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PRóLOGO

Son innumerables hoy los hombres en quienes se oculta la posi-


bilidad de creer. Esta fe ya no encuentra su expresión debida me-
diante profetas del momento, antes bien se encuentra realmente en
el individuo, pero de manera anónima, y se auxilia del pensar filo-
sófico.
Nuestras cuestiones fundamentales se han convertido en cuestio-
nes para la humanidad. La autoridad eclesiástica de la fe en la reve-
lación bíblica satisface con sus formas actuales cada vez a menos
hombres en su fuero interno, y no conseguirá aunar a las gentes del
globo, ni tan siquiera a las de Occidente. Después de casi dos mile-
nios, la fe en la revelación cristiana organizada en iglesia no ha con-
seguido hacer realidad el ethos de la verdad, de tal manera que me-
diante acciones, práctica de vida, pensamiento o semblanzas perso-
nales, hubiera logrado persuadir a todos.
Sólo en la libertad pueden solidarizarse los hombres. Hoy busca-
mos el suelo sobre el que hombres procedentes de todos los credos
puedan encontrarse razonablemente dispuestos cada cual a apropiarse
de nuevo su propia tradición histórica, a purificarla, a transformada.
pero sin renunciar a ella. El suelo común para la pluralidad de las
creencias sería únicamente la claridad del modo de pensamiento, la
veracidad y un saber fundamental común. Sólo estas condiciones ha-
cen posible la "comunicación" ilimitada en la que los orígenes de las
respectivas creencias se atraen recíprocamente por razón de su se-
riedad.
El lenguaje de la ilustración racionalista. extendido en la actuali-
dad por todas partes, no vincula; antes bien, aísla y esclaviza, pro-
porcionando los componentes del brillo sofístico tras del que se en-
8 Fe filosófica frente a revelación

mascara el engaño del mundo. Únicamente la exploración que pro-


gresa sin fin, adentrándose por todos los horizontes sin agotar ninguno
de ellos, hace libres.
Se afirma que la ciencia moderna nos unirá a los hombres. De
hecho, es valedera para todos y es con todo derecho universalmente
reconocida. Sin embargo, la ciencia aúna a los hombres solamente
en su entendimiento, pero no en cuanto sí mismos, y sin conseguir
en la unanimidad de su razón el suelo común de la vida misma.
El saber científico y el poder técnico son algo maravilloso y su-
blime, e insoslayable incluso para quienes se obstinan en negarlo;
y, sin embargo, equívoco en su claridad y en sus consecuencias. Se
ha convertido en un peligro para los hombres y para su mera exis-
tencia, y su claridad constituye un paradójico oscurecimiento de 10
esencial. Pero también desde esta oscuridad, como desde cada una
de las anteriores, puede el hombre, que mediante el filosofar se torna
auténtica mente tal, encontrar el camino hacia su origen eterno. En
él puede fundarse cuando. con el nacimiento de cada individuo en el
tiempo. tiene que empezar de nuevo y siempre bajo circunstancias
distintas. Hoy debe el hombre dominar su ciencia y su técnica.
Estas páginas quisieran hablar desde el origen de la fe filosófica.
viva desde que los hombres piensan, y quisieran mostrar cómo la
pérdida de la fe en la revelación no excluye en modo alguno la apro-
piación siempre renovada del insustituible contenido de verdad de la
Biblia. Antes bien, en la situación de nuestros días. la transformación
de la religión bíblica para nosotros. occidentales. la de las otras reli-
giones para sus creyentes. y la de la filosofía para todos. resulta casi
palpable.
El título de este libro reza: La fe filosóflca "ante" la revelación.
Si ambas resultaran por siempre irreconciliables. en tal caso yo hablo
desde una de las partes. pero alcanzado por la otra. El título Fe filo-
sófica "y" revelación resultaría inadecuado, ya que implicaría un su-
perior punto de vista fuera y respecto de ambas, al que yo no aspiro.
Mas si la fe filosófica y la fe revelada pudieran encontrarse, sin llegar
a hacerse una, entonces desearía saber qué pueda ayudar a esta po-
sibilidad.

Basilea, junio de 1962. KARL JASPERS

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