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LO CORTÉS NO QUITA, (MEJORA) LO VALIENTE

Por Enrique Adúriz

Esta deliciosa carta de nuestro querido maestro y amigo Guillermo


Pareja Herrera, publicada en su blog Tintailetras
(http://www.guillermoparejaherrera.com/) el 17 de Septiembre de
2010, nos abre “cortésmente” la puerta para reflexionar en torno al
refrán que da título a nuestra columna.

De cortes, cortesanos y cortesía

Desde aquellos tiempos en que existían las cortes de los reyes y


emperadores surgieron los cortesanos quienes tuvieron un conjunto
de prácticas de conducta que conformaron la llamada cortesía. La
cortesía genuina es una actitud que manifiesto para los demás seres
humanos grandes, medianos o pequeños, conocidos o extranjeros en
situaciones de trabajo, deporte, familia y paseo. La cortesía se
manifiesta en la forma de dirigirme a los demás, en la forma de
hablarles, en el tono de la voz, en la forma de escuchar las opiniones
ajenas y compartir las propias. La cortesía son las muestras
palpables de afecto, cordialidad y respeto como el dar la mano,
un abrazo, una palmada en el hombro o un beso en la mejilla. La
cortesía se refleja, lingüísticamente, en variadísimas expresiones de
gratitud, de pedir y dar favores. La cortesía es una llave maestra
que abre casi todas las puertas, es un pasaporte aceptado en casi
todos los países, es portátil, no ocupa espacio, es discreta e invisible
y, sobre todo, es oportuna pues se hace presente cuando más se le
necesita. Desde mis años de niño recuerdo 6 frases de cortesía que
me trasmitieron en mi familia y en la escuela que fue mi familia
extendida:
Sir Francis Bacon (1561-1626) Filósofo y estadista británico.
El hombre que se muestre solícito y cortés con un extranjero
demuestra que es ciudadano del mundo.
Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, pensador y ensayista inglés.
Difícil es decir cuánto concilia los ánimos humanos la cortesía y la
afabilidad al hablar.
Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano.
La cortesía es conducirse de modo que los demás queden satisfechos
de nosotros y de ellos mismos.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)
En las cortesías antes se ha de pecar por carta de más que de menos.
La cortesía es como el aire de los neumáticos: no cuesta nada y hace
más confortable el viaje -Anónimo
La educación y la cortesía abren todas las puertas. –Anónimo

Con la hondura y poesía característica, Guillermo nos pinta los


aspectos más salientes y distintivos de la cortesía, la cual, sinónimo
de urbanidad, ya se ubica en la consideración del filósofo
contemporáneo francés André Comte-Sponville como una “pequeña
virtud”, una virtud “de etiqueta y ceremonial” pero no por ello sin
valor. Al contrario, la ubica primera en su logrado trabajo “Pequeño
tratado de las grandes virtudes” (Paidos, 2005) y aquí mismo sostiene
que “las buenas maneras preceden a las buenas acciones y conducen
a ellas”.
Así, ambos pensadores nos revelan la importancia, muchas veces
desestimada, de la cortesía y nuestro refrán de marras: “lo cortés no
quita lo valiente” la destaca en una función superlativa.
Si esta función es presentada por vía negativa, por lo que no hace, al
destacar que “no quita” lo valiente, va de suyo que es para refutar
una primera presunción que supone que efectivamente la cortesía sí
quita e impide lo valiente.
Pero pensémoslo dialécticamente, a una primera tesis que presenta
incompatibles cortesía y valentía, (“lo cortés quita lo valiente”) le
sigue la negación, la antítesis que da forma al refrán (“lo cortés no
quita lo valiente”), pero para completar el movimiento dialéctico
avanzamos hacia una síntesis que podría plantearse así: “lo cortés
mejora lo valiente”.
Efectivamente, no sólo no quita lo valiente, más aún, lo realza, lo
incrementa en su cualidad, le da un salto de calidad; la valentía sin
cortesía no es, desde ya, menos valentía, pero expresada y ejecutada
cortésmente es aún más valiosa.
Comte-Sponville, en el libro referido, por cierto que incluye entre las
virtudes importantes a la valentía (sinónimo de fortaleza, de valor) y
en un momento afirma: “aunque desde el punto de vista psicológico o
sociológico la valentía es siempre apreciada, desde el punto de vista
moral sólo es apreciable cuando se pone al servicio ajeno, al menos
parcialmente, cuando olvida, más o menos, el interés egoísta
inmediato”.
A su vez, si releemos lo que bien nos dice Pareja Herrera sobre la
cortesía, resalta el cuidado y la ponderación del otro, “son las
muestras palpables de afecto, cordialidad y respeto…”.
Es decir, son dos virtudes, urbanidad y valentía, que se potencian
mutuamente y en ambas la consideración y reparo por el otro son
nota distintiva.
Síntesis perfecta de forma y fondo, de continente y contenido, lo uno
perfecciona a lo otro.
La figura de la cortesía como “la llave maestra” es potente y
absolutamente cierta. Cuantas veces escuchamos que “el problema
es la forma”, que con una forma diferente, atenta y cuidada, no se
habría llegado a tal nivel de confrontación o desencuentro.
Por ello no es un detalle menor, al contrario, la forma cortés hace al
fondo, lo hace de verdad, lo hace “ser-así” y no de otra manera
(grosera, descuidada, irrespetuosa, etc.).
Pertenezco a una generación que supo ver cómo se entronizó el culto
a la autenticidad, la espontaneidad y lo natural; seguramente como
una antítesis a la tesis victoriana decimonónica de formas vacías,
cuando no hipócritas, pero en aras de ser veraz y auténtico “valía
cualquier cosa”.
A veces, incluso, el aval de la espontaneidad y la autenticidad se
usaba como salvoconducto para desplegar impunemente un vulgar
sadismo.
La valentía en tanto la libre decisión de expresar pensamientos,
sentimientos y acciones que entrañen la superación de ciertos
temores y además den cuenta de lo más verdadero de uno mismo es
de por sí loable, pero mejora notablemente si además cuidamos la
forma en cómo lo hacemos llegar al otro.
El “qué” expreso y revelo de mí, progresa y florece si cuido
esmeradamente el “cómo” lo hago llegar a destino; este destino es
nada menos que mi prójimo, tan próximo en la vida cotidiana como
central en la antropología existencial-frankleana del ser-con-otros y
la disposición esencial para la autotrascendencia.
Así como en la política las formas son también el fondo (y vaya que
en la Argentina padecemos desde hace tiempo el permanente
desdén por los métodos y los procedimientos formales), en las
relaciones interpersonales sucede otro tanto, forma y fondo hacen al
todo, son en realidad la expresión cabal y plena del todo.
Entonces, si lo cortés no quita, sino que más aún, mejora lo valiente,
que valga también la recíproca, “lo valiente mejora lo cortés”, es
decir una cortesía mejorada y jerarquizada por ser la forma más
cuidada y amorosa de expresarle al otro la valentía de ser uno
mismo.

Lic. Enrique Adúriz


Primavera 2010

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