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Valores, Filosofía y Marxismo

Prof. Jesús Pacheco Martínez

Conceptualización del valor

El hombre, en su condición de ser histórico-social, le ha dado una significación relevante a


los objetos y seres de la naturaleza, a los objetos y obras producto de su trabajo, manual,
intelectual, artístico y político, así como al conjunto de actividades que realiza, sean estas
de carácter material-económico o de carácter espiritual y cultural.

Nada de la existencia le es ajena al hombre, incluyéndose él mismo, en su actividad


constante y permanente de valorar, misma que ha quedado demostrada a lo largo de la
historia. Sin embargo, dicha valoración ha obedecido a condiciones y circunstancias que
responden al modo o modos de producir la vida, al menor o mayor grado de desarrollo de
las fuerzas productivas, en una formación económico-social determinada. Las formas de
valoración responden a aquella tesis de Marx, de que no es la conciencia del hombre quien
determina su existencia, sino que es la existencia social, la que determina las formas de su
conciencia, es decir, sus formas de pensar, de sentir, de percibir la vida y de actuar.

En las diversas formaciones sociales que históricamente han existido, hemos visto modos
de valoración que van desde lo mítico-religioso, práctico-utilitario y del sentido común, hasta
la valoración propiamente filosófica, donde se irá determinando y diferenciando el contenido
de los valores que responden a lo económico, a lo moral, a lo estético y aquellos que están
relacionados con la sociedad y la naturaleza.

Llamamos valor a toda cualidad física, material, intelectual, artística y moral, que se aprecia
de un objeto natural o humano, ya sea que se tenga en alta estimación, despierte nuestro
interés y admiración, o bien, sea un rasgo que trascienda lo meramente subjetivo y
adquiera socialmente una significación objetiva y universal.

En la historia de la filosofía encontramos las dos corrientes de pensamiento que generan


una polémica hasta nuestros días: algo es bueno o malo, bello o feo, útil o inútil, justo o
injusto, de acuerdo a una perspectiva individual y subjetiva, como lo sostuvieron los
sofistas, o bien, pueden determinarse desde una perspectiva universal y objetiva como lo
sostuvo Sócrates, sin llegar al extremo de descontextualizar los valores y convertirlos en
una abstracción metafísica.

De igual forma, encontramos al menos cuatro interpretaciones axiológicas con respecto a la


valoración en la relación necesaria de sujeto-objeto:

El valor de un objeto radica en el sujeto que valora, el objeto de por sí carece de valor.
Subjetivismo axiológico.

El valor de un objeto radica en el objeto, el sujeto sólo conoce y da razón de las cualidades
y rasgos valiosos del objeto. Objetivismo axiológico.

El valor de un objeto, no radica ni en el objeto ni en el sujeto. El valor existe por si mismo en


un mundo ideal, conceptual, esencial, independiente del mundo humano, físico-sensible.

1
Idealismo objetivo de Platón. Siendo el valor inmutable, perenne e intemporal, se proyecta
sobre el mundo de los objetos físico-sensibles y los seres vivos, de forma transitoria,
temporal e imperfecta.

El valor es producto de la relación sujeto-objeto; esta relación es de carácter social e


histórica. En ese sentido, hay valores que surgen en un determinado contexto social y dejan
de tener vigencia o interés en otro tiempo histórico. En cambio, hay valores que por su
significación, trascienden la época en que fueron creados y se convierten en valores
universales, los cuales son los que el hombre trata de preservar, reproducir y hacerlos
vigentes en el aquí y en el ahora.

“Los valores requieren –nos dice Adolfo Sánchez Vázquez- por consiguiente –como
condición necesaria-, la existencia de ciertas propiedades reales –naturales o físicas- que
constituyen el soporte necesario de las propiedades que consideramos valiosas”.1

Valores en el mundo globalizado


Jorge Luis Guevara Reynaga, ex Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, es autor
de un texto interesante titulado Liderazgo y valores universitarios, publicado por esta
universidad, en el año 2000. Por considerar de importancia las ideas principales que
Guevara Reynaga sustenta, las incluyo en forma sintética en este trabajo: 2

Necesitamos concebir al mundo en su totalidad, sin perder la comprensión de sus


particularidades.

Comprender que vivimos en un mundo globalizado, que necesitamos insertarnos en él, sin
negar las raíces propias de cada país, el modo de ser de cada nación, su diversidad, es
decir, su identidad. Comprender que la humanidad necesita progresar hacia los ideales de
paz, libertad, democracia y justicia social.

Saber que todo valor es producto de la cultura, por lo tanto tiene un carácter histórico-
social, pero a la vez, el valor no es estático, sino dinámico y dialéctico, en tanto que su
conocimiento, su reflexión teórica y reproducción, se hace desde el ámbito de la educación,
de la escuela, de la universidad, de la filosofía misma y de la práctica social del hombre,
aspectos que permiten comprender su esencia y su trascendencia.

La razón de ser de toda universidad es educar y el centro de esa educación son los valores:

- educar para la vida.


- educar para comprender al mundo.
- educar para comprenderse a si mismo.
- formar personas conscientes de su responsabilidad y compromiso social.

Todo proceso educativo está inmerso en una filosofía educativa; por lo que las escuelas y
particularmente la universidad, deben enseñar más allá del conocimiento: la
responsabilidad que implica el deber ser, pero sólo a través de las dos condiciones que la
generan: la libertad y la conciencia moral.

La educación es un valor social y cultural. Sus dimensiones son:


Propiciar la construcción de un mundo mejor.

2
Propiciar un desarrollo sustentable.
Cultivar el entendimiento entre los pueblos.
Fortalecer la democracia.

La educación y la formación en valores deben propiciar incidir entre las tensiones o


contradicciones del mundo contemporáneo, dando alternativas teóricas y prácticas:

1. Ser ciudadanos del mundo, sin perder las raíces propias. 2. Aprender a vivir en la
globalización desde la riqueza cultural propia. 3. Adaptarnos a la modernidad sin
perder la identidad o negarnos a nosotros mismos. 4. Comprender los problemas que
tienen solución inmediata y a aquellos que son de largo plazo. 5. Generar en el
individuo la conciencia de la equidad, de la cooperación y de la solidaridad.

La universidad debe de tener un liderazgo dentro de la sociedad por su misma esencia o


funciones sustantivas como son: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura
nacional y universal.

Valores necesarios en el aquí y en el ahora, para la formación del


individuo

El hombre como valor

Una idea generalizada en nuestro tiempo, es la de concebir al hombre como un ser cuyo
incentivo principal es “su deseo de ganancias y de bienestar económico” y que sólo dentro
del capitalismo y en la economía de mercado, se puede lograr esta finalidad de la especie
humana, y más aún, en el contexto de las “competencias” sociales entre unos individuos y
otros, entre las clases sociales y entre unos países y otros.

La filosofía de Marx cuestiona radicalmente estas ideas, en tanto que concibe al hombre
como un ser genérico, que no reduce su vida a la subsistencia individual y egoísta, sino que
es capaz de pensar, sentir y actuar con otros fines más humanistas, que trascienden los
límites de su propia individualidad y de la especie, generando conocimiento teórico y
práctico en su relación con las demás especies y en general con la naturaleza. Es decir,
que el hombre se crea una conciencia de la totalidad de la existencia.

Sólo en condiciones de enajenación el hombre puede perder esta perspectiva. Por ello para
Marx, el fin del hombre es lograr “su liberación de las cadenas del determinismo
económico”, su “emancipación espiritual”, la “restitución a su totalidad humana, el encuentro
de una unidad y armonía con sus semejantes y con la naturaleza”. 3
“El animal es uno con su actividad vital (…) Pero el hombre hace de su actividad vital
misma un objeto de su voluntad y de su conciencia (…) es su actividad una actividad libre.
El trabajo enajenado invierte la relación, en tanto que el hombre como ser con conciencia
de sí hace de su actividad vital, de su ser, sólo un medio para su existencia.

La construcción práctica de un mundo objetivo, la manipulación de la naturaleza inorgánica,


es la confirmación del hombre como ser genérico consciente, es decir, como un ser que
considera a la especie como su propio ser o a sí mismo como especie (…) Por supuesto,
también los animales producen (…) Producen sólo en una dirección única, mientras que el
hombre produce universalmente (…) Los animales se producen sólo a sí mismos, mientras

3
que el hombre reproduce toda la naturaleza (…) Los animales construyen sólo de acuerdo
con las normas y necesidades de la especie a la que pertenecen, mientras que el hombre
sabe producir de acuerdo con las normas de toda especie y sabe aplicar la norma
adecuada al objeto. Así, el hombre construye también de acuerdo con las leyes de la
belleza”.4

El valor del trabajo

Un rasgo esencial del hombre es el trabajo. La autorrealización del hombre, su afirmación


como ser natural y social, la objetivación de la totalidad de su ser, lo ha sido mediante su
trabajo. El trabajo para Marx, es una actividad, no una mercancía. En consecuencia, la
crítica radical que hace al capitalismo, es porque convierte al trabajo, en trabajo enajenado
y al hombre, en objeto de enajenación.

El objetivo del hombre debe ser, su liberación del trabajo enajenado y eliminar la fuente de
la enajenación: la propiedad privada. Dice Fromm: “La crítica principal de Marx al
capitalismo no es la injusticia en la distribución de la riqueza; es la perversión del trabajo en
un trabajo forzado, enajenado, sin sentido, que transforma al hombre en un `monstruo
tullido`. El concepto del trabajo de Marx como expresión de la individualidad del hombre, se
expresa sucintamente en su visión de la abolición de la sumersión del hombre en una sola
ocupación durante toda su vida. Como el fin del desarrollo humano es el del desarrollo del
hombre total, universal, el hombre tiene que emanciparse de la influencia paralizadora de la
especialización”.5 En ese sentido, Marx critica a quienes sólo conciben la lucha de los
trabajadores, particularmente de los obreros, en una mejora de sus salarios y pierden la
perspectiva de la transformación del capitalismo. “Un aumento de salarios obligado no
sería más que una mejor remuneración de los esclavos y no devolvería, ni al trabajador ni a
su trabajo, su significado y su valor humanos”.6

Recordemos las formas de la enajenación del trabajo y del hombre, particularizado de


manera concreta en el productor o trabajador:

La enajenación del hombre hacia los productos de su trabajo.

“El trabajador se vuelve más pobre a medida que produce más riqueza(…) El trabajador se
convierte en una mercancía aún más barata cuantos más bienes crea (…)La devaluación
del mundo humano aumenta en relación directa con el incremento de valor del mundo de
las cosas (…) Este hecho supone simplemente que el objeto producido por el trabajo, su
producto, se opone ahora a él como un ser ajeno, como un poder independiente del
productor (…) La enajenación del trabajador en su producto no sólo significa que su trabajo
se convierte en un objeto, asume una existencia externa, sino que existe
independientemente, fuera de él mismo y ajeno a él y que se opone a él como un poder
autónomo. La vida que él ha dado al objeto se le opone como una fuerza ajena y hostil”.7

La enajenación del hombre en su actividad productiva.

Para Marx, la enajenación no tan sólo se manifiesta en el resultado o producto del trabajo,
los objetos, las obras y las mercancías, sino que forma parte de la misma actividad del
trabajo. “¿Cómo podría el trabajador encontrarse en una relación enajenada con el producto
de su actividad si no se enajenara en el acto de la producción misma? (…) la producción
misma debe ser enajenación activa: la enajenación de la actividad y la actividad de la
enajenación”. 8

4
En la esfera del trabajo enajenado, el trabajo aparece como algo externo al individuo, no
forma parte de su naturaleza, no hay identidad con él. El hombre no se afirma en su trabajo,
si no que se niega a sí mismo; no es una actividad propia para él o para la comunidad, sino
para otro u otros, que es o son los dueños del capital y de su trabajo vendido como
mercancía a cambio de un salario para subsistir.

“El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo que implica
sacrificio y mortificación (…) no es su propio trabajo sino trabajo para otro, que en el trabajo
no se pertenece a sí mismo sino a otra persona”.9 La actividad del trabajo, pierde su
espontaneidad y su libertad, en tanto que es un trabajo forzado, impuesto, obligado, aunque
aparentemente el hombre es libre de cambiar de trabajo o de no trabajar con las
consecuencias señaladas por el propio Marx.

La enajenación del hombre hacia el hombre.

“El ser ajeno al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo, al que se dedica el
servicio del trabajo y a cuyo goce va el producto del trabajo sólo puede ser el hombre
mismo. Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, sino que se enfrenta a él como
un poder ajeno, esto sólo puede producirse porque pertenece a otro hombre que no es el
trabajador. Si su actividad es un tormento para él debe ser fuente de goce y de placer para
otro. No los dioses, ni la naturaleza, sino sólo el hombre mismo puede ser este poder ajeno
sobre los hombres”.10
La relación social e histórica entre el trabajador –quien es el que produce la riqueza- y el no
trabajador –quien se apropia de esa riqueza y es dueño de los medios de la producción- es
una relación enajenada, en tanto que real y objetivamente, la “propiedad privada es, pues,
el producto, el resultado necesario, del trabajo enajenado , de la relación externa del
trabajador con la naturaleza y consigo mismo (…) Sólo en la etapa final del desarrollo de la
propiedad privada se revela su secreto, es decir, que es por una parte el producto del
trabajo enajenado y, por otra, el medio a través del cual se enajena el trabajo, la realización
de esta enajenación”.11

La enajenación del hombre hacia la naturaleza.

Históricamente el hombre ha tratado de dominar, controlar y manipular a la naturaleza. El


conocimiento que se ha adquirido de ella, se ha aplicado las más de las veces, para
explotarla, degradarla y alterarla. Pero ha sido en el capitalismo, dónde se ha incrementado
esta irracionalidad del hombre hacia la naturaleza, separándose de ella, sin establecer
vínculos de equilibrio y armonía en las relaciones necesarias hombre-naturaleza.

Salvo excepciones histórico-sociales que se han expresado hasta nuestros días, la


tendencia general dominante del capitalismo ha sido la de concebir a la naturaleza, a su
flora y su fauna, a los recursos naturales renovables y no renovables, simplemente como
mercancías. El planeta tierra, es una gran mercancía para el capitalismo, ya sea en su
versión liberal, neoliberal, colonial o imperialista.

“Las plantas, los animales, los minerales, el aire, la luz, etc., constituyen en el aspecto
teórico, una parte de la conciencia humana como objetos de la ciencia natural y del arte;
son la naturaleza inorgánica espiritual del hombre, su medio intelectual de vida, que debe
preparar primero para gozarlo y perpetuarlo (…) la naturaleza es el cuerpo inorgánico del
hombre (…) puesto que el hombre es parte de la naturaleza”.12

5
El valor de la naturaleza

Mientras que el hombre como ser social no restituya a la naturaleza como uno de los
valores más preciados para su existencia, corre el peligro de sucumbir ante ella, por todas
las formas de alteración y de desequilibrio que ha generado en sus espacios vitales.

“La morada llena de luz –escribía Marx, en 1844 y refiriéndose a ciudades industriales de
Francia Inglaterra e Irlanda- que Prometeo señala, en Esquilo, como uno de los grandes
dones mediante los cuales ha transformado a los salvajes en hombres, deja de existir para
el trabajador. La luz, el aire y la más simple limpieza animal dejan de ser necesidades
humanas. La suciedad, esa corrupción y putrefacción que corre por las alcantarillas de la
civilización (literalmente) se convierte en el elemento donde vive el hombre. El descuido
total y antinatural, la naturaleza putrefacta, se convierte en el elemento en el cual vive.
Ninguno de sus sentidos existe ya, ni en forma humana ni siquiera en una forma no-
humana, animal”.13
La anterior descripción de Marx, se queda cortísima ante lo que el hombre ha hecho contra
la naturaleza y contra sí mismo. Reconocer a la naturaleza como parte del hombre es
reconocer que el hombre es producto de la naturaleza y que necesitamos protegerla,
cuidarla, preservarla, en otras palabras, amarla. Dejar de ver a la naturaleza como
mercancía y como un bien privado, para convertirla en medio de sustentación de la vida con
una actitud biofílica y no necrofílica como lo sustentó Marx y Erich Fromm.

Necesitamos educarnos para educar a los estudiantes en esa conciencia de concebir a la


naturaleza como un valor humano, considerando la necesidad histórica de que se supere
la propiedad privada y generar otras formas de vida posibles. Marx lo planteó como
comunismo no en su forma vulgar, sino en su forma humana. “El comunismo es la abolición
positiva de la propiedad privada, de la autoenajenación humana y, por tanto, la apropiación
real de la naturaleza humana a través del hombre y para el hombre (…) Es la resolución
definitiva del antagonismo entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre. Es
la verdadera solución del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y
autoafirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie”.14

Marx ilustra esta relación humanista entre el hombre y la naturaleza, con la relación entre el
hombre y la mujer: “La relación inmediata, natural y necesaria del ser humano con el ser
humano es también la relación del hombre con la mujer. En esta relación natural de la
especie, la relación del hombre con la naturaleza es directamente su relación con el hombre
y su relación con el hombre es directamente su relación con la naturaleza, con su propia
función natural. Así, en esta relación se revela en forma sensible (… ) la medida en que la
naturaleza humana se ha convertido en naturaleza para el hombre y en que la naturaleza
se ha convertido para él en naturaleza humana. Todo el nivel de desarrollo del hombre
puede determinarse a partir de esta relación. Del carácter de esta relación se desprende
hasta dónde el hombre se ha convertido y se ha concebido como especie como ser
humano. La relación del hombre con la mujer es la relación más natural del ser humano con
el ser humano. Indica, pues, hasta qué punto la conducta natural del hombre se ha hecho
humana y hasta dónde su esencia humana se ha convertido en esencia natural para él,
hasta dónde su naturaleza humana se ha convertido en naturaleza para él. También
demuestra hasta dónde las necesidades del hombre se han convertido en necesidades
humanas y, en consecuencia, hasta qué punto la otra persona, como persona, se ha
convertido en una de sus necesidades y en qué medida es en su existencia individual, al
mismo tiempo, un ser social” .15

6
El valor de la política

La política en su forma vulgar y pervertida resulta detestable. Sin embargo, la política forma
parte de la naturaleza social del hombre. Aristóteles caracteriza muy bien al hombre, al
definirlo como un animal político. Los dioses y las bestias, decía el estagirita, no requieren
de la polis para vivir, pero el hombre como ser social, no puede existir sin la polis, es decir,
sin la comunidad.

La política es la actividad social del hombre presente en toda sociedad, desde la comunidad
más primitiva hasta nuestros días. Mediante ella, el hombre organiza su vida social
cotidiana, crea instituciones sociales y particularmente al Estado, así como las leyes y
normas que ordenan la coexistencia en un régimen determinado. La política ha estado
vinculada a la lucha de clases y a la acción de las mismas para preservar y reproducir un
orden social existente, o bien para reformarlo o revolucionarlo. En ese sentido, la política
tendrá un sello de izquierda o de derecha y los individuos y las clases sociales se nuclearán
en una u otra posición y habrá quienes tratarán de ubicarse en una posición que medie o
una los extremos. De ahí surgen las tendencias de centro izquierda y centro derecha, pero
también la ubicación puede ser en los extremos de la ultra derecha o ultra izquierda. Lenin
caracterizó una de estas posiciones políticas en su libro, “El izquierdismo, enfermedad
infantil del comunismo”.

Adolfo Sánchez Vázquez, señala en uno de sus escritos, que “(…) la derecha ha tenido
históricamente que limitar el área de las libertades reales para la mayoría de la población y
a frenar los avances de la igualdad social, reclamadas por las clases más desprotegidas. La
izquierda por el contrario, ha tenido –en mayor o menor medida de acuerdo a la franja de
que se trate- a superar esos límites y frenos, y a ampliar la esfera de las libertades reales y
de la igualdad social. Ser de izquierda -o, más exactamente estar a la izquierda- sigue
significando hoy asumir con un contenido concreto, efectivo, ciertos valores universales:
dignidad humana, igualdad, libertad, democracia, solidaridad y derechos humanos, cuya
negación, proclamación retórica o angostamiento han sido siempre propios de la práctica
política de la derecha”.16

La política necesariamente está vinculada a la moral. Tan negativa es la política sin moral,
como la moral sin política, que en la práctica social luego se pretende escindir, como si la
política estuviese restringida a los actos públicos y la moral a los actos privados del
individuo. La actividad política en toda situación determinada requiere de una justa
adecuación entre los medios y los fines y que estos sean éticamente morales, legales o
legítimos y que respondan a una política con un contenido ético-moral de alcance universal.

“Ciertamente, la derecha tiende a justificar los medios si son eficaces para los fines que
considera valiosos. Ahora bien, la izquierda tiene que justificar los medios no sólo por su
eficacia, pues hay medios que aun siendo eficaces –dada su naturaleza perversa- son
incompatibles –como hemos ya señalado- con sus fines y valores. Hay medios como el
genocidio, el terrorismo individual o de Estado, el secuestro, el fraude, la tortura, la
corrupción, etcétera, que si bien son connaturales en la extrema derecha, una política de
izquierda no puede utilizarlos sin negarse a sí misma”.17

La crítica a esos medios a que se recurre debe ser desde el ámbito de lo político moral y
trasciende los marcos de la derecha o de la izquierda, aunque la izquierda está más
obligada aun a instrumentar una política que atienda y haga realidad el imperativo ético de

7
Kant y asumido por Marx, de tratar siempre al hombre como fin y no como medio,
instrumento, objeto o mercancía.

El valor del ser y del tener existencial

La mayor parte de filósofos, sabios y maestros de la vida, se han pronunciado contra el


tener, en tanto que esta tendencia social, que es propia de regímenes que tienen como
base la propiedad privada, reproducen el egoísmo, el individualismo y las relaciones
sociales de dominación y subordinación entre los seres humanos.

Ya el sabio griego Cléobulo señalaba: “Lo óptimo: la mesura”. De igual forma, Aristóteles
consideraba, que el término medio o el justo medio, llamado también virtud, entre dos
extremos considerados como vicios, se encontraba la mesura. Los extremos son, la
opulencia y la pobreza.

Para Marx el hombre necesita ser mucho y tener poco. Considera que demasiadas cosas
útiles, hacen individuos inútiles. “Cuanto menos es el individuo, y cuanto menos expresa su
vida, tanto más tiene y más enajenada es su vida”. “Tener poco y ser mucho”. En su crítica
al capitalismo señalaba que “(…) todos los sentidos físicos e intelectuales han sido
sustituidos por la simple enajenación de todos estos sentidos: el sentido de tener. El ser
humano tenía que ser reducido a esta absoluta pobreza para poder dar origen a toda su
riqueza interior”.18

Erich Fromm, siguiendo a Marx, nos habla de la necesidad de cambiar socialmente el vivir
en el modo de tener, por el vivir en el modo de ser, donde los individuos nos apropiemos la
realidad objetiva natural y social, no tanto desde la perspectiva de orden material, sino
desde la óptica de carácter espiritual, donde el tener sea más en el sentido existencial y no
en el tener caracteriológico, individualista, egoísta, posesivo y sobre todo en el mundo
actual, compulsivo. “Renunciar a todas las formas de tener, para poder ser plenamente”.19

El valor de la utopía

Hablar de utopía en estos tiempos de predominio de la ideología neoliberal, pareciera ser


que quien lo hace, se encuentra desfasado, o fuera de la realidad social e histórica; y más
aún, cuando se han decretado desde las esferas del poder, los fallecimientos de la historia,
de la filosofía –en particular del marxismo-, del socialismo y de la misma utopía. Por ello ha
ganado en la conciencia de mucha gente, la idea negativa del utopismo, es decir,
considerar que todo ideal que tenga por objetivo el generar otro modelo de hombre y de
sociedad más humanizados, no deja de ser, como decimos en México, “sueños guajiros”.

Sin embargo, la filosofía y la política misma, vinculadas a la praxis social y sobre todo al
humanismo, han venido generando una conciencia positiva del utopismo, el cual le da al
individuo y a los pueblos, una razón para vivir, pensando en proyectos que mejoren la vida
humana y transformen una realidad social con la que se está inconforme, por lo que en el
aquí y en el ahora, estamos observando, una multiplicidad de movimientos sociales en el
mundo, con un ideal común que les caracteriza: la crítica radical o moderada al capitalismo,
a su economía de mercado, a la competencia brutal que aniquila y margina a millares de
gentes, y a los Estados Unidos como país imperial, que quisiera someter al mundo a sus
designios.

8
Si algo caracteriza al humano es el ser utópico. La utopía genera la conciencia de un
horizonte de cambios sociales y la certeza de su posibilidad. No se trata de una conciencia
pasiva, sino de una conciencia activa, donde el individuo y las colectividades participan en
su entorno social con una visión de conjunto, de la totalidad, pensando y actuando sobre lo
inmediato y lo mediato, lo que es para el presente y lo que debe ser para el futuro. Por ello
la utopía está anclada en el futuro; tiene un pie en lo que es, en la realidad cotidiana y otro
pie en lo que no es, en lo que no existe, pero que puede llegar a ser, a existir.

La utopía se nutre de los valores y derechos humanos que históricamente el hombre se ha


dado. Valores como la justicia, el bien común, la libertad, la democracia, la dignidad de la
persona, la igualdad de los individuos, el respeto a lo diferente y a la diversidad de
capacidades, la libertad y el imperio de una ley racional, el derecho a la salud a la
educación, a la vivienda, al empleo, a la soberanía nacional, etcétera, son entre otros
muchos, derechos y valores que están presentes en la esperanza de cambio de hombres y
mujeres, niños, jóvenes y ancianos.

Por ello mantener viva a la utopía, es preservar la llama encendida de la esperanza, de la


libertad, de la felicidad, del amor y de la justicia. Sin la utopía, la vida del hombre sería
imposible y el mundo giraría sin una conciencia que le diese rumbo y sentido humano a la
existencia.

…El valor del amor

El amor es uno de los valores más desvirtuados en nuestra sociedad contemporánea. Se le


identifica más como algo externo al hombre, a la manera de un objeto y no como parte de
las capacidades humanas. El amor en su sentido más auténtico, es una actividad espiritual
del ser humano. El cristianismo introdujo tres elementos importantes en el tema del amor: el
amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a sí mismo. Incluso define a Dios como amor; y
uno de los textos de la Epístola de San Juan dirá: “el que no ama, no conoce a Dios, porque
Dios es amor”. Oscar Wilde escribio en De Profundis: “El objetivo del amor es amar: nada
más, nada menos”. En este texto, señalaba al amor en su sentido de acción, de actividad,
del acto en sí mismo, sin ninguna condicionalidad.

Erich Fromm nos enseña que el amor es una actividad libre, consciente, productiva y
responsable del ser humano y que no puede identificarse con la posesión, con la tendencia
improductiva de tener a la otra persona como un objeto, en relaciones finalmente de
dominación y subordinación. Amar es respeto, cuidado, protección, equidad, estímulo para
el crecimiento y desarrollo de sí mismo y del ser amado.

Fromm, desde una perspectiva marxista, concibe el amor como la capacidad del ser
humano de amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones. “En realidad –escribe-,
sólo existe el acto de amar, que es una actividad productiva. Implica cuidar, conocer,
responder, afirmar, gozar de una persona, de un árbol, de una pintura, de una idea.
Significa dar vida, aumentar su vitalidad. Es un proceso que se desarrolla y se intensifica a
si mismo”. Y en su forma enajenada, es decir, “en el modo de tener implica encerrar,
aprisionar o dominar al objeto “amado”. Es sofocante, debilitador, mortal, no dador de vida”.
Y precisa: “Como amar es una actividad productiva, sólo se puede estar enamorado o
enamorarse”, es decir, estar en el amor.20

Gibrán Jalil Gibrán filósofo libanés nos enseña que el amor “(…)no da más a sí mismo y no
toma nada más que de sí mismo. El amor no posee ni es poseído. Porque el amor es

9
suficiente para el amor. Cuando améis no debéis decir: “Dios está en mi corazón” sino más
bien: yo estoy en el corazón de Dios. Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor,
porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso. El amor no tiene otro deseo que el
de realizarse”.

Y en las relaciones amorosas nos indica: “Dejad que haya espacios en vuestra cercanía
(…) Dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no
hagáis del amor una atadura. Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de
vuestras almas. Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa”(…)
Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga.
Porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte. Y, ni
el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble”.21

El valor de la filosofía

La enseñanza de la filosofía ha sido en todo tiempo necesaria, pues el ser humano la ha


creado, para dar respuestas a las múltiples inquietudes que surgen de su propia naturaleza
y en su relación con el mundo espacio-temporal que le circunda. La enseñanza de la
filosofía permite que el individuo encuentre y le de a sí mismo sentido a la existencia y
razones de certidumbre para vivir. La enseñanza de la filosofía ha sido determinante en la
historia, pues con ella se han creado los grandes proyectos existenciales de vida y los
pueblos han orientado sus luchas por la libertad, la justicia, la democracia, en fin, por
mejores condiciones de vida material y espiritual.

La enseñanza de la filosofía es importante, porque permite que el individuo, piense, razone,


reflexione, pero que también imagine, desarrolle su sensibilidad, sus pasiones y afecciones.
La filosofía explora el corazón del hombre, para que ahí descubra las posibilidades de su
ser y las desarrolle de manera práctica. La enseñanza de la filosofía no puede darse de
manera lineal ni uniforme; precisamente porque ella es multidireccional y multidimensional;
sin embargo no puede quedar al margen de los problemas de la lógica, de la estética, de la
ética y de otros tópicos propios de la filosofía.

Pero en el aquí y en el ahora se requiere que pongamos el acento en la enseñanza de la


ética. Retomo las palabras de Miguel Concha, en su Llamado a la paz, pronunciadas en El
Zócalo, de la Ciudad de México, el 12 de enero de 1994 ante una multitud. “Para lograrlo es
indispensable reintroducir en la economía y en la política mexicana un elemento que lleva
ya bastante tiempo ausente: la ética. La ética del compromiso solidario con todo el país; la
ética de la lucha contra las causas de la pobreza; la ética de las decisiones públicas
tomadas y asumidas democráticamente; la ética del respeto a la diferencia cultural, en pie
de igualdad. Lo que para muchos mexicanos es también la ética del amor…”.22

El Doctor Adolfo Sánchez Vázquez en su discurso Reconocimiento a la filosofía en tiempos


adversos, pronunciado el 10 de junio de 2004, en la Universidad de Guadalajara, al recibir
el reconocimiento de Doctor Honoris Causa y publicado en La Jornada, el sábado 12 de
junio de 2004, señalaba las causas sociales por las cuales se desprecia a la filosofía:

10
“Pero al hablar de la percepción negativa de la filosofía nos referimos ahora a su significado
social; es decir, al que es propio y peculiar de una sociedad, como la nuestra, en la que
todas las actividades humanas y sus productos se convierten en mercancías; una sociedad
en la que los valores más nobles -la justicia, la belleza, la dignidad humana- se supeditan al
valor de cambio; en la que el lucro, la ganancia, mueve las aspiraciones y la conducta de
los hombres, y en la que la competencia, el egoísmo y la intolerancia hacen de la sociedad -
como decía Hegel- un campo de batalla. En esta sociedad lucrativa, competitiva y
mercantilizada, la filosofía -como las ciencias sociales y las humanidades- no es rentable. Y
de ahí que en la enseñanza media y superior se aspire a recortar las alas a la filosofía para
que vuelen a sus anchas las disciplinas gratas al mercado”.23

Preservar la filosofía, enseñarla en todos los ámbitos académicos y desarrollarla como una
actividad necesaria de la conciencia humana, significa enseñar al individuo a amar la vida
en su totalidad, para reproducir en su existencia cotidiana los valores humanos como los
que en esta lectura hemos planteado, entre otros; valores humanos que aunque tengan un
carácter universal, siempre estarán abiertos a la reflexión de la conciencia crítica,
precisamente porque se pretende, que formen parte de la práctica social del hombre, en un
mundo que es necesario transformar.

Enero de 2011.

Índice de notas
1. Sánchez Vázquez Adolfo, Ética, Grijalbo, p. 118.
2. Guevara Reynaga, Jorge Luis, Liderazgo y valores universitarios, Universidad Autónoma
de Sinaloa, 2000.
3. Fromm, Erich, Marx y su concepto del hombre, F. C. E., Col. Breviarios.
4. Marx, Karl, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Apéndice I, en Fromm, Obra
citada, pp. 111-112.
5. Fromm, Obra citada.
6. Fromm, Marx, Obra citada, pp. 105-106).
7. Obra citada.
8. Marx, Manuscritos, pp.107-108
9. Marx, Manuscritos, p. 114
10. Marx, Obra citada, p.114.
11, Marx, obra citada, p. 115.
12. Marx, obra citada, p. 110.
13. Marx, Manuscritos, p. 150-1519.
14 .Marx, Manuscritos, pp. 135-136.
15. Marx, Manuscritos, pp. 134-135.
16. Sánchez Vázquez, A., Izquierda y derecha en la política: ¿y en la moral?, La
Jornada, 26 al 29 de febrero de 1996).
17. Sánchez Vázquez, Izquierda y derecha ….
18. Marx, Manuscritos…p. 140.
19. Fromm, ¿Tener o ser?, Fondo de Cultura Económica.
20. Fromm, Obra citada.
21. Gibrán Jalil Gibrán, El profeta.
22. La Jornada, 13 de enero de 1994.
23. La Jornada, sábado 12 de junio de 2004.

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