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“Un brevísimo viaje por el universo Harris”

Thomas Harris nos propone un viaje. Desde ahí debemos partir


para entrar en su poesía: leerla como la bitácora de un navegante. El
universo que Harris construye es el primer palmetazo para el lector
pasivo, este universo se va montando con las obsesiones y pasiones que
habitan en la mente de este pequeño dios; desde el cine con sus
directores, películas y personajes, mismo tratamiento para la literatura,
pasando por su vida – claro – o algún discurso que sea pertinente sacar
de la realidad para llevarlo a su universo textual. La capacidad
imaginativa que articula es en gran medida por la forma en que logra
moldear de manera lúcida y coherente el diálogo entre su voz poética
con la de otras obras a través del ejercicio de la intertextualidad.

Este viaje en verso es narrado con la objetividad del lente de una


cámara cinematográfica, tratamiento estético que nos dará una pista
para traspasar el hermético universo al que nos enfrentamos al abrir
cualquiera de sus libros. La obsesión esencial de Harris: el cine como
contenido y forma, lo que se complementa con un lenguaje rudo en base
a una reflexión poética cargada de erotismo y desarraigo.

La carrera literaria del poeta nacido en La Serena (1956) comienza


a gestarse en la cuidad de Concepción, lugar al que se ha desplazado
para estudiar literatura. En 1985 publica Zonas de Peligro que junto a
Diario de navegación (1986) y El último viaje (1987) serán la piedra
angular de su obra más significativa: Cipango (1992) poemario que
remece el quehacer poético nacional y que dará apertura al proyecto
conceptual que Harris venía craneano hace un buen tiempo.

En Cipango hay un joven poeta que deambula por las calles de


Concepción, en una urbe que se asemeja mucho a las películas clase-b
que tanto admira Harris, el lugar físico no remite totalmente a la cuidad
de Concepción, el juego de su poesía está en esa fusión y cruce con los
textos que se ha tomado como material en bruto para este proyecto. Así
entonces todo se torna difuso y alucinante: Concepción puedes ser
Tebas o Orompello como también pueden ser los suburbios de un New
York atestado de putas y seres oscuros entorno al sonido del jazz que se
extrae del filme Cotton Club (1984) de Francis Ford Coppola, lo que se
une con el relato de los diarios de navegación de un Cristóbal Colón que
ha llegado a América pensando que se encontraría con Japón.( Cipango)
pero la llegada de Colón genera otra incertidumbre, el juego de los

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dobles, Colón se encuentra con una América que ya ha sido descubierta
por otro Colón. Todos estos fragmentos arman la totalidad de este viaje
circular en donde el lugar se metamorfosea en la medida en que el
poeta se busca y se pierde en las largas y angostas fajas de su primer
viaje.

Aunque de cierta forma toda la obra poética de Thomas Harris


podría ser leído como una totalidad (el caso de Marcel Proust o Jack
Kerouac) prefiero separarla en dos ciclos: el primero (de “Cipango”)
cierra con el poemario Los 7 náufragos (1996) escrito en 1988 pero que
al final Harris decidió no incluirlo en el volumen de Cipango. En Los 7
náufragos varía un poco el esquema, aquí se trabaja el viaje coral –
como pasará también en Ítaca (2000) – 7 episodios para 7 bizarros y
hairrianos personajes: Pedro de Valdivia, Terminator, Coronel Kurtz,
Mariposa Magenta, Cinocéfalos y Fantomas. Harris pierde el pudor de sus
obsesiones y abre el camino que uno lo docto con lo popular. El
resultado: marca el sello único de su poesía y nosotros los jóvenes lo
vamos levantando poco a poco en el sitial de poeta de culto. En este
punto de inflexión se presenta una especie de recambio de los lectores
de Harris. Cada vez será más de nosotros y ellos tímidamente intentarán
adaptarse a esta nueva propuesta.

Crónicas maravillosas (1996) es el encargado de sellar una


temporada oscura del poeta: un intento de suicidio por su adicción al
alcohol. En este poemario se purgan todas esas heridas, reflexiona sobre
el pasado y su cercanía con la muerte lo llevan a metamorfosearse en el
mítico Antonius Block (de la película El Séptimo sello (1957) de Ingman
Bergman) quien recibe a la muerte y juegan una partida de ajedrez para
definir el destino de Block. En base a esa secuencia Harris escribe uno
de los poemas autónomos que he sentido “el placer del texto” del que
habla Roland Barthes: “El desafío.” La muerte de la versión de Harris
tiene una variante iluminadora que define su propuesta y con estos
versos cierra el poema: “¿Qué juegas ahora?/ Juegos de guerra/ en el
videogame de mis dominios.”

El 2001 Harris sorprende con dos libros: Encuentros con hombres


oscuros y Ítaca, el primero lo muestra desnudo sin enfundarse en sus
héroes colectivos, existe el diálogo - como el magnifico poema en que
Kafka interrumpe su sueño - pero aquí el “yo” de Harris no se
metamorfosea se sigue una línea autobiográfica que apelará
exclusivamente sobre su memoria (en especial al no-recuerdo de su
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padre) el poeta se disfraza de hombre y se concluye esta etapa íntima y
visceral que se traza tanto en Crónicas maravillosas como en este
último.

Ítaca abre el nuevo camino, el renacer del navegante, en este


segundo ciclo al cual he denominado: “XXI posmoderno” incluye los
nuevos trabajos conceptuales (Ítaca, Tridente y Lobo) que Harris ha
publicado desde el año 2000. En ellos se retoma el sentido de viaje que
había quedado medio extraviado tras los 7 náufragos. El tópico de viaje
en este nuevo ciclo seguirá ligado fielmente al de las culturas greco-
latino, pero en el camino Harris irá transformándolo todo; la ciencia
ficción será el eje, la irrupción expansiva de conceptos propios de la
posmodernidad :la ruptura del espacio-tiempo, la hiperrealidad, la Nada,
el fin de la raza humana a consecuencia de la realidad virtual y la
extensión de los sentidos por nombrar sólo algunos tópicos que se
extraen de las reflexiones del filosofo francés Jean Baudrillard, del
profeta Marshall Macluhan o de las novelas ciber-punk de Philip K-Dick.
En este nuevo ciclo las búsquedas de Harris tendrá una densa mirada
metafísica - posmoderna, la de un existencialista diacrónico.

En Ítaca las metamorfosis de los personajes vuelven a ser


desquiciadas y múltiples : de la crónica del pintor Gericualt , pasamos
por un Teseo ( héroe griego que vence al minotauro) sentando en un
sillón verde –seguro el de La continuidad de los parques de Cortázar -
haciendo zapping en el tiempo sin tiempo donde su letargo se ve
interrumpido sólo con sus reprimidas masturbaciones o con las
reveladores visiones al ser inyectado con coca-cola por su sombra, el
rumbo ahora nos lleva hacia el hombre de visión de rayos X( Ray
Milland) , para luego irrumpir el surrealista capítulo de El hombre sin
brazos que lo sigue la maravillosa reescritura de la película Terciopelo
azul (1986) de David Lynch, y así del mismo modo en que ocurre en los
7 náufragos, 7 capítulos permitirán al fin la llegada de Thomas Harris a
su Ítaca, pero en esta no es Telémaco quien lo espera, sino su hijo
Simón.

El Altazor de Vicente Huidobro alcanza el punto álgido de la


mixtura entre teoría y praxis de su corriente de vanguardia “El
Creacionismo.” Altazor logra explicar y a la vez plasmar de manera
autónoma la propuesta de Vicente Huidobro. Tridente (2005) de Thomas
Harris presenta características similares. La madurez y el retorno de los
desoladores versos de Cipango confluyen con el poder narrativo del
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delirante universo freak de los 7 náufragos e Ítaca. Tridente es la
poética que engloba el proceso conceptual de la evolución en la poesía
de Harris. Como bien lo dice su nombre este poemario está divido en
tres partes: la primera historia se vierte de la tragedia Edipo en Colono
de Sófocles, Harris nos presenta a un Edipo androide, un desterrado y
ciego Edipo que mira el pasado desde una inusual perspectiva: “Cómo
detesto repetir el parlamento manoseado / de mi Destino: me eché al
viejo, me culié a mamá, /los vecinos estaban cabreados y llamaron a la
poli/y en mi destartalado Mustang me fui de carreteras…” El espacio
propuesto es una apocalíptica cuidad de Colono perdida en un futuro
devastado (año 6294) donde sólo quedan las sobras de lo que fue. La
segunda historia se titula: “Balada del condenado de Oklahoma” que
está basada en hechos reales y toma los últimos minutos del condenado
a muerte (2002) Timothy Mc Veigh por estallar una bomba en un edificio
en Oklahoma (1995) el deceso de este ex - soldado de la guerra del
Golfo se ajusta con la gamma de personajes desterrados o de tierras
baldías que contiene el universo hairriano , la triada finaliza con la
historia del pintor español Francisco de Goya quien cierra el último
eslabón de este tridimensional descenso al infierno.

La licantropía es la metáfora que utiliza Harris para revelar la


dualidad entre el “yo” hombre y el “yo” poeta: la otredad se transforma
en lobo por las noches (poeta) y el lado luminoso funciona como esposo
y profesor (hombre) por el día. En su último libro Lobo (2007) se logra
ese cruce, ningún personaje ha sido tan Harris como Lobo.

Lobo es un poema-narrativo que nos presenta la biografía de este,


que Harris en el famoso epilogo propone como: “una licantropía al revés,
donde la humanidad bestializa a la bestia haciéndola bestia de si misma,
de su propia naturaleza mancillada por una Fe de otra especie.”

La historia parte con el llanto de Lobo (“Yo, Lobo, emergí


embadurnado y hermafrodita”) porque ha perdido a sus gemelos Rómulo
y Remo que llevaba en el vientre, la el dolor hacer renunciar a Lobo, se
somete a un bautismo que le ofrecen la Esfinge y el sacerdote negro
para poder salir de “la boca del lobo.” Junto a Lobo en el año 6492
(fecha invertida: 6294 del Edipo Androide en la blanca Colono en
Tridente) recorremos Cuidad Gótica (denominada por Lobo como una
era-Post Medieval preludio de la Nada) periplo en el cual Lobo va
mostrando su lado hereje parafraseando y ridiculizando versículos de La
Biblia cada vez que aparece la Esfinge para perturbarlo y exigirle que
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cumplas la renuncias que prometió en la ceremonia del bautismo,
también tendrá que huir de los cazadores del deseo, (personajes del
poemario inédito: Las Dunas del Deseo) junto a Loba que ha llegado
para romper la soledad más absoluta de nuestro héroe. El resto –
incluido el esperado encuentro entre Lobo y William Blake – del viaje
seguirá cuando abras la bitácora del navegante lupino.

Un quiebre irónico provoca la presencia del ya mencionado epílogo


que busca explicar lo que se pretendía hacer en Lobo. Es curioso porque
a Harris siempre se le ha criticado el ser un poeta que construye un
universo hermético que requiere de muchas lecturas para lograr
traspasarlo. La respuesta posiblemente la encontremos en la secuela de
Lobo: Lobo II.

Palabras al cierre: “La poesía de Harris no tiene precedentes en


nuestro país. Su propuesta es sin duda la más interesante e original en
el descarnado ataque de los clones que presenta la poesía actual
chilena.”

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El don del nombre propio (De Lobo, Lom 2007, 94 páginas)

Ahora mi nombre es Lobo y ya no estoy en la boca del lobo, porque


la boca del lobo es mi boca, porque mi nombre es Lobo y como Lobo
ahora puedo correr libre por las llanuras y las ciudades post-medie-
vales, mi tiempo, en busca de anémonas y sangre, de muñecas
putrefactas de vudú y de pozos cosidos, de bocas ahorcadas como
fauces que aúllen mi nombre en las esquinas vacías y mi nuevo
nombre(Lobo) se haga eco de bruma por las esquinas desiertas.

II

Ahora mi nombre es Lobo, y los cadáveres de viento, destripados


por la visión , pueden encarnar en radiografias de ceniza, en camas
nupciales forenses, en taciturnas Ofelias muertas por agua y locura,
estériles, esquizofrénicas, fragmentadas, pidiendo mis colmillos para
su deterioro carnal; pero para mi está la casa de la noche, la casa
del cuerpo núbil, la casa animal de la raja roja de la loba, las casas
de la infancia reiteradas en pesadillas donde deambulan mimos,
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hombres mirando el sudeste, cazadores del Deseo, vampiros desola-
dos: casas embrujadas donde vagan silencios, donde vagan sin ojos
cadáveres de vecinos insepultos, engañosos lobos animatrons, putas
destripadas, victoriana, personajes del otro lado del espejo que nos
invitan a entrar.

III

Pero no debo entrar ahí, a la casa de la memoria herida, a la habita-


ción del niño muerto. El cadáver es muy pálido e incita a comerlo.
Sus suaves mejillas, su torso desnudo bajo el pelambre de la luz
lunar, su quietud de abandono o de entrega. No, el muchacho es
una trampa, una bomba de luz que puede estallar al darle el primer
mordisco. Y entonces florecería el desvarío y perdería mi nombre
propio, el único adquirido en esta refriega procaz.

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