Innatismo:
El innatismo es una característica que suele darse en los sistemas racionalistas y que viene exigida
por la necesidad de encontrar una fuente de conocimiento distinta a la experiencia, es decir, a la
información que procede de los sentidos. Si el conocimiento no se elabora a partir de los sentidos,
entonces tiene que venir de algún otro sitio. En particular, es posible pensar que antes de cualquier
experiencia, son necesarios algunos conocimientos básicos. Por ejemplo, es posible dudar que la
idea de infinito, de substancia o de Dios pueda ser adquirida empíricamente. En principio toda
doctrina innatista acaba teniendo casi siempre una vinculación con las doctrinas relacionadas con
el racionalismo. Así, las teorías innatistas están presentes en el padre de todos los racionalistas,
Platón, y de los autores modernos que se agrupan en torno al racionalismo de los siglos XVII y
XVIII, como son René Descartes, Baruch Spinoza o Gottfried Leibniz, entre otros.
En el otro extremo, los filósofos que mantienen posiciones empiristas, como Aristóteles, John
Locke y David Hume, niegan la posibilidad de ideas o contenidos mentales innatos, pudiendo
resumir la postura de todos ellos en el adagio tradicional Nihil est in intellectu quod non prius fuerit
in sensu («Nada hay en la mente que previamente no estuviera en los sentidos»).
Es destacable el hecho de que los autores racionalistas, y consecuentemente, innatistas, den una
gran importancia a las matemáticas como modelo de conocimiento. También lo es que la tradición
complementaria, el empirismo, se haya desarrollado sobre todo en el ámbito anglosajón y mucho
menos en el pensamiento continental, al contrario que el racionalismo.
A priori y a Posteriori:
Las expresiones a priori (en latín: previo a) y a posteriori (en latín: posterior a) se utilizan para
distinguir entre dos tipos de conocimiento: el conocimiento a priori es aquel que —en algún sentido
importante— es independiente de la experiencia; mientras que el conocimiento a posteriori es
aquel que —en algún sentido importante— depende de la experiencia.
Por ejemplo, el conocimiento de que "no todos los cisnes son blancos" es un caso de conocimiento
a posteriori, pues se requirió de la observación de cisnes negros para ser establecido. En cambio,
el conocimiento de que "ningún soltero es casado" no requiere de ninguna investigación para ser
establecido como verdadero.
Tradicionalmente, el conocimiento a priori se asocia con el conocimiento de
lo universal y necesario, mientras que el conocimiento a posteriori se asocia con lo particular
y contingente. Como la experiencia sensorial en la que generalmente se basan las justificaciones
de las proposiciones a posteriori no siempre es confiable, estas proposiciones pueden rehazarse
sin caer en contradicciones. Sin embargo, y especialmente a partir del trabajo de Saul Kripke,
actualmente se debate la posibilidad del conocimiento contingente a priori y el conocimiento
necesario a posteriori.