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ACTITUDES HACIA EL USO DEL ESPAÑOL

Mercedes Sedano (Publicado en Akademos, vol. 2, nº 2, 2000, pp. 119-132)


http://150.185.88.116/Humanitas2/publicaciones/AKADEMOS/pdf/Vol2-N2/pag119.pdf

RESUMEN

El artículo se basa en algunos materiales publicados en Venezuela para


abordar tres posibles actitudes ante el uso del español por parte de los
hispanohablantes: i) una actitud correctista, rígida, apegada a lo que se
considera el modelo propuesto por la Real Academia Española; ii) una actitud
permisiva, adoptada por dos grupos muy diferentes entre sí: los
“despreocupados”, que desconocen o niegan los mecanismos del idioma, y los
“rebeldes”, que sí conocen y dominan dichos mecanismos, pero que
reaccionan contra lo que consideran rigidez y purismo de los gramáticos; iii)
una actitud equilibrada, que acepta las desviaciones comunicativamente
funcionales y socialmente aceptadas, y que rechaza aquellas que van en contra
de la claridad del mensaje o de los usos socialmente aceptados.

Palabras clave: actitudes, español, Venezuela.

ABSTRACT
ATTITUDES TOWARDS SPANISH
This article is based on some Venezuelan publications in order to highlight
three posible attitudes Spanish speakers show towards the use of their
language: i) a corrective and rigid attitude, always based on the model
proposed by the Real Academia Española; ii) a permissive attitude, spoused
by two very different groups: “careless speakers”, who disregard or ignore the
mechanisms of the language; and “rebel speakers”, who despite having a good
command of the mechanisms react against what they consider a rigid and
purist position assumed by grammarians; and iii) a neutral attitude, whereby
speakers approve of socially accepted deviations and rejects those which
constrain socially acceptable uses.

Key words: attitudes, Spanish, Venezuela.

RÉSUMÉ
ATTITUDES À L’ÉGARD DE L´ESPAGNOL
L’étude porte sur trois attitudes possibles à l’égard de l’emploi de la langue
espagnole par les hispanophones: i) une attitude puriste, rigide et fidèle au
modèle proposé par la Real Academia Española; ii) une attitude permissive,
adoptée par deux groupes différents: d’un côté, les “insouciants”, qui
méconnaissent et nient les mécanismes de la langue et, de l’autre côté, les
“rebelles”, qui les connaissent et les maîtrisent, mais qui contestent la rigidité
et le purisme des grammaticiens; et iii) une attitude équilibrée, ouverte aux
déviations fonctionnelles de la communication acceptées par la société, et
fermée aux déviations qui nuisent à la clarté du message ou aux emplois de la
langue socialement acceptés.

Mots-clé: attitudes, espagnole, Vénézuela.

RESUMO
ATITUDES FRENTE AO ESPANHOL
Este artigo está baseado em alguns materiais publicados na Venezuela com a
finalidade de abordar três possíveis atitudes no que se refere ao uso do spanhol
pelos hispanoparlantes: i) uma atitude corretiva, rígida e baseada sempre nas
regras estabelecidas pela Real Academia de la Lengua Española; ii) uma
atitude permissiva, adotada por dois grupos muito diferentes: os
“despreocupados”, que desconhecem ou negam os mecanismos da língua, e os
“rebeldes”, que conhecem bem as regras da mesma porém reagem contra a
rigidez ou o purismo dos gramáticos; iii) uma atitude equilibrada que aceita os
desvios comunicativamente funcionais e socialmente aceitos, e repudia
aqueles que se opõem à clareza da mensagem ou aos usos socialmente aceitos.

Palavras chave: atitudes, espanhol, Venezuela.

1. INTRODUCCIÓN*
En el presente artículo me baso en algunos materiales publicados en Venezuela
para reflexionar sobre las posibles actitudes ante el uso del español. Estas
actitudes, por prototípicas, parecerían darse no sólo en Venezuela sino
también, aunque en distintas proporciones, en los otros países de habla
hispana.
Antes de entrar en el tema, conviene recordar que el español, como las otras
lenguas, presenta en cada momento de su historia una serie de variedades o, lo
que es lo mismo, un conjunto de maneras sistemáticas de hablar o de escribir
que, aunque ofrecen grandes semejanzas entre sí, presentan también
considerables divergencias. El uso de estas variedades está condicionado por
*
Mi agradecimiento más sincero para los evaluadores de este artículo, que me ayudaron a
mejorarlo con sus atinadas observaciones. Está de más decir que los errores que aquí pueda
haber son de mi entera responsabilidad.
tres factores fundamentales: la zona geográfica, el nivel socioeconómico de los
hablantes, y el estilo empleado. No se habla lo mismo en Argentina que en
Venezuela, ni se expresa de igual manera un venezolano culto que uno
analfabeto. Yendo a lo individual, cabe señalar que cada persona dispone de
variadas posibilidades idiomáticas cuyo uso se rige por la situación particular
en la que se encuentra: dictando una conferencia, en la intimidad de la familia,
regateando en un mercado popular, etc. Es evidente que cuanto más amplio sea
el repertorio lingüístico de un individuo y cuanto más aguda su sensibilidad
social, tanto más fácil le será comunicarse con los otros y ser socialmente
aceptado, no importa el grupo social al que pertenezca.

Dentro de cada comunidad lingüística existe una variedad llamada estándar,


que es la empleada por los hablantes cultos en las situaciones formales o
semiformales. Esta variedad, por su riqueza estructural y léxica, permite
inagotables combinaciones a través de las cuales pueden expresarse los más
complejos y sutiles mensajes. Al mismo tiempo, se trata de una variedad que
goza de alto prestigio social dentro de la comunidad correspondiente.

Por encima de las distintas variedades nacionales o regionales, el modelo que


normalmente se considera destinado a regular la conducta lingüística de los
hispanohablantes es el propuesto por la Real Academia Española (RAE).
Dentro de las obras más recientes publicadas por esa institución, cabe
mencionar las siguientes: Esbozo de una nueva gramática de la lengua
española (1973), Diccionario de la lengua española (1992) y Ortografía de la
lengua española (1999).1 Muchos maestros, así como los hacedores de
manuales y de libros de texto suelen basarse en estas obras para señalar qué
usos del español consideran “correctos” o “incorrectos”. A pesar de sus
innegables virtudes, el modelo RAE, sobre todo el presentado en el Esbozo y
en el Diccionario presenta varios inconvenientes: i) el Esbozo fue elaborado
sobre la base de obras literarias escritas en un pasado a veces remoto; ii) los
autores utilizados para extraer los ejemplos con los que se ilustra esa obra son
casi exclusivamente españoles; iii) el Diccionario no siempre refleja el
comportamiento léxico de los hispanohablantes, sobre todo de los que viven
en Hispanoamérica. Cabe señalar además que el Esbozo, publicado hace más

1
Hay además dos gramáticas recientes, publicadas bajo los auspicios de la RAE: Gramática de la
lengua española (1994), de Emilio Alarcos Llorach, y Gramática descriptiva de la lengua española
(1999), dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte. Esta última obra, que refleja bastante bien
los usos reales del español, y que no se basa ya en ejemplos extraídos de autores del pasado, es
muy valiosa para los especialistas, pero quizá resulta de difícil consulta para los que no lo son.
de un cuarto de siglo, no ha sido reemplazado aún por una nueva y definitiva
“Gramática de la Academia” (Lázaro Carreter 1999, p. XIII).

El modelo RAE, a pesar de lo problemático que puede resultar, suele ser el


que, con pequeñas variantes, se imparte a los educandos. Basta revisar algunas
obras utilizadas como guías del español en Venezuela –la situación no debe
ser muy diferentes en los otros países – para observar en qué medida lo que en
ellas se considera “correcto” o “incorrecto” se ajusta más a las normas de la
RAE que a la manera de hablar típica del país. En la gramática de Mendoza y
De Stefano (1986), por ejemplo, se consideran “incorrectos” usos
ampliamente difundidos en la población venezolana como a las diez es que
me caso (p. 135), detrás mío (p. 142) o estoy seguro que el desayuno le va a
gustar (p. 161). Balza Santaella (1998) también condena ciertos usos
sintácticos como fue entonces que atendió (en lugar de fue entonces cuando
atendió, p. 15); llovió todo el día (en lugar de llovió durante todo el día, p.
16); van a haber más problemas (en lugar de va a haber más problemas, p.
17); ahora es que falta (en lugar de ahora es cuando falta,p. 18); fui y me
devolví (en lugar de fui y me volví, p. 21), o no vi a más nadie (en lugar de no
vi a nadie más, p. 21). Ese mismo autor opina que no se debe decir diábetes
sino diabetes (p. 24), ni restorán sino restaurante (pp. 20 y 50). Algo similar
debe suceder con Franco (1999, p. 197), quien rechaza la palabra diábetes (en
lugar de diabetes) por considerarla un vicio de prosodia, así como antier (en
lugar de anteayer), a la que califica de “barbarismo léxico” (p. 357).2

Conviene señalar que todas las variedades del español, e incluso los modelos
propuestos por las gramáticas, evolucionan con el tiempo a causa de
necesidades y presiones de muy diversa naturaleza. En tal sentido, se
comportan como cualquier otro hábito social. Y, como ocurre con todos los
hábitos sociales, cada cambio genera actitudes muy variadas. Entre todas las
actitudes posibles, es fácil distinguir tres que podríamos considerar
prototípicas: i) una actitud represiva, correctista, que condena la variación y el
cambio, cualquiera que estos sean; ii) una actitud permisiva a ultranza, que los
acepta sin restricciones; y iii) una actitud equilibrada, valorativa, que rechaza
o acepta en función de sólidos argumentos. Analicemos en detalle estas tres
actitudes.

2. ACTITUD “CORRECTISTA”
2
El término antier sí aparece en el DRAE (1992), pero es considerado “familiar”.
Esta actitud se basa en la creencia de que solo hay una variedad aceptable: la
que sigue de cerca el modelo gramatical y léxico propuesto por la RAE.
Adoptan esa actitud –es triste reconocerlo– algunos gramáticos y maestros, y
también, ciertas personas que se consideran “muy leídas” pero que, en el
fondo, parecen leer mucho y asimilar poco. Los correctistas se apoyan en el
conocimiento –real o imaginario– del modelo RAE para despreciar los usos
que divergen de dicho modelo. Al adoptar esa actitud, persiguen un doble
objetivo: tener acceso a un nivel socio-cultural superior, y desvalorizar a las
personas que emplean variedades de habla consideradas poco prestigiosas. 3 Lo
curioso es que, a pesar de todos sus esfuerzos, los correctistas no logran ser
aceptados por nadie. Por un lado, usan un lenguaje tan abundante en formas
obsolescentes y en hipercorrecciones que las personas verdaderamente cultas
no dudan en calificarlos de artificiales. Por otro lado, su lenguaje está tan
alejado del que emplea el hablante común que éste, o se burla de ellos o dice
admirarlos pero “de lejitos”, para usar una expresión muy venezolana. En
cualquier caso, el resultado final es siempre el aislamiento social de estos
“maestros del idioma”.

Lo que podríamos considerar característico de los correctistas es su


inseguridad social, su rigidez lingüística y su apego al modelo que ellos
consideran dotado de mayor prestigio. En el fondo, son personas que no
reflexionan ni sobre las posibilidades expresivas ni comunicativas del idioma,
ni sobre el valor funcional de las distintas variedades y de los frecuentes
cambios. Lo único que saben –muchas veces intuitivamente– es que la lengua
tiene un valor social; por eso tratan de emplear –no siempre con éxito– el
modelo RAE, para ponerse a salvo de una evaluación social negativa.

En contra de la actitud correctista se puede argumentar que la lengua cambia y


se diversifica inevitablemente con el transcurrir del tiempo. Si no fuera así,
todavía diríamos mesmo y vertud. Cabe señalar además que el máximo
organismo en cuanto a la normatividad del español, la Real Academia
Española, no origina los cambios sino que los consagra. Con esto me refiero a
que la RAE va a la zaga de los usos en el sentido de que da carta de
ciudadanía solamente a aquellas palabras o expresiones que los hablantes han
venido empleando desde hace un tiempo más o menos largo. El término
whisky, por ejemplo, fue incorporado como güisqui al Diccionario de la Real

3
Como saben muy bien los psicólogos, la desvalorización de las cualidades ajenas es una forma
común, aunque muy mezquina, de enaltecimiento propio.
Academia Española, en la edición de 1984, muchos años después de que ese
término y la correspondiente bebida circularan ampliamente en nuestro medio.

Notemos, además, que la Real Academia es mucho menos purista y represiva


que los que en ella se apoyan. En la primera página del Esbozo de una nueva
gramática de la lengua española, se lee la siguiente advertencia: “Por su
carácter, pues, de simple proyecto, el presente Esbozo carece de toda calidez
normativa”. Dado que el proyecto de gramática representado por el Esbozo no
ha sido reemplazado aún por ninguna gramática de la Academia, debemos
suponer que desde hace casi treinta años la RAE ha renunciado explícitamente
a la imposición de modelos. Parecería entonces que nuestra máxima autoridad,
en lo que al español se refiere, orienta, describe, da marcos de referencia, pero
no impone. Esa posición, más cercana a los usos reales que a los modelos
literarios del pasado, se hace evidente en la Gramática descriptiva de la
lengua española, obra colectiva dirigida por Bosque y Demonte y que fue
publicada en 1999. Dicha gramática, cuya función no es imponer normas sino
describir en profundidad los usos del español actual, no es obra de la RAE. Sin
embargo, el hecho de que se haya incluido en la colección “Lebrija y Bello”
auspiciada por ese organismo da una idea de la “apertura” de la RAE, apertura
que seguramente se verá reflejada en la futura gramática de la Academia.

2. ACTITUD PERMISIVA

Esta actitud representa la aceptación de los más variados usos del idioma.
Dentro de los hispanohablantes que adoptan una actitud permisiva, habría que
distinguir, a su vez, dos grupos muy diferentes entre sí.

El primer grupo está integrado por aquellos que desconocen o niegan la


importancia de los mecanismos del idioma. Por lo general se trata de personas
que no realizan un esfuerzo individual destinado a mejorar su propio lenguaje.
Desde su perspectiva, el poder hablar es uno de los atributos del ser humano,
como lo es el poder mantenerse erguido o el poder caminar: es un don que se
posee y punto. Dentro de ese orden de ideas, mejorar las destrezas sobre la
lengua resulta tan innecesario para el ciudadano común como esforzarse por
correr los dos mil metros planos cuando no se tiene la intención de competir
en ninguna carrera. “Allá los escritores con sus malabarismos lingüísticos;
para el hombre de la calle basta con hacerse entender”, suelen decir. La
actitud permisiva de este grupo puede obedecer a muy variadas causas:
ignorancia, falta de estímulo, inseguridad, pereza mental, etc. El resultado es
un lenguaje empobrecido, repetitivo, lleno de muletillas y, lo que es más grave
aún, un lenguaje que resulta poco preciso y generalmente inadecuado para
expresar ideas de cierta complejidad conceptual. Páez Urdaneta (1984, p. 159)
señala los peligros de esta actitud hacia la lengua cuando escribe lo siguiente:

Nuestros bachilleres hablan español, pero no saben expresar por


escrito u oralmente nada que no sea una voluntaria o forzada
memorización, una copia de lenguajes ajenos. Así, la gran mayoría de
nuestros ciudadanos educados no “habla”, no participa en la
construcción ideológica de la nación porque, orwellianamente, el
español nacional es posesión de unos pocos.

El segundo de los grupos permisivos es muy diferente al primero: está


constituido por individuos verdaderamente cultos, capaces de expresarse con
gran dominio sobre los más variados tópicos y en los más variados registros.
La actitud permisiva que adoptan es una reacción contra los gramáticos
puristas, es decir, contra esos gramáticos que se enfrentan a un discurso
buscandole los “errores” y las “desviaciones” para condenarlas, sin advertir
que el mismo puede estar lleno de importantes ideas o de hermosas imágenes.
El grupo de los permisivos al que estoy haciendo referencia es un grupo
rebelde. Para sus integrantes, opuestos a cualquier forma de tiranía lingüística,
lo que importan son las ideas, las imágenes, y, cuanto más originales mejor.
Para ellos, el decir se supedita al tener algo que decir. Rosenblat (1969), en su
artículo “Sarmiento y Unamuno ante los problemas de la lengua”, señala a
estos dos escritores del pasado como abanderados de la rebeldía contra la
imposición de los gramáticos. Una actitud semejante a la de estos autores
podemos encontrarla en Venezuela, por ejemplo, en algunos artículos de Juan
Nuño. He aquí un párrafo ilustrativo donde este autor arremete contra los
censores del idioma:

Desde que a Richelieu se le ocurrió la bendita idea de crear una


Academia para que ochenta años después, por borbónica importación,
hicieran otro tanto en España, vivimos los pobres hispanoparlantes
bajo el reino del terror implantado por los augustos gramáticos y sus
acólitos normativistas. No deja de ser curioso que la lengua inglesa no
se porte tan mal mientras disfruta de una total carencia de autoridades
académicas. En la nuestra, los gramáticos con alma de policía viven de
corregir el idioma a cada paso. Y por esa misma actitud fijista
(recuérdese el absurdo lema: “limpia, fija y da esplendor”, más propio
de un abrasivo que de una Academia), terminan por equivocarse
rigurosamente, y llegan a decir las más hilarantes vaciedades.
(El Nacional, C1, 21-12-1985)
En mi opinión, la actitud permisiva de ciertos escritores es peligrosa. Y lo es
porque crea en los jóvenes, sobre todo en aquellos que aspiran a escribir, la
ilusión de que pueden llegar a ser buenos escritores con sólo tener brillantes
ideas. Falso. Que no se dejen engañar. Para comunicarse bien hay que poseer
la maestría del idioma. Los escritores que se consideran a sí mismos
permisivos no predican con el ejemplo; ellos, que han dedicado su vida al
ejercicio de la lengua, presentan sus ideas e imágenes dentro de los más
intachables moldes idiomáticos. Las pequeñas desviaciones que pueden
ofrecer son producto de una gran maestría, no de una gran ignorancia. A modo
de ilustración puedo citar al propio Nuño, que a veces se desviaba de los
modelos consagrados no ya porque hiciera mal uso de los vocablos o de las
construcciones sintácticas del español sino porque de vez en cuando usaba una
expresión propia del lenguaje informal en sus escritos más formales. Pero eso,
no era una falla involuntaria sino un recurso pragmático cuya función era
seguramente buscar la complicidad del lector.

3. ACTITUD EQUILIBRADA

La tercera actitud representa el equilibrio entre el correctismo extremo y una


mal concebida libertad. Dicha actitud se fundamenta en el conocimiento, a
veces intuitivo, de que las amplias posibilidades en el uso de una lengua tienen
dos importantes limitaciones, una relacionada con el código mismo, y otra con
las normas de la sociedad que habla esa lengua.

Con respecto al código, todos sabemos que una lengua es un sistema de


signos. Como sistema, representa un conjunto de posibilidades, muy amplias,
desde luego, pero no inagotables. Dentro del sistema lingüístico del español,
por ejemplo, es una verdad conocida que el artículo debe preceder al
sustantivo. Invertir el orden acarrearía, por lo tanto, una fuerte violación del
código, cuyo resultado sería una oración no sólo agramatical sino también
incomprensible.4

Puesto que toda lengua es un sistema de signos que los hablantes comparten,
resulta evidente que cualquier desviación del código es en principio peligrosa,
pues podría alterar la comprensión del mensaje. Sin embargo, hay
desviaciones permisibles y hasta convenientes: aquellas que, sin desvirtuar la
comunicación, redundan en una mayor economía o en una mayor
4
Pensemos, por ejemplo, en lo poco comprensible que resultaría una construcción como niño el lo
sabe en lugar de el niño lo sabe.
expresividad. Pensemos por ejemplo en el llamado “que galicado”, tan
criticado por los gramáticos y, sin embargo, tan útil en determinados
contextos. Observemos al respecto estas dos expresiones: fue a partir de ese
momento CUANDO me sentí mejor y fue a partir de ese momento QUE me
sentí mejor.5 De las dos, la segunda, que contiene un “que galicado”, es más
económica que la primera (mientras CUANDO tiene dos sílabas, QUE tiene
una sola) y, además, no ofrece ningún tipo de ambigüedad. ¿Por qué no usarla
entonces? De hecho, eso es lo que están haciendo la mayoría de los
hispanohablantes, entre ellos sus más afamados escritores.6 No admitir que
“desviaciones” como la que acabo de ilustrar son altamente justificables es
oponerse a la natural evolución del idioma.7

En relación con el aspecto social de la lengua, cabe recordar que toda


comunidad se rige por un conjunto de normas sociales, muchas de ellas
implícitas. Hay normas para vestirse, para comer, para saludar. También hay
normas para hablar o para escribir. Las normas varían con frecuencia según
las situaciones. En nuestra sociedad venezolana, por ejemplo, el comer pollo
con las manos, costumbre más o menos permisible en cierto tipo de
restaurantes populares, sería totalmente inadmisible en una cena estrictamente
formal. La utilización de palabras como amuñuñado, brejetero, campuruso,
chévere o jartazón, perfectamente aceptable en una conversación familiar,
resultaría poco apropiada en el discurso de un ministro en un acto oficial.

La violación de las normas sociales puede acarrear sanciones. Si una persona


come pollo con las manos en una cena formal, es muy posible que no vuelva a
ser invitada. De igual manera, si emplea un lenguaje inadecuado para la
ocasión, el rechazo social de sus interlocutores no tardará en hacerse sentir.

De la importancia comunicativa y social del lenguaje se derivan dos tareas que


debe cumplir la educación formal: i) crear conciencia entre los estudiantes de
las posibilidades y limitaciones de su idioma, ii) lograr que los educandos

5
Esta última oración es empleada por Benedetti (1980:109).
6
Sobre los usos actuales del “que galicado”, pueden consultarse, por ejemplo, Sedano (1998 y
1999), y Bentivoglio, De Stefano y Sedano (1999).
7
Esto no significa, desde luego, que se esté estimulando el abandono de todos los relativos del
español por la partícula que. Evidentemente hay contextos donde resulta necesaria la repetición de
esa partícula para evitar la ambigüedad, etc.; sin embargo, en otros contextos, como sucede en el
ejemplo de “que galicado” expuesto más arriba, el uso de que es ventajoso, lo cual justifica su
expansión en el español actual.
conozcan a cabalidad la variedad estándar de su comunidad; 8 esa variedad no
es, desde luego, la única que podrán emplear en su vida, pero sí es la única
que les permitirá el manejo del código amplio, en el sentido empleado por
Bernstein (1974), así como el acceso a ciertos medios culturales y sociales.
Olvidarse de la importancia del lenguaje es peligroso y puede resultar
altamente inconveniente.

Las sociedades cambian, sus normas también. Hay normas que eran
verdaderamente impositivas hace cien años y que ahora no lo son. Igual ocurre
con la lengua. Ahora bien, hay varias formas de innovación –o si queremos, de
desviación– dentro de una lengua:

i) hay innovaciones que se justifican lingüísticamente por economía,


expresividad, etc., y que, al mismo tiempo, encuentran un amplio
respaldo social; este sería el caso del llamado “que galicado” en
contextos como el que se mostró anteriormente;

ii) hay innovaciones que, aunque poseen una justificación lingüística,


no encuentran, o no encuentran todavía, el apoyo social de ciertos
grupos. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con la forma hubieron –
en lugar de hubo– en una frase como HUBIERON muchos
estudiantes que protestaron, considerada generalmente “incorrecta”.
El empleo de hubieron, como el de habían, hayan,9 etc., se justifica
lingüísticamente por dos razones complementarias: a) puesto que en
los verbos con un solo argumento este suele ser el sujeto, resulta
natural que, en las construcciones con el verbo “unipersonal” haber,
el sustantivo que lo acompaña se interprete como sujeto y no como
objeto directo; b) a través de formas como hubieron, habían, etc., los
hablantes reanalizan el verbo haber –considerado tradicionalmente
unipersonal y por lo tanto sin un verdadero sujeto– como un verbo
pluripersonal, similar a existir; esto crea una economía en el sistema
del español pues permite reducir el ya escasísimo número de los
verbos unipersonales (llover, nevar, amanecer y algunos más). A
pesar de las razones lingüísticas que justifican su uso, el empleo de
hubieron no se ha extendido (¿todavía?) ni a los escritores ni a las
personas cultas de nuestra sociedad. De ahí se deriva que esa forma
podría plantear problemas de tipo social para su emisor. En
8
Sobre la enseñanza de la lengua en Venezuela, cf., entre muchos otros, Rosenblat (1975), Uslar
Pietri (1981), Páez Urdaneta (1996), Serrón (1998), y Molero de C. et al. (1998).
9
Sobre el empleo del verbo haber unipersonal, cf. Bentivoglio y Sedano (1989); Obediente (1989);
DeMello (1991); Montes de Oca (1991); y Domínguez (1998).
consecuencia, antes de emplear hubieron, el hablante debe evaluar
bien la situación en que se encuentra a fin de no incurrir en un “error
social” que luego podría lamentar;

iii) Hay innovaciones que no tienen una motivación lingüística sino


social. En esos casos, puede ocurrir que la innovación sea el reflejo
de una legítima reivindicación social o bien del deseo de fortalecer el
sentimiento de grupo. Labov (1972), por ejemplo, demostró que la
centralización de ciertas vocales en la isla de Martha’s Vineyard, en
los Estados Unidos, estaba asociada al deseo de identificarse con la
vida y costumbres de ese lugar: centralizaban los que se sentían
orgullosos de vivir en la isla; no centralizaban los que deseaban vivir
en el continente. No todas las innovaciones lingüísticas, sin
embargo, reflejan sanas reivindicaciones sociales; algunas sólo
reflejan ignorancia o, lo que es peor, pérdida de los propios valores y
de la propia identidad. Este es el caso de la palabra casual, muy
utilizada actualmente en Venezuela para hacer referencia a la ropa
informal. El uso de este término no se justifica lingüísticamente por
cuanto resulta homófono con la palabra casual, empleada en el
español general para indicar casualidad, ej.: un encuentro casual.
¿Por qué entonces se está hablando de ropa casual? Pues
simplemente porque los publicistas han puesto de moda esa
expresión copiándola del inglés. La motivación que lleva a los
hablantes venezolanos a emplear la expresión ropa casual es social.
Pero ¿se trata de una motivación socialmente legítima? ¿No estamos
mostrando con ella que somos un país anheloso de asemejarse al
modelo del Norte? Innovaciones como la de ropa casual u otras que
están apareciendo actualmente en nuestro idioma son negativas y,
desde luego, no deberían tener cabida en nuestro repertorio
lingüístico.10

Una profunda reflexión sobre las posibilidades y limitaciones de un idioma


debe por fuerza crear una actitud equilibrada: ni se acepta todo ni se
condena todo. Se aceptan las desviaciones que se consideran funcional,
expresiva y socialmente adecuadas; se condenan aquellas que van en contra
de la claridad del mensaje y de los usos socialmente aceptados. En caso de
10
Se podría argumentar que de nada sirve cuidarse de formas provenientes de otro idioma si no se
cambia la actitud de los hispanohablantes hacia el país de donde proceden esas formas. Es cierto.
Pero hay que empezar por alguna parte. Crear conciencia de los usos dentro de nuestra propia
lengua puede ser el primer paso para generar una sociedad de la que podamos sentirnos
orgullosos.
dudas con respecto a la variedad estándar, un criterio bastante sensato es
observar cómo se comportan los buenos escritores de la actualidad y los
hablantes verdaderamente cultos, a los que adjudicamos sentido crítico y
capacidad de reflexión lingüística. Ellos pueden dar pautas adecuadas por
las que guiar nuestro comportamiento en materia de lenguaje.

De las tres actitudes que se han analizado, la tercera es la más sutil, pues su
puesta en práctica exige dominio del código y una profunda sensibilidad
lingüística y social. Sin embargo, es la actitud más recomendable. La
posición reflexiva que conlleva, así como su sana y bien fundamentada
capacidad crítica, son las bases para que el idioma se diversifique y cambie
pero dentro de los límites permisibles.

Cabe concluir diciendo que las actitudes a las que se ha hecho referencia en
este trabajo emergen de una reflexión basada en el estudio de lo que sucede en
Venezuela. Es obvio, sin embargo, que dichas actitudes se darán también,
aunque con distintas características, en los otros países de habla hispana.
Esclarecer estas actitudes, profundizar en el tema y estimular la actitud más
conveniente ante los cambios del idioma son tareas para los lingüistas,
comunicadores y educadores no sólo de Venezuela sino de todos los países en
los que se habla español.

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