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EL ARRIANISMO
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este
era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada
de lo que ha sido hecho, fue hecho." (Juan 1:1-3)
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imperiales para zanjar las diferencias. El segundo factor que limitaba el
alcance de las controversias es que quienes estaban envueltos en ellas
siempre tenían otras preocupaciones además de la cuestión que se discutía.
Pablo, al mismo tiempo que escribía contra los judaizantes, se dedicaba a la
labor misionera, y siempre estaba expuesto a ser encarcelado, azotado, o
quizá muerto. Tanto Cipriano como sus contrincantes sabían que la
persecución que acababa de pasar no era la última, y que por encima de
ambos bandos todavía estaba el Imperio, que en cualquier momento podía
desatar una nueva tormenta. Y lo mismo puede decirse de los cristianos que
en el siglo segundo discutían acerca del gnosticismo.
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es decir, a los filósofos. Los mejores de entre los filósofos paganos habían
dicho que por encima de todo el universo se encuentra un ser supremo, y
algunos habían llegado hasta a decir que los dioses paganos eran hechura
humana. Apelando a tales sabios, los cristianos empezaron a decir que ellos
también, al igual que los filósofos de antaño, creían en un solo ser supremo, y
que ese ser era Dios. Este argumento era fuertemente convincente, y no cabe
duda de que contribuyó a la aceptación del cristianismo por parte de muchos
intelectuales.
Pero ese argumento encerraba un peligro. Era muy posible que los cristianos,
en su afán por mostrar la compatibilidad entre su fe y la filosofía, llegaran a
convencerse a sí mismos de que el mejor modo de concebir a Dios era, no
como lo habían hecho los profetas y otros autores escriturarios, sino más bien
como Platón, Plotino y otros. Puesto que estos filósofos concebían la
perfección como algo inmutable, impasible y estático, muchos cristianos
llegaron a la conclusión de que tal era el Dios de que hablaban las Escrituras.
Naturalmente, para esto era necesario resolver el conflicto entre esa idea de
Dios y la que aparece en las Escrituras, donde Dios es activo, donde Dios se
duele con los que sufren, y donde Dios interviene en la historia.
Esto dio origen al segundo modo de resolver el conflicto entre la idea de Dios
de los filósofos y el testimonio de las Escrituras. Este segundo modo era la
doctrina del Logos o Verbo, según la desarrollaron Justino, Clemente, Orígenes
y otros. Según esta doctrina, aunque es cierto que Dios mismo -el "Padre"- es
inmutable, impasible, etc., Dios tiene un Verbo, Palabra, Logos o Razón que sí
es personal, y que se relaciona directamente con el mundo y con los seres
humanos. Por esta razón, Justino dice que cuando Dios le habló a Moisés,
quien habló no fue el Padre, sino el Verbo.
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La controversia surgió en la ciudad de Alejandría, cuando Licinio gobernaba
todavía en el este y Constantino en el oeste. Todo comenzó en una serie de
desacuerdos teológicos entre Alejandro, obispo de Alejandría, y Arrio, uno de
los presbíteros más prestigiosos y populares de la ciudad.
Arrio decía que el Verbo no era Dios, sino que era la primera de todas las
criaturas. Nótese que lo que Arrio decía no era que el Verbo no hubiera
preexistido antes del nacimiento de Jesús. En esa preexistencia todos estaban
de acuerdo. Lo que Arrio decía era que el Verbo, aún antes de toda la
creación, había sido creado por Dios. Alejandro decía que el Verbo, por ser
divino, no era una criatura, sino que había existido siempre con Dios. Dicho de
otro modo, si se tratara de trazar una línea divisoria entre Dios y las criaturas,
Arrio trazaría la línea entre Dios y el Verbo, colocando así al Verbo como la
primera de las criaturas, mientras que Alejandro trazaría la línea de tal modo
que el Verbo quedara junto a Dios, en distinción de las criaturas.
Cada uno de los dos partidos tenía -además de ciertos textos bíblicos favoritos-
razones lógicas por las que le parecía que la posición de su contrincante era
insostenible.
Arrio, por una parte, decía que lo que Alejandro proponía era en fin de cuentas
abandonar el monoteísmo cristiano, pues según el esquema de Alejandro había
dos que eran Dios y por tanto dos dioses.
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En esto estaban las cosas cuando Constantino, que acababa de derrotar a
Licánio, decidió tomar cartas; en el asunto. Su primera gestión consistió en
enviar al obispo de Córdoba, su consejero en materias eclesiásticas, para que
tratar de reconciliar a las partes en conflicto. Pero cuando Osio le informó que
las raíces de la disputa eran profundas, y que la disensión no podía resolverse
mediante gestiones individuales, Constantino decidió dar un paso que había
estado considerando por algún tiempo: convocar a una gran asamblea o
concilio de todos los obispos cristianos, para poner en orden, la vida de la
iglesia, y para decidir acerca de la controversia arriana.
(Artículo de la Obra "Una Historia Ilustrada del Cristianismo" Tomo 2 Págs. 87-
92; Ed. Caribe, 1978 Miami, Florida)
J. P. V.