Debemos anotar el hecho de que existe, por un lado, la silla de altura convencional (es
decir, su asiento oscilara alrededor de 40 a 45 cm. de altura), y por otro lado, la silla baja,
asimilada por lo que respecta su función al tajo y aportando en
relación con éste una cierta mayor comodidad; se usará la de
menor altura para tareas domesticas, y sobre todo por la mujer,
para coser, hacer la comida en la lumbre, etc., y en ocasiones
también por los niños.
Una vez citado el excepcional mueble de Tatüll, sin paralelo en todo el moblaje europeo
medieval, volvamos a los bancos sobrios y muy abundantes
en los que se decanta la antigua tradición del sitial y que,
como ya fue apuntado, apenas evolucionarán en el medio
rural durante siglos. No vamos a detenernos siquiera en los
numerosos bancos ya góticos e incluso del siglo XVI que,
respondiendo al estilo preponderante y característico de
cada momento, fueron patrimonio exclusivo de las clases
nobles; ciertamente, sus decoraciones y estilos
ornamentales en líneas generales no fueron utilizadas por
las gentes del pueblo (por ejemplo, los elementos
vegetales, cardinas, etc. del gótico; tampoco lo
arquitectónico de este periodo, ni las tallas «de pergamino» o «servilletas» renacentistas) Si en
cambio podremos rastrear con posterioridad a la Edad Media y durante siglos, algunos
elementos dispares como el uso del arco conopial en Ia decoración –que perdura en lo popular
hasta el siglo o XIX–, o la pervivencia, de motivos geométricos simples, simbólicos; e incluso
cuando el artesano rural tenia mayor habilidad, animales
fabulosos y mitológicos. Así, faldones en ciertos muebles
con conopios recortados, tallas de rosáceas, discos de
radios, y sencillos elementos geométricos, junto a dragones
o sirenas derivados de los grutescos, estos últimos en
mucha menor medida que los primeros, más sencillos de
ejecutar.
Aunque no es rara su decoración con algún tipo de talla elemental, es cierto que no fue un
mueble que se haya prestado especialmente a ser embellecido; a veces alguna rosácea a
compás, golpes de gubia, y en algún ejemplar el l conopio de origen gótico, difundido a finales
del siglo XVI, que se sigue utilizando en el arte popular más
de trescientos años después, es decir, en el siglo XIX.