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Adiós, Mona Lisa

Del mismo autor

El salvaje gentilhombre de Tenerife, Canarias, 2006

Römische Spuren. Goethe und sein Italien, Munich, 2007 


Il ritratto dell’amata. Storie d’amore da Petrarca a Tiziano
(con I. Walter), Roma, 2006
Der schwangere Mann. Männer, Frauen und die Macht, Munich, 2004
Das Inkognito. Goethes ganz andere Existenz in Rom, Munich, 2002
Roberto Zapperi
Adiós, Mona Lisa
La verdadera historia del retrato
más famoso del mundo

Traducido por José Emilio Burucúa


y Nicolás Kwiatkowski

difusión
Primera edición, 2010

© Katz Editores
Charlone 216
C1427BXF-Buenos Aires
Calle del Barco Nº 40, 3º D
28004-Madrid
www.katzeditores.com

Título de la edición original: Mona Lisa addio


1ª edición en alemán: Abschied von Mona Lisa.
Das berühmteste Gemälde der Welt wird enträtselt

© Verlag C. H. Beck oHG, Munich, 2010

ISBN Argentina: 978-987-1566-38-9


ISBN España: 978-84-92946-18-1

1. Investigación Histórica. I. Burucúa, José Emilio, trad.


II. Kwiatkowski, Nicolás, trad. III. Título
CDD 907.2

El contenido intelectual de esta obra se encuentra


protegido por diversas leyes y tratados internacionales
que prohíben la reproducción íntegra o extractada,
realizada por cualquier procedimiento, que no cuente
con la autorización expresa del editor.

Diseño de colección: tholön kunst

Impreso en el Uruguay por Pressur Corporation S. A.


Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Índice

7 Antecedentes
19 Giuliano de Medici: infancia
23 El exilio
29 Urbino
39 Pacifica Brandani
49 El regreso a Florencia
55 Hermano del papa en Roma
61 Matrimonio
65 Último viaje y muerte de Giuliano
69 El retrato
75 Leonardo da Vinci en Roma
85 Mona Lisa o la Gioconda
97 Vasari y la cabeza de Mona Lisa
111 Rafael y Leonardo
117 Isabella Gualandi

121 Conclusión
125 Notas
133 Índice de ilustraciones
Antecedentes

El cardenal Luis de Aragón pertenecía a la más alta aristocracia


italiana de comienzos del siglo xvi. Era de estirpe real, en cuanto
hijo de Enrique, marqués de Gerace, quien era, a su vez, hijo
natural del difunto rey de Nápoles, Ferrante de Aragón. Nació en
Nápoles en 1474 y, en 1492, fue unido en matrimonio por su abuelo
a Battistina Cibo Usodimare, sobrina del papa Inocencio VIII,
la que murió poco después de la boda. El joven viudo ingresó
entonces en la prelatura y, en 1494, fue nombrado cardenal por el
papa español Alejandro VI Borgia, quien lo dotó con varios obis­
pados y muchos beneficios eclesiásticos. Nuevos beneficios le fue­
ron concedidos sucesivamente por los papas Julio II y León X, de
manera que, hacia el fin de su vida en 1519, podía contar en su
activo con las rentas de nueve obispados, casi todos en Italia me­
ridional. En 1508, además, tras la muerte de la hermana de su
abuelo, Beatriz de Aragón, viuda del rey de Hungría Matías Cor­
vino, heredó la suma bastante considerable de 40.000 ducados.
Era un cardenal bien dotado de medios económicos, famoso
por el fasto de su vida y muy conocido en Roma, donde obvia­
mente se había establecido, atraído también por sus amantes.
De una de ellas, que lo fue durante mucho tiempo, la cortesana
Giulia Campana, tuvo una hija, cortesana a su vez, quien en su
honor fue llamada Tulia de Aragón y así pasó a la historia. La
hija gozó de una instrucción refinada, digna de la de su padre y
 | ADIÓS, MONA LISA

permanecería célebre en los anales de la vida cortesana de Roma


por el alto grado de su cultura y su conocimiento del latín. El
cardenal era hombre de buena educación, de gustos refinados,
de vastos intereses por las letras y las artes, y sabía incluso dibu­
jar. Tal cual afirmó el holandés Cornelius de Fine, quien vivía
entonces en Roma como él, el cardenal de Aragón resplandecía
en la ciudad eterna por su cultura, pero también por su mece­
nazgo, visto que mantenía y protegía a más de un literato.
En su calidad de cardenal, fue uno de los grandes electores
de León X, de quien pasó a ser uno de los más cercanos confi­
dentes, compañero habitual de cacerías y avezado organizador
de sus batidas. En la corte conoció muy pronto al hermano del
nuevo papa, Giuliano de Medici, con quien tejió relaciones de
amistad al punto de que, en octubre de 1513, promovió su de­
signación como rey de Nápoles. En septiembre de 1514, el papa
lo nombró legado en la Marca. Sin embargo, con el pasar de los
años, las relaciones entre ambos comenzaron a arruinarse y em­
peoraron al extremo de que, en abril de 1517, Luis fue sospechoso
de haber participado en la conjura organizada por el cardenal
Alfonso Petrucci para matar a León X. La conspiración fue des­
cubierta muy pronto, Petrucci ajusticiado y los otros cardenales
que lo habían ayudado eliminados de varias maneras. Pero nin­
guna medida fue adoptada contra el cardenal de Aragón, porque
evidentemente no pudo probarse de modo alguno que se hubiese
solidarizado con los conjurados. De hecho, a mediados de abril,
se difundió la noticia de que intentaba realizar un viaje a Flan­
des con el fin de rendir homenaje al rey de España y futuro
emperador Carlos V, pariente suyo. Está claro que el prudente
cardenal prefería cambiar de aire y, al alejarse de Roma, cortar
por lo sano con las habladurías.
Partió en la última semana de abril y se dirigió a Ferrara para
visitar a su primo, el duque Alfonso I de Este, hijo de su tía
ANTECEDENTES | 

Eleonora de Aragón. Desde allí, el 8 de mayo de 1517, inició el


gran viaje por Europa occidental. Fue a Austria, Alemania, los
Países Bajos y Francia en un viaje de placer, dedicado a conocer
países lejanos con particular detenimiento ante las obras de arte
por las que tenía un gran interés. De este viaje, su secretario, el
clérigo de Molfetta Antonio de Beatis, compuso un diario, en
el cual anotó cotidianamente los lugares visitados y los encuen­
tros con las personalidades más relevantes. Al regreso de la ex­
cursión y tras la muerte del cardenal en 1519, De Beatis retornó
a su ciudad natal de Molfetta. Allí, en 1521, cuatro años después
del viaje, reelaboró sus apuntes en una versión orgánica que
transcribió en dos códices por propia mano. La lengua adoptada
fue el toscano con fuertes y continuas inflexiones dialectales de
Nápoles y Apulia. Remitió el diario de viaje, fechado en Molfetta
el 20 de julio de 1521, a Antonio Seripando, quien también había
sido secretario del cardenal de Aragón.
El mayor interés del documento se encuentra en las obras de
arte que el cardenal quería admirar y que el secretario describió
y comentó. De tal suerte, cerca de Innsbruck, el prelado y la
comitiva de unas cuarenta personas que componían su séquito,
fueron a visitar la fundición que el emperador Maximiliano I
había mandado instalar en Muehlau para fundir la estatua de
bronce destinada a su monumento en la capilla imperial de la
iglesia de corte en Wiener Neustadt. De Beatis anotó que el em­
perador había hecho fundir ya las primeras once estatuas de sus
predecesores y otros parientes de la casa de Habsburgo, obras
que Antonio encontró muy hermosas. En Augsburgo, vieron el
palacio de los Fugger, entre los más bellos de toda Alemania,
adornado con mármoles preciosos, su fachada pintada con his­
torias curiosas y el techo enteramente recubierto de cobre. En
el convento de los carmelitas, había una capilla con pavimentos
de mármol y de mosaico, y espléndidas pinturas en el altar. En
 | ADIÓS, MONA LISA

Nuremberg, encontraron la corona de Carlomagno, “toda de


oro y con muchas gemas muy preciosas”. En Maguncia dejaron
los caballos y continuaron su viaje en dos barcas por el Rin. El
trecho del río hasta Colonia suscitó una enorme admiración,
tanta que De Beatis quiso describirlo atentamente:

Por ser esta vista del Rin desde el final de Maguncia hasta
Colonia, la más bella que yo haya visto hasta ahora y no espero
ver nunca de cualquier otro río que se quiera, me parece con­
veniente y debido describirla. A una y a otra parte del dicho
río, hay viñedos y a cinco millas de Maguncia las colinas a
uno y otro lado están todas plantadas de viñas que se extien­
den hasta tres millas italianas de Colonia. De media en media
milla, también italianas, hay en una ribera y la otra doscien­
tos treinta y cinco caseríos y quince sitios amurallados, de los
cuales algunos pertenecen al arzobispo de Maguncia, otros al
obispo de Colonia, al obispo de Tréveris y al conde Palatino,
más varios castillos pequeños puestos sobre elevaciones y
fortalezas según es costumbre en Alemania, que son propie­
dad de privados gentilhombres.

El interés artístico volvió a prevalecer en Aquisgrán, donde visi­


taron la catedral construida por Carlomagno y el cuerpo de éste
reposaba en un sarcófago antiguo. Sucedió así que De Beatis se
encontró describiendo por primera vez, sin saberlo, el precioso
sarcófago del siglo ii d.C., historiado con la representación El
rapto de Proserpina. En Bruselas, visitaron el Palacio del conde
de Nassau, donde se conservaba una gran colección de pintores
flamencos. De Beatis recordó algunos cuadros entre los más fa­
mosos, como Hércules y Deyanira, de Mabuse, el Juicio de París,
de Gossaert, y por fin, el grandioso cuadro de Jerónimo Bosch,
las Delicias terrestres. Se trata de señalamientos rarísimos en la

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