demonios utilizan seres humanos
para mantenerse con vida. Una vez que el humano muere, buscan otro
—dijo John, pálido.
—Dubois mata para él, las almas que absorbe se transmiten de
algún modo a Zhend. Usa distintos métodos para asesinar, ¿cómo se
relacionan?
—El ser necesita almas condenadas para fortalecerse más. Las
almas sacrificadas en rituales en su honor, los suicidas, los zombies.
Eso tiene un significado místico y contribuye a hacerlo más fuerte.
—Es cierto —dijo Martin, pensativo—. No lo había captado antes.
Zhend utiliza a Dubois para conseguirle almas, en eso se basa su
relación.
John se puso de pie, con la barbilla temblándole.
—¡Es por eso que percibí tanto dolor en él! Está siendo utilizado y
su parte humana se resiste a ello, por eso llama nuestra atención. ¡Por
eso la frase! Ella encierra todo el dolor que siente...
«Déjame hablarte de mí... »
—¡Basta! —gritó Martin—. Parece que lo compadecieras. Estamos
frente a un ser que absorbe almas, que mata... Influenciado o no,
debemos detenerlo.
—Podríamos intentar ayudarlo…
—¿Y dejar que nos asesine como a los otros? Lo siento, Johnny
Storm, pero no quiero convertirme en el almuerzo de Zhend y tú
tampoco querrás eso. Tu aura debe resultarle particularmente
apetecible, tu energía vital debe ser incluso más fuerte que antes y si él
te hace lo que a los otros, te destruirá. Quizá es eso lo que busca,
hacerse con los más fuertes para así fortalecer más a la criatura.
—No… —John calló, derrotado. Cada palabra de Martin había sido
como un latigazo. Trató de calmar su respiración agitada y cerró su
mente a las cosas que André transmitía. La nariz le empezó a sangrar.
Jenny y Janie aparecieron a su lado, abrazándosele.
—Lo siento... lo siento, John, pero mi deber es protegernos. —
Martin se acercó con un pañuelo que John tomó.
—Está bien... pero tú no sentiste su dolor. —Se separó suavemente
de las gemelas—. Estoy cansado, me voy a la cama.

Capítulo 12: El cazador de almas 148


Hellson 1: Sinergia

Martin sintió su salida como si lo hubiera golpeado. El lazo mental


que los unía se interrumpió por un momento.
—¡John, espera! —Las gemelas se aferraron a su brazo,
impidiéndole moverse por un momento. Martin comprendió, ellas
deseaban proteger a John de su enojo—. Estoy bien. Ya pasó todo, voy
con él.

5
—¿John? —Martin se asomó a su habitación, pero no encontró a nadie.
Cavilando aún, ya disipado su enojo, se dirigió a la habitación de John.
Allí estaba él, acurrucado en la cama, con un pañuelo cubriéndole la
nariz—. ¿Estás bien?
—Abrázame.
Martin obedeció silenciosamente, pasando dedos nerviosos por el
cabello de su amante.
—No vuelvas a dejarnos así, nos haces daño —susurró.
—Sentí tu rabia. Fue algo a la vez físico y mental. Las personas que
rechazan los órganos que les son transplantados deben sentir lo
mismo… dolía… era como si me arrancasen algo mío. «Él está
afectándonos… nos afecta a ambos».
—No puedo rechazarte, sería como rechazarme a mí mismo —
murmuró Martin—. Dubois nos afecta, él es parte de esto de algún
modo.
—Él sabe de nosotros, «sabe lo que somos…». Él mismo me lo
dijo… ¿Por qué…? «Tengo miedo…»
La pregunta de John quedó flotando en el aire.
—He visto esa simbiosis con demonios antes. Posesión demoníaca,
poderes psíquicos, telekinesis generalmente. Pero nunca dura
demasiado, el sujeto muere antes o es liberado… Por lo que sabemos,
Dubois ha tenido ese vínculo al menos durante veintisiete años, aunque
se ha intensificado en los últimos dos.
—Olvida a Dubois, Martin. Ámame. —Los labios de John buscaron
los de su amante, ávidos y temerosos de hallar rechazo.
«Somos uno.»
«Tómame.»

Capítulo 12: El cazador de almas 149


Hellson 1: Sinergia

Las manos de Martin lo desvistieron, ágiles. John se dejó hacer,


tumbado en la cama, con los ojos entrecerrados y los labios anhelantes,
jadeando. Era como si ambos hubieran estado a punto de perderse y
necesitaran recuperarse.
Poco a poco las prendas que los cubrían fueron arrojadas al piso, en
medio de gemidos y jadeos. John contempló a Martin tenderse sobre él
y suspiró.
«Eres perfecto.»
«Lo que soy es gracias a ti.»
Desnudos, volvieron a perderse en sus sensaciones, acariciándose,
explorándose, amándose hasta sentir el vértigo que marcaba el ritmo de
sus almas entrelazadas en la danza de la pasión, derribando las barreras
una y otra vez.
«No vuelvas a hacerme sentir así.»
«Nunca.»
John apartó el cabello de Martin de su rostro y se lo sujetó con
ambas manos.
—¿Qué haremos? ¿Lo has decidido ya?
«Lo sabes… buscamos respuestas.»
—Buscar a Dubois. Buscar sus orígenes y buscarlo a él.

6
Una semana pasó sin que tuvieran noticias del Hombre de Negro. La
policía capturó entre tanto a un sospechoso. Un hombre que se atribuyó
los asesinatos de los rituales y los describió con tal precisión que no les
cupo duda de que era el culpable.
Sólo Martin y los suyos estaban al tanto de la verdad, pero no había
modo de probarlo. El Círculo también lo sabía, pero se desentendió del
problema, prometiéndole a Martin una generosa cantidad de dinero si
les entregaba a Dubois.
Pero a Dubois se lo había tragado la tierra. No volvió al
apartamento que tenía en Montmartre y su sociedad secreta se disolvió
con la captura del supuesto asesino.
—Él será quien nos busque —dijo John una tarde, en que el viento

Capítulo 12: El cazador de almas 150


Hellson 1: Sinergia

agitaba las copas de los árboles del Bois de Bolougne, saludando al


invierno—. Él nos necesita por alguna razón.
El vínculo que unía a los cinco se había fortalecido mucho más. Lo
ocurrido la noche en que André les reveló la verdad había sido una
especie de prueba de la que habían salido airosos. Ahora ellos tendrían
el control, el científico se había refugiado completamente en su mundo
de cálculos y procesos mentales. Jenny y Janie comenzaron a
aparecerse por la casa y a curiosear entre los libros de Martin.
John les había enseñado pacientemente a usar el computador,
aunque las gemelas parecían más interesadas en jugar con las teclas
que en aprender algo de provecho.
Una mañana, Martin anunció que el Ejecutor había partido a
Ecuador otra vez, para rastrear la misteriosa desaparición del niño de
siete años en las montañas, veintisiete años atrás.
El francés estaba ocupado finalizando una investigación para la
universidad y John optó por no molestarlo e ir de visita donde Kurt y
Alain, pero en el camino cambió de opinión y se dirigió al Bois de
Bolougne, acometido por una sensación de nostalgia.
Caminó entre los árboles perdido en sus pensamientos hasta que sus
sentidos se pusieron alertas. Respiró hondo hasta calmar el palpitar de
su corazón. Su presentimiento había sido cierto, él los buscaría…
Olor a muerte… Perfume de sándalo…
—Buenos días, Antoine —dijo, volteando hacia el hombre que
caminaba hacia él.

Capítulo 12: El cazador de almas 151


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 13: Dubois

Los chinos denominan CHI a la energía vital.


La energía impulsa la vida y vincula el espíritu a
la materia. La intensidad de esta energía depende
del modo en el que un individuo armonice con su medio
ambiente. Existen individuos…

Martin Hellson — Ceremonias rituales y cultos antiguos,


2003

1
—Es una bella mañana para dar un paseo. Luce radiante, John. —
Antoine Dubois mostró una leve sonrisa al tenderle la mano.
—Usted lo hizo —dijo John, sin tomar la mano extendida frente a
él—. ¡Usted mató a esas personas!
Algunos transeúntes los miraron con curiosidad. Antoine sólo
sonrió.
—El aire de este lugar es refrescante. ¿Conoce bien París, John?
París es un templo, como diría Henry James: «Es el templo más grande
jamás construido para placeres materiales y sensualidad visual…»
—¡Al diablo con París! Usted lo hizo…
—¿Y qué si fuera así? Me necesita, John. Tanto como yo lo
necesito a usted. No le haré daño, permítame mostrarle París. —Y sin
más, el hombre avanzó por el sendero bordeado de árboles.
John titubeó y después de un momento, apuró el paso hasta caminar
al lado de Antoine.
«Sabía que vendría», sintió con claridad en su mente.
—Espere… ¿Por qué me busca?
—Todo a su tiempo, John. Venga. —Salieron del bosque y se
dirigieron hacia Porte Maillot, donde tomaron un taxi—. París es una
ciudad de contrastes, donde lo clásico se mezcla con lo moderno como
armónico complemento. Es una ciudad con historia, escrita en cada
muro, en cada casa, en cada plaza o iglesia. Amo París, John, y voy a
mostrarle por qué.

Capítulo 13: Dubois 152


Hellson 1: Sinergia

El taxi se desplazó rápidamente por la avenida de La Grande


Armeé, la Rue Rivoli, hasta llegar a la avenida de l’Opera, donde se
apearon.
—¿Ha desayunado, John? Permítame invitarle un café.
John miró hacia ambos lados de la concurrida calle y luego hacia
Antoine, quien, sonriente, lo invitaba a seguirlo. ¿Qué hacía paseando
por París con un asesino? No lo sabía y tampoco le interesaba saberlo.
Ese hombre lo atraía como un imán. Con la excusa de tratar de
averiguar algo más sobre Dubois, aceptó y caminaron hacia el Café de
la Paix.
Todo era tan normal, tan cotidiano, que John se sintió ridículo con
sus temores. A esa hora muchos ejecutivos se mezclaban con los
turistas y con artistas que mataban el tiempo en el café, donde fueron a
sentarse como la cosa más natural del mundo.
—Debe saber, John, que muchos dicen que el mundo pasa por
delante de este café. Es el más concurrido de l’Opera.
—Hábleme de usted, Dubois. ¿Cómo es que sabe mi nombre?
«¿Por qué me sigue?»
«Déjame hablarte de mí…»
—Lo conozco desde hace mucho tiempo, John. «Lo necesito».
Verá, todo empezó cuando supe de un hombre en coma en un lugar de
Canadá. Un hombre cuya energía psíquica era tal que pude percibirla
apenas llegué a la ciudad.
—Usted… usted me despertó —murmuró John—. Yo… tuve un
sueño, un pasadizo por el que caminaba, y usted estaba allí… ¿Por qué
lo hizo? ¿Por qué?
—Iba a morir, John. Y yo no podía permitir eso. Su energía
empezaba a debilitarse, yo le transferí parte de la mía. Estamos unidos,
aunque le desagrade.
—¿Qué quiere de mí?
«Lo quiero todo.»
—Quiero que me acompañe a un lugar. Luego, podrá irse con
Hellson.
—¿Cómo supo de mí? ¿Buscaba personas como yo? —La mano de
John temblaba ligeramente cuando le dio un sorbo a su café.
La risa de Antoine hizo que algunas personas voltearan a verlos.

Capítulo 13: Dubois 153


Hellson 1: Sinergia

—Que cosas dice, John. Lo buscaba a usted. Emprendí la búsqueda


hace dos años, cuando su amigo Fauvel invadió el descanso de Él. —
Antoine apuró su café a grandes sorbos y lo miró divertido, cambiando
drásticamente de tema—. John, usted se quedó con una prenda que me
pertenece.
—El abrigo —dijo John automáticamente—. ¿Por qué huyó? Si
ahora me busca, ¿por qué huyó entonces?
—Porque usted aún no estaba preparado.
—¿Ahora lo estoy?
No hubo respuesta.
—Lo que vi en el bosque, cuando lo toqué, ¿es parte de usted?
—No todo el tiempo.
—¿Por qué…?
—Demasiadas preguntas. Lo sabrá todo… cuando sea el momento.
Antoine pagó la cuenta, se levantó y echó a andar hacia la parada
del Metro.
—La Ópera Garnier fue construida en 1875 y remodelada en 1999.
Se cuenta que aquí vivió el famoso fantasma que inspiró la obra de
Leroux. El Ángel de la Música que sorprendió la inocencia de
Christine Daaé. ¿Qué era realmente? ¿Ángel? ¿Fantasma? ¿Demonio?
¿Usted lo condenaría, John?
—Él se sacrificó por amor. Finalmente fue sincero. Yo no podría
condenarlo.
—Ni yo. Un genio ocultándose del mundo, obligado a usar una
máscara. Un espíritu sublime unido a la voz de Christine Daaé,
vibrando con ella con el mismo ardor. Un hombre que finalmente
renunció a todo. Un ángel…
La voz de Antoine se perdió en medio del bullicio del metro, que
los condujo a Port de Levallois, donde tomaron otro para dirigirse a
Port de la Chapelle. John nunca había viajado en el metro, sus
recorridos anteriores los había hecho en el flamante auto de Martin.
—La mejor forma de conocer París es esta, ¿no percibe la fuerza de
todas estas vidas, reunidas sin motivo aparente en este lugar? Algunos
van a su trabajo, otros a visitar a alguien, otros de paseo. Hay turistas,
estudiantes, hombres de negocio, madres, niños… ¿Qué pasaría si
ocurriera un accidente? ¿Dónde iría a parar toda la fuerza vital de estas

Capítulo 13: Dubois 154


Hellson 1: Sinergia

personas?
—Cállese, Dubois. Eso no ocurrirá…
—Su seguridad es enternecedora. —Antoine sonrió —. Permítame
mostrarle uno de los lugares por los que vale la pena venir a París.
Bajaron en Abesses y se dirigieron al funicular. John conocía la
iglesia de Sacre Coeur, pero igualmente se quedó ensimismado
contemplando su majestuosidad.
—Esta es la iglesia más antigua de Francia. ¿Ve la piedra de la que
está construida? Proviene del Château-Landon. Bajo el efecto de la
lluvia, segrega una sustancia blanca parecida a la pintura; por ello,
cuanto más llueve en París, más blanco es el Sacre Coeur.
—Todo esto es muy interesante, Antoine. Pero quiero más
respuestas. —El hombre desvió la mirada y avanzó rápidamente hacia
el atrio de la iglesia—. ¡Espere! Dijo que me daría respuestas…
—Y se las daré, pero no hoy. Mire, John, desde aquí se domina
París. Mire a la multitud que visita la iglesia. Peregrinos de todos los
países, fieles, devotos… La fuerza de todos ellos es mayor que en el
metro, pues los une un vínculo místico: sus almas son fuertes, a eso le
llaman fe. Siéntalo… sé que puede hacerlo. Deje fluir la energía por su
cuerpo… y entonces quizá entienda.
Uno de los guardianes que custodiaba la entrada de la iglesia los
observó con curiosidad y John estuvo tentado a llamarlo y delatar a
Antoine, para luego entregarlo a la policía. Pero quitó esa idea de su
pensamiento al recordar las palabras de Aristide: «Nadie quiere
involucrarse con lo sobrenatural. Nadie te creerá.»
Era inútil….
Antoine lo miraba, risueño.
Cerró los ojos y se concentró en lo que su acompañante le había
dicho y pudo captar la energía. Débil al inicio, pero luego mucho más
fuerte, conforme la sensación se iba haciendo más definida.
«Deje la energía fluir… concéntrese.»
John respiró hondo a medida que sentía pequeñas descargas en su
piel. Entreabrió los labios, extasiado, dejando fluir esa energía que
provenía de la iglesia, de las personas reunidas allí. De pronto, un grito
lo hizo perder la concentración. En medio de las escaleras del atrio,
una joven se había desmayado y era auxiliada por el guardia y por sus
acompañantes.

Capítulo 13: Dubois 155


Hellson 1: Sinergia

—¡Dios mío, así es como lo hace! —susurró John, aterrado. Había


comprendido súbitamente que la energía vital que estaba tomando era
la de la joven.
—Tranquilo, John. No ha sucedido nada… no ha hecho nada.
Tambaleándose, John bajó rápidamente por la Escalera de las Luces
hacia la calle Chevalier de la Barre, con Antoine siguiéndolo.
—Usted lo hizo… usted…
—No fui sólo yo —dijo suavemente Antoine—. Usted sintió la
energía fluir… pudo hacerlo. Puede hacerlo. ¿Quería respuestas? Allí
las tiene. Por eso lo elegí.
—Yo no soy como usted…¡No lo soy!
—Créame, John, que nos parecemos mucho. —Antoine llegó a su
lado y le alcanzó un pañuelo—. Tenga, le está sangrando la nariz.
Ahora debe descasar, lo llevaré a casa.

2
John subió las escaleras buscando a Martin, incluso sabiendo que no se
encontraba en la casa. Entró en su dormitorio y sin pensar, abrió el
armario y sacó el abrigo negro, cuidadosamente doblado. Con él entre
las manos, se dirigió al dormitorio que compartía con Martin y se
acurrucó en la cama, aferrando el abrigo con los ojos cerrados y las
manos temblorosas, sin poder quitar de sus labios la sensación de la
boca de Antoine muy junto a la suya, su aliento abrasándolo, sus ojos
mirándolo con lujuria.
«Lo quiero todo», había dicho en su mente, antes de dejarlo en la
puerta de la casa.
—Oh, Martin…
Janie apareció junto a él, llorosa, pero no se acercó al ver el abrigo.
John supo que ella percibía su sufrimiento y trató de serenarse un poco.
—Tranquila, cariño… yo amo a Martin… lo amo…
Abrazado de Janie logró calmarse y buscó en su mente el lazo que
lo unía a Martin.
Allí estaba, fuerte, intenso, vivo.
«Te amo… te amo tanto», fue el inequívoco mensaje.

Capítulo 13: Dubois 156


Hellson 1: Sinergia

«Lo siento…». Se recostó nuevamente y sus ojos fueron cerrándose


poco a poco.

3
John despertó cuando una mano acarició suavemente su mejilla. Con
los ojos cerrados, se dejó envolver por la ternura que encerraba aquel
gesto y fue abriéndolos poco a poco.
—¿Estás bien? —Martin lo miraba con auténtica preocupación.
Sabía lo que había pasado, sin embargo, ninguna palabra de reproche
salió de sus labios.
—Creo que sí… fue… —Hundió el rostro en el hombro de Martin.
—Sé lo que fue. También lo sentí… Él te usó. —Martin tomó el
abrigo y lo dobló de nuevo, dejándolo sobre una silla.
—Lo siento…
—Ya lo dijiste antes y lo entiendo. —Martin suspiró—. No pudiste
evitarlo, ¿verdad? Tenías que ser tú quien encontrara a Dubois. ¿O
debo decir que Dubois se dejó encontrar por ti? John, él te utilizó…
temí por ti.
—Él no necesita matar. Puede tomar la energía de las personas,
cuando están reunidas en grupos grandes. Me lo mostró, yo mismo lo
pude hacer… él no necesita matar…
—Pero lo hace —dijo suavemente Martin.
—Tuve miedo… Te necesitaba, pero tuve que hacerlo, tuve que ir
con él, necesitaba saber… «¿Puedes comprender eso?»
«Puedo.»
Abrazados, derribaron nuevamente las barreras y se amaron hasta
que comenzó a oscurecer. La Conciencia Única estaba allí, palpitando.
Pudieron percibirla por un instante, antes que la ola del orgasmo se
comenzara a retirar.
Las largas hebras del cabello de Martin reposaban sobre el pecho de
John, que ondulaba, satisfecho, acariciándolas con la yema de los
dedos.
El reloj dio las seis y Martin se incorporó despacio, besó a John en
los labios y se levantó, renuente.

Capítulo 13: Dubois 157


Hellson 1: Sinergia

—Hay algo que no te he dicho. Una persona que vendrá a casa por
unos días. Es una vieja amiga, de Londres, Thelma Albin. Tengo que ir
a recogerla al aeropuerto. —Algo en la voz de Martin hizo que John
sintiera un súbito recelo.
—¿Por qué no me dijiste…?
—Lo habría hecho, pero cuando llamé donde Kurt y Alain, dijeron
que no estabas. Y luego tuve que salir por un asunto urgente.
—¿Dónde fuiste? —John se sentó en la cama, buscando los ojos de
Martin en las sombras que empezaban a formarse en la habitación al
ocultarse el sol.
—A indagar sobre nuestro común amigo, Antoine Dubois. Yo
también tengo mis contactos, John. —Volvió a tomar el abrigo del
Hombre de Negro y lo puso en el armario. Luego se volvió—: Thelma
es una candidata a iniciada del Círculo y tiene poderes telepáticos
bastante desarrollados. Es médium… —Su mano acarició la mejilla de
John—. Su venida no es casual, debemos tener cuidado y protegernos.
Actuaremos como si no fuéramos nada, ella no puede saber de la
gestalt.
Martin lo besó antes de irse y John se recostó, con el brazo sobre la
frente, conteniendo los deseos de entrar en la mente de su amante y
averiguar lo que éste sabía.
Frustrado, se hizo un ovillo en la cama. Antoine había levantado
una muy sutil barrera entre ellos.

4
Actuaremos como si no fuéramos nada.
Casi a las ocho, John tomó una ducha, se vistió con su traje más
decente y se instaló en el salón para esperar a la invitada tratando de
decidir qué actitud tomar, pues nunca había sido bueno para disimular
esa clase de cosas. También les pidió a las gemelas no aparecerse en la
casa y extremar precauciones, ya ques en los últimos días era frecuente
verlas tomando diversos volúmenes de la biblioteca, que luego le
llevaban a André. Habían descubierto que pasando las páginas ante los
ojos del científico, éste asimilaba en milisegundos su contenido. John
sonrió a medias, si eso seguía a ese ritmo, pronto el sistema que había
diseñado Kurt sería reemplazado por André, con el valor agregado de
que el científico era en realidad el mejor de los Sistemas Expertos,

Capítulo 13: Dubois 158


Hellson 1: Sinergia

pues ni siquiera había que programar su Base de Conocimientos.


Sí, la gestalt había dejado su estado embrionario para comenzar a
crecer.
Martin llegó casi a las nueve. Cuando la puerta se abrió, John pudo
sentir una sutil advertencia de su amante y se dispuso a saludar a
Thelma. Había imaginado a la médium de muchas formas, pero
ninguna se comparada a la belleza de ébano que estaba frente a él. Era
altísima y delgada, como una modelo, y vestía las ropas negras
tradicionales del Círculo. Sus inquietos ojos lo evaluaron de pies a
cabeza y él supo que estaba ante una más de las amantes de Martin.
—Thelma, él es John Storm, mi asistente.
—Mucho gusto. —El canadiense estrechó la mano que ella le
tendía. La descarga llegó apenas rozó la palma, pero su habilidad se
había fortalecido en los últimos tiempos y no demostró ninguna
sorpresa ante la visión que tuvo.
(Un salón en penumbras, un hombre muy anciano vestido de
negro… y Thelma, pálida y nerviosa.
—Hellson oculta algo. Debes ir y averiguarlo. Si es sobre Dubois,
lo aplastaremos.)
«Cuidado, Martin. Ha venido a espiarnos», fue el mensaje urgente
en la mente de John.
«Ella no puede saber lo que somos… Tranquilo, John. Déjanos
solos…»
—¿Hace mucho tiempo que trabajas con Martin? —preguntó la
médium.
—Apenas un mes. —John sonrió —. Discúlpenme, tengo que
terminar unos informes.
El canadiense se alejó hacia el estudio, sintiendo aún la fría mirada
de Thelma y preguntándose si la barrera mental que había usado por
puro instinto sería suficiente.

5
John colgó el teléfono y se volvió hacia Martin.
—Kurt y Alain me invitaron a almorzar. Lo siento, no podré
acompañarlos a La Coupole, me quedaré con los chicos revisando los

Capítulo 13: Dubois 159


Hellson 1: Sinergia

archivos.
Y así había sido durante los tres días que Thelma llevaba con ellos.
Martin no dijo nada y se concentró en arreglar su corbata ante el espejo
del recibidor.
«Sólo será por dos días más.»
«Así lo espero.»
Thelma entró, sonriendo. Lucía radiante y vaporosa, con un vestido
blanco que no había más que resaltar su belleza de ébano. John se
disculpó y salió de allí, representando su papel de asistente.
Habían sido días difíciles, con Thelma muy junto a Martin,
diciéndole indirectas sobre su pasado juntos, sonriéndole,
provocándolo a más no poder. John sabía que debían ocultarse para
proteger a la gestalt, pero incluso así era duro. Durante esos días había
vuelto a su habitación, donde la cama le parecía enorme, sin el calor de
Martin a su lado. Tampoco se habían arriesgado a entrar en el refugio
de André y John temía incluso comunicarse con él o con las gemelas.

6
—Aristide llega mañana —dijo Alain, luego de consultar la portátil—.
¿Cuándo se va la zorra?
—¡Alain!
—Está bien, Kurt. —John sonrió—. Creo que si yo no hubiera
aparecido, Martin no tendría ningún reparo en dormir con ella.
—John, no…
—Calla, Kurtie. Sabes que dice la verdad —replicó Alain—, pero
afortunadamente para Martin, John apareció y lo trajo al lado luminoso
de los comepollas…
John le lanzó un avión de papel, riendo. Hacía mucho que se había
dado cuenta que no tenía sentido enfadarse por lo que decía Alain y ya
se había cansado de intentar aclararles que él no era gay porque no le
gustaban los hombres. De hecho, el único hombre que le interesaba era
Martin. Pero eso, para Alain, era también cuestión de tiempo.
«No es cierto, te gusta Antoine.»
Suspiró, no tenía sentido engañarse a sí mismo. Amaba a Martin,
pero Antoine Dubois no le era en absoluto indiferente.

Capítulo 13: Dubois 160


Hellson 1: Sinergia

—Ya me voy. A estas alturas habrán terminado de cenar. Ella se va


pasado mañana. Nunca había deseado que el tiempo pasase más rápido.
—Ánimo, Johnny. —Kurt le palmeó la espalda con afecto—.
Aristide nos traerá más datos y nos entretendremos armando el
rompecabezas de la vida de Dubois.
«El rompecabezas de la vida de Antoine.»
La frase daba vueltas por el cerebro de John mientras bajaba por el
ascensor. Se sentía tranquilo en parte, pues no habían sabido de
ninguna muerte extraña en París durante esos días. Estaba seguro de
que Antoine le había mostrado adrede su modo de absorber energía sin
matar y se sintió tentado a acudir a la iglesia de Sacre Couer para
buscarlo entre la multitud.
Pero no.
Kurt había rastreado sus actividades y todo lo que se sabía de él era
que había vuelto a París hacía dos años, con documentos que
acreditaban quién era, y que de ese modo había recuperado el
apartamento de sus padres, en Montmartre. No frecuentaba a su
familia, para quienes era aún un perfecto extraño. Tampoco tenía
ocupación conocida, pero su situación económica era holgada.
Y no había modo de relacionarlo con los crímenes…
Sí… eso le había dado a John la certeza de que Antoine se había
descubierto con el Círculo a propósito. Quería llamar su atención,
pero… ¿por qué? ¿Por qué precisamente ahora?
De pronto, pegó un respingo. A su lado acababa de aparecerse
Janie, tirándole del brazo para hacerlo volver. Y como era natural, no
llevaba prenda alguna que la cubriera.
—¡Janie! ¿Qué pasa, criatura? —Se apresuró a quitarse el abrigo y
cubrir a la muchacha, pues los transeúntes los señalaban. Miró en todas
direcciones buscando un taxi, pero Janie desapareció.
Un taxi se detuvo y entró a toda prisa, aterrado ante lo que podría
estar pasando para que Janie lo hubiera buscado así. Afortunadamente,
los transeúntes habían reanudado su paso apresurado.
«Nadie quiere involucrarse con lo sobrenatural.»
—A Neuilly-Sur-Seine —logró articular, hundiéndose en el asiento
y sujetándose ambas manos, pues acababa de percibir, nítido en su
mente, a Martin entrando en el dormitorio de un hotel, del brazo con
Thelma.

Capítulo 13: Dubois 161


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 14: La sesión

El espiritismo: Es una doctrina filosófica que


surgió en el Siglo XIX. Proviene del latín (Espirit:
Espíritu, Ismo: Sistema) y significa «Sistema para
el estudio del espíritu». Los médiums…

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1
John respiró profundamente e impulsó las piernas hacia adelante,
concentrándose en el ejercicio. Se encontraba en el gimnasio de
Martin, concretamente sobre la máquina para hacer extensiones con las
piernas. Las rodillas le dolían y, a pesar de la rehabilitación, no podía
estirarlas completamente, pero siguió tercamente por unos minutos,
hasta que, con un suspiro de frustración, salió de la máquina y quitó
una de las pesas, dejando solamente veinte kilos.
Se encogió de hombros, sonriendo tristemente. Martin empujaba
doscientos kilos…
Hasta en eso eran distintos.
Su triste mirada se posó en el reloj. Las tres de la mañana y Martin
aún no volvía.
Luego de que Janie lo encontrara en la calle, había vuelto a la casa,
tratando de calmarse, pero había sido inútil. El lazo mental que lo unía
con su amante estaba allí, pero una invisible muralla impedía la
comunicación, como si el propio Martin no quisiera saber de él.
Volvió a sentarse en la máquina y colocó las piernas en las planchas
metálicas, para impulsarse nuevamente. Llevaba ejercitándose casi una
hora, cuando se dio cuenta de que todo esfuerzo por leer o dormir era
inútil, e incluso allí, cansado por el esfuerzo físico, seguía pensando en
él.
No estaba solo, su mente tenía la silenciosa compañía de André,
pero el científico simplemente se había refugiado en su mundo, ajeno a
los sentimientos de sus compañeros. No podía reprochárselo, era un
cerebro computador y se nutría de datos. Los sentimientos no cabían en
su mente lógica. Incluso así, estaba allí y John estaba agradecido por

Capítulo 14: La sesión 162


Hellson 1: Sinergia

ello.
Sin embargo, con Jenny y Janie las cosas eran distintas. Las
gemelas se habían aparecido a su lado apenas entró en la casa, pero él
les ordenó volver a su refugio. Sabía lo compenetradas que estaban
ambas con Martin y se sintió conmovido al verlas preocupándose por
ellos dos, pero lo estaban abrumando y quería estar solo.
Veinte extensiones más y volvió a bajarse de la máquina,
respirando agitado. No era la primera vez que se ejercitaba en el
gimnasio, pero las otras veces había estado acompañado de Martin o de
las gemelas y ahora los espejos reflejaban únicamente su delgada
figura, vestida con un gastado traje deportivo azul marino.
Martin y él eran tan distintos… El cuerpo de su amante era firme y
atlético, con músculos marcados por el ejercicio. John, en cambio,
siempre había sido delgado y luego del accidente estaba más delgado
aún, con una apariencia de fragilidad que lo desesperaba a veces. Sí…
eran distintos…
Y ahora, Martin estaba…
No quería pensarlo. No dudaba de sus sentimientos, pero sabía que
su pareja haría lo que fuera por proteger a la gestalt. Incluso dormir
con Thelma…
—Maldición —murmuró, desterrando de su mente la visión que
tuvo en el taxi.
«Cuando estés agotado mentalmente, busca también el agotamiento
físico; así podrás descansar, exhausto. Al día siguiente, el panorama se
aclarará.»
Había escuchado muchas veces decir eso a Martin. Era uno de sus
tantos métodos para encarar la vida tan extraña que llevaba, y que
incluía discutir ciertos temas en la piscina, hacer ejercicio hasta caer
rendido o salir a caminar sin rumbo por París.
—Oh, Martin —suspiró y se recostó en una banca tapizada en
cuero, para tomar un par de pequeñas pesas y ejercitar los brazos.
Estaba seguro de que Martin le ocultaba algo. Desde su paseo con
Antoine había percibido muy sutilmente que su pareja sabía algo que
no le había dicho… ¿era por eso que se estaba sintiendo tan inseguro?
Tenía miedo, miedo de perderlo. Miedo de que su felicidad fuera
efímera, de que todo hubiera sido una ilusión, miedo por Thelma,
miedo por Antoine...
Antoine…

Capítulo 14: La sesión 163


Hellson 1: Sinergia

«Déjame hablarte de mí…»


Martin…
«Tú y yo somos uno.»
—¿Qué me ocultas, Martin? —susurró.
Labios ardientes depositando un beso, cuerpos enredados entre las
sábanas de seda de un hotel: Martin y Thelma, mientras la risa de
An7toine Dubois hacía eco en las paredes.

2
—John. Vamos, despierta…
Alguien le sacudió el brazo y John abrió los ojos, sintiendo en
primer lugar un dolor en la espalda a causa de la incómoda posición,
pues había dormido en la banca del gimnasio, y en segundo lugar una
punzada de angustia que le recordó el motivo de que se encontrara allí.
Thelma lo observaba con mal disimulada curiosidad.
—Hola —murmuró, sentándose en la banca. Se sentía fatal, le dolía
cada músculo del cuerpo, su boca estaba seca, su cabello revuelto… y
ella se veía radiante y reposada, como si…
«Como si se hubiera pasado toda la noche haciendo el amor.»
Thelma se sentó en una banca, frente a él. Lucía un traje deportivo
blanco y sonreía cálidamente.
—No pasa nada. Él se ha enamorado de ti —dijo con sencillez,
cruzando las piernas.
—Pero… —John no sabía como continuar, era evidente que
Thelma sabía lo de ellos dos, pero ¿qué tanto sabría? No quería hablar
de más—. ¿Dónde está Martin?
—Tuvo algo que hacer. Dormimos en el hotel y Martin salió a
primera hora. No debe tardar, es casi mediodía.
—Ah. —La mente de John pugnó por entender: si Martin no estaba
con Thelma, ¿por qué no lo había buscado? ¿Por qué aún no podía
comunicarse con él?
—Escúchame, John, porque lo diré sólo una vez. Martin me
importa, no dudé en llevármelo a la cama incluso habiendo notado que
había algo entre ustedes, pero ese lazo que tienen es simplemente

Capítulo 14: La sesión 164


Hellson 1: Sinergia

demasiado fuerte como para romperlo. Tuve su cuerpo por última vez,
a cambio de algo… Tuve su cuerpo, pero nada más. Su alma te
pertenece a ti, puedo percibirlo claramente.
John intentó protestar, pero Thelma alzó la mano, impidiéndole
hablar.
—Me enviaron aquí a indagar el extraño comportamiento de
Martin. Sé que hay algo más que una apasionada relación con su
asistente, pero no deseo averiguarlo. A la Hermandad le bastará saber
que Martin experimenta pasiones recién descubiertas y yo jamás le
haré daño a él. Estaré en mi habitación, preparándome para esta noche.
Casi diez minutos después de que Thelma hubiera salido, John
seguía sonriendo.

3
—Johnny, tenemos que hablar.
Martin estaba en el umbral de la puerta de su habitación, sonriendo
y viéndose tan atractivo y compuesto como siempre. En cambio, John
seguía con la ropa de deporte, recostado en la cama, tal como había
quedado, rendido, al subir a su habitación desde el gimnasio.
—Voy a bañarme, me quedé dormido…
—No, espera. —Martin se sentó en la cama, junto a él, y le acarició
el rostro, en el que una incipiente barba empezaba a formarse. Lo
observó intensamente y recorrió la barba con los dedos—. Está bien,
ve.
«Pero no te afeites… te ves divino así.»
«Estás loco…»
«… por ti…»
John huyó al baño y cerró la puerta antes de que Martin pudiera
seguirlo. La barrera que su amante había puesto el día anterior se había
desvanecido y a pesar suyo, disfrutó el juego mental mientras se
duchaba.
Cuando se miró al espejo, tomando la máquina de afeitar, volvió a
sonreír.
«Nada de afeitarse…»
«No lo dices en serio…»

Capítulo 14: La sesión 165


Hellson 1: Sinergia

«Nunca hablé más en serio…»


John abrió la puerta, con una toalla anudada a la cintura. No se
había afeitado y un amago de sonrisa se formó en su rostro.
—¿Así?
—Eres el hombre más sexy de la Tierra. —Martin se había
recostado en la cama, con los brazos detrás de la cabeza a manera de
almohada. Lucía pletórico, complacido consigo mismo, y John se
preguntó si tendría eso que ver con sus misteriosas actividades de esa
mañana y de los días pasados.
—Hum… —John se recostó boca abajo, a su lado, pero se movió
cuando los dedos de Martin trazaron su columna.
—Anoche dormí con Thelma… pero fue…
—Ella me lo dijo. Ahórrate los detalles —cortó John, incómodo.
—No puedo —dijo simplemente Martin—. Yo tenía que probarme
a mí mismo que lo de nosotros no era casual, que no había modo de
que yo pudiera amar a nadie más que a ti, de que nadie podría
despertar en mí la pasión…
—Martin, no quiero saberlo…
—¡Tienes que! —exclamó el francés—. No es sencillo dejar un
modo de vida de la noche a la mañana. Yo tenía que probarme que
podía hacerlo con otra persona… El caso es que fracasé
irremediablemente. Pude tener sexo, pero fue sólo evocándote, y no me
reportó placer. Tú eres el único que me excita, que me apasiona, que
me hace vibrar. Te amo, John.
John lo miró, entre emocionado y sorprendido por semejante
revelación. Nunca pensó que alguien como Martin Hellson pudiera
decir esa clase de cosas.
—¿Y tenías que acostarte con Thelma para notarlo, grandísimo hijo
de puta?
—No. No lo hice sólo por eso —declaró Martin, sujetándole las
manos que intentaban ahorcarlo—. Era mi contribución… nosotros
teníamos un arreglo…
—¿Qué clase de arreglo? —La curiosidad de John pudo más y soltó
a Martin, que finalmente lo dejó de sujetar para besarle ligeramente los
labios.
—Thelma... ella ha estado ayudándome algunas veces. Pero no
traicionará jamás al Círculo —explicó Martin—. Me facilitaba pistas,

Capítulo 14: La sesión 166


Hellson 1: Sinergia

sin ponerse demasiado en evidencia, a cambio de mi compañía… y


anoche accedió a algo que le había pedido hacía mucho. Llamará a mi
abuelo.
—¿A tu abuelo? Oh, Dios mío… tú estás loco.
—¿Loco por qué? El viejo sabe el secreto del Círculo… él está
muerto y puede decírmelo a través de Thelma. Después de todo, yo era
su nieto favorito. Aunque se enfadara luego conmigo, me dejó todo.
John respiró profundamente e intentó levantarse, pero los brazos de
Martin lo sujetaron y, molesto, se recostó a un lado.
—¿No deberías estar buscando pistas sobre Dubois en lugar de
perseguir el enigma del Círculo? ¿No dijiste que teníamos que
detenerlo?
—Tranquilo, Johnny… sé lo que hago. Confía en mí, por favor.
Esta noche será la sesión de espiritismo, los muchachos vendrán a
prepararla. Vístete ahora, que iremos de compras.
—Sólo una cosa. —John lo detuvo antes de que se levantara—.
Prométeme que jamás te acostarás con otra persona…
—Prometido. —Martin atrapó sus labios en un nuevo beso y se
levantó—. ¿Nos vamos?

4
Pasaron la tarde haciendo compras, como si Martin quisiera mantener a
John alejado de la casa y hacerle olvidar su conversación anterior.
Compraron ropa, comieron en un restaurante chino y volvieron por la
noche, tomados de la mano.
Pero apenas abrieron la puerta, John se estremeció e
involuntariamente sujetó el brazo de su novio con fuerza.
Perfume de sándalo…
—Es él….
—Tranquilo, John, son los preparativos para la sesión. La madera
de sándalo posee vibraciones altamente espirituales, ayuda a relajar la
mente antes de una sesión de espiritismo.
—¿Vas a hacerlo de verdad? —John lo miró, incrédulo.
—Desde luego que sí. —Fue la rotunda respuesta.
—Por fin aparecen —interrumpió Alain, impulsando su silla con las

Capítulo 14: La sesión 167


Hellson 1: Sinergia

manos—. Estamos listos, será cuando tú digas, Martin.


John se sorprendió de ver reunidos allí a Kurt, Alain y Aristide,
pero Martin parecía complacido.
—Bien, somos cinco. Deberíamos tener seis personas al menos,
pero no confío en nadie más para esto —le explicó a John en voz
baja—. ¿Estás listo?
El canadiense asintió, no muy convencido, y Martin le tomó ambas
manos, mirándolo a los ojos.
—No estoy jugando, esto tiene base científica y Thelma es de lo
mejor que hay. Debes estar relajado, tranquilo… sólo tienes que dejarte
llevar y ella hará el resto… «Es importante para mí.»
John suspiró. De manera que ese era el motivo de que Martin lo
sacara de compras toda la tarde: quería relajarlo para la sesión.
—¿Lo has hecho antes?
—Muchas veces, pero nunca lo había llamado a él.
«Es importante», suplicó en su mente.
«Lo haré por ti.»

5
Si John se sorprendió al entrar a la habitación acondicionada para la
sesión, no dijo nada e intentó actuar con naturalidad a pesar de lo
extraño que se sentía.
Estaban en una habitación junto al estudio, en la que el único
mueble era una mesa redonda y siete sillas, una de las cuales estaba
vacía y era, según Martin le había explicado, el lugar donde su abuelo
solía celebrar esas mismas sesiones, a las cuales asistían normalmente
seis personas y el médium.
Un enorme retrato del abuelo ocupaba la pared principal y había
cuatro candelabros con velas y quemadores de incienso que hacían la
atmósfera tranquila, en la que se respiraba un aire de solemnidad tal
que incluso el risueño Alain estaba serio y silencioso.
Thelma apareció a las diez en punto, vestida con un vaporoso traje
blanco. Había estado preparándose todo el día y John captó
inmediatamente una fuerza muy grande que provenía de la médium.

Capítulo 14: La sesión 168


Hellson 1: Sinergia

Oprimió la mano de Martin y buscó inconscientemente el lazo que


lo unía con André y las gemelas. Ellos estaban allí, expectantes. No
podían comunicarse por su propia seguridad, pero saber que estaban
allí lo reconfortó.
—En una sesión espiritista, se crea una cadena espiritual, que se
logra uniendo las manos de los asistentes sobre una mesa circular al
propio tiempo que se crea una atmósfera de relajación. Los médium
necesitamos de la energía psíquica de los asistentes para contactar con
los espíritus —explicó Thelma, dirigiéndose a John—. Esta es tu
primera sesión, debes relajarte y hacer lo que hacen los otros.
—Estamos listos —anunció Martin, cerrando la puerta y apagando
las luces, de manera que la habitación era iluminada únicamente por
las velas. Se sentó junto a John y oprimió su mano con fuerza. Luego
todos ellos unieron las manos sobre la mesa, con las palmas hacia
abajo, formando un círculo.
—Concéntrense, dejen la energía fluir…
Paradójicamente, eran las mismas palabras de Antoine el día que le
pidió que absorbiera la energía en la iglesia.
«Relájate, Johnny. Pon la mente en blanco y concéntrate en dirigir
tu energía hacia el círculo.»
John hizo lo que le pedían, tranquilizado por la presencia de Martin
en su mente. Dejó que él lo guiara y se concentró en dejar fluir su
energía. Por un momento se perdió en su propia mente, profundamente
concentrado en lo que hacía, hasta que su piel se llenó de pequeñas
descargas, como le había ocurrido en la iglesia de Sacre Coeur.
Entonces, abrió los ojos.
Tuvo una sensación extraña, como de desdoblamiento,
contemplando como Thelma llamaba suavemente…
—Maximilien Jaques Hellson... Maximilien Jaques Hellson...
Maximilien…
La médium se detuvo y algo cambió en su expresión. Martin abrió
los ojos.
—¿Abuelo? —preguntó suavemente—. ¿Estás aquí?
—John… John Storm…
Había algo distinto en la voz de Thelma, pero John, sorprendido, no
acertaba a determinar lo que era.

Capítulo 14: La sesión 169


Hellson 1: Sinergia

—Él está aquí… ¿quién eres tú? —La voz de Martin estaba
tranquila, aunque con un levísimo toque de inquietud que sólo John
pudo percibir.
—Dominique Lafavre… John… tú lo sabes, él irá por ti…
John se estremeció, acababa de notar que el sutil cambio de Thelma
se debía al acento. Su acento era del francés más puro, en lugar de su
habitual acento inglés.
—Dominique. —La boca de John estaba seca. Kurt lo miró,
preocupado, pero el canadiense lo tranquilizó con un gesto—. ¿Qué
quieres de mí?
—Antoine… él me mató… irá por ti…
—¿Por qué estás aquí? —preguntó Martin, tratando de mantener la
calma—. ¿Por qué viniste?
—Antoine, yo lo amaba… Y creí que me amaba… ¡Me degolló con
mi propio bisturí! ¡Me mató! ¡Me mató!
Aristide hizo ademán de levantarse, pero Martin se lo impidió. John
temblaba, pero incluso así, trató de analizar los hechos, como su
amante haría.
—¿Sabes por qué lo hizo? —preguntó suavemente.
—Dijo que mi tiempo había terminado, que ya tenía lo que estaba
buscando… a ti, John… él… ¡Oh, Antoine! —hubo un cambio en la
voz de Thelma—. Antoine… está oscuro…
Un repentino alarido hizo estremecer a todos y el círculo de las
manos se rompió. John sintió algo tibio correr por su rostro, pero no
hizo caso porque la figura de Thelma, estremeciéndose sobre el piso,
hizo que corriera con los demás hacia ella.
—¡No la toques, John!
La advertencia llegó demasiado tarde, John tocó el hombro de
Thelma y no pudo contener un grito de igual intensidad. Refugiado en
brazos de Martin, que lo había sujetado apenas llegó hasta él, trató de
calmarse, buscando desesperadamente un lazo de cordura que lo
hiciera olvidar lo que acababa de sentir…
(Oscuridad, una densa oscuridad que presagiaba algo…
De pronto, una luz brillante lo deslumbró y un ruido, como de miles
de bocas pidiendo alimento, lo hizo reaccionar…

Capítulo 14: La sesión 170


Hellson 1: Sinergia

Gritó y gritó sin poder escapar del horror, hasta que sus ojos se
encontraron con dos ojos afacetados y brillantes y su cordura estalló
en mil cristalinos fragmentos mientras su alma era devorada por el
ser…)
«Ya pasó, estoy contigo.»
«Lo sentí, Martin… oh, Dios, lo sentí…, él estaba aterrado…»
«Tranquilo, estoy contigo.»
«Todos lo estamos, John… somos uno.»
Poco a poco, las voces de Martin, André y las gemelas lograron que
su pulso volviera a la normalidad y se soltó suavemente del abrazo de
su novio. Aristide le alcanzó un pañuelo que John tomó. Al otro lado
de la habitación, Thelma también se levantaba, tambaleándose,
sujetándose del brazo de Kurt.
—¿Qué fue eso, Martin? —dijo con voz temblorosa— ¿Quién era
ese desdichado?
—Es mejor que lo olvides, Thelma. Él ya no existe, ni aquí ni en el
Más Allá.

6
John se acurrucó junto a la forma dormida de Martin, estremeciéndose
de nuevo con la fría madrugada colándose sobre su espalda desnuda.
Se cobijó hasta la barbilla y cerró los ojos, tratando de dormir.
Era inútil, su mente no dejaba de hacer conjeturas…
Ese día habían despedido a una aún asustada Thelma en el
aeropuerto, a primera hora de la mañana, y esa misma noche, hacia las
ocho, habían recibido una llamada del Círculo.
«Olvida todo lo referente a Antoine Dubois. Nosotros nos
encargaremos de él.»
Martin había intentado en vano comunicarse con Thelma en
Inglaterra. Simplemente le informaron que la médium había viajado de
nuevo, esta vez a Irlanda, y que no tenían como localizarla.
Y Martin siempre decía que nada de lo que hacía el Círculo era
casual.
John acarició la mejilla del durmiente, con las yemas de los dedos,
y se dispuso a contemplarlo descansar. Trataba de entender inútilmente

Capítulo 14: La sesión 171


Hellson 1: Sinergia

que Dubois había asesinado al joven y que su alma había escapado de


algún modo del Cazador, vagando en su busca, tratando de advertirle…
y que vio una oportunidad de hacerlo cuando Thelma hizo la sesión.
El corazón se le encogió nuevamente…
A pesar de lo que Martin le había dicho, él estaba convencido de
que Zhend había localizado el alma perdida por su causa. Si
Dominique no hubiera establecido contacto con él, aún tendría
esperanza… pero ahora…
—No pienses más en eso… tu dolor es el mío.
La mano de Martin le acarició tiernamente la barbilla, sus ojos
azules lo miraban con amor.
—Pudo evitarse…
—No se puede evitar lo inevitable, John —dijo con firmeza—.
Nosotros no somos los salvadores del mundo. Tratamos de sobrevivir
en él, como todos…
—No sé…
Los labios de Martin sellaron la protesta y John se sintió avasallado
por la pasión que el francés desataba en él. Entregado a su deseo, se
permitió olvidar por un momento la lúgubre guarida de Zhend y los
ojos luminosos de Antoine Dubois.

Capítulo 14: La sesión 172


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 15: Descubierto

Poseo varias fuentes de información, muchas veces


en la frontera misma de la ley. Son útiles cuando todo
lo demás fracasa y en mi profesión es necesario correr
riesgos.

Martin Hellson, en una entrevista para el programa de TV


L'Inexplicable

1
El sol brillaba a través de las cortinas corridas de la habitación y
Martin se revolvió, perezoso. No deseaba levantarse pero un urgente
rugido en el estómago le indicó que era tiempo de hacerlo, eran casi las
dos y se moría de hambre.
Se levantó despacio, procurando no despertar a John, que dormía
tranquilamente. La noche anterior habían recorrido varios centros
nocturnos, sin celebrar nada más que el hecho de estar juntos y con una
desesperada necesidad de olvidar quienes eran.
«El alcohol hace milagros», se dijo Martin con una sonrisita. John
había estado bullicioso y alegre, e incluso lo había besado en medio de
la pista de baile, lo que no suponía ninguna hazaña especial, pues
estaban en un club gay, pero para el modo conservador de ser que
tenía, eso equivalía a bailar desnudo sobre una mesa.
Lo malo fue que apenas John puso la cabeza sobre la almohada, se
quedó profundamente dormido.
Martin se estiró junto a la ventana, desperezándose como un gato, y
el espejo le devolvió su gloriosa imagen, a la que la noche de juerga y
el cabello revuelto no habían quitado un ápice de sensualidad.
¿Sería eso suficiente para retener a John?
Mejor no pensar en eso. El lazo que los unía era fuerte, intenso,
pero sentía fortalecerse también el lazo de John con Antoine Dubois.
Ese era uno de los motivos por los que, en los cinco días que
siguieron a la partida de Thelma, había arrastrado a John a todo tipo de
actividades para mantenerlo ocupado y no permitirle pensar. Ahora
sólo necesitaba unas horas y entonces podría jugar sus cartas con

Capítulo 15: Descubierto 173


Hellson 1: Sinergia

Dubois. Y él siempre jugaba a ganador.


John se movió en sueños, con un amago de sonrisa en el rostro.
Martin le dio un ligero beso en la boca que aún sabía a alcohol y,
silencioso, se dirigió a la ducha. Después de quitarse los restos de la
juerga con agua fría, se puso una bata y bajó las escaleras en dirección
a la cocina, para preparar un desayuno contundente.
Jenny estaba allí, con un vaso de jugo de naranja y una mirada de
reproche.
—Lo siento, cariño. La próxima vez las llevaremos, lo prometo.
Janie apareció de pronto y se abrazó de Martin. Las dos lo miraban
con severidad, no les gustaba mantener secretos y él las estaba
forzando a hacerlo.
—Sé lo que piensan —dijo Martin—, pero tengo que proteger a
John y ustedes seguirán ayudándome. Cuando un secreto es por el
bienestar de una persona, es bueno mantenerlo. Y cuando él esté a
salvo, se lo diremos.
Las gemelas aceptaron, con una mueca de disgusto en sus
agraciados rostros, y Martin les dio un beso en la frente.
—¿Me ayudan con el desayuno? Quiero prepararle a John algo
especial y muy francés.
La siguiente media hora los tres se concentraron en poner a punto
todo y Martin subió con una bandeja cargada de crujientes croissants,
mantequilla, mermelada y una jarra de chocolate caliente.
—Necesito unos momentos a solas con él —dijo con un guiño
cómplice y las gemelas se desvanecieron con aire de contrariedad.

2
La bandeja fue depositada en la mesita de desayunar y Martin
contempló al durmiente con devoción. No deseaba despertarlo, pero
esa tarde tenía una tarea que no pensaba postergar más y antes de salir
quería estar a solas con John.
Se recostó junto a él y comenzó a darle ligeros besos en la frente y
los párpados.
—Despierta, perezoso… te preparé el desayuno.
—Mmm. —John se revolvió en la cama, dándole la espalda—.

Capítulo 15: Descubierto 174


Hellson 1: Sinergia

Déjame un rato más…


El francés rodó junto a él y empezó a llenarle la espalda de besos.
—¿Vas a despreciar lo que preparé con Jenny y Janie? —ronroneó
bajito—. Está delicioso… «Aunque tú estás más delicioso.»
«¿Me estás comparando con comida?»
«Ajá.»
—¡Martin!
«Y eres más apetitoso cuando te enfadas.»
—¡Estás demente!
Pero John reía. Le encantaba que Martin lo despertara así porque lo
hacía sentir relajado y libre, sin tener que pensar en espíritus ni en
demonios, ni en nada oscuro y misterioso que lo hiciera estremecer.
Desayunaron juntos, disfrutando de la intimidad de estar en casa,
solos, sin personas extrañas que vinieran a interrumpir la armonía de la
gestalt.
Martin avanzó hacia la ventana, abrió las cortinas y volvió a la
cama, tomando un croissant de la mesita.
—He viajado prácticamente por todo el mundo, pero jamás
cambiaré un desayuno francés —declaró, convencido.
John hizo una mueca burlona.
—Dices eso porque no has probado un nutritivo desayuno
canadiense con leche y cereales. El día que me permitas usar tu cocina,
te prepararé una comida como las que hacía mi madre.
—Me encantaría… podemos hacerlo mañana, que no viene Giselle.
John dio un sorbo al chocolate y su cuerpo se llenó de calidez.
Sentado sobre la cama con las piernas cruzadas, se le antojaba a Martin
un doméstico dios en su altar. La barba incipiente que se estaba
dejando le daba un aire exótico que contrastaba con su carácter
apacible.
—Promételo —exigió el canadiense, poco habituado a no hacer
ninguna cosa en la casa. Martin cocinaba cuando podía y disfrutaba
hacerlo, pero de la limpieza se encargaba Giselle, una joven cuya
madre había trabajado para el abuelo Hellson y gozaba de su total
confianza. Cuando Martin se encontraba en París, ella iba a la casa
cada dos días, por las mañanas.

Capítulo 15: Descubierto 175


Hellson 1: Sinergia

—Palabra de Hellson —dijo muy seriamente el aludido y echó


hacia atrás su cabello en un gesto de absoluta provocación, dejando su
cuello expuesto.
Y John no pudo resistir llenarlo de besos cálidos.
Momentos después, el tardío desayuno era olvidado y los dos se
procuraban otra clase de alimento más mundano.
Martin tumbó a su novio sobre la cama, hundiendo el rostro en el
espacio entre su clavícula y su cuello, y lo besó despacio, saboreando
la piel. Esa caricia estimulaba a su amante y lo sabía perfectamente.
Enredó sus piernas contra las de John, dejándole sentir su erección,
cubierta tan sólo por la bata.
—Oh, Martin…
El jadeo gutural de John diciendo su nombre despertó sus deseos
más primarios. Estaba ansioso y se apresuró a desnudarlo, saboreando
nuevamente la piel de su cuello.
El canadiense era tranquilo y reservado, pero en esos momentos de
intimidad, se dejaba llevar por sus instintos, buscando la completa
satisfacción de sus deseos. Con Martin había aprendido a disfrutar el
sexo más plenamente, aunque aún había cosas por descubrir. Onduló
provocativamente sobre la cama, exponiendo la parte baja de su cuerpo
para una mayor exploración y Martin acogió con fervor la invitación,
ampliando el recorrido de su lengua hacia el objeto de su deseo, que
veneró por unos momentos antes de aplicarse a la tarea.
Sus dedos fueron humedecidos por la ansiosa boca de John, que con
pequeños gemidos, le pedía que siguiera.
Martin disfrutó plenamente del efecto conseguido cuando uno de
sus dedos penetró a su compañero profundamente. Éste se arqueó y
abrió más las piernas para facilitarle el acceso a su cuerpo. Dos dedos
más fueron introducidos y Martin, que ya no podía esperar más, se
posicionó en la cálida entrada de su pareja.
Unieron las manos, entrelazándolas, y buscaron sus ojos. En esos
momentos previos a la penetración, se sentían más unidos que nunca.
«Te amo, Johnny.»
«Ámame.»
El pedido febril siempre conmovía al lujurioso francés, que se
apresuraba a complacerlo. A pesar de todas las experiencias pasadas,
cada encuentro con John le parecía un episodio único e intenso y se

Capítulo 15: Descubierto 176


Hellson 1: Sinergia

entregaba completamente a darle placer.


Empujó, dejándose envolver por la calidez del estrecho pasaje en
una experiencia imposible de describir. Los sentidos de ambos estaban
sincronizados en el disfrute de sus cuerpos y cuando John se contrajo
buscando mayor fricción, Martin dejó escapar un profundo y gutural
gemido.
«Me encanta cuando me apretas así.»
«Me encantas tú.»
En momentos como ese sólo el sonido de sus gemidos, la fricción
de sus cuerpos y la armonía de sus mentes los hacía vibrar con una
intensidad desesperada. Martin disminuyó deliberadamente el ritmo,
buscando prolongar el placer y John sujetó su mano con fuerza y la
dirigió hacia su miembro erecto, que clamaba por un poco de alivio.
Pero Martin tenía otra cosa en mente, pues invirtió posiciones,
recostándose en la cama y colocando a John sobre él. Adoraba que su
amante marcara el ritmo, era una sensación indescriptible de darle a su
pareja el poder para hacerlo disfrutar.
John aceptó la invitación, moviéndose cadenciosamente hasta sentir
dentro de su cuerpo toda la extensión de su apasionado amante.
«Amor mío…»
«Te amo.»
El canadiense incrementó la intensidad de sus movimientos
disfrutando del poder que tenía sobre Martin. En ese momento era el
único que podía llevar al límite a su pareja, para luego permitirle el
alivio. Contrajo su cuerpo nuevamente, deleitándose con los gemidos
de hambriento placer del francés, que lo masturbaba expertamente. Se
movió más y en el momento cumbre buscó los labios de Martin y
recogió sus espasmos orgásmicos en ellos, para caer rendido, con su
cálida semilla inundando el vientre plano de él.
—Martin —susurró John, aún sobre el cuerpo cubierto de sudor de
su amante—, ¿vas a decirme lo que Aristide averiguó en Ecuador?
Un hondo suspiro escapó de los labios de Martin, en parte por el
deseo satisfecho y en parte por ganar un poco de tiempo para ordenar
sus ideas. No quería revelarle a John algo que pudiera ponerlo en
peligro, pero tampoco deseaba ocultarle las cosas.
—Aristide localizó el caserío en el cual vivió Dubois. Una semana
después del accidente de sus padres, unos agricultores lo encontraron

Capítulo 15: Descubierto 177


Hellson 1: Sinergia

vagando por la montaña, a punto de congelarse. Nadie sabe cómo


sobrevivió todo ese tiempo. Lo llevaron a un lugar llamado Sayausí
donde una curandera se hizo cargo de él. La gente de allí es muy
supersticiosa y como el niño había sido hallado en un lugar del que se
cuentan muchas leyendas, y de que no hablaba español, tuvieron
miedo. Aristide se entrevistó con la hija de la curandera que lo recogió,
pues su madre murió hace años. Durante las dos semanas que Dubois
vivió allí, se produjeron hechos extraños. Primero, la nieta de cinco
años de la curandera se ahogó en el río mientras se bañaba con el niño.
Ella nadaba como un pez; pero se ahogó. La gente comenzó a hablar, y
luego, hubo un suceso extraño con unos niños del pueblo. Jugaban con
Dubois a tirarse de los árboles y uno tuvo una mala caída. Se rompió el
cuello y el otro niño dijo que Dubois lo había sujetado con fuerza y que
le había sacado algo brillante por la boca. Aristide logró hablar con ese
hombre, que recuerda el suceso con toda claridad. Después de eso, la
curandera lo llevó a la ciudad de Cuenca y lo dejó en la Beneficencia.
—Dios mío…
Martin acarició la mejilla de su novio y continuó:
—La asistenta social que lo recibió fingió tramitar todo para
devolverlo a Francia, pero lo cierto es que se quedó con él. Era una
mujer solitaria, que anhelaba un hijo. Dubois se convirtió en su hijo,
ella falsificó papeles para quedarse con el niño, lo inscribió como José
Antonio Espinoza, y se mudó a Quito, la capital, para evitar
investigaciones. Dubois creció allí.
—Pero, ¿y su familia? ¿No intentaron hallarlo?
—Trataron de localizarlo, pero luego de una semana, era imposible
que un niño hubiera sobrevivido en esas inhóspitas montañas, en
medio de los Andes; y si hubiera bajado de ellas, podría haberse
ahogado en los numerosos lagos de la zona. Los campesinos tampoco
dijeron nada, son desconfiados por naturaleza y el niño les daba miedo.
Todavía ahora, Aristide dice que lo recuerdan con temor.
—Pobre niño. Debió ser horrible encontrarse solo en un lugar así,
sin poder entenderse con nadie… —murmuró John, recordando lo
mucho que había sufrido el rechazo de las personas de su propio
pueblo en Canadá, cuando se comenzó a hablar de sus visiones.
—¿Pobre? Desde luego que no. Antoine Dubois puede ser muchas
cosas, pero no un pobre niño —sentenció Martin—. Escucha el resto:
Aristide habló con ex compañeros suyos, del colegio y de la
universidad. Siempre tuvo fama de extraño, no hablaba mucho con

Capítulo 15: Descubierto 178


Hellson 1: Sinergia

nadie, rechazaba a quienes se interesaban por él; y en la universidad no


tuvo ningún reparo en dar a conocer su homosexualidad. Estudió
medicina forense; cuando estaba en segundo año, su madre adoptiva
falleció. Y luego hubo una serie de desapariciones de niños, que alertó
a la policía, pero jamás encontraron al culpable. Por aquel entonces, su
novio de diecinueve años se suicidó ahorcándose en su habitación.
Dubois terminó la universidad e ingresó como asimilado a la policía,
para trabajar en la morgue. El lugar perfecto para ocultar las pruebas
de sus crímenes…
John tenía la boca seca, trataba de asimilar el misterioso pasado de
Antoine, de entender su dolor, de…
«No lo justifiques, lo que hizo no tiene justificación.»
«Martin, no lo sé…»
—¿Qué es lo que no sabes? —exclamó—. Por mucho que hayas
sentido su dolor, él no es humano. Perdió su humanidad en las
profundidades de esa misteriosa cueva y se ha dedicado a tomar las
almas de sus víctimas para saciar a Zhend. Aristide rastreó por lo
menos cuatro casos de asesinatos en serie jamás descubiertos, pero
sabemos que él también provoca los suicidios de las personas… Nunca
sabremos cuántas víctimas tuvo en Ecuador…
—¿Cómo vino a París? —John capituló, avergonzado por sus
sentimientos confusos, de lástima y piedad hacia el Hombre de Negro.
—Hace dos años apareció en París, buscando a su familia. Tenía
papeles que probaban que era Antoine Dubois, desaparecido a los siete
años en Ecuador. No sabemos cómo los obtuvo, Aristide presume que
fue su madre adoptiva quien se los consiguió. Lo que hizo aquí, ya lo
sabes… Cuando viaja, lo hace con su nombre latino, por eso Kurt
nunca pudo rastrear los vuelos. Usa dos identidades y presumiblemente
más. Eso es todo.
Pero Martin ocultaba algo y la mente de John captó un atisbo antes
de que la sutil barrera fuera impuesta entre ellos.
—¿Sabes cómo localizarlo? —preguntó con cautela.
Martin se levantó antes de responder. Miró por la ventana, hacia el
refugio, como buscando apoyo en André y las gemelas.
—Puede que sí. Pero prefiero no hablar de ello —dijo con total
sinceridad—. John, tengo que salir. Volveré por la noche y por favor,
quédate en casa.

Capítulo 15: Descubierto 179


Hellson 1: Sinergia

—¡Es víspera de Navidad! ¿A dónde vas con tanta prisa?


—No puedo decírtelo o te mentiría. Estaré de regreso para la cena,
como habíamos planeado. Prométeme que no saldrás, por favor.
John dejó hundir su cabeza en la almohada, antes de responder.
—No puedo prometértelo…

3
Martin aceleró, con todos sus sentidos alertas, como siempre que se
encontraba tras algo importante. Dobló la esquina y estacionó en una
concurrida calle de Aubervilliers, antaño epicentro de la izquierda
obrera francesa.
Dejó su llamativo vehículo al cuidado de unos jóvenes, a los que
ofreció una generosa propina, y se internó a pie en una callejuela
solitaria, rumbo a un viejo edificio. Algunos transeúntes lo miraron con
malos ojos, pero no se intimidó. Tenía oculta en el abrigo una pistola
automática y no permitiría que nadie se interpusiera entre él y su
destino final.
Con pasos rápidos, llegó al lugar y una figura envuelta en sombras
le hizo un levísimo gesto que para él bastó. Aristide le avisaba que el
camino estaba despejado.
Sin dudar, subió las desvencijadas escaleras tétricamente
iluminadas con una única bombilla, hasta llegar al cuarto piso del
edificio, donde se detuvo frente a una puerta despintada y llamó con
fuerza.
Nadie acudió.
Sacó la automática y apuntó a la cerradura. Sabía positivamente que
la persona que buscaba estaba allí.
De pronto, Jenny apareció junto a él y lo besó en la comisura de los
labios.
—No te preocupes, preciosa. Nada me ocurrirá.
La chica desapareció y Martin pronunció en voz muy clara:
—Sé que está allí, Dubois. Abra la puerta o volaré la cerradura de
un balazo.
Dos jóvenes salieron del apartamento vecino, lo miraron

Capítulo 15: Descubierto 180


Hellson 1: Sinergia

brevemente y siguieron su camino como si nada hubiera pasado.


Estaban en los barrios bajos, allí la ley la hacía uno mismo y ellos lo
sabían.
Quitó el seguro del arma.
—Se lo advertí…
Pero la puerta comenzó a abrirse lentamente y la empujó con la
bota, para adentrarse en el desvencijado apartamento. El descuidado
recibidor estaba en penumbras y el dueño de casa, de pie en medio de
éste, lo miraba con abierta hostilidad.
—Baje el arma, Hellson. A su amiguito no le gustaría que me
hiciera daño.
Martin cerró la puerta a sus espaldas y avanzó hacia el Hombre de
Negro.
—Precisamente de él he venido a hablarle. Quiero que se aleje de
mi novio, Dubois.
—¿Y planea matarme para lograrlo? ¿Es por eso que su esbirro está
abajo, armado hasta los dientes?
—No sea imbécil. —Martin se adelantó hasta el único mueble en el
pequeño apartamento, una mesa de sólida madera—. He venido a
hacerle una propuesta.
Las cejas de Antoine se arquearon ligeramente, pero su boca se
torció en una despectiva mueca.
—¿Qué tiene que ofrecerme el gran Martin Hellson? ¿Acaso
conquistar el mundo juntos?
—Le ofrezco su libertad —dijo el francés, sacando de su abrigo un
voluminoso sobre que depositó en la mesa—. Aquí tengo un
expediente completo sobre usted, Dubois, incluyendo pruebas que
demuestran que José Antonio Espinoza y Antoine Dubois son la
misma persona, y que cometió numerosos asesinatos tanto en Ecuador
como en París. También están las direcciones de sus refugios, sus
cuentas bancarias, las tácticas que emplea para esfumarse cuando tiene
problemas. Y los pasaportes falsos que ha estado utilizando. Como
puede ver, lo tengo todo, y vengo a ofrecérselo a cambio de que deje
en paz a John.
Antoine tomó el sobre y examinó su contenido. Fotografías, cintas,
copias de documentos, recortes de diarios y un extenso informe que
hilvanaba los hechos sin ninguna duda posible.

Capítulo 15: Descubierto 181


Hellson 1: Sinergia

—Ha hecho un trabajo a conciencia, Hellson. Debo felicitarlo…


—Ahórrese las felicitaciones y escúcheme. Sé lo que usted es.
Pensé incluso en detenerlo, pero ahora me importa un bledo lo que
haga, con tal de que se aleje de París. Váyase a cazar almas a donde
quiera, pero aléjese de John; o de lo contrario, este sobre irá a parar a
la Sureté y a la policía de muchos países. Nunca hago las cosas a
medias, Dubois. Váyase y podrá seguir siendo libre, quédese y le
cortaré las alas.
El Hombre de Negro pareció meditar profundamente sus palabras.
—Usted no va a decirme lo que tengo que hacer. John no es un
trofeo por el cual se deba luchar, es tan libre como usted o como yo de
decidir. ¿A qué le tiene miedo, Hellson? ¿Teme que un día John
despierte y se de cuenta de que vive en una ilusión? Lo siento, no me
interesa lo que haga, llévese su sobre y salga de aquí.
Martin apretó los labios y pareció que estaba a punto de saltar sobre
su enemigo, pero consiguió dominarse y tomó el sobre.
—Yo no hablo en vano, Dubois. Acérquese una vez más a John y
despídase de su vida en París. Lo cazaré sin descanso hasta llevarlo a
donde pertenece.
Con un portazo, Martin se alejó de allí, bajando rápidamente las
escaleras. Hizo una señal a Aristide, pero no disminuyó su paso. Estaba
furioso y el Ejecutor mantuvo una prudente distancia de su jefe, hasta
que divisaron el auto de Martin y lo abordaron.
—Ni una palabra de esto a John —dijo, alargándole el sobre—.
Será mejor que tú lo guardes. Haz veinticinco copias de todo, si mis
sospechas son correctas, no tardaremos en usarlas.

4
John se relajó bajo el agua tibia de la ducha. Sus músculos aún estaban
resentidos por la agotadora sesión de ejercicios, cinco días antes, y por
sus recientes actividades con Martin esa misma tarde.
No pretendía salir, había respondido a Martin de esa manera porque
saber que le ocultaba algo no era sencillo. No era a causa de Thelma,
para John, el episodio, aunque lastimara su amor propio, había sido de
algún modo necesario. Sabía que Martin no lo volvería a engañar en
cuestión de sexo, pero odiaba que le ocultaran las cosas, como si fuera
un niño pequeño al cual proteger. Estaba seguro de que no le había

Capítulo 15: Descubierto 182


Hellson 1: Sinergia

contado todo acerca de Dubois. Podría tomarlo él mismo de su mente,


pero no era el modo correcto de hacer las cosas, de manera que decidió
aprovechar el resto de la tarde en una actividad que se había convertido
en su juego secreto: alimentar la mente de André con la información de
Knowledgeware 1.5, el programa que Martin usaba para almacenar
todos sus casos.
Esa noche cenarían los cinco. Martin así se lo había prometido.
Sería la primera Navidad que pasaban con su singular familia, pero
antes pasarían a saludar a Kurt y Alain, de modo que se apresuró a
realizar su trabajo.
Encendió el computador e introdujo los códigos de acceso. No le
había costado deducirlos, simplemente envió a André las imágenes de
las manos de Martin tecleando los códigos y el físico los descifró en
segundos.
Había pasado los tres últimos días, mientras Martin atendía sus
asuntos en la universidad, revisando innumerables datos en el
programa y transmitiéndolos a la mente de André, donde se
almacenarían también.
Era parte de un proyecto secreto, basado en su idea de reemplazar
Knowledgeware con algo vivo, con la ventaja adicional de que no era
necesario usar búsquedas parametrizadas; bastaba preguntarle a André
lo que fuera y el científico procesaba la respuesta. El problema
consistía en que únicamente John podía comunicarse con André y que
muchas veces el científico enviaba imágenes a su cerebro, a las cuales
era difícil poner palabras.
No había transferido ni la mitad de información sobre casos de
demonios, pero sintió de pronto la imperiosa necesidad de preguntar.
Dejó el programa encendido y se apresuró a ir al refugio.
André estaba en la sala de estar, mirando al vacío. Jenny y Janie
veían televisión.
—Hola —saludó, sonriendo como siempre. Las gemelas se
aparecieron junto a él y lo abrazaron, pero John captó muy sutilmente
un velo similar al que Martin había puesto. Ellas también ocultaban
algo.
Trató de aparentar normalidad y se sentó en la alfombra, frente a
André.
—¿Un demonio puede tener una parte humana?

Capítulo 15: Descubierto 183


Hellson 1: Sinergia

«No», fue la escueta respuesta que lo sumió en el desaliento.


—Pero —insistió al cabo de un rato—, si el demonio tiene
simbiosis con un humano, el humano no será demonio. ¿Es correcto?
Su mente se llenó de varias imágenes, algunas del programa de
Martin, otras, según dedujo, de los libros que las gemelas le daban a
leer a André.
«Si la simbiosis dura un tiempo prolongado sin matar al humano,
probablemente el humano será también un demonio.»
John lo meditó un momento. Era lo que había sospechado y
coincidía con lo que Martin creía. Pero él se negaba a aceptarlo.
Alzó los ojos hacia la quieta figura de André y formuló su última
pregunta.
—¿Puede un demonio que fue humano recobrar su humanidad?
La respuesta tardó el llegar, pero cuando lo hizo, llenó el corazón
de John de una leve esperanza.
«Puede; siempre y cuando el demonio posea al menos un valor
intrínseco del ser humano. Será más difícil en la medida en que haya
pasado más tiempo como demonio, pues la práctica de esos valores
estará cada vez más lejana.»
Mientras volvía a la casa, su mente no dejaba de divagar.
Valores humanos…
Paciencia, humildad, respeto, generosidad, indulgencia, honradez,
compromiso…
Su madre los había practicado, era el modo en el que siempre la
recordaba. Pero todos esos valores se resumían en uno solo… ¿amor?
Y de pronto le vino a la mente un párrafo de la Biblia que había
leído muchas veces en la escuela:
«El amor es paciente, es afable, no es jactancioso ni engreído, no es
grosero, no busca lo suyo, no lleva cuentas del mal, no se regocija con
la injusticia, sino con la verdad, todo lo sufre, todo lo soporta. El amor
nunca falla.»
Cuando llegó a la casa, Martin lo estaba esperando y John se arrojó
a sus brazos.
«El amor nunca falla.»

Capítulo 15: Descubierto 184


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 16: Traición

Siempre se ha asociado la seducción con los demonios.


Seducción de riqueza y poder, de fama… y también
la seducción de la carne, el irresistible imán del sexo.
Se pueden considerar los siguientes tipos…

Martin Hellson — Los demonios, 1999

1
La Navidad y el Año Nuevo habían apartado a John de sus
preocupaciones, dejándose llevar por las actividades propias de la
fecha. Incluso Aristide había estado inusualmente risueño y
comunicativo en las agradables veladas que pasaba en la mansión.
John no había vuelto a preguntar a André los demonios, pero
continuó su tarea de alimentar la mente del científico con la
información almacenada en Knowledgeware.
Fueron doce días de calma relativa, en la que Martin dictó dos
conferencias y pasó el resto del tiempo en casa con su pequeña familia.
No habían tenido noticias del Hombre de Negro, pero por
precaución, John no salía solo de la casa. Siempre iba con Martin o con
Kurt. No le agradaba esa situación, pero la toleraba del mismo modo
en que Martin no le preguntaba qué hacía tanto tiempo frente al
computador.
Pero la calma no duraría mucho.
Un miércoles lluvioso, en el que Martin había ido a la universidad,
el teléfono sonó con insistencia y John se estremeció al oír la voz de
Antoine al otro lado de la línea.
—John, necesito verlo.
Había tanta urgencia en su voz que sólo atinó a preguntar cuándo y
dónde, y corrió escaleras arriba en busca de su abrigo.
Jenny y Janie aparecieron a su lado, tirando de sus mangas con
insistencia.
—Lo siento, tengo que ir. Presiento que es importante…

Capítulo 16: Traición 185


Hellson 1: Sinergia

Las gemelas se abrazaron a él para no dejarlo avanzar, y cuando


John las apartó con firmeza, se les llenaron los ojos de lágrimas.
—Les prohíbo buscar a Martin —dijo con voz dura. Las chicas
retrocedieron, jamás lo habían visto así—. Nada me pasará, estoy
seguro de ello.
Salió, a pesar de las protestas, y se apresuró a llegar a la parada del
metro, donde se confundió con la anónima multitud.
¿Por qué lo hacía?
No lo sabía con exactitud. Actuaba con un irresistible impulso, pero
incluso así, tenía la absoluta certeza de que Antoine Dubois no le haría
daño alguno.

2
Lo encontró al final de la calle de Chevalier de la Barre, justo antes de
llegar a la Escalera de las Luces, desde donde se veía el Sacre Coeur en
todo su esplendor.
«Ha venido a mí.»
«Quiero respuestas.»
«Esta vez las tendrá. Sígame.»
Sin cruzar palabra, caminaron hacia la Rue Saint Vincent y
torcieron a la derecha, hacia un grupo de edificios de estilo provenzal.
Antoine se detuvo para sacar las llaves y abrir la puerta principal de
uno de los edificios.
—¿Vive aquí?
—No siempre.
En el ascensor, se miraron atentamente, estudiándose.
—Tiene una personalidad fascinante, John. Y también una
extraordinaria fortaleza. No se avergüenze si ha venido en pos de un
anhelo secreto, pude percibirlo ese día, en el Sacre Coeur.
—No diga tonterías. He venido porque usted quería verme, y
también a buscar las respuestas que me ofreció.
El ascensor se abrió y ambos salieron. Antoine avanzó hasta llegar
a una puerta cerrada.

Capítulo 16: Traición 186


Hellson 1: Sinergia

—¿Pasará conmigo las barreras, John? —La voz y las implicancias


de lo que decía nuevamente hicieron estremecer al canadiense.
—Pasaré —respondió, y traspasó el umbral.
El apartamento también estaba decorado al estilo provenzal,
tenuemente iluminado, acogedor como un verdadero hogar.
—Estaba tan ansioso por verlo como lo estaba usted. —Antoine se
despojó del abrigo de amplios faldones que asemejaba una capa, tomó
también el abrigo de John y lo colgó junto al suyo en una percha—.
¿Desea beber algo?
—Esto no es una visita social.
—¿En serio? ¿Entonces, qué es? —cuestionó Antoine,
entrecerrando los ojos.
John se sentó en el sofá y respiró profundamente. Estaban solos…
Solos.
Inconscientemente, bloqueó su mente para que Martin no pudiera
encontrarlo. No sabía exactamente lo que vendría a continuación, pero
acababa de tomar conciencia de que, finalmente, había llegado a un
punto del que quizá no habría retorno.
—Está bien, Dubois. Aceptaré un trago.
El Hombre de Negro sonrió y volvió con dos copas de bourbon.
—Aquí tiene.
John dio un largo sorbo a su bebida, dejando que el licor raspase su
garganta. Miró a Antoine, que luego de beber un poco, había dejado su
copa en la mesilla y lo contemplaba fijamente.
—¿Qué es usted? ¿Por qué me busca a mí?
Antoine pareció meditar profundamente la respuesta. Al cabo de un
rato, miró a John a los ojos.
—Soy lo que usted quiere que sea. Lo busco porque usted es capaz
de ayudarme en lo que ningún otro podría.
El canadiense bebió otro largo trago, con sus dudas en nada
disipadas, y pasó a la siguiente pregunta.
—¿Por qué buscó a otros hombres parecidos a mí? ¿Por qué los
mató?
Antoine entrecerró los ojos en un gesto tan parecido al de Martin

Capítulo 16: Traición 187


Hellson 1: Sinergia

que John sintió una punzada de culpabilidad.


—Empecé a soñar con usted hace dos años. Me obsesioné con
encontrarlo, comencé a verlo en otros hombres. Al principio, pensaba
que eran usted; pero con el tiempo, me di cuenta de que no lo eran, de
que cuando lo encontrara lo sabría. Y entonces comencé a deshacerme
de ellos.
—¡No tenía que matarlos!
—Sí lo tenía que hacer. Ellos eran un pobre remedo de usted, John.
Pero, finalmente, lo encontré en ese hospital.
—Usted es un demonio…
—Puede que sí…
—¡Usted mató a esos niños, en Ecuador y mató a todas esas
personas! Tomó sus almas… Es un demonio…
Antoine se echó para atrás en el sillón y cerró los ojos. Parecía que
estaba evocando esos momentos. Cuando los abrió, su mirada parecía
triste.
—Yo nunca supe que tenía ese poder, hasta que lo ejercí por
primera vez. Era un niño y estaba asustado, hice lo único que cabía
hacer.
—Y luego mató a los otros, se convirtió en un asesino en serie y
nunca lo atraparon porque era médico forense y trabajaba para la
policía. Lo sé todo, Dubois. No finja ante mí.
El Hombre de Negro dio un sorbo a su bebida y por un momento,
John creyó ver a aquel niño de siete años, abandonado en las montañas.
—Veo que Hellson se lo contó —dijo con voz neutra—. Pues bien,
yo no lo hice…
—¡No le creo!
—¿Acaso no entiende? Zhend despertó hace dos años por culpa de
su amigo, el científico. Si no lo hubieran perturbado, todo seguiría
como entonces. Él no necesitaría tanta energía, pero ahora se hace más
fuerte. Quiere recobrar su lugar en este mundo.
—Usted y él son lo mismo…
—Técnicamente sí. Él me dio parte de su energía, por él sobreviví
en aquella cueva. Por él hago lo que hago…
—Por él asesinó a esas personas en Ecuador…

Capítulo 16: Traición 188


Hellson 1: Sinergia

—¡Le digo que no lo hice! No había necesidad, él se alimentaba


sólo con la energía vital, lo suficiente para mantenerlo en estado de
hibernación. Hubo asesinos en serie, sí. Pero no fui yo. Estudié sus
tácticas, era sencillo desde el lugar donde estaba. Y luego, yo mismo
los maté, por eso jamás los encontraron. Fueron cinco… Ellos y los
niños fueron mis únicas víctimas hasta el despertar del Cazador.
—¿Pretende que crea eso?
Antoine apuró su trago y se acercó al balcón, cambiando
drásticamente de tema.
—Mire, John. Desde aquí se contempla el Sacre Coeur. Rompimos
las barreras allí, podemos hacerlo todo…
John se acercó, renuente, y se paró en el lugar más alejado, dejando
vagar su mirada hacia las cúpulas de la blanca iglesia, preguntándose si
todo lo dicho tenía sentido… Quizá sí, pero no lo de París. Lo de París
no tenía perdón. Tomó aire e insistió.
—Usted me mostró que no necesita matar. ¿Por qué lo hace,
entonces? ¿Por qué asesinó a tantos? … Michelle, Dominique...
¡Bastardo, Dominique lo amaba!
—Dominique amaba lo que creía ver en mí. ¿Michelle? Era la
novia de Hellson. Su presencia no permitía que usted fuera lo que es
ahora. Tuve que quitarla de en medio…
—¿Tuvo qué…? ¡Está hablando de un ser humano! ¡A los seres
humanos no se los quita de en medio!
—¿Por qué no? —dijo tranquilamente Antoine—. ¿No nos está
permitido eliminar los obstáculos que impiden llegar a un objetivo?
¿No fue un humano el que dijo que el fin justifica los medios? Lo que
usted conoce como el bien y el mal, no existe. Es sólo la falsa moral
que han creado los filósofos. ¿Acaso se preocupa cuando camina por el
campo y aplasta una hormiga? Usted lo sabe, John… lo sabe tan bien
como yo.
—¡No es cierto…! Me voy a casa…
John avanzó, entre molesto y asustado, tratando de alejarse de allí,
pero la mano de Antoine lo sujetó con fuerza.
—¿A qué le teme, John? Ya tiene sus respuestas. El tiempo de
fingir pasó. Sé lo que anhela porque es lo mismo que anhelo yo… No
tiene caso resistirse, déjeme envolverlo en el mismo fuego que me
abrasa a mí…

Capítulo 16: Traición 189


Hellson 1: Sinergia

—No me toque… No…


(Dos cuerpos desnudos y sudorosos, una pasión que desgarraba el
aire mismo, un deseo salvaje, como fuego furioso, amándose…
Amándose…)
—¡No me toque…!
John se soltó, desesperado, y retrocedió hacia la única puerta a la
que tenía acceso porque Antoine le bloqueaba la puerta de la calle.
«Déjeme ser el artífice que lo hará tocar sus sueños.»
—¿Por qué me trajo aquí? —La voz de John casi murió en sus
labios y sus manos buscaron desesperadamente el picaporte que abrió.
—Si vino hasta aquí, lo sabe.
Entró en la habitación, casi tropezando, y se quedó parado en
medio, contemplando la enorme cama. Con la garganta seca,
comprendió que se encontraba en el dormitorio de Antoine.
—No se resista…
La fuerza de la pasión envolvió su delgado cuerpo como un torrente
que lo hizo estremecer. Su boca se abrió en una última protesta, pero
fue cubierta por los abrasadores labios del Hombre de Negro.
No tenía sentido seguir resistiendo… él lo deseaba. Lo deseaba
tanto que dolía…
«Lo quiero todo.»
«Que el cielo me perdone, pero yo lo deseo también.»
Silencio…
Sólo sus respiraciones agitadas rompían en silencio de la noche. No
había palabras, no eran necesarias, la aceptación al fin había llegado.
Ahora sus mentes estaban en sincronía.

3
—Yo… —Martin se detuvo, la sensación de inquietud que había
empezado a sentir hacía casi una hora se agudizó.
—¿Pasa algo, jefe?
Se encontraba con Aristide en el pequeño apartamento de Kurt y
Alain, discutiendo un posible caso, pero no podía quitarse a John de la

Capítulo 16: Traición 190


Hellson 1: Sinergia

cabeza.
—John —dijo con voz ronca—. Algo le pasa a John.
—¿Estás seguro? —Kurt no preguntó cómo lo sabía. Desde hacía
mucho, había notado que Martin y John tenían una relación basada en
algo más que en el cariño mutuo. Pero no acostumbraba a interrogar a
su jefe. Cuando llegara el momento, Martin le diría lo que tuviera que
saber.
Antes de que Martin pudiera responder, aparecieron las temblorosas
gemelas, tirando de él para sacarlo de allí. El lazo mental con John se
perdía por momentos, débil e inseguro.
—¿Saben dónde está?
Ellas asintieron.
—Llévenme a él. Aristide, dame tu arma.
El Ejecutor hizo lo que le pedían.
—¿Qué es lo que harás?
—Si ha lastimado a John, lo mataré. —Los ojos de Martin
relampaguearon de odio. Aristide se adelantó.
—Iré contigo.
—Iremos todos —declaró Kurt.

4
«Sienta el fuego, déjese envolver por la pasión… ¿acaso no soñó con
este momento?»
«Muchas veces… muchas…»
Cayeron a la cama, besándose furiosamente. Los ojos azules de
Antoine hicieron contacto con los de John.
—No habrá retorno…
«No habrá retorno.»
«No habrá…»
—Antoine… —gimió John, desesperado. Su cuerpo temblaba presa
de una pasión febril—. Es como lo soñé… nosotros solos… juntos…
Juntos… —Su voz murió dentro de la boca del rubio, que comenzó a
desnudarlo con rápidos movimientos.

Capítulo 16: Traición 191


Hellson 1: Sinergia

—Eso… Eso es, derribe la última barrera junto a mí. El bien y el


mal no existen, son sólo una ilusión. Déjese amar… déjeme amarlo…
Las manos de John se aferraron con fuerza a la sábana. No podía
resistir la avasalladora presencia de Antoine. No podía, porque era la
respuesta hacia sus más secretos y oscuros anhelos. Su mente
embotada sólo podía entregarse al placer de los sentidos, buscando
desesperadamente la liberación.
«El mundo será nuestro… lo necesito… necesito su fuerza…»
John se mordió los labios, pero aún así, un profundo grito se le
escapó. Antoine lo penetró de un violento empujón y comenzó a
moverse, implacable, haciendo que el placer se mezclara con el dolor
en enloquecedora agonía.
El puente fue cruzado, sólo quedaba mirarlo arder.

5
Nunca Martin había estado tan desesperado. Su sangre fría habitual se
había reducido a nada y sostenía la pistola con manos temblorosas.
Los cinco iban en la furgoneta de Kurt, aunque las gemelas
aparecían y desaparecían alternativamente, buscando…
—Si le ha hecho daño… Si se ha atrevido…
Nadie decía palabra, perdiéndose en sus propios mundos de
conjeturas.
—Más de prisa —ordenó Martin cuando doblaron la esquina en
l’Opera—. Está cerca… lo siento…
«¡John!»

6
—Después de haberme conocido, ningún placer podrá saciarlo —jadeó
Antoine, embistiendo con fuerza en el cuerpo de John.
Las manos del canadiense se aferraron con más fuerza a la sábana,
buscando algún punto sólido donde poder anclar su cordura. Pero de
nada sirvió, se adentraba con pasos agigantados en una oscuridad
profunda. La negra oscuridad del alma de Antoine…
El placer embotaba sus sentidos, enloqueciéndolo de deseo febril y

Capítulo 16: Traición 192


Hellson 1: Sinergia

de lujuria. No podía luchar contra eso, la fuerza de Antoine era


demasiado grande.
Entonces, a lo lejos, pudo percibir una voz. La llamada, tenue al
inicio, se convirtió en un grito angustiado.
«¡John!»
Sus ojos se abrieron, llenos de lágrimas…
«Di que me amas… por favor, Martin… sácame de aquí…»
«¡JOHN!»
Su erección fue masajeada con fuerza, su boca fue aprisionada en
un salvaje beso y su mente, sumida en la brumosa sensación que
presagiaba el inminente alivio.
«Lo quiero todo… John, entrégueme todo de sí.»
Un angustiado gemido salió de la garganta de John y la urgencia de
liberarse aumentó indescriptiblemente, haciendo que su cuerpo
temblara en violentos espasmos bajo el cuerpo sudoroso de Antoine.
«Entréguemelo.»
«Martin…», imploró.
«¡John! Te amo, John… te amo…»
Las palabras llegaron en el momento del orgasmo, la descarga de
John ensució las sábanas y humedeció la mano de Antoine, quien,
implacable, seguía bombeando, clavándolo contra el colchón.
Un gemido ahogado le trajo por fin el alivio, pero también lo
empezó a sustraer vertiginosamente del mundo real, absorbido por una
incontenible fuerza.
Víctor Hugo había dicho que en París bastaba «respirar para
conservar viva el alma». Pero… ¿dónde se hallaba el alma de John?
… Serpientes
…. Luminosas serpientes trazando círculos en el cielo
… Quería estar allí, en el lugar de donde provenía la luz
… La luz…
Era la misma luz brillante que envolvía al Cazador de Almas, la luz
que ahora parecía brotar de los ojos de su amante, la luz que
comenzaba a apoderarse de él, debilitándolo, quitándole la esencia de
su ser.

Capítulo 16: Traición 193


Hellson 1: Sinergia

No sintió dolor, tan sólo la sensación de embotamiento que hacía


que no pudiera moverse y resistir.
Se alejaba…
Se alejaba…
Y entonces, en algún lugar, su cerebro al fin comprendió el juego.
«¡John!»
«¡JOHN!»
El grito en su mente lo devolvió dolorosamente a la realidad. La
sensación fue como si se hallara hundiéndose en un remolino sin fin y
de pronto lo expulsaran fuera de él. Sólo pudo gemir, las fuerzas
empezaba a abandonarlo dejándole sólo la culpa.
—¿Qué ha hecho? Maldito bastardo, ¿qué ha hecho? —gritó el
Hombre de Negro, retirándose violentamente de su cuerpo
tembloroso—. No podrá huir de mí… Nunca podrá. Nuestros destinos
están unidos. Para siempre.
«Martin…»

7
—¡Es por aquí! —gritó Martin. La furgoneta frenó bruscamente y
retrocedió para enfilar hacia la Rue Saint Vincent. Apenas se detuvo,
se apeó, corriendo.
—Quédense aquí y tengan este chisme listo para partir —ordenó el
Ejecutor y siguió a su jefe hacia la entrada del edificio.
Jenny y Janie aparecieron dentro y abrieron desde allí la puerta
vidriera. Martin se precipitó al ascensor.
Conocía el lugar. Las gemelas habían hallado prácticamente todos
los refugios de Antoine en París y Martin estaba familiarizado con
ellos. Apenas salió del ascensor, corrió hacia la puerta que ellas habían
dejado entreabierta.
—¡John!
Entró, con la pistola en alto, dispuesto a asesinar a sangre fría a
quien fuese.
Pero no había nadie…

Capítulo 16: Traición 194


Hellson 1: Sinergia

Tan sólo una puerta abierta.


Corrió hacia ella y se detuvo en seco en el umbral…
El olor del sexo recientemente consumado flotaba en el aire, pero la
crudeza de los momentos vividos en la habitación se abrió paso en su
mente al ver sobre la cama, hecho un amasijo de culpa, el cuerpo
desnudo y aún tembloroso de John.
—¡No…! —Su voz se transformó en un doloroso gemido y se
quedó allí, incapaz de dar un paso en dirección a la cama.
Jenny y Janie estaban junto a John, intentando en vano reanimarlo.
—Jefe, no hay nadie más aquí. —Aristide entró, pero se quedó
galvanizado junto a la puerta—. ¡Dios mío! ¿Qué es todo esto?
Esas palabras parecieron devolver a Martin a la realidad y en ese
momento recuperó su sangre fría.
—Tenemos que sacarlo de aquí.
Rápidamente se acercó a la cama y envolvió a John con una sábana.
Los ojos del canadiense eran inexpresivos, pero se estremeció ante su
tacto.
—Todo estará bien, vamos a casa.
Con John a cuestas, salieron a toda prisa del edificio y corrieron
hacia la furgoneta. Apenas entraron, Martin depositó a su pareja en el
sofá de cuero y Kurt arrancó a toda velocidad.
—Está temblando.
Aristide sacó una manta de abajo del sillón y se la alcanzó a Martin,
que se apresuró a cubrir el pálido cuerpo.
Jenny y Janie aparecieron junto a él.
—Vayan a casa… al refugio. Preparen un baño caliente, lo
llevaremos allí.
Las gemelas se desvanecieron y Martin se cubrió el rostro con las
manos.
Estaba llorando.

8
La furgoneta se detuvo con un rechinar de llantas frente a la cochera de

Capítulo 16: Traición 195


Hellson 1: Sinergia

la mansión y Kurt accionó el mecanismo para abrirla.


Martin levantó el rostro. Su mirada enrojecida se topó con la de
Alain, que, desde el asiento delantero, le sonrió en un mudo deseo de
confortarlo.
—Gracias… estaré bien. Es John quien importa ahora.
Rechazó la ayuda de Aristide para trasladar a John y lo tomó en sus
brazos. Aún temblaba y sus ojos marchitos lo miraron, húmedos.
—Todo irá bien, lo prometo.
Pero el lazo mental era demasiado débil y no podía sentirlo.
Rápidamente, lo llevó hacia el refugio de André y no se preocupó por
cerrar la puerta. Aristide fue tras él y también Kurt y Alain.
El menudo ingeniero empujaba a toda prisa la silla de ruedas y
Alain nunca había deseado tanto volver a caminar. Bajaron por la
rampa que Martin había instalado en el refugio para casos de
emergencia, y se dirigieron al dormitorio.
Allí, Martin había acostado a John y trataba de reanimarlo
frotándole los brazos con alcohol, sin obtener respuesta.
Con los labios apretados a causa de la tensión, lo tomó en brazos y
se dirigió al baño que las gemelas habían preparado. El agua despedía
vapor y lo metió en la bañera sin dudar.
—¿Puedes oírme, Johnny? Dime algo, por favor, di que estás bien.
Pero ningún sonido salió de los labios del tembloroso hombre.
En el agua, el temblor empezó a calmarse y cesó cuando las
amorosas manos de Martin lavaron cada rincón de su cuerpo, donde lo
habían mancillado las caricias del Hombre de Negro.
—Necesito algo para abrigarlo.
Kurt buscó entre los cajones y sacó un pijama de André. Ni las
gemelas ni el científico se lo impidieron como otras veces que habían
invadido su privacidad. Simplemente miraban, André siempre
inexpresivo; ellas, tensas.
Finalmente, Martin sacó a John de la bañera y lo secó con ayuda de
las gemelas, le puso el pijama y lo acostó en la cama de André.
Un gemido brotó de los labios del canadiense. Un gemido que
empezó a convertirse en un débil sollozo.
Martin lo acunó, limpiándole las lágrimas del rostro, meciéndolo

Capítulo 16: Traición 196


Hellson 1: Sinergia

despacio, susurrándole que todo estaría bien. Los sollozos se calmaron


poco a poco y John fue arropado.
La voz de Martin temblaba un poco cuando se dirigió a sus
compañeros.
—Aristide, envía las copias del expediente Dubois a las ciudades
que te indiqué. Hazlo enseguida. Kurt, Alain, agradezco muchísimo su
ayuda, pero tenemos que estar solos. Los llamaré cuando él esté mejor.
Luego de abrazarlo brevemente, salieron en lenta procesión.
Apenas se cerró la puerta, Martin se derrumbó en brazos de las
gemelas.
—André… ¿qué vamos a hacer?

Capítulo 16: Traición 197


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 17: Revelaciones

El Universo es un conjunto infinito de variables


complejas. Se ha intentado representarlo con
muchos modelos, matemáticos y sociales, pero eso sólo
se ha logrado convirtiendo ciertas variables en
constantes, y por ende, adulterando el resultado final.

Martin Hellson — ¿Universos paralelos? Un vistazo al «otro


plano»,
Artículo publicado en la revista Le Sceptique, Mayo, 2003

1
Serpientes…
Su mente estaba llena de ellas, ondulantes, sibilantes, vivas…
Volaban en espiral, describiendo interminables círculos en las
brumas de su agotado cerebro.
¿Desde cuando las serpientes vuelan en espiral?
Serpientes, brillantes y veloces emisarios de la desolación…
¿Podía haber desolación más grande que ésta?
Una tibia caricia en su mejilla comenzó a disipar la bruma, una
ardiente gota salada que cayó sobre la comisura de sus labios hizo que
se le escapara un profundo suspiro.
Se sintió envuelto en una suave calidez, se sintió amado…
Amado…
—Oh, Martin.
Otra mano acarició su mejilla y su cabello y John se atrevió, por fin,
a entreabrir los ojos.
Jenny y Janie estaban acostadas junto a él, abrazándolo. Eran las
manos de ellas las que trazaban suaves círculos en sus mejillas. Eran
los ojos de ellas, húmedos de pena, los que habían vertido las lágrimas
que lo habían despertado.
Sus propios ojos se llenaron de lágrimas al recorrer la habitación,
que reconoció como el refugio de André. El científico estaba sentado
junto a la puerta, tan quieto e inexpresivo como siempre. Pero el lazo

Capítulo 17: Revelaciones 198


Hellson 1: Sinergia

que los unía seguía allí, palpitante y vivo, aunque débil.


Eso le dio el valor para mirar hacia el otro lado, donde sabía que se
hallaba él.
Martin dormitaba, doblado penosamente en la silla junto a la cama.
Su rostro se veía marchito, agotado… entristecido como nunca antes lo
había visto, mucho más que cuando murió Michelle.
Una punzada de culpabilidad lo atravesó y fue como si se hiciera
más grande poco a poco, desgarrándole el pecho hasta no dejarle nada
más que un despojo sangriento y doloroso.
Dolía…
¡Oh, Dios, cómo dolía!
El amor nunca falla.
¡Qué cruel ironía! De los dos, había sido John quien había fallado.
Las gemelas volvieron a acariciarlo y lo envolvieron en sus brazos
protectores.
«Estamos contigo.»
«Te amamos.»
«Te amamos…»

2
Un hondo y profundo suspiro anunció el despertar de Martin. Sus
cansados ojos parpadearon varias veces, enfocando hacia la cama,
donde su pareja estaba inmóvil, incapaz de mirarlo a los ojos.
—¡John! —Con todos sus sentidos alerta de nuevo, se puso de pie y
se acercó hacia él—. Johhny, ¿cómo te sientes? Nunca en mi vida me
había asustado tanto.
Pero John volteó hacia otro lado su rostro lleno de lágrimas,
tratando de buscar refugio en las gemelas.
La tensión podía sentirse en el aire, la angustia de Martin, la culpa
de John…
Jenny y Janie se miraron y se sentaron en la cama. Una de ellas
tomó la mano de Martin y la otra tomó la de John, un beso suave fue
depositado en cada una, y después las unieron.

Capítulo 17: Revelaciones 199


Hellson 1: Sinergia

El amor nunca falla.


El significado de ese sencillo gesto hizo que algunas lágrimas
afluyeran por el rostro de Martin.
—Te amo…
—Martin, yo…
—No importa lo que haya pasado, ningún hombre ni demonio
podrá hacer que te deje de amar.
Una sonrisa iluminó los rostros de las gemelas cuando John le echó
los brazos al cuello a su pareja y ambos se fundieron en un abrazo
lleno de amor. Poco a poco, sus mentes volvieron a encontrarse y la
armonía de la gestalt volvió a surgir.
—Tú me salvaste —susurró John—. Tu voz estaba allí y me guió…
—Estaba aterrado, te perdía, no podía sentirte… ¡Pudiste morir,
John! O incluso peor, pudiste volverte como él…
—Él me engañó. —El canadiense se desprendió suavemente del
abrazo y se sentó sobre la cama—. Tenías razón, sólo trataba de
utilizarme. ¡Fui tan tonto! Creí que podría averiguar más cosas, que
podría salvarlo, que había humanidad en él. Perdóname... Por favor,
perdóname.
«¿Cómo podría no hacerlo? Eres parte de mí.»
«Martin, él…»
—Sé lo que hizo, es el poder de seducción de los demonios. Él
sabía lo que provocaría, ignoró mi advertencia. Maldito sea, lo
destruiré… —interrumpió él, apretando los dientes.
—¿Tú le advertiste? —John tomó las manos de Martin y cerró los
ojos. Se produjo la descarga y el francés le mostró las actividades que
le había mantenido en secreto: El descubrimiento de que Dubois había
vendido algunas placas halladas en la cueva de Ecuador a un
coleccionista privado, el paciente rastreo que había hecho con ayuda de
las gemelas y todo el equipo de Hellson Unlimited y, finalmente, la
advertencia—. ¡Dios mío! ¿Por qué me lo ocultaste? ¿Por qué ese
empeño de todos en protegerme?
—Por eso —dijo Martin, señalándolo, en clarísima alusión a su
falta. John bajó la mirada.
—Yo no soy un niño a quien hay que cuidar —declaró al cabo de
un rato—. La falta de confianza nos destruirá y no pienso permitirlo. A

Capítulo 17: Revelaciones 200


Hellson 1: Sinergia

partir de ahora, se acabaron los secretos.


Martin asintió, habían sido demasiadas cosas acumuladas y se
estremeció al pensar que la gestalt podía haberse destruido.
—Sabía que él iría por ti. Por eso hice todo eso.
—¿En verdad creíste que retrocedería ante tu amenaza?
—¡Desde luego que no! Pero necesitaba acercarme a él, evaluarlo.
El cazador debe conocer a la presa. Lo he estado vigilando, haciéndolo
seguir con unos hombres de Aristide. Él no puede desvanecerse en el
aire como Jenny y Janie, pensé en adelantarme a sus pasos. Y,
honestamente, pensé que vendría a ti, no que tú irías a él.
Se hizo un tenso silencio. Las gemelas los observaban, expectantes.
Martin comenzó a recorrer la habitación a grandes zancadas. La
angustia estaba desapareciendo para dar lugar a la furia, al odio, al
deseo de destruir. Si Dubois hubiera aparecido en ese momento, con
toda seguridad le habría pegado un tiro.
Pero Dubois no apareció. Fue John quien se puso de pie y se dirigió
al inexpresivo André, tomándole las manos. Y entonces, comenzó a
hablar de lo que había pasado.
—Detente, John… no quiero oírlo —protestó Martin.
—Debes hacerlo, tienes que entender a cabalidad lo que pasó.
André dijo que el sexo rompe barreras, es en ese momento en que la
mente está más vulnerable. Cuando tuve sexo con Dubois, comprendí
muchas cosas. Pero necesito la mente de André para poder interpretar
lo que vi.
El francés se sentó sobre la cama, derrotado, tratando de que su
mente analítica aislara los hechos de los sentimientos y comprendiera
lo que había pasado en esa habitación en Montmartre. Con el
semblante pálido y los labios apretados, escuchó; y cuando John se
detuvo, salió un momento de la habitación, completamente abrumado.
Para cuando volvió, John seguía de rodillas ante André, con los ojos
cerrados.
—Nos equivocamos de perspectiva —dijo llanamente—. Gracias a
André, tengo ahora las respuestas que buscaba. Dubois quería mi
energía para liberarse de Zhend y tomar su lugar. Era tan simple como
eso…
—Bastardo…
—Todo esto no es casual, Martin. Es una reacción en cadena, como

Capítulo 17: Revelaciones 201


Hellson 1: Sinergia

cuando se tienen varios bloques de dominó y se hace caer uno, su


fuerza empuja a los demás. André dice que es el equilibrio del mundo.
Durante los últimos años se han producido eventos tendientes a romper
el equilibrio. Los Primitivos, desterrados por los mismos humanos que
los adoraban, intentarán volver, y la casualidad no existe en el
Universo
—¿Quieres decir que todo esto ocurre a propósito?
—No exactamente, pero piensa en esos eventos: el nacimiento de
las gemelas, el accidente de Dubois, el experimento de André, mi
accidente. Y luego Dubois movió sus fichas, prácticamente nos
fabricó, fabricó a la gestalt. Cuando mató a Michelle, nosotros nos
acercamos y luego rompimos las barreras que impedían la sinergia.
Dubois lo provocó y…
—Me niego a creer eso. Significaría que el hombre no es artífice de
su propio destino y que dioses o demonios mueven los hilos del
universo.
John se puso de pie y se acercó a su amante.
—Significa que somos parte activa en un enorme modelo
matemático de infinitas variables, tantas que es imposible predecir su
comportamiento más que aplicando técnicas avanzadas y aún así, con
enorme posibilidad de error —dijo, tratando de explicar en forma
sencilla lo que le transmitía André—. Hay muchos escenarios posibles.
De hecho, hay infinitos, pero en uno solo de ellos, todos los hechos se
enlazan como en el momento actual. En otro escenario, André pudo no
comprar a las gemelas, el accidente pudo no ocurrir, nosotros pudimos
no enamorarnos… Lo que ocurrió aquí es porque así lo elegimos.
—¿Y Dubois?
—Él es una pieza más pero trató de manipular el modelo. Y el que
haya tratado de hacerlo es una variante más del mismo modelo. André
dice que en la Teoría Cuántica se pueden tener múltiples estados de
cualquier objeto y hay una paradoja clásica sobre el gato de
Schrödinger, en la cual el animalito puede existir a la vez en dos
posibles estados: muerto y vivo, pero al estar en una caja negra, nadie
puede saber en qué estado está, y el hecho de asomarse a mirar, cambia
su estado. Es lo que pasa con nuestro modelo. Tenemos infinitos
universos paralelos: los escenarios. Nadie es capaz de predecir su
comportamiento y el intentar hacerlo y mirar, alterará el resultado. Es
por eso que los hilos del universo son tan complejos de manipular.
—Déjame entenderlo. El equilibrio del mundo está por romperse a

Capítulo 17: Revelaciones 202


Hellson 1: Sinergia

causa de que los Primitivos, con Zhend a la cabeza, pretenden volver.


Toda esta cadena de eventos está modificando este equilibro y…
¿nosotros tenemos que enderezarlo?
—En este universo paralelo, sí. La entropía mide el grado del
desorden o caos en un sistema y tiende a aumentar en el tiempo. Sin
embargo, si el sistema se ordena, es porque recibe energía externa.
Nosotros somos esa energía, de este modo se mantiene el equilibrio.
Pero si no somos nosotros, la energía se canalizará de otro modo.
Martin asimiló las palabras, una a una. El cerebro parecía querer
estallarle, pero finalmente aceptó la aplastante lógica de André.
—Somos artífices de nuestro destino — dijo, convencido—. Y no
soy matemático ni físico, pero estoy seguro de que Dubois se irá de
Francia. Irá a Ecuador, donde todo empezó. Y allí lo cazaremos.
Demonio o no, lamentará haber nacido.

3
Al día siguiente, Aristide confirmó lo dicho por Martin. Antoine
Dubois había partido rumbo a Quito, con su pasaporte a nombre de
José Antonio Espinoza, antes de que la policía hubiera podido echarle
el guante.
Aunque John trataba de actuar con normalidad, se había sumido en
una profunda depresión. Se recriminaba a cada instante su debilidad y
ni siquiera tenía deseos de visitar a Kurt y Alain. También se mantenía
ajeno a los preparativos de Martin para enfrentar a Zhend. A pesar de
que había dejado en claro que no quería secretos, sentía temor a que
Antoine supiera a través suyo qué era lo que pensaban hacer; y estaba
asustado por una idea que iba tomando fuerza en lo más profundo de
su mente.
Tampoco había vuelto a tener sexo con Martin.
No era éste lo rechazara. Dormían juntos como siempre, pero John
no se había sentido preparado para esa clase de contacto y Martin no se
lo había exigido. Ambos tenían miedo, y se preparaban a su manera
para el encuentro final con Antoine.
Dos días después del incidente con el Hombre de Negro, Martin
apareció con un costoso reloj Rolex Cellini de oro blanco, que puso en
la muñeca de John.
—Acéptalo, por favor. Significa mucho para mí —había pedido, y

Capítulo 17: Revelaciones 203


Hellson 1: Sinergia

John no había tenido corazón para negarse.

4
John jugaba con la cadena de su reloj y divagaba, tratando de dilucidar
más claramente su papel en el modelo matemático del universo. André
le proporcionaba tantos datos que le era difícil asimilarlo todo a la vez.
Se concentró una vez más, buscando contacto con Antoine.
Nada.
Ya no podía sentirlo, pero no estaba seguro de que Antoine no
pudiera sentirlo a él.
Aristide y Martin estaban frente a él, trabajando y John se levantó
de la mesa del estudio, donde había estado simulando que leía.
Deseaba sustraerse unos momentos de la reunión que estaban
celebrando y no se le ocurrió otra cosa que ir a visitar a los dos
ingenieros.
—¿Tardarás, John? —preguntó Martin, alzando la vista del
computador. En ese momento, Aristide abría un compartimiento y
sacaba una pesada espada, con intrincadas figuras en la empuñadura.
El canadiense negó con la cabeza.
—Voy a ver a Kurt y Alain. Hace mucho no tomo café con ellos.
«Ten cuidado, mi amor.»
Cuando John cerró la puerta, alcanzó a oír la pregunta del Ejecutor.
—Jefe, ¿estás seguro de querer volver a usar la espada?

5
—No es el fin del mundo si te acostaste con el Hombre de Negro —
declaró firmemente Alain—. Además, por las fotos que vi, el sujeto no
tiene desperdicio.
—No lo hice por eso —protestó John, esbozando su primera sonrisa
en varios días.
—Lo sé, cherié. Lo hiciste por salvar su alma. No tienes que
avergonzarte de tus buenas intenciones.
—El infierno está lleno de ellas —murmuró el canadiense, mirando

Capítulo 17: Revelaciones 204


Hellson 1: Sinergia

su taza de café.
Kurt entró en ese momento, hablando por el teléfono inalámbrico.
—Sí, jefe. Está aquí. Y ya conseguí un nuevo teléfono satelital y el
equipo de alpinismo que pediste. Hice las reservaciones para esta
noche, para dos personas. Te comunico con Alain para detalles
técnicos —dijo, arrojando el inalámbrico al inválido, que lo atrapó al
vuelo.
—¿Nos vamos a Ecuador? —preguntó John.
—Así es.
El canadiense suspiró.
—Espero que Martin sepa lo que hace.
—Lo sabe —dijo Kurt, poniéndole la mano en el hombro—. No es
la primera vez que se enfrenta a algo así… aunque ese Zhend es mucho
más poderoso.
—¿Martin se ha enfrentado a un demonio como ese?
Alain cortó la comunicación e intercambió una mirada con Kurt.
Luego, el rubio se encogió de hombros.
—Si leíste los archivos, quizá hallaras el caso de Aldael, una
súcubo… Ella tomó posesión de una mujer, Marie Grognard. Era novia
de Martin cuando tenía veinte años.
—No recuerdo ese caso.
—Quizá Martin lo borró —dijo Kurt suavemente—. Estuvo muy
afectado. Nosotros lo descubrimos cuando vaciábamos la información
en el sistema, investigando sus notas y leyendo entre líneas. Ya lo
conoces, suele tomarlo todo con mucha sangre fría, pero este caso casi
se le va de las manos. Luego nos lo contó todo. Él se acostó con la
demonio.
«Es el poder de seducción de los demonios», la frase dicha por
Martin tuvo sentido entonces para John. Ese era el motivo por el que su
amante había querido protegerlo de Antoine.
—¿Y qué pasó?
—Tuvo que matarla… el Círculo se lo exigió. La decapitó con la
Espada de los Eones, una antigua reliquia de su abuelo que usaban los
Antiguos para combatir a los demonios. Esa fue una de las razones por
las que dejó el Círculo. Le costó mucho aceptar lo que había hecho.

Capítulo 17: Revelaciones 205


Hellson 1: Sinergia

—¡Esa espada! —exclamó John—. Lo vi con ella esta tarde.


—Es lo que pensamos. Es el único medio seguro que conoce…
confiemos en que tenga éxito.

6
En el camino de vuelta a la casa, John le seguía dando vueltas a su
idea, convencido de que el don que le había sido conferido debía servir
para algo.
El amor nunca falla.
¿Sería esa la respuesta? Ya lo había ayudado una vez, cuando el
amor de Martin lo había sustraído de los brazos del Hombre de Negro.
¿Sería suficiente?
«Siempre. —Fue la respuesta de André—. El amor es una reacción
química en la hipófisis que genera endorfinas que dan la sensación de
euforia, felicidad, atracción, entre otras emociones placenteras. Las
emociones placenteras logran que la energía fluya más libremente y
que el cerebro actúe con mayor precisión.»
Aunque esa no era la idea que John tenía del amor, el resultado era
el mismo.
Y eso fue lo que finalmente lo decidió.
Tomó un taxi y se dirigió a una casa de empeños donde dejó el
reloj; al salir de allí, hizo algunas llamadas y luego volvió a casa.
Martin lo esperaba, esta vez sin Aristide.

7
—Esta noche partimos a Ecuador —dijo el francés, acercándose a
abrazarlo—. Reservé dos pasajes, pero si no quieres ir, lo entenderé.
Aristide ya partió con todo lo necesario.
John no preguntó, sabía que todo lo necesario incluía armas y con
toda seguridad, la espada. Aristide tenía medios de sacar esa clase de
cosas del país.
—Sé lo de tu novia y el demonio. Los muchachos me lo contaron…
Debiste decírmelo —susurró, acariciándole la mejilla.

Capítulo 17: Revelaciones 206


Hellson 1: Sinergia

—Pasó hace mucho… y no hubiera servido de nada. ¿Entiendes por


qué temía por ti?...
«Porque si te hubiera poseído ese demonio, jamás habría podido
matarte.»
—Lo sé… lo presentía de algún modo. Iré contigo, no dejaré que te
enfrentes a Dubois tú solo.
Subieron las escaleras abrazados. Al pasar por el estudio, vieron a
Jenny y Janie concentradas en el computador. John cerró despacio la
puerta del dormitorio.
—¿Me dejarás cuidar de ti, Martin Hellson? —susurró, echándole
los brazos al cuello.
Martin sonrió y dejó que los labios de John explorasen los suyos.
—Mmm, no sé —murmuró, juguetón—. ¿Servirá de algo si me
resisto?
—No…
«Prometo que seré cuidadoso.»
—¿John?
—No digas una palabra.
John lo arrojó sobre la cama, palpando su cuerpo a través de la
delgada tela de la camisa. La sorpresa de Martin fue reemplazada por
una creciente excitación al notar la dureza que se presionaba contra sus
piernas.
—¿Ansioso? Déjame un poco más… tú me enseñaste esto —
ronroneó John, se montó a horcajadas sobre su amante y le soltó el
cabello.
La respiración de Martin comenzó a agitarse y su cuerpo, a
despertar. John era una deidad pagana excitándolo cada vez más con
sus caricias. Echó hacia atrás la cabeza, dejándolo hacer, y John no
necesitó mayor incentivo para desabrochar los botones de la camisa y
llenar el torso de Martin de besos y lengüetazos hábilmente
administrados.
—Quiero poseerte, Martin Hellson.
Antes de que el francés pudiera decir algo, la mano de John se
deslizó bajo sus pantalones, provocándole una placentera fricción.
«Johnny, yo nunca…», protestó débilmente cuando entendió lo que

Capítulo 17: Revelaciones 207


Hellson 1: Sinergia

su novio planeaba hacer.


«¿Crees que no lo sé? ¿Acaso no quieres hacerlo?»
«Lo quiero. Serás el único que recorrerá ese camino.»
—Oh, Martin…
—Lo quiero todo…
«Todo.»
Con manos febriles, John empezó a desvestir al hombre tumbado en
la cama. Sentía un anhelo desesperado por mostrarle a Martin todo lo
que sentía por él, por tomarlo y hacerle sentir el placer que muchas
veces él le había hecho sentir. Quería amarlo…
Amarlo…
Y quitarse de la mente el recuerdo de Antoine.
Martin jadeaba su placer, aferrando las sábanas. Jamás habría
permitido una intromisión así en su cuerpo, pero a John se lo entregaría
todo. John era el único que había tocado su alma, podía hacer con su
cuerpo lo que quisiera.
Los labios de su amante sobre su miembro eran ardientes, su aliento
lo abrasaba y sus dedos, hurgando sus más recónditos secretos, eran
puro fuego al que quería entregarse como nunca antes había deseado
algo.
Alzó las caderas, ofreciéndose sin vergüenza alguna.
—Hazlo ya, John. —Fue la súplica.El canadiense se apresuró a
complacerlo.
Sus manos unidas y sus ojos haciendo contacto, íntimos y
enamorados, tan sólo ellos dos.
«Nunca pensé entregarme así a nadie.»
«Eres mío, Martin.»
John dejó que su miembro se abriera camino en las cálidas entrañas
de su amante, recorriendo un camino inexplorado, conteniéndose con
todas sus fuerzas para no acabar allí con toda esa fricción
enloqueciéndolo.
—Te amo —afirmó y comenzó a ondular, saboreando las
sensaciones que le provocaba a Martin, sabiendo que él había gozado
provocándoselas también.

Capítulo 17: Revelaciones 208


Hellson 1: Sinergia

—Nunca me podré saciar de ti.


Sus manos seguían unidas y sus ojos compenetrados. John no
deseaba perderse detalle del amado rostro contrayéndose de placer. Y
su amante correspondía a todas esas atenciones, jadeando al sentir la
fricción del vientre de John contra su miembro.
—Tócame… quiero acabar en tus manos —suplicó el hombre.
Una mano de John cerró su sexo y empezó a masajearlo, mientras
se adentraba más y más en su interior. El orgasmo llegó entre
espasmos y Martin lo sujetó, buscando sus labios.
Se besaron y entonces John suspiró.
—Te amo, Martin. Por favor, perdóname, pero esto es necesario.
Embistió una vez más y se dejó ir dentro de su amante, sin perder el
contacto visual. Concentró toda su energía en lo que pensaba hacer,
actuando como había visto actuar a Antoine; y cuando los confundidos
ojos de Martin se abrieron con espanto, lo besó, sujetándolo
firmemente a la cama. Sintió la energía fluir desde la mente vulnerable
del francés y se separó poco a poco de él.
—Te amo…
Con lágrimas en los ojos, se echó una bata encima, arropó a Martin
y se dirigió al refugio de las gemelas.
—André, necesito que me muestres la ubicación de esa cueva.

8
Momentos más tarde, John cerraba la puerta de la casa de Martin y
tomaba un taxi que lo llevaría al Aeropuerto Charles De Gaulle.
Llevaba uno de los trajes que su amante le había obsequiado, pero
en su muñeca no estaba el reloj, que había dejado en la casa de
empeños para procurarse dinero.
Metió la mano al bolsillo y palpó el medallón que había tomado de
la caja fuerte de Martin, pieza olvidada en el extraño rompecabezas
que vivía. En su otro bolsillo había un tosco croquis de las montañas
en Cuenca, donde una cruz señalaba el refugio de Zhend.
—Lo siento, André… lo siento…
Las gemelas habían sido reducidas del mismo modo que Martin y

Capítulo 17: Revelaciones 209


Hellson 1: Sinergia

por un momento, John temió que André se arrojase sobre él, pero el
físico había permanecido inmóvil, aunque no ignorante de lo que
sucedía y John había cerrado su mente para escapar de él.
Concentrado en su próximo destino, no reparó en los tres hombres
que lo seguían.
Hombres vestidos de negro.
Los hombres del Círculo.

Capítulo 17: Revelaciones 210


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 18: La cueva

La Cueva del Principio de Todo: Estaba ubicada en la


Ciudad de Cueca, Ecuador, en la región de Cabogana. Se
dice que su interior fue construido por cna civilización
tecnológicamente superior a la raza humana, aunque la
razón de su construcción no está clara. Sirvió de morada a
Zhend, también llamado «el Desterrado», «el Perseguidor
Luminoso», «el Cazador de Almas». La cueva fue destruida
en…

Knowledgeware 4723

1
John llegó a Quito a las nueve de la mañana, hora de Francia, aunque
aún era de madrugada en Ecuador. Apenas puso un pie en el
aeropuerto, se dio cuenta de su enorme temeridad al emprender ese
viaje solo, sin conocer el idioma español y sin estar familiarizado con
la región, pero a la vez, estaba convencido de que le correspondía
cumplir con el papel que le estaba destinado.
Había pasado un susto enorme cuando pensó que lo detendrían a
causa del medallón que llevaba en el bolsillo, pero ni el detector de
metales del aeropuerto de París ni el de Quito lo habían descubierto.
Y eso hizo que se convenciera más y más de que hacía lo correcto.
No había contratado una agencia de viajes por temor a que Kurt y
Alain pudieran rastrearlo, de modo que se encaminó a la oficina de
orientación turística del aeropuerto para informarse de los medios de
transporte a Cuenca. La joven que lo atendió pareció simpatizar
inmediatamente con él y le informó cómo llegar al Terminal Terrestre
donde podía abordar un bus que partía a las seis de la mañana.
John prefirió esperar en el Terminal antes que buscar un hotel. Lo
hacía en parte para ahorrar y en parte para evitar que pudieran hallarlo,
así que se quedó dormitando en un duro asiento hasta que las oficinas
de las agencias de autobuses empezaron a abrirse.
El viaje duraría diez horas, tiempo suficiente para descansar.
Además, le habían informado de un lugar donde podría hallar un guía
que hablara inglés y algo de francés.

Capítulo 18: La cueva 211


Hellson 1: Sinergia

Más aliviado con eso, se dispuso a dormir, sabiendo que al día


siguiente necesitaría todas sus energías para localizar la cueva.
Eran las cuatro cuando llegó a Cuenca. Estaba cansado aún por el
cambio de horarios, pero sabía que no tenía tiempo que perder. Aunque
le había pedido a Martin que no lo siguiera, estaba seguro de que haría
lo contrario, por eso debía apresurarse.
Tuvo la suerte de conseguir el guía que le habían recomendado y
que podía llevarlo hacia las montañas, en la región de Cabogana,
donde se hallaba la entrada a la cueva. Partirían al día siguiente, a las
seis en punto. Dedicó el resto de la tarde a adquirir un equipo de
alpinismo y a buscar un hotel discreto. Esa noche, sus sueños
estuvieron plagados de pesadillas.

2
Martin abrió los ojos y se estiró, confuso, en medio de las mantas.
Sonriendo a medias con el recuerdo del lujurioso John de la noche
anterior, tanteó en busca del amado cuerpo, para encontrarse
completamente solo en la enorme cama.
«¿Johnny?»
En su mente sólo estaba el eco de su propia voz.
—¡John!
Se levantó de un salto y tuvo que sujetarse de la pared, acometido
por un súbito mareo.
Jenny apareció, tambaleante, con el terror más vivo pintado en el
rostro.
—¡John!
La chica tomó un sobre que estaba junto a la mesita. Martin se lo
arrebató de las manos.
Lo siento. Simplemente no podía permitir que tú
hicieras esto. Yo cometí un error, es mi
responsabilidad arreglarlo y creo saber cómo
hacerlo. Por favor, no me sigas. Si tengo éxito,
volveré a ti; si fracaso, de todos modos siempre
estaré a tu lado.
Te ama, John.
Arrugó el papel y lanzó una sarta de maldiciones en italiano. Su

Capítulo 18: La cueva 212


Hellson 1: Sinergia

mente, todavía confusa, empezó a recordar.


«Se ha ido.»
«¡SE HA IDO!»
Jenny temblaba en un inútil esfuerzo por hablar, y Martin le ordenó
volver al refugio, prometiéndole ir allí apenas resolviera algunas cosas.
Tambaleándose aún, entró al baño y se dio una ducha fría que le
devolvió la ecuanimidad. Al salir ya era el hombre práctico de siempre.
Miró el reloj rápidamente y tomó el teléfono.
—Kurt, necesito un pasaje a Quito en el próximo vuelo que salga.
Y también un pasaje de Quito a Cuenca en avioneta. No me importa si
tienes que alquilarla o comprarla o lo que sea.
—¡Hombre! Son las cuatro de la mañana… —protestó él, con voz
soñolienta—. ¿Dónde demonios estás?
—En casa. Hazlo ahora, John partió solo anoche… creo que está en
peligro.
—¿Anoche? El vuelo de ustedes salía el domingo en la noche. Hoy
es martes.
—¡No puede ser! —exclamó Martin, comprobando la fecha en su
reloj. Kurt tenía razón, había perdido casi dos días—. ¡Maldición!
Hazlo, Kurt. Es importante.
Cortó la comunicación. Sabía que sus palabras harían que el
menudo ingeniero moviera cielo y tierra para conseguirle un vuelo a
Ecuador.
Se vistió con tejanos gastados y una cazadora de cuero, lamentando
no poder llevar un arma porque Aristide las había llevado ya. Tomó el
teléfono y se comunicó con el Ejecutor. Estaba en Cuenca, ignorante
de todo, esperándolos. En breves palabras, Martin le informó de la
situación.
—Consigue un guía confiable que conozca las montañas y no hagas
nada más hasta que yo haya llegado.
Apenas colgó, recibió una llamada de Kurt.
—Hecho, jefe. Sales en una hora. Carlos Sanvodal te esperará en el
aeropuerto de Quito y te llevará a Cuenca.
—Te debo una, niño genio. Ven a casa con Alain. Vigilen a André
hasta que yo vuelva. Las gemelas estarán alternativamente conmigo,

Capítulo 18: La cueva 213


Hellson 1: Sinergia

me ayudarán a localizar a John.


Bajó las escaleras hacia el refugio, pero el sonido del celular lo hizo
detenerse de nuevo.
—Martin, no tengo mucho tiempo… ellos van para allá….
Era la voz de Thelma, alterada como nunca antes, hablando en
susurros. Martin tuvo que sujetarse de las paredes cuando por fin el
secreto del Círculo le fue revelado.
Todo parecía encajar…
«Es una reacción en cadena, como cuando se tienen varios bloques
de dominó y se hace caer uno… Su fuerza empuja a los demás.»
«La casualidad no existe en el Universo.»
«No existe…»

3
John miró el reloj con impaciencia. Eran las ocho de la mañana y el
auto que lo llevaba avanzaba traqueteando lentamente por el viejo
camino sin asfaltar. El guía soltaba de cuando en cuando algún taco en
español y se quejaba de que la paga no era suficiente para dar
semejante rodeo, pero John se mantuvo inflexible: llegarían a la
montaña por el camino antiguo, del que se decía que en tiempos
remotos había sido un lugar que los Cañaris e Incas (antiguos
pobladores de la zona) evitaban con reverente temor, y únicamente
acudían una vez al año llevando ofrendas cuya naturaleza se
desconocía.
Su mirada se perdió entre las montañas, tratando de deducir su
ubicación. Estaba tan concentrado en las alturas que no notó una
camioneta todo terreno, con lunas polarizadas, que subía
silenciosamente por el serpenteante camino. El guía sí lo notó, pero
pensó que se trataba de más turistas excéntricos y empezó a
preguntarse si habría algún fenómeno extraño que pudiera atraerlos,
algún hallazgo arqueológico o lo que fuera.
—Deténgase, por favor. Es por allí —dijo John, señalando un
sendero pedregoso.
El guía lanzó otra maldición: no era posible seguir en el vehículo
por donde se le indicaba. Apenas se detuvo, el canadiense se apeó, con
la mochila a cuestas. Entonces, reparó en el vehículo que los seguía y

Capítulo 18: La cueva 214


Hellson 1: Sinergia

retrocedió, preocupado, aferrando el medallón en su bolsillo.


Se hallaba en mitad de la montaña y la camioneta estaba lejos aún,
pero le trajo un mal presentimiento. Intentó correr, pero no había
dónde. La vegetación no era abundante como para ocultarlo y no
quería involucrar al guía. Deseó tener la sangre fría de Martin, pero
estaba aterrorizado.
Uno de los hombres se apeó también y le apuntó con un arma. Era
mayor, tenía el rostro curtido por el sol y el cabello negrísimo.
—¡Quédese donde está, Storm! —gritó—. Dispararé si se mueve.
Otros dos hombres salieron rápidamente y corrieron hacia ellos.
John se estremeció al ver sus negros ropajes y comprendió de pronto
que eran hombres del Círculo.
«La casualidad no existe en el Universo.»
—No… no, por favor
Fueron rodeados por los tres extraños, un final absurdo para la
aventura que había planeado. John no podía permitir que eso ocurriera,
pero su principal preocupación era que soltasen al guía.
—Dejen libre a este hombre, sólo me condujo hasta aquí— pidió.
—Cállese, Storm —replicó el hombre mayor—. No les haremos
daño, sólo los acompañaremos al lugar a donde van.
—Buscábamos el camino a la cima, pero temo que nos extraviamos
—mintió John—. Será mejor volver al camino principal.
—Tonterías. Usted va en busca de una cueva. La Cueva del Principio
de Todo. Y va a llevarnos allí —espetó el hombre—. Ahora, muévase.

4
El avión de Air France volaba sobre el océano y Martin miraba por la
ventanilla con el semblante tenso. En esos momentos, deseó que el
Concorde siguiera volando. Su impaciencia iba en aumento porque ya
era de mañana en Ecuador y según sus cálculos, John habría llegado el
día anterior a Cuenca por tierra, ya que no había vuelos comerciales
desde Quito a esa ciudad. Era muy probable que en ese momento John
estuviese en camino a la cueva.
Estaba seguro de que John conocía exactamente la ubicación de la
entrada a la cueva; recordaba aún cuando André les dijo que podía

Capítulo 18: La cueva 215


Hellson 1: Sinergia

deducir la ubicación y se maldijo interiormente por haber estado


concentrado en ultimar otros asuntos del viaje, dejando para la noche
en la que debía partir con John el averiguar ese detalle.
Pero no habría podido imaginar que John le haría eso. Y sin su
amante, era imposible conocer lo que André transmitía.
Trató de establecer nuevamente el contacto mental. Podía percibir a
John débilmente, pero no podía localizarlo. Sólo las gemelas podían
hacerlo. Ellas sabían siempre dónde se encontraba cualquier miembro
de la gestalt y podían ir hacia él. Martin les había indicado que lo
buscaran a las dos de la tarde, hora de Ecuador, tiempo en el que
calculaba encontrarse también camino a la cueva.
Pero la espera lo estaba matando.

5
John se maldijo interiormente mientras avanzaban por un rocoso
sendero. Finalmente, su captor, el hombre alto que dijo llamarse Dirk
Nordman, le había quitado el croquis y el medallón, y apuntándole
siempre con el arma, hizo que recorrieran la ladera de la montaña en
busca de la entrada a la cueva.
De pronto, el cielo se oscureció anunciando una tormenta y una
bandada de pájaros pasó sobre sus cabezas, agitándoles el cabello. Lo
tomó como un buen presagio y su respiración se normalizó un poco. La
comitiva avanzó un poco más, hasta llegar a su destino.
Al encontrar la entrada, miró hacia la escarpada pendiente, tratando
de imaginar a Antoine, niño, sujetándose de los matorrales hasta
quedar inmóvil entre las rocas y encontrar luego la cueva, oculta a la
vista por grandes peñascos que disimulaban su entrada.
Desde lejos parecía la cueva de un zorro o el refugio de un puma;
sin embargo, Nordman la había llamado «la Cueva del Principio de
Todo» y André había señalado su entrada haciendo complejos cálculos
con la información almacenada en su cerebro acerca de su accidente.
—Usted primero —dijo Nordman, en inglés, al aterrado guía,
entregándole un casco provisto de luz—. No sea cobarde, la entrada
debe ensancharse una vez dentro.
El guía se arrastró, gateando, y fue seguido por otro de los hombres
del Círculo. Nordman le entregó a John un casco similar, sacado de su
propia mochila.

Capítulo 18: La cueva 216


Hellson 1: Sinergia

—Ahora usted, Storm.


John obedeció, lamentando no tener más fuerzas para emplear el
truco de Antoine y extraer la energía de esos hombres. O quizá los
hombres del Círculo estuvieran más preparados para resistírsele.
Unos veinte metros dentro, la cueva se ensanchaba hasta permitirles
caminar erguidos. Deslizaron una cuerda hacia la primera plataforma, a
doscientos cincuenta pies de la superficie. Desde allí, hicieron dos
descensos más de igual profundidad.

6
John había perdido la noción del tiempo. Su reloj se había detenido a
las once de la mañana, pero por el sonido de su estómago, juzgó que
era hora de almorzar. El camino que seguían era plano, por lo que sus
captores los habían atado, aunque les seguían apuntando.
Los pasajes que recorrían formaban perfectos ángulos rectos.
Algunas veces eran estrechos; otras, anchos. Las paredes eran suaves y
parecían haber sido pulidas. Los techos eran lisos y en ocasiones
parecían tener un extraño brillo, como si hubieran sido vitrificados.
Era evidente que esos pasajes no se habían formado por causas
naturales.
Se detuvieron en la entrada de una cámara tan grande como el
hangar de un avión. Parecía ser el centro de distribución hacia los otros
túneles. Nordman sacó una brújula, pero la aguja de ésta no se movió.
—Debe haber algún tipo de energía que interfiere los aparatos —
murmuró por lo bajo y consultó el croquis de John—. Por aquí.
En el umbral de uno de los pasajes encontraron un esqueleto,
prolijamente alineado a un lado y cubierto de un polvo dorado que
hacía que los huesos refulgieran a la luz de las lámparas.
Un olor paralizó momentáneamente los sentidos de John.
Perfume de sándalo.
Él estaba allí, estaba cerca.
—Es un placer verlo de nuevo, John. Es usted conmovedoramente
predecible.

7
Capítulo 18: La cueva 217
Hellson 1: Sinergia

—Gracias, amigo mío. Estoy en deuda con usted —dijo Martin,


estrechando la mano del general que lo escoltaba—. Antes de volver a
París, pasaré a despedirme.
—Si necesita algo más, doctor Hellson, no dude en llamarme. —El
militar hizo un saludo marcial y abordó la avioneta que acababa de
dejarlos en el pequeño aeródromo de Cuenca.
Martin se despidió agitando la mano y abordó el jeep que lo llevaría
al hotel donde lo esperaba el Ejecutor. Eran la una de la tarde y si sus
cálculos eran correctos, John estaría ya en la cueva.
Dio algunas instrucciones en español al conductor del vehículo,
agradeciendo interiormente a Kurt por haber localizado al general
Carlos Sandoval, antiguo agregado militar en París y ahora a cargo de
una importante región militar en Quito. Durante su estancia en Francia,
el general había sido involucrado en un caso de tráfico de objetos pre-
hispánicos y Martin lo había ayudado, desenmascarando a su edecán,
que resultó ser un hombre del Círculo. Sandoval le había dicho que si
algún día necesitaba su ayuda, no dudara en pedírsela, y esa era la
razón por la que Martin había llegado a Cuenca en media hora, a bordo
de una avioneta militar, y de que ahora se desplazara en un jeep militar
conducido por un oficial de confianza de Sandoval, con instrucciones
de llevarlo a donde quisiera y hacer lo que se le pidiera.
Sí, había sido una suerte que Kurt hubiera localizado al general.
«La casualidad no existe en el universo.»
«No existe.»
«No…»
—¡Basta!
—¿Perdón? —El oficial, un Mayor de apellido Peña, lo miró
extrañado.
—Lo siento. Hablaba conmigo mismo. Suelo hacerlo —explicó
Martin—. Deténgase allí.
Aristide, avisado previamente por teléfono, lo esperaba en el frontis
del hotel, con dos enormes mochilas de alpinista y el guía nativo que
había contratado. Subió al vehículo y susurró a su jefe:
—No he visto a John, pero ayer vi merodeando por aquí al
Holandés y a dos que no conozco.
Martin frunció el entrecejo. «El Holandés» era el apodo de Dirk

Capítulo 18: La cueva 218


Hellson 1: Sinergia

Nordman, otro veterano de Vietnam, del mismo Escuadrón de la


Muerte al que Aristide había pertenecido. Eran enemigos ahora y
nunca había sabido el motivo de esa enemistad.
—Sabía que el Círculo había enviado a alguien. Si vino Nordman,
sólo demuestra que esto tiene para ellos una gran importancia.
—¿Sabes cómo llegar a la cueva? —preguntó Aristide, preocupado.
Él había estado cerca de descubrir cómo llegar durante su segundo
viaje a Ecuador, pero había sido forzado a volver—. El guía conoce
bien la región, pero podría tomarnos horas hallar la entrada…
—Jenny y Janie me guiarán. Confía.
En breves minutos se hicieron las presentaciones y luego Martin se
volvió al oficial:
—Ahora, Peña, gánese una recomendación especial a su jefe.
Lléveme enseguida a las montañas de Cabogana. ¿Cuánto tiempo nos
tomará?
—Cuarenta y cinco minutos por el camino habitual…
—Quiero dar un rodeo por ellas, hacia la zona del camino perdido.
—Entonces puede tomar una hora y media, quizá más… El camino
no se usa desde hace años, no sé si estará transitable.
—Debemos llegar en una hora, como máximo —dijo con firmeza
Martin—. Déjeme al volante, nuestro guía me indicará el camino.
Intercambiaron rápidamente de asientos y Martin tuvo que
agradecer a la férrea disciplina castrense, pues el Mayor Peña no había
puesto reparos a su pedido y tampoco había dicho nada cuando, ya en
las afueras de la ciudad, Aristide abrió las mochilas y le entregó la
automática.
Eran las tres de la tarde.

8
Se encontraban en el medio de un gigantesco salón, cuyas medidas
calculó John mentalmente en casi ciento ciencuenta metros, más por
distraer su mente de la angustia que había empezado a sentir, que por
interés verdadero.
Había una especie de mesa en medio de la habitación, rodeada por
siete ¿sillas? Al menos eso era lo que parecían. Había también

Capítulo 18: La cueva 219


Hellson 1: Sinergia

animales tallados detrás de las sillas: dinosaurios, elefantes, leones,


cocodrilos, jaguares, camellos, osos, monos, bisontes y lobos. No había
orden en su distribución, no estaban ordenados en pares, ni por
especies, simplemente estaban allí, moldeados en sólido metal.
Al otro lado del extraño zoológico, habían, apiladas, placas y placas
de metal como las que José Gutiérrez había mostrado a Martin en su
viaje a Perú.
Con un estremecimiento, John reconoció la cueva como la que vio
en su mente al tocar a José Gutiérrez en esa ocasión.
—Baje las armas, Nordman. No las necesitará aquí —ordenó
Antoine, con voz firme; y para sorpresa de John, sus captores
obedecieron sin dudar.
—¿Él está cerca? —preguntó Nordman, con voz reverente.
Antoine rió.
—Más cerca de lo que cree. Entrégueme el medallón que le quitó a
Storm.
John supo que hablaban de Zhend y trató desesperadamente de
liberarse de sus ligaduras, pero sólo consiguió hacer sangrar sus
muñecas.
«Ayúdeme y lo ayudaré… sé que desea librarse de Zhend», gritó a
la mente de Antoine.
«Nadie puede ayudarme ya.»
El Hombre de Negro les señaló un pasaje al final de la galería y
avanzaron hacia allí.
—Apaguen las lámparas —ordenó, sujetando firmemente el brazo
de John.
«No se mueva y no intente nada, o lo mataré.»
Obedecieron, internándose en la negra oscuridad en la que
únicamente se oía un rítmico palpitar, el palpitar de algo vivo, algo
grande, algo…
Una luz cegadora inundó la habitación y John contuvo un grito al
notar que estaba frente a la criatura que lo había atormentado en sus
pensamientos. Los tentáculos del ser se movían haciendo aún más
aterradora la visión de Zhend, pues ahora era real y no un producto de
su mente.

Capítulo 18: La cueva 220


Hellson 1: Sinergia

Y para su sorpresa, los hombres del Círculo se postraron ante el


más antiguo de los Primitivos.
Entonces, un pensamiento, veloz como una saeta, se abrió paso en
su mente, haciéndolo estremecer porque había entendido al fin el
secreto del Círculo.
El secreto de tantos siglos de espera y de preparación para algo. Un
secreto celosamente guardado ¿para qué? ¿Por qué ellos recogían
evidencias de fenómenos y las analizaban, aguardando… siempre
aguardando…? Era tan simple… Buscaban incansablemente señales
del regreso de los Primitivos. Querían el poder absoluto a través de
ellos.
El poder…
«Los seres humanos siempre buscan el poder», dijo André en su
mente.
—Malditos —murmuró con los labios apretados.
A sus palabras siguió el gemido angustiado del desgraciado guía,
quien, incapaz de moverse, contemplaba con horror la carne escamosa
y los pequeños tentáculos que rodeaban al ser.
Antoine oprimió más el brazo que le sujetaba.
—¿Quiere ver cómo funcionan las serpientes, John? Desentrañemos
juntos el misterio de Chauchilla —susurró.
John jadeó, conmocionado, cuando una enorme serpiente de luz se
materializó en el aire, respondiendo a las palabras pronunciadas por
Antoine, que sujetaba el medallón. El ser voló en espiral, haciendo
vertiginosos círculos y todos la miraron, fascinados, hasta que penetró
por la boca y nariz del guía, quien sólo pudo gritar.
El canadiense se debatió, desesperado, en los brazos de Antoine,
tratando de correr a auxiliar al guía, pero su captor no aflojó el abrazo
hasta que los gritos cesaron y el infeliz comenzó a retorcerse en el
estertor de asfixia final. La serpiente desapareció al mismo tiempo que
Antoine lo liberaba. John corrió hacia el guía y se arrodilló a su lado,
sollozando y maldiciendo.
—Requiescat in pace —murmuró Nordman alzando la mirada. Los
ojos de Zhend contemplaban los despojos y al hombre sollozante junto
a ellos—. Una fascinante manifestación de poder. ¿Su alma ha ido a
parar al Cazador?
—Así es —dijo complacido Antoine.

Capítulo 18: La cueva 221


Hellson 1: Sinergia

John abrió los ojos llenos de lágrimas y contempló con odio a la


criatura. Nunca había sentido tanto odio por algo y su mente se llenó
de imágenes de lo que había sido la vida el hombre que yacía a sus
pies: su casa, su esposa, sus pequeños hijos… todo truncado para
alimentar al demonio. Todo provocado por esos hombres que lo
reverenciaban y por Dubois.
Con los labios apretados, no pudo controlar el temblor que sacudió
su cuerpo, débil aún, y dirigió la mirada hacia los hombres del Círculo.
Entonces, algo en su interior se hizo añicos y la fuerza que luchaba por
contener se desbordó, clamando por las vidas de todos ellos, pugnando
por extraer su energía y absorber sus almas.
Antoine fue el único que permaneció incólume ante el repentino
ataque. Nordman fue el último en caer.
La nariz de John comenzó a sangrar y su cabeza a doler como jamás
le había dolido. De rodillas, fue deslizándose hacia la inconsciencia y
se desmoronó lentamente a los pies de Zhend.
—Insensato —murmuró Antoine.

9
—¡Allí! —gritó Martin, señalando los vehículos abandonados casi en
medio de la montaña. Jenny y Janie aparecieron a su lado y luego se
teleportaron hacia el vehículo de John, registrándolo.
Peña estacionó el vehículo y bajó con su arma de reglamento en
alto. Esa tarde su mente había sido sacudida por demasiados hechos
insólitos. En otras circunstancias se habría alejado de todo lo que
representaba Martin Hellson, pero órdenes eran órdenes y no podía
traicionar a su superior.
El guía indígena murmuró algunas oraciones y fue el segundo en
bajarse. Estaban en la región a la que los suyos más temían y se negó a
avanzar más, alegando que ya habían llegado a su destino y que no
necesitaba guiarlos.
Martin le dio un puñado de billetes y lo despidió.
«Que baje como pueda», pensó, encogiéndose de hombros, y se
dedicó a seguir, con ayuda de Aristide, las huellas en el lluvioso
sendero, tenso aún porque seguía percibiendo a John muy débilmente.
Las gemelas fueron las primeras en descubrir el exterior de la

Capítulo 18: La cueva 222


Hellson 1: Sinergia

cueva. Podían teleportarse dentro, hacia John, pero Martin les había
pedido que no lo hicieran porque no sabía qué podían encontrar allí.
De pronto, el francés y las chicas se estremecieron violentamente.
Habían percibido todo el dolor de John por la muerte del guía, su
desesperación, su odio… Todo había sido muy rápido, pero cuando
cesó, pudieron sentir que el canadiense se alejaba…
Se alejaba.
—¡John! —exclamó Martin—. ¡Dios mío, que no sea tarde!

Capítulo 18: La cueva 223


Hellson 1: Sinergia

Capítulo 19: Sinergia

Sinergia: El todo es mayor a la suma de las partes.


Relacionada con la Teoría General de Sistemas, puede
decirse que un objeto es sinérgico cuando el análisis de
sus partes en forma separada no proporciona una
explicación sobre sus características o comportamiento.

Knowledgeware 6128

1
John despertó sudando frío y por un momento pensó que todo había
sido una espantosa pesadilla y que Martin estaría dormido a su lado.
Pero la sensación de encontrarse en el duro suelo y el perfume que
flotaba en el aire lo convencieron, antes que abriera los ojos, de que lo
ocurrido había sido real.
Se quedó inmóvil, tratando de decidir qué hacer.
Había confiado en que podría encontrar a Antoine solo en la cueva,
y que con él y con el medallón, habría podido destruir a Zhend o
cuando menos volver a dejarlo dormido.
Pero los hombres del Círculo lo habían trastornado todo y ahora el
medallón estaba en poder de Antoine y él estaba ¿atado? No… sus
muñecas dolían pero no estaban sujetas con cuerdas, sino vendadas. El
dolor era causado por las heridas que se había hecho cuando Nordman
lo ató.
—Abra los ojos, John. Sé que está despierto.
La voz de Antoine resonó en el absoluto silencio de la cueva y John
lo miró con rabia.
—Usted causó todo esto.
—Por el contrario, John. Usted mató a esos hombres. Y debo
reconocer que lo hizo de un modo impecable. A mí me tomó años
lograr el mismo resultado en tan poco tiempo, es más cómodo emplear
a las serpientes.
—Yo… —John titubeó, recordando. Y descubrió que si se hubiera
hallado de nuevo en esa situación, habría hecho lo mismo.
—Lo que usted conoce como el bien y el mal, no existe. Es sólo la

Capítulo 19: Sinergia 224


Hellson 1: Sinergia

falsa moral que han creado los filósofos. Se lo dije antes y veo que lo
captó.
—Dios mío… ¿los maté? ¿Están muertos, entonces?
—Pregunta retórica. Desde luego que sí. Sus almas y sus cuerpos
alimentaron al Cazador.
—Yo lo hice… —murmuró John—. Yo… ¿soy como usted? —
preguntó con un hilo de voz.
—No —respondió Antoine—. Usted es parte de mí.
—Dios… —El canadiense echó la cabeza hacia atrás, sacudido por
esa revelación. Se refugió en la manta que lo cobijaba, tratando de
huir de la voz de Antoine, sabiendo de antemano que era inútil, que el
hombre decía la verdad.
Había matado. Y estaba horrorizado porque no sentía
arrepentimiento, sino una sensación de haber hecho justicia que era
infinitamente más aterradora.
¿Era parte del Hombre de Negro? Quizá fuera así, pero también era
parte de Martin.
Inevitablemente, sus pensamientos vagaron hacia él,
transmitiéndole toda su desazón.

2
Martin y Aristide avanzaron silenciosamente por la galería, iluminando
el camino con los haces de luz de sus cascos. El Ejecutor sujetaba su
automática, mientras que Martin tenía lista la Espada de los Eones.
El Mayor Peña se había quedado custodiando la entrada a la cueva,
con instrucciones de pedir refuerzos si en cuatro horas ellos no
aparecían.
Ninguno de los dos hablaba, aunque sus movimientos coordinados
evidenciaban que no era la primera vez que trabajaban juntos en una
situación extrema.
Jenny y Janie se movían igual de silenciosas, detrás de ellos. Los
tres miembros de la gestalt podían percibir ahora a John y sentían la
enorme confusión de su mente, la lucha de su cerebro por asimilar una
realidad que golpeaba con fuerza todas sus anteriores convicciones, la
angustia…

Capítulo 19: Sinergia 225


Hellson 1: Sinergia

«Estamos aquí. —Fue el mensaje seguro de Martin—. Estamos


contigo. Nunca podrás separarte de nosotros. Somos parte de ti.»

3
«Martin… ¡Martin! », clamó la mente de John. Se había sentado en el
frío suelo de la cueva y se frotaba las muñecas. Estaba en una cámara
más pequeña, sobre un saco de dormir. Una lámpara de batería
iluminaba el lugar, en el que había algunos artículos personales,
alimentos enlatados, prendas de vestir. Era el refugio de Antoine.
—Hellson está aquí —dijo el Hombre de Negro. No fue una
pregunta, fue una afirmación basada en lo que él mismo percibía y
John supo que negarlo era inútil.
—Usted me quiere a mi, Dubois. No se atreva a dañarlos…
—Lo quiero a usted. Pero usted y ellos son uno. Lo quiero todo,
John.
«¡TODO!»
—¿Por qué? —cuestionó. Dado que había sido cazado en su propia
trampa, al menos deseaba poder entender.
—¿No lo ha adivinado? Ustedes tienen la fuerza que él necesita
para salir de las tinieblas a las que fue condenado. Él volverá a reinar
como antaño, el segundo advenimiento de Zhend tiene que ocurrir. Y
ya no hay modo de detenerlo.
El canadiense se sujetó las sienes, un dolor punzante martilleaba sin
cesar en su cerebro. Junto a él, en el piso, estaba el medallón con las
dos serpientes. Lo tomó, aferrándolo con fuerza, y sus ojos buscaron
los de Antoine.
—Ese medallón ya no le servirá.
—Usted quería que yo viniera solo. Fue usted quien puso esa idea
en mi mente, ¿verdad? No fue casualidad que yo supiera cómo invocar
a las serpientes y decidiera usarlas. Usted me dejó verlo cuando
tuvimos sexo, en el momento en que se dio cuenta que no podría tomar
mi alma… Usted jugó su última carta, Dubois. ¿Por qué?
Antoine se levantó y comenzó a pasear lentamente por la cámara
mientras hablaba.
—Ya no tiene sentido ocultarlo. Ninguno de nosotros tiene el poder

Capítulo 19: Sinergia 226


Hellson 1: Sinergia

para detenerlo. La señal ya llegó, el inicio de una nueva Era está por
empezar.
—¿De qué está hablando? ¿Qué Era?
—Escúcheme, John —dijo Antoine, arrodillándose de nuevo en el
piso junto a él—. Escúcheme atentamente porque esta vez seré
completamente sincero. Desde que él me salvó supe que yo era
diferente. No porque pudiera sentir lo que un demonio antiguo podía
transmitirme, sino porque yo era parte de él. Yo era su nexo con el
mundo, su medio de conseguir la energía vital que lo alimentaba. Eso
me hacía diferente, me hacía poderoso. Pero a la vez me esclavizaba y
yo no lo sabía.
Antoine hizo una pausa, escuchando atentamente. Sólo se oía el
rítmico palpitar de Zhend, en la cámara contigua.
—No tenemos mucho tiempo —murmuró, retomando el hilo de su
relato—. Empecé a estudiar, a documentarme para entender lo que
ocurría. Y descubrí que podía tomar cosas de las mentes de algunas
personas. A veces con tocarlas, a veces con mirarlas… era parte del
poder que el Cazador me había conferido. Usaba la energía para
alimentarlo, pero a la vez me alimentaba a mí. También empecé a
soñar con usted, a desear encontrarlo, pero sin saber realmente por qué.
Hallé al Círculo durante esa época, aunque su existencia y sus motivos
me eran indiferentes. Yo vivía mi vida y hasta cierto punto, era feliz.
Pero luego, con el accidente del científico, todo mi mundo cambió. El
Cazador despertó parcialmente de su letargo y comenzó a exigir más y
más…
—Entonces usted empezó a matar.
—No al inicio, pero luego él empezó a necesitarme más. Por ese
entonces descubrí a la entidad que había formado Fauvel con las chicas
mudas y vislumbré un modo de liberarme de sus apremiantes
exigencias. Luego descubrí a Hellson. Pero faltaba una pieza en el
rompecabezas para que todo echara a andar. La pieza era usted, John.
Y ya le he contado que lo busqué durante mucho tiempo. Todo
comenzaba a encajar, a engranar. Usted partió a París con Hellson,
pero las cosas marchaban demasiado lentas para lo que yo estaba
planeando.
—Y usted decidió acelerarlas asesinando a Michelle —espetó John,
con rabia.
—Así fue. Lo necesitaba como es ahora, sin los tabúes que le
habían sido impuestos. Y no había tiempo, las señales llegarían y

Capítulo 19: Sinergia 227


Hellson 1: Sinergia

entonces Zhend sería imposible de detener.


—Por eso se descubrió e hizo que lo encontráramos…
—Acertado de nuevo. Yo vi en usted el medio de liberarme y tomar
el lugar del Cazador. El Cazador me convirtió en lo que soy y yo lo
convertí a usted en lo que es. Su energía es la mía y la de él. Esa
energía, cuadruplicada por el poder de las mentes de sus compañeros,
regresaría a mí centuplicada… y yo podría revertir el proceso y dejar al
Cazador sumido nuevamente en el letargo o destruirlo. Fue la idea que
tuve, por eso intenté absorber su alma, John. Lo intenté y fracasé.
—¿Y quiere hacerlo de nuevo? —La voz de John era calmada, pero
en su interior se ocultaba una creciente inquietud por Martin porque lo
percibía cada vez más cerca. Incluso así, su ansia por saber era
demasiado fuerte.
—No podría, aunque lo intentara nuevamente. John, no lo ha
entendido: la señal llegó días después de que hiciéramos el amor. Hubo
una conjunción planetaria, Marte, la Tierra y el Sol se alinearon y el
Planeta Rojo estuvo junto al nuestro lo más cerca que ha estado en los
últimos sesenta mil años. El fenómeno se repite en intervalos
regulares… Nadie que viva ahora podrá volver a verlo.
—¿Qué tiene que ver una conjunción planetaria con Zhend?
Antoine lo miró con cansancio, como si le costara explicar cosas
que consideraba que John debía comprender por sí mismo.
—Hay pirámides en Marte. Las pirámides son estructuras utilizadas
para captar la energía psíquica. En esa conjunción planetaria, la cara de
Marte en donde están esas pirámides apuntó a la Tierra. La energía
latente fue a parar a esta montaña. El Círculo la detectó, venían
esperando la señal hacía siglos. Hicimos contacto, les expliqué cómo
hallarme… Ellos ya sabían algo de usted. —Antoine lo miró
fijamente—. John, ya no deseo destruir a Zhend; no podría hacerlo
aunque quisiera. Deseo entregarle la última reserva que necesita para
salir de esta cueva: usted y sus amigos.
—¡Usted está loco!
John aferró el medallón con más fuerza, sintiendo el poder que de él
emanaba. Podía invocar a las serpientes, tal como había imaginado.
Podía hacerlo y dejar que éstas absorbieran la energía de Zhend.
Combatir fuego con fuego. Era la salida que había encontrado en
París… la razón por la que había emprendido ese viaje sin Martin.
—¿No entiende aún por qué puse esa idea en su mente? —le gritó

Capítulo 19: Sinergia 228


Hellson 1: Sinergia

Antoine—. Fui yo quien le proporcionó esa visión, cuando entendí que


no podía tomar la energía de usted. Lo hice para atraerlo, porque de
cualquier modo, con la señal o no, lo necesitaba aquí, solo e indefenso.
Acompáñeme, John.

4
—Sentí su voz —dijo Martin en un susurro—. Lo sentí, está asustado.
Trata de advertirnos sobre algo, pero no lo entiendo…
Aristide asintió gravemente. Su haz de luz acababa de iluminar la
primera cámara, posándose sobre el esqueleto cuyos huesos dorados
lanzaban destellos.
—Por aquí.
Las gemelas flanquearon a Martin. Ellas podían percibir el palpitar
de Zhend, el miedo y la angustia de John, la indiferencia de Antoine.
Podían percibirlo pero no podían comunicarlo pues la facultad de
hablar les había sido negada al nacer.
Se miraron en mudo entendimiento, sabían que John las necesitaba.
Y entonces, a pesar de la advertencia de Martin, desaparecieron y se
teleportaron a la cámara en la cual todo se inició.
Martin y Aristide corrieron hacia la cámara donde estaba el
zoológico de metal, deteniéndose apenas para orientarse. Las reliquias
no tenían ahora ningún valor para el francés, pues lo que más apreciaba
se hallaba en peligro.
El instinto le dictó entrar hacia una galería oscura y cuando llegó a
la cámara hacia la que ésta conducía, tuvo que hacer un esfuerzo
enorme por no gritar.

5
John se hallaba ante Zhend, con los sentidos embotados. Había
intentado enviar una advertencia a Martin, pedirle que se alejara. Pero
el Cazador controlaba su coto de caza, esas tinieblas de roca eran sus
dominios. Su fuerza mental lo dominaba todo.
Se sentía atrapado, como un cachorro desvalido junto a su amo
cruel. Y pudo comprender el dolor de Antoine, la desesperación que
sintió al intentar un acto casi suicida para liberarse y la aceptación final

Capítulo 19: Sinergia 229


Hellson 1: Sinergia

de su destino, incluso el amor que aún sentía hacia la criatura.


Pero su mente estaba en Martin.
Sujetó con fuerza el medallón entre sus manos. Aunque no le sería
útil, quizá fuera un medio de poder obtener la paz. Sus pensamientos
volaron hacia Jules Druet, el hombre convertido en zombie y
controlado por ese medallón. Los Loa, aquellos misteriosos dioses
haitianos, se enfurecían cada vez que el alma le era arrebatada a un
humano. ¿Acaso los Loa…?
—¿Cree que no pensé en eso, John? Quise provocar la ira de los
Loa fabricando a ese zombie… No resultó. —La voz de Antoine hizo
eco a sus pensamientos.
«El equilibrio tiene que romperse. El Caos debe volver a reinar,
como antaño. Los que se llaman a sí mismos Dioses no volverán a
intervenir. Su Era ha llegado a su fin —dijo una voz en su mente y
John supo que era Zhend—. El Círculo debe volver a cerrarse.»
Imágenes fragmentadas inundaron su mente. Mostraban la Tierra,
pero no como él la conocía.
(Era una Tierra en la que un único continente, Pangea, flotaba en
medio del océano. Los Primitivos reinaban allí en ese entonces y
contemplaron la creación del mundo, ¿intervinieron en ella? Quizá…
No importaba. Una lluvia de fuego y meteoritos marcó el final de esa
Era.
Casi enseguida otra visión se formó. ¿Hombres? No… aún no
habían evolucionado. Eran homínidos, los rostros alargados y
achatados y su corta estatura así lo evidenciaban. Adoraban a Zhend,
lo reverenciaban mientras él iba consumiendo lentamente sus almas.
Imágenes de un culto antiguo, sacrificios, sangre… Nada era
suficiente para complacer al Cazador de Almas. Los homínidos
evolucionaron, los hombres seguían adorándolo, las razas más
antiguas le temían.
Entonces todo cambió nuevamente. Una hecatombe, una catástrofe
de proporciones bíblicas. ¿El Diluvio? ¿La destrucción de Sodoma y
Gomorra? Una lluvia de fuego caía del cielo, mientras que el océano
engullía parte de la tierra… Una batalla que se había repetido desde
el principio de los tiempos.
Y los Primitivos fueron desterrados… ¿Por quién? ¿Por qué? No
había respuestas para eso.)

Capítulo 19: Sinergia 230


Hellson 1: Sinergia

John parpadeó varias veces, azorado.


El ser lo contemplaba con sus ojos afacetados y era como perderse
en los rectos ángulos de dos diamantes, fríos, implacables, crueles.
Y de pronto, las gemelas se aparecieron flanqueándolo, con sus
enormes ojos asustados.
—Deben irse ahora —dijo firmemente John, sujetando a Jenny del
brazo para hablarle mirándola a los ojos.
—Temo que ya es tarde —dijo Antoine, en el momento en que
Martin entraba junto a Aristide.

6
Dos fogonazos brotaron casi en simultáneo y el Ejecutor se desplomó
con un ronco gemido. Antoine sostenía en la mano una pistola
humeante con la que apuntó al francés.
—Quédese donde está, Hellson, o le volaré la tapa de los sesos.
Entonces todo se sucedió con una rapidez asombrosa.
Primero, las gemelas se teleportaron hacia Antoine, luchando con él
para arrebatarle la pistola, que disparó varios tiros al aire mientras el
hombre las trataba de apartar en inútil esfuerzo, pues ellas simplemente
desaparecían y aparecían de nuevo.
Mientras tanto, los tentáculos del Cazador ciñeron las piernas de
John, atrayéndolo con una fuerza irresistible, al tiempo que su mente se
apoderaba de él.
Todo ocurrió tan rápido que Martin apenas tuvo tiempo para
analizar la situación y decidir la acción a seguir.
Y esa acción fue correr hacia Zhend y enterrar una y otra vez la
Espada de los Eones en la palpitante carne, buscando
desesperadamente un punto vital.
Un chorro de sangre negra le manchó las manos y un tentáculo le
golpeó el rostro con tal fuerza que lo hizo retroceder. Otros tentáculos
sujetaron sus pies y le hicieron perder el equilibrio.
Ahora se encontraba frente a John, prisioneros ambos en la blanda
carne negruzca de Zhend.
—Hola, Johhny. Cambia esa cara de funeral…

Capítulo 19: Sinergia 231


Hellson 1: Sinergia

—Lo siento —susurró el canadiense con la voz rota y sus ojos se


cerraron. Al menos moriría junto a él.
Un sonido burbujeante hizo que el estómago se les contrajera y
vieron cómo la espada salía sola, expulsada del cuerpo del Cazador, y
caía al suelo con un fuerte sonido metálico.
Frente a ellos, las gemelas habían caído de rodillas, dominadas por
la irresistible fuerza de la mente de Zhend. Antoine las sujetó por los
brazos y las arrastró hacia el ser.
—El Círculo debe volver a cerrarse.

7
Los sentidos aún embotados de John comenzaron a despertar
lentamente.
Se hallaba sobre algo blando. Blando, pero vivo… como si
estuviera dentro de un enorme molusco, envuelto en su palpitante
carne, incapaz de moverse.
No sentía miedo, ni siquiera dolor.
Una sensación de paz comenzaba a inundarle la mente.
«Eso es, John. No se resista… dolerá menos si no pone
resistencia.»
La voz de Antoine, nítida en su mente, lo devolvió de golpe a la
realidad.
Abrió los ojos y vio que estaba rodeado de esa materia viva. ¿La
carne del Cazador? ¿Había sido devorado por él?
Intentó hallar a Martin y a las gemelas y los percibió débilmente,
lejanos, como si no se encontraran en el mismo lugar.
Quiso hablar, pero su cuerpo no le obedecía.
Estaba laxo, yaciendo en esa oscuridad palpitante que le iba
robando poco a poco las fuerzas.
Y entonces, el dolor comenzó.
Déjame hablarte de mí y entenderás lo que significa el no-ser.
La frase tuvo entonces el más cabal de los sentidos, porque en ese
momento podía sentir todo el dolor que Antoine había experimentado,

Capítulo 19: Sinergia 232


Hellson 1: Sinergia

toda la angustia al perder poco a poco la esencia de su ser y convertirse


en algo sin alma… un no-ser.
El alma de John, si aún existía, estaba siendo devorada lentamente
por el Cazador.
Antoine se había convertido en un ente sin alma… y él se
convertiría en lo mismo, segundos antes de morir.
No podía….
No debía permitirlo…
«Martin…»
Una respuesta débil, tan sólo un latido, le dijo que él estaba vivo
aún y eso le devolvió la esperanza.
«Lo siento… lo siento tanto…»
La autocompasión se apoderó de él y supo que era un juego más de
la mente del Cazador, pero no podía resistírsele.
No podía hacerlo solo.
«Sinergia. El todo es mayor a la suma de las partes…»
«Es mayor…»
«Siempre es mayor…»
¡André!
La voz del científico inundó su mente de fría lógica, combatiendo la
autocompasión con un hecho constatado que disipó las brumas, las
dudas, la indecisión.
Y John comprendió por fin su error de cálculo.
La respuesta siempre se encontró en la gestalt. Ellos, el equipo y no
las individualidades, podían destruir a la criatura. Ellos eran un todo…
El medallón aún se hallaba entre sus manos y lo aferró para
sostener su cordura. Lo sujetó con fuerza y su mente se llenó de una
idea que comenzó a trabajar.
«Martin… ¡MARTIN!»
Una vez la voz de su amante lo había guiado, sacándolo de su
infierno particular para rescatarlo de los brazos de Antoine y de la
mente de Zhend.
Esta vez, le tocaba devolver el favor.

Capítulo 19: Sinergia 233


Hellson 1: Sinergia

«Jenny, Janie… Estoy aquí… estoy vivo…»


El lazo, débil al inicio, empezó a fortalecerse, como si un hilo,
delgado como un cabello, se empezara a transformar en una sólida
cuerda. Una cuerda para atar sus mentes en sólida comunión.
El Cazador se contrajo y John percibió un temor primitivo y
visceral. El temor de convertirse en lo que había usado como
alimento… el temor no a la muerte, sino a la desmaterialización de su
energía.
Y John supo, antes de que André se lo dijera, que se movía en el
escenario correcto.
«Una vez roto el dique el agua encontrará su camino.»
Su mente, lúcida ahora, comenzó a invocar a la serpiente de luz. Y
no tardaron en unírsele cuatro voces más, débiles al inicio, pero
seguras.
La materia viva que lo aprisionaba se contrajo de nuevo, el terror
palpitaba en cada fragmento de la blanda carne del ser, y John se sintió
expulsado al duro suelo de piedra de la cueva.
«¡Deténgase, John!»
La aterrorizada voz de Antoine en su mente sólo hizo que la
invocación cobrase mayor fortaleza.
Una mano sujetó la suya con fuerza y John percibió a su amante,
aunque la oscuridad era ahora tan absoluta que no podía verlo. La luz
que acompañaba al Cazador se habia extinguido cuando ellos
empezaron su quíntuple ataque.
Dos cuerpos blandos aparecieron sobre ellos y John los abrazó.
«Estamos aquí», dijeron Jenny y Janie.
La cueva se inundó de la luz de cinco luminosas serpientes, que
volaban en espiral. Cinco emisarios, ya no del Cazador, sino de
quienes buscaban su destrucción.
A lo lejos, John sintió el grito de Antoine.
Entonces, todo giró y giró vertiginosamente y las serpientes
rodearon a su antiguo amo, enroscándose en sus tentáculos, cubriendo
sus ventosas y su carne palpitante.
Los ojos afacetados brillaron de terror. Un terror salvaje e
inhumano, un terror que estremeció la base misma de la montaña.

Capítulo 19: Sinergia 234


Hellson 1: Sinergia

El ser gritó en agonía. Gritó dentro de las mentes de los cinco,


mientras su esencia era hecha añicos y absorbida por algo, una entidad
superior, acaso la creadora del universo.
Gritó y la gestalt sintió fragmentos de oscuridad que giraban
vertiginosamente hasta que ya no quedó nada. Y muy lejos de allí, en
Inglaterra, Laura Ambler, la muchacha que había abierto el cofre del
brujo Everard, comenzó a gritar sin control hasta que sus maestros
tuvieron que sedarla.
Cuando el palpitar de la carne trémula de Zhend por fin se detuvo y
las serpientes desaparecieron en un estallido de luz, John pudo
reaccionar, tembloroso.
La luz de una linterna inundó de nuevo la cueva y se encontró con
el rostro desmadejado de Aristide, que se sujetaba un costado
manchado de sangre.
—Salgamos de aquí —ordenó, y su voz pareció hacerlos despertar
de nuevo a todos.
Las gemelas se levantaron de inmediato y ayudaron al hombre.
Martin se levantó también, tendiéndole una mano a John.
—Algo se avecina… ¡De prisa!
La mirada de John descubrió, encogida junto al cuerpo muerto de
Zhend, la forma de Antoine, cuyos ojos enloquecidos hicieron contacto
con él.
Y nuevamente vio aparecer entre sus manos un arma…
Pero el disparo no salió, detenido por otro que se hundió en su
estómago. La sangre brotó de la boca del Hombre de Negro.
—¡No! —gritó John, pero Aristide, que sostenía la automática, se
encogió de hombros y echó a correr.
—¡Déjalo, John! No podemos hacer nada por él. Él escogió su
destino —urgió el francés, tirando de su brazo.
«Escúchelo a él por una vez, John. No hay nada que hacer…
Váyase…»
«¡NO!»
«¡VÁYASE!»
John se vio arrastrado hacia la salida de la cámara y aunque su
mente gritó, sabía que lo que decía Martin era verdad. Antoine había

Capítulo 19: Sinergia 235


Hellson 1: Sinergia

escogido su destino.
Un sonido suave, que brotaba del fondo de la tierra, hizo que su
carrera se apresurase.

8
Salieron de la cámara principal tropezando, y corrieron por el suelo
rocoso que palpitaba suavemente bajo sus pies. La huida, a pasos
apresurados, se prolongó por algunas horas, hasta que al fin avistaron
las escaleras de cuerda que los devolvería al mundo exterior. La
montaña seguía temblando suavemente, como anunciando una
catástrofe de mayores proporciones.
Con una última mirada hacia atrás, John sujetó la escala y comenzó
a subir.
—Esto no me gusta nada —dijo Aristide, olfateando el aire.
Algo se avecinaba. Algo fuerte… Y eso sólo les dio alas para subir
más de prisa.
Martin pidió a las gemelas salir de la cueva. Quería mantenerlas a
salvo mientras ellos subían. El ascenso continuó penosamente. No
sentían las manos y el cansancio se estaba apoderando de ellos.
Cuando se encontraban en el tramo final, oyeron una voz:
—¡Doctor Hellson!
El Mayor Peña se hallaba allí, con un contingente de emergencia.
Apenas había sentido los primeros ruidos en la montaña, horas antes,
había llamado refuerzos.
John tomó la mano que el militar le tendía y subió. Miró el abismo
bajo él y soltó el medallón, que cayó tintineando hacia las
profundidades.
Ese fue el comienzo del desastre.
El sonido rítmico y suave cobró mayor intensidad, mientras que las
paredes de piedra se estremecían.
—¡Un terremoto! —gritó Martin.
El techo se empezó a derrumbar sobre ellos y corrieron en confusa
huída, arrastrándose por el último túnel hacia la salida.
Afuera, llovía a cántaros, como si el cielo llorase la catástrofe que

Capítulo 19: Sinergia 236


Hellson 1: Sinergia

estremecía la montaña, diciéndole adiós al más antiguo de sus


moradores.
Los militares se hicieron cargo de Aristide, demasiado asustados
por lo que se estaba desencadenando como para preguntarse qué hacían
dos chicas desnudas que aparecían y desaparecían alternativamente,
rodeando a los dos extranjeros que se abrazaban, llorando, bajo la
lluvia.

9
—Se acabó… se acabó por fin —susurró Martin, aferrando con fuerza
el delgado cuerpo de John, palpándolo para asegurarse que se
encontraba bien, que no había sufrido ningún daño.
—Lo siento… lo siento tanto… Yo creí…
—Lo entiendo —dijo el francés—. Entiendo cada cosa que hiciste y
entiendo también que esto tenía un proceso. Pero a partir de ahora,
quien dará las órdenes seré yo.
—Prometido. —John sonrió.
Buscaron sus labios, ansiosos por recuperarse, llorando sin
importarles las miradas asombradas de los militares. Se abrazaron
como si el mundo fuera a acabarse y las gemelas se unieron a ese
abrazo.
En sus mentes, estaba también la voz de André.
«Sinergia. El todo es mayor a la suma de las partes…»
«No lo olviden…»
«Jamás…»

10
Estaban en el otro lado de la montaña cuando ocurrió la apoteosis final.
Un terremoto, el más fuerte registrado en la historia de Ecuador,
estremeció las montañas desde su base. Diez grados en la escala
modificada de Mercalli, destrucción total en miles de kilómetros a la
redonda.
Grandes bloques de piedras obstruyeron el camino lluvioso,
milagrosamente sin aplastarlos, y tuvieron que esperar horas para ser

Capítulo 19: Sinergia 237


Hellson 1: Sinergia

rescatados en helicóptero.
Pero nada de eso les afectaba.
Estaban juntos. Juntos podrían hacer lo que fuera, podrían vencer
todos los obstáculos…
Juntos…
Siempre juntos.

Capítulo 19: Sinergia 238


Hellson 1: Sinergia

Epílogo

1
John y Martin entraron a la habitación del hospital, tomados de la
mano.
Aristide estaba vestido, esperándolos para volver por fin a su amada
Francia. Una semana de cuidados había sido suficiente para que el
viejo veterano de Vietnam estuviera listo para partir. Detestaba los
hospitales y estaba habituado a cuidar de sí mismo; además, con tantas
víctimas del terremoto, la ciudad estaba en crisis e incluso en las
instalaciones del Hospital Militar donde se encontraba el Ejecutor,
había camas de emergencia con heridos instaladas en los pasillos.
«Una catástrofe de proporciones bíblicas», se dijo Martin mientras
se abría paso entre las camas para llegar junto a Aristide. ¿El fin de una
Era? ¿El principio de otra? No lo sabía, pero sí estaba seguro de algo:
John no era el mismo hombre que conoció. Todos habían cambiado
sutilmente, pero en John el cambio era más notorio. Su mirada
mostraba ahora una indefinible tristeza, quizá motivada por lo que se
vio obligado a hacer con los hombres del Círculo, o quizá por su
convicción de que, de algún modo perverso, había estado unido a
Dubois y por consiguiente, a Zhend.
Sí, había cambiado. Y aunque estaban más unidos que nunca,
Martin no estaba seguro si el cambio sería para bien. Era como si otro
terremoto hubiera ocurrido en la mente de John y sólo el tiempo podría
ayudar a curar las heridas.
—Hola, jefe —saludó alegremente Aristide—, es bueno volver a
hablar en francés, hasta temí olvidarlo. ¿Ya nos podemos ir?
—Claro. El avión saldrá en dos horas. Pronto estaremos en París.
—¿Puedes caminar? —murmuró, dubitativo John, al ver a Aristide
maniobrar el bastón que le habían dado.
—Desde luego. —Fue la rotunda respuesta y el veterano se irguió
para dar varios pasos seguros.
—Aristide es un hueso duro de roer —dijo Martin, palmeando la
espalda del Ejecutor.

Epílogo 239
Hellson 1: Sinergia

Salieron a la recepción, donde firmaron los papeles de alta. Nadie


reparó mucho en ellos, simplemente representaban una cama libre para
algún herido de gravedad.
En silencio, abordaron la avioneta que los conduciría al aeropuerto
de Quito y la mirada de Martin se perdió por última vez en la montaña
de Cabogana, epicentro del terremoto, y se hizo la promesa de no
volver jamás.
La magnitud del desastre había opacado el interés del General
Sandoval por averiguar lo ocurrido. Simplemente deseaba que Martin y
sus amigos se alejaran cuanto antes y poder saldar así su deuda de
honor.
Al llegar al aeropuerto, un oficial les informó que el general se
hallaba en una excursión en la zona del desastre y que no podría
despedirlos.
«Nadie quiere mezclarse con lo sobrenatural», dijo Martin en la
mente de John.
«Eso no me preocupa ya. Nosotros sabemos la verdad y es lo que
importa.»

2
La furgoneta de Kurt enfiló a toda prisa por la rue du Landy hacia el
puente de Saint Ouen, después de recoger a los viajeros del Aeropuerto
Charles De Gaulle. Sus ocupantes se sentían al fin más ligeros y libres.
John y Martin estaban juntos, con las manos entrelazadas. Aristide
estaba sentado frente a ellos, pálido aún, pero con el semblante
tranquilo. En el aeropuerto, los cinco se habían abrazado efusivamente
y ahora hablaban con calma de todo lo ocurrido.
—Celebremos la muerte de Zhend, el Gran Molusco de la
Dimensión Desconocida, y de sus creaciones —exclamó Alain—. Me
alegro de que así fuera, nos estaba causando demasiados problemas.
—Hay otros como él —murmuró John—, pero están dormidos en
los confines del mundo...
—Pues mejor para ellos —repuso el inválido—. ¿Pueden
explicarme de nuevo todo ese enredo de la gestalt?
Martin repitió la historia, con voz pausada. Estaba feliz de volver a
casa, pero añoraba pasar unos momentos a solas con John, ya que

Epílogo 240
Hellson 1: Sinergia

después del terremoto ambos habían trabajado sin descanso en un


campamento para ayudar a los damnificados, porque el canadiense se
sentía responsable por lo ocurrido.
—Realmente, el todo es la suma de las partes. Es la Teoría General
de Sistemas —dijo Kurt, muy serio—. Podrías haberme preguntado,
John —le reprochó. Luego relajó su tono de voz y se volvió hacia
Aristide—. ¿Y a dónde irás tú, viejo zorro?
El Ejecutor gruñó algo sobre el lugar de siempre, pero Alain lo
atajó.
—Nada de eso. Vendrás con nosotros, a casa. Te haremos sitio en el
salón y así podremos vigilarte. No vamos a permitir que desaparezcas a
ese misterioso lugar que te niegas a revelar.
—No, no es necesario... —protestó Aristide, buscando con la
mirada el apoyo de Martin.
—Creo que sí —repuso éste—, estarás mejor con este par de locos.
Así podremos visitarte.
Aristide protestó de nuevo.
—Irás o te ataremos. Estás herido y tenemos ventaja numérica —
sentenció Kurt y arrancó nuevamente la furgoneta.
John los miró entre divertido y asombrado. Le era aún difícil de
entender cómo el Ejecutor dejaba que Kurt y Alain hicieran lo que
querían con él.
«¿En verdad estará bien con ellos?», cuestionó John.
«¿Lo dudas? Nosotros somos la única familia que tiene. Estará
bien», fue la respuesta de Martin.
La furgoneta llegó a la zona de Neuilly-Sur-Seine y John se relajó
al ver la familiar alameda de árboles que llevaba a la casa de Martin…
Su hogar. Oprimió suavemente la mano de su amante y le sonrió.
—¿Y ahora, qué harán ustedes dos? —preguntó Alain cuando la
furgoneta se detuvo por fin en la puerta de la casa.
—Ser felices. —Fue la rotunda respuesta, dicha casi al unísono.

3
Los dedos de John trazaron su camino por la espalda desnuda de

Epílogo 241
Hellson 1: Sinergia

Martin y sus uñas se clavaron en ella cuando fue penetrado lentamente.


Suspiró y sus ojos hicieron contacto con los de su amante, perdiéndose
en la inmensidad de sus pupilas azules y luego se arqueó, sediento de
placer, buscando un ángulo que multiplicara la intensidad de sus
sensaciones.
Junto a Martin el dolor y la desesperación que había sentido
comenzaron lentamente a desaparecer hasta diluirse en el océano de su
goce y supo, como la primera vez que habían hecho el amor, que su
lugar estaba entre esos brazos.
Martin le sujetó con firmeza las caderas y arremetió, adentrándose
en el cuerpo ansioso que lo recibía. Entrelazaron las manos como
punto de apoyo mientras ambos seguían moviéndose cada vez con más
urgencia y ansiedad, disfrutando plenamente sus primeros momentos
de privacidad, lejos del campamento militar en el cual se habían
instalado en Ecuador.
La boca de John buscó el cuello de su amante y lo llenó de
húmedos besos.
«Tócame, Martin… quiero tus manos sobre mí.»
El pedido fue atendido con fervor, las manos de Martin se
deslizaron por el sudoroso cuerpo, acariciando, palpando la piel en el
camino hacia su destino final y se cerraron alrededor de su erección.
«Te extrañé tanto…»
«Te amo y esta vez nada se interpondrá entre nosotros.»
Los ojos de ambos volvieron a encontrarse y el francés contuvo la
respiración, recordando la última vez que estuvieron así y lo que se
desencadenó a continuación.
«No volveré a hacer algo así… Te amo, Martin.»
Y Martin supo que era verdad.
«Confío en ti… Te amo.»
Su boca fue aprisionada en un nuevo beso y su cuerpo se
estremeció en el paroxismo final de la entrega. Oleadas y oleadas de
intenso placer lo sacudieron por un momento que le pareció eterno,
para encontrarse luego con los enamorados ojos de John, vidriosos aún
por su reciente orgasmo.
—Fue sublime —susurró contra los labios de su amante, sin
retirarse de su cuerpo.

Epílogo 242
Hellson 1: Sinergia

—No quiero que perdamos jamás estos momentos —pidió John,


poniéndose serio de pronto—. No quiero que se destruya lo que tanto
trabajo nos costó conseguir.
—No se destruirá… —repuso Martin, sonriendo. Ahora estaba
seguro de que cualquiera que fuera la naturaleza del cambio en John,
no los separaría—. Quiero pedirte algo: yo deseo que actuemos como
una pareja normal, no hay ninguna razón para ocultar lo que somos.
Quiero saber si tú estás dispuesto.
La amplia sonrisa de John fue su mejor respuesta.
«Desde luego que sí, no pensarías que iba a negarme… Seré la
envidia de la universidad.»

4
Apenas había pasado una semana cuando John decidió cumplir con la
promesa que hiciera tiempo atrás a Martin y subió las escaleras
llevando la bandeja del desayuno. Abrió la puerta empujándola con el
pie y sonrió a su amante, que lo esperaba acostado.
—Prometí un desayuno canadiense —anunció el profesor, dejando
la bandeja sobre la mesita—. Pero lo combiné con croissants para que
no protestaras.
Jenny apareció de pronto sobre la cama y su hermana abrió la
puerta y se acercó caminando. Llevaba un vestido amarillo estampado
con diminutos soles y lucía radiante.
Los amantes hicieron un gesto de contrariedad, aunque no estaban
verdaderamente molestos con la interrupción. Las gemelas jamás
habían interrumpido un momento íntimo y si habían aparecido ahora,
era porque percibían que podían hacerlo. Desde su llegada, habían
trasladado al científico a una de las habitaciones de la planta baja y a
las gemelas a la habitación contigua, pues no tenía sentido seguir
ocultándolos del Círculo.
Martin las miró de reojo.
—¿Qué han hecho con André?
—Lo han dejado en el jardín —dijo John. Janie soltó una risita
mientras Martin se levantaba, desnudo, e iba a mirar por la ventana,
confirmando lo dicho por su novio.
—Está bien… sólo espero que no llueva.

Epílogo 243
Hellson 1: Sinergia

Como un vaticinio, el cielo se oscureció momentáneamente y


algunas gotitas empezaron a caer, anunciando un aguacero mayor.
—Por eso amo París —dijo riendo John—. Vamos, vayan a sacar
de allí a nuestro cerebro, antes de que se empape completamente.
Jenny se levantó, mordisqueó un croissant, y desapareció. Janie se
alejó caminando hacia la puerta.
—¿Crees que la hemos civilizado? —preguntó, divertido, Martin.
—No lo sé —repuso John—. Al menos ha empezado a llevar ropa.
El francés se puso una bata y se reunió con su amante en la cama.
No le apetecía levantarse aún, de modo que se sirvió con parsimonia la
leche y los cereales, mientras John se recostaba junto a él y tomaba
otro croissant.
—He estado pensando… —empezó el canadiense. Martin alzó una
ceja, lo había notado un poco misterioso y sabía que lo mejor era
dejarlo hablar sin presionarlo—. Hay algo que me gustaría hacer, que
me gustaría mucho. Yo… quiero volver a enseñar —dijo finalmente y
buscó aprobación en su mirada.
—Me parece fabuloso. Mi licencia en la universidad está por
terminar y el semestre que viene tendré que volver a las aulas, así que
se acabarán los viajes largos hasta las próximas vacaciones. Eso te
dejaría sin mucho que hacer, pues Kurt y Alain se suelen ocupar de
todo… ¿Has pensado dónde enseñar?
—No mucho, en realidad —admitió John—. Supongo que puedo
ingresar a alguna escuela pública, o dar clases particulares, o…
—Podrías ingresar a un colegio privado. Un amigo mío es director
de un colegio en esta misma zona. Se llama Saint Michael y tiene muy
buena reputación. Podría hablarle. Hace algún tiempo pude resolverle
un caso relacionado a un poltergeist y me debe un pequeño favor…
John se sentó sobre la cama. Sabía, por experiencia reciente con el
general Sandoval, las gratitudes que los pequeños favores de Martin
solían despertar.
—Pues no lo sé… —titubeó— no me gustaría entrar de ese modo.
No sería muy ético…
—¿Y qué hay con ello? Todo el mundo lo hace —repuso Martin—.
Te daré un consejo que una vez me dio mi abuelo. No importa cómo
llegues, una vez dentro, demuestra quién eres. Y no creo que vayas a
defraudar a nadie.

Epílogo 244
Hellson 1: Sinergia

John terminó por capitular, sobre todo porque Martin había


finalizado el tazón de cereales y parecía muy interesado en recorrer su
espalda con la yema de los dedos.
—Hay algo que quiero darte. Pero estarás en muchos problemas si
vuelves a deshacerte de él —dijo con seriedad y sujetó su brazo. Fue
una maniobra rapidísima, luego de la cual, el reloj que John había
empeñado volvió a brillar en su muñeca.
—Oh, Martin… ¿Cómo…?
—Kurt y Aristide lo encontraron. No les fue difícil recuperarlo. La
próxima vez que quieras empeñar algo, no lo hagas con un obsequio
mío.
—No lo volveré a hacer —susurró John—. Además, no es que me
queje, pero con el nuevo trabajo tendré mucha más solvencia
económica y no tendré que depender de ti.
«Touché.»
—Tonto. Ven aquí, no tenemos nada que hacer, está lloviendo. ¿Por
qué no nos quedamos en la cama? —John lo arrastró sobre él,
luchando por quitarle la bata—. Juntos…
«Siempre.»
«El amor nunca falla.»
«Eres tan cursi…»
«¿Eso importa?»
«Creo que no… ¿dónde íbamos?»

5
Varios meses después, John borraba el pizarrón de su aula, pensando…
Le había costado mucho asimilar lo ocurrido en la cueva, cuando
mató a esos hombres, y mucho más aceptarlo. Pero lo había hecho
aislando el episodio en su mente, como si hubiera sido un suceso muy
lejano; y haciendo luego todo lo posible por olvidarlo. Olvidar que
Antoine le había dicho que era parte de él.
Y ahora, por un hecho puramente casual, volvía a pensar en el
Hombre de Negro.
La casualidad no existe en el universo.

Epílogo 245
Hellson 1: Sinergia

Era como si la frase que había sorprendido, escrita como por


descuido por uno de los estudiantes, le hubiera traído de golpe los
dolorosos recuerdos que su mente había tratado de borrar.
Abrió nuevamente el papel que guardaba en el bolsillo y la escritura
de Armand Beaufort danzó ante sus ojos, trayéndole una imagen que
no quería recordar.
Eres aquel que camina entre mis sueños y se
muestra entre sombras. El que nombro entre signos
descritos en profundas cavernas.
El que vuela escondiéndose entre nubes formando
tormentas(2).
Antoine…
Porque en el fondo, John estaba seguro de que el hombre no había
muerto. Y estaba seguro de que se volverían a encontrar.
—¿Estás listo? —La elegante figura de Martin, recortada en el
umbral de la puerta, lo sacó de sus cavilaciones.
—En un momento —repuso.
El pizarrón fue borrado y una única frase fue escrita en medio de él,
antes de que John saliera a reunirse con su amante.
Déjame hablarte de mí y entenderás lo que
significa el no-ser.
Al mismo tiempo, en Perú, un hombre, posiblemente un turista
extraviado, descendía por la pendiente que llevaba al laberinto de
Quenqo. Algunos niños que vivían en la zona huyeron al verlo,
atemorizados por sus negros ropajes, hechos casi jirones, y por su
cabello rubio y despeinado.
—¡Supay! ¡Supay!(3) —clamaron en quechua sus pequeñas voces.
El hombre no se inmutó y siguió bajando lentamente hacia la
carretera. Su espera no había hecho más que comenzar.

2 Frase tomada del blog de Hadyta


3 Diablo, en quechua

Epílogo 246
Aurora Seldon

Aurora Seldon es peruana e ingeniero de sistemas de


profesión. Ha escrito fanfiction, historias cortas y novelas
desde el 2002. Hellson 1: Sinergia es su primer libro
publicado, y es una serie formada por otros libros que se
encuentran en proceso.

Dedicada a la novela homoerótica, Aurora se inclina por el


tema de ciencia ficción y fantasía, aunque también posee
material en otros géneros como acción/aventura.

Para mayor información está su página web:

www.auroraseldon.com

Colección Homoerótica

Colección Homoerótica pretende difundir aquellas obras de


ficción en castellano que exploran las relaciones entre
personas del mismo sexo.

La iniciativa surge como respuesta a la necesidad de integrar


tanto a autores como a lectores interesados en esta temática,
cuya presencia en el panorama latino es una tendencia
creciente. Sin embargo, ya que en el mercado de habla
inglesa este tipo de historias tiene una gran acogida, también
destaca algunas obras en dicho idioma.

Colección Homoerótica es una organización sin ánimo de


lucro, que busca unir y comunicar a sus miembros sobre la
base del respeto mutuo.

Para mayor información está su página web:

http://www.coleccionhomoerotica.com
Indice

Capítulo 1: El despertar 9
Capítulo 2: El encuentro 21
Capítulo 3: París 32
Capítulo 4: La aparición 44
Capítulo 5: El medallón 55
Capítulo 6: Hombre o demonio 67
Capítulo 7: André 79
Capítulo 8: Chauchilla 90
Capítulo 9: Serpientes en espiral 101
Capítulo 10: Unión 114
Capítulo 11: Empatía 127
Capítulo 12: El cazador de almas 140
Capítulo 13: Dubois 152
Capítulo 14: La sesión 162
Capítulo 15: Descubierto 173
Capítulo 16: Traición 185
Capítulo 17: Revelaciones 198
Capítulo 18: La cueva 211
Capítulo 19: Sinergia 224
Epílogo 239

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