ASMA
Epidemiología
Fisiopatología
Todos los asmáticos con enfermedad activa muestran característicamente unas vías
aéreas hiperreactivas, lo que se manifiesta como una respuesta broncoconstrictora a
diversos estímulos. El grado de hiperreactividad guarda una estrecha relación con la
magnitud de la inflamación y ambos se correlacionan con la gravedad de la enfermedad
y con la necesidad de fármacos. Sin embargo, no siempre se conoce la causa de esta
hiperreactividad, a la que pueden contribuir las alteraciones estructurales. Por ejemplo,
la descamación del epitelio (por la proteína básica principal de los eosinófilos)
determina la pérdida del factor relajante producido por el epitelio y de la prostaglandina
E2, sustancias implicadas en la respuesta contráctil a los mediadores de la
broncoconstricción. Las endopeptidasas neutras responsables del metabolismo de los
mediadores de la broncoconstricción (como la sustancia P) son producidas por las
células epiteliales y también se pierden cuando se lesiona el epitelio. Otra posible causa
de esta hiperreactividad bronquial es la remodelación de la vía aérea, que hace que
aumente ligeramente el grosor de la misma.
Síntomas y signos
Los ataques suelen empezar de forma aguda, con paroxismos de sibilancias, tos y
dificultad respiratoria, o insidiosa, con manifestaciones cada vez más intensas de
dificultad respiratoria. Sin embargo, sobre todo en niños, la primera manifestación
puede ser el prurito en la parte anterior del cuello o alta del tórax o la tos seca, sobre
todo por la noche y con el ejercicio. Un asmático suele referir disnea, tos, falta de aire o
sensación de opresión torácica y puede escuchar las sibilancias. La tos de un ataque
agudo puede ser "sorda" y no se asocia con producción de moco. Cuando el ataque
cede, se suele producir un esputo mucoide denso, salvo en los niños pequeños, que no
suelen expectorar.
Durante los episodios más graves el paciente puede ser incapaz de articular varias
palabras seguidas sin detenerse a respirar. La fatiga y la dificultad respiratoria se ponen
de manifiesto por los movimientos respiratorios superficiales, rápidos e ineficaces. La
cianosis se hace aparente cuando empeora el ataque. La aparición de confusión y
letargia puede indicar el inicio de una insuficiencia respiratoria progresiva con narcosis
por CO2. En dichos pacientes se pueden auscultar menos sibilancias, porque la
existencia de numerosos tapones de moco y la fatiga del paciente causan una
reducción del flujo aéreo y del intercambio de gases. Una auscultación torácica
"tranquila" en un paciente con un ataque de asma se considera un signo de alarma, ya
que el paciente puede tener un problema respiratorio grave que puede amenazar
rápidamente su vida.
Los signos más fiables de un ataque grave son la disnea de reposo, la imposibilidad de
hablar, la cianosis, el pulso paradójico (>20 a 30 mm Hg) y la utilización de los
músculos respiratorios accesorios. La gravedad se determina de forma más precisa
realizando una gasometría arterial.
Entre los ataques agudos, los sonidos respiratorios pueden ser normales con la
respiración tranquila. Sin embargo, se auscultan sibilancias tenues durante la espiración
forzada o tras el ejercicio. Se pueden auscultar sibilancias de intensidad leve o
moderada en algunos pacientes en cualquier momento, aunque estén asintomáticos.
Cuando el asma grave es de larga evolución, sobre todo si se produce desde la
infancia, la hiperinsuflación crónica puede afectar a la pared torácica, produciendo un
tórax "cuadrado", un abombamiento hacia adelante del esternón o la depresión del
diafragma.
Hallazgos de laboratorio
Las pruebas de ejercicio con un ergómetro de cinta o bicicleta resultan útiles, sobre
todo en niños, para confirmar el diagnóstico de asma. Más de un 90% de los niños
asmáticos muestran una disminución de la función pulmonar a los 7 min de realizar
pruebas de ejercicio.
También se pueden detectar anticuerpos específicos de tipo IgE frente a inhalantes con
métodos in vitro o pruebas parecidas en el suero del paciente, pero estas pruebas in
vitro son caras, están sometidas a errores de laboratorio y aportan pocas ventajas
sobre las pruebas cutáneas bien realizadas y correctamente interpretadas. Sin
embargo, la determinación de la IgE total en suero y de anticuerpos IgE específicos
frente a un pequeño panel de alergenos frecuentes con métodos in vivo pueden ayudar
a establecer la constitución atópica del paciente.
Las pruebas de provocación bronquial por inhalación se pueden realizar con alergenos
para establecer la significación clínica de las pruebas cutáneas positivas, o con
metacolina o histamina para valorar el grado de hiperrespuesta de las vías aéreas en
los asmáticos conocidos. También ayuda en el diagnóstico si existen síntomas atípicos
(p. ej., tos persistente sin sibilancias, como en el asma de tipo tos).
Diagnóstico y clasificación
Se debe plantear el diagnóstico de asma ante cualquier paciente con sibilancias, siendo
el diagnóstico más probable cuando los ataques paroxísticos de sibilancias típicas
empiezan en la infancia o los primeros años de la edad adulta, con presencia de
períodos asintomáticos interpuestos. En la mayor parte de los asmáticos existen
antecedentes familiares de alergia o asma.
Se debe valorar la obstrucción por un cuerpo extraño, sobre todo en niños con
sibilancias unilaterales o de comienzo súbito sin antecedentes de síntomas
respiratorios. La radiografía de tórax en inspiración y espiración ayuda a diagnosticar la
aspiración de un cuerpo extraño, ya que los opacos se ven con facilidad en la
radiología, mientras que la radiografía en espiración muestra alteraciones en la salida
del aire del pulmón afectado, siendo de especial importancia cuando el cuerpo extraño
no es opaco. La presencia de un cuerpo extraño no opaco se puede establecer por los
antecedentes de tos y sibilancias de instauración brusca en un niño previamente sano,
combinado con el movimiento diafragmático asimétrico o el desplazamiento
mediastínico en las radiografías de tórax en inspiración o espiración.
Las IRA víricas que afectan a la epiglotis, la glotis y la subglotis suelen determinar
síntomas y signos de crup (estridor inspiratorio, tos aguda y ronquera).que son
diferentes a los signos y síntomas de la vía respiratoria baja presentes en el asma.
Cuando se sospecha una epiglotitis, se debe valorar la epiglotis directamente con
mucho cuidado y con la posibilidad de realizar una intubación inmediata si se produjera
una obstrucción aguda de la vía aérea durante la exploración.
En los niños, los virus, sobre todo el virus sincitial respiratorio (VSR), pueden causar
bronquiolitis, cuyo cuadro clínico es prácticamente idéntico al del asma. La
bronquiolitis, sobre todo la debida a VSR, puede ser un indicador de asma en el futuro.
Cuando se pregunta a niños mayores, muchos de los que refieren antecedentes de
bronquiolitis durante la lactancia tienen alteraciones en las pruebas de función pulmonar
y en las respuestas bronquiales frente a la provocación con histamina y metacolina y
durante el ejercicio. Los lactantes y los niños pequeños no suelen desarrollar más de
uno o dos episodios de infección por VSR, de manera que los antecedentes de
síntomas de obstrucción de la vía aérea recidivantes y desencadenados por una
infección viral respiratoria deben sugerir el diagnóstico de asma.
Tratamiento
El tratamiento eficaz del asma debe valorar su gravedad y controlar el curso del
tratamiento; controlar los factores ambientales para evitar o reducir en lo posible los
síntomas precipitantes o las exacerbaciones; usar fármacos en el tratamiento de las
exacerbaciones para evitar o reducir la inflamación de las vías áereas, y educar al
paciente para que pueda existir cooperación entre él, su familia y los profesionales
sanitarios. El tratamiento se orienta a prevenir los síntomas crónicos, mantener la
función pulmonar lo más normal posible, mantener unos niveles normales de actividad,
evitar las exacerbaciones, reducir la necesidad de acudir a urgencias o ser ingresado,
evitar los efectos adversos del tratamiento y satisfacer las necesidades de cuidado del
paciente y su familia.
Control ambiental. Los factores ambientales que pueden precipitar el asma incluyen
los detritus animales, los ácaros del polvo doméstico, los hongos presentes en el aire y
los pólenes. Si se sospecha un alergeno, se deben realizar pruebas cutáneas para la
alergia y, si es posible, eliminar los alergenos; por ejemplo, el colchón del paciente se
coloca en una funda impermeable con cremallera y se retiran las alfombras, sobre todo
cuando el clima es templado y húmedo, lo que facilita la propagación de los ácaros del
polvo. Se pueden elegir determinados alergenos (ácaros, hongos, pólenes) para
realizar una inmunoterapia de prueba. Si esta inmunoterapia no consigue una mejoría
significativa en 12 a 24 meses, se debería interrumpir. Si el paciente mejora, es preciso
mantener el tratamiento al menos 3 años, aunque se ignora la duración más adecuada.
Los factores inespecíficos que determinan exacerbaciones (sobre todo humo del
cigarrillo, olores intensos, humos irritantes y cambios de temperatura, de presión
atmosférica y de humedad) deben ser estudiados y evitados en la medida de lo posible.
Se debe evitar la aspirina, sobre todo en pacientes con poliposis nasal, que suelen
desarrollar asma inducido por el ácido acetilsalicílico. Pocos asmáticos que no toleran la
aspirina también reaccionan de forma adversa con otros AINE y, en menos ocasiones,
con la tartrazina (Food Drug and Cosmetic [FD&C] amarillo n.º 5). Los pacientes que
sufren ataques mientras comen gambas o beben vino tinto o cerveza deben evitar los
sulfitos, que se emplean mucho como conservantes alimentarios. Los -bloqueantes,
incluidos los que se utilizan de forma tópica en el tratamiento del glaucoma, empeoran
el asma.
La teofilina (una metilxantina) relaja el músculo liso bronquial y tiene una ligera
actividad antiinflamatoria. Su mecanismo de acción no está claro, pero parece que
inhibe la liberación intracelular de calcio, reduce la extravasación de líquido desde los
microvasos hacia la mucosa respiratoria e inhibe la respuesta tardía a los alergenos. La
teofilina reduce la infiltración de eosinófilos en la mucosa bronquial y de linfocitos T en
el epitelio, aumentando la contractilidad diafragmática y miocárdica. La teofilina ya no
se administra de forma habitual por vía i.v. en las exacerbaciones agudas del asma,
aunque se puede usar a largo plazo como complemento a los -agonistas. La teofilina
de liberación prolongada es útil en el tratamiento del asma nocturno. Dado su estrecho
índice terapéutico y las graves reacciones secundarias que puede producir, los médicos
deben estar familiarizados con su farmacología clínica, sobre todo con las interacciones
farmacológicas y otros factores (fiebre) que inhiben su metabolismo y reducen su tasa
de eliminación. Se deben controlar los niveles séricos de teofilina de forma periódica,
manteniendo el nivel entre 10 y 15 g/ml (56 a 83 mol/l).
El control domiciliario de los flujos pico combinado con la educación sobre el asma
resulta extremadamente útil para los pacientes con asma moderada a grave
persistente. Cuando el asma es quiescente, basta con medir un flujo pico por las
mañanas. Si el flujo pico del paciente se reduce a <80% de su mejor valor personal,
resulta útil determinar estos flujos dos veces al día para valorar la variación diurna. Una
variación diurna >20% indica inestabilidad de la vía aérea y necesidad de revalorar el
patrón de tratamiento. Se debe dar a cada paciente un plan de acción escrito con el
tratamiento diario, que incida sobre todo en el tratamiento de los ataques agudos.
Tratamiento diario
El uso adecuado de los fármacos permite que la mayor parte de los asmáticos no
tengan que acudir a urgencias ni al hospital. La selección y utilización por escalones de
los fármacos en el asma depende de la gravedad del mismo .
Los pacientes con un asma leve intermitente no precisan medicación diaria. Un
agonista 2 de acción corta (p. ej., dos inhalaciones de albuterol) suele ser suficiente
para los síntomas agudos. La necesidad de emplear este fármaco más de dos veces a
la semana puede considerarse un indicio de la necesidad de tratamiento para control a
largo plazo. Cualquiera que sea la gravedad del proceso, la necesidad frecuente de un
agonista 2 indica que no se está controlando bien el asma.
Los pacientes con asma persistente moderado deben ser tratados con esteroides
inhalados en dosis ajustadas según la respuesta. La adición de un agonista 2 inhalado
de acción prolongada (salmeterol) resulta útil en los pacientes con asma nocturna y
suele reducir la dosis de esteroides inhalados. Se puede sustituir un preparado oral de
agonistas 2 de liberación prolongada o una teofilina de liberación prolongada por los
agonistas 2 inhalados de acción prolongada, pero cada uno de ellos se asocia con
más efectos secundarios, sobre todo en ancianos.
Una minoría de los asmáticos tienen asma persistente grave y necesitan altas dosis de
varios fármacos. Deben recibir tratamiento con antiinflamatorios en dosis altas con un
esteroide inhalado (siempre usando un espaciador), un agonista 2 de acción larga,
bien un agonista inhalado con actividad prolongada (como el salmeterol) o comprimidos
de agonistas de liberación prolongada y teofilina de liberación prolongada o un
modificador de los leucotrienos. Los pacientes graves pueden necesitar esteroides
sistémicos; un régimen de administración en días alternos permite reducir los efectos
adversos que se asocian con el tratamiento diario. Cuando se consigue un control
adecuado del asma con un esteroide inhalado, se debe ir reduciendo la dosis hasta la
mínima que controle los síntomas. Se necesita un agonista 2 inhalado de acción corta
para aliviar los síntomas agudos.
Los ataques agudos de asma pueden ser leves (estadio I), moderados (estadio II),
graves (estadio III) o insuficiencia respiratoria (estadio IV).
En los estadios I y II, los pacientes suelen recibir tratamiento con un broncodilatador
en aerosol (p. ej., solución de albuterol para nebulizador al 0,5% o 5 mg/ml) nebulizado
con aire comprimido. En los adultos con asma agudo, el albuterol también se puede
administrar de forma eficaz con un inhalador de dosis medida con un espaciador o
mediante nebulización con aire comprimido. Se puede administrar como alternativa
adrenalina subcutánea y, si se necesita, repetir la administración una o dos veces cada
20 a 30 min. La administración de terbutalina subcutánea puede ser preferible a la de
adrenalina en los adultos, debido al menor efecto cardiovascular y a una acción de
duración ligeramente mayor (en la tabla 68-5 se recogen las dosis de los agonistas
2). Si no se obtiene una respuesta tras la administración de tres inhalaciones de
agonistas 2 y/o inyecciones de adrenalina, se debe administrar teofilina i.v. (como
aminofilina). Aunque algunos estudios indican que en una urgencia hospitalaria no se
consigue nada administrando aminofilina a un paciente que recibe un buen tratamiento
con agonistas 2 (cada 20 min durante 3 dosis), excepto efectos adversos, muchos
médicos experimentados siguen pensando que la aminofilina está indicada. Si el
paciente no responde bien a los agonistas 2 inhalados y tiene que ser hospitalizado, la
mayor parte de los médicos con experiencia recomendarían la aminofilina i.v., aunque
este uso es controvertido.
Los esteroides se administran igual que para los pacientes en estadio II, aunque se usa
con más frecuencia la metilprednisolona i.v. Los criterios de ingreso hospitalario varían,
pero las indicaciones definitivas son la falta de curación, la fatiga progresiva, la recaída
tras el tratamiento mantenido con -agonistas y aminofilina y una disminución
significativa de la PaO2 (<50 mm Hg) o un incremento en la PaCO2 (>50 mm Hg), que
indican evolución hacia una insuficiencia respiratoria. Se envía a demasiados pacientes
asmáticos con ataques graves a casa desde la urgencia de los hospitales.
Para los pacientes que están llegando a un estadio IV o lo presentan ya, además
de los -agonistas y la teofilina se debe administrar de inmediato metilprednisolona 1 a
2 mg/kg i.v. cada 4 a 6 h. Los pacientes en estadio IV que no responden de forma
favorable a este tratamiento y que tienen fatiga y deterioro progresivo de la gasometría
y el pH deben ser valorados por si necesitan una intubación endotraqueal y soporte
ventilatorio .Dichos pacientes deben ser ingresados en una unidad de cuidados
intensivos.
La ansiedad puede ser muy intensa en muchos estadios del asma por la hipoxia y la
sensación de asfixia. El tratamiento de la patología pulmonar, incluida la administración
juiciosa de O2, se considera el abordaje mejor, sobre todo cuando estas medidas son
realizadas por un personal médico colaborador, atento y tranquilo. La utilización de
sedantes en pacientes no intubados aumenta su mortalidad y la necesidad de
ventilación mecánica.
Las infecciones respiratorias que exacerban el asma suelen ser víricas, siendo
excepcionales las bacterianas, sobre todo en niños. Sin embargo, si el paciente
expectora un esputo amarillento, verde o pardo o si la tinción de Wright del mismo
demuestra predominio de polinucleares, se deben administrar antibióticos de forma
empírica. Los antibióticos resultan especialmente apropiados en adultos con tendencia
conocida a desarrollar bronquitis crónicas o recidivantes. Se debe elegir el antibiótico en
función de los hallazgos bacteriológicos, aunque la amoxicilina suele ser eficaz. En los
pacientes alérgicos a los -lactámicos se puede administrar eritromicina, tetraciclina o
trimetoprima-sulfametoxazol, aunque no se debería administrar tetraciclina a niños
pequeños.
La oxigenoterapia siempre está indicada, porque los pacientes con un ataque grave de
asma muestran siempre hipoxemia. Los niveles de la gasometría permiten seleccionar
la FiO2, para conseguir mantener unos niveles de PaO2 por encima de 60 mm Hg (entre
70 y 90 mm Hg, si es posible). Se puede realizar una oximetría digital no cruenta para
determinar la saturación arterial de O2 (SaO2) en lugar de la gasometría en los pacientes
con PaCO2 y pH arterial estables; la saturación debe ser del 90 al 95%. Cuando los
pacientes no pueden tolerar una mascarilla de Venturi, se pueden obtener los mismos
resultados con lentillas nasales con baja FiO2 (2 a 4 l/min). El O2 puede resecar la
mucosa de la vía aérea, que se debe humidificar siempre.
En los episodios largos y graves se puede desarrollar una acidosis respiratoria, con un
descenso alarmante del pH arterial hasta 7 a 7,1. En este momento, la mayor parte de
los pacientes están intubados y se empieza la ventilación asistida porque la acidosis
respiratoria refleja principalmente un problema respiratorio mecánico que se debe
aliviar. Se suele emplear la ventilación ciclada por volumen, dado que consigue una
ventilación alveolar bastante constante aunque la resistencia de las vías aéreas sea
elevada y variable. Se prefiere el modo central, aunque muchos pacientes necesitan
sedantes, incluso parálisis neuromuscular, para conseguir un control total sobre el
ventilador. Para reducir la hiperinsuflación pulmonar en los pacientes con niveles
peligrosos de autopresión positiva al final de la espiración (PEEP intrínseca) se debe
colocar el ventilador a una velocidad de 8 a 14 respiraciones/min con un flujo
inspiratorio elevado (>60 a 80 l/min). Como consecuencia, el tiempo inspiratorio es
corto, con un cociente inspiración:espiración de 1:3 a 1:4; esta programación del
sistema permite aumentar al máximo la espiración en los pacientes con una grave
limitación al flujo espiratorio.
Bibliografía
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Rivero S.O y Ponce de Leon H.M Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica Gaceta
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