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047. Proverbios. El manual de los consejos.

FICHA
Para el Introductor

Al libro de los Proverbios, del que hoy vamos a hablar, podríamos llamarlo el
Manual de los consejos o el libro de la sensatez. Es lo más clásico de la Sabiduría
bíblica. Con él en la mano, se aprende a discurrir, a discernir entre lo bueno y lo
malo, a tener juicio o sentido común, y temor de Dios. Muchas de sus sentencias
parecen ordinarias y hasta vulgares, pero están llenas de intención, sacadas de las
observaciones sobre la vida a lo largo de muchos años, y recopiladas en un libro tan
significativo dentro de la Biblia.

Exposición MONOLOGADA del Curso de Biblia Luz y Vida

“Proverbios de Salomón”. Así llama la Biblia a este libro que vamos a estudiar hoy. Pero
no son de Salomón, aunque algunas de sus sentencias podrían ser de él, ya que, según la
misma Biblia, pronunció más de tres mil (1Reyes 5,12)

¿Cuál es, pues. el libro que tenemos hoy en la mano? Es el más clásico de los
Sapienciales. En su forma definitiva, puede que no quedase fijado hasta los años entorno al
400 antes de Jesucristo, pero su uso con las primeras redacciones se remonta a muy
antiguo, quizá a la época del mismo Salomón.

¿Y por qué se le atribuye a Salomón como autor? Era una costumbre de los escritores de
la Biblia tomar el nombre de un personaje importante para autorizar sus escritos propios.

Diríamos que obraban muy al revés de nosotros, que defendemos con tenacidad los
“derechos de autor”. ¡Y cuidado con que nadie robe el nombre a un escritor, a un pintor, o a
un inventor, porque el ladrón de la “propiedad intelectual” pararía en los tribunales!

En la Biblia, no. Si Salomón fue el sabio más famoso por sus sentencias, lo mejor era
atribuir a Salomón este libro de los Proverbios, como después del Eclesiastés o el de la
Sabiduría, escritos bastantes siglos después de Salomón. Y así con otros.
Al ser Moisés el gran legislador del Sinaí, leyes que vinieran después en Israel serían
atribuidas a Moisés.
Al ser David poeta y cantor, como nuestros “cantautores” modernos, muchos Salmos
son atribuidos a David, aunque nada tuvo que ver con ellos.

Bien. He aprovechado esto del autor de los Proverbios para explicar lo de los autores de
la Biblia, que tiene aplicación en muchos casos, incluso con escritos del Nuevo Testamento.
¿Salomón, autor del libro de los Proverbios? De algunas sentencias, quizá sí. Del libro,
no. Dicho esto, pasamos ya a los Proverbios, el cual consta de varias colecciones, de
tiempos muy diversos.

La primera colección del capítulo uno al nueve, es la más reciente. No está hecha de
sentencias sueltas, como el resto del libro, sino de una instrucción del padre a su hijo. Más
todavía: parece que se trata de Yahvé en persona, de la Sabiduría nacida de Dios, en
contraposición a la Necedad de los impíos.
En el libro de los Proverbios, Sabio es igual que Justo, santo, bueno; y Necio es igual
que Impío, malo, como lo vemos resumido en esta bella sentencia del capítulo cuatro: “La
senda de los justos es como la luz del alba, que se va esclareciendo hasta pleno día. Pero el
camino de los malos es tenebroso, y no saben dónde tropiezan” (4,18-19).

La luz que nos guía cuando leemos los Proverbios y los demás libros Sapienciales de la
Biblia, es el “Temor de Dios”, que no significa “miedo a Dios”, sino “respeto”,
“reverencia”, y abarca todo lo que nos relaciona con Dios, todos los deberes religiosos.
De este modo, ese humanismo con que comenzaron los primeros proverbios, que no
miraban sino la educación, las formas sociales, la prudencia en la vida, se transformó en
teología, en algo mucho más subido, en lo que lleva al hombre hasta Dios.

La segunda y tercera sección de los Proverbios, que va de los capítulos 10 al 22 y del 25


al 29, atribuidas a Salomón, son muy antiguas. La de los capítulos 23 y 24 es de sabios
anónimos, y la del 30 y principio del 31 es de sabios extranjeros, sobre todo egipcios, muy
apreciados en Israel. Al revés de la sección primera, están formadas por lo más típico de los
Sapienciales, por sentencias breves que se clavan fácilmente en la memoria.

Podríamos escoger muchas de estas sentencias, que resultan imborrables. Por ejemplo,
estas cuatro que trae seguidas el libro (27,6-9)
La primera, para los amigos sinceros y los hipócritas que lo simulan: “Valen más los
golpes leales del amigo, que los besos engañosos del enemigo”.
Una de sentido común, para los que se hartan de comida y para los que pasan hambre:
“El estómago harto desprecia la miel; y el estómago hambriento vuelve dulce lo amargo”.
Ésta, llena de malicia, para los parranderos: “Como pájaro errante lejos del nido, es el
hombre que se aleja del su hogar”.
Y otra, para los que son amables y cariñosos: “Perfume e incienso alegran el corazón;
así la dulzura del amigo trae consuelo al alma”.

Dice del sabio y del necio: “La boca del justo es manantial de vida, la boca del malvado
es copa de vinagre” (10,11)

Elogia después a la persona prudente: “Naranjas de oro en diseños de plata, son las
palabras pronunciadas oportunamente” (25,11)

¿Sabemos cuál es la mejor venganza? Oigamos este consejito: “Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer: si tiene sed, dale de beber; así le sacarás los colores a la cara, y el
Señor te lo pagará” (25,21-22)

Al que le gusta el licor, le previene: “No mires el vino cuando brilla en la copa; entra
suavemente, pero al final muerde como culebra, y pica como una víbora” (23,31-32)

¿Es buena la mucha riqueza? ¿Es buena la miseria? Ninguna de las dos conviene. Lo
mejor es lo justo, lo necesario, la buena medianía. Miremos qué bien lo expresa, en plegaria
a Dios: “No me des riqueza ni pobreza, sino concédeme mi ración de pan; no sea que me
sacie y reniegue de ti, diciendo: „¿Qué me importa el Señor?‟; no sea que, llevado de la
necesidad, robe y blasfeme el nombre de mi Dios” (30,8-9)

Nos viene la tentación de copiar muchas más, pero es mejor que cada uno tome la
Biblia, abra los Proverbios, y se deleite con esa sabiduría tan típica, tan popular y tan casera
que contienen.

Hay algo muy notable en los Proverbios, y vale la pena saberlo, como es el trato que
dispensa a la mujer.
En los capítulos 5, 6 y 7 habla de la mujer de una manera terrible. ¡Hay que ver cómo la
deja a la pobre, y hay que ver lo que dice del tonto que se deja seducir por ella!
Y al revés, al final del libro, en el capítulo 31, es una maravilla el elogio que hace de la
mujer buena y sensata.

¿Qué significan una mujer y otra? Es cierto lo que dice de cada una: la mala es mala de
verdad; y la buena es buena de verdad también.
Pero modernamente, los estudiosos de la Biblia se inclinan por ver en las dos mujeres un
simbolismo de lo que es todo el libro de los Proverbios: la diferencia que hay entre las
personas buenas y las malas.
Las malas están significadas en esa mujer perversa, que podría ser llamada Doña
Necedad; y las personas buenas, las que respetan a Dios, se ven representadas en esa mujer
ideal, que podría llamarse Doña Sabiduría.

En fin, digamos que este libro de los Proverbios, el más clásico de los Sapienciales, hace
pensar mucho y enseña a vivir bien, con mucha prudencia en la vida, pero, sobre todo, con
mucho temor, con mucho respeto, con mucha sumisión a Dios.

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