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Recopilación, transcripción e inserción de imágenes: Prof.

Salvador Estrada Esparza

Detalle de Mural de Diego Rivera en Palacio Nacional, México, D.F.

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Comentarios:
El presente es un escrito que forma parte del libro: “La lucha de clases a través de la
historia de México”, publicado en 1934, del historiador y político mexicano Rafael Ramos
Pedrueza. Es una especie de compilación de testimonios escritos de fuentes españolas de
la época.
Le agregué imágenes, algunas de códices indígenas que complementan muy bien los
dichos y aseveraciones de los denunciantes hispanos, amén de que dichos códices, de
una u otra forma, están diciéndonos lo mismo.
Las enfermedades infecciosas como la viruela, también influyeron en la disminución de
las poblaciones indígenas, pero, obviamente, las causas fundamentales, las dicen las
fuentes aquí descritas.

Indígenas infectados por viruela.


Códice Florentino.

Quiero dejar en claro, lo que he dicho en ocasiones:

“Por generaciones, a los mexicanos, nos atiborraron con generalizaciones: los „españoles‟,
por ejemplo. Yo he tratado de quitarme esa prejuiciada mira, pues, ni fueron los „españoles‟ de
su época [los responsables de la barbarie]: fue la corona, lo demás se va dando por su propio
peso; ni tienen que ver los „españoles‟ posteriores. Yo, cuando generalizo, quizá también me
equivoque, me refiero a los „españoles‟ como pueblo, tan explotado, vapuleado y martirizado,
como el de la Nueva España, por el mismo verdugo explotador: La corona y sus clases
„circundantes‟. También, la barbarie, manifestada como fuera, se dio aquí, de un imperio a otro.”
(http://www.facebook.com/photo.php?fbid=1763599605826&set=a.1563084393071.2086315.1114196264)

Finalmente, el propósito esencial de este aporte, es que sea retirada, o bien la cabeza,
o la pieza entera y, por lo menos, la alojen en un museo, de la estatua de Cortés pisando
la cabeza degollada de un indígena. Más información en el anterior enlace. Ya se han
retirado muchas estatuas en el mundo: ¿Por qué esa ignominia no? Gracias.

1
Carácter material de la conquista hispánica 1
Sostienen los historiadores reaccionarios que el fin de la conquista
española en América fue la difusión del cristianismo. Investigaciones
basadas en la interpretación económica de la historia, comprueban que la
verdadera finalidad fue materialista: posesión de oro, plata, piedras
preciosas, joyas, minas, riquezas que pudieran adquirirse en poco tiempo,
transformando a los aventureros en grandes señores. Esa interpretación
histórica, comprueba también que la propaganda religiosa no fue un fin,
sino un medio, para la adquisición y conservación de opulentos bienes
materiales. La tendencia religiosa fue siempre inculcar la resignación y la
obediencia, enervando a las masas para impedir toda rebeldía a la inicua
explotación colonial. Frecuentemente encontramos la palabra “Epopeya”
aplicada a la piratería, consumada en gran escala por los conquistadores.
La literatura reaccionaria la prodiga para glorificar a Cortés, a Pizarro y a
otros asesinos y ladrones.

Cortés pisando una cabeza2 Pizarro y la conquista de los incas3

1
— Tomado de: RAMOS PEDRUEZA, Rafael; “La lucha de clases a través de la historia de México”; Ediciones Revista Lux;
México; 1934; págs. 19 a 36.
2
— EFE | El Universal | Medellín/ España | Miércoles 11 de agosto de 2010.
http://www.eluniversal.com.mx/notas/700940.html
3
— Ilustración: http://www.perutourism.com/newsletter2/end.htm
http://wiki.uiowa.edu/display/ColSpanAm/Temas+de+Violencia+en+la+Clase
Comentario: “¡Ah! señor gobernador, miradlo bien por entero: allá va el recogedor y acá queda el carnicero”.
(CIEZA, Vol. cit., 241; PIZARRO, P., 1944, 18).
“El recogedor era el veedor Carabayuelo, y el carnicero era el mismo Pizarro”.
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/america4/cap33.htm

2
Los investigadores y profesores de historia, socialistas, debemos
oponernos enérgicamente a que se califiquen de héroes a los aventureros y
verdugos de hombres, mujeres y niños inermes.
Este cargo no lo hacemos al pueblo español, integrado por grandes masas
de trabajadores quienes con su esfuerzo, sudor y sangre, realizaron la
producción española, sosteniendo —en compañía de los pueblos coloniales,
sus hermanos en el dolor de la explotación— el lujo de reyes, nobles y
gentiles hombres, minoría parasitaria, que en España como en sus colonias,
gravitó sobre inmensas multitudes laboriosas. Ninguna responsabilidad
tuvo el oprimido pueblo español en crímenes monstruosos del millar y
medio de malhechores, audaces y brutales, autores de la piratería
conquistadora. Ninguna ventaja obtuvo el pueblo español —explotado
siempre por reyes y príncipes del estado y de la iglesia—, de los tesoros
arrancados por la conquista y la gigantesca explotación que constituyó el
coloniaje. Antes y después de esa conquista, padeció hambres, miserias y
todas las torturas inherentes al feudalismo, que en España se prolongó
hasta el siglo XVII, y cuyas fuertes raigambres perduran todavía.

Crímenes de la corona y de la iglesia al pueblo español.

Nuestro ataque va directo a los bandoleros sanguinarios; a la realeza y


a la nobleza, ciegas y sordas a las heridas y alaridos de los pueblos
martirizados, a los grandes comerciantes, radicados en la península ibérica,
particularmente en Sevilla y Cádiz y a los residentes en la Nueva España,
avaros insaciables que amasaron enormes fortunas con sudores, lágrimas y
sangre de indios, negros y mestizos.

3
Los cronistas españoles —testigos oculares en su mayoría— sólidamente
documentados, condenan con vehemente severidad, la codicia y perfidia de
los conquistadores y de sus descendientes.

El libro “Carácter de la conquista española en América y en México, según


los textos de los escritores primitivos”, por Genaro García, consigna lo
siguiente:
“No hay para qué decir (escribe Alonso de Zurita), la multitud que se ha
consumido y se consume, llevándolos cargados a las conquistas y
entradas, y otros para servicio de la gente de guerra, sacándolos por
fuerza de su natural, y apartándolos de sus mujeres e hijos, deudos y
parientes, y de ellos volvían muy pocos o ninguno, porque todos perecían
allá o por los caminos, o en llegando a sus casas…
“Y yo oía a muchos españoles decir que el Nuevo Reino de Granada que
de allí a la gobernación de Popayán no se podría errar el camino, porque
los huesos de hombres muertos los encaminaban; y están en los caminos
unas aves que en cayendo el indio le sacan los ojos, lo matan y se lo
comen…
“Y aconteció que indias que iban cargadas mataban a las criaturas que
llevaban a los pechos y decían que no podían con ellas y con la carga, y
que no querían que viniesen sus hijos a pasar el trabajo que ellas
pasaban.
“Y en Guatemala oí decir a un procurador de aquella Audiencia, que
siendo soldado, yendo a una entrada o conquista, vio que atravesando
una ciénaga o pantano, se le cayó a un soldado español la daga y se le
hundió en la ciénaga, y como no la podía hallar, acertó a llegar una india
con su carga y una criatura a los pechos, y le tomó la criatura y echóla en
el lugar donde se le cayó la daga, porque era ya de noche y la dejó allí
plantada; y al otro día volvió a buscar su daga y decía que había dejado a
la criatura por señal.
“Y no hay para qué decir cómo los llevaban en colleras, y el tratamiento
que les hacían por todo el camino y cómo en cansándose el indio o la
india con la carga, les cortaban la cabeza por no pararse a desensartar la
cadena y repartían la carga en los demás”.

Decía el bachiller Luis Sánchez:


“Todos cuantos pasamos a las Indias vamos con intensión de volver a España
muy ricos, lo cual es imposible, pues de acá no llevamos nada y allá holgamos
sino a costa de sudor y sangre de los indios”.

4
Manifestaba por su parte el Oidor Salmerón:

“Es imposible imaginar la avaricia, el desorden y la pereza de los españoles…


Si tienen repartimientos, no piensan sino en sacar de éstos el mayor partido
posible, sin preocuparse absolutamente del bienestar o de la instrucción de los
indios. Si no los tienen, vienen desvergonzadamente a pedirnos con qué vivir…
“Como los españoles en aquel tiempo se veían señores de una tan extendida
tierra, poblada de gente innumerable y toda ella sujeta y obediente a lo que les
quisieren mandar, vivían a rienda suelta, cada uno como quería y se le
antojaba, ejercitándose en todo género de vicios.
“Y trataban a los indios con tanta aspereza y crueldad que no bastaría papel
ni tiempo para contar las vejaciones que en particular les hacían…
“Aunque los indios tuvieren antiguamente esclavos… les trataban como a
parientes y vasallos; los españoles les trataban como a perros”. Podemos
juzgar más exactos a los dominicos residentes en La Española, que dijeron
años antes: “Eran tenidos los perros por los españoles en harta más estima que
no los indios, y más valían”.

El padre Motolinía dice: “Los españoles estimaban a los naturales en


menos que a bestias”.

Fray Juan de Zumárraga escribe que:

“En la provincia (Michoacán), despueblan sus pueblos y casas y han resuelto


(los indios) que se vayan a los montes y ninguno tenga participación con su
mujer, por no hacer generación que a sus ojos hagan esclavos y se los lleven
fuera de su naturaleza… Muchos miles de indios se mataron voluntariamente”.
“¿Qué han de hacer los indios si ven que hay (preguntaba Mendieta),
salteadores asalariados de los ganaderos y estancieros, a trescientos pesos por
año, que les roban y cautivan sus hijos pequeños e hijas llegando a boca de
noche a sus pueblos para cogerlos descuidados y con un achaque los llaman y
cogen y ponen sobre sus caballos y los transportan muy lejos de allí, para que
no atinen a volverse y saben que ninguno de éstos, por ello ha sido castigado?”

Manifestaban a la Emperatriz en 1531 los Oidores de México que:

“De esta suerte Nuño de Guzmán había hecho perecer a quince mil
indios de carga de esta ciudad y de las cercanías”.

5
Nuño de Guzmán quemando vivos a los tarascos.
Fragmento de Juan O’Gorman4

Con toda precisión Gil González Dávila, aludiendo a la iglesia de México,


manifestaba: “En su tiempo, desde el año de 1524 hasta 1539 bautizaron los
religiosos dominicos y franciscanos en México y sus contornos, 10 millones
quinientos mil indios”, lo que comprueba su populosidad.

Pasemos ahora a estudiar la despoblación que produjo en Anáhuac la


conquista.

“Dejamos establecido en el libro segundo cómo Cortés empezó desde


Potonchán la matanza de los naturales y cómo desde Tlaxcala llevó sus guerras
a sangre y fuego, talando de raíz poblaciones enteras: «Y les quemé (nos
manifiesta al referirse a unas cuantas horas de devastación) más de diez
pueblos, en los que hubo pueblos de más de tres mil casas».
No de otra manera acabó la principal provincia de Nueva España, la gran
Tenochtitlán”. “Todos sus habitantes (escribe Dorantes de Carranza), los
acabó la guerra, como acabaron en las islas de Santo Domingo, millón y medio
de indios”. “Aquellas guerras de exterminio, las hambres y pestes que
ocasionaban y principalmente la crueldad cada vez más inhumana con que los
españoles continuaron tratando a los indígenas, fueron causa de que muy
pocos años después de la conquista, hubiesen perecido más de dos millones de
indios en la Nueva España”. Documentos de América, tomo XI, página 245.

4
— http://www.flickr.com/photos/dolgin/3283615922/.

6
En una relación de 1579 sobre la provincia de Tabasco consta lo
siguiente:

“Tiene esta provincia de Tabasco tres mil indios escasos; han venido a
mucha disminución desde su pacificación por haber sido poblada de más
de treinta mil indios”.

Otro tanto pasó en Otzolotepec:

“Siendo 30,000 los vecinos que en él había cuando entró el Marqués del
Valle, ahora se hallan sólo ochocientos tributarios”. Tomo IX, página
225, Documentos de América.

En 1552 escribían varios religiosos a la monarquía española acerca del


nuevo reino de Galicia:

“Y cuanto a los servicios personales de pueblos y esclavos y naborías e


indios de carga, es tanta la disolución y desorden que… tenemos por
cierto, como por experiencia hemos visto, se acabarán los indios, que
quedan como en muchos valles y provincias donde solía haber mucho
número de pueblos y gente, está ya todo destruido; lo cual no se puede
dejar de sentir sin gran dolor y lágrimas”. Cartas de Indias, página 109.

Corriendo los años, y la destrucción de los naturales no cesó; poco


tiempo después de escrita la carta que acabamos de citar escribía Alfonso
de Zurita acerca de la Nueva España en general: “No hay la tercia parte de
la gente que había”.

Hacia 1584 vino a México como Comisario General de su Orden Fray


Alonso Ponce; en la relación de su viaje se asienta respecto a Texcoco:

“Dicen que cuando llegó ahí el Marqués del Valle la primera vez, había
60,000 indios de guerra, y que pasados algunos años los contaron y no
hallaron sino 18,000, y cuando el padre Comisario General llegó ahí,
apenas había 5,000, y de esta manera van mermando en toda la Nueva
España, así por pestilencias y mortandades que ha habido, como por
malos tratamientos que les han hecho”.

7
Fray Bartolomé de las Casas, en su “Historia de la destrucción de los
indios”, dice:
“En la isla Española, que fue la primera, como decimos, donde entraron
cristianos y comenzaron los grandes estragos y perdiciones de estas gentes y
que primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a tomar las
mujeres e hijos a los indios para servirse y para usar mal de ellos y comerles
sus comidas que de sus sudores y trabajos salían; no contentándose con lo que
los indios les daban de su grado, conforme a la facultad que cada uno tenía,
que siempre es poca, porque no suelen tener más de lo que ordinariamente han
de menester y hacen con poco trabajo, y lo que basta para tres casas de a diez
personas cada una, para un mes, come un cristiano y destruye en un día, y
otras muchas fuerzas y violencias y vejaciones que les hacían, comenzaron a
entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo.
“Y algunos escondían sus comidas y otros sus mujeres e hijos, otros húyanse
a los montes para apartarse de gente de tan dura y terrible condición.

“Los cristianos dábanles de bofetadas y puñadas y palos, llegando a poner las


manos hasta en los señores de los pueblos.

Códice Kingsborough y Lienzo de Tlaxcala (fragmentos).


Encomenderos abusando de indígenas.

“Y llegó esto a tanta temeridad y desvergüenza, que el mayor rey de toda


una isla, un capitán cristiano, le violó por fuerza su propia mujer. De
aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar a los cristianos
de su tierra; pusiéronse en armas, que son harto flacas y de poca
resistencia, y menos defensa (por lo cual todas sus guerras son poco más
que acá juegos de cañas y aun de niños).

8
“Los cristianos con sus caballos, espadas y lanzas, comienzan a hacer
matanzas y crueldades extrañas en ellos.5

“Entraban en los pueblos, ni dejaban niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni


paridas, que no desbarrigaran y hacían pedazos, como si dieran en unos
apriscos.

Fragmento de Lienzo de Tlaxcala.

“Hacían apuestas sobre quien de una cuchillada abría el hombre por


medio o le cortaban la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas.

5
— Códice Florentino y: http://www.miniaturasjm.com/uniformologia/uniformes-los-conquistadores-espaoles/.

9
“Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas y daban de
cabeza con ellas en las peñas. Otros daban de cabeza con ellos en los ríos por
las espaldas, riendo y burlando, y cayendo en el agua decían: «bullis cuerpo de
tal». A otras criaturas metían en la espada con las madres juntamente y todos
cuanto delante de sí se hallaban. Hacían unas horcas largas que juntasen casi
los pies a la tierra y de 13 en 13, a honor y reverencia de nuestro Redentor, y de
los doce apóstoles, y poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros
ataban y liaban todo el cuerpo de paja seca, y pegándole fuego, los quemaban.

6
Grabados de Théodore de Bry
“Otros, y todos los que querían tomar a vida, cortábanles ambas manos y de
ellos llevaban colgando y decíanles: «Andad con cartas» (conviene a saber);
llevad las nuevas a las gentes que están huidas en los montes. Comúnmente
mataban a los señores y nobles de esta manera: que hacían unas parrillas de
varas sobre horquetas y atáñanlos en ellas, poniéndoles por debajo fuego
manso, para que poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos
desesperados, se les salían las ánimas.

Cortando las manos Quemando a fuego lento

6

http://portales.mx.cervantesvirtual.com/bib_autor/bartolomedelascasas/pcuartonivel.jsp?conten=imagenes&pagina=imag
enes3.jsp&tit3=Grabados+de+Th%E9odore+de+Bry.

10
“Una vez vide que, teniendo en las parrillas quemándose cuatro o cinco
principales y señores (aún pienso que había dos o tres pares de parrillas
donde quemaban otros), y porque daban pena al capitán y le impedían el
sueño, mandó que los ahogasen; y el alguacil, que era peor que el
verdugo que los quemaba (y sé cómo se llama y aún sus parientes conocí
en Sevilla), no quiso ahogarlos, antes les metió palos en las bocas, para
que no sonasen, y atizándoles el fuego hasta que se asaron despacio,
como él quería.
“Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas. Y
porque toda la gente que huir podía se encerraba en los montes y subía a
las sierras, huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan
feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano,
enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos, que en viendo un
indio le hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían
que si fuera un puerco.

Lienzo de Tlaxcala y dibujo de T. de Bry.

“Estos perros hicieron grandes estragos y carnicerías, y porque algunas


veces, raras y pocas, mataban los indios, algunos cristianos, con justa razón y
santa justicia, hicieron ley entre sí que por un cristiano que los indios matasen,
habían los cristianos de matar cien indios”.

Todo este libro denuncia crímenes semejantes. La población indígena


isleña fue totalmente aniquilada en veinte años; para repoblarla se trajeron
negros africanos. En el mismo volumen Las Casas afirma que en 40 años,
los españoles asesinaron en América 15 millones de indios.

11
Fray Servando de Teresa y Mier [sic], criollo y sacerdote católico, afirma
que los españoles quitaban a los indios sus ídolos de piedra y que si
entregaban oro, plata o pedrería, se los devolvían para que continuasen
adorándolos. El mismo autor y otros de indiscutible prestigio, afirman que:
“La conquista y el coloniaje impidieron a los indios asearse, pues se les
prohibió bañarse obligándolos a robar para vivir y embruteciéndolos con
pulque, aguardiente y fanatismo”. 7

Los reyes de España admiraban muchas de las leyes de los pueblos


aborígenes por justas y acertadas; entre ellas, mencionamos la que imponía
mayor castigo al delincuente de alta posición que al humilde trabajador,
por igual delito, considerándolo más responsable y más pernicioso su
ejemplo. En 300 años de “civilizadores” no enseñaron a los indios a leer ni a
escribir. Continuaron siendo bestias de carga, nutriéndose con maíz y frijol,
pero en menor cantidad, trabajando más, por lo que su alimentación fue
deficiente.

Los indígenas como bestias de carga. Lienzo de Tlaxcala.

7
— ¡Qué interesante! El origen del “mexicano fodongo” está aquí: por imposición y costumbre. Además, tal y como dijera
Goebbels ca. De 150 años después: “A la gente se le controla por medio del espectáculo, del entretenimiento”:
http://www.youtube.com/watch?v=dD2x-R9l0DI&feature=fvsr , claro que también con fanatismo religioso: La virgen de
Guadalupe, mito al cual, también se opuso Fray Servando: Muy adelantado para su época. Mis respetos para él:
http://www.mexicodesconocido.com.mx/fray-servando-teresa-de-mier.html ;
http://www.letraslibres.com/index.php?art=7292.

12
En las colonias americanas pertenecientes a España, se calcula que había
a principios del siglo XIX, 20 millones de habitantes (Pereira, Historia de
América), y que sólo el uno por ciento eran españoles, o sean 200,000.
En la Nueva España, al comenzar la guerra de independencia, había
6.000,000 de habitantes, y sólo 60,000 peninsulares. Para estos pequeños
grupos y sus familias (1.000,000 de personas en toda la América Española;
300,000 en la Nueva España), eran cultura, teatros, fiestas de arte y
escuelas superiores.
Para las enormes masas indígenas no había más cultura que la enseñanza
de la doctrina cristiana resumida en el deber de resignarse en esta vida a
todas las injusticias y explotaciones, para salvar las almas, destinadas en la
otra a eterna bienaventuranza.

Evangelización a indígenas. En segunda imagen: "Justicia que se hizo de un cacique de Tlaxcala


8
porque había reincidido en ser idólatra; habiendo sido cristiano, se había ido a unas cuevas a idolatrar" .

La conquista destruyó millones de vidas, obras de arte, templos, palacios,


monumentos, estatuas, pinturas, códices, archivos y bibliotecas, conteniendo
copiosa producción científica.
Todo lo que no podía transportarse y aprovecharse materialmente, estaba
condenado a la destrucción. En cambio, no fueron destruidos ni ocultados el oro,
las joyas y los objetos de valor negociables. Este fue el verdadero carácter de la
conquista española en América y su real finalidad fue absolutamente
materialista, aunque valiéndose de medios y apariencias espiritualistas.

8
— http://www.uaq.mx/ingenieria/publicaciones/boletin/articulo/gaviria/ixtla.html .
http://www.montero.org.mx/speluncam.htm#slideup. En Diego Muñoz Camargo.

13
La propiedad de la tierra y la organización del trabajo en la Nueva
España no mejoró sino conservó, y en algunos aspectos, empeoró la
condición de las clases productoras. En vez de ser el emperador azteca el
primer propietario de la tierra, lo fue el rey de España; en lugar de tierras
para los guerreros indios, aparecieron los enormes latifundios, donados a
los conquistadores y a sus descendientes (tierras realengas y mercedes
reales), para premiar hazañas y amistades con los soberanos españoles.

Los derechos de los sacerdotes aztecas fueron sustituidos por los derechos
de los sacerdotes católicos. Cuando la independencia se inició, la iglesia era
dueña de las tres cuartas partes de la riqueza colonial. Lucas Alamán,
historiador católico, exaltado reaccionario y testigo presencial de las
condiciones en que se encontraba la colonia, afirma que: “la riqueza de la
iglesia era inmensa y el clero era un enorme acreedor hipotecario”. El oro, la
plata, las gemas, los tesoros de orfebrería, que en otro tiempo pertenecían a
las noblezas aborígenes, pasaron transformados y “cristianizados” a los
templos católicos, a los príncipes de la iglesia y a los grandes funcionarios
de la colonia.
El cristianismo se transformó en gigantesca empresa bancaria,
obteniendo fabulosas ganancias y cuantiosos réditos por préstamos
hipotecarios. El crecido número de clero regular y secular, parasitario,
pesaba abrumadoramente sobre las masas productoras, obligadas a
sostenerlo. Había conventos, por ejemplo, con 100 monjas y 500 servidoras.
Los pocos frailes que al principio de la colonia llegaron en la miseria,
viviendo de la mendicidad, se convirtieron en compacta multitud,
propietaria de haciendas, iglesias, palacios y empresas lucrativas.

Los calpulli y calpullalli —tierras para los pueblos— fueron sustituidos


por los ejidos y fundos legales para asentar poblados. Los artífices y
artesanos fueron agrupados en barrios y calles de las principales ciudades
de la Nueva España (plateros, talabarteros, tejedores), con la diferencia de
que estos gremios estaban regidos por cofradías, cuyo patrón era algún
santo o santa, a fin de que su carácter religioso permitiese al clero
intervenir en sus asuntos interiores y refrenar todo intento de
mejoramiento económico, predicando siempre la pobreza, la humildad y la
renunciación a los bienes materiales. Esta clase estaba en condiciones
parecidas, aunque inferiores a la de los productores técnicos de Anáhuac.

14
La gran masa indígena estaba destinada al peonaje, a los rudos trabajos
de minas y a transportes de mercancías. Los negros, más resistentes,
vendidos y comprados en calidad de esclavos, hacían también trabajos
agotadores. Gran parte del mestizaje dedicábase a oficios y actividades
inferiores, recibiendo cortos jornales; el asignado a los indios (refiere
Humboldt), era de dos reales diarios, mermado por tributos, tiendas de
raya, deudas y réditos patronales. Las castas (población de color, resultante
del cruce de razas [sic]9 diversas, blancos, indios, negros y sus descendientes
subdividiéndose cada vez más con el transcurso del tiempo), se llamaban
“infames” y se veían con desprecio.10 Hombres y mujeres pertenecientes a
ellas, no podían usar “alhajas, bordados, armas, insignias, condecoraciones,
trajes de damas y caballeros, ni concurrir a fiestas y espectáculos a donde
asisten los nobles y las personas de sangre pura”. Los negros, esclavos
legales; los indios, esclavos de hecho, no podían tener armas ni caballos.
Los indios eran “gentes sin razón y menores de edad” cualesquiera que
fuesen sus años y sexo, y no podían otorgar documentos de compra venta
mayores de $5.00. Esta era la verdadera situación de los habitantes de las
colonias españolas en América.
Además, la mitad del presupuesto (que era de 20.000,000 de pesos de
ingresos anuales), salía de la Nueva España para la metrópoli y otras
posesiones, carentes de recursos, dejándose de realizar urgentes mejoras en
el territorio productor de esa suma; caminos, irrigaciones, hospitales y
escuelas. Agréguese la estrangulación de la agricultura, la industria y el
comercio, para que obtuviesen grandes ganancias los terratenientes de la
Nueva España, los industriales de la península y los comerciantes de
ambas; por lo que sólo se cultivaban pequeñas superficies de las grandes
haciendas, se impedía el establecimiento de industrias en las colonias,
destinándolas a vastos mercados de consumo de la industria ibérica; se
prohibía comerciar a las colonias entre sí y con otros países, permitiéndose
únicamente con la metrópoli y por determinados puertos, conducente todo
ello al enriquecimiento de unos cuantos mercaderes. Afirman historiadores
reaccionarios, que el gobierno colonial fue excelente y que una paz venturosa
para todos sus habitantes fue su benéfico resultado. La falsedad es absoluta.

9
— Ramos Pedrueza utiliza un término de su época pero en la actualidad no es correcto:
“Las razas biogeneticamente no existen”: http://www.facebook.com/seemx7/posts/151120528286072 .
10
— Para mayor información de esta división racista y discriminatoria, véase:
http://americas.sas.ac.uk/publications/docs/genero_segunda4_Castro.pdf .

15
Las conspiraciones, insurrecciones y tumultos, precursores de la guerra de
independencia, comprueban lo contrario. De 1521 a 1810, hubo 8 conspiraciones, para
arrancar a España la más rica de sus colonias, dirigidas sucesivamente por: el propio
Cortés; su hijo, el Marqués del Valle; el duque de Escalona, virrey; Lombardo de
Guzmán, criollo, sabio, genial y desequilibrado; Pedro de la Portilla, recaudador de
rentas de la capital de la colonia; José de Iturrigaray, virrey; el capitán García Obeso;
el cura Hidalgo. Insurrecciones hubo en todas las regiones de la extensa colonia. Los
negros, particularmente en las selvas veracruzanas, levantáronse contra sus verdugos.
El indio Mariano de Nayarit y el panadero Jacinto Canek en Yucatán, acaudillaron
rebeliones tumultuosas. En la muy “noble y leal” Ciudad de México, un gran tumulto
provocó el incendio del Palacio Municipal y difundió el pánico entre los habitantes, con
la presencia de masas indígenas, enloquecidas por el hambre y los malos tratamientos
(fines del siglo XVIII). Durante los tres siglos de la dominación hispánica, muchas
tribus indígenas prefirieron vidas trashumantes en selvas y serranías, preñadas de
peligros, cazadas como fieras, antes que incorporarse a la “civilización”. Millares de
indios perecieron en esa vida, prefiriendo la muerte a una existencia miserable,
particularmente en el norte de la Nueva España. Las rebeliones fueron algunas veces
vencidas por la intervención de hábiles prelados, quienes consiguieron con sus prédicas
sujetar a las masas y calmar su desesperación. Las más fueron ahogadas en sangre,
asesinándose cruelmente a sus jefes, como a Jacinto Canek en Yucatán…

Nunca los aprovechados del coloniaje permiten que se instruyan los


explotados. En Nueva España, sólo existían 29 centros culturales y 11,118
iglesias, al comenzar la guerra de independencia. Si hubiera sido a la inversa,
la situación del pueblo habría sido muy distinta.

Lienzo de Tlaxcala.

16
“Rafael Ramos Pedrueza [miembro de la Liga Internacional de Escritores
Revolucionarios] (n?-1943) es conocido dentro del panorama de la historiografía mexicana
por ser el primero que introdujo, de manera rigurosa, el análisis marxista aplicado a la historia
nacional. Sus primeros trabajos históricos son apenas breves folletos, como Rusia
soviet y México revolucionario y Vicente Guerrero, precursor del socialismo en
México (1922); José María Morelos, precursor del socialismo en México (1930), y Francisco
Javier Mina, representativo de la lucha clasista en Europa y América (1937), obra prologada
por Félix Gordon Ordaz. Su obra de mayor trascendencia es La lucha de clases a través de
la historia de México, aparecida por primera vez en 1934, y que en menos de diez años
alcanzaría dos ediciones más, corregidas y aumentadas. Nadie se ha ocupado
historiográficamente de este autor. Los datos bibliográficos se han obtenido de Luis
González et al., Fuentes de la historia contemporánea de México, 3 v., México, El Colegio de
México, 1961-1962, y Lecturas históricas mexicanas, 5 v., selección, prefacio, notas y tablas
cronológicas de Ernesto de la Torre Villar, México, Empresas Editoriales, 1966-1971, t. IV, p.
251”:

http://www.iih.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc05/048.html#nf7

http://books.google.com.mx/books?id=izp91Macu7EC&pg=PA468&lpg=PA468&dq=rafael+ramos+pedrueza+mu
ere&source=bl&ots=FzMyFK3JCz&sig=3AeJS0w1YnArt_T0CWZcbYShfRI&hl=es&ei=x9uOTcL5JoK_gQfNlq29
DQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=4&ved=0CCgQ6AEwAw#v=onepage&q&f=false

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