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SOLIDARIDAD

La palabra solidaridad proviene del latín soliditas, que expresa la realidad


homogénea de algo físicamente entero, unido y compacto, cuyas partes
integrantes son de igual naturaleza. Es, según los diccionarios, la adhesión
circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Es también, la entera
comunidad de intereses y responsabilidades. Su raíz etimológica implica un
comportamiento “in-solidum”, de unión inseparable de los destinos de dos o
más personas, físicas o jurídicas. Significa comprometerse y compartir la suerte
de aquel con quien el individuo se hace solidario.

Se entiende la solidaridad como la capacidad de actuación unitaria de sus


miembros articulados en una comunión de fines. Denota un alto grado de
integración y estabilidad interna, la adhesión ilimitada y total a una causa,
situación o circunstancia, que implica asumir y compartir por ella beneficios y
riesgos. Adhesión a valores comunes, que lleva a compartir creencias
relacionadas con los aspectos fundamentales de los planteamientos políticos,
económicos y jurídicos de grupos sociales. Ser solidarios por una verdadera
convicción de igualdad y de justicia.

La solidaridad armónica es la solidaridad etológica o del comportamiento. Se


trata de la empatía, de aquella emoción humana por la cual nos ponemos en el
lugar del prójimo y buscamos que la otra persona no sufra, en un verdadero
acto de amor en beneficio de los demás.

La solidaridad expresa una idea de unidad, cohesión, colaboración como


tendencia humana a asociarse en busca de beneficios compartidos. Es la
determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común. Es
correcto afirmar que la solidaridad es una parte de la caridad. Es falta de
solidaridad cualquier acción que busca el interés propio o de los afines
despreciando el bien de grupos sociales diferentes.

Solidaridad es pues, la determinación firme y perseverante de empeñarse por


el bien de todos y cada uno, ya que todos somos verdaderamente
responsables de todos. La solidaridad es así, uno de los principios de la
filosofía social.

El concepto de solidaridad, para la teología, está estrechamente vinculado con


el de fraternidad de todos los hombres que les impulsa a buscar el bien de
todas las personas. Todos son iguales en dignidad gracias a la realidad de la
filiación divina. Basándose en la experiencia del movimiento obrero, Juan Pablo
II definió la “solidaridad” como “compartir hasta lo necesario para vivir”.

Podemos entender la solidaridad como sinónimo de igualdad, fraternidad,


ayuda mutua; y tenerla por muy cercana a los conceptos de “responsabilidad,
generosidad, desprendimiento, cooperación y participación”.

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La solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los
trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las
naciones y entre los pueblos. La solidaridad a gran escala está íntimamente
ligada con aquella entre individuos, y en ella funda su verdadero valor. La
solidaridad aprovecha los bienes, los distribuye, los comparte, los multiplica.

La disposición permanente de colaborar con el bien común; que une, hermana


y desarrolla a los hombres, es un acto de solidaridad. La solidaridad es parte
de nosotros, está en la naturaleza misma del ser humano y se relaciona
directamente con su también natural tendencia social. El ser humano es un ser
social, pues necesita de otros y otros necesitan de él.

Cuando se enfrentan retos o se intenta superar obstáculos, la solidaridad debe


estar presente, para que con la unión de fuerzas y la comunión de voluntades
se aspire a tener éxito en cualquier misión. Las partes deben articular su acción
para conformar un todo capaz de identificar origen y entender un destino
común que las una, para conducirse como un solo cuerpo.

La falta de entendimiento y cooperación entre las partes sólo asegura su


destrucción y la imposibilidad de conseguir metas o articular acciones que las
beneficien. En esta situación y con esta actitud carente de solidaridad no hay
defensa posible para nadie. Lamentablemente esta situación refleja la realidad
del país.

Dada la incapacidad de alcanzar acuerdos en los distintos sectores de nuestro


país, la resultante fatal será siempre el atraso, el subdesarrollo, la destrucción y
la imposibilidad de avanzar para lograr los crecimientos que nos son vitales
para el beneficio y el desarrollo de todos. La falta de una visión solidaria y la
ceguera de miras evitan privilegiar el interés general de las mayorías.

La dificultad de mirar y reflexionar con visiones de largo plazo para lograr un


país con perspectivas, impide el fortalecimiento del Estado para dar
gobernabilidad a México en el esfuerzo solidario necesario para abatir nuestros
rezagos como nación, lo que nos condena irremediablemente a seguir en el
atraso, la marginación y la pobreza, rebasados por todos nuestros
competidores, no obstante tener mejores condiciones de desarrollo para ello.

En este mundo kafkiano se incentivan conductas con intereses particulares de


verdaderos depredadores de la cohesión y el interés social, que colocan al país
muy lejos de la consolidación de sus expectativas que derivan de su inmensa
riqueza y de sus posibilidades reales de un crecimiento político, económico y
social tan urgente y necesario para los mexicanos.

El objetivo prioritario del crecimiento y desarrollo del país debiera ser el


detonador para unir esfuerzos en aras de la cooperación requerida, propiciando
los acuerdos fundamentales para competir con éxito en el concierto de las
naciones. La única forma conocida de distribuir riqueza es primero crearla para
después repartirla. Sólo los estúpidos y los retrasados mentales no lo
entienden.

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Los mexicanos debemos reconocer nuestros orígenes comunes, nuestra
historia y nuestra cultura como elementos de identidad que permitan la unión y
articulación de esfuerzos para conquistar gradualmente y de manera solidaria,
nuestro destino superior como país de privilegio. Son tantos los enemigos de
México, que pareciera imposible salir de la obscuridad en que vivimos como
sociedad demandante de un mejor futuro para todos.

La falta de unión, solidaridad y cooperación de los mexicanos, nos lleva a ser


vulnerables en la competencia descarnada y sin concesiones del mundo global.
La incipiente democracia mexicana no puede crecer y consolidarse, por la falta
de pesos y contrapesos requeridos para enfrentar con posibilidades de éxito el
inmenso poder de los monopolios públicos y privados, las empresas sin
conciencia social, la corrupción de los sindicatos charros, la podredumbre de
nuestras instituciones de seguridad, los contravalores del narcotráfico, el
abuso, deshonestidad e impunidad de los políticos corruptos, los intereses
inconfesables de partidos políticos sin ideología o interés y compromiso social.

El cuento de las langostas refleja la realidad de México en su enorme falta de


solidaridad. Un pescador carga dos cestos con langostas, uno de ellos sin
tapa. Al ser interrogado sobre la razón de ello, el pescador responde: El cesto
cubierto contiene langostas extranjeras, si no lo tapara, escaparían. El otro
cesto está lleno de langostas mexicanas y no requiere tapa alguna, ya que si
alguna quisiera escapar, todas las demás se le echarían encima y no la
dejarían salir. Ésta es la triste realidad de nuestro país en la que no se
perdonan el éxito ni el crecimiento. La falta de solidaridad y el egoísmo ciego y
absurdo de los pobres de espíritu rayan en la locura y en el suicidio.

ARTURO GONZÁLEZ DE ARAGÓN O.

Mayo de 2007

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