EN LA VIDA CORRIENTE.
Bogotá.
Introducción.
S. Ignacio de Loyola, en su primera anotación, compara los ejercicios espirituales con los
ejercicios corporales. Dice que, por ejercicios corporales, entendemos todo modo de
ejercitar el cuerpo, como es, caminar, trotar, correr. De manera semejante, por ejercicios
espirituales entendemos toda manera de ejercitar el espíritu, por ejemplo, el examen de
conciencia, la meditación, la contemplación, la oración vocal, la oración mental, etc.
Son los Ejercicios Espirituales que este santo compuso, para distintas clases de personas y
que duran, aproximadamente, un mes, con una intensidad de 4 o 5 meditaciones al día. Los
ejercicios espirituales de tres días, o de ocho días, son acomodaciones que hicieron, después
de la vida del santo.
Son una acomodación, que el mismo S. Ignacio hizo, en su anotación 19, para que
personas muy ocupadas pudieran hacer sus Ejercicios Espirituales. Aquí seguimos ese
método, propuesto por el mismo S. Ignacio. Comprenderán una meditación diaria, de una
hora, por unos cinco meses.
Condiciones:
Finalidad.
No se pretende, con estos Ejercicios, formar maestros del espíritu, sino sacar provecho
espiritual de la experiencia ignaciana.
No se pretende hacer una elección definitiva sobre el estado de vida, pues estos ejercicios
están dirigidos a personas ya establecidas en un estado de vida, y con profesión bien
definida.
No se pretende hacer gran reforma de la vida, pues estos Ejercicios están dirigidos a
personas que ya tienen la vida bien ordenada.
Lo que sí se pretende es hacer algunos propósitos que den mayor categoría a nuestro tenor
de vida
También se pretende lograr una familiaridad con Dios. Un trato fácil y frecuente con Dios
nuestro Señor, junto con un verdadero fervor en el servicio de Dios y del prójimo.
Presupuesto.
San Ignacio comienza sus ejercicios con el siguiente presupuesto: “... Se ha de presuponer
que todo buen christiano ha de ser más prompto a salvar la proposición del próximo, que a
condenarla; y si no la puede salvar, inquira cómo la entiende, y si mal la entiende,
corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien
entendiéndola, se salve.”
En cada uno de los ejercicios se indicará la manera de hacerlo. La persona que no tiene
práctica en meditar, puede hacer los ejercicios por escrito, es decir, consignar, por escrito,
sus reflexiones sobre los temas que se irán proponiendo. Después de un tiempo, ya podrá
hacer meditación sin necesidad de acudir al escrito. De todas maneras, este es un tema que
conviene conversar con el maestro del espíritu, que debe acompañar al que hace los
ejercicios.
PRIMER MES
Por purificación del alma se entiende el librarla, tanto de los pecados e imperfecciones,
como de las inclinaciones al mal.
Si el maestro del espíritu, que debe acompañar al ejercitante, juzga que su alma ya está
suficientemente purificada, puede suprimir algunas de las meditaciones.
PRIMERA SEMANA
del primer mes
PRINCIPIO Y FUNDAMENTO.
Texto: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor.”
(Ejercicios de S. Ignacio).
Nuestro Señor Jesucristo, en su parábola del juicio final, da el cielo a los justos porque tuvo
hambre y le dieron de comer, tuvo sed y le dieron de beber. Entonces los justos le
preguntarán cuándo le dieron de comer o de beber; y el rey les responderá: cuando lo
hicisteis con uno de estos pequeños hermanos míos, lo hicisteis conmigo (Cf. Mt. 25, 31ss).
No cabe duda, pues, de que, cuando servimos al prójimo, servimos a Dios.
Pero, ¿cómo podemos servir al prójimo? Todas las profesiones honestas son servicio al
prójimo. Al prójimo sirve el agricultor y el ganadero, porque proveen los alimentos; pero
también lo sirve el policía, el soldado, el comerciante, el médico, el abogado, etc. Repito:
todas las profesiones honestas son servicio al prójimo. También el sacerdote y el religioso
sirven al prójimo de muchas maneras. En la vida matrimonial se sirve a Dios por la ayuda
mutua que se dan los esposos y por el cuidado de los niños.
Coloquio. Terminar con un coloquio, es decir, con una conversación con Dios Nuestro
Señor, dándole gracias por habernos señalado fines tan altos a nuestra vida. Por último,
rezar un Padre Nuestro de manera pausada.
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Día 2°: Meditación sobre el fin último del hombre: La salvación eterna.
Texto: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y
mediante esto salvar el alma”. (Principio y Fundamento).
A nosotros nos pasa lo mismo que a Jesús. En su vida mortal parecía un hombre
cualquiera: vestía como un hombre, hablaba como un hombre, y como un hombre se
alimentaba, dormía, descansaba y trabajaba. Pero, cuando resucitó, se manifestó lo que era:
el Hijo de Dios. Nosotros, también, parecemos simples hombres en esta vida pero, cuando
muramos, se manifestará lo que somos: los hijos de Dios.
Lo que hace a Dios infinitamente feliz, es la posesión de sí mismo, el Bien Infinito. Pues
una participación de la felicidad de Dios será lo que constituya la felicidad nuestra. Es algo
que no se puede ni imaginar ni decir (Cf. 1 Cor. 2,9). Esa felicidad es tan grande, que los
teólogos piensan que necesitamos un refuerzo especial (el lumen gloriae), para no ser
destruidos por tanta felicidad.
Tercera consideración. El plan de Dios. ¿Tenía Dios algún propósito, algún plan, cuando
creó el universo? Naturalmente que sí. Hace unos 15.000 millones de años, cuando Dios
creó la esfera primordial de energía pura, que al estallar formó el actual universo, ya desde
entonces Dios tenía un plan: poblar con hombres, al menos, el pequeño planeta tierra y
destinarlos a todos al reino de los cielos (Cf. 1 Tim. 2,4). Ese fue el plan grandioso de Dios
con la humanidad y con cada uno de nosotros. Pero ese plan, esa salvación eterna, es
obligatoria, so pena de frustrar el plan de Dios y nuestra misma existencia. Esa salvación
eterna es la que da sentido a nuestra existencia. Nuestro ser se dirige hacia allá.
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Día 3°: Meditación sobre la finalidad de las cosas.
Texto: “Y las otras cosas, sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que
le ayuden en la prosecución del fin para que es criado”. (Principio y Fundamento)
Primera consideración: finalidad de las cosas naturales. Hoy hay una ciencia nueva: la
ecología, que estudia la naturaleza, como morada del hombre. Entre los ecologistas, existe
una posición extrema, que sostiene que el hombre es, únicamente, una parte de la
naturaleza y, por tanto, subordinado a la naturaleza. De allí deducen que hay que sacrificar
unos cinco mil millones de hombres, mujeres y niños, para que la raza humana no
perjudique a la naturaleza. Esa teoría tendría razón si el hombre no tuviera un alma
espiritual y si no hubiera sido creado para la vida eterna.
Pero como el hombre sí tiene un alma espiritual, y está destinado a la vida eterna, entonces,
la naturaleza es para el hombre. El hombre la puede subordinar a la satisfacción de sus
necesidades: puede extraer los minerales de la tierra, puede arar los campos, puede cultivar
las plantas, puede domesticar a los animales y puede decretar la extinción de alguna especie
perjudicial (como de algún microbio). Todo eso lo puede el hombre, y lo está haciendo ya,
pero con la condición de que llegue a la vida eterna.
Dios, pues, nos dio el aire para que lo respiremos, el agua para que la bebamos, las fibras
naturales y las sintéticas para que nos vistamos, los frutos de la tierra y la carne de los
animales para que nos alimentemos, la madera y los metales para que nos sirvan. Pero
Dios espera que, con eso, lleguemos a la vida eterna.
Es verdad que el hombre debe cuidar la naturaleza, pero para que lo sirva mejor; lo mismo
que tenemos que cuidar nuestros vestidos, para que ellos nos sirvan mejor.
Segunda consideración: finalidad de las cosas culturales. Los bienes de la cultura son,
también, “cosas” que ha puesto Dios para el servicio del hombre, para que le ayuden a
conseguir la salvación eterna.
La ciencia ha llegado a adquisiciones admirables, lo mismo que la técnica, que produjo los
aparatos que llevaron al hombre a la luna. Pero, por admirables que sean la ciencia y la
técnica, ellas son para el hombre, para que le ayuden a llegar a la eternidad.
El hombre ha progresado, también, mucho en los bienes sociales: la organización social, los
derechos civiles, los derechos del hombre. Pero la finalidad de todo ello es garantizarnos
una vida digna, en esta tierra, y ayudarnos a llegar a la vida eterna.
Coloquio. Hacia el final de la oración, entablar una conversación con Dios nuestro Señor,
agradeciéndole los grandes bienes que nos ha concedido y rogándole que, con ellos,
lleguemos a la vida eterna. Terminar con un Padre Nuestro.
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Día 4°: Meditación sobre el uso de las criaturas.
Texto: De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas (de las criaturas), cuanto
le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas (de las criaturas) quanto para ello le
impiden”. (Principio y Fundamento).
A este texto se le ha dado el nombre de la regla del “tanto cuanto” en el uso de las criaturas.
Primera consideración: el uso de las cosas naturales. Aplicando la regla del “tanto
cuanto”, al uso de las cosas naturales, se sigue, por ejemplo, que el alimento debo usarlo
“tanto cuanto” sirva para sustentarme, trabajar y caminar hacia la vida eterna; y del
alimento debo abstenerme “tanto cuanto” perjudique mi salud y me impida caminar hacia la
vida eterna. Lo mismo se diga del vestido, la habitación, la cama, las cobijas, la gasolina,
el agua, la electricidad, etc.
Segunda consideración: el uso de los bienes culturales. Aplicando la regla del “tanto
cuanto” al uso de los bienes culturales, podemos llegar a las siguientes aplicaciones:
La ciencia. De la ciencia debo usar “tanto cuanto” me sirva para cultivar mi espíritu y para
trabajar con la debida competencia; pero, si el dedicarme al estudio, me aparta de mis
obligaciones, en ese caso yo debo abstenerme de la especulación y de la investigación pura.
La técnica. Por ejemplo: el uso de un carro. Del carro debo usar “tanto cuanto” sirve para
el trabajo; pero del carro debo privarme “tanto cuanto” me desvía de mis obligaciones, pues
no puedo dedicarme a pasear todos los días, ni a hacer recorridos inútiles.
Las artes. Si soy un artista, es natural que yo me dedique al cultivo del arte; pero si no soy
un artista y tengo otras obligaciones en la vida, entonces del arte puedo usar “tanto cuanto”
me ayude en la vida; pero del arte debo abstenerme “tanto cuanto” me aparta de mis
obligaciones. Por ejemplo, si soy un obrero de la construcción, no puedo dedicarme a la
danza clásica y abandonar el trabajo; pero sí podría oír música, mientras trabajo.
El orden jurídico. Si soy un abogado, entonces me puedo dedicar al estudio del orden
jurídico. Pero, si soy un médico, entonces empleo el orden jurídico “tanto cuanto” lo
necesito para mi profesión; pero debo abstenerme de la especialización en el derecho “tanto
cuanto” me impide cumplir mis deberes.
Hacer aplicaciones semejantes a otras realidades de tipo social: las costumbres, las leyes,
las organizaciones, los roles, la familia, la posesión de bienes materiales, etc.
Coloquio. Entablar una conversación con Dios, sobre el tema de la meditación, y acabar
con un Padre Nuestro, rezado de manera pausada.
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Día 5°: La indiferencia ignaciana.
Texto: “Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo
que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal
manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que
pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás;
solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.
(Principio y Fundamento).
Notas introductorias: 1) San Ignacio nos pide, pues, ser indiferentes a toda cosa creada;
pero el mismo S. Ignacio pone límites a esa indiferencia, a saber: “en todo lo que es
concedido a la libertad ... y no le está prohibido ...” 2)Como estos ejercicios están
dirigidos a personas ya establecidas en la vida, pues al casado no se le puede pedir
indiferencia con su mujer ni con sus hijos. Teniendo esto en cuenta, ya podemos entrar en
materia.
Consideraciones:
Indiferencia al honor y al deshonor. Todos debemos procurar tener buena fama y que
nuestra buena vida sea reconocida. En eso consiste el honor. Sin embargo, si el Señor
permite que nos venga alguna calumnia, debemos estar preparados para sobrellevarla
Indiferencia a la vida larga, o a la vida corta. La vida es un bien muy precioso, que hemos
recibido de parte de Dios. Debemos cuidarla y enriquecerla con virtudes y conocimientos.
Pero debemos estar dispuestos a aceptar la voluntad de Dios, cuando el nos llame.
Coloquio. Al final de la oración, entablar una conversación con el Señor sobre lo tratado en
ella; y acabar con un Padre Nuestro, rezado de manera pausada.
Notas previas.
La voluntad se ejercita procurando suscitar los afectos que están de acuerdo con la materia
de la meditación, como por ejemplo, dolor de los pecados, amor a Dios, alegría, etc.
Esta manera de hacer oración, por el ejercicio de las tres potencias, se empleará mucho
durante estos Ejercicios.
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Día 1°: Meditación sobre el pecado de los ángeles.
N.B.: 1) Hoy hay teólogos que dudan de la existencia de los ángeles; pero de su valor
simbólico y pedagógico nadie duda. Aquí los tomamos en este último sentido.
2) Si, de todas maneras, se siente incapaz de hacer esta meditación, entonces puede meditar
algunas escenas de la pasión del señor, como la flagelación y la coronación de espinas,
pensando en qué grave debe ser el pecado cuando el Salvador tuvo que padecer tanto para
redimirnos.
Recordar cómo cada ángel era de una perfección que nosotros no podemos ni imaginar:
entendimientos poderosísimos; voluntades firmísimas; llenos de esplendor y de luz.
Recordar cómo Dios los hizo sus amigos y los destinó a la felicidad eterna; pero muchos de
ellos se rebelaron contra Dios, por soberbia. Entonces su pecado los convirtió en demonios
y fueron arrojados al infierno.
Pensar qué tan grave es el pecado que convierte a un ángel en un demonio; lo saca del
cielo; lo arroja al infierno; y lo convierte en un espíritu perverso, que busca solamente el
mal.
N.B.: 1): Hoy nadie duda de que los primeros capítulos del Génesis no son históricos; pero
nadie duda de su valor simbólico y pedagógico. Aquí los tomamos en este último sentido.
2): Si, de todas maneras, no se siente capaz de hacer esta meditación, entonces puede
meditar en la crucifixión del Señor, pensando en qué grave debe ser el pecado cuando Jesús
tuvo que padecer tanto para redimirnos.
Ejercicio de la voluntad. Recordar mis muchos pecados y admirarme de que Dios todavía
me tenga paciencia.
Coloquio. Entablar una conversación con Jesús crucificado. Agradecerle todo lo que ha
hecho por mí: ofreció su vida y su pasión para conseguir el perdón de mis pecados y me
promete la vida eterna. Pensar, qué he hecho yo por el Señor Jesús, y que debo hacer por
él. Acabar con un Padre Nuestro, rezado de manera pausada.
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Día 3°: Meditación sobre una persona condenada por un solo pecado mortal.
Judas es enviado a predicar, con los otros apóstoles. Predica el reino de Dios, cura
enfermos y echa demonios en el nombre de Jesús (Cf. Mc. 3, 13-20 y Mt. 10, 1-5).
Sin embargo, vende a Jesús por 30 monedas y lo entrega con un beso. Viendo el resultado
de su acción se desespera y se suicida.
Ejercicio del entendimiento. Ponderar la gravedad del pecado que convierte a un amigo de
Jesús, en un condenado al infierno.
Ejercicio de la voluntad. Compararme con Judas, cuando yo peco: vendo a Jesús por un
placer, por una ganancia, por un poco de honra. Y esto lo hago yo, que sé bien quién es
Jesús: mi Redentor, mi Señor, mi Dios.
Coloquio. Hacia el final de la oración, entablar una conversación con Jesús, a quien he
vendido muchas veces.
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Día 4°: Proceso de los pecados. Examen de conciencia de toda la vida.
N. B.: Ponerlo por escrito, y en orden todo, y acabar con un Padre Nuestro.
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Día 5°: Acto de contrición.
Ejercicio del entendimiento. Considerar el desorden y la malicia que contiene cada pecado.
Es decir, ir recordando los pecados y reflexionando sobre su maldad, aunque no fueran
prohibidos.
Ejercicio de la voluntad.
Comparar mi pequeñez, con la grandeza de Dios, a quien he ofendido:
¿Qué soy yo comparado con toda la humanidad?
¿Qué es la tierra, comparada con el universo?
¿Qué soy yo ante el universo¡ Un polvillo imperceptible.
¿Qué soy yo ante Dios¡ Nada y menos que nada. Y yo soy el ofensor!
Admirarme de que la creación entera me haya dejado con vida, a mí, que he ofendido a su
Señor: los ángeles, los santos, sol, luna, estrellas y elementos todos. “la tierra cómo no se
ha abierto para sorberme!”
N.B.: El sábado y el domingo, hacer una repetición de alguna de las meditaciones que se
han expuesto esta semana.
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TERCERA SEMANA
Introducción.
N.B.: Conversar, con un maestro del espíritu, sobre la práctica de estas adiciones y sobre la
conveniencia de hacer las meditaciones de la tercera semana.
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Día 1°: Meditación sobre el infierno. Primera parte: la pena de sentido.
Nota introductoria.
San Ignacio introduce, en esta meditación, una nueva manera de orar que él llama
“aplicación de sentidos”. Consiste en un ejercicio de los sentidos interiores (la
imaginación). Dado que el Señor nos concedió la imaginación, conviene ejercitarla,
también, para nuestro provecho espiritual. En concreto, el bajar al infierno, por medio de
nuestra imaginación, nos ayuda a no bajar a él después de nuestra muerte.
Primero: Imaginar el infierno, qué tan grande; qué tan oscuro; si con llamas; e imaginar
los castigos que sufren los condenados.
Quinto: Imaginar cómo puede ser el fuego del infierno y cómo atormenta.
Coloquio, o conversación con Cristo, nuestro Señor, sobre cómo todos los condenados se
desviaron del camino de su salvación. Darle gracias al Señor, porque me ha librado del mal
eterno y me mantiene en la vida para servirlo con el cumplimiento de mis deberes.
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Día 2°: Meditación sobre el infierno. Segunda parte: la pena de daño.
Primero: Dios es el amor eterno e infinito, que hace felices a los bienaventurados. De Dios
procede todo amor. Pero el amor de Dios, y todo amor, se habrá apartado para siempre de
los condenados. Allí solamente habrá tristeza y odio.
Segundo: Dios es la sabiduría infinita. Él ilumina, con su luz, los entendimientos de los
bienaventurados y los hace felices. Pero la luz de Dios habrá abandonado el infierno para
siempre. Allí solamente hay tinieblas, error y desviación.
Coloquio entablar una conversación íntima, con N. S. Jesucristo, dándole gracias porque,
por su pasión y su cruz me libró de las penas del infierno.
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Día 3°: La redención del pecado.
N. B.: 1) Si las escenas de la pasión, que propongo para esta meditación, ya fueron
meditadas en la semana pasada, aun así, se puede hacer una repetición de esas escenas; o se
pueden elegir otros pasos de la pasión del Señor.
2) No hace falta meditar las tres escenas que propongo, bien puede suceder que pase toda
la meditación en una sola de esas escenas.
La flagelación.
• Recordar cómo los soldados desnudaron al Señor Jesús, lo ataron a una columna; y
lo flagelaron con mucha crueldad.
• Ver la escena, con la imaginación. Oír los golpes. Ver cómo cae la sangre.
• Pensar: qué grave debe ser el pecado, cuando el Hijo de Dios tuvo que padecer
tanto para redimirlo; y qué graves deben ser las penas del infierno cuando el Señor
padeció de esa manera para librarnos de él.
La coronación de espinas.
• Recordar la historia: los soldados ponen a Jesús una corona de espinas y un manto
rojo y se burlan de él.
• Ver la escena, con la vista imaginativa.
• Hacer la misma consideración del punto anterior: qué grave debe ser el pecado
cuando Jesús tuvo que padecer tanto para redimirlo; y qué graves las penas del
infierno, cuando exigieron una pasión tan dolorosa para librarnos de él.
La crucifixión.
• Recordar la historia: cuando llegaron al Calvario, los soldados crucificaron a Jesús.
• Ver la escena: lo desnudan, lo clavan al madero, fijan la cruz en el suelo, Jesús
dura unas tres horas pendiente de la cruz.
• Consideración: las mismas consideraciones de los puntos anteriores: gravedad del
pecado y grandeza de las penas del infierno, cuando Jesús tuvo que padecer tanto
para redimirnos.
Coloquio con Jesús crucificado agradeciéndole que me haya librado de mis pecados y de
las penas que merecería por ellos.
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Día 4°: Meditación sobre la muerte.
Primero: el testamento.
• Si ya se ha hecho testamento, recordarlo en todos sus puntos.
• Si no se ha hecho testamento, entonces se debe hacer un esbozo de él.
• Si no tengo nada que legar, mirar a dónde irán a parar mis pertenencias: ropa,
libros, utensilios todos (yo debo quedar desnudo).
Segundo: la sepultura.
• Si ya he previsto lo referente a mi sepultura, entonces, recordarlo en todos sus
puntos.
• Si no he previsto lo referente a mi fallecimiento, entonces, empezar a preverlo en
todos sus detalles.
• Si mi sepultura no depende de mí, pensar en lo que harán con mis restos.
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Día 5°: El juicio particular.
Segundo. El juicio.
Probablemente el juicio consista en una luz sobrenatural, por la cual nos veremos, como
realmente somos, pero a la luz de la eternidad. No podremos negar nada, ni disimular nada,
ni excusar nada, porque todo será patente.
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CUARTA SEMANA
1. En las personas, descuidadas en su vida espiritual, el espíritu del mal las hace
imaginar placeres, para que se mantengan en su descuido. El espíritu de Dios, por
el contrario, las mueve al remordimiento y al pesar por su vida.
2. En las personas que tienen bien organizada su vida espiritual, el espíritu de Dios las
mueve a la alegría y al gozo; mientras que el espíritu del mal procura moverlas a la
tristeza y al desánimo.
3. Se da el nombre de “consolación” a los movimientos positivos del espíritu, como la
alegría y el ánimo.
4. Se da el nombre de “desolación”, a los movimientos negativos del espíritu, como la
tristeza, la oscuridad, el pesar, el desánimo.
5. En tiempo de “desolación” no se deben hacer cambios en la vida espiritual, sino que
hay que perseverar en los buenos propósitos.
6. En tiempos de “desolación”, conviene luchar contra ese movimiento del espíritu,
alargando la oración o, también, haciendo alguna penitencia.
7. El que está en “desolación”, piense que el Señor lo ha dejado en ese estado para que
luche contra él y recobre el fervor del espíritu.
8. El que está en “desolación” piense que, luchando contra ella, ese movimiento
negativo y molesto del espíritu va a pasar.
9. Dios permite la “desolación” por tres motivos: a) como consecuencia de que somos
tibios y perezosos, b) para probarnos, y c) para que conozcamos lo que somos, sin la
gracia de Dios.
10. El que está en “consolación” debe prepararse para cuando llegue la desolación.
11. El que está “consolado”, procure humillarse, pensando en que esa ”consolación” es
gracia de Dios y no mérito propio.
12. Si somos “tibios”, el mal espíritu se mostrará fuerte para apartarnos del buen
camino. Si somos “fervorosos”, el mal espíritu se mostrará débil en sus tentaciones.
13. El mal espíritu procurará que no manifestemos nuestros sentimientos, a alguna
persona prudente, pues sabe que, si los manifestamos, ya no podrá engañarnos.
14. El espíritu del mal atacará nuestra alma por su punto más débil
N. B.: 1) Los textos del Evangelio conviene leerlos y repetirlos, mentalmente, en todos sus
detalles.
2) La finalidad de las semanas anteriores era conseguir el arrepentimiento. La finalidad de
esta semana es conseguir la paz del alma.
Notas introductorias.
Ejercicio de la memoria. Recordar la parábola. Un pastor perdió una oveja. Entonces deja
las 99 restantes en el redil y va en busca de la oveja perdida. Cuando la halla, se pone feliz,
la coloca sobre sus hombros y la devuelve al establo. Además, reúne a sus amigos, para
congratularse con ellos por la oveja que ha sido hallada (imaginar toda la escena). Jesús
termina su parábola diciendo que más alegría habrá en el cielo por un pecador que se
convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión.
Ejercicio del entendimiento. Yo soy esa oveja perdida. El hijo de Dios bajó a la tierra por
mí, se encarnó, nació, vivió como un simple hombre, predicó, fundó su Iglesia y murió en
la cruz por redimirme. ¿Puedo dudar de su amor? ¿Puedo dudar de su voluntad de
salvarme? ¿Siento confianza en él?
Ejercicio de la voluntad. Agradecerle, al Hijo de Dios, todo lo que ha hecho por mí.
Decirle que no desconfío de su bondad, de su amor, ni de su paciencia conmigo.
Coloquio. Acabar con una larga conversación con N. S. Jesucristo, agradeciéndole todo lo
que ha hecho por mí; y diciéndole que confío en su bondad, en su comprensión y en
paciencia conmigo.
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Día 2°: La vocación de Mateo (Mt. 9, 9-14).
Mateo está sentado en su mesa, cobrando impuestos, cuando Jesús pasa y lo llama. Mateo,
de inmediato, deja todas las cosas y sigue a Jesús. Después, ofrece una comida para
congratularse, con sus amigos, de que Jesús lo hubiera llamado. (imaginar la escena).
Ejercicio del entendimiento. En Israel había gente de buena fama. Todos los fariseos
tenían fama de santos. Pero Jesús no escoge a ningún fariseo. Jesús escoge a uno que tiene
fama de pecador: escoge a Mateo.
Jesús acepta la comida que ofrece Mateo. Los fariseos lo critican por comer con pecadores.
Pero Jesús responde que son los enfermos los que necesitan de médico y no los sanos y
exhorta a meditar la frase de la Escritura: “misericordia quiero y no sacrificios”.
Dios me ha llamado a una profesión digna. La profesión es toda una vocación de Dios a
servir a los hombres en algún sector de la actividad. Examinar cómo, en mi profesión,
sirvo a los hombres.
Jesús me ama y me quiere, a pesar de mis pecados. Sentirme amado por Dios.
Coloquio. Terminar la meditación con una conversación con Jesús, que escoge a los
pecadores. Repetirle mis sentimientos de confianza.
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Día 3°: La mujer pecadora (Lc. 7, 36ss).
Jesús, entonces, dice al fariseo: Simón, ¿ves esta mujer? Cuando entré a tu casa, tú no me
lavaste los pies (de acuerdo a la costumbre de esos tiempos); ella, en cambio, me ha lavado
los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. Tú no me diste el ósculo de paz;
ella, en cambio, no ha cesado de besarme los pies. Tú no ungiste mi cabeza, ella, en
cambio, ha ungido mis pies con su perfume; por lo cual, le quedan perdonas sus muchos
pecados, porque ha amado mucho. Luego, dijo a la mujer: tu fe te ha salvado, vete en paz.
Ejercicio de la voluntad. Con la imaginación, postrarme a los pies de Jesús hasta sentir que
él me dice: tus pecados están perdonados. Sentir que mis pecados están perdonados y que
mi alma está en paz con Dios.
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Día 4°: El buen samaritano (Lc. 10, 30-38).
El buen samaritano, en mi vida, ha sido el Señor Jesús, que tuvo piedad de mí: me llamó a
cumplir su voluntad; me llamó a la oración y al trato familiar con él; me llamó a unos
Ejercicios Espirituales; se ha comunicado conmigo; y me ha concedido sentir su amor.
Reflexionar cómo la bondad del corazón de Jesús es enteramente de fiar. Es necesario que
yo lleve paz a mi alma y confianza a mi espíritu.
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Día 5°: El pecado del apóstol Pedro (Lc. 22, 31-35).
Ejercicio de la memoria. Después de que pusieron preso a Jesús, Pedro logró entrar en el
patio del sumo sacerdote, donde estaba la guardia calentándose al fuego. Una criada se fijó
en Pedro y le dijo: tú también estabas con él, y Pedro negó a Jesús por primera vez.
Luego, un hombre repitió lo mismo a Pedro: tú también eres de ellos, y Pedro negó a Jesús
por segunda vez. Pasada como una hora, otro hombre volvió a afirmar que Pedro estaba
con Jesús, y Pedro negó a Jesús por tercera vez. Entonces el gallo cantó y Pedro se acordó
de la profecía del Señor: antes de que el gallo cante me negarás tres veces. Entonces Pedro
salió del palacio y lloró amargamente.
Ejercicio de la voluntad. Repetirle, al Señor, muchas veces, que lo amo. Que confío en sus
buenos sentimientos. Que estoy seguro que en él no existe la venganza ni el resentimiento.
Que en él hay solamente amor y misericordia.
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