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El Sombrero de Tres Picos

Pedro Antonio de Alarcón

Al señor
D. JOSÉ SALVADOR DE SALVADOR
dedicó esta obra
P. A. DE ALARCÓN
Julio de 1874
Capítulos del libro
Prefacio del autor..................................................................................................................................1
I. De cuándo sucedió la cosa................................................................................................................3
II. De cómo vivía entonces la gente.....................................................................................................3
III. Do ut des.........................................................................................................................................4
IV. Una mujer vista por fuera...............................................................................................................5
V. Un hombre visto por fuera y por dentro..........................................................................................6
VI. Habilidades de los dos cónyuges....................................................................................................7
VII. El fondo de la felicidad.................................................................................................................8
VIII. El hombre del sombrero de tres picos.........................................................................................8
IX. ¡Arre, burra!...................................................................................................................................9
X. Desde la parra................................................................................................................................10
XI. El bombardeo de Pamplona..........................................................................................................11
XII. Diezmos y primicias...................................................................................................................14
XIII. Le dijo el grajo al cuervo...........................................................................................................15
XIV. Los consejos de Garduña...........................................................................................................16
XV. Despedida en prosa.....................................................................................................................18
XVI. Un ave de mal agüero................................................................................................................20
XVII. Un alcalde de monterilla..........................................................................................................20
XVIII. Donde se verá que el tío Lucas tenía el sueño muy ligero......................................................21
XIX. Voces clamantes in deserto.......................................................................................................22
XX. La duda y la realidad...................................................................................................................23
XXI. ¡En guardia, caballero!..............................................................................................................25
XXII. Garduña se multiplica..............................................................................................................27
XXIII. Otra vez el desierto y las consabidas voces............................................................................28
XXIV. Un Rey de entonces................................................................................................................29
XXV. La estrella de Garduña.............................................................................................................30
XXVI. Reacción.................................................................................................................................31
XXVII. ¡Favor al Rey!.......................................................................................................................31
XXVIII. ¡Ave María Purísima! ¡Las doce y media y sereno!............................................................32
XXIX. Post nubila... Diana.................................................................................................................33
XXX. Una señora de clase..................................................................................................................33
XXXI. La pena del Talión..................................................................................................................34
XXXII. La fe mueve las montañas.....................................................................................................36
XXXIII. Pues... ¿y tú..........................................................................................................................37
XXXIV. También la Corregidora es guapa........................................................................................38
XXXV. Decreto imperial....................................................................................................................40
XXXVI. Conclusión, moraleja y epílogo...........................................................................................41
FIN............................................................................................................................................42

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Capítulo 1
Capítulo 10
Capítulo 20
Capítulo 30
Conclusión
Prefacio del autor

Pocos españoles, aun contando a los menos sabios y leídos, desconocerán la historieta vulgar
que sirve de fundamento a la presente obrilla.

Un zafio pastor de cabras, que nunca había salido de la escondida Cortijada en que nació,
fue el primero a quien nosotros se la oímos referir. -Era el tal uno de aquellos rústicos sin ningunas
letras, pero naturalmente ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra literatura nacional con
el dictado de pícaros. Siempre que en la Cortijada había fiesta, con motivo de boda o bautizo, o de
solemne visita de los amos, tocarle a él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasa-
das y recitar los Romances y Relaciones; -y precisamente en una ocasión de éstas (hace ya casi toda
una vida..., es decir, hace ya más de treinta y cinco años), tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta
noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de El Corregidor Y La Molinera, o sea de
El Molinero Y La Corregidora, que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascen-
dental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de El Sombrero De Tres Pi-
cos.
Recordamos, por señas, que cuando el pastor nos dio tan buen rato, las muchachas casaderas
allí reunidas se pusieron muy coloradas, de donde sus madres dedujeron que la historia era algo ver-
de, por lo cual pusieron ellas al pastor de oro y azul; pero el pobre Repela (así se llamaba el pastor)
no se mordió la lengua, y contestó diciendo: que no había por qué escandalizarse de aquel modo,
pues nada resultaba de su Relación que no supiesen hasta las monjas y hasta las niñas de cuatro
años...
-Y si no, vamos a ver -preguntó el cabrero-: ¿qué se saca en claro de la historia de El Corre-
gidor Y La Molinera? ¡Que los casados duermen juntos, y que ningún marido le acomoda que otro
hombre duerma con su mujer! ¡Me parece que la noticia!...
-¡Pues es verdad! -respondieron las madres, oyendo las carcajadas de sus hijas.
-La prueba de que el tío Repela tiene razón -observó en esto el padre del novio-, es que to-
dos los chicos y grandes aquí presentes se han enterado ya de que esta noche, así que se acabe el
baile, Juanete y Manolilla estrenarán esa hermosa cama de matrimonio que la tía Gabriela acaba de
enseñar a nuestras hijas para que admiren los bordados de los almohadones...
-¡Hay más! -dijo el abuelo de la novia-: hasta en el libro de la Doctrina y en los mismos Ser-
mones se habla a los niños de todas estas cosas tan naturales, al ponerlos al corriente de la larga es-
terilidad de Nuestra Señora Santa Ana, de la virtud del casto José, de la estratagema de Judit, y de

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otros muchos milagros que no recuerdo ahora. Por consiguiente, señores...
-¡Nada, nada, tío Repela! -exclamaron valerosamente las muchachas-. ¡Diga V. otra vez su Rela-
ción; que es muy divertida!
-¡Y hasta muy decente! -continuó el abuelo-. Pues en ella no se aconseja a nadie que sea
malo; ni se le enseña a serlo; ni queda sin castigo el que lo es...
-¡Vaya! ¡repítala V.! -dijeron al fin consistorialmente las madres de familia.
El tío Repela volvió entonces a recitar el Romance; y, considerado ya su texto por todos a la luz de
aquella crítica tan ingenua, hallaron que no había pero que ponerle; lo cual equivale a decir que le
concedieron las licencias necesarias.
***
Andando los años, hemos oído muchas y muy diversas versiones de aquella misma aventura
de El Molinero Y La Corregidora, siempre de labios de graciosos de aldea y de cortijo, por el orden
del ya difunto Repela, y además la hemos leído en letras de molde en diferentes Romances de ciego
y hasta en el famoso Romancero del inolvidable D. Agustín Durán.
El fondo del asunto resulta idéntico: tragicómico, zumbón y terriblemente epigramático,
como todas las lecciones dramáticas de moral de que se enamora nuestro pueblo; pero la forma, el
mecanismo accidental, los procedimientos casuales, difieren mucho, muchísimo, del relato de nues-
tro pastor, tanto, que éste no hubiera podido recitar en la Cortijada ninguna de dichas versiones, ni
aun aquellas que corren impresas, sin que antes se tapasen los oídos las muchachas en estado hones-
to, o sin exponerse a que sus madres le sacaran los ojos. ¡A tal punto han extremado y pervertido los
groseros patanes de otras provincias el caso tradicional que tan sabroso, discreto y pulcro resultaba
en la versión del clásico Repela!
Hace, pues, mucho tiempo que concebimos el propósito de restablecer la verdad de las co-
sas, devolviendo a la peregrina historia de que se trata su primitivo carácter, que nunca dudamos
fuera aquel en que salía mejor librado el decoro. Ni ¿cómo dudarlo? Esta clase de Relaciones, al ro-
dar por las manos del vulgo, nunca se desnaturalizan para hacerse más bellas, delicadas y decentes,
sino para estropearse y percudirse al contacto de la ordinariez y la chabacanería.
Tal es la historia del presente libro... Conque metámonos ya en harina; quiero decir, demos
comienzo a la Relación de El Corregidor Y La Molinera, no sin esperar de tu sano juicio (¡oh respe-
table público!) que «después de haberla leído y héchote más cruces que si hubieras visto al demonio
(como dijo Estebanillo González al principiar la suya), la tendrás por digna y merecedora de haber
salido a luz».
Julio de 1874.

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I. De cuándo sucedió la cosa Pirineo, si se había reñido otra batalla en
que peleasen seis u ocho Reyes y
Emperadores, y si NAPOLEÓN se hallaba
Comenzaba este largo Siglo, que ya va de en Milán, en Bruselas o en Varsovia... Por
vencida. No se sabe fijamente el año: sólo lo demás, nuestros mayores seguían
consta que era después del de 4 y antes del viviendo a la antigua española, sumamente
de 8. despacio, apegados a sus rancias
Reinaba, pues, todavía en España Don Car- costumbres, en paz y en gracia de Dios, con
los IV de Borbón; por la gracia de Dios, se- su Inquisición y sus Frailes, con su
gún las monedas, y por olvido o gracia es- pintoresca desigualdad ante la Ley, con sus
pecial de Bonaparte, según los boletines privilegios, fueros y exenciones personales,
franceses. Los demás soberanos europeos con su carencia de toda libertad municipal o
descendientes de Luis XIV habían perdido política, gobernados simultáneamente por
ya la corona (y el jefe de ellos la cabeza) en insignes Obispos y poderosos Corregidores
la deshecha borrasca que corría esta enveje- (cuyas respectivas potestades no era muy
cida Parte del mundo desde 1789. fácil deslindar pues unos y otros se
Ni paraba aquí la singularidad de nuestra metían en lo temporal y en lo eterno), y pa-
patria en aquellos tiempos. El Soldado de la gando diezmos, primicias, alcabalas, subsi-
Revolución, el hijo de un oscuro abogado dios, mandas y limosnas forzosas, rentas,
corso, el vencedor en Rívoli, en las Pirámi- rentillas, capitaciones, tercias reales, gabe-
des, en Marengo y en otras cien batallas, las, frutos-civiles, y hasta cincuenta tributos
acababa de ceñirse la corona de Carlo-- más, cuya nomenclatura no viene a cuento
Magno y de transfigurar completamente la ahora.
Europa, creando y suprimiendo naciones, Y aquí termina todo lo que la presente his-
borrando fronteras, inventando dinastías y toria tiene que ver con la militar y política
haciendo mudar de forma, de nombre, de si- de aquella época; pues nuestro único objeto,
tio, de costumbres y hasta de traje a los al referir lo que entonces sucedía en el mun-
pueblos por donde pasaba en su corcel de do, ha sido venir a parar a que el año de que
guerra como un terremoto animado, o como se trata (supongamos que el de 1805) impe-
el «Antecristo», que le llamaban las Poten- raba todavía en España el antiguo régimen
cias del Norte... Sin embargo, nuestros pa- en todas las esferas de la vida pública y par-
dres (Dios los tenga en su santa Gloria), le- ticular, como si, en medio de tantas noveda-
jos de odiarlo o de temerle, complacíanse des y trastornos, el Pirineo se hubiese con-
aún en ponderar sus descomunales hazañas, vertido en otra Muralla de la China.
como si se tratase del héroe de un Libro de
Caballerías, o de cosas que sucedían en otro
planeta, sin que ni por asomos recelasen
que pensara nunca en venir por acá a inten- II. De cómo vivía entonces la
tar las atrocidades que había hecho en Fran-
cia, Italia, Alemania gente
y otros países. Una vez por semana (y dos a
lo sumo) llegaba el correo de Madrid a la En Andalucía, por ejemplo (pues precisa-
mayor parte de las poblaciones importantes mente aconteció en una ciudad de Andalu-
de la Península, llevando algún número de cía lo que vais a oír), las personas de supo-
la Gaceta (que tampoco era diaria), y por sición continuaban levantándose muy tem-
ella sabían las personas principales (supo- prano; yendo a la Catedral a Misa de prima,
niendo que la Gaceta hablase del particular) aunque no fuese día de precepto; almorzan-
si existía un Estado más o menos allende el do, a las nueve, un huevo frito y una jícara

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de chocolate con picatostes; comiendo, de y una fertilísima huerta que servía de mar-
una a dos de la tarde, puchero y principio, si gen (y algunas veces de lecho) al titular. In-
había caza, y, si no, puchero solo; termitente y traicionero río.
durmiendo la siesta después de comer; Por varias y diversas razones, hacía ya al-
paseando luego por el campo; yendo al gún tiempo que aquel molino era el predi-
Rosario, entre dos luces, a su respectiva lecto punto de llegaday descanso de los pa-
parroquia; tomando otro chocolate a la seantes más caracterizados de la menciona-
Oración (éste con bizcochos); asistiendo los da Ciudad... Primeramente, conducía a él un
muy encopetados a la tertulia del camino carretero, menos intransitable que
Corregidor, del Deán, o del Título que los restantes de aquellos contornos. En se-
residía en el pueblo; retirándose a casa a las gundo lugar, delante del molino había una
Ánimas; cerrando el portón antes del toque plazoletilla empedrada, cubierta por un pa-
de la queda; cenando ensalada y guisado rral enorme, debajo del cual se tomaba muy
por antopomasia, si no habían entrado bien el fresco en el verano y el sol en el in-
boquerones frescos, y acostándose vierno, merced a la alternada ida y venida
incontinenti con su señora (los que la de los pámpanos... En tercer lugar, el Moli-
tenían), no sin hacerse calentar primero la nero era un hombre muy respetuoso, muy
cama durante discreto, muy fino, que tenía lo que se llama
nueve meses del año... don de gentes, y que obsequiaba a los seño-
¡Dichosísimo tiempo aquel en que nuestra rones que solían honrarlo con su tertulia
tierra seguía en quieta y pacífica posesión vespertina, ofreciéndoles... lo que daba el
de todas las telarañas, de todo el polvo, de tiempo, ora habas verdes, ora cerezas y
toda la polilla, de todos los respetos, de to- guindas, ora lechugas en rama y sin sazonar
das las creencias, de todas las tradiciones, (que están muy buenas cuando se las acom-
de todos los usos y de todos los abusos san- paña de macarros de pan y aceite; macarros
tificados por los siglos! ¡Dichosísimo tiem- que se encargaban de enviar por delante sus
po aquel en que había en la sociedad huma- señorías), ora
na variedad de clases, de afectos y de cos- melones, ora uvas de aquella misma parra
tumbres! ¡Dichosísimo tiempo, digo..., para que les servía de dosel, ora rosetas de maíz,
los poetas especialmente, que encontraban si era invierno, y castañas asadas, y almen-
un entremés, un sainete, una comedia, un dras, y nueces, y de vez en cuando, en las
drama, un auto sacramental o una epopeya tardes muy frías, un trago de vino de pulso
detrás de cada esquina, en vez de esta pro- (dentro ya de la casa y al amor de la lum-
saica uniformidad y desabrido realismo que bre), a lo que por Pascuas se solía añadir al-
nos legó al cabo la Revolución Francesa! - gún pestiño, algún mantecado, algún rosco
¡Dichosísimo tiempo, sí!... o alguna lonja de jamón alpujarreño.
Pero esto es volver a las andadas. Basta ya -¿Tan rico era el Molinero, o tan impruden-
de generalidades y de circunloquios, y en- tes sus tertulianos? -exclamaréis interrum-
tremos resueltamente en la historia del piéndome.
Sombrero de tres picos. Ni lo uno ni lo otro. El Molinero sólo tenía
un pasar, y aquellos caballeros eran la deli-
cadeza y el orgullo personificados. Pero en
unos tiempos en que se pagaban cincuenta y
III. Do ut des tantas contribuciones diferentes a la Iglesia
y al Estado, poco arriesgaba un rústico de
tan claras luces como aquél en tenerse ga-
En aquel tiempo, pues, había cerca de la nada la voluntad de Regidores, Canónigos,
ciudad de*** un famoso molino harinero Frailes, Escribanos y demás personas de
(que ya no existe), situado como a un cuarto campanillas. Así es que no faltaba quien di-
de legua de la población, entre el pie de jese que el tío Lucas (tal era el nombre del
suave colina poblada de guindos y cerezos

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Molinero) se ahorraba un dineral al año a una mujer de bien, y de que así lo sabían to-
fuerza de agasajar a todo el mundo. dos los ilustres visitantes del molino. Digo
-«Vuestra Merced me va a dar una puerteci- más: ninguno de éstos daba muestras de
lla vieja de la casa que ha derribado», considerarla con ojos de varón ni con tras-
-decíale a uno.- «Vuestra Señoría -decíale a tienda pecaminosa. Admirábanla, sí, y re-
otro- va a mandar que me rebajen el subsi- quebrábanla en ocasiones (delante de su
dio, o la alcabala, o la contribución de fru- marido, por supuesto), lo mismo los frailes
tos-civiles.» «Vuestra Reverencia me va a que los caballeros, los canónigos que los
dejar coger en la huerta del Convento una golillas, como un prodigio de belleza que
poca hoja para mis gusanos de seda.» honraba a su Criador, y como una diablesa
«Vuestra Ilustrísima me va a dar permiso de travesura y coquetería, que alegraba ino-
para traer una poca leña del monte X.» centemente los espíritus más melancólicos.
«Vuestra Paternidad me va a poner dos le- «Es un hermoso animal», solía decir el vir-
tras para que me permitan cortar una poca tuosísimo Prelado. «Es una estatua de la an-
madera en el pinar H.» «Es menester que tigüedad helénica», observaba un Abogado
me haga Usarcé una escriturilla que no me muy erudito, Académico correspondiente
cueste nada.» «Este año no puedo pagar el de la Historia. «Es la propia estampa de
censo.» «Espero que el pleito se falle a mi Eva», prorrumpía el Prior de los
favor.» «Hoy le he dado de bofetadas a uno, Franciscanos. «Es una real moza»,
y creo que debe ir a la cárcel por haberme exclamaba el Coronel de milicias. «Es una
provocado.» «¿Tendría su Merced tal cosa sierpe, una sirena, ¡un demonio!», añadía el
de sobra?» «¿Le sirve a Usted de algo tal Corregidor. «Pero es una buena mujer,
otra?» «¿Me puede prestar la mula?» «¿Tie- es un ángel, es una criatura, es una chiquilla
ne ocupado mañana el carro?» «¿Le parece de cuatro años», acababan por decir todos,
que envíe por el burro?...» al regresar del molino atiborrados de uvas o
Y estas canciones se repetían a todas horas, de nueces, en busca de sus tétricos y metó-
obteniendo siempre por contestación un ge- dicos hogares.
neroso y desinteresado... «Como se pide». La chiquilla de cuatro años, esto es, la señá
Conque ya veis que el tío Lucas no estaba Frasquita, frisaría en los treinta. Tenía más
en camino de arruinarse. de dos varas de estatura, y era recia a pro-
porción, o quizás más gruesa todavía de lo
correspondiente a su arrogante talla. Parecía
una Niobe colosal, y eso que no había teni-
IV. Una mujer vista por fuera do hijos: parecía un Hércules... hembra; pa-
recía una matrona romana de las que aún
hay ejemplares en el Trastevere. Pero lo
La última y acaso la más poderosa razón más notable en ella era la movilidad, la li-
que tenía el señorío de la Ciudad para fre- gereza, la animación, la gracia de su respe-
cuentar por las tardes el molino del tío Lu- table mole. Para ser una estatua, como pre-
cas, era... que, así los clérigos como los se- tendía el Académico, le faltaba el reposo
glares, empezando por el Sr. Obispo y el Sr. monumental. Se cimbraba como un junco,
Corregidor, podían contemplar allí a sus an- giraba como una veleta, bailaba como una
chas una de las obras más bellas, graciosas peonza. Su rostro era más movible todavía,
y admirables que hayan salido jamás de las y, por tanto, menos escultural. Avivábanlo
manos de Dios, llamado entonces el Ser Su- donosamente hasta cinco hoyuelos: dos en
premo por Jovellanos y toda la escuela una mejilla; otro en otra; otro,muy chico,
afrancesada de nuestro país... cerca de la comisura izquierda de sus rien-
Esta obra... se denominaba «la señá Fras- tes labios, y el último, muy grande, en me-
quita». dio de su redonda barba. Añadid a esto los
Empiezo por responderos de que la señá picarescos mohines, los graciosos guiños y
Frasquita, legítima esposa del tío Lucas, era

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las en lo alto de la coronilla, lo cual dejaba
variadas posturas de cabeza que amenaza- campear la gallardía de su cabeza y de su
ban su conversación, y formaréis idea de cuello; sendas arracadas en las diminutas
aquella cara llena de sal y de hermosura y orejas, y muchas sortijas enlos afilados
radiante siempre de salud y alegría. dedos de sus duras pero limpias manos. Por
Ni la señá Frasquita ni el tío Lucas eran an- último: la voz de la señá Frasquita tenía to-
daluces: ella era navarra y él murciano. Él dos los tonos del más extenso y melodioso
había ido a la ciudad de***, a la edad de instrumento, y su carcajada era tan alegre y
quince años, como medio paje, medio cria- argentina, que parecía un repique de Sábado
do del Obispo anterior al que entonces go- de Gloria.
bernaba aquella Iglesia. Educábalo su pro- Retratemos ahora al tío Lucas.
tector para clérigo, y tal vez con esta mira y
para que no careciese de congrua, dejole en
su testamento el molino; pero el tío Lucas,
que a la muerte de Su Ilustrísima no estaba V. Un hombre visto por fuera
ordenado más que de menores, ahorcó los
hábitos en aquel punto y hora, y sentó plaza
y por dentro
de soldado, más ganoso de ver mundo y co-
rrer aventuras que de decir Misa o de moler El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había
trigo. -En 1793 hizo la campaña de los Piri- sido toda su vida, y ya tenía cerca de cua-
neos Occidentales, como Ordenanza del va- renta años. Sin embargo, pocos hombres tan
liente General Don Ventura Caro; asistió al simpáticos y agradables habrá echado Dios
asalto de Castillo Piñón, y permaneció lue- al mundo. Prendado de su viveza, de su in-
go largo tiempo en las provincias del Norte, genio y de su gracia, el difunto Obispo se lo
donde tomó la licencia absoluta. En Estella pidió a sus padres, que eran pastores, no de
conoció a la señá Frasquita, que entonces almas, sino de verdaderas ovejas. Muerto
sólo se llamaba Frasquita; la enamoró; se Su Ilustrísima, y dejado que hubo el mozo
casó con ella, y se la llevó a Andalucía en el Seminario por el Cuartel, distinguiolo en-
busca de aquel molino que había de verlos tre todo su Ejército el General Caro, y lo
tan pacíficos y dichosos durante el resto de hizo su Ordenanza más íntimo, su verdade-
su peregrinación por este valle de lágrimas ro criado de campaña. Cumplido, en fin, el
y risas. empeño militar, fuele tan fácil al tío Lucas
La señá Frasquita, pues, trasladada de Na- rendir el corazón de la señá Frasquita, como
varra a aquella soledad, no había adquirido fácil le había sido captarse el aprecio del
ningún hábito andaluz, y se diferenciaba General y del Prelado. La navarra, que tenía
mucho de las mujeres campesinas de los a la sazón veinte abriles, y era el ojo dere-
contornos. Vestía con más sencillez, desen- cho de todos los mozos de Estella, algunos
fado y elegancia que ellas, lavaba más sus de ellos bastante ricos, no pudo resistir a los
carnes, y permitía al sol y al aire acariciar continuos donaires, a las chistosas ocurren-
sus arremangados brazos y su descubierta cias, a los ojillos de enamorado mono y a la
garganta. Usaba, hasta cierto punto, el traje bufona y constante sonrisa,
de las señoras de aquella época, el traje de llena de malicia, pero también de dulzura,
las mujeres de Goya, el traje de la reina Ma- de aquel murciano tan atrevido, tan locuaz,
ría Luisa: si no falda de medio paso, falda tan avisado, tan dispuesto, tan valiente y tan
de un paso solo, sumamente corta, que deja- gracioso, que acabó por trastornar el juicio,
ba ver sus menudos pies y el arranque de su no sólo a la codiciada beldad, sino también
soberana pierna: llevaba el escote redondo y a su padre y a su madre.
bajo, al estilo de Madrid, donde se detuvo Lucas era en aquel entonces, y seguía sien-
dos meses con su Lucas al trasladarse de do en la fecha a que nos referimos, de pe-
Navarra a Andalucía; todo el pelo recogido queña estatura (a lo menos con relación a su

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mujer), un poco cargado de espaldas, muy molinero mejor peinado, mejor vestido, más
moreno, barbilampiño, narigón, orejudo y regalado en la mesa, rodeado de más como-
picado de viruelas. En cambio, su boca era didades en su casa, que el tío Lucas! ¡Impo-
regular y su dentadura inmejorable. sible que ninguna molinera ni ninguna reina
Dijérase que sólo la corteza de aquel haya sido objeto de tantas atenciones, de
hombre era tosca y fea; que tan pronto tantos agasajos, de tantas finezas como la
como empezaba a penetrarse dentro de él señá Frasquita! ¡Imposible también que nin-
aparecían sus perfecciones, y que estas gún molino haya encerrado tantas cosas ne-
perfecciones principiaban en los dientes. cesarias, útiles, agradables, recreativas y
Luego venía la voz, vibrante, elástica, hasta superfluas, como el que va a servir de
atractiva; varonil y grave algunas veces, teatro a casi toda la presente historia!
dulce y melosa cuando pedía algo, y Contribuía mucho a ello que la señá Fras-
siempre difícil de resistir. Llegaba después quita, la pulcra, hacendosa, fuerte y saluda-
lo que aquella voz decía: todo oportuno, ble navarra, sabía, quería y podía guisar,
discreto, ingenioso, persuasivo... Y, por coser, bordar, barrer, hacer dulces, lavar,
último, en el alma del tío Lucas había valor, planchar, blanquear la casa, fregar el cobre,
lealtad, honradez, sentido común, deseo de amasar, tejer, hacer media, cantar, bailar,
saber y conocimientos instintivos o tocar la guitarra y los palillos, jugar a la
empíricos de muchas cosas, profundo brisca y al tute, y otras muchísimas cosas
desdén a los necios, cualquiera que fuese su cuya relación fuera interminable. Y
categoría social, y cierto espíritu de ironía, contribuía no menos al mismo resultado el
de que el tío Lucas sabía, quería y podía dirigir
burla y de sarcasmo, que le hacían pasar, a la molienda, cultivar el campo, cazar,
los ojos del Académico, por un D. Francis- pescar, trabajar de carpintero, de herrero y
co de Quevedo en bruto. de albañil, ayudar a su mujer en todos los
Tal era por dentro y por fuera el tío Lucas. quehaceres de la casa, leer, escribir, contar,
etc., etc,
Y esto sin hacer mención de los ramos de
lujo, o sea de sus habilidades extraordina-
VI. Habilidades de los dos rias...
Por ejemplo: el tío Lucas adoraba las flores
cónyuges (lo mismo que su mujer), y era floricultor
tan consumado, que había conseguido pro-
Amaba, pues, locamente la señá Frasquita ducir ejemplares nuevos, por medio de la-
al tío Lucas, y considerábase la mujer más boriosas combinaciones. Tenía algo de In-
feliz del mundo al verse adorada por él. No geniero natural, y lo había demostrado
tenían hijos, según que ya sabemos, y construyendo una presa, un sifón y un acue-
habíase consagrado cada uno a cuidar y mi- ducto que triplicaron el agua del molino.
mar al otro con esmero indecible, pero sin Había enseñado a bailar a un perro, domes-
que aquella tierna solicitud ostentase el ca- ticado una culebra, y hecho que un loro die-
rácter sentimental y empalagoso, por lo za- se la hora por medio de gritos, según las iba
lamero, de casi todos los matrimonios sin marcando un reloj de sol que el Molinero
sucesión. Al contrario: tratábanse con una había trazado en una pared; de cuyas resul-
llaneza, una alegría, una broma y una con- tas el loro daba ya la hora con toda preci-
fianza semejantes a las de aquellos niños, sión, hasta en los días nublados y durante la
camaradas de juegos y de diversiones, que noche.
se quieren con toda el alma sin decírselo ja- Finalmente: en el molino había una huerta,
más, ni darse a sí mismos cuenta de lo que que producía toda clase de frutas y legum-
sienten. bres; un estanque encerrado en una especie
¡Imposible que haya habido sobre la tierra de kiosco de jazmines, donde se bañaban en

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verano el tío Lucas y la señá Frasquita; un cos e indivisibles sentimientos; incapaz de
jardín; una estufa o invernadero para las dudas; que creía o moría; que amaba o
plantas exóticas; una fuente de agua mataba; que no admitía gradación ni
potable; dos burras, en que el matrimonio tránsito entre la suprema felicidad y el
iba a la Ciudad o a los pueblos de las exterminio de su dicha.
cercanías; gallinero, palomar, pajarera, Era, en fin, un Otelo de Murcia, con alpar-
criadero de peces; criadero de guanos de gatas y montera, en el primer acto de una
seda; colmenas, cuyas abejas libaban en los tragedia posible...
jazmines; jaraíz o lagar, con su bodega Pero ¿a qué estas notas lúgubres en una to-
correspondiente, ambas cosas en miniatura; nadilla tan alegre? ¿A qué estos relámpagos
horno, telar, fragua, taller de carpintería, fatídicos en una atmósfera tan serena? ¿A
etc., etc.; todo ello reducido a una casa de qué estas actitudes melodramáticas en un
ocho habitaciones y a dos fanegas de tierra, cuadro de género?
y tasado en la cantidad de diez mil reales. Vais a saberlo inmediatamente.

VIII. El hombre del sombrero


VII. El fondo de la felicidad de tres picos
Eran las dos de una tarde de octubre.
Adorábanse, sí, locamente el Molinero y la El esquilón de la Catedral tocaba a vísperas,
Molinera, y aun se hubiera creído que ella -lo cual equivale a decir que ya habían co-
lo quería más a él que él a ella, no obstante mido todas las personas principales de la
ser él tan feo y ella tan hermosa. Dígolo Ciudad.
porque la señá Frasquita solía tener celos y Los Canónigos se dirigían al Coro, y los se-
pedirle cuentas al tío Lucas cuando éste tar- glares a sus alcobas a dormir la siesta, sobre
daba mucho en regresar de la Ciudad o de todo aquellos que, por razón de oficio, v.
los pueblos adonde iba por grano, mientras gr., las Autoridades, habían pasado la
que el tío Lucas veía hasta con gusto las mañana entera trabajando.
atenciones de que era objeto la señá Fras- Era, pues, muy de extrañar que a aquella
quita por parte de los Señores que frecuen- hora, impropia además para dar un paseo,
taban el molino; se ufanaba y regocijaba de pues todavía hacía demasiado calor, saliese
que a todos les agradase tanto como a él; y, de la Ciudad, a pie, y seguido de un solo al-
aunque comprendía que en el fondo del co- guacil, el ilustre señor Corregidor de la mis-
razón se la envidiaban algunos de ellos, la ma, -a quien no podía confundirse con nin-
codiciaban como simples mortales y hubie- guna otra persona ni de día ni de noche, así
ran dado cualquier cosa porque fuese menos por la enormidad de su sombrero de tres pi-
mujer de bien, la dejaba sola días enteros cos y por lo vistoso de su capa de grana,
sin el menor cuidado, y nunca le preguntaba como por lo particularísimo de su grotesco
luego qué había hecho ni quién había estado donaire...
allí durante su ausencia... De la capa de grana y del sombrero de tres
No consistía aquello, sin embargo, en que el picos, son muchas todavía las personas que
amor del tío Lucas fuese menos vivo que el pudieran hablar con pleno conocimiento de
de la señá Frasquita. Consistía en que él te- causa. Nosotros, entre ellas, lo mismo que
nía más confianza en la virtud de ella que todos los nacidos en aquella Ciudad en las
ella en la de él; consistía en que él la aven- postrimerías del reinado del Señor Don Fer-
tajaba en penetración, y sabía hasta qué nando VII, recordamos haber visto
punto era amado y cuánto se respetaba su colgados de un clavo, único adorno de
mujer a sí misma; y consistía principalmen- desmantelada pared, en la ruinosa torre de
te en que el tío Lucas era todo un hombre: la casa que habitó Su Señoría (torre
un hombre como el de Shakespeare, de po-

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destinada a la sazón a los infantiles juegos sazón en los cincuenta y cinco años, y lle-
de sus nietos), aquellas dos anticuadas vaba cuatro de Corregidor en la Ciudad de
prendas, aquella capa y aquel sombrero, -el que tratamos, donde se casó, a poco de lle-
negro sombrero encima, y la roja capa gar, con la principalísima Señora que dire-
debajo,- formando una especie de espectro mos más adelante.
del Absolutismo, una especie de sudario del Las medias de D. Eugenio (única parte que,
Corregidor, una especie de caricatura además de los zapatos, dejaba ver de su
retrospectiva de su poder, pintada con vestido la extensísima capa de grana) eran
carbón y almagre, como tantas otras, por los blancas, y los zapatos negros, con hebilla de
párvulos constitucionales de la de 1837 que oro. Pero luego que el calor del campo lo
allí nos reuníamos; una especie, en fin, de obligó a desembozarse, vídose que llevaba
espanta-pájaros, que en otro tiempo había gran corbata de batista; chupa de sarga de
sido espanta-hombres, y que hoy me da color de tórtola, muy festoneada de ramillos
miedo de haber contribuido a verdes, bordados de realce; calzón corto,
escarnecer, paseándolo por aquella histórica negro, de seda; una enorme casaca de la
Ciudad, en días de Carnestolendas, en lo misma estofa que la chupa; espadín con
alto de un deshollinador, o sirviendo de dis- guarnición de acero; bastón con borlas, y un
fraz irrisorio al idiota que más hacía reír a respetable par de guantes (o quirotecas) de
la plebe... ¡Pobre principio de autoridad! gamuza pajiza, que no se ponía nunca y que
¡Así te hemos puesto los mismos que hoy te empuñaba a guisa de cetro.
invocamos tanto! El Alguacil, que seguía a veinte pasos de
En cuanto al indicado grotesco donaire del distancia al señor Corregidor, se llamaba
señor Corregidor, consistía (dicen) en que Garduña, y era la propia estampa de su
era cargado de espaldas..., todavía más car- nombre. Flaco, agilísimo; mirando adelante
gado de espaldas que el tío Lucas..., casi jo- y atrás y a derecha e izquierda al propio
robado, por decirlo de una vez; de estatura tiempo que andaba; de largo cuello; de di-
menos que mediana; endeblillo; de mala sa- minuto y repugnante rostro, y con dos ma-
lud; con las piernas arqueadas y una manera nos como dos manojos de disciplinas, pare-
de andar sui generis (balanceándose de un cía juntamente un hurón en busca de crimi-
lado a otro y de atrás hacia adelante), que nales, la cuerda que había de atarlos, y el
sólo se puede describir con la absurda fór- instrumento destinado a su castigo.
mula de que parecía cojo de los dos pies. En El primer Corregidor que le echó la vista
cambio (añade la tradición), su rostro era encima, le dijo sin más informes: «Tú serás
regular, aunque ya bastante arrugado por la mi verdadero alguacil...» Y ya lo había sido
falta absoluta de dientes y muelas; moreno de cuatro Corregidores.
verdoso, como el de casi todos los hijos de Tenía cuarenta y ocho años, y llevaba som-
las Castillas; con grandes ojos oscuros, en brero de tres picos, mucho más pequeño
que relampagueaban la cólera, el despotis- que el de su Señor (pues repetimos que el
mo y la lujuria, con finas y traviesas faccio- de éste era descomunal), capa negra como
nes, que no tenían la expresión del valor las medias y todo el traje, bastón sin borlas,
personal, pero sí la de una malicia artera ca- y una especie de asador por espada.
paz de todo, y con cierto aire de satisfac- Aquel espantajo negro parecía la sombra de
ción, medio aristocrático, medio libertino, su vistoso amo.
que revelaba que aquel hombre habría
sido, en su remota juventud, muy agradable
y acepto a las mujeres, no obstante sus pier-
nas y su joroba. IX. ¡Arre, burra!
D. Eugenio de Zúñiga y Ponce de León
(que así se llamaba Su Señoría) había naci-
do en Madrid, de familia ilustre; frisaría a la Por dondequiera que pasaban el personaje y
su apéndice, los labradores dejaban sus fae-

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nas y se descubrían hasta los pies, con más Mientras así discurrían los labriegos que sa-
miedo que respeto; después de lo cual se ludaban al señor Corregidor, la señá Fras-
decían en voz baja: quita regaba y barría cuidadosamente la pla-
-¡Temprano va esta tarde el señor Corregi- zoletilla empedrada que servía de atrio o
dor a ver a la señá Frasquita! compás al molino, y colocaba media docena
-¡Temprano... y solo! -añadían algunos, de sillas debajo de lo más espeso del empa-
acostumbrados a verlo siempre dar aquel rrado, en el cual estaba subido el tío Lucas,
paseo en compañía de otras varias personas. cortando los mejores racimos y arreglándo-
-Oye, tú, Manuel: ¿por qué irá solo esta tar- los artísticamente en una cesta.
de el señor Corregidor a ver a la navarra? -¡Pues sí, Frasquita! -decía el tío Lucas des-
-le preguntó una lugareña a su marido, el de lo alto de la parra-: el señor Corregidor
cual la llevaba a grupas en la bestia. está enamorado de ti de muy mala manera...
Y, al mismo tiempo que la pregunta, le hizo -Ya te lo dije yo hace tiempo -contestó la
cosquillas, por vía de retintín. mujer del norte-... Pero ¡déjalo que pene!
-¡No seas mal pensada, Josefa! -exclamó el ¡Cuidado, Lucas, no te vayas a caer!
buen hombre-. La señá Frasquita es inca- -Descuida: estoy bien agarrado... También
paz... le gustas mucho al señor...
-No digo yo lo contrario... Pero el Corregi- -¡Mira! ¡no me des más noticias! -interrum-
dor no es por eso incapaz de estar enamora- pió ella-. ¡Demasiado sé yo a quién le gusto
do de ella... Yo he oído decir que, de todos y a quién no le gusto! ¡Ojalá supiera del
los que van a las francachelas del molino, el mismo modo por qué no te gusto a ti!
único que lleva mal fin es ese madrileño tan -¡Toma! Porque eres muy fea... -contestó el
aficionado a faldas... tío Lucas.
-¿Y qué sabes tú si es o no aficionado a fal- -Pues, oye..., ¡fea y todo, soy capaz de subir
das? -preguntó a su vez el marido. a la parra y echarte de cabeza al suelo!...
-No lo digo por mí... ¡Ya se hubiera guarda- -Más fácil sería que yo no te dejase bajar de
do, por más Corregidor que sea, de decirme la parra sin comerte viva...
los ojos tienes negros! -¡Eso es!... ¡y cuando vinieran mis galanes
La que así hablaba era fea en grado superla- y nos viesen ahí, dirían que éramos un
tivo. mono y una mona!...
-Pues mira, hija, ¡allá ellos! -replicó el lla- -Y acertarían; porque tú eres muy mona y
mado Manuel-. Yo no creo al tío Lucas muy rebonita, y yo parezco un mono con
hombre de consentir... ¡Bonito genio tiene esta joroba...
el tío Lucas cuando se enfada!... -Que a mí me gusta muchísimo...
-Pero, en fin, ¡si ve que le conviene!... -aña- -Entontes te gustará más la del Corregidor,
dió la tía Josefa, retorciendo el hocico. que es mayor que la mía...
-El tío Lucas es hombre de bien... -repuso el ¡Vamos! ¡Vamos! Sr. D. Lucas... ¡No tenga
lugareño-; y a un hombre de bien nunca V. tantos celos!...
pueden convenirle ciertas cosas... -¿Celos yo de ese viejo petate? ¡Al contra-
-Pues entonces, tienes razón... ¡Allí ellos! rio; me alegro muchísimo de que te
¡Si yo fuera la señá Frasquita!... quiera!...
-¡Arre, burra! -gritó el marido, para mudar -¿Por qué?
la conversación. -Porque en el pecado lleva la penitencia.
Y la burra salió al trote; con lo que no pudo ¡Tú no has de quererlo nunca, y yo soy en-
oírse el resto del diálogo. tretanto el verdadero Corregidor de la Ciu-
dad!
-¡Miren el vanidoso! Pues figúrate que lle-
gase a quererlo... ¡Cosas más raras se ven
X. Desde la parra en el mundo!
-Tampoco me daría gran cuidado...

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-¿Por qué? Así dijo el tío Lucas, alargando la cesta a su
-¡Porque entonces tú no serías ya tú; y, no mujer.
siendo tú quien eres, o como lo creo que -¡No está mal pensado! -exclamó ella, lan-
eres, maldito lo que me importaría que te zando nuevas carcajadas-. ¡El demonio del
llevasen los demonios! madrileño! ¿Qué se habrá creído que es un
-Pero bien; ¿qué harías en semejante caso? Corregidor para mí? Pero aquí llega... Por
-¿Yo? ¡Mira lo que no sé!... Porque, como cierto que Garduña, que lo seguía a alguna
entonces yo sería otro y no el que soy aho- distancia, se ha sentado en la ramblilla a la
ra, no puedo figurarme lo que pensaría... sombra... ¡Qué majadería! Ocúltate tú bien
-¿Y por qué serías entonces otro? -insistió entre los pámpanos, que nos vamos a reír
valientemente la señá Frasquita, dejando de más de lo que te figuras...
barrer y poniéndose en jarras para mirar ha- Y, dicho esto, la hermosa navarra rompió a
cia arriba. cantar el fandango, que ya le era tan fami-
El tío Lucas se rascó la cabeza, como si es- liar como las canciones de su tierra.
carbara para sacar de ella alguna idea muy
profunda, hasta que al fin dijo con más se-
riedad y pulidez que de costumbre:
-Sería otro, porque yo soy ahora un hombre XI. El bombardeo de Pamplo-
que cree en ti como en sí mismo, y que no
tiene más vida que esta fe. De consiguiente,
na
al dejar de creer en ti, me moriría o me con-
vertiría en un nuevo hombre; viviría de otro -Dios te guarde, Frasquita... -dijo el Corre-
modo; me parecería que acababa de nacer; gidor a media voz, apareciendo bajo el em-
¡tendría otras entrañas! Ignoro, pues, lo que parrado y andando de puntillas.
haría entonces contigo... Puede que me -¡Tanto bueno, señor Corregidor! -respon-
echara a reír y te volviera la espalda... Pue- dió ella en voz natural, haciéndole mil reve-
de que ni siquiera te conociese... Puede rencias-. ¡Usía por aquí a estas horas! ¡Y
que... Pero ¡vaya un gusto que tenemos en con el calor que hace! ¡Vaya, siéntese Su
ponernos de mal humor sin necesidad! Señoría!... Esto está fresquito. ¿Cómo no ha
¿Qué nos importa a nosotros que te quieran aguardado Su Señoría a los demás señores?
todos los Corregidores del mundo? ¿No Aquí tienen ya preparados sus asientos...
eres tú mi Frasquita? Esta tarde esperamos al señor Obispo en
-¡Si, pedazo de bárbaro! -contestó la nava- persona, que le ha prometido a mi Lucas
rra, riendo a más no poder-. Yo soy tu Fras- venir a probar las primeras uvas de la parra.
quita, y tú eres mi Lucas de mi alma, más ¿Y cómo lo pasa Su Señoría? ¿Cómo está la
feo que el bu, con más talento que todos los Señora?
hombres, más bueno que el pan, y más que- El Corregidor se había turbado. La ansiada
rido... ¡Ah! ¡lo que es eso de querido, cuan- soledad en que encontraba a la señá Fras-
do bajes de la parra lo verás! ¡Prepárate a quita le parecía un sueño, o un lazo que le
llevar más bofetadas y pellizcos que pelos tendía la enemiga suerte para hacerle caer
tienes en la cabeza! Pero ¡calla! ¿Qué es lo en el abismo de un desengaño.
que veo? El Señor Corregidor viene por allí Limitose, pues, a contestar:
completamente solo... ¡Y tan tempranito!... -No es tan temprano como dices... Serán las
Ese trae plan... ¡Por lo visto, tú tenías ra- tres y media...
zón!... El loro dio en aquel momento un chillido.
-Pues aguántate, y no le digas que estoy su- -Son las dos y cuarto, -dijo la navarra, mi-
bido en la parra. ¡Ese viene a declararse a rando de hito en hito al madrileño.
solas contigo, creyendo pillarme durmiendo Éste calló, como reo convicto que renuncia
la siesta!... Quiero divertirme oyendo su ex- a la defensa.
plicación. -¿Y Lucas? ¿Duerme? -preguntó al cabo de

11
un rato. Usía nombre Secretario del Ayuntamiento
(Debemos advertir aquí que el Corregidor, de la Ciudad a un sobrino mío que tengo en
lo mismo que todos los que no tienen dien- Estella..., y que así podrá venirse de aque-
tes, hablaba con una pronunciación floja y llas montañas, donde está pasando muchos
sibilante, como si se estuviese comiendo apuros...
sus propios labios.) -Te he dicho, Frasquita, que eso es imposi-
-¡De seguro! -contestó la señá Frasquita-. ble. El Secretario actual...
En llegando estas horas se queda dormido -¡Es un ladrón, un borracho y un bestia!
donde primero le coge, aunque sea en el -¡Ya lo sé!... Pero tiene buenas aldabas en-
borde de un precipicio... tre los Regidores Perpetuos, y yo no puedo
-Pues mira... ¡déjalo dormir!... -exclamó el nombrar otro sin acuerdo del Cabildo. De lo
viejo Corregidor, poniéndose más pálido de contrario, me expongo...
lo que ya era-. Y tú, mi querida Frasquita, -¡Me expongo!... ¡Me expongo!... ¿A qué
escúchame..., oye... ven acá... ¡Siéntate no nos expondríamos por Vuestra Señoría
aquí; a mi lado!... Tengo muchas cosas que hasta los gatos de esta casa?
decirte... -¿Me querrías a ese precio? -tartamudeó el
-Ya estoy sentada, -respondió la Molinera, Corregidor.
agarrando una silla baja y plantándola de- -No, señor; que lo quiero a Usía de balde.
lante del Corregidor, a cortísima distancia -¡Mujer, no me des tratamiento! Háblame
de la suya. de V. o como se te antoje... ¿Conque vas a
Sentado que se hubo, Frasquita echó una quererme? Di.
pierna sobre la otra, inclinó el cuerpo hacia -¿No le digo a V. que lo quiero ya?
adelante, apoyó un codo sobre la rodilla ca- -Pero...
balgadora, y la fresca y hermosa cara en -No hay pero que valga. ¡Verá V. qué
una de sus manos; y así, con la cabeza un guapo y qué hombre de bien es mi sobrino!
poco ladeada, la sonrisa en los labios, los -¡Tú sí que eres guapa, Frascuela!...
cinco hoyos en actividad, y las serenas pu- -¿Le gusto a V.?
pilas clavadas en el Corregidor, aguardó la -¡Que si me gustas!... ¡No hay mujer como
declaración de Su Señoría. Hubiera podido tú!
comparársela con Pamplona esperando un -Pues mire V.... Aquí no hay nada postizo...
bombardeo. -contestó la señá Frasquita, acabando de
El pobre hombre fue a hablar, y se quedó arrollar la manga de su jubón, y mostrando
con la boca abierta, embelesado ante aque- al Corregidor el resto de su brazo, digno de
lla grandiosa hermosura, ante aquella es- una cariátide y más blanco que una azuce-
plendidez de gracias, ante aquella formida- na.
ble mujer, de alabastrino color, de lujosas -¡Que si me gustas!... -prosiguió el Corregi-
carnes, de limpia y riente boca, de azules e dor-. ¡De día, de noche, a todas horas, en
insondables ojos, que parecía creada por el todas partes, sólo pienso en ti!...
pincel de Rubens. -¡Pues qué! ¿No le gusta a V. la señora Co-
-¡Frasquita!... -murmuró al fin el delegado rregidora? -preguntó la señá Frasquita con
del Rey, con acento desfallecido, mientras tan mal fingida compasión, que hubiera he-
que su marchito rostro, cubierto de sudor, cho reír a un hipocondríaco-. ¡Qué lástima!
destacándose sobre su joroba, expresaba Mi Lucas me ha dicho que tuvo el gusto de
una inmensa angustia-. ¡Frasquita!... verla y de hablarle cuando fue a componer-
-¡Me llamo! -contestó la hija de los Pirine- le a V. el reloj de la alcoba, y que es muy
os-. ¿Y qué? guapa, muy buena y de un trato muy cariño-
-Lo que tú quieras... -repuso el viejo con so.
una ternura sin límites. -¡No tanto! ¡No tanto! -murmuró el Corre-
-Pues lo que yo quiero... -dijo la Molinera-, gidor con cierta amargura.
ya lo sabe Usía. Lo que yo quiero es que -En cambio, otros me han dicho -prosiguió

12
la Molinera- que tiene muy mal genio, que levantándose como pudo.
es muy celosa, y que V. le tiembla más que Y luego añadió por lo bajo, pero de modo
a una vara verde... que pudiera oírlo la señá Frasquita:
-¡No tanto, mujer!... -repitió Don Eugenio -¡Me la pagaréis!
de Zúñiga y Ponce de León, poniéndose co- -Pues, en cambio, Su Señoría me ha salvado
lorado-. ¡Ni tanto ni tan poco! La Señora a mí la vida -repuso el tío Lucas sin mover-
tiene sus manías, es cierto...; mas de ello a se de lo alto de la parra-. Figúrate mujer,
hacerme temblar, hay mucha diferencia. que estaba yo aquí sentado contemplando
¡Yo soy el Corregidor!... las uvas, cuando me quedé dormido sobre
-Pero, en fin, ¿la quiere V., o no la quiere? una red de sarmientos y palos que dejaban
-Te diré... Yo la quiero mucho... o, por me- claros suficientes para que pasase mi cuer-
jor decir, la quería antes de conocerte. Pero po... Por consiguiente, si la caída de Su Se-
desde que te vi, no sé lo que me pasa, y ella ñoría no me hubiese despertado tan a tiem-
misma conoce que me pasa algo... Bástete po, esta tarde me habría yo roto la cabeza
saber que hoy..., tomarle, por ejemplo, la contra esas piedras.
cara a mi mujer me hace la misma opera- -Conque sí... ¿eh?... -replicó el Corregidor-.
ción que si me la tomara a mí propio... ¡Ya Pues, ¡vaya, hombre!, me alegro... ¡Te digo
ves, que no puedo quererla más ni sentir que me alegro mucho de haberme caído!
menos!... ¡Mientras que por coger esa -¡Me la pagarás! -agregó en seguida, diri-
mano, ese brazo, esa cara, esa cintura, daría giendose a la Molinera.
lo que no tengo! Y pronunció estas palabras con tal expre-
Y, hablando así, el Corregidor trató de apo- sión de reconcentrada furia, que la señá
derarse del brazo desnudo que la señá Fras- Frasquita se puso triste.
quita le estaba refregando materialmente Veía claramente que el Corregidor se asustó
por los ojos; pero ésta, sin descomponerse, al principio, creyendo que el Molinero lo
extendió la mano, tocó el pecho de Su Se- había oído todo; pero que, persuadido ya de
ñoría con la pacífica violencia e incontrasta- que no había oído nada (pues la calma y el
ble rigidez de la trompa de un elefante, y lo disimulo del tío Lucas hubieran engañado al
tiró de espaldas con silla y todo. más lince), empezaba a abandonarse a toda
-¡Ave María Purísima! -exclamó entonces su iracundia y a concebir planes de vengan-
la navarra, riéndose a más no poder-. Por lo za.
visto, esa silla estaba rota... -¡Vamos! ¡Bájate ya de ahí, y ayúdame a
-¿Qué pasa ahí? -exclamó en esto el tío Lu- limpiar a Su Señoría, que se ha puesto per-
cas, asomando su feo rostro entre los pám- dido de polvo! -exclamó entonces la Moli-
panos de la parra. nera.
El Corregidor estaba todavía en el suelo Y, mientras el tío Lucas bajaba, díjole ella
boca arriba, y miraba con un terror in deci- al Corregidor, dándole golpes con el delan-
ble a aquel hombre que aparecía en los aires tal en la chupa y alguno que otro en las ore-
boca abajo. jas:
Hubiérase dicho que Su Señoría era el Dia- -El pobre no ha oído nada... Estaba dormido
blo, vencido, no por San Miguel, sino por como un tronco...
otro Demonio del infierno. Más que estas frases, la circunstancia de ha-
-¿Qué ha de pasar? -se apresuró a responder ber sido dichas en voz baja, afectando com-
la señá Frasquita-. ¡Que el señor Corregidor plicidad y secreto, produjo un efecto mara-
puso la silla en vago, fue a mecerse, y se ha villoso.
caído!... -¡Pícara! ¡Proterva! -balbuceó Don Eugenio
-¡Jesús, María y José! -exclamó a su vez el de Zúñiga con la boca hecha un agua, pero
Molinero-. ¿Y se ha hecho daño Su Seño- gruñendo todavía...
ría? ¿Quiere un poco de agua y vinagre? -¿Me guardará Usía rencor? -replicó la na-
-¡No me he hecho nada! -dijo el Corregidor, varra zalameramente.

13
Viendo el Corregidor que la severidad le plar aquel cuadro tan cómico y tan bello,
daba buenos resultados, intentó mirar a la hasta que, por último, dijo, con el reposado
señá Frasquita con mucha rabia; pero se en- acento propio de los Prelados de entonces:
contró con su tentadora risa y sus divinos -El Quinto... pagar diezmos y primicias a la
ojos, en los cuales brillaba la caricia de una Iglesia de Dios, nos enseña la doctrina cris-
súplica, y, derritiéndosele la gacha en el tiana; pero V., señor Corregidor, no se con-
acto, le dijo con un acento baboso y sibilan- tenta con administrar el diezmo, sino que
te, en que se descubría más que nunca la au- también trata de comerse las primicias.
sencia total de dientes y muelas: -¡El señor Obispo! -exclamaron los Moline-
-¡De ti depende, amor mío! ros, dejando al Corregidor y corriendo a be-
En aquel momento se descolgó de la parra sar el anillo al Prelado.
el tío Lucas. -¡Dios se lo pague a Su Ilustrísima por ve-
nir a honrar esta pobre choza! -dijo el tío
Lucas, besando el primero, y con acento de
muy sincera veneración.
XII. Diezmos y primicias -¡Qué señor Obispo tengo tan hermoso!
-exclamó la señá Frasquita, besando des-
pués-. ¡Dios lo bendiga y me lo conserve
Repuesto el Corregidor en su silla, la Moli- más años que le conservó el suyo a mi Lu-
nera dirigió una rápida mirada a su esposo, cas!
y viole, no sólo tan sosegado como siempre, -¡No sé qué falta puedo hacerte, cuando tú
sino reventando de ganas de reír por resul- me echas las bendiciones, en vez de pedír-
tas de aquella ocurrencia: cambió con él melas! -contestó riéndose el bondadoso
desde lejos un beso tirado, aprovechando el Pastor.
primer descuido de Don Eugenio, y díjole, Y, extendiendo dos dedos, bendijo a la señá
en fin, a éste con una voz de sirena que le Frasquita y después a los demás circunstan-
hubiera envidiado Cleopatra: tes.
-¡Ahora va Su Señoría a probar mis uvas! -¡Aquí tiene Usía Ilustrísima las primicias!
Entonces fue de ver a la hermosa navarra (y -dijo el Corregidor, tomando un racimo de
así la pintaría yo, si tuviese el pincel de Ti- manos de la Molinera y presentándoselo
ciano), plantada enfrente del embelesado cortésmente al Obispo-. Todavía no había
Corregidor, fresca, magnífica, incitante, con yo probado las uvas...
sus nobles formas, con su angosto vestido, El Corregidor pronunció estas palabras, di-
con su elevada estatura, con sus desnudos rigiendo de paso una rápida y cínica mirada
brazos levantados sobre la cabeza, y con un a la espléndida hermosura de la Molinera.
transparente racimo en cada mano, dicién- -¡Pues no será porque estén verdes, como
dole, entre una sonrisa irresistible y una mi- las de la fábula! -observó el Académico.
rada suplicante en que titilaba el miedo: -Las de la fábula -expuso el Obispo- no es-
-Todavía no las ha probado el señor Obis- taban verdes, señor Licenciado; sino fuera
po... Son las primeras que se cogen este del alcance de la zorra.
año... Ni el uno ni el otro habían querido acaso
Parecía una gigantesca Pomona, brindando aludir al Corregidor; pero ambas frases fue-
frutos a un dios campestre; a un Sátiro, v. ron casualmente tan adecuadas a lo que aca-
gr. baba de suceder allí, que Don Eugenio de
En esto apareció al extremo de la plazoleta Zúñiga se puso lívido de cólera, y dijo, be-
empedrada el venerable Obispo de la dióce- sando el anillo del Prelado:
sis, acompañado del Abogado Académico y -¡Eso es llamarme zorro, señor ilustrísimo!
de dos Canónigos de avanzada edad, y se- -¡Tu dixisti! -replicó éste, con la afable se-
guido de su Secretario, de dos familiares y veridad de un Santo, como diz que lo era en
de dos pajes. efecto-. Excusatio non petita, accusatio ma-
Detúvose un rato Su Ilustrísima a contem-

14
nifesta. Qualis vir, talis oratio. Pero satis
jam dictum, nullus ultra sit sermo. O, lo que
es lo mismo, dejémonos de latines, y XIII. Le dijo el grajo al cuervo
veamos estas famosas uvas.
Y picó... una sola vez... en el racimo que le
presentaba el Corregidor. Hora y media después todos los ilustres
-¡Están muy buenas! -exclamó, mirando compañeros de merienda estaban de vuelta
aquella uva al trasluz y alargándosela en se- en la Ciudad.
guida a su Secretario-. ¡Lástima que a mí El señor Obispo y su familia habían llegado
me sienten mal! con bastante anticipación, gracias al coche,
El Secretario contempló también la uva; y hallábanse ya en palacio, donde los deja-
hizo un gesto de cortesana admiración, y la remos rezando sus devociones.
entregó a uno de los familiares. El insigne Abogado (que era muy seco) y
El familiar repitió la acción del Obispo y el los dos Canónigos (a cual más grueso y res-
gesto del Secretario, propasándose hasta petable) acompañaron al Corregidor hasta
oler la uva, y luego... la colocó en la cesta la puerta del Ayuntamiento (donde Su
con escrupuloso cuidado, no sin decir en Señoría dijo tener que trabajar), y tomaron
voz baja a la concurrencia: luego el camino de sus respectivas casas,
-Su Ilustrísima ayuna... guiándose por las estrellas como los
El tío Lucas, que había seguido la uva con navegantes, o sorteando a tientas las
la vista, la cogió entonces disimuladamente, esquinas como los ciegos; pues ya había
y se la comió sin que nadie lo viera. cerrado la noche; aún no había salido la
Después de esto, sentáronse todos: hablose luna, y el alumbrado público (lo mimo que
de la otoñada (que seguía siendo muy seca, las demás luces de este siglo) todavía estaba
no obstante haber pasado el cordonazo de allí en la mente divina.
San Francisco); discurriose algo sobre la En cambio, no era raro ver discurrir por al-
probabilidad de una nueva guerra entre Na- gunas calles tal o cual linterna o farolillo
poleón y el Austria; insistiose en la creencia con que respetuoso servidor alumbraba a
de que las tropas imperiales no invadirían sus magníficos amos, quienes se dirigían a
nunca el territorio español; quejose el Abo- la habitual tertulia o de visita a casa de sus
gado de lo revuelto y calamitoso de aquella parientes...
época, envidiando los tranquilos tiempos de Cerca de casi todas las rejas bajas se veía (o
sus padres (como sus padres habrían envi- se olfateaba, por mejor decir) un silencioso
diado los de sus abuelos); dio las cinco el bulto negro. Eran galanes que, al sentir pa-
loro..., y, a una seña del Reverendo Obispo, sos, habían dejado por un momento de pelar
el menor de los pajes fue al coche episcopal la pava...
(que se había quedado en la misma rambli- -¡Somos unos calaveras! -iban diciéndose el
lla que el Alguacil), y volvió con una mag- Abogado y los dos Canónigos-. ¿Qué pen-
nífica torta sobada, de pan de aceite, polvo- sarán en nuestras casas al vernos llegar a es-
reada de sal, que apenas haría una hora ha- tas horas?
bía salido del horno: colocose una mesilla -Pues ¿qué dirán los que nos encuentren en
en medio del concurso; descuartizose la tor- la calle, de este modo, a las siete y pico de
ta; se dio tu parte correspondiente, sin em- la noche, como unos bandoleros amparados
bargo de que se resistieron mucho, al tío de las tinieblas?
Lucas y a la señá Frasquita..., y una -Hay que mejorar de conducta...
igualdad verdaderamente democrática reinó -¡Ah! sí... ¡Pero ese dichoso molino!...
durante media hora bajo aquellos pámpanos -Mi mujer lo tiene sentado en la boca del
que filtraban los últimos resplandores del estómago... -dijo el Académico, con un
sol poniente... tono en que se traslucía mucho miedo a
próxima pelotera conyugal.
-Pues ¿y mi sobrina? -exclamó uno de los

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Canónigos, que por cierto era que en el porvenir había de ser objeto de un
penitenciario-. Mi sobrina dice que los sa- bando de policía, y dijo al mismo tiempo,
cerdotes no deben visitar comadres... pensando sin duda en su cofrade de Coro:
-Y, sin embargo -interrumpió su -¡También te gusta a ti la señá Frasquita!...
compañero, que era Magistral-, lo que allí ¡Y la verdad es -añadió al cabo de un mo-
pasa no puede ser más inocente... mento- que, como guapa, es guapa!
-¡Toma! ¡Como que va el mismísimo señor
Obispo!
-Y luego, señores, ¡a nuestra edad!... -repu-
so el Penitenciario-. Yo he cumplido ayer XIV. Los consejos de Garduña
los setenta y cinco.
-¡Es claro! -replicó el Magistral-. Pero ha-
blemos de otra cosa: ¡qué guapa estaba esta Entretanto, el Corregidor había subido al
tarde la señá Frasquita! Ayuntamiento, acompañado de Garduña,
-¡Oh, lo que es eso...; como guapa, es gua- con quien mantenía hacía rato, en el salón
pa! -dijo el Abogado, afectando imparciali- de sesiones, una conversación más familiar
dad. de lo correspondiente a persona de su cali-
-Muy guapa... -repitió el Penitenciario den- dad y oficio.
tro del embozo. -¡Crea Usía a un perro perdiguero que co-
-Y si no -añadió el Predicador de Oficio-, noce la caza! -decía el innoble Alguacil-. La
que se lo pregunten al Corregidor... señá Frasquita está perdidamente enamora-
-¡El pobre hombre esta enamorado de da de Usía, y todo lo que Usía acaba de
ella!... contarme contribuye a hacérmelo ver más
-¡Ya lo creo! -exclamó el Confesor de la claro que esa luz...
Catedral. Y señalaba a un velón de Lucena, que ape-
-¡De seguro! -agregó el Académico... Co- nas si esclarecía la octava parte del salón.
rrespondiente-. Conque, señores, yo tomo -¡No estoy yo tan seguro como tú, Garduña!
por aquí para llegar antes a casa... ¡Muy -contestó D. Eugenio, suspirando lánguida-
buenas noches! mente.
-Buenas noches... -le contestaron los Capi- -¡Pues no sé por qué! Y, si no, hablemos
tulares. con franqueza. Usía... (dicho sea con per-
Y anduvieron algunos pasos en silencio. dón) tiene una tacha en su cuerpo... ¿No es
-¡También le gusta a ese la Molinera! -mur- verdad?
muró entonces el Magistral, dándole con el -¡Bien, sí! -repuso el Corregidor-. Pero esa
codo al Penitenciario. tacha la tiene también el tío Lucas. ¡Él es
-¡Como si lo viera! -respondió éste, parán- más jorobado que yo!
dose a la puerta de su casa- ¡Y qué bruto es! -¡Mucho más! ¡muchísimo más! ¡sin com-
Conque hasta mañana compañero. Que le paración de ninguna especie! Pero en cam-
sienten a V. muy bien las uvas. bio (y es a lo que iba), Usía tiene una cara
-Hasta mañana, si Dios quiere... -Que pase de muy buen ver..., lo que se llama una be-
V. muy buena noche. lla cara..., mientras que el tío Lucas se pare-
-¡Buenas noches nos dé Dios! -rezó el Peni- ce al sargento Utrera, que reventó de feo.
tenciario, ya desde el portal, que por más El Corregidor sonrió con cierta ufanía.
señas tenía farol y Virgen. -Además -prosiguió el Alguacil-, la señá
Y llamó a la aldaba. Frasquita es capaz de tirarse por una venta-
Una vez solo en la calle, el otro Canónigo na con tal de agarrar el nombramiento de su
(que era más ancho que alto, y que parecía sobrino...
que rodaba al andar) siguió avanzando len- -Hasta ahí estamos de acuerdo. ¡Ese nom-
tamente hacia su casa; pero, antes de llegar bramiento es mi única esperanza!
a ella, cometió contra una pared cierta falta -¡Pues manos a la obra, señor! Ya le he ex-
plicado a Usía mi plan... ¡No hay más que

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ponerlo en ejecución esta misma noche! que tiene que hacer. ¡Ya ves que sigo tu
-¡Te he dicho muchas veces que no necesito plan al pie de la letra! ¡Desgraciado de ti si
consejos! -gritó D. Eugenio, acordándose me metes en un callejón sin salida!
de pronto de que hablaba con un inferior. -¡No hay cuidado! -contestó Garduña-. El
-Creí que Usía me los había pedido... -bal- señor Juan López tiene mucho que temer, y
buceó Garduña. en cuanto vea la firma de Usía, hará todo lo
-¡No me repliques! que yo le mande. ¡Lo menos le debe mil fa-
Garduña saludó. negas de grano al Pósito Real, y otro tanto
-¿Conque decías -prosiguió el de Zúñiga, al Pósito Pío!... Esto último contra toda ley,
volviendo a amansarse- que esta misma no- pues no es ninguna viuda ni ningún labra-
che puede arreglarse todo eso? Pues ¡mira, dor pobre para recibir el trigo sin abonar
hijo!, me parece bien. ¡Qué diablos! ¡Así creces ni recargo, sino un jugador, un borra-
saldré pronto de esta cruel incertidumbre! cho y un sin vergüenza, muy amigo de fal-
Garduña guardó silencio. das, que trae escandalizado el pueblecillo...
El Corregidor se dirigió al bufete y escribió ¡Y aquel hombre ejerce autoridad!... ¡Así
algunas líneas en un pliego de papel sella- anda el mundo!
do, que selló también por su parte, guardán- -¡Te he dicho que calles! ¡Me estás distra-
doselo luego en la faltriquera. yendo! -bramó el Corregidor-. Conque va-
-¡Ya está hecho el nombramiento del sobri- mos al asunto -añadió luego, mudando de
no! -dijo entonces, tomando un polvo de tono-. Son las siete y cuarto... Lo primero
rapé-. ¡Mañana me las compondré yo con que tienes que hacer es ir a casa y advertirle
los Regidores..., y, o lo ratifican con un a la Señora que no me espere a cenar ni a
acuerdo, o habrá la de San Quintín! ¿No te dormir. Dile que esta noche me estaré traba-
parece que hago bien? jando aquí hasta la hora de la queda, y que
-¡Eso! ¡eso! -exclamó Garduña entusiasma- después saldré de ronda secreta contigo, a
do, metiendo la zarpa en la caja del Corre- ver si atrapamos a ciertos malhechores... En
gidor y arrebatándole un polvo-. ¡Eso! ¡eso! fin, engáñala bien para que se acueste des-
El antecesor de Usía no se paraba tampoco cuidada. De camino, dile a otro alguacil que
en barras. Cierta vez... me traiga la cena... ¡Yo no me atrevo a pa-
-¡Déjate de bachillerías! -repuso el Corregi- recer esta noche delante de la Señora, pues
dor, sacudiéndole una guantada en la ratera me conoce tanto, que es capaz de leer en
mano-. Mi antecesor era un bestia, cuando mis pensamientos! Encárgale a la cocinera
te tuvo de alguacil. Pero vamos a lo que im- que ponga unos pestiños de los que se
porta. Acabas de decirme que el molino del hicieron hoy, y dile a Juanete que, sin que
tío Lucas pertenece al término del lugarcillo lo vea nadie, me alargue de la taberna me-
inmediato, y no al de esta población... ¿Es- dio cuartillo de vino blanco. En seguida te
tás seguro de ello? marchas al Lugar, donde puedes hallarte
-¡Segurísimo! La jurisdicción de la Ciudad muy bien a las ocho y media...
acaba en la ramblilla donde yo me senté -¡A las ocho en punto estoy allí! -exclamó
esta tarde a esperar que Vuestra Señoría... Garduña.
¡Voto a Lucifer! ¡Si yo hubiera estado en su -¡No me contradigas! -rugió el Corregidor,
caso! acordándose otra vez de lo que era.
-¡Basta! -gritó D. Eugenio-. ¡Eres un inso- Garduña saludó.
lente! -Hemos dicho -continuó aquél, humanizán-
Y, cogiendo media cuartilla de papel, escri- dose de nuevo- que a las ocho en punto es-
bió una esquela, cerrola, doblándole un tás en el Lugar. Del Lugar al molino
pico, y se la entregó a Garduña. habrá... Yo creo que habrá una media le-
-Ahí tienes -le dijo al mismo tiempo- la car- gua...
ta que me has pedido para el Alcalde del -Corta.
Lugar. Tú le explicarás de palabra todo lo -¡No me interrumpas!

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El Alguacil volvió a saludar. XV. Despedida en prosa
-Corta... -prosiguió el Corregidor-. Por con-
siguiente, a las diez... ¿Crees tú que a las
diez?... Serían las nueve de aquella misma noche,
-¡Antes de las diez! ¡A las nueve y media cuando el tío Lucas y la señá Frasquita, ter-
puede Usía llamar descuidado a la puerta minadas todas las haciendas del molino y
del molino! de la casa, se cenaron una fuente de ensala-
-¡Hombre! ¡No me digas a mí lo que tengo da de escarola, una libreja de carne guisada
que hacer!... Por supuesto que tú estarás... con tomates, y algunas uvas de las que que-
-Yo estaré en todas partes... Pero mi cuartel daban en la consabida cesta; todo ello rocia-
general será la ramblilla. ¡Ah, se me olvida- do con un poco de vino y con grandes riso-
ba!... Vaya Usía a pie, y no lleve linterna... tadas a costa del Corregidor: después de lo
-¡Maldita la falta que me hacían tampoco cual miráronse afablemente los dos esposos,
esos consejos! ¿Si creerás tú que es la pri- como muy contentos de Dios y de sí mis-
mera vez que salgo a campaña? mos, y se dijeron, entre un par de bostezos
-Perdone Usía... ¡Ah! Otra cosa. No llame que revelaban toda la paz y tranquilidad de
Usía a la puerta grande que da a la plazoleta sus corazones:
del emparrado, sino a la puertecilla que hay -Pues, señor, vamos a acostarnos, y mañana
encima del caz... será otro día.
-¿Encima del caz hay otra puerta? ¡Mira tú En aquel momento sonaron dos fuertes y
una cosa que nunca se me hubiera ocurrido! ejecutivos golpes aplicados a la puerta gran-
-Sí, señor. La puertecilla del caz da al mis- de del molino.
mísimo dormitorio de los Molineros..., y el El marido y la mujer se miraron sobresalta-
tío Lucas no entra ni sale nunca por ella. De dos.
forma que, aunque volviese de pronto... Era la primera vez que oían llamar a su
-Comprendo, comprendo... ¡No me aturdas puerta a semejante hora.
más los oídos! -Voy a ver... -dijo la intrépida navarra,
-Por último: procure Usía escurrir el bulto encaminándose hacia la plazoletilla.
antes del amanecer. Ahora amanece a las -¡Quita! ¡Eso me toca a mí! -exclamó el tío
seis... Lucas con tal dignidad, que la señá Frasqui-
-¡Mira otro consejo inútil! A las cinco ta le cedió el paso-. ¡Te he dicho que no sal-
estaré de vuelta en mi casa... Pero bastante gas! -añadió luego con dureza, viendo que
hemos hablado ya... ¡Quítate de mi la obstinada Molinera quería seguirle.
presencia! Ésta obedeció, y se quedó dentro de la casa.
-Pues entonces, señor... ¡buena suerte! -ex- -¿Quién es? -preguntó el tío Lucas desde en
clamó el alguacil alargando lateralmente medio de la plazoleta.
una mano al Corregidor y mirando al techo -¡La Justicia! -contestó una voz al otro lado
al mismo tiempo. del portón.
El Corregidor puso en aquella mano una pe- -¿Qué Justicia?
seta, y Garduña desapareció como por en- -La del Lugar. ¡Abra V. al señor Alcalde!
salmo. El tío Lucas había aplicado entretanto un
-¡Por vida de!... -murmuró el viejo al cabo ojo a cierta mirilla muy disimulada que te-
de un instante-. ¡Se me ha olvidado decirle nía el portón, y reconocido a la luz de la
a ese bachillero que me trajesen también luna al rústico Alguacil del Lugar inmedia-
una baraja! ¡Con ella me hubiera entreteni- to.
do hasta las nueve y media, viendo si me -¡Dirás que le abra al borrachón del Algua-
salía aquel solitario!... cil!- repuso el Molinero, retirando la tranca.
-¡Es lo mismo... -contestó el de afuera-;
pues que traigo una orden escrita de su
Merced! Tenga V. muy buenas noches, tío

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Lucas... agregó luego entrando, con voz avieso, propio de ladrón o de asesino, daba
menos oficial, más baja y más gorda, como muy triste idea de su sinceridad-. Creo que
si ya fuera otro hombre. se trata de averiguar algo de brujería, o de
-¡Dios te guarde, Toñuelo! -respondió el moneda falsa... Pero la cosa no va con V....
murciano-. Veamos qué orden es esa... ¡Y Lo llaman como testigo o como perito. En
bien podía el señor Juan López escoger otra fin, yo no me he enterado bien del particu-
hora más oportuna de dirigirse a los hom- lar... El señor Juan López se lo explicará a
bres de bien! Por supuesto, que la culpa V. con más pelos y señales.
será tuya. ¡Como si lo viera, te has estado -¡Corriente! -exclamó el Molinero-. Dile
emborrachando en las huertas del camino! que iré mañana.
¿Quieres un trago? -¡Ca! ¡no, señor!... Tiene V. que venirse
-No, señor, no hay tiempo para nada. Tiene ahora mismo, sin perder un minuto. Tal es
V. que seguirme inmediatamente. Lea V. la la orden que me ha dado el señor Alcalde.
orden. Hubo un instante de silencio.
-¿Cómo seguirte? -exclamó el tío Lucas, Los ojos de la señá Frasquita echaban lla-
penetrando en el molino, después de tomar mas.
el papel-. ¡A ver, Frasquita! ¡alumbra! El tío Lucas no separaba los suyos del sue-
La señá Frasquita soltó una cosa que tenía lo, como si buscara alguna cosa.
en la mano, y descolgó el candil. -Me concederás cuando menos -exclamó al
El tío Lucas miró rápidamente el objeto que fin, levantando la cabeza- el tiempo preciso
había soltado su mujer, y reconoció su bo- para ir a la cuadra y aparejar una burra...
cacha, o sea un enorme trabuco que calzaba -¡Qué burra ni qué demontre! -replicó el Al-
balas de a media libra. guacil-. ¡Cualquiera se anda a pie media le-
El Molinero dirigió entonces a la navarra gua! La noche está muy hermosa, y hace
una mirada llena de gratitud y ternura, y le luna...
dijo, tomándole la cara: -Ya he visto que ha salido... Pero, yo tengo
-¡Cuánto vales! los pies muy hinchados...
La señá Frasquita, pálida y serena como una -Pues entonces no perdamos tiempo. Yo le
estatua de mármol, levantó el candil, cogido ayudaré a V. a aparejar la bestia.
con dos dedos, sin que el más leve temblor -¡Hola! ¡Hola! ¿Temes que me escape?
agitase su pulso, y contestó secamente: -Yo no temo nada, tío Lucas... -respondió
-¡Vaya, lee! Toñuelo con la frialdad de un desalmado-.
La orden decía así: Yo soy la Justicia.
«Para el mejor servicio de S. M. el Rey Y, hablando así, descansó armas; con lo que
Nuestro Señor (Q. D. G.), prevengo a Lucas dejó ver el retaco que llevaba debajo del ca-
Fernández, molinero, de estos vecinos, que pote.
tan luego como reciba la presente orden, -Pues mira, Toñuelo... -dijo la Molinera-.
comparezca ante mi autoridad sin excusa ni Ya que vas a la cuadra... a ejercer tu
pretexto alguno; advirtiéndole que, por ser verdadero oficio..., hazme el favor de
asunto reservado, no lo pondrá en conoci- aparejar también la otra burra.
miento de nadie: todo ello bajo las penas -¿Para qué? -interrogó el Molinero.
correspondientes, caso de desobediencia. -¡Para mí! Yo voy con vosotros.
El Alcalde: -¡No puede ser, señá Frasquita! -objetó el
Juan López.» Alguacil-. Tengo orden de llevarme a su
Y había una cruz en vez de rúbrica. marido de V. nada más, y de impedir que
-Oye, tú. ¿Y qué es esto? -le preguntó el tío V. lo siga. En ello me van «el destino y el
Lucas al Alguacil-. ¿A qué viene esta pescuezo». Así me lo advirtió el señor Juan
orden? López. Conque... vamos, tío Lucas...
-No lo sé... -contestó el rústico; hombre de Y se dirigió hacia la puerta.
unos treinta años, cuyo rostro esquinado y -¡Cosa más rara! -dijo a media voz el mur-

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ciano sin moverse. pajarraco que se dirigía hacia ellos.
-¡Muy rara! -contestó la señá Frasquita. Aquella sombra se destacó enérgicamente
-Esto es algo... que yo me sé... -continuó sobre el cielo, esclarecido por la luna, dibu-
murmurando el tío Lucas, de modo que no jándose en él con tanta precisión, que el
pudiese oírlo Toñuelo. Molinero exclamó en el acto:
-¿Quieres que vaya yo a la Ciudad -cuchi- -Toñuelo, ¡aquel es Garduña, con su som-
cheó la navarra-, y le dé aviso al Corregidor brero de tres picos y sus patas de alambre!
de lo que nos sucede?... Mas, antes de que contestara el interpelado,
-¡No! -respondió en alta voz el tío Lucas-. la sombra, deseosa sin duda de eludir aquel
¡Eso no! encuentro, había dejado el camino y echado
-¿Pues qué quieres que haga? -dijo la Moli- a correr a campo travieso con la velocidad
nera con gran ímpetu. de una verdadera garduña.
-Que me mires... -respondió el antiguo sol- -No veo a nadie... -respondió entonces To-
dado. ñuelo con la mayor naturalidad.
Los dos esposos se miraron en silencio, y -Ni yo tampoco, -replicó el tío Lucas, co-
quedaron tan satisfechos ambos de la tran- miéndose la partida.
quilidad, la resolución y la energía que se Y la sospecha que ya se le ocurrió en el mo-
comunicaron sus almas, que acabaron por lino principió a adquirir cuerpo y consisten-
encogerse de hombros y reírse. cia en el espíritu receloso del jorobado.
Después de esto, el tío Lucas encendió otro -Este viaje mío -díjose interiormente- es
candil y se dirigió a la cuadra, diciendo al una estratagema amorosa del Corregidor.
paso a Toñuelo con socarronería: La declaración que le oí esta tarde desde lo
-¡Vaya, hombre! ¡Ven y ayúdame..., alto del emparrado me demuestra que el
supuesto que eres tan amable! vejete madrileño no puede esperar más.
Toñuelo lo siguió, canturriando una copla Indudablemente, esta noche va a volver de
entre dientes. visita al molino, y por eso ha principiado
Pocos minutos después, el tío Lucas salía quitándome de en medio... Pero ¿qué
del molino, caballero en una hermosa ju- importa? ¡Frasquita es Frasquita..., y no
menta y seguido del Alguacil. abrirá la puerta aunque le peguen fuego a la
La despedida de los esposos se había redu- casa!... Digo más: aunque la abriese;
cido a lo siguiente: aunque el Corregidor lograse, por medio de
-Cierra bien... -dijo el tío Lucas. cualquier ardid, sorprender a mi excelente
-Embózate, que hace fresco... -dijo la señá navarra, el pícaro viejo saldría con las
Frasquita, cerrando con llave, tranca y ce- manos en la cabeza. ¡Frasquita es Frasquita!
rrojo. Sin embargo -añadió al cabo de un
Y no hubo más adiós, ni más beso, ni más momento-, ¡bueno será volverme esta noche
abrazo, ni más mirada. a casa lo más temprano que pueda!
¿Para qué? Llegaron con esto al Lugar el tío Lucas y el
Alguacil, y dirigiéronse a casa del señor Al-
calde.

XVI. Un ave de mal agüero

Sigamos por nuestra parte al tío Lucas.


XVII. Un alcalde de monterilla
Ya habían andado un cuarto de legua sin
hablar palabra, el Molinero subido en la El Sr. Juan López, que como particular y
borrica, y el Alguacil arreándola con su como Alcalde era la tiranía, la ferocidad y
bastón de autoridad, cuando divisaron el orgullo personificados (cuando trataba
delante de sí, en lo alto de un repecho que con sus inferiores), dignábase, sin embargo,
hacía el camino, la sombra de un enorme a aquellas horas, después de despachar los

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asuntos oficiales y los de su labranza y de -¡Ca! no... ¡De ningún modo! Yo duermo
pegarle a su mujer la cotidiana paliza, be- en el pajar como un rey.
berse un cántaro de vino en compañía del -Mire V. que tenemos cabeceras...
Secretario y del Sacristán, operación que -¡Ya lo creo! Pero ¿a qué quiere V. incomo-
iba más de mediada aquella noche, cuando dar a la familia? Yo traigo mi capote...
el Molinero compareció en su presencia. -Pues, señor, como V. guste. ¡Manuela!:
-¡Hola, tío Lucas! -le dijo, rascándose la ca- dile a tu ama que no la ponga...
beza para excitar en ella la vena de los em- -Lo que sí va V. a permitirme -continuó el
bustes-. ¿Cómo va de salud? ¡A ver, Secre- tío Lucas, bostezando de un modo atroz- es
tario; échele V. un vaso de vino al tío Lu- que me acueste en seguida. Anoche he teni-
cas! ¿Y la señá Frasquita? ¿Se conserva tan do mucha molienda, y no he pegado todavía
guapa? ¡Ya hace mucho tiempo que no la los ojos...
he visto! Pero, hombre..., ¡qué bien sale -¡Concedido! -respondió majestuosamente
ahora la molienda! ¡El pan de centeno el Alcalde-. Puede V. recogerse cuando
parece de trigo candeal! Conque..., vaya... quiera.
Siéntese V., y descanse; que, gracias a -Creo que también es hora de que nos reco-
Dios, no tenemos prisa. jamos nosotros -dijo el Sacristán, asomán-
-¡Por mi parte, maldita aquella! -contestó el dose al cántaro de vino para graduar lo que
tío Lucas, que hasta entonces no había des- quedaba-. Ya deben de ser las diez... o poco
pegado los labios, pero cuyas sospechas menos.
eran cada vez mayores al ver el amistoso re- -Las diez menos cuartillo... -notificó el Se-
cibimiento que se le hacía, después de una cretario, después de repartir en los vasos el
orden tan terrible y apremiante. resto del vino correspondiente a aquella no-
-Pues entonces, tío Lucas -continuó el Al- che.
calde-, supuesto que no tiene V. gran prisa, -¡Pues a dormir, caballeros! -exclamó el an-
dormirá V. acá esta noche, y mañana tem- fitrión, apurando su parte.
prano despacharemos nuestro asuntillo... -Hasta mañana, señores, -añadió el Moline-
-Me parece bien... -respondió el tío Lucas ro, bebiéndose la suya.
con una ironía y un disimulo que nada tení- -Espere V. que le alumbren... ¡Toñuelo!
an que envidiar a la diplomacia del Sr. Juan Lleva al tío Lucas al pajar.
López-. Supuesto que la cosa no es urgen- -¡Por aquí, tío Lucas!... -dijo Toñuelo, lle-
te..., pasaré la noche fuera de mi casa. vándose también el cántaro, por si le queda-
-Ni urgente, ni de peligro para V. -añadió el ban algunas gotas.
Alcalde, engañado por aquel a quien creía -Hasta mañana, si Dios quiere, -agregó el
engañar-. Puede V. estar completamente Sacristán, después de escurrir todos los va-
tranquilo. Oye tú, Toñuelo... Alarga esa me- sos.
dia-fanega, para que se siente el tío Lucas. Y se marchó, tambaleándose y cantando
-Entonces... ¡venga otro trago! -exclamó el alegremente el De profundis.
Molinero, sentándose.
-¡Venga de ahí! -repuso, el Alcalde, ***
alargándole el vaso lleno.
-Está en buena mano... Médielo V. -Pues, señor... -díjole el Alcalde al Secreta-
-¡Pues, por su salud! -dijo el señor Juan Ló- rio cuando se quedaron solos-. El tío Lucas
pez, bebiéndose la mitad del vino. no ha sospechado nada. Nos podemos acos-
-Por la de V...., señor Alcalde, -replicó el tar descansadamente, y... ¡buena pro le haga
tío Lucas, apurando la otra mitad. al Corregidor!
-¡A ver, Manuela! -gritó entonces el
Alcalde de monterilla-. Dile a tu ama que el
tío Lucas se queda a dormir aquí. Que le
ponga una cabecera en el granero...

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XVIII. Donde se verá que el tío mando a la puerta del molino! ¡Quién sabe
si me lo encontraré ya dentro!... ¡Quién
Lucas tenía el sueño muy sabe!... Pero ¿qué voy a decir? ¡Dudar de
ligero mi navarra!... ¡Oh, esto es ofender a Dios!
¡Imposible que ella!... ¡Imposible que mi
Frasquita!... ¡Imposible!... Mas ¿qué estoy
Cinco minutos después, un hombre se des-
diciendo? ¿Acaso hay algo imposible en el
colgaba por la ventana del pajar del señor
mundo? ¿No se casó conmigo, siendo ella
Alcalde; ventana que daba a un corralón y
tan hermosa y yo tan
que no distaría cuatro varas del suelo.
feo?
En el corralón había un cobertizo sobre una
Y, al hacer esta última reflexión, el pobre
gran pesebrera, a la cual hallábanse atadas
jorobado se echó a llorar...
seis u ocho caballerías de diversa alcurnia,
Entonces paró la burra para serenarse; se
bien que todas ellas del sexo débil. Los ca-
enjugó las lágrimas; suspiró hondamente;
ballos, mulos y burros del sexo fuerte for-
sacó los avíos de fumar; picó y lió un ciga-
maban rancho aparte en otro local contiguo.
rro de tabaco negro; empuñó luego peder-
El hombre desató una borrica, que por cier-
nal, yesca y eslabón, y, al cabo de algunos
to estaba aparejada, y se encaminó, lleván-
golpes, consiguió encender candela.
dola del diestro, hacia la puerta del corral;
En a quel mismo momento sintió rumor de
retiró la tranca y desechó el cerrojo que la
pasos hacia el camino, que distaría de allí
aseguraban; abriola con mucho tiento, y se
unas trescientas varas.
encontró en medio del campo.
-¡Qué imprudente soy! -dijo-. ¡Si me andará
Una vez allí, montó en la borrica, metiole
ya buscando la Justicia, y yo me habré ven-
los talones, y salió como una flecha con di-
dido al echar estas yescas!
rección a la Ciudad; -mas no por el carril
Escondió, pues, la lumbre, y se apeó, ocul-
ordinario, sino atravesando siembras y ca-
tándose detrás de la borrica.
ñadas, como quien se precave contra algún
Pero la borrica entendió las cosas de dife-
mal encuentro.
rente modo, y lanzó un rebuzno de satisfac-
Era el tío Lucas, que se dirigía a su molino.
ción.
-¡Maldita seas! -exclamó el tío Lucas, tra-
tando de cerrarle la boca con las manos.
Al propio tiempo resonó otro rebuzno en el
XIX. Voces clamantes in de- camino, por vía de galante respuesta.
serto -¡Estamos aviados! -prosiguió pensando el
molinero-. ¡Bien dice el refrán: el mayor
mal de los males es tratar con animales!
-¡Alcaldes a mí, que soy de Archena! -iba
Y, así discurriendo, volvió a montar, arreó
diciéndose el murciano-. ¡Mañana por la
la bestia, y salió disparado en dirección
mañana pasaré a ver al señor Obispo, como
contraria al sitio en que había sonado el se-
medida preventiva, y le contaré todo lo que
gundo rebuzno.
me ha ocurrido esta noche! ¡Llamarme con
Y lo más particular fue que la persona que
tanta prisa y reserva, a hora tan desusada;
iba en el jumento interlocutor, debió de
decirme que venga sólo; hablarme del
asustarse del tío Lucas tanto como el tío
servicio del Rey, y de moneda falsa, y de
Lucas se había asustado de ella. Lo digo,
brujas, y de duendes, para echarme luego
porque apartose también del camino, rece-
dos vasos de vino y mandarme a dormir!...
lando sin duda que fuese un alguacil o un
¡La cosa no puede ser más clara! Garduña
malhechor pagado por D. Engenio, y salió a
trajo al Lugar esas instrucciones de parte
escape por los sembrados de la otra banda.
del Corregidor, y esta es la hora en que el
El murciano, entretanto, continuó cavilando
Corregidor estará ya en campaña contra mi
de este modo:
mujer... ¡Quién sabe si me lo encontraré lla-

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-¡Qué noche! ¡Qué mundo! ¡Qué vida la viviendas rústicas) era la cocina...
mía desde hace una hora! ¡Alguaciles meti- Dentro de la cocina no había nadie.
dos a alcahuetes; alcaldes que conspiran Sin embargo, una enorme fogata ardía en la
contra mi honra; burros que rebuznan cuan- chimenea...; ¡chimenea que él dejó apagada,
do no es menester; y aquí, en mi pecho, un y que no se encendía nunca hasta muy en-
miserable corazón que se ha atrevido a trado el mes de Diciembre!
dudar de la mujer más noble que Dios ha Por último, de uno de los ganchos de la es-
criado! ¡Oh! ¡Dios mío, Dios mío! ¡Haz que petera pendía un candil encendido...
llegue pronto a mi casa y que encuentre allí ¿Qué significaba todo aquello? ¿Y cómo se
a mi Frasquita! compadecía semejante aparato de vigilia y
Siguió caminando el tío Lucas, atravesando de sociedad con el silencio de muerte que
siembras y matorrales, hasta que al fin, a reinaba en la casa?
eso de las once de la noche, llegó sin nove- ¿Qué habla sido de su mujer?
dad a la puerta grande del molino... Entonces, y sólo entonces, reparó el tío Lu-
¡Condenación! ¡La puerta del molino estaba cas en unas ropas que había colgadas en los
abierta! espaldares de dos o tres sillas puestas alre-
dedor de la chimenea...
Fijó la vista en aquellas ropas, y lanzó un
rugido tan intenso, que se le quedó atrave-
XX. La duda y la realidad sado en la garganta, convertido en sollozo
mudo y sofocante.
Creyó el infortunado que se ahogaba, y se
Estaba abierta... ¡y él, al marcharse, había llevó las manos al cuello, mientras que, lívi-
oído a su mujer cerrarla con llave, tranca y do, convulso, con los ojos desencajados,
cerrojo! contemplaba aquella vestimenta, poseído de
Por consiguiente, nadie más que su propia tanto horror como el reo en capilla a quien
mujer había podido abrirla. le presentan la hopa.
Pero ¿cómo? ¿cuándo? ¿por qué? ¿De re- Porque lo que allí veía era la capa de grana,
sultas de un engaño? ¿A consecuencia de el sombrero de tres picos, la casaca y la
una orden? ¿O bien deliberada y voluntaria- chupa de color de tórtola, el calzón de seda
mente, en virtud de previo acuerdo con el negra, las medias blancas los zapatos con
Corregidor? hebilla y hasta el bastón, el espadín y los
¿Qué iba a ver? ¿Qué iba a saber? ¿Qué le guantes del execrable Corregidor... ¡Lo que
aguardaba dentro de su casa? ¿Se habría fu- allí veía era la hopa de su ignominia, la
gado la señá Frasquita? ¿Se la habrían roba- mortaja de su honra, el sudario de su ventu-
do? ¿Estaría muerta? ¿O estaría en brazos ra!
de su rival? El terrible trabuco seguía en el mismo rin-
-El Corregidor contaba con que yo no po- cón en que dos horas antes lo dejó la nava-
dría venir en toda la noche... -se dijo lúgu- rra...
bremente el tío Lucas-. El Alcalde del Lu- El tío Lucas dio un salto de tigre y se apo-
gar tendría orden hasta de encadenarme, an- deró de él. Sondeó el cañón con la baqueta,
tes que permitirme volver... ¿Sabía todo y vio que estaba cargado. Miró la piedra, y
esto Frasquita? ¿Estaba en el complot? ¿O halló que estaba en su lugar.
ha sido víctima de un engaño, de una vio- Volviose entonces hacia la escalera que
lencia, de una infamia? conducía a la cámara en que había dormido
No empleó más tiempo el sin ventura en ha- tantos años con la señá Frasquita, y murmu-
cer todas estas crueles reflexiones que el ró sordamente:
que tardó en atravesar la plazoletilla del -¡Allí están!
emparrado. Avanzó, pues, un paso en aquella dirección;
También estaba abierta la puerta de la casa, pero en seguida se detuvo para mirar en tor-
cuyo primer aposento (como en todas las

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no de sí y ver si alguien lo estaba observan- do con el que arde a veces en el corazón del
do... hombre?
-¡Nadie! -dijo mentalmente-. ¡Sólo Dios..., Sin embargo, el tío Lucas (tal era su alma,
y Ese... ha querido esto! como ya dijimos en otro lugar) principió a
Confirmada así la sentencia, fue a dar otro tranquilizarse, no bien oyó la tos de su ene-
paso, cuando su errante mirada distinguió migo...
un pliego que había sobre la mesa... La realidad le hacía menos daño que la
Verlo, y haber caído sobre él, y tenerlo duda. Según le anunció él mismo aquella
entre sus garras, fue todo cosa de un tarde a la señá Frasquita, desde el punto y
segundo. hora en que perdía la única fe que era vida
¡Aquel papel era el nombramiento del so- de su alma, empezaba a convertirse en un
brino de la señá Frasquita, firmado por D. hombre nuevo.
Eugenio de Zúñiga y Ponce de León! Semejante al moro de Venecia (con quien
-¡Este ha sido el precio de la venta! -pensó ya lo comparamos al describir su carácter),
el tío Lucas, metiéndose el papel en la boca el desengaño mataba en él de un solo golpe
para sofocar sus gritos y dar alimento a su todo el amor, transfigurando de paso la ín-
rabia-. ¡Siempre recelé que quisiera a su fa- dole de su espíritu y haciéndole ver el mun-
milia más que a mí! ¡Ah! ¡No hemos tenido do como una región extraña a que acabara
hijos!... ¡He aquí la causa de todo! de llegar. La única diferencia consistía en
Y el infortunado estuvo a punto de volver a que el tío Lucas era por idiosincrasia menos
llorar. trágico, menos austero y más egoísta que el
Pero luego se enfureció nuevamente, y dijo insensato sacrificador de Desdémona.
con un ademán terrible, ya que no con la ¡Cosa rara, pero propia de tales situaciones!
voz: La duda, o sea la esperanza (que para el
-¡Arriba! ¡Arriba! caso es lo mismo), volvió todavía a mortifi-
Y empezó a subir la escalera, andando a ga- carle un momento...
tas con una mano, llevando el trabuco en la -¡Si me hubiera equivocado! -pensó-. ¡Si la
otra, y con el papel infame entre los dientes. tos hubiese sido de Frasquita!...
En corroboración de sus lógicas sospechas, En la tribulación de su infortunio, olvidába-
al llegar a la puerta del dormitorio (que es- sele que había visto las ropas del Corregi-
taba cerrada), vio que salían algunos rayos dor cerca de la chimenea; que había encon-
de luz por las junturas de las tablas y por el trado abierta la puerta del molino; que había
ojo de la llave. leído la credencial de su infamia...
-¡Aquí están! -volvió a decir. Agachóse, pues, y miró por el ojo de la lla-
Y se paró un instante, como para pasar ve, temblando de incertidumbre y de zozo-
aquel nuevo trago de amargura. bra.
Luego continuó subiendo... hasta llegar a la El rayo visual no alcanzaba a descubrir más
puerta misma del dormitorio. que un pequeño triángulo de cama, por la
Dentro de él no se oía ningún ruido. parte del cabecero... ¡Pero precisamente en
-¡Si no hubiera nadie! -le dijo tímidamente aquel pequeño triángulo se veía un extremo
la esperanza. de las almohadas, y sobre las almohadas la
Pero en aquel mismo instante el infeliz oyó cabeza del Corregidor!
toser dentro del cuarto... Otra risa diabólica contrajo el rostro del
¡Era la tos medio asmática del Corregidor! Molinero.
¡No cabía duda! ¡No había tabla de salva- Dijérase que volvía a ser feliz...
ción en aquel naufragio! -¡Soy dueño de la verdad!... ¡Meditemos!
El Molinero sonrió en las tinieblas de un -murmuró, irguiéndose tranquilamente.
modo horroroso. ¿Cómo no brillan en la Y volvió a bajar la escalera con el mismo
obscuridad semejantes relámpagos? ¿Qué tiento que empleó para subirla...
es todo el fuego de las tormentas compara- -El asunto es delicado... Necesito reflexio-

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nar. Tengo tiempo de sobra para todo... -iba De repente, paráronse sus ojos en la vesti-
pensando mientras bajaba. menta del Corregidor...
Llegado que hubo a la cocina, sentose en Luego se paró él mismo...
medio de ella, y ocultó la frente entre las Después fue demostrando poco a poco en
manos. su semblante una alegría, un gozo, un triun-
Así permaneció mucho tiempo, hasta que lo fo indefinibles...; hasta que, por último, se
despertó de su meditación un leve golpe echó a reír de una manera formidable...,
que sintió en un pie... esto es, a grandes carcajadas, pero sin hacer
Era el trabuco que se había deslizado de sus ningún ruido (a fin de que no lo oyesen
rodillas, y que le hacía aquella especie de desde arriba), metiéndose los puños por los
seña... ijares para no reventar, estremeciéndose
-¡No! ¡Te digo que no! -murmuró el tío Lu- todo como un epiléptico, y teniendo que
cas, encarándose con el arma-. ¡No me con- concluir por dejarse caer en una silla hasta
vienes! Todo el mundo tendría lástima de que le pasó aquella convulsión de sarcástico
ellos..., ¡y a mí me ahorcarían! ¡Se trata de regocijo. Era la propia risa de Mefistófeles.
un Corregidor..., y matar a un Corregidor es No bien se sosegó, principió a desnudarse
todavía en España cosa indisculpable! Dirí- con una celeridad febril; colocó toda su
an que lo maté por infundados celos, y que ropa en las mismas sillas que ocupaba la del
luego lo desnudé y lo metí en mi cama... Corregidor; púsose cuantas prendas perte-
Dirían, además, que maté a mi mujer por necían a éste, desde los zapatos de hebilla
simples sospechas... ¡Y me ahorcarían! hasta el sombrero de tres picos; ciñose el
¡Vaya si me ahorcarían! ¡Además, yo espadín; embozose en la capa de grana; co-
habría dado muestras de tener muy poca gió el bastón y los guantes, y salió del moli-
alma, muy poco talento, si al remate de mi no y se encaminó a la Ciudad, balanceándo-
vida fuera digno de compasión! ¡Todos se se de la propia manera que solía D. Eugenio
reirían de mí! ¡Dirían que mi desventura era de Zúñiga, y diciéndose de vez en cuando
muy natural, siendo yo jorobado y Frasquita esta frase que compendiaba su pensamien-
tan hermosa! ¡Nada! ¡no! ¡Lo que yo to:
necesito es vengarme, y, después de -¡También la Corregidora es guapa!
vengarme, triunfar, despreciar, reír, reírme
mucho, reírme de todos..., evitando por tal
medio que nadie pueda burlarse nunca de
esta jiba que yo he llegado a hacer hasta XXI. ¡En guardia, caballero!
envidiable, y que tan grotesca sería en una
horca!
Así discurrió el tío Lucas, tal vez sin darse Abandonemos por ahora al tío Lucas, y en-
cuenta de ello puntualmente, y, en virtud de terémonos de lo que había ocurrido en el
semejante discurso, colocó el arma en su si- molino desde que dejamos allí sola a la señá
tio, y principió a pasearse con los brazos Frasquita hasta que su esposo volvió a él y
atrás y la cabeza baja, como buscando su se encontró con tan estupendas novedades.
venganza en el suelo, en la tierra, en las Una hora habría pasado después que el tío
ruindades de la vida, en alguna bufonada Lucas se marchó con Toñuelo, cuando la
ignominiosa y ridícula para su mujer y para afligida navarra, que se había propuesto no
el Corregidor, lejos de buscar aquella mis- acostarse hasta que regresara su marido, y
ma venganza en la justicia, en el desafío, en que estaba haciendo calceta en su dormito-
el perdón, en el cielo..., como hubiera hecho rio, situado en el piso de arriba, oyó lasti-
en su lugar cualquier otro hombre de condi- meros gritos fuera de la casa, hacia el para-
ción menos rebelde que la suya a toda im- je, allí muy próximo, por donde corría el
posición de la naturaleza, de la sociedad o agua del caz.
de sus propios sentimientos. -¡Socorro, que me ahogo! ¡Frasquita! ¡Fras-
quita!... -exclamaba una voz de hombre,

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con el lúgubre acento de la desesperación. -¡Le digo a V. que se marche!
-¿Si será Lucas? -pensó la navarra, llena de -¡Calla, tonta!... ¿Qué sabes tú? Mira... aquí
un terror que no necesitamos describir. te traigo el nombramiento de tu sobrino...
En el mismo dormitorio había una puerteci- Enciende la lumbre, y hablaremos... Por lo
lla, de que ya nos habló Garduña, y quedaba demás, mientras se seca la ropa, yo me
efectivamente sobre la parte alta del caz. acostaré en esta cama...
Abriola sin vacilación la señá Frasquita, por -¡Ah, ya! ¿Conque declara V. que venía por
más que no hubiera reconocido la voz que mí? ¿Conque declara V. que para eso ha
pedía auxilio, y encontrose de manos a boca mandado arrestar a mi Lucas? ¿Conque tra-
con el Corregidor, que en aquel momento ía V. su nombramiento y todo? ¡Santos y
salía todo chorreando de la impetuosísima Santas del cielo! ¿Qué se habrá figurado de
acequia... mí este mamarracho?
-¡Dios me perdone! ¡Dios me perdone! -¡Frasquita! ¡soy el Corregidor!
-balbuceaba el infame viejo-. ¡Creí que me -¡Aunque fuera V. el Rey! A mí, ¿qué?
ahogaba! -¡Yo soy la mujer de mi marido, y el ama
-¡Cómo! ¿Es V.? ¿Qué significa? ¿Cómo se de mi casa! ¿Cree V. que yo me asusto de
atreve? ¿A qué viene V. a estas horas?... los Corregidores? ¡Yo sé ir a Madrid, y al
-gritó la Molinera con más indignación que fin del mundo, a pedir justicia contra el
espanto, pero retrocediendo maquinalmen- viejo insolente que así arrastra su autoridad
te. por los suelos! Y, sobre todo, yo sabré
-¡Calla! ¡Calla, mujer! -tartamudeó el Co- mañana ponerme la mantilla, e ir a ver a la
rregidor, colándose en el aposento detrás de señora Corregidora...
ella-. Yo te lo diré todo... ¡He estado para -¡No harás nada de eso! -repuso el Corregi-
ahogarme! ¡El agua me llevaba ya como a dor, perdiendo la paciencia, o mudando de
una pluma! ¡Mira, mira cómo me he puesto! táctica-. No harás nada de eso; porque yo te
-¡Fuera, fuera de aquí! -replicó la señá Fras- pegaré un tiro, si veo que no entiendes de
quita con mayor violencia-. ¡No tiene V. razones...
nada que explicarme!... ¡Demasiado lo -¡Un tiro! -exclamó la señá Frasquita con
comprendo todo! ¿Qué me importa a mí voz sorda.
que V. se ahogue? ¿Lo he llamado yo a V.? -Un tiro, sí... Y de ello no me resultará per-
¡Ah! ¡Qué infamia! ¡Para esto ha mandado juicio alguno. Casualmente he dejado dicho
V. prender a mi marido! en la Ciudad que salía esta noche a caza de
-Mujer, escucha... criminales... ¡Conque no seas necia... y
-¡No escucho! ¡Márchese V. inmediatamen- quiéreme... como yo te adoro!
te, señor Corregidor!... ¡Márchese V., o no -Señor Corregidor; ¿un tiro? -volvió a decir
respondo de su vida!... la navarra, echando los brazos atrás y el
-¿Qué dices? cuerpo hacia adelante, como para lanzarse
-¡Lo que V. oye! Mi marido no está en casa; sobre su adversario.
pero yo me basto para hacerla respetar. -Si te empeñas, te lo pegaré, y así me veré
¡Márchese V. por donde ha venido, si no libre de tus amenazas y de tu hermosura...
quiere que yo le arroje otra vez al agua con -respondió el Corregidor, lleno de miedo y
mis propias manos! sacando un par de cachorrillos.
-¡Chica, chica! ¡no grites tanto, que no soy -¿Conque pistolas también? ¡Y en la otra
sordo!... -exclamó el viejo libertino-. faltriquera el nombramiento de mi sobrino!
¡Cuando yo estoy aquí, por algo será!... -dijo la señá Frasquita, moviendo la cabeza
Vengo a libertar al tío Lucas, a quien ha de arriba abajo- Pues, señor, la elección no
preso por equivocación un alcalde de mon- es dudosa. Espere Usía un momento; que
terilla... Pero, ante todo, necesito que me voy a encender la lumbre.
seques estas ropas... ¡Estoy calado hasta los Y, así hablando, se dirigió rápidamente a la
huesos! escalera, y la bajó en tres brincos.

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El Corregidor cogió la luz, y salió detrás de negra! ¿Qué hago yo ahora con este hombre
la Molinera, temiendo que se escapara; pero en mi casa? ¿Qué dirían de mí, si se murie-
tuvo que bajar mucho más despacio, de cu- se? ¿Qué diría Lucas?... ¿Cómo podría jus-
yas resultas, cuando llegó a la cocina, trope- tificarme, cuando yo misma le he abierto la
zó con la navarra, que volvía ya en su bus- puerta? ¡Oh! no... Yo no debo quedarme
ca. aquí con él. ¡Yo debo buscar a mi marido;
-¿Conque decía V. que me iba a pegar un yo debo escandalizar el mundo antes de
tiro? -exclamó aquella indomable mujer comprometer mi honra!
dando un paso atrás-. Pues, ¡en guardia, ca- Tomada esta resolución, soltó el trabuco,
ballero; que yo ya lo estoy! fuese al corral, cogió la burra que quedaba
Dijo, y se echó a la cara el formidable tra- en él, la aparejó de cualquier modo, abrió la
buco que tanto papel representa en esta his- puerta grande de la cerca, montó de un sal-
toria. to, a pesar de sus carnes, y se dirigió a la
-¡Detente, desgraciada! ¿Qué vas a hacer? ramblilla.
-gritó el Corregidor, muerto de susto-. Lo -¡Garduña! ¡Garduña! -iba gritando la nava-
de mi tiro era una broma... Mira... Los ca- rra, conforme se acercaba a aquel sitio.
chorrillos están descargados. En cambio, es -¡Presente! -respondió al cabo el Alguacil,
verdad lo del nombramiento... Aquí lo tie- apareciendo detrás de un seto-. ¿Es V., señá
nes... Tómalo... Te lo regalo... Tuyo es... de Frasquita?
balde, enteramente de balde... -Sí, soy yo. ¡Ve al molino, y socorre a tu
Y lo colocó temblando sobre la mesa. amo, que se está muriendo!...
-¡Ahí está bien! -repuso la navarra-. Maña- -¿Qué dice V.? ¡Vaya un maula!
na me servirá para encender la lumbre, -Lo que oyes, Garduña...
cuando le guise el almuerzo a mi marido. -¿Y V., alma mía? ¿Adónde va a estas ho-
¡De V. no quiero ya ni la gloria; y, si mi so- ras?
brino viniese alguna vez de Estella, sería -¿Yo?... ¡Quita allá, badulaque! Yo voy... a
para pisotearle a V. la fea mano con que ha la Ciudad por un médico! -contestó la señá
escrito su nombre en ese papel indecente! Frasquita, arreando la burra con un talonazo
¡Ea, lo dicho! ¡Márchese V. de mi casa! y a Garduña con un puntapié.
¡Aire! ¡aire! ¡pronto!... ¡que ya se me sube Y tomó..., no el camino de la Ciudad, como
la pólvora a la cabeza! acababa de decir, sino el del Lugar inmedia-
El Corregidor no contestó a este discurso. to.
Habíase puesto lívido, casi azul; tenía los Garduña no reparó en esta última circuns-
ojos torcidos, y un temblor como de tercia- tancia; pues iba ya dando zancajadas hacia
na agitaba todo su cuerpo. Por último, prin- el molino y discurriendo al par de esta ma-
cipió a castañetear los dientes, y cayó al nera:
suelo, presa de una convulsión espantosa. -¡Va por un médico!... ¡La infeliz no puede
El susto del caz, lo muy mojadas que se- hacer más! ¡Pero él es un pobre hombre!
guían todas sus ropas, la violenta escena del ¡Famosa ocasión de ponerse malo!... ¡Dios
dormitorio, y el miedo al trabuco con que le le da confites a quien no puede roerlos!
apuntaba la navarra, habían agotado las
fuerzas del enfermizo anciano.
-¡Me muero! -balbuceó-. ¡Llama a Gardu-
ña!... Llama a Garduña, que estará ahí... en XXII. Garduña se multiplica
la ramblilla... ¡Yo no debo morirme en esta
casa!...
No pudo continuar. Cerró los ojos, y se Cuando Garduña llegó al molino el Corre-
quedó como muerto. gidor principiaba a volver en sí, procurando
-¡Y se morirá como lo dice! -prorrumpió la levantarse del suelo.
señá Frasquita-. Pues, señor, ¡esta es la más En el suelo también, y a su lado, estaba el
velón encendido que bajó Su Señoría del

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dormitorio. -No, señor. Lo digo, porque la señá
-¿Se ha marchado ya? -fue la primera frase Frasquita no ha debido de mostrarse tan
de D. Eugenio. inhumana como Usía cuenta, cuando ha ido
-¿Quién? a la Ciudad a buscarle un médico...
-¡El demonio!... Quiero decir, la Molinera... -¡Dios santo! ¿Estás seguro de que ha ido a
-Sí, señor... Ya se ha marchado...; y no creo la Ciudad? -exclamó D. Eugenio más ate-
que iba de muy buen humor... rrado que nunca.
-¡Ay, Garduña! Me estoy muriendo... -A lo menos, eso me ha dicho ella...
-Pero ¿qué tiene Usía? ¡Por vida de los -¡Corre, corre, Garduña! ¡Ah! ¡estoy perdi-
hombres!... do sin remedio! ¿Sabes a qué va la señá
-Me he caído en el caz, y estoy hecho una Frasquita a la Ciudad? ¡A contárselo todo a
sopa... ¡Los huesos se me parten de frío! mi mujer!... ¡A decirle que estoy aquí! ¡Oh,
-¡Toma, toma! ¡ahora salimos con eso! Dios mío, Dios mío! ¿Cómo había yo de fi-
-¡Garduña!... ¡ve lo que te dices!... gurarme esto? ¡Yo creí que se habría ido al
-Yo no digo nada, señor... Lugar en busca de su marido; y, como lo
-Pues bien: sácame de este apuro... tengo allí a buen recaudo, nada me importa-
-Voy volando... ¡Verá Usía qué pronto lo ba su viaje! Pero ¡irse a la Ciudad!... ¡Gar-
arreglo todo! duña, corre, corre..., tú que eres andarín, y
Así dijo el Alguacil, y, en un periquete, co- evita mi perdición! ¡Evita que la terrible
gió la luz con una mano, y con la otra se Molinera entre en mi casa!
metió al Corregidor debajo del brazo, su- -¿Y no me ahorcará Usía si lo consigo?
biolo al dormitorio; púsolo en cueros; acos- -preguntó irónicamente el Alguacil.
tolo en la cama; corrió al jaraiz; reunió un -¡Al contrario! Te regalaré unos zapatos en
brazado de leña; fue a la cocina; hizo una buen uso, que me están grandes. ¡Te regala-
gran lumbre; bajó todas las ropas de su ré todo lo que quieras!
amo; colocolas en los espaldares de dos o -Pues voy volando. Duérmase Usía tranqui-
tres sillas; encendió un candil; lo colgó de lo. Dentro de media hora estoy aquí de
la espetera, y tornó a subir a la cámara. vuelta, después de dejar en la cárcel a la na-
-¿Qué tal vamos? -preguntole entonces a D. varra. ¡Para algo soy más ligero que una bo-
Eugenio, levantando en alto el velón para rrica!
verle mejor el rostro. Dijo Garduña, y desapareció por la escalera
-¡Admirablemente! ¡Conozco que voy a su- abajo.
dar! ¡Mañana te ahorco, Garduña! Se cae de su peso que, durante aquella au-
-¿Por qué, señor? sencia del Alguacil, fue cuando el Molinero
-¿Y te atreves a preguntármelo?¿Crees tú estuvo en el molino y vio visiones por el
que, al seguir el plan que me trazaste, espe- ojo de la llave.
raba yo acostarme solo en esta cama, des- Dejemos, pues, al Corregidor sudando en el
pués de recibir por segunda vez el sacra- lecho ajeno, y a Garduña corriendo hacia la
mento del bautismo? ¡Mañana mismo te Ciudad (adonde tan pronto había de seguirle
ahorco! el tío Lucas con sombrero de tres picos y
-Pero cuénteme Usía algo... ¿La señá Fras- capa de grana), y, convertidos también no-
quita?... sotros en andarines, volemos con dirección
-La señá Frasquita ha querido asesinarme. al Lugar, en seguimiento de la valerosa señá
¡Es todo lo que he logrado con tus conse- Frasquita.
jos! Te digo que te ahorco mañana por la
mañana.
-¡Algo menos será, señor Corregidor! -re-
puso el Alguacil.
-¿Por qué lo dices, insolente? ¿Porque me
ves aquí postrado?

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XXIII. Otra vez el desierto y las despertar y vestirse el Alcalde de monteri-
lla, y nos trasladamos desde luego al instan-
consabidas voces te en que la Molinera lo vio llegar, despere-
zándose como un gimnasta que ejercita la
La única aventura que le ocurrió a la nava- musculatura, y exclamando en medio de un
rra en su viaje desde el molino al pueblo, bostezo interminable:
fue asustarse un poco al notar que alguien -¡Téngalas V. muy buenas, señá Frasquita!
echaba yescas en medio de un sembrado. ¿Qué le trae a V. por aquí? ¿No le dijo a V.
-¿Si será un esbirro del Corregidor? ¿Si irá Toñuelo que se quedase en el molino? ¿Así
a detenerme? -pensó la Molinera. desobedece V. a la Autoridad?
En esto se oyó un rebuzno hacia aquel mis- -¡Necesito ver a mi Lucas! -respondió la na-
mo lado. varra-. ¡Necesito verlo al instante! ¡Que le
-¡Burros en el campo a estas horas! -siguió digan que está aquí su mujer!
pensando la señá Frasquita-. Pues lo que es -¡Necesito! ¡necesito! Señora, ¡a V. se le ol-
por aquí no hay ninguna huerta ni cortijo... vida que está hablando con el Rey!...
¡Vive Dios que los duendes se están despa- -¡Déjeme V. a mí de reyes, Sr. Juan, que no
chando esta noche a su gusto! Porque la bo- estoy para bromas! ¡Demasiado sabe V. lo
rrica de mi marido no puede ser... ¿Qué ha- que me sucede! ¡Demasiado sabe para qué
ría mi Lucas, a media noche, parado fuera ha preso a mi marido!
de camino? ¡Nada! ¡nada! ¡Indudablemente -Yo no sé nada, señá Frasquita... Y en cuan-
es un espía! to a su marido de V., no está preso, sino
La burra que montaba la señá Frasquita cre- durmiendo tranquilamente en esta su casa, y
yó oportuno rebuznar también en aquel ins- tratado como yo trato a las personas. ¡A ver,
tante. Toñuelo! ¡Toñuelo! Anda al pajar, y dile al
-¡Calla, demonio! -le dijo la navarra, cla- tío Lucas que se despierte y venga corrien-
vándole un alfiler de a ochavo en mitad de do... Conque vamos... ¡cuénteme V. lo que
la cruz. pasa!... ¿Ha tenido V. miedo de dormir
Y, temiendo algún encuentro que no le con- sola?
viniese, sacó también su bestia fuera del ca- -¡No sea V. desvergonzado, señor Juan!
mino y la hizo trotar por otros sembrados. ¡Demasiado sabe V. que a mí no me gustan
Sin más accidente, llegó a las puertas del sus bromas ni sus veras! Lo que me pasa es
Lugar, a tiempo que serían las once de la una cosa muy sencilla: que V. y el señor
noche. Corregidor han querido perderme; ¡pero
que se han llevado un solemne chasco! ¡Yo
estoy aquí sin tener de qué abochornarme, y
el señor Corregidor se queda en el molino
XXIV. Un Rey de entonces muriéndose!...
-¡Muriéndose el Corregidor! -exclamó su
subordinado-. Señora, ¿sabe V. lo que se
Hallábase ya durmiendo la mona el señor dice?
Alcalde, vuelta la espalda a la espalda de su -¡Lo que V. oye! Se ha caído en el caz, y
mujer (y formando así con ésta la figura de casi se ha ahogado, o ha cogido una pulmo-
águila austriaca de dos cabezas que dice nía, o yo no sé... ¡Eso es cuenta de la Corre-
nuestro inmortal Quevedo), cuando gidora! Yo vengo a buscar a mi marido, sin
Toñuelo llamó a la puerta de la cámara perjuicio de salir mañana mismo para Ma-
nupcial, y avisó al Sr. Juan López que la drid, donde le contaré al Rey...
señá Frasquita, la del molino, quería -¡Demonio, demonio! -murmuró el Sr. Juan
hablarle. López-. ¡A ver, Manuela!... ¡muchacha!...
No tenemos para qué referir todos los gru- Anda y aparéjame la mulilla... Señá Fras-
ñidos y juramentos inherentes al acto de quita, al molino voy... ¡Desgraciada de V. si

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le ha hecho algún daño al señor Corregidor! Precedámosles nosotros, supuesto que tene-
-¡Señor Alcalde, señor Alcalde! -exclamó mos carta blanca para andar más de prisa
en esto Toñuelo, entrando más muerto que que nadie.
vivo-. El tío Lucas no está en el pajar. Su Garduña se hallaba ya de vuelta en el moli-
burra no se halla tampoco en los pesebres, y no, después de haber buscado a la señá
la puerta del corral está abierta... ¡De modo Frasquita por todas las calles de la Ciudad.
que el pájaro se ha escapado! El astuto Alguacil había tocado de camino
-¿Qué estás diciendo? -gritó el señor Juan en el Corregimiento, donde lo encontró
López. todo muy sosegado. Las puertas seguían
-¡Virgen del Carmen! ¿Qué va a pasar en abiertas como en medio del día, según es
mi casa? -exclamó la señá Frasquita-. costumbre cuando la Autoridad está en la
¡Corramos, señor Alcalde; no perdamos calle ejerciendo sus sagradas funciones.
tiempo!... Mi rharido va a matar al Dormitaban en la meseta de la escalera y en
Corregidor al encontrarlo allí a estas el recibimiento otros alguaciles y ministros,
horas... esperando descansadamente a su amo; mas,
-¿Luego V. cree que el tío Lucas está en el cuando sintieron llegar a Garduña, despere-
molino? záronse dos o tres de ellos, y le preguntaron
-¿Pues no lo he de creer? Digo más... cuan- al que era su decano y jefe inmediato:
do yo venía me he cruzado con él sin cono- -¿Viene ya el señor?
cerlo. ¡Él era sin duda uno que echaba yes- -¡Ni por asomo! Estaos quietos. Vengo a
cas en medio de un sembrado! ¡Dios mío! saber si ha habido novedad en la casa...
¡Cuando piensa una que los animales tienen -Ninguna.
más entendimiento que las personas! Por- -¿Y la Señora?
que ha de saber V., señor Juan, que induda- -Recogida en sus aposentos.
blemente nuestras dos burras se reconocie- -¿No ha entrado una mujer por estas puertas
ron y se saludaron, mientras que mi Lucas y hace poco?
yo ni nos saludamos ni nos reconocimos... -Nadie ha parecido por aquí en todo la no-
¡Antes bien huimos el uno del otro, tomán- che...
donos mutuamente por espías!... -Pues no dejéis entrar a persona alguna, sea
-¡Bueno está su Lucas de V.! -replicó el Al- quien sea y diga lo que diga. ¡Al contrario!
calde-. En fin, vamos andando, y ya vere- Echadle mano al mismo lucero del alba que
mos lo que hay que hacer con todos Vds. venga a preguntar por el Señor o por la Se-
¡Conmigo no se juega! ¡Yo soy el Rey!... ñora, y llevadlo a la cárcel.
Pero no un Rey como el que ahora tenemos -¿Parece que esta noche se anda a cazo de
en Madrid, o sea en el Pardo, sino como pájaros de cuenta? -preguntó uno de los es-
aquel que hubo en Sevilla, a quien llamaban birros.
D. Pedro el Cruel. ¡A ver, Manuela! ¡Tráe- -¡Caza mayor! -añadió otro.
me el bastón, y dile a tu ama que me mar- -¡Mayúscula! -respondió Garduña solemne-
cho! mente-. ¡Figuraos si la cosa será delicada,
Obedeció la sirvienta (que era por cierto cuando el señor Corregidor y yo hacemos la
más buena moza de lo que convenía a la Al- batida por nosotros mismos!... Conque...
caldesa y a la moral), y, como la mulilla del hasta luego, buenas piezas, y ¡mucho ojo!
Sr. Juan López estuviese ya aparejada, la -Vaya V. con Dios, señor Bastián -repusie-
señá Frasquita y él salieron para el molino, ron todos, saludando a Garduña.
seguidos del indispensable Toñuelo. -¡Mi estrella se eclipsa! -murmuró éste al
salir del Corregimiento-. ¡Hasta las mujeres
me engañan! La Molinera se encaminó al
Lugar en busca de su esposo, en vez de ve-
XXV. La estrella de Garduña nirse a la Ciudad... ¡Pobre Garduña! ¿Qué
se ha hecho de tu olfato?

30
Y, discurriendo de este modo, tomó la vuel-
ta del molino.
Razón tenía el Alguacil para echar de me-
nos su antiguo olfato, pues que no venteó a XXVII. ¡Favor al Rey!
un hombre que se escondía en aquel mo-
mento detrás de unos mimbres, a poca dis-
tancia de la ramblilla, y el cual exclamó Entretanto, la señá Frasquita, el Sr. Juan
para su capote, o más bien para su capa de López y Toñuelo avanzaban hacia el moli-
grana: no, al cual llegaron pocos minutos después.
-¡Guarda, Pablo! ¡Por allí viene Garduña!... -¡Yo entraré delante! -exclamó el Alcalde
Es menester que no me vea... de monterilla-. ¡Para algo soy la Autoridad!
Era el tío Lucas, vestido de Corregidor, que Sígueme, Toñuelo, y V., señá Frasquita, es-
se dirigía a la Ciudad, repitiendo de vez en pérese a la puerta hasta que yo la llame.
cuando su diabólica frase: Penetró, pues, el Sr. Juan López bajo la pa-
-¡También la Corregidora es guapa! rra, donde vio a la luz de la luna un hombre
Pasó Garduña sin verlo, y el falso Corregi- casi jorobado, vestido como solía el Moli-
dor dejó su escondite y penetró en la pobla- nero, con chupetín y calzón de paño pardo,
ción... faja negra, medias azules, montera murcia-
Poco después llegaba el Alguacil al molino, na de felpa, y el capote de monte al hom-
según dejamos indicado. bro.
-¡Él es! -gritó el Alcalde-. ¡Favor al Rey!
¡Entréguese V., tío Lucas!
El hombre de la montera intentó meterse en
el molino.
XXVI. Reacción -¡Date! -gritó a su vez Toñuelo, saltando
sobre él, cogiéndolo por el pesquezo,
El Corregidor seguía en la cama, tal y como aplicándole una rodilla al espinazo y
acababa de verlo el tío Lucas por el ojo de haciéndole rodar por tierra.
la llave. Al mismo tiempo, otra especie de fiera saltó
-¡Qué bien sudo, Garduña! ¡Me he salvado sobre Toñuelo, y, agarrándolo de la cintura,
de una enfermedad! -exclamó tan luego lo tiró sobre el empedrado y principió a dar-
como penetró el Alguacil en la estancia-. le de bofetones.
¿Y la señá Frasquita? ¿Has dado con ella? Era la señá Frasquita, que exclamaba:
¿Viene contigo? ¿Ha hablado con la Seño- -¡Tunante! ¡Deja a mi Lucas!
ra? Pero, en esto, otra persona, que había apare-
-La Molinera, señor -respondió Garduña cido llevando del diestro una borrica, me-
con angustiado acento-, me engañó como a tiose resueltamente entre los dos, y trató de
un pobre hombre; pues no se fue a la Ciu- salvar a Toñuelo...
dad, sino al pueblecillo..., en busca de su Era Garduña, que, tomando al Alguacil del
esposo. Perdone Usía la torpeza... Lugar por D. Eugenio de Zúñiga, le decía a
-¡Mejor! ¡mejor! -dijo el madrileño, con los la Molinera:
ojos chispeantes de maldad-. ¡Todo se ha -¡Señora, respete V. a mi amos!
salvado entonces! Antes de que amanezca Y la derribó de espaldas sobre el lugareño.
estarán caminando para las cárceles de la La señá Frasquita, viéndose entre dos fue-
Inquisición, atados codo con codo, el tío gos, descargó entonces a Garduña tal revés
Lucas y la señá Frasquita, y allí se pudrirán en medio del estómago, que le hizo caer de
sin tener a quien contarle sus aventuras de boca tan largo como era.
esta noche. Tráeme la ropa, Garduña, que Y, con él, ya eran cuatro las personas que
ya estará seca... ¡Tráemela, y vísteme! ¡El rodaban por el suelo.
amante se va a convertir en Corregidor!... El Sr. Juan López impedía entretanto levan-
Garduña bajó a la cocina por la ropa. tarse al supuesto tío Lucas, teniéndole plan-

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tado un pie sobre los riñones. haya contentado con hablarle a la Señora!
-¡Garduña! ¡Socorro! ¡Favor al Rey! ¡Yo -¿Qué dices, desgraciado? -prorrumpió D.
soy el Corregidor! -gritó al fin Don Euge- Eugenio de Zúñiga-. ¿Crees tú a ese villano
nio, sintiendo que la pezuña del Alcalde, capaz?...
calzada con albarca de piel de toro, lo re- -¡De todo! -contestó la señá Frasquita.
ventaba materialmente.
-¡El Corregidor! ¡Pues es verdad! -dijo el
Sr. Juan López, lleno de asombro...
-¡El Corregidor! -repitieron todos. XXVIII. ¡Ave María Purísima!
Y pronto estuvieron de pie los cuatro derri-
bados.
¡Las doce y media y sere-
-¡Todo el mundo a la cárcel! -exclamó D. no!
Eugenio de Zúñiga-. ¡Todo el mundo a la
horca! Así gritaba por las calles de la Ciudad quien
-Pero, señor... -observó el Sr. Juan López, tenía facultades para tanto, cuando la Moli-
poniéndose de rodillas-. ¡Perdone Usía que nera y el Corregidor, cada cual en una de
lo haya maltratado! ¿Cómo había de cono- las burras del molino, el Sr. Juan López en
cer a Usía con esa ropa tan ordinaria? su mula, y los dos Alguaciles andando, lle-
-¡Bárbaro! -replicó el Corregidor-: ¡alguna garon a la puerta del Corregimiento.
había de ponerme! ¿No sabes que me han La puerta estaba cerrada.
robado la mía? ¿No sabes que una compa- Dijérase que para el Gobierno, lo mismo
ñía de ladrones, mandada por el tío Lucas... que para los gobernados, había concluido
-¡Miente V.! -gritó la navarra. todo por aquel día.
-Escúcheme V., señá Frasquita -le dijo Gar- -¡Malo! -pensó Garduña.
duña, llamándola aparte-. Con permiso del Y llamó con el aldabón dos o tres veces.
señor Corregidor y la compaña... ¡Si V. no Pasó mucho tiempo, y ni abrieron ni contes-
arregla esto, nos van a ahorcar a todos, em- taron.
pezando por el tío Lucas!... La señá Frasquita estaba más amarilla que
-Pues ¿qué ocurre? -preguntó la seña Fras- la cera.
quita. El Corregidor se había comido ya todas las
-Que el tío Lucas anda a estas horas por la uñas de ambas manos.
Ciudad vestido de Corregidor..., y que Dios Nadie decía una palabra.
sabe si habrá llegado con su disfraz hasta el ¡Pum!... ¡Pum!... ¡Pum!... golpes y más gol-
propio dormitorio de la Corregidora. pes a la puerta del Corregimiento (aplicados
Y el Alguacil le refirió en cuatro palabras sucesivamente por los dos Alguaciles y por
todo lo que ya sabemos. el Sr. Juan López)... Y ¡nada! ¡No
-¡Jesús! -exclamó la Molinera-. ¡Conque mi respondía nadie! ¡No abrían! ¡No se movía
marido me cree deshonrada! ¡Conque ha una mosca!
ido a la Ciudad a vengarse! ¡Vamos, vamos Sólo se oía el claro rumor de los caños de
a la Ciudad, y justificadme a los ojos de mi una fuente que había en el patio de la casa.
Lucas! Y de esta manera transcurrían minutos, lar-
-¡Vamos a la Ciudad, e impidamos que ese gos como eternidades.
hombre hable con mi mujer y le cuente to- Al fin, cerca de la una, abriose un ventanillo
das las majaderías que se haya figurado! del piso segundo, y dijo una voz femenina:
-dijo el Corregidor, arrimándose a una de -¿Quién?
las burras-. Deme V. un pie para montar, -Es la voz del ama de leche... -murmuró
señor Alcalde. Garduña.
-Vamos a la Ciudad, sí... -añadió Garduña-; -¡Yo! -respondió D. Eugenio de Zúñiga-.
¡y quiera el cielo, señor Corregidor, que el ¡Abrid!
tío Lucas, amparado por su vestimenta, se Pasó un instante de silencio.

32
-¿Y quién es V.? -replicó luego la nodriza.
-¿Pues no me está V. oyendo? ¡Soy el
amo!... ¡el Corregidor!...
Hubo otra pausa. XXIX. Post nubila... Diana
-¡Vaya V. mucho con Dios! -repuso la bue-
na mujer-. Mi amo vino hace una hora, y se
acostó en seguida. ¡Acuéstense Vds. tam- ¿Qué escándalo es este? -dijo al fin una voz
bién, y duerman el vino que tendrán en el tranquila, majestuosa y de gracioso timbre,
cuerpo! resonando encima de aquella baraúnda.
Y la ventana se cerró de golpe. Todos levantaron la cabeza, y vieron a una
La señá Frasquita se cubrió el rostro con las mujer vestida de negro, asomada al balcón
manos. principal del edificio.
-¡Ama! -tronó el Corregidor, fuera de sí-. -¡La Señora! -dijeron los criados, suspen-
¿No oye V. que le digo que abra la puerta? diendo la retreta de palos.
¿No oye V. que soy yo? ¿Quiere V. que la -¡Mi mujer! -tartamudeó D. Eugenio.
ahorque también? -Que pasen esos rústicos... El señor Corre-
La ventana volvió a abrirse. gidor dice que lo permite... agregó la Corre-
-Pero vamos a ver... -expuso el ama-. gidora.
¿Quién es V. para dar esos gritos? Los criados cedieron el paso, y el de Zúñiga
-¡Soy el Corregidor! y sus acompañantes penetraron en el portal
-¡Dale, bola! ¿No le digo a V. que el señor y tomaron por la escalera arriba.
Corregidor vino antes de las doce..., y que Ningún reo ha subido al patíbulo con paso
yo lo vi con mis propios ojos encerrarse en tan inseguro y semblante tan demudado
las habitaciones de la Señora? ¿Se quiere V. como el Corregidor subía las escaleras de
divertir conmigo? ¡Pues espere V...., y verá su casa. Sin embargo, la idea de su deshon-
lo que le pasa! ra principiaba ya a descollar, con noble ego-
Al mismo tiempo se abrió repentinamente ísmo, por encima de todos los infortunios
la puerta, y una nube de criados y ministri- que había causado y que lo afligían y sobre
les, provistos de sendos garrotes, se lanzó las demás ridiculeces de la situación en que
sobre los de afuera, exclamando furiosa- se hallaba...
mente: -¡Antes que todo -iba pensando-, soy un
-¡A ver! ¿Dónde está ese que dice que es el Zúñiga y un Ponce de León!... ¡Ay de aque-
Corregidor? ¿Dónde está ese chusco? llos que lo hayan echado en olvido! ¡Ay de
¿Dónde está ese borracho? mi mujer, si ha mancillado mi nombre!
Y se armó un lío de todos los demonios en
medio de la obscuridad, sin que nadie pu-
diera entenderse, y no dejando de recibir al-
gunos palos el Corregidor, Garduña, el Sr. XXX. Una señora de clase
Juan López y Toñuelo.
Era la segunda paliza que le costaba a D. La Corregidora recibió a su esposo y a la
Eugenio su aventura de aquella noche, ade- rústica comitiva en el salón principal del
más del remojón que se dió en el caz del Corregimiento.
molino. Estaba sola, de pie, y con los ojos clavados
La señá Frasquita, apartada de aquel labe- en la puerta.
rinto, lloraba por la primera vez de su Érase una principalísima dama, bastante jo-
vida... ven todavía, de plácida y severa hermosura,
-¡Lucas! ¡Lucas! -decía-. ¡Y has podido du- más propia del pincel cristiano que del cin-
dar de mí! ¡Y has podido estrechar en tus cel gentílico, y estaba vestida con toda la
brazos a otra! ¡Ah! ¡Nuestra desventura no nobleza y seriedad que consentía el gusto
tiene ya remedio! de la época. Su traje, de corta y estrecha fal-

33
da y mangas huecas y subidas, era de alepín -¡Señora! ¡no estoy para chanzas! -repuso el
negro: una pañoleta de blonda blanca, algo Corregidor hecho una fiera-. Antes de
amarillenta, velaba sus admirables hom- entrar en explicaciones por mi parte,
bros, y larguísimos maniquetes o mitones necesito saber qué ha sido de mi honor...
de tul negro cubrían la mayor parte de sus -¡Esa no es cuenta mía! ¿Acaso me lo ha
alabastrinos brazos. Abanicábase majestuo- dejado V. a mí en depósito?
samente con un pericón enorme, traído de -Sí, señora... ¡A V.! -replicó D. Eugenio-.
las islas Filipinas, y empuñaba con la otra ¡Las mujeres son depositarias del honor de
mano un pañuelo de encaje, cuyos cuatro sus maridos!
picos colgaban simétricamente con una -Pues entonces, mi querido tío Lucas, pre-
regularidad sólo comparable a la de su gúntele V. a su mujer... Precisamente nos
actitud y menores movimientos. está escuchando.
Aquella hermosa mujer tenía algo de reina La señá Frasquita, que se había quedado a
y mucho de abadesa, e infundía por ende la puerta del salón, lanzó una especie de ru-
veneración y miedo a cuantos la miraban. gido.
Por lo demás, el atildamiento de su traje a -Pase V., señora, y siéntese... -añadió la Co-
semejante hora, la gravedad de su continen- rregidora, dirigiéndose a la Molinera con
te y las muchas luces que alumbraban el sa- dignidad soberana.
lón, demostraban que la Corregidora se ha- Y, por su parte, encaminose al sofá.
bía esmerado en dar a aquella escena una La generosa navarra supo comprender des-
solemnidad teatral y un tinte ceremonioso de luego toda la grandeza de la actitud de
que contrastasen con el carácter villano y aquella esposa injuriada..., e injuriada acaso
grosero de la aventura de su marido. doblemente... A sí es que, alzándose en el
Advertiremos, finalmente, que aquella se- acto a igual altura, dominó sus naturales
ñora se llamaba Doña Mercedes Carrillo de ímpetus, y guardó un silencio decoroso.
Albornoz y Espinosa de los Monteros, y Esto sin contar con que la señá Frasquita,
que era hija, nieta, biznieta, tataranieta y segura de su inocencia y de su fuerza, no te-
hasta vigésima nieta de la Ciudad, como nía prisa de defenderse. Teníala, sí, de acu-
descendiente de sus ilustres conquistadores. sar; y mucha...; pero no ciertamente a la
Su familia, por razones de vanidad munda- Corregidora. ¡Con quien ella deseaba ajus-
na, la había inducido a casarse con el viejo tar cuentas era con el tío Lucas..., y el tío
y acaudalado Corregidor, y ella, que de otro Lucas no estaba allí!
modo hubiera sido monja, pues su vocación -Señá Frasquita... -repitió la noble dama, al
natural la iba llevando al claustro, consintió ver que la Molinera no se había movido de
en aquel doloroso sacrificio. su sitio-: le he dicho a V. que puede pasar y
A la sazón tenía ya dos vástagos del arrisca- sentarse.
do madrileño, y aún se susurraba que había Esta segunda indicación fue hecha con voz
otra vez moros en la costa... más afectuosa y sentida que la primera...
Conque volvamos a nuestro cuento. Dijérase que la Corregidora había adivinado
también por instinto, al fijarse en el reposa-
do continente y en la varonil hermosura de
aquella mujer, que no iba a habérselas con
XXXI. La pena del Talión un ser bajo y despreciable, sino quizá más
bien con otra infortunada como ella; ¡infor-
tunada, sí, por el solo hecho de haber cono-
-¡Mercedes! -exclamó el Corregidor al cido al Corregidor!
comparecer delante de su esposa-. Necesito Cruzaron, pues, sendas miradas de paz y de
saber inmediatamente... indulgencia aquellas dos mujeres que se
-¡Hola, tío Lucas! ¿V. por aquí? -dijo la Co- consideraban dos veces rivales, y notaron
rregidora, interrumpiéndole-. ¿Ocurre algu- con gran sorpresa que sus almas se aplacie-
na desgracia en el molino?

34
ron la una en la otra, como dos hermanos puso la gran señora con una severidad y una
que se reconocen. energía que ahogaron la voz del fingido
No de otro modo se divisan y saludan a lo Molinero-, llegó a su casa a la hora debida,
lejos las castas nieves de las encumbradas a descansar de las nobles tareas de su ofi-
montañas. cio, para seguir mañana amparando la honra
Saboreando estas dulces emociones, la Mo- y la vida de los ciudadanos, la santidad del
linera entró majestuosamente en el salón, y hogar y el recato de las mujeres, impidiendo
se sentó en el filo de una silla. de este modo que nadie pueda entrar,
A su paso por el molino, previendo que en disfrazado de Corregidor ni de ninguna otra
la Ciudad tendría que hacer visitas de im- cosa, en la alcoba de la mujer ajena; que
portancia, se había arreglado un poco y nadie pueda sorprender a la virtud en su
puéstose una mantilla de franela negra, con descuidado reposo; que nadie pueda abusar
grandes felpones, que le sentaba de su casto sueño...
divinamente. Parecía toda una señora. -¡Merceditas! ¿Qué es lo que profieres?
Por lo que toca al Corregidor, dicho se está -silbó el Corregidor con labios y encías-.
que había guardado silencio durante aquel ¡Si es verdad que ha pasado eso en mi casa,
episodio. El rugido de la señá Frasquita y su diré que eres una pícara, una pérfida, una li-
aparición en la escena no habían podido cenciosa!
menos de sobresaltarlo. ¡Aquella mujer le -¿Con quién habla este hombre? -prorrum-
causaba ya más terror que la suya propia! pió la Corregidora desdeñosamente, y pase-
-Conque vamos, tío Lucas... -prosiguió ando la vista por todos los circunstantes-.
Doña Mercedes, dirigiéndose a su marido-. ¿Quién es este loco? ¿Quién es este ebrio?...
Ahí tiene V. a la señá Frasquita... ¡Puede V. ¡Ni siquiera puedo ya creer que sea un hon-
volver a formular su demanda! ¡Puede V. rado molinero como el tío Lucas, a pesar de
preguntarle aquello de su honra! que viste su traje de villano! Sr. Juan Ló-
-Mercedes ¡por los clavos de Cristo! -gritó pez, créame V. -continuó, encarándose con
el Corregidor-. ¡Mira que tú no sabes de lo el Alcalde de monterilla, que estaba aterra-
que soy capaz! ¡Nuevamente te conjuro a do-: mi marido, el Corregidor de la Ciudad,
que dejes la broma y me digas todo lo que llegó a esta su casa hace dos horas, con su
ha pasado aquí durante mi ausencia! ¿Dón- sombrero de tres picos, su capa de grana, su
de está ese hombre? espadín de caballero y su bastón de autori-
-¿Quién? ¿Mi marido?... Mi marido se está dad... Los criados y alguaciles que me escu-
levantando, y ya no puede tardar en venir. chan se levantaron, y lo saludaron al verlo
-¡Levantándose! -bramó D. Eugenio. pasar por el portal, por la escalera y por el
-¿Se asombra V.? ¿Pues dónde quería V. recibimiento. Cerráronse en seguida todas
que estuviese a estas horas un hombre de las puertas, y desde entonces no ha penetra-
bien, sino en su casa, en su cama, y dur- do nadie en mi hogar hasta que llegaron
miendo con su legítima consorte, como Vds. ¿Es esto cierto? Responded vosotros...
manda Dios? -¡Es verdad! ¡Es muy verdad! -contestaron
-¡Merceditas! ¡Ve lo que te dices! ¡Repara la nodriza, los domésticos y los ministriles;
en que nos están oyendo! ¡Repara en que todos los cuales, agrupados a la puerta del
soy el Corregidor!... salón, presenciaban aquella singular escena.
-¡A mí no me dé V. voces, tío Lucas, o -¡Fuera de aquí todo el mundo! -gritó D.
mandaré a los Alguaciles que lo lleven a la Eugenio, echando espumarajos de rabia-.
cárcel -replicó la Corregidora, poniéndose ¡Garduña! ¡Garduña! ¡Ven y prende a estos
de pie. viles que me están faltando al respeto! ¡To-
-¡Yo a la cárcel! ¡Yo! ¡El Corregidor de la dos a la cárcel! ¡Todos a la horca!
Ciudad! Garduña no parecía por ningún lado.
-El Corregidor de la Ciudad, el representan- -Además, señor... -continuó Doña Merce-
te de la Justicia, el apoderado del Rey -re- des, cambiando de tono y dignándose ya

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mirar a su marido y tratarle como a tal, te- XXXII. La fe mueve las monta-
merosa de que las chanzas llegaran a irre-
mediables extremos-. Supongamos que V. ñas
es mi esposo... Supongamos que V. es D.
Eugenio de Zúñiga y Ponce de León... -Tengan Vds. muy buenas noches -pronun-
-¡Lo soy! ció el recién llegado, quitándose el sombre-
-Supongamos, además, que me cupiese al- ro de tres picos, y hablando con la boca su-
guna culpa en haber tomado por V. al hom- mida, como solía D. Eugenio de Zúñiga.
bre que penetró en mi alcoba vestido de Co- En seguida se adelantó por el salón, balan-
rregidor... ceándose en todos sentidos, y fue a besar la
-¡Infames! -gritó el viejo, echando, mano a mano de la Corregidora.
la espada, y encontrándose sólo con el sitio Todos se quedaron estupefactos.
o sea con la faja de molinero murciano. El parecido del tío Lucas con el verdadero
La navarra se tapó el rostro con un lado de Corregidor era maravilloso.
la mantilla para ocultar las llamaradas de Así es que la servidumbre, y hasta el mismo
sus celos. Sr. Juan López, no pudieron contener una
-Supongamos todo lo que V. quiera... -con- carcajada.
tinuó Doña Mercedes con una impasibilidad D. Eugenio sintió aquel nuevo agravio, y se
inexplicable-. Pero dígame V. ahora, señor lanzó sobre el tío Lucas como un basilisco.
mío: ¿Tendría derecho a quejarse? ¿Podría Pero la señá Frasquita metió el montante,
V. acusarme como fiscal? ¿Podría V. apartando al Corregidor con el brazo de ma-
sentenciarme como juez? ¿Viene V. acaso rras, y Su Señoría, en evitación de otra vol-
del sermón? ¿Viene V. de confesar? ¿Viene tereta y del consiguiente ludibrio, se dejó
V. de oír misa? ¿O de dónde viene V. con atropellar sin decir oxte ni moxte. Estaba
ese traje? ¿De dónde viene V. con esa seño- visto que aquella mujer había nacido para
ra? ¿Dónde ha pasado V. la mitad de la no- domadora del pobre viejo.
che? El tío Lucas se puso más pálido que la
-Con permiso... -exclamó la señá Frasquita, muerte al ver que su mujer se le acercaba;
poniéndose de pie como empujada por un pero luego se dominó, y, con una risa tan
resorte, y atravesándose arrogantemente en- horrible que tuvo que llevarse la mano al
tre la Corregidora y su marido. corazón para que no se le hiciese pedazos,
Éste, que iba a hablar, se quedó con la boca dijo, remedando siempre al Corregidor:
abierta al ver que la navarra entraba en fue- -¡Dios te guarde, Frasquita! ¿Le has envia-
go. do ya a tu sobrino el nombramiento?
Pero Doña Mercedes se anticipó, y dijo: ¡Hubo que ver entonces a la navarra! Tirose
-Señora, no se fatigue V. en darme a mí ex- la mantilla atrás, levantó la frente con sobe-
plicaciones... ¡Yo no se las pido a V., ni ranía de leona, y, clavando en el falso Co-
mucho menos! Allí viene quien puede rregidor dos ojos como dos puñales:
pedírselas a justo título... ¡Entiéndase V. -¡Te desprecio, Lucas! -le dijo en mitad de
con él! la cara.
Al mismo tiempo se abrió la puerta de un Todos creyeron que le había escupido.
gabinete, y apareció en ella el tío Lucas, ¡Tal gesto, tal ademán y tal tono de voz
vestido de Corregidor de pies a cabeza, y acentuaron aquella frase!
con bastón, guantes y espadín, como si se El rostro del Molinero se transfiguró al oír
presentase en las Salas de Cabildo. la voz de su mujer. Una especie de inspira-
ción semejante a la de la fe religiosa, había
penetrado en su alma, inundándola de luz y
de alegría... Así es que, olvidándose por un
momento de cuanto había visto y creído ver
en el molino, exclamó, con las lágrimas en

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los ojos y la sinceridad en los labios: -Bien..., sí...; pero...
-¿Conque tú eres mi Frasquita? -¡Nada de pero!... Déjela V. hablar, y verá
-¡No! -respondió la navarra fuera de sí-. cómo se justifica. Desde que la vi, me dio el
¡Yo no soy ya tu Frasquita! Yo soy... corazón que era una santa, a pesar de todo
¡Pregúntaselo a tus hazañas de esta noche, y lo que V. me había contado...
ellas te dirán lo que has hecho del corazón -¡Bueno; que hable!..., -dijo el tío Lucas.
que tanto te quería!... -¡Yo no hablo! -contestó la Molinera-. ¡El
Y se echó a llorar, como una montaña de que tiene que hablar eres tú!... Porque la
hielo que se hunde y principia a derretirse. verdad es que tú...
La Corregidora se adelantó hacia ella sin Y la señá Frasquita no dijo más, por impe-
poder contenerse, y la estrechó en sus bra- dírselo el invencible respeto que le inspira-
zos con el mayor cariño. ba la Corregidora.
La señá Frasquita se puso entonces a besar- -Pues ¿y tú? -respondió el tío Lucas, per-
la, sin saber tampoco lo que se hacía, di- diendo de nuevo toda fe.
ciéndole entre sus sollozos, como una niña -Ahora no se trata de ella... -gritó el Corre-
que busca amparo en su madre: gidor, tornando también a sus celos-. ¡Se
-¡Señora, señora! ¡Qué desgraciada soy! trata de V. y de esta señora! ¡Ah, Mercedi-
-¡No tanto como V. se figura! -contestábale tas!... ¿Quién había de decirme que tú?...
la Corregidora, llorando también generosa- -Pues ¿y tú? -repuso la Corregidora midién-
mente. dolo con la vista.
-¡Yo sí que soy desgraciado! -gemía al mis- Y durante algunos momentos, los dos
mo tiempo el tío Lucas, andando a puñeta- matrimonios repitieron cien veces las
zos con sus lágrimas, como avergonzado de mismas frases:
verterlas. -¿Y tú?
-Pues ¿y yo? -prorrumpió al fin Don Euge- -Pues ¿y tú?
nio, sintiéndose ablandado por el contagio- -¡Vaya que tú!
so lloro de los demás, o esperando salvarse -¡No que tú!
también por la vía húmeda; quiero decir, -Pero ¿cómo has podido tú?...
por la vía del llanto-. ¡Ah, yo soy un pícaro! Etc., etc., etc.
¡un monstruo! ¡un calavera deshecho, que La cosa hubiera sido interminable, si la Co-
ha llevado su merecido! rregidora, revistiéndose de dignidad, no di-
Y rompió a berrear tristemente, abrazado a jese por último a D. Eugenio:
la barriga del Sr. Juan López. -¡Mira, cállate tú ahora! Nuestra cuestión
Y éste y los criados lloraban de igual mane- particular la ventilaremos más adelante. Lo
ra, y todo parecía concluido, y, sin que urge en este momento es devolver la
embargo, nadie se había explicado. paz al corazón del tío Lucas: cosa muy fá-
cil, a mi juicio; pues allí distingo al Sr. Juan
López y a Toñuelo, que están saltando por
justificar a la señá Frasquita.
XXXIII. Pues... ¿y tú -¡Yo no necesito que me justifiquen los
hombres! -respondió ésta-. Tengo dos testi-
gos de mayor crédito, a quienes no se dirá
?El tío Lucas fue el prímero que salió a flo- que he seducido ni sobornado...
te en aquel mar le lágrimas. -Y ¿dónde están? -preguntó el Molinero.
Era que empezaba a acordarse otra vez de -Están abajo, en la puerta...
lo que había visto por el ojo de la llave. -Pues diles que suban, con permiso de esta
-¡Señores, vamos a cuentas!... -dijo de señora.
pronto. -Las pobres no podrían subir...
-No hay cuentas que valgan, tío Lucas... -¡Ah! ¡Son dos mujeres!... ¡Vaya un testi-
-exclamó la Corregidora-. ¡Su mujer de V. monio fidedigno!
es una bendita!

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-Tampoco son dos mujeres. Sólo son dos otros particulares... que no debo referir de-
hembras... lante de esta señora.
-¡Peor que peor! ¡Serán dos niñas!... Hazme -¡Todo lo que ha dicho la señá Frasquita es
el favor de decirme sus nombres. la pura verdad! -gritó el señor Juan López,
-La una se llama Piñona y la otra Liviana. deseando congraciarse con doña Mercedes,
-¡Nuestras dos burras! Frasquita: ¿te estás visto que ella imperaba en el Corregimien-
riendo de mí? to.
-No: que estoy hablando muy formal. Yo -¡Todo! ¡Todo! -añadió Toñuelo, siguiendo
puedo probarte, con el testimonio de nues- la corriente de su amo.
tras burras, que no me hallaba en el molino -¡Hasta ahora..., todo! -agregó el Corregi-
cuando tú viste en él al señor Corregidor. dor, muy complacido de que las explicacio-
-¡Por Dios te pido que te expliques!... nes de la navarra no hubieran ido más le-
-¡Oye, Lucas!..., y muérete de vergüenza jos...
por haber dudado de mi honradez. Mientras -¡Conque eres inocente! -exclamaba en tan-
tú ibas esta noche desde el Lugar a nuestra to el tío Lucas, rindiéndose a la evidencia-.
casa, yo me dirigía desde nuestra casa al ¡Frasquita mía, Frasquita de mi alma! ¡Per-
Lugar, y, por consiguiente, nos cruzamos en dóname la injusticia, y deja que te dé un
el camino. Pero te marchabas fuera de él, o, abrazo!...
por mejor decir, te habías detenido a echar -Esa es harina de otro costal... -contestó la
unas yescas en medio de un sembrado... Molinera, hurtando el cuerpo-. Antes de
-¡Es verdad que me detuve!... Continúa. abrazarte, necesito oír tus explicaciones...
-En esto rebuznó tu borrica... -Yo las daré por él y por mí... -dijo Doña
-¡Justamente! ¡Ah, qué feliz soy!... ¡Habla, Mercedes.
habla; que cada palabra tuya me devuelve -¡Hace una hora que las estoy esperando!
un año de vida! -profirió el Corregidor, tratando de erguirse.
-Y a aquel rebuzno le contestó otro en el ca- -Pero no las daré -continuó la Corregidora,
mino... volviendo la espalda desdeñosamente a su
-¡Oh! sí... sí... ¡Bendita seas! ¡Me parece es- marido- hasta que estos señores hayan des-
tarlo oyendo! cambiado vestimentas...; y, aun entonces, se
-Eran Liviana y Piñona, que se habían reco- las daré tan sólo a quien merezca oírlas.
nocido y se saludaban como buenas amigas, -Vamos... Vamos a descambiar... -díjole el
mientras que nosotros dos ni nos saludamos murciano a D. Eugenio, alegrándose mucho
ni nos reconocimos... de no haberlo asesinado, pero mirándolo to-
-¡No me digas más!... ¡No me digas más!... davía con un odio verdaderamente
-Tan no nos reconocimos -continuó la señá morisco-. ¡El traje de Vuestra Señoría me
Frasquita-, que los dos nos asustamos y sa- ahoga! ¡He sido muy desgraciado mientras
limos huyendo en direcciones contrarias... lo he tenido puesto!...
¡Conque ya ves que yo no estaba en el mo- -¡Porque no lo entiendes! -respondiole el
lino! Si quieres saber ahora por qué encon- Corregidor-. ¡Yo estoy, en cambio, desean-
traste al señor Corregidor en nuestra cama, do ponérmelo, para ahorcarte a ti y a medio
tienta esas ropas que llevas puestas, y que mundo, si no me satisfacen las exculpacio-
todavía estarán húmedas, y te lo dirán mejor nes de mi mujer!
que yo. ¡Su Señoría se cayó en el caz del La Corregidora, que oyó estas palabras,
molino, y Garduña lo desnudó y lo acostó tranquilizó a la reunión con una suave son-
allí! Si quieres saber por qué abrí la risa, propia de aquellos afanados ángeles
puerta..., fue porque creí que eras tú el que cuyo ministerio es guardar a los hombres.
se ahogaba y me llamaba a gritos. Y, en fin,
si quieres saber lo del nombramiento... Pero
no tengo más que decir por la presente.
Cuando estemos solos, te enteraré de ese y

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XXXIV. También la Corregido- llevaban a la cárcel, dijo... lo que voy a re-
petir, aunque verdaderamente mejor sería
ra es guapa para callado: «Señora, yo no soy ladrón ni
asesino: el ladrón y el asesino... de mi honra
Salido que hubieron de la sala el Corregidor está en mi casa, acostado con mi mujer.»
y el tío Lucas, sentose de nuevo la Corregi- -¡Pobre Lucas! -suspiró la señá Frasquita.
dora en el sofá; colocó a su lado a la señá -¡Pobre de mí! -murmuró la Corregidora
Frasquita, y, dirigiéndose a los domésticos tranquilamente.
y ministriles que obstruían la puerta, les -Eso dijimos todos... «¡Pobre tío Lucas y
dijo con afable sencillez: pobre Señora!» Porque... la verdad, señá
-¡Vaya, muchachos!... Contad ahora voso- Frasquita, ya teníamos idea de que mi señor
tros a esta excelente mujer todo lo malo que había puesto los ojos en V...., y, aunque na-
sepáis de mí. die se figuraba que V....
Avanzó el cuarto estado, y diez voces qui- -¡Ama! -exclamó severamente la Corregi-
sieron hablar a un mismo tiempo; pero el dora-. ¡No siga V. por ese camino!...
ama de leche, como la persona que más alas -Continuaré yo por el otro... -dijo un algua-
tenía en la casa, impuso silencio a los de- cil, aprovechando aquella coyuntura para
más, y dijo de esta manera: apoderarse de la palabra-. El tío Lucas (que
-Ha de saber V., señá Frasquita, que estába- nos engañó de lo lindo con su traje y su ma-
mos yo y mi Señora esta noche al cuidado nera de andar cuando entró en la casa; tanto
de los niños, esperando a ver si venía el que todos lo tomamos por el señor Corregi-
amo y rezando el tercer Rosario para hacer dor), no había venido con muy buenas in-
tiempo (pues la razón traída por Garduña tenciones que digamos, y si la Señora no
había sido que andaba el señor Corregidor hubiera estado levantada..., figúrese V. lo
detrás de unos facinerosos muy terribles, y que habría sucedido...
no era cosa de acostarse hasta verlo entrar -¡Vamos! ¡Cállate tú también! -interrumpió
sin novedad), cuando sentimos ruido de la cocinera-. ¡No estás diciendo más que
gente en la alcoba inmediata, que es donde tonterías! Pues, sí, señá Frasquita: el tío Lu-
mis señores tienen su cama de matrimonio. cas, para explicar su presencia en la alcoba
Cogimos la luz, muertas de miedo, y fuimos de mi ama, tuvo que confesar las intencio-
a ver quién andaba en la alcoba, cuando ¡ay, nes que traía... ¡Por cierto que la Señora no
Virgen del Carmen!, al entrar, vimos que un se pudo contener al oírlo, y le arrimó una
hombre, vestido como mi señor, pero que bofetada en medio de la boca, que le dejó la
no era él (¡como que era su marido de V.!) mitad de las palabras dentro del cuerpo! Yo
trataba de esconderse debajo de la cama. misma lo llené de insultos y denuestos, y
«¡Ladrones!» principiamos a gritar desafo- quise sacarle los ojos... Porque ya conoce
radamente, y un momento después la habi- V., señá Frasquita, que, aunque sea su mari-
tación estaba llena de gente, y los alguaciles do de V., eso de venir con sus manos lava-
sacaban arrastrando de su escondite al fingi- das...
do Corregidor. Mi Señora, que, como todos, -¡Eres una bachillera! -gritó el portero, po-
había reconocido al tío Lucas, y que lo vio niéndose delante de la oradora-. ¿Qué más
con aquel hubieras querido tú?... En fin, señá Frasqui-
traje, temió que hubiese matado al amo, y ta; óigame V. a mí, y vamos al asunto. La
empezó a dar unos lamentos que partían las Señora hizo y dijo lo que debía...; pero lue-
piedras... «¡A la cárcel! ¡A la cárcel!», go, calmado ya su enojo, compadeciose del
decíamos entre tanto los demás. «¡Ladrón! tío Lucas y paró mientes en el mal proceder
¡Asesino!», era la mejor palabra que oía el del señor Corregidor, viniendo a pronunciar
tío Lucas; y así es que estaba como un di- estas o parecidas palabras: «Por infame que
funto, arrimado a la pared, sin decir esta haya sido su pensamiento de V., tío Lucas,
boca es mía. Pero, viendo luego que se lo y aunque nunca podré perdonar tanta

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insolencia, es menester que su mujer de V. Dirigiose, pues, de nuevo a su mujer, y le
y mi esposo crean durante algunas horas dijo, hecho un vinagre:
que han sido cogidos en sus propias redes, y -¡Señora! ¡Todos se entienden menos noso-
que V., auxiliado por ese disfraz, les ha tros! Sáqueme V. de dudas... ¡Se lo mando
devuelto afrenta por afrenta. ¡Ninguna como marido y como Corregidor!
venganza mejor podemos tomar de ellos Y dio otro bastonazo en el suelo.
que este engaño, tan fácil de desvanecer -¿Conque se marcha V.? -exclamó Doña
cuando nos acomode!» Adoptada tan Mercedes, acercándose a la señá Frasquita y
graciosa resolución, la Señora y el tío Lucas sin hacer caso de D. Eugenio-. Pues vaya V.
nos aleccionaron a todos de lo que teníamos descuidada, que este escándalo no tendrá
que hacer y decir cuando volviese Su ningunas consecuencias. ¡Rosa!: alumbra a
Señoría; y por cierto que yo le he pegado a estos señores, que dicen que se marchan...
Sebastián Garduña tal palo Vaya V. con Dios, tío Lucas.
en la rabadilla, ¡que creo no se le olvidará -¡Oh... no! -gritó el de Zúñiga, interponién-
en mucho tiempo la noche de San Simón y dose-. ¡Lo que es el tío Lucas no se marcha!
San Judas!... ¡El tío Lucas queda arrestado hasta que
Cuando el portero dejó de hablar, ya hacía sepa yo toda la verdad! ¡Hola, alguaciles!
rato que la Corregidora y la Molinera cuchi- ¡Favor al Rey!...
cheaban al oído, abrazándose y besándose a Ni un solo ministro obedeció a D. Eugenio.
cada momento, y no pudiendo en ocasiones Todos miraban a la Corregidora.
contener la risa. -¡A ver, hombre! ¡Deja el paso libre! -aña-
¡Lástima que no se oyera lo que hablaban!... dió ésta, pasando casi sobre su marido, y
Pero el lector se lo figurará sin gran esfuer- despidiendo a todo el mundo con la mayor
zo: y, si no el lector, la lectora. finura; es decir, con la cabeza ladeada, co-
giéndose la falda con la punta de los dedos,
y agachándose graciosamente, hasta com-
pletar la reverencia que a la sazón estaba de
XXXV. Decreto imperial moda, y que se llamaba la pompa.
-Pero yo... Pero tú... Pero nosotros... Pero
aquellos... -seguía mascujando el vejete, ti-
Regresaron en esto a la sala el Corregidor y rándole a su mujer del vestido y perturban-
el tío Lucas, vestido cada cual con su propia do sus cortesías mejor iniciadas
ropa. ¡Inútil afán! ¡Nadie hacía caso de Su Seño-
-¡Ahora me toca a mí! -entró diciendo el in- ría!
signe D. Eugenio de Zúñiga. Marchado que se hubieron todos, y solos ya
Y, después de dar en el suelo un par de bas- en el salón los desavenidos cónyuges, la
tonazos como para recobrar su energía (a Corregidora se dignó al fin decirle a su es-
guisa de Anteo oficial, que no se sentía poso, con el acento que hubiera empleado
fuerte hasta que su caña de Indias tocaba en una Czarina de todas las Rusias para fulmi-
la Tierra), díjole a la Corregidora con un nar sobre un Ministro caído la orden de per-
énfasis y una frescura indescriptibles: petuo destierro a la Siberia:
-¡Merceditas..., estoy esperando tus explica- -Mil años que vivas, ignorarás lo que ha pa-
ciones!... sado esta noche en mi alcoba... Si hubieras
Entretanto, la Molinera se había levantado y estado en ella, como era regular, no tendrías
le tiraba al tío Lucas un pellizco de paz, que necesidad de preguntárselo a nadie. Por lo
le hizo ver estrellas, mirándolo al mismo que a mí toca, no hay ya, ni habrá jamás, ra-
tiempo con desenojados y hechiceros ojos. zón ninguna que me obligue a satisfacerte;
El Corregidor, que observara aquella panto- pues te desprecio de tal modo, que si no
mima, quedose hecho una pieza, sin acertar fueras el padre de mis hijos, te arrojaría
a explicarse una reconcillación tan inmoti- ahora mismo por ese balcón, como te arrojo
vada.

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para siempre de mi dormitorio. Conque, de sí; y el pobre hombre se quedó plantado
buenas noches, caballero. en medio de la sala, murmurando entre en-
Pronunciadas estas palabras, que Don cías (que no entre dientes) y con un cinismo
Eugenio oyó sin pestañear (pues lo que es a de que no habrá habido otro ejemplo:
solas no se atrevía con su mujer), la Corre- -¡Pues, señor, no esperaba yo escapar tan
gidora penetró en el gabinete, y del gabinete bien!... ¡Garduña me buscará acomodo!
pasó a la alcoba, cerrando las puertas detrás

XXXVI. Conclusión, moraleja y epílogo

Piaban los pajarillos saludando el alba, cuando el tío Lucas y la señá Frasquita salían de la Ciudad
con dirección a su molino.
Los esposos iban a pie, y delante de ellos caminaban apareadas las dos burras.
-El domingo tienes que ir a confesar -le decía la Molinera a su marido-; pues necesitas limpiarte de
todos tus malos juicios y criminales propósitos de esta noche...
-Has pensado muy bien -contestó el Molinero-. Pero tú, entretanto, vas a hacerme otro favor, y es
dar a los pobres los colchones y ropa de nuestra cama, y ponerla toda de nuevo. ¡Yo no me acuesto
donde ha sudado aquel bicho venenoso!
-¡No me lo nombres, Lucas! -replicó la señá Frasquita-. Conque hablemos de otra cosa. Quisiera
merecerte un segundo favor...
-Pide por esa boca...
-El verano que viene vas a llevarme a tomar los baños del Solán de Cabras.
-¿Para qué?
-Para ver si tenemos hijos.
-¡Felicísima idea! Te llevaré, si Dios nos da vida.
Y con esto llegaron al molino, a punto que el sol, sin haber salido todavía, doraba ya las cúspides de
las montañas.

***

A la tarde, con gran sorpresa de los esposos, que no esperaban nuevas visitas de altos personajes
después de un escándalo como el de la precedente noche, concurrió al molino más señorío que nun-
ca. El venerable Prelado, muchos Canónigos, el Jurisconsulto, dos Priores de frailes y otras varias
personas (que luego se supo habían sido convocadas allí por Su Señoría Ilustrísima) ocuparon mate-
rialmente la plazoletilla del emparrado.
Sólo faltaba el Corregidor.
Una vez reunida la tertulia, el señor Obispo tomó la palabra, y dijo: que, por lo mismo que habían
pasado ciertas cosas en aquella casa, sus Canónigos y él seguirían yendo a ella lo mismo que antes,
para que ni los honrados Molineros ni las demás personas allí presentes participasen de la censura
pública, sólo merecida por aquel que había profanado con su torpe conducta una reunión tan mori-
gerada y tan honesta. Exhortó paternalmente a la señá Frasquita para que en lo sucesivo fuese me-
nos provocativa y tentadora en sus dichos y ademanes, y procurase llevar más cubiertos los brazos y
más alto el escote del jubón: aconsejó al tío Lucas más desinterés, mayor circunspección y menos
inmodestia en su trato con los superiores; y acabó dando la bendición a todos y diciendo: que, como
aquel día no ayunaba, se comería con mucho gusto un par de racimos de uvas.
Lo mismo opinaron todos... respecto de este último particular..., y la parra se quedó temblando
aquella tarde. ¡En dos arrobas de uvas apreció el gasto el Molinero!

41
***

Cerca de tres años continuaron estas sabrosas reuniones, hasta que, contra la previsión de todo el
mundo, entraron en España los ejércitos de Napoleón y se armó la Guerra de la Independencia.
El señor Obispo, el Magistral y el Penitenciario murieron el año de 8, y el abogado y los demás con-
tertulios en los de 9, 10, 11 y 12, por no poder sufrir la vista de los franceses, polacos y otras alima-
ñas que invadieron aquella tierra ¡y que fumaban en pipa, en el Presbiterio de las Iglesias, durante la
Misa de la tropa!
El Corregidor, que nunca más tornó al molino, fue destituido por un Mariscal francés, y murió en la
Cárcel de Corte, por no haber querido ni un solo instante (dicho sea en honra suya) transigir con la
dominación extranjera.
Doña Merced es no se volvió a casar, y educó perfectamente a sus hijos, retirándose a la vejez a un
convento, donde acabó sus días en opinión de santa.
Garduña se hizo afrancesado.
El Sr. Juan López fue guerrillero, y mandó una partida, y murió, lo mismo que su alguacil, en la fa-
mosa batalla de Baza, después de haber matado muchísimos franceses.
Finalmente: el tío Lucas y la señá Frasquita (aunque no llegaron a tener hijos, a pesar de haber ido
al Solán de Cabras y de haber hecho muchos votos y rogativas) siguieron siempre amándose del
propio modo, y alcanzaron una edad muy avanzada, viendo desaparecer el Absolutismo en 1812 y
1820, y reaparecer en 1814 y 1823, hasta que, por último, se estableció de veras el sistema Constitu-
cional a la muerte del Rey Absoluto, y ellos pasaron a mejor vida (precisamente al estallar la Guerra
Civil de los Siete años), sin que los sombreros de copa que ya usaba todo el mundo pudiesen hacer-
les olvidar aquellos tiempos simbolizados por el sombrero de tres picos.

FIN

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