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Comencemos por la última parte de esta historia. ¿Qué es el Butiá?

El Butiá es un portal de canciones infantiles, que tiene una tienda


electrónica que nos va a permitir concentrar toda la producción musical
infantil que hay en el Uruguay, poniéndola a disposición de quienes tengan
una tarjeta de crédito, a un costo muy razonable. No sólo hay músicos
uruguayos, también hay otros latinoamericanos, integrantes del Movimiento
de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña (MOCILYC).
Principalmente de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba y México.

¿Cómo se origina?

Obviamente el Butiá no existiría si no existiera el Papagayo Azul como


asociación y como concepto, de crear espacios y estrategias para producir y
difundir la canción infantil. En consonancia con personas que desarrollan
propuestas educativas de calidad, que a su vez son artísticamente valiosas,
hemos generado tres líneas de trabajo: los talleres, los espectáculos y la
producción de discos. A partir de que se instala el sello, que ya tiene
editados 17 discos y cuatro por editar este año, donde se incluyen dos
trabajos del litoral (el CD Sanduceros Para Niños del GRUPO AGUACLARA
& COMPAÑÍA sobre el cancionero infantil de Paysandú y otro sobre
canciones creadas BETTINA ALVEZ , maestra de Salto).

El sello Papagayo Azul se formaliza como empresa y, asociándose con una


empresa de software, presenta el proyecto de la tienda electrónica al
Cluster de Música y es seleccionado. En un principio, la idea fue que la
tienda electrónica fuera sólo con las producciones del Papagayo Azul, pero
en el proceso se amplió la idea y se invitaron con éxito a otros sellos que
incluyen música infantil en sus producciones: Zapatito Discos , Ayuí,
Montevideo Music Group, Bizarro; además de artistas independientes como
los casos de Roy Berocay y Martha Hartre. Desde que empezaron a circular
las primeras noticias sobre la existencia del portal, hemos recibido muchas
ofertas para poder ser parte, principalmente de músicos del exterior.

¿Cuáles son las posibilidades que brinda el portal?

El portal Butiá nos da la posibilidad de tener un sitio web con una gran
cantidad de artistas y canciones infantiles de calidad, además tiene como
aditivo el canal ButiáTeVè, que irá concentrando cientos de videoclips con
canciones infantiles, y pretende desarrollar otro tipo de estrategias,
brindando otras herramientas como partituras, juegos, materiales
didácticos. La idea es generar un contexto alrededor de la canción infantil.
Esto implica usar la tecnología para poder acercarnos a algunas metas que
hace tiempo estamos soñando, por ejemplo tener la posibilidad de que en la
escuela pública estén todas estas canciones. Se democratiza el acceso de
los niños a estos bienes culturales, dándoles el derecho de crecer
escuchando la mayor cantidad de músicas posibles, cosa que hoy no pasa,
entre otras razones, porque el sistema educativo no tiene las herramientas
necesarias.
Hoy herramientas como el Plan Ceibal abren teóricamente la posibilidad el
acceso a estos bienes desde la informática, por lo que estamos intentando
facilitar una propuesta, de por lo menos, un paquete de 100 canciones
representativas de la historia de la música infantil uruguaya y
latinoamericana que llegue a las computadoras de los niños y puedan
integrarse a los programas escolares, algo que sería histórico e inimaginable
5 años atrás. De llegar a este escalón, y viendo como se va afianzando el
proyecto, ya podríamos mirar más adelante y pensar otras cosas.

¿Este modelo de venta tiene antecedentes en Uruguay?

Es la primera vez que en Uruguay se hace una plataforma genuina de venta


electrónica, porque las otras existentes son de empresas extranjeras. La
empresa que lo arma es In Style, de vanguardia en marketing musical, que
trabaja a un nivel muy alto y es la primera vez que arman un proyecto para
Uruguay. Con su tecnología, su plataforma y las ideas contribuidas por
Papagayo Azul, Butiá va a ser, en el peor de los casos, testimonial de la
vastísima producción de música infantil que hay en Uruguay, y que siempre
está subterránea.

Lo que sí tiene una historia atrás en el Uruguay es la música para la


infancia.

Dentro de la memoria sobre nuestra canción infantil que queremos


recuperar, están incluidos aquellos que sin trabajar directamente con este
género, fueron parte de la construcción del imaginario, los casos de Osiris
Rodríguez Castillo, El Sabalero, Ruben Lena, etc.; fundacionales de una
manera particular de ver la canción pensando en la infancia. Canciones para
no dormir la siesta, Mariana Ingold y Osvaldo Fattoruso, Los Pájaros
Pintados, Susana Bosch, Cantacuentos, Ruben Rada y grupos nuevos que
irrumpieron después del 2000 (Palacatún, Eduardo Yaguno, Marcelo Ribeiro,
Marcos Abramovich, Aguaclara & compañía de Paysandú) y a través del
sello Papagayo Azul pudieron editar sus trabajos. Hemos logrado en un
tiempo corto, pero gracias a una acumulación histórica en Uruguay de
elaboración conceptual y artística, con la producción, difusión y educación
como herramientas, multiplicar y ampliar las posibilidades de la canción
infantil en el Uruguay. El Butiá viene a coronar eso en cuanto a la difusión y
la democratización de la información.

Más allá de ser una herramienta construida para conglomerar las


producciones y democratizar su acceso, ¿cuál es su argumentación
conceptual y pedagógica?

Las etiquetas muchas veces se terminan convirtiendo en boomerang. El


concepto de “canción infantil” surge de los cantos infantiles del folklore, que
hasta los años 60 eran algo residual en la cultura “oficial” o del
establishment. A partir de ese momento, el concepto de infancia irrumpe
fuertemente en la educación y empieza a pensarse en la canción “para” la
infancia; adultos que hacemos canciones pensando en el mundo infantil.
También los niños crean cantos, juegos, que tienen que ver con un folklore y
una producción propia. Esto tiene que ver con un concepto de infancia:
podés pensar al niño como un ser que no sabe nada y tenés que ensañarle
todo, o como un ser que tiene sus ideas y va creando cosas. Esto te da una
definición con respecto a lo que es la canción y la infancia, y desde qué
lugar te parás. Y pese a las necesidades del mercado, de generar un
producto con determinado contenido para que se venda bajo determinada
circunstancia, es un denominador común que quienes realmente trabajan
pensando en los niños en Latinoamérica aborden todos los géneros
musicales característicos, sus etapas y sus raíces; es difícil encontrar un
grupo que trabaje la canción infantil desde un único género. El segundo
denominador común es que todos los músicos trabajan relacionados a la
educación, o sea que han encontrado en el aula un gran campo de
resonancia para crear y difundir sus productos. Eso genera, por ejemplo,
que Susana Bosch o el argentino Luis Pescetti tengan discos de oro por ser
conocidos y cultivados por la gente, pero sin ser difundidos por los medios
de comunicación. Entonces tenemos a la música infantil como algo
alternativo en la cultura -ya que no está en las marquesinas ni en los
grandes medios-, es una música de gran diversidad estética, con mucho
arraigo en las comunidades y bien prendida en la educación. Este sería el
panorama para poder, o intentar, entender el fenómeno.

¿Socialmente se reconoce y visualiza este fenómeno?

Desde la sociedad hay un gran vacío y una gran inconsciencia con respecto
al rol que puede cumplir la música en la infancia, y las autoridades no
parecen ser muy sensibles a la importancia que puede tener algo así en la
conformación de la identidad cultural de los gurises. Un individuo que se
desarrolla sin tener la posibilidad de experimentar la dimensión expresiva y
artística es un individuo incompleto. No hay dudas de eso. Y la canción
infantil puede aportar muchísimo para que eso no suceda, desde
determinadas sonoridades, determinados timbres, determinadas formas de
cantar, determinados gestos melódicos, determinados ritmos, que van
construyendo un contexto sensible para una persona y son el campo de
cultivo para su desarrollo. Si un niño escucha todo el día la música “x” va a
ser un prisionero, pero si escucha la “x”, la “x”, la “b”, la “j”, la “r”, etc.,
durante su crecimiento va a tener muchas más herramientas para construir
un criterio propio. Es un problema grave, no es menor, porque es un
concepto de infancia, se cree que no es necesario para el crecimiento de las
personas. Antes, en el mejor de los casos, ese niño iba a ser un obrero que
se ganaría el pan con el sudor de su frente; ahora ni siquiera sabemos si
van a haber obreros en el futuro. Es un drama, porque después nos
rasgamos las vestiduras, con la educación, el presupuesto, los programas.
Hay una intención desde 2008 en Educación Primaria de darle una prioridad
al arte, pero los programas no están preparados, las estructuras edilicias
tampoco, y a la vez les saca horas de formación artística a los maestros.
Obviamente no se está pensando bien. Y esto ya pasó en 1985 cuando hubo
en Educación Secundaria una reforma en programas de música que era
revolucionaria, se introdujo el concepto de taller, sin embargo cuando ibas a
un liceo a hacer un taller te querían matar porque hacías ruido. Duró poco y
nada.

¿Cómo debe responder el artista y el educador a esta situación?

Lo que tenemos que hacer, en el caso de los músicos, es la mejor música


que podamos, con la mayor responsabilidad ética, pedagógica, sin dejar de
lado la responsabilidad de elaborar y visualizar el concepto de infancia que
sustenta la tarea en cada caso. Pero, obviamente, hay cosas que no
podemos resolver sólo con el arte. El Papagayo Azul y el Butiá son
herramientas testimoniales de un patrimonio cultural y educativo que
seguiremos afianzando, difundiendo, profundizado. Y está bueno ver a estas
herramientas como posibles interpelantes de quienes toman las decisiones,
y discutir qué estamos pensando sobre la infancia, qué rol tiene el arte en la
educación, para qué sirve una canción más allá del entretenimiento.

En algunos aspectos hemos avanzado mucho, hoy hay más y mejores


músicas, y está bueno que al final de todo esto sea la música lo que uno
termine viendo, sino a veces te vas por las ramas. Pero siempre rescatando
el proceso histórico, la memoria, la cadena, el saber que uno es parte de un
engranaje donde aporta y recibe, y que las propuestas se potencian cuando
se nutren unas de otras. Dentro de Uruguay pero también en relación con
otros proyectos latinoamericanos. Esto pasa porque se establece un
contexto con determinada mirada hacia la infancia, la identidad cultural, la
producción de calidad, y se genera un gran cambio. O, por lo menos, esa es
la intención.

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