Villalba
Arzobispo de Tucumán
Carta Pastoral
Arzobispado de Tucumán
Miércoles de Ceniza
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9 de marzo de 2011
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INTRODUCCIÓN
1. ESQUEMA DE LA CARTA
Esta Carta Pastoral “Volvamos a partir de Jerusalén” intenta ayudar a comenzar la
nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, que abarcará el sexenio 2010-2016.
Está dividida en dos partes.
La primera parte
Abarca los capítulos 1, 2 y 3 y tiene como finalidad ver la continuidad del Plan
Arquidiocesano de Pastoral, porque ahora estamos comenzando una nueva etapa del
mismo Plan de Pastoral.
⇒ El capítulo 1 -La nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral- nos muestra que la
espiritualidad del Plan, el modelo ideal de Iglesia, las características generales que
identifican a la Iglesia Arquidiocesana, el objetivo general, los criterios pastorales
comunes, y el itinerario de los discípulos de Emaús, como ícono del camino pastoral de
nuestra Iglesia arquidiocesana, siguen siendo los mismos y están contenidos en el Libro
Azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen las redes” (publicado
en el mes de junio de 2004).
Por eso se recomienda tener presente el Libro Azul y volverlo a leer.
⇒ El capítulo 2 -Las tres primeras Cartas Pastorales- nos recuerdan aquellas Pastorales
que escribí preparando la primera etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.
Considero que en estas tres Cartas se expone el fundamento de la Misión de la
Iglesia:
1. La primera Carta Pastoral (del año 2000) es sobre la Palabra de Dios:
“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.
2. La segunda (del año 2001) trata sobre la Eucaristía: “Hagan esto en
memoria mía”.
3. La tercera Carta (del 2002) desarrolla la realidad descollante y la síntesis de
la vida de la comunidad cristiana, la caridad: “En esto reconocerán que
ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los
otros”.
⇒ El capítulo 3 -La Carta Pastoral del año 2003- se refiere a la Carta Pastoral titulada:
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19), que trata
sobre la misión.
Además, en este capítulo, se transcriben las meditaciones: “Los tres pilares del
misionero” y “Como el Padre me envió, Yo también los envió a ustedes” (Jn. 20,21) con la
intención de alimentar la espiritualidad de los agentes de pastoral para que no se apoyen
en las fuerzas humanas, sino solamente en Dios. Esto implica reconocer el primado de la
acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos
y cosechamos, pero “es Dios el que hace crecer” (1 Cor. 3,7).
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La segunda parte
Corresponde a los capítulos 4, 5 y 6, que tratan de algunos de los desafíos a los
que responde el Plan Arquidiocesano de Pastoral en esta nueva etapa.
⇒ El capítulo cuarto desarrolla el desafío de alentar en todas las comunidades un
estilo misionero en la pastoral orgánica arquidiocesana.
⇒ El desafío propuesto en el capítulo quinto nos impulsa a desarrollar un Itinerario
Catequístico Permanente con especial insistencia en la iniciación cristiana y en la
formación de los agentes de pastoral.
⇒ El capítulo sexto encara el desafío de promover el compromiso misionero hacia
una sociedad justa y responsable.
Les propongo, además, algunas indicaciones sobre el modo de utilizar esta Carta:
3. METODOLOGÍA DE TRABAJO
Este material está preparado para ser desarrollado en ocho reuniones a lo largo del
año.
Marzo: Introducción.
Abril: Cap. 1º La nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.
Mayo: Cap. 2º Las tres primeras Cartas Pastorales.
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Junio: Cap. 3º La Carta Pastoral del año 2003: Únicamente los puntos 1 y 2:
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” y Los
tres pilares del misionero.
Julio: Cap. 3º El punto 3 restante: “Como el Padre me envió a mí, Yo también
los envío a ustedes”.
Agosto: Cap. 4º: Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y
arquidiocesana en todas las comunidades.
Septiembre: Cap. 5º: Impulsar un Itinerario Catequístico Permanente con especial
insistencia en la Iniciación Cristiana y en la formación de los
agentes de pastoral.
Octubre: Cap. 6º: Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y
responsable.
El estilo de cada encuentro debe ser el de una reunión de oración. Para cada uno
de los ocho temas sugiero seguir los siguientes pasos:
PRIMERA PARTE
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Capítulo Primero
LA NUEVA ETAPA DEL PLAN ARQUIDIOCESANO DE
PASTORAL
Tengamos presente que estamos comenzando una nueva etapa del Plan
Arquidiocesano de Pastoral (PAP).
¿Qué es el Pan Arquidiocesano de Pastoral?
En primer lugar, un Plan es un proyecto que uno tiene, algo bien pensado y
organizado que uno intenta realizar.
Es Arquidiocesano porque abarca a toda la Arquidiócesis: a todos sus miembros:
sacerdotes, consagrados, consagradas y fieles laicos; a todas sus comunidades:
parroquias y capillas; escuelas y colegios; todas sus instituciones y movimientos, etc.
Es de Pastoral porque se refiere a la tarea de la Iglesia en su misión
evangelizadora en medio de la sociedad.
Entonces el PAP es un esfuerzo comunitario de la Iglesia particular de Tucumán
para responder a las necesidades de la Evangelización en un espacio y tiempo concretos:
“hoy” y “aquí”.
Se dijo muchas veces que la pastoral es un proceso que tiene fases, etapas; tiene
un desarrollo. “Entonces lo que queremos es iniciar una nueva etapa de nuestro Plan
Arquidiocesano de Pastoral, sabiendo que su contenido permanece vigente” (ver Carta
Pastoral. “Crucemos a la otra orilla”).
El contenido fundamental del Plan Arquidiocesano de Pastoral está en el Libro
Azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar Adentro y echen las redes”
(publicado en el mes de junio de 2004).
Entonces es muy conveniente volver a leer y tener presente el Libro Azul.
En este sentido debemos tener en cuenta que permanecen vigentes las
características o notas del PAP que explico a continuación:
El ángel la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc.
1,28).
Es la Iglesia enviada
Los destinatarios de la Nueva Evangelización son los cristianos alejados.
Como el Buen Pastor, sale a buscar a la oveja perdida.
María, en la Visitación, es la misionera que lleva a Jesús. El Papa Juan Pablo II dijo
que América es la nueva Visitación, pues Cristo fue traído por María: Estrella de la Nueva
Evangelización (ver Homilía en la Misa por la Evangelización de los pueblos, Santo
Domingo 11.10.1984).
A. El primado de Dios
Debemos partir del primado de Dios, de Jesucristo, de la gracia, respecto a toda
actividad humana, tanto en nuestra vida personal, como en nuestra vida comunitaria y en
nuestra pastoral.
“Nuestras Iglesias particulares están llamadas a renovarse en el camino de la
santidad comunitaria y misionera que anime la actividad pastoral ordinaria en forma más
creativa y orgánica. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida
pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, «pero es Dios
el que hace crecer» (1 Cor. 3,7) Reconocer el primado de la gracia de Cristo implica
alentar una renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración, de modo tal que
sepamos alimentarnos de ella para ser sus servidores en el compromiso de la
evangelización. La acción pastoral de la Iglesia se alimenta en la fuente de la vida divina y
alcanza su expresión más plena y bella en la liturgia” (Novo Millennio Ineunte, 80-81).
E. La liberad de espíritu
El mandato misionero exige invitar a la fe sin coacción alguna, dando cabida a que
surja en el corazón del hombre la respuesta libre que sólo puede provocar el Espíritu. Esta
actitud respeta por igual la gratuidad divina del llamado y la dignidad de la persona
humana (ver Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 36).
4. EL OBJETIVO GENERAL
Corresponde al capítulo 6 del Libro Azul (pág. 133).
También los Obispos Argentinos insisten en este tema con la Carta Pastoral sobre
la Misión Continental (20/8/2009).
La gran preocupación es cómo hacer que nuestros fieles, que fueron bautizados,
que hicieron su primera comunión, que tuvieron enseñanza religiosa en las escuelas, vivan
una fe práctica, comprometida. El problema es el de la recuperación a la práctica cristiana
de personas que, en algún momento, han gustado la fe. Tenemos que reconocer que
muchos de ellos no han tenido una catequesis profundizada.
Por tanto, esta nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, con los ajustes
necesarios, sigue teniendo la misma finalidad: L A M I S I Ó N .
Ahora se le agrega: con estilo kerigmático. De esta manera el objetivo es:
Expliquemos esto.
¿Qué es el Kerigma?
Kerigma es una palabra de origen griego que significa proclamación, anuncio. Es el
anuncio de la salvación obrada por Jesucristo, por su vida, muerte y resurrección.
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este orden ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera
evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su infancia
llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe, y sin tener
todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino solamente la capacidad de
creer puesta en ellos por el Bautismo y la presencia del Espíritu Santo...
Además muchos preadolescentes y adolescentes, que han sido bautizados y que
han recibido sistemáticamente una catequesis así como los sacramentos, titubean por
largo tiempo en comprometer o no su vida con Jesucristo...Finalmente los adultos mismos
no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe, a consecuencia de un
ambiente notoriamente incrédulo. Es decir que la “catequesis” debe a menudo
preocuparse, no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente
con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una
adhesión global a Jesucristo en aquellos que están en el umbral de la fe (Catechesi
Tradendae, 19).
Esto significa que muchos cristianos que fueron bautizados de niños, no han tenido
ninguna iniciación a la fe ni una adhesión explícita y personal a Jesucristo.
Lo que se busca es la evangelización de los cristianos no prácticos, la renovación y
fortalecimiento de su fe, su compromiso con la Iglesia.
Se trata de aquellos cristianos que, habiendo sido bautizados de niños, no han
vivido una verdadera conversión, ni han sido catequizados en profundidad.
Podemos comprobar que asumimos los criterios pastorales comunes que señala el
capítulo 4 del documento “Navega Mar Adentro” del Episcopado argentino.
La nítida asunción de estos criterios por parte de los agentes evangelizadores, no
es sólo una exigencia organizativa, sino la forma de realizar la comunión misionera de la
Iglesia en la Arquidiócesis de Tucumán.
La importancia de estos criterios se aprecia cuando pensamos en:
Las actitudes que nos están exigiendo;
Las exigencias de conversión que esos criterios nos plantean;
Las consecuencias positivas que se derivan de la aplicación de estos
criterios.
Pasar de unos pocos que hacen todo, a muchos que hacen cada uno un
poco;
Procurar que sean cada vez más los que se sumen a la tarea
evangelizadora;
Comprometer desde el principio a todos los agentes pastorales;
Ayudar y formar a los laicos para que asuman su misión en el mundo.
La imagen de los discípulos de Emaús es un ícono del camino pastoral que nuestra
Iglesia diocesana ha cumplido y todavía debe seguir recorriendo.
Dos discípulos abandonan la comunidad, después de la pasión y muerte de Jesús,
y se alejan de Jerusalén.
Estos discípulos se van, están tristes, derrotados y se apartan de la comunidad.
En la escena de Emaús vemos que la iniciativa del encuentro parte de Jesús, que
se pone a caminar y compartir sus vidas.
Las palabras de Jesús les hacen ver a los discípulos los acontecimientos de la vida
de una manera nueva y llena de esperaza.
Así los discípulos de Emaús descubren a Cristo en su misterio. Entonces renace el
ardor que mueve y empuja a proclamar la fe y decirle: “Quédate con nosotros porque ya
es tarde y el día se acaba”.
Estos discípulos, que se fueron desanimados y sin esperanza, al redescubrir a
Jesús en la Palabra y en la Eucaristía vuelven corriendo a Jerusalén a encontrarse con la
comunidad y decirles: ¡El Señor ha resucitado!
En la narración de los discípulos de Emaús el evangelista Lucas dice que después
que Jesús parte el pan, los dos lo reconocieron y en ese momento se pusieron en camino
y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban
con ellos y éstos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan” (Lc. 24,33-35).
Esto que hacen los discípulos es la práctica común de la Iglesia primitiva. Nos lo ha
recordado recientemente el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Verbum
Domini: “Los primeros cristianos han considerado el anuncio misionero como una
necesidad proveniente de la naturaleza misma de la fe: el Dios en que creían era el Dios
de todos, el Dios uno y verdadero que se había manifestado en la historia de Israel y, de
manera definitiva, en su Hijo, dando así la respuesta que todos los hombres esperan en lo
más íntimo de su corazón” (nº 92). En los Hechos de los Apóstoles se ve que la actividad
de los misioneros partía de la comunidad y retornaba a la comunidad. Los capítulos 13-14
de los Hechos son páginas significativas en este sentido.
“En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores… Un día mientras celebraban
el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a
Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado,
les impusieron las manos y los despidieron” (Hech. 13,1-3). Aquí los dos misioneros inician
un largo viaje a través de diversos lugares -Pafos, Panfilia, Iconio-, luego anuncian la
Palabra en Perge y descienden a Atalía. Y el libro de los Hechos agrega: “Allí se
embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para
realizar la misión que acababan de cumplir” (14,26).
En una palabra: la misión se inicia en la comunidad y retorna a la comunidad.
En este proceso se puede ver la naturaleza misma de la misión: Cristo ha recibido
la misión del Padre, viene a nosotros para anunciar el amor de Dios y retorna al Padre.
Somos enviados por Dios y debemos retornar a Dios. Jesús envía sus discípulos de dos
en dos “para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir” (Lc.
10,1). Después de la misión los setenta y dos volvieron “llenos de gozo” (Lc. 10,17).
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Ahora deben dejar Jerusalén para ir al encuentro de sus hermanos alejados y dar
testimonio que Cristo está vivo y los ama. Los discípulos de Emaús fueron, primeramente,
destinatarios del anuncio de la resurrección, luego deben ser sus misioneros para
comunicarlo a los otros.
De ahora en más serán testigos del Resucitado para todos los pueblos y todos los
hombres hasta los confines del mundo.
¡Ánimo: vayamos al encuentro del hermano! El día ya declina, pero Cristo ilumina
nuestro camino.
Esto significa que la renovación de nuestra misión no es fruto de una decisión
heroica, sino que es el fruto de un encuentro auténtico con Jesús resucitado.
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Capítulo Segundo
LAS TRES PRIMERAS CARTAS PASTORALES
Me parece importante tener presente estas tres Cartas Pastorales porque la fuerza
y convencimiento misionero surge de la vivencia de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y
del testimonio de la caridad.
Por ello, les propongo, en primer lugar, preguntarse si estas Cartas Pastorales se
dieron a conocer y se trabajaron en cada una de nuestras parroquias, capillas, escuelas
católicas, instituciones, movimientos, grupos pastorales, etc.
Les pido hacer luego una revisión acerca de cómo, en la vida personal y en
nuestras comunidades cristianas, se han acogido y puesto en práctica estas Cartas
Pastorales.
A. El Señor ha hablado
“En los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale
amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos” (Dei
Verbum, 21).
En Cristo tenemos la Palabra definitiva de los designios de Dios: hacernos sus hijos
adoptivos y partícipes de la naturaleza divina, por medio de Cristo, la Palabra hecha carne
en el Espíritu Santo.
Si nuestro Dios es el Dios que nos habla, a nosotros nos corresponde escuchar su
Palabra.
La respuesta a esta invitación es la fe.
La Palabra suscita la fe y convoca a la Iglesia: “Nosotros no cesamos de dar
gracias a Dios, porque cuando recibieron la Palabra que predicamos, ustedes la aceptaron
no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios que
actúa en ustedes, los que creen” (1 Tes. 2, 13).
A la Palabra de Dios el hombre responde con la fe. La fe nace de la escucha abierta
y cordial de la Palabra de Dios.
La comunidad cristiana, la Iglesia, nace de la Palabra. Lo que convoca y reúne a los
fieles es el anuncio de la Buena Noticia: es la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios “convoca”, equivale a decir que la Iglesia comienza por un
llamado de Dios.
Por lo tanto el contacto del fiel con la Sagrada Escritura exige una cordial
consonancia con la fe de la Iglesia. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de
Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce
en el nombre de Jesucristo (ver Dei Verbum, 10).
El Concilio Vaticano II nos recuerda que la Iglesia tiene para la Biblia la misma
veneración que tiene para la Eucaristía.
Debemos tomar conciencia de la estrecha unidad de la mesa de la Palabra de Dios
y la mesa de la Eucaristía y vivir esa unidad concreta en nuestra vida cristiana de cada
día.
Debemos alimentarnos del pan de la Palabra de Dios y del pan de la Eucaristía,
porque se trata de realidades que han de vivirse conjuntamente. Una prolonga a la otra.
Una prepara y profundiza a la otra. No es casualidad que la liturgia la mesa de la Palabra
de Dios preceda a la mesa de la Eucaristía.
Por eso debemos invitar a nuestros fieles a la mesa de la Palabra de Dios, así
como los invitamos a la mesa de la Eucaristía.
Cristo se da en su Palabra y se da en su Cuerpo. En ambos casos es el Pan de
Vida que da la vida eterna.
E. El “primado” de la Palabra
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Jesús proclama que la ocupación más necesaria es la elegida por María, una de las
hermanas, que sentada a sus pies lo escuchaba. La primacía está en el escuchar la
Palabra.
Hay, ciertamente, una relación entre el obrar caritativo de Marta, la otra hermana, y
la escucha de la Palabra por parte de María.
Podríamos sintetizar así: sólo quien escucha como María la Palabra de Dios es
capaz de hacer obras de caridad como Marta.
modos de la presencia del Señor: “(Cristo) está presente en su palabra, pues cuando en la
Iglesia se lee la Sagrada Escritura, es él quien habla” (Sacrosanctum Concilium, 7).
I. La Lectio divina
El Concilio nos habla de lectura acompañada de oración. Nuestra pastoral debe dar
prioridad a la familiaridad orante de cada fiel y de cada comunidad con la Biblia.
Esta familiaridad de todos los cristianos con la Sagrada Escritura es la lectio
divina.
La lectio divina entre los fieles es una gran esperanza para la renovación pastoral
de nuestras comunidades.
¿Qué entendemos por lectio divina?
Es la oración que nace de la Biblia y se hace con la Biblia.
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Se puede decir que la lectio divina es la lectura de una página bíblica que tiende a
hacerse oración y a transformar la vida.
Como Iglesia arquidiocesana, debemos promover en todos los fieles la
práctica de la lectio divina.
Para facilitar la formación de los Círculos Bíblicos, la Arquidiócesis ha publicado
tres libros que permiten realizar la lectio divina en relación con el Evangelio del domingo, y
siguiendo los tres ciclos de la liturgia: A, B y C.
J. Palabra-Vida
2. LA CARTA DEL AÑO 2001:“Hagan esto en memoria mía” (LC. 22, 19)
3. LA CARTA DEL AÑO 2002 “En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35)
En la Carta Pastoral del año 2002, “En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35), continúo los temas y
la intención de las anteriores cartas de los años 200 y 2001 y en ella me refiero a la
Caridad.
El punto de partida de la Iglesia es la Palabra de Dios. Al que responde por la fe
Dios se le comunica. La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nos dice que la
Iglesia es la Iglesia que escucha la Palabra viviente de Dios, se nutre de ella y la proclama
a los hombres.
La Iglesia generada por la Palabra y alimentada por la Eucaristía produce su fruto y
alcanza su culmen en la Caridad.
La Iglesia es la Iglesia de la caridad, que vive la caridad, porque ante todo es la
Iglesia del amor trinitario y del amor de Cristo.
La caridad es el momento descollante, la síntesis de la comunidad cristiana.
En esta Carta Pastoral “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos:
en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13, 35), me referiré a la Caridad.
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Capítulo Tercero
LA CARTA PASTORAL DEL AÑO 2003: “VAYAN, Y
HAGAN QUE TODOS LOS PUEBLOS SEAN MIS
DISCÍPULOS” (MT. 28,19)
Las tres primeras Cartas Pastorales que recordamos en el capítulo anterior son el
fundamento de la Misión de la Iglesia.
La Iglesia se hace misionera apoyándose y sosteniéndose en aquellos dones
divinos que la constituyen como comunidad misionera:
La Palabra de Dios recibida y asimilada que hace de los creyentes testigos de la fe,
capaces de hacer nuevos discípulos de Cristo;
Los sacramentos, especialmente la Eucaristía, porque construye la comunión de
todos los fieles en el Cuerpo de Cristo, y los conduce a hacer de la propia vida un
sacrificio “en rescate por una multitud” (ver Mc. 10,45);
La caridad con la cual Dios nos ha amado y que es el corazón de la tarea misionera
según la regla que nos dejó Jesús. “En esto todos reconocerán que son mis
discípulos...” (Jn. 13,35).
Tenemos necesidad de descubrir que el empuje misionero surge de la
contemplación de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y del Testimonio de la caridad que
es el camino que hemos recorrido en estos años.
La Palabra, los Sacramentos y el Testimonio de la caridad son la raíz desde donde
brota la misión en la Iglesia.
La caridad de la Iglesia, que crece y se alimenta continuamente de la Palabra y de
la Eucaristía, se abre a la misión. La Iglesia descubre que la caridad debe sobrepasar
continuamente los límites de la propia comunidad para extenderse a todos los hombres, a
los que Cristo ama y quiere atraer hacia el Padre. Cuando una comunidad no coloca en el
centro de sí misma a sus propios proyectos o las propias instituciones, sino a Jesucristo,
presente en la Palabra y en la Eucaristía, necesariamente, se pone en estado de misión
hacia cada persona y cada ámbito que debe ser alcanzado por el gozoso anuncio del
Evangelio.
1. EL TEMA DE LA CARTA “VAYAN Y HAGAN QUE TODOS LOS PUEBLOS SEAN MIS DISCÍPULOS”
El tema es la Misión y tiene la intención de ayudar a renovar e impulsar la acción
pastoral de nuestras comunidades.
La misión es la medida de la autenticidad de nuestra vida cristiana y eclesial:
“Finalmente, el que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la
verdad, la piedra de toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya
acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que, a su vez,
da testimonio y anuncia” (Evangelii Nuntiandi, 24).
Primera Parte
D) Apostolado
E) Evangelización de la cultura
F) Promover los valores del Reino
Segunda Parte
Esta segunda parte mira a alimentar la espiritualidad de los agentes de pastoral
para que no se apoyen en sus fuerza humanas sino solamente en Dios. Esto implica
reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros
sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, pero “es Dios el que hace crecer” (1
Cor. 3,7).
Reconocer la primacía de la acción de la gracia de Cristo implica alentar una
renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración, de modo que sepamos
alimentarnos de ella para ser sus servidores en el compromiso de la evangelización.
⇒ El capítulo cuarto muestra cuáles son las condiciones de la misión. Se trata de
recorrer el camino que nos hace pasar del obrar humano a la acción de Dios. En este
capítulo se meditan estos textos bíblicos:
A) “Él decía esto para ponerlo a prueba” (Jn. 6,6).
B) El caso de Gedeón (Jueces 6,1-16; 7,1-8)).
C) El caso de Moisés (Ex. 3,1-12).
D) La instrucción a los combatientes (Deut. 20, 1-4).
⇒ El capítulo 5 lo transcribo para que se medite.
⇒ El capítulo 6 lo transcribo para que pueda ser meditado.
1. El primado de la fe
Pablo: “Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo
que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno” (2 Cor. 4,18).
Una fe así es una fe que se llena de alegría aún en las pruebas. Santa Teresa del
Niño Jesús, en sus Escritos autobiográficos, dice: “Me encuentro en un punto de mi
existencia desde el cual puedo mirar el pasado; mi alma se ha madurado en las pruebas
externas e internas. Ahora como un capullo reforzado por la tempestad, me reanimo de
nuevo y veo que en mí se verificaron las palabras del Salmo: «El Señor es mi Pastor,
nada me puede faltar» (Sal. 22)”.
Con esta fe, debe misionar el evangelizador. Es la fe señalada por San Pedro: “Así
la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero
purificado por el fuego” (1 Ped. 1,7).
Tenemos que poseer el “entusiasmo de la fe” que es contagioso y es el que “atrae”
a los ausentes hacia la comunidad cristiana y los “ayuda” a vivir un cristianismo práctico.
Entonces tenemos que renovar esta “actitud entusiasta y contagiosa de la Fe”.
Es el estar enamorados de Jesús lo que nos hace misioneros.
La misión nace de un profundo amor a Jesucristo. Contemplando a Jesús en la
cruz, participamos de su compasión por la multitud: “Al ver a la multitud tuvo compasión,
porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a
sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al
dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha»” (Mt. 9,36-38).
Contemplando la cruz, descubrimos el gesto supremo del amor de Dios por el
hombre. Participando de la agonía del Señor, participamos de su compasión por los
hombres, que no saben hasta qué punto Dios los ama o que, sabiéndolo, no corresponden
a ese amor.
Es este amor a Jesucristo, esta compasión, lo que nos hace misioneros.
Lanza al discípulo a hacerse testigo del Resucitado para sus hermanos.
El empuje misionero nace de haber encontrado un tesoro y del ansía de compartirlo
con los que uno quiere.
Si de verdad hemos entendido que Jesús no es un hombre cualquiera, sino el Hijo
de Dios, que conoce la verdad plena del hombre, no podemos permanecer indiferentes
delante de tantos hermanos que viven, trabajan, sufren y mueren sin conocer ni
encontrarse con Jesús.
Jesús pide nuestra colaboración para reunir a todos los hombres. Necesita nuestros
brazos, nuestra boca, nuestro corazón.
Para la reflexión
Para la reflexión
• ¿hemos descubierto la acción del Espíritu Santo en nuestra labor pastoral?
• ¿qué signos hemos tenido de ella?
• ¿contamos con ella para animarnos a emprender esfuerzos nuevos y creativos (a
“remar mar adentro”)?
Para la reflexión
Jesús es nuestro Maestro: vino para darnos a conocer al Padre, para darnos a
conocer a Dios. Nosotros no podemos ver a Dios. El Maestro que nos lleva a Dios es
Jesús: para eso ha sido enviado al mundo y no hay ningún otro maestro que pueda
igualarlo y menos superarlo. El conocimiento que Jesús tiene del Padre, no es como el
que nosotros podemos tener cuando decimos que conocemos a una persona.
Jesús conoce al Padre porque él está en el Padre y el Padre está en él. No se
trata de una simple información sobre quién es el otro, sino que es una unión tan fuerte,
que llegan a ser uno solo: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno,
como nosotros somos uno” (Jn. 17,22).
Jesús tiene ese conocimiento del Padre porque Él es Dios junto con el Padre:
“Padre justo, decía Jesús, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí” (Jn. 17,25).
Jesús dice: “Les di a conocer tu Nombre” (Jn. 17,26). ¿Cuál es su nombre? Ese
nombre es el de “Padre”. Cristo vino para eso: para contarnos que Dios es Padre; para
poner en nuestro corazón y en nuestros labios la oración de los hijos. Jesús nos dijo:
“Cuando oren digan: Padre, santificado sea tu Nombre” (Lc. 11,2).
Jesús es nuestro Salvador y Redentor: vino para dar la vida por la salvación de los
hombres: El Padre ha manifestado su gran amor por los hombres entregando a su
Hijo Único como víctima en sacrificio por la humanidad.
Como si fuera poco hacernos conocer al Padre, Jesús también da su vida por
nuestra salvación. El entrega su vida por amor y la medida de este amor es la del amor
más grande: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos, nos dijo Jesús
(ver Jn. 15,13).
Jesús es nuestro Buen Pastor: “Yo he venido para que los hombres tengan Vida y
la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).
La vida que Jesús vino a traer a los hombres no es una simple prolongación de la
vida mortal, como lo podría aportar un médico que nos alarga la vida, en una grave
enfermedad.
La vida que Jesús vino a traernos es la vida eterna, la vida que tiene Dios. Por
ser enviado y por venir del Padre, Jesús posee esa vida y puede darla a los que creen en
Él: “El que cree en el Hijo tiene Vida eterna” (Jn. 3,36).
La vida eterna no es vivir unos años más, aunque sean infinitos, sino es vivir como
hijos de Dios. Es participar de la vida de Dios. Es vivir en la intimidad y en la
familiaridad con Dios, como vive Jesús.
Jesús tiene esa vida porque Él es Dios junto con el Padre y ha sido enviado para
que también nosotros podamos llamarnos y ser hijos de Dios, participando de esa misma
vida.
“¡Miren como nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y
nosotros lo somos realmente” (1 Jn. 3,1).
Jesús es nuestro Maestro, nuestro Redentor y nuestro Buen Pastor.
Para la reflexión
Lo mismo que Jesús, los discípulos deben dar a conocer a Dios a los hombres.
Los discípulos tienen que llevar a sus hermanos, a todos los hombres, a conocer a
Jesús y conociendo a Jesús, conocer al Padre. A los discípulos que querían ver al Padre,
el Señor les respondió: “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Jn. 14,9).
Lo mismo que hizo Jesús. Si Jesús ha dado la vida por nosotros, también nosotros
debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si Jesús nos amó, también nosotros
debemos amar como Él a nuestros hermanos.
“Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn.
10,10). Jesús envía a sus discípulos para que hagan partícipes a todos los hombres de
esa misma vida que tiene el Padre.
29
Entonces tenemos que dar a conocer a los hombres a Jesús y al Padre, tenemos
que dar muestras de amor a nuestros hermanos y es necesario llevar a los hombres a que
alcancen la condición de hijos de Dios: enseñándoles el camino y alcanzándoles los
medios.
Todo esto, en su conjunto, es lo que llamamos “evangelización”.
Para la reflexión
Jesús pudo realizar esta obra porque estaba unido al Padre: “Yo y el Padre somos
una sola cosa” (Jn. 10,30). Jesús contaba con la vida y con la fuerza de Dios para
realizar esta obra de salvar a los hombres.
Pero los discípulos podían haber dicho: “esta no es una obra que esté a nuestro
alcance”. Supera nuestro entendimiento, supera nuestras capacidades, supera nuestras
fuerzas.
Por esta razón Jesús envía el Espíritu Santo: A estos discípulos, débiles,
frágiles, desorientados, temerosos, tristes, incapaces de entender solos las cosas
de Dios, Jesús los transforma dándoles la vida de Dios. El Espíritu Santo que ellos
reciben es un solo Dios con el Padre y el Hijo. Es la tercera persona de la Santísima
Trinidad. Es la Vida, la Fuerza y el Amor de Dios.
El Espíritu Santo da luz, vida, fuerza y amor a los creyentes.
El Espíritu Santo es dado a la Iglesia, y esto significa que le está otorgando un
poder de hacer cosas que solamente pueden ser hechas por Dios: como convertir a
un pecador y hacerlo santo.
Sabemos también que esos discípulos, que unos momentos antes estaban
encerrados, llenos de miedo, quedaron transformados al recibir el Espíritu Santo en
Pentecostés. Olvidaron el temor y la tristeza y, llenos de valor y alegría, salieron a
transformar el mundo anunciando el Evangelio por todas partes. Ni las amenazas, ni las
cárceles, ni el martirio pudieron hacerlos callar; porque hablaban y actuaban impulsados
por el Espíritu Santo, que es fuerza, vida y amor de Dios.
La donación del Espíritu Santo no se limita al momento que lo recibieron los
Apóstoles en Pentecostés. Jesús sigue entregando su Espíritu a la Iglesia.
Para cada uno de nosotros, la recepción del sacramento de la Confirmación fue su
Pentecostés. El día de la Confirmación, quedamos llenos del Espíritu Santo. Y El Espíritu
Santo nos transformó en testigos de Cristo. Como sucedió el día de la Confirmación, cada
uno de nosotros debe sentirse llamado por su nombre para ser misionero, evangelizador,
apóstol de Cristo.
Para la reflexión
SEGUNDA PARTE
32
Capítulo Cuarto
ALENTAR UN ESTILO MISIONERO EN LA PASTORAL
ORGÁNICA Y DIOCESANA EN TODAS LAS
COMUNIDADES
Para la reflexión
Para la reflexión
El coordinador
En cada zona en que se divide el territorio parroquial hay un “coordinador”. En cada
zona el coordinador se reúne, periódicamente, con los misioneros de su territorio.
Los misioneros
Los misioneros o mensajeros parroquiales “son los encargados de visitar las casas,
al menos, una vez por mes. Su misión es hacer que la información y consulta llegue a
todos en forma personalizada y eficaz… Los misioneros pueden cumplir tres tareas
principales:
Tarea informativa sobre la vida y actividades de la comunidad parroquial.
Tarea asistencial: detectar enfermos, niños sin bautizar o sin catequizar, gente
necesitada de ayuda espiritual o material.
Tarea evangelizadora: formación de grupos de oración o círculos bíblicos en las
casas (Libro Azul, pág. 112)
Al visitar las casas los misioneros llevarán la cartilla u hoja o boletín parroquial.
Equipo de redacción
Es importante que haya un equipo encargado de la redacción de la cartilla. Deben
ser personas que conozcan los lineamientos pastorales de la parroquia y tener
representación en el Consejo Pastoral.
35
La lectura orante
Entre las formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada: la lectio
divina o ejercicio de lectura orante de la Palabra de Dios. El Documento de Aparecida
dice: “Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación) la lectura
orante favorece el encuentro personal con Jesucristo” (nº 249).
Para facilitar el encuentro del pueblo de Dios con su PALABRA proponemos la
formación de Círculos Bíblicos.
Los Círculos Bíblicos son un espacio de participación y comunión en los que un
grupo de personas, vecinos, familiares, amigos se reúnen en un día y hora prefijada a
reflexionar sobre el texto evangélico.
Los Círculos Bíblicos son el instrumento para llevar y compartir la Buena Noticia a
todos.
En las parroquias se propone que los mensajeros/misioneros que visitan las casas,
sean los encargados de reunir a los vecinos y formar los Círculos Bíblicos.
Para facilitar la formación de los Círculos Bíblicos, la Arquidiócesis ha publicado tres
libros que permiten realizar la lectio divina con el Evangelio del domingo y siguiendo los
tres ciclos de la liturgia: A, B y C.
6. PROGRAMAS DE RADIO
Es muy importante que cada parroquia (capilla) tenga un programa semanal en la
FM de su zona. Por medio de la radio la parroquia puede entrar en muchas casas, no sólo
llevando noticias de la vida parroquial, sino, también, haciendo una catequesis.
Esta es una tarea laical. Para ello cada parroquia debería capacitar a un grupo de
laicos para que realice esta tarea.
a) Misiones populares
Las misiones populares tienen una larga tradición en la pastoral de la Iglesia. Las
misiones populares son acciones pastorales extraordinarias al servicio de la pastoral
ordinaria.
Ellas son eficaces, no sólo para el acrecentamiento o recuperación de la fe, sino
también para dar a nuestras comunidades ese estilo misionero que debe caracterizar a
toda comunidad cristiana.
Necesitamos parroquias en permanente estado de misión. Se ha de renovar el
impulso misionero de la parroquia para que no quede cerrada y centrada sobre sí misma.
La parroquia debe pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera.
Recordemos que los destinatarios de la Nueva Evangelización son los cristianos no
prácticos, o practicantes irregulares.
37
b) Misiones parroquiales
Se propone que la Parroquia realice todos los años una misión en su territorio. Se
deberá hacer en alguna zona de la parroquia menos atendida pastoralmente. En esta
misión el protagonismo misionero estará a cargo de los fieles laicos de la misma
Parroquia. También podrían colaborar agentes pastorales (sacerdotes, consagradas y
laicos) del Decanato. Esto supone que en el Decanato se tengan que organizar para que
no se superpongan las misiones de las diferentes Parroquias que lo integran.
Para la reflexión
b) Objetivos específicos:
Despertar y avivar el fervor evangelizador de nuestras comunidades
parroquiales, educativas, instituciones y movimientos.
Implementar o revitalizar la Misión Permanente en todas nuestras comunidades.
d) El contenido de la misión
En el centro de la misión está Jesucristo.
La misión consiste en proclamar que:
f) La organización
Es importante que la organización de la Misión esté a cargo del Consejo Pastoral
Parroquial. Se determinará la zona en donde se realizará la Misión.
Se confeccionará un Mapa del territorio a misionar, en donde se señalará:
• Cantidad de viviendas
• Estimación de la población
• Escuelas y colegios
• Centros de salud
• Geriátricos
• Otros lugares o centros de importancia comunitaria.
Se dividirá la zona a misionar en sectores y se nombrará un«responsable» para
cada sector.
También se preparará el material que se entregará a cada familia.
g) Tiempo de oración
La misión parroquial debe ser realizada desde una visión y vida de fe.
El centro de la Misión es JESUCRISTO: su proclamación y el encuentro con Él.
La misión intentará renovar la profunda adhesión de cada fiel a Jesucristo, único
Salvador del mundo. Empezando por cada uno de los cristianos comprometidos, agentes
de pastoral, misioneros. Por eso la preparación espiritual para la misión es Fundamental.
El agente principal de la misión es, propiamente, el Espíritu Santo. Por eso, en el
camino de preparación a la misión es fundamental la oración.
Capítulo Quinto
IMPULSAR UN ITINERARIO CATEQUÍSTICO
PERMANENTE CON ESPECIAL INSISTENCIA EN LA
INICIACIÓN CRISTIANA Y EN LA FORMACIÓN DE
LOS AGENTES DE PASTORAL
“Son muchos los creyentes que no participan
de la Eucaristía dominical, ni reciben con
regularidad los sacramentos, ni se insertan
activamente en la comunidad eclesial… este
fenómeno nos interpela profundamente a
imaginar y organizar nuevas formas de
acercamiento a ellos para ayudarles a valorar
el sentido de la vida sacramental, de la
participación comunitaria y del compromiso
ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de
católicos sin conciencia de su misión de ser
sal y fermento del mundo, con una identidad
cristiana y débil” (Documento de Aparecida,
286).
El gran desafío de hoy para la iniciación cristiana es ver “cómo estamos educando
en la fe y cómo estamos alimentando la vivencia cristiana” (Documento de Aparecida,
287).
La catequesis es un camino pastoral privilegiado. En gran medida la Nueva
Evangelización pasa por la catequesis. Debemos trabajar en la catequesis y en la
formación religiosa de nuestro pueblo. Nuestro pueblo es creyente, pero su fe es débil y
poco formada, acosada por las sectas y el secularismo.
Debemos desarrollar una catequesis integral que acompañe a los niños, jóvenes y
adultos en todo el proceso de su maduración cristiana.
La catequesis “comporta un acercamiento a las Escrituras en la fe y en la Tradición
de la Iglesia, de modo que se perciban esas palabras como vivas, al igual que Cristo está
vivo hoy donde dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20)“ (Verbum Domini, 74).
Debemos comprometernos en vigorizar la tarea catequística que ayude a los fieles
a un mayor conocimiento de Jesucristo y a comprometerse en llevar una vida cristiana
coherente con su fe: “Un gran medio para introducir al pueblo de Dios en el misterio de
Cristo es la catequesis. En ella se trasmite de forma sencilla y substancial el mensaje de
Cristo. Convendrá por tanto intensificar la catequesis y la formación en la fe, tanto de
niños como de los jóvenes y adultos” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida,
3).
La iniciación cristiana, como acción evangelizadora de la Iglesia, debe ubicarse
dentro del Plan Arquidiocesano de Pastoral y, por lo mismo, debe vincularse
orgánicamente con el resto de las acciones pastorales.
En este sentido el Plan de Pastoral es el marco necesario para la catequesis. La
catequesis no puede estar aislada del resto de la pastoral de la comunidad.
El modelo ideal de Iglesia que nos propusimos (ver capítulo 1) es ser una
comunidad viva donde aquel que ha sido catequizado y haya celebrado su iniciación
cristiana pueda vivir y compartir la fe.
1. CATEQUESIS DE NIÑOS
Es importante tener presente la Instrucción Pastoral
sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, publicada en
el año 2005. Es necesario que los catequistas la conozcan,
la estudien y la apliquen.
Destaco algunos temas y aspectos que de ninguna manera se pueden dejar de lado
en la Iniciación cristiana de los niños:
40
b) Hay que hacer un gran esfuerzo para que ningún niño se quede sin
catequesis. Para ello no basta sólo facilitar su participación en la catequesis; es necesario
también ir a buscar a los que no llegan.
La catequesis misionera debe llegar a todos, especialmente a los más alejados.
Para ello se debe ir a buscarlos y no sólo esperar a que vengan.
No se debe rechazar a ningún chico de la catequesis preparatoria para la primera
comunión. La Parroquia tiene la obligación de catequizar a todos los chicos. No se debe
poner un límite en el número de catecúmenos a catequizar. No podemos excluir a nadie.
La parroquia, la capilla, debe recibir a todos y acogerlos con delicadeza, y no imponer
métodos de catequesis tan estrictos que, en la práctica, constituyen una barrera.
d) En muchos lugares hay una notable disminución entre los niños que
hicieron su Primera Comunión y los que se preparan para la Confirmación. Cada Centro
catequístico tendría que ir a buscar a esos niños para que puedan recibir el Sacramento
de la Confirmación.
2. CATEQUISTAS
Se debe procurar aumentar el número de los catequistas dada la cantidad de niños
que tenemos en la catequesis.
Sabemos que en las y los catequistas existe mucha buena voluntad, disponibilidad
y generosidad para cumplir su tarea y, por eso, se lo
agradecemos de todo corazón. Pero también, debemos Es prioritaria
reconocer que muchos de ellos no tienen la preparación la formación
necesaria para cumplir esta tarea. Este es un tema de los catequistas:
prioritario que se debe abordar en las comunidades: la
formación de los catequistas tanto en lo doctrinal como en • en lo doctrinal,
lo espiritual y lo metodológico. • en lo espiritual
y
• en lo
41
Tenemos que fomentar que todas las parroquias tengan el mayor número posible
de catequistas que hayan cursado en el Seminario Catequístico. Además hay que
acompañar a los catequistas en la preparación de los Encuentros con los niños.
También es muy frecuente el caso de catequistas adolescentes. Como se pide en la
Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, los catequistas no
deben ser menores de 18 años.
Recordemos que en las Normas de esta Instrucción se dispone que “en cada
Parroquia se debe constituir el Equipo Parroquial de Catequesis”. Este Equipo “es un
organismo parroquial que integra a todos los catequistas de la parroquia (tanto de la sede
como de las capillas, oratorios y demás comunidades) que, en plena comunión con el
párroco, orienta y promueve toda la catequesis de la parroquia. El Equipo Parroquial de
Catequesis tendrá un coordinador, designado por el párroco, por un período de tres años,
pudiendo ser renovado su nombramiento solamente por un nuevo trienio” (nº 6).
El relato, del Evangelio según san Lucas 19,1-10, comienza y termina con el verbo
“buscar”.
En el v. 3 Zaqueo “busca” ver a Jesús; en el v. 10 Jesús se revela como el Hijo del
hombre que viene a “buscar” y salvar lo que estaba perdido.
El encuentro se produce gracias al amor de Jesús que busca a Zaqueo, superando
todos los obstáculos. Pero también se valoriza y se purifica la búsqueda de Zaqueo que, a
partir de una curiosidad inicial, se transforma en una gozosa acogida de Jesús y en una
conversión.
El fruto más preciado de este encuentro es la conversión de Zaqueo. Consciente y
convencido de las injusticias que ha cometido, decide devolver con creces –al cuádruple-
a quienes había defraudado. Además asume una actitud de desprendimiento de las cosas
materiales y de caridad hacia los necesitados, que lo lleva a dar a los pobres la mitad de
sus bienes.
Algo parecido sucede en el encuentro con la Samaritana (Jn. 4,1-42). Aquí también
la iniciativa la tiene Jesús. Pero la misericordia salvífica del Señor se cruza con una
búsqueda humana, que es purificada y engrandecida.
La mujer, en primer lugar, busca el agua, y Jesús la invita a ir más allá del agua,
prefigurada en el deseo inicial. Luego la mujer intuye en Jesús al profeta, porque conoce
su vida pasada y entonces trata de ubicarlo dentro de los personajes bíblicos conocidos:
“nuestros padres”. Jesús la invita a abandonar estos esquemas, abriéndose hacia la
promesa mesiánica. La mujer trata de conducir a Jesús al tema de la espera del Mesías
que debía de venir. Y otra vez más, Jesús le hace dar un salto para abrirse al “ahora”
salvífico ya presente en su persona.
Jesús la llama para saciar su sed, que no era sólo material, pues en realidad “el
que pedía de beber, tenía sed de la fe de la misma mujer” (S. Agustín, Comentario al Ev.
según S. Juan, 15,11), y al hablarle del agua viva, el Señor suscita en la samaritana una
pregunta, casi una oración, cuyo alcance real supera lo que ella podía comprender en
aquel momento: “Señor, dame esa agua, para que no tenga más sed” (Jn. 4,15). La
samaritana, aunque todavía no entendía, en realidad estaba pidiendo el agua viva de la
que le hablaba Jesús. Al revelarle el Señor su mesianidad, la samaritana se siente
impulsada a anunciar a sus conciudadanos que ha descubierto al Mesías (ver Jn. 4,2.28-
30).
5. LA CATEQUESIS OCASIONAL
La Carta Pastoral Crucemos a la otra orilla dedica el capítulo octavo a este tema.
La Providencia nos proporciona varias oportunidades para hacer una catequesis. Lo
importante es que aprovechemos esas ocasiones.
Además de la catequesis sistemática, debemos aplicar la catequesis ocasional. En
esto Jesús nos enseña todo un estilo verdaderamente misionero. El Evangelio nos trae
encuentros ocasionales de Jesús con algunas personas, y Él no deja pasar esa
circunstancia para hacer una verdadera catequesis.
Recordemos los encuentros con Zaqueo, con la samaritana o con los discípulos de
Emaús.
También la comunidad debe aprovechar ciertos momentos especiales para hacer
una verdadera catequesis.
A continuación menciono algunos de esos encuentros en los que podemos
catequizar.
a) Catequesis prebautismal
Pensemos que la mayoría que se acerca a pedir el Bautismo para sus hijos son
cristianos no prácticos. En la Arquidiócesis hemos publicado la Instrucción Pastoral
sobre el Bautismo de los Niños, en el año 2005. Allí se lee: “Es necesario que en
cada parroquia haya un Equipo encargado de la pastoral bautismal. Como es obvio, el
párroco solo no puede realizar todo lo que supone esta pastoral, donde son muchas y
diferenciadas las exigencias.
La acogida de los padres que piden el Bautismo para sus hijos, la catequesis
bautismal, la celebración del sacramento y el acompañamiento de las familias,
suponen la participación organizada de muchas personas”.
La Carta del Episcopado Misión Continental dice: “La novedad misionera debe
estar en agregar a la preparación pre-bautismal, una pastoral post-bautismal, donde
la Iglesia haga visible que se hace cargo de los hijos que engendra” (nº 32).
b) Catequesis prematrimonial
Capítulo Sexto
PROMOVER EL COMPROMISO MISIONERO HACIA
UNA SOCIEDAD JUSTA Y RESPONSABLE
1. EVANGELIZAR ES EL FIN DE LA IGLESIA
La Iglesia existe para evangelizar. Esta es la conciencia de Pablo: “¡Ay de mí si no
predicara el Evangelio” (1 Cor. 9,16). La Iglesia existe para esto. Anunciar a Jesucristo y la
misericordia del Padre es el corazón del Evangelio, que debemos llevar, con confianza y
con fuerza, a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo en las situaciones
cambiantes de nuestra historia.
La Iglesia está al servicio del Evangelio y de la obra redentora de Cristo: “La obra
de la redención de Cristo, de por sí busca la salvación de los hombres y, a la vez, intenta
restaurar todo el orden temporal. Por lo tanto, la misión de la Iglesia no es sólo llevar el
mensaje y gracia de Cristo a los hombres, sino también impregnar y perfeccionar todo el
orden temporal con el espíritu evangélico” (Apostólicam Actuositatem, 5). Por tanto la
Iglesia está llamada a contribuir al perfeccionamiento del orden social y del bien temporal
de los hombres. Esta tarea es parte integrante de la misión general de la Iglesia. El Papa
Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus indica que la Doctrina Social de la Iglesia
“pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya
que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad” (nº 5).
La Iglesia que peregrina en Tucumán tiene conciencia que ésta es su misión
esencial.
ordenación de la sociedad humana, interesa mucho al bien del Reino de Dios” (Gaudium
et Spes, 39).
La religión no puede ser un atajo para que el laico se exima de su responsabilidad
en la sociedad. La confesión de Cristo, el pensamiento del cielo, el fin trascendente del
hombre, de ningún modo deben hacer que los cristianos vivan aparte del mundo,
descuidando las cosas de la tierra.
La formación
CONCLUSIÓN
Queridos hermanos y hermanas:
El Papa Benedicto XVI dice en Verbum Domini que “todo lo que le sucedió a María
puede sucedernos ahora a cualquiera de nosotros en la escucha de la Palabra y en la
celebración de los sacramentos”(nº 28).
DOCUMENTOS CITADOS
PABLO VI, Carta encíclica… sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos,
Populorum Progressio, Ciudad del Vaticano, 1965.
PABLO VI, Exhortación apostólica… acerca de la evangelización del mundo
contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, Buenos Aires, Paulinas, 1976.
JUAN PABLO PP II, Exhortación apostólica post-sinodal… sobre la vocación y misión de los
laicos en la Iglesia y en el mundo, Christifideles Laici, Buenos Aires, Claretiana, 1989.
VILLALBA, LUIS H.1, Carta pastoral de cuaresma. “Felices los que escuchan la Palabra de
Dios y la practican” (Lc. 11,28), San Miguel de Tucumán, 2000.
VILLALBA, LUIS H.2, Carta pastoral de cuaresma. “Hagan esto en memoria mía”, (Lc. 22,19),
San Miguel de Tucumán, 2001.
VILLALBA, LUIS H.3, Carta pastoral. “En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35), San Miguel de
Tucumán, 2002.
VILLALBA, LUIS H.4, Carta pastoral. “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos” (Mt. 28,19), San Miguel de Tucumán, 2003.
VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de Niños, San Miguel de Tucumán,
2005.
VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, San Miguel
de Tucumán, 2005.
VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral: La Catequesis de Adultos, San Miguel de Tucumán,
2008.
52
ÍNDICE
Introducción...........................................................................................................................................3
1. Esquema de la Carta..................................................................................................................3
La primera parte........................................................................................................................3
La segunda parte........................................................................................................................4
2. Destinatarios y uso de esta Carta...............................................................................................4
3. Metodología de trabajo..............................................................................................................4
Adaptación a los diferentes destinatarios .................................................................................5
PRIMERA PARTE................................................................................................................................6
Capítulo Primero
La Nueva Etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral......................................................................7
1. La Espiritualidad de comunión es el alma del Plan Arquidiocesano de Pastoral .....................7
2. El modelo ideal de Iglesia ........................................................................................................7
3. Las características generales que identifican a la Iglesia Arquidiocesana................................8
4. El Objetivo General ................................................................................................................10
¿Qué es el Kerigma?................................................................................................................10
El contenido del kerigma.........................................................................................................12
5. Los Criterios pastorales comunes ...........................................................................................12
6. El itinerario de los discípulos de Emaús ................................................................................14
Capítulo Segundo
Las tres primeras Cartas Pastorales.................................................................................................16
1. La Carta del año 2000:
“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11,28).................................16
2. La Carta del año 2001:“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19)........................................20
3. La Carta del año 2002 “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el
amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35)................................................................21
Capítulo Tercero
La Carta Pastoral del año 2003: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt.
28,19)...............................................................................................................................................23
1. El tema de la Carta “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”..................23
2. Los tres pilares del misionero..................................................................................................24
1. El primado de la fe..............................................................................................................24
2. La fuerza del Espíritu Santo................................................................................................25
3. La alegría del anuncio evangélico.......................................................................................26
3. “Como el Padre me envió a mí,
Yo también los envío a ustedes” (Jn. 20,21)...............................................................................27
1. El Padre envió a Jesús.........................................................................................................27
2. Jesús envía a sus discípulos................................................................................................28
3. El Espíritu Santo, Agente Principal y Alma de la Misión...................................................29
SEGUNDA PARTE...........................................................................................................................31
Capítulo Cuarto
Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y diocesana en todas las comunidades...........32
1. Despertar y potenciar la vocación misionera de todos los bautizados ...................................32
2. Desarrollar un estilo de parroquia acogedora..........................................................................33
3. Acercar la parroquia a la vida de las personas........................................................................34
4. La cartilla u hoja parroquial ...................................................................................................34
5. Los Círculos Bíblicos..............................................................................................................35
6. Programas de radio..................................................................................................................35
7. La parroquia presente en su territorio ....................................................................................35
8. Crear Capillas en los lugares adonde no llega la Parroquia....................................................36
9. Elaborar e ir desarrollando, poco a poco, en la parroquia un proyecto misionero..................36
10. Realizar periódicamente gestos misioneros programáticos...................................................36
a) Misiones populares.............................................................................................................36
b) Misiones parroquiales........................................................................................................37
c) Los objetivos de la misión popular.....................................................................................37
d) El contenido de la misión....................................................................................................37
e) El sujeto de la misión ........................................................................................................37
f) La organización...................................................................................................................38
g) Tiempo de oración..............................................................................................................38
h) Misión en los “ambientes” de nuestra arquidiócesis...........................................................38
53
Capítulo Quinto
Impulsar un Itinerario Catequístico Permanente con especial insistencia en la Iniciación Cristiana
y en la formación de los agentes de pastoral...................................................................................39
1. Catequesis de niños ................................................................................................................39
2. Catequistas...............................................................................................................................40
3. Catequesis de Jóvenes y Adultos.............................................................................................41
4. ¿Cómo catequizar al hombre de hoy?.....................................................................................41
a) El encuentro con Zaqueo.....................................................................................................42
b) El encuentro con la Samaritana...........................................................................................42
c) El encuentro con Pablo en Damasco ..................................................................................42
d) La catequesis al servicio de la pedagogía divina................................................................42
5. La catequesis ocasional..........................................................................................................43
Capítulo Sexto
Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable ................................45
1. Evangelizar es el fin de la Iglesia .........................................................................................45
La presencia de los laicos en la vida pública...........................................................................46
2. Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables......................................................47
Conclusión.......................................................................................................................................49
Documentos Citados.......................................................................................................................50
Índice...............................................................................................................................................52