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CHITTISTER

Doce
hacia la
libertad interior

Retorno
a la humildad

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JOAN CHITTISTER

D O C E P A S O S HACIA
LA L I B E R T A D
INTERIOR
R E T O R N O A LA H U M I L D A D

SAL TERRAE
SANTANDER
Título del original en inglés
Twelve Steps to Inner Freedom.
Humility Revisited
© 2003 by Joan Chittister
Publicado por Benetvision
Erie (Pennsylvania)
www.eriebenedictines.org

ÍNDICE
Traducción:
Milagros Amado Mier

© 2005 by Editorial Sal Terrae


Polígono de Raos, Parcela 14-1 INTRODUCCIÓN: U N M U N D O EN CAMBIO 9
39600 Maliaño (Cantabria)
Fax: 942 369 201 C E N T R A R NUESTRA VIDA EN D I O S 21
E-mail: salterrae@salterrae.es
C U A N D O LA FUERZA ES DEBILIDAD 31
http://www.salterrae.es
D E S P O J A R S E DE LAS FALSAS IMÁGENES 43
Diseño de cubierta:
Copicentro (Santander) L A Z O DE FAMILIA Y D O N DE LAS NACIONES 55

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamen- A C A L L A R EL RUIDO INTERIOR 69


te prohibida, sin la autorización escrita de los titula-
res del copyright, bajo las sanciones establecidas en V I V I R EN PRESENCIA DE D I O S 87
las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra
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ISBN: 84-293-1578-0
Dep. Legal: BI-2916-04
Impresión y encuademación:
G r a f o , S . A . - Bilbao

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INTRODUCCIÓN:

U N MUNDO EN CAMBIO

«¡Gana!, ¡gana!, ¡gana!», enseñamos a nues-


tros hijos, y se dejan morir de hambre o utilizan
esteroides o engañan hasta que lo logran.
«¡Somos el número uno!», gritamos, y para
probarlo gastamos cantidades desproporciona-
das de los presupuestos generales del Estado en
instrumentos de muerte, en lugar de en progra-
mas de desarrollo humano. «¡Sé competitivo!,
¡sé competitivo!, ¡sé competitivo!», decimos.
De manera que la industria estadounidense qui-
ta las fábricas de Ohio y las pone en Tijuana, a
fin de que las empresas de los Estados Unidos
puedan obtener mayores beneficios. Mientras
tanto, a los trabajadores de los Estados Unidos
no les queda sino buscar empleos de salarios
más bajos, y los trabajadores de México se
convierten en la columna vertebral del nuevo
sistema de esclavitud industrial.

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«¡Ábrete camino!, ¡haz dinero!, ¡triunfa!, se Es evidente que algo falta en los Estados
nos enseña. De manera que trabajamos hasta Unidos. Hay algo de lo que carece todo el mun-
que no nos queda en la vida más que el interés do occidental. En consecuencia, algo falta en
por el poder y el prestigio, y la presión de tener muchas vidas. Todo el mundo parece saberlo;
que controlar el mundo, en lugar de conectar pero nadie parece saber exactamente qué es.
con él con armonía y salud mental. Hay quien dice que es bueno que los viejos
Cuando está claro que las cosas no son co- recursos familiares, como la unión y la frugali-
mo deberían, pero nada está obviamente mal, dad, se hayan perdido. Hay quien dice que lo
¿cuál es el problema? Cuando el éxito es el de- que falta es disciplina moral, y exigen que las
sastre de nuestra vida, y el dominio la obsesión condenas a cárcel sean más largas y los jueces
de la misma, ¿cuál es la cura para el demonio más duros. Unos cuantos lloran la muerte del
que posee nuestra alma? Cuando nuestras rela- patriotismo, la religión y el respeto por los va-
ciones se rompen una vez tras otra, ¿qué barre- lores, pero la mayor parte de los valores de los
ra emocional es responsable de ello? Cuando que hablan -nacionalismo, obediencia ciega y
nos falta el sentido de lo suficiente y malgasta- provincialismo- son más históricos que reales
mos nuestra vida tratando de lograr lo que no en un mundo de sofisticada tecnología, indivi-
tenemos, ¿dónde podremos encontrar paz, sen- dualismo rampante, globalización y viajes es-
tir serenidad, adquirir esperanza? paciales. No; es un hecho que hay cosas que se
Es bastante irónico que la cura pueda no en- han perdido para siempre, como el Pony Ex-
contrarse en absoluto en el siglo xxi, sino que press o el precepto de que las mujeres se cu-
radique en una formulita del monacato del si- bran la cabeza en la iglesia. A principios del si-
glo vi. La cura tanto del malestar personal co- glo pasado, el ferrocarril, la refrigeración y la
mo del chauvinismo nacional puede encontrar- educación hicieron sentir sus efectos en lo que
se en el desarrollo de una espiritualidad de las en otro tiempo fue un mundo en gran medida
relaciones como es debido. Miles de personas local y unidimensional. Ahora el mundo está en
en el curso de los siglos lo han pensado así; pe- medio de un cambio aún mayor.
ro si algo de verdad hay en ello, entonces el Pero el mero hecho de que el mundo sea
mundo puede necesitarlo hoy más que en nin- distinto no significa que sea mejor. Con los
gún otro momento de su historia. cambios ha venido la confusión pública, la de-

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sorientación psicológica y el desconcierto per- ma no es tanto lo que tenemos cuanto lo que
sonal. ¿Qué es verdaderamente valioso en la hacemos con ello y lo que ello nos hace a no-
vida?; ¿dónde está la paz? sotros. Puede que las cosas que hemos adquiri-
La verdad es que, aunque podamos sufrir do se hayan vuelto anteojeras para nuestra al-
por lo que hemos perdido en esta generación, ma, cencerreo para nuestra mente y confusión
también sufrimos por lo que hemos añadido. para nuestro corazón. Lo que realmente hemos
En una cultura de ordenadores, coches e inde- perdido es la conciencia de quiénes somos y
pendencia personal, no sólo hemos cambala- cuál es nuestro lugar en el universo, y lo que
cheado con la estabilidad en la sociedad, sino ello significa en todo cuanto hacemos.
que también hemos añadido un toque de deses-
peración, un matiz de frenesí. El planeta está en
órbita, el país está en órbita, las familias están
en órbita. Este pueblo se mueve de sitio en si- HACER UN EXAMEN
tio, de novedad en novedad, de idea en idea.
Todo está en cambio continuo. Todo el mundo Todos los seres humanos de los Estados Unidos
está yendo a algún sitio en busca de alguna otra han crecido haciendo exámenes: exámenes de
cosa. Todo el mundo está en ebullición. Todo el matemáticas, de historia, de conducir... Los
mundo está en afanosa tensión por conseguir exámenes forman parte de la vida moderna, así
más de algo: más cosas, más seguridad, más que vamos a hacer uno. La pregunta es: ¿cómo
status, más poder... definirías los pasos del itinerario espiritual?
Vivimos en una sociedad hipertensa, hipe- Para responder, numera las siguientes actitudes
ractiva e hiperansiosa. La pregunta es: ¿por o acciones espirituales en el orden que creas in-
qué? Y la respuesta quizá no sea que nos hemos dicativo de la progresión necesaria, natural o
hecho demasiado desarrollados, demasiado so- normal desde una espiritualidad básica hasta el
fisticados, demasiado cultos, demasiado ri- logro de una gran virtud. El número 1 indicará
cos...; puede que la respuesta sea sencillamen- el que creas primer paso en la vida espiritual, y
te que nos hemos metido demasiado dentro de el número 12 el que consideres paso final en el
nosotros mismos y nos hemos distanciado de- proceso de plenitud espiritual. ¿Listo? Muy
masiado del centro de nuestra vida. El proble- bien. Empecemos.

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Para alcanzar un alto grado de santidad, yo da del mundo occidental. A diferencia de las
creo que una persona debe: espiritualidades del siglo xix, que tanto han
marcado nuestra evolución, los doce grados de
a) Tener un director espiritual. la humildad no se basan en una teología del
b) Vivir con sencillez. mérito. Benito, en otras palabras, no nos ins-
c) Reconocer la presencia de Dios. truye en el sutil arte de «ganar» a Dios o «me-
d) Escuchar a los demás. recer» a Dios u «obtener» a Dios. La espiritua-
e) Hablar amablemente a los otros. lidad benedictina se basa simplemente en el re-
f) Aceptar la voluntad de Dios. conocimiento de que Dios está presente en to-
g) Perseverar. dos nosotros. Aquí y ahora. La espiritualidad
h) Reconocer sus faltas, benedictina se basa en el presupuesto de que no
i) Aceptar a los demás como son. necesitamos pasar las horcas caudinas para lle-
j) Estar centrado/a y sereno/a. gar a Dios. Por el contrario, nos limitamos a
k) Ser honrado/a acerca de sí mismo/a. hacernos conscientes de que Dios está con no-
1) Estar dispuesto/a a aprender de los sotros, y entonces somos capaces de pasar bajo
demás. cualquier horca caudina de la tierra confiados y
acunados por esa certeza.
Y ahora viene la sorpresa: el documento que Una vez sabemos que Dios está con noso-
ha inspirado este texto fue escrito el año 520 y tros, como enseña Benito, podemos aceptar
ha sido impulsor de un modelo de vida espiri- una dirección espiritual que nos lleve al auto-
tual que tiene mil quinientos años de antigüe- conocimiento, nos ponga en paz con el mundo
dad. Dicho sencillamente: funciona. La cues- que nos circunda, nos faculte para convertirnos
tión es si tus respuestas son distintas en este en parte discente de la comunidad humana y, fi-
momento y lugar de las que habrías dado cuan- nalmente, nos abra amorosamente a todos en la
do ese texto clásico fue escrito. vida. Entonces, una vez que hayamos aceptado
Estas líneas representan los doce pasos de la a Dios, a nosotros mismos, nuestro entorno y a
humildad que constituyen la columna vertebral las personas que nos rodean tal como son -di-
de la Regla de san Benito, guía de las primeras ce Benito-, llegaremos a la paz interior, que es
formas de vida cristiana comunitaria organiza- signo de una vida vivida como es debido.

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Llegaremos a la humildad, a la aceptación de La aceptación de Dios, la guía espiritual, el
nuestro muy sencillo pero sumamente dinámi- yo y los demás es la prescripción de Benito pa-
co lugar en el mundo. ra la vida humilde y santa. A diferencia de los
Benito, dicho de otro modo, quiere que pon- teóricos espirituales modernos, Benito comien-
gamos los pasos del desarrollo espiritual en el za con la presencia de Dios en nosotros y nos
siguiente orden: pide que «ascendamos» hasta el punto de poder
aceptarnos a nosotros mismos y cuanto supone
1) Reconocer la presencia de Dios. la vida debido a ello.
2) Aceptar la voluntad de Dios.
Desgraciadamente, nuestro tiempo suspen-
3) Aceptar dirección espiritual.
de el examen con alarmante regularidad. Se
4) Perseverar. nos ha enseñado que Dios es algo que ganar en
5) Reconocer las propias faltas. la vida, que Dios importa, pero las personas y
6) Vivir con sencillez. la vida no, y que la vida espiritual tiene que ver
7) Ser honrado/a acerca de uno mismo. con las cosas «espirituales». Pero la verdad es
8) Estar dispuesto/a a aprender de los que la santidad está constituida de la materia de
demás. lo tedioso, lo cotidiano, lo sencillo, lo verdade-
9) Escuchar a la gente. ro. Cuando -como dice el póster- aprendemos
10) Hablar amablemente a los otros. a «florecer donde estamos plantados», es cuan-
11) Aceptar a los demás tal como son. do se acaban el desasosiego, la insatisfacción y
12) Estar centrado/a y sereno/a. los zarpazos sin fin por lo máximo, lo distinto,
Entonces -asegura Benito-, una vez hechas lo emocionante y lo perfecto.
estas cosas, «llegarás al amor de Dios, que eli-
mina el temor». Entonces estarás en paz con el
mundo; no tendrás nada de qué preocuparte; te
conocerás tan bien que estarás abierto/a a los
demás; y no te afectará en absoluto lo que di-
gan sobre ti, porque serás tan transparente que
no quedará nada sobre lo que mentir ni a ti mis-
mo ni a los demás.

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Pasos 1 y 2

RECONOCER LA PRESENCIA DE D I O S

ACEPTAR LA VOLUNTAD DE D I O S
CENTRAR NUESTRA VIDA
EN Dios

Benito de Nursia, fundador del monacato occi-


dental, dice que el orgullo es el defecto humano
básico y que la humildad es su correctivo. Beni-
to hace que la piedra angular de su regla de vida
sea un capítulo sobre la humildad que se escri-
bió para hombres romanos en una cultura que
valoraba el machismo, el poder y la indepen-
dencia al menos tanto como nosotros. La humil-
dad -dice la Regla de Benito- es un antídoto
contra la violencia y la clave de la salud mental.
Pero la humildad no es una virtud norte-
americana.
La psicología popular, en un necesario in-
tento de corregir las distorsiones de la baja au-
toestima, se ha centrado en construir en la psi-
que humana un sentido del valor personal. Si la

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humildad tiene algo que ver con ser pasivo, a la conciencia comunitaria. Impregnan la vida
manso y retraído, se trata de cualidades que no entera suave, discreta y totalmente.
podemos considerar sanas, y menos aún inteli- Todo el mundo tiene algo que controla su vida
gentes. Pero la corrección conlleva su propio entera. Para unos es la ambición; para otros, la
conjunto de problemas. Debido a la total con- avaricia; para unos terceros, la dependencia;
centración en el yo, con suma frecuencia no para otros aún, el miedo; y para algunos, su nar-
nos preocupa más que el individualismo y cisismo, esa exagerada conciencia de sí mismos
abrirnos camino. que minimiza cuanto les rodea. Benito, por su
Durante demasiado tiempo en la vida espi- parte, quiere que impregnemos nuestra vida de
ritual hemos sustituido el compromiso con la la conciencia de la realidad toda.
humildad por la fidelidad a las humillaciones; Hay un antiguo relato monástico que llega
como si la humildad fuera una deficiencia del hasta el núcleo de la humildad, hasta el corazón
espíritu humano, en lugar de lo que le propor- de la virtud:
ciona moderación; como si la humillación no Cierto día el maestro dijo: «Es mucho más
fuera la semilla misma de la ira, el resenti- fácil viajar que quedarse quieto». «¿Por qué?»
miento y la ansiedad espiritual. Los resultados -quisieron saber los discípulos.
son desastrosos tanto espiritual como psicoló- «Porque -dijo el maestro-, mientras viajas
gicamente. Y, lo que es más, también tienen se- hacia un objetivo, puedes aferrarte a un sueño.
rias consecuencias sociales. Cuando te paras, tienes que afrontar la realidad».
El siglo xxi tiene mucho que reaprender «Pero ¿cómo cambiaremos si no tenemos ob-
acerca de la humildad, y la Regla de Benito pu- jetivos o sueños?» -preguntaron los discípulos.
de ser su mejor modelo. Benito identifica doce «El verdadero cambio es el involuntario.
grados de humildad, doce niveles de creci- Afronta la realidad, y tendrá lugar el cambio
miento personal, que llevan a la paz interior, al involuntario».
logro de un estado mental que nos permite vi- La humildad es la cualidad de vivir la vida
vir una vida verdaderamente humana con los en plenitud, de hacer frente a la realidad, acep-
demás seres humanos. Y lo que quizá sea al tarla y ser conformado por ella.
menos igual de importante es que los doce gra- Benito expone sus enseñanzas sobre la hu-
dos de humildad llevan al desarrollo personal y mildad en seis principios básicos. Vista en los

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términos de esos principios, la definición que ge, ni a formar a nuestros hijos a nuestra ima-
Benito da de la humildad y la del siglo xxi es- gen y semejanza, ni a las rabietas en el trabajo,
tán claramente a años luz la una de la otra. ni a las exigencias respecto de nuestros em-
pleados, ni la minusvaloración de los mismos.
Todos ellos tienen otro dios también, y no es
nuestra persona.
GRADOS UNO Y DOS: La humildad benedictina comienza con el
AFRONTAR LA REALIDAD simple reconocimiento de la presencia y el po-
der de Dios en mi simple pero diferenciada vi-
El primero de los seis principios benedictinos da. En primer lugar, la enseñanza de Benito so-
sobre la humildad es que Dios no es un objeti- bre la humildad implica que la presencia de
vo que alcanzar, sino que es una presencia que Dios exige una respuesta total. Si creo verda-
hay que tener muy en cuenta. El primer grado deramente que Dios está presente en mi vida
de humildad -dice la Regla- consiste en que aquí y ahora, entonces no tengo más opción
«tengamos siempre ante los ojos el temor de que abordar esa realidad. La vida no se diluci-
Dios y nunca lo olvidemos». Del primer grado dará para mí hasta que no lo haga. Dios, en la
se sigue en el segundo que «no amemos nues- visión benedictina de la vida, no es un padre
tra propia voluntad», sino que comprendamos que espía agazapado esperando cazarnos en pe-
que la voluntad de Dios es lo mejor para noso- cado. Dios no es algo con lo que tratar al final
tros. Dejad a Dios ser Dios -enseña la Regla-; de la vida, sino cada poro de la misma. Dios es
sabed que la voluntad de Dios es lo mejor para la gracia, la energía, el momento creativo. Dios
vosotros -dice la Regla. se convierte en la materia misma de la vida, no
En otras palabras, en estos dos primeros en un objetivo que alcanzar ni en un premio
grados de humildad renunciamos al derecho a que merecer. Dios es una presencia ahora, un
ser Dios. Se trata de un momento apasionante modo de pensar ahora, una visión del universo
en la vida que da a nuestros mundos el derecho ahora. Dios está en mí, por eso soy una valiosí-
a seguir adelante sin ser controlados por noso- sima parte del universo, pero yo (mi raza, mi
tros. Ello significa que no podemos dar por país, mi familia, mi voluntad...) no soy el cen-
sentado el derecho a dominar a nuestro cónyu- tro del mismo.

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Súbitamente, para la persona verdaderamen- cado. Lo más importante es estar impregnado
te humilde, el mundo entero empieza a tener un de la mentalidad de Dios. Es llegar a orar dia-
aspecto distinto. «El mundo está grávido de la riamente: «¡Oh, Dios! Tú eres mi Dios. Te an-
grandeza de Dios», dice de él el poeta Gerard helo todo el día».
Manley Hopkins, y la persona humilde sabe que Entonces el «vence, sé competitivo, ábrete
es verdad. Hay gloria, pues, en mundos que es- camino y triunfa» ya no se apodera de nuestra
tán constituidos por diferentes colores y dife- alma ni nos amarga la vida ni consume nuestro
rentes culturas y diferentes intereses. Hay gloria corazón ni destruye nuestra psique ni nos hace
en el mundo que nos rodea, y nos la perdemos perder la alegría. Entonces empezamos a ser
si estamos centrados en nosotros mismos. Hay libres.
gloria, que estamos destruyendo y reduciendo y
pasando por alto cuando no vemos más que a
nosotros y nuestras necesidades y caprichos co-
mo persona, como pueblo, como país.
La humildad, por tanto, es la virtud de la li-
beración del yo que nos abre a la sabiduría aje-
na. La humildad es el fundamento de la sereni-
dad interior.
La Regla de Benito es una antigua espiri-
tualidad que sirve para abrirnos, liberarnos de
nosotros mismos y permitirnos aprender a
amar y a ser amados. Se basa en el reconoci-
miento de la existencia de Dios de modo real y
cotidiano, y en la renuncia a la necesidad de
adaptar la vida a nuestros designios. La humil-
dad es la realidad que nos proporciona una con-
versión involuntaria que es verdadera.
La espiritualidad benedictina es a la vez
asombrosa y simple: no basta con estar sin pe-

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27
Pasos 3 y 4

ACEPTAR LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL


« ^

PERSEVERAR
C U A N D O LA F U E R Z A
ES D E B I L I D A D

El rabino Ibn Gabriel decía: «La ambición es es-


clavitud». Napoleón Bonaparte (que debía sa-
berlo bien) decía: «En el mundo sólo hay dos
poderes: el poder de la espada y el poder del es-
píritu. A largo plazo, la espada será siempre con-
quistada por el espíritu». Es un pensamiento im-
portante, en especial cuando tantos de nosotros
nos vemos atrapados entre esos dos poderes.
Los periódicos están llenos de historias
atroces. «Empleado indignado mata a su jefe»;
«Político acusado de comprar favores»; «Ata-
que terrorista a autobús escolar»; «Caída de las
Torres Gemelas», gritan los titulares. Gentes
con trabajo y dinero -no meramente pobres,
analfabetos o marginados- se ven atrapadas
por la necesidad consumista de hacer el mundo
a su medida. Y se enfurecen con la vida tal co-
mo es, exigiendo que adopte su tamaño.

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Mientras tanto, la gente se sienta frente a su No sólo damos por descontado la violencia,
televisor y sacude la cabeza: «Somos un país sino también la lucha por el poder y la ambi-
violento», decide con impotencia. Y nada cam- ción ciega, lo cual es aún peor. Incluso decimos
bia. Pero quizá nada cambie porque el auténti- que son algo sano. Cuando los niños contestan
co problema no es que somos violentos, sino a sus padres y se enrabietan y enfrentan por sa-
que el auténtico problema puede consistir en lirse con la suya, sonreímos y observamos con
que muy pocos se preguntan por qué la violen- satisfacción lo independientes que se han vuel-
cia es un elemento tan claro del entramado de to. Cuando los jóvenes se niegan a controlarse
nuestra sociedad. creyendo que tienen derecho a hacer lo que les
¿Por qué, en nuestro país, la intimidación plazca, nos jactamos de lo pronto que maduran
nuclear, el asesinato y la violencia destructi- en la actualidad.
va, la política mezquina y las muestras de Esos mismos jóvenes que confían que noso-
fuer- za coactivas son tan comunes y se tros los guiemos en la vida, llegan a la media-
dan por descontado? na edad desilusionados, deprimidos y eterna-
Benito de Nursia dice que lo que al mundo mente insatisfechos. Pugnan por alcanzar lo
le falta realmente es humildad, el antídoto de la inalcanzable y no logran su propósito, de ma-
fuerza bruta. nera que viven una vida de insatisfecha ambi-
ción y limitada persistencia. Fracasan en su
El poder nos gusta, y gastamos un montón
matrimonio y comienza la cuesta abajo: se reti-
de tiempo y de dinero en conseguirlo. Lo con-
ran a la adicción, la anomía y la apatía, y nos
sideramos un derecho adquirido de Norteamé-
preguntamos qué ha ido mal.
rica: ¡nada de pusilánimes en nuestro mundo!
Sin embargo, si una interpretación de la humil- Se trata de un estado triste, pero no mera-
dad es equivocada, la reacción no es mejor. mente psicológico. Es un estado espiritual. Be-
Crear bravucones arrogantes y egocéntricos en nito dice que los dos primeros grados de hu-
nombre de la seguridad en sí mismos es tan mildad son reconocer que Dios está con noso-
malo como crear adultos bobalicones e insegu- tros y saber que la voluntad de Dios es lo me-
ros en nombre de la religión. Ambas son rece- jor para nosotros. Si Dios está con nosotros, ya
tas para el desastre. tenemos cuanto necesitamos. Si la voluntad de

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Dios es lo mejor para nosotros, entonces no «El propósito de un maestro -dijo el vene-
puede sucedemos nada que, en última instan- rable- es hacerte comprender la inutilidad de
cia, no redunde en nuestro bien. tener un maestro».
El tercer grado de humildad de Benito con-
siste también en llamarnos a aceptar dirección
GRADOS TRES Y CUATRO: hasta que podamos funcionar sin ella. Aceptar
LA ADULTEZ ESPIRITUAL dirección es parte del crecimiento. La capaci-
dad de abrirnos a la dirección ajena nos da con-
Los grados tercero y cuarto de humildad consis- fianza equilibrada en nosotros mismos, capaci-
ten en aprender a aceptar la dirección de otros y dad de controlar nuestra persona e inteligencia
«soportándolo todo, no cansarse ni desistir». para guiar a otros.
En los dos primeros grados de humildad La dirección nos hace atravesar el bosque la
aprendemos nuestro lugar en el universo; en los primera vez para que después podamos encon-
dos segundos grados de humildad nos abrimos a trar el camino por nosotros mismos. Es lo que
la apreciación del lugar que los demás tienen las madres hacen con sus hijos el primer día de
también en él. Los dos primeros grados de hu- colegio, y lo que los padres hacen cuando los
mildad tienen que ver con la consciencia; los adolescentes empiezan a conducir. Es lo que
dos segundos grados tienen que ver con el acce- los psicólogos hacen cuando nos ayudan a atra-
so a la adultez espiritual mediante la aceptación vesar una crisis vital. Cuando pasemos a la si-
de la sabiduría, los talentos y el poder de otros. guiente, la propia idea de crisis se nos hará me-
Los maestros sufíes cuentan lo siguiente: nos atemorizadora y más manejable.
«¿Puedo ser discípulo tuyo?» -preguntó el Todo el mundo necesita un mentor que le
buscador. guíe de la oscuridad a la luz, de lo extraño a lo
«No eres más que un discípulo, porque tie- familiar, de lo difícil a lo experimentado. Pero
nes los ojos cerrados. El día que los abras, ve- no podemos tener quien nos lleve de la mano
rás que no hay nada que aprender de mí» -dijo por siempre. Finalmente, en algún momento
el venerable. difícil, nos encontramos solos. Aislados, priva-
«Entonces ¿para qué sirve un maestro? dos de consejo, nosotros mismos somos nues-
-preguntó el buscador. tro último recurso.

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Entonces únicamente los recursos enterra- es ignorada y confundida con la práctica o la
dos en nosotros son la medida final de nuestra bondad espirituales. Aún peor, la inmadurez
capacidad de funcionar bien bajo presiones de espiritual es pasada por alto en el diagnóstico
toda clase: morales, sociales y espirituales. Lle- del fracaso profesional, la perturbación social y
gamos al punto de la adultez espiritual. Desa- el colapso psicológico.
rrollamos el poder que cuenta, el poder de con- Benito nos previene contra la inmadurez es-
trolarnos a nosotros mismos. piritual, porque lleva al ataque de ira y la de-
Pero tenemos que renunciar al poder para sesperación. Corroe el yo y rebaja a las mismas
conseguirlo. personas que tan importantes son en nuestro
La adultez es la capacidad de tratar final- desarrollo. Produce furia, destrucción y rebaja-
mente con la vida por nosotros mismos, de con- miento personal; se resiste a la guía, el consejo
siderar nuestras decisiones y de sopesar sus con- y la sabiduría ajena. Y algunas veces lo hace
secuencias, de funcionar para los demás y para violentamente.
nosotros mismos, de reverenciar los talentos aje- El tercer grado de humildad puede salvar-
nos y propios. Llegar al final de la vida encerra- nos de nuestro terco yo urgiéndonos a aceptar
dos en nuestras propias y endebles fronteras es dirección.
haber hecho una sumamente pequeña contribu- El cuarto grado de humildad puede salvar-
ción a un sumamente pequeño mundo. Siempre nos de nuestro mimado yo urgiéndonos a afron-
que alguien no consigue crecer espiritualmente, tar las dificultades inherentes a esa dirección.
el mundo entero es un lugar más triste. Aceptar la dirección de otro nos abre a la
El crecimiento depende de lo que se apren- sabiduría del mundo que nos rodea y nos libe-
da de los demás. Y aprender de los demás de- ra para seguir aprendiendo en la vida. Pensar
pende de la humildad, de estar dispuesto a so- que es responsabilidad nuestra tener respuesta
meter esa falsa sensación de poder ilimitado a para todo es una terrible carga. Y una carga aún
la experiencia, la visión y el penetrante corazón peor es creer que tenemos esa respuesta.
de otro. La gente suele trabajar con la falsa idea de
La adultez espiritual es tan real como el de- que no saber algo es signo de fracaso. Ello su-
sarrollo biológico o la capacidad física. Pero la pone que reprimen los talentos de quienes están
inmadurez espiritual con demasiada frecuencia bajo su férula en su afán de probar su propia

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competencia y autoridad. Y también se predis- ción del fracaso que está en nuestro interior.
ponen a fracasar. Quienes piensan que no les Sustituimos la adultez espiritual por una perpe-
queda nada que aprender de nadie y retan a los tua adolescencia espiritual.
demás a intentar enseñarles algo, muestran el El cuarto grado de humildad nos conmina a
tamaño de su alma: pequeño. Todo el mundo que persistamos, no renunciemos, sigamos in-
tiene algo que aprender de alguien, y aprender tentándolo, hasta que finalmente aprendamos
nunca es fácil. la lección del momento. Este grado nos dice
En el proceso hacia la adultez espiritual ca- que desarrollemos una mente de principiante.
emos en la cuenta de que no tenemos la última Sin humildad nos aferramos a nuestra ma-
palabra, la respuesta final, la visión más clara. nera obrar como caracoles al acantilado, avan-
Tenemos una palabra entre muchas con la que zando a mieras por la vida. Nos escondemos
contribuir al mosaico de la vida, una respuesta dentro de nosotros mismos, sin caer ni siquiera
entre muchas respuestas, una visión entre múl- en la cuenta del nutriente poder el mar que tra-
tiples perspectivas. La humildad radica en ta de arrastrarnos a mundos mayores. El cuarto
aprender a escuchar las palabras, orientaciones grado de la escala espiritual -dice Benito- es la
y visiones de cuantos nos rodean. Ellos son la capacidad de perseverar, porque incluso lo di-
voz de Dios llamándonos aquí y ahora. fícil, incluso lo contradictorio, tiene algo que
Resistirse tercamente al cuestionamiento de enseñarnos.
las personas que tienen derecho a plantearnos Soportar las cosas duras bien es, para
exigencias y obligación de ayudarnos -cónyu- Benito, signo de humildad y de madurez cris-
ge, jefe, profesor, supervisor, director...-, dudar tiana. Pero es una idea difícil de aceptar por el
de su cariño y ridiculizar sus esfuerzos, es una cristiano actual. El objetivo del siglo xxi es
peligrosa incursión en la arrogancia que puede curar todas las enfermedades, rectificar toda
finalizar en la ruptura de la relación o incluso ineficiencia, derribar todos los obstáculos,
en desastre público. Cuando no respetamos la acabar con todo estrés. No esperamos nada,
buena voluntad y la sabiduría ajenas, corremos soportamos poco y respetamos menos, reac-
el riesgo de hacer de todo el mundo objeto de cionando con furia ante las irritaciones. No to-
competición, un obstáculo que superar, un ene- leramos el proceso. Queremos poder, y quere-
migo. Buscamos fuera de nosotros la explica- mos ejercerlo ya.

38 39
Pero Benito dice que persistamos.
Perseverad. Aguantad. Es bueno para el alma
atemperarla.
¿Cuando cesará la violencia y dejarán de
gritarnos los titulares la rapacidad de nuestro
mundo? Únicamente cuando aprendamos a
aprender los unos de los otros; únicamente Pasos 5 y 6
cuando comprendamos finalmente que Dios no
viene con pompa y alharacas. Dios está en la
humanidad de nuestra vida. Se necesita humil-
dad para encontrar a Dios donde no esperamos
RECONOCER LAS PROPIAS FALTAS
encontrarlo: en la voz de la sabiduría que habla <*»
a través de los demás, incluso cuando esa sabi- VIVIR CON SENCILLEZ
duría es dificultosa o exigente o poco clara.
Únicamente entonces seremos adecuados
para guiar a otros; únicamente entonces sere-
mos adultos espiritualmente hablando; única-
mente entonces acabará la violencia y reinará
el espíritu. Necesitamos el poder de la humil-
dad para salvarnos de la mezquindad de nues-
tra egoísta vida, de la insignificancia de nues-
tro pequeño horizonte y de la poquedad de
nuestra limitada visión.
Benito sabía hace mil quinientos años lo
que podemos necesitar descubrir en una socie-
dad movida por el poder, que, en definitiva, el
poder brutal no puede prevalecer. La ambición
es una esclavitud.

40
DESPOJARSE
DE LAS FALSAS IMÁGENES

Hay dos sabias frases que yo tengo muy pre-


sentes; la primera es de Mary Pickford y dice
así: «Si cometes errores..., siempre te queda
otra oportunidad... Puedes comenzar de nuevo
en el momento que quieras, porque el fracaso
no es caer, sino quedarse en el suelo».
La segunda idea luminosa es de la Primera
Dama de los Estados Unidos Martha Washing-
ton y dice lo siguiente: «Nuestra dicha y nues-
tra desdicha dependen en su mayor parte de
nuestra actitud, no de nuestras circunstancias».
En este tipo de sabiduría consiste la humil-
dad. El primer grado de humildad es la cons-
ciencia de la presencia de Dios en la vida; el
segundo es la aceptación de la voluntad de
Dios para el mundo. Después, en los grados
tercero y cuarto, Benito nos llama a reconocer

43
el valor de la experiencia de los que nos rodean prescinde de todo ese enmascaramiento y esa
y a someternos a sus ya probadas intuiciones. apariencia; prescinde de todo ese aferramiento
La consciencia de Dios y la apertura a la guía y acaparamiento y consumo y endeudamiento
ajena son el fundamento de la humildad. y presión social. Prescinde de todo ello y vive.
Pero la humildad tiene también que ver con
la autoaceptación. Esto puede ser lo más difícil
de todo. Una cosa es reconocer la presencia de GRADOS CINCO Y SEIS:
Dios y el valor ajeno, y otra enteramente dis- LIBERTAD
tinta admitir lo que no somos, estar en paz te-
niendo menos de lo que queremos, y dejar de El quinto grado de humildad benedictino re-
aparentar, incluso ante nosotros mismos, que quiere que no ocultemos a nuestro guía espiri-
somos lo que hemos inducido a los demás a tual «todos los malos pensamientos que llegan a
creer que somos. nuestro corazón ni las malas acciones cometi-
Con el quinto y el sexto grados de humil- das en secreto». La norma se las trae... El quin-
dad, san Benito desenmascara para nosotros a to peldaño de la escala de la humildad, en otras
dos demonios: la tiranía de la perfección y el palabras, es bien sencillo y desarmante: es la
peligro de la codicia. Ambos ponen la felicidad autorrevelación, el fin del fingimiento. Es el pi-
fuera de alcance justo cuando podemos sentir- náculo de la liberación, el alivio y la verdadera
nos más tentados de pensar que la hemos final- rectitud. La autorrevelación es justamente lo
mente alcanzado. Ambos alimentan el desaso- que nos salva de la tiranía de la perfección. Y es
siego humano, haciendo del hogar un lugar en
esencial para el crecimiento humano.
el que es imposible estar.
Es una carga terrible tener que ser perfecto,
En una época que distingue a sus héroes por tener estar en lo cierto cuando se teme no es-
limusinas y tamaños de despacho, publicidad y tarlo, no equivocarse nunca cuando, en lo más
ascensos, status y niveles sociales de aterrado-
profundo de uno mismo, se sabe que se está
ras proporciones, los grados quinto y sexto de
equivocado. Y cargar con el secreto de las pro-
humildad benedictinos nos proporcionan liber-
pias necesidades y la culpa personal es un peso
tad para prescindir de todo ello. Prescinde de
aún peor, que nos consume por el miedo a ser
todo ese afán, nos dice esta antigua sabiduría;
descubiertos. Así desarrollamos la terrible ne-
44
45
cesidad de controlar a los demás. Después de Debemos aprender a aceptar la gracia de
todo, lo que no podemos aceptar en nosotros, perfección procedente de la esposa ante la cual
nunca podremos tolerarlo en los otros. nunca hemos confesado nuestra sensación de
El quinto grado de humildad nos dice que, incompetencia o confusión. Debemos aprender
si queremos crecer, son imperativas la autorre- a aceptar la gracia de autoconsciencia proce-
velación y la interacción con los demás. Los dente del marido al que nunca hemos dicho que
psicólogos nos dicen que las luchas que oculta- las tareas domésticas, los niños y hacerle la ce-
mos son las luchas que consumen nuestras na no bastan para llenarnos la mente ni satisfa-
energías y nos amargan la psique. La regla be- cer los anhelos de nuestro corazón.
nedictina, siglos antes de que se viera confir- Debemos aprender a aceptar las gracias de
mado por una profunda investigación, dice que respaldo procedentes de colegas a los que nun-
debemos dejar de llevar máscara y de pretender ca hemos pedido ayuda y con los que competi-
ser perfectos. Debemos, sencillamente, aceptar mos a fin de asegurarnos de nuestra propia va-
las gracias de crecimiento que pueden llegar- lía. Debemos aprender a aceptar las gracias de
nos de los corazones sabios y cariñosos que nos fracaso procedentes de contar a alguien el do-
rodean. Debemos admitir nuestras debilidades lor que nos hemos causado por nuestra propia
y limitaciones. culpa.
Alguien -amigo, cónyuge, progenitor, algu- La humildad nos hace valientes. Una vez
na persona lo suficientemente cercana como que admitimos lo que somos, ¿qué otra crítica
para preocuparse por nuestro desarrollo- nos puede rebajarnos, menoscabarnos o destruir-
guía a través de la ciénaga de incertidumbres y nos? Una vez que sabemos quiénes somos,
luchas en que nuestra vida, de algún modo, se mueren todas las falsas ilusiones de grandeza y
ha convertido. Alguien nos sostiene mientras todo el fariseísmo. Nos ponemos en paz con el
avanzamos. Con quien se preocupa por noso- mundo. Una vez que nos deshacemos de la car-
tros, nos desprendemos de todas las falsas imá- ga de la perfección, podemos empezar a rela-
genes y nos convertimos en quienes verdadera- jarnos y vivir.
mente somos. Reconocemos los puntos fuertes La perfección no tiene que ver con la com-
del otro, a fin de que puedan, a través de nues- pleta inocencia y la fuerza ilimitada, sino con
tras debilidades, sacar lo mejor de nosotros. la disposición a comenzar de nuevo. Tenemos

46 47
mucho que aprender de nuestras imperfeccio- tendré que sentirme avergonzado de mis mue-
nes: acerca de lo esencial, así como acerca de bles ni de mi coche ni de mi barrio de la ciudad.
las posibilidades y del lado amable de la vida. Al saber quién no soy, no necesito tener que
La mayor tragedia de la vida puede consis- aparentar ser de otra manera. Puedo saber
tir en negar nuestra insuficiencia y no recurrir a quién soy y puedo sentirme cómodo. Entonces,
otro cuando caemos. Tratamos de salvarnos si esas circunstancias cambian y cuando lo ha-
aferrándonos a una imagen personal que, en lo gan, seré capaz de cambiar con ellas sin sentir-
más profundo de nuestro corazón, sabemos que me insignificante en mi interior, ni demasiado
es inútil y que está muy desvalorizada, y ello insultado ni demasiado reverenciado.
nos impide convertirnos plenamente en noso- Que no quepa duda al respecto. La humil-
tros mismos. Nos destruimos al no confesar el dad es paz. Toma en su mano la vida con sua-
germen de codicia, ambición, ira y lujuria en el vidad y se la toma tal como viene. La humildad
momento mismo en que está creciendo en anda con cuidado, sin obstinarse en que el aho-
nuestro corazón. Nos damos nosotros mismos ra sea más, sino sencillamente consciente de
vida analizando a fondo nuestros problemas que el ahora puede ser mejor. La humildad nos
con las figuras sabias que nos rodean y que en hace capaces de ver que el presente contiene ri-
ese momento son más fuertes que nosotros. quezas a nuestra disposición que no habíamos
El sexto grado de humildad fluye de mane- visto antes porque teníamos los ojos puestos
ra completamente natural del quinto. Una vez más allá del momento actual.
que admitimos nuestras luchas, nuestros fraca- Ligada a la autoaceptación está, como es na-
sos y nuestra necesidad de crecer, podemos tural, la capacidad de aceptar lo que tenemos. El
desprendernos del peso que conlleva la sensa- anhelo de cosas se ha convertido en una obse-
ción de tener derecho a algo. El sexto grado de sión norteamericana, en el signo de la vida co-
humildad, enseña este antiguo método de vida mo es debido. A los niños pequeños se les ense-
espiritual consistente en que «estemos conten- ña diariamente en televisión a querer las mejo-
tos con todo lo que es vil y despreciable». res bicis y las zapatillas deportivas más caras.
Se trata de un momento grávido de una in- Los adultos han aprendido que un jardín sin pis-
valuable posibilidad. Significa que nunca me cina es de segunda clase. Los recién licenciados
volveré a sentir frustrado ni insultado. Nunca han aprendido a esperar que el título conlleve el

48 49
máximo salario y un gran coche. La necesidad Pero este grado de humildad nos llama a estar
de tener lo suficiente se ha tornado en una lucha contentos con menos. Nos libera de la abruma-
por tenerlo todo que corroe el alma. dora carga de lo innecesario en la vida.
Y es de estas cosas de lo que la humildad El sexto grado de humildad hiere en lo más
nos salva. Lo que necesitamos para hacernos vivo. ¿No se debe comprar un coche mayor?;
felices en esta vida es más que cosas. La vida ¿no es cristiano ser propietario de una casa en
no consiste en tener los mejores productos, si- la playa?; ¿es pagano construir bien, comprar
no en tener lo necesario para nuestro cuerpo, a bien, invertir bien? Y, en tal caso, ¿que hay de
fin de que nuestra alma pueda desarrollarse. La los grandes monasterios y las grandes iglesias
vida consiste en saber apreciar lo que se tiene. y las grandes obras de arte tan habituales en la
De todos los grados de humildad, el quinto propia Iglesia? La situación es delicada y no
grado, el de la autorrevelación, puede ser el deben buscarse excusas. La acumulación, el
más norteamericano, y el sexto grado, el del acaparamiento, la construcción en exceso y el
autocontrol, el menos norteamericano. ¿Por hiperconsumismo mientras los pobres se vuel-
qué no tener todas las cosas que es posible te- ven cada vez más pobres son antagónicos de la
ner? Porque no las necesitamos. Porque sobre- bondad.
cargan el alma y nos atan a los aspectos infe- La pobreza no es una virtud. La belleza, la
riores de la vida. sencillez, lo suficiente y la justa distribución de
No hay tiempo para la lectura espiritual los bienes son las virtudes que la humildad
cuando nos vemos obligados a limpiar una pis- siembra. La humildad consiste en uso debido,
cina que nadie usa. No hay tiempo para la fa- cuidado generoso y manos abiertas, consiste en
milia mientras se asciende por la escala empre- saber quiénes somos a ojos de Dios y en no pe-
sarial, en lugar de por la de la humildad. No dir más lugar que ése.
hay tiempo para descubrir las alegrías básicas Hay una fina línea entre el buen gusto y el
de la vida cuando se nos hace aprender desde burdo consumo, entre la belleza y la avidez de
pequeños la necesidad de superar al vecindario no estar nunca contento con nada, de tener que
en número de cosas. No hay tiempo ni siquiera ser el número uno en todo. Pero es una línea
para aprender el valor del dinero cuando lo usa- por la que merece la pena caminar. El desafío
mos para algo que no es en absoluto necesario. consiste en vivir proféticamente en un mundo

50 51
que piensa únicamente en términos de conse-
guir más en lugar de en términos de tener lo su-
ficiente. La humildad, la verdadera humildad,
exige que poseamos únicamente para dar y que
acumulemos únicamente para compartir.
Estar dispuestos a admitir quiénes somos y
a aprender a conformarnos con lo que tenemos Pasos 7 y 8
son las dos piedras angulares de la humildad,
que nos lleva a un contacto pacífico con un
mundo en plena confusión. Basta para dejar de
odiar a los demás y es más que suficiente para SER HONRADO ACERCA DE UNO MISMO
lograr una tregua en las hostilidades que la gue- « ^
rra por las cosas alimenta en nuestro interior. ESTAR DISPUESTO A APRENDER
Verdaderamente, «el fracaso no es caer, si- DE LOS D E M Á S
no quedarse en el suelo». Y, ciertamente,
«nuestra dicha y nuestra desdicha dependen en
su mayor parte de nuestra actitud, no de nues-
tras circunstancias». O, como enseña la antigua
sabiduría, no debemos ocultar nuestras malas
acciones y debemos aprender a estar contentos
con las cosas más nimias.
La humildad es la clave para levantarse en
la vida y enriquecer el alma. ¿Por qué nos está
llevando tanto tiempo redescubrirla?

52
L A Z O DE FAMILIA
Y D O N DE LAS N A C I O N E S

John Buchan escribió en cierta ocasión: «Sin


humildad no puede haber humanidad». A punto
de aniquilarse a sí misma, esta generación dice:
«¿Humildad? ¿Quién la necesita? Somos el nú-
mero uno». Mientras enseñamos a la gente a ha-
cer y tener más, las calles de todas las grandes
ciudades son llagas abiertas de más y más po-
bres. Como resultado, nuestra sociedad está
más desesperanzada, más apática, más desmoti-
vada y más iracunda. Los hijos de esta genera-
ción codiciosa deambulan en bandas, robando
para vivir, con los ojos puestos en las cosas en
lugar de en la vida. Seguramente, algo puede
explicarlo. Ciertamente, algo puede evitarlo.
Hace unos años, nuestro país debatía las
prácticas penales de Singapur. Una asombrosa
mayoría de los Estados Unidos aprobaba la pa-

55
liza a bastonazos impuesta por el sistema jurí- to de hacer morir a niños de hambre para evitar
dico de Singapur como castigo para un ciuda- el fraude a la asistencia social; enseñamos a
dano estadounidense de diecisiete años acusa- soldados cómo torturar civiles en El Salvador;
do de vandalismo. La paliza a bastonazos pue- podemos destruir el planeta con armas «defen-
de provocar un «shock» e incluso la muerte. sivas». Y ahora, dando un paso más en la esca-
Pero los encuestados decían estar cansados de lada de la violencia, amenazamos con emplear-
violencia. Querían acabar con ella, a pesar de la las primero.
relativa insignificancia del delito, a pesar de la La bondad puede volverse a sí misma mala.
brutalidad del método. Aborreciendo la violen- Y, sin humildad, hay más posibilidades que
cia, elegían la violencia para eliminarla. Al pa- nunca de que ello ocurra.
recer, la violencia es mala cuando alguno de Un proverbio chino enseña claramente: «Si
nosotros la ejerce, pero buena cuando el resto permanecemos en el camino, seguimos avan-
de nosotros -los superiores, los justos, los sin zando, y sin duda llegaremos adonde vamos».
pecado- la ejercemos. Ahora respondemos a La arrogancia corrompe; el mal se multiplica a
Al-Qaeda, Iraq y, posiblemente, a Corea del sí mismo; la rectitud cae en picado. Si segui-
Norte del mismo modo. Y dos tercios de la po- mos cultivando ese tipo de virtud en un mundo
blación estadounidense lo aprueban también. global, lo hacemos a costa de correr un riesgo.
Es una postura extraña: una vez que nos de- Frente a sistemas, culturas y necesidades
finimos a nosotros mismos como buenos, po- múltiples, la humildad no es ascetismo, sino el
demos hacer lo que nos dé la gana para opo- precio de un desarrollo y unas relaciones hu-
nernos a los que definimos como malos. Se ge- manas sanas. La humildad es el fundamento de
nera hipocresía, error y una respuesta mons- los fundamentos; es el don de las naciones y el
truosa en nombre de la bondad. Los pecadores lazo de las familias. Es una medición de la ca-
arrojamos la primera piedra; sacrificamos gen- lidad y un signo de valía. Lo que no es humil-
te inocente a la ira de un clima vengativo; elec- dad está tan vacío de espíritu como lleno de pe-
trocutamos personas en lugar de enmendarlas ligro para el corazón.
con un castigo justo; exterminamos pueblos en La Regla de Benito dedica únicamente tres
la lucha por unos ideales. Después de todo, sal- párrafos a la obediencia, considerada por mu-
vamos Vietnam destruyéndolo; estamos a pun- chos de nuestros contemporáneos como la ar-

56 57
chivirtud de la vida espiritual. Pero Benito de- GRADOS SIETE Y OCHO:
dica diecinueve párrafos a la humildad. No ca- LA RELACIÓN CON LOS DEMÁS
be ninguna duda de que trata de atraer nuestra
atención. En el séptimo y el octavo grados de humildad,
La humildad es un proceso -enseña Benito- Benito comienza a enseñarnos que la mera re-
que aprendemos grado a grado y que desarro- lación con Dios no basta y que incluso puede
llamos en todas las facetas de la vida. No es ser falsa. La humildad no es simplemente una
una serie de habilidades sociales adaptables a pose artificial frente a Dios, una genuflexión a
cualquier situación, sino un modo de ver el la entrada, una inclinación de cabeza ante un
mundo. Es un modelo vital de doce estadios di- altar, un conjunto de habilidades sociales prac-
señado para cambiar los corazones y templar ticadas desde la cúspide de la pirámide social,
actitudes, así como para insertarnos en el uni- sino que radica en nuestro modo de relacionar-
verso a fin de aprender de él, en lugar de des- nos con los demás debido nuestro modo de re-
truirlo con nuestra virtud. lacionarnos con Dios.
Los seis primeros grados de humildad, co- El séptimo grado de humildad es una verifi-
mo hemos visto, son bien sencillos. Primero cación de los otros seis. Llegamos a él cuando
debemos hacernos conscientes de la presencia hemos verdaderamente encontrado a Dios en la
de Dios, a fin de no hacer de nosotros el pe- vida. Alcanzamos su cima cuando hemos acep-
queño centro de nuestra pequeña vida. Después tado verdaderamente la dirección de esos otros
debemos aceptar la voluntad de Dios en la vida sabios y santos, cuando nos hemos verdadera-
que no podemos cambiar, a fin de poder alcan- mente desenmascarado a nosotros mismos para
zar nuestra estatura plena creciendo a través de nosotros mismos a fin de ver, cuando hemos
la superación de las cosas. Debemos aceptar verdaderamente aprendido a vivir con un senti-
los controles y los límites legítimos, a fin de do de la proporción, en lugar de extenuarnos
evitar malgastar la vida en una serie de falsos acaparando los frutos de la vida que correspon-
comienzos. Y debemos perseverar en las difi- den a la vida ajena.
cultades, dando a la vida la oportunidad de ha- El séptimo grado de humildad es también
cer lo que está destinada a hacer por nosotros un gran obstáculo para el mundo moderno. La
en cada situación concreta. sociedad contemporánea menosprecia esta an-

58 59
tigua sabiduría, evitando el momento de la vi- tengamos, nos convirtamos en lo que nos con-
da espiritual que lo conmociona todo, el tiem- virtamos, seremos a pesar de todo únicamente
po de la autoaceptación total. El séptimo grado nuestro propio agónico, hiriente y atemorizado
posee una verdad casi inexpresable, cuyas im- yo. En el séptimo grado de humildad, aprende-
plicaciones son casi insoportables y cuyo signi- mos a relajarnos. Una vez que dejamos de fin-
ficado es casi inaceptable. Consiste en que gir ser lo que sabemos que no somos, somos li-
«uno no sólo diga con la lengua que es el infe- bres para aceptarnos a nosotros mismos y acep-
rior y el más vil de todos, sino que también lo tar también a los demás. Ya no tenemos que
crea con el más profundo sentimiento del cora- fingir. No tenemos que ser justicieros, sino que
zón..., diciendo...: "Soy un gusano y no un podemos limitarnos a ser justos.
hombre"». Una vez que asumimos nuestra esencial pe-
La mente se echa atrás. ¿Qué clase de psi- quenez, quedamos liberados de la necesidad de
cología es ésta? Preferiríamos oír: «Sé el me- mentir, incluso a nosotros mismos, sobre nues-
jor»; «Tenlo todo»; «Adelante»; «Ten persona- tras fragilidades. Más aún, podemos respetar,
lidad»... Pero el séptimo grado no es en abso- reverenciar y tratar amablemente a los demás
luto una mala psicología, sino que puede ser lo que han sido lo suficientemente afortunados
mejor que la experiencia humana puede ofre- para dejar que su propia pequenez saliera os-
cer. Nadie puede ser el eterno mejor ni tenerlo tensiblemente a la luz. El hijo del vecino que
todo ni seguir adelante constantemente. El im- bebe ya no nos escandaliza, sino que constitu-
pío grial de la autorrealización total es un espe- ye una advertencia de lo fácil que es que cual-
jismo, una mentira inalcanzable, un desierto quiera, incluidos nosotros mismos, sucumba
espiritual desecante y árido. Cuando tenemos ante las presiones de la vida si no se aferra a
que ser los mejores, no podemos ser nosotros sus anclas. La nuera que no limpia la casa es
mismos. para nosotros un recordatorio de las cosas im-
En el séptimo grado de humildad, Benito portantes que también hemos permitido que
nos llama a aceptar lo que siempre hemos sabi- perdieran su importancia en la vida. Las perso-
do: que nos hemos engañado a nosotros mis- nas mezquinas, desagradables, taimadas e ira-
mos y hemos tratado de engañar a todos los de- cundas que nos rodean nos hablan de nuestras
más. Seamos quien seamos, tengamos lo que emociones desvirtuadas y de la violencia que

60 61
alberga nuestro corazón. Vemos cara a cara el tortura, la aniquilación, la guerra nuclear, la es-
hecho de que también nosotros somos capaces clavitud y los malos tratos se convertirán en
de hacer lo peor. Podemos perder nuestro auto- virtudes. Si hacemos de nosotros la norma so-
control. De hecho, lo hemos perdido. cial, ¿quién más estará a la altura de nuestros
Con esta aceptación de lo magro de nuestras criterios? Si nos vemos a nosotros más como
virtudes personales y de lo masivo de nuestros María de Nazaret que como María Magdalena,
fallos tenemos oportunidad de comprender los más como Juan que como Judas, ¿dónde habrá
fallos ajenos. Tenemos ocasión de volvernos espacio para la conversión en nuestra vida?;
amables. ¿dónde cabrá la compasión por los demás?
Puede resultar difícil creer que, en palabras El séptimo grado de humildad nos pide que
de nuestros antepasados, soy «el inferior y el aceptemos la idea de tener espacio de sobra pa-
más vil de todos». Pero igualmente difícil es ra crecer. Gracias al séptimo grado de humil-
argumentar cuando se invierte la frase: «El sép- dad podemos abrirnos a nuevas posibilidades
timo grado de humildad consiste en creer que en nuestro interior. Dejamos de decir: «Bueno,
soy el más elevado y el mejor de todos». En lo pues qué lástima, pero así es cómo soy». Y em-
más profundo de nuestro interior, donde las im- pezamos a decir: «Puedo ser mucho más». El
presiones no enturbian el conocimiento, sabe- séptimo grado nos da una nueva perspectiva de
mos que el escenario que nos hemos construi- la vida, nos abre los ojos a lo bueno del mundo
do depende mucho del vestuario y el maquilla- y hace que la esperanza sea intemporal.
je, la distancia y la iluminación, para lograr el Tras aceptar nuestro débilísimo yo, estamos
efecto deseado. En lo más profundo de noso- preparados para dar el siguiente paso: estamos
tros mismos sabemos que somos al mismo listos para aprender de los que nos rodean. El
tiempo más y menos de lo que la gente llegará octavo grado de humildad -nos instruye la Re-
nunca a ver. gla- consiste en «no hacer nada sino lo que la
A no ser que nos reconozcamos como po- Regla del monasterio o el ejemplo de la priora
tencialmente más débiles, pecadores y confu- o el abad indiquen que se debe hacer». El octa-
sos que los demás, ¿cómo podremos compren- vo grado de humildad nos libera para heredar el
derlos y aceptarlos? A no ser que sepamos que mundo, para no descubrir mediterráneos. El
somos débiles y agónicos seres humanos, la octavo grado de humildad nos proporciona un

62 63
respeto por los demás que nos permite seguir a enseñarnos. Lo único que necesitamos es res-
los grandes en lugar de perdernos trazando peto por la experiencia y una reconfortante
nuestro propio camino mientras avanzamos. confianza en otras personas. Esa confianza nos
«Es preferible preguntar diez veces cuál es lleva a hacer lo que ahora no podemos ver co-
el camino que tomar la ruta equivocada una so- mo valioso pero suponemos que es santo, por-
la vez», dice un proverbio judío. El octavo gra- que vemos la santidad que ha producido en
do nos dice que permanezcamos en la corrien- quienes nos han precedido en la familia y en la
te de la vida para aprender lo que los demás Iglesia.
han aprendido antes que nosotros, para valorar La humildad es lo que nos da la vista para
las verdades enseñadas por otros, para buscar ver nuestro mundo con ojos nuevos. La humil-
la sabiduría y atesorarla en nuestro corazón. La dad nos faculta para respetar a los demás lo
humildad nos da derecho a hacer a nuestros bastante como para desprendernos de nuestra
amigos las preguntas cuyas respuestas no que- falsa imagen personal y abrir los brazos, como
remos admitir que no sabemos: cómo tratar a individuos y como nación. La consciencia de
los adolescentes; cómo sembrar un buen cés- nuestras limitaciones y la conciencia de la glo-
ped; cómo gastar menos; cómo orar para so- ria y la bondad de Dios en los demás pueden
brevivir a las ignominias de la vida... El octavo perfeccionarnos. La conciencia de la postra-
grado de humildad nos enseña a vincularnos a ción ajena, que procede de la conciencia de que
maestros para no cometer el error de ser nues- nuestro yo no está rehabilitado, puede hacernos
tro propio guía ciego. tiernos, e incluso santos.
Se tarda mucho tiempo en aprender todos En palabras de Samuel Taylor Coleridge:
los secretos de la vida solos. Es una tragedia «El ídolo da la medida de su adorador», y
constituir uno mismo el propio mundo, y tam- William B. UUathorne escribió: «Lo que una
bién es trágico volverse inepto para las relacio- persona busca, venera o exalta más que a Dios,
nes que podrían enriquecerle a uno más de lo es el dios de su idolatría».
que merece y a pesar de sus limitaciones. Nosotros somos unos ídolos demasiado pe-
La humildad es el cemento de las relacio- queños y gimoteantes como para que nadie nos
nes, el terreno de la amistad, el comienzo de la adore, y menos aún nosotros mismos. El auto-
fe. Nuestras comunidades tienen mucho que culto es siempre principio, medida y signo de

64 65
profunda crueldad para con los demás. Si que-
remos verdaderamente acabar con la violencia
en nuestro país, debemos empezar por admirar
a los demás más por la bondad que vemos en
ellos. Y quizá debamos admirarnos menos a
nosotros ante la guerra que, como sabemos, es-
tá incluso ahora desarrollándose en nosotros. Pasos 9 y 10
Incluso ahora amenaza con dar nuestra auténti-
ca medida. El día que lo admitamos, la humil-
dad llegará y se acabarán los apaleamientos. Se
acabará la violencia. Se acabará la opresión. Y ESCUCHAR A LA GENTE
en todas partes. Porque primero se habrá aca-
bado en nosotros.
HABLAR AMABLEMENTE
A LOS DEMÁS

66
ACALLAR
EL R U I D O INTERIOR

Estoy escribiendo este texto una noche de ve-


rano en una barriada de la ciudad. Por la calle
pasan coches con una música estruendosa. En
la acera de enfrente, las ventanas están abiertas
de par en par, y la percusión, pretendiendo ser
música, está atronando a la vecindad. Hay
adultos en conversación a voz en grito por las
ventanas del bloque. Las risas son bastas y es-
trepitosas. De fondo hay ecos de otros gritos de
otra calle y de otra vecindad. Es un lugar rui-
doso, atiborrado de gente, alborotado e inquie-
to. El ruido de las calles es un claro reflejo de
las almas que las habitan.
La calma se ha convertido en un remoto re-
cuerdo. Algunas generaciones no tienen la más
mínima memoria de ella. Ha sido desterrada
por la contaminación sonora, que es endémica,

69
invasiva y clamorosa. En todas partes. Por do- como pauta elegida para la comunicación fami-
quier. Esto no es Nueva York, sino una peque- liar. Y lo más notable de todo es que, aunque
ña ciudad estadounidense, y está llena de es- ninguna otra sociedad en la historia se ha co-
truendo a cualquier hora del día. Hay música municado nunca tanto como ésta, se ha cons-
ambiental en los ascensores y megafonía públi- truido todo un sector empresarial en torno a
ca en los vestíbulos. Las personas que tienes al arreglar la mala comunicación, cuando puede
lado en cualquier tienda están vociferando por que sea precisamente silencio lo que falta ver-
sus teléfonos móviles, y en todas partes -ofici- daderamente en la amalgama humana.
nas, restaurantes, cocinas, dormitorios...- la El silencio, como es natural, fue en el pasa-
omnipresente televisión está expeliendo pala- do algo que era preciso saber manejar en la
bras carentes de ideas, mientras la gente no condición humana. El silencio se daba por he-
presta la más mínima atención y grita más alto cho. Cuando los hombres subían con sus reba-
que ella hablando de otras cosas. Hay altavoces ños a lo alto de una solitaria montaña en la que
en las lanchas, así que ya no se está a salvo en pasaban semanas, tenían que aprender a estar
el lago. Hay conciertos de rock en el campo, así en paz consigo mismos. Las mujeres trabaja-
que ya no se está a salvo en las montañas. Hay ban en las cocinas moliendo maíz y desplu-
teléfonos en los cuartos de baño, así que ya no mando pollos, sumidas en sus pensamientos,
se está a salvo en la ducha. Las oficinas de las sintonizadas con las cosas que las rodeaban.
empresas son colmenas de cubículos pegados Los niños cosechaban en los campos en largas
unos a otros. Ya no pensamos; escuchamos. El hileras separadas, aprendiendo desde pequeños
problema es que estamos tan inundados de so- a escuchar a los pájaros, el viento y el agua, ur-
nidos que nos hemos acostumbrado a oír úni- diendo sus fantasías con los materiales de la
camente cosas externas a nosotros. tierra. El silencio era una parte amistosa de la
El silencio es el arte perdido de esta socie- vida, no una carencia, no algo temible. La gen-
dad. Cada momento de vigilia está lleno de te sabía que el silencio en que vivían como al-
ruidos compitiendo entre sí para captar nuestra go cotidiano era cualquier cosa menos vacío,
atención. Los alaridos han reemplazado a la ra- más bien todo lo contrario.
zón; la fuerza ha sustituido a la diplomacia. Su silencio estaba lleno del yo y de todo su
Los gritos han reemplazado a la conversación clamor. El silencio tenía cosas que enseñar y

70 71
era un tanto severo, lleno de ángeles con los que estemos abiertos a aprender de las figuras
que luchar y de demonios a los que aplacar. sabias que han recorrido el camino antes que
El silencio persistía, exigente y sombrío nosotros.
dentro de nosotros, esperando atención. La sus-
tancia del silencio, como se ve, es un alma des-
pertando, algo que, como saben todos los gran- GRADOS NUEVE Y DIEZ:
des autores espirituales, los corazones superfi- DESPERTAR EL ALMA
ciales evitan constantemente. Una cosa es lu-
char a brazo partido con los demonios exterio- En el noveno y el décimo grados de humildad,
res, y otra enteramente distinta hacer frente a Benito empieza a hablarnos de las cualidades
los adversarios interiores. Pero debemos atre- que aportamos a nuestra relación con los de-
vernos a hacerlo, o moriremos sólo medio he- más. La primera -dice Benito- es el silencio. Y
chos, sólo parcialmente humanos, sólo a medio la segunda es la seriedad.
crecer. Los monjes del desierto del siglo m eran su-
En ello, por supuesto, reside el vínculo en- mamente claros a propósito del papel del silencio
tre el silencio y la humildad. Cuando el gran en el desarrollo de una espiritualidad madura.
guía espiritual Benito escribió su tratado sobre «Venerable anciano, dame una palabra», di-
la humildad, lo cimentó en el fundamento de la jo el buscador pidiendo dirección. Y el santo va-
vida. No escribió sobre la humildad para ha- rón dijo: «Mi palabra para ti es que te vayas a tu
cernos sumisos a otros en toda nuestra ver- celda, y tu celda te lo enseñará todo». Dicho de
güenza, sino para que pudiéramos llegar a co- otro modo, las respuestas están en ti. Y lo mis-
nocernos a nosotros mismos en toda nuestra mo ocurre con las preguntas, tus preguntas, las
gloria. preguntas que nadie sino tú puede hacer. Todo
La humildad exige -como nos enseña en lo demás en la vida espiritual es mera fórmula,
los primeros ocho grados- que dejemos a Dios mero ejercicio. En último término, lo importan-
ser Dios en nuestra vida, que renunciemos a te son las preguntas y las respuestas que se agi-
nuestra pretensión de total independencia, que tan en el interior de cada uno de nosotros. «No,
nos quitemos la máscara y dejemos de desem- no -insistimos-. Todo va bien; no estoy preocu-
peñar el papel que representamos en público, y pado». Pero por debajo, en los silenciosos espa-

72 73
cios conocidos únicamente por nosotros, la fu- nos hace sabios. Cara a cara con nosotros -si
ria nos consume. O los celos retuercen nuestro escuchamos las corrientes subterráneas que es-
corazón; o la ambición corroe nuestra integri- tán en confrontación en nuestro interior-, ense-
dad; o la codicia ofusca nuestras opciones; o la guida logramos respetar las luchas ajenas. El
soledad nos deseca y nos socava. Entonces es silencio nos enseña cuánto nos queda por
cuando llegamos a conocernos a nosotros mis- aprender. O quizá, a medida que vamos enveje-
mos como ninguna otra persona nos conoce; en- ciendo, el silencio nos recuerda también que
tonces es cuando nos sonroja lo que vemos; en- hay cualidades que nunca podremos alcanzar
tonces es cuando llega la humildad. con certeza y que batallarán en nuestra alma
Quienes se acobardan ante el silencio lo te- hasta el día de nuestra muerte. Entonces no hay
men como la peste; temen la carga que les su- espacio en nosotros para los juicios mezquinos
pone y sienten una gran prevención ante el va- y las evaluaciones estrechas de miras respecto
cío que implica y el «shock» que producen sus de los demás. Como dice Pogo1 ese gran «di-
revelaciones. La pesantez y el vacío que teme- rector espiritual»: «Hemos encontrado al ene-
mos suelen dar paso a la agitación y a una pre- migo, y somos nosotros».
sión interna para que se produzca un cambio. Súbitamente, del silencio brota la humildad,
El silencio nos faculta para escuchar la cacofo- que atempera la arrogancia y nos hace amables.
nía de nuestro interior. Estar a solas con noso- Al haber logrado conocernos mejor a nosotros
tros mismos tiende a equivaler a una presencia mismos, podemos tratar más amablemente a
exigente. Descubrimos enseguida que debemos los demás. Sabedores de nuestras luchas, reve-
cambiar o que nos derrumbaremos bajo el peso renciamos las suyas; sabedores de nuestros fra-
de nuestra propia insatisfacción con nosotros casos, sentimos un temor reverencial ante sus
mismos, bajo la consciencia de lo que podría- éxitos; tenemos mucha menos prisa por conde-
mos ser pero no somos, bajo el impulso de lo nar, mucha menos tendencia a alardear, muchas
que querríamos ser pero no logramos conver- menos ganas de castigar, mucha menos certi-
tirnos en ello. Bajo el estrépito está la materia dumbre de nuestras certezas, y somos mucho
bruta del alma. menos dados a convicciones precipitadas, va-
El silencio, no obstante, hace más que con-
frontarnos con nosotros mismos; el silencio 1. Personaje de una «tira cómica» de Walt Kelly que se publicó en
la prensa norteamericana en los años cuarenta. (N. tic la Trad.)

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cías y nunca probadas. Entonces el silencio se Los antiguos dedicaron bastante tiempo a la
convierte en una virtud social. calidad de la risa, algo que, para nosotros, se ha
Cuando la arrogancia hace erupción donde convertido en un valor olvidado. Hoy apenas
quiera que sea, hace invariablemente erupción establecemos distinciones entre la sonrisa y la
en la conversación. Nuestras opiniones se con- risa sardónica. Toleramos como «humor» lo
vierten en regla; nuestras ideas en objetivo; que es, en su base, procaz e incluso brutal en
nuestros juicios en norma; nuestra palabra en ocasiones. Nos reímos de lo obsceno, lo hirien-
última, en única palabra. te, lo burlesco, lo débil y lo inepto. Nos reímos
Ser el último en una conversación, en lugar de las tribulaciones, discapacidades, defectos e
de ser el primero, es una agresión incomprensi- impedimentos ajenos, porque no asumimos los
ble para nuestro ego. Benito dice una y otra nuestros en el silencio de nuestro corazón.
vez: escucha, aprende, peremanece abierto a La risa incontrolada es una característica
los demás. Ése es el barro con el que la humil- del siglo xxi, porque antes la risa era un asun-
dad es moldeada y cocida. Ésa es la materia de to sumamente serio. Todas las primeras fotos
las relaciones agraciadas, el genio del creci- del siglo xx muestran a gente seria. Los cole-
miento personal. Y se necesita el suficiente si- gios para señoritas enseñaban el fino arte de
lencio para ser capaz de oírlo. sonreír bajo presión y de ser sobria ante las tri-
La humildad es lo que hace a los poderosos vialidades. La advertencia del Sirácida de que
accesibles para los impotentes. La humildad es «el necio ríe estrepitosamente...» (21,20) era
lo que permite que los países pobres pidan a los tomada como un elemento básico de la vida es-
ricos. La humildad es lo que faculta a los letra- piritual. Pero hay que hacer distinciones que
dos a aprender de los iletrados. Conociéndonos han perdido lustre y sentido en una cultura de
a nosotros mismos en nuestros puntos más dé- series cómicas, programas de entrevistas, clubs
biles, logramos estimar a los demás. Es un mo- de la comedia y monólogos graciosos. El hecho
mento sagrado de la vida. En él finaliza la risa es que el humor y la risa no son necesariamen-
cruel, y la burla ya no puede entrar en nuestro te lo mismo.
corazón. El décimo grado de humildad -dice El humor nos permite ver la vida desde una
Benito- consiste en que «uno no se ría fácil y perspectiva fresca y graciosa. Aprendemos a
prontamente». tomarnos a nosotros mismos más a la ligera en

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presencia del buen humor, que nos da fuerzas muy agudos, sutiles, inteligentes o incisivos
para soportar lo que no podemos cambiar y vis- que sean, no son graciosos. Beavis y Butt-head2
ta para ver lo humano bajo lo pomposo. La ri- no tienen gracia; son crueles. Están destinados
sa, por otro lado, es una expresión de emoción a degradar los aspectos más valiosos de la vida.
que lleva siglos siendo normalmente condena- Son unos arrogantes usurpadores del derecho
da en los círculos de debutantes y entre las cla- de Dios a juzgar, y lo hacen bajo una falsa apa-
ses superiores de la sociedad. Las reinas, hasta riencia de alegría, una pátina de felicidad, un
el día de hoy, son serias y controladas; los re- viso de buena voluntad. Son la más inmoral de
yes, incluso los pocos que quedan, son estrictos las inmoralidades.
y sombríos. La gravedad es lo apropiado para La persona humilde -nos recuerda Benito-
el territorio denominado responsabilidad y ma- no usa nunca sus palabras para hacer polvo a
durez. La risa, sostenían nuestros antepasados, otra persona ni ríe nunca con la nerviosa risa
caracterizaba a lo vulgar, lo basto, lo de mal del desprecio. La persona humilde cultiva un
gusto de la vida. Como mínimo demostraba alma en la que todo el mundo está a salvo. Una
una desafortunada falta de autocontrol. Y nues- persona humilde maneja la presencia de los de-
tros antepasados no estaban del todo equivoca- más con mano suave, corazón tierno y mente
dos. O, dicho de otro modo, estaban medio en abierta.
lo cierto. Con silencio y una sonrisa, las personas hu-
En el décimo grado de humildad, Benito no mildes hacen frente a la acidez que hay en ellas
prohibe el humor. Al contrario, insiste en que y son un bálsamo para aquellos cuyo corazón
nos tomemos nuestro humor muy en serio. No se resquebrajaría de verse en ridículo. Con si-
todas las cosas de las que nos reímos son di- lencio y una sonrisa, se destruye la pomposi-
vertidas, sino que algunas, de hecho, son trági- dad, se desvanece la presunción, y quedo libe-
cas, y es preciso oponerse. Los chistes raciales rado para ofrecer mi vulnerabilidad a la solici-
no son divertidos, ni los sexistas, ni los «handi- tud del mundo, a fin de que lo vulnerado del
caps» de la gente que sufre. La pornografía, la mundo pueda encontrar solicitud en mí.
pomposidad, los alaridos y los ruidos sin senti-
do no tienen gracia. La burla, el escarnio, el
2. Personajes de una serie de televisión de s^ran éxito, emitida en
sarcasmo y los comentarios despectivos, por la eadena MTV de 1993 a 1997. (N. de ía Trad.).

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¿Y cómo ocurre esto? Benito es sumamente pero el objetivo de la espiritualidad benedicti-
claro: nos entregamos a Dios, nos entregamos a na no es no hablar. El propósito del silencio
la sabiduría ajena, renunciamos a nuestra más- monástico, así como del hablar monástico, es el
cara, renunciamos al ruido que se convierte en respeto por los demás, el sentido del lugar
un escudo entro nosotros y nuestro yo más pro- oportuno, el espíritu de paz. La regla no exige
fundo. Llegamos a la integridad mediante la un silencio absoluto, sino un hablar juicioso. El
aceptación de nuestra incompleción. Cuanto silencio egoísta y aislador, el silencio pasivo-
más gentilmente tratemos a nuestro incompleto agresivo, el silencio insensible a las necesida-
yo, más gentiles seremos con los que nos ro- des del otro no es el silencio benedictino.
dean. Lo que no esperemos de nosotros mis- La espiritualidad benedictina nos forma pa-
mos, no lo esperaremos de los demás. Lo que ra escuchar siempre la voz de Dios alrededor y
no encontremos en nosotros mismos, no lo pe- dentro de nosotros. Cuando es mi propio ruido
diremos de los demás. Lo que sabemos es fruto lo que ahoga esa palabra, la vida espiritual se
de una gran lucha, lo valoraremos en los demás. convierte en una farsa. La espiritualidad bene-
La calidad de nuestra solicitud por los de- dictina nos forma para conocer nuestro lugar en
más surge en correlación directa con nuestra el mundo. Cuando nos negamos a dar cabida a
aceptación de nosotros mismos en nuestra tota- los demás, cuando ocupamos todo el espacio
lidad: nuestro lado oscuro con el brillante, de nuestro mundo con nuestros propios soni-
nuestro lado áspero con el suave, nuestro lado dos, nuestras propias verdades, nuestra propia
cultivado con el inacabado, y no porque nos sabiduría y nuestras propias ideas, no queda si-
consideremos perfectos, sino, precisamente, tio para las ideas de nadie más. Cuando una
porque no lo somos. Érase una vez -cuentan persona debate beligerantemente con otra, y
los ancianos- un rabino que dio una moneda a más aún si se trata de los maestros y guías de
un mendigo disoluto y fue severamente critica- esta vida, su ego se convierte en una mayoría
do por ser un blando. «¿Tendré que ser más re- de uno, y no le queda nadie de quien aprender.
milgado que Dios, que me dio la moneda a mí? Pero la espiritualidad benedictina es construc-
-preguntó el rabino. tora de comunidad humana. Cuando el discur-
El silencio es una de las piedras angulares so es descontrolado y el cotilleo se convierte en
de la vida y el desarrollo social benedictinos, el alimento del alma, la destrucción ajena no

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anda muy lejos. Cuando el discurso es chillón en que oigas algo que tú mismo estés diciendo,
y vociferante, cuando lo frivolizamos todo, detente"».
cuando nada es sagrado ni queda a salvo del ri- La humildad dilata la mente para escuchar el
dículo de la burla, está en riesgo la seriedad de ruido de nuestro interior que debe ser acallado.
toda vida, y nuestro espíritu desfallece por fal- La humildad nos pone en sintonía con la sabi-
ta de belleza y sustancia. duría exterior a nosotros que debe ser aprendi-
Que no quepa duda acerca de ello, la capa- da. La humildad nos salva de anegar nuestro co-
cidad de escuchar a otro, de sentarse silencio- razón en el ruido de nuestra propia confusión.
samente en presencia de Dios, de prestar un
oído lúcido y de reflexionar constituye el nú-
cleo de la espiritualidad benedictina. Y puede,
de hecho, ser lo que más se echa en falta en un
siglo saturado de información, harto de ruido,
pero falto de reflexión. La Palabra que busca-
mos habla en el silencio de nuestro interior. Ig-
norarla y renunciar al espíritu de silencio in-
sensibiliza el corazón benedictino en un mundo
insensibilizado por el ruido.
Los antiguos contaban lo siguiente: «Érase
una vez un discípulo que preguntó a un venera-
ble anciano: "¿Cómo puedo experimentar mi
unidad con la creación?". Y el anciano le res-
pondió: "Escuchando".
El discípulo presionó un poco más: "Pero
¿cómo tengo que escuchar?".
Y el anciano le instruyó: "Conviértete en un
oído que presta atención a todas y cada una de
las cosas que dice el universo. En el momento

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Pasos 11 y 12

ACEPTAR A LOS DEMÁS


TAL C O M O SON
« ^

ESTAR CENTRADO Y SERENO


VIVIR EN PRESENCIA DE D I O S

«Toda crueldad nace de la debilidad», decía el


orador romano Séneca. Se trata de algo acerca
de lo cual no nos gusta pensar. Llamamos con
tanta frecuencia a la crueldad «justicia» que he-
mos olvidado lo destructiva que, de hecho,
puede llegar a ser. Rompemos relaciones con
nuestros hijos y con nuestros amores, a fin de
castigarlos; nos alboroza la ejecución de retra-
sados y pobres en nombre de la erradicación
del mal de la sociedad; destruimos la reputa-
ción de la gente con impunidad en nombre de
la verdad. Peor aún, olvidamos lo lejos que re-
almente estamos de la vida, la madurez y la vi-
sión espirituales cuando hacemos estas cosas.
Benito conocía sumamente bien la cone-
xión entre crueldad y desarrollo espiritual. De
hecho, la identificaba con gran inteligencia. En
el capítulo sobre los doce grados de humildad,

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que es la coronación de los siete capítulos so- Este análisis resulta sorprendente. Después
bre la vida espiritual de la Regla de Benito, ha- de todo, nuestra generación, la de la era de las
ce una de las cosas más sorprendentes de la li- cadenas de montaje y los procesos mecánicos,
teratura espiritual de la Iglesia: enseña que el describe la vida -la vida entera- en términos de
primer paso en la vida espiritual consiste sen- progreso desde lo simple a lo complejo, desde
cillamente en reconocer la presencia de Dios; lo fácil a lo difícil, desde lo obvio a lo compli-
sí, pero hace una afirmación aún más aguda: el cado. Partimos de la base de que las personas
culmen, lo definitivo, el punto más excelso de son obvias, y Dios es complicado. Juzgamos
nuestro desarrollo espiritual lo define Benito que las relaciones humanas son simples, y la
como la dulzura de palabra y la serenidad de vida espiritual es compleja. Enseñamos que vi-
alma. vir con otros es normal, y que llegar a Dios es
Está claro, pues, por qué el undécimo grado difícil. Parece, pues, que aprender a vivir como
de humildad de Benito exige que tratemos a to- es debido con lo simple, lo obvio y lo «real» es
do el mundo con respeto. Es obvio, pues, por básico, y que aprender a conocer y experimen-
qué el duodécimo grado de humildad de Benito tar a Dios es la parte brumosa, misteriosa y
consiste en el logro de serenidad, calma y sen- mística de nuestra vida, tan poco mística.
cillez personal. Es un hecho que no podemos Pero Benito, el mentor monástico, enseña
aceptar a los demás ni estar serenos en la vida justamente lo contrario. Como Dios está en to-
hasta que nos conocemos a nosotros mismos das partes, está sin lugar a dudas aquí. Ahora.
con implacable pero gentil honradez y acepta- Siempre. Conmigo mientras escribo. Contigo
mos la voluntad de Dios con ilimitado abando- mientras lees. No tengo que realizar unos eso-
no. Nuestro modo de tratar a los demás es la téricos ejercicios espirituales para ganarme a
medida de nuestra verdadera santidad. Nuestro Dios. No tengo que pasar pruebas y hacer co-
grado de percepción de la presencia de Dios en sas difíciles, ni que pasar pruebas y probar mi
todas las cosas calibra nuestra verdadera unión valía, ni que pasar pruebas y volverme perfec-
con él. Estos grados son el epítome. El logro de to, sino, sencillamente, tengo que vivir en su
estos últimos grados de humildad constituye la Presencia. Y entonces ninguna prueba es dema-
prueba final de nuestra sinceridad y de nuestro siado difícil para mí, ni ningún esfuerzo es ex-
temple espiritual. cesivo, ni tengo que demostrar nada, ni es ne-

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cesaría la perfección. Viviendo conscientemen- visto en el otro, y lo hemos rechazado. Hemos
te en presencia de Dios, comienzo a ver a tra- visto las necesidades ajenas, y nos hemos ne-
vés de los ojos de Dios y vivo el plan de Dios. gado a ser compasivos; hemos visto el dolor
Me convierto en contemplativo. ajeno, y nos hemos negado a comprenderlo;
Entonces, si me permito a mí mismo sumir- hemos visto la ira ajena, y nos hemos negado a
me en Dios, súbitamente la vida se vuelve vi- escuchar; hemos visto los talentos ajenos, y nos
vible. Puede que no necesariamente más fácil, hemos negado a reconocerlos.
porque los recibos de todos los meses siguen No hemos reverenciado el santificador lu-
siendo recibos, el dolor sigue siendo dolor, y gar que ocupan los demás en nuestra vida. La
las relaciones difíciles siguen siendo difíciles; ridiculización es el veneno del alma.
pero yo he cambiado. Ahora soy más capaz de Los demás son el puente hacia nuestro de-
afrontarlos. Tengo más perspectiva, más espe- sarrollo. Ellos compensan lo que falta en noso-
ranza, más aguante y más coraje para cambiar tros. Ellos demandan nueva percepción en no-
lo que debe ser cambiado. sotros, nueva consciencia, nuevas capacidades
de paciencia y aceptación. Ellos exigen de no-
GRADOS ONCE Y DOCE:
sotros que superemos nuestras repulsiones para
AMABILIDAD Y SERENIDAD
arriesgarnos a la audaz confianza de bajar las
barreras de nuestra vida. Ellos nos enseñan a
Súbitamente, el undécimo grado de humildad admitir las diferencias, a fin de no todos mura-
brilla con otro resplandor. Empezamos a ver mos en el irrespirable espacio en blanco del
que la vida espiritual es más que el mero desa- que nos rodeamos. Ellos nos facultan para asu-
rrollo de una relación piadosa con Dios, que es- mir el corazón de Dios para con ellos.
tá más destinada a hacer que nos sintamos bien Y, por encima de todo, los demás nos ense-
que a hacernos santos. La vida espiritual -tan- ñan que nadie tiene derecho a acaparar todo el
to su valoración como su significado- depende espacio en la vida. En la vida existen otras
de nuestro modo de relacionarnos entre noso- ideas, otros modos de hacer las cosas, otras ne-
tros. Es en el otro donde reside la voluntad de cesidades y deseos distintos de los nuestros. Es
Dios. Cualquiera a quien rechazamos es un un momento doloroso éste de poner a prueba la
mensaje perdido en nuestra vida. Lo hemos veracidad de lo que decimos creer. Y tiene lu-

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gar en ocasiones extrañas: cuando nos sentimos Una presencia amable proporciona a todos
tentados de ignorar una petición de limosna, un atisbo de lo sagrado de la vida. Cuando las
porque estamos cansados de dar a «vagos»; personas son una presencia tranquila y amable,
cuando estamos tratando de seguir nuestro pro- el mundo entero sabe que está a salvo de la do-
pio camino; cuando nos resistimos a la oportu- minación, y respira con mayor facilidad, duerme
nidad de dar empleo a mujeres y a minorías; más profundamente y se siente un poco más se-
cuando nos tienta contar el último chiste racis- reno. Una presencia acogedora da al resto del
ta, que ridiculiza y desacredita a toda una etnia. mundo permiso para ser también acogedor.
La aceptación reverente de los demás es, Puede que Helen Keller nos enseñara cuanto ne-
verdaderamente, el paso final de una vida vivi- cesitamos saber sobre la humildad cuando escri-
da por completo en Dios. bió: «Doy gracias a Dios por mis "handicaps",
Finalmente, como enseña el sabio Benito, el porque a través de ellos me he encontrado a mí
duodécimo grado de humildad muestra nuestro misma, así como mi trabajo y a mi Dios». La
genuino crecimiento, nuestra auténtica profun- aceptación de los «handicaps» -personales y
didad. Debemos aprender -nos instruye- a ser ajenos- es el propósito de la humildad.
una presencia pacífica en el mundo, para que el La humildad nos conecta con el mundo y
mundo pueda ser verdaderamente un lugar más hace que el mundo esté en conexión como un
pacífico gracias a nosotros. Tenemos que espacio bueno y agraciado.
aprender a dejar de dar portazos y de silbar La humildad nos tranquiliza y tranquiliza a
donde no se debe. Tenemos que dejar de po- los demás; la humildad inspira y reafirma, en-
nernos histéricos cada vez que suena el teléfo- riquece y faculta.
no o nos cambian los planes. Tenemos que de- La humildad nos proporciona felicidad y
jar de pavonearnos y de quejarnos, de agitar y hace al mundo el don de la paz. Y, lo mejor de
de fomentar los problemas en el barrio, en la todo: el lograrla está a nuestro alcance. ¿Se
oficina o en el centro de reunión. Donde noso- puede pedir más?
tros estemos, los demás deben estar seguros.
Cuando entremos en una habitación, los estó-
magos no deben encogerse de miedo por su re-
putación, su autoestima o su paz mental.

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