FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
Santiago, Chile
2008.
© Andrea Pizarro Vargas
© Constanza Quintanilla Hernández
Se autoriza la reproducción parcial o total de esta obra, con fines académicos,
por cualquier forma, medio o procedimiento, siempre y cuando se incluya la cita
bibliográfica del documento
2
Dedicatoria
“Muchos mueren demasiado tarde,
Y algunos demasiado pronto.
Todavía nos extraña la máxima:
‘¡Muere a tiempo!’”
(Nietzsche)
Andrea:
Mamá y Papá; por momentos resulta difícil dedicarles palabras sin sentir una especial emoción.
Son muchos los generosos actos y delicada entrega que cada uno de ustedes ha hecho por mi
y hoy más que nunca es el momento de expresarles mis infinitas gracias!!!. Nada de esto, ni
mucho menos, nada de todo lo que tengo y soy hubiese sido posible sin ustedes. Por sobre
todo, los amo.
Hermano, mi querido hermano, me conmueve pensar en ti y darme cuenta que lo más cierto
entre nosotros es el gran amor que nos une. Tantas veces tu calma sonrisa y tus cálidas
palabras me han aliviado y animado. Eres mi gran orgullo, te adoro!
Mamy Guela decirte que mucho de lo que soy es gracias a tus permanentes cuidados y tu amor
incondicional. En el trayecto de mi vida tu presencia ha sido un acto de vital importancia para mi
.
Jorge, mi amado compañero, ni los años han pasado en vano ni nuestros proyectos han perdido
la suave alegría de antaño. Así como recuerdo el comienzo, hoy nuestros pasos avanzan con la
certeza del amor mutuo… agradezco tu compromiso, amor y paciencia.
A mi familia en general, por el cariño de siempre, pero de manera particular a mis queridos
primos Daniel, María José y Nestor.
José Ignacio, Víctor, Francisca, Claudia, Paula, Cote, Andrea, Macarena, Francisco queridos
amigos… por la vida compartida y los recuerdos especiales que nos unen.
Coni
Nuestra tesis tiene un entre-líneas, un capítulo oculto con todo lo que vivimos y como nuestras
vidas se entretejieron mientras se completaban estás páginas. Agradezco tu comprensión,
alegría, compañía, escucha, cariño, silencios; tu amistad. Te quiero montones!
Antonio gracias infinitas por implicarte en mi vida, por todo lo que hiciste en tantos momentos
para que esto se convirtiera hoy en realidad.
Mariano concluyo que contigo los tiempos son lógicos!!! Ha sido muy enriquecedor conocerte y
sentir la preocupación y cuidados de tu amistad. Gracias por cada uno de tus nobles gestos y
palabras.
3
Constanza:
A “mi Bernardita”…cuya esencia seguirá impregnada en mi memoria, en mi nombre, en mi ser y
en cada una de las cosas que nos atan…las cartas, postales, recuerdos, flores, sueños y
poemas que compartimos…
Esta tesis contiene parte de mi duelo y he aprendido, que a través de las palabras, es posible
trascender la muerte…
“Nomeolvides”…
A mis padres, cuyo esfuerzo, ejemplo, desvelos y apoyo, me han hecho llegar donde estoy
ahora. Por ustedes, por lo que me han entregado, lo bueno y lo malo, lo memorable y lo no
tanto, por sus historias, sus penas y recuerdos, gracias por compartirlas conmigo en algún
momento. No saben lo importante que ha sido para mí, conocer mi historia precedente y
aprender de este modo, que ustedes vienen de esas historias, y asimismo, yo soy parte de
ellas…Gracias por confiar en mí…
A mis hermanos: Jorge, quien ha sido un ejemplo de voluntad y tesón, por ofrecernos su ayuda,
por despertar en mí, así como mi madre, el interés y la inquietud intelectual, sin desprenderla de
la conciencia social…A Loreto, mi hermana, compañía constante, que a pesar de los roces,
siempre estuvo cuando necesitaba un café, un cigarro o un chiste…por su preocupación “casi”
maternal, sus cuidados…Esto es para que veas que te quiero tanto y que confío en ti y en tus
capacidades, sólo te faltaba abrir los ojos del sueño en el que estabas…
A mi “¡Compañera de tesis!”, a quien conocí en el principio de este camino, sin imaginar que
terminaría siendo mi partner, confidente, gran apoyo, gran amiga y gran valor. Por nuestros
amargos momentos y también los más loables: nuestro trasandino viaje nunca será olvidado…
Y a los “tíos”, papá y mamá de Andrea, que desde un principio me aceptaron, me albergaron y
se preocuparon por nosotras ¡gracias por todo!
A Toño Letelier, mi maestro y mi gran amigo, por existir y ser desde un principio tan loable,
cercano, querible e insensato… por sus locos poemas, por enseñarme, a través de su pasión
por el psicoanálisis, lo bello de la clínica… ¡gracias!
A Maca y Andrea, por ser mis amigas, por apoyarme y quererme y por compartir conmigo (con
nosotras) tantos buenos, malos, chistosos y estresantes momentos, incluyendo este proceso…
suerte y fuerza!
A Rodrigo, por acompañarme cuando sentía que desfallecía, cuando la modorra y el vacío
mental me invadían, por escuchar mis angustias tesísticas y saber cómo calmarlas…
A mi gran amigo Moncho, por su voluntad, preocupación y compañía, por las grandes y
notables conversaciones al amanecer…
A Mariano, por su disposición a escucharnos y hacernos ver que no estábamos tan perdidas…
A todos los que en algún momento mostraron interés por nuestro trabajo, por nosotras, por
acompañarnos…
4
Agradecimientos
A los papás y mamás que nos concedieron, más que una entrevista, una parte
de sus vidas. Gracias por la confianza y generosidad.
5
TABLA DE CONTENIDO
Resumen…..……………………………………………………………………………8
I. PROBLEMATIZACIÓN……………………………...……………………9
II. MARCO TEÓRICO………………………………………...……………..14
1. PERSPECTIVA DE GÉNERO……………………...………………..14
1.1 Concepto de género, desarrollos e implicancias.……….........14
2. EL DEVENIR FEMENINO ...………………………………………….19
2.1 Ser mujer y madre………………...……………………………...19
3. EL DEVENIR MASCULINO…………...………………………….…..24
3.1 Ser hombre y padre.………………………...……………..........24
4. ASPECTOS GENERALES DE LA MUERTE EN OCCIDENTE…30
4.1 La muerte en la historia humana………………………………..30
4.2 Muerte Infantil y cultura popular………………...………...........34
5. ASPECTOS GENERALES DEL DUELO EN OCCIDENTE………37
6. CUANDO UN HIJO MUERE: DUELO Y SUS MANIFESTACIONES
EN PADRES Y MADRES……………...………………………………...40
6.1 La muerte de un otro y duelo……………………………………41
6.2 Duelo por la muerte de un hijo……………………..…..............47
6.3 Manifestaciones subjetivas de padres y madres frente a la
muerte de un hijo……………….………………………....................51
6.4 Factores que influyen en la vivencia del duelo por la muerte de
un hijo…………………………………………..………………………53
6.5 Consecuencias de la muerte de un hijo en la salud de padres y
madres…………………………………….……………………………57
III. OBJETIVOS…….…………………………….…………………………...58
1. OBJETIVO GENERAL……………...……….………….…………….58
2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS…………...………………………….…58
IV. METODOLOGÍA…...….……………………………………………........59
1. DISEÑO……………...……………………………………....…………59
6
2. UNIVERSO Y MUESTRA…………………………………................59
2.1 Criterio de selección de la muestra……………………………..59
3. TÉCNICA DE RECOLECCIÓN DE DATOS………………………...60
4. PROCEDIMIENTO DE ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN…….…61
5. PROCEDIMIENTO GENERAL…………………….…………………64
V. DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS……………….68
5.1 DIMENSIONES…………………………………………………...68
5.1.1 Maternidad………………………………………………68
5.1.2 Paternidad……………………………………………….75
5.1.3 Enfermedad y muerte del hijo…………………………81
5.1.4 Trabajo de duelo………………………………………..89
5.2 ANÁLISIS………………………………………………………...102
5.2.1 Maternidad……………………………………………..102
5.2. 2 Paternidad…………………………………………….108
5.2.3 Enfermedad y muerte del hijo………….…………….114
5.2.4 Trabajo de duelo………………………………………119
VI. CONCLUSIONES ………………………………………………………130
VII. REFERENCIAS……………………………………………………….…139
VIII. ANEXOS…………………………………………………….……………147
7
RESUMEN
El siguiente estudio busca comprender la vivencia del duelo en padres y
madres ante el fallecimiento de un hijo, considerando la influencia de género.
Se trata de un estudio comprensivo-interpretativo, de corte transversal, con una
muestra no probabilística en base a técnicas cualitativas. Por medio fande
entrevistas semiestructuradas, se accede a los relatos. El análisis de los datos
recabados, se efectuó mediante ANAC. Los principales resultados indican que:
la vivencia de paternidad y maternidad se estructura en función del género, la
relación con el hijo se prolonga más allá de la muerte y el fallecimiento
derrumba las identificaciones, deseos y proyecciones puestos en él. Asimismo,
las instancias de ayuda y/o resolución de duelo no están claramente delimitadas
para estos padres y madres. Se concluye que el género y las construcciones
que se asocian a éste influencian de manera transversal la vivencia de padres y
madres ante la muerte de un hijo.
8
I. PROBLEMATIZACIÓN
“Muertos de un solo abismo, sombras de una hondonada,
la profunda, es así como al tamaño
de vuestra magnitud
vino la verdadera,
la más abrasadora muerte y desde las rocas taladradas,
desde los capitales escarlata,
desde los acueductos escalares
os desplomasteis como en un otoño
en una sola muerte”.
(Pablo Neruda)
1
En lo sucesivo se utilizará el concepto hijo/niño de manera neutra, designando tanto a sujetos de género
femenino, como masculino.
2
Las grandes sociedades occidentales no toleran la presencia de la muerte, se la excluye y por ende, se
evita todo aquello que esté relacionado con ella (Ariés, 1983; Morín, 1974; Thomas, 1975).
9
desarrollo de la vida humana3 (Bernier, 2004; Vilches, 2004). En la muerte de
un niño, emerge la imposibilidad del tiempo para que una vida y todo lo que ello
conlleva, se cumpla.
Desde una perspectiva psicoanalítica, la muerte de un ser querido da
paso al tiempo del duelo, que es el espacio donde el sujeto doliente se enfrenta
con la pérdida del objeto amado (Freud, 1917). En este tiempo, el sujeto deberá
hacer uso del registro simbólico, es decir de las palabras, para poder delimitar
el vacío real que la pérdida comporta (Allouch, 1996; Bauab, 2001).
El duelo, en el caso de progenitores que pierden a un hijo, adquiere
características diversas a las que enfrentan otros dolientes. Es recurrente la
culpa, rabia y fracaso que invaden a padres y madres; estas vivencias pueden
vincularse con la sensación de no haber protegido al hijo muerto. Además,
persisten importantes rupturas en los lazos sociales, muchas veces debido al
aislamiento, retraimiento, desinterés o renuencia a mantener o formar nuevos
vínculos. Estos aspectos en su conjunto, dificultan la posibilidad de elaborar la
pérdida (Cordero et al., 2004; Freud, 1917; Roitman et al., 2004; Vilches, 2004).
Es menester señalar que las manifestaciones del duelo en progenitores,
conllevan consecuencias en la salud de éstos. Durante los primeros meses es
común la presencia de síntomas depresivos y ansiosos, generalmente
transitorios. No obstante, podría desarrollarse depresión severa y/o trastornos
de estrés post traumático, requiriendo uso de fármacos o psicoterapia. Del
mismo modo, la vulnerabilidad a enfermar y la mortalidad aumentan durante los
dos primeros años seguidos a la pérdida del hijo (Cordero et al., 2004; Vilches,
2004).
Frente a esta realidad, estudios han demostrado la importancia de
realizar un seguimiento a las parejas que han sufrido la pérdida de un hijo
pequeño, pues se reduce así, la incidencia de problemas emocionales
prolongados. En efecto, se enfatiza la necesidad de proveer apoyo,
3
Como señala la biología, todos los seres vivos cumplen con un ciclo de vida: nacen, crecen, se
reproducen y mueren. Se confirma que en este caso, no sucede así.
10
considerando aspectos propios de la naturaleza, intensidad y variación de los
procesos de duelo. (Forest, 1982; Lake 1983, citados en Carrera, 2004). Ante el
apoyo sugerido vale preguntarse ¿cómo reaccionarán ambos progenitores ante
la muerte de un hijo?
Lang, Gottlieb & Amsel (1996 citado en Vázquez, Gómez & Llona, 2002)
describen algunas diferencias entre padres y madres en las manifestaciones y
curso del duelo tras la muerte de un hijo. Mientras que en los hombres se
observa un mayor nivel de enfado y agresividad, las mujeres evidencian
frecuentemente estados de tristeza y depresión. Los primeros tienden a suprimir
o limitar la expresión de su dolor, pues se consideran responsables de dar
apoyo a sus parejas. Las mujeres, limitan su funcionalidad en el mundo exterior;
lo que sería congruente con la socialización de género.
Por otra parte, una revisión de las cifras en cuanto a las muertes de niños
en Chile, evidencia que la mortalidad infantil y preescolar, se han caracterizado
por una tendencia sistemática al descenso durante los últimos años. A
comienzos de la década del 60, la tasa de mortalidad infantil era de 342 por
cada mil niños nacidos vivos; frente a un 7,3 en el año 2003. Para 1960, la cifra
de mortalidad preescolar era de 25 niños fallecidos por cada mil
correspondiente a su grupo etáreo (Instituto Nacional de Estadísticas [INE]
2006; Szot, 2002).
Se plantea que este descenso durante los últimos 50 años, ha sido
consecuencia de avances de la medicina, la aplicación de programas de alta
cobertura mediante los servicios de salud y el descenso de la natalidad.
Aspectos habrían contribuido a considerar cada vez más lejana la posibilidad de
muerte de un niño (Cordero et al., 2004; INE, 2006; Romero, Bedregal &
Bastías, 1994).
Las autoras del presente estudio, consideran que estas condiciones
otorgarían a la muerte de un hijo significaciones diferentes a las de antaño,
11
puesto que era un evento probable4. En opinión de Allouch (1996) este cambio
sociodemográfico, sitúa la pérdida de un hijo, como la más inesperada y
dolorosa, denominándola paradigma del duelo hoy en día.
A juicio de las autoras, la disminución de la mortalidad -infantil y
preescolar-, los avances médicos y la actitud de rechazo a la muerte en
Occidente, contribuyen a considerar la pérdida de un hijo como un evento lejano
e impensable. Estas condiciones, impactarían de manera profunda la
subjetividad de padres y madres dolientes, pues socialmente se comparte la
idea que un individuo entierra a sus padres, pero no a sus hijos. Por lo tanto,
resulta pertinente investigar la temática del duelo y sus devastadoras
consecuencias en los progenitores, pues se ha señalado la importancia de
otorgar contención por parte de profesionales que tengan conocimiento de
dicha temática.
En este sentido, otorgar un apoyo oportuno a padres y madres que han
sufrido la pérdida de un hijo, tendría efectos preventivos 5 y reparatorios ante la
posible aparición de trastornos emocionales, o bien en la cronificación y efectos
de éstos, en diversos ámbitos (ámbito familiar, lazos sociales y salud). Se
considera entonces de suma relevancia, investigar en un tema emergente en
salud pública, dejando entrever un rol de la psicología clínica centrado en la
prevención6 y elaboración del duelo.
Asimismo, investigar la influencia de las diferencias de género en el
proceso de duelo de los progenitores, permitiría contar con un marco
comprensivo ante la vivencia de padres y madres frente a la muerte, dadas por
la socialización de género. Del mismo modo, permite cuestionar las reacciones
4
Antiguamente, en sectores rurales del país, la muerte de un infante daba pie a una ceremonia de
carácter solemne, pero a la vez festivo, conocida como Velorio del angelito.
5
La prevención es uno de los objetivos fundamentales de la atención primaria en salud.
6
Incipientes iniciativas en algunos centros de salud de la región (privados y públicos) tienen por objetivo
prestar acompañamiento psicológico a progenitores que han perdido un hijo, reconociendo la importancia
de actuar con ayuda profesional y oportunamente en el duelo. Para más información visitar:
http://www.vicariaparalafamilia.cl/noticias/noticias87.html
12
esperadas para cada género, promoviendo un espacio para el surgimiento de
nuevos decires. Así, resulta relevante realizar una aproximación a la
comprensión de distintos modos de vivir el duelo para ambos padres, con miras
a un entendimiento mayor de porqué hombres y mujeres responden de la
manera en que lo hacen y cómo la socialización de género se dejaría entrever
en dichas respuestas.
Al parecer la preponderancia de la relación madre – hijo, desplaza a un
segundo plano el vínculo entre padre e hijo, y por esto resulta interesante
aproximarse a cómo se vivencia el duelo por un hijo desde la mirada de los
padres, otorgando un lugar a sus palabras, sin abandonar la perspectiva de las
madres.
De acuerdo a lo expuesto, las autoras hipotetizan que las diferencias de
género influyen en la vivencia de duelo de padres y madres ante la muerte de
un hijo, lo cual se traduce en la siguiente interrogante ¿cómo influyen las
diferencias de género en la vivencia de duelo de padres y madres que han
perdido un hijo en edad preescolar?
13
II. MARCO TEÓRICO
1. PERSPECTIVA DE GÉNERO
“Las interpretaciones del
mundo que cada sexo se forja, lejos de ser antagónicas, se complementan
hasta abarcar las distintas fases del prisma de la verdad”.
(Amanda Labarca)
14
mayor peso que la carga genética e incluso anatómica7 (Dio Bleichmar, 1984;
Lartigue & Ureta, 2005; Sharim, 1999).
De este modo el género permite remarcar cómo cada grupo humano
inscribe y escribe sobre las distinciones sexuales un discurso social y simbólico,
permitiendo zanjar diferencias para distinguir el sexo como realidad biológica
distinto al género en tanto realidad cultural (Montecino, 1997).
Scott (1986 citado en Lamas, 1995) propone una definición de género
que contiene dos partes, interrelacionadas a través de una conexión integral.
Por una parte, el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales,
basadas en las diferencias que distinguen los sexos y por otra, corresponde a
una forma primaria de relaciones significantes de poder.
Si el género comporta un carácter socialmente construido, por ende
variable en distintas culturas ¿cuál o cuáles serían la o las constantes que
tienen un carácter estructurante y fundante para el género?. Pues bien, lo
fundante es la diferencia entre los sexos, siendo dicha diferencia efecto del
significante (Saal, 1998).
El género es entonces una categoría compleja y múltiplemente
articulada, donde el reconocimiento de lo masculino y femenino depende
también de la subjetivación de la diferencia sexual anatómica. Si bien el
concepto de género echa por tierra la idea que la anatomía es destino, esto no
significa la supresión de la diferencia y los modos en cómo los sujetos se ubican
y relacionan en función de dicha diferencia (Lartigue & Ureta, 2005; Saal, 1998).
Por el contrario, al entender el género como un sistema jerarquizado, de estatus
o de prestigio social, se realza la socialización diferencial que recibe el niño y la
7
El énfasis marcado en el poderío de la creencia del otro ser humano en la determinación del núcleo del
género, no es producto de la especulación, sino de precisas observaciones. Stoller (1968 en Dio
Bleichmar, 1984) investiga a un grupo de 83 hermafroditas, travestistas y homosexuales; en el caso de
transexuales hombres se desarrolla la convicción de ser mujeres, a pesar de la anatomía masculina.
Adolescentes a quienes se les descubre un plano cromosómico XO, con un desarrollo anatomofisiológico
neutro, desarrollan un inconmovible sentimiento de ser mujer, puesto que así fueron criados.
Hermafroditas que son enfrentados a la asunción de un solo sexo, sólo pueden realizar con éxito dicha
operación en tanto no hayan establecido una identidad de género.
15
niña, la cual ciertamente se vincula con la socialización de género recibida por
uno u otra.
Aquello que se entiende por femenino y masculino, alude a una
subjetividad que será la encargada de investir el cuerpo, de marcar tanto su
anatomía, sus funciones, así como el deseo sexual, con las múltiples
significaciones y fantasmas que modelan sus siluetas y comportamientos
diferenciales (Dio Bleichmar, 1984).
El concepto de género, está recubierto por el clivaje que se produce en el
encuentro del sujeto con lo social y con los ordenamientos que allí operan,
demarcándose una serie de expectativas relacionadas con los roles que los
individuos deben desempeñar en los grupos a los cuales pertenecen, de
acuerdo a lo que se espera de lo masculino o femenino. Ubicarse en un género
u otro supone incorporar en la estructura psíquica, rasgos definitorios del
género en cuestión (Burín, 1990; Lartigue & Ureta, 2005).
Es así como dentro de una perspectiva psicológica el género es una
categoría donde se articulan tres instancias básicas:
Asignación Identidad
de género de género
Papel o rol
de género
16
género al que pertenece es identificado en todas sus manifestaciones,
sentimientos o actitudes de “niño” o “niña”. Por su parte, el papel o rol de
género se conforma a partir de normas y prescripciones que dicta la sociedad y
la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino, existiendo
variaciones propias según el contexto en el cual se encuentra el sujeto (Lamas,
1986).
De acuerdo a lo anterior, es posible plantear que la significación de lo
masculino y femenino no poseen ninguna esencialidad natural, ningún en sí,
sino que adquiere diferentes modalidades, según una historicidad socialmente
determinada, con variables culturales impuestas. De este modo, el género en
tanto conjunto de expectativas acerca de los comportamientos sociales
apropiados para las personas, determina y prescribe mediante la estructura
social una serie de funciones sociales y de rol adscritas a lo femenino y
masculino, todas éstas por cierto, susceptibles de transformaciones (Dio
Bleichmar, 1984; Lamas, 1995; Saal, 1998).
Por su parte, Freud (1905) señala que no es sino hasta la pubertad que
emerge una diferenciación entre el carácter femenino y masculino, antítesis que
influye más decisivamente que ninguna otra sobre el curso de la vida humana.
Ante esta ausencia de diferenciación, se anteponen disposiciones femeninas y
masculinas que resultan claramente reconocibles en la infancia; una tendencia
mayor a la represión por parte de las niñas que en los niños, e instintos
sexuales parciales más activos en los niños a diferencia de las niñas8.
No obstante, la afirmación de un paralelismo uniforme y del todo
semejante entre el desarrollo sexual de hombres y mujeres queda descartada
por Freud (1925, 1931). Si bien existen similitudes en las fases tempranas del
8
Es reconocido el revuelo que genera Freud al reconocer una sexualidad activa en la infancia. En “Tres
ensayos de una teoría sexual” el autor señala que se incurre en un error al pensar que la pulsión sexual se
despierta sólo con la inminencia de la pubertad. Hasta entonces, Freud advierte que la existencia de una
pulsión sexual en la infancia posee el carácter de una ley, que se daría de manera exacta para niñas y
niños.
17
desarrollo sexual9, ya de entrada al periodo fálico se advierten diferencias entre
mujeres y hombres. Diferencias que si bien emergen de una evidencia
anatómica, más tarde se subjetivizan de acuerdo al contexto cultural en el cual
se encuentran inmersos los sujetos.
El tránsito por la fase fálica confronta a niños y niñas con el complejo de
Edipo. En términos generales dicho complejo puede entenderse como el deseo
amoroso por el progenitor del sexo opuesto, que se encuentra acompañado por
mociones hostiles hacia el progenitor del mismo sexo. El complejo de Edipo
adquiere su significación como fenómeno central del periodo sexual de la
primera infancia. En función de esto niños y niñas comienzan a poner su
actividad intelectual al servicio de la investigación sexual, y ambos parten de la
premisa de la presencia universal del pene, no obstante, varoncito y niña
tendrán destinos separados; caminos divorciados (Freud, 1924; 1938).
El varoncito entra en la fase edípica, inicia el quehacer manual con el
pene, junto a unas fantasías simultáneas sobre algún quehacer sexual del pene
en relación con la madre, hasta que el efecto conjugado de una amenaza de
castración y la visión de la falta de pene en la mujer, le hacen experimentar el
máximo trauma de su vida, iniciador del período de latencia con todas sus
consecuencias10 (Freud, 1938).
En el caso de la niña, tras el infructuoso intento de emparejarse al varón,
vivencia el discernimiento de su falta de pene. Durante un tiempo se consuela
con la expectativa que después, cuando ella crezca tendrá un apéndice tan
grande como el del varón. Para ese entonces no vivencia su falta como un
9
A saber; Fase oral cuyo primer órgano que aparece como zona erógena y propone una exigencia
libidinosa es la boca. Fase sádico anal, donde la satisfacción es buscada en la agresión y la función
excretoria. Fase fálica, donde el genital masculino desempeña un papel central, conduciendo de manera
diferenciada a niñas y niños al Complejo de Edipo. Esta fase enfrentará al niño a la “amenaza de
castración” y a la niña a “envidia del pene”. La cuarta de estas fases corresponde a la genital, donde se
subordinan las anteriores aspiraciones al primado de los genitales. En esta fase comienza a establecerse
un ordenamiento de las exigencias libidinosas centrado en los genitales.
10
Es necesario que la vista de los órganos femeninos y la amenaza de castración para que se de curso al
complejo de castración. Un solo factor es insuficiente, pero dados los dos (cuyo orden de aparición es
indiferente), el segundo evoca el recuerdo del primero en un efecto aprés coup, desencadenando el
complejo de castración.
18
carácter sexual, sino más bien lo explica mediante el supuesto que una vez
poseyó un miembro igualmente grande y después lo perdió por castración. Se
produce entonces una diferencia significativa entre varón y niña; esta última
acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el niño tiene
miedo a la posibilidad de su castración. En el caso de la mujer el complejo de
Edipo es creado por influjo de la castración (Freud, 1924, 1925, 1931, 1938).
El Edipo implica entonces, una asimetría radical entre hombres y
mujeres, la asimetría marcada por la diferencia. Este hecho da paso al acceso
hacia la subjetividad, la cual está marcada por la castración. Sólo en tanto
castrado, el hombre puede dirigirse a una mujer y hacerla objeto de su deseo.
También la mujer, sólo en tanto castrada puede buscar a un hombre, dándole
una atribución fálica, esperar un hijo de él, sin que en ello agote todo su deseo
(Saal, 1998).
2. EL DEVENIR FEMENINO
“Velloncito de mi carne,
que en mi entraña yo tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!”.
(Gabriela Mistral)
2.1 Ser mujer y madre
A modo de introducción resulta relevante señalar que los estudios
sistemáticos acerca de la mujer comenzaron a desarrollarse en la década del
70, siendo éstos anteriores a las reflexiones acaecidas sobre las implicancias
del género. El contexto histórico en el cual se desenvuelve la reflexión sobre la
mujer, está marcado por la existencia de los movimientos feministas, por los
diversos espacios de acción de mujeres y por los cambios acaecidos en la
división sexual del trabajo, en la estructura social y en la cultura (Montecino,
1997).
Los desarrollos posteriores acerca del género, traen como corolario la
necesaria cuestión de indagar en las formas en cómo se construye también la
19
masculinidad. De modo que, hablar de género supone concebir lo femenino y
masculino, ambos imbricados en una construcción con múltiples relaciones
entre sí.
Para comenzar, se señalarán aspectos centrales del devenir de la
mujer11, de esta mujer que en palabras de Simon de Beauvoir no nace, sino que
más bien se hace (Beauvoir, 1999 citado en Fernández –Llebres, 2004).
Al igual que en el caso de los varones, para la niña, la madre deviene
como el primer objeto de amor a consecuencia del influjo del suministro de
alimento y del cuidado del cuerpo. No obstante, el complejo de Edipo imprime
una renuncia esencial para el desarrollo que convertirá a la niña en mujer.
Hasta entonces, la madre se evidenciaba como objeto amoroso para ambos
sexos. Pero el Edipo le imprime a la niña el trueque del objeto madre originario,
por el padre, aspecto no menos significativo y característico para el desarrollo
de la mujer (Freud, 1931).
Ante el imperativo de la renuncia a la madre y como resolución a la
problemática que este hecho instaura, se señalan tres vías de desarrollo sexual
para las mujeres. La primera, lleva al universal extrañamiento y renuncia
respecto de la sexualidad, la segunda consiste en una porfiada autoafirmación
que retiene en una especie de “complejo de masculinidad” a la madre como
objeto, derivando en la posibilidad de una elección de objeto homosexual.
Finalmente, el tercer desarrollo que implica sin duda rodeos, desemboca en la
final configuración femenina que toma al padre como objeto, hallando así la
forma femenina del complejo de Edipo, complementada con la identificación
hacia la madre (Freud, 1931).
En relación a esto, la emergencia de la feminidad en la mujer puede ser
vista como un proceso que se instaura en dos tiempos. El primer tiempo,
corresponde a un feminismo primario producto de una identificación primaria
con la madre que es previa al Edipo, donde la niña configura un ideal del yo
11
Se subraya la mujer con su artículo la en minúscula, considerando que en este término se conjugan una
pluralidad de significados y no una noción única y unívoca acerca de la mujer.
20
primario en función de su relación con la madre. En el segundo tiempo, emerge
un feminismo secundario que correspondería también a una identificación de
este orden con la madre, posterior al Edipo. Con las complejidades del cambio
de objeto, el ideal de yo primario sucumbe y se pone en cuestionamiento el
estatuto de la feminidad. Ante esto se reformula un nuevo ideal, narcisisándose
la emergencia de una nueva feminidad en consecuencia con la identificación
materna (Dio Bleichmar, 1984).
Lo femenino, contiene diversas referencias que rodean lo enigmático y
propio de de éste género. Se trata de signos seguros, que entrañan una certeza
para quien los percibe: el tono de voz, los gestos, la mirada y el andar forman
indicios de reconocimiento universal, que están prescritas desde lo social
(Pommier, 1986).
Estos roles adscritos a lo femenino en la actualidad, son diversos según
el contexto cultural, las categorías socioeconómicas y los distintos momentos
históricos, permaneciendo sujetos a modificación, siendo refinados,
incrementados o disminuidos por la cultura (Burín, 1990).
Algunas de las características de los roles de género femeninos, se
relacionan con el rol maternal, focalizado en las actividades de las mujeres
como criadoras, cuidadoras y socializadoras. Además de un rol ocupacional
centrado en el trabajo extra e intra doméstico, un rol conyugal que surge de la
posición de la mujer como pareja y de parentesco, en la comunidad e individual.
La diversidad de los comportamientos esperables para éstas adscripciones,
imprimen cierto conflicto de roles con respecto a lo signado como propiamente
femenino, de modo que se oscila entre sostener determinadas ideologías sobre
como ser una “buena madre”, en contradicción con el surgimiento de otras
necesidades y expectativas de ingresar al mundo público (Burín, 1990).
En opinión de Burín (1990) el conflicto de roles adscrito a lo femenino, se
manifiesta no sólo por lo que el conjunto social espera o prescribe para las
mujeres, sino también porque éstas mismas han internalizado tales
21
expectativas como normativas, lo que las lleva a vivir conflictivamente el
cumplimiento de diversos roles.
Desde este punto de vista, la maternidad como un elemento exclusivo del
género femenino empieza a ser contraria a la realización personal, puesto que
no se enfrenta como un camino obligado, ni como única condición definitoria del
sí mismo de la mujer (Molina, 2006), convirtiéndose de este modo, en un foco
de conflicto entre los distintos roles que se esperan de la mujer.
Ateniéndose a la capacidad femenina de embarazarse y convertirse en
madre surge la pregunta acerca de ¿qué es ser madre? o bien ¿qué es la
maternidad? Al parecer este concepto sobrepasa el criterio biológico de quien
concibe, o el culturalista de quien educa. La maternidad se genera como un
constructo social, donde se incluyen las representaciones psíquicas y culturales
de lo que es una madre, que otorgan diferentes significados a la madre y al hijo
(Burín, 1990).
Las significaciones atribuidas a lo materno tienen relación con los
diferentes contextos en los cuales se desarrolla, apareciendo como un conjunto
de creencias y significados en permanente evolución, que han ido apoyándose
en ideas en torno a la mujer, la procreación y la crianza. Si bien la maternidad
es un concepto que se intercambia en el espacio social, ha sido por largo
tiempo tal vez, la investidura más poderosa para la autodefinición y
autoevaluación de cada mujer, aún de aquellas que no son madres (Burín,
1990; Molina, 2006).
El concepto de madre y maternidad, se ha visto revestido de múltiples
cambios que apelan a las significaciones de cada tiempo. La madre judeo
cristiana con la imagen de Eva mujer, susceptible a la tentación y culpable de la
desventura de Adán relega a la mujer a la subordinación del esposo, al dolor en
la preñez y el parto. La figura de la virgen María, esposa casta y dócil, con una
vida de devoción al hijo, ofrece un marco para revalorizar lo femenino (Molina,
2006).
22
Para Montecino (1993) el marianismo es un símbolo universal, que en el
caso de Latinoamérica adquiere particularidades de un ethos cultural. Se
homologa la figura de la virgen con las mujeres y madres populares, una y otra
erguida hacia el sufrimiento, mujeres fuertes, ejemplo de tantas otras, cargadas
de hijos y de dolores.
La maternidad en la Edad Media estaba dominada por aspectos más
fisiológicos de la función de procreación, gestación, parto y amamantamiento.
La función de la madre es puramente nutritiva, coherente con lo que la
naturaleza le ha asignado visiblemente. La obligación de las mujeres, era
engendrar hijos de modo continuado hasta la muerte. El amor de madre era
visto como algo evidente y estaba bajo el supuesto que ella sentía mayor placer
al amar que al ser amada (Molina, 2006).
En la era moderna surge el concepto de maternidad como moral, donde
la madre tiene la tarea de ofrecer apoyo moral y emocional a su esposo e hijos,
colaborando en la creación de una sociedad más virtuosa, como guardiana de
la moral. Se asume también, la tarea de una maternidad exclusiva, donde la
presencia de la madre es irremplazable para proporcionar una experiencia
temprana y constructiva, siendo el padre no directamente importante. Del
mismo modo, la maternidad se hace intensiva, un compromiso que requiere la
dedicación total, gran inversión de energía, recursos y conocimientos,
capacidad de amor, vigilancia de sus propios comportamientos y subordinación
de los propios deseos. Si bien es una tarea de sacrificios, su realización es una
recompensa (Molina, 2006).
La mujer de la era posmoderna va dejando de lado la maternidad como
un punto culminante de la vida, aquello que señalaba que es natural para una
mujer el ser madre (Burín, 1990). Se aprecia una prevalencia del discurso
posmoderno sobre la maternidad. Hay una contradicción entre el maternaje
intensivo y exclusivo del niño y el ethos de las relaciones interpersonales y
competitivas en la búsqueda de ganancias individuales. Es así como el número
23
de hijos disminuye, las actividades fuera del hogar aumentan y la postergación
de la maternidad comienza a ser aceptada. Las concepciones en torno a la
maternidad y la apertura de posibilidades para la mujer, empiezan a considerar
la función materna como menos positiva y menos atractiva que en otros tiempos
(Molina, 2006).
Antes, se sabía que la finalidad en la vida de una mujer era casarse y
tener hijos. Actualmente, la maternidad ya no es tan deseada. Dada la
configuración social de apertura al trabajo femenino y del elevado costo de la
educación entre otros, en ocasiones el nacimiento de un hijo podría ser más
bien un estorbo económico y social, que una alegría. La mujer, para dar valor a
su vida, tiende a buscar nuevos contenidos. El ideal de la maternidad -al cual
toda mujer aspiraba, acorde, al propio tiempo, con sus impulsos instintivos- se
ha sustituido actualmente por múltiples ideales, distintos en cada capa social,
en cada ambiente, y muy frecuentemente en pugna con la maternidad (Langer,
1976).
Al parecer, la noción de maternidad no logra unificar significados,
enfatizando una responsabilidad individual, en paralelo con posibilidades de
experiencia y autorrealización fuera del hogar para las mujeres.
3. EL DEVENIR MASCULINO
“En aquel entonces antiquísimo con rasgos de santo y de demonio,
cuando yo era hermoso como un toro negro y tenía las mujeres que quería
y un revólver de hombre a la cintura”.
(Pablo de Rokha)
24
el paradigma universalizador de que existe una única y verdadera forma de ser
hombres, emergiendo críticas hacia los valores asociados y encarnados a lo
masculino (Fernández-Llebres, 2004).
Es posible plantear entonces, que los estudios de género dan paso a la
búsqueda de una transformación en la masculinidad y algunos de estos
aspectos serán abordados a continuación.
En el tránsito por el complejo de Edipo, el varón conserva la zona y el
objeto de la sexualidad infantil, aspecto que resulta diferenciador con respecto a
la mujer. La ley de prohibición del incesto sobre la cual se cimenta el complejo
de Edipo tiene para el niño un doble aspecto de prohibición y promesa. Por un
lado, prohíbe al varón yacer con su madre y a la madre reintegrar su producto,
mientras que en su aspecto de promesa ofrece a los hombres la posibilidad
postergada de acceso a otras mujeres (Freud, 1925, 1938).
El complejo de Edipo es un proceso que debe desembocar tanto en la
posición sexual como en la actitud social adulta, mediante la actitud que el
sujeto adopta ante la castración (Chemama, 1995; Freud, 1925, 1938).
La emergencia de una virilidad o masculinidad temprana en el hombre
surge en el tránsito por el Edipo, cuando ante las sensaciones producidas por
su órgano sexual se despierta el interés por reemplazar al padre en relación con
la madre. No obstante, ante la inminencia de la posibilidad de castración, dicha
virilidad incipiente lo moviliza a la identificación de aspectos propios de la
masculinidad del padre (Chemama, 1995).
Esta mantención del objeto e identificación paterna, a menudo hacen
pensar en una evolución lineal, natural y sin obstáculos de la sexualidad
masculina, suturando rápidamente los avatares de la construcción de este
género (Blestcher, 2004).
De la misma forma que la feminidad, la masculinidad corresponde a una
construcción, que implica el entrecruzamiento de aspectos pulsionales e
identitarios, pero a la vez dependientes del ambiente y contexto social. Estos
25
aspectos, van determinando las expresiones de los comportamientos asociados
a lo que se acostumbra llamar masculino -o femenino- (Bleschter, 2004; Hardyl
& Jiménez, 2001).
La masculinidad en tanto construcción simbólica, se entiende como un
proceso de búsqueda permanente y reafirmación constante de asimetrías y
alternativas de cambio en las relaciones de género. De acuerdo a esto, el varón
como objeto de significación tiene diversidad de interpretaciones. Así, la
significación que éste tiene de sí mismo como sujeto de masculinidad, sufre
transformaciones a lo largo del ciclo vital producto de la influencia de otros
sujetos individuales o colectivos (Ramírez, 2004).
El ser hombre debe conquistarse, lograrse y merecerse. Para esto, los
varones deben someterse a cierta “ortopedia”, un proceso que comienza en la
infancia. Para hacerse “hombre adulto” los varones deben superar ciertas
pruebas: iniciarse en el trabajo, formar un hogar, proveer y tener hijos, para ser
aceptados como “hombres” por los otros varones que “ya lo son” y ser
reconocidos como tales por las mujeres (Olavarría, 2001).
Olavarría (2001) señala que existiría un modelo hegemónico de
masculinidad12, instaurado desde la primera infancia. Se trata de un modelo que
contiene tres ámbitos principales –trabajo, sexualidad y paternidad- mediante
los cuales el hombre demuestra su masculinidad. Este modelo comporta cierta
dificultades para los varones; para muchos resulta imposible, o al menos
complejo, cumplir con los ideales dominantes impuestos, llegando a convertirse
más en una fuente de preocupación y dolor, que de recompensas y
satisfacciones.
En lo referente al trabajo, Olavarría (2001) señala que en la cultura
occidental, los niños crecen bajo el precepto que por medio del trabajo serán
reconocidos como hombres. De acuerdo a esto, es posible entender que el
12
El ideal de masculinidad es perteneciente y correspondiente a universo simbólico donde se desarrolla un
niño, de tal modo que corresponde a un ideal impuesto por la cultura, de acuerdo al cual los varones
deben conformarse.
26
trabajo sea un paso fundamental en el camino del varón adulto, en tanto
permite sostener el lugar del hombre en el núcleo familiar. El varón adulto con
trabajo no sólo es respetado, sino que también tiene autoridad y poder.
Subjetivamente siente que cumple con las responsabilidades ante su familia,
teniendo la capacidad de decidir sobre sí mismo y los suyos.
El trabajo remunerado hace sentir vivos a los varones, cualquiera sea su
condición de vida y clase social. Los recursos de poder y autoestima más
concientes están sustentados, en gran medida, por el trabajo que ejercen
(Olavarría, 2001). Para los varones, el trabajo no tiene un carácter optativo, es
un destino definido; los varones no pueden pensarse sin trabajar, aunque esto
signifique más sacrificios que satisfacciones (Mauro, Araujo & Godoy, 2001).
La sexualidad, es el segundo ámbito desde donde opera el modelo
hegemónico de la masculinidad. En relación a esto, se destaca que los varones
son y deben ser heterosexuales, deben gustar de las mujeres, desearlas y
poder conquistarlas para poseerlas y penetrarlas. Deben iniciarse sexualmente
con una mujer para reconocerse a sí mismos como varones adultos, siendo
éste uno de los ritos de iniciación que normalmente antecede a otros como el
de trabajar. Así, la solidificación de la identidad genérica y sexual, se establece
mediante el establecimiento de una relación sexual con una mujer (Olavarría,
2001).
En el patrón de sexualidad hegemónica, se advierte que los hombres
deben mostrarse siempre interesados y dispuestos para iniciar un encuentro
sexual, aún cuando muchas veces los deseos digan lo contrario. El dejar pasar
una oportunidad, es signo de debilidad y puede ser interpretado como falta de
virilidad, de ahí entonces que la falta de deseo sea tan atentatoria a la
autoestima, como la falta de trabajo remunerado (Olavarría, 2001).
Según la masculinidad hegemónica, la paternidad otorga nuevos
sentidos a los mandatos masculinos, consagra la relación del varón con su
mujer e hijos. Al hombre le corresponde constituir una familia y estructurarla con
27
claras relaciones de autoridad y afecto con su esposa e hijos. Frente a estos
últimos, debe proveerlos económicamente, protegerlos y guiarlos (Olavarría,
2001).
La paternidad puede ser comprendida como una función que permite la
integración de un sujeto a una cultura, en tanto articula ley y deseo. La función
paternal es ante todo una función de poder, donde el padre es un garante de la
filiación y esto le otorga un lugar social al varón.
En conjunción con lo planteado anteriormente, es posible precisar que un
aspecto constitutivo de la masculinidad adulta, corresponde a que los hombres
deben ser padres para alcanzar la dignidad de varón adulto y dar sentido a su
vida. La paternidad es uno de los pasos fundamentales del tránsito de la
juventud a la adultez, uno de los desafíos que debe superar. Es, asimismo, la
culminación de un largo rito de iniciación para ser un “hombre” (Olavarría, 2000,
2001).
Olavarría (2001) haciendo referencia a un estudio realizado, señala que
con respecto al ser padres, los varones indican que la experiencia de los hijos y
la paternidad es una de las más satisfactorias, sino la más, y es en la que
encuentran gratificaciones y sentido para sus vidas. Para los padres, en
general, tener un hijo es una experiencia única. No es comparable con otras
vivencias, no es posible perdérsela. Pero tener hijos es un desafío que el varón
tiene ante sí, porque obliga, se pierde libertad y se adquieren
responsabilidades. Los varones se mueven en esta tensión, no les es
indiferente.
El ejercicio de la paternidad asume muchas manifestaciones de acuerdo
con factores relacionados al momento del ciclo vital, el tipo de estructura
familiar, las condiciones materiales y las culturas regionales (Fuller, 2000). Del
mismo modo la diversidad de arreglos familiares, su modificación debido a
distintas condiciones estructurales, sean éstas económicas u otras, y la
consecuente redefinición de posiciones de género hace que las percepciones
28
sobre paternidad y maternidad estén sujetas a cambios permanentes (Andrade
& Herrera, 2001).
No obstante esta diversidad, Fuller (2000) señala que si bien existen
grandes diferencias en las prácticas de la paternidad, por lo general, se
comparte la misma definición de paternidad ideal. El padre es aquel que
protege, provee, forma, educa y representa a la autoridad.
La paternidad resulta ser un atributo de la masculinidad, ambas se
retroalimentan y determinan. El modelo hegemónico de la masculinidad, puede
considerarse como un modelo que se ordena en torno a la función paterna. Su
figura central es el padre; desde ahí emana una prescripción fundamental que
llama a todo hombre a ser un patriarca (Parrini, 2000 citado en Morales,
Salamanca & Vargas, 2006).
Este devenir de la masculinidad es planteado por Badinter (1993, citado
en Montecino, 1998) como mucho más dramático que el devenir femenino,
puesto que, la masculinidad se define como todo aquello que no es femenino.
De modo que para hacer valer la identidad masculina, el hombre debe
convencerse y convencer a los demás de tres cosas: que no es una mujer, que
no es un bebé y que no es homosexual.
La masculinidad entonces, puede ser entendida como la forma aceptada
de ser un varón adulto en una sociedad concreta; a partir de esto es preciso
reconocer que se está usando un vocablo que es válido para muchos y muy
diversos contextos. Asumiendo una pluralidad donde se aprecian diferentes
modelos culturales que han ido definiendo lo que es y debe ser un hombre,
permitiendo significar y conceptualizar según cada contexto el devenir
masculino (Fernández-Llebres, 2004).
29
4. ASPECTOS GENERALES DE LA MUERTE EN OCCIDENTE
“La poderosa muerte me invitó muchas veces:
Era como la sal invisible en las olas
Y lo que su invisible sabor diseminaba
Era como mitades de hundimiento y altura
O vastas construcciones de viento y ventisquero”
(Pablo Neruda)
30
humanos se preocupaban por enterrar a sus muertos, junto con objetos que
podían ser útiles en una futura vida (Vilches, 2004).
Thomas & Salazar (1997) han notado que los ritos funerarios están más
destinados a los vivos que a los muertos, pues las almas de los difuntos deben
ser agradadas con el comportamiento de los vivos, de manera de ser favorables
hacia ellos. Dichos ritos, constituyen prácticas sociales de un hondo contenido
simbólico, con enormes repercusiones en la vida cotidiana de las poblaciones
humanas; y de ahí que sean tan cuidadosamente actualizados cada vez que
ocurre la muerte de algún individuo de la comunidad.
El rito funerario enfrenta a la sociedad con un cuerpo sin vida, un
cadáver, el cual hace patente en la conciencia de quienes lo perciben la certeza
de la transitoriedad de la vida en el mundo; hace presentir el término de la
propia vida, y por lo tanto, provoca la angustia del dejar de ser. Al mismo
tiempo, este fenómeno enigmático estimula la reflexión acerca de la vida
después de la muerte, y por lo tanto también del mundo sobrenatural (Thomas
& Salazar, 1997).
En Egipto, la veneración por lo inmortal conlleva una concepción de la
muerte como un tránsito, un paso hacia otra vida en la eternidad. Así, se
entiende una de las prácticas mortuorias de aquella época: la momificación,
puesto que de este modo, se pretendía conservar lo mejor posible el cuerpo del
difunto, para cuando éste despertara en la otra vida (Vilches, 2004).
En la mayoría de las culturas precolombinas, se han encontrado
reflejadas actitudes y elementos comunes entre ellas, con respecto a la muerte.
Es así como se comparte la creencia de que la vida y la muerte constituyen dos
aspectos de un mismo continuo (Vilches, 2004).
Es por esto, que la antropología llega a plantear que no existe
prácticamente ninguna sociedad arcaica que abandone a sus muertos, o que
los abandone sin ritos (Morín, 1974). Aunque cada civilización, de Oriente a
de paso, en los cuales el difunto es despedido del mundo de la vida por la sociedad a la que pertenece, y
es integrado en el mundo de los espíritus sobrenaturales de los antepasados.
31
Occidente, desarrolla una manera particular de honrar a sus muertos (Thomas,
1975).
Durante la Edad Media, la concepción cristiana que veía al cuerpo como
prisión del alma, también influye en la visión de los sujetos ante la muerte. Ello,
junto a las hambrunas, pestes y guerras, confluyen en la noción de la finitud
terrenal del ser humano, con la promesa de una vida más allá de la muerte. Se
cultiva el arte del buen morir para alcanzar la redención eterna16 (Vilches, 2004).
Sin embargo, los cambios más radicales de la visión del ser humano
frente a la muerte, se observan gracias a los incipientes aportes y
descubrimientos realizados durante el Renacimiento.
Ya en el siglo XVI se aprecian ciertas variaciones en costumbres, tales
como esperar el momento de la muerte en el hogar, en la habitación rodeado de
los más cercanos. Esta tradición pierde su importancia relativa y comienza a
devaluarse el buen morir, aquél cultivado en el medioevo. La muerte es
desacralizada y pierde paulatinamente, los poderes que antaño le otorgaron
(Ariés, 1983).
Posteriormente, durante el Siglo de las Luces, el individuo no se deja
invadir por los espíritus como en el pasado, y deja de otorgar crédito a los ritos
y mitos en torno a la muerte. El progreso de las ciencias y las técnicas, el
desarrollo del espíritu crítico, la expansión del individualismo y la competitividad
impuestas por los modelos económicos, en opinión de Thomas (1975)
reemplazan los antiguos valores y sumen al sujeto en un estado de aislamiento.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en palabras de Morín (1974)
comienza lo que él denomina “crisis de la muerte”. La muerte subsumiría a otros
conceptos, socavando así, los puntos de apoyo del intelecto, condenando la
conciencia al nihilismo. El individuo, ya solitario, deja de sentirse parte de algo
en “común” y comienza a vivir penas y alegrías en el aislamiento.
16
El género ars moriendi o arte del bien morir, consistía en consejo para la preparación de todo buen
cristiano al momento de su muerte. Por lo tanto, se esperaba no tener una muerte repentina, pues ésta no
permitía mantener la lucidez y conciencia buscada en dicho momento.
32
Para Morín (1974) el sujeto, tras haber estado en lo general, se aísla
ahora como individuo. Está solo en su irracionalidad y desde donde se encierra,
se alza de manera formidable la ruptura de la participación, que remite a la
angustia de la muerte. A su vez, la angustia frente a la muerte remite a la
ruptura de la participación. Es decir, la soledad acarrea una constante
preocupación por la muerte, obsesión que reafirma el aislamiento.
En esta impotencia de la razón frente a la muerte, el individualismo juega
un rol clave, pues aborda la muerte no desde la vía intelectual, sino que intenta
rechazarla de las maneras más burdas (Morín, 1974).
No obstante, la crisis del individualismo frente a la muerte, debe ser
entendida dentro del contexto de crisis general del mundo contemporáneo. O
bien, la muerte es ignorada, rechazada por estar fuera de la acción de los
sujetos; o bien se reconoce como sin sentido, no como posibilidad, sino como
negación de toda posibilidad (Morín, 1974; Thomas, 1975).
Este planteamiento, coincide con el de Ariés (1983) para quien la antigua
actitud en que la muerte estaba a la vez próxima, familiar, se opone a la actitud
actual, donde la muerte causa un miedo tal, que impide siquiera nombrarla. Es
decir, se la excluye completamente por el temor que provoca y al parecer, los
mecanismos de antaño, como nombrarla, delimitarla, y por ende, dominarla,
pierden su sentido.
Hasta principios del siglo XX en la cultura occidental de ascendencia
latina, católica o protestante, la muerte de un sujeto modificaba solemnemente
el espacio y tiempo de un grupo social, que podía extenderse a la comunidad
entera. Este hecho ya no ocurre actualmente, al menos en las grandes
sociedades occidentales (Ariés, 1983). Las grandes guerras reflejaron en cierta
medida, el desprecio del ser humano hacia sus semejantes y los complejos
avances en armamento, reflejan la actitud de indiferencia ante la muerte de un
otro (Thomas, 1975).
33
Por lo tanto, es posible constatar la evasión colectiva de la muerte que
caracteriza a la sociedad contemporánea, contribuyendo a verla como
fenómeno ajeno a la vida17.
El terror que se experimenta frente a ella, se ha propagado también a
todo aquello que la recuerde. Es así, como en una sociedad donde se valora la
apariencia y la imagen por sobre todo, el culto a la juventud y el desprecio por la
vejez, se entienden desde la actitud de rechazo a la muerte. Así, el morir se
convierte en un artificio accidental que podría haberse evitado (Lipovetsky,
1983).
Frente a estas nuevas valoraciones de la muerte Freud ya en el año
1915, propuso que la actitud hacia la muerte es insincera, pues se pretende
eliminar a la muerte, al menos la propia. Es decir, el yo del sujeto niega su
finitud y se convence de su inmortalidad. Esta actitud negadora, que abarca a
toda la sociedad, se conjuga con rebajar a la muerte de necesidad a mera
contingencia. En otras palabras, la muerte no es vista como parte del proceso
natural de la vida del ser humano, sino más bien, como un suceso repentino y
siempre inesperado.
4.2 Muerte infantil y cultura popular
Tanto en Chile como en otros países de América Latina, la muerte de un
niño en la cultura popular, da paso a un rito conocido como el velorio del
angelito (Cerutti & Pita, 1999; Orellana, 2002).
A diferencia de la negación que opera en la cultura occidental, en la
religiosidad tradicional campesina, la muerte es concebida como un evento
relevante de la vida, cuyo signo puede ser positivo y tener, por tanto, un
carácter festivo (Sepúlveda, 2005). La estrecha relación con los muertos se
expresa entonces, en el ritual del angelito.
17
Un ejemplo del pensamiento contemporáneo, reflejado a través de la literatura, lo constituye el escritor
francés Michel Houellebecq (Alfaguara), cuya obra aborda la temática de la muerte, siempre de manera
controversial. En su obra “La posibilidad de una isla”, el protagonista cuestiona la necesidad de morir y
rechaza la decrepitud del cuerpo, acercándose finalmente a una secta que promete -mediante avances
biotecnológicos como la clonación- el fin de la muerte.
34
En Chile, cuando muere un niño de corta edad 18, es de antigua tradición
en sectores rurales, que el velorio sea celebrado con música y abundante
comida y bebida, observada por el difunto vestido de angelito19.
No obstante, este rito adquiere ciertas particularidades, propias del lugar
en que se celebra20. Es así como en Chile, el niño es sentado en una silla,
desde donde preside el velorio, es maquillado y adornado con flores. A partir de
la década del 20 en adelante, se detalla un cambio significativo con respecto a
otros países: al angelito le colocan alas21 (Orellana, 2002).
Para Sepúlveda (2005) el rito se inserta en la creencia cristiana de la
supervivencia del alma, donde la muerte tiene dos alternativas: el cielo o el
infierno. Si con la muerte no termina todo, sino que hay un cambio, en el caso
de la muerte de un niño pequeño, no hay nada que lamentar, pues se supone
que, debido a su corta edad, el niño que muere no ha sido contagiado de los
“vicios” de los adultos. Por lo tanto, su muerte temprana lo preserva de la
maldad, convirtiéndolo en un pequeño ángel.
Puesto que es una muerte con carácter positivo -ya que no tiene culpas
va directo al cielo, convirtiéndose en intercesor de la familia y comunidad ante
Dios- existe la prohibición de llorar, pues al llorar es probable que mojen las
alas del angelito y así, no pueda volar y llegar al cielo22. Por ello, su muerte es
celebrada con cantos y bailes. El baile que comienza en la noche, se prolonga
hasta el amanecer, siendo una danza de carácter triste, de movimientos lentos,
18
La edad límite del infante no está claramente señalada. Sin embargo, Cerutti & Pita (1999) consideran
que hasta los 7 años, un niño podría ser velado como angelito.
19
Cabe señalar, que esta práctica común en los sectores rurales del país, muchas veces era mal vista por
los sectores dominantes, quienes a través de publicaciones, exponían el desprecio por este ritual “hereje”
(Cerutti & Pita, 1999; Orellana 2002).
20
En España –lugar de origen del rito- entre los asistentes había algunos provistos de guitarras y
castañuelas. Las sillas se colocaban fuera de la casa, formando un círculo, comenzando así la celebración
con cantos y baile, que duraba hasta el amanecer (Casas, 1947 citado en Orellana, 2002; Sepúlveda,
2005).
21
Orellana (2002) señala que cantores entrevistados con motivo de su ensayo acerca del canto por el
angelito, mencionan las alas como elemento fundamental en la vestimenta del niño. Esta descripción le
permite colegir que en Chile habría una tendencia a concretizar la idea del niño muerto como un angelito.
22
Existen contradicciones con respecto a este mandato. Sepúlveda (2005) señala que la madre es la única
que tiene permiso para llorar durante el velorio, mientras que Cerutti & Pita (1999) explican que la madre
no debe llorar, pues mojaría la alas del angelito.
35
sin pañuelos ni zapateos (Parra, 1958-1959 citado en Orellana, 2002;
Sepúlveda, 2005).
Los cantos entonados en el ritual son apreciados por la riqueza estética y
antropológica. La importancia que adquieren los versos por el angelito radica en
ser la expresión de la comunidad ante la muerte de un niño, por lo que puede
faltar la decoración o atuendos, pero no los versos. Es que para Orellana (2002)
los versos por el angelito, permiten realizar el objetivo que se plantea la
comunidad a través del canto: el paso del niño muerto a un estado angelical.
A diferencia del rito en España, en Chile, la velada se efectúa al interior
del hogar del difunto y el canto no es sólo acompañamiento, sino que conforma
una acción dedicada al niño muerto23. Esto explica la importancia de la
presencia de cantores en el rito24. Los versos entonados son clasificados en:
versos por saludo, al inicio de la velada; y los versos por despedida, al final de
ésta, al amanecer. De manera general, se le pide al angelito que recuerde a
sus padres y parientes y los proteja desde el cielo, o bien, refieren al niño
muerto ya convertido en angelito (Orellana, 2002).
El amanecer marca el cambio del canto, pues comienzan los versos por
despedida. Corresponde al momento en que el niño es depositado en el ataúd y
se prepara la ida al cementerio. El canto de despedida sella el instante cúlmine
del ritual en que el niño, ya un angelito, se dispone a entrar en el cielo. La
separación de la tierra y de sus seres queridos, son un paso necesario,
realizado por medio del canto de despedida25, así el alma desvinculada del
cuerpo podrá ser liberada y emprender su viaje celestial (Orellana, 2002;
Sepúlveda, 2002).
23
Este canto sólo es entonado con ocasión de la muerte de un infante y no de un adulto. Ello otorgaría un
carácter particular a la muerte de un niño frente a la de los adultos (Orellana, 2002).
24
La importancia del cantor es evidenciada por Violeta Parra (1958-1959, p.1 citado en Orellana, 2002)
quien con respecto a la presencia de éstos señala: “El velorio comienza con la llegada de los cantores,
quienes cantan los versos por saludo y dan la bienvenida al pequeño muerto por medio del canto divino
(…) Hacia el final del velorio los cantores toman la palabra por el angelito y cantan los versos por
despedida, en los que el niño consuela a sus padres”.
25
El estudio de Orellana (2002) revela la fuerza de la palabra poética, que impulsa la realización de un
proceso por el cual el niño muerto será al final del rito, un angelito.
36
5. ASPECTOS GENERALES DEL DUELO EN OCCIDENTE
“Cerraron sus ojos que aún tenía abiertos,
Taparon su cara con un blanco lienzo,
Y unos sollozando,
Otros en silencio, de la triste alcoba todos se salieron…
¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
37
Ariés (1983) compara la reacción de duelo en la época medieval y
moderna, con la actual, señalando el carácter social en la primera y el individual
en la segunda. El duelo, expresaba la angustia de la comunidad en general,
que visitada por la muerte, quedaba debilitada por la pérdida de uno de sus
miembros.
A principios del siglo XVIII, comienza a vivirse la impersonalidad del
duelo. Si bien existe pesar, se buscan reemplazantes que permitan olvidar al
difunto. La expresión de dolor en el lecho de muerte, es cada vez más reprimida
y disminuye el lapso de tiempo que la sociedad y sus costumbres, permiten
para su despliegue. La actitud del entorno con el deudo, es impersonal y fría.
Uno de los cambios más radicales, es la exclusión de la muerte desde la vida
cotidiana y la constatación de que la desaparición de un individuo, ya no afecta
la continuidad de la sociedad, como lo era hasta entonces (Ariés, 1983).
Luego, en el siglo XIX el duelo cambia de función y es ligado a la
expresión de una pena inmensa, la posibilidad para el entorno de compartir esa
pena y de socorrer al superviviente. Esta transformación permite que el duelo
se convierta en una preocupación y sirva como fenómeno de estudio (Ariés,
1983).
En el siglo XX, el duelo es visto como una enfermedad 26. Ya no es el
silencio del enlutado en medio de un entorno solícito, sino más bien es el
silencio del entorno mismo frente al deudo. Es decir, el doliente queda aislado.
Al mismo tiempo, la sociedad no soporta la presencia de la muerte, ni el cuerpo
del muerto, ni los parientes que lo lloran27. El superviviente queda aplastado
entre el peso de su dolor y la prohibición de la sociedad de vivir el duelo en su
totalidad (Ariés, 1983).
26
Dentro de los criterios diagnósticos del DSM-IV (R) el Duelo se ubica en “Otros problemas que pueden
ser objeto de atención clínica”, codificado como Z63.4; y el CIE-10 lo clasifica como V62.82.
27
Hoy en día existe un servicio funerario que ofrece a los familiares convertir el cuerpo del difunto en una
joya (diamante) con el fin de llevarlo puesto, lo que Sladogna (2006) denomina desconfiado como
“funeraria de la posmodernidad”.
38
Dicho planteamiento concuerda con lo que postula Lipovetsky (1983)
acerca de la prohibición de “lo sentimental” en la sociedad actual. “Lo
sentimental” ha sido destronado por el sexo, el placer, la autonomía. El
sentimentalismo ha sufrido el mismo destino que la muerte, pues resulta
incómodo para los demás que un sujeto exhiba sus pasiones y afectos.
En opinión de Ariés (1983) emerge lo que denomina como indecencia del
duelo, caracterizada por la regla occidental de no manifestar públicamente el
dolor de la nostalgia. Si bien la iniciativa del rechazo no pertenece a la familia
del difunto, ésta asume el mandato del sufrimiento privado proveniente de una
estructura más amplia a la familiar. En otras palabras, se intenta ocultar el dolor,
mientras que antaño era exigido e incuestionable.
En esta línea, Gorer (1965 citado en Allouch, 1996) describe tres tipos de
deudos o enlutados, según su reacción, en la sociedad occidental. El primero,
es aquel que aparta el dolor de la pérdida como si nada hubiese ocurrido. El
segundo, oculta el dolor y sufrimiento frente a los demás. Finalmente, el tercero,
que manifiesta públicamente su pesar. Para este último, la actitud de la
sociedad será la exclusión por la molestia y desagrado que ocasiona su público
pesar.
De este modo, Ariés (1983) resume y caracteriza la actitud de Occidente
hacia la muerte en tres grandes rasgos, que marcan el vuelco desde la
exaltación de la muerte en el romanticismo28, hacia su exclusión pura y simple
hoy en día. A este cambio lo denomina “muerte salvaje” o “muerte excluida”. El
primer rasgo hace referencia a la inexistencia de la muerte en el nivel de grupo;
la muerte ya no es un hecho social. Este rasgo, hace referencia a la ausencia
del simbolismo asociado a la muerte que comúnmente estaba presente (telas
negras, cortejos fúnebres). Cambia además la relación con quien está de duelo,
a partir de la obligación impuesta de sufrir a escondidas.
28
El Romanticismo se caracterizó por exaltar el tema de la muerte, como último bastión de la libertad. En
la literatura, los grandes clásicos se valieron de ella para escribir sus obras. Basta recordar “Los
sufrimientos del joven Werther” de Goethe y su trágico desenlace, o bien los poemas más oscuros de
Gustavo Adolfo Bécquer.
39
Como segundo rasgo, destaca que ya no existe un sujeto que muera. Al
momento de dejar de ser hecho social, la muerte ya no es subjetivable. Este
punto, se vincula con la medicalización de la muerte, a partir de los avances
tecnológicos en medicina y la conversión de la muerte en “muerte ideal”, que
hace referencia al morir sin dolor (Ariés, 1983). En este sentido, surge la
sobreprotección hacia la muerte del otro, evitando por sobre todo el sufrimiento
y utilizando incluso la mentira al enfermo acerca de su estado29.
Finalmente, Ariés (1983) señala que ya no hay duelo, no solo con
respecto al grupo, sino también consigo mismo. El duelo es considerado
molesto y se responde entonces, al imperativo social de mantenerse ocupado a
pesar del dolor. En este sentido, es posible observar que el duelo ha cambiado
sus características, o al menos, la vivencia social de éste ha variado con
respecto a otras épocas.
29
Contrario a lo que sucedía en la Edad Media. Cf. pág. 12.
40
irreversibilidad del tiempo, el sentido que toman los objetos y el recuerdo del
pasado vivido juntos (Thomas, 1975).
En este sentido, Freud se interesó por el tema de la muerte en variadas
ocasiones, pudiendo incluso pensarse que es un tema que atraviesa toda su
obra y pensamiento. Ya fuese una reflexión suscitada por la guerra, que lo toca
profundamente30, o bien elucidaciones acerca de la representación de la muerte
para el hombre primitivo, ésta es una tópica trascendente en su pensamiento31.
En relación con la muerte, Freud se ocupó del fenómeno del duelo a
partir de las consecuencias subjetivas que producía la muerte de un ser -en
tanto objeto amado- sobre el sujeto. Si bien aborda la cuestión del duelo, en
conjunto con la melancolía, se utilizará en esta presentación, sus elucidaciones
con respecto al tema que convoca este estudio.
Se opta por la concepción freudiana del duelo, debido a que parece ser
atingente la manera en que desarrolla la fenomenología del duelo, con las
características que conlleva y el trabajo psíquico que desafía.
6.1 La muerte de un otro y el tiempo del duelo
Freud se refiere a la noción de duelo, como “la reacción frente a la
pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga de sus veces...”
(Freud, 1917, p. 73). Descrito como afecto normal, subraya que a pesar de las
graves desviaciones sobre la conducta cotidiana en la vida del sujeto, no se
considera como un estado patológico, ni es menester remitir un tratamiento
médico. Incluso, juzga inoportuno y dañino su perturbación. La apuesta es que
pasado cierto tiempo, será superado (Freud, 1917).
El duelo se caracteriza por un talante dolido, la pérdida de interés por el
mundo exterior –en todo aquello que no recuerda al muerto- la pérdida de la
capacidad de escoger un nuevo objeto de amor, el extrañamiento respecto de
cualquier labor que no se relacione con la memoria del muerto. Esta evidente
30
Durante la Primera Guerra, Freud pierde a un hijo en el campo de batalla.
31
En Más allá del principio de placer, Freud elabora el concepto de pulsión de muerte, referido a la
tendencia de todo ser vivo de regresar al estado inorgánico primigenio.
41
inhibición del yo corresponde a la “entrega incondicional al duelo que nada deja
para otros propósitos e intereses…” (Freud, 1917, p. 73).
Freud llama trabajo del duelo a este proceso operado por la reacción
frente a la pérdida. En este trabajo, el examen de realidad demuestra que el
objeto amado no existe más “y de él emana ahora la exhortación de quitar toda
la libido de sus enlaces con ese objeto” (Freud, 1917, p. 73).
Sin embargo, frente al mandato dictado por la realidad, surge una
oposición amparada en que el hombre no abandona una posición libidinal,
aunque un objeto sustituto asome. La renuencia a dejar el objeto perdido,
puede alcanzar una intensidad tal, que produzca un extrañamiento de la
realidad, dando paso a fenómenos alucinatorios transitorios, relacionados con el
difunto (Freud, 1917).
La desaparición del otro amado produce ante todo una impresión de
vacío y al mismo tiempo de presencia/ausencia. Es que la ausencia, en este
caso, es una modalidad de la presencia. La ausencia sería una existencia en
otra parte de algo o alguien. En tanto que él está allí, se sigue ligado
extrañamente a él, sin embargo el otro amado ha desaparecido 32 (Thomas,
1975).
Aunque la separación se confirma, el desaparecido puede sobrevivir en
forma de imágenes, obsesiones, muy especialmente durante el duelo. Los
recuerdos evocados y a veces rechazados según el estado del momento,
versan sobre las fallas del desaparecido, como para preservarse mejor de él; o
bien por el contrario, lo idealizan, a fin de perdonarle y hacerse perdonar. No
obstante, ya sea una u otra tendencia, impiden que el otro sea nada, lo que
sería intolerable. Aunque no está más, es accesible mediante el pensamiento,
el otro real ausente, se convierte en el otro imaginario presente (Thomas, 1975).
32
Si en el orden simbólico nada existe sino sobre un fundamento supuesto de ausencia, la muerte es el
lugar privilegiado para la constatación de este hecho, pues hay ausencia sólo donde se sugiere que podría
haber una presencia allí donde no está. El Fort/da, juego descrito por Freud en Más allá del principio de
placer, representa el ingreso del niño en el mundo simbólico, pues los sonidos versan sobre la presencia y
ausencia de personas y cosas. La muerte retrotrae a este momento (Evans, 1997).
42
No obstante, lo normal es que el sujeto acate el mandato de la realidad,
aunque esta orden no sea llevada a cabo de inmediato. El proceso es ejecutado
pieza por pieza, con un gran gasto de tiempo y energía de investidura, mientras
tanto, el objeto perdido continúa existiendo en lo psíquico (Freud, 1917). Es
decir, mientras dura el trabajo de duelo, el objeto perdido vive aún en la psique
del sujeto, hasta que opta por hacer caso de lo que dicta la realidad. De este
modo, los recuerdos y expectativas anudadas al objeto perdido son canceladas
y así, se consuma el desasimiento de la libido con el objeto.
Se asocia entonces la muerte a un evento traumático, entendiendo el
trauma como aquellas impresiones o montos de afecto sin significar, es decir,
vivencias que un lapso provocan en la vida anímica un exceso tal en la
intensidad de estímulos, que su tramitación o finiquitación por vías habituales,
fracasa (Freud, 1916) En cierto sentido, la muerte se configuraría como un
acontecimiento que irrumpe en la subjetividad y no logra inscribirse.
Es así como se plantean los tiempos lógicos del duelo, a partir del
desarrollo freudiano. La formulación de los tiempos lógicos es un concepto
también retomado por Lacan (1975). Al respecto propone que el tiempo se
subjetiva y modula de una manera lógica por sobre lo cronológico, aduciendo
que para ello se conjugan tres instantes: el tiempo para ver, comprender y
concluir donde cada tiempo subsume al que lo precede.
En efecto, se necesita el instante de la mirada para dar sentido a un
acontecimiento. Luego, el tiempo para comprender es posible reducirlo al
instante de la mirada; empero, esa mirada puede incluir todo el tiempo
necesario para comprender, así la objetividad de cada tiempo tambalea en su
límite (Lacan, 1975).
Pasado el tiempo para comprender, el momento de concluir es, concluir
el tiempo para comprender. El sujeto alcanza una verdad que no podría verificar
si no alcanzase primero la certidumbre. El juicio que concluye, no puede ser
43
formulado sino por el sujeto que establece una certeza sobre sí, y no puede, sin
reservas, ser imputado por algún otro (Lacan, 1975).
Es en función de estos planteamientos que se entenderá el propósito de
los tiempos lógicos para el duelo. De acuerdo a esto, el primer tiempo es el de
la renegación. El sujeto reniega de la pérdida, no quiere saber de ella y por lo
tanto, no puede perder el objeto aún. Lo espera y cree poder recuperarlo
aunque la realidad indique lo contrario (Bauab, 2001).
El segundo tiempo, corresponde al desasimiento de la libido que une al
sujeto con el objeto perdido. Es además, el trabajo propio de la simbolización.
Es decir, poner palabras alrededor de aquella falta, de recomposición
significante (Bauab, 2001). El nombrar la falta, permite retirar la libido adherida
al objeto perdido. En este sentido, puede decirse que en el duelo es convocado
el registro simbólico en su totalidad, para intentar delimitar el agujero en lo real
que deja la pérdida de un ser querido.
El tercer tiempo del duelo, es aquel donde la libido se retrae hacia el yo
para luego dirigirla hacia otros objetos. El sujeto toma ciertos rasgos del objeto
de manera que así pueda perderlo. Es decir, mediante la identificación el sujeto
puede apropiarse del objeto, logra perderlo simbólicamente, lo que será vivido
como una segunda pérdida (Bauab, 2001). De este modo, se asume la muerte y
la falta de éste.
Freud advierte que la operación de compromiso, ejecutada por la orden
de la realidad es dolorosa, añadiendo lo natural que parece el displacer doliente
en el que está de duelo. “Una vez cumplido el trabajo de duelo el yo se vuelve
otra vez libre y desinhibido” (Freud, 1917, p. 75).
Así, el duelo normal vence la pérdida del objeto, aunque mientras
persista absorba las energías del yo. Para cada uno de los recuerdos y de las
situaciones de expectativa que muestran a la libido anudada con el objeto
perdido, la realidad muestra que el objeto ya no existe más. El yo entonces,
“preguntado por así decir, si quiere compartir ese destino, se deja llevar por la
44
suma de satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su
ligazón con el objeto aniquilado” (Freud, 1917, p.78).
El sujeto debe desembarazarse de la sombra del objeto, mediante el
trabajo de duelo, que sin dudas aflige al yo. A partir de este trabajo, podrá
restaurar el vínculo con el objeto perdido y reinvestir nuevamente otros posibles
objetos (Goya, 2006).
Posterior a esto, Freud (1929) rectificará en algunos aspectos, la
cuestión de la sustitución del objeto. Debido a su experiencia frente a la muerte
de cercanos33, reelaborará la condición del deudo, en tanto la muerte de un ser
querido es algo que lo deja inconsolable, debido a la imposibilidad de suplir el
vacío que deja. En caso que este vacío se llenado por otro objeto, éste último,
será siempre algo distinto:
33
Precisamente Freud reformula sus elucidaciones con respecto al duelo, producto de la muerte de su hija
predilecta, Sophie. A esto se suma la muerte anterior de su hijo en la Gran Guerra, la muerte de dos de
sus amigos y discípulos, Víctor Tausk y Anton von Freund y el fallecimiento posterior del hijo menor de
Sophie, su nieto.
45
Si bien puede producirse un objeto sustituto, por medio de la sustitución
significante, éste nunca es igual al objeto sustituido. En este sentido, Lacan
(1959 citado en Allouch, 1996) señala que el duelo, más que ser una operación
de sustitución, se trata más bien, de la creación de una nueva relación de
objeto. No se trata de sustituir a un objeto anterior, o la relación efectivamente
perdida, sino más bien, de cambiar la relación de objeto existente, produciendo
una nueva forma de relación subjetiva, que hasta entonces no se había
efectuado34.
La pérdida real de un objeto produce un agujero que el significante, la
palabra, no alcanza a suturar, un desorden en el orden simbólico. Es por esto,
que se plantea la necesidad de una trama significante, es decir, de rodear con
palabras el agujero que la pérdida deja, para poder producir un trazo sobre ese
real (Bauab, 2001).
El objeto perdido reenvía al sujeto a un lugar de privación y lo deja a él
mismo privado de poder nombrar, de cercar esa falta en lo real. El duelo es una
puesta a prueba para la estructura, en la que sucumbe el sujeto si faltan los
recursos simbólicos necesarios para atravesar dicha prueba (Bauab, 2001).
Por ello, el rito funerario emerge como de gran importancia en este
proceso, puesto que es el lugar de inscripción de la falta, que intenta nombrar
algo de ese agujero que produce la muerte de un ser querido. Regula de este
modo, la angustia, aportando una inscripción simbólica a la muerte en lo real
(Bauab, 2001).
Allouch (1996) complementará esta visión, señalando que el duelo no es
solamente perder a alguien, no es la pérdida de cualquier “ser querido”.
Argumenta que hay duelo cuando se pierde a uno, más un pequeño trozo de sí,
resumido en la siguiente fórmula:
(1+a)
34
Lacan ve en el duelo, una posibilidad más que un obstáculo o un momento negativo, pues moviliza y
permite revisar la relación que vincula al deudo con el objeto en cuestión, pudiendo extrapolar esto a las
demás relaciones de objeto. Un duelo es ese momento singular en que se inscribe un trazo nuevo y
permite la creación simbólica que recubre el agujero real que deja la pérdida (Bauab, 2001).
46
Donde 1 representa al objeto perdido y el a representa el pequeño trozo
de sí mismo que se pierde con el 1 (Allouch, 1996). Es decir, no se pierde solo
a un individuo, sino más bien un objeto compuesto por estos dos términos, que
en resumidas cuentas reflejan al objeto perdido y lo que éste se lleva del deudo
al morir.
El sujeto pierde no sólo a alguien, pierde a la vez, un pequeño trozo de
sí. Por tanto, cuando no se tiene en cuenta que la pérdida es (1+a), no habría
una evidencia inmediata acerca de lo que el muerto se lleva consigo del deudo.
Corresponderá entonces, al tiempo del duelo, ocuparse de la inscripción de
dicha falta.
6.2 Duelo por la muerte de un hijo
Es necesario reflexionar acerca de qué es lo que representa un hijo para
ambos padres, para luego comprender qué significa para ellos su pérdida.
La palabra hijo proviene del latín filĭus y designa a la persona o animal
respecto de su padre o madre. Hijo es también la cosa que procede o nace de
otra por procreación y la obra o producción del ingenio (RAE, 2007).
El étimo de la palabra filĭus está estrechamente ligado con el latín
“felix”, “fecundo”, con el verbo “felare” mamar y con la raíz de fémina,
originalmente “la que amamanta”. No obstante la filiación femenina de su
étimo, en la sociedad romana de estructura patriarcal, el nombre de un
fillus era siempre asociado al apellido paterno, no pudiendo figurar el
materno más que como sobrenombre (RAE, 2008).
Para el cristianismo Hijo designa a la segunda persona de la trinidad,
hecho cuerpo en la persona de Jesucristo, Hijo de Dios y concebido por obra
del Espíritu Santo en el cuerpo de una virgen madre.
Tomando en cuenta estas definiciones podría resultar fácil señalar que
es un hijo, no obstante desde el punto de vista del Psicoanálisis, esto no es así.
Para señalar qué es ser hijo es preciso retroceder donde éste no está
aún, en el lugar asignado en la novela familiar, en qué mito vive y qué significa,
47
o bien para qué se le desea allí (Rodulfo, 1989). Antes del nacimiento, el ser
que se sostiene en el cuerpo materno, se le llama con un nombre, se le
adjudican expectativas, etc. Ese ser de quien se habla es lo que se debe llegar
a ser (Saal, 1998).
Incluso antes del nacimiento, el hijo ocupa un lugar en la fantasmática del
padre y la madre, dicho lugar está determinado por la relación con el sistema
narcisista de los progenitores. Ser hijo implica representar las investiduras
libidinales del padre y la madre, en tanto se reconoce al hijo como una totalidad
parcial de ambos, como objeto parcial de ambos y de cada uno de ellos. Es
decir, se constituye como el representante del deseo inconciente de la madre y
el padre, como una prolongación de ellos (Kancyper, 1992).
Un hijo, ocupa un lugar en la cadena significante de los padres y es a
partir de esto que el cuerpo del niño se reordena en un sistema que nada tiene
que ver con lo biológico, en tanto aspira a un más allá de la mera subsistencia.
El ordenamiento del cuerpo del niño, se efectúa por medio de las marcas
simbólicas que lo afectan y que evidencian un deseo de Otro, inscrito en él
(Jerusalinsky, 1988).
De este modo, el proceso de simbolización depende del Otro que,
deseante del niño, lo engendró o adoptó para ocupar un lugar en su cadena
significante. Ese niño es tenido, buscado, para soportar en su cuerpo las
marcas que esos padres precisan al trazar, para sostenerse ellos mismos como
sujetos (Jerusalinsky, 1988).
Cuando algo en el cuerpo del niño ofrece una imagen que impide o
dificulta el trazado (que se asocia, en el futuro del niño, como “destino”), los
padres, en la imposibilidad de sostener la cadena significante en la que se
simboliza su relación con ese niño, se enfrentan a la emergencia de un real: el
del cuerpo mutilado que tiene el hijo que, imaginariamente, cae sobre el cuerpo
de ellos mismos. Así tienen que, o bien hallar en el hijo el trazo imaginario que
les permite un reencuentro con él, o bien distanciarse bruscamente. Queda
48
sustraída así toda posible elaboración de lo que los padres no saben: cómo
relacionarse con este niño (Jerusalinsky, 1988).
En este sentido, lo que marca el ritmo del desarrollo del niño con más
relevancia que cualquier otro aspecto, es el deseo del Otro puesto sobre él.
Qué se dice, espera, anhela y recuerda, que se calla y se reserva respecto de
un hijo, qué se desea en el hijo, o bien quién desea allí. El sujeto está
anticipado en el discurso parental, de modo que las estructuras que operen en
él dependen en parte de la permeabilidad de lo constitucional y de lo
madurativo del plano biológico (Jerusalinsky, 1988).
Tomando en cuenta que la significación del hijo existe antes de su
nacimiento, cabe preguntarse qué sucede cuando los progenitores se enfrentan
con su muerte.
Roitman, Armus & Szwarc (2002) señalan que en el idioma español, no
existe un concepto preciso que describa el estatus de padres y madres que
pierden a sus hijos35. Existe la palabra viudo para quien pierde a su cónyuge, o
huérfano para quien pierde a sus padres, pero al parecer, para quien pierde a
un hijo no existe nominación alguna. Es así como para estos autores, la muerte
de un hijo se convierte en tabú, por lo innombrable del sufrimiento que conlleva.
Para Green (1996 citado en Roitman et al., 2004) la identificación de ser
padre o madre, está dado por la existencia de un hijo, quien brinda sentido a la
experiencia de maternidad o paternidad. La muerte del hijo, por ende, sacudiría
estas identificaciones, generando angustia de desintegración o perturbaciones
de la continuidad temporal, reflejadas en “un antes y un después”. Más allá de
lo singular que marcará las diferencias del curso y elaboración del duelo, en la
muerte de un hijo, está presente el narcisismo de los progenitores 36, por lo que
el duelo será vivido de acuerdo a una temporalidad imprevisible, no mensurable
a priori y según modalidades personales.
35
Al parecer, sólo en el hebreo existe la palabra “Shjol” que designa a la persona que ha perdido un hijo.
36
“Carne de mi carne”, “sangre de mi sangre”, “portador del nombre y apellido”.
49
Al parecer, es inconcebible para los progenitores la destitución de ser
padres de aquel hijo, pues caen todas las investiduras puestas en él, las
expectativas y los deseos (Allouch, 1996; Roitman et al., 2002; Vilches, 2004).
Los padres nunca están preparados para soportar la muerte de un hijo. Tal
muerte, sin importar a qué edad ocurre, representa un golpe cruel, no natural y
un evento inoportuno que en el curso normal de las cosas, no debería haber
sucedido (Vilches, 2004).
Este proceso entonces, adquiere características diferentes a otros
duelos. La pérdida de un hijo, es experimentada como una de las más
desgarradoras, lo cual explicaría lo prolongado del shock inicial o incredulidad,
a diferencia de otros duelos (Vilches, 2004). Esta opinión es compartida por
otros autores, cuyo énfasis radica en el dolor manifestado frente a esta
situación, descrito como uno de los fenómenos de estrés emocional más
intenso que puede experimentar un individuo, con grandes implicancias para la
subjetividad de los padres, la vida de pareja y demás vínculos sociales
(Cordero, Palacios, Mena & Medina, 2004).
Con respecto a la muerte de un hijo, Allouch (1996, p. 362) plantea que
“cuanto menos haya vivido el que acaba de morir según el enlutado, cuanto
más su vida haya seguido siendo para este último una vida en potencia (…),
más espantoso será su duelo, más necesaria será la convocatoria de lo
simbólico”. Es decir, convocar allí el mundo del lenguaje para intentar delimitar
aquel agujero en lo real que deja la pérdida.
Para este autor, el problema no se refiere a la duración de la vida. No
obstante, señala que falta cierto tiempo para que algo, lo que sea, se cumpla.
Por lo tanto, el caso del duelo por el hijo tiende a volverse un duelo
paradigmático (Allouch, 1996).
En la opinión de Vilches (2004) la muerte del hijo conjuga el rechazo
ancestral a la muerte prematura que amenaza la perpetuación de la especie. En
este mismo sentido, Bernier (2004) enfatiza el factor del tiempo en la muerte de
50
niños. Recalca que la irrupción de la muerte desmorona todo aquello que se
encuentran adquiriendo: conocimientos y destrezas intelectuales, afectivas y
físicas que moldearán su personalidad, quedan inevitablemente coartadas.
51
objeto, no siendo una situación puntual, sino permanente, creando así un objeto
nostálgico, que de persistir obstaculiza la investidura de otros objetos.
La muerte a su vez, produce transformaciones profundas en el sentido y
fragilidad de la vida para los progenitores y en la conciencia de la finitud, en
ocasiones acompañada por la esperanza permanente del reencuentro con el
hijo (Vilches, 2004).
Otro aspecto interesante de mencionar, es la diferencia en la vivencia
subjetiva de la pérdida por parte de cada uno de los padres. Cabe preguntarse
si acaso el duelo se vive de igual forma. En este sentido, Thomas (1975)
considera que la muerte de un hijo es experimentada de manera distinta si se
trata del padre o de la madre, dependiendo de la edad, la cultura a la que
pertenecen y la naturaleza de las proyecciones, compensaciones, deseos y
agresiones reprimidas de las podría haber sido objeto el hijo37.
Por otra parte, los roles asociados al género, también son expresados en
las respuestas que hombres y mujeres tienen ante la pérdida de un ser querido.
Estudios sobre las manifestaciones y el curso del duelo tras la muerte de un
hijo, evidencian las diferencias existentes entre madres y padres al momento de
enfrentar y vivir este proceso. En los hombres se observa un mayor nivel de
enfado y agresividad, y una tendencia a suprimir o limitar las manifestaciones
de dolor, pues se considerarían responsables de otorgar apoyo a sus parejas.
Así, se dedicarían con mayor intensidad a diversas actividades externas, como
el trabajo fuera del hogar. En cambio, las mujeres revelarían con mayor
frecuencia, estados de tristeza profunda, ansiedad y pensamientos intrusivos,
que limitarían su funcionalidad en el mundo exterior (Carrera, 2004; Lang,
Gottlieb & Amsel, 1996 citado en Vázquez, Gómez & Llona, 2002).
Las diferencias en las manifestaciones, contribuyen en ocasiones a que
el entorno perciba el duelo de los padres como de “menor intensidad” que el de
37
En las sociedades negro-africanas e islámicas, la muerte de un hijo varón es vivida más dramáticamente
por el padre, mientras que la muerte de una hija casi no cuenta y la pérdida del bebé pasa desapercibida
salvo por la madre (Thomas, 1975).
52
las madres. Dicha impresión, se reafirma ante las posibles dificultades de los
padres para expresar sus sentimientos y la tendencia a controlar las
expresiones de dolor, racionalizando la pérdida (Vázquez, et al., 2002). Existe
un férreo control de las emociones, pues al parecer consideran propio de la
feminidad los estados de tristeza y depresión.
En relación con lo anterior, Vázquez et al. (2002) consideran que la
reacción de dolor ante la pérdida por parte de hombres y mujeres y su
exteriorización, no significan necesariamente una mayor o menor intensidad del
pesar, sino más bien, responderían a pautas culturales asociadas al género. En
este sentido, las convicciones sobre la maternidad podrían ser un obstáculo, en
tanto se subentiende que la mujer/madre es responsable de velar por la
seguridad y bienestar de toda la familia.
6.4 Factores que influyen en la vivencia del duelo por la muerte de un hijo
Cabe señalar que, si bien el duelo es un proceso de profundo impacto,
es posible distinguir ciertos factores que podrían influir en dicho proceso, ya sea
facilitándolo o bien, entorpeciéndolo.
La causa de la muerte y la forma en que se produce, establece
diferencias relevantes en la manera de vivir el duelo por parte de los
progenitores. La muerte imprevista, ocasionada por accidentes, enfermedades
de curso rápido o de causa violenta, golpea fuertemente a los familiares. El
impacto producido en ellos es de una magnitud difícil de asumir y genera un
shock más intenso y prolongado y un duelo en general, más duradero (Vilches,
2004). Es decir, la muerte repentina suele vivirse de manera más traumática.
En el caso de enfermedades con pronóstico de muerte, como lo son las
malformaciones congénitas con curso de gravedad, por una parte, éstas causan
una profunda impresión y rebaja del autoestima de la madre, quien se asume
como responsable de dicha condición (Carrera, 2004).
Por otra parte, el duelo comenzaría a vivirse desde el momento en que
se recibe el diagnóstico, denominado “duelo anticipatorio” y que de alguna
53
manera, ayudaría a asimilar la muerte cercana. El trabajo psicológico, comienza
desde la percepción de la eventualidad y puede contribuir a atenuar
considerablemente la violencia del shock y facilitar posteriormente la evolución
de la recuperación (Bernier, 2004; Vilches, 2004). En otras palabras, el entorno
de alguna manera dispondría de un tiempo para prepararse ante la pérdida.
Las circunstancias que rodean la muerte también determinan, en parte, la
reacción individual ante la pérdida. Es así como cobra relevancia el momento
de la muerte y la reacción de los profesionales o cercanos ante ésta. Se ha
señalado la importancia de la comunicación de la pérdida, pues juega una papel
preponderante en el posterior curso del duelo, enfatizándose que la información
clara, honesta y directa hacia los progenitores los salvaguarda de posibles
fantasías relacionadas con la muerte del hijo, ya sea por su probable
responsabilidad en ésta y sentimientos de culpa que surgen de dicha
percepción (Carrera, 2004).
Otro de los factores señalados como facilitador en el curso del duelo, es
la posibilidad de la pareja de compartir y apoyarse mutuamente, puesto que la
pareja puede cohesionarse frente a esta situación (Vilches, 2004).
Entre los factores que pueden entorpecer la conclusión del duelo, se
encuentra la ausencia de redes de apoyo, pues se señala que los primeros
cuidados y apoyo pueden proveer de soporte para la resolución del duelo 38
(Carrera, 2004).
También es posible observar que en ocasiones, la pareja puede
desintegrarse si se reviven conflictos anteriores no resueltos39. Es común que
comience una dinámica centrada en adjudicar culpas por el deceso, o bien que
exista un desfase en las etapas del duelo en la pareja. Es decir, uno y otro en
diferentes tiempos del duelo. La vivencia del duelo entonces, puede estar
marcada por una intensidad subjetiva diferente en ambos padres. También es
38
En Estados Unidos existen programas pilotos de duelo, cuyo objetivo es intervenir en el proceso para
buscar resolución sana de la crisis, antes que se perpetúen problemas emocionales (Carrera, 2004).
39
Las cifras señalan una tasa de divorcio de un 80% en parejas que han sufrido la pérdida de un hijo
(Carrera, 2004).
54
posible observar diferencias en la significación de la pérdida según los
progenitores (Carrera, 2004; Vilches, 2004).
Se ha estudiado las barreras de comunicación que aparecen entre la
pareja de padres que han sufrido la pérdida de un hijo. Éste sería uno de los
principales factores perturbadores de la relación de pareja. En ambos padres
surgen sentimientos de soledad y aislamiento, que fomentan la vulnerabilidad y
lo que se denomina “soledad de a dos”. Consecuencia de esto, los padres
ocuparían su tiempo en recuerdos, pensamientos y sentimientos que
disminuirían la atención disponible para otros, ya sea hijos y pareja (Cordero et
al., 2004).
En esta línea, se señala que la experiencia de perder a un hijo limita la
disponibilidad de ambos padres con sus otros hijos, en el caso que los tengan.
La permanencia del duelo en los progenitores, puede tener efectos negativos
para el desarrollo de los hijos sobrevivientes. En efecto, se habla del “hijo de
reemplazo” y los trastornos que conlleva esta situación, pues el reemplazo de
un hijo por otro, suscitaría conflictos tanto para los progenitores (en la
elaboración del duelo) como para la nueva criatura. El nacimiento de un nuevo
hijo, a menudo conllevará recuerdos del hijo fallecido (Carrera, 2004; Cordero et
al., 2004; Vilches, 2004).
En este sentido, se enfatiza la posibilidad de auxiliar a los progenitores a
afrontar eficazmente las necesidades de los hijos vivos, pues constituye un
factor crítico para la recuperación de la autoestima. Los hermanos del niño
fallecido, probablemente son olvidados y aislados, pues los progenitores
desean protegerlos del dolor, impidiendo la participación de éstos en el duelo
familiar. Es así como se recomienda la importancia que éstos expliquen a sus
hijos la situación de manera simple y apropiada, porque ello ayudaría a la
resolución del duelo por parte de los hermanos (Carrera, 2004). No obstante, no
se indica cuál o cómo sería la manera apropiada de explicar dicha situación.
55
En general, se advierte que la prolongada duración del duelo en estos
casos, no coincide con el tiempo disponible por parte de las redes sociales
naturales, que son percibidas por los progenitores como exigentes en la
conclusión del proceso de pesar (Vilches, 2004).
Cabe mencionar, que a menudo la atención de profesionales en la
elaboración del duelo, no siempre es evaluada de manera satisfactoria desde la
vivencia de los progenitores (Vilches, 2004). En ocasiones, los padres que
acuden a terapia se resisten conciente o inconcientemente a los intentos por
elaborar la pérdida, puesto que creen que el dolor es testimonio del amor y la
bondad parental (Roitman et al., 2002). Según la experiencia de estos autores,
este tipo de duelo suele ser más prolongado en función de la relación directa
que suponen entre la extensión del duelo mismo y el componente estructural
narcisista que representa el hijo para los padres.
No obstante, algunas pautas acerca de la labor terapéutica con padres y
madres en duelo, ponen en relieve la pertinencia del trabajo de un equipo
profesional que tenga conocimientos específicos en el tema y que a partir de
ello provea de apoyo a ambos padres, explorando por ejemplo, en los anhelos e
ideas respecto al hijo perdido (Cordero et al., 2004).
Así, cada una de estas variables adquirirá un valor particular en el trabajo
de elaboración psíquica y también para la labor terapéutica (Roitman et al.,
2002).
56
y ansiosos son comunes durante los primeros meses, aunque generalmente
transitorios, entre 15% y 30% de los pacientes puede desarrollar depresión y
requerir de fármacos o psicoterapia (Cordero et al., 2004).
Factores como muerte inesperada, ausencia de apoyo social, historia de
pérdidas recurrentes pueden predecir una mala adaptación después de la
muerte de un hijo recién nacido. Así, un 20% de los padres puede desarrollar
síntomas de síndrome por estrés postraumático y depresión pre y posnatal en
las madres41. La depresión materna luego de una pérdida, incide indirectamente
en los vínculos con un nuevo hijo, provocando menor disponibilidad emocional
y/o negligencia (Cordero et al., 2004).
III. OBJETIVOS
1. Objetivo General
- Comprender la vivencia de duelo en padres y madres ante el fallecimiento de
un hijo, a partir de la influencia de género.
2. Objetivos Específicos
57
- Indagar y caracterizar la relación establecida entre ambos padres con el hijo
desde una perspectiva de género.
- Indagar y describir la experiencia de paternidad y maternidad en padres y
madres que han vivenciado el fallecimiento de un hijo.
- Identificar y comparar la vivencia de duelo en padres y madres a partir de las
diferencias de género.
- Identificar y caracterizar posibles instancias de ayuda y/o resolución del duelo
en padres y madres.
IV. METODOLOGÍA
1. DISEÑO
El diseño de esta investigación es comprensivo-interpretativo, pues
busca llegar a una aproximación del fenómeno que pretende estudiarse, para
luego así, ofrecer una perspectiva que entregue explicaciones de dicho
58
fenómeno. A su vez, es de corte transversal, pues la recolección de los
discursos (o datos) se efectúa en un solo momento.
Se ha optado por métodos cualitativos, puesto que privilegian el acceso
al sentido y los significados de las vivencias, tanto sociales como individuales,
de los sujetos (Rodríguez, Gil & García, 1999). En efecto, permiten acceder a
aspectos de la vida de la gente, experiencias vividas, comportamientos,
emociones y sentimientos (Strauss & Corbin, 1998). Considerando estas
premisas, el presente estudio pretende comprender la vivencia de duelo en
padres y madres ante el fallecimiento de un hijo, incorporando en ello la
perspectiva de género.
Por otra parte, un aspecto relevante de la metodología cualitativa es que
produce datos descriptivos de las propias palabras que las personas proveen,
buscando comprenderlas dentro del marco de referencia de éstas (Taylor &
Bogdan, 1987). Esta característica, permite entonces acceder a la vivencia del
duelo de padres y madres, por medio de sus propios relatos.
2. UNIVERSO Y MUESTRA
El universo corresponde a los padres y madres del área metropolitana
que han perdido un hijo y, en este caso la muestra, estaría compuesta por 2
parejas (padre y madre) que hayan sufrido la pérdida de un hijo en edad
preescolar, hace al menos un año.
2.1 Criterios de selección de los participantes
La muestra escogida para la investigación, tiene un carácter no
probabilístico, siendo intencionada, pues se eligen ciertos criterios a priori
relacionados con los objetivos del estudio. La metodología cualitativa indica que
la muestra a la que se pretende acceder, cuente con ciertas características que
permitan el desarrollo de la investigación. Por lo tanto, la selección de la
muestra contempla los siguientes criterios:
59
1. Padre y madre que hayan vivenciado la muerte de un hijo hace
al menos un año; ambos deberán haber convivido con el hijo al
momento del deceso.
2. No haber sufrido pérdida adicional durante el último año.
3. El tiempo transcurrido desde el fallecimiento no debe ser
superior a los 8 años.
4. La edad del hijo al momento de fallecer debe haber sido menor
de 6 años.
5. La causa de deceso deberá ser similar.
Para acceder a los informantes, se contacta a profesionales de la salud
(médico, matrona, psicólogo, etc.) que se relacionen o se haya relacionado con
padres y madres que hayan vivido la muerte de un hijo, o bien, a personas que
se desempeñen en alguna organización que se vincule con el tema en cuestión.
60
de los escenarios o personas que se estudian. Las comprensiones derivadas
del análisis, están fundamentadas en los resultados (información) y son
desarrolladas a partir de ellos. La diferencia con la Teoría Fundamentada
(Glaser y Strauss, 1967 citado en Taylor y Bogdan, 1987) radica en que
interesa menos el desarrollo de conceptos y teorías, que la comprensión de los
escenarios o personas en sus propios términos.
Lo anterior se logra mediante la descripción y teoría. Así, los conceptos
se emplean para iluminar ciertos rasgos del objeto estudiado y facilitar su
comprensión. Además, subraya el análisis de los casos “negativos” y del
contexto en que fueron recogidos los datos con mayor énfasis, aunque no
impone la búsqueda de generalizaciones (Taylor y Bogdan, 1987).
Según Taylor y Bogdan (1987) el análisis implica ciertas etapas
diferenciadas. La primera es una fase de descubrimiento en progreso, pues se
identifican temas y se desarrollan conceptos y proposiciones. La segunda fase
se produce cuando los datos han sido recogidos, dando paso a la codificación
de éstos y al refinamiento y profundización de la comprensión del tema de
estudio. En la fase final, se relativizan los descubrimientos, es decir, se
comprenden desde el contexto en que fueron recogidos.
1. Fase de descubrimiento.
Corresponde a la búsqueda de temas, examinando y releyendo los datos
de todos los modos posibles. La búsqueda de temas emergentes en los
resultados, invita a poner atención en diversos aspectos, ya sean temas de
conversación, vocabulario, actividades recurrentes, significados, sentimientos,
dichos y proverbios populares, contenidos en el discurso de los informantes.
Sugiere además la elaboración de listas tentativas de temas y tipologías y
esquemas de clasificación, los cuales sirven para identificar temas y ayudan en
el desarrollo de conceptos y teorías (Taylor y Bogdan, 1987).
Taylor & Bogdan (1987) plantean que junto con esto, se desarrollan
conceptos y proposiciones teóricas, pasando de la descripción a la
61
interpretación y teoría, por medio de éstos. Un concepto es una idea abstracta
generalizada a partir de hechos empíricos, que otorga sentido de referencia
general y sugiere direcciones para la observación. Se utilizan para iluminar
procesos y fenómenos sociales no fácilmente perceptibles en las descripciones
de casos específicos. Su desarrollo es intuitivo, siendo buscados en las
palabras de los informantes. Al descubrir un tema se comparan enunciados y
acciones entre sí, viendo si existe un concepto que los una, por medio de
semejanzas subyacentes. Si dicha relación es factible, se debe buscar una
palabra o frase que trasmita la similitud.
Por otro lado, la proposición es un enunciado general de hechos,
basados en los resultados. Mientras que un concepto puede o no ajustarse, las
proposiciones son verdaderas o erróneas, aunque se pueda o no demostrarlo
(Taylor y Bogdan, 1987).
2. Fase de codificación.
Se refiere al modo sistemático de desarrollar y refinar las interpretaciones
de los datos. Durante este proceso, se reúnen y analizan los datos referidos a
temas, ideas, conceptos, interpretaciones y proposiciones. El objetivo es que
las ideas sean refinadas, descartadas o desarrolladas (Taylor y Bogdan, 1987).
En primer lugar, se desarrollan categorías de codificación, redactando
una lista de los temas, conceptos, interpretaciones, tipologías y proposiciones,
identificados o producidos durante el análisis inicial. Algunas categorías podrían
superponerse, si esto es así, pueden ser suprimidas y su número dependerá de
la cantidad de datos recogidos y de la complejidad del esquema analítico
(Taylor y Bogdan, 1987).
Es necesario asignar un número o letra a cada categoría de codificación,
lo que permitirá posteriormente agrupar las unidades que compartan código y
entrelazarlas; por lo que deben codificarse todos los datos, tanto los incidentes
negativos, como los positivos relacionados con la categoría de que se trate. A
medida que se codifican los datos, hay que refinar el esquema de la
62
codificación: añadir, suprimir, expandir y redefinir las categorías (Taylor y
Bogdan, 1987).
Taylor y Bogdan (1987) postulan que luego de esto, se separan los datos
pertenecientes a las diversas categorías de codificación. Es una operación
mecánica, no interpretativa. Se reúnen los datos codificados pertenecientes a
cada categoría, donde los resultados sobrantes deben ser revisados, pues es
probable que algunos se ajusten a categorías de codificación existentes o bien,
pueden plantearse nuevas categorías que se relacionen con los desarrollos
previos.
La codificación y separación de los datos permite comparar diferentes
fragmentos relacionados con cada tema, concepto, proposición, y así refinar y
ajustar las ideas. Es probable que algunos datos no se ajusten o que algunas
proposiciones pierdan validez. Frente a contradicciones o casos negativos,
éstos deben ser analizados para profundizar la comprensión de las personas
que se están estudiando, pues son fuente fructífera de interpretaciones (Taylor
y Bogdan, 1987).
Es probable que el investigador cualitativo pueda demostrar que sus
conclusiones e interpretaciones tienen una base plausible, pero nunca
presentar una prueba definitiva; esto implica que los resultados no son
necesariamente generalizables a todos los padres y madres que han perdido un
hijo.
3. Fase de relativización de los resultados.
En este momento del análisis, se intenta interpretar los datos en el
contexto en que fueron recogidos; según Deutscher (1973 citado en Taylor y
Bogdan, 1987) todos los datos son potencialmente valiosos si se sabe cómo
evaluarlos. Para entenderlos, hay que detenerse en el modo en que fueron
recogidos y considerar que la interpretación varía, de acuerdo con el contexto.
Para esto se debe tener presente si la información es espontánea o no, la
deseabilidad social, las fuentes de los datos en que se basan las
63
interpretaciones, pues conviene distinguir entre las perspectivas de una sola
persona y las de un grupo más amplio. Así como también los supuestos de los
investigadores, para lo cual se aconseja autorreflexión crítica.
5. PROCEDIMIENTO GENERAL
Para efectos de esta investigación se han realizado los siguientes pasos:
Paso 1: Solicitud de permisos y contacto con personas
Se toma contacto con un médico pediatra del Hospital Exequiel González
Cortés, a quien se presentan aspectos generales de la tesis. Mediante su
secretaria se accede a la Fundación Nuestros Hijos, que acoge a niños del
sector sur de Santiago que padecen cáncer. Esta primera gestión deriva en una
reunión con la asistente social de la institución, a quien se señala el carácter de
la investigación, con el objetivo de contactar padres y madres que habían
perdido a su hijo. Esta opción es descartada, pues la muestra a la cual tiene
acceso la fundación, estaba principalmente conformada por progenitores con
una pérdida reciente, es decir, un año e incluso menos desde el deceso, lo que
escapa a los criterios de selección y probablemente, constituya un escenario
complejo de abordar en una entrevista semiestructurada.
Por otra parte, se accede a una reunión con la relacionadora pública de
la Agrupación de Donantes de órganos, donde participan padres y madres de
niños que han muerto y donado órganos. No obstante, se constata que la
temática del duelo está mediatizada por la donación de órganos y éste aspecto
escapa al fin de la investigación, razón por la cual se descarta este nuevo
contacto.
Se establece y mantiene contacto con la Corporación Renacer,
encargada de acoger a padres y madres en duelo. Es mediante esta
Corporación con quien finalmente se realiza el nexo con los informantes del
estudio. En una reunión con la secretaria de esta agrupación, se dan a conocer
aspectos generales de la tesis y se indica las características o criterios con los
64
cuales deben contar los informantes. La secretaria se compromete a contactar
al menos dos parejas que cumplan con dichos requisitos.
Paso 2: Toma de Contacto con los Informantes
Se toma contacto telefónico con las parejas a entrevistar. Se les comenta
el tema central de la investigación, se resuelven dudas o interrogantes que
pudieran surgir, además de señalarles cómo se llega a ellos (haciendo
referencia al contacto previo con Renacer). A partir de esto se establecen
fechas y lugares de entrevista.
Paso 3: Desarrollo de las Entrevistas y aplicación de consentimiento
informado
Antes de comenzar cada entrevista, se les presenta a los informantes un
consentimiento informado (anexo 2) en donde se detallan los objetivos de la
investigación, las personas responsables del estudio y el procedimiento de la
entrevista (duración, confidencialidad, uso de los datos y posibilidad de
revocación). Junto con esto, se completa una ficha sociodemográfica (anexo 3)
que contiene datos acerca de la edad, estado civil, ocupación, etc., que
posteriormente ayudará a caracterizar la muestra conformada y analizar dichos
datos en función de la temática del estudio.
Es importante señalar que se consideraron dos aspectos éticos en esta
etapa de la investigación. Como primer punto, se opta por considerar al final de
la entrevista una pregunta que permita sondear los posibles efectos de la
entrevista en los participantes (¿Qué le pareció hablar de su hijo en este
minuto?). Esto permitiría visualizar temas que hayan quedado abiertos y darles
un posible cierre acotado a la entrevista. En relación a esto, se tenía presente la
idea de sugerir psicoterapia en casos de advertir dificultades en la elaboración
de la entrevista.
Con respecto a la primera pareja, se procede primero a realizar la
entrevista a Claudia, en su lugar de trabajo el día 6 de junio del presente año.
Se le explica detalladamente los fines de la investigación, para dar paso a la
65
entrevista en sí. Posteriormente, el día 11 de junio, se realiza la entrevista a
Luis, esposo de Claudia. Dicha entrevista se realiza en el domicilio de ambos y
se estructura de una manera similar; explicando aspectos del estudio, tales
como los fines que persigue, para luego continuar con la entrevista.
En cuanto a la segunda pareja, se realiza primero la entrevista con Iván.
Para esto se programa una reunión con él en su lugar de trabajo. La entrevista
se efectúa en dos momentos, una primera parte se lleva a cabo el día 17 de
junio del presente año y la segunda, el día 19 de junio. Finalmente se establece
una fecha de entrevista con Claudia, esposa de Iván, el día 28 de junio del
presente año.
Se presenta una tabla que entrega datos para caracterizar a los
informantes de la investigación (Tabla 1).
Paso 4: Transcripción de Entrevistas y Análisis
Se procede a transcribir íntegramente cada una de las entrevistas (anexo
4), para luego continuar con el análisis de los resultados. En primer lugar, se
orienta hacia la obtención de categorías, que permitan ordenar y analizar la
información recabada. Por ello, se leen las entrevistas agrupando temáticas que
se repiten, con relación a los ejes planteados en la pauta guía de preguntas. De
este modo, emergen dimensiones, categorías y subcategorías, siendo éstas
excluyentes y exhaustivas
Una vez delimitadas las dimensiones, se procede a realizar el análisis de
los contenidos para cada subcategoría, categoría y dimensiones. El análisis
incorpora conceptos planteados en el marco teórico, con el fin de abrir sentido a
los discursos entregados por los informantes, para alcanzar la comprensión e
interpretación, por parte las investigadoras.
Finalmente se plantean las conclusiones del estudio, a partir de los ejes
que emergen transversalmente en el estudio, considerando en el desarrollo, los
objetivos y la pregunta de investigación, junto con una reflexión personal acerca
de los hallazgos, las limitaciones y proyecciones del estudio.
66
Tabla 1: Caracterización sociodemográfica de los informantes
Pareja 1 Pareja 2
Protocolo 1 2 3 4
Sexo Mujer Hombre Mujer Hombre
Edad 40 43 41 41
Estado civil Casada Casado Casada Casado
Ing. Constructor
Ocupación Enfermera Comerciante
Químico civil
Sexo del hijo
Hombre Hombre Hombre Hombre
fallecido
Número de hijos
(incluido el 3 4 3 3
fallecido)
Edad en que
tuvo al hijo 33 37 30 30
fallecido
Lugar del hijo
fallecido entre Tercero Cuarto Primero Primero
los hermanos
Tiempo de
5 años 9 meses 5 años 9 meses 7 años 7 años
muerte
Edad del hijo al 3 años 10 3 años 10
1 año 6 meses 1 año 6 meses
morir meses meses
Asepsia Asepsia
Septicemia Septicemia
Reporte de generalizada en generalizada en
en cuadro en cuadro
causa de muerte malformación malformación
bacterial bacterial
congénita congénita
Tiempo que
6 años y 6 años y
asisten a 4 años 4 años
medio medio
Renacer
67
5.1 DIMENSIONES
5.1.1 Maternidad
Esta dimensión, en relación con las madres, da cuenta de las ideas de
maternidad previas al nacimiento de un hijo, las particularidades de cada uno de
los embarazos, como asimismo, la significación de los hijos y del vínculo que
cada madre establece con ellos. Además muestra las relaciones y dificultades
en la vivencia del rol de mujer madre y trabajadora.
68
Figura 4: Dimensión Trabajo de duelo
Categoría Subcategoría
Aspectos previos a la maternidad:
Evidencia las concepciones previas de
maternidad y de los acercamientos que
tuvieron las entrevistadas a la
experiencia de tener de un hijo.
69
“…me provocaba mucha alegría (…) sabía
que me estaba mandando un condoro muy
grande (…) me cambió el cuerpo (…) de
ser una niñita media gordita, llena de
espinillas, pasé a ser una mujer (…)me
estilicé (…) yo cambié totalmente con el
embarazo” (Prot. 1, Párr. 8)
70
para la llegada de Vicente, porque yo
estaba embarazada [de Vicente] cuando
falleció Tomás, tenía 5 meses de embarazo
(…) fue un embarazo bien hasta
obviamente que partió Tomás (…) el de
Vicente fue con mucha pena…” (Prot. 3,
Párr. 3)
3º embarazo: Hace referencia a las
expectativas y contexto que las
entrevistadas señalan con respecto al
embarazo y nacimiento del tercer hijo.
71
ante la muerte de un hijo.
72
evolución y desarrollo, de tan chiquititos
tienen su gustos y su decisión (…) tienen 5
años y ellos quieren hacer lo que ellos
quieren (…) ese nexo no se acaba nunca,
el ser madre-padres e hijos, no se termina
ni con la muerte” (Prot. 3, Párr. 9)
73
pa la casa” (…) una conversa que es media
huevona, porque la gente va a decir “Ésta,
está hablando con la foto”, pero uno anda
con eso…” (Prot. 1, Párr. 92)
74
5.1. 2 Paternidad:
Esta dimensión, en relación con los padres, da cuenta de los contextos
previos a la experiencia de tener un hijo, en términos de preconcepciones
referentes al tema y a la posibilidad de planificar o no los nacimientos.
Asimismo, incluye las caracterizaciones de los embarazos de sus parejas,
reportando los problemas enfrentados y afectos asociados. Se consigna
además, la significación de los hijos, mediante la simbolización que le otorgan y
los vínculos establecidos con ellos; y los cambios experimentados ante la
vivencia de tener un hijo.
75
Categoría Subcategoría
Aspectos previos a la paternidad: Asociaciones: Corresponde a las
Hace referencia tanto a las ideas, proyecciones y acercamientos
concepciones de paternidad antes de los entrevistados previas a la
de tener un hijo, como a la experiencia de tener un hijo.
programación del nacimiento de los
hijos. “Yo creo que todo hombre, toda madre o
todo hombre en este caso piensan en ese
tema, pero…yo creo, yo fui padre antes de
casarme y eso fue por las cosas…” (Prot.
2, Párr. 3)
76
sin embargo, ya estábamos casados y
teníamos todo para recibir al Tomás…”
(Prot. 4, Párr. 6)
Caracterización de la paternidad: Dificultades en el embarazo de la
Da cuenta de cómo los entrevistados pareja: Corresponde a la percepción
han ido vivenciando y asimilando la y vivencia de los entrevistados
experiencia de tener un hijo, desde referente a las complicaciones que
el embarazo hasta el nacimiento. sus parejas experimentan en el
embarazo.
77
automáticamente. (…) El amor de, con el
hijo (…) es algo que sale de tu cuerpo (…)
te brota de los poros, es mi sensación”
(Prot. 4, Párr. 5)
78
“… el Tomás es mucho pa’ mí, nunca va a
dejar de ser mi hijo…” (Prot. 4, Párr. 46)
79
mis manos, no lo puedo acariciar, no lo
puedo tomar, eh pero está presente, o sea
eso no tiene, para mí no tiene ninguna
duda” (Prot. 4, Párr. 24)
80
5.1. 3 Enfermedad y muerte del hijo
Esta dimensión da cuenta de las descripciones y vivencias que describen
los progenitores acerca de la enfermedad del hijo; el agravamiento de éste y
finalmente, la muerte y el rito funerario.
81
Categoría Subcategoría
Caracterización de la enfermedad: Descripción: Corresponde a las
Corresponde a la descripción y características que señalan los
vivencia de los progenitores acerca de progenitores acerca de la enfermedad
la enfermedad del hijo, la detección y del hijo, las dificultades y curso que
evolución que presenta. ésta presenta y las acciones llevadas a
cabo para su tratamiento.
82
vez que esté hospitalizado…” (…) lo pasé
muy mal” (Prot. 1, Párr. 26)
83
horrible, eso eran golpes fuertes, y eso lo
viví solo (…) a la vuelta del pabellón (…)
pegaba combos, a la muralla y “Mierda y
que porqué y porqué”. Pero (…) delante de
mi señora “Paciencia, esto va a resultar (…)
tranquila”, “Pero, es que mi hijo…”, “No
está mal, está bien”, siendo que yo sabía
que estaba mal (…) yo siempre estaba con
ella” (Prot. 2, Párr. 18)
Negación del estado de salud:
Corresponde a la dificultad para
reconocer o aceptar el curso
desfavorable de la enfermedad y la
posibilidad de muerte del hijo.
84
Clínica” (…) yo dije allá “Sabís que yo me
tengo que ir porque mi hijo está enfermo, o
sea no me puedo quedar aquí” (…) el
doctor fue para la casa, fue la Help (…) no
tenía nada que hacer (…) y se lo llevaron a
la Clínica…” (Prot. 4, Párr. 12)
Vivencia: Da cuenta de las
reacciones, sentimientos y emociones
de los progenitores asociadas a la
inminencia de la muerte del hijo y la
manera en que enfrentan dicha
situación.
85
despedirse de su hijo y que éste, en
cierta medida, les avisa de su partida.
86
Le dijo que estaba grave y después lo llama
y le explicó que ya Tomás había fallecido
un rato antes y yo, le dije “Pucha Marcos
(…) no creas que Iván va a llegar hecho un
energúmeno (…) Va a llegar a preguntar
qué le hiciste a mi hijo y qué pasó” y es tal
cual como fue” (Prot. 3, Párr. 25)
87
en la Clínica (…) me estaban esperando allá
(…) todos mis amigos (…) me bajé de una
camioneta que me traía y yo pasé (…)
directo donde tenía que ir (…) y estuve un
rato solo con Tomás (…) no tengo tan
malos recuerdos (…) a pesar que es el
recuerdo, el momento más trágico, más
terrible a lo mejor (…) haberlo visto a él…
heladito…pero habérselo entregado a Dios
en ese momento” (Prot. 4, Párr. 15)
Rito funerario:
Corresponde a las descripciones y
vivencias que señalan los
progenitores, en torno al rito funerario
del hijo.
88
5.1. 4 Trabajo de duelo
Alude a la vivencia personal del duelo, en el otro cónyuge y en pareja.
Refleja además, la visión de los informantes con respecto a la actitud que el
entorno (íntimo y más amplio) demuestra ante sus duelos; la visión y
significación de la muerte de sus hijos hoy en día; las transformaciones que
identifican en ellos, a partir de la ausencia del hijo; y las alternativas
identificadas de ayuda y resolución de sus duelos.
89
Categoría Subcategoría
Vivencia del duelo: Corresponde a Personal: Corresponde a las
las reacciones, sentimientos, reacciones, sentimientos, sensaciones,
sensaciones y emociones que evoca emociones y recuerdos que evoca la
la ausencia del hijo en los ausencia del hijo en cada progenitor,
progenitores, ya pasado un tiempo de ya pasado un tiempo de la muerte.
la muerte. La visión del otro cónyuge
en cuanto a este proceso y la visión “…en todo y en nada a la vez (…) no me
acuerdo precisamente lo que pensaba, a lo
del duelo en pareja. mejor en su ausencia, yo creo que estaba
shockeada. Estuve varios meses shockeada
de todo esto” (Prot. 1, Párr. 60)
90
“…como que tu corazón (…) entendamos
corazón como alma, se echa a perder una
parte de ella, se muere (…) y tú tienes que
vivir con el resto del alma (…) Pero,
estamos trabajando sobre un corazón que
no es normal (…) te genera un vacío que no
se llena con nada…” (Prot. 4, Párr. 13)
En el otro cónyuge:
Corresponde a las apreciaciones de los
progenitores acerca de cómo sus
respectivas parejas reaccionan y viven
la ausencia del hijo.
91
de explicarle y no me entendía (…) estaba
tan dolida con él, que le dije “…te hablé
tantas veces (…) no me escuchaste, que
estoy cansá de hablar (…) no me hables tú
tampoco a mí (…) creo que va a ser más
sano, que estar peleando” (…) es difícil
mantenerse casados…” (Prot. 1, Párr. 78)
92
Visión de los progenitores acerca Familiares: Refleja las apreciaciones
del entorno: Señala las que los progenitores efectúan acerca
apreciaciones de los progenitores de la reacción y actitud de sus
acerca de las actitudes y reacciones familiares, acerca de la muerte del hijo,
del entorno ante la muerte del hijo y la vivencia del duelo y la evaluación
de sus duelos. que hacen de ésta.
93
estás viviendo con tus amigos situaciones
similares (…) desde que te pasó lo que nos
pasó a nosotros, ellos (…) se desmarcan
del tema y siguen con otras vivencias
distintas a las nuestras (…) no entienden
que nosotros vayamos a Renacer (…) con
muchos de nuestros amigos, más
profundos, nuestras vidas se separaron (…)
y con otros amigos, como que tendieron a
acercarse y a abrirse y a preguntarte y eso
(…) nos ayudó mucho en su momento”
(Prot. 4, Párr. 39)
Sociedad: Refleja la percepción que
los progenitores tienen acerca de la
reacción y actitud de la sociedad frente
a la muerte del hijo y la evaluación que
hacen de ésta.
94
“¡Por qué, por qué, por qué, por qué! Te
preguntai porqué, si hiciste todo ¡porqué!
¿En qué fallé? (…) ahí puteai y buscai (…)
Eso fue (….) el primer mes, por esos días, el
primer mes tiene que haber sido” (Prot. 2,
Párr. 24)
95
distancia (…) son etapas que uno va
viviendo no más (…) con el tiempo ya lo
puedes hablar maduramente y no tienes
esos quiebres tan grandes (…) no deja de
ser terrible (…) parece que uno estuviera
contando una película. Pa’ los demás, que
no vivieron esto (…) son escenas que
todavía están (…) no se van a borrar nunca
de la cabeza…” (Prot. 3, Párr. 29)
96
reencontrarse con él en algún
momento.
“…yo siento que él debe estar muy bien
donde está, porque era un niño tan
entregado a la enfermedad, tan entregado al
hospital…” (Prot. 1, Párr. 88)
97
que somos más concientes de que así tiene
que ser…que a lo mejor, uno como papá, no
quiere eh…lo hace en forma autómata. Pero
aquí, en realidad, es como tú estás
conciente de lo que estás haciendo…”
(Prot. 3, Párr. 30)
98
Alternativas de ayuda o resolución Psicoterapia:
del duelo: Da cuenta de la Refiere a la visión del trabajo
experiencia y/o posibilidad de hablar psicoterapéutico como un espacio de
del hijo fallecido y de cómo ello puede apoyo, desahogo y aprendizaje.
constituirse en alternativa de ayuda
para los entrevistados. “…estuve un año después de la muerte del
Cristóbal, con medicamentos (…) le dije
“Sabe doctora (…) No me tomé las pastillas
(…) llevo un año de duelo y me siento bien
y me resulta tan ilógico (…) porque se me
murió el hijo, no la mascota (…) de ahora
pa’ adelante (…) me voy a mamar esto que
viene, que es un duelo (…) si me tengo que
revolcar en el dolor, me revolcaré”… “Ya –
me dijo- pero yo quiero que vaya al
psiquia…psicólogo”, “Ya (…) ningún
problema, pero no quiero tomar más
medicamentos, porque esto va a explotar
un día” (Prot. 1. Párr. 67)
99
“…no voy a Renacer pa’ que me ayuden,
voy a Renacer para yo poder ayudar a
alguien (…) que yo converse de lo que (…)
de lo que me pasó, ya alguien que me
escuche (…) ahí tienes el espacio para
conversar de tu vida, de cómo fue…porque
no hay espacio para hablar del tema” (Prot.
3, Párr. 31)
100
idioma tuyo. Ese es el tema…” (Prot. 2,
Párr. 27)
101
5.2 ANÁLISIS
5.2.1 Maternidad
Los discursos asociados a esta dimensión permiten visualizar cómo las
entrevistadas han ido integrando la vivencia de tener un hijo, revelando
singularidades para cada informante.
Como primer punto de análisis, es posible apreciar una articulación entre
el desarrollo y ejercicio de la maternidad con el género. Las entrevistadas, no
vislumbraban la maternidad como un objetivo cercano. Para la primera,
resultaba algo lejano, en tanto no creía poseer atributos asociados a la
maternidad; la segunda informante declara no haberse imaginado como madre.
En ambos discursos, surge la posibilidad de no pensarse como madre, o al
menos no como punto culminante en la vida. Podría plantearse que los
señalamientos de antaño donde lo natural, esperado y buscado para una mujer
era ser madre, quedan en cierta medida, al margen de lo vivenciado por las
entrevistadas (Burín, 1990; Molina, 2006).
En la primera entrevistada el deseo de ser madre parece lejano, ella
asocia la maternidad a aspectos emotivos que confiesa no poseer, mostrándose
hostil ante niños que podrían configurar su experiencia previa de maternidad.
Es posible apreciar como las creencias y significados acerca de la maternidad,
se dan en función de ideas en torno a la mujer, la procreación y la crianza
(Burín, 1990; Molina, 2006). La entrevistada lo subsume como “yo encontraba
que para ser mamá había que ser amorosa”, dando cuenta de cómo debiese
ser la mujer madre.
En el caso de la tercera entrevistada, la maternidad se advierte en
primera instancia distante. No obstante, la experiencia del nacimiento de un
niño cercano a ella va incorporando un “ejercicio previo” a la maternidad,
abriendo paso a la posibilidad de concebir un hijo propio.
102
La caracterización de los embarazos permite inferir la vivencia de
maternidad, de dónde surgen representaciones psíquicas y culturales que van
otorgando diferentes significados para la dupla madre-hijo (Burín, 1990).
Para las informantes la vivencia de maternidad se materializa en tres
tiempos o tres momentos, donde confluye el nacimiento de los hijos con el
ejercicio real de la maternidad.
En el primer caso, el embarazo y nacimiento de los hijos emerge como
un acto no planificado concientemente por la entrevistada. El primer hijo llega
cuando aún se encuentra cursando estudios universitarios. Este aspecto genera
un clima inicial de tensión y preocupación, puesto que por una parte debe
informar a su familia del embarazo y por otra, reporta no contar con medios
económicos que faciliten su situación. En términos más latentes, es posible
plantear una conflictiva relacionada con la interrupción de sus estudios, ya que
antepone la necesidad de estudiar, al deseo de ser madre (Burín, 1990).
El clima inicial da lugar a un estado de alegría que emerge en paralelo a
la percepción de un cambio en la feminidad, evaluado positivamente. Este
cambio reviste aspectos físicos y psicológicos, permitiéndole a su vez narcisizar
su estado y al hijo que lleva en su vientre (Kancyper, 1992).
En el segundo embarazo se aprecia un clima emocional más estable,
asociado a la obtención de un trabajo.
Con relación al tercer embarazo, la entrevistada se retrotrae hacia su
primera experiencia, en tanto el tercer hijo tampoco es planificado. Sin
embargo, la posibilidad de compartir abiertamente la noticia, surge como una
importante diferencia que expresa su alegría y aceptación. Este último
embarazo, está rodeado de presentimientos con respecto al sexo y las
complicaciones en su curso. Las dificultades se vivencian con angustia e
incredulidad, que luego se convierten en el deseo de no tener a ese hijo
enfermo y no sentirse preparada para recibirlo.
103
En el caso de la tercera entrevistada, el primer embarazo convoca
sentimientos de temor y la confrontación con una responsabilidad exclusiva y de
gran relevancia, que resulta transversal en el ejercicio de la maternidad.
Corresponde al compromiso de cuidar, criar y socializar a los hijos, definido
desde el rol de la mujer como madre (Burín, 1990).
Si bien corresponde a un embarazo no planificado, es evaluado
positivamente. Del mismo modo, las vivencias asociadas a dicho periodo
conforman un importante núcleo de recuerdos al momento de evocar a su hijo,
en tanto es éste quien más tarde muere.
Los dos embarazos siguientes tienen un trazado común para la
entrevistada. En ambos casos, se ven afectados por la muerte de hijo mayor, de
modo que la llegada de los últimos hijos, es explicada en función del
fallecimiento del mayor.
El segundo embarazo, es atribuido al deseo del hijo mayor de tener un
hermano. Bajo esta lógica, la informante explica que su primer hijo genera el
espacio para la llegada del hermano, concediéndole a él la posibilidad de elegir
el nombre del nuevo miembro de la familia.
Los últimos meses del segundo embarazo son vivenciados con pesar,
puesto que en este periodo fallece su hijo mayor. Por su parte, la llegada de la
tercera hija es explicada como un regalo del hijo fallecido, configurándose
nuevamente el embarazo como un deseo asociado a la vivencia de muerte del
primogénito.
Las significaciones asociadas a los hijos, incluyen múltiples
simbólizaciones, pudiendo apreciarse una variedad de significados, mediados
por el contexto subjetivo y social de cada entrevistada. En este sentido, emerge
un eje transversal para la articulación de los significados entregados. En efecto,
en ambos casos es posible inferir que los contenidos asociados a cada
significación, se encuentran mediatizados por la vivencia de la muerte de un
hijo.
104
Para la primera entrevistada los hijos son todo, y agrega que por ellos es
capaz de dar la vida. No obstante, señala no sentirse preparada para sostener
el vínculo con un hijo enfermo, puesto que se encuentra fuera del ámbito de lo
esperado por ella.
En comparación con sus otros hijos, sindicados y valorados como sanos,
el nacimiento de un hijo enfermo quiebra los esquemas de la entrevistada,
convirtiéndose la representación de “hijo-sano” en un significante relevante. El
cuerpo del hijo-enfermo, o bien del hijo-no sano, va soportando las marcas
simbólicas que la madre establece en él. No espera un hijo enfermo y esto
genera un quiebre en el sostén que ella tenía como sujeto, en la aspiración del
hijo-sano (Jerusalinsky, 1988).
Los hijos anteriores a éste, se desarrollan conforme lo esperado por ella;
son alegres, inteligentes, buenos para el deporte y “sanos”. La imposibilidad
que se instaura de soportar como madre y enfermera al hijo-enfermo, la
moviliza a cuestionarse hasta qué punto esta preparada para otra clase de hijo
que no sea saludable.
El hijo-enfermo obtura, tiene el efecto de un corte, la confronta con lo real
de este niño que “con suerte vivía, con suerte respiraba”. Ante estas dificultades
y, con posterioridad a la muerte del hijo, se produce un reencuentro con un
trazo imaginario del niño que ella si esperaba; ahora lo representa como sano.
Y sólo así, logra imaginarlo y asemejarlo al resto de sus hijos. Lo devuelve al
estatus esperado, consiguiendo investirlo como uno más, como alguien que
puede acompañarla (Jerusalinsky, 1988).
El hijo-enfermo es significado también como un angelito, conservando
mediante esta imagen lo sacro del concepto. El ángel es quien está en el cielo y
es libre de los vicios de los adultos, preservado de toda maldad (Sepúlveda,
2005). De acuerdo a esto, la imagen del niño quedaría divinizada y la de la
madre protegida, en tanto es ella quien procrea al ángel.
105
El vínculo existente entre madre e hijos, da cuenta de significados
asociados a la autodefinición de mujer madre en la entrevistada. Es decir, existe
una percepción de conexión particular con los hijos, atribuida a que el embarazo
tiene lugar y desarrollo en el cuerpo de la mujer.
Se conceptualiza en primer lugar, un vínculo diferencial con respecto al
hombre, dado por la imposibilidad de contener en su cuerpo al hijo. El “haberlos
tenido dentro de la guata” designa al hijo no sólo como el representante del
deseo de la madre, sino además permite una prolongación de ese deseo. El hijo
y la relación con él establecida, se convierte en una continuación del cuerpo
materno (Green, 1996 citado en Roitman et al., 2004; Kancyper, 1992).
Como segunda cualidad del vínculo madre-hijo, se advierte su extensión
más allá de la muerte de éste. El rol de madre cuidadora trasciende el hecho de
la ausencia del hijo, estableciéndose una sujeción que permanece aún después
del fallecimiento. De acuerdo a lo planteado por Jerusalinsky (1988), el lugar
que el hijo ocupa para los padres y los significados asociados a él, trascienden
la mera subsistencia del niño, prolongándose más allá de lo concreto y
biológico.
Para la tercera informante, sus hijos si bien son independientes, a la vez
son parte de ella, dando lugar por medio de esta prolongación a una relación
que “no se termina ni con la muerte”. El cuerpo materno, sostén del hijo genera
la posibilidad de extender no sólo la corporalidad materna, sino también la
relación que ahí se concibe y funda (Green, 1996 citado en Roitman et al.,
2004; Kancyper, 1992).
Los hijos, atravesados por el fallecimiento del hermano mayor, se
convierten en una explicación y señal del bienestar de aquel que no está. Son la
inscripción del deseo y de las expectativas que el hermano fallecido se
encuentre bien. Ocupan un lugar en la novela de la familia, que precede a su
nacimiento y que se vincula necesariamente, con la huella del hermano
precedente (Saal, 1998).
106
El hijo fallecido es significado retroactivamente como un hijo ideal, que
atemoriza a la madre al congregar tantas virtudes “era un niño realmente muy
maravilloso, muy habiloso, como muy inteligente”; un hijo que conserva las
investiduras libidinales de la madre y representa sus deseos (Kancyper, 1992).
A su vez, concentra las alabanzas de los cercanos y ante los ojos de la madre
se configura como especial al advertir los halagos. Es un hijo que tras la
muerte, se convierte en compañía constante.
En términos vinculares los hijos ocupan un lugar único e irremplazable,
aún cuando uno de ellos no esté físicamente. El lugar y la relación establecida
con ellos se mantienen y resisten la muerte. La significación de la posición que
los niños ocupan para los padres, moldea la relación establecida entre ambos y
aspira más allá de la mera subsistencia (Jerusalinsky, 1988).
En cuanto a la relación de la maternidad con el trabajo, surge como
primer punto de análisis la focalización en el desarrollo laboral, en detrimento de
la maternidad. La entrevistada asegura que en el caso de las mujeres, los hijos
limitan la búsqueda de mejores expectativas laborales.
Esta idea se reafirma más tarde, al narrar las complicaciones reales que
tuvo al momento de buscar trabajo, con posterioridad al nacimiento del primer
hijo. Refiere además, que dichas dificultades repercutían negativamente en su
estado anímico. La informante señala: ¡qué lata que no estaba tan contenta!, no
era plena porque me faltaba el hecho de, de mi parte de desarrollo profesional”.
A la luz de los planteamientos de Montecino (1997) y Burín (1990) esto puede
configurarse como un conflicto en los roles adscritos a la mujer, evocando cierta
culpabilidad por haber estado deprimida durante el poco tiempo que compartió
con su hijo.
El rol materno prescribe mujeres criadoras, cuidadoras y socializadoras,
mientras que el ocupacional está centrado en el trabajo extra e intra-doméstico,
de modo que ambas exigencias conflictúan la subjetividad femenina. En otras
palabras, la diversidad de comportamientos esperados para ella genera
107
contradicciones entre lo prescrito socialmente y el deseo de realización
profesional.
5.2.2 Paternidad
Los discursos que emergen en torno a la paternidad, dan a conocer las
particularidades de cada entrevistado en sus vivencias, permitiendo delinear la
manera en cómo van incorporando y significando el nacimiento de los hijos en
sus vidas. Las singularidades de cada experiencia, expresan que así como no
existe una única forma de ser hombre (Fernández-Llebres, 2004), tampoco hay
solo una exclusiva manera de ser padre.
Los contenidos señalados por los entrevistados, revelan que la
paternidad no fue un tema de preocupación o interés, previo a la experiencia
real de tener un hijo, sino más bien esto se articulaba como un deber latente.
El segundo informante permite visualizar cómo el género, en tanto
discurso social se traduce en gestos personales; al momento de pensar en la
paternidad señala que “todo hombre piensa en ese tema”. Según los
planteamientos de Olavarría (2001) esto correspondería a la internalización
desde la infancia, del modelo hegemónico de la masculinidad, donde ser padre,
es uno de los tres ámbitos desde los cuales los hombres configuran su
masculinidad.
Para este mismo entrevistado, el nacimiento de los hijos corresponde a
actos no planificados, siendo además el primer hijo temporalmente precipitado.
Bajo esta lógica los hijos que nacen antes del matrimonio “llegan no más”,
configurándose como algo sorpresivo. Mientras que los nacidos dentro del
matrimonio “tienen que llegar”, como condición propia al hombre casado. Ello
podría develar una consolidación subjetiva, ya que para “hacerse hombre
adulto”, el varón debe tener hijos y conformar una familia (Olavarría, 2001).
En el cuarto informante se aprecia una ausencia de preconcepciones
relativas a la paternidad. Los niños son vistos desde lejos, no como un tema
108
que convoque su preocupación. Sin embargo, la visión de lejanía hacia los
niños se transforma rotundamente luego del nacimiento de su primer hijo.
Al igual que en el segundo entrevistado, la llegada de los hijos no es
planificada, no obstante, existen diferencias en el modo de vivenciar este
aspecto. Para este informante, no se planifican porque es Dios quien decide el
momento de la llegada. Si bien se configura como algo inesperado, al mismo
tiempo se evalúa como un impacto positivo “teníamos todo para recibir a
Tomás”. Este aspecto podría indicar que el nacimiento del hijo además de
entregarle la dignidad de varón adulto, permitiría consagrar la relación
matrimonial (Olavarría, 2000, 2001).
Con relación a la vivencia del embarazo, los entrevistados reportan
complicaciones médicas de las parejas, evidenciando de una preocupación por
lo que ocurre con el hijo que viene en camino, o por la salud de la pareja. Cabe
destacar que las referencias señaladas corresponden en ambos casos a la
vivencia del embarazo del hijo que muere, no encontrándose mayores
significados asociados a los embarazos de los hijos vivos.
En el segundo informante las complicaciones aparecen tempranamente,
sustentadas bajo ciertos supuestos que rodean el embarazo y que se
convierten en una realidad en el momento del nacimiento. La conjugación de
estos aspectos, permite contextualizar el clima emocional de inquietud y
desasosiego que vivencia el entrevistado.
Por su parte el entrevistado cuatro, señala complicaciones en la salud de
su pareja durante el embarazo de su primer hijo, dificultades que se repiten en
los subsiguientes niños. Destaca que, si bien el embarazo comporta
incomodidades para su esposa, en ningún caso tienen efectos negativos en el
desarrollo de sus hijos.
En cuanto a los sentimientos generados a partir de la experiencia de
tener un hijo, es posible señalar que ambos padres asisten a los partos.
109
El segundo informante, confiesa una vivencia apremiante referida al
nacimiento de su hijo, puesto que se encuentra teñida de las complicaciones
que el niño tuvo al nacer. Refiere tenerlo en sus brazos escasos segundos,
luego de los cuales advierte movimientos en torno a su hijo, despertando su
preocupación. Al preguntar por lo que ocurre, se percata de problemas en la
salud del pequeño.
El cuarto informante, vivencia el nacimiento del hijo como una
experiencia increíble. Contemplar y ser testigo de cómo nace del vientre, lo
sorprende, impacta y embeleza. En esta misma línea, hace distinciones entre el
amor que siente hacia sus hijos y pareja. En el caso de los primeros, advierte
que es algo que “sale por los poros”, emerge del cuerpo, por tanto, es
espontáneo y sin lugar a dudas. Con relación a esto, Olavarría (2001) señala
que para algunos hombres tener un hijo es una experiencia única, no
comparable con otras vivencias, puesto que es dónde más satisfacciones y
gratificaciones encuentran, permitiendo a su vez otorgarle un sentido a sus
vidas.
En torno a la significación de los hijos es posible advertir que cada padre
representa y se vincula de manera singular con cada uno de sus hijos,
emergiendo vivencias asociadas que conservan distinciones propias.
En el primer caso, los hijos significan vida, amor y aunque uno de ellos
haya fallecido, se le brinda el mismo estatus que al resto. En efecto, sigue
siendo vida, aunque sea del lado de la muerte. No está, pero el entrevistado
tiene la certeza de tenerlo. El trazo imaginario establecido con él, excluye su
inexistencia material y le entrega un reencuentro permanente a pesar de la
muerte (Jerusalinsky, 1988).
El vínculo con los hijos, al igual que los significados, se funda en el amor.
En el caso del hijo fallecido, existe una persistencia de gestos hacia él, que
mantienen actualizada la relación: “Le llevo su remolino. A veces llego, lo miro,
le pongo el remolino y chao, me voy”. Así, el hijo se hace presente, se habla de
110
él como alguien que se llama, se contabiliza y es parte de la rutina diaria del
entrevistado. Estos aspectos podrían corresponder a los rasgos imaginarios
señalados por Jerusalinsky (1988) que en este caso, permitirían un encuentro
cotidiano con el hijo ausente.
El cuarto entrevistado simboliza a los hijos como parte de él; una
prolongación corporal, no obstante lo cual, son subjetivados como indefensos,
abriendo el espacio humano para su cuidado. Los hijos son representados
como una totalidad parcial, que permiten la prolongación del padre en ellos. El
cuidarlos posibilita la proyección de deseos, simbolizarlos y permear su
desarrollo con lo que se esperaría de ellos (Green, 1996 citado en Roitman et
al., 2004; Jerusalinsky, 1988; Kancyper, 1992).
Los hijos vivos, son significados como “aspirinas” que permiten tolerar la
congoja, canalizar el amor y llenar el espacio del que ya no está. La muerte del
hijo podría conceptualizarse como una dificultad para sostenerse como sujeto,
pues con él caen investiduras y expectativas generadas en la novela familiar
para el hijo. De este modo, los “hijos aspirinas” permiten establecer un nexo
imaginario, para suturar la pérdida real (Jerusalinsky, 1988; Kancyper 1992;
Roitman et Al., 2004).
El entrevistado señala una particular representación con su segundo
hijo42. Con él se establece un vínculo especial, asignándole la imagen del hijo
muerto (Tomás), es decir, Tomás crece conforme lo hace Vicente.
Reporta cierta condensación entre los hijos, hay un poco del hijo fallecido
en Vicente, se advierte una constante y persistente confusión de los nombres
que se extiende a lo largo de la entrevista y de la cual se percata. En Vicente se
congregan dos personas “es como los dos en uno”, una condensación que le
permite al entrevistado continuar con el “proyecto” de Tomás y ver que es lo
que habría pasado con éste. Si bien el informante reconoce cualidades y
42
En este punto resulta pertinente recordar que para este informante el primer hijo es quien fallece. Al
momento de la muerte, su esposa tenía 6 meses de embarazo del segundo hijo y tiempo después nace la
tercera.
111
singularidades en los dos hijos, la idea de tener a dos personas en una es algo
que emerge de manera espontánea; contar un hijo por dos, permitiría no perder
nunca al que fallece.
Con respecto a la hija menor, la identifica como regalona, sin embargo
ante la presencia de los dos hijos en uno, pareciera difuminarse. Quizás el ser
mujer podría determinar una diferencia en la significación, tomando en cuenta
que quien muere y en quien el entrevistado se proyecta es un hombre.
Podría plantearse que el segundo niño ocuparía el lugar de un hijo de
“reemplazo” en la simbolización del padre, transfiriendo recuerdos del fallecido y
en particular, generando proyecciones acerca del que ya no está (Carrera,
2004; Cordero et al., 2004; Vilches, 2004).
Por otra parte, la condensación de los dos hijos en uno podría develar la
significación previa que adquiere el segundo hijo en la fantasmática del padre,
una vez acontecida la muerte del mayor. Así, la confusión de nombres daría
cuenta de la tramitación del deseo inconciente de uno de los hijos puesto sobre
el otro (Kancyper, 1992).
El vínculo que el informante establece con sus hijos, está determinado
por la muerte de uno de ellos. A pesar de la muerte, señala que siempre sus
hijos serán tres. En este punto, se deja entrever las dificultades para abandonar
una posición libidinal aún cuando se evidencia la presencia de objetos sustitutos
(Freud, 1917).
El niño fallecido se hace presente en la cotidianidad del entrevistado, se
nombra, en algunos casos se contabiliza y se mantiene con su estatuto de hijo
mayor. Este aspecto genera algunas contradicciones, pues reconoce su
ausencia real y las proyecciones que asigna al segundo hijo.
El nexo mantenido con el hijo fallecido, se asocia a espacios comunes
con él, es decir, determinados sitios, escuchar una música específica, lo que
permite sostener el contacto y conservar certezas que a partir de estos recursos
es posible conservar dicho vínculo. El informante declara “…yo paso por ese
112
jardín y me acuerdo de los momentos que viví con él y (…) esos lugares,
generan ese link de recuerdos con el Tomás”. Estos espacios permitirían
conservar un lazo imaginario con el hijo muerto, aspecto que da cuenta de un
modo de resolver la vinculación con el hijo fallecido (Jerusalinsky, 1988).
El entrevistado reporta acerca de su hijo muerto que “nunca va a dejar
de ser mi hijo”, eternizando el vínculo establecido con él, señalando con esto
que el lugar asignado es irremplazable. Una filiación que permite signarse y
mantenerse como padre de dicho hijo, resguardando con este gesto las
investiduras libidinales puestas sobre él (Green, 1996 citado en Roitman et al.,
2004; Jerusalinsky, 1988; Kancyper, 1992).
Los cambios asociados a la paternidad, se refieren a movimientos
subjetivos que los entrevistados vivencian desde el momento que son padres.
En algunos casos se generan diferencias con las preconcepciones, o bien con
la ausencia de ellas, modificando la relación previa que existía con la
paternidad. Estos cambios podrían indicar las diferentes manifestaciones en la
manera de ser padre, las cuales dependen del momento en el ciclo vital, las
condiciones materiales y la estructura familiar y social, imperantes ante el
nacimiento de los hijos (Fuller, 2000).
En ambos informantes se generan cambios de distintas índoles,
entendidos como una “ortopedia” que les permiten configurar no solo un camino
hacia la paternidad, sino también un modo de ser en la vida adulta (Olavarría,
2001).
Para el segundo informante, los cambios se constituyen en el terreno de
las obligaciones. Es decir, lo confrontan con la responsabilidad, por lo que debe
dejar de lado vicios y tentaciones para acogerse a la “vida buena”. Abandona
sus estudios para incorporar el trabajo a su vida, lo que es evaluado como
apropiado y positivo. Para algunos hombres, un hijo constituye el imperativo de
una obligación, ya que pierden libertades y adquieren responsabilidades,
113
transitando entre las satisfacciones y obligaciones que comporta la paternidad
(Olavarría, 2001).
En el caso del cuarto entrevistado, los cambios ocurren en el terreno
emocional. Los niños, antes problema de otros, pasan a convocar su atención
de manera total, se hacen personas, seres humanos completos con
necesidades y cualidades. En efecto, se percibe como el despertar de una
paternidad “escondida”, el surgimiento de una sensibilidad antes no reconocida.
Esto podría corresponder a una redefinición de posiciones, dinamismo al cual
desafía el ejercicio de la paternidad (Andrade & Herrera, 2001).
114
por lo que lo pasa “muy mal”. Surge en este punto una comparación en función
de los otros hijos y la experiencia de maternidad con ellos, distante de ésta, con
este hijo enfermo.
Luego de la hospitalización permanente en un centro especializado, da
cuenta de un cambio en su estado de ánimo y en la relación con el hijo. Este
cambio lo ejemplifica a partir de diversas situaciones y se percata que esto
favorece al pequeño. Asimismo, se percata del retroceso en la adquisición de
habilidades y del desarrollo psicomotor del hijo, argumentando que las
anteriores hospitalizaciones influyen en dichas deficiencias.
Para poder cumplir lo que ella asocia al rol materno, se hace necesario
distanciarse del rol de enfermera. Sólo de este modo, lograría alcanzar la
representación del cuidado materno que ella evoca, es decir, la que juega, la
que ríe. Ello podría evidenciar un conflicto de roles, en tanto de ella se espera
que sea mujer, madre y enfermera, siendo estas investiduras las que se
contraponen al momento de vincularse con el hijo (Burín, 1990).
La enfermedad del hijo, la enfrenta a mujeres con situaciones similares a
la suya: madres con hijos enfermos. A la vez, devela un vínculo con estas
madres, pues las une una experiencia de maternidad signada por el cansancio
de cuidar al hijo, no tener vida, no salir, no dormir, pasar en hospitales y
separarse o ser abandonadas por causa de éste. En este punto se diferencia de
ellas, pues su marido la ayuda, aunque reconoce que en algunas ocasiones,
éste se aleja del hogar.
La informante da cuenta de cómo la experiencia de la maternidad para
madres con hijos enfermos, es una vivencia negativa, que significa postergarse
a sí mismas y a los otros, en pos del hijo. Esto podría asociarse a una visión de
la maternidad y de cómo ser buena madre, que perjudicaría la realización
personal en otros ámbitos (Burín, 1990).
Sin embargo, a pesar de saber lo complejo de la condición del hijo,
señala haber esperado que éste sanara, lo que podría configurarse como un
115
mecanismo defensivo de negación, a pesar de los conocimientos médicos que
posee (Freud, 1938).
El segundo informante, relata la complejidad de los procedimientos para
alimentar al bebé, debido a sus características. Además, expone la rutina con el
hijo en cuanto a las constantes visitas y controles médicos, los cuales eran
imprescindibles e impostergables, ya que se trataba de la salud y fragilidad del
menor.
La vivencia de la enfermedad es significada como una “lucha”. A
diferencia de su cónyuge, manifiesta no haber tenido tiempo para reflexionar
acerca de lo que la enfermedad del hijo produce en él. Su vivencia es asociada
más bien, a la necesidad de buscar soluciones y actuar conforme a éstas.
Arguye que tuvo que “hacerse el fuerte”, pues percibe el alicaído estado
anímico de su pareja. No obstante, confiesa que como resultado de su actuar,
surgen problemas de pareja, debido al descuido de la relación, ya que lo
importante era el hijo. Se molesta al observar que ella vive este periodo como
“mamá” y deja de ser enfermera, lo que era exigido por él. Sin embargo, percibe
un sufrimiento en ella, y luchan en conjunto por el hijo. Este discurso podría
deberse a cierto conflicto de rol, en cuanto a lo que espera y exige él de su
pareja (Burín, 1990).
Relata la impotencia ante el fracaso de algún procedimiento y cómo esos
estados son vividos en soledad, mientras se encarga de tranquilizar a su pareja
y controlar la situación. Esto puede asociarse al rol de género, en tanto se exige
y espera del hombre una conducta “varonil”, racional y poco emotiva, otorgando
protección a los suyos (Badinter, 1993 citado en Montecino, 1998; Lamas, 1995;
Olavarría, 2001; Vázquez et al., 2002).
El cuarto informante, describe lo repentino de la enfermedad del hijo,
circunscrita a un fin de semana. Agrega que él se encontraba fuera de Santiago
y el menor presenta síntomas de resfrío normales, que no hacían pensar lo que
sucedería después. En este punto, surge un contenido latente en el discurso,
116
que vislumbraría lo impensable de la muerte, aún más si se trata de un niño
(Allouch, 1996; Freud, 1917; Roitman et al., 2004).
La caracterización del agravamiento, entrega descripciones y vivencias
que surgen en los informantes, a partir del momento en que se percatan o son
advertidos de la gravedad del estado de salud de sus hijos; y la sensación de
que éste avisa su partida, lo que posibilita despedirse de él.
La primera informante, señala la falla multisistémica del hijo, detallando
los aparatos conectados a él, que permitían la prolongación de su frágil vida. La
vivencia de este estado es quedar “atónita”, surgiendo en ella el rechazo a verlo
morir ahogado, asumiendo de alguna manera, la muerte del pequeño. “Siente”
que su hijo morirá, lo que corresponde según ella a una intuición, por lo que se
prepara para el término de la historia de su hijo. Cabe señalar, que lo anterior,
podría vincularse a lo que se denomina como “duelo anticipatorio”. Es decir, el
duelo comienza con la premonición de la cercanía de la muerte, lo que de
alguna manera ayuda a asimilar la muerte cercana (Vilches, 2004).
Evoca además, la posibilidad de despedirse del hijo, atribuyendo a éste
la capacidad de avisar su partida. La distinción entre este momento y otros,
radica en la mirada que ambos entrecruzan, persistiendo esta imagen en la
actualidad. Dicha mirada, la asimila a una despedida, sintiendo que el hijo se
entrega a la enfermedad. El momento de la mirada le permite comprenderla e
interpretarla como un adiós (Lacan, 1975).
El segundo informante, señala que el hijo no tenía posibilidades de
recuperarse, aunque manifiesta que podría haber sido distinto si hubiese tenido
atención en la UCI. Surge la creencia de negligencia en la muerte del menor y
evoca la impotencia que siente ante este “no poder hacer algo” por brindarle la
atención que supone necesita. También alude a la posibilidad de despedirse del
bebé, lo que ejemplifica también a partir de la mirada dada entre ambos (Lacan,
1975).
117
A propósito de la lejanía del cónyuge, la tercera informante, imagina la
vivencia de su pareja, con respecto a este doloroso momento, enfatizando el
tiempo disponible que éste tiene para pensar, lo que ella supone terrible.
Mientras que ella, estuvo con el hijo, haciéndose cargo de la situación.
La muerte del hijo, contiene descripciones de este evento y las vivencias
que provoca en los progenitores; y el rito funerario, enunciado por la primera
pareja, señala vivencias más bien divergentes.
La primera informante relata el bautizo del hijo y la entrega del pequeño
a Dios, por parte de ella, señalando las complicaciones del menor y las
reanimaciones a las que lo someten, resolviendo desistir a estos intentos.
Agrega que la decisión de desconectar al hijo no fue difícil, pues alude al
cansancio y desgaste de éste.
La vivencia ante este evento, le provoca en un principio estupor, pues se
interroga acerca del porqué no llora de manera desconsolada ante la muerte del
hijo, aunque sí llora al ver sufrir a su marido. No obstante, siente que el niño al
fin está sano. En este punto, puede observarse a insistencia del significante
hijo-sano. Evoca además, los pensamientos que surgen al desprenderse del
hijo, para que éste ingrese a la morgue, suponiéndole aún una sensación de frío
(Freud, 1917).
Manifiesta el intento por mantenerse serena durante el funeral, puesto
que no quería olvidar lo que viviría aquel día. Recuerda ver el descenso del
ataúd al tiempo que se cuestiona en qué falla, y porqué muere, si ella no
visualizaba esa alternativa, valorando como triste la historia del hijo. A pesar de
esto, cree que el pequeño nunca tuvo conciencia de otro modo de vida. En este
sentido, puede apreciarse cierta renegación ante la pérdida, propia del primer
momento ante la muerte (Bauab, 2001; Freud, 1917).
El segundo informante, describe el momento en que su pareja
desconecta al menor, el bautizo de éste y cómo se “va” paulatinamente.
Comenta que el día del funeral se mantiene “entero”; y cree que su quiebre es
118
al día siguiente, al arrojar tierra sobre el ataúd. Para él, dicho momento resume
los dos años de vivencia con problemas, logrando entonces, desahogarse y
generar una instancia de unión con el padre. Este recuerdo es signado como
“fuerte”, pues se espera que los hijos entierren a sus padres, y no viceversa, lo
que retrotrae a lo impensable de la muerte de un hijo, más aún si éste pequeño.
Este hecho quebranta cierta lógica impuesta a la imagen de un niño como
potencialidad en sí misma (Allouch, 1996; Bernier, 2004; Roitman et al., 2004).
Agrega que luego de esto, vuelve la idea de seguir luchando y salir adelante.
La tercera informante, evoca la anticipación de la reacción de su pareja,
al momento de recibir la noticia y llegar al lugar donde éste se encontraba,
evidenciando preocupación por él.
El cuarto informante, recuerda que al recibir la noticia del fallecimiento,
iba en camino hacia la clínica. La vivencia del entrevistado ante este hecho, es
significada a partir de la pena y cierta culpa, debido a su ausencia al momento
del deceso. Es así como señala haber experimentado la muerte de hijo a la
distancia, con el sufrimiento que para él implica la lejanía.
Sin embargo, mantiene la convicción de que su presencia no habría
cambiado el curso de los hechos; y se pregunta cómo su pareja y él, fueron
capaces de soportar dicho suceso. La vivencia de enfrentarse con el hijo
fallecido, es vista como “el momento más trágico y terrible”. A pesar de esto,
“no guarda tan malos recuerdos”, evocando la sensación de lo frío del cuerpo
del menor y entregarlo a Dios en aquel instante.
119
cuenta de la inhibición del yo (Freud, 1917), correspondiente a la entrega
incondicional del sujeto al duelo. La ausencia que menciona, sería una
modalidad de la presencia, es decir, la existencia de alguien, en otro lugar, que
permite que éste alguien no sea nada, lo cual sería intolerable al sujeto. Así, el
hijo muerto pasaría de un otro real ausente, a un otro imaginario presente
(Bauab, 2001; Freud, 1917; Thomas, 1975).
El reporte de ideación suicida, se basa en la creencia de seguir al hijo, tal
como lo era en vida. Reconoce haber descuidado a los hijos vivos, a su marido
y a su propia vida. Esto podría asociarse a la vivencia y representación de la
maternidad para la informante, en cuanto a la responsabilidad adjudicada a la
madre, de velar por la seguridad y bienestar de los suyos (Burín, 1990; Molina,
2006; Vázquez et al., 2002). La maternidad al parecer, podría prolongarse más
allá de la muerte; y la falta de interés vital, da cuenta que probablemente está
tomada por la sombra del objeto amoroso que partió (Allouch, 1996; Bauab,
2001; Freud, 1917; Goya, 2006; Thomas, 1975).
Se constata una ausencia de reporte con respecto a la vivencia del duelo
en el otro cónyuge; aunque sí se refiere a la vivencia del duelo en pareja. Ésta,
se ve afectada, pues ella y su marido se mantenían unidos en función del hijo y
el objetivo común de sanarlo/salvarlo. Con la muerte, se percata del
alejamiento, la diferencia de ambas vivencias y los conflictos en la
comunicación. Dicha vivencia, puede asociarse a las barreras de comunicación
que surgen en la pareja producto de la muerte de un hijo, debido a diferencias
en el proceso subjetivo del duelo y el resurgimiento de conflictos anteriores al
deceso, mencionados por ambos (Carrera, 2004; Vilches, 2004).
Para el segundo informante la vivencia personal del duelo, se evidencia a
través de la rabia, rebeldía y un “no querer nada con la vida”. Una situación
particular refleja la vivencia en soledad y lejanía de los momentos más álgidos
del duelo para él. La rabia es una manifestación recurrente del duelo; y la
asunción de no mostrarse como hombre doliente ante un otro, podría vincularse
120
al rol de género (Lamas, 1986; Lang et al, 1996 citado en Vázquez et al., 2002;
Olavarría, 2001).
En cuanto a la vivencia del duelo en el otro cónyuge, señala que su
pareja presenta problemas que requieren de atención mental, mientras que él
comienza a trabajar. Esto podría vincularse con lo mencionado por Lang et al.
(1996 citado en Vázquez et al., 2002), pues en el curso del duelo en padres se
observa la realización de actividades fuera del hogar por parte de éstos, siendo
el trabajo un ejemplo de ello.
La vivencia del duelo en pareja la significa como “hacerse el fuerte”,
viviendo el duelo “muy de hierro”. Asume este mandato de fortaleza, por todos
los que supone dependen de él, lo que se vincula al rol de género. Las
prescripciones ligadas a lo masculino, probablemente serían reforzadas en el
duelo por un hijo, en tanto ser fuerte, racional e introvertido en sus afectos, junto
con proteger y guiar a los suyos, son gestos adscritos a los hombres (Fuller,
2000; Olavarría, 2001; Vázquez et al., 2002).
La vivencia personal de la tercera entrevistada, devela la incertidumbre
que provoca la ausencia del hijo, cuyos devastadores efectos, son sentirse
mutilada y anormal, lo que evoca lo mencionado por Green (1996 citado en
Roitman et al., 2004) con respecto a la angustia de desintegración, tomando en
cuenta además, que el hijo representa una parte de ella (Kancyper, 1992). La
existencia de la temática de la culpa, podría deberse a la responsabilidad
asignada a los progenitores desde la sociedad, desplegada en la vivencia del
duelo (Molina, 2006; Roitman et al., 2004; Vilches, 2004).
En cuanto a la vivencia del duelo en el otro cónyuge, evoca el
aislamiento y dificultad de éste para demostrarse doliente ante ella. El encierro,
se vincula con lo dicho anteriormente, acerca de los obstáculos en los hombres
para exteriorizar estados de tristeza, asociados a lo femenino. Supone que la
manera particular de vivir el duelo, se debe a las diferencias entre hombres y
mujeres. Otra de las causas a las cuales atribuye este “no quebrarse” de la
121
pareja, es su embarazo, pues cree que él la protege. Se evidencia una función
atribuida al hombre en el duelo por un hijo, en cuanto a resguardar a la mujer
(Fuller, 2000; Lang et al., 1996 citado en Vázquez et al, 2001; Olavarría, 2001).
Con respecto a la vivencia del duelo en pareja, se considera complicada,
lo que atribuye a la diferencia entre géneros, pues para ella las mujeres son
más complicadas, mientras que los hombres son simples. En esta lógica, se
posiciona del lado femenino y se percibe “enrollada”, lo que puede interpretarse
como identidad de género, es decir, manifestaciones, sentimientos y actitudes
del ser mujer u hombre (Lamas, 1986). Sin embargo, señala que su pareja “no
por ser hombre no siente”; la diferencia entre ambos, radica en la manera de
enfrentar las situaciones (Lang et al. 1996 citado en Vázquez et al., 2002).
A pesar de evidenciar un estado de fragilidad por el duelo, surge en ella
la preocupación ante la imposibilidad de acompañar y consolar al cónyuge. Por
otra parte, estar juntos, es una manera afirmar la existencia del hijo, lo que
podría interpretarse como negación de su ausencia.
Para el cuarto informante, la vivencia personal podría configurarse de
acuerdo con Allouch (1996) en la muerte del objeto y de un pequeño trozo de sí
mismo, simbolizado en este caso por el corazón. La falta generada por la
ausencia es una dinámica del duelo, también la búsqueda de sustitución,
asumiendo finalmente, que el objeto sustituto nunca será igual al objeto perdido
(Bauab, 2001; Freud, 1917, 1929; Lacan, 1959 citado en Allouch, 1996).
La pena “permanente” y la búsqueda de nexos con el hijo, reflejan el
tránsito por el trabajo de duelo, simbolizado como una procesión que se lleva
por dentro, es decir no se exterioriza (Badinter, 1993 citado en Montecino, 1998;
Olavarría, 2001).
La vivencia del duelo en el otro cónyuge, transmite la preocupación por
su pareja, embarazada al momento del deceso. Supone una complicación en
ella producto de su estado, que podría asociarse a una sensibilidad mayor en la
mujer por estar encinta, que no obstante es resistido por ella.
122
En cuanto a la vivencia del duelo en pareja, cree que ella ha sido la más
afectada de ambos, siendo las diferencias de género la respuesta a dicha
constatación, aunque se cuestiona si la frialdad de los hombres para pensar, es
una cualidad o defecto. Manifiesta una oscilación entre lo que se espera del
hombre (rol de género) y su vivencia, pues considera que está bien llorar, pero
confiesa que él no puede. Dicha oscilación podría deberse al peso de responder
de acuerdo a los roles de género (Badinter, 1993 citado en Montecino, 1998;
Lamas, 1986; Vázquez et al., 2002). Sin embargo, no cierra la posibilidad de
“quebrarse”.
En lo referente a la visión de los progenitores hacia el entorno, los
informantes señalan una sensación de aislamiento y soledad en sus duelos,
destacando cierta displicencia de quienes los rodean. Arguyen que los demás
no saben qué hacer o decir ante la muerte, evento que los atemoriza.
La visión acerca de los familiares y cómo éstos actúan ante la muerte y
duelo por el hijo, contiene alusiones de soledad y la recurrente evitación de los
cercanos, en cuanto a hablar del hijo fallecido.
Así, el segundo informante, vincula esta experiencia a un aprendizaje
que se extiende: los momentos conflictivos se viven y enfrentan solos, lo que
refleja lo anteriormente expuesto.
La tercera informante, alude que con el paso del tiempo los cercanos
evitan hablar del hijo, puesto que suponen que la dañarán. Sin embargo, esto
es desmentido, pues para ella es deseable que le pregunten por él.
El cuarto informante, da cuenta que los abuelos padecen doblemente:
por el nieto que muere y por el hijo sufre. En cuanto a los hermanos, éstos no
hablan del tema.
La segunda pareja, realiza una evaluación hacia las amistades y la
sociedad en general. Con respecto a las primeras, existirían dos actitudes:
aquellos que evitan hablar de la muerte del hijo y se alejan, lo que repercute en
123
las relaciones fraternas; y los que se acercan y demuestran interés, valorado
positivamente.
En cuanto a la sociedad, sienten que el entorno y el ritmo de vida,
obligan a retomar el curso de ésta y no permiten el despliegue de sus duelos.
Esto daría cuenta de una imposición tácita a acallar el sufrimiento que conlleva
la muerte, significado como un deber que si no se sigue, “quedas fuera”. Quizá
la insistencia de vivir el dolor de la pérdida, se asocie o tenga como
consecuencia un aislamiento por parte de la sociedad (Gorer, 1965 citado en
Allouch, 1996).
Señalan que a los demás los atemoriza la muerte. Surge la actitud de
hacer como que nada ha pasado, es decir, no ha habido muerte, no ha habido
cambios, lo que sería una negación a lo que ellos constatan en sí mismos. Esto
se asocia a lo planteado por Ariés (1983), Morín (1974) y Thomas (1975) con
respecto al temor paralizante ante la muerte, la angustia que genera y los
intentos por evitarla.
La visión y significación de la muerte permite identificar contenidos
relacionados con cómo delimitar y explicar este evento, las interrogantes que
plantea, las explicaciones que surgen ante su irrupción, la resignación que
emerge y las fantasías en torno al hijo muerto.
La primera informante, se cuestiona a sí misma, su profesión43 y retrotrae
sus dudas a la elección de pareja, cuya consecuencia es la concepción del hijo,
siendo dudas que cubren todo el espectro de su ser y resignifica en la
actualidad como necias. Esto podría vincularse a los efectos de la muerte sobre
la subjetividad, en cuanto lesión del ser y el trabajo psíquico que desafía
(Bauab, 2001; Freud, 1917; Thomas, 1975; Vilches, 2004).
43
Cabe consignar que el término “enfermería” está relacionado con el de “enfermedad” (del latín
“infirmitas”) y define de forma más concreta la actividad del cuidador, relacionada con la supervivencia,
cuidados durante el parto, lactancia y crianza, así como a los cuidados de los enfermos. Por su parte, el
término anglosajón “nurse” con el que se designa a la enfermera, se deriva de dos palabras latinas,
“nutrire” (alimentar) y “nutrix” (mujer que cría), lo que permite vislumbrar la carga del concepto.
124
En cuanto a las explicaciones, se identifica con una frase que alude a
que ciertos niños no pertenecen a este mundo, brindando un estatus más bien
divino al menor (Sepúlveda, 2005). Cree que no encontrará respuesta al porqué
nació y murió; sin embargo, guarda la esperanza que los años le otorgarán una
respuesta, lo que evidenciaría una contradicción entre la ausencia de
respuestas y la posibilidad de encontrarlas. Al parecer, aún falta el tiempo para
el surgimiento de la certeza que permita concluir y establecer explicaciones
acerca del nacimiento y muerte del hijo (Lacan, 1975).
La resignación para ella, está dirigida a una aceptación en el momento
de la muerte y la asunción de saber que a partir de ese instante, nunca más
vería a su hijo. La fantasía que expone, se vincula con un estado de bienestar
alcanzado por éste, mediante su entrega a la enfermedad.
En el segundo informante, el cuestionamiento está dirigido en un primer
momento al porqué del desenlace fatal y a la sensación de fallar (Roitman et al.,
2004; Vilches, 2004). Dicha interrogante, circunscrita al primer mes posterior al
deceso, podría asociarse a la emergencia de la condición del tiempo para sufrir
el duelo, por parte del entorno (Ariés, 1983; Gorer, 1965 citado en Allouch,
1996; Thomas, 1975) y al rol de género (Lamas, 1986; Lang et al, 1996 citado
en Vázquez et al., 2002; Olavarría, 2001). En la actualidad, persisten en él
dudas en cuanto a las alternativas no vislumbradas para haber salvado al hijo.
Otra interrogante que persiste, es acerca del estatus de un padre sin un
hijo y lo innombrable de esa condición, lo que es coherente con el tabú
contemporáneo adscrito a la muerte de un hijo y el sacudimiento de la
identificación paterna ante dicha situación (Allouch, 1996; Green, 1996 citado
en Roitman et al., 2004). El entrevistado no refiere explicaciones ni fantasías en
torno a la muerte del hijo, ni a su estado actual. Con respecto a la resignación,
señala que la muerte del hijo era latente, debido a su frágil condición.
Los cuestionamientos de la tercera informante, aluden a la creencia de
haber fallado con el hijo, pues apela a la responsabilidad materna instaurada en
125
el momento en que recibe la noticia del embarazo (Burín, 1990; Molina, 2006;
Vázquez et al. 2002; Vilches, 2004).
Confiesa no tener explicación para la muerte y cree que nunca la tendrá.
El fallecimiento del hijo es un corte de vida radical, que da cuenta de la irrupción
de la muerte como algo traumático (Freud, 1916), dividiendo su vida en un
antes y un después. Estos aspectos evocan la perturbación de la continuidad
temporal mencionada por Green (1996 citado en Roitman et al., 2004) y delimita
la experiencia como una marca, profundamente triste, vista desde la distancia y
posible de ser hablada.
La resignación, es abordada a través de la creencia de haber hecho todo
lo posible porque el desenlace fuera distinto y que incluso tener el control sobre
la situación, no habría permitido un final diferente. Mientras, las fantasías con
respecto al niño se basan en la creencia de su bienestar y presencia en otro
lugar, aludiendo a un presente continuo reflejado en el significante
“evolucionando”, junto con manifestar el deseo de reencuentro con él.
El cuarto entrevistado, a diferencia de los anteriores, no expone
abiertamente cuestionamientos ante el deceso y reconoce haber asumido
desde un principio la muerte, dejando a Dios la explicación. Esto podría revelar
el rol de la religión en cuanto sistema de creencias que permiten de algún
modo, aceptar y responder ante la muerte (Thomas, 1975). De este modo,
brinda a la fe la función de permitir la resignación ante la partida del hijo.
En cuanto a las fantasías de reencuentro y bienestar, surgen reflexiones
acerca de la muerte propia, como un hecho “no tan terrible”, que permitiría este
reencuentro antes mencionado. No necesariamente implica un deseo de
muerte, pues existen otros por los cuales velar, surgiendo el rol de género y el
sentido de la paternidad del informante, en cuanto a la responsabilidad y
protección de los suyos.
No obstante, la significación de la muerte no es terrible, pues su hijo está
muerto, siendo simbolizada como una pérdida parcial, pues ya perdió “algo” que
126
espera reencontrar. El “algo perdido”, podría evocar no sólo el hijo muerto, en
cuanto cuerpo, sino que también todo aquello que significa un hijo para él, ya
sean los deseos puestos en él, y la parte de sí mismo que perdió con la muerte
(Allouch, 1996; Kancyper, 1992).
Con relación a los cambios atribuidos a la muerte del hijo, los informantes
manifiestan ciertas transformaciones cotidianas y en la manera en cómo ven la
vida. En la visión de la vida, destacan elementos comunes, tales como el
surgimiento de una sensibilidad, que permite ver lo trascendente, a diferencia
de otros que no han vivido lo que ellos; y la relevancia otorgada a las cosas.
La primera entrevistada, refiere un cambio en cuanto a ser otra persona,
asociado a estar más presente, optar por dejar ciertos deberes, tener tiempo
para ella, sus hijos, reconociendo la postergación de ellos, debido a la
complicaciones propias de la enfermedad del fallecido (Carrera, 2004; Cordero
et al., 2004; Vilches, 2004).
El segundo informante, alude al tiempo disponible en la actualidad para
los hijos vivos y las manifestaciones de cariño para éstos, asimiladas a la falta
del hijo. A la vez, cambia la relevancia conferida a las cosas, el vínculo con los
otros y la emergencia de una sensibilidad para observar detalles inadvertidos
por los demás.
La tercera entrevistada, da cuenta de un cambio en cuanto a su ser
mujer. Considera que estas situaciones les suceden a personas mayores,
vislumbrando como impensable que esto le ocurra a una pareja joven. Percibe
además, un cambio en el vínculo con los hijos vivos, materializado en ser
conciente de disfrutarlos. Coincide con el informante anterior, en cuanto a la
visión de la vida y el surgimiento de esta sensibilidad para lo trascendente.
El cuarto informante, revela que la muerte del hijo provoca en él, la
extensión de su paternidad hacia otros niños. A la vez, refleja una
transformación vinculada al cómo ve la vida, la renuencia a proyectar y el deseo
127
de vivir el día a día, pues la vida comienza a ser significada a partir de la
muerte.
Por otra parte, surgen diversas instancias configuradas como posibles
alternativas de ayuda y resolución de sus duelos, identificados por los
informantes para desplegar discursos asociados al hijo fallecido.
La psicoterapia es mencionada por la primera informante, que tiene la
oportunidad de acudir luego de la muerte del hijo. Abandona un tratamiento
farmacológico, pues cuestiona sentirse bien gracias a los medicamentos,
asumiendo vivir el duelo. Esto podría asociarse con la asunción de la falta y el
sufrimiento que conlleva, junto con preguntarse acerca de los efectos de la
ausencia en su subjetividad, optando por acudir a psicoterapia (Allouch, 1996;
Bauab, 2001). La evaluación de ésta es positiva, pues el psicólogo le enseña a
expresar la congoja, a pesar del sufrimiento que implica la terapia. No obstante,
es lo que ella deseaba: expresar su dolor y no sumirse en los medicamentos.
Los informantes valoran a Renacer como espacio donde desplegar la
experiencia de la pérdida. La informante con psicoterapia, lo ve como parte de
ésta; para los otros tres, es la única instancia “formal” para hablar del hijo. Así,
emergen contenidos relacionados con el reconocerse ante “pares”, con
vivencias y vocabularios similares, lo que es evaluado positivamente, ya que se
sienten unidos por una misma causa: la muerte de un hijo.
Otro punto común entre los informantes se asocia con la percepción de
encontrar algún tipo de ayuda en la Corporación, es decir, señalan tener la
intuición que su participación en dicha instancia los puede beneficiar. O bien, es
un ejemplo de que aún con el dolor inmenso ante la muerte, es posible
continuar viviendo.
La participación es asociada en la actualidad a la posibilidad de ayudar a
otras parejas, reconociendo en éstas el pesar del primer momento del duelo, lo
que probablemente evoca sus propias experiencias, por lo que también
legitiman el sufrimiento. Además, emerge la constatación de que ése es el
128
espacio para hablar de esta vivencia, pues fuera de ella, no habría instancias
donde poder comunicarlo.
Las enseñanzas extraídas de la participación en esta agrupación, se
vinculan a apreciar la existencia de los hijos vivos y la postergación de éstos
(Cordero, 2004); junto con vivir el duelo como les parezca, sin aceptar
imposiciones externas.
Los cuestionamientos apuntan a la falta de estructura en el
funcionamiento, la ausencia de profesionales y la sensación de un trato
“despectivo” con quienes se incorporan. Esto último, desde la lógica de que son
“novatos”, que deberán asumir cierto tiempo y etapas para vivir el duelo. La
posibilidad de concluir de cada sujeto se debe a un proceso subjetivo, donde las
certezas no pueden ser imputadas por algún otro (Lacan, 1975). Se aprecia una
contradicción entre el ser tratado como “novato” y el señalamiento de vivir el
duelo como les parezca.
Las instancias y condiciones que identifican los informantes para hablar
de sus hijos fallecidos, son la disposición a escuchar exigida al otro. Así, ante la
ausencia de dicha disposición, no hablan, pues asumen la falta de interés en
sus historias, porque es triste, o bien, porque los otros no la visualizan, por ende
no la comprenderían. Este punto, podría vincularse a la percepción por parte de
los progenitores de la falta de espacios donde desplegar sus vivencias,
sufrimientos y todo lo que comporta en ellos, la pérdida de sus hijos (Ariés,
1983; Gorer, 1965 citado en Allouch, 1996; Vilches, 2004).
La relevancia del acto de hablar de sus hijos, es asociada a aspectos
positivos, por los efectos de bienestar que conlleva, la necesidad de un lugar
donde exteriorizar ciertos contenidos y hacer una “declaración del hijo” ante
otro.
129
VI. CONCLUSIONES
La muerte de un hijo adquiere significaciones diferentes a las de antaño.
La constitución de la familia nuclear, la disminución de número de hijos por
mujer y el descenso de la mortalidad infantil y preescolar en la actualidad,
otorgan a este acontecimiento particularidades de acuerdo al contexto en el
cual se inscribe.
En efecto, hace algunas décadas, la muerte de un niño era un evento
probable, aunque no menos trascendente. El denominado “velorio del angelito”,
aporta elementos que permiten delinear la significación de la muerte y su
afrontamiento, en un contexto singular (sectores rurales). Dicha ceremonia
confería a la muerte de un niño, un carácter redentorio, que convocaba a toda la
comunidad y permitía tramitar simbólicamente el deceso.
En el presente estudio, se advierten diferencias en la significación de la
muerte de un niño y en el impacto de ésta en la subjetividad de los
progenitores. Surge un nuevo duelo de padres y madres, signado por la
culpabilidad generada por la muerte del hijo, el desconsuelo notorio ante la
ausencia y la soledad en que viven dicho proceso. Cabe señalar, que si bien
son contextos sociohistóricos radicalmente opuestos, un mismo hecho genera
diversas reacciones.
Asimismo, es posible observar divergencias en cuanto a los criterios de
selección, aun cuando ambas parejas cumplen con ellos. De acuerdo a la edad
del hijo al morir, para la primera pareja es al año y medio de vida del menor. Es
decir, el pequeño se encontraba adquiriendo habilidades propias del rango
etáreo, tales como lenguaje y marcha. El hijo de la segunda pareja, contaba con
4 años, es decir, había adquirido ya lenguaje y marcha y asistía a un jardín
infantil. Ello, permite vislumbrar que en la primera pareja, se observa un duelo
por aquello que el hijo no fue (hijo sano) y no logró iniciar; mientras que en la
segunda, el duelo evoca el proyecto que el hijo no concluyó.
130
Con respecto a la causa de muerte, en ambos casos es de carácter
médico. En el primer caso, a partir de complicaciones derivadas de una
malformación congénita; y en el segundo, una septicemia por un cuadro
bacterial fulminante. Así, es posible concluir que el duelo adquiere
singularidades debido a este factor. En la primera pareja, si bien existe una
negación frente a la enfermedad y posibilidad del deceso; a la vez, surge el
reconocimiento de la muerte latente. En cambio, para la segunda pareja, la
muerte está signada como evento impredecible y repentino.
Por lo tanto, se establece que las condiciones en que irrumpe la muerte,
influyen el proceso de duelo. Es decir, para la primera pareja, la muerte era
cercana, lo que de algún modo configura una idea en torno al desenlace. Para
la segunda en cambio, el duelo conlleva el desafío de explicarse lo inesperado y
traumático del suceso.
Con relación al lugar ordinal del hijo, para la primera pareja, era el último
y único hijo hombre en común. Para la segunda pareja, era el primogénito,
quien les otorga la cualidad de ser padre y madre. Ello, permite dilucidar que la
vivencia del duelo también está signada por la posición que ocupan los hijos en
la configuración familiar, en tanto difieren las posiciones y posiblemente las
significaciones brindadas a cada hijo.
A partir de la relación establecida entre ambos padres con el hijo
fallecido, es factible concluir que en el caso de las madres, se evidencia una
ligazón con los hijos influida por el género. En efecto, la manera dificultosa de
vivir los roles esperados para una mujer, madre y profesional, se traduce en la
vinculación que establecen con el hijo fallecido. Cabe consignar, que ambas
mujeres tienen desarrollos profesionales de considerable importancia. Este
aspecto las convoca a plantearse nuevas metas en sus carreras, lo cual de
algún modo, interfiere con su vivencia de maternidad.
Ello, genera conflictos entre lo esperado socialmente para la mujer y lo
internalizado por ellas, en contraposición a los deseos propios de cómo
131
construir dicha relación. Así, las concepciones acerca de cómo debe ser una
madre, se materializan en la ligazón con el hijo. Ser madre cuidadora,
protectora y responsable de éstos, media la relación establecida. Por tanto, las
internalizaciones del género femenino y la maternidad, caracterizan el vínculo
singular con el hijo fallecido.
Con respecto a los padres, efectivamente se puede concluir que la
relación establecida con el hijo, repite los mandatos señalados por el Modelo
Hegemónico de la Masculinidad y el concepto de “paternidad ideal” (Fuller,
2000; Olavarría, 2001). En este sentido, si bien se advierten singularidades en
el nexo con el hijo fallecido, se advierte en conjunto, el establecimiento de
relaciones de cuidado y protección, donde la responsabilidad con el hijo, es un
eje transversal. Por un lado, emerge el compromiso por los cuidados de un hijo
que enferma tempranamente; mientras que por otro, se advierte el peso de la
responsabilidad por encontrarse ausente en el momento del deceso.
Conforme a lo señalado anteriormente, se podría concluir que la
internalización del género, interviene directamente la manera en cómo padres y
madres se vinculan con el hijo fallecido. Así, el modo de relacionarse estaría
determinado, por los elementos trasmitidos del género (expectativas,
dificultades y proyecciones establecidas) al momento de subjetivarse como
padre o madre.
Un aspecto que se advierte en los cuatro entrevistados, es la mantención
del vínculo con el hijo fallecido, extendido más allá de la muerte. Ello evidencia
la permanencia del objeto perdido y los nexos sostenidos con él, junto con la
dificultad de abandonar una posición libidinal, a pesar de que un objeto sustituto
aparezca (Allouch, 1996; Bauab, 2001; Freud, 1917).
En cuanto a la experiencia de paternidad y maternidad ante el
fallecimiento de un hijo, se puede concluir que la muerte genera una
resignificación en el ejercicio de estos roles. La muerte, plantea
cuestionamientos en el cómo son conferidos los cuidados a los hijos y en los
132
posibles errores cometidos. En esta misma línea, los resultados revelan la
emergencia de interrogantes en la forma de asumir la responsabilidad ante el
cuidado de un hijo (Burín, 1990; Vilches, 2004).
Estos aspectos, originados por la muerte, se extienden a los hijos vivos,
pues la resignificación se asocia a transformaciones en el modo de relacionarse
con éstos. En efecto, el lugar que los hijos ocupan en la fantasmática paterna y
materna se altera, dando lugar a nuevas proyecciones de los deseos de los
progenitores en ellos (Kancyper, 1992). En las mujeres, los cambios se
materializan en la cualidad del vínculo, el interés por estar presente, ser
concientes de disfrutarlos y de saber qué sucede con ellos. Por su parte, los
padres manifiestan una extensión de la paternidad hacia otros niños.
La representación de los hijos se configura a partir de la muerte, es decir,
lo señalado con respecto al estatuto de un hijo, refiere a la experiencia de
muerte, dar la vida por los ellos, quienes a su vez representan vida; y el lugar
irremplazable que cada uno encarna. Ante la ausencia de un hijo, todo se
reorganiza en la subjetivación de la paternidad, maternidad y en la significación
de los hijos. En definitiva, surge el cuestionamiento acerca de lo que se esperó
del hijo fallecido y lo que se pierde tras el acontecimiento de la muerte, pues
caen investiduras, expectativas y simbolizaciones puestas en la significación de
un hijo.
Ello conlleva a modificar los significados asociados a los hijos vivos,
reorganiza los vínculos en tanto éstos emergen como objetos sustitutos donde
poder canalizar el amor por el fallecido. No obstante, los lugares de los hijos se
advierten como irremplazables. Este aspecto, da cuenta de cierta contradicción
entre lo irremplazable de un hijo y el surgimiento de otro, como su sustituto, lo
que refleja la dinámica del duelo en cuanto a cómo y dónde situar la libido
(Freud, 1917).
133
Con respecto a la vivencia del duelo en padres y madres, a partir de las
diferencias de género, efectivamente se puede concluir que dicha vivencia
presenta singularidades en mujeres y hombres.
En cuanto al impacto en la subjetividad, las mujeres se sumen en
estados de depresión o tristeza profunda. Al mismo tiempo, son capaces de
manifestar abiertamente el pesar y las diversas reacciones que la ausencia
provoca en ellas. Además, demuestran preocupación por cómo sus respectivos
cónyuges reciben la noticia de la enfermedad o muerte de sus hijos, e incluso
por no poder aliviar el pesar de ellos. A la vez, develan la intención de compartir
emociones con sus cónyuges y resienten de manera explícita la actitud de
lejanía o distanciamiento por parte de éstos.
Los hombres reconocen ser afectados por la muerte del hijo, no obstante
la manifestación de estados de tristeza, a menudo no son expresados, por lo
que viven en soledad los momentos de mayor pesar. Observan en sus parejas
cierta fragilidad, que les impone aún más el “mandato social” de mostrarse
inquebrantables. La vivencia del duelo en pareja, conllevaría la obligación de
contener y proteger a la mujer, evitando entonces mostrarse dolientes o
sufrientes ante ella (Burín, 1990; Lang et al., 1996 citado en Vázquez et al.,
2002). Sin embargo, resienten el peso de mostrarse incólumes.
Al comparar los hallazgos, se observa que las mujeres se permiten más
tiempo para vivir el duelo, a diferencia de los hombres, quienes circunscriben
dicha vivencia y los puntos más álgidos, a los primeros meses posteriores a la
muerte. Es decir, las mujeres se permiten y se les supone un tiempo prolongado
para sus duelos. En cambio, los hombres limitan dicho periodo. Esta impresión,
se reafirma ante las dificultades de los padres para expresar sus sentimientos y
la tendencia a controlar las expresiones de dolor, racionalizando la pérdida
(Vázquez, et al., 2002).
Por lo tanto, se podría señalar que la internalización temprana del
género, la identidad y roles que comporta, interviene de manera considerable la
134
vivencia del duelo en padres y madres, ya sea personal o en pareja. Mujeres y
hombres, asumen la protección o preocupación hacia el cónyuge; sin embargo
la significación del cuidado por el otro difiere en ambos sexos, lo que puede se
debe al género. Al mismo tiempo, se advierte el peso que significa asumir los
roles de género y la oscilación entre el deber instaurado por éstos y la vivencia
particular del duelo.
Con relación a las instancias de ayuda o resolución del duelo
identificadas, se constata la escasa presencia de redes sociales de apoyo. Los
progenitores manifiestan ausencia de instancias en las cuales dar cuenta de
sus experiencias, surgiendo espontáneamente la percepción de aislamiento por
parte del entorno.
En efecto, las transformaciones en las actitudes de la sociedad
occidental ante la muerte (debidas a factores culturales, socioeconómicos y
contextuales), evidencian el aislamiento al que se enfrentan los dolientes en la
actualidad (Ariés, 1983; Gorer, 1965 citado en Allouch, 1996; Thomas, 1975).
La ausencia de espacios y mecanismos que posibiliten compartir el duelo, de
modo que pueda inscribirse simbólicamente, son resentidas por los
progenitores.
Es así como mencionan Renacer, agrupación signada como el espacio
que permite el despliegue del duelo, donde quienes brindan ayuda, han vivido
una situación similar. La disposición de escucha es el factor más valorado y
legitimado por los informantes, aunque presenta ciertas falencias en cuanto al
método y técnicas empleadas.
Ante esto, se evidencia la escasa visibilidad de la psicoterapia como
espacio de elaboración del duelo, siendo una informante la que reporta un
proceso terapéutico, valorando positivamente los efectos de dicho trabajo. Por
lo tanto, surge la relevancia de ofrecer apoyo terapéutico en este ámbito, pues
los informantes manifiestan la necesidad de ser escuchados y contar con un
espacio donde expresar aquello que el duelo provoca. En segundo lugar,
135
aluden a la relevancia que otorgan al acto de hablar de sus hijos, señalando los
beneficios que ello conlleva, descritos como bienestar, liberación y declaración
de amor hacia el hijo.
Se puede inferir que la psicoterapia -espacio aún no legitimado de
elaboración del duelo- es factible de ser ofrecida como alternativa de ayuda y
resolución, considerando los aspectos descritos anteriormente. Tal como
plantea el corpus teórico del estudio y de acuerdo a los hallazgos, el trabajo
psicológico debería contemplar las variables de género a la base de la vivencia
del duelo. De este modo, se pondría en entredicho ciertas maneras legitimadas
de asumir y vivir la pérdida, otorgando un espacio para el surgimiento de
nuevos decires. Pues, si bien el género prescribe funciones adscritas a lo
femenino y masculino, todas por cierto, son susceptibles de transformaciones
(Dio Bleichmar, 1984; Lamas, 1995; Saal, 1998).
Ello, de alguna manera podría vincularse a la importancia del trabajo de
simbolización en torno a la muerte y el duelo, en tanto, permite delimitarla y
poder desligarse del objeto perdido, ante la asunción de su pérdida, lo que
posibilitaría un cambio en la relación con este objeto y con nuevos objetos
(Allouch, 1996; Bauab, 2001; Cordero et al. 2004; Freud, 1917; Goya, 2006).
En definitiva, se concluye que la comprensión de la vivencia del duelo,
necesariamente va ligada a cómo este proceso, se experiencia a partir de las
internalizaciones del género. En este punto, es posible constatar vivencias
distinguibles entre padres y madres.
Es así como en el duelo por un hijo pequeño, están los deseos de ambos
posicionados en el niño, articulados desde el género. Una madre desea en
tanto es mujer, y conforme a lo que está señalado socialmente para ella; lo
mismo ocurre con el padre. Por lo tanto, en el hijo confluyen dichos deseos y
son éstos los que caen con su muerte. Es decir, se derrumba el proyecto de ser
padre o madre, las expectativas internalizadas tempranamente acerca de esta
experiencia, y a la vez, lo que podría esperarse de ése hijo.
136
Finalmente, se concluye que las diferencias de género son transversales
a la vivencia del duelo, pues en efecto los sujetos se posicionan desde lugares
distinguibles para asumir aquello que el duelo comporta. Los tiempos del duelo
se vivencian, simbolizan y significan de manera singular en hombres y mujeres,
vinculándose esto con las construcciones de género que cada uno hace de sí.
Así, en las mujeres, el conflicto entre el desarrollo profesional y laboral, y
las tareas propias de la maternidad, dan cuenta de una identificación con
elementos ancestralmente significados como femeninos. En los hombres, es
posible apreciar la coexistencia de aspectos clásicos (Vg. ser el protector de la
familia) con otros más rupturistas, como la necesidad de contar con espacios
donde expresar el sufrimiento de la pérdida.
En conclusión, emergen contenidos discursivos que reflejan la
internalización de los roles de género tradicionales en hombres y mujeres. Sin
embargo, surge un cuestionamiento hacia la adjudicación de dichos roles,
develenado una transición entre elementos usualmente establecidos para uno u
otro sexo y aspectos reaccionarios a ellos. Es decir, una oscilación entre lo
esperado y/o asumido y nuevas formas de ejercer la feminidad y masculinidad,
de acuerdo a las transformaciones socioculturales de los tiempos.
Una visión panorámica de las conclusiones expuestas, se puede apreciar
en el siguiente esquema:
Figura 5: Relación entre género y vivencia del duelo
CONSTRUCCIONES DE GÉNERO
AS DEL
DIFERE
DUELO
NTES
HIJO
137
Considerando que el estudio aborda la perspectiva de género, se plantea
que una limitación corresponde a que los hijos de los entrevistados son
hombres. Surge la interrogante acerca de que sucedería si fuesen mujeres
¿serán similares las significaciones brindadas ante el deceso de una hija?
Del mismo modo, es probable que las construcciones de género, hayan
influido en cómo los informantes dan a conocer sus vivencias, considerando
que quienes preguntan, son mujeres ¿será igual contestar a un hombre o a una
mujer o tendrá divergencias dependiendo de quién pregunte?
Otra limitación, es que la entrevista aborda sólo dos generaciones, es
decir padre/madre e hijo. Este aspecto dificulta una mayor claridad y
profundidad acerca de la transgeneracionalidad del género, es decir, cómo se
inscribe éste en la subjetividad a partir de modelos familiares e históricos
¿cómo se transmiten dichos modelos? En relación a esto, la entrevista
semiestructurada no entregaría las herramientas que pudiesen haber facilitado
aquel proceso.
Así, sería interesante abordar un enfoque metodológico que considere la
entrevista en profundidad, con el fin de averiguar historias que den cuenta de al
menos tres generaciones. De este modo, podría accederse al cómo son
transmitidos e internalizados ciertos elementos del género, en desmedro de
otros, por ejemplo.
Junto con ello, resultaría interesante incorporar la perspectiva del duelo
de padres y madres ante la muerte de una hija, con el fin de indagar en las
significaciones adscritas a su ausencia. O bien, determinar el lugar ordinal del
hijo en relación a otros. Es decir, establecer su posición de antemano, con el
objetivo de comenzar desde un escenario similar.
138
VII. REFERENCIAS
Bauab, A. (2001). Los tiempos del duelo. Buenos Aires: Homo Sapiens.
139
Cerutti, A. & Pita, C. (1999). La fiesta de la Cruz de Mayo y el Velorio del
Angelito. Expresiones religiosas de los migrantes rurales chilenos en el
territorio del Neuquén. Argentina (1884-1930). Informe preeliminar.
Mitológicas, (14), pp. 47-52. Extraído el 15 de enero, 2008 de
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/146/14601403.pdf
Freud, S. (1905). Tres ensayos para una teoría sexual. O.C. Buenos Aires:
Amorrortu.
140
Freud, S. (1915). De Guerra y Muerte. Temas de Actualidad. O.C. Buenos
Aires: Amorrortu.
141
Hardyl, E. & Jiménez, A. (2001). Masculinidad y Género. Revista Cubana
Salud Pública, 2 (27). Extraído el 15 de diciembre, 2007 de
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-
34662001000200001
142
Lipovetsky, G. (1983). La era del vacío. Barcelona: Anagrama.
Mauro, M., Araujo, K. & Godoy, L. (2001). Las relaciones de pareja y los
cambios en el mercado de trabajo: el punto de vista de los hombres.
Revista de la Academia, 6, pp. 12-23.
143
Morales, C., Salamanca, L. & Vargas, E. (2006). Configuración de la
masculinidad en hombres víctimas de violencia conyugal por parte de
sus parejas heterosexuales en la región Metropolitana. Tesis para optar
al grado académico de Psicólogo, Universidad de Santiago, Santiago,
Chile.
144
Rodulfo, R. (1989). El niño y el significante. Buenos Aires: Paidós.
145
Szot, J. (2002). Reseña de la salud materno - infantil chilena durante los últimos
40 años: 1960-2000. Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, 2,
(67), pp. 129-135. Extraído el 3 de diciembre, 2007, de
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-
75262002000200009&script=sci_arttext
146
VIII. ANEXOS
147
Anexo 1.
EJES TEMÁTICOS DE LA ENTREVISTA.
148
Anexo 2.
CONSENTIMIENTO INFORMADO
Universidad de Santiago de Chile
Facultad de Humanidades
Escuela de Psicología
______________________ _____________
Firma Participante Firma Tesista
149
Anexo 3.
FICHA SOCIO-DEMOGRÁFICA
Protocolo Nº:
Nombre: _____________________________________________________________
Edad: ________________________________________________________
Género: ______________________________________________________
Ocupación:____________________________________________________
Nº de hijos: ___________________________________________________
Tiempo de muerte:______________________________________________
Causa de muerte:______________________________________________
150
Anexo 4
Trascripción de entrevistas
Protocolo 1
06 de junio, 2008
Entrevistador 1: En primer lugar, nos gustaría que nos contara acerca de su experiencia
de maternidad ¿qué pensaba usted de la maternidad antes de ser mamá de estos tres
niños?
Párrafo 1: Veía la maternidad como una cosa muy lejana, porque yo me encontraba una mujer
fría. De hecho yo no soy una persona muy asequible, muy de piel, entonces yo encontraba que
para ser mamá había que ser amorosa y yo no era así. Pa’ mí la maternidad era algo muy
lejano, sí.
E8: Y en ese momento, cuando ya supo que estaba embarazada, aparte del estrés ¿que
representación o idea de maternidad se venía?
Párr. 8: Eh me provocaba mucha alegría, o sea yo sabía que me estaba mandando un condoro
muy grande ah, pero me provocaba mucha alegría estar embarazada, me reía sola, sentía una
felicidad que no podía compartir, porque yo no podía decir “Estoy contenta”, porque todos me
iban a decir “Y más encima estay contenta”, ¿te fijai o no?, o sea 20 años atrás ser mamá
soltera (silencio) ¿te fijai o no?, entonces no, pero yo íntimamente me sentía muy contenta, me
producía una alegría, me cambió la cara, además que me cambió el cuerpo, o sea de ser una
niñita media gordita, llena de espinillas, pasé a ser una mujer más…, incluso hasta crecí de
porte, me estilicé, se me fueron las espinillas, se me encrespó el pelo o sea, yo cambié
totalmente con el embarazo, la verdad es que me puse re encachada poh… y después del
embarazo igual poh, sí …
151
E9: ¿Y cómo se explica este cambio de al principio no estar ni ahí con los niños, a la
alegría?
Párr. 9: No sé, yo creo que es sentirse embarazada lo que te cambia, porque de tener una
percepción así, de que tú mirai la guagua y tú decís “¡Qué bonita la guagua!”, a sentirse tan
contenta, contenta así una alegría, todos los embarazos me provocaron eso, andar muerta de la
risa…
E10: Y cuando estaba embarazada de Víctor ¿qué pensaba acerca del sexo del hijo?
Párr. 10: Yo quería que fuera hombre, sí, quería que fuera hombre.
E11: ¿Y cómo fueron los procesos con sus otros dos hijos?
Párr. 11: Fue distinto, porque ponte tú la Claudita, de esas cosas que le pasan a uno en la vida
yo tenía el presentimiento, yo sentí a la Claudita que venía en camino, yo me la imaginé, la vi y
la Claudita es tal como yo la vi, incluso antes de concebirla. Entonces como yo me guío más por
esas cosas, yo dije “Ya entonces ahora es el turno de que tenga otra hija” y todavía era soltera.
Y me embaracé de esa niña, él el que anda aquí es el papá, y él no sabía que yo me estaba
embarazando de ella, yo no le pregunté y después cuando le dije que estaba embarazada le
dije “Se va a llamar Claudia y va a ser igual a mí. Y va a ser así, así y asá” y así es. No sé
porqué yo la presentí que ella iba a venir a mi vida. No me preguntes porqué poh, o sea esas
cosas son inexplicables, entonces ahí yo quedé embarazada de mi hija. Y ahí yo siento que
andaba más contenta porque ya tenía trabajo, o sea de hambre no me iba a morir, como con mi
hijo que…
E17: ¿Y cómo ha sido la maternidad después del fallecimiento del Cristóbal, ha notado
algún cambio?
Párr. 17: De mi parte yo creo que sí, sí yo he cambiado, o sea cuando a uno se le muere un hijo
uno cambia, uno es otra persona, hay un antes y un después. Eh de hecho estoy más presente,
152
de hecho dejé de hacer turnos porque yo antes hacía harto turno y trabajo de día no más
porque empecé con la necesidad de tener tiempo como para mí, de tener tiempo para los niños,
de dormir, de descansar, de pasear, de estar más en mi casa, eso me pasó, sí. Y de no
agotarme, agotarme haciendo turno, turno, que eso era más o menos lo que yo hacía
(enlentece la voz en relación a su entonación anterior).
E22: Y cuando nació Cristóbal con este tipo de problemas usted en algún minuto pensó
que podría ser más complicado, menos complicado, que se podía llevar adelante que…
Párr. 22: Eh, fíjate que yo lo presentí en el embarazo cuando los médicos te hacen ecos y no
crecía y ahí yo dije “Aquí hay algo malo, hay algo malo”. Y en la última eco el doctor dijo “Sabes
que no ha crecido nada” y ahí yo me largué a llorar y dije “Algo está pasando” y me mandaron a
153
hospitalizar y de hecho me mantuvieron monitorizada los días antes de operarme, de sacármelo
y…pero yo presentía que algo pasaba. Entonces me mantienen monitorizada así con un
monitor pi pi pi pi, los típicos monitores fetales, y de repente, como yo soy enfermera empieza
pi…pi…pi, y todos empiezan a correr al lado mío, igual cuando yo corro y llega un paciente en
paro, entonces todos hacían lo mismo que hago yo para salvarle la vida a un paciente, y yo
parecía que yo flotaba en el aire y todos actuaban y no me salía el aire, yo no era capaz, no
pregunté qué estaba pasando porque yo sabía, entonces yo lo único que le pedía a Dios, que
naciera vivo. Y nació vivo, y…pero nació y hizo un paro también. Entonces ya después me
dicen “Está hospitalizado en la neo” y llega un médico y me dice “Sabes qué Claudia, tu hijo
tiene tal y tal malformación congénita” y lo mismo, parece que yo flotaba en el aire y yo lo
escuchaba tan de lejos, pero sabía lo que me estaba hablando y no lo podía creer, o sea no
podía creer que me estaba pasando a mí, o sea yo tenía un hijo enfermo y no quería tenerlo.
Así que, y bueno, mal después de la operación yo fui a verlo y lo vi que era una testusia chica y
era como el más grande de neonatología porque las otras cositas eran más chicas todavía,
conectado a un ventilador mecánico, o sea impactante, yo me largué a llorar y dije “No puede
ser, esto no me está pasando a mí…”.
E25: ¿Y cómo se llega a asimilar esto de que no tenía mejoría, pero usted creía que si…?
Párr. 25: Yo creo que yo me engañaba a mí misma no más po. O sea yo ahora me miro hacia
atrás y yo volviera hacia atrás pensaría lo mismo “O sea mi hijo se va a mejorar”, pero ahora los
años al pasar diría yo “En realidad que Cristóbal nunca iba a tener remedio”. También pienso
que me equivoqué de hospital, que el cirujano era inepto, que la otra doctora era penca, que el
otro era imbécil, en fin po. O sea de frentón yo me acuerdo de haber estado enterrando a mi hijo
y yo decía “Si me lo hubiese llevado a otro hospital no estaría muerto”.
E26: Y en medio de todo esto ¿cómo fue la relación con Cristóbal como madre…?
Párr. 26: Mi relación con él, era muy tensa, muy tensa, muy de enfermera porque yo tenía que
verle el oxígeno, alimentarlo, yo hacía como de enfermera con él, hasta que llegó un momento
en que yo le dije al doctor “Sabe que yo -cuando se lo llevaron al hospital, yo le dije- sabe qué,
yo no quiero cuidar a mi hijo, porque yo no quiero ser la enfermera, quiero ser la mamá, yo
quiero ser la que juega, la que le cambia pañales, yo no quiero ser…”, porque yo le hacía
kinesioterapia, le preparaba las comidas, se las pasaba por, o sea yo me sentía la pediatra, la
kinesióloga, la nutricionista, la enfermera y yo no sentía que era la mamá, entonces mi relación
era muy tensa. Yo sentía que yo llevaba una carga que a lo mejor yo misma me la puse encima,
pero no sentía yo como con los otros niños que uno juega, se ríe, además que yo me lo pasé
llorando, si el niño se agravaba siempre. Entonces decía yo “Se irá a morir esta vez que esté
hospitalizado, se irá a morir esta vez que esté, que lo estén operando”. Entonces yo lo pasé
mal, lo pasé muy mal.
154
E27: Fue complicado el periodo de la hospitalización…
Párr. 27: Pésimo.
E28: Y cambia un poco esta perspectiva que decía usted de ser la cuidadora a asumir un
rol un poco más de madre con esto de los cuidados, de esto de jugar más con él, de estar
como desde otra parada, cuando él se hospitaliza
Párr. 28: Sí, ahí fue más relajado, relajado, yo me acuerdo que ahí yo empecé a jugar con él,
de repente le cambiaba ropa, un día se me ocurrió bañarlo. Pero ya había una kinesióloga que
le hacía cosas, un médico que estaba encima, estaba la enfermera, había una máquina que
ayudaba a alimentarlo todo el día, subió de peso, mejoró la parte respiratoria. O sea yo me
dedicaba a ser la mamá no más.
E29: Y esta relación que usted la señalaba como tensa pasa a ser como qué ahora…
Párr. 29: Como más entregada, más relajada, le enseñé a caminar, a hablar, cosas que no se
me habían ocurrido…mira no se me había ocurrido hacer eso antes, yo tenía como tan encima
que tenía que cuidarlo, que tenía que cuidarlo, que no. Me relajé, le llevaba juguetes, le
compraba cuestiones, le compré más ropa, le llevaba a este hospital. Y al niño le hizo bien, fue
creciendo, y ahí yo me empecé a dar cuenta que el niño tenía varias deficiencias, tenía
deficiencias en el desarrollo psicomotor, había un retraso, se lo había pasado mucho tiempo
hospitalizado. Entonces como al año y tanto empezó recién, yo le enseñé a caminar, te fijai, lo
empezamos a parar.
E31: Usted nos decía “Bueno a mi hijo le hizo bien” y a usted ¿cómo fue?
Párr. 31: Sí a mí sí, a mí me hizo bien, me hizo bien, de hecho ponte tú, yo me acuerdo que
estaba como un año en esto de que voy al hospital, voy al hospital: lo operan, voy al hospital,
estoy en la casa, voy al hospital y así, y un día entro a verlo a la sala y no puedo entrar, y me
largué a llorar, ponte tú deben haber sido las 11 de la mañana, hasta la noche, lloré todo un día.
Y yo, yo le decía a mi marido “No sé para dónde voy, no sé qué estoy haciendo, no sé para
dónde voy con este niño, no sé cual es el futuro, si supiera…y, está todo mal”, le decía yo y me
fui para la casa, y mientras almorzaba lloraba, lloraba, tomaba once, lloraba, lloraba y decía
“No, ya no sé qué estoy haciendo”. Esa incertidumbre me tenía tan estresada, que yo creo que
ahí me cambió la perspectiva y yo me fui y lo dejé en ese hospital, en ese hospital no pagué ni
los pañales, tenía serios problemas económicos, ya me lo había gastado todo. Como no salía a
trabajar, no hacía horas extras, mi marido perdió cuatro veces el trabajo, quedó cuatro veces
cesantes, o sea puros problemas. Entonces yo ya siento que no podía tener más problemas
que en ese instante. Entonces que estuviera ahí, sí yo me relajé fíjate, me relajé, me empecé a
mirar al espejo, a decir “Chuta que estoy gorda” y no podía parar de comer. Pero todavía me
angustiaba la idea de que yo tenía un hijo enfermo, no me gustaba la idea de tener un hijo
enfermo…
155
mandar a estudiar, ni ver las notas porque si, todos tienen arriba de un 6, siempre han sido los
mejores alumnos. Entonces yo me encontraba con este niño que de repente me doy cuenta,
con suerte vivía, con suerte respiraba, poco habló, tenía un año y medio, pero creo que decía
papá no más, entonces yo sentía que no tenía el hijo que había esperado, tenía otro hijo y eso
me angustiaba fíjate, un hijo enfermo. Yo decía “Hasta dónde”, yo no estaba preparada para
esto, estaba preparada para otra clase de hijo, que me diera menos problemas, que no tuviera
que amanecerme, “Ya po cabro aprende, estudia”, te fijai o no. Entonces a lo mejor yo era muy
competitiva o quería ser siempre exitosa, no sé po. Pero me llega este hijo, que me quebró todo
el esquema. Me cuestionó como enfermera, yo me cuestioné (silencio), me cuestioné como
mamá, dije, “¿Qué estoy haciendo?” Y me dí cuenta que lo hacía mal…
E35: Un poco saliéndonos del tema del Cristóbal, en específico y después de haber
tenido tres hijos… ¿Qué es lo que es para usted un hijo? ¿Qué significa para usted un
hijo hoy en día?
Párr. 35: Es como todo, fíjate, yo te diría y se lo he dicho a mis hijos “Yo doy la vida por ti, por
que sin ti no vivo”, porque es tanto, más que el marido fíjate, porque uno, al marido lo puede
encontrarse otro, hasta mejor capaz que te salga pos oye, pero el hijo no. Es como, no sé si
será muy cliché esto de haberlos tenido dentro de la guata, hay otra conexión. Yo siento que
mis hijos tienen otra conexión conmigo versus con el papá…
156
E37: Y cuando pasaba esa vez y no era el Cristóbal, era como…
Párr. 37: Es que sabes que, yo creo que aquí hay una cosa que se llama instinto maternal,
todas las veces que él estuvo grave yo me preocupé mucho, pero el día que él se iba a morir,
yo lo supe. El Cristóbal, me llamaron del hospital, que se había agravado mucho y fui el
domingo en la mañana a verlo y me dice la doctora, no me dice nada, yo lo veo y veo, la típica,
están todo corriendo al lado de él y veo que el Cristóbal me mira, y yo supe que se moría. Y le
dije a mi marido “El Cristóbal se muere”, me dijo “Claudia ha estado peor que esta vez” “No -le
dije yo- es la última vez que va a estar hospitalizado el Cristóbal y se va a morir esta vez -le dije
yo- no lo vamos a sacar vivo del hospital”. Y llegué a la casa y yo lloraba y mi mamá me decía
“Pero no le pongas color si ha estado tantas veces tan grave”, “No -le dije yo- ahora sí que se
muere el Cristóbal, lo siento”. Y me preparé para el funeral, fíjate. Esto fue un domingo y yo
pensé que iba a durar más la agonía, el martes murió. Pero yo ya lo sabía de antes.
E38: ¿Y cómo fue haberse dado cuenta que el Cristóbal se iba a morir y no iba a salir de
esa?
Párr. 38: Fue distinto a todas las otras veces, fue distinto porque yo, esa mirada que nos dimos,
yo la tengo más presente que el día en que se murió, porque el día que se murió estaba con los
ojos cerrados, conectado a un ventilador. Pero ese día, él estaba conciente, respirando muy
mal, muy mal y me acuerdo perfectamente cómo me miró y yo siento que se despedía de mí, o
sea que me avisaba, y después de eso al otro día lo vi absolutamente entregado, versus a las
otras hospitalizaciones, y yo supe que él se entregó, se entregó a la enfermedad…
E40: Y usted nos decía que antes de eso usted, 15 días antes más o menos usted había
empezado un tratamiento…
Párr. 40: Antidepresivo, sí…
157
más de tener un hijo, porque la experiencia de la maternidad había sido una cosa muy dura,
había sido amanecerse, cuidar, hospitales, había sido separarse, había sido quedar sola, eso
había sido la maternidad, entonces…pero yo sentí que esas mujeres ya, muchas de ellas
habían tirado la esponja antes que yo, otras que habían durado más años, otras que se
entregaban por entero, pero la mayoría decía “Estoy cansada de esto, cansada de cuidar a mi
hijo, cansada de no tener vida, de no poder salir, de no poder dormir, de pasármelo en el
hospital…de que me hayan abandonado por el hijo enfermo”. Bueno a mí, mi marido no me
abandonó, me ayudó harto. Pero en algún momento también se fue de la casa, porque en algún
momento dijo “No aguanto más”.
E47: Y hablando que vio al Cristóbal y se dio cuenta de que de esa no pasaba ¿cómo
reaccionó usted frente a eso?
Párr. 47: Me puse a llorar, y me acuerdo que tuve un encontrón con el médico porque me dijo
“No, yo no lo voy a meter a la UCI, porque es un niño crónico, qué sé yo” y la verdad yo no, no
era capaz de hablar mucho con el médico, sabís que no, estaba tan atónita yo, que no. Pero lo
único que yo quería, no quería verlo morir así, ahogándose, con falta de aire. Bueno como
llevaba muchos años siendo enfermera, llamé al director del hospital. Le dije “Mira, tengo este
problema y el doctor no lo quiere meter a la UCI”. En el fondo el doctor se vio obligado a meterlo
en la UCI, porque el director del hospital lo obligó y yo sentía que si no lo metían a la UCI a un
158
ventilador, yo, no quería verlo morir así, pero sabía que se iba a morir, y lo metieron a la UCI y
me fui para la casa y le dije “Negro, no va a salir vivo -dije yo- no va a salir”. Y mi marido, ya a
esa altura de la noche me creyó y me dijo “Sabes qué, parece que tú tienes razón” y le dije “No
es que tenga razón, es que lo siento, siento que así va a ser”. Y siento que me preparé como
para el término de esta historia, como que ahí terminaba la historia del Cristóbal. Y al otro día lo
fuimos a ver al hospital, empezó con falla multisistémica, debe haber tenido unas 10 bombas de
infusión puesta al lado, más el central, más esto, más lo otro, sabes que me molestaba, no
alcanzar y no abrazarlo, tú no lo podías ni tocar de tanta cuestión que tenía conectada,
entonces…Y las colegas iban y me decían “Claudita, prepárate” me decían. Y mi mamá me
decía “Entrégaselo a Dios Claudia”. Bueno y las colegas aquí fueron súper solidarias y me
dijeron, me llevaron a un cura, el niño se bautizó, yo no soy católica así que me daba lo mismo,
pero mi marido sí. Y yo le dije a Dios que ya hiciera lo que él quisiera y al otro día se murió. Y
esas cosas que pasan en la vida que, de ese día lunes que lo fuimos a ver grave, salimos en el
auto con mi marido, no sé para donde salimos, porque no llevábamos dirección ninguna, así
como que, estábamos tan desconcertados. Y por esas casualidades de la vida íbamos por La
Florida y subimos y nos encontramos con el cementerio Parque Cordillera, sin planificar que
íbamos para allá, y cuando lo vimos le dije “Sabes qué, tenemos que entrar aquí” y
preguntamos cuánto salía comprar una sepultura y todos esos trámites que uno no quiere hacer
y le digo yo “Caballero mire, tengo un hijo grave en el hospital y puede fallecer y yo puedo,
capaz que necesite esta sepultura”, así que dejamos algunos trámites medios arreglados y
después cuando bajé con mi marido le dije “¿Por qué llegamos aquí?”, “No sé -me dijo- por qué
llegamos aquí, yo creo que el Cristóbal se quiere quedar aquí” me dijo, yo no tenía idea, en esa
época era un parque que tenía poca gente sepultada, en La Florida hay uno que se llama Los
Prados que ése era como que tenía harta gente sepultada, pero para arriba pocos conocían el
cementerio Parque Cordillera. Así que le dije yo “No sé cómo vinimos a dar aquí, pero aquí
parece que se tiene que quedar”. Y al otro día nos llamaron que nos fuéramos urgente al
hospital, nos habíamos levantado bien temprano y el doctor me dijo “Hizo un paro y lo
reanimamos, hizo otro paro y lo reanimamos”, y yo le dije “No le haga nada más doctor, déjelo
solo, no lo vuelva a reanimar, no le siga poniendo más cosas, déjelo…”
159
que iba a estar en una tienda, comprando ropa pa’ enterrar a mi hijo…Yo creo que esta
huevada me está pasando a mí no más y no le ha pasado a nadie más –le dije yo- porque por
último, le tienen ropa pa’ ir a enterrarlo y yo no tengo nada”. Ya poh…y me la llevé ropa y le
compré ropa nueva pa’ ir a enterrarlo. Entonces decía yo “¡Qué raro! ¿Por qué no me tiro de
guata al suelo a llorar desconsoladamente” decía yo…bueno…entremedio de todo esto, que yo
salgo del hospital y llego a la tienda, se me borran muchas imágenes, de hecho, me acuerdo de
haber estado en ese mall, comprándole ropa con esa niña, no me acuerdo cómo llegué ahí, ni
cómo me devolví. Supongo yo, que me devolví en el auto, que mi marido venía manejando y
que llegamos a vestirlo a la UCI, pero se me borraron muchas imágenes…
E52: Pero ellos sabían que Cristóbal tenía problemas, que estaba enfermo…
Párr. I52: Sí, si sabían que estaba enfermo…así que no…bueno, me ayudó harto la familia,
solidariza bastante en ese momento, sobre todo en los problemas domésticos, qué sé yo, mis
suegros, mis tías, mi mami y llegó, empezó a llegar chorrera de colegas, de funcionarios que
llegaron a verme a mi casa…como te digo, yo vivo aquí, al frente…a ver qué pasaba, a darme
las condolencias, qué sé yo. Mi marido, haciendo trámites de última hora en el cementerio…
eso…
160
funeral. Me acuerdo que me paré y vi el cajón hundirse y no… “No” –decía yo. Entre que decía
“¿Por qué me pasa esto a mí? ¿me equivoqué de hospital? ¿por qué se murió, si yo pensé que
se iba a salvar?”. Mi marido lloraba, mi hijo, qué sé yo, mi hija, pero yo me quedé ahí, sola,
mirando cómo el cajón se hundía y…encontraba una historia tan triste la del Cristóbal, la
encontré muy triste (sollozo), a pesar de que los niños no…él no sabía que había otra vida,
porque se crió en hospitales, entonces yo creo que él siempre cachó, que ésa era la vida de los
niños poh, no…no sabía de otra…así que…
E57: ¿Cómo?
Párr. 57: A ellos les daba miedo, pensaban que podían morir también…pero hay otras cosas
que no me acuerdo, no me acuerdo precisamente qué pasó…
161
qué, ándate para la casa” y yo le decía “la verdad, es que no soy capaz de trabajar…y no estoy
mejor en mi casa” o sea, no es que yo hubiese querido irme pa’ mi casa por allá me sentía bien.
Adonde me parara me sentía muy mal, así que…
E61: Era como confrontar esto que decía de “¿por qué un hijo enfermo?”
Párr. 61: Claro, ¿por qué yo? ¿por qué no le pasó a la de al lado?
E62: Y después de estos tres meses empieza a recordar más, qué pasó después?
Párr. 62: Sí, empiezo a tomar más conciencia de que estoy trabajando, de que me cuesta venir
a trabajar…la doctora me tenía con medicamentos, si me acuerdo que me subieron harto el
ánimo…
E67: Ya, pero usted nos contaba que en algún momento dijo “Ya no más psiquiatra”
Párr. 67: No, porque fíjate que yo estuve un año después de la muerte del Cristóbal, con
medicamentos, entonces llega al año y la doctora empieza bajar la dosis y de repente la
suspende y yo empiezo a sentirme tan mal como antes. Entonces me dice “Mira, tú tienes una
depresión de no sé qué tipo, entonces yo te voy a dar fluoxetina”, además que yo comía como
caballo. Estaba muy muy gorda, entonces…y no me las tomé. Entonces le dije “Sabe
doctora…”, bueno fui a control y le dije “No me tomé las pastillas, doctora” “Y ¿por qué no se las
tomó?”, “No, porque -le dije yo- yo llevo un año de duelo y me siento bien y me resulta tan
ilógico sentirme bien, porque se me murió el hijo, no la mascota. O sea yo, yo no me he tirado
de guata a llorar desconsoladamente a la tumba de mi hijo. Es más –le dije yo- yo no he llorado
la muerte de mi hijo. Entonces, esto me parece anormal –le dije yo- no me parece muy lógico.
Así que de ahora pa’ adelante –le dije yo- yo me voy a mamar esto que viene, que es un duelo,
es la pena, de largarme a llorar, de…no sé poh –le dije yo- y, si me tengo que revolcar en el
dolor, me revolcaré”… “Ya –me dijo- pero yo quiero que vaya al psiquia… psicólogo”, “Ya –le
dije yo- ningún problema, pero no quiero tomar más medicamentos, porque esto va a explotar
un día. Esta pena va a explotar y va a explotar mal y me voy a enfermar de diabetes, me va a
dar cáncer y…me voy a enfermar –le dije yo- porque esta pena la tengo adentro y yo no la he
sacado. Porque ando tan bien”…con los medicamentos yo andaba pero, uh…
162
Párr. 68: Eh, claro, o sea ¡cómo vas a andar bien, si se te murió un hijo poh! ¿cómo vai a andar
bien? Entonces…y yo en ningún momento me negué la muerte de él, o sea yo no soy de esas
personas que se dice “Ah, mi hijo anda de viaje”, o “No, en realidad no está muerto”, yo el día
que murió, supe que el niño moría y nunca más lo veía y nada más…o sea, nunca me negué yo
la muerte de él. Nunca me dije “no voy a sufrir”, sino que como tomaba pastillas, andaba en
otra. Entonces, como dejé de tomarlas, dije “no poh, no me sirve estar así”.
163
E73: Y cómo fue que llegó a Renacer
Párr. 73: Porque, a ver, una…mi cuñada me regaló un libro que se dice “Un hijo no puede
morir”. Es un libro, puta me lo lloré todo el po…libro, porque ahí contaban los casos de la Karen,
de la Cholita, en fin. Y un día, escuchando la radio, el Felipe Camiroaga hablaba con la Susana
Rocatagliata y ella dio el teléfono y yo lo anoté. Y llamé un día y me dijeron “En La Florida, se
reúne un grupo”. Como yo vivía aquí en Puente Alto, me quedaba más cerca y ahí me integré a
Renacer y fui un par de veces. Y después que empecé a ir al psicólogo, eh…tomé como parte
de la terapia ir a Renacer y dije “esta cuestión a mí me va ayudar”. Y claro, yo llegué a Renacer
deshecha, llegué hecha un estropajo, contándote la misma historia que te estoy contando a ti,
pero yo lloraba a moco tendido poh, y le daba vueltas a la historia, y le daba vueltas a la
historia, y la contaba y lloraba y así poh, así llegué a Renacer…
E76: ¿Y cómo fue este proceso de mantenerse unidos? porque igual me imagino que
debe ser difícil.
Párr. 76: Es muuuy difícil estar casados después que muere un hijo, yo me acuerdo que yo me
cuestioné toda mi vida, mi existencia, mi ser, mi ser como Claudia U., mi ser como enfermera,
como mamá, como la esposa de este gallo…decía yo “Si no me hubiese casado contigo,
Cristóbal no estaría…no habríamos tenido al Cristóbal”, o sea, me cuestionaba huevadas súper
tontas poh, entonces…y me lo cuestioné todo, me cuestioné todo, todo, todo lo de mi vida,
todas las (no se entiende) que tenía, todo lo cuestioné…y cambié hartas formas de ser mías.
Entonces, cómo seguir casados…es que es difícil, es difícil fíjate…
E77: Porque usted veía diferencias en cómo lo llevaba su marido y cómo lo llevaba
usted…
Párr. 77: Sí...sí…
164
Párr. 78: Porque…a ver: todo eso que hacíamos juntos, antes, incluso eso de cuidar al hijo,
empezamos a hacerlo por separado, o sea, yo hacía lo mío y él lo de él y como no coinciden
mucho los duelos, lo que me estaba pasando a mí, no le estaba pasando a él. Entonces, yo
trataba de explicarle y no me entendía, trataba de conversar de mí y no me entendía. Entonces
yo me di cuenta que yo, que él no era la persona indicada que me tenía que ayudar. El
psicólogo me ayudaba más que él y que cuando él necesitara ayuda, yo estaba tan dolida con
él, que le dije “Sabes qué, no me pidas ayuda a mí, porque la verdad, no te quiero ayudar, no
me nace ayudarte y creo que no soy la indicada. Porque estoy dolida contigo, porque te hablé
tantas veces, te dije tantas veces y no me, no me escuchaste, que estoy cansá de hablar. Así
que no me hables tú tampoco a mí. Y yo creo que va a ser más sano, que estar peleando”. Así
que es difícil mantenerse casados, fíjate. Yo creo que si él se hubiese ido de la casa, a mí me
habría dado lo mismo, fíjate…o sea, de hecho mi marido se va todos los años de la casa, desde
que murió el Cristóbal, se va todos los años, se va…y después vuelve, poh…cada vez, se
demora menos en volver. A esta hora, me parece chiste, pero antes decía yo “Ayyy -decía yo- si
yo tuviera la posibilidad, yo también me iría porque no, no sé qué estoy haciendo acá. Bueno, a
todo esto, la idea suicida me dio vueltas como 2 años. Más que la idea suicida, ponte tú, me dio
vuelta la idea de que como yo cuidaba al Cristóbal y el Cristóbal se había muerto, si el Cristóbal
iba para allá, yo pa’ allá tenía que ir. Yo no miré que tenía hijos, no miré que yo estaba viva. Me-
me pasó muchas veces que yo iba al cementerio y no me quería ir pa’ la casa y yo quería
acostarme, debajo de la tierra con él. Y eso, yo creo que me duró unos 2 años, fíjate y la
psiquiatra me aconsejaba que yo nunca estuviera sola, porque podría yo haber intentado
suicidarme, pero nunca se me ocurrió suicidarme…
165
se fue”. Pero sí, yo siento que ellos sentían la necesidad del Cristóbal. Lloraban harto cuando
yo empecé a sacar el tema, lloraron harto.
E84: Y con esas cosas que se quedó, con las sábanas, el cubrecama ¿qué pasa con eso?
Párr. 84: Los hijos lo ocupan poh, sí…al principio yo no quería que lo ocuparan. Lo tenía
guardadito. Después dije “No…prefiero, prefiero verlos puestos en las camas, que no verlos”. Y
los juguetes están guardados en el baúl. De repente los miramos con mi marido…
166
E87: ¿Y cómo es esto de que quizá otra mamá lo habría hecho mejor?
Párr. 87: Porque, no sé poh, yo pensaba que era muy estresada, que por ser enfermera me
tomé la cuestión muy a pecho, en fin poh, ¿te fijai o no? Entonces, mi marido me dice “No, yo
creo que tú lo hiciste bien –él me dice- yo creo que tú lo hiciste bien ¿qué más ibai a hacer? Así
que…pero siento que era un angelito que iba pasando, fíjate y que…eh…ese día iba morir no
más…y ¿por qué me llegó a mí a la vida? y ¿por qué me llegó a mí a desequilibrarme?, no
tengo idea, fíjate…yo…nunca me…muchos dicen “Nunca hay que preguntarse el porqué,
porque uno nunca encuentra el porqué”. Yo siento que nunca voy a encontrar el porqué nació y
porqué murió, ehhh…y el para qué tampoco lo encuentro. Alguien dice que con los años uno
encuentra la respuesta al para qué “Para qué habrá muerto”…yo no la encuentro, no la busco
tampoco. A lo mejor…los años me darán la respuesta, pero no…eso me pasa con el Cristóbal,
fíjate…
167
pero igual en algún momento, yo lloro y digo “Me hace falta el Cristóbal…” (con voz casi
inaudible) me hace falta, fíjate…
E95: Bueno, agradecerle una vez más su disposición y la confianza que ha tenido pa’
hablar con nosotras
Párr. 95: Ya, de nada poh, chiquillas, si necesitan algo…
Protocolo 2
Miércoles 11 de Junio, 2008
168
Entrevistador 1: Un poco partir preguntándole ¿cómo ha sido su experiencia de
paternidad, de este proceso de ser padre para usted?
Párrafo 1: Ya, ¿padre hablando de todos los hijos en general?... No, bien, bien, la
comunicación es buena, súper buena, eh y por lo menos hemos tenido buenas relaciones, no
hemos tenido mala experiencia con los niños, con nuestra hija, todo ha salido bien, eso…
E2: ¿Y cómo veía usted el tema de la paternidad, era algo que lo tenía más bien
planificado, o cómo se dio?
Párr. 2: Mmm, todos, los hijos fueron planificados, o sea el de el Cristóbal no… (interrupción).
La del Cristóbal no poh, no fue planificado, e incluso estaba en tratamiento mi señora, él vino, él
llegó no más, eso. Pero como te digo en general ha sido bueno, como experiencia, buena,
buena.
E3: Y antes de ser papá ¿qué se imaginaba usted de esto, tenía ganas de ser papá, cuál
era el ideal de paternidad que tenía?
Párr. 3: ¿Antes de…? Yo creo que todo hombre, toda madre o todo hombre en este caso
piensan en ese tema, perooo, yo creooo, yo fui padre antes de casarme y eso fue por las cosas,
o sea no se planificó, eso no se planificó, mi primer hijo ponte tú, tiene 23 años y él llegó
también, fue cuando yo tenía 17 años, te imaginai…
E4: ¿Y cómo vivió ese momento, cómo se acercó a la noticia cuando le contaron, qué
sintió?
Párr. 4: No, fue rico, fue rico, fue bueno, yo me acuerdo fue y… hubo un cambio también en mi
vida, o sea tuve que ponerme más responsable, tuve que como se dice, que apechugar ese
tema y pero sí, fue bueno, a ver, porque me ayudó, yo creo que eso me ayudó a salir y a
enfrentar la vida buena, no caer en tentaciones de vicios, de farras y cosas así ¿me entendís?
que hace la juventud, la mayoría, yo a los 17 años me tuve que poner responsable, 18 años
tuve que hacerlo. Tuve que dejar de estudiar y estudiar de noche, pa poder trabajar, el tema fue
un cambio, fue un cambio, pero no casado no, la cosa fue distinta. Eso se planifica se…o por
último si no se planifican el tema de los hijos y llegan, bien, bien, eso es, o sea, tienen que
llegar, eso es así tal cual.
E5: ¿Y cómo ha sido la paternidad luego de la muerte de Cristóbal, cómo ha, ha habido
cambios, cómo ha sido este proceso?
Párr. 5: A ver, de partida con el tema del Cristóbal yo tuve que hacer un, me tuve que hacer el
fuerte, me tuve que vivir el duelo digamos como una persona muy de hierro por las personas
que estaban detrás mío, que en este caso era mi señora y la demás familia, mis hijos, y, no,
no…tuve que vivirlo así muy fuerte, no sé…yo ahora te puedo hablar de detalles, yo creo que
hice montones de cosas muy increíbles, creo que una persona que haya pasado por esto, creo
que lo ha vivido no más no sé… ¿contarte algo? ¿contarte cómo fue el tema? ¿o en general?
169
ahí está un premio, haberlo hecho. Ahora, vienen a ti y te lo agradecen es como un doble, como
el doble de satisfacción, ese es otro cuento. Y así poh, porque te cuento eso ¡pero, no!
montones, me cambió la vida montones…
E8: Y podría hablar un poquito de eso, con respecto a su visión de ser padre…
Párr. 8: A mis hijas, los chicos que quedaron eh el trato con ellos, en irlas a dejar. Antes no las
iba a dejar, no las veía, pasaba…trabajaba, trabajaba y trabajaba, eso hacía, llegaba tarde, no
compartía con ellas, el día domingo trabajaba y no poh, ahora no, ahora me doy tiempo, o sea
voy con ellas, voy a reuniones, estoy con ellas, las tomo, las regaloneo, les digo “Te quiero”.
Entonces, esos son cambios, cambios que te produjo eso, la falta de, como todas las cosas.
Cuando tú tienes, la gente, en mi caso no, yo te digo en mi caso no, pero antes sí, yo te digo
que antes era igual que todos, ahora no. Ahora lo veo distinto, vivo una vida relajada, vivo una
vida, me siento bien, le saco el jugo a lo que tengo, más que a las cosas materiales, a las
personas, así como tú me ves hoy día, así soy todos los días, vengo para acá si vengo
cualquier día, así soy igual, entonces era, no sé, era distinto…
E9: Y este cambio que usted logra dar cuenta fue más bien paulatino, fue una cosa
abrupta…
Párr. 9: Yo empecé a cambiar, yo empecé a cambiar eh…en varias cosas distintas cuando mi
hijo enfermó. Mi hijo, mi hijo, mi señora queda embarazada y como a los tres meses, tres-cuatro
meses una cosa así, nos dimos cuenta que venía con problemas (interrupción, suena el
teléfono)… y qué más a ver…
E10: Nos decía que como a los tres meses se habían dado cuenta…
Párr. 10: Claro, tres-cuatro meses, nos percatamos de que venía con un problema a la, de que
venía con un problema el bebé, si parece…la Claudia se sintió mal, se empezó a sentir mal en
su embarazo y entonces empezamos a tener una vida complicada en ese tema, mmm...médico
ya, licencia, reposo, etc., entonces empezaron a pasar los meses y notamos que el bebé no
crecía normal y nunca el médico, nunca llegamos a ver que tenía un problema el bebé, sino que
porque estaba pasando esto, que no crecía, estaba creciendo en un percentil 10, 10 creo que
era, no, 5, es decir, entre 5, 10, 15, él estaba en el más bajo, entonces él era muy chiquitito,
normal nos decía, bueno, va a ser una guagua chica. Y no poh, venía con problemitas,
entonces cuando él nació ya, yo lo tomo, yo estuve en el tema del parto, lo tomo y ¡uh,
fantástico!, chiquitito, rico, todo monono y se lo llevan. Cuando se lo llevan, al rato, veo
movimiento y digo “¿Qué pasó?” y había problemas con el bebé, le sacan unas, unas cuanto se
llaman, unas radiografías al bebé y se encuentran con que tenía un, un, el esófago terminaba
poh (hace gestos con las manos para tratar de graficar), estaba unido, era así, muy finito,
entonces ¡chuta! yo te digo, me dijeron esófago, nada (gestos de no saber), yo te digo no
entendía nada qué problema traía el niño, lo único que supe: hay que operar… ¡y estaba recién
nacido! había que operar. Mmm...Fui, me contacté con un médico pa operar al bebé ese mismo
día y no había, no se podía, le decía “Es de urgencia”, “Es que no hay anestesista, el
anestesista tanto -no me acuerdo del nombre- no está disponible”…el teléfono, lo ubicamos,
ubiqué al anestesista ese día y le pedí por favor que viniera. Claro, yo te digo, alumbrado
también, no sé de quien y las cosas resultaron. Entonces ubico yo a este personaje “¿Podís
llegar?”, no sé po a las 11 de la noche, de ese mismo día que nació mi hijo, un 20 de febrero, un
8 de febrero, ya…y llega este personaje, hablo con el doctor, con este cirujano y se programa la
operación del bebé y lo trajimos y lo operamos ese mismo día, ese mismo día. Y Claudia…la fui
a buscar, en silla de ruedas, ahí en…esperando fuera del pabellón, de la operación del bebé,
salió bien, salió bien, ¡pero! había que empezar a darle, ahí vino todo el cuento de cómo
alimentarlo y todo ese asunto. Pasa el tiempo y se fue a la, cómo se llama esta, la neo,
neonatología, se fue ahí, y ahí estuvo harto tiempo el bebé, eh…esperando que se recuperara
170
de su tema. Ahora, la operación fue como para salvarle la vida, pero no quedó bien, había que
seguir, seguir, seguir, seguir con el mismo tema…
E12: Ese mismo día les dijeron que la operación había sido para salvarle la vida…
Párr. 12: Claro, sí, claro…
E14: Mantenerla
Párr. 14: Claro, no podía mantenerlos poh, trabajaba muy poco, porque teníamos que estar con
él, día por medio, teníamos que estar con él, turnarnos de noche, metidos en el hospital,
metidos acá, allá, metidos, metidos. Eh…ahí se nos fueron las finanzas a la cresta, las finanzas
se nos fueron a la cresta, o sea todo, todo, cuentas corrientes, cerrando cuentas, recurriendo a
estos famosos, eh cómo se llaman, préstamos para cubrir lo gastado, cómo se llaman estas
171
cosas que se hace: compra de carteras. Y así montones de cosas en la parte financiera, que sí
es importante también y que es muy importante también, a la cresta y todo, tiramos todo a la
balanza, todo, todo, todo. Todo, ahorros, todo, todo, todo, todo. Luego, nos encontramos con la
doctora que atendía a mi bebé. Mi bebé tenía como 12 doctores, tenía un libro con 12
médicos…a ver, día miércoles: médico tanto, día jueves: médico tanto, más o menos así… ah y
este médico, este médico está en tal parte, y teníamos los celulares de los médicos “Disculpe
doctor”…“Sí, ya lo voy a ver”, “Ya vamos para allá” y partíamos para allá y así…
E15: ¿Y cómo vivencia usted todo este tiempo? Porque nos dice “Claro, tuve que ser el
fuerte, tuve en el fondo que asumir ciertas cuestiones”
Párr. 15: Hice eso, hice eso, mmm. Se siente, a ver, tuve que hacerlo, porque veía a mi señora
mal, veía a mi señora muy mal y por ende tuvimos, tuvimos problemas, tuvimos bastantes
problemas, problemas de pareja, montón, montón, montón, montón, increíble. Tú no te das
cuenta, tú no te das cuenta de eso, o sea eso te das, todo ese tipo de cosas te das cuenta
después, cuando ya viene un resultado de lo que tú estás haciendo. Así como el resultado fue
haber conseguido que operaran a mi hijo, el resultado fue haberlo operado, lo operaron, niño
operado. Ese fue el resultado, te das cuenta de eso. En el tema de pareja te das cuenta cuando
está el problema ya, cuando ¿qué pasa aquí? ¿qué le pasa? Ese es el resultado de lo que yo
hice, de no pescarla, de no ponerle atención, de no preocuparme de otras cosas que a lo mejor
no eran tan necesarias y no me preocupé de ella, del cómo se sentía, de qué es lo que quería
ella, no sé, te generaba eso, porque para mí era mucho más importante esto otro, esto era
importante para mí. Y yo llegaba y gruñía y andaba (hace ruidos de gruñir) ¿me entendís? Y te
llamaban y te cobraban, y que “¡Chuta, oye un cheque protestado!” y viviai en eso…
E16: ¿Es una vivencia un poco distinta a la que señala su esposa o a la que tenía su
esposa?
Párr. 16: ¿Cómo distinta dices tú?
E17: No, le pregunto a usted si es distinto la forma en cómo asumieron los roles frente a
esto…
Párr. 17: Cómo se asumieron, se asumieron, a ver…mi señora también asumió el, el, el tema,
pero ella dejó de ser enfermera, era mamá, y yo me molestaba, porque la veía a ella como
enfermera “Si tú eres, tú trabajas ahí, anda” “Pero puta, dile a ella, recurre a ella” y cómo que le
tiraba el tema yo a ella “Yo en tú lugar, haría esto. O sea, yo en tú lugar, no…olvídate. Estaría
un poco más apegado a los médicos y tendría muy buenas relaciones con ellos”. De hecho
logré trabajar con ellos, te das cuenta. Y ella no, ella vivió otra etapa, ella lo vivía de cómo
mamá, ella sufrió mucho y sufría mucho con ese tema, y luchábamos los dos en conjunto, o
sea, no es que yo haya hecho todo solo: la luchábamos en conjunto, luchábamos, tirábamos,
pero a la vez teníamos esos problemas, eso es como desde el punto de vista mío, me entendís,
que yo después analizándolo, lógico, eso era. Porque no había, no habían terceras personas
involucradas, éramos pareja, pero no habían terceras personas, éramos nosotros no más
pareja, y estábamos mal, motivo, era eso, no nos preocupamos de esa parte, estábamos
preocupados mucho del niño, mucho del niño, el niño era todo, todo, todo, todo. Partíamos pa
allá, todo, era todo ya, y por ende yo andaba así, andaba preocupado de eso. Dormía como te
digo con eso, con todas las cosas que se te caían, como que eran muchas cosas y había solo
una cosa importante, muchas veces hacer algo, dejar tantas cosas de lado, hacer algo y ese
algo no resultaba, o…
172
“Paciencia, esto va a resultar, pero tranquila”, “Pero, es que mi hijo…”, “No está mal, está bien”,
siendo que yo sabía que estaba mal, pero yo con ella no poh, yo siempre estaba con ella. Y ella
por ende, sabe más, sabe medicina, y qué sé yo, no sé, mucho más que yo porque yo no tengo
nada que ver con ellos. Yo he aprendido esto, lo aprendí con mi hijo, yo te nombré atresia
esofágica y no tengo idea qué es lo que era. Pero qué pasó, que cuando yo me entero, yo
pesco un libro -acá tenemos libros buenos de medicina- y me leía todo, entonces cuando
hablábamos con el médico, hablábamos el mismo idioma, y hablábamos el mismo idioma
referente a la enfermedad, y no olvídate, íbamos a ver otro médico y “Mira, es que sabes,
doctor, a ver esto, esto, esto” y me miraba, si es tal y empezábamos a conversar nuevamente,
pero impecable. Me metí mucho en el tema, mucho, mucho, logré, logré, no sé si te comentó
Claudia, pero gracias a mi hijo, nosotros logramos traer una, unas cuantos se llaman, una
maquinaria, bueno tiene otro nombre, de Estados Unidos, para el hospital y llegaron, y están ahí
y ahora, bueno, que les sirva a todos los niños, y yo creo que sí por supuesto y gracias a eso, al
asunto del Cristóbal. Por eso hicimos todas esas gestiones, esas gestiones se hicieron mientras
estaban con nuestro bebé ahí “Y no están”, “Pero ya, traigámosla, comprémosla, veámosla
cómo, de qué forma la compramos”. Si había que pedir préstamo lo hacemos, si había que
hacer esto lo hacemos. Mira, nunca recurrimos a esta, es una de las cosas que siempre le digo
a la Claudia, a lo mejor fue un error. Mucha gente que pasa momentos más o menos fuertes de
enfermedades con bebés, con niños, qué sé yo, padres, qué sé yo, recurren y hacen estas
cosas de bingos y reúnen plata ¿cierto? Contactan cantantes, qué sé yo, y hacen un show,
cobran entrada y cubrir sus necesidades. Nosotros no se nos pasó por la cabeza eso y yo le
digo Claudia, porque habemos muchas veces que conversamos “¿Por qué no hicimos eso, por
qué no fui más inteligente?” y a lo mejor podría haber llevado al niño afuera, haberlo llevado, no
sé poh, a Estados Unidos, Cuba, no sé poh, pero si hubiésemos reunido plata, hubiésemos
hecho bingos, hartos bingos, juntar harta plata y a lo mejor si hubiese sido distinto o a lo mejor
no…
E20: ¿No?
Párr. 20: No, tú no veís más familia, no veís más familia, eso lo vivís tú. Y esa es una de las
cosas que te deja, que te enseña, cuando pasan momentos, ustedes ojalá nunca tengan
problemas fuertes, pero ahí aprendes esas cosas, empiezas a ver esas cosas, cuando tienes
ese tipo y ahí te das cuenta quienes son y quienes no son ¿me entiendes? Nosotros nos dimos
cuenta: fuimos solos y hasta la fecha igual seguimos solos, o sea igual tampoco tenemos a
173
nadie poh. Y bueno, pasa el tiempo y un día bueno, se nos empeoró el hijo y nos llaman por
teléfono que al hijo lo habían traído acá un día viernes, al hospital mal. Entonces el chico venía
por un problema puntual y entonces aquí en el hospital tomó, se agarró un bicho, porque estaba
muy debilucho, entonces cualquier bicho que andaba se lo agarraba, se pescó un bichito y se
empeora. Y ahí empieza el calvario del día viernes. Esto fue un día viernes, estuvimos con él
hasta tarde, en la noche, el día sábado a eso de las, el día sábado fue mmm...en la tarde, 4 de
la tarde y mi hijo lo tenían en intermedio, estaba en intermedio y conversé yo con el doctor, no
me acuerdo, pero el rostro lo tengo grabado, no me acuerdo el nombre, peleé con él y mmm
porque no logré, yo quería sacarlo de ahí, quería que me dieran una sugerencia: si había que
llevarlo a otro lado lo llevábamos, hay que llevarlo a otro lado lo llevamos, lo llevo. Como que, a
ver: “No te la puedes para sanarlo, OK, me lo llevo. Me lo llevo a otro lado”, así de fuerte. “Me lo
arreglas o no me lo arreglas, me lo arreglas ¿no? OK, lo voy a llevar a arreglar a otro lado”, una
cosa así. El día sábado a las 4 de la tarde, partí a, con mi suegra fue, justamente con mi suegra
y mi hija chica y partí al centro, por allá por la calle Catedral y encontramos una iglesia
¿Capuchinos? La cosa es que ahí hay una imagen del padre Pío, mira (no se entiende) no sé si
seré creyente o no, pero yo ahí medio reacio y en una oportunidad que tuve ahí solo, le digo yo
a este famoso padre Pío “Bueno, si eres tan así como la gente cree, bueno si quieres llevártelo,
llévatelo. Pero si lo sanas déjamelo bien poh, nada más”. Eso es un comentario que se los hago
ahora a ustedes. Me vine, nos vinimos al hospital el sábado, ahí estuvimos en el hospital,
estuve el sábado, sábado en la noche. El día domingo, nuevamente pelea, discusión, médico y
había uno que era jefe, también veía a Cristóbal y él es jefe. Le dije “El niño está mal”, porque
uno, porqué lo decía: ¡porque yo viví con mi hijo, yo viví el año y medio con mi hijo enfermo!
Entonces cuando el hijo se sentía mal, yo sabía, cuando tenía un problemita, yo sabía. Lo que
fuera lo sabía ¡yo viví con él, lo vivimos! y yo vi al niño mal, lo vi muy mal, no como las otras
veces, lo vi mal y eso fue como te digo, el día domingo y hablo con el doctor y le digo “Llévelo a
la UCI -ah le digo- el niño necesita urgente la UCI”. Me dijo “No -me dijo- se le está dando –
mira, tal cual- se le está dando la misma atención que se le podría dar en la UCI”, me dijo el
médico a mí, a mí ¿cachai? a mí que yo vivo, que yo vivía en ese hospital poh, en serio. Me lo
dice, bueno me dice eso y le dije “Ya -garabatos entre medio- eh cómo se le ocurre, no va a
haber una diferencia de lactante, intermedio, UCI ¿no hay diferencia? Hay una gran diferencia
poh hombre, el niño necesita UCI”. Fue tanto, puede sonar feo, mandé a la cresta al médico,
mandé a la cresta, eso fue el día domingo, hablo con Claudia y me dice “Por favor, cálmate”,
“No poh -la luchaba- no”, “Yo trabajo aquí”, “Me importa un carajo”, conversamos, le dije “Dame
el teléfono del director”, en ese momento, no me acuerdo, y me dijo “No hables tú con él, yo voy
a hablar, yo hablo con él”. Y lo llama poh “Hola”, “Hola” y se conocen y todo y le cuenta, el tipo
llama de vuelta, pescan al niño y lo llevan a la UCI…no había cupo en la UCI po, no había cupo
en la UCI, supuestamente ¿cachai o no? O sea, qué pasaba: que vieron al niño, este médico
que te digo yo que peleé, lo vio y tiene que haber dicho “Pa qué lo vamos a subir si el niño, este
niño no tenía vuelta” como mueren muchos niños ahí, muchos bebés mueren ahí ¡y porque no
poh!. “Y vos qué te creís huevón, soy Dios huevón, vos decidís quién vive o no vive”. Fue muy
fuerte, muy feo, no llegué a extremos, porque no soy extremista en ese sentido, en ese
momento la impotencia de no poder hacer nada, puteé un poco no más, y lo subieron a la
UCI…mmm. Y está en la UCI, el día domingo, el niño grave, enchufado entero, con todas las
cositas de la UCI, respirador, etc. y me dice la Claudia “Negro, el bebé se nos va”. No (se
emociona), eso fue en la tarde, en la noche y el día lunes, claro, el día domingo en la noche, yo
fui a la UCI a ver al bebé y sale una doctora y me dice “Es que a esta hora no lo puedo dejar
pasar”, “Es que está en la UCI, necesito verlo”. Una de la mañana, y volví, volví, llamé a unas
amigas, qué sé yo, y me dieron el pase, pude pasar a verlo, estuve con él y yo le tomo la
manito, ya, le tomo la manito y él hace así y mira, nada más poh, pero cachai, como que fue un
momento bien, una despedida. Y el día lunes como a las 1, 1 y media, claro nos llaman por
teléfono que el niño estaba mal. No, temprano, un poco antes de la 1, mucho antes de la 1 y el
niño estaba mal y partimos, partimos a verlo y…hacen pasar a la Claudia, me hacen pasar a mí,
174
a los dos, estábamos ahí con el, el niño no tenía vuelta, o sea duró, si lo hubiesen pasado el día
sábado cuando yo pedí eso, es muy probable que el chico lo hubiesen ayudado un poco, muy
probable. Yo lo vi como negligencia, en ese momento, entonces lo vi así, o sea hablando bien
honesto, sí, fue este desgraciado. Fue este doctor que se cree Dios, porque él se cree Dios, se
cree, huevón se cree así, es poderoso ahí, entonces él decidía esto, decidía esto otro. Está
bien, está cumpliendo su función, está bien, pero cuando, a lo mejor tú lo puedes, yo no sé, yo
ahora lo veo así con todos, antes no poh, era mío no más, lo mío ¿no es cierto? Como que no
te llegaba mucho, pero bueno dije yo, pero me tocó a mi po, lo vi, lo viví, el no poder hacer algo,
ver, ver y no poder hacerlo, no poder pescarlo, caminar y llegar a la UCI, no poder hacer eso,
tenía que ser con un papel, con una orden de este pelotudo. Y ya, pasado el tema y mi hija me
dice, mi señora me dice “Eh…lo voy a desconectar”, lo desconectaron, a todo esto, no lo
habíamos bautizado y ese mismo día llegó un curita con una amiga de la Claudia, una colega y
se bautizó, el compadre tiene todo antes de morir. Se bautizó al niño, eh mi señora desconecta
al bebé y se fue, se fue de a poquito, eh, mmm lo tomamos, le sacan todas las cosas, qué sé yo
y yo tomo a mi bebé y me lo llamo, me lo llevo, lo llevamos a, ah increíble pero, lo, estas
famosas camillas, “No -dije yo- me lo llevo yo” y me lo llevé. Íbamos en el ascensor, llegamos
abajo, una ambulancia, estaba mi hermano y yo le digo, hasta ahí todavía, oh, bueno aparte de
haberla llorado toda, pero ahí, ya ahí estaba como…estaba muy bien, tomo al bebé, se lo paso
a mi hermano, le digo “Por favor, acompaña a Claudia” y…sale la ambulancia, a la morgue y yo
parto, tomo el auto y parto a comprarle el ataúd, a hacer los trámites y llamo, entre tanto hice
una llamada…Ah, voy a hacer un alto. Yo ese día, ese día, sábado, domingo…no me acuerdo si
fue el sábado o domingo, tuve un, al mediodía fui con mi señora, a dar una vuelta, saliendo de
ahí, del hospital y en vez de venirme para acá, seguí de largo, tomé Portales, avenida Portales
y llego al Parque Cordillera, un cementerio. Llegué a las oficinas y compré una tumba…a futuro,
sale más económico comprarlo a futuro…y yo le dije “Ya, adónde te firmo”, “Tiene que llevarse
unos papeles”, “Ya, no te preocupes, llévamelos después. Ahí está mi teléfono, mi dirección,
todo. ¿Dónde te firmo?” y firmé, le pasé una plata al tipo de la oficina y compré la tumba poh.
No me traje ni papel, ni nada, me traje una tarjeta del tipo que me vendió el asunto y…mi
señora, volviendo al cuento, yo llamo al tipo, pesco la tarjeta “Ah -me dice- disculpe que no haya
ido para allá”, “No te preocupes, pero necesito un favor tuyo. Necesito los servicios tuyos. Voy a
ocupar la tumba”, “¿Ya?” me dice, “Sí, no a futuro, ahora ya”, “Ni un problema -me dijo- yo me
encargo de todo. Vaya a la funeraria tanto. Trabajamos con esa funeraria. Vaya a esa funeraria
y ahí puede comprar los, el asunto, los servicios y yo los conozco”, fantástico, yo qué funeraria y
él me da el dato y parto “Funerarias tanto” en Vicuña Mackenna. Parto pa allá y empiezo a mirar
y vitrinear cajones y empiezo a mirar, mirar y me dicen “Más o menos –me dijo- de qué porte” y
yo miraba (hace gestos de tamaño con las manos)…no sé poh… ¡Llevé 2! “Déme ésa y ésa,
alguna de las 2 va a servir”. Partimos. A tal hora, ellos estaban acá. Me dio una hora “A tal hora,
estamos nosotros”, “Listo… ¿eso es todo?”, me fui. ¿Sabí dónde me fui? A buscar a mi señora.
Me encuentro con ella, y había que ir a pedir el certificado de defunción, le pedí a otra persona
que lo hiciera el certificado de defunción y yo parto al, al Cederi. Cederi se llama el Josefa
Martínez donde estaba mi hijo. Parto ahí y eh, a buscar sus cosas (sonríe) a buscar sus cosas.
Lo que más me importaba era un par de zapatitos que tenía ahí, se le habían quedado y el resto
no se retiró casi nada, se retiró los zapatitos, eh…y a dar la noticia que el niño había fallecido.
Mmm, eso fue frente al mall, retiro los zapatos, cruzo al mall a comprarle un traje al chico pa
vestirlo y… ¡Esas cosas son fuertes, esas cosas son fuertes! Porque tú vas a comprarle ropa a
tus sobrinos y te preguntas si le quedará bien esto o no y…lo mismo la vendedora, era un amor
y… “¡Pero mire éste, éste le va a durar!”, ¡Le va a durar! No se hace comentario alguno, se
compra, lo compramos. Le dije “No, llevo esto”. Compramos, lo llevamos y partimos a vestirlo…
partimos a vestirlo, a amononarlo, porque no puede salir nada sin sellar, nada sale de…y ahí
estuvimos mi hermano…mi hermano Pato, mi señora y yo, los 3 y ahí lo trajimos para acá. Lo
velamos acá, lo dejo acá, organizo el cuento acá, empezaron a llegar familiares de Curicó,
familiares de Claudia, llegan los familiares de Curicó, a todo esto eran las 4 de la tarde, la 5 de
175
la tarde, menos y acá era el tema. Eso fue el día…lunes, el día lunes yo tomo un vehículo, otro
vehículo. Andaba con problemas de motor de partida. Partí, lo llevé a arreglar y le explico al tipo
“Sabes qué, me pasó tal cosa y lo voy a ocupar”, “Ya –me dijo- te lo veo al tiro, al tiro, al tiro”.
De ahí partí, vine para acá, salgo en el otro vehículo y…viendo todo, parto y voy al mall y me
compro un traje ¡Me compro un traje! Lo traje, lo veo y pido que me hagan la bastilla. Y hasta
ahí todo bien poh, organizado total. Y ahí, al otro día, los funerales eran como las 5 de la
tarde…y ahí yo me dí cuenta de que aparecieron 2 personajes, 2 personajes, uno de ellos
falleció, era una señora y el otro personaje, todavía está vivo y es el mejor amigo que tengo,
amigo, que conversamos, apareció esa vez y él es una persona que vive cerca de acá y ése fue
el único, el único, la única persona que fue de aquí y nunca lo había hablado y hasta ahora
somos súper amigos y el día, como te digo, el día del funeral, fue varia gente, aquí llegaba
grupo, salía otro grupo…vino todo el hospital por lógica y hasta ahí, bien…entero…entero…
E21: Y después…
Párr. 21: El día del funeral…entero…y…pasa, pasa el día, típico que te vienes para acá y
vienen unos familiares más, porque había harta gente y…ahí todo bien, conversamos harto,
harto. Yo creo que yo me vine, me vine a quebrar el otro día, a las 8 de la mañana, yo estaba
en el cementerio con mi papá. Él me acompañó…y…la tontera ah…y llegamos justo cuando
estaban los trabajadores, le estaban sacando las flores de encima, llegamos justo y ahí
participé, eh…tomé la pala y eché tierra y…mi papá también hizo lo mismo y eso fue, creo, lo
más fuerte…no sé, eso fue como (silencio) de todas las cosas que te he contado, ésa fue la
más, la más, la más, la que reflejó todo, todo, todo, el año y medio o los 2 años de vivencia,
digamos, con problemas…ahí me desahogué…me desahogué harto. Fue con mi viejo, con mi
viejo, que yo no me llevaba pa ná con mi viejo. Entonces, ahí tuve una experiencia, que fue la
unión de mi papá, fue…que no lo veía muchos años, muchos años que no veía a mi viejo, y
haber vivido eso, nooo…fue fuerte…eso fue un día sábado, creo, en la mañana…¡La tontera!
Sentir, digamos, o contar, que tiraste un poco de tierra a la tumba de tu hijo, que tiraste un poco
de tierra… ¡es fuerte! ¿Me entendí? En el sentido de que siempre uno espera de que…morir
uno poh ¿cachaí? Y estar rodeado de familiares, estar rodeado de familiares y de tus hijos y tú
estar ahí dentro poh, no yo a mi hijo, todo lo contrario, fuerte, entonces ahí yo creo que fue el
reventón de todo…de ahí, bueno ¡pa adelante! Y tratar de luchar y de salir de todas las cosas
que quedaron poh, de todo el asunto. Mi señora, con problemas, con psicólogo, psiquiatra. Yo
me puse a trabajar, empecé…esto es loco…el primer año, a sentirme muy rebelde, muy…
empecé a, a ver tuve una, un par de meses, de no querer nada con la vida, de…dentro de
preocuparte de las…de todas las cosas que quedaron, todos los problemas que quedaron, eh,
preocuparte de eso y a la vez, crear más cosas, crear más problemas, porque ¡yo ahora me doy
cuenta de eso! De lo que estaba pasando, porque en ese momento yo creía que estaba bien y
lo hacía y te digo…yo en una oportunidad, partí…después de 1 mes o 1 mes y algo que había
pasado todo, yo parto en el vehículo hacia…yo salí, salí no más. Salí y voy por carretera, al
norte, hacia el norte, paso el peaje, un peaje en Lampa y paso eso, y sigo pa allá y puteaba y
puteaba “Dios, -le dije yo- no creo en ti. No creo en ti. Conchetumadre -y garabatos iban y
venían- si soi tan poderoso, ¡llévame poh, llévame” y te digo, la pata hasta el fondo, hasta el
fondo, del auto y lloraba…esa fue una de las tonteras que hice…eh…de repente paré poh…
¿qué lata, ah?
E22: Y con el tiempo ¿qué pasó con ese sentimiento? se calma, sigue igual
Párr. 22: Eh…no, sigue mejor…
176
se las he contado a personas y les he dicho “Es normal…si te va pasar…¡te van a pasar cosas!
porque a mí me pasaron, lo cuento como experiencia”. Y…este tema que te digo yo, debería
haberme matado, esa vez, haber chocado o mil cosas, mil cosas, bueno, era pa eso, era pa
eso…
E25: Don Luis ¿qué significa para usted un hijo, a la luz de todo esto?
Párr. 25: ¿Qué significa? Vida, un hijo…vida, amor, eso.
E26: ¿Y Cristóbal?
Párr. 26: Lo mismo…lo mismo. Porque todavía está. No lo veís acá, pero está. Yo sé que lo
tengo.
177
E27: ¿Cómo es la relación que mantiene usted con él?
Párr. 27: Mmm, no sé, está conmigo. No lo veo, pero está. Tengo el hijo grande y tampoco lo
veo, tampoco está conmigo, pero está. Bueno, al hijo grande lo puedo llamar y me va a
contestar, pero el Cristóbal todavía está, lo voy a ver…paso a verlo en la semana unas 2 ó 3
veces. Las veces que paso, voy pa allá. Las veces que puedo voy para allá. Hoy día voy pa allá.
Le llevo su remolino. A veces llego, lo miro, le pongo el remolino y chao, me voy. A veces, estoy
un rato ahí, tengo más tiempo, me siento un rato, estoy con él. Eso. Pero sí, él siempre está
presente. O sea, él no se llamaba. Se llama Cristóbal. Se llama Cristóbal y es mi hijo. Siempre
está “¿Cuántos hijos tienes?” “Tengo tantos hijos”. Está. Ahora, no a todo el mundo le dices tú
que no lo tienes. No a todo el mundo le cuentas que se murió un hijo. Eh, cuándo lo haces,
cuando yo escucho a una persona que está sufriendo porque pasó un momento similar “No te
puedo creer”, “Sí”, “A mí también me pasó eso” y ahí, hay una relación. Pero antes, no. Ahora,
si alguien te pregunta así como muy puntual “Es verdad que se te murió…”, ahí, lógico, lo dices,
pero como que contarlo…no es que no quiera, no. Da lo mismo contarlo o no contarlo, o a quién
se lo vas a contar. Yo creo que está ahí, a quién, con quien puedes hablar. Yo creo que eso es
el tema: con quien puedes hablar. Eh…no sé poh, si no sabes otro idioma, vas a hablar hasta
mejor, con quien habla el mismo idioma tuyo. Ese es el tema. Yo creo que eso es…
E29: ¿Y cómo evalúa la experiencia de haber participado, de haber llegado a este grupo?
Párr. 29: Eso me ayudó harto. Renacer me ayudó harto. Me ayudó harto, eh…te digo me ayudó
ah…yo creo que eso, Renacer fue, son los culpables de que sigamos juntos nosotros, como
pareja, creo. Creo porque, hay gente, que le sucede lo mismo, te entienden y lo que me pasó a
mí, le ha pasado a otras personas. Lo que me pasó a mí, le ha pasado a otras personas. Hay
algunos que la han sufrido más, otros menos. Menos en el sentido de…yo he sufrido menos,
que una persona ahí, que se le ahorcaron 2 hijos…yo sufrí menos que eso, creo ¿te das
cuenta? Creo que sufrido menos, porque imagínate un hijo se te ahorca… ¡uy, qué penca, se
fue, murió! Y enterarse ¡chuta del otro hijo, huevón! ¡Oh! …lo otro, lo otro que siempre comento
y se lo sigo a Claudia que a mi hija le pase algo, yo creo que sería, no sé, o sea…no, yo ahí sí
que creo, creo que puedo, puedo reaccionar muy mal. Es como: ¡no! Lo que pasó con Cristóbal,
bien, bien porque…estaba enfermo. Porque tenía como la lógica de que podía pasar eso
¿cachaí o no? Los pasos a seguir…los resultados, estaba dentro de los resultados: o quedaba
bien, o moría. O el día de mañana le pasaba algo y moría. O sea era, era latente. Pero mi hija,
al lolo que se fue recién, tú lo miras, bien todo, bien. No se te pasa por la cabeza que se te vaya
a morir, que te llamen por teléfono y te digan “Lo atropellaron, lo mataron…”, porque es, es vida,
es así, estamos viviendo así y le puede pasar eso. Se suelta el pájaro, paso pa allá y lo piso,
estaba vivo, recién estaba cantando, bueno lo maté. No podí ver el…ahora eso sí que yo me
sentiría mal de perder a un hijo, de una forma, así como ahora, que están todos bien. Yo creo
que, no sé. Yo estaría mal…no sé, no lo tomaría bien. No lo tomaría así como me siento ahora.
El haber perdido a un hijo. Yo creo que no, me mato, no pensaría en el resto de gente que
queda. Yo pensaba, con Renacer aprendí a ver a mis hijos también, que me quedaban. Con
Renacer aprendí a…con… dentro de las conversaciones que tuvimos, yo creo que las primeras,
empecé a decir “Chuta, tiene razón”, cuando escuchaba yo a otra gente. Cuando escuché yo a
otra persona. Cuando escuché a esa señora que se le ahorcaron los hijos. Cuando escuché a
una persona que lleva muchos años, muuuchos años y no cree en Dios y hablaba y hablaba
enojado, y seguía hablando enojado y sigue puteando. Lleva muchos años. Ese personaje, me
llamaba la atención y me llama mucho la atención. O sea, bueno, ahora hace meses que no lo
veo, que no ha ido. La señora tampoco ha aparecido, pero…eso me llamaba la atención.
178
E30: ¿Qué le llama la atención de él?
Párr. 30: Que pase tanto tiempo y no se pueda reconciliar con…con…consigo mismo y esa es
una rabia. Esa rabia, esa rabia no la siente otra persona, no es culpa de…del exterior, es un
acto de uno. Uno siente eso. La pena uno la siente. Entonces uno tiene que tratar de sanarse,
de ver, este caballero, un tratamiento, no sé ¿no es cierto? Creo yo…porque, no sé, a mí se me
murió un hijo y bien, puedo…o sea ahora, puedo…recordarlo es fome. Muchas veces, los
momentos…es fome, como hace un rato atrás, eh…te quebrai poh, pero no, aprendís a vivirlo,
a tomarlo. Y como, no sé poh no tiene nombre, cuando se te muere un hijo, no tiene nombre.
Cuando se muere un padre, quedaste huacho. Cuando te separaste, eres separada. Cuando se
te murió tu marido, eres viuda. Cuando se te muere un hijo ¿cómo se puede decir? Huacho,
huacho de hijo (sonríe), no tiene nombre ¿te das cuenta? No, no hay, no hay un sentido de eso,
no hay…
179
Yo creo eso y todo el mundo piensa así, entonces ese día con el niñito yo dije “¡Chuta!”, no me
controlé, así, ahora no, pasó, ahora, pero la disculpa “No, no pasa nada”, menos mal que pasó
piola, porque un carterazo no la hace nada mal…pero pasó bien y eso como te digo, se puede
repetir y yo veo eso…
E34: ¿Y qué le ha pasado hoy día con que lo hayamos traído a esta conversación, que
haya recordado algunas cosas, qué le ha parecido todo esto?
Párr. 34: Eh…esto, de haberlo recordado, yo lo hago. Lo hago, en forma constante, no es que
ahora con ustedes. Eh, claro, salieron algunas cosas nuevas aquí, pero tengo la vida….(no se
entiende) hace muchos años, mucho tiempo. Pero bien, bien, hay cosas que bien. No sé, como
que te llenan un poquito más también, te enseñan, no sé, estas cositas, te alimentan un poco
también. A mí por lo menos, me pasa eso.
E35: Estamos muy agradecidas por su tiempo, porque sabemos que tiene que hacer y
por su capacidad para contactarse con nosotras en este minuto. Se lo agradecemos muy
profundamente.
180
Párr. 35: De nada. De nada.
Protocolo 3
27 de Junio, 2008
181
Entrevistador 1: Un poco pedirle que nos contara acerca de su experiencia de
maternidad, cómo ha sido esto de ser madre para usted.
Párrafo 1: Bueno, cuando nació Tomás, bueno cuando me dijeron que iba a nacer Tomás, yo
igual tuve mucho susto porque era la primera vez, primera vez que iba a ser mamá, eh…me dio
pena acordarme, sé que me tengo que acordar y me da pena, pero bueno, esta pena es mía…
mmm, como muy emocionada y muy asustada porque iba a ser mamá. Me sorprendí cuando el
doctor me dijo que iba a ser mamá, porque sentí que era una responsabilidad muy grande, pero
bien, había que, yo creo que todas las mamás se sorprenden cuando a una mujer le dicen que
va a ser mamá por primera vez, siendo que yo no era una lola en ningún caso, pero igual me
sorprendí. Fue un embarazo muy bonito, pero los primeros meses yo siempre me siento muy
mal, muy desagradada hasta el tercer, cuarto mes y en el octavo, séptimo mes en los tres
embarazos a mí me ha dado colestasia. Es una sensación que da, parece un problema en el
hígado que da, me da mucha picazón en todo el cuerpo y la palma de las manos y de los pies.
Con Tomás obviamente como fue el primero, hubo que tener los cuidados y estuve dos meses
en cama para que él naciera obviamente sin problemas. Embarazada viajamos con Iván, fuimos
a Europa cuando el médico me dio el pase y yo creo que eso fue una experiencia maravillosa
haberla hecho así también embarazada porque no sé po, arma todo el cuento, cuando uno mira
hacia atrás dice “Bueno, por algo fue así”, sobre todo cuando uno ha vivido esto que ponte tú, tu
hijo se va. Eh ¿les hablo solamente del nacimiento, del embarazo del periodo de Tomás o de
mis tres hijos?
182
tenía una persona que me ayudaba, pero yo quería trabajar, yo quería buscar una buena
oportunidad de trabajo y eso yo encuentro que, bueno fue el proceso que tuve que vivir ¿me
entiendes? Es decir, como, como con un poco de lata de que no me resultaba esa parte de
trabajo, pero yo feliz siendo mamá, igual bien. Pero era una parte, como una frustración que yo
tenía, eh…y después al tiempo, obviamente trabajé cuando Tomás tenía como tres años ya
empecé, ya me salió trabajo, empecé a trabajar en la parte de calidad y después salió este
trabajo que ya estoy, pero también con poco tiempo así como no todo, media jornada. Mis otros
embarazos igual fueron, bueno el embarazo de Vicente llegó, yo creo que se van dando los
espacios para que nazca el segundo hijo y así sucesivamente. Pero básicamente, yo creo que
Tomás armó un poco el espacio para la llegada de Vicente y se llama Vicente porque él me dijo
que quería que se llamara Vicente, obviamente yo sin saber que Tomás iba a partir, estábamos
en la etapa de buscarle el nombre. Entonces, uno típico que le pregunta cómo te gustaría que
se llamara su hermano y él dijo que se llamara Vicente Antonio y así se llama: Vicente Antonio.
Eh, fue un embarazo bien hasta obviamente que partió Tomás y, pero en general mis
embarazos fueron todos similares. Pero sí el de Vicente fue con mucha pena, como te digo,
porque yo estaba embarazada cuando falleció Tomás, tenía 5 meses de embarazo. Y la llegada
de la Javiera también siento que es un poco parte de un regalo de Tomás, porque yo dije
“Pucha, se fue Tomás, está Vicente y Vicente va a ser siempre la sombra de Tomás para todo
el mundo y yo necesito quebrar ese esquema” y quedé embarazada de la Javiera, al tiempo
porque tienen una diferencia de un año tres meses, no es que yo lo haya planificado así pero,
no. Simplemente no me estaba cuidando y quedé embarazada y pa’ mí siento que los dos son
una, un regalo de Tomás. Es decir, son una, una…una explicación… de decirme que él donde
está, está bien, es un símbolo en realidad para mí…
E4: Y con el embarazo de Tomás como qué expectativas habían asociadas, usted quería
que fuera niño, quería que fuera niña…
Párr. 4: No, no hubo “¡Ay, que rico era hombre!” fantástico que haya sido un hombre, pero no,
en ningún momento, yo creo que si me dicen que era niñita, hubiésemos estado felices porque
en ningún caso habíamos pensado en algún sexo sino que, típico como papá buscándole
nombre que nos costó harto. Nosotros con Iván somos súper buenos pa’ buscar, así como eh,
eh es decir, nos cuesta tomar las decisiones así que nos dimos vuelta pa’ buscarle el nombre
apropiado y siento que Tomás era un nombre como que le calzó justo a él, Tomás Emilio. Eh…
en realidad fue maravilloso. Tomás era un niño muy… era tranquilo, inteligente, observador, era
un niño realmente muy especial y con el pasar del tiempo uno se da cuenta de, porqué era tan
especial no más. Pero era un niño realmente muy maravilloso, muy habiloso, como muy
inteligente, muy, percibía cosas que nosotros no… no… nos dábamos cuenta. Pero, yo no soy
de las mamás que les gusta andar “Uy, mi hijo esto, mi hijo esto otro”, hay personas que son
así, mostrando a sus hijos porque son maravillosos. Nosotros no sabíamos que teníamos un
hijo como muy especial y yo en realidad en el fondo siempre a la única que le decía era a mi
mamá “A mí me da un poco de susto que Tomás sea tan eh, como habiloso, que la gente
siempre me diga ¡Qué ojos tan maravillosos tiene, qué exquisito!”, siempre como muy,
alabándolo mucho y era una sensación que yo tenía que me daba como un poco de susto que
fuera como tan ideal él…
E6: Y un poco antes de ser mamá, cómo que ideas tenía usted con la maternidad, se
había imaginado como mamá…
Párr. 6: No, yo creo que, mi hermana, yo vengo de una familia de 4 hermanos, 3 mujeres, yo
soy la número 3, mi hermana de al medio había sido mamá. Y pa’ todos era súper regalón,
Rodriguito nuestro primer sobrino, pucha súper apegado a nosotros, un niño exquisito, entonces
183
yo como que no busq, le decía “No, si Rodriguito es como mi hijo”, pero en realidad nunca va…
es tu hijo. No es lo mismo de tener tu hijo a tener tu sobrino, son cosas totalmente distintas.
Pero no, es que no, yo nunca me había imaginado como mamá ni nada, yo creo que las cosas
se van dando, la naturaleza es tan sabia que tú vas aprendiendo, porque a uno nadie le enseñó
a ser mamá, nadie le enseñó a ser papá. Nadie le enseña nada, nadie le enseña cómo va a
nacer un hijo y cuando se muera tampoco nadie te enseña a cómo hacerlo, cómo actuar ante
este tipo de acontecimientos, ni en la llegada ni en la partida, cuando más necesitas ayuda. Y
yo siento que igual lo hice bien, pero si me, no es que me culpe, se me dieron las cosas así
de… de… de vivir un periodo así como, no es que yo viviera todo el día bajoneada, sino ¡qué
lata que no estaba tan contenta!, no era plena porque me faltaba el hecho de, de mi parte de
desarrollo profesional, que en realidad es como tan, no es trascendental ¿me entiendes? Pa’ lo
que realmente era haber convivido con mi hijo: toma en cuenta que lo disfruté a concho los 3
años 10 meses que estuvo con nosotros. Yo estuve con él…gran parte del tiempo. Yo veo en
realidad ahora cuando uno trabaja todo el día, uno no está con sus hijos, está del día ¿3 horas?
Y eso, es lo que está. Pero de que lo disfrutamos a concho, lo disfrutamos. Pap-Iván como papá
es un 7, él lo disfrutó pero pleno y, y, y era mi susto cuando vio a Tomás y que cuando llegue
Vicente ¿qué va a pasar? No sé po, esas cosas que se te pasan por la mente, o sea cómo va a
reaccionar Iván. Pero nooo, son cosas distintas. Igual yo asustada de cómo yo iba a actuar ante
otro hijo, sabiendo que el otro no estaba, pero los espacios igual se crean, quieras o no. Todo
hijo tiene su espacio…
E9: Un poco en relación a eso ¿qué es lo que significa un hijo para ti?
Párr. 9: ¿Qué significa?... es parte de uno, yo siento que con la partida del Tomás una parte
mía… es una… yo siento que son parte de… si bien es parte de uno, pero a la vez tienen
suuu…. Son independientes en su evolución y desarrollo, de tan chiquititos tienen su gustos y
su decisión, toman sus decisiones propias, ya tienen 5 años y ellos quieren hacer lo que ellos
quieren, es decir y ese nexo no se acaba nunca, el ser madre-padres e hijos, no se termina ni
con la muerte.
E10: ¿Y cómo sigue ese nexo ahora con Tomás, por ejemplo?
184
Párr. 10: Cómo sigue ese nexo, porque el amor está siempre, yo no lo puedo… eso no se
elimina y yo creo… que él partió a un lugar eh…. de otra dimensión, sea el lugar que sea…
seamos cristianos o no… yo siento que él está ahí en otro lugar evolucionando, no tengo
explicación para su partida, no la tengo, no la voy a tener nunca, pero siempre está, yo lo sien,
no es que lo sienta físicamente, pero yo siento… que tampoco no me he separado de él. Siento
que el primer periodo es frustrante porque no hay, no está el contacto físico, no está el verlo.
Los seres humanos somos, siempre digo, somos animales de costumbre y nos tenemos que
acostumbrar a vivir aunque sea a golpes de otra manera. Pero yo siento que mi hijo vive en
algún lugar. Está. Que no lo podamos ver, que no lo podamos sentir y yo siento que gracias, de
una u otra forma a la energía que me puede llegar el, estoy… he evolucionado casi estos 7
años y hemos tratado de sacar adelante la familia, la familia somos los 5.
E11: Y evolucionando cómo, cambios dice usted después de lo que pasó con Tomás…
Párr. 11: Evolucionando no, es que no es una evolución, pa’ mí es un corte de vida radical.
Siempre hay un antes y un después, es decir, mi vida está antes de haber partido Tomás y
después, porque todo se trastoca. Es como que uno, como que cayó una bomba en tu casa,
como que todo explotó y hay que recoger todos los pedazos que quedaron y armar. Y ese
armar ya no es exacto, ese armar quedó una parte trunca para nosotros y de a poco nos fuimos
acomodando a esto y yo creo que todavía seguimos en ese proceso de acomodarnos, porque
no han sido periodos fáciles. Igual yo siento que nos han ayudado mucho los niños, quieran o
no, porque siempre a mí me preguntan cuando “Oh, tienes dos niños y tan seguidos ¿cómo lo
hiciste, cómo lo haces?” porque en realidad con dos niños chicos tú te vuelves loca más o
menos. Y en realidad, nosotros con Iván nos miramos y nosotros, pa’ nosotros no fue para nada
complicado. Es decir, o sería que nosotros estábamos tan ensimismados en nuestra pena,
porque igual nosotros tuvimos un periodo como de mucha de, abstraernos de todo nuestro
entorno, en el fondo. De cuidarnos nosotros mismos, porque uno queda como muy frágil, muy
débil ante todo, ante tu propia familia, quedas muy débil. A veces con unas palabras que te
dicen tú, te da como, sin querer te hacen daño. Eh y la llegada de los niños también nos hizo,
obviamente estar muy (no se entiende) porque teníamos dos guaguas a cargo. Si bien
teníamos ayuda pero igual, estábamos con, es harta la responsabilidad y eso nos ayudó a
como, estar como muy preocupados de ellos, sin perder el horizonte de la partida de Tomás,
porque es con mucha pena también, es acostumbrarnos a su ausencia, todo esto es (no se
entiende). Pero a la vez eh, los niños nos han llenado tanto y…en realidad eso yo creo un poco
lo que nos ha sacado un poco de esta pena tan grande que siempre está, que siempre está. De
que uno siempre la tiene como más adentro con el pasar de los años, pero cuando uno vuelve,
aquí me ven, yo me veo en la calle como una persona normal, soy normal ante los ojos, pero no
soy normal, soy una persona anormal, igual estoy mutilada, no me ven mutilada. Hay una parte
de mi corazón como que ya (no se entiende 20:00), pero uno es capaz de sobrellevar esto, yo
no sé como uno es capaz de todo. Cuando te dicen yo no podría, yo me muero si me muere un
hijo, eso me lo dijo una vecina de mi mamá que ella había perdido un hijo, cuando al segundo
día que había partido Tomás, me lo dijo “Te lo van a decir muchas veces y te tienes que
fortalecer Claudia” y hay gente que dice “Yo me moriría si me pasa…” Qué estupidez…si no
sabe…
E12: Es como muy fuerte escuchar ese tipo de frases en el primer momento me
imagino…
Párr. 12: Sí, sí, pero después uno se acostumbra, se acostumbra, pero uno queda sensible
porque te dicen “Pucha, tu hijo era un angelito”. Yo no quería que mi hijo fuera angelito, eh no
sé, porque nadie está en tus zapatos. Uno recién va a entender al otro cuando uno esté
realmente puesto en esos zapatos. La gente te habla “Pucha qué pena, cuando se me murió
una tía, cuando se me murió un abuelita, cuando se murió mi papá”…deben ser penas
tremendas, pero no es lo mismo, no es lo mismo que se te muera la abuelita, que se te muera el
185
papá, que se te muera la hermana a que se te muera el hijo. Yo no estoy diciendo que una cosa
sea más o menos, no. Son cosas distintas que también hay que saber diferenciar cuando uno
vive estas penas tan grandes, hay personas que se quedan como muy apenadas, como, como,
siento que, yo siempre trato de luchar contra eso, siempre, de no convertirme en una vieja
amargada que porque perdió a su hijo y mira como está, vieja, fea y que en el fondo Tomás sea
como el culpable de eso, no. No, no, no lo quise nunca yo, eh, ¡porque no!, no convertirme yo
en que me tengan lástima de mí, ¿me entiendes?, son cosas que no sé porqué la vida las tiene,
no sé porqué las tiene para, no tengo una explicación para eso. Me encantaría que alguien me
dijera, pero sí tengo la esperanza que mi hijo donde está, está bien, que se está evolucionando,
que se está desarrollando, que quizás luego me pueda encontrar con él, de otra forma. Eso
espero no más. Pero que se puede sobrellevar, sí, pero sí cuesta mucho porque todo es cíclico,
uno está bien, en los periodos, quieras o no quieras en los periodos en los que sé que es la
fecha en que partió o cuando está de cumpleaños, se hacen difíciles. Igual uno vuelve a
acordarse de todo, de lo que viviste antes, de lo que viviste después, eso… no es fácil.
186
estamos conversando, nos entendemos porque hablamos como el mismo vocabulario. Uno
llega a la conclusión, bueno hay mamás que mueren niños, que llegan, que mueren niños
chiquititos, que mueren lolos, un poquito menos que lolos, de 25 años, pero en general la pena
es la misma y la causa de muerte es, son mil causas de muerte distintas, suicidios o… o muerte
por enfermedad o por accidente, pero al final es, es lo mismo, porque en el fondo, tu hijo murió.
Ya la causa que haya sido, que si hay muertes más complicadas cuando hay una tercera
persona involucrada ya ahí se produce, ya hay otro cuento, un poquito más enrollado ahí,
pero… cuando hay cosas judiciales todo eso, ya ahí se mete, ya es otra cosa que solucionar.
Pero mirándolo ya así fríamente, la cosa al final es la misma. Pero en primera instancia todos
llegábamos así como, uno siempre buscando la causa, de, en qué fallé, qué es lo que no
hicimos, qué hicimos. Entonces al principio y en el primer año, segundo año, uno se queda en
ese cuestionamiento porque me imagino que ustedes, lo poco que han leído, se han ido dando
cuenta, dicen que hay etapas del duelo: la primera etapa es la negación, la segunda etapa no
sé, pero es todo un proceso cíclico y de repente tú puedes estar casi como en la última etapa y
vuelves a la primera. Yo siento que sí, es todo, para mí es un proceso cíclico, pero no hay, no
hay una estructura de decir “Mira, pucha qué lata”, yo dándole consejos a lo mejor a otra
persona, que ha pasado, que esté pasando lo mismo que yo; “Mira, pero tú en tres años vas a
estar mejor, pero en tres años, no antes, no pidas estar bien”. Y eso en realidad siempre lo
hemos cuestionado nosotros con Iván, porque no hay tiempo. No hay si bien es cierto sí
encontramos, yo por lo menos encuentro que esto es un periodo de altos y bajos, sobre todo en
la primera etapa eh… uno puede como eh… como ir armándote de nuevo porque en el fondo
uno va armando la vida de nuevo; como que tú quieras o no quieras tú te tienes que meter en
este tren de la vida nuevamente, porque uno siente como que va en un tren y de repente se
descarriló el tren y tú te fuiste de ahí, pero si tú te quedas fuera no puedes, porque vives en una
sociedad que te hace, te obliga a que tienes que vivir en… en este cuento, pero ya tu vida no es
lo mismo; tú ya no la ves de la misma forma, tú ves de otra perspectiva. Y no te digo que yo soy
perfecta, sigo cometiendo los errores igual o peor como los hacía antes, pero tienes como, hay
una sensibilidad mayor a poder entender otras cosas más allá de y no te quedas pegada en
cosas como chicas, por lo menos eso…
187
E16: ¿Cómo fue llegar a Renacer?
Párr. 16: Nunca me olvido cuando llegamos a Renacer. Nosotros llegamos como cuando
teníamos como 2 semanas de que había partido Tomás. Nos dieron un número… “Llamen…
hemos sabido de esta fundación”. Eh…un amigo que nos dio mucho apoyo cuando murió
Tomás. Y yo llamaba, me acuerdo de haber hablado con Lorena, le expliqué y te citan a una
entrevista. Y estaba Silvita, es una de las personas que ahora la veo generalmente en las
reuniones de Renacer de Ñuñoa…y…bueno, al tiempo llegas, y cuentas con la pena viva… y
había como 3 ó 4 casos…porque no todos eran matrimonio. Pero cuando salimos, me acuerdo,
aquí en Pedro de Valdivia, que estaba antes en Pedro de Valdivia con Providencia, fue como…
íbamos caminando con Iván, caminando hacia el auto y los 2 nos miramos y fue como “Parece
que se puede…parece que se puede…vivir, en realidad”. Porque en el fondo ¡tú tienes una
pena como tan grande! Como que…te sientes como ahogada, que, como de repente tú, lo único
que quier…“Sí, parece que se puede”, te sientes como un poquito más aliviado, porque en un
principio uno está como muy ahogado con, con la pena. Si bien, nosotros seguíamos viviendo,
haciendo nuestra vida, entre comillas…pero…por eso te digo…nos ayudó…íbamos, partimos
yendo a Providencia y después nos dijeron “No, saben que en Ñuñoa hay matrimonios más
jóvenes. Vayan a Ñuñoa”. Y partimos, como al tercer o cuarto mes, parece que fue después de
que nació Vicente. Fuimos y empezamos a ir…íbamos a los 2, a Renacer a Providencia y
Ñuñoa. Bueno, al final bueno, nos quedamos en Ñuñoa, porque después nos cambiamos, nos
quedaba más cerca. Después ya, cuando los niños ya están más grandes, como que se te
complica más el panorama, porque cuando son guagüitas, los dejas no más, pero cuando ya
son más grandes, cuesta. Eh…y eso…en realidad fue positivo. Igual nos sirvió mucho el
acercarnos al padre José, que llegó como un milagro. Cuando partió Tomás, él fue el que
estuvo con nosotros y…también el, el hecho de ir y a lo mejor no conversábamos nada con el
padre, pero estaba el hecho de ir y ya nos sentíamos como…no sé si más cerca de Tomás,
más cerca de donde está, pero sentía como un alivio y así de a poco, fuimos como buscando
redes como de apoyo… (solloza) pero en realidad, siempre los 2 juntos. Siempre como los 2
juntos, en realidad…yo creo que eso, no sé, porque no todo el mundo vive un duelo en pareja…
E17: Algo de eso te quería preguntar, cómo era seguir viviendo, entre comillas, después
de la muerte de Tomás…
Párr. 17: ¿Juntos?
E18: Sí…
Párr. 18: Juntos, con Iván…a ver, mira, habían días que yo podía pasar llorando, pero…pero
siempre estaba ahí, y él igual. El hecho de también, me refugié mucho en la lectura. Él no era
muy bueno pa’ leer antes, pero en realidad, después de que falleció Tomás, los 2 nos, nos,
como que nos…yo estaba desocupada…porque no…pero igual empezamos a trabajar, como a
las 2 semanas, Iván me dijo “Ya, la próxima semana me pongo a trabajar”. Y yo dije “Yo
también. Yo no me puedo quedar aquí en la casa”. Porque me daba…pena quedarme. Yo no
podía quedarme sola en la casa. ¡No podía! No, no, no encontraba el sentido de quedarme sola.
Después cuando ya por obligación me tuve que quedar en la casa, me quedé con la nana, con
la Grimi, que fue mi gran apoyo cuando…porque ella cuidaba a Tomás. Ella después se quedó
a cuidándome a mí, en el fondo. Eh…a ver…y la pregunta que me hiciste, disculpa, era…
188
Cuestioné…me cuestioné yo, cuestioné a Marcos, que era el pediatra. Cuestioné todos los
pasos habidos y por haber que hice y dejé de hacer ese día. Eh…pero no…después llegamos a
la conclusión…porque Iván tampoco no estaba (interrupción telefónica) ¿en qué estábamos?
E20: Nos estabas contando un poco cómo había sido el periodo posterior a la muerte de
Tomás, que se había refugiado con el sacerdote, con Renacer…
Párr. 20: Fue mucha ayuda. Y después también, el preocuparnos de los niños. El estar a lo
mejor, ocupados. Bueno, yo después, embarazada me puse a trabajar en esta empresa que
trabajo ahora. Trabajaba, no sé, 2 ó 3 veces a la semana, entonces lo distribuía en las
mañanas…yo igual estoy como agradecida un poco de los, de la oficina, porque…de repente en
otros trabajos como que no te van a ent, no te entienden. En este trabajo, me dieron la
oportunidad, pero en ningún momento “Oye, pobrecita…”. No poh, y estoy trabajando. Y, y
como que eso también te va fortaleciendo un poco, porque al principio tú estás como, como…a
ver, como desnuda. Como que necesitas protegerte, como…porque hasta con las amistades,
porque algunas personas…como llegan amistades nuevas, como otras amistades como que se
van. No te puedo dar una explicación o el porqué. ¡Yo dejé de verme con amigas en este
periodo! Yo ya no me he visto con algunas amigas. Algunas relaciones cambiaron. No sé si
cambié yo o ellas cambiaron hacia mí ¿me entiendes? A lo mejor eran relaciones muy frágiles,
muy light, no sé, pero…
E21: ¿Y esto tiene que ver un poco con esto que decías tú, que la gente no sabe cómo
acercarse?
Párr. 21: Como acercarse, también creo yo que influye mucho. Uno no sabe cómo acercarse,
punto uno. Punto dos, eh…uno también está muy, muy frágil, ante cualquier cosa que te
puedan decir y puede que algo me haya parecido mal y uno dice “¡Ya!” y no sé, a lo mejor uno
pone una barrera. Hay otras personas que llegan, no porque…que llegan, nuevas y no porque
hayan vivido exactamente lo mismo que yo, pero tienen una sensibilidad mayor. Porque no
necesita uno que te estén diciendo “¡Pobrecita!”. Sino que a veces con tocarte, te dicen “¿Cómo
estás?” ¿me entiendes? A veces, uno necesita eso y eso he aprendido, que en la medida que
uno haya vivido cosas fuertes, no necesariamente lo que he vivido yo, pasando una pena
graaande…saber llegar a la persona, saber preguntarle, porque a veces uno pregunta, pero…te
empiezan a responder y tú estás mirando pa’ otro lado. Es gente que su centro es sólo ellos y
después, a lo mejor en cuarto lugar vienen los demás ¿te fijai? Entonces, si tú eres amiga de
alguien, en realidad, que se note un poquito de preocupación y pa’ todo el mundo no es así,
entonces. Por lo menos eso es lo que yo siento, mi, mi, mi, mi grupo de amistades cambió
radicalmente. Pa’ los 2 con Iván. Yo tenía muchas amigas o creía tener muchas amigas ¿y
adónde están ahora? No sé, no están, no hay. No sé porqué, no…no te puedo decir: yo cambié
mucho o me ven muy raro, no sé. O me puse mucho más exigentes con las personas. Yo creo
que también a lo mejor va un poco en eso…puede ser.
189
pa’ mí personalmente, como que me costó ese periodo del colegio. Me costó otra vez, porque
igual había que conocer como gente nueva, entonces te empiezan a preguntar “Ah ¿es tu
primer hijo?”… ¡No poh, no es mi primer hijo! ¡Yo tenía otro hijo! ¿Me entiendes? Entonces,
después me doy cuenta que ya no le cuento a todo el mundo. Le cuento a gente que le interesa
que le cuente. Pero todavía hay un proceso que, que, que me cuesta. Hasta el día de hoy de
repente, me cuestan algunas cosas. A lo mejor, como mujer, siento que a lo mejor soy más
complicada. Iván, me dice “Pero no, no te preocupes…que esto…” porque los hombres, parece
que tienden a hacer más simples las cosas. Uno es como más enrollá. No sé ¡yo soy mucho
más enrollá! Él es mucho más simple. Pero…pero, por eso te digo, son etapas. Etapas que he
ido, voy…yo no digo que yo estoy bien. Estoy dentro de este tren de la vida. Pero tengo mis
bajones, eh…pero siento que mis hijos, en el fondo, me ayudan. Yo estoy parada aquí por mis
hijos. Porque yo no quiero ser una vieja amargada, porque le eche la culpa a Tomás y que mis
hijos tampoco no...No quiero que…hemos tratado de lograr que no vivan con esa…
estigmatizados porque tienen un hermano que falleció. Porque la gente, yo siento que la gente
estigmatiza y eso es lo que a mí me da lata, eh…aparte de la pena que tiene uno porque se te
murió un hijo, hay un cuento ahí, hay un cuento y, y…no todo el mundo se da cuenta y…lata,
porque uno tiene que hacer siempre como un doble esfuerzo a…Al principio me costaba todo
mucho, una simple relación, no quería ni que me preguntaran mucho, porque empiezan a
preguntaban y ya…pero ahora yo ya estoy más fortalecida…en fin. No sé si será porque soy
mujer, porque soy más sensible. Yo creo que Iván le pasa de otra manera. Porque el hombre de
por sí, tiene otra forma y otra estructura, creo yo. Pero…pero, no el por ser hombre no siente lo
mismo, igual. Yo creo que lo enfrenta de manera distinta.
E23: ¿Y cómo notaste que él vivió todo este proceso, cómo lo viste tú a él?
Párr. 23: Con mucha pena… ¡Ah! Como les decía, muy asociado a la lectura, muy refugiado en,
en cantar…A él siempre le ha gustado la música. Me acuerdo que se compró un órgano...
después que partió…se encerraba, me acuerdo, en el escritorio a escuchar música. Como…yo
sentía que era el espacio que le dedicaba, a estar tranquilo. Después empezó a trabajar, yo
también. Los 2 nos pusimos a trabajar. Entonces, igual uno, uno necesita eso, como que
(interrupción telefónica)…ya, pero bueno, cuéntenme.
190
E25: Nos decías que el día que Tomás partió, él no estaba.
Párr. 25: No…no, él estaba en un seminario fuera de Santiago. Me acuerdo que Marcos me
decía, eh “¿Cómo va a llegar Iván? ¿Cómo…?”. Aparte que él no le dijo que había fallecido. Le
dijo que estaba grave y después lo llama y le explicó que ya Tomás había fallecido un rato
antes y yo, le dije “Pucha Marcos –le dije yo- no creas que Iván va a llegar hecho un
energúmeno, ni nada. Va a llegar a preguntar qué le hiciste a mi hijo y qué pasó” y es tal cual
como fue, o sea. El pobre, imagínate, se tuvo que venir en una camioneta rajado. Estaba cerca
de Linares, en un centro no sé adónde y el pobre tuvo todo ese tiempo pa’ pensar: ¡Qué terrible
la forma en que él tuvo que vivir…pensando! Yo estaba acá… se fue armando en todo el
camino. Eh…yo creo que tiene que haber sido terrible para él, en lo que, en cómo él tuvo que
afrontarlo…Claro, yo lo viví, yo estuve con él, yo tuve que hacer todo el cuento, pero… ¿por qué
tocó de esa manera? Era, había que hacerlo así…igual, cuando yo me despedí apenas de él,
cuando me fui, como pa’ no hacerlo como dramático el tema de que él no iba llegar en la noche,
entonces, porque fue así como muy así, como que “Chao, vuelvo luego”. Entonces, yo a Iván lo
encuentro muy fuerte. O sea, por todo lo que él…hemos tenido que enfrentar. Pero yo creo que
el hecho de estar juntos, nos ha fortalecido eso…yo a él lo encuentro muy valiente, es muy
generoso, me siento muy protegida por él. Yo creo que sola, no, no hubiese sido capaz de salir
adelante. Yo creo que él ha sido como mi gran apoyo.
E26: ¿Qué significa para ti Tomás, hoy en día? Después que han pasado 7 años…
Párr. 26: No…obviamente, he tenido cambios. Yo ya soy otra mujer (silencio) De repente siento
que por lo que he vivido, tengo muchos años. Porque siento que como que eso le pasa a, a
personas como que ya llevan, tienen hartos años en su vida. De repente, eso…así me siento.
Eh…me siento una mujer fuerte. Creo que soy fuerte. Pero, no es porque yo sea…sino porque
todos somos capaces de ser fuertes, el ser humano es capaz de soportar cosas tremendas
como esto. Eh…y cómo me siento…cómo dices tú que…
E28: ¿En qué notas que te has acostumbrado a no estar con él?
Párr. 28: Es que lo notas, porque ya no está. Es decir, yo no me preocupo de sus cosas, de las
cosas que se ocupa una mamá, del colegio, de estar con él, de levantarlo. De todas esas
actividades, tendría 11 años, pero igual sería un niño. Tendría que estar preocupada de las
cosas de él. Ahora, antes siempre me pasaba, que yo siempre me preocupaba, miraba todo…
me faltaba, yo sentía que me faltaba, tendía que mirar a otro más. Me daba cuenta que yo
estaba buscando siempre, adónde tenía que mirar, siempre. Ya cada vez me pasa menos. Es
un ser que uno no…por eso te digo que te vas acostumbrando. A mí me encantaría que fuera
distinto.
191
igual, no deja de ser terrible y cuando uno lo cuenta, parece que uno estuviera contando una
película. Pa’ los demás, que no vivieron esto, de cómo se fue, porque, son escenas que todavía
están in…no se van a borrar nunca de la cabeza…
E30: ¿Y cómo es la relación con Vicente? que tú decías cómo hacerlo para que él no se
lleve el peso de ser Tomás.
Párr. 30: Yo creo que natural. No tuve que hacer ningún esfuerzo pa’ decir... No, para nada. Él
tiene una personalidad distinta, él nos trajo como la alegría…de esa pena tan grande que
estaba, él desde chiquitito, él es como, una persona simpática ¿me entiendes? Como que él es
muy sonriente. Nos, nos, nos trajo como un cambio de switch a toda esta tristeza tan grande
que teníamos. No sé, siento que lo vivimos a concho. Como que disfrutamos de nuestro hijo,
disfrutamos de él. Porque…porque eso un poco nos dejó la partida de Tomás. Igual, a él lo
disfrutamos mucho. Pero a lo mejor, con los niños ahora como que somos más concientes de
que así tiene que ser…que a lo mejor, uno como papá, no quiere eh…lo hace en forma
autómata. Pero aquí, en realidad, es como tú estás conciente de lo que estás haciendo ¿ya? Y
a lo mejor, no proyectarnos tanto a futuro, porque no sabes lo que va a pasar el día de mañana.
Pero tampoco vivo pensando…y no crean que yo quedé aprehensiva, ni mucho menos. Si bien
es cierto, yo sé que puedo hacer las cosas hasta…lo voy a hacer hasta donde yo pueda, pero
más allá, hay un punto en que yo ya no puedo hacer más. Y no, no, no quedé así como atacada
porque tiene temperatura…porque tienen…no. Yo quedé, no quedé atacada ni…pa’ no, no, no
traspasarle eso a Vicente. Yo soy atacada en otra forma no más, urgida, qué va a hacer, pa’
que él no, no, no se sienta mal, no se sienta incómodo, porque Vicente es como medio cuático
con sus cosas. Ahora lo veo en el colegio, es como súper estricto con él. Entonces él es como
urgido porque se le olvidan las cosas, en esas cosas soy como atacada. Pero en lo otro, he
tratado de hacer todo lo contrario ¿me entiendes? En bajarle un poco el perfil y no traspasarle
mis temores de que pueda pasarle algo. A él puede pasarle algo ahora que es chiquitito. Puede
pasarle algo cuando tenga 10, cuando tenga 15, 25 o cuando tenga más, puede pasarle algo.
Después ya no va a estar en mis manos. Ahora está en mis manos, poder manejar algunas
cosas, pero el día de mañana él ya no va a estar en mis manos. Él va a hacer una persona
completamente independiente. Y eso, lo supe desde un principio y he tratado de no…y yo creo
que eso Iván también. No hemos sido sobreprotectores en este cuento, porque no crean que
porque Tomás falleció hemos estado así atacados. Yo creo que eso, luchamos los dos por
evitar ser así.
E31: Un poco saber qué te ha parecido hablar de tu hijo ahora, cómo te sentiste
hablando…
Párr. 31: Mira, no me he sentido incómoda. Es raro, porque lo converso con ustedes que no
son eh, conocidas mías. Pero…no me sentí para nada incómoda. Porque yo en realidad, la
partida de Tomás la converso con muy pocas personas. Cuando pasa el tiempo, desde que ha
partido tu hijo, como que tú ya después ya no te hablan del tema, por no querer, por no herirte.
Ni tus hermanos, ni tu familia tampoco más cercana, porque creen que te va a herir. Todo lo
contrario: que te hablen de tu hijo, te hace mejor de que no te hablen. De que te hablen, se
acuerden de tu hijo, a uno le hace mucho mejor de que no te hablen, que sea como, como que
se corte el tema. Todo lo contrario. Entonces cada vez son menos los espacios que tú tienes
para poder hablar del tema. Entonces para mí porqué, a las mamás yo les he dicho porqué nos
sentimos conectados un poquito con Renacer, porque ahí tienes el espacio para conversar de
tu vida, de cómo fue…porque no hay espacio para hablar del tema. Porque obviamente están
tus hijos, que están contigo acá, que uno está haciendo las cosas. Que yo piense es otra cosa
distinta, pero yo no hablo con nadie del Tomás. Entonces ése es un espacio que me hace falta,
eso y por ustedes en realidad, cuando venía para acá, pensaba en el auto y me dio como un
poquito de pena, aparte que Iván no está, me dio pena. Eh…pero yo creo que esta pena es
como un alivio. Porque uno, como que con el tiempo, tú pena es como una herida, que me la
192
rompo y se abre y sangra. Pero después, con el tiempo, tienes que llegar como muy adentro pa’
que yo converse o hable de mi hijo y tenga confianza como pa’ hablar de, de que yo tuve otro
hijo, de que…o conversar de lo que yo siento. Y tu día a día va pasando, va pasando y va
pasando y tú, eso te lo vas guardando. Y de repente yo siento que cuando pasa mucho tiempo,
yo necesito…es como una olla a presión. Y tienes que liberar esa presión que tengo. Y en
realidad, no es que yo busque liberarme ni nada, es que yo necesito hablar de mi hijo, hablar de
mi pena, que en el fondo es parte mía. Mucha gente cree que yo ya lo superé porque no voy a
Renacer. Yo a Renacer no voy, este año no he podido participar porque claro, justo me ha
tocado reunión de apoderados, que he tenido otra actividad. Pero no voy a a Renacer pa’ que
me ayuden, voy a Renacer para yo poder ayudar a alguien. O por último que yo converse de lo
que yo he hecho, de lo que me pasó, ya alguien que me escuche, va a mirarme “A mí me pasó”,
“Mira, ella ha podido caminar durante todo este tiempo…y se puede” y ya con eso tú estás
ayudando a alguien. Porque uno llega y no sabe cómo va enfrentar el día de mañana. Por eso
voy a Renacer. Pero la gente que no entiende eso, cree que vas a Renacer porque “¿Todavía
tienes esa pena?”. Oye, esa pena yo la voy a tener hasta que yo me muera. Pero es muy
distinto, yo la voy…no es como escondiendo, pero te vas fortale-fortaleciendo con otras cosas.
Pero si me empiezas a escarbar, como ustedes me están escarbando ahora: llegaron a mi
pena. Pero yo, esa es la diferencia que hay, si me lo hubiesen dicho al año…o al…yo a lo mejor
no te podría haber hablado nada. Mi pena latente y parida que tenía en ese momento, no la
podía evitar. Yo no me podía poco menos que controlar. Porque yo siempre he sido como
controlada, desde el segundo en que Tomás había fallecido, porque…soy así no más. Es la
forma de ser que tengo. No, pero para nada me sentí incómoda, para nada.
E32: Darte las infinitas gracias por la confianza, por estar acá, por abrirnos tu corazón.
Para nosotras es muy importante. Sabemos como tú lo dices, no es un tema que lo
hables en lo cotidiano, precisamente por eso te agradecemos.
Párr. 32: No, no, cualquier cosa que las pueda ayudar. Es que no había podido, porque estoy
más complicada con los tiempos, pero…cualquier otra cosa, me llaman y así como logré
coordinar ahora…
Protocolo 4
17 de junio, 2008
193
Entrevistador 1: En primer lugar nos gustaría que nos contara un poco acerca de su
experiencia de paternidad, qué es lo que era ser padre para usted antes de ser padre, qué
idea tenía sobre la paternidad…
Párrafo 1: Mira para mí la la, nunca tuve mucho, a ver, nunca tuve mucho eh… preconcebida
mi idea de paternidad creo antes. Uno vive cuando es soltero, cuando está casado los primeros
años, viendo a los niños un poco, un poco de lejos, entre comillas, problema de otras personas.
No los asume como propios ni se pone al, al, ni se pone desde el punto de vista de si yo fuese
el papá de ese niño, etc. Yo sentía, yo me sentía así, o sea tenía mis sobrinos y cuestiones,
pero nunca los tomé como, me puse en el papel de sus papás, o en el papel de que esos niños
fueran míos. Sencillamente eran mis sobrinos, pero sin ningún apego muy importante, hasta
que nació mi primer hijo y me cambió totalmente la percepción de los niños…
E6: Y cuéntenos un poco acerca del nacimiento de Tomás, un poco antes, qué pensaba
usted de este hijo que iba a venir, tenía alguna idea de si iba a ser hombre mujer, alguna
cosa así.
Párr. 6: La verdad que no, la verdad que no. El nacimiento de Tomás -como ha sido el
nacimiento de mis tres hijos- no ha sido programado, o sea nosotros no lo andábamos
buscando, no somos de esas parejas que dicen “Ahora es el momento, que nazca en esta fecha
porque…”, no. Nosotros sencillamente dijimos “Cuando Dios quiera, llegará” y llegó y nos pilló
194
por ende, nos pilló no preparados, no preparados, tal vez no anunciado sino que, de un
momento a otro la Claudia estaba embarazada y todos y pa todos fue, pa mí y pa la Claudia fue
como impacto. Lo primero que uno dice es “Chuta” como que cometiste algo equivocado,
porque no sé, uno tiene, parece desde joven, desde que eres soltero, tienes la, esa barrera de
que no se te vaya ocurrir que, que tu señora, tu pareja, o tu polola quede embarazada. Y sin
embargo, ya estábamos casados y teníamos todo para recibir al Tomás poh. Y fue un impacto,
fue un impacto, pero fue positivo desde el primer segundo, positivo, totalmente positivo.
195
E10: ¿Y cómo fue la paternidad con Tomás, versus la paternidad con Vicente y la
Javiera?
Párr. 10: Eh, no hubo mucha diferencia, la, o sea, indiscutiblemente mi relación con Vicente ha
sido marcada por mi relación con Tomás. En el sentido que yo obviamente en los primeros
años, yo veía a Tomás, iba reviviendo todo lo que había vivido esos 3 años 10 meses que viví
con Tomás, los reviví con Vicente día a día. Si bien es cierto yo no tenía dudas que era otro
niño, porque ellos tenían cualidades bien distintas, tanto físicas como de personalidad bien
distintas, el Vicente, o sea el Tomás era una persona observadora, súper, bueno mis niños son
súper inteligentes, lo digo yo, pero él era muy observador, era muy, era como avanzado para su
edad. Él sabía, cuando se fue el Tomás leía, a los 3 años 10 meses leía libros o sea no.
Entonces si bien es cierto, ellos son muy distintos en muchas de sus cualidades, en muchas de
sus reacciones, de su personalidad, el Vicente es un loco, tira todas las cosas para afuera.
Vicente, Tomás era mucho más recatado, observador como es la Javiera, se parece mucho
más a ella. Pero sin embargo, esos 3 años 10 meses yo los conté día a día, porque fue como
revivir día a día toda mi vida con Tomás, y siempre yo tuve en la mente, se van acercando de
edad hasta que de repente Tomás, o sea Vicente lo pasó en edad…
196
experiencias que son traumáticas, son terribles, entonces nosotros la verdad es que nos
sentimos privilegiados a pesar de la tremenda pérdida que tuvimos nos sentimos privilegiados
por ese lado.
E12: ¿Y cómo fue la pérdida de Tomás, usted nos dice que se enfermó…?
Párr. 12: Se enfermó, sí, fue una cosa que pasó en un fin de semana. Yo…mi gran pena o mi
gran, no culpa, yo no he sentido culpa, mi gran pena es que yo no estaba cuando se murió,
cuando se fue Tomás. Yo me acuerdo que tenía, en junio siempre acá, en la oficina siempre
tenemos seminarios, tenemos que ir fuera de Santiago, vamos con gente de la oficina y
cuestiones así. Y ese seminario yo partí ah, partí un día viernes. Yo no soy muy bueno para las
fechas, ni para que días fueron, la Claudia se los sabe de memoria qué días fueron, qué
semana y todo, pero debe haber sido, siempre partimos los seminarios los días viernes, vamos
una vez, unas dos o tres veces en el año nos toca salir a seminarios fuera de Santiago. Y me
acuerdo que esa vez salimos y Tomás estaba con síntomas de resfrío, pero normales ah,
absolutamente normales. O sea, nada te hacía presagiar lo que podía venir. Y me fui a un lugar
cerca de Talca por ahí, a un seminario y yo empecé a vivir todo a través del teléfono: que el
Tomás estaba enfermito, que vamos a llevarlo al doctor, que la cuestión y fue una seguidilla de
informaciones hasta que me dijeron “Tomás se agravó, así que se va a la Clínica” y en ese
momento yo dije allá “Sabís que yo me tengo que ir porque mi hijo está enfermo, o sea no me
puedo quedar aquí”. Eso fue el día sábado o al día siguiente creo, que debe haber sido un día
sábado y…cuando venía camino para acá para Santiago me avisaron que no había nada más
que hacer…se lo habían llevado a la Clínica Santa María, habían hecho como unos, unos
procedimientos pero no, no, no habían tenido sus resultados. Después yo me enteré de todos
los detalles de…de lo que pasó aquí en Santiago: que el Tomás se enfermó, llamaron al doctor,
el doctor fue para la casa, fue la Help, estábamos inscritos en la Help en ese tiempo, la Help no
tenía nada que hacer, llegó el doctor, trataron de hacer algo en la casa y se lo llevaron a la
Clínica. Pero según lo que la misma Claudia me dijo, ella sabía que, a pesar que no se lo
dijeron, el Tomás ya no, ya no era él, iba lo que, lo que quedaba de Tomás iba rumbo a la
Clínica, a la Clínica fueron a confirmar sencillamente que ya no estaba. Ellos, la Claudia tiene la
convicción que Tomás se fue cuando estaba en la casa, en esa mañana, porque no supieron
que hacer poh, o sea síntomas de que de…una fiebre y que se iba desvaneciendo,
desvaneciendo hasta que perdió sus signos y nadie, nunca se supo hasta después de algunos
análisis qué es lo que era, pero se fue así, así de rápido, así de rápido. Al final, después de,
cuando pasa esto de que estos bichos se meten en la sangre y no se alojan en ningún órgano,
porque al ser en un órgano tu sabis a lo que vai y te van a hacer el procedimiento de la
meningitis o de algunas de la otras enfermedades que vienen de este bicho del meningococo.
Pero cuando no se aloja eh…al final se va infectando la sangre y al final la causa de muerte del
Tomás es una septicemia, porque su sangre se había envenenado entera, entonces ante eso
ya no… no era mucho lo que se podía hacer según lo que sabemos, no había mucho. No había
tampoco como preverlo, ni con exámenes, porque cuando se enferma un niño tú puedes
hacerle exámenes de sangre, pero el examen de sangre te sale el resultado los 4 días o a los 3
días y esto pasó en una noche, entonces qué, qué podíamos hacer…
197
diría “Yo me muero si se me muere un hijo”. No te mueres, no sé si es bueno o malo, pero no te
mueres, sigues viviendo y sigues viviendo con la pena de no tenerlo no más, con el, con esa
parte que siempre he sentido que el, cuando se te muere un hijo como que tu corazón, si es
que, entendamos corazón como alma, se echa a perder una parte de ella, se muere, se muere,
definitivamente se muere y tú tienes que vivir con el resto del alma o con el resto de tu corazón.
Sin embargo, tú puedes llegar a ser feliz, porque ¿qué es la felicidad? No existe la felicidad
plena, nadie tiene la felicidad plena, los que tienen sus tres niños vivos tampoco pueden decir
que es feliz porque siempre hay algo que te, hay partes de tu corazón que no están 100%
felices, que o tienes una enfermedad, o tienes alguien con problemas al lado tuyo y no lo logras
ser feliz 100%. Pero creo que uno no puede, yo siempre he dicho, yo no puedo apuntar a ser
feliz 100% porque eso no existe. Yo creo que con mis hijos y con mi familia yo puedo ser feliz, a
pesar de tener una parte de mi corazón muerta, que así lo siento, una parte de mi alma rota,
porque eso no se va a sanar por mucho que los niños sean tan ricos, los otros llenen tantos
espacios. Pero, estamos trabajando sobre un corazón que no es normal, no sé si me entienden,
te genera un vacío que no se llena con nada…
E15: ¿Cómo fueron los minutos posteriores a la muerte de Tomás para usted, cómo fue
este asumirlo rápidamente?
Párr. 15: La verdad es que no tengo una explicación de por, de cómo lo hice porque creo que
la, yo soy católico, no soy un acérrimo practicante, ni mucho menos. Creo…creo tener fe, me la
he puesto en duda, en cuestión muchas veces, no por lo que le ha pasado a Tomás, al revés.
Cuando pasó, cuando me pasó lo de Tomás como que la fe, me apoyé mucho en la fe, mucho
en Dios, en que él hizo esto por algo, será una valla que me puso en el camino, etc. Nos ayudó
mucho en esa oportunidad un sacerdote que se acercó a nosotros milagrosamente, se acercó a
nosotros y hasta el día de hoy es nuestro confidente y eso, la verdad es que nos hizo
soportarlo. Pero yo no te puedo decir que soy, soy un devoto de Dios, porque tengo muchas
dudas igual, como cualquier ser humano, tengo muchas dudas respecto a la fe, tengo muchas
dudas respecto a…a la…a…a esto que se supone que tenemos que creer, de que tenemos que
rezarlo y decirlo “Yo creo”. Tengo muchas dudas, pero creo que en ese momento no obstante,
creo que la fe me ayudó mucho. No sé, había que aferrarse a algo porque si yo no y…Y…yo me
acuerdo que cuando yo llegué ese día, al Vicente, al Tomás lo tenían en la Clínica Santa María,
me estaban esperando allá, sabían que yo venía de fuera de Santiago y estaban, había mucha
gente afuera, todos mis amigos estaban afuera y yo llegué me acuerdo que me bajé de una
camioneta que me traía y yo pasé y no sé, creo no haber visto a nadie, pasé directo donde tenía
que ir. Estaba la Claudia yo me acuerdo y estuve un rato solo con Tomás y la verdad que…
fue…no tengo tan malos recuerdos de ese momento a pesar que es el recuerdo, el momento
más trágico, más terrible a lo mejor, no tengo tan malos recuerdos de ese momento. O sea,
haberlo visto a él…heladito…pero habérselo entregado a Dios en ese momento… no sé y no
sé, la fe, me imagino. Sigo la fe que en ese momento me…me ayudó pero…no, no, no te sabría
decir una receta de cómo lo logré superar, o sea sencillamente pasó y lo asumí en el segundo.
Yo soy, me considero una persona bastante racional entonces, me cuesta, por eso me
cuestiono muchas los temas de fe porque pa mí, mi formación es que tú me dices algo y tú tenis
que probármelo pa yo creerlo, o sea, demuéstramelo, una vez que tú me lo logres demostrar, yo
lo creo ah y lo defiendo. La fe no es así, no funciona así, no va por esa línea, la fe… te dice que
198
esto pasó así y que Dios está con nosotros y Dios te está mirando y Dios te va ayudar y etc.,
pero no te lo va a probar nadie, tú tenis creerlo, ésa es la fe. Pero sin embargo, creo que en ese
momento, me imagino que la fe me ayudó a aceptarlo tan abrupta y tajantemente porque así
fue, lo acepté, lo asumí. Y siempre que nosotros participamos después en los grupos de
Renacer se nos decía “No, ustedes están recién llegados”. Llegamos creo que a los dos meses
a Renacer “Ustedes están recién llegados a Renacer. No, les queda mucho, les queda mucho
por sufrir, después viene el impacto de los, eh, de los no sé cuantos meses, después el impacto
de los dos años”. Más o menos nos, nos pronosticaban lo peor más o menos, o sea en buena
onda porque ellos, ellos, siempre uno cuando está en Renacer tú vas tratando de traspasarle a
la persona que va llegando tu propia experiencia y esa es la experiencia que nos iban diciendo
“son muchas etapas y ustedes son unos novatos en esta cuestión”. Y la verdad es que yo me
siento desde el primer día haberlo asumido y nunca he tenido las, estas caídas que se supone
que tendría que haber tenido, y no creo que, porque a veces pasa que, algunas personas que,
que viven una etapa de duelo, de no asumir ciertas cosas, de no cuestionar ciertas cosas y
cuando se las cuestionan, recaer. La verdad es que yo creo haberlo asumido desde siempre.
Porque mi experiencia es distinta a muchos de los de Renacer, no sé. Yo le echo la culpa un
poco a, no la culpa o sea que, mi justificación es un poco mi otro hijo, o sea Tomás (sic) venía,
nació a los tres meses dijimos, junio, julio…a los tres meses. O sea, algo me dijo “Tú no puedes
estar tan mal si viene tu hijo y tu hijo no tiene porqué sufrir lo que tú estás sufriendo, no tienes
porqué traspasarle la carga negativa”. No sé, tal vez alguien en algún momento me dijo eso o
algo me hizo actuar así, de repente creo que a lo mejor ellos fueron los responsables de que
nosotros no tuviéramos una depresión. Tal vez la Claudia la ha tenido más profunda que yo, por
tú sabes que los duelos son, todos son absolutamente distintos. Tal vez la Claudia es probable
que haya tenido y hasta el día de hoy la Claudia se afecte más que yo. Será la cualidad de, no
sé si la cualidad o el defecto de los hombres que somos más, más fríos para pensar. Yo creo
sufrirla mucho por dentro, no la exteriorizo mucho, pero lo sufrí mucho tiempo sí. O sea, no
crean que lo asumí al primer día y al otro día estaba feliz porque, hasta el día de hoy mi, es un
sufrimiento que uno lleva por dentro, una procesión que llevas por dentro y que voy a llevar
siempre o sea, hasta que me muera…
199
cuestionado si está bien o está mal que ellos tengan tanto la presencia de su hijo, de su
hermano que no está…
Segunda parte.
Viernes 20 de junio.
Entrevistador 18: Bueno, lo último en que quedamos, era un poco sobre la relación que
mantenían sus hijos Vicente y Javiera, con Tomás, que había sido más o menos, por
relato…
Párr. 18: Claro, por relato, como te contaba, ellos…Vicente nació a los 3 meses después que
Tomás se fue…
200
extremadamente normal, normal, porque ninguno de los 2, ni Claudia ni yo estuvimos en una
actitud de rechazo a la vida, de rechazo a todo el mundo, a lo establecido, porque eso es lo que
se suele hacer, no. Aquí, sencillamente vivimos nuestra pena juntos y la llegada de To-Vicente,
la verdad que nos alivió, porque nos mantuvo muy ocupados, muy ocupados con la guagüita
nueva…
E20: ¿Y existe esta preocupación de no traspasarles a los hijos que vienen, la pena?
Párr. 20: Existe permanentemente la preocupación de no, de no traspasárselas. Siempre
estamos analizando el hecho de que ellos lo asuman tan, tan profundamente o tan
normalmente, la ida de Tomás, porque pa un niño chico no es, no es normal que uno le hable
de la muerte. Ellos están, los niños están empezando la vida y lo único que quie…lo único que
están descubriendo cosas, entonces que…de un paraguazo que uno le empiece a hablar a un
niño tan chico, de que la, los seres humanos tienen una cosa que se llama la muerte y la vida
es finita y…y todos tenemos una etapa en la vida, no es, obviamente, en “condiciones
normales”, a Tomás y a la Javiera no les habríamos hablado nunca de eso. Que es lo que me
imagino, o lo que generalmente pasa con los, con los niños de su edad. No se tiende a con- a
hablarles de ese tipo de cosas. Entonces, claro, evidentemente hay un tipo de preocupación, en
el sentido de que ellos los tienen súper asumido según nosotros, pero eso ¿es tan bueno, es
tan normal o es anormal? Perdón (interrupción por llamado telefónico)
E21: Eh, volviendo un poco al tema, a la muerte de Tomás…claro, de Tomás, que fue
repentina…
Párr. 21: Eso, eso me pasa frecuentemente, eso que te pasó a ti…
E23: Pero eso también sucede con padres que no han perdido hijos, cambian los
nombres…
Párr. 23: Sucede, pero en este caso es como especial, porque nos pasa a muchos padres que
cuando, tenemos tan presente el nombre de nuestro hijo que no está, que, algunos les pasa
que, prácticamente lo ven todo el día o cada una de las acciones de los otros niños, las
representan en cómo lo haría el niño que no está.
E24: Bueno y qué pasa después de la muerte de Tomás, el duelo, cómo lo fueron
viviendo, usted decía que lo asumió en un primer momento…
Párr. 24: Sí, sí, yo no sé, siempre me he sentido como un personaje atípico para lo que al
parecer es un duelo de un hijo. De hecho, uno escucha siempre en estos grupos de autoayuda,
porque siempre se habla de etapas, de meses, que el primer mes va a pasar tal cosa. La
verdad que en el caso particular, la pérdida del Tomás fue algo tan, tan, tan natural, se tomó de
una forma tan natural con la pena tremenda, que obviamente ni siquiera hay que explicarla…
pero la verdad que no, no podría identificar etapas de duelo, etapas de rechazo, no. Es
sencillamente la pena permanente, las ganas de buscar espacios comunes con Tomás, las
ganas de, de acercarme a aquellos elementos que me, me hacían un nexo con él y hasta cierto
punto también, porque siempre he sido yo el, en cuanto a nuestra relación de pareja, como el
más fuerte de la relación, en el sentido del duelo de nuestro hijo. Porque qué pasa, que de
repente eh, en los momentos de bajón, la Claudia normalmente es la que, es la que se quiebra
antes. Yo soy un poco más, más introvertido en ese sentido, no demuestro tanto, ese, ese tipo
201
de cosas. Entonces, a la Claudia le digo, se pone a llorar, acordándose, se acordó de tal cosa
de Tomás, yo le digo “Ya, está bien llorar”, yo no lloro, pe- ella lo demuestra llorando, está bien
llorar, pero hay un momento del llanto en que el llanto empieza a prolongarse, a prolongarse, y
ya como que se pierde el foco de porqué estás llorando. Entonces, de repente, siento que soy
muy racional para ver esas cosas, eh…lo que no implica que el sufrimiento no lo lleve por
dentro…
202
Tomás, que pa mí dejaron de ser amargos, a pesar que te emocionan, te hacen llorar muchas
veces, te quiebran, pero son…como nexos, son nexos. Nosotros somos convencidos de que
Tomás está ahí todavía, está en otra, en otro, en otra esfera, en otro nivel y…el problema
grande es que no hay comunicación entre los distintos estados. Sencillamente nosotros
creemos que existe y es la fe que existe y punto. Como que los momentos de emoción, los
momentos de recuerdo, de…de los espacios comunes con él nos hacen vivir con ese tipo de
recuerdos, o sea con ese tipo de conexión…
E29: A veces también hay una relación con objetos, juguetes, la ropa…
Párr. 29: Sí, por supuesto. Hay ropa en la casa que, bueno, también aquí hay muchos
extremos. Conocemos a papás que la pieza del niño está igual, no han movido nada. Nosotros,
la pieza del Tomás, dejó de ser su pieza y después, por otras razones, no por la muerte de
Tomás, nosotros nos cambiamos de ca- de casa, del departamento en que estábamos. Pero…
evidentemente hay juguetes, bueno en eso también nos han ayudado mucho nuestros hijos, el
Vicente y la Javiera, porque ellos ocupan los juguetes del Tomás y los han ocupado casi todos y
los han roto todos y los han perdido y rayado y…pa nosotros es lo más normal del mundo, no lo
podemos guardar como un tesoro, porque es un juguete, un juguete que era de su hermano.
Ellos tienen todo el derecho de usarlo y no nosotros de guardarlo, de aferrarnos a cosas. La
Claudia de repente es buena pa aferrarse a cosas, a ropa. La ropa del Tomás la ha ocupado el
Vicente y yo le digo “Oye, esa polera que linda, esa polera era del Tomás, del Tomacho” le digo
yo y él sabe, sabe que era la polera de su hermano. Pero…en eso también yo creo que los
niños han colaborado, el hecho de no transformar al Tomás en un mito y en un santuario de sus
cosas, porque la verdad que esas cosas se han ido ocupando…
203
sufrimiento que tienes, porque él te mira con los ojos y te dice “Yo sufrí lo mismo” y a tal punto
que, con Claudia lo comen- más de alguna vez lo comentamos que uno mira a la gente que
está acá, tú les miras las caras y yo les miro sus caras y como que yo, veo el sufrimiento en sus
caras. Como que veo caras amigables, amigables pa uno, pero veo una dosis, una dosis de
sufrimientos en sus rostros que se les nota. Bueno, después cuanto tú sabes sus historias y te
cuentan y te das cuenta de porqué están, porqué es tan cierto eso. Pero de alguna forma,
Renacer te ayuda en eso y es una agrupación que no tiene ni un profesional a cargo de nadie.
Todos estamos a cargo de todo. O sea, ahí no hay, los monitores son papás que han perdido
hijos, las directores son mamás o papás que han perdido hijos y la agrupación no tiene un
sistema de funcionamiento muy estructurado, que de repente te falta el tiempo pa…le falta ser
un poquito más estructurados, pero la verdad es que los papás van, porque les hace bien, tanto
escuchar a los demás, como tú poder ir a expresar lo que estás sintiendo…
E36: ¿Y eso cuesta asumirlo cuando no se tiene este apoyo de gente que ha sufrido lo
mismo?
Párr. 36: Me imagino que sí, como te digo, nosotros ya a los 2 meses estábamos en ese grupo,
entonces yo ya me sentía acompañado por ellos y si, escuché desde un primer momento lo que
a ellos les pasaba y me hizo mucho, mucho eco esto que me decían “No, si tú tienes derecho.
Si tú no quieres ir a pasar una Pascua con tu familia, no lo haces. Y tienes todo el derecho a
hacerlo y tienes justificado, razones para hacerla, pa no juntarse o pa sí juntarte, o para reírte o
pa no reírte”. Uno es dueño de su duelo y tiene que sufrirlo como uno quiera sufrirlo. Vivirlo
como quiera vivirlo. No, no con parámetros estructurados, no con esquemas. Por eso yo siem…
de las veces que peleamos en Renacer, entre comillas, yo les decía, eh…típico que nos decían
“Ustedes -o venía llegando un matrimonio nuevo- ustedes son…” ¿cómo le decían? “Son
novatos”, no, era más, incluso era media despectiva la palabra “Son nuevitos. Ustedes son
nuevitos. Les falta vivir mucho pa, mucho pa llegar adonde estamos nosotros”. Y la verdad es
que no es así. Alguien en 1 mes, 2 meses, 3 meses, puede sufrir todo y superar todas las
etapas y a los 4 meses, estar trabajando de nuevo…
204
tenís que seguir viviendo. Pa uno, uno sigue viviendo toda la vida con él, pero hay gente, el
resto de gente, no siguen viviendo con eso, siguen teniéndote a ti al lado y punto, o sea…
E38: Y en ese sentido ¿cómo fue la reacción del entorno suyo, frente a lo que pasó con
Tomás?
Párr. 38: Mira, eh…distintas reacciones. Los amigos, los papás, los hermanos, son todas
reacciones distintas, pero lo general es que, es que, tus seres queridos tratan de no tocarte el
tema. Tratan de…hacer como que no pasó. Y en general, de todo el mundo, esa es la reacción
típica “Aquí no ha pasado nada y pasemos a otro tema”, porque evidentemente, no saben qué
pueden hacer…
E39: Abordarlo
Párr. 39: Claro, si pueden hacer algo o prefieren omitir. Entonces, claro, los papás, los papás, si
bien es cierto, ellos también sufren porque también son, también tienen un duelo porque son los
abuelos del niño. Ellos sufren por su nieto y sufren por sus hijos. Eso siempre se nos dijo y yo
creo que eso es muy cier-muy valedero. Sufren porque el hijo está sufriendo y sufren por los
nietos que no están. Eh, pero en general, los hermanos como que tienden a…a no tocar los
temas, a aislarse un poco del tema y hay amigos. El tema de los amigos es bien, bien especial.
Nosotros teníamos amigos que nunca, nunca hemos hablado del tema, porque ellos pusieron
un tapón en el tema y omiten y omiten y omiten y han pasados años y nunca hablaron contigo
del tema, ni siquiera te preguntaron algo, lo que inevitablemente, repercute en la relación de
amistad. Yo siempre he dicho que ni los papás, ni lo amigos, ni nadie tiene la culpa hacer o no
hacer tales cosas: no saben cómo hacerlas. Eh, sin embargo, efectivamente como que te alejan
un poco. Te aleja, porque tú estás viviendo con tus amigos situaciones similares: que tienes
hijos, y esto y lo otro, la universidad en su tiempo, el trabajo después, ahora los niños y el
colegio. Vas viviendo como vivencias similares. Sin embargo, desde que te pasó lo que nos
pasó a nosotros, ellos como que…se desmarcan del tema y siguen con otras vivencias
distintas a las nuestras y nosotros, ellos no entienden que nosotros vayamos a Renacer, por
ejemplo. O que tengamos amigos y que hablemos del tema. Se aíslan sencillamente, como que
nuestras vidas…yo siento que con muchos de nuestros amigos, más profundos, nuestras vidas
se separaron y se empezaron a distanciar…sin embargo, otros amigos, que eran, estaban más
de afuera... (interrupción telefónica) entonces, con algunos amigos, nos dimos cuenta que pasó
eso y con otros amigos, como que tendieron a acercarse y a abrirse y a preguntarte y eso, la
verdad que nos ayudó mucho en su momento. El hecho de tener alguien con quien conversar y
que te escuchara y tú pudierai decirle todo lo que pensabai y todo lo que sufriai y todo lo triste
que estabai, aunque no te dijeran nada. La verdad que ese amigo acogedor, que te escucha, es
súper necesario y cuando no es un amigo cercano a ti, tú lo encuentras en Renacer. Alguien
que tú puedes decirle “Mira, estoy triste, porque esto y lo otro…y Tomás era así y ¡cómo no lo
voy a tener más!”. Y eso, nosotros lo podíamos decir y podíamos llorar y en Renacer, lo único
que te decían, te pasaban una caja con pañuelos pa que te secarai las lágrimas y punto. Esa es
la reacción, es como cruda, pero era lo que se hacía siempre. O sea, tú te ponís a llorar en la
sesión de Renacer y lo que más te hacían, era pasarte una caja con pañuelos, porque, claro
¡tenís que llorar! Era como decirte “Está bien, llora, sigue llorando no más. Este lugar es pa
llorar”. Uf y en Renacer muchas veces lloramos todos. Pero es, realmente se agradece y eso,
eso me doy cuenta que es súper necesario, tener un lugar donde poder…tener un lugar donde
poder echar pa afuera. Y eso te desahoga, al parecer, te ayuda, te ayuda mucho (interrupción
telefónica).
E40: Volviendo un poco al tema que usted veía diferencias en como Claudia y usted en
cómo vivían el duelo, más o menos en qué nota esa diferencia, cómo vivenciaron la
muerte de Tomás
205
Párr. 40: Eh, a ver, diferencias principalmente, la Claudia como que bloquea, se bloquea
rápidamente con el tema, con el tema de la pena, de la pena del Tomás. Se bloquea y…es
fácilmente, fácilmente le sale el llanto y últimamente como que no ha pasado tanto. Como que
el tiempo ha pasado y las cosas han ido cambiando…y a mí, por alguna razón, yo, yo la sufro,
la sufro pero no las exteriorizo tanto. Si yo creo que más diferencia que eso, no hay. Y lo otro
que te decía, ella tiene a, un poco, los lugares comunes con el Tomás, tiende a evitarlos un
poco. Yo, la verdad que no, no tiendo a evitarlos…
206
Tierra, con otra escala de valores y te dai cuenta que las cosas graves que había antes, ya no
son tan graves. Y las cosas buenas, no son tan inútiles. Las cosas buenas son…pueden
servirte. Hacer un favor a alguien, aunque no te lo retribuya, no es tan malo, no es tan una
pérdida de tiempo, como de repente lo pensaba antes, a lo mejor y que al lado tuyo, pase algo
terrible y que alguien, no sé poh, perdió un tremendo…perdió un auto, una tragedia “Sí, pero
está vivo, o sea, sigue viviendo y ¿tan terrible es?”. Yo creo que es una enseñanza que me dejó
el Tomás, o sea: la vida en su justa medida. Las cosas que quedan pa después, no te las vas a
llevar y eso, es un dicho que se dice siempre, pero ahora lo creo con más fervor. Lo que tú
alcances a poseer en la Tierra, pa después no te sirve. Pa después, todos igualitos no más, se
acaba esta cuestión y esto se acaba en cualquier momento, sin que eso sea terrible, sin que por
eso uno tenga que vivir asustado. Pero nuestras vidas son frágiles, extremadamente frágiles.
Tú, en un…no puedes contar con el día de mañana. No por eso no vas a tomar riesgos. No por
eso no vas a subirte a un avión y viajar. O sea, la vida es una apuesta, todos los días estás
apostando algo. Si uno puede tomar o no tomar un avión, pero puedes salir a la esquina y te
puede pasar lo peor. O te puede caer un avión encima como le pasó a la gente la otra vez. Uno
no tiene que andar buscando el riesgo pa que te pase algo. Entonces, es vivir la vida al día a
día, yo creo que esa es una enseñanza que me dejó mi hijo y…que las cosas no son…alguien
dice por ahí “Todo tiene remedio, menos la muerte”. Todo se arregla. La muerte no, la muerte
es algo que es definitivo y una vez que te pasa, tenís que aguantártelas no más…
E45: Ya…
Párr. 45: A mí…nació Tomás y yo descubrí otra parte de mí que no la te-no la conocía. A ver,
yo te digo, nunca fui guaguatero ni andar detrás de los niños. No, o sea, tampoco que me
cargaran los niños, eran sobrinos no más, típico a esa edad tenía hartos sobrinos. Pero con el
nacimiento de Tomás, te das cuenta que cada una de esas personas chiquititas que pareciera
que no…que no piensan o no sienten, te dai cuenta que son seres humanos y completos poh,
completos y que sienten y que tienen necesidades. Yo te digo, ver un niño sufriendo, a mí me
parte el corazón. Yo creo que antes no me par-no me pasaba. Tal vez, antes…eso sí…no, yo
creo que con el nacimiento de mi hijo, eh, uno se pone sensible. Ponle tú, una vez, yo tenía…
siempre me acuerdo de una experiencia que me pasó en un supermercado. Mira, con decirte
que no me acuerdo si, en qué época era, porque estábamos viviendo en el departamento que
estaba…cuando Tomás se fue. Yo creo que tiene que haber sido, puede haber sido antes de
que se fuera el Tomás. No sé, tengo la duda…y…estábamos en el supermercado y un niñito
207
chico, parece que ya se había ido el Tomás ya…era un niñito chico como de su edad y estaba
perdido y yo decía…todos los dependientes del supermercado llamaban, por micrófono a la
mamá y decían “¿Y tú cómo te llamas? Y el chiquitito, era chiquitito y decía algo y todos corrían
pa acá, corrían pa allá y lo tenían de la mano, pero todos allá arriba y el acá abajo (hace gesto
de superior-inferior) y él se sentía, yo lo veía que se sentía desamparado, que “¿Qué quieren
esta gente, por qué me están preguntando cosas?”. Y yo me acuerdo que me acerqué y me
agaché y me puse al lado de él y le dije “¿Qué te pasó, dónde está tu mamá -y cuestiones-
quédate tranquilo, que la vamos a encontrar”…y…ese tipo de cosas. Yo cacho que la gente no
se da cuenta, no se da cuenta de lo frágil que son los niños y ellos lo único que quieren en ese
momento es que alguien los acompañe, más que alguien los mande y “¡No, no te preocupís!”,
alguien que esté al lado de él, a su misma altura y le diga “Tranquilo, amigo. Ya va a pasar”. Y
esas cosas, yo te diría que antes no las sentía, o sea, yo hubiera hecho lo mismo que los otros
“Oye, llamen a alguien, el niño, el cabro chico está perdido” más o menos…pero la paternidad,
bueno, la pérdida del Tomás, yo creo que sí, me hizo cambiar eh…pa mí los niños son todo hoy
en día…el otro día estuve en un seminario la semana pasada y se les ocurrió poner un video
de, con una música, ni me acuerdo de la música, pero de niños sufriendo, de todo el mundo: en
la guerra, en las hambrunas. Y la verdad que yo veo un niño en ese estado y me complica ene,
mucho, mucho, mucho. Puedo ver sufriendo a un adulto y “¡Pucha, qué lata!”, pero un niño, no
puedo, no puedo. Me cuesta mucho ver a un niño sufriendo, me parte el corazón. Eso lo…eso
lo ha generado mi hijo. Yo creo que el Tomás también, en gran medida, el Tomás…el Tomás es
una persona muy especial…
208
uno le pasa como a cualquier persona. Me queda súper claro que no es Tomás, tiene una
personalidad súper distinta a la del Tomás. Vicente es una persona exquisita. Pero él, yo creo
que junto con él me va ayudar a descubrir de cómo hubiera seguido creciendo mi hijo si hubiera
estado en la Tierra, pero en buena.
E49: Claro…
Párr. 49: Totalmente distinta.
E50: Finalmente me gustaría saber qué le pareció la entrevista, qué le pareció hablar de
Tomás en este momento.
Párr. 50: Uh, me ayuda ene, me ayuda ene ¡lástima de no tener tiempo! Me dan ganas de
volver Renacer, después de esto. Porque te dai cuenta, o me doy cuenta yo que, como que me
hace falta el espacio pa yo poder hablar de él. Porque cuando uno, a ver, cuando uno siente las
cosas de su hijo, no es lo mismo que hablarlas. Cuando tú las hablas como que las declaras.
E52: Bueno don Iván, muchas gracias por su tiempo y por la disposición a hablarnos de
su hijo Tomás.
Párr. 52: No, de nada, de nada, gracias a ti por el espacio para hablar de mi hijo y ojala les
vaya súper bien con la tesis, porque hacen falta estas cosas, como te decía, hace falta hablar
de estos temas.
209