En la inmensidad cósmica del universo se observan las nubes que se mueven en todas direcciones
construyendo infinidad de figuras que transportan el espíritu al interior del ser humano. Subir al Pilón
de Azúcar dejándose llevar por la brisa y por la belleza de los horizontes terrestres y marinos es
sentirse renacer en la poesía de la vida como cuando nuestra
madre nos arrullaba en sus tiernos brazos. Las olas acarician el
desnudo cuerpo del viajero regalando una sensación de inmortalidad
en la relajación y flexibilidad de la vida.
Los pobladores del Cabo de la Vela y su Dios Maleywau, como riqueza cultural, son inmensamente
amables, entregados a recibir atentamente a los turistas. Por su puesto, que la cultura Wayúu no
tiene la logística que despliegan otros centros turísticos del país. Por ello, todo lo hacen desde su
propia identidad y autodeterminación como comunidad autóctona colombiana. El hecho de actuar,
desde sí mismos, hace que el turista se sienta en un encuentro cultural plural. La manera de ser de
los habitantes del Cabo de la Vela conecta al turista a una realidad salubre de sentido vital de
tranquilidad.