¿Cómo actúa el Banco Central chino? Compra dólares a los exportadores para evitar la
apreciación de su divisa y les da renminbis a cambio. Ahora bien, ese movimiento aislado
de otras medidas de contrapeso generaría inflación. Para evitarla, el Banco Central emite
deuda al mismo tiempo que compra dólares para “esterilizar” el aumento excesivo de la
oferta monetaria. A su vez utiliza los billetes verdes “confiscados” al sector exportador para
adquirir activos estadounidenses, incluyendo bonos del Tesoro, recibiendo como
contrapartida los intereses generados por ellos y pagando los correspondientes a los
tenedores de renmimbis. Si los intereses generados por los activos en dólares son bajos y
los tipos de interés de la deuda china fuesen altos, el Banco Central acumularía activos de
baja rentabilidad mientras emitiría obligaciones de alta rentabilidad. Esto provocaría un serio
problema presupuestario. Para conjurar ese riesgo e impedir que el diferencial de tasas de
interés a favor del renmimbi frente al dólar atraiga flujos de capital que aprecien la moneda
china, el Banco Central fija los tipos de interés por debajo de los estadounidenses y obliga a
los bancos a pagar una tasa de interés baja para los depósitos y también para su propio
endeudamiento.
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10/11/2010 ¿Hay que temerle a China?
dinero por los procedimientos ortodoxos (el alza de las tasas de interés adoptada el 19 de
octubre es insignificante), las autoridades chinas recurren a otros mecanismos, por ejemplo,
el racionamiento cuantitativo del crédito. Sin embargo, esta acción no es neutral. Provoca
graves distorsiones en el funcionamiento de la economía.
Pero la política de bajos tipos de interés practicada por el Banco Central chino produce
otras consecuencias indeseadas. Por un lado reduce la renta de los hogares y de este modo
su consumo. Esto hace al país cada vez más dependiente de la demanda externa para
crecer, serpiente que se muerde la cola. Por otro, la estrategia de dinero barato baja de
manera artificial los costes de capital lo que lleva a las compañías a invertir en proyectos
intensivos en ese factor de producción y, en paralelo, a una sustitución de mano obra por
maquinaria. En un país, con una extraordinaria abundancia de factor trabajo, esa estructura
productiva fabricada por la intervención estatal en los mercados crea muchos menos
puestos de trabajo de los que en teoría cabría imputar a una economía, la china, con tasas
de crecimiento tan elevadas.
Si se analiza con una cierta precisión la coyuntura china es muy similar a la japonesa de
finales de los años ochenta y primeros de los noventa del siglo pasado. Este recordatorio es
muy interesante cuando los apologistas de la amenaza china de hoy esgrimen argumentos
muy parecidos a los de los paladines del imparable auge del Japón en esos gloriosos años
en los que el Imperio del Sol Naciente era la alternativa al capitalismo de corte anglosajón.
Desde esta perspectiva, marginal y heterodoxa, la gran perjudicada de la infravaloración de
su moneda es la economía de la República Popular China. La fascinación de Occidente con
la emergencia del coloso asiático como la gran superpotencia económica del siglo XXI es
una broma como lo fue la amenaza japonesa en las últimas décadas del siglo XX. Fumanchú
sigue siendo un comic o una película de serie B, muy atractiva para espíritus iluminados y
para los tontos de todo tiempo y lugar. Napoleón dijo: “Cuando China despierte, el mundo
temblará”. De momento, ese aserto es una broma.
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