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Monseñor Luis H.

Villalba
Arzobispo de Tucumán

Carta Pastoral

VOLVAMOS A PARTIR DE JERUSALÉN

Arzobispado de Tucumán
Miércoles de Ceniza
2

9 de marzo de 2011
3

VOLVAMOS A PARTIR DE JERUSALÉN

INTRODUCCIÓN

1. ESQUEMA DE LA CARTA
Esta Carta Pastoral “Volvamos a partir de Jerusalén” intenta ayudar a comenzar la
nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, que abarcará el sexenio 2010-2016.
Está dividida en dos partes.

La primera parte
Abarca los capítulos 1, 2 y 3 y tiene como finalidad ver la continuidad del Plan
Arquidiocesano de Pastoral, porque ahora estamos comenzando una nueva etapa del
mismo Plan de Pastoral.

⇒ El capítulo 1 -La nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral- nos muestra que la
espiritualidad del Plan, el modelo ideal de Iglesia, las características generales que
identifican a la Iglesia Arquidiocesana, el objetivo general, los criterios pastorales
comunes, y el itinerario de los discípulos de Emaús, como ícono del camino pastoral de
nuestra Iglesia arquidiocesana, siguen siendo los mismos y están contenidos en el Libro
Azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen las redes” (publicado
en el mes de junio de 2004).
Por eso se recomienda tener presente el Libro Azul y volverlo a leer.

⇒ El capítulo 2 -Las tres primeras Cartas Pastorales- nos recuerdan aquellas Pastorales
que escribí preparando la primera etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.
Considero que en estas tres Cartas se expone el fundamento de la Misión de la
Iglesia:
1. La primera Carta Pastoral (del año 2000) es sobre la Palabra de Dios:
“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.
2. La segunda (del año 2001) trata sobre la Eucaristía: “Hagan esto en
memoria mía”.
3. La tercera Carta (del 2002) desarrolla la realidad descollante y la síntesis de
la vida de la comunidad cristiana, la caridad: “En esto reconocerán que
ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los
otros”.

Al comenzar una nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, tenemos


necesidad de recordar que el empuje misionero surge de la contemplación de la Palabra
de Dios, de la Eucaristía y del testimonio de la caridad. La Palabra, los Sacramentos y el
testimonio de la caridad son el fundamento, la raíz, desde donde brota la misión en la
Iglesia que, en otras palabras, son los temas de las tres primeras Cartas propuestas en el
capítulo segundo.
Les propongo considerarlas de nuevo, teniendo en cuenta que quizás no todos los
agentes de pastoral las trabajaron. Por eso, en este segundo capítulo, les presento un
breve resumen de las mismas. Pero es importante no quedarse sólo con el resumen: hay
que volver a leer estas cartas, meditarlas y reflexionarlas.

⇒ El capítulo 3 -La Carta Pastoral del año 2003- se refiere a la Carta Pastoral titulada:
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19), que trata
sobre la misión.
Además, en este capítulo, se transcriben las meditaciones: “Los tres pilares del
misionero” y “Como el Padre me envió, Yo también los envió a ustedes” (Jn. 20,21) con la
intención de alimentar la espiritualidad de los agentes de pastoral para que no se apoyen
en las fuerzas humanas, sino solamente en Dios. Esto implica reconocer el primado de la
acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos
y cosechamos, pero “es Dios el que hace crecer” (1 Cor. 3,7).
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La segunda parte
Corresponde a los capítulos 4, 5 y 6, que tratan de algunos de los desafíos a los
que responde el Plan Arquidiocesano de Pastoral en esta nueva etapa.
⇒ El capítulo cuarto desarrolla el desafío de alentar en todas las comunidades un
estilo misionero en la pastoral orgánica arquidiocesana.
⇒ El desafío propuesto en el capítulo quinto nos impulsa a desarrollar un Itinerario
Catequístico Permanente con especial insistencia en la iniciación cristiana y en la
formación de los agentes de pastoral.
⇒ El capítulo sexto encara el desafío de promover el compromiso misionero hacia
una sociedad justa y responsable.

2. DESTINATARIOS Y USO DE ESTA CARTA


Los destinatarios de esta Carta son, en primer lugar, los agentes de pastoral y los
fieles practicantes.

Deseo que sea un instrumento de reflexión y de diálogo, un medio para progresar


en la pertenencia a la Iglesia y en el compromiso de cada uno como discípulo y misionero
de la Nueva Evangelización.

Les propongo, además, algunas indicaciones sobre el modo de utilizar esta Carta:

 pido a los párrocos, a los superiores y superioras de


comunidades de vida consagrada, a los directivos de los institutos
educativos católicos, a los responsables arquidiocesanos de áreas y
sectores pastorales, de instituciones y movimientos laicales, etc. que
arbitren todos los medios posibles para que esta carta llegue a sus
destinatarios.
 les ruego que en el primer domingo de cuaresma –sábado 12 de
marzo por la tarde y domingo 13- se reparta la Carta Pastoral a los fieles
a la salida de todas las misas de parroquias, capillas e iglesias.

Es importante trabajar esta Carta comunitariamente.


 Los sacerdotes dedicarán algún tiempo de las reuniones del
Clero para reflexionar sobre los temas de la misma.
 Las consagradas pueden hacerlo en sus comunidades y en
alguno de los encuentros con todas las religiosas de la arquidiócesis.
 En las parroquias y capillas se reflexionará sobre esta Carta en
las reuniones ordinarias de los diversos grupos, por ej., de
catequistas, Cáritas, jóvenes, matrimonios, ministros extraordinarios
de la comunión; de pastoral misionera, de la salud, social,etc.; de
Acción Católica, Liga de Madres, Movimiento Familiar Cristiano,
Encuentro Matrimonial, Cursillos de Cristiandad, etc.
 Los miembros de instituciones, movimientos, asociaciones de
fieles, etc. podrán dedicar algún momento de sus reuniones
ordinarias para profundizar el contenido de esta carta.
 En los establecimientos educativos la reflexión se hará dentro de
la enseñanza religiosa escolar y en los distintos encuentros
catequísticos.
 En los establecimientos educativos católicos se realizará en los
diferentes estamentos de cada institución: docentes, administrativos,
auxiliares, padres de alumnos, exalumnos, etc., y se procurará
integrar el contenido de esta Carta en la programación de cada uno
de los espacios, departamentos o áreas curriculares.

3. METODOLOGÍA DE TRABAJO
Este material está preparado para ser desarrollado en ocho reuniones a lo largo del
año.

Marzo: Introducción.
Abril: Cap. 1º La nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.
Mayo: Cap. 2º Las tres primeras Cartas Pastorales.
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Junio: Cap. 3º La Carta Pastoral del año 2003: Únicamente los puntos 1 y 2:
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” y Los
tres pilares del misionero.
Julio: Cap. 3º El punto 3 restante: “Como el Padre me envió a mí, Yo también
los envío a ustedes”.
Agosto: Cap. 4º: Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y
arquidiocesana en todas las comunidades.
Septiembre: Cap. 5º: Impulsar un Itinerario Catequístico Permanente con especial
insistencia en la Iniciación Cristiana y en la formación de los
agentes de pastoral.
Octubre: Cap. 6º: Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y
responsable.

El estilo de cada encuentro debe ser el de una reunión de oración. Para cada uno
de los ocho temas sugiero seguir los siguientes pasos:

 Disponerse a la escucha con una actitud de recogimiento.


 Comenzar con una oración comunitaria.
 Luego se lee la palabra del Arzobispo, de acuerdo al capítulo
correspondiente.
 Se leen los textos bíblicos citados.
 Se comenta y reflexiona entre todos. Lo importante es dialogar
con sinceridad y fraternidad.
 Se termina con una oración.

Adaptación a los diferentes destinatarios

Los destinatarios de esta Carta son diferentes. Las diversidades


Hay una
se pueden dar: por el contexto de la comunidad eclesial (urbano, de
montaña, rural, etc.), las edades, los niveles de formación, la madurez precisa tarea
espiritual, el compromiso eclesial, etc. de mediación
Por esta razón se hace necesario adaptar el contenido de esta entre el
Carta Pastoral a cada comunidad y a cada grupo en particular. Es contenido de
imprescindible este trabajo de mediación entre la Carta y los
esta Carta
destinatarios concretos.
En la Parroquia, la tarea deberá hacerla el Párroco, con la Pastoral y sus
colaboración del Consejo Pastoral y, especialmente, de los destinatarios
catequistas. concretos, que
En los establecimientos educativos, esta labor deberá realizarla exige oración,
el Equipo o Departamento de docentes de religión.
Por último los animadores, coordinadores o catequistas de cada reflexión y
grupo, darán la forma final concreta a esta propuesta de trabajo. Por lo preparación
mismo exige, de parte de ellos, una preparación previa donde previa.
estudien y recen el contenido, y planifiquen el encuentro catequístico.
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PRIMERA PARTE
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Capítulo Primero
LA NUEVA ETAPA DEL PLAN ARQUIDIOCESANO DE
PASTORAL

Tengamos presente que estamos comenzando una nueva etapa del Plan
Arquidiocesano de Pastoral (PAP).
¿Qué es el Pan Arquidiocesano de Pastoral?
En primer lugar, un Plan es un proyecto que uno tiene, algo bien pensado y
organizado que uno intenta realizar.
Es Arquidiocesano porque abarca a toda la Arquidiócesis: a todos sus miembros:
sacerdotes, consagrados, consagradas y fieles laicos; a todas sus comunidades:
parroquias y capillas; escuelas y colegios; todas sus instituciones y movimientos, etc.
Es de Pastoral porque se refiere a la tarea de la Iglesia en su misión
evangelizadora en medio de la sociedad.
Entonces el PAP es un esfuerzo comunitario de la Iglesia particular de Tucumán
para responder a las necesidades de la Evangelización en un espacio y tiempo concretos:
“hoy” y “aquí”.
Se dijo muchas veces que la pastoral es un proceso que tiene fases, etapas; tiene
un desarrollo. “Entonces lo que queremos es iniciar una nueva etapa de nuestro Plan
Arquidiocesano de Pastoral, sabiendo que su contenido permanece vigente” (ver Carta
Pastoral. “Crucemos a la otra orilla”).
El contenido fundamental del Plan Arquidiocesano de Pastoral está en el Libro
Azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar Adentro y echen las redes”
(publicado en el mes de junio de 2004).
Entonces es muy conveniente volver a leer y tener presente el Libro Azul.
En este sentido debemos tener en cuenta que permanecen vigentes las
características o notas del PAP que explico a continuación:

1. LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN ES EL ALMA DEL PLAN ARQUIDIOCESANO DE PASTORAL


Precisamente el capítulo primero del Libro Azul se refiere a este tema. El Papa
Juan Pablo II nos exhortó, en la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, a promover la
espiritualidad de comunión. En ese documento nos pide que toda la organización y la
planificación pastoral de la Iglesia esté marcada por el amor fraterno: “Si verdaderamente
hemos contemplado el rostro de Cristo, queridos hermanos y hermanas, nuestra
programación pastoral se inspirará en el mandamiento nuevo que nos dio: «Así como yo
los he amado, ámense también ustedes los uno a los otros«” (Jn. 13,34).

2. EL MODELO IDEAL DE IGLESIA

La Iglesia contempla como en un espejo su imagen


acabada en la imagen de María, la llena de gracia (ver
Lumen Gentium, 53).

Corresponde al capítulo cuarto del Libro Azul (pág. 99).

La Iglesia de Tucumán, teniendo como modelo a María, quiere ser:

A. Una comunidad viva

 La comunidad viva es la que vive del Espíritu Santo y está llamada a la


santidad. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la
vida pastoral.
 La comunidad viva es la que vive la comunión orgánica y dinámica de la
diversidad en la unidad.
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El ángel la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc.
1,28).

B. Una comunidad fraterna

 Llamada a ser casa y escuela de comunión. “Mujer aquí


 Familia de Dios. tienes a tu
 Acogedora y abierta. hijo... Aquí
María es nuestra Madre. La Virgen María desde el cielo tienes a tu
cuida a sus hijos que peregrinan en la tierra (ver Lumen Gentium, madre”
62). (Jn. 19,26-27)

C. Una comunidad misionera

 Es la Iglesia enviada
 Los destinatarios de la Nueva Evangelización son los cristianos alejados.
 Como el Buen Pastor, sale a buscar a la oveja perdida.
María, en la Visitación, es la misionera que lleva a Jesús. El Papa Juan Pablo II dijo
que América es la nueva Visitación, pues Cristo fue traído por María: Estrella de la Nueva
Evangelización (ver Homilía en la Misa por la Evangelización de los pueblos, Santo
Domingo 11.10.1984).

D. Una comunidad servidora

 “Y nosotros no somos más que servidores de ustedes


por amor de Jesús” (2 Cor. 4,5).
María,
 Porque no existe para sí, sino para ser “en Cristo
en Caná,
como un sacramento, o sea signo e instrumento de la
es la
unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género
servidora,
humano” (Lumen Gentium, 1).
atenta a las
 Para cumplir su misión la Iglesia debe encarnarse y
necesidades.
hacer suyos “Los gozos y las esperanzas, las tristezas
y las angustias de los hombres, sobre todo de los
pobres y cuantos sufren” (Gaudium et Spes, 1).

3. LAS CARACTERÍSTICAS GENERALES QUE IDENTIFICAN A LA IGLESIA ARQUIDIOCESANA


Corresponde al capítulo 4, ap. 2.1, del Libro Azul (págs. 100-102).

A. El primado de Dios
Debemos partir del primado de Dios, de Jesucristo, de la gracia, respecto a toda
actividad humana, tanto en nuestra vida personal, como en nuestra vida comunitaria y en
nuestra pastoral.
“Nuestras Iglesias particulares están llamadas a renovarse en el camino de la
santidad comunitaria y misionera que anime la actividad pastoral ordinaria en forma más
creativa y orgánica. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida
pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, «pero es Dios
el que hace crecer» (1 Cor. 3,7) Reconocer el primado de la gracia de Cristo implica
alentar una renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración, de modo tal que
sepamos alimentarnos de ella para ser sus servidores en el compromiso de la
evangelización. La acción pastoral de la Iglesia se alimenta en la fuente de la vida divina y
alcanza su expresión más plena y bella en la liturgia” (Novo Millennio Ineunte, 80-81).

B. Manifestar el rostro de Cristo


Nuestra Iglesia Arquidiocesana quiere manifestar al mundo el rostro de Cristo. Juan
Pablo II nos recuerda que, así como aquellos peregrinos de hace dos mil años le pedían a
los Apóstoles “queremos ver a Jesús” (Jn. 12,21), “los hombres de nuestro tiempo, quizás
no siempre conscientemente, les piden a los creyentes de hoy no sólo que «hablen» de
Cristo, sino, en cierto modo, que se lo hagan «ver». ¿Y no es quizás un cometido de la
Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer su rostro
también a las generaciones del nuevo milenio?” (Novo Millennio Ineunte, 16).
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La Iglesia debe transparentar el rostro sufriente de Cristo, el rostro del Siervo


Sufriente: ser Iglesia es ser el Cuerpo de Cristo crucificado en la historia, la representación
de su rostro en el tiempo.
En Cristo, que es la Misericordia hecha carne, nuestra Iglesia está llamada a ser
Iglesia de la misericordia; en Él, pobre, la Iglesia debe ser pobre y amiga de los pobres; en
Él, apasionado por la unidad, debemos ser la Iglesia de la unidad en torno a los Pastores
que Él ha querido para nosotros.
La Iglesia debe mostrar el rostro del resucitado: ¡Él es el Resucitado! Como dice
San Pablo: si no fuese así, vana sería nuestra predicación y vana sería nuestra fe (ver 1
Cor. 15,14).
Como Pedro (ver Jn. 21,15.17) y como Pablo (ver Flp. 1,21), la Iglesia vuelve su
mirada hacia Jesús resucitado para confesarle su amor y encontrar en él su vida: “En el
rostro de Cristo, ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegría... La iglesia, animada
por esta experiencia, retoma hoy su camino para anunciar a Cristo al mundo, al inicio del
tercer milenio” (Novo Millennio Ineunte, 70).

C. Estilo de vida evangélico


Nuestra Iglesia Arquidiocesana quiere manifestar con su vida y sus obras el
Evangelio de la caridad. La caridad es el corazón del Evangelio.
Nuestra comunidad arquidiocesana quiere ser la Iglesia de la caridad, que vive la
caridad, porque, ante todo, es la Iglesia del amor trinitario y del amor de Cristo.
Solamente reconociendo el primado del amor de Dios por nosotros, es posible ser
testigos de la caridad. Nuestra Iglesia Arquidiocesana es la comunidad de los que están
unidos no por lazos humanos, o de algún interés común, sino por Jesús, por su Palabra,
por su Pascua.

D. El estilo del diálogo


Nuestra Iglesia Arquidiocesana quiere vivir el estilo del diálogo. El diálogo es la
expresión auténtica de la caridad y de la comunión. El Espíritu construye la unidad no
como uniformidad, sino como valorización de los dones de cada uno (ver 1 Cor. 14). La
unidad requiere siempre que las particularidades se integren en una armonía que las
supere sin anularlas. Esto supone dosis generosas de humildad y renuncia (ver Líneas
Pastorales para la Nueva Evangelización, 35).
Nuestra Iglesia Arquidiocesana quiere, también, “asumir decididamente un espíritu y
estilo de diálogo con los diferentes círculos de personas y ambientes del mundo señalados
por el Papa Pablo VI, el Concilio Vaticano II y ratificados por Juan Pablo II” (Líneas
Pastorales para la Nueva Evangelización, 30) y últimamente también por el Papa
Benedicto XVI.

E. Una Iglesia misionera


Nuestra Iglesia Arquidiocesana quiere tener un estilo misionero para llevar la Buena
Nueva hacia las dimensiones humanas de todo el hombre y de todos los hombres,
incluyendo, en esta perspectiva universal, a aquellos que están más amenazados en su
dignidad humana: los pobres, los débiles y los enfermos (ver Líneas Pastorales para la
Nueva Evangelización, 31).

E. La liberad de espíritu
El mandato misionero exige invitar a la fe sin coacción alguna, dando cabida a que
surja en el corazón del hombre la respuesta libre que sólo puede provocar el Espíritu. Esta
actitud respeta por igual la gratuidad divina del llamado y la dignidad de la persona
humana (ver Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 36).

F. En el seguimiento del Señor en su camino hacia Jerusalén


De su Señor nuestra Iglesia particular de Tucumán saca las fuerzas para vencer
con paciencia y amor los obstáculos que le presenta el camino que recorre. A tal fin, el
Espíritu le comunica la esperanza y la fortaleza con la que el Señor se encaminó a
Jerusalén (ver Lc. 9,51), en donde consuma su entrega al Padre.
Jerusalén, patria de todos los pueblos según la tradición bíblica (ver Sal. 87), es el
símbolo de la comunión de Dios con la humanidad (ver Ap. 21,2-3) y la meta a la cual toda
criatura humana se dirige.
Con mirada contemplativa, nuestra comunidad arquidiocesana está llamada a vivir
su peregrinación terrena (ver 1 Ped. 1,13-21). Ella desea (ver Ap. 21,1-22,5) y espera
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vigilante la segunda y definitiva venida de su Señor (ver Mt. 24,36.43-44), como la


manifestación de la nueva Jerusalén (ver Ap.21,1-22,5).

4. EL OBJETIVO GENERAL
Corresponde al capítulo 6 del Libro Azul (pág. 133).

Recordemos el objetivo del Plan Pastoral:

Que todas las comunidades y todos sus componentes se


integren
en una GRAN MISIÓN ARQUIDIOCESANA
para impulsar la NUEVA EVANGELIZACIÓN

La Misión caracterizará el camino pastoral de nuestra Iglesia Arquidiocesana en los


próximos seis años.
Lo importante es introducir el tema y la finalidad de la Misión dentro de la pastoral
ordinaria de nuestras comunidades, de manera que ellas se conviertan en comunidades
misioneras permanentes.
La Misión deberá dar un fuerte impulso a la pastoral ordinaria de la Nueva
Evangelización, infundiendo en ella aquella carga misionera que la haga, en modo
permanente, nueva, valiente y abierta.

Recordemos que el tema de la Misión lo retoma fuertemente el Documento de


Aparecida:
• “Hoy, toda la Iglesia de América Latina y El Caribe quiere ponerse en
estado de misión” (nº 213).
• “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras
eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades
religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia” (nº 365).
• “La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una
pastoral de mera conservación, a una pastoral decididamente misionera” (nº 370).
• “Esta V Conferencia...desea despertar la Iglesia...para un gran impulso
misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia... ¡Necesitamos un nuevo
Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, familias, las
comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con
Cristo...! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos,
sino urge acudir en todas las direcciones...” (nº 548).

También los Obispos Argentinos insisten en este tema con la Carta Pastoral sobre
la Misión Continental (20/8/2009).
La gran preocupación es cómo hacer que nuestros fieles, que fueron bautizados,
que hicieron su primera comunión, que tuvieron enseñanza religiosa en las escuelas, vivan
una fe práctica, comprometida. El problema es el de la recuperación a la práctica cristiana
de personas que, en algún momento, han gustado la fe. Tenemos que reconocer que
muchos de ellos no han tenido una catequesis profundizada.
Por tanto, esta nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, con los ajustes
necesarios, sigue teniendo la misma finalidad: L A M I S I Ó N .
Ahora se le agrega: con estilo kerigmático. De esta manera el objetivo es:

Que todas las comunidades y todos sus componentes se integren


en una GRAN MISIÓN ARQUIDIOCESANA
para impulsar la NUEVA EVANGELIZACIÓN con estilo kerigmático

Expliquemos esto.

¿Qué es el Kerigma?
Kerigma es una palabra de origen griego que significa proclamación, anuncio. Es el
anuncio de la salvación obrada por Jesucristo, por su vida, muerte y resurrección.
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El kerigma es el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes, con vistas a la


conversión y a la fe. Podríamos decir que es el momento misionero de la evangelización,
que precede a la catequesis propiamente dicha.
El kerigma (el anuncio, la proclamación) suscita la fe, abre el corazón, nos lleva a
convertirnos y a tener una adhesión global a Jesucristo. La catequesis, que es un paso
posterior, busca profundizar y madurar esa fe inicial.
Ser cristiano significa decir «sí» a Jesucristo, pero este «sí» tiene dos niveles:
consiste en entregarse a la Palabra de Dios y apoyarse en ella (fruto del kerigma), pero
significa también, en segunda instancia, conocer cada vez mejor (por la catequesis) el
sentido profundo de esa Palabra (ver Catechesi Tradendae, 20).
Desde este punto de vista, la catequesis se distingue del kerigma, aunque
permanece en continuidad con él. La catequesis muestra todo el desarrollo y las
virtualidades del kerigma. Pero, propiamente, la catequesis se dirige a los convertidos que
ya han recibido, escuchado y acogido el kerigma
El kerigma, la proclamación del Evangelio, engendra creyentes, conduce a la fe, a
la adhesión a Jesucristo. De aquí nace la Iglesia, la comunidad cristiana, es decir, la
convocación en torno al anuncio de la Buena Nueva.
“La fe nace de la predicación” (Rom. 10,17), o sea: es la Palabra oída la que
conduce a creer. Y la predicación se realiza en virtud de la palabra de Cristo: “Dios quiso
salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación” (1 Cor. 1,21).
El objetivo primero de esta predicación kerigmática es la conversión y la fe.
La conversión y la fe van unidas. Son como las dos caras de una misma realidad:
“Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mt. 1,15).
Los hechos anunciados no son solamente para la admiración, sino para la
SALVACIÓN. Todo lo que se anuncia es para la salvación. Por eso el anuncio llama al
hombre a la conversión.
El primer anuncio busca el despertar de la fe. Evangelizar es anunciar el mensaje
de salvación en forma global a los hombres, para convertirlos y sembrar en ellos la fe.
Esto supone:
 Escuchar la llamada y seguirla, como hicieron los primeros discípulos de
Jesús (Jn. 1,35-42).
 Haber encontrado un tesoro y estar dispuesto a vender todo para comprarlo
(Mt. 13,44-46),
 Vivir la experiencia del amor de Dios en Cristo y considerar todo como
“basura” con tal de ganar lo único que merece la pena: Cristo (Fil. 3,7-11).
 Acoger en la fe que Jesús es el Hijo de Dios y nacer de nuevo “del agua y del
Espíritu” (Jn. 3,1-8).
El kerigma, el primer anuncio, es la proclamación del Evangelio como Buena
Noticia: es el anuncio de una gran alegría y el mensaje de una felicidad; la alegría de
Cristo nacido, muerto y resucitado por nosotros.
El kerigma es anuncio vivo y vibrante. El Papa Juan Pablo II en Catechesi
Tradendae (el documento sobre la catequesis) dice que el kerigma es “un anuncio lleno
de ardor que un día transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a
Jesucristo por la fe” (nº 25).
Se trata de un anuncio directo, testimonial, que relata lo que “hemos visto, oído y
tocado”, aquello que llena nuestra vida de un sentido, una esperanza y un amor nuevos.
Es una evangelización que “toca” y “moviliza” a la persona entera, en un proceso de
búsqueda, por aquello que le da sentido a su vida.
Si el kerigma es el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes, con vistas a la
conversión y a la fe, si el kerigma, la proclamación del Evangelio, engendra creyentes,
conduce a la fe, a la adhesión a Jesucristo, ¿por qué encarar la Misión por el anuncio del
kerigma a los que ya están bautizados y son cristianos?
Si el kerigma es el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes, con vistas a la
conversión y a la fe, si el kerigma, la proclamación del Evangelio, engendra creyentes,
conduce a la fe, a la adhesión a Jesucristo, ¿por qué comenzar en la Gran Misión por el
anuncio del kerigma a los que ya están bautizados y son cristianos?
Para entenderlo, debemos leer y meditar con mucha atención estas palabras del
Papa Juan Pablo II en el documento sobre la catequesis:
“La peculiaridad de la Catequesis, distinta del anuncio primero del Evangelio que ha
suscitado la conversión, persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de
educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático
de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en la práctica catequética,
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este orden ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera
evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su infancia
llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe, y sin tener
todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino solamente la capacidad de
creer puesta en ellos por el Bautismo y la presencia del Espíritu Santo...
Además muchos preadolescentes y adolescentes, que han sido bautizados y que
han recibido sistemáticamente una catequesis así como los sacramentos, titubean por
largo tiempo en comprometer o no su vida con Jesucristo...Finalmente los adultos mismos
no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe, a consecuencia de un
ambiente notoriamente incrédulo. Es decir que la “catequesis” debe a menudo
preocuparse, no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente
con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una
adhesión global a Jesucristo en aquellos que están en el umbral de la fe (Catechesi
Tradendae, 19).
Esto significa que muchos cristianos que fueron bautizados de niños, no han tenido
ninguna iniciación a la fe ni una adhesión explícita y personal a Jesucristo.
Lo que se busca es la evangelización de los cristianos no prácticos, la renovación y
fortalecimiento de su fe, su compromiso con la Iglesia.
Se trata de aquellos cristianos que, habiendo sido bautizados de niños, no han
vivido una verdadera conversión, ni han sido catequizados en profundidad.

El contenido del kerigma


El centro del kerigma es Cristo. Es poner al hombre en contacto con el Evangelio de
Jesús: como un alegre anuncio de salvación.
El contenido es la persona viva de Jesucristo y sus hechos de salvación, no a modo
de historia o relato de hechos pasados, sino, como dice el Papa, anuncio lleno de ardor
que lleve a la decisión de entregarnos a Jesucristo por la fe (ver Catechesi Tradendae,
20).

El contenido básico del kerigma es doble:


a) Dios es nuestro Padre y nos ama: si creemos, esto nos cambia la vida.
El anunciar que Él es nuestro Padre: “Evangelizar, dice el Papa Pablo VI, es ante
todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo…
Este testimonio resulta plenamente evangelizador cuando pone de manifiesto que para el
hombre, el Creador no es un poder anónimo y lejano: es Padre” (Evangelii Nuntiandi,
26).
Jesucristo vino a hablarnos del Padre: “Les he dado a conocer tu nombre”. El
nombre de Dios es Padre. El gran misterio cristiano es que Dios es Padre y tiene un
corazón de Padre.
Cristo murió y resucitó para comunicarnos la vida de Dios: somos de verdad hijos
de Dios.
“¡El hombre es amado por Dios! Éste es el simplicísimo y sorprendente anuncio del
que la Iglesia es deudora respecto del hombre. La palabra y la vida del cristiano pueden y
deben hacer resonar este anuncio: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti, para ti Cristo es
el «Camino, la Verdad y la Vida» (Jn. 14, 6)” (Christifideles Laici, 34).

b) El anuncio de la salvación en Jesucristo


El contenido de la evangelización es el anuncio explícito de Jesucristo: “No hay
evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las
promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, hijo de Dios” (Evangelii Nuntiandi,
22).
El contenido del kerigma es la Persona viva de Jesús y sus hechos de salvación:
“La evangelización debe contener siempre –como base, centro y a vez punto culminante
de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho
hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la
gracia y de la misericordia de Dios” (Evangelii Nuntiandi, 27).

5. LOS CRITERIOS PASTORALES COMUNES


Corresponde al capítulo 7.2 del Libro Azul.
13

Podemos comprobar que asumimos los criterios pastorales comunes que señala el
capítulo 4 del documento “Navega Mar Adentro” del Episcopado argentino.
La nítida asunción de estos criterios por parte de los agentes evangelizadores, no
es sólo una exigencia organizativa, sino la forma de realizar la comunión misionera de la
Iglesia en la Arquidiócesis de Tucumán.
La importancia de estos criterios se aprecia cuando pensamos en:
 Las actitudes que nos están exigiendo;
 Las exigencias de conversión que esos criterios nos plantean;
 Las consecuencias positivas que se derivan de la aplicación de estos
criterios.

Los criterios pastorales son:

A. Integrar toda acción evangelizadora en la pastoral ordinaria y orgánica de la


Iglesia Arquidiocesana.

 Pasar de la desarticulación a la comunión;


 Ayudar a comprender que el alma del PAP está en una espiritualidad de
comunión.

B. Privilegiar la evangelización misionera, permanente y sistemática, que promueva


un camino comunitario e integral de santidad.

 Pasar de la misión esporádica a la misión permanente, de manera que


nuestras comunidades se conviertan en comunidades misioneras
permanentes;
 La misión, como escuela de misionalidad, donde se aprende a ser misionero
mediante el ejercicio mismo de la misión;
 Entender que la tarea de la Iglesia se orienta a llamar a todos a alcanzar la
santidad.

C. Ayudar a que todos se reconozcan sujetos corresponsables de la evangelización.

 Pasar de unos pocos que hacen todo, a muchos que hacen cada uno un
poco;
 Procurar que sean cada vez más los que se sumen a la tarea
evangelizadora;
 Comprometer desde el principio a todos los agentes pastorales;
 Ayudar y formar a los laicos para que asuman su misión en el mundo.

D. Convocar y dirigirse siempre a todos, especialmente a los últimos y alejados.

 Partir de una evangelización de todo el Pueblo de Dios en lo que tiene de


común;
 Hacer que la comunidad no esté cerrada y centrada sobre sí misma;
 Asumir decididamente un espíritu y estilo de diálogo con los diferentes
círculos de personas y ambientes;
 Salir a buscar a todos los hombres, incluyendo, de modo preferencial, a
aquellos que están más amenazados en su dignidad humana: los pobres,
los excluidos, los débiles y los enfermos.

E. Generar procesos graduales y permanentes que ayuden al crecimiento de


nuestros bautizados.

 Pasar de los hechos aislados a los procesos continuos;


 Pasar de comenzar siempre de cero a aprovechar lo que hay en la vida de
las personas y de las comunidades, para secundar la acción de Dios en su
Pueblo;
 Encontrar métodos de formación en la vida;
 Ayudar a que la piedad popular se ilumine desde el Evangelio y la doctrina
de la Iglesia, para que vaya teniendo la formación adecuada;
14

 Ayudar a la maduración y crecimiento de la fe de nuestros fieles.

F. Promover la creación y el fortalecimiento de estructuras comunitarias que


faciliten el diálogo, la participación y la corresponsabilidad.

 Pasar de la fragmentación a la unidad, de la desarticulación a la organicidad;


 Pasar de una pastoral individualista a una pastoral orgánica;
 Promover siempre la integración y el enriquecimiento recíproco de las
distintas categorías de personas (laicos, consagrados, pastores) y de los
diversos carismas.

6. EL ITINERARIO DE LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS


Corresponde al capítulo 7,1 del Libro Azul (págs. 137-146).

Volvamos a partir de Jerusalén

La imagen de los discípulos de Emaús es un ícono del camino pastoral que nuestra
Iglesia diocesana ha cumplido y todavía debe seguir recorriendo.
Dos discípulos abandonan la comunidad, después de la pasión y muerte de Jesús,
y se alejan de Jerusalén.
Estos discípulos se van, están tristes, derrotados y se apartan de la comunidad.
En la escena de Emaús vemos que la iniciativa del encuentro parte de Jesús, que
se pone a caminar y compartir sus vidas.
Las palabras de Jesús les hacen ver a los discípulos los acontecimientos de la vida
de una manera nueva y llena de esperaza.
Así los discípulos de Emaús descubren a Cristo en su misterio. Entonces renace el
ardor que mueve y empuja a proclamar la fe y decirle: “Quédate con nosotros porque ya
es tarde y el día se acaba”.
Estos discípulos, que se fueron desanimados y sin esperanza, al redescubrir a
Jesús en la Palabra y en la Eucaristía vuelven corriendo a Jerusalén a encontrarse con la
comunidad y decirles: ¡El Señor ha resucitado!
En la narración de los discípulos de Emaús el evangelista Lucas dice que después
que Jesús parte el pan, los dos lo reconocieron y en ese momento se pusieron en camino
y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban
con ellos y éstos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan” (Lc. 24,33-35).
Esto que hacen los discípulos es la práctica común de la Iglesia primitiva. Nos lo ha
recordado recientemente el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Verbum
Domini: “Los primeros cristianos han considerado el anuncio misionero como una
necesidad proveniente de la naturaleza misma de la fe: el Dios en que creían era el Dios
de todos, el Dios uno y verdadero que se había manifestado en la historia de Israel y, de
manera definitiva, en su Hijo, dando así la respuesta que todos los hombres esperan en lo
más íntimo de su corazón” (nº 92). En los Hechos de los Apóstoles se ve que la actividad
de los misioneros partía de la comunidad y retornaba a la comunidad. Los capítulos 13-14
de los Hechos son páginas significativas en este sentido.
“En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores… Un día mientras celebraban
el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a
Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado,
les impusieron las manos y los despidieron” (Hech. 13,1-3). Aquí los dos misioneros inician
un largo viaje a través de diversos lugares -Pafos, Panfilia, Iconio-, luego anuncian la
Palabra en Perge y descienden a Atalía. Y el libro de los Hechos agrega: “Allí se
embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para
realizar la misión que acababan de cumplir” (14,26).
En una palabra: la misión se inicia en la comunidad y retorna a la comunidad.
En este proceso se puede ver la naturaleza misma de la misión: Cristo ha recibido
la misión del Padre, viene a nosotros para anunciar el amor de Dios y retorna al Padre.
Somos enviados por Dios y debemos retornar a Dios. Jesús envía sus discípulos de dos
en dos “para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir” (Lc.
10,1). Después de la misión los setenta y dos volvieron “llenos de gozo” (Lc. 10,17).
15

La Iglesia envía a sus misioneros para anunciar el Evangelio y éstos, después de


haber sembrado la Palabra, retornan a la comunidad. Somos parte de una comunidad que
nos envía y volvemos a la comunidad.
La comunidad expresa con alegría el regreso de los misioneros y el compromiso
sucesivo que continúa asumiendo.
Ahora, en esta nueva etapa del Plan, seguimos teniendo el modelo de los
discípulos de Emaús.

Volvamos a partir de Jerusalén

Ahora deben dejar Jerusalén para ir al encuentro de sus hermanos alejados y dar
testimonio que Cristo está vivo y los ama. Los discípulos de Emaús fueron, primeramente,
destinatarios del anuncio de la resurrección, luego deben ser sus misioneros para
comunicarlo a los otros.
De ahora en más serán testigos del Resucitado para todos los pueblos y todos los
hombres hasta los confines del mundo.
¡Ánimo: vayamos al encuentro del hermano! El día ya declina, pero Cristo ilumina
nuestro camino.
Esto significa que la renovación de nuestra misión no es fruto de una decisión
heroica, sino que es el fruto de un encuentro auténtico con Jesús resucitado.
16

Capítulo Segundo
LAS TRES PRIMERAS CARTAS PASTORALES

En los tres años de preparación de la primera etapa del Plan Arquidiocesano de


Pastoral he escrito tres Cartas que considero son el fundamento de la Misión en la Iglesia.

 La primera Carta trató de la Palabra de Dios: “Felices los que escuchan la


Palabra de Dios y la practican” (Carta Pastoral del año 2000).

 La segunda fue sobre la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía” (Carta


pastoral del año 2001).

 La tercera se centró en la caridad: “En esto reconocerán que ustedes son


mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Carta
Pastoral del año 2002).

Me parece importante tener presente estas tres Cartas Pastorales porque la fuerza
y convencimiento misionero surge de la vivencia de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y
del testimonio de la caridad.
Por ello, les propongo, en primer lugar, preguntarse si estas Cartas Pastorales se
dieron a conocer y se trabajaron en cada una de nuestras parroquias, capillas, escuelas
católicas, instituciones, movimientos, grupos pastorales, etc.
Les pido hacer luego una revisión acerca de cómo, en la vida personal y en
nuestras comunidades cristianas, se han acogido y puesto en práctica estas Cartas
Pastorales.

Teniendo en cuenta que quizás no todos los agentes de pastoral la trabajaron en su


momento, les presento ahora un breve resumen de las mismas. Es importante volverlas a
leer y meditar.

1. LA CARTA DEL AÑO 2000:


“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11,28).
Esta Carta resaltó la importancia que tiene la Palabra de Dios para nuestra vida
cristiana.
El Concilio Vaticano II puso particular atención en la centralidad de la Palabra de
Dios, en la vida y en la misión de la Iglesia.
Recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: “Es tan grande el poder y la
fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe
para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (Dei
Verbum, 21).
La lectura de la Palabra de Dios debe ser una lectura habitual de nuestros fieles.
En esta Carta pastoral, con las palabras del Concilio, exhorto “con fuerza y con
vehemencia a todos los fieles...a que aprendan «el sublime conocimiento de Jesucristo»
(Fil. 3, 8) con la lectura frecuente de las divinas Escrituras” (Dei Verbum, 25), pues como
dice San Jerónimo “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”.

A. El Señor ha hablado

“En los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale
amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos” (Dei
Verbum, 21).

Lo específico del cristianismo consiste en el hecho de proceder de una iniciativa


amorosa de Dios, de una Palabra dirigida por Dios a la humanidad.

“Después de haber hablado antiguamente a


nuestros padres por medio de los Profetas, en
muchas ocasiones y de diversas maneras,
ahora en este tiempo final, Dios nos habló por
medio de su Hijo” (Heb. 1, 1-2).
17

Dios, al hablar al hombre, lo invita a la obediencia de la fe para vivir en comunión.


La Palabra de Dios es palabra de amistad y de amor. Dios le dirige al hombre su Palabra
para establecer con el hombre lazos de amor y de amistad y para asociarlo a su vida.

En Cristo tenemos la Palabra definitiva de los designios de Dios: hacernos sus hijos
adoptivos y partícipes de la naturaleza divina, por medio de Cristo, la Palabra hecha carne
en el Espíritu Santo.

B. La respuesta del hombre a Dios

“Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su


gran amor y trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su
compañía” (Dei Verbum, 21).

Si nuestro Dios es el Dios que nos habla, a nosotros nos corresponde escuchar su
Palabra.
La respuesta a esta invitación es la fe.
La Palabra suscita la fe y convoca a la Iglesia: “Nosotros no cesamos de dar
gracias a Dios, porque cuando recibieron la Palabra que predicamos, ustedes la aceptaron
no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios que
actúa en ustedes, los que creen” (1 Tes. 2, 13).
A la Palabra de Dios el hombre responde con la fe. La fe nace de la escucha abierta
y cordial de la Palabra de Dios.
La comunidad cristiana, la Iglesia, nace de la Palabra. Lo que convoca y reúne a los
fieles es el anuncio de la Buena Noticia: es la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios “convoca”, equivale a decir que la Iglesia comienza por un
llamado de Dios.

C. La Sagrada Escritura es el Libro de la Iglesia

Por lo tanto el contacto del fiel con la Sagrada Escritura exige una cordial
consonancia con la fe de la Iglesia. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de
Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce
en el nombre de Jesucristo (ver Dei Verbum, 10).

D. La Iglesia venera la Sagrada Escritura: Palabra y Eucaristía

“La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura así como ha


venerado el mismo Cuerpo del Señor, ya que no cesa de tomar el pan
de vida tanto de la mesa de la Palabra de Dios como del Cuerpo de
Cristo para repartírselo a los fieles, sobre todo en la sagrada liturgia”
(Dei Verbum, 21).

El Concilio Vaticano II nos recuerda que la Iglesia tiene para la Biblia la misma
veneración que tiene para la Eucaristía.
Debemos tomar conciencia de la estrecha unidad de la mesa de la Palabra de Dios
y la mesa de la Eucaristía y vivir esa unidad concreta en nuestra vida cristiana de cada
día.
Debemos alimentarnos del pan de la Palabra de Dios y del pan de la Eucaristía,
porque se trata de realidades que han de vivirse conjuntamente. Una prolonga a la otra.
Una prepara y profundiza a la otra. No es casualidad que la liturgia la mesa de la Palabra
de Dios preceda a la mesa de la Eucaristía.
Por eso debemos invitar a nuestros fieles a la mesa de la Palabra de Dios, así
como los invitamos a la mesa de la Eucaristía.
Cristo se da en su Palabra y se da en su Cuerpo. En ambos casos es el Pan de
Vida que da la vida eterna.

E. El “primado” de la Palabra
18

“Mientras iban caminando, Jesús entró en un


pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo
recibió en su casa. Tenía una hermana
llamada María, que sentada a los pies del
Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que
estaba muy ocupada con los quehaceres de la
casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que
mi hermana me deje sola con todo el trabajo?
Dile que me ayude». Pero el Señor le
respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te
agitas por muchas cosas, y sin embargo,
pocas cosas, o más bien, una sola es
necesaria. María eligió la mejor parte que no le
será quitada»” (Lc. 10, 38-42).

Jesús proclama que la ocupación más necesaria es la elegida por María, una de las
hermanas, que sentada a sus pies lo escuchaba. La primacía está en el escuchar la
Palabra.
Hay, ciertamente, una relación entre el obrar caritativo de Marta, la otra hermana, y
la escucha de la Palabra por parte de María.
Podríamos sintetizar así: sólo quien escucha como María la Palabra de Dios es
capaz de hacer obras de caridad como Marta.

F. El Poder de la Palabra de Dios

“Es tan grande la fuerza y el poder que hay en la Palabra de Dios,


que es sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para los hijos
de la Iglesia, alimento del alma, fuente pura y permanente de vida
espiritual” (Dei Verbum, 21).

G. La Palabra de Dios en la vida del cristiano

“Es necesario que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada


Escritura” (Dei Verbum, 22).
“Es necesario...que todos los sacerdotes...los diáconos y los
catequistas... se adhieran a las Escrituras...De igual forma el Santo
Concilio exhorta con fuerza y con vehemencia a todos los
cristianos... a que aprendan «el sublime conocimiento de Jesucristo»
(Fil. 3, 8) con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. «Ignorar
las Escrituras es ignorar a Cristo» (San Jerónimo)” (Dei Verbum,
25).

Cada cristiano debe encontrarse personalmente con la Sagrada Escritura, con la


Palabra de Dios, ahondar en ella, de ella alimentarse y en ella apoyarse para orientar su
vida.
¿Qué cosa recomienda el documento del Concilio Vaticano II Dei Verbum?
Recomienda que todos los fieles tengan un acceso directo a la Sagrada Escritura (nº 22);
que la lean frecuente y gustosamente (nº 25); que aprendan a orar con ella (nº 25), para
conocer a Jesucristo (nº 25).

H. El encuentro con la Palabra de Dios en la liturgia

La Constitución Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, indica que la


Sagrada Liturgia es un lugar privilegiado para la escucha de la Palabra de Dios: “la
importancia de la Sagrada Escritura en la liturgia es máxima. En efecto, de ella se toman
las lecturas que se explican en la homilía, y los salmos que se cantan; las preces,
oraciones y cantos litúrgicos están impregnados de su aliento y su inspiración; de ella
reciben su significado las acciones y los signos” (nº 24).
En toda celebración litúrgica, y en particular en la eucarística, al proclamar la
Sagrada Escritura es el mismo Señor el que habla a la comunidad reunida. Cuando
resuena la Palabra de la Escritura en la celebración litúrgica, estamos ante uno de los
19

modos de la presencia del Señor: “(Cristo) está presente en su palabra, pues cuando en la
Iglesia se lee la Sagrada Escritura, es él quien habla” (Sacrosanctum Concilium, 7).

En consonancia con la enseñanza conciliar, quiero señalar algunas orientaciones


referidas a la proclamación de la Palabra en la liturgia. Son cosas simples que se pueden
realizar sin grandes dificultades:

 La proclamación de las lecturas y de los salmos no deben improvisarse, sino


confiarse a fieles que se preparen debidamente para este servicio.
 El que cumple el oficio de lector debe preparar su espíritu y leer previamente el
texto.
Por lo tanto se le debe avisar con tiempo y no improvisar. Se le debe enseñar
dónde y cómo empieza la lectura bíblica y cómo termina.
 La lectura bíblica se debe realizar en voz
alta, con cierta lentitud, con las debidas Al considerar la Iglesia
pausas, respetando el sentido, la puntuación como «casa de la
y las correctas acentuaciones. Palabra», se ha de prestar
 El lector proclamará la Palabra de Dios atención ante todo a la
deseoso de comunicar un mensaje que es sagrada liturgia… Aquí se
de salvación, sabiendo que realiza un gesto muestra también la sabia
que hace presente a Cristo, Palabra de Dios, pedagogía de la Iglesia,
en medio de los fieles. Será comunicativo, que proclama y escucha la
teniendo contacto visual con la Asamblea, y Sagrada Escritura
no sólo leerá para sí, como a veces siguiendo el ritmo del año
acontece. litúrgico. Exhorto, pues, a
 Es importante que los medios técnicos los Pastores de la Iglesia y
(micrófonos y parlantes) permitan una a los agentes de pastoral a
escucha clara y comprensible de la Palabra esforzarse en educar a
por parte de los fieles. todos los fieles a gustar el
 Hay que procurar que el aspecto externo de sentido profundo de la
los leccionarios litúrgicos y el uso y Palabra de Dios que se
tratamiento que se hace de ellos, refleje la despliega en la liturgia a lo
dignidad de la Sagrada Escritura y el aprecio largo del año, mostrando
que la Iglesia tiene por ella. los misterios
 La escucha de la Palabra exige recogimiento fundamentales de nuestra
y atención. Por eso se deben valorar y fe. El acercamiento
respetar los momentos de silencio previstos apropiado a la Sagrada
en la liturgia: “También debe guardarse a su Escritura depende también
tiempo un sagrado silencio, como parte de de esto.
la celebración... después de la lectura o de la homilía, mediten brevemente la
palabra escuchada” (Misal Romano, 23).
 El salmo responsorial o gradual -se lo lee o se canta- es la respuesta a la
Palabra de Dios. No se lo debe suplantar nunca por otro canto de meditación.

I. La Lectio divina

“Recuerden que la oración debe acompañar la lectura de la Sagrada


Escritura, para que se entable un diálogo entre Dios y el hombre,
porque «a Él le hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando
leemos las divinas palabras»” (San Ambrosio).

El Concilio nos habla de lectura acompañada de oración. Nuestra pastoral debe dar
prioridad a la familiaridad orante de cada fiel y de cada comunidad con la Biblia.
Esta familiaridad de todos los cristianos con la Sagrada Escritura es la lectio
divina.
La lectio divina entre los fieles es una gran esperanza para la renovación pastoral
de nuestras comunidades.
¿Qué entendemos por lectio divina?
Es la oración que nace de la Biblia y se hace con la Biblia.
20

Se puede decir que la lectio divina es la lectura de una página bíblica que tiende a
hacerse oración y a transformar la vida.
Como Iglesia arquidiocesana, debemos promover en todos los fieles la
práctica de la lectio divina.
Para facilitar la formación de los Círculos Bíblicos, la Arquidiócesis ha publicado
tres libros que permiten realizar la lectio divina en relación con el Evangelio del domingo, y
siguiendo los tres ciclos de la liturgia: A, B y C.

El método de la lectio divina se despliega en cuatro momentos, a saber:


1. la lectura
2. la meditación
3. la oración
4. la contemplación.
En la Carta del año 2000 -“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la
practican”- se explican detenidamente estos cuatro pasos (págs. 22-24). Recomiendo
leerlos y meditarlos.

J. Palabra-Vida

“Las palabras que les dije son Espíritu y Vida”


(Jn. 6,63).

No basta escuchar la Palabra de Dios: “Felices los que escuchan la Palabra de


Dios y la practican” (Lc. 11, 28).
“En efecto, escuchar juntos la Palabra de Dios, practicar la lectio divina de la
Biblia; dejarse sorprender por la novedad de la Palabra de Dios, que nunca envejece ni se
agota; superar nuestra sordera ante las palabras que no concuerdan con nuestras
opiniones o prejuicios; escuchar y estudiar en la comunión de los creyentes de todos los
tiempos; todo esto es un camino que se ha de recorrer… como respuesta a la escucha de
la Palabra” (Verbum Domini, 46)
Por tanto, después de escuchar la Palabra, tenemos todavía delante de nosotros el
compromiso de llevarla a la vida:
“Pongan en práctica la Palabra y no se
contenten sólo con oírla, de manera que se
engañen a ustedes mismos. El que considera
atentamente la Ley perfecta, que nos hace
libres, y se aficiona a ella, no como un oyente
distraído, sino como un verdadero cumplidor
de la Ley, será feliz al practicarla” (Sant. 1,
22.25).

La Palabra de Dios nada tiene que ver con un intimismo espiritual o un


no-compromiso con la vida.
La Palabra de Dios está destinada a transformar la vida del creyente, a hacerlo un
hombre nuevo
La Palabra de Dios está destinada también a transformar la comunidad, a hacerla
más fraternal y misionera, como sucedió con la comunidad de Tesalónica: “Ustedes
imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas
dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para
todos los creyentes de Macedonia y Acaya. En efecto de allí partió la Palabra del Señor
que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que
ustedes tienen en Dios” (1 Tes. 1,6-8).

2. LA CARTA DEL AÑO 2001:“Hagan esto en memoria mía” (LC. 22, 19)

“Todos se reunían asiduamente para


escuchar las enseñanzas de los Apóstoles y
participar en la vida común, en la fracción del
pan y en las oraciones” (Hech. 2, 42).

En la Carta Pastoral de 2001 trato de la Eucaristía.


21

La Eucaristía, o fracción del pan, juntamente con la escucha de la Palabra de Dios,


la comunión fraterna y la oración, es el elemento inconfundible que expresa la vida de la
Iglesia.
La celebración eucarística asume un particular relieve en el cuadro de la vida de la
comunidad: …“Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus
casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran
queridos por todo el pueblo” (Hech. 2,46-47).
La comunidad cristiana, bajo la conducción de su Pastor, se edifica en el Espíritu
Santo por medio de la Palabra de Dios y de los sacramentos, entre los que sobresale la
Eucaristía, máximo signo de unidad y comunión.
En esta Carta me detengo en una consideración fundamental, esto es, que el
desarrollo de la comunidad cristiana se funda en la Eucaristía como el centro de su vida y
de su misión. La Eucaristía produce la unión y la comunidad. No es posible formar una
comunidad cristiana “si no tiene su raíz y quicio en la Eucaristía”.
La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. En ella se contiene todo el bien espiritual
de la Iglesia, el mismo Cristo, Pan Vivo que da la vida a los hombres.
Por lo tanto, los fieles cristianos, si quieren colaborar en la construcción del Pueblo
de Dios, no pueden menos que enraizar toda su vida en el misterio eucarístico. La
Eucaristía debe plasmar la vida del cristiano y de la comunidad de tal manera que se
convierta en una vida “según el Espíritu” o en un “culto espiritual” (ver Rom. 12, 1).
Debemos acercarnos a la Eucaristía siguiendo la regla de San Agustín: “Realmente
lo principal y lo más necesario es orar para comprender”.
Después de consagrar el pan y el vino, el sacerdote dice: “Este es el misterio de
nuestra fe”. En estos momentos la Asamblea reconoce a Cristo presente en la Eucaristía y
lo adora: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”.
Cada uno debe hacerse esta pregunta: ¿La Eucaristía es verdaderamente el centro
de mi comunidad y de su misión?

Para favorecer la reflexión, en las parroquias y en las otras comunidades de la


diócesis, presento un esquema de los capítulos de esta Carta:
1. La Eucaristía es el sacramento de la Nueva Alianza
2. La Eucaristía actualiza la Pascua de Cristo
3. La Eucaristía es el sacramento del encuentro con Cristo
4. La Eucaristía es el centro de la comunidad cristiana y de su misión
5. El domingo, día del Señor
6. Orientaciones pastorales.

La Eucaristía debe ser el punto central,


el vínculo de todo nuestro camino arquidiocesano
y de todos nuestros programas pastorales.

3. LA CARTA DEL AÑO 2002 “En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35)

En la Carta Pastoral del año 2002, “En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35), continúo los temas y
la intención de las anteriores cartas de los años 200 y 2001 y en ella me refiero a la
Caridad.
El punto de partida de la Iglesia es la Palabra de Dios. Al que responde por la fe
Dios se le comunica. La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nos dice que la
Iglesia es la Iglesia que escucha la Palabra viviente de Dios, se nutre de ella y la proclama
a los hombres.
La Iglesia generada por la Palabra y alimentada por la Eucaristía produce su fruto y
alcanza su culmen en la Caridad.
La Iglesia es la Iglesia de la caridad, que vive la caridad, porque ante todo es la
Iglesia del amor trinitario y del amor de Cristo.
La caridad es el momento descollante, la síntesis de la comunidad cristiana.
En esta Carta Pastoral “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos:
en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13, 35), me referiré a la Caridad.
22

No se da la Iglesia sin la Palabra, los Sacramentos y el Testimonio de la Caridad.


La Palabra prepara al Sacramento y acompaña a la Celebración. La Palabra y el
Sacramento desembocan en el Testimonio de la vida cristiana.
Cada comunidad cristiana debe manifestar con la vida y con sus obras el Evangelio
de la caridad.

Esta Carta del año 2002 contiene los siguientes capítulos:


1. El Evangelio de la caridad
2. La Iglesia de la caridad
3. El Evangelio de la caridad y nuestras comunidades
4. La caridad en el interior de la comunidad
5. La caridad como atención a los últimos
6. Cáritas
7. El ejercicio de la caridad a nivel social y político
8. Caridad y Nueva Evangelización.

La comunidad está llamada a ser testigo de la caridad de Cristo en medio de los


hombres. Para eso es necesario que el Espíritu Santo nos comunique la ternura de Dios y
cree en nosotros entrañas de caridad.
El Papa Juan Pablo II nos decía: “Muchas cosas serán necesarias para el camino
histórico de la Iglesia también en este nuevo siglo; pero si faltara la caridad (ágape), todo
sería inútil. Nos lo recuerda el apóstol Pablo en el himno a la caridad: aunque
habláramos las lenguas de los hombres y los ángeles, y tuviéramos una fe «que mueve
las montañas», si faltamos a la caridad, todo sería «nada» (Cf. 1 Co. 13,2)” (Carta
Apostólica Novo Millennio Ineunte, 42).
23

Capítulo Tercero
LA CARTA PASTORAL DEL AÑO 2003: “VAYAN, Y
HAGAN QUE TODOS LOS PUEBLOS SEAN MIS
DISCÍPULOS” (MT. 28,19)

Las tres primeras Cartas Pastorales que recordamos en el capítulo anterior son el
fundamento de la Misión de la Iglesia.
La Iglesia se hace misionera apoyándose y sosteniéndose en aquellos dones
divinos que la constituyen como comunidad misionera:
 La Palabra de Dios recibida y asimilada que hace de los creyentes testigos de la fe,
capaces de hacer nuevos discípulos de Cristo;
 Los sacramentos, especialmente la Eucaristía, porque construye la comunión de
todos los fieles en el Cuerpo de Cristo, y los conduce a hacer de la propia vida un
sacrificio “en rescate por una multitud” (ver Mc. 10,45);
 La caridad con la cual Dios nos ha amado y que es el corazón de la tarea misionera
según la regla que nos dejó Jesús. “En esto todos reconocerán que son mis
discípulos...” (Jn. 13,35).
Tenemos necesidad de descubrir que el empuje misionero surge de la
contemplación de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y del Testimonio de la caridad que
es el camino que hemos recorrido en estos años.
La Palabra, los Sacramentos y el Testimonio de la caridad son la raíz desde donde
brota la misión en la Iglesia.
La caridad de la Iglesia, que crece y se alimenta continuamente de la Palabra y de
la Eucaristía, se abre a la misión. La Iglesia descubre que la caridad debe sobrepasar
continuamente los límites de la propia comunidad para extenderse a todos los hombres, a
los que Cristo ama y quiere atraer hacia el Padre. Cuando una comunidad no coloca en el
centro de sí misma a sus propios proyectos o las propias instituciones, sino a Jesucristo,
presente en la Palabra y en la Eucaristía, necesariamente, se pone en estado de misión
hacia cada persona y cada ámbito que debe ser alcanzado por el gozoso anuncio del
Evangelio.

1. EL TEMA DE LA CARTA “VAYAN Y HAGAN QUE TODOS LOS PUEBLOS SEAN MIS DISCÍPULOS”
El tema es la Misión y tiene la intención de ayudar a renovar e impulsar la acción
pastoral de nuestras comunidades.
La misión es la medida de la autenticidad de nuestra vida cristiana y eclesial:
“Finalmente, el que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la
verdad, la piedra de toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya
acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que, a su vez,
da testimonio y anuncia” (Evangelii Nuntiandi, 24).

Podemos decir que esta Carta tiene dos partes:


La primera abarca los capítulos 1, 2 y 3.
La segunda parte de la Carta comprende los capítulos 4, 5 y 6.

Primera Parte

⇒ El capítulo primero trata sobre la Evangelización y desarrolla estos puntos:


A) Anunciar el Evangelio a todos los hombres mediante:
a) El testimonio de vida
b) La Palabra: el enuncio explícito
c) Los sacramentos: la celebración comunitaria de la fe
B) Hacer nacer un hombre nuevo
C) Entrada en la comunidad
24

D) Apostolado
E) Evangelización de la cultura
F) Promover los valores del Reino

⇒ El capítulo segundo evoca la Nueva Evangelización y recorre los temas siguientes:


A) El Santo Padre nos convoca a una Nueva Evangelización
B) Los destinatarios de la Nueva Evangelización
a) La misión “ad gentes”
b) La atención pastoral de la Iglesia
c) La Nueva Evangelización
C) Los católicos no practicantes
a) Los que se acercan a la Parroquia
b) Los católicos alejados

⇒ El capítulo 3, “El camino de Emaús como modelo para la Nueva Evangelización”,


muestra que éste es el camino que debe recorrer nuestra Iglesia arquidiocesana.
El itinerario de los discípulos de Emaús, que se encuentra en el capítulo 7,1 del
Libro Azul (pág. 137), también nos acompañará en esta nueva etapa del Plan
Arquidiocesano de Pastoral.

Segunda Parte
Esta segunda parte mira a alimentar la espiritualidad de los agentes de pastoral
para que no se apoyen en sus fuerza humanas sino solamente en Dios. Esto implica
reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros
sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, pero “es Dios el que hace crecer” (1
Cor. 3,7).
Reconocer la primacía de la acción de la gracia de Cristo implica alentar una
renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración, de modo que sepamos
alimentarnos de ella para ser sus servidores en el compromiso de la evangelización.
⇒ El capítulo cuarto muestra cuáles son las condiciones de la misión. Se trata de
recorrer el camino que nos hace pasar del obrar humano a la acción de Dios. En este
capítulo se meditan estos textos bíblicos:
A) “Él decía esto para ponerlo a prueba” (Jn. 6,6).
B) El caso de Gedeón (Jueces 6,1-16; 7,1-8)).
C) El caso de Moisés (Ex. 3,1-12).
D) La instrucción a los combatientes (Deut. 20, 1-4).
⇒ El capítulo 5 lo transcribo para que se medite.
⇒ El capítulo 6 lo transcribo para que pueda ser meditado.

2. LOS TRES PILARES DEL MISIONERO

1. El primado de la fe

Entonces debemos fortalecer la fe de los misioneros a partir


de la escucha de la Palabra de Dios y de la oración, para
reconocer el absoluto primado de Dios.

“La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en


su amor por nosotros” (Redemptoris Missio, 11). Aquí tenemos el punto central. Para ser
evangelizadores, misioneros, hace falta tener una fe plena, total, en el amor del Padre
que nos rodea y nos acompaña en todo momento. Entonces debemos fortalecer la fe de
los misioneros a partir de la escucha de la Palabra de Dios y de la oración, para reconocer
el absoluto primado de Dios.
Anunciar la Palabra es, ante todo, contemplarla. No es una palabra humana la que
decimos: es la Verdad de Cristo. Se necesita que primero tomemos posesión de ella, que
vibre en nosotros, y luego la comuniquemos con fe y amor. La fe que se nutre de la
escucha y meditación de la Palabra de Dios, se expresa necesariamente en una
esperanza viva; es una fe que sabe mirar más allá de las cosas visibles, como dice San
25

Pablo: “Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo
que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno” (2 Cor. 4,18).
Una fe así es una fe que se llena de alegría aún en las pruebas. Santa Teresa del
Niño Jesús, en sus Escritos autobiográficos, dice: “Me encuentro en un punto de mi
existencia desde el cual puedo mirar el pasado; mi alma se ha madurado en las pruebas
externas e internas. Ahora como un capullo reforzado por la tempestad, me reanimo de
nuevo y veo que en mí se verificaron las palabras del Salmo: «El Señor es mi Pastor,
nada me puede faltar» (Sal. 22)”.
Con esta fe, debe misionar el evangelizador. Es la fe señalada por San Pedro: “Así
la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero
purificado por el fuego” (1 Ped. 1,7).
Tenemos que poseer el “entusiasmo de la fe” que es contagioso y es el que “atrae”
a los ausentes hacia la comunidad cristiana y los “ayuda” a vivir un cristianismo práctico.
Entonces tenemos que renovar esta “actitud entusiasta y contagiosa de la Fe”.
Es el estar enamorados de Jesús lo que nos hace misioneros.
La misión nace de un profundo amor a Jesucristo. Contemplando a Jesús en la
cruz, participamos de su compasión por la multitud: “Al ver a la multitud tuvo compasión,
porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a
sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al
dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha»” (Mt. 9,36-38).
Contemplando la cruz, descubrimos el gesto supremo del amor de Dios por el
hombre. Participando de la agonía del Señor, participamos de su compasión por los
hombres, que no saben hasta qué punto Dios los ama o que, sabiéndolo, no corresponden
a ese amor.
Es este amor a Jesucristo, esta compasión, lo que nos hace misioneros.
Lanza al discípulo a hacerse testigo del Resucitado para sus hermanos.
El empuje misionero nace de haber encontrado un tesoro y del ansía de compartirlo
con los que uno quiere.
Si de verdad hemos entendido que Jesús no es un hombre cualquiera, sino el Hijo
de Dios, que conoce la verdad plena del hombre, no podemos permanecer indiferentes
delante de tantos hermanos que viven, trabajan, sufren y mueren sin conocer ni
encontrarse con Jesús.
Jesús pide nuestra colaboración para reunir a todos los hombres. Necesita nuestros
brazos, nuestra boca, nuestro corazón.

Para la reflexión

• ¿qué nos hace falta para tener un espíritu misionero?


• ¿en nuestro apostolado la gente nota que estamos queriendo compartir con ellos algo
realmente valioso?

2. La fuerza del Espíritu Santo

Es el Espíritu Santo el que impulsa al misionero a anunciar el


Evangelio y el que, “en lo hondo de las conciencias hace
aceptar y comprender la Palabra de salvación“ (Evangelii
Nuntiandi, 75).

Podemos anunciar el Evangelio gracias a la fuerza del Espíritu Santo.


Es el Espíritu Santo el que impulsa al misionero a anunciar el Evangelio y el
que, “en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de
salvación“(Evangelii Nuntiandi, 75).
El Espíritu Santo nos da la fuerza para ser misioneros. Por eso, en el momento de
enviar a los Apóstoles, Jesús les pide que esperen el día de Pentecostés, a fin de recibir la
fuerza del Espíritu Santo.
Para cada uno de nosotros, Pentecostés fue cuando recibimos el sacramento de la
Confirmación. La Confirmación nos hace testigos y apóstoles de Jesús.
El Espíritu Santo obra antes que nosotros, mejor que nosotros. Esta es la
certeza que debe acompañarnos en la obra de la evangelización: el Espíritu Santo está
trabajando. A nosotros nos corresponde sembrar y regar. El Espíritu Santo es el que da la
vida.
26

El Espíritu Santo actuó al comienzo de la Iglesia: “La Iglesia… crecía en número,


asistida por el Espíritu Santo” (Hech. 9,31). El Espíritu Santo sigue actuando “hoy” en
la Iglesia y en el mundo: no duerme, no se ha escondido, como pueden pensar, con
pesimismo, los que se lamentan de nuestro tiempo. Es en nuestro tiempo que el Espíritu
Santo actúa, obra, mueve los corazones de los hombres.
Si abrimos los ojos de la fe descubriremos que el Espíritu Santo está presente en la
vida de la Parroquia, en la vida de tantos enfermos, en los santos de nuestro tiempo, en
los carismas de los Movimientos eclesiales, en el compromiso de muchísimos fieles laicos,
en la esperanza de tantos ancianos.
Es importante, que en los programas pastorales, partamos del análisis de la
realidad. Es importante que señalemos las dificultades que encontremos, que
descubramos las expectativas de la gente. Pero es más importante todavía que partamos
de la experiencia del Espíritu, que sigue obrando en la Iglesia y en el mundo.

Para la reflexión
• ¿hemos descubierto la acción del Espíritu Santo en nuestra labor pastoral?
• ¿qué signos hemos tenido de ella?
• ¿contamos con ella para animarnos a emprender esfuerzos nuevos y creativos (a
“remar mar adentro”)?

3. La alegría del anuncio evangélico

La fe en el amor de Dios y el reconocimiento de la fuerza del


Espíritu Santo, es lo que nos permitirá “proclamar con
alegría el Evangelio del Señor” a todos los hombres y a
todas las familias.

El Papa Pablo VI nos dice: “Conservemos la dulce y confortadora alegría de


evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo – como Juan el
Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables
evangelizadores, que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia - con un ímpetu
interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras
vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces
con esperanza - pueda así recibir la Buena Noticia, no a través de evangelizadores tristes
y desalentados... sino a través de aquellos, cuya vida irradia el fervor de quienes han
recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (Evangelii Nuntiandi, 80).
Estamos llamados a proclamar un anuncio que parte de la conciencia de lo que el
Espíritu hace en la Iglesia y en el mundo.
Y el Espíritu hace la historia de la salvación, hace al cristiano, al hijo de Dios, hace
a la Iglesia.
El Espíritu Santo nos hace ser y vivir a cada uno de nosotros como hijos de
Dios. Nos dona el Espíritu de hijos, nos hace Iglesia, esto es, un solo cuerpo con Jesús:
“El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn. 3,5). El
Espíritu nos conforma a Cristo, nos hace hijos del Padre que está en el cielo, “nos hace
llamar a Dios «¡Abba!», es decir, «¡Padre!»” (Rom. 8,15).
Es el Espíritu Santo el que anima la virtud teologal de la fe, la consolida y la
fortalece, mediante los dones de inteligencia, de consejo y de ciencia.
Es el Espíritu Santo el que reaviva la virtud teologal de la esperanza y la refuerza,
mediante el temor de Dios y la fortaleza.
El Espíritu Santo inflama la virtud de la caridad con los dones de la piedad y de la
sabiduría.
¿Y qué hace el Espíritu para el mundo?
El Espíritu Santo suscita en el corazón de los hombres la comunión fraterna,
la solidaridad, la justicia, la bondad, la paz, la verdad, la libertad. Todo acto bueno,
verdadero, que se realiza en el mundo, es suscitado por el Espíritu. Por eso, si vemos con
los ojos de la fe, aún en medio de tantos males y sufrimientos, podremos descubrir los
dones del Espíritu Santo. Éste es un mensaje de esperanza que debe animar nuestra
tarea evangelizadora.
27

La fe en el amor de Dios y el reconocimiento de la fuerza del Espíritu Santo, es lo


que nos permitirá “proclamar con alegría el Evangelio del Señor” a todos los hombres y a
todas las familias.

Para la reflexión

• ¿Somos concientes de que estamos continuando la obra de Jesús y con la fuerza de


su mismo Espíritu?
• ¿Nuestras decisiones y opciones pastorales están siempre inspiradas por este Espíritu
misionero? ¿a veces ha primado otro espíritu en nuestras comunidades?
• ¿Hemos sabido buscar y descubrir la obra del Espíritu Santo también en los “hombre
de buena voluntad”, aun fuera de los límites visibles de la Iglesia?

Espíritu Santo, concédenos el coraje y la gracia de ir a


nuestros hermanos con el alegre testimonio de nuestra fe; con
la simplicidad y el entusiasmo de quien sabe que posee un
tesoro para comunicar y compartir; con la sabiduría del
corazón, para poder dar a todos la razón de nuestra esperanza
con verdad y humildad.

3. “COMO EL PADRE ME ENVIÓ A MÍ,


YO TAMBIÉN LOS ENVÍO A USTEDES” (JN. 20,21)

Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que


descenderá sobre ustedes, y serán mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaría, y hasta los confines de la tierra
(Hech. 1,8).

1. El Padre envió a Jesús

El Maestro que nos lleva a Dios es Jesús: para eso ha sido


enviado al mundo y no hay ningún otro maestro que pueda
igualarlo y menos superarlo.

a) Jesús es enviado para que nosotros conozcamos al Padre

Jesús es nuestro Maestro: vino para darnos a conocer al Padre, para darnos a
conocer a Dios. Nosotros no podemos ver a Dios. El Maestro que nos lleva a Dios es
Jesús: para eso ha sido enviado al mundo y no hay ningún otro maestro que pueda
igualarlo y menos superarlo. El conocimiento que Jesús tiene del Padre, no es como el
que nosotros podemos tener cuando decimos que conocemos a una persona.
Jesús conoce al Padre porque él está en el Padre y el Padre está en él. No se
trata de una simple información sobre quién es el otro, sino que es una unión tan fuerte,
que llegan a ser uno solo: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno,
como nosotros somos uno” (Jn. 17,22).
Jesús tiene ese conocimiento del Padre porque Él es Dios junto con el Padre:
“Padre justo, decía Jesús, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí” (Jn. 17,25).
Jesús dice: “Les di a conocer tu Nombre” (Jn. 17,26). ¿Cuál es su nombre? Ese
nombre es el de “Padre”. Cristo vino para eso: para contarnos que Dios es Padre; para
poner en nuestro corazón y en nuestros labios la oración de los hijos. Jesús nos dijo:
“Cuando oren digan: Padre, santificado sea tu Nombre” (Lc. 11,2).

b) Jesús nos da a conocer al Padre entregando su vida por nosotros


28

Jesús es nuestro Salvador y Redentor: vino para dar la vida por la salvación de los
hombres: El Padre ha manifestado su gran amor por los hombres entregando a su
Hijo Único como víctima en sacrificio por la humanidad.
Como si fuera poco hacernos conocer al Padre, Jesús también da su vida por
nuestra salvación. El entrega su vida por amor y la medida de este amor es la del amor
más grande: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos, nos dijo Jesús
(ver Jn. 15,13).

c) Jesús entrega su vida para que nosotros tengamos Vida

Jesús es nuestro Buen Pastor: “Yo he venido para que los hombres tengan Vida y
la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).
La vida que Jesús vino a traer a los hombres no es una simple prolongación de la
vida mortal, como lo podría aportar un médico que nos alarga la vida, en una grave
enfermedad.
La vida que Jesús vino a traernos es la vida eterna, la vida que tiene Dios. Por
ser enviado y por venir del Padre, Jesús posee esa vida y puede darla a los que creen en
Él: “El que cree en el Hijo tiene Vida eterna” (Jn. 3,36).
La vida eterna no es vivir unos años más, aunque sean infinitos, sino es vivir como
hijos de Dios. Es participar de la vida de Dios. Es vivir en la intimidad y en la
familiaridad con Dios, como vive Jesús.
Jesús tiene esa vida porque Él es Dios junto con el Padre y ha sido enviado para
que también nosotros podamos llamarnos y ser hijos de Dios, participando de esa misma
vida.
“¡Miren como nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y
nosotros lo somos realmente” (1 Jn. 3,1).
Jesús es nuestro Maestro, nuestro Redentor y nuestro Buen Pastor.

Para la reflexión

• ¿Por qué Jesús es el único que puede revelar al Padre?


• ¿Buscamos la intimidad con Jesús, para conocer más el amor del Padre?
• ¿En qué se nota que somos hijos de Dios?

2. Jesús envía a sus discípulos

Así como Jesús fue enviado por el Padre, de la misma


manera, Jesús envía a sus discípulos para que continúen con
la misma misión que él realizó..

a) Los enviados por Jesús deben dar a conocer al Padre

Lo mismo que Jesús, los discípulos deben dar a conocer a Dios a los hombres.
Los discípulos tienen que llevar a sus hermanos, a todos los hombres, a conocer a
Jesús y conociendo a Jesús, conocer al Padre. A los discípulos que querían ver al Padre,
el Señor les respondió: “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Jn. 14,9).

b) Los enviados de Jesús dan a conocer al Padre mostrando su amor

Lo mismo que hizo Jesús. Si Jesús ha dado la vida por nosotros, también nosotros
debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si Jesús nos amó, también nosotros
debemos amar como Él a nuestros hermanos.

c) Los enviados de Jesús muestran su amor a los hombres conduciéndolos a la


Fuente de la Vida divina.

“Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn.
10,10). Jesús envía a sus discípulos para que hagan partícipes a todos los hombres de
esa misma vida que tiene el Padre.
29

Entonces tenemos que dar a conocer a los hombres a Jesús y al Padre, tenemos
que dar muestras de amor a nuestros hermanos y es necesario llevar a los hombres a que
alcancen la condición de hijos de Dios: enseñándoles el camino y alcanzándoles los
medios.
Todo esto, en su conjunto, es lo que llamamos “evangelización”.

Para la reflexión

• ¿cómo podemos expresarles a los hermanos este mismo amor de Cristo?


• ¿en qué personas concretas hemos descubierto nosotros ese amor?

3. El Espíritu Santo, Agente Principal y Alma de la Misión

El Espíritu Santo es dado a la Iglesia, para poder hacer cosas


que solamente pueden ser hechas por Dios: como convertir
a un pecador y hacerlo santo.

Jesús pudo realizar esta obra porque estaba unido al Padre: “Yo y el Padre somos
una sola cosa” (Jn. 10,30). Jesús contaba con la vida y con la fuerza de Dios para
realizar esta obra de salvar a los hombres.
Pero los discípulos podían haber dicho: “esta no es una obra que esté a nuestro
alcance”. Supera nuestro entendimiento, supera nuestras capacidades, supera nuestras
fuerzas.
Por esta razón Jesús envía el Espíritu Santo: A estos discípulos, débiles,
frágiles, desorientados, temerosos, tristes, incapaces de entender solos las cosas
de Dios, Jesús los transforma dándoles la vida de Dios. El Espíritu Santo que ellos
reciben es un solo Dios con el Padre y el Hijo. Es la tercera persona de la Santísima
Trinidad. Es la Vida, la Fuerza y el Amor de Dios.
El Espíritu Santo da luz, vida, fuerza y amor a los creyentes.
El Espíritu Santo es dado a la Iglesia, y esto significa que le está otorgando un
poder de hacer cosas que solamente pueden ser hechas por Dios: como convertir a
un pecador y hacerlo santo.
Sabemos también que esos discípulos, que unos momentos antes estaban
encerrados, llenos de miedo, quedaron transformados al recibir el Espíritu Santo en
Pentecostés. Olvidaron el temor y la tristeza y, llenos de valor y alegría, salieron a
transformar el mundo anunciando el Evangelio por todas partes. Ni las amenazas, ni las
cárceles, ni el martirio pudieron hacerlos callar; porque hablaban y actuaban impulsados
por el Espíritu Santo, que es fuerza, vida y amor de Dios.
La donación del Espíritu Santo no se limita al momento que lo recibieron los
Apóstoles en Pentecostés. Jesús sigue entregando su Espíritu a la Iglesia.
Para cada uno de nosotros, la recepción del sacramento de la Confirmación fue su
Pentecostés. El día de la Confirmación, quedamos llenos del Espíritu Santo. Y El Espíritu
Santo nos transformó en testigos de Cristo. Como sucedió el día de la Confirmación, cada
uno de nosotros debe sentirse llamado por su nombre para ser misionero, evangelizador,
apóstol de Cristo.

Para la reflexión

• ¿Invocamos al Espíritu Santo para que inspire, acompañe y lleve a cumplimiento


nuestras acciones pastorales?
• ¿Cómo podemos hacernos más dóciles a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida
personal y comunitaria?

Reavivemos nuestra Confirmación, vivamos nuestro Pentecostés y asumamos


nuestro compromiso misionero.
Pidamos al Espíritu Santo que nos capacite para ser misioneros, viviendo la vida de
hijos de Dios y acompañando a nuestros hermanos para que lleguen a participar de esa
misma vida.
30

¡Que el Espíritu Santo descienda abundantemente sobre nuestra Iglesia


arquidiocesana para que no desfallezca en su misión de llevar la Vida Nueva a todos
nuestros hermanos!
Pidámosle al Señor su Espíritu Santo que reavive nuestro ímpetu misionero:

Señor Jesús, que enviaste a los Apóstoles


a anunciar el Evangelio,
te pedimos que el amor del Padre
y la fuerza del Espíritu Santo
renueven nuestro espíritu misionero.
María, Estrella de la Nueva Evangelización,
ruega por nosotros.
31

SEGUNDA PARTE
32

Capítulo Cuarto
ALENTAR UN ESTILO MISIONERO EN LA PASTORAL
ORGÁNICA Y DIOCESANA EN TODAS LAS
COMUNIDADES

1. DESPERTAR Y POTENCIAR LA VOCACIÓN MISIONERA DE TODOS LOS BAUTIZADOS

“La vocación cristiana por su misma naturaleza, es vocación,


también, al apostolado” (Apostolicam Actuositatem, 2)

El secreto para renovar la parroquia es el redescubrimiento de su innato ser misionero.


A veces se puede pensar que la parroquia también debe ser misionera: La parroquia no es
“también” misionera. Es misionera. Es misionera en cuanto es Iglesia de Cristo. La Iglesia está en
estado de misión permanente porque “la misión de la Iglesia –como dice Benedicto XVI- no puede
ser considerada como algo facultativo o adicional de la vida eclesial. Se trata de dejar que el
Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: «Como el
Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21), para comunicar la Palabra con toda la
vida. Es la Palabra misma la que nos lleva hacia los hermanos; es la Palabra que ilumina, purifica,
convierte. Nosotros no somos más que servidores” (Verbum Domini, 93).
Tenemos que reconocer que en muchas de nuestras comunidades hay un espíritu
misionero. Son cada vez más las parroquias que cuentan con misioneros parroquiales que visitan
las familias; que tienen Pastoral de la Salud para atender a los enfermos y ancianos; o que
buscan, por diversos modos, llegar a los alejados. Así, por ejemplo, realizan las Novenas en las
calles del barrio. También en muchas parroquias se están abriendo Capillas en zonas alejadas del
Templo Parroquial.
Pero también hay parroquias que les cuesta abrirse. Reservar para sí lo que se tiene, no es
bueno. Toda riqueza de fe se ha de compartir.
La comunidad no puede quedar encerrada, pensando sólo en ella, en sus problemas,
compartiendo sólo con los hermanos que tienen los mismos ideales. Debe abrirse a todos,
ensanchar sus horizontes. Debe organizar momentos de encuentro con los alejados. Debe salir a
buscarlos.
La parábola del Buen Samaritano nos lleva a poner la atención no tanto en ¿quién es mi
prójimo?, sino en “hacerse prójimo” como hizo el samaritano. “Cuál de los tres te parece que se
portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? El que tuvo compasión de él, le
respondió el doctor. Y Jesús le dijo: Ve, y procede de la misma manera” (Lc. 10,36-37).
Es necesario hacer de la parroquia una comunidad que camina. Y una comunidad camina
cuando crece en la misión.
La Iglesia se extiende porque vive.
Donde existe una comunidad viva, creyente, será necesariamente misionera: “Nosotros no
podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hech. 4,20).
En el primer capítulo recordamos el modelo ideal de Iglesia. Allí se decía que la Iglesia de
Tucumán quiere ser una comunidad viva. Y se agregaba: “La comunidad viva es la que vive del
Espíritu Santo y está llamada a la santidad. Esto implica reconocer el primado de la acción de la
gracia en la vida pastoral”.
Una comunidad viva suscitará la admiración, el respeto de los hombres que se sentirán, por
lo mismo, atraídos a incorporarse a ella.
En los Hechos de los Apóstoles, la vida concreta de los cristianos es presentada como
motivo de admiración para la gente y como estímulo para unirse a la comunidad.
Es la dimensión misionera la que hace crecer una comunidad parroquial. Sólo así se
pueden superar celos, chismes y espíritu de campanario.
La dimensión misionera fundamental de cada cristiano y de cada comunidad es por
irradiación o contagio. La misión por irradiación o contagio alude metafóricamente a la luz y al
calor del sol que se irradian por el simple hecho de existir el sol como sol. Esta misión es la fuerza
irradiante del Evangelio verdaderamente vivido por el discípulo de Cristo y por la comunidad
cristiana.
Así, pues, cuando nos interroguemos sobre la “dimensión misionera” de nuestras
comunidades, debemos interrogarnos sobre como viven el Evangelio.
La misión es, sobre todo, una irradiación de Jesús, de su gracia, de su vida, de su
salvación: “Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse”
(Hech. 2,47).
33

Hay también una dimensión misionera que se explicita en la proclamación. Es dar


razón de la propia esperanza, decirla con convicción y sencillez, proponerla para que
todos tengan acceso. Se trata del anuncio explícito del Evangelio.
A la dimensión misionera por irradiación y proclamación, se suma la dimensión
misionera por envío.
En el capítulo 13 de los Hechos de los Apóstoles vemos como Bernabé y Pablo son
enviados a evangelizar otras regiones: “Un día, mientras celebraban el culto del Señor y
ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la
cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos
y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de
allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios”
(Hech. 13, 2-5).
El Documento de Aparecida, siguiendo al Papa Benedicto XVI, nos recuerda que
todos los discípulos del Señor somos misioneros: “Discipulado y misión son como las dos
caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede
dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva” (nº 146).
Recorriendo las comunidades escucho con frecuencia que faltan agentes de
pastoral o que la gente no se quiere comprometer.
¿Es un problema la falta de agentes de pastoral?
La Iglesia primitiva nunca lo vivió como un problema.
A pesar que tenía un número relativamente pobre de agentes de pastoral, nunca a
la Iglesia primitiva se le ocurrió limitar a unos pocos la obra de la evangelización.
Durante los primeros siglos encontramos un estilo “católico” de evangelización: una
Iglesia para la multitud, para todos.
Pero la Iglesia no inventó este estilo “católico”. Este estilo le viene de Cristo. Lo
implantó el Señor que se dirigió a la turba, a la multitud, a la muchedumbre, al pueblo.
Estilo que, poco después, San Ignacio de Antioquía designó con el vocablo “católico”, es
decir, “conforme a la totalidad”, o “para la totalidad” de los hombres.
Aunque la Iglesia primitiva no contaba con suficientes recursos humanos, no se
encerró.
Según nuestra ciencia, Iglesia multitudinaria y ministros insuficientes, son términos
inexorablemente antagónicos. Por tanto habría que limitar la evangelización. Pero la
sabiduría del Evangelio es otra.
La lógica del Evangelio razona así: porque son muchos los pecadores, por eso, a
todos Dios envió a su Hijo (ver Jn. 16; 1 Jn. 4,10); o bien: Porque Cristo derramó su
sangre por todos los hombres, por eso envió a los Apóstoles a todos los hombres
(ver Jn. 20,21; Mt. 28,18-20; Mc. 16,15).
La lógica del Evangelio, que explica la rápida difusión del cristianismo, se mueve
así: Cuando el Evangelio es ofrecido a todos los hombres, entonces Dios provee de
todos los medios para que el Evangelio continúe siendo ofrecido a todos los hombres.
Así la contemplación de la imponente multitud humana a la que hay que
evangelizar, en vez de descorazonarlo, llevó a Jesús a inventar la Misión de los Apóstoles:
“Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega... Yo los
envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado” (Jn. 4,35-38).

Para la reflexión

• ¿Nuestra comunidad es misionera?


• ¿Nuestro grupo es misionero? ¿Está abierto o encerrado en sí mismo?
• ¿Qué signos son necesarios en nuestra comunidad para hacerla más misionera?
• ¿Qué es lo primero que necesita nuestra comunidad para ser misionera?
• ¿Nuestro grupo irradia el Evangelio? ¿Atrae a los alejados?
• ¿Salimos a las casas para llevar el Evangelio de Jesús?

2. DESARROLLAR UN ESTILO DE PARROQUIA ACOGEDORA


Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización han resaltado la
importancia de la “acogida cordial” que debemos tener con nuestros hermanos: “Debemos
motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida, y revistan
de calidez humana y de atención cordial su trato con todos” (nº 49).
34

En otras palabras: todos deben poder encontrarse en la parroquia o en la capilla


como en su propia casa.
La acogida cordial es la primera actitud pastoral a tomar. Esto supone:
 Confianza y aceptación del otro;
 Escucha y diálogo;
 Partir de las inquietudes personales, de los problemas y situaciones
concretas;
 Respetar el contexto cultural, familiar y social.
.
Es necesario dedicar atención a cada persona.
Se debe favorecer el diálogo cordial, amable, paciente, sencillo.
Se ha de acoger a las personas y hacerlas progresar a partir de su situación real.
Es un esfuerzo de realismo pastoral. Toda una pedagogía de la fe está aquí en juego. Este
diálogo será diferente según la situación espiritual de cada persona. Esto hay que tenerlo
bien en cuenta, para no querer hacer pasar a todos por el mismo camino.
De manera casi natural, la mayoría de nuestra población acude a la parroquia en
los momentos claves de la existencia (nacimiento, matrimonio, enfermedad, muerte). Esta
demanda ofrece a la parroquia una gran oportunidad para evangelizar a los alejados.

Para la reflexión

• ¿qué es la “acogida cordial”? Explícala.


• ¿Cómo eran los encuentros de Jesús con las personas concretas?

3. ACERCAR LA PARROQUIA A LA VIDA DE LAS PERSONAS


En este sentido el Documento de Aparecida sugiere la sectorización de la
parroquia para posibilitar la cercanía y un servicio más eficaz (ver nº 518c). Notemos que
esto coincide con lo que proponemos en nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral: dividir
la parroquia en zonas “que sirven para descentralizar la parroquia y favorecen el
conocimiento entre las personas y la participación de los laicos” (Libro Azul, pág. 113).

El coordinador
En cada zona en que se divide el territorio parroquial hay un “coordinador”. En cada
zona el coordinador se reúne, periódicamente, con los misioneros de su territorio.

Los misioneros
Los misioneros o mensajeros parroquiales “son los encargados de visitar las casas,
al menos, una vez por mes. Su misión es hacer que la información y consulta llegue a
todos en forma personalizada y eficaz… Los misioneros pueden cumplir tres tareas
principales:
 Tarea informativa sobre la vida y actividades de la comunidad parroquial.
 Tarea asistencial: detectar enfermos, niños sin bautizar o sin catequizar, gente
necesitada de ayuda espiritual o material.
 Tarea evangelizadora: formación de grupos de oración o círculos bíblicos en las
casas (Libro Azul, pág. 112)
Al visitar las casas los misioneros llevarán la cartilla u hoja o boletín parroquial.

4. LA CARTILLA U HOJA PARROQUIAL


(Ver Libro Azul pág. 113).
Es el medio para comunicarnos con la comunidad parroquial. Debe contener las
actividades de la parroquia y algún mensaje que se considere conveniente de acuerdo, por
ejemplo, a los tiempos litúrgicos.
Esta cartilla será llevada por los misioneros parroquiales, casa por casa de la
jurisdicción parroquial.

Equipo de redacción
Es importante que haya un equipo encargado de la redacción de la cartilla. Deben
ser personas que conozcan los lineamientos pastorales de la parroquia y tener
representación en el Consejo Pastoral.
35

5. LOS CÍRCULOS BÍBLICOS


La Palabra de Dios no sólo suscita la fe del creyente, sino que debe alimentar esa
misma fe: “Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe, debemos alimentarla con la
Palabra de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 162).
La lectura y meditación de la Palabra de Dios dará un nuevo impulso a la vida
espiritual de los fieles.
En nuestras comunidades un objetivo pastoral debe ser: ayudar a los fieles a
alimentarse con la Palabra de Dios. Dice el Papa Benedicto XVI: “Hay que educar al
pueblo en la lectura y meditación de la Palabra de Dios: que ella se convierta en su
alimento para que, por propia experiencia, vean que las palabras de Jesús son espíritu y
vida (cf. Jn. 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y
espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y
toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios. Para ello, animo a los pastores a
esforzarse en darla a conocer” (Discurso Inaugural en Aparecida, 3).

La lectura orante
Entre las formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada: la lectio
divina o ejercicio de lectura orante de la Palabra de Dios. El Documento de Aparecida
dice: “Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación) la lectura
orante favorece el encuentro personal con Jesucristo” (nº 249).
Para facilitar el encuentro del pueblo de Dios con su PALABRA proponemos la
formación de Círculos Bíblicos.
Los Círculos Bíblicos son un espacio de participación y comunión en los que un
grupo de personas, vecinos, familiares, amigos se reúnen en un día y hora prefijada a
reflexionar sobre el texto evangélico.
Los Círculos Bíblicos son el instrumento para llevar y compartir la Buena Noticia a
todos.
En las parroquias se propone que los mensajeros/misioneros que visitan las casas,
sean los encargados de reunir a los vecinos y formar los Círculos Bíblicos.
Para facilitar la formación de los Círculos Bíblicos, la Arquidiócesis ha publicado tres
libros que permiten realizar la lectio divina con el Evangelio del domingo y siguiendo los
tres ciclos de la liturgia: A, B y C.

6. PROGRAMAS DE RADIO
Es muy importante que cada parroquia (capilla) tenga un programa semanal en la
FM de su zona. Por medio de la radio la parroquia puede entrar en muchas casas, no sólo
llevando noticias de la vida parroquial, sino, también, haciendo una catequesis.
Esta es una tarea laical. Para ello cada parroquia debería capacitar a un grupo de
laicos para que realice esta tarea.

7. LA PARROQUIA PRESENTE EN SU TERRITORIO


La parroquia debe insertarse en todas las instituciones y grupos humanos de su
territorio haciendo en ellos una pastoral. Por ejemplo:
 Las escuelas y colegios: debe haber una presencia y un trabajo pastoral en los
establecimientos educativos (inicial, primarios, secundarios, terciarios, estatales
y privados), tanto con los alumnos y sus padres, como con los docentes. Se
debe tener una relación con los docentes de Religión de esas escuelas para
trabajar juntos. Programar, por ejemplo, la fiesta de la familia, la Misa Pascual y
de fin de curso, charlas para los alumnos, etc. etc.
 Centros de salud: sanatorios, CAPS. Cada parroquia debe tener un Equipo de
la Pastoral de la Salud que visite todas las semanas esos lugares para rezar,
hacer una catequesis, proponer la recepción de los sacramentos, etc.
 Hogares de ancianos, centros de jubilados: De la misma manera visitarlos todas
las semanas y realizar en ellos una pastoral.
 Comisarías: visitarlas periódicamente y si tiene detenidos atenderlos
pastoralmente.
 Clubes deportivos y sociales: insertarse en ellos y hacer una pastoral en estos
sectores.
 Etc. etc.
36

8. CREAR CAPILLAS EN LOS LUGARES ADONDE NO LLEGA LA PARROQUIA


Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización reclaman una profunda
renovación de la Parroquia, que incluye “una modificación operativa”, y plantea que la
necesidad de “expandir la presencia física de la parroquia a toda su jurisdicción”, exige “la
multiplicación de capillas”(nº 44).
Es evidente que la comunidad parroquial no llega a todos los habitantes de su
territorio, de su jurisdicción. Una comunidad misionera es una comunidad capaz de
multiplicar su presencia física, en las zonas menos atendidas, mediante la creación de
capillas.
Pensemos que la mayoría de las parroquias comenzaron como capillas gracias al
espíritu misionero de una comunidad vecina.
La extensión geográfica de nuestras parroquias es muy grande. Cada comunidad
parroquial conoce perfectamente las zonas donde no llega la influencia de su pastoral.
Esas “zonas de nadie” son, precisamente, caldo de cultivo para las sectas, como lo afirma
el Papa Benedicto XVI: “Allí donde no se forma a los fieles en un conocimiento de la Biblia
según la fe de la Iglesia, en el marco de su Tradición viva, se deja de hecho un vacío
pastoral, en el que realidades como las sectas pueden encontrar terreno donde echar
raíces” (Verbum Domini, 73).

Por eso, es pastoralmente urgente, la multiplicación de capillas.


Para ello sugiero:
 Estudiar en el Consejo Pastoral la realidad socio-pastoral de la parroquia para
detectar las zonas menos atendidas y arbitrar los medios para poder levantar
una capilla.
 Prestar atención a la formación de barrios nuevos y prever con tiempo el modo
de obtener un terreno para una futura parroquia.

9. ELABORAR E IR DESARROLLANDO, POCO A POCO, EN LA PARROQUIA UN PROYECTO MISIONERO


Este proyecto o plan misionero supone:
 concretar acciones dirigidas a sectores alejados de la práctica cristiana;
 suprimir o purificar lo que resulta superfluo o contraproducente para la acción
evangelizadora.

“…comunicar la alegría que se produce en el encuentro con


la Persona de Cristo, Palabra de Dios presente en medio de
nosotros, es un don y una tarea imprescindible para la
Iglesia. En un mundo que considera con frecuencia a Dios
como algo superfluo o extraño, confesamos con Pedro que
sólo Él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68). No hay
prioridad más grande que ésta: abrir de nuevo al
hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos
comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf.
Jn 10,10)” (Verbum Domini, 2).

10. REALIZAR PERIÓDICAMENTE GESTOS MISIONEROS PROGRAMÁTICOS

a) Misiones populares
Las misiones populares tienen una larga tradición en la pastoral de la Iglesia. Las
misiones populares son acciones pastorales extraordinarias al servicio de la pastoral
ordinaria.
Ellas son eficaces, no sólo para el acrecentamiento o recuperación de la fe, sino
también para dar a nuestras comunidades ese estilo misionero que debe caracterizar a
toda comunidad cristiana.
Necesitamos parroquias en permanente estado de misión. Se ha de renovar el
impulso misionero de la parroquia para que no quede cerrada y centrada sobre sí misma.
La parroquia debe pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera.
Recordemos que los destinatarios de la Nueva Evangelización son los cristianos no
prácticos, o practicantes irregulares.
37

Además estas misiones promueven agentes pastorales dentro de la misma


comunidad parroquial, pues el agente principal de estas misiones es la misma comunidad
parroquial.
Sin duda que estas misiones parroquiales serán una gracia inmensa para nuestra
arquidiócesis y una continuación de los trabajos de la Pastoral Orgánica.
El Papa Juan Pablo II en el documento sobre la catequesis nos dice: “Hay que
reanudar y remozar las misiones tradicionales que son insustituibles para una renovación
periódica y vigorosa de la vida cristiana” (Catechesi Tradendae, 47).
Y el Documento de Puebla afirma: “Para la evangelización de las multitudes
resultan de mucha eficacia las misiones populares” (nº 1010).
El Papa Juan Pablo II, al anunciar la misión que se iba a realizar en Roma, decía:
“Considero necesario que se ponga en marcha con gran esmero y se celebre con impulso
apostólico una gran misión. La misión deberá volver a proponer y actuar el compromiso de
la evangelización en cada ambiente, en cada barrio y localidad”.

b) Misiones parroquiales
Se propone que la Parroquia realice todos los años una misión en su territorio. Se
deberá hacer en alguna zona de la parroquia menos atendida pastoralmente. En esta
misión el protagonismo misionero estará a cargo de los fieles laicos de la misma
Parroquia. También podrían colaborar agentes pastorales (sacerdotes, consagradas y
laicos) del Decanato. Esto supone que en el Decanato se tengan que organizar para que
no se superpongan las misiones de las diferentes Parroquias que lo integran.

Para la reflexión

• ¿Cómo vivimos la dimensión misionera en nuestras comunidades? ¿Cuál es el sentido


misionero al interior de nuestras comunidades? ¿Cómo atendemos a los alejados?
• ¿Somos conscientes de la cantidad de cristianos bautizados y que han recibido la
Primera Comunión y que están alejados de la vida ordinaria de la Iglesia?

c) Los objetivos de la misión popular


a) Objetivo General
Acercarse a cada persona, a cada familia, llegar a cada ambiente de la
Arquidiócesis, para anunciar que Dios nos ama y envió a su Hijo Jesucristo para
reconciliarnos con Él y entre los hombres, haciéndonos hijos de Dios.

b) Objetivos específicos:
 Despertar y avivar el fervor evangelizador de nuestras comunidades
parroquiales, educativas, instituciones y movimientos.
 Implementar o revitalizar la Misión Permanente en todas nuestras comunidades.

d) El contenido de la misión
En el centro de la misión está Jesucristo.
La misión consiste en proclamar que:

“Jesús es el Hijo de Dios, hecho hombre y único Salvador del


mundo, ayer, hoy y siempre”.
A diferencia de la
primera
e) El sujeto de la misión evangelización, que
La misión parroquial compromete a todos: fue realizada por los
sacerdotes, consagradas y laicos. Todos deben vivir el misioneros, la nueva
anuncio del Evangelio como una responsabilidad y un evangelización ha de
compromiso comunitario. ser protagonizada por
El documento de los obispos argentinos Navega Mar cada uno de los
Adentro ha subrayado que el Pueblo de Dios es sujeto y bautizados, insertados
agente de la Nueva Evangelización, insistiendo “en el como miembros vivos
protagonismo de todos y cada uno de los bautizados, y activos en el Cuerpo
de la Iglesia: Líneas
Pastorales para la Nueva
Evangelización, 38.
38

especialmente de los laicos y laicas, favoreciendo su activa participación en las distintas


instancias de las acciones pastorales: no sólo en la fase de ejecución, sino también en la
planificación, en la celebración y en la metódica evaluación. Hemos de ingeniarnos para
facilitar que en las actividades evangelizadoras se integren también los niños y los
ancianos” (nº 75).
Pero, particularmente, debemos tener presente que la misión debe ser llevada
adelante por los laicos y laicas de nuestras parroquias y capillas.

f) La organización
Es importante que la organización de la Misión esté a cargo del Consejo Pastoral
Parroquial. Se determinará la zona en donde se realizará la Misión.
Se confeccionará un Mapa del territorio a misionar, en donde se señalará:
• Cantidad de viviendas
• Estimación de la población
• Escuelas y colegios
• Centros de salud
• Geriátricos
• Otros lugares o centros de importancia comunitaria.
Se dividirá la zona a misionar en sectores y se nombrará un«responsable» para
cada sector.
También se preparará el material que se entregará a cada familia.

g) Tiempo de oración
La misión parroquial debe ser realizada desde una visión y vida de fe.
El centro de la Misión es JESUCRISTO: su proclamación y el encuentro con Él.
La misión intentará renovar la profunda adhesión de cada fiel a Jesucristo, único
Salvador del mundo. Empezando por cada uno de los cristianos comprometidos, agentes
de pastoral, misioneros. Por eso la preparación espiritual para la misión es Fundamental.
El agente principal de la misión es, propiamente, el Espíritu Santo. Por eso, en el
camino de preparación a la misión es fundamental la oración.

h) Misión en los “ambientes” de nuestra arquidiócesis


La misión no sólo debe ser territorial, visitando
las casas, desde la parroquia, sino que debe alcanzar No podemos contentarnos
a los diversos “ambientes” sociales y culturales. Se con esperar a los que
trata, sin duda, de una empresa difícil, pero que vienen… Otra manera de
debemos encarar con la confianza de quien confía en llegar a todos puede
Cristo, Redentor del hombre. canalizarse a través de una
La misión en los “ambientes” es necesaria pastoral sectorial que ayude
porque reconoce una esfera que es más amplia que a vivir la fe en los lugares
la pastoral territorial. Ésta se abre más allá de los de trabajo, de estudio, de
confines de la parroquia para alcanzar los ambientes recreación y deportes.
de trabajo, de estudio, de las comunicaciones, etc. Ámbitos tan importantes
La misión “ambiental” estará a cargo de los como los que ofrecen los
sectores pastorales. medios de comunicación
social también han de
Propongo algunos de los “ambientes” en los ocupar esmerada atención
que se podría realizar una Misión: por parte de los agentes de
a) En la Universidad, a cargo de la Pastoral pastoral: Navega Mar
Universitaria; Adentro, 94.b)
b) En los Medios de Comunicación, a cargo de la Pastoral de Medios de
Comunicación;
c) En la Cárcel, a cargo de la Pastoral Penitenciaria;
d) Con los Empresarios, a cargo de la Pastoral Social;
e) Jóvenes, a cargo de la Pastoral de jóvenes;
f) Políticos, a cargo de la Pastoral Social;
g) Etc. etc.
39

Capítulo Quinto
IMPULSAR UN ITINERARIO CATEQUÍSTICO
PERMANENTE CON ESPECIAL INSISTENCIA EN LA
INICIACIÓN CRISTIANA Y EN LA FORMACIÓN DE
LOS AGENTES DE PASTORAL
“Son muchos los creyentes que no participan
de la Eucaristía dominical, ni reciben con
regularidad los sacramentos, ni se insertan
activamente en la comunidad eclesial… este
fenómeno nos interpela profundamente a
imaginar y organizar nuevas formas de
acercamiento a ellos para ayudarles a valorar
el sentido de la vida sacramental, de la
participación comunitaria y del compromiso
ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de
católicos sin conciencia de su misión de ser
sal y fermento del mundo, con una identidad
cristiana y débil” (Documento de Aparecida,
286).

El gran desafío de hoy para la iniciación cristiana es ver “cómo estamos educando
en la fe y cómo estamos alimentando la vivencia cristiana” (Documento de Aparecida,
287).
La catequesis es un camino pastoral privilegiado. En gran medida la Nueva
Evangelización pasa por la catequesis. Debemos trabajar en la catequesis y en la
formación religiosa de nuestro pueblo. Nuestro pueblo es creyente, pero su fe es débil y
poco formada, acosada por las sectas y el secularismo.
Debemos desarrollar una catequesis integral que acompañe a los niños, jóvenes y
adultos en todo el proceso de su maduración cristiana.
La catequesis “comporta un acercamiento a las Escrituras en la fe y en la Tradición
de la Iglesia, de modo que se perciban esas palabras como vivas, al igual que Cristo está
vivo hoy donde dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20)“ (Verbum Domini, 74).
Debemos comprometernos en vigorizar la tarea catequística que ayude a los fieles
a un mayor conocimiento de Jesucristo y a comprometerse en llevar una vida cristiana
coherente con su fe: “Un gran medio para introducir al pueblo de Dios en el misterio de
Cristo es la catequesis. En ella se trasmite de forma sencilla y substancial el mensaje de
Cristo. Convendrá por tanto intensificar la catequesis y la formación en la fe, tanto de
niños como de los jóvenes y adultos” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida,
3).
La iniciación cristiana, como acción evangelizadora de la Iglesia, debe ubicarse
dentro del Plan Arquidiocesano de Pastoral y, por lo mismo, debe vincularse
orgánicamente con el resto de las acciones pastorales.
En este sentido el Plan de Pastoral es el marco necesario para la catequesis. La
catequesis no puede estar aislada del resto de la pastoral de la comunidad.
El modelo ideal de Iglesia que nos propusimos (ver capítulo 1) es ser una
comunidad viva donde aquel que ha sido catequizado y haya celebrado su iniciación
cristiana pueda vivir y compartir la fe.

1. CATEQUESIS DE NIÑOS
Es importante tener presente la Instrucción Pastoral
sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, publicada en
el año 2005. Es necesario que los catequistas la conozcan,
la estudien y la apliquen.

Destaco algunos temas y aspectos que de ninguna manera se pueden dejar de lado
en la Iniciación cristiana de los niños:
40

a) La Iniciación cristiana se debe concebir como un itinerario educativo


unitario que, a partir del Bautismo y a través de la recepción de la Confirmación y la
Eucaristía, no puede limitarse a la sola recepción de los sacramentos, sino a una
experiencia de vida cristiana y a una integración de los niños en la comunidad. La
catequesis debe ser presentada como "escuela de vida cristiana". Ellos van a la
catequesis no solamente para "hacer la Primera Comunión", sino para aprender a ser
cristianos.

b) Hay que hacer un gran esfuerzo para que ningún niño se quede sin
catequesis. Para ello no basta sólo facilitar su participación en la catequesis; es necesario
también ir a buscar a los que no llegan.
La catequesis misionera debe llegar a todos, especialmente a los más alejados.
Para ello se debe ir a buscarlos y no sólo esperar a que vengan.
No se debe rechazar a ningún chico de la catequesis preparatoria para la primera
comunión. La Parroquia tiene la obligación de catequizar a todos los chicos. No se debe
poner un límite en el número de catecúmenos a catequizar. No podemos excluir a nadie.
La parroquia, la capilla, debe recibir a todos y acogerlos con delicadeza, y no imponer
métodos de catequesis tan estrictos que, en la práctica, constituyen una barrera.

c) Multiplicar los centros catequísticos en la parroquia (en la sede, en las


capillas, colegios, etc.), para facilitar la participación de los niños en la catequesis.

d) En muchos lugares hay una notable disminución entre los niños que
hicieron su Primera Comunión y los que se preparan para la Confirmación. Cada Centro
catequístico tendría que ir a buscar a esos niños para que puedan recibir el Sacramento
de la Confirmación.

e) Se debe destacar el momento kerigmático de la iniciación cristiana de los


niños.
Dado que el despertar religioso de los niños no se da en muchos de sus hogares,
conviene que la catequesis, tanto en las parroquias como en los colegios, comience por
despertar o afianzar en los niños el sentido de Dios y la vivencia de Jesús, mediante el
primer anuncio del Evangelio.
La catequesis supone una base mínima del anuncio de Jesucristo, una base
mínima de conversión y de adhesión de fe al Evangelio de Jesucristo.
Pero hoy muchos niños llegan al catecismo sin estar evangelizados. Muchos no han
tenido una auténtica experiencia y vida de fe en la familia.
Se debe tener en cuenta lo que dice al respecto Catechesi Tradendae 19: "La
peculiaridad de la Catequesis, distinta del anuncio primero del Evangelio que ha suscitado
la conversión, persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al
verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la
persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en la práctica catequética,
este orden ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera
evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su
infancia llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación a la fe,
y sin tener todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino
solamente la capacidad de creer puesta en ellos por el Bautismo y la presencia del
Espíritu Santo; y los prejuicios de un ambiente familiar poco cristiano o el espíritu
positivista de la educación crean rápidamente algunas reticencias" (nº 19).

2. CATEQUISTAS
Se debe procurar aumentar el número de los catequistas dada la cantidad de niños
que tenemos en la catequesis.
Sabemos que en las y los catequistas existe mucha buena voluntad, disponibilidad
y generosidad para cumplir su tarea y, por eso, se lo
agradecemos de todo corazón. Pero también, debemos Es prioritaria
reconocer que muchos de ellos no tienen la preparación la formación
necesaria para cumplir esta tarea. Este es un tema de los catequistas:
prioritario que se debe abordar en las comunidades: la
formación de los catequistas tanto en lo doctrinal como en • en lo doctrinal,
lo espiritual y lo metodológico. • en lo espiritual
y
• en lo
41

Tenemos que fomentar que todas las parroquias tengan el mayor número posible
de catequistas que hayan cursado en el Seminario Catequístico. Además hay que
acompañar a los catequistas en la preparación de los Encuentros con los niños.
También es muy frecuente el caso de catequistas adolescentes. Como se pide en la
Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, los catequistas no
deben ser menores de 18 años.
Recordemos que en las Normas de esta Instrucción se dispone que “en cada
Parroquia se debe constituir el Equipo Parroquial de Catequesis”. Este Equipo “es un
organismo parroquial que integra a todos los catequistas de la parroquia (tanto de la sede
como de las capillas, oratorios y demás comunidades) que, en plena comunión con el
párroco, orienta y promueve toda la catequesis de la parroquia. El Equipo Parroquial de
Catequesis tendrá un coordinador, designado por el párroco, por un período de tres años,
pudiendo ser renovado su nombramiento solamente por un nuevo trienio” (nº 6).

3. CATEQUESIS DE JÓVENES Y ADULTOS


Tengamos presente la Instrucción Pastoral La Catequesis de Adultos, publicada
en el año 2008. Es necesario que se conozca, se estudie y se aplique en nuestras
comunidades.
La catequesis de adultos debe ser una estructura permanente de nuestras
comunidades, como lo es la catequesis de niños.
Un objetivo debe ser el de tener Catequesis de Jóvenes y Adultos en todas las
parroquias. Como se dice en la Instrucción Pastoral sobre la Catequesis de Adultos. “No
es suficiente esperar a que llegue algún adulto pidiendo un sacramento, para catequizarlo.
Se hace necesario tener una estructura estable y continua para ofrecer esta catequesis”.
La Iglesia y la realidad actual nos están pidiendo que salgamos a convocar a los jóvenes y
a los adultos para la catequesis.
Ciertamente para realizar la catequesis de jóvenes y adultos cada comunidad
deberá tener suficientes catequistas, y bien preparados.
La Instrucción Pastoral La Catequesis de Adultos nos ofrece:
 las características de la catequesis de adultos;
 sus objetivos;
 sus tareas;
 una propuesta de cronograma.

Además, nos presenta un esquema de cómo desarrollar la catequesis de adultos en


tres etapas:
a) La precatequesis que comprende cuatro encuentros catequísticos con estos
elementos:
• la acogida cordial
• la formación del grupo
• el kerigma del primer anuncio.

b) La catequesis propiamente dicha que comprende alrededor de 15 encuentros y tiene:


• Rito de “admisión al catecumenado”
• Las catequesis.

c) La etapa de preparación espiritual que puede desarrollarse en dos encuentros o en


una jornada:
• El rito de la “elección”
• Preparación espiritual.

4. ¿CÓMO CATEQUIZAR AL HOMBRE DE HOY?


Cristo es nuestro modelo, nuestro ideal. Un ideal
pedagógico del que debemos aprender. Es necesario conocer,
Para comprender cómo la catequesis es un camino estudiar y aplicar la
privilegiado para la misión contemplemos el encuentro de Instrucción Pastoral
Jesús con algunas personas narradas por el Evangelio. La La Catequesis de
misión tiende al encuentro de Jesús con todos los Adultos, publicada
hombres. el 13 de junio de
2008.
42

a) El encuentro con Zaqueo

El relato, del Evangelio según san Lucas 19,1-10, comienza y termina con el verbo
“buscar”.
En el v. 3 Zaqueo “busca” ver a Jesús; en el v. 10 Jesús se revela como el Hijo del
hombre que viene a “buscar” y salvar lo que estaba perdido.
El encuentro se produce gracias al amor de Jesús que busca a Zaqueo, superando
todos los obstáculos. Pero también se valoriza y se purifica la búsqueda de Zaqueo que, a
partir de una curiosidad inicial, se transforma en una gozosa acogida de Jesús y en una
conversión.
El fruto más preciado de este encuentro es la conversión de Zaqueo. Consciente y
convencido de las injusticias que ha cometido, decide devolver con creces –al cuádruple-
a quienes había defraudado. Además asume una actitud de desprendimiento de las cosas
materiales y de caridad hacia los necesitados, que lo lleva a dar a los pobres la mitad de
sus bienes.

b) El encuentro con la Samaritana

Algo parecido sucede en el encuentro con la Samaritana (Jn. 4,1-42). Aquí también
la iniciativa la tiene Jesús. Pero la misericordia salvífica del Señor se cruza con una
búsqueda humana, que es purificada y engrandecida.
La mujer, en primer lugar, busca el agua, y Jesús la invita a ir más allá del agua,
prefigurada en el deseo inicial. Luego la mujer intuye en Jesús al profeta, porque conoce
su vida pasada y entonces trata de ubicarlo dentro de los personajes bíblicos conocidos:
“nuestros padres”. Jesús la invita a abandonar estos esquemas, abriéndose hacia la
promesa mesiánica. La mujer trata de conducir a Jesús al tema de la espera del Mesías
que debía de venir. Y otra vez más, Jesús le hace dar un salto para abrirse al “ahora”
salvífico ya presente en su persona.
Jesús la llama para saciar su sed, que no era sólo material, pues en realidad “el
que pedía de beber, tenía sed de la fe de la misma mujer” (S. Agustín, Comentario al Ev.
según S. Juan, 15,11), y al hablarle del agua viva, el Señor suscita en la samaritana una
pregunta, casi una oración, cuyo alcance real supera lo que ella podía comprender en
aquel momento: “Señor, dame esa agua, para que no tenga más sed” (Jn. 4,15). La
samaritana, aunque todavía no entendía, en realidad estaba pidiendo el agua viva de la
que le hablaba Jesús. Al revelarle el Señor su mesianidad, la samaritana se siente
impulsada a anunciar a sus conciudadanos que ha descubierto al Mesías (ver Jn. 4,2.28-
30).

c) El encuentro con Pablo en Damasco

Podríamos recordar otros muchos encuentros que hacen referencia al deseo


humano: deseo de salud en el enfermo, deseo de perdón en los pecadores, deseo de
conocimiento como en Nicodemo.
Señalo un último encuentro, que sucede después de la resurrección y que
parecería darse sin una búsqueda, sin un deseo humano.
Es el encuentro del Señor con Pablo, en el camino de Damasco (Hech. 9,1-9).
Aunque el relato deja ver que Pablo no tiene ningún deseo orientado al Evangelio, sino
que más bien está movido por una violenta hostilidad, sin embargo, también este
encuentro comporta, de algún modo, un deseo cumplido y superado. En el fondo, la
aversión de Pablo por los cristianos proviene de un deseo de observar la ley.
Jesús presentándose como el Señor resucitado, como el principio del mundo
nuevo, interpreta, purifica, orienta el deseo de Pablo. Le hace comprender que la vida no
proviene del cumplimiento de la ley, sino de la fe en Cristo, rechazado por los hombres y
glorificado por Dios.
En este encuentro tuvo lugar el cambio radical en la vida de Saulo: su conversión.
Pablo pasó de perseguidor de los cristianos a Apóstol de Jesucristo.

d) La catequesis al servicio de la pedagogía divina


43

Estos encuentros encierran una pedagogía: Así la iniciativa gratuita de Jesús se


entrecruza, purifica y conduce a su plenitud el deseo de vida y de gozo que está en el
corazón de cada hombre.
Algo parecido sucede en catequesis. La catequesis es un servicio prestado a la
verdad de la fe. A través de procedimientos demostrativos y reflexivos se busca hacer ver
cómo en la verdad de Cristo, tal como es propuesta por la fe de la Iglesia, se integra la
búsqueda de la verdad, que todo hombre, más o menos explícitamente, busca a partir de
su condición psicológica y cultural.
La invitación del Señor respeta siempre la libertad de los que llama. Hay casos en
que el hombre, al encontrarse con Jesús, se cierra al cambio de vida al que Él lo invita.
Fueron numerosos los casos de contemporáneos de Jesús que lo vieron, lo oyeron y, sin
embargo, no se abrieron a su Palabra. El Evangelio de san Juan señala el pecado como la
causa que impide al ser humano abrirse a la luz de Cristo: “La luz vino al mundo y los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn. 3,19).
Si la misión tiene como finalidad el encuentro de Jesús con cada hombre, entonces
la catequesis tiene un lugar privilegiado en la acción misionera.

5. LA CATEQUESIS OCASIONAL
La Carta Pastoral Crucemos a la otra orilla dedica el capítulo octavo a este tema.
La Providencia nos proporciona varias oportunidades para hacer una catequesis. Lo
importante es que aprovechemos esas ocasiones.
Además de la catequesis sistemática, debemos aplicar la catequesis ocasional. En
esto Jesús nos enseña todo un estilo verdaderamente misionero. El Evangelio nos trae
encuentros ocasionales de Jesús con algunas personas, y Él no deja pasar esa
circunstancia para hacer una verdadera catequesis.
Recordemos los encuentros con Zaqueo, con la samaritana o con los discípulos de
Emaús.
También la comunidad debe aprovechar ciertos momentos especiales para hacer
una verdadera catequesis.
A continuación menciono algunos de esos encuentros en los que podemos
catequizar.

a) Catequesis prebautismal

Pensemos que la mayoría que se acerca a pedir el Bautismo para sus hijos son
cristianos no prácticos. En la Arquidiócesis hemos publicado la Instrucción Pastoral
sobre el Bautismo de los Niños, en el año 2005. Allí se lee: “Es necesario que en
cada parroquia haya un Equipo encargado de la pastoral bautismal. Como es obvio, el
párroco solo no puede realizar todo lo que supone esta pastoral, donde son muchas y
diferenciadas las exigencias.
La acogida de los padres que piden el Bautismo para sus hijos, la catequesis
bautismal, la celebración del sacramento y el acompañamiento de las familias,
suponen la participación organizada de muchas personas”.
La Carta del Episcopado Misión Continental dice: “La novedad misionera debe
estar en agregar a la preparación pre-bautismal, una pastoral post-bautismal, donde
la Iglesia haga visible que se hace cargo de los hijos que engendra” (nº 32).

b) Catequesis prematrimonial

c) Catequesis para padres cuyos hijos van a recibir la Confirmación o la


Primera Comunión

d) La catequesis con ocasión de cumplir las chicas 15 años o los muchachos 18


años

En algunas parroquias ya se está implementando tener con estos jóvenes un


encuentro previo a la celebración para hacer una catequesis, ayudarlos a que se
acerquen al sacramento de la Confesión, etc. Esta tarea puede estar a cargo de algún
laico de la comunidad.

e) Otras catequesis ocasionales


44

• Con ocasión de celebrar un aniversario matrimonial


• Con ocasión de algún fallecimiento
• Con ocasión del término al año escolar
• Etc.
45

Capítulo Sexto
PROMOVER EL COMPROMISO MISIONERO HACIA
UNA SOCIEDAD JUSTA Y RESPONSABLE
1. EVANGELIZAR ES EL FIN DE LA IGLESIA
La Iglesia existe para evangelizar. Esta es la conciencia de Pablo: “¡Ay de mí si no
predicara el Evangelio” (1 Cor. 9,16). La Iglesia existe para esto. Anunciar a Jesucristo y la
misericordia del Padre es el corazón del Evangelio, que debemos llevar, con confianza y
con fuerza, a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo en las situaciones
cambiantes de nuestra historia.
La Iglesia está al servicio del Evangelio y de la obra redentora de Cristo: “La obra
de la redención de Cristo, de por sí busca la salvación de los hombres y, a la vez, intenta
restaurar todo el orden temporal. Por lo tanto, la misión de la Iglesia no es sólo llevar el
mensaje y gracia de Cristo a los hombres, sino también impregnar y perfeccionar todo el
orden temporal con el espíritu evangélico” (Apostólicam Actuositatem, 5). Por tanto la
Iglesia está llamada a contribuir al perfeccionamiento del orden social y del bien temporal
de los hombres. Esta tarea es parte integrante de la misión general de la Iglesia. El Papa
Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus indica que la Doctrina Social de la Iglesia
“pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya
que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad” (nº 5).
La Iglesia que peregrina en Tucumán tiene conciencia que ésta es su misión
esencial.

A esta altura quiero detenerme en un punto particular: La Iglesia en los últimos


años, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha sentido la necesidad de exhortar a
los laicos a comprometerse en la construcción de la ciudad temporal y en el servicio al
bien común, porque es a ellos “educados en la escuela del Evangelio, a quienes
corresponde la tarea de intervenir directamente en la acción social y política“
(Verbum Domini, 100).
El Documento Navega Mar Adentro, del Episcopado Argentino, afirma que
“participar activamente en la construcción del bien común en nuestra patria es hoy una
necesidad impostergable” (nº 97).
En este sentido los laicos tienen una manera propia de participar en la animación
evangélica del orden temporal. En esta tarea los laicos son los protagonistas.
La misión propia y característica de los laicos es la que se deriva de su condición
secular: es decir, de su presencia en el mundo de las realidades temporales.
Ellos reúnen la doble condición de ser miembros de pleno derecho en la Iglesia y de
vivir plenamente insertos en el mundo.
De esta conjunción brota su especial aptitud y misión para ser los testigos del Dios
vivo en el mundo. Los laicos tienen como vocación propia la realización de la misión
general de la Iglesia por medio de su participación en las instituciones y tareas de la
sociedad civil: “El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad terrena y de la
ciudad celestial, a que cumplan fielmente sus deberes terrenos, guiados siempre por el
espíritu del Evangelio. Están lejos de la verdad quienes, sabiendo que nosotros no
tenemos aquí una ciudad permanente sino que buscamos la futura, piensan que por ello
pueden descuidar sus deberes terrenos, no advirtiendo que precisamente por esa misma
fe están más obligados a cumplirlos, según la vocación a que cada uno ha sido llamado.
Pero no menos equivocados están quienes, por el contrario, piensan que pueden
dedicarse de tal modo a los asuntos terrenos como si estos fueran del todo ajenos a lo
religioso, como si lo religioso se redujera a ciertos actos de culto y determinadas
obligaciones morales” (Gaudium et Spes, 43).
“Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los
principios morales que hay que seguir en este terreno, a los laicos les corresponde con su
libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directivas, penetrar de espíritu
cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en
que viven” (Populorum Progressio, 81; ver Verbum Domini, 100).
Nos vamos a referir a esto.
46

La presencia de los laicos en la vida pública

El tema a tratar es el de la presencia y la intervención de los laicos en la vida


pública.
Cuando hablamos de la presencia de los laicos en la Vida Pública nos referimos a
un campo más amplio que el de la actividad
estrictamente política. La actividad política es, Todos nos damos cuenta
ciertamente, una parte importante de la Vida Publica. La de la necesidad de que la
Vida Pública abarca otros sectores como la realidad luz de Cristo ilumine
social, la economía, la cultura, las ciencias, el arte, la todos los ámbitos de la
vida internacional, los medios de comunicación, la humanidad: la familia, la
familia, la educación, el trabajo, el mundo de la salud y la escuela, la cultura, el
enfermedad, etc. trabajo, el tiempo libre y
Queremos estimular su participación en ella en los otros sectores de la
conformidad con las exigencias de la fe cristiana. No es vida social.
exagerado decir que la marcha de nuestra sociedad, el No se trata de anunciar
tono moral y humano, y aún el bienestar de las nuevas una palabra sólo de
generaciones, dependerá en buena parte de la consuelo, sino que
generosidad y el acierto con que los católicos seamos interpela, que llama a la
capaces de asumir nuestras responsabilidades conversión, que hace
específicas en el seno de las instituciones temporales, accesible el encuentro
en el tejido mismo de nuestra sociedad, en todos los con Él, por el cual florece
barrios de las ciudades y en todos los pueblos de la una humanidad nueva.
provincia.
Verbum Domini, 93
“Somos nosotros, los bautizados y confirmados en
Cristo, los llamados a acercar el Reino de Cristo, a
hacerlo visible y actual en este mundo, como preparación a su establecimiento definitivo.
Y esto se logra con nuestro empeño personal, con nuestro esfuerzo y conducta concorde
con los preceptos del Señor, con nuestra fidelidad a su persona, con nuestra imitación de
su ejemplo, con nuestra dignidad moral” (Juan Pablo II a los jóvenes).
No podemos perdernos en protestas estériles o en una indiferencia conformista.
Tenemos que ser los agentes de una sociedad mejor. El verdadero camino consiste en
intensificar la autenticidad de nuestra vida cristiana y en promover la presencia y la actitud
de los laicos católicos en perfecta comunión con la Iglesia, en los sectores más
importantes de la vida pública.
Tenemos que reconocer, en muchos casos, la falta de fidelidad a sus compromisos
evangélicos de cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas y
culturales.
En nuestro continente existe “una notable ausencia en el ámbito político,
comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte
personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus convicciones éticas y
religiosas. Los movimientos eclesiales tienen aquí un amplio campo para recordar a los
laicos su responsabilidad y su misión de llevar la luz del Evangelio a la vida pública,
cultural, económica y política” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, 4; ver
Verbum Domini, 94).
El Dios de la salvación, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, es también el creador
del universo y Él mismo ha puesto en manos del hombre el cuidado y el desarrollo de su
obra.
Dios ha destinado al hombre a su Reino eterno como a su fin último y hacia él lo
conduce misteriosamente, pero eso incluye, también, la llamada del hombre al dominio y
cuidado del mundo, a la ordenación de su propia vida en sociedad y a la dirección de la
historia a lo largo de los siglos.
La separación o contraposición entre el interés y empeño en los asuntos o
“realidades temporales” de este mundo y los dedicados a la propia salvación eterna
contraría la unidad del proyecto de Dios creador y salvador.
“Aunque se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo si pierde su
vida (ver Lc.9,25), sin embargo, la esperanza de la tierra nueva no debe debilitar sino, al
contrario, debe animar la preocupación por la transformación de esta tierra, en la que
crece el cuerpo de la nueva humanidad, que ya presenta como un esbozo de lo que será
el siglo futuro. Por eso, aunque el progreso terreno no se haya de identificar con el
desarrollo del Reino te Cristo, con todo, por lo que puede contribuir a una mejor
47

ordenación de la sociedad humana, interesa mucho al bien del Reino de Dios” (Gaudium
et Spes, 39).
La religión no puede ser un atajo para que el laico se exima de su responsabilidad
en la sociedad. La confesión de Cristo, el pensamiento del cielo, el fin trascendente del
hombre, de ningún modo deben hacer que los cristianos vivan aparte del mundo,
descuidando las cosas de la tierra.

2. ALENTAR EL PASO DE HABITANTES A CIUDADANOS RESPONSABLES.


Para acrecentar la conciencia de ser ciudadanos responsables de la sociedad
contemporánea, se debe promover la formación de los laicos en la Doctrina Social de la
Iglesia.
Es necesario formar a los laicos, para que puedan cumplir su rol y su
responsabilidad de contribuir a la renovación de la sociedad tucumana y argentina.
Tanto en la vida privada como en la pública, el cristiano debe inspirarse en la
doctrina y el seguimiento de Jesucristo.

Hay criterios que deben configurar el compromiso temporal de los cristianos:

 la dignidad de la persona humana


 el respeto absoluto a la vida humana desde su concepción hasta su
muerte natural
 la valoración del matrimonio como la unión estable entre un hombre y
una mujer
 la protección de la familia
 el reconocimiento efectivo de la libertad y la justicia como fundamento
de la convivencia y de la paz
 la mansedumbre
 la solidariedad
 el amor a la justicia y a la paz
 la preocupación real por los pobres y marginados
 el servicio a la comunidad
 la preferencia por los procedimientos pacíficos
 el ejercicio del amor solidario
 la renuncia a la violencia
 la preferencia por el diálogo y el entendimiento.

La formación

La Encíclica Centesimus Annus afirma: “Enseñar y difundir la Doctrina Social de la


Iglesia pertenece a la misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje
cristiano”(n. 5).
En la dimensión social y política los protagonistas son los laicos. Por tanto se les
debe ofrecer el servicio de la formación.
La formación de los laicos para que asuman su Es sobre todo a los
compromiso social debe ser una meta de la acción pastoral. fieles laicos, educados
Es necesario formar “adultos en la fe” que, formados en la escuela del
en la dimensión socio-política, puedan ser ciudadanos Evangelio, a quienes
activos en la sociedad y no padezcan pasivamente los corresponde la tarea
acontecimientos. de intervenir
Educar para este compromiso social de los laicos es directamente en la
una tarea que debe realizar la comunidad eclesial. Para una acción social y
evangelización integral debemos educar para el compromiso política. Por eso, el
social a los laicos para que sean ciudadanos responsables y Sínodo recomienda
activos. promover una
Es necesario formar laicos convencidos y coherentes: adecuada formación
cristianos maduros dispuestos a testimoniar en todos los según los principios
ambientes. La evangelización de los dirigentes de la de la Doctrina social
sociedad debe orientarse hacia la formación de una fe de la Iglesia.
personal, adulta, interiormente formada. Verbum Domini, 94.
La formación para el compromiso social constituye una meta educativa muy
importante dentro de la acción pastoral de nuestra Iglesia.
48

Hay que promover cursos de formación, en conformidad con la doctrina social y


moral de la Iglesia, para los laicos llamados a la vida pública. Es necesario compartir con
ellos sus dificultades, ayudarlos y ampliar sus conocimientos, atenderlos espiritualmente,
respetando su libertad personal y la autonomía propia de las actividades sociales y
políticas.
Su inserción en la comunidad cristiana tiene que ser una primera ayuda. Los laicos
que dan su testimonio en el mundo tienen derecho a una plena acogida en la comunidad
cristiana. Tienen derecho, ante todo, a una espiritualidad laical madura, que sostenga su
compromiso temporal. Se debe ayudar a los laicos a vivir su desafío de testimoniar el
Evangelio en medio del mundo. Una espiritualidad que haga posible la santificación de los
laicos comprometidos en impregnar las realidades temporales con la luz del Evangelio. En
el anuncio de la Palabra de Dios referida a los problemas del hombre, los cristianos
necesitan descubrir el valor y el sentido religioso del compromiso de la vida pública, de
acuerdo con la visión cristiana de la vida y las orientaciones morales del Evangelio
anunciado por la Iglesia.
Mucho se ha hablado de la participación de los cristianos en la política. Sin
embargo, sigue habiendo un déficit enorme de formación en la doctrina social de la Iglesia,
así como de acompañamiento pastoral.
Son los laicos los que tienen que actuar a la manera de fermento en la masa para
construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia
entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la formación de la
conciencia, que se traduce en un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Se hace
necesario llevar a cabo una catequesis social y una adecuada formación en la Doctrina
Social de la Iglesia porque “la vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes
personales, sino también en las virtudes sociales y políticas” (Benedicto XVI, Discurso
Inaugural en Aparecida, 3; Verbum Domini, 100).
Otro aspecto de esta tarea educativa está en formar a los cristianos en su
capacidad de discernimiento en la vida cotidiana. El Concilio Vaticano II nos ha enseñado
en este sentido: “Para cumplir esa función, toca a la Iglesia, en todo momento, el deber de
escrutar a fondo los signos de los tiempos y de interpretarlos a la luz del Evangelio; sólo
así podrá responder, adaptándose a cada generación, los perennes interrogantes
humanos sobre el sentido de la vida presente y de la futura y sobre la mutua relación entre
una y otra” (Gaudium et Spes, 4).
Los católicos afirmamos que el último fundamento de los valores morales es el
reconocimiento de Dios como fuente de vida, inspirador de nuestros comportamientos y
juez supremo de la vida y de la historia. Por eso creemos que estamos en condiciones de
aportar algo importante al recto ordenamiento y a la pacífica prosperidad de nuestra
sociedad.
49

CONCLUSIÓN
Queridos hermanos y hermanas:

El Papa Benedicto XVI dice en Verbum Domini que “todo lo que le sucedió a María
puede sucedernos ahora a cualquiera de nosotros en la escucha de la Palabra y en la
celebración de los sacramentos”(nº 28).

La Virgen Madre –agrega- es el perfecto ejemplo de una “una existencia totalmente


modelada por la Palabra”. Ella, pues, nos puede conducir –individualmente y como
arquidiócesis- a vivir la urgencia misionera del anuncio de la Buena Nueva y del
compromiso por el Bien Común en la sociedad secularizada de hoy, que parece olvidar a
Dios, pero que sin embargo lo busca y lo espera.

Éste es el camino comunitario que hemos elegido y comenzado hace ya más de


diez años, y que ahora retomamos y continuamos con un vigor renovado, nuevo,
esperanzador, más conscientes de que la fe nos ha sido dada, no para conservarla
intimísticamente, sino para proyectarla a los cuatro vientos, incluso en las estructuras de la
sociedad.

Que María de la Merced nos acompañe y haga fecundos nuestros esfuerzos.

A todos los saludo y los bendigo en el Señor.


50

DOCUMENTOS CITADOS

ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen


las redes” 2004-2009, San Miguel de Tucumán, 2004 (= Libro Azul).
ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Círculos bíblicos. Ciclo A, San Miguel de Tucumán (Publicaciones
Plan Pastoral, nº ).
ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Círculos bíblicos. Ciclo B, San Miguel de Tucumán (Publicaciones
Plan Pastoral, nº 61).
ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Círculos bíblicos. Ciclo C, San Miguel de Tucumán (Publicaciones
Plan Pastoral, nº 56).
Benedicto XVI, Carta encíclica… sobre el amor cristiano, Deus Cáritas Est, Ciudad del
Vaticano, 2005.
Benedicto XVI, Carta encíclica… sobre la esperanza cristiana, Spe Salvi, Ciudad del
Vaticano, 2007.
Benedicto XVI, Exhortación apostólica post-sinodal… sobre la Palabra de Dios en la Vida y
en la Misión de la Iglesia, Verbum Domini, Ciudad del Vaticano, 2010.
Catecismo de la Iglesia Católica, Ciudad del Vaticano, 1997.
Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice
Vaticana, 2005.
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la divina revelación, Dei
Verbum, 1965.
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium,
1964.
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual,
Gaudium et Spes, 1965.
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum
Concilium, 1963.
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostólicam
Actuositatem, 1965.
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Carta Pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la
Misión Continental, Buenos Aires, 20 de agosto de 2009.
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas pastorales para la nueva evangelización, Buenos
Aires, CEA, 1990.
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Navega mar adentro, Buenos Aires, CEA, 2003.
CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Puebla de los Ángeles, México, La
evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, “Documento de
Puebla”, Buenos Aires, CEA, 1979.
CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Aparecida, Brasil,
Documento Conclusivo, Documento de Aparecida, Buenos Aires, CEA, 2007.
JUAN PABLO II, Carta apostólica… al concluir el gran jubileo del año 2000, Novo Millennio
Ineunte, Ciudad del Vaticano, Tipografía Vaticana, 2001.
JUAN PABLO II, Carta apostólica… como preparación del jubileo del año 2000, Tertio
Millennio Adveniente, Ciudad del Vaticano, Tipografía Vaticana, 1994.
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Redemptoris Missio, Ciudad del Vaticano, 1990.
JUAN PABLO II, Carta encíclica… en el centenario de la Rerum Novarum, Centesimus
Annus, Ciudad del Vaticano, 1991.
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica… sobre la catequesis en nuestro tiempo, Catechesi
Tradendae, Buenos Aires Paulinas, 1979.
Misal Romano, Buenos Aires, Conferencia Episcopal Argentina, 2009.
51

PABLO VI, Carta encíclica… sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos,
Populorum Progressio, Ciudad del Vaticano, 1965.
PABLO VI, Exhortación apostólica… acerca de la evangelización del mundo
contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, Buenos Aires, Paulinas, 1976.
JUAN PABLO PP II, Exhortación apostólica post-sinodal… sobre la vocación y misión de los
laicos en la Iglesia y en el mundo, Christifideles Laici, Buenos Aires, Claretiana, 1989.
VILLALBA, LUIS H.1, Carta pastoral de cuaresma. “Felices los que escuchan la Palabra de
Dios y la practican” (Lc. 11,28), San Miguel de Tucumán, 2000.
VILLALBA, LUIS H.2, Carta pastoral de cuaresma. “Hagan esto en memoria mía”, (Lc. 22,19),
San Miguel de Tucumán, 2001.
VILLALBA, LUIS H.3, Carta pastoral. “En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35), San Miguel de
Tucumán, 2002.
VILLALBA, LUIS H.4, Carta pastoral. “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos” (Mt. 28,19), San Miguel de Tucumán, 2003.
VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de Niños, San Miguel de Tucumán,
2005.
VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, San Miguel
de Tucumán, 2005.
VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral: La Catequesis de Adultos, San Miguel de Tucumán,
2008.
52

ÍNDICE

Introducción...........................................................................................................................................3
1. Esquema de la Carta..................................................................................................................3
La primera parte........................................................................................................................3
La segunda parte........................................................................................................................4
2. Destinatarios y uso de esta Carta...............................................................................................4
3. Metodología de trabajo..............................................................................................................4
Adaptación a los diferentes destinatarios .................................................................................5
PRIMERA PARTE................................................................................................................................6
Capítulo Primero
La Nueva Etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral......................................................................7
1. La Espiritualidad de comunión es el alma del Plan Arquidiocesano de Pastoral .....................7
2. El modelo ideal de Iglesia ........................................................................................................7
3. Las características generales que identifican a la Iglesia Arquidiocesana................................8
4. El Objetivo General ................................................................................................................10
¿Qué es el Kerigma?................................................................................................................10
El contenido del kerigma.........................................................................................................12
5. Los Criterios pastorales comunes ...........................................................................................12
6. El itinerario de los discípulos de Emaús ................................................................................14
Capítulo Segundo
Las tres primeras Cartas Pastorales.................................................................................................16
1. La Carta del año 2000:
“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11,28).................................16
2. La Carta del año 2001:“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19)........................................20
3. La Carta del año 2002 “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el
amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35)................................................................21
Capítulo Tercero
La Carta Pastoral del año 2003: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt.
28,19)...............................................................................................................................................23
1. El tema de la Carta “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”..................23
2. Los tres pilares del misionero..................................................................................................24
1. El primado de la fe..............................................................................................................24
2. La fuerza del Espíritu Santo................................................................................................25
3. La alegría del anuncio evangélico.......................................................................................26
3. “Como el Padre me envió a mí,
Yo también los envío a ustedes” (Jn. 20,21)...............................................................................27
1. El Padre envió a Jesús.........................................................................................................27
2. Jesús envía a sus discípulos................................................................................................28
3. El Espíritu Santo, Agente Principal y Alma de la Misión...................................................29
SEGUNDA PARTE...........................................................................................................................31
Capítulo Cuarto
Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y diocesana en todas las comunidades...........32
1. Despertar y potenciar la vocación misionera de todos los bautizados ...................................32
2. Desarrollar un estilo de parroquia acogedora..........................................................................33
3. Acercar la parroquia a la vida de las personas........................................................................34
4. La cartilla u hoja parroquial ...................................................................................................34
5. Los Círculos Bíblicos..............................................................................................................35
6. Programas de radio..................................................................................................................35
7. La parroquia presente en su territorio ....................................................................................35
8. Crear Capillas en los lugares adonde no llega la Parroquia....................................................36
9. Elaborar e ir desarrollando, poco a poco, en la parroquia un proyecto misionero..................36
10. Realizar periódicamente gestos misioneros programáticos...................................................36
a) Misiones populares.............................................................................................................36
b) Misiones parroquiales........................................................................................................37
c) Los objetivos de la misión popular.....................................................................................37
d) El contenido de la misión....................................................................................................37
e) El sujeto de la misión ........................................................................................................37
f) La organización...................................................................................................................38
g) Tiempo de oración..............................................................................................................38
h) Misión en los “ambientes” de nuestra arquidiócesis...........................................................38
53

Capítulo Quinto
Impulsar un Itinerario Catequístico Permanente con especial insistencia en la Iniciación Cristiana
y en la formación de los agentes de pastoral...................................................................................39
1. Catequesis de niños ................................................................................................................39
2. Catequistas...............................................................................................................................40
3. Catequesis de Jóvenes y Adultos.............................................................................................41
4. ¿Cómo catequizar al hombre de hoy?.....................................................................................41
a) El encuentro con Zaqueo.....................................................................................................42
b) El encuentro con la Samaritana...........................................................................................42
c) El encuentro con Pablo en Damasco ..................................................................................42
d) La catequesis al servicio de la pedagogía divina................................................................42
5. La catequesis ocasional..........................................................................................................43
Capítulo Sexto
Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable ................................45
1. Evangelizar es el fin de la Iglesia .........................................................................................45
La presencia de los laicos en la vida pública...........................................................................46
2. Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables......................................................47
Conclusión.......................................................................................................................................49
Documentos Citados.......................................................................................................................50
Índice...............................................................................................................................................52

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