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Si hay una persona que haya pasado a los anales de la

historia penitenciaria española esa ha sido sin duda "El


Vaquilla". Delincuente común convertido en héroe urbano,
con su vida llevada varias veces al cine, con sus hazañas
cantadas en numerosas ocasiones, superviviente de una
generación marcada por la marginación, la heroína y el SIDA.
Aquí tienes, monolítrico lector, un jugoso artículo sobre el
preso gitano más famoso de España.

El 19 de noviembre de 1961 vino al mundo en Barcelona Juan José


Moreno Cuenca, un gitanillo del barcelones barrio de La Mina que
desde muy niño hizo notar a los suyos que no había nacido para
estarse quietecito, por lo poco tiempo tardó en adoptar el
sobrenombre de "El Vaquilla", con el que años después se llenarían
las páginas de la prensa nacional.

Rosa Cuenca, la madre de el Vaquilla, ya había tenido cuatro hijos


de una relación con Miguel Ugal cuando en una boda conoció a un
cantaor y ya se sabe lo que pasa cuando se le pide a un cantaor que
te cante a la sombra de los pinos, y más aún cuando se está en una
boda regada con abundante aguardiente... aparte de con unas
fogosas bulerías el artista flamenco obsequió a Rosa con un precioso
embarazo del que posiblemente no se enteró ya que tardó poco en
desaparecer del mapa. El proyecto de bebé que la gitana llevaba en
sus entrañas era, como habrás podido suponer, Juan José. Poco
después, y sin que todavía hubiese nacido nuestro héroe, Rosa
conoció a Antonio Moreno, que sin preocuparse por el qué dirán dió
a Juan José sus apellidos a sabiendas de que no era hijo suyo y a su
madre tres hijas más (tal vez para compensar la faena del hijo
bastardo).

La infancia de el Vaquilla se vió marcada por las frecuentes estancias


de su madre en la cárcel (y no precisamente porque fuese funcionaria
de prisiones) y por la muerte de su padrastro de un ataque al corazón
mientras huía de la policía después de intentar robar en una fábrica.
En este ambiente familiar y social la escuela carecía de toda
importancia. Sin embargo fue en la escuela, durante el poco tiempo
que la frecuentó, donde el Vaquilla desobedeció por vez primera el
séptimo mandamiento robando unos lápices de colores que después
vendería para invertir las ganancias en los futbolines del barrio. Para
que luego digan que la escuela no sirve de nada... en los dos años
que Moreno Cuenca estuvo escolarizado aprendió las bases de la que
iba a ser su profesión: el hurto. De los lápices a los tirones, a los
atracos y a los robos de coches hubo sólo un paso, nuestro Vaquilla
aprendía a pasos agigantados.

A los once años, edad a la que niños como el de Ana Obregón juegan
a los pokemon, el todavía mocoso Juan José ya robaba coches y los
conducía sentado sobre un cojín para poder ver la carretera (y según
las crónicas policiales no era malo el chaval al volante). Con doce
años había robado su primera pistola a un vigilante y era un experto
dando tirones desde el coche en marcha, lo que accidentalmente le
costó la vida a una de sus víctimas que cayó bajo las ruedas del
coche durante el forcejeo que mantuvieron agresor y agredida por
quedarse con el bolso. Fue con doce años cuando fue detenido por
primera vez junto a un compañero de fatigas: Ángel Fernández, "el
Trompetilla", un chico poco lanzado según el propio Vaquilla pero
del que hablaremos más adelante debido a su importancia en esta
historia que estamos contando.

A los trece años Juan José había batido un record: el de haberse


escapado de todos los reformatorios de los que uno podía escaparse
del país. La vida del Vaquilla era una sucesión de atracos,
persecuciones, detenciones e interrogatorios, unos interrogatorios en
los que cualquier método era válido para hacer hablar a los jóvenes
delincuentes, y más en aquellos años en los que palabras como
"democracia" o "derechos humanos" aparecían con letra pequeña en
el diccionario.

Es entonces, con trece años, y al ver que no había forma de encauzar


al joven, que cada vez que salía del reformatorio volvía a las andadas
y a usar la recortada, cuando ingresa en la cárcel Modelo de
Barcelona de donde ya no pudo escaparse. Sin embargo, tras la
muerte de Franco se benefició de las leyes de amnistía y pudo
abandonar la prisión. Aún así poco le duró la libertad a Juan José, que
haciendo honor a su sobrenombre no podía estarse mucho tiempo sin
hacerse notar. Ya con 16 años, la mayoría de edad penal, nada pudo
salvarle de una nueva condena que le llevó de vuelta a la cárcel,
donde también estaban sus hermanos mayores, que al igual que Juan
José se ganaban la vida de forma poco lícita.

El nombre del Vaquilla era ya habitual en la sección de sucesos de los


diarios de la época, ya se había hecho famoso y había que sacarle
partido a la cosa. Para eso estaba allí José Antonio de la Loma,
director de cine que anteriormente había trabajado como educador de
jóvenes marginales. De la Loma quiso llevar a la gran pantalla la vida
del Vaquilla, pero Juan José era un negado actuando ante la cámara
(era casi peor que Lina Morgan) y encima tuvo que ingresar en
prisión por enésima vez por lo que el director se quedó sin actor
protagonista. Tuvo que recurrir entonces a un amigo del Vaquilla,
Ángel Fernández Franco, el Trompetilla, que sustituyó a Juan José
interpretando a "el Torete" en la película "Perros Callejeros". La
película, una biografía del Vaquilla, era toda una denuncia social, con
un cuasiapocalítico sermón moralista al comienzo de la cinta y un
final con moraleja propio de una fábula, una fábula urbana y quinqui.
De todas formas la película incluía importantes dosis de sexo y
violencia, algo que siempre es de agradecer y más todavía en los
años del destape. Aún así más de un santo varón se desmayó
durante la proyección al ver la escena de la amputación fálica del
Torete con una navaja. Qué tiempos aquellos en los que la gente se
impresionaba con lo que salía en la pantalla...

La película fue todo un éxito de taquilla y De la Loma explotó el filón


con otros títulos como "Perros Callejeros 2: Busca y captura",
"Los últimos golpes del Torete", "Perras Callejeras", "Yo, el
Vaquilla" y "Tres días de libertad". A pesar del éxito de las
películas los actores, delincuentes comunes en la pantalla y fuera de
ella, siguieron con sus atracos y con su peligrosa aventura en el
mundo de la heroína, que acabó con el Torete (que había cambiado el
estrellato cinematográfico por el trapicheo de estupefacientes) de una
sobredosis mientras su amigo el Vaquilla seguía tras los barrotes.

Sus amigos y sus hermanos iban muriendo uno tras otro. La heroína,
el SIDA o tiroteos con la policía. Su hermano Antonio murió en un
tiroteo con la Guardia Urbana de Girona después de atracar una
joyería, pero no fue esta la única muerte trágica de la familia. Otro
hermano, Julián, moría al intentar escaparse por la ventana de la
habitación del hospital en el que estaba custodiado junto a otro
preso, y un tercer hermano, Miguel, el preferido del Vaquilla, se
mató al estrellarse en el coche con el que escapaba de la policía.

Juan José seguía su peregrinaje de prisión en prisión, sufriendo las


palizas de los carceleros que aún no habían asimilado la muerte del
Generalísimo. Las pocas veces que el Vaquilla conseguía salir de
prisión tardaba pocas horas en volver a atracar un banco, a robar un
coche o a darle a la heroína. Durante casi treinta años la vida de
nuestro héroe transcurrió casi por completo tras los barrotes, a
excepcion de los breves permisos penitenciarios o periodos de
libertad condicional que bien poco le duraban porque el Vaquilla había
nacido para ir contra la ley y no había cárcel que pudiera cambiarle.
Varias fueron las veces que se intentó reinsertar al Vaquilla, pero fue
una tarea inútil, la necesidad de chutarse podía con él y siempre
acababa delinquiendo, con resultados cada vez más desastrosos. Los
tiempos cambian pero no así Juan José que seguía robando coches y
atracando tiendas como hiciera en su adolescencia hasta que la
policía acaba pillándole (ya era tarde para adaptarse a las costumbres
del delincuente cibernético). Su última hazaña fue en 1999, cuando
aprovechando un permiso para ir a la autoescuela (paradójicamente
esta persona que con once años conducía con gran destreza coches
robados no tiene el carnet de conducir) acabó escapándose y robando
para poder pillar heroína.
Pero la leyenda del Vaquilla no había dado aún todo lo que podía dar
de sí. Juan José protagonizó durante su estancia en prisión diversos
motines y fugas de las prisiones en las que estuvo recluído. Sobre
estas líneas se puede ver una instantánea de un motín que lideró en
la prisión Modelo de Barcelona en abril de 1984 y a los lados dos
fotografías recogiendo el final de una de sus fugas, recogido en
directo por las cámaras de la televisión autonómica catalana, donde
resultó herido de bala por la policía. En otra de sus fugas, cuando se
escapó de la prisión de Cuatro Caminos en 1999, cometió 13 delitos
en los cinco días que tardó la policía en volver a apresarle.

Actualmente (y si la información de la que disponemos no ha


caducado) Juan José Moreno Cuenca sigue cumpliendo condena en la
barcelonesa cárcel de Brians. El Vaquilla es un preso calificado en
primer grado (el más severo) y condenado a permanecer en prisión
hasta el 1 de febrero de 2007. Pasa 20 horas al día encerrado en su
celda y sólo dos paseando en el patio con otros dos o tres presos en
su misma situación penitenciaria. El Vaquilla ha cumplido ya las tres
cuartas partes de su condena y legalmente podría salir en libertad
condicional, aunque conociendo a nuestro héroe y a los jueces y
funcionarios de prisiones parece difícil que vuelva a pisar la calle en
una buena temporada.

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