Ciudad Real,
Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales,
15 de enero - 17 de diciembre de
2010.
Dirección académica: Profa. Dra.
D.ª Marta Olmo Gascón
MASTER EN IGUALDAD DE
GÉNERO:
FORMACIÓN DE AGENTES PARA
LA IGUALDAD
CURSO 2009/10
ÍNDICE
PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 4
OBJETIVOS..................................................................................................................... 5
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA .............................................................................................. 6
INTRODUCCIÓN............................................................................................................ 7
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 11
EL FEMINSIMO PREMODERNO Y MODERNO ...................................................... 12
Contexto. Las mujeres en las épocas premodernas y moderna .......................... 12
La mujer en los escritos antiguos ................................................................... 12
Teorías y discursos ............................................................................................. 15
Nombres propios ................................................................................................ 17
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 19
ILUSTRACIÓN Y FEMINISMO .................................................................................. 20
Contexto. Las mujeres en el siglo XVIII............................................................ 20
Teorías y discursos ............................................................................................. 21
Las mujeres como objeto de la reflexión política. De la subordinación natural
a la exclusión política ..................................................................................... 23
Las mujeres como sujetos de la praxis política: la vindicación de derechos.. 24
Nombres propios ................................................................................................ 25
El contraste entre dos modelos: Mary Wollstonecraft y Hannah More ......... 30
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 33
LOS MOVIMIENTOS FEMINISTAS EN EL SIGLO XIX ......................................... 34
Contexto. Las mujeres en el siglo XIX............................................................... 35
La diferencia entre el espacio público norteamericano y europeo ................. 35
El movimiento religioso de reforma moral..................................................... 36
Teorías y discursos ............................................................................................. 38
Abolicionismo y feminismo ........................................................................... 39
La Declaración de Sentimientos de Seneca Falls (1848) ............................... 40
El discurso de la excelencia de las mujeres: los movimientos de templanza . 42
El feminismo europeo..................................................................................... 42
Liberalismo y feminismo................................................................................ 45
Feminismo y cristianismo............................................................................... 46
Socialismo y feminismo ................................................................................. 48
La internacionalización del activismo ............................................................ 51
Nombres propios ................................................................................................ 51
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 54
LOS MOVIMIENTOS FEMINISTAS EN EL SIGLO XX........................................... 55
Contexto. Las mujeres en el siglo XX................................................................ 56
La primera guerra mundial y La Revolución rusa.......................................... 58
Años veinte: el estereotipo de la mujer moderna y la mujer emancipada ...... 58
La segunda mitad del siglo XX ...................................................................... 61
Teorías y discursos ............................................................................................. 63
El segundo sexo de Simone de Beauvoir........................................................ 63
Los movimientos de liberación de la mujer. Feminismo liberal, feminismo
radical y feminismo socialista ........................................................................ 65
Diferencia vs igualdad .................................................................................... 77
Feminismo y postmodernidad ........................................................................ 80
La sexualidad como espacio teórico y político............................................... 81
Nombres propios ................................................................................................ 83
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 85
LOS MOVIMIENTOS FEMINISTAS EN ESPAÑA.................................................... 87
Mujeres y movimiento feminista en España hasta el siglo XIX......................... 87
Siglo XIX............................................................................................................ 89
De la Primera Guerra Mundial a la Guerra Civil pasando por la Segunda
República ............................................................................................................ 90
El franquismo ..................................................................................................... 92
De la transición a la actualidad........................................................................... 95
Nombres propios ................................................................................................ 97
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 99
GLOSARIO .................................................................................................................. 101
CRONOLOGÍA............................................................................................................ 104
PRESENTACIÓN
Este documento no pretende ser más que un material de trabajo para los alumnos del
Seminario “Teoría e Historia del Feminismo”, perteneciente al Módulo 1:
SOCIOLOGÍA Y ESTRATEGIAS DE IGUALDAD del MASTER EN IGUALDAD
DE GENERO: FORMACION DE AGENTES PARA LA IGUALDAD, de la
UCLM, curso académico 2009/10.
Cada una de estas partes cuenta con su capítulo correspondiente, en el que se hace una
primera aproximación teórica e histórica. La elaboración de los capítulos se ha hecho en
gran parte a través de extractos literales de textos de las obras reseñadas en la
bibliografía básica (página 6), indicándose en todo momento la fuente usada.
OBJETIVOS
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Cada parte o capítulo en que se divide este seminario cuenta con una bibliografía
ampliada para profundizar en los distintos aspectos tratados.
ENLACES
INTRODUCCIÓN
Dice Espido Freire en el prólogo del libro de Nuria Varela, Feminismo para
principiantes:
Todo libro ha de ser necesario.
Todo libro ha de completar a los anteriores.
Todo libro ha de revelar una verdad oculta.
Pues bien, eso mismo ha de aplicarse a cualquier título, curso o seminario. Y yo quiero
aplicarlo concretamente a éste: Teoría e Historia del movimiento feminista.
Aunque más que hablar de feminismo habría que hacerlo de feminismos, en plural, pues
son muchas las corrientes que han surgido y surgen por todo el mundo. Entre otras
razones porque el feminismo es un movimiento no dirigido y escasamente jerarquizado.
Dice Nuria Varela (2005: 16-17) que la disputa sobre el feminismo comienza con su
propia definición. No hay que olvidar que quien tiene el poder es quien da nombre a las
cosas. Desde sus orígenes el feminismo ha ido acuñando nuevos términos que histórica
y sistemáticamente han sido rechazados por la autoridad, en este caso la Real Academia
Española (RAE), cuya autoridad hace décadas está cuestionada por el feminismo
(Varela, 2005: 17). Nuria Varela pone el ejemplo de la definición que el diccionario de
la RAE hace de feminismo: “Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede
capacidad y derechos reservados antes a los hombres. Movimiento que exige para las
mujeres iguales derechos que para los hombres”. A lo que Varela responde:
Tres siglos y los académicos aún no se han enterado de que exactamente eso es lo que no es el
feminismo. La base sobre la que se ha construido toda la doctrina feminista en sus diferentes
modalidades es precisamente la de establecer que las mujeres son actoras de su propia vida y el
hombre ni es el modelo al que equipararse ni es el neutro por el que se puede utilizar sin rubor
varón como sinónimo de persona ¿Pensará la Academia que las mujeres no tenemos derecho al
aborto, por ejemplo, puesto que los hombres no pueden abortar?
Castells (1998: 201) presenta el feminismo como el compromiso para poner fin a la
dominación masculina”, del que dice es
“un movimiento creado en el discurso”, en el sentido de que “la esencia del feminismo, según se
ha practicado y narrado, es la (re)definición de la identidad de la mujer: a veces afirmando la
igualdad entre hombres y mujeres, con lo que se elimina el género de las diferencias
biológicas/culturales, y en otros casos, por el contrario, afirmando la especificidad esencial de las
mujeres, al mismo tiempo que frecuentemente se afirma la superioridad de los modos de vida de
las mujeres como fuente de realización humana; o también declarando la necesidad de alejarse
del mundo de los hombres y recrear la vida y la sexualidad en hermandad femenina. En todos los
casos, a través de la igualdad, la diferencia o la separación, lo que se niega es la identidad
alienada de la mujer tal y como la definen los hombres y tal y como se conserva en la familia
patriarcal.
Además de una teoría política y una práctica social, el feminismo es también una ética y
una forma de estar en el mundo fruto de la toma de conciencia feminista. En palabras de
Viviana Erazo (citado por Varela, 2005: 17-18):
Para millones de mujeres [el feminismo] ha sido una conmoción intransferible desde la propia
biografía y circunstancias, y para la humanidad, la más grande contribución colectiva de las
mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó, sobre todo en ellas,
una manera de estar en el mundo.
Comparemos dos tipos de testimonios que dan origen a dos tipos de discursos. Uno el
de la feminista francesa Jenny d’Héricourt (1830-1890), pronunciado en 1857:
Me sentía unida a mi propio sexo por una solidaridad demasiado poderosa como para
contentarme con verme separada de él por un proceso ilógico. Soy una mujer: me regocijo de
ello; me siento feliz si valgo algo, no por mí misma, desde luego, sino porque esto contribuye a
modificar la opinión de los hombres con respecto a mi sexo. Una mujer que se alegra de oír:
“Eres un hombre” es, a mis ojos una estúpida, una criatura indigna, que acepta la superioridad
del sexo masculino; y los hombres que piensan que de esta forma le hacen un cumplido son unos
vanidosos y unos fanfarrones impertinentes. Si yo consigo algún honor, de esta forma honro a las
mujeres. Pongo de manifiesto sus aptitudes (citado por Anderson y Zinsser, 1991, vol.2: 380-
381)
“Me consideraba única: la única y exclusiva”, comenta la filósofa recordando lo que sintió
cuando en una velada de discusión intelectual en su tiempo en la Sorbona “todas las chicas se
retiraron… pero yo me quedé con los jóvenes varones” (citado por Anderson y Zinsser, 1991,
vol.2: 381)
Muchos años después, en 1972, De Beauvoir afirmaba que se hizo feminista cuando
reconoció su solidaridad con las otras mujeres en vez de su separación de ellas y
comprendió que tenía que “luchar por una mejora de la situación real de la mujer”
(Anderson y Zinsser, 1991, vol.2: 381).
1
Castells (1998: 30) distingue entre Identidad legitimadora, identidad de resistencia e identidad de
proyecto. Identidad legitimadora es la introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para
extender y racionalizar su dominación entre los actores sociales. Identidad de resistencia es la generada
por aquellos actores que se sienten amenazados por lo que construyen trincheras de resistencia basándose
en principios diferentes u opuestos a los que propugnan las instituciones. Identidad de proyecto es cuando
los actores sociales, basándose en los materiales culturales de que disponen, construyen una nueva
identidad que redefine su posición en la sociedad, y al hacerlo, transforman la estructura social.
BIBLIOGRAFÍA
- Anderson, B. y Zinsser J.P. (1991): Historia de las mujeres: una Historia propia.
Vol. 2. Barcelona: Crítica.
- Castells, M. (1998): La era de la información: Economía, sociedad y cultura.
Volumen 2: El poder de la identidad. Madrid: Alianza.
- Varela, N. (2005): Feminismo para principiantes. Barcelona: Ediciones B.
Los más antiguos documentos escritos de griegos, romanos y hebreos, las fuentes de la
cultura europea y occidental, muestran a las mujeres sometidas a los hombres. La
cuestión radica en los orígenes de esta subordinación. Así se plantea el rango de las
mujeres en la prehistoria ¿Evolucionó la sociedad humana de un pasado matriarcal a un
presente patriarcal? Este debate surge en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se
publican una serie de obras que sostienen teorías sobre ese pasado matriarcal. Los
autores más influyentes fueron J.J. Bachofen, Lewis Henry Morgan y Friedrich Engels.
Parece ser que la razón más probable del sometimiento femenino es el desarrollo de la
competencia y la guerra entre grupos, en general como respuesta a la presión de
condiciones ecológicas más adversas. Precisamente, hebreos, griegos y romanos, son
sociedades guerreras.
En los escritos homéricos, tanto en el cielo como en la tierra aparecen figuras femeninas
(inmortales y mortales) de posición y rango elevados, pero normalmente están
sometidas a un hombre aún más poderoso. Algunas diosas de la mitología griega: Hera,
Atenea, Afrodita, Artemisa, Hestia, Deméter. Las diosas tenían sus sacerdotisas para
dirigir su culto. En Grecia y Roma, aunque la función mayoritaria de las mujeres era la
de esposa y madre, existían unas pocas mujeres sacerdotisas algunas de las cuales
llegaron a tener muchísimo poder. Así por ejemplo, las seis vestales vírgenes,
mencionadas en las leyes más antiguas de la ciudad de Roma, estaban exentas de la
custodia masculina que se ejercía sobre las demás mujeres.
Sin embargo los hebreos adoraron a un único dios masculino, servido por sacerdotes
masculinos.
Las mujeres se definían por la familia y dentro de ella por su relación con los hombres
del grupo: hija, esposa y madre. Los ámbitos asignados a los hombres eran la guerra, la
filosofía, la ciencia, la ley y la religión.
A pesar de todo, estas primeras culturas también poseían imágenes y creencias que
ensalzaban y facultaban a las mujeres. Además, a veces, circunstancias excepcionales
permitían a mujeres de extraordinaria capacidad destacar en campos reservados
habitualmente a los hombres. Safo, Débora, Cleopatra o Boudica también forman parte
de las tradiciones heredadas por las mujeres europeas, a las que luego apelarían y
servirían de modelos a otras mujeres. Mujeres que consiguen un papel y rango más
destacado son: sacerdotisas; guerreras (las amozonas, la reina bretona Boudica), reinas,
emperatrices y regentas (como Cleopatra); mujeres ricas; artistas, poetas, filósofas
(como Safo o la filósofa de Alejandría Hipatia).
Apóstoles y las Epístolas aparecen mujeres que actúan como iguales dentro de la nueva
fe), aunque sigue guardando enseñanzas, como las del apóstol Pablo, que indican la
conveniencia de la subordinación de las mujeres [p. 93].
Por otra parte, en los primeros siglos del cristianismo, el ascetismo era la vida más santa
para un cristiano. Al igual que los hombres muchas mujeres abandonan sus cometidos
tradicionales y se dedican a una vida de celibato y devoción piadosa. Incluso existían
diaconisas. Los concilios eclesiásticos de Nicea y Calcedonia autorizan a las mujeres de
más cuarenta años a derramar el vino en la comunión y a enseñar a las madres recién
bautizadas y a sus hijos. Estos grupos luego evolucionarán convirtiéndose en órdenes
religiosas femeninas.
A partir del siglo IV, cuando el cristianismo pasa a convertirse en religión “oficial” del
Imperio, la Iglesia comienza a institucionalizarse y desarrollarse, imponiéndose una
jerarquía masculina que intenta inculcar la uniformidad de práctica y doctrina [p. 100],
entre la que incluye la inferioridad de las mujeres. Ahora, incluso la mujer religiosa, que
vive aislada, enclaustrada y célibe, debe estar bajo la custodia de un hombre de Iglesia.
Teorías y discursos
Todos los paradigmas teóricos institucionalizados presentan un momento fundacional,
una genealogía propia. Lo mismo se aplica a la teoría feminista, cuyo origen teórico se
sitúa en la Ilustración, en el momento histórico en el que se vindica la individualidad, la
autonomía de los sujetos y los derechos (Sánchez Muñoz, 2005: 17). Sin embargo, el
que el arranque del feminismo se adscriba a la Ilustración no quiere decir que antes no
se plantearan discursos a favor de la igualdad 2 .
2
Algunos sitúan el momento fundacional del feminismo antes de la Ilustración, precisamente en las
querelles des femmes, con Cristina de Pizan como primera feminista.
«Celia Amorós distingue dos tipos de discursos sobre las mujeres: uno sería el que
denomina memorial de agravios, y otro el llamado discurso de la vindicación. En el
primero de ellos, el tipo de relatos que se inscriben en él recogen las quejas de las
mujeres ante su situación social, pero no cuestionan la asimetría de poder entre hombres
y mujeres ni se siguen de esos agravios una proclama igualitarista o un proyecto
alternativo. En este género narrativo se incluirá la obra de la italiana Christine de Pizan
(1364-1430) La ciudad de las damas. En ella contesta a Jean de Meun y sus
aportaciones al Roman de la Rose, convirtiéndose en una de las primeras
manifestaciones del debate conocido como la querelle des femmes, que recorrería
Europa desde el siglo XV hasta el XVIII y que incluiría a autoras como Laura Terracita,
Lucrezia Marinella, Marie de Gournay o la española María de Zayas. Al igual que otros
grandes escritores renacentistas, De Pizan diseña una utopía centrada en una ciudad en
la que las mujeres agraviadas ejercen su autoridad. Pero como señala Amorós, la autora
habla en nombre de las mujeres excelentes, esto es, virtuosas y que aceptan las leyes
estamentales (Sánchez Muñoz, 2005: 17-18).
«Las querelles des femmes, que se prolongaron, resurgiendo de forma esporádica desde
comienzos del siglo XV hasta el siglo XVIII, oponían las mujeres a los hombres, al
igual que otro tópico argumental oponía los clásicos a los modernos. A partir del siglo
XIV, los varones eruditos debatían si las mujeres eran humanas, cuál era su naturaleza,
si podían ser educadas, si eran buenas para los hombres. Mientras los hombres
mantenían todo tipo de opiniones diferentes en este debate, las mujeres uniformemente
defendían su propio sexo, siguiendo el ejemplo de Christine de Pizan».
Desde comienzos del siglo XV y hasta el siglo XVIII, algunas europeas escribieron
asumiendo la misma postura crítica que Pizan. Algunas escribían solas, aisladas; otras,
como de Pizan, participaban en las querelles des femmes, el debate sobre la valía de las
mujeres en relación con los hombres que abarcó desde el París del siglo XV a la
Venecia de finales del siglo XVI y a las ciudades de Londres y París del XVII. Todas
defendían el sexo femenino y sostenían que debían desterrarse las opiniones
Éstas primeras feministas sostenían que la humanidad básica de las mujeres hacía a
éstas iguales a los hombres. Basaban sus argumentos sobre la igualdad en la virtud. La
prueba final con la que Pizan demostraba la virtud de las mujeres era la Virgen María, a
quien retrataba guiando a todas las otras damas ejemplares hacia su ciudad [p. 390].
Nombres propios
• Christine de Pizan (1364-1430)
[ver Anderson y Zinsser, 1991, vol.2: 387-390]
http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/25
• Marie de Gournay (1565-1645)
Autora de La igualdad de hombres y mujeres (1622) y El sufrimiento de las damas
(1626).
http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/97
• Mary Astell (1666-1731)
BIBLIOGRAFÍA
- Anderson, B. y Zinsser J.P. (1991): Historia de las mujeres: una Historia propia.
Barcelona: Crítica. 2 volúmenes.
- De Pizán, C. (2001): La ciudad de las damas. Madrid: Siruela.
- Rivas Rebaque, F. (2008): Desterradas hijas de Eva: marginación y protagonismo
de la mujer en el cristianismo primitivo. Madrid: San Pablo.
- Sánchez Muñoz, C. (2005): “Genealogía de la vindicación”, en Beltrán, E.;
Maquieira, V.; Álvarez, S. y Sánchez, C. (eds.): Feminismos. Debates teóricos
contemporáneos. Madrid: Alianza.
ILUSTRACIÓN Y FEMINISMO
En los salones las mujeres de talento y cultura podían reunirse con los hombres, no ya
como raros prodigios, sino como iguales en el campo intelectual. Los salones son
espacios en los que se pretende cultivar el gusto, la cortesía y los buenos modales, pero
también son un entorno elegante donde autores noveles con aspiraciones, de ambos
sexos, eran animados a compartir su trabajo, a comentar la creación de los otros y
participar en complejas discusiones y juegos intelectuales. Bien acogido por la sociedad
francesa, el salón se institucionalizó en Francia, y la preponderancia cultural francesa
hizo que éste se extendiera a otras capitales europeas (Anderson y Zinsser, 1991, vol 2:
126).
Siendo salonnière, una mujer podía atraer a los círculos de poder a los círculos de poder
a su propia casa. Podía favorecer o perjudicar tanto reputaciones artísticas y literarias
como líneas de acción política. Las soluciones financieras para la economía francesa se
debatían en los salones, la elección que el rey hacía de los ministros estaba fuertemente
influida por las salonnières más influyentes (Anderson y Zinsser, 1991, vol 2: 128).
Pero la influencia femenina que se ejerce en los salones también será fuertemente
criticada, siendo éste también uno de los motivos por los que al cambiar el clima
político a finales del siglo XVIII se pone fin al poder de la salonnière (Anderson y
Zinsser, 1991, vol 2: 131). Las salonnières habían entrado en el terreno masculino (la
cultura, el estudio y la política). Tradicionalmente, los hombres europeos habían temido
y condenado cualquier atisbo de influencia femenina en la política; el siglo XVIII, con
sus abundantes ejemplos de tal influencia, trajo también una avalancha de quejas en este
sentido (Anderson y Zinsser, 1991, vol 2: 137).
Teorías y discursos
Much@s autor@s sitúan el origen teórico del feminismo en la Ilustración, cuando se
vindica la individualidad, la autonomía de los sujetos y los derechos. Las ilustradas
reivindicarán la inclusión de las mujeres en los principios universalistas que la
Ilustración mantenía: la universalidad de la razón, la emancipación de los prejuicios, la
aplicación del principio de igualdad y la idea de progreso. Por tanto, el feminismo, en
sus orígenes, es un fenómeno netamente ilustrado, es un hijo del Siglo de la Razón,
pero, en palabras de Amelia Valcárcel, resulta ser un hijo no deseado (Sánchez Muñoz,
2005: 17).
Rousseau es uno de los más relevantes ideólogos del concepto ilustrado de naturaleza.
Como dice Nuria Varela (2005: 29), Rousseau es uno de los mejores ejemplos para
identificar lo ocurrido en la época: todo el cambio libertario y político, la Revolución,
sus filósofos, sus políticos, sus declaraciones de derechos, traen, por un lado, el
nacimiento del feminismo y, por otro, su absoluto rechazo y represión violenta.
Rousseau excluye a las mujeres como sujetos del pacto político y por tanto de la
ciudadanía. Esta exclusión se basa en la desigualdad natural entre hombres y mujeres.
Las mujeres no son como los hombres, por tanto no pueden tener los mismos derechos,
ni ser educadas igual. Sus ideas sobre las mujeres y el papel de éstas quedan reflejados
en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres y
en Emilio o de la educación.
Pero también nos encontramos filósofos y pensadores que participan activamente con
sus escritos a favor de la aplicación de los principios igualitarios ilustrados a las
mujeres: Montesquieu, Diderot, Voltaire, D’Alambert, el aleman Von Hippel (autor del
ensayo titulado Sobre la mejora civil de la mujer, de 1794), etc. Pero seguramente el
autor más destacado en la defensa de los derechos de las mujeres sea el marqués de
Condorcet, autor de Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía, con el
que pretende influir directamente en el debate político y filosófico sobre la ciudadanía
de las mujeres que recorre Francia desde 1789 (Sánchez Muñoz, 2005: 26-27).
Para Condorcet, a igual naturaleza, iguales derechos. En contra de aquellos que, como
Rousseau, excluyen a las mujeres apelando a una naturaleza distinta, inferior y
subordinada, Condorcet defiende que esa supuesta naturaleza diferenciada no es sino
producto de una educación deficiente (Sánchez Muñoz, 2005: 27).
voto. La vindicación de estos derechos será una constante a lo largo del siglo XIX y
buena parte del XX (Sánchez Muñoz, 2005: 29).
En los Cuadernos de Quejas se pueden ver también las peticiones de las mujeres. Éstos
fueron redactados en 1789 para hacer llegar las quejas de los estamentos a los Estados
generales convocados por Luis XVI.
Aunque los textos constitucionales y legales del momento supusieron algunos avances
para las mujeres (así por ejemplo se fija la igual mayoría de edad para hombres y
mujeres a los 21 años, se declara el matrimonio como un contrato civil, se abole el
derecho de primogenitura masculino, se admite el divorcio en pie de igualdad de ambos
cónyuges, se reconoce a la madre el ejercicio de la patria potestad en las mismas
condiciones que el padre), la Constitución de 1791, cuyo preámbulo era la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, afirmaba la distinción entre dos
categorías de ciudadanos: activos (varones mayores de 25 años, independientes y con
propiedades) y pasivos (hombres sin propiedades y todo el colectivo de mujeres).
Nombres propios
• Mary Wollstonecraft (1759-1797)
Hija de un tejedor de seda, el cual heredó una cantidad de dinero que les permitió
vivir con cierta comodidad hasta que la dilapidó, tras lo cual tuvo que trabajar como
acompañante, institutriz y costurera, hasta que se hizo escritora profesional (se
estableció en Londres con la paga que su editor la proporcionaba por sus escritos).
Desde pequeña se sintió atraída por los libros, evitando los jugueteos y flirteos
característicos de las jóvenes de su ambiente.
El oponente dialéctico de esta obra es el Emilio de Rousseau, del que la autora decía
admiraba sus paradojas, pues suscribe lo que el ginebrino aplica a los hombres y
rechaza la visión que éste tiene de las mujeres y de su educación. Para
Wollstonecraft las mujeres, en tanto que sujetos morales, tienen también el atributo
natural de la racionalidad y, por tanto, deben tratar de adquirir las virtudes humanas
por los mismos medios que los hombres, en lugar de ser educadas como una especie
de fantásticos seres a medias. Su pretensión no era que, por medio de la educación,
las mujeres tuvieran poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas, que fueran
independientes. De tal manera que su primer deber fuera hacia ellas mismas como
criaturas racionales. Sin embargo la educación que reciben imposibilita el desarrollo
de la autonomía. Wollstonecraft critica en este sentido no sólo a Rousseau sino a los
moralistas y filósofos de su época que han contribuido a hacer a las mujeres más
artificiales, caracteres débiles que de otro modo no hubieran sido, como
consecuencia, miembros más inútiles de la sociedad. Por consiguiente, lo que se ha
presentado como atributos naturales de las mujeres (la coquetería, la vanidad, la
debilidad, la frivolidad, etc.) no son sino el producto de la educación recibida, esto
es, un resultado cultural y social que se presenta como natural e innato, de tal
manera que la dependencia aparece como algo natural.
Para ella, la mayoría de las mujeres que observaba a su alrededor eran el resultado
del modelo de mujer dependiente reflejado en la Sofía Rousseauniana, a la que
define como un ángel – y como un asno- porque no percibe en ella huellas de
carácter humano ni razón o pasión en esa sierva doméstica.
Critica también la falta de perspectivas para las mujeres fuera del matriminio. Fuera
del matrimonio no hay nada para ellas, pero dentro del matrimonio sus vidas
dependen por entero de sus maridos.
La vida de Mary Wollstonecraft fue también una vida nada convencional. Tuvo una
apasionada relación, sin contraer matrimonio, con Gilbert Imlay, con el que tuvo
una hija. Cuando Imlay la deja, atraviesa un momento muy crítico (cae en la
desesperación e intenta incluso suicidarse arrojándose al Támesis). Logra
sobreponerse, e iniciará otra relación con el filósofo radical inglés William Godwin,
del que vuelve a quedar embarazada. Con él sí contrajo matrimonio, pero
mantuvieron apartamentos separados en edificios cercanos. La hija que tuvo con
Godwin fue Mary Godwin Shelley, autora de Frankenstein. Wollstonecraft murió
unos días después del parto, a causa de una infección. A su muerte Godwin publicó
las cartas de Mary a Gilbert Imlay. Durante más de un siglo después de su muerte, a
ella se le recordará fundamentalmente por esas apasionadas y desesperadas cartas, y
como una mujer que había roto con una forma de comportamiento decente al tener
una relación de ese tipo, por la que tuvo que pagar con una hija ilegítima y el
abandono de su amante. Su forma de vida desvía la atención de sus ideas radicales y
feministas. Su vida venía a demostrar que lo más sensato era mantenerse fiel a la
tradición: su rebelión contra las restricciones tradicionales de las conductas de las
mujeres parecía conducir tan sólo a la deshonra y a la muerte. El precio que las
mujeres tenían que pagar por su independencia era demasiado alto, se venía a
extraer de moraleja (Anderson y Zinsser, 1991, vol 2: 149).
Tras el devastador efecto de las cartas y las Memorias publicadas por Godwin, la
reputación de Wollstonecraft termina ocultando su legado durante más de un siglo.
No fue hasta finales del siglo XIX y principios del XX, cuando volvió a ser
aplaudida por mujeres con opiniones políticas tan diferentes como Virginia Woolf y
Emma Goldman, que recuperaron la historia de Wollstonecraft y celebraron los
"experimentos de su vida", como Woolf los llamó en un ensayo, auque muchos
continuaron despreciando el estilo de vida de Wollstonecraft.
La misma revolución que abrió las puertas a las mujeres terminó también por
cerrarlas. En octubre de 1793 se les prohíbe a las mujeres toda actividad política en
Francia. Ese mismo año Gouges fue guillotinada.
Cuando los franceses señalan su celo para regenerar el estado y fundar su felicidad y su
gloria sobre las bases eternas de las virtudes y de las leyes, pensé que mi sexo, que
compone la interesante mitad de este bello Imperio, podía también reclamar el honor e
incluso el derecho de concurrir a la prosperidad pública; y que al romper el silencio al que
la política parece habernos condenado, podíamos decir últimamente: nosotras también
somos ciudadanas. De acuerdo con este título, ¿no tenemos nuestras leyes, así como
nuestros deberes?, ¿debemos permanecer puramente pasivas en un momento en el que la
transformación de todos los pensamientos en fecundos para el bien público debe tocar el
punto delicado, el feliz lado que nos une a él? [2]
http://masterkas.nireblog.com/post/2006/04/05/feminismo-e-ilustracion
http://books.google.es/books?id=jE-
JminAVW8C&pg=PA143&lpg=PA143&dq=mademoiselle+jodin&source=bl&ots=
hbInApr2TO&sig=tTjBUzuMe2QjMoUDxspOkBhNuNU&hl=es&sa=X&oi=book_
result&resnum=2&ct=result
More (1745-1833), también desde pequeña se sintió más atraída por los libros que por
los flirteos y coqueteos, y también era maestra (ella era hija de un maestro). En su
juventud llegó a frecuentar los salones, aunque siempre defendió las virtudes cristianas.
Más tarde se sintió atraída por el grupo de Clapham y su campaña a favor de abolir el
tráfico de esclavos. A finales de 1780 se había convertido en líder reconocida del grupo
en sus posteriores campañas para reformar los modales de los ricos y volver a inculcar
la devoción a los pobres.
Me han incordiado por todos lados para que lea Derechos de la Mujer, pero estoy firmemente
decidida a no hacerlo. Hay algo fantástico y absurdo en el título mismo ¡Qué gran cantidad de
maneras hay de hacer el ridículo! Yo estoy segura de que tengo toda la libertad que puedo usar,
ahora que soy una mujer mayor, y cuando era joven tenía, me atrevo a decir, más de la que era
conveniente para mí.
El propósito de More era reformar la sociedad inglesa sobre la base de los principios y
virtudes tradicionales, para lo que, consideraba, la participación de las mujeres era vital
en esta empresa. Ella misma proporcionó un ejemplo de la supuesta autoridad moral de
las mujeres y de cómo ésta les podía abrir nuevas puertas a la sociedad.
Abrió escuelas para pobres, para que éstos aprendiesen a leer las Sagradas Escrituras 3 .
Sus obras de más repercusión fueron los Folletos doctrinales baratos, con los que
pretendía llegar a los pobres (se vendieron dos millones de copias en los primeros tres
años, algo sin parangón en la época).
A las mujeres de clase media y alta les exhortaba a realizar actos de caridad. Rechaza
los salones y propugna el deber de las mujeres a reformar la sociedad. Estas mujeres, a
través de la virtud, conseguían más poder o influencia y más independencia. A lo largo
del siglo XIX y hasta entrado en siglo XX, este camino de la caridad y la virtud
marcado por More era casi el único que tenían aquellas mujeres de clase media y alta
que deseaban tener una vida más allá del ámbito doméstico.
3
Defendía la enseñanza de la lectura en los pobres, para que leyesen las Sagradas Escrituras, pero no la
enseñanza de la escritura, ya que esto podía hacerles rebeldes (p. 150).
BIBLIOGRAFÍA
- Amorós, C. y de Miguel, A. (2007): Teoría feminista: de la Ilustración a la
globalización. Vol.1: De la Ilustración al segundo sexo. Madrid: Minerva Ediciones.
- Anderson, B. y Zinsser J.P. (1991): Historia de las mujeres: una Historia propia.
Vol. 2. Barcelona: Crítica.
- Condorcet; De Gouges, O. (1993): La Ilustración olvidada : la polémica de los
sexos en el siglo XVIII. Barcelona: Anthropos.
- Sánchez Muñoz, C. (2005): “Genealogía de la vindicación”, en Beltrán, E.;
Maquieira, V.; Álvarez, S. y Sánchez, C. (eds.): Feminismos. Debates teóricos
contemporáneos. Madrid: Alianza.
- Wollstonecraft, M. (2005): Vindicación de los derechos de la mujer. Madrid:
Ediciones Istmo.
http://masterkas.nireblog.com/post/2006/04/05/feminismo-e-ilustracion
Por otra parte, en el transcurrir del siglo XIX tampoco nos encontramos un movimiento
unitario y sin fisuras, sino una diversidad de posturas, argumentaciones y
reivindicaciones que van desde el derecho a la educación hasta el derecho a una
sexualidad libre, desde el derecho al control de las propiedades de las mujeres casadas
por ellas mismas hasta la lucha contra la prostitución, pasando por la reivindicación del
sufragio, que actúa como el elemento aglutinador.
Pero desde sus orígenes, y al igual que en el proceso revolucionario francés, ese
nosotros el pueblo nacía ya lastrado por las exclusiones: las mujeres, los esclavos y los
nativos.
El «pueblo» se definía por oposición a los otros y otras, en una lucha ideológica por la
construcción de las identidades hegemónicas en la que lejos de no tomar en
consideración el género y la raza, éstos se incardinaban como eje de la construcción de
esa identidad.
Pero a pesar de esa brecha entre los valores cívicos-públicos atribuibles a los varones, y
los valores propios del ámbito privado, exigidos ahora como valores públicos para las
mujeres, el énfasis en la participación y el asociacionismo, propios del credo
republicano, favorecía la causa de las mujeres. Éstas se encontraron con una concepción
de la política que no era meramente la que se realizaba en los parlamentos o asambleas,
en lo que se denominaba el ámbito formal de la política, sino una política entretejida
con los intereses cotidianos y por tanto más próxima también a la vida privada. La
proliferación de este tejido asociativo, intermedio entre lo público y lo privado, facilitó
la apertura de nuevas posibilidades para las mujeres, posibilidades que si bien en un
principio estaban ligadas a la esfera privada, por medio de las asociaciones filantrópicas,
permitieron a las mujeres entrenarse en el discurso y en la acción política. Sin duda esto
representa una diferencia importante respecto a la actuación de las mujeres en otros
países en la misma época, donde no encontraron ese espacio de actuación intermedio
entre la política formal y la esfera privada y tuvieron que luchar por crearlo, mientras
que en Estados Unidos la misma concepción de la política favorecía esa participación de
la sociedad civil. Además, en este país, la vida pública antes de la guerra civil estaba
centrada en el nivel local y municipal. La escena pública en la que se desarrollaba esa
sociedad civil de la que emergían los movimientos de mujeres presentaba unas
características peculiares: a diferencia del espacio público europeo centrado en los
clubes literarios y en la prensa, la sociedad civil y la opinión pública norteamericanas se
articulaban en torno a espacios urbanos, asambleas abiertas en las calles y en las plazas
públicas, arraigando la idea del acceso abierto al debate público y la creación de
distintos públicos, heterogéneos y diversificados, que se asociaban para defender sus
intereses concretos, entrecruzándose entre sí para la realización de sus objetivos.
fundamental consistía en la idea de que cada persona era dueña de su propio destino. En
este sentido el evangelismo era una doctrina perfeccionista: la obligación de cada
individuo de perfeccionarse mediante el trabajo en su comunidad. Ello repercutía en una
reforma moral de la sociedad y sus valores, reforma que adquiría distintas formas y
objetivos: la templanza, la educación, la beneficencia, la reforma carcelaria, la
esclavitud y los derechos de la mujer. Estos últimos no se incluyeron como objetivos
prioritarios de la reforma pero sí surgieron como una consecuencia directa de ésta.
Las prácticas políticas protestantes (evangelistas pero sobre todo las cuáqueras)
permitían la presencia de mujeres en las tareas de la Iglesia (intervenían públicamente
en la oración y hablaban a toda la congregación). Pero además su principio de la
interpretación individual de los textos sagrados favorecía el acceso de las mujeres a la
alfabetización. Ello contribuyó notablemente a que en Estados Unidos el analfabetismo
femenino fuera considerablemente inferior que en Europa, así como a la creación de
colegios universitarios femeninos y al desarrollo de una clase media de mujeres
educadas que constituiría el público del feminismo norteamericano del siglo XIX.
La educación de las mujeres era un paso necesario para esa república que requería la
reforma moral de la ciudadanía. La primera institución que ofrecía a las mujeres una
educación superior fue Oberlin Collage, fundado en 1833 en el estado de Ohio, al que
seguirían en 1837 en Massachussets Mount Holyoke, como primera universidad
femenina. En ellos se educarían algunas de las más relevantes sufragistas de la época,
como Lucy Stone.
Esta reforma moral religiosa permitió a las mujeres participar como voluntarias en las
obras filantrópicas de la Iglesia, proliferando las sociedades dedicadas a intereses
Teorías y discursos
El movimiento de mujeres en Estados Unidos se caracteriza por cimentar sus raíces en
otros movimientos sociales, tales como el movimiento abolicionista y el movimiento de
reforma moral. Por otra parte, en Europa el discurso feminista lo elaboraron voces
aisladas y solitarias en su contexto, mientras que en el Nuevo Mundo encontraron una
resonancia colectiva que se plasmaría en un moviento social.
Abolicionismo y feminismo
El sufragismo norteamericano hunde sus raíces en el movimiento abolicionista. En él
militaron destacadas sufragistas como Lucretia Mott, Elizabeth Cady Stanton o Susan
Anthony. Muchas sufragistas estaban casadas con líderes abolicionistas. Las pioneras en
unir los derechos políticos de las mujeres a la causa abolicionista serían las hermanas
Grimké, Angeline y Sara, esta última autora de las Cartas sobre la igualdad de los
sexos y la situación de la mujer. Ambas hermanas, de origen cuáquero, intervinieron en
mítines para mujeres en la American Anti-Slavery Society, fundada en 1833 en
Filadelfia. Sus críticas a la Biblia por justificar un papel inferior a las mujeres les
valieron las iras de la jerarquía eclesiástica, y sus alegatos a favor de los derechos de las
mujeres, la desconfianza de los abolicionistas.
La exposición de los agravios y desigualdades a los que las mujeres estaban sujetas
conducía a una serie de resoluciones. La mayoría de ellas hacen referencia a la mejora
Tras Seneca Falls y hasta la guerra civil se sucedieron otras convenciones del mismo
carácter. Tras la guerra, una vez abolida la esclavitud (en la Decimotercera Enmienda,
1865), se planteaba la cuestión de la extensión del sufragio para los varones negros
liberados, lo que de nuevo aprovechan las mujeres para pedir también el voto. La lucha
política que generó la batalla por la Decimoquinta Enmienda, que extendía el voto a los
varones negros, aprobada en 1870, introdujo nuevas escisiones entre abolicionistas y
feministas y entre el mismo feminismo. Stanton y Anthony se opusieron a esta
enmienda, cambiando tanto de estrategia como de discurso, creando la Asociación
Nacional Pro Sufragio de la Mujer (The National Women’s Suffrage Association o
NWSA), asociación dirigida exclusivamente por mujeres cuyo objetivo principal era el
sufragio femenino. Por otro lado, Lucy Stone creaba ese mismo año la Asociación
Americana Pro Sufragio de la Mujer (The American Woman Suffrage Association o
AWSA), que apoyaba la Decimoquinta Enmienda al tiempo que trabajaba por el voto de
la mujer. Éste no llegaría hasta 1920 con la aprobación de la Decimonovena Enmienda.
El feminismo europeo
Durante varias décadas el movimiento inglés por los derechos de la mujer fue el modelo
para otros movimientos europeos. Entre la década de 1850 y 1920, miles y miles de
mujeres lucharon durante más de setenta años por conseguir derechos políticos y legales
y leyes más justas sobre la custodia de los hijos, el divorcio, leyes que permitieran a las
Las inglesas fueron las primeras en exigir el voto. En 1832, la Great Reform Act amplió
el sufragio, concediendo el voto a aproximadamente uno de cada cinco hombres sobre la
base de la propiedad. Un año antes habían aparecido artículos en periódicos radicales
reclamando el voto para las mujeres. En respuesta a ello, la Cámara de los Comunes
insertó la palabra varón en los requisitos para tener derecho al voto por primera vez en
la historia de Inglaterra: la legislación anterior se había basado exclusivamente en
requisitos de propiedad. Mary Smith, propietaria soltera de Yorkshire envió al
Parlamento la siguiente petición: “Toda mujer soltera que posea los requisitos
pecuniarios necesarios debería tener derecho a votar por los miembros del Parlamento”.
Los miembros de la reformada Cámara de los Comunes se rieron como respuesta a la
lectura de la petición.
También en Inglaterra las mujeres se organizaron para luchar por sus derechos. Así
crearon el Comité por el Sufragio Femenino, más tarde la Sociedad Nacional de
Londres por el sufragio femenino. Pero el movimiento no siempre estuvo unido.
Durante décadas, los liberales fueron los aliados “naturales” de las feministas. Entre
1884 y 1897 el movimiento se divide por la cuestión de si coaligarse con los liberales o
mantenerse como entidad política independiente, ya que los líderes del Partido Liberal
se resistían con firmeza a conceder el voto a las mujeres. En 1897, el dividido
movimiento inglés por los derechos de la mujer se reunifica bajo el nombre Unión
Nacional de Sociedades por el Voto de las Mujeres. El nuevo énfasis por el voto
propició nuevas estrategias. Las mujeres de clase obrera se afiliaban a millares
reclutadas por las sociedades sufragistas de clase media en las grandes fábricas textiles
del norte. Más mujeres, tanto de clase media como de clase trabajadora, comenzaron
unirse con el reciente formado Partido Laborista y al más pequeño y radical Partido
Laborista Independiente.
A comienzos del siglo XX, las inglesas habían conseguido que se les reconociera el
derecho a formar parte de consejos municipales y de juntas directivas de colegios,
podían ocupar un puesto oficial en la administración de asistencia pública y ser
inspectoras de fábrica. Podían votar en las elecciones municipales y de condado si
poseían la propiedad requerida, e incluso ser alcaldesas. Pero no podían votar en
elecciones nacionales. Hubo que esperar hasta 1918, en que se reconoció el voto a las
mujeres mayores de 30 años, mientras que en los varones eran los 25 años la edad a
partir de la cual podían votar (a las mujeres entre 25 y 30 años se les consideraba
demasiado “frívolas” como para votar). En 1928 se reconoció el derecho al voto a las
mujeres en igualdad de condiciones que los varones. Y es que al final de la primera
guerra mundial al tema del sufragio femenino había dejado de ser una reivindicación
radical en muchos países.
Liberalismo y feminismo
Donde el liberalismo floreció fue más fácil para las mujeres hacerse feministas y
organizar movimientos de reivindicación de los derechos de las mujeres. Ambos
movimientos compartían un gran número de ideas y de dogmas. Al igual que el
feminismo, el liberalismo surgió por oposición a la sociedad tradicional y a sus
creencias. Como el feminismo, el liberalismo valoraba al individuo y confiaba más en el
criterio y en la razón individuales que en las ideas establecidas. Como el feminismo, el
liberalismo creía en el poder de la educación y de la reforma para erradicar las viejas
fronteras y jerarquías.
Pero aunque el liberalismo creó un clima más favorable para el feminismo, también
planteó problemas políticos a las feministas. En países donde los hombres obtuvieron
por primera vez el voto basado en la propiedad (pagando una cantida en forma de
impuestos o siendo propietarios de cierta extensión de tierra), las feministas se
encontraron con un dilema ¿Debían luchar por conseguir el voto para todas las mujeres,
cuando no todos los hombres podían votar?, ¿debían apoyar el sufragio basado en la
propiedad también para las mujeres o apoyar primero el sufragio universal para todos
los hombres primero? Los movimientos feministas por la igualdad de derechos diferían
en su política, al igual que los liberales diferían en sus opiniones sobre hasta dónde se
debía extender el voto.
Feminismo y cristianismo
Los liberales del siglo XIX lucharon por el nacionalismo, por la extensión de los
derechos políticos, por una mejor educación. Se opusieron a la monarquía absoluta, a la
regulación estatal de la economía y, en muchos aspectos, a la iglesia católica. Aunque
tanto el protestantismo como el catolicismo se oponían al feminismo y despreciaban a
las mujeres activistas, el feminismo que reivindicaba la igualdad de derechos surgió más
fácilmente en los países protestantes que en los católicos.
El protestantismo, aunque no era más favorable a las mujeres, creó una atmósfera más
favorable al feminismo, proporcionando una base para rechazar las tradiciones sobre las
mujeres. El concepto de igualdad espiritual y la convicción de que todos los individuos
tenían acceso a Dios fomentó la independencia intelectual. El protestantismo enseñaba a
leer la Biblia tanto a las chicas como a los chicos, para que mujeres y hombres pudieran
esforzarse por su propia salvación, pero al mismo tiempo se seguía predicando el papel
de esposa tradicional para las mujeres. Ésta contradicción entre igualdad espiritual y
subordinación dio lugar a que algunas mujeres cuestionaran los papeles tradicionales.
Socialismo y feminismo
En la década de 1830, ya había socialistas que creían que la transformación económica
del capitalismo en socialismo liberaría inevitablemente a las mujeres. Los movimientos
socialistas criticaban los movimientos de mujeres por la igualdad de derechos por
considerar que éstos ignoraban la realidad económica. Los movimientos socialistas
(partidos y sindicatos) defendían la mejora de las condiciones laborales de las mujeres
(aunque no como mujeres, sino como trabajadoras), como la reducción de jornada y
mejores salarios, captando así a multitud de mujeres. Pero simultáneamente las mujeres
socialistas feministas se quejaban del poco feminismo que había en círculos socialistas.
Las socialistas feministas tuvieron que luchar en dos frentes: contra los gobiernos que
ilegalizaban e intentaban aplastar el socialismo y contra los socialistas varones que se
oponían al feminismo y a una igual participación de las mujeres en el movimiento. Estas
batallas fueron cambiando con el tiempo, a medida que evolucionaron las condiciones
económicas y políticas, y la misma teoría socialista, a lo largo del siglo XIX.
En las décadas de 1850 y 1860, Karl Marx y Friedrich Engels habían redefinido el
socialismo. Marx y Engels argumentaban que el trabajo remunerado fuera del hogar
liberaría finalmente a las mujeres porque supondría una nueva etapa del desarrollo
social. Con el socialismo todo cambiaría, incluidas las relaciones entre hombres y
mujeres, la forma de la familia y la opresión económica de las mujeres. “La primera
condición para la liberación de la esposa es devolver todo el sexo femenino a la
industria pública”, escribió Engels en el Origen de la familia, la propiedad privada y el
estado, en 1884. En El Capital (1867), Marx insistía en que “la industria moderna […]
crea una base económica para un tipo más perfecto de familia y de relaciones entre los
sexos”. Aunque Marx y Engels nunca describieron con exactitud de qué forma sería este
“tipo más perfecto de familia” y rar vez trataron “cuestiones femeninas”, sí eligieron a
Harriet Law, maestra de escuela inglesa, miembro del Congreso general de la Primera
Internacional (originalmente Asociación Internacional de Trabajadores, AIT). Sin
embargo, fue la única mujer presente.
La ausencia femenina en los círculos socialistas de esta época se debía a los prejuicios
de los varones y a una selección intencionada de los escritos de Marx y Engels. En su
crítica del capitalismo, Marx y Engels habían lamentado la desaparición de los papeles
tradicionales de las mujeres. Marx consideraba que la disolución de “los viejos lazos
familiares” era “terrible y repugnante”. Engels declaró al principio de su carrera que el
trabajo asalariado de una esposa “le quita al marido su virilidad y a la esposa sus
cualidades femeninas”. Los socialistas franceses y alemanes sostuvieron que las mujeres
debían seguir desempeñando sus funciones tradicionales. Así, una de las conclusiones
de la Asociación General de Trabajadores Alemanes Lasallianos en 1866 fue que
El trabajo adecuado a las mujeres y las madres está en el hogar y en la familia. Junto con los
solemnes deberes del hombre y del padre en la vida pública y en la familia, la mujer y la madre
deberían representar lo acogedor y poético de la vida doméstica, aportando gracia y belleza a las
relaciones sociales, y ser una influencia ennoblecedora que aumente el disfrute de la humanidad
en la vida social.
el socialismo, obra que alcanzó una gran popularidad, y en la que argumentaba que el
capitalismo era la causa de la opresión de la mayoría de las mujeres, y asociaba
firmemente el socialismo con la liberación de las mujeres. El Partido Socialista alemán
fue prácticamente ilegal entre 1878 y 1890 y, en esas circunstancias, la participación de
las mujeres resultó crucial tanto para mantener viva la causa como para preparar a la
nueva generación de socialistas alemanes.
Las mujeres fueron mejor recibidas en círculos socialistas en el último cuarto del siglo
XIX en parte también al heroico ejemplo de las mujeres rusas (“las amazonas rusas”,
como se las llamaba en su tiempo). Las mujeres rusas participaban en todo tipo de
actividades, desde el asesinato a la organización, desde la redacción de panfletos
políticos a las largas condenas en Siberia. Las mujeres constituían más del 10 por ciento
de los revolucionarios rusos en la década de 1870. Esta proporción era del 30% dentro
de los grupos más extremistas, que exigían una total dedicación y entrega de sus
miembros. Las amazonas rusas crearon una tradición heroica para las mujeres, al tiempo
que se granjearon el respeto de los demás socialistas varones, pero no patrocinaron ni
defendieron el feminismo. Estas mujeres, sin excepción, perseguían como primer
objetivo no la lucha por las mujeres sino la revolución popular. Rosa Luxemburg siguió
este modelo en la siguiente generación.
Nombres propios
• Angelina Grimké (1805-1879)
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/USASgrimke.htm
• Sara Grimké (1792-1873)
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/USASgrimkeS.htm
BIBLIOGRAFÍA
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History of Woman Suffrage. Chicago: University of Illinois Press
http://centros5.pntic.mec.es/ies.parque.de.lisboa/alumnos2000/home.html
después de la Segunda Guerra Mundial, caso de Francia e Italia (ambos en 1945). Suiza
fue uno de los últimos en incorporarse, ya en 1971.
La segunda ola del feminismo se inicia en los Estados Unidos, en el contexto de los
movimientos sociales de protesta emergentes en esa época por el desencanto y las
contradicciones del capitalismo: movimiento por los derechos civiles y contra el
racismo, movimientos antiimperialistas, lucha contra la guerra de Vietnam, etc. Se
plantean nuevos temas para el debate, nuevos valores sociales y una nueva forma de
autopercepción de las mujeres. La segunda ola se apoya en un amplio movimiento de
mujeres que supieron organizarse, reunirse y discutir las experiencias de su vida
cotidiana, llevando a cabo una reflexión interna que afectará tanto a sus vidas diarias
como a las organizaciones políticas en las que militan y a la teoría feminista.
Siguiendo a Cristina Sánchez Muñoz (2005: 75-76), podemos señalar dos grandes temas
que sirvieron de eje tanto para la movilización como para la reflexión teórica de esos
años. El primero viene representado por el lema tantas veces invocado de lo personal es
político, con el que se quería poner de manifiesto que los conflictos y problemas que las
mujeres afrontan en el ámbito privado son fruto de un programa político (al estilo
foucaultinao). El otro gran tema, relacionado con lo anterior, es el análisis de la
opresión, en el que el concepto de patriarcado desempeñará un papel fundamental.
barrios y las clases sociales dio lugar a que se establecieran suministro de agua no
contaminada en todos los distritos de la ciudad. Las aguas de desecho dejaron de
infectar el agua potable y ser un foco de infección en las casas. Se comenzaron a limpiar
sistemáticamente las calles, a pavimentarlas, se suministraba también gas y electricidad.
La vivienda comenzó a regularse contemplando la higiene pública. Fue precisamente la
higiene más que la medicina lo que favoreció la caída de la mortalidad urbana. En los
primeros años del siglo XX, muchas mujeres comenzaron a vivir mejor que sus
predecesoras. Agua corriente, retretes con cisterna, fregaderos y bañeras empezaban a
aparecer en las viviendas. Aunque las mujeres pobres eran las últimas en beneficiarse de
los progresos en el nivel de vida, también fueron mejorando poco a poco.
El aumento del nivel de vida, el menor número de hijos por familia, las ayudas por
maternidad, la legislación proteccionista, los sindicatos y los nuevos trabajos fueron los
elementos de cambio más importantes en la vida de las mujeres urbanas de clase obrera
entre la década de 1870 y la de 1920.
Por otra parte, el desarrollo del trabajo encadena y la sustitución de la fuerza física por
la máquina favorece el trabajo de las mujeres. De la misma manera, al multiplicarse los
puestos de ejecución en el sector terciario se favorece a las “empleadas”. En Inglaterra,
entre 1911 y 1931, únicamente el sector de empleadas de oficina pasa del 2 al 10% de
las asalariadas (Thébaud, 1993: 116).
En Rusia, durante la guerra civil que sigue a la revolución de octubre de 1917, las
mujeres lucharon en ambos bandos. Lenin nombró a Alexandra Kollontai (feminista
bolchevique) comisaria de bienestar público. Los intentos de cambiar de raíz la familia
y el trabajo del hogar terminaron después de 1922: Kollontai perdió influencia, Lenin
murió y, a finales de la década de 1920, las prioridades del gobierno pasaron a ser la
productividad y la industrialización. Con la llegada de Stalin al poder en 1927, la vida
de las mujeres soviéticas comenzó a diferenciarse tajantemente de las de las otras
europeas. La decisión de industrializar el país rápidamente llevó a emplear a las mujeres
en las fábricas, y en 1940 las mujeres soviéticas ya constituían el 45% de la mano de
obra. La doctrina comunista afirmaba entonces que las mujeres soviéticas habían
alcanzado la igualdad con los hombres y no necesitaban ninguna legislación o
instituciones especiales (Anderson y Zinsser, 1991: 343-345).
Junto con la vida urbana y el esplendor material de la Nueva Era se vendió también la
nueva mujer norteamericana. La publicidad difunde el nuevo modelo de feminidad
estimulando el consumo. A través de la publicidad, los fabricantes y minoristas de
productos para el hogar o para los niños dieron a conocer el concepto moderno de
feminidad. Así, a través de la adquisición de bienes, el ama de casa se vinculó cada vez
más con la “nueva administración doméstica”, y la madre, con la “crianza científica de
los hijos”. Las estadísticas de la época señalan a la mujer como la realizadora del 80%
de las compras. La publicidad se dirige a ellas y al mismo tiempo les devuelve imágenes
de sí mismas. Las encuestas también revelan que las estrellas de cine son el principal
objeto de admiración de los jóvenes. El modelo femenino americano se difunde,
Claro que no existía una coincidencia entre ese modelo cultural dominante de feminidad
y las experiencias reales, diversas y divergentes de las mujeres de la época, pero esa
idealización actuó como un factor poderosísimo de cambio. Aún así, la crisis económica
que terminó con los años veinte también puso en evidencia hasta qué punto los llamados
patrones sociales modernos hundían sus raíces en viejas expectativas de subordinación y
domesticidad de las mujeres.
En estos Años Locos, en el que reencuentro con la alegría de vivir al salir de las trincheras se
combina con la fascinación que produce una revolución rusa preñada de todas las
emancipaciones soñadas, se impone la Garçonne, que quiere conquistar su independencia
económica haciendo “carrera” y lleva la libertad sexual y moral al extremo de la bisexualidad
antes de fundar con su “compañero” una unión estable e igualitaria. Su comportamiento
masculino -“piensa y actúa como un hombre”-, las cualidades viriles que despliega –talento,
lógica- el dominio del dinero, a ejemplo de los hombres, la conciencia de su irreductible
individualidad –“sólo me pertenezco a mí misma”- se encarnan en un atributo físico simbólico:
el pelo corto.
La novela tuvo un gran impacto: un millón de ejemplares que leyeron del 12 al 15% de
los franceses, traducciones a doce idiomas. Se habla de escándalo. Tiene lugar un debate
político sobre todo en la prensa, entre periodistas, políticos, novelistas, pero también en
el seno de las familias.
En la década de los 60, tanto en Europa como en los Estados Unidos, las mujeres que
participaban en los movimientos sociales contra el sistema establecido vuelven a tomar
conciencia de la diferencia entre los papeles de los hombres y las mujeres dentro de sus
propios movimientos. Se pone así en marcha el nuevo movimiento de liberación de la
Desde la década de los sesenta, la clase obrera empieza a vivir mejor que nunca: se
generaliza no ya el agua corriente, sino el agua caliente y la calefacción central, los
retretes de cisterna, las bañeras, los electrodomésticos, e incluso los automóviles. El
parto y la crianza de los hijos requieren mucho menos tiempo en la vida de las mujeres:
en 1900 una mujer europea corriente vivía 50 años, más de la mitad de su vida la pasaba
criando hijos. En 1970 una mujer europea podía ya esperar vivir 75 años, de los cuales
aproximadamente 18 (generalmente de los 22 a los 40) estaban dedicados a sus hijos
(Anderson y Zinsser, 1991: 367-368).
Olvidadas las masacres y los años negros, hay una percepción positiva del siglo XX
para el feminismo, un siglo XX conquistador que se opone al siglo victoriano y que está
condicionado por una serie de imágenes: la garçonne, producto de la guerra y los años
locos, la “mujer liberada”, producto de la píldora, la “superwoman” de los años ochenta,
producto del feminismo y de la sociedad de consumo, capaz de hacer malabarismos
entre su carrera, sus hijos y sus amores (Thébaud, 1993: 12).
Los años sesenta y setenta son las décadas de los movimientos sociales, entre los que
destaca el feminismo militante. En los años ochenta se produce un repliegue de estos
movimientos. A nivel político, uno de los fenómenos más importantes es la caída del
muro de Berlín y la desintegración del bloque soviético, dando lugar a un nuevo “orden
mundial”. Con la llegada al poder de Reagan (1981) en Estados Unidos y Margaret
Thatcher (en 1979) en el Reino Unido, el neoliberalismo se alza como nueva ideología
triunfante. Los conflictos en el medio oriente caracterizan el final del siglo veinte y el
inicio del siglo veintiuno. Entre 1980 y 1988 tiene lugar la guerra Inrán-Iraq, en 1990-
1991 la llamada Guerra del Golfo y en 2003 la invasión de Iraq. El 11 de septiembre de
2001 Estados Unidos sufre el atentado terrorista más grave de su historia. Su autoría: el
terrorismo islámico.
Teorías y discursos
mujer aparece así como el gran eje temático de El segundo sexo y uno de sus conceptos
clave. Beauvoir constata cómo la idea de alteridad es una idea presente en todas las
culturas. Ésta implica un par de conceptos recíprocos: lo otro y lo mismo. Sin embargo,
cuando lo aplicamos a las relaciones entre hombres y mujeres, no encontramos esa
reciprocidad, no hay simetría entre los términos como si fuesen dos polos opuestos, sino
que uno de ellos –el varón- “se afirma como el único esencial, negando toda relatividad
respecto a su correlato, definiéndolo como alteridad pura”. Para explicar entonces la
situación de la mujer como la Otra, Beauvoir recurre a la filosofía hegeliana y a la
relación amo-esclavo como ejemplificación de la lucha por el reconocimiento de la
autoconciencia. Así, desde la misma manera que el esclavo se reconoce en la conciencia
autónoma del amo, la mujer se reconoce en el varón y busca en él su futuro y sus
valores. “No se reivindica como sujeto, porque carece de medios para hacerlo, porque
vive el vínculo necesario que la ata al hombre sin plantearse una reciprocidad y porque
a menudo se complace en su alteridad”.
¿Cómo se ha llegado a esa situación de opresión de las mujeres? Para encontrar las
respuestas Beauvoir lleva a cabo un análisis de los elementos que han configurado esa
situación, rastreando cómo conciben a la mujer la biología, el psicoanálisis, el
materialismo histórico, la historia y los mitos. La causa originaria de la opresión, nos
dice Beauvoir, se encuentra en una edad remota –probablemente la Edad del bronce- en
la que las mujeres quedaron excluidas de las expediciones guerreras, y, culturalmente,
“la superioridad no la tiene el sexo que engendra, sino el que mata”. En este sentido,
Beauvoir, no acepta la inferioridad física de las mujeres como causa de la
subordinación, sino la interpretación cultural de la reproducción como un hecho que no
procura la trascendencia.
serlo”. Con ello Beauvoir descarta de raíz un esencialismo femenino que enlaza a su vez
con la crítica de las ilustradas a una concepción naturalista de las mujeres, de sus
atributos, defectos y virtudes. Frente a las explicaciones biologicistas y deterministas,
Beauvoir negaba la existencia de “lo femenino”, afirmando el complejo origen cultural
y social de lo que era ser mujer.
Las relaciones del movimiento de liberación de las mujeres con los otros grupos de los
sesenta fueron complicadas y paradójicas. A principios de los sesenta se creaban en
Estados Unidos los dos grupos de protesta más importantes de la escena política de esos
años: el Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC), comprometido con la
lucha por los derechos de los negros, y el Students for a Democratic Society (SDS),
implicado en los derechos sociales y en las demostraciones anti-Vietnam. Ambos
grupos formaban lo que se conoció como El Movimiento. En estas organizaciones las
mujeres aprendieron en el terreno político, a salir del tradicional rol doméstico
imperante en la década de los cincuenta y a adquirir destrezas y experiencia políticas, y
en este sentido sirvieron de semillero para el desarrollo de l autonomía y confianza en sí
mismas que les resultarían muy útiles para la práctica posterior del movimiento
autónomo de mujeres. Por ello, las relaciones que posteriormente se establecieron entre
los grupos de feministas radicales y los dirigentes del Movimiento fueron de amor y de
odio, y la cuestión de si las mujeres debían organizarse independientemente o constituir
un ala del Movimiento fue una de las más debatidas y que más tensiones y escisiones
provocó en el movimiento de mujeres.
Las dificultades que las mujeres debían afrontar dentro del Movimiento pronto
empezaron a mostrarse. Las organizaciones estaban dominadas por hombres que eran
críticos con la cultura norteamericana pero que aceptaban el sexismo presente en esa
cultura. La frustración y el malestar de las mujeres dentro de los grupos de izquierda
podemos resumirlos en dos frentes: la práctica política y organizativa y las cuestiones
teóricas. En el primer aspecto, las mujeres se encontraron con una marginación de sus
actividades y una reproducción de la división sexual del trabajo. Dentro de las
organizaciones eran relegadas a los trabajos menores. “Después de limpiar y decorar las
oficinas, preparar las cenas de los activistas, fotocopiar panfletos, contestar teléfonos,
etc., no podían dejar de preguntarse: ¿Y esto es todo?”. La cuestión de quién limpiaba
la oficina se convertía así en una cuestión política. Por otro lado, las mujeres se
enfrentaban a su invisibilización como líderes, a que los debates estuviesen dominados
por los hombres y a que sus voces no fuesen tomadas en cuenta. Por otro lado, en lo que
al discurso se refiere, la clase constituía el eje prioritario en el análisis de la opresión, y
el género, o en su defecto el sexismo, o bien era objeto de bromas, o bien no era objeto
de consideración teórica. Sin embargo las mujeres sentían que las cuestiones que
afectaban de forma más directa a sus vidas cotidianas (la sexualidad, el reparto de las
tareas domésticas, etc.) debían pasar a formar parte de la discusión política, pues sólo
eran considerados temas menores, personales o de mujeres. Ello condujo a la escisión.
Feminismo liberal
La denominación de feminismo liberal no era una etiqueta que se otorgaran así misma
con agrado las feministas encuadradas como tales. Más bien el adjetivo liberal lo usaban
las feministas radicales de los años setenta para referirse a dichas feministas, entre las
que destaca Betty Friedan.
Friedan expone cómo las mujeres norteamericanas son presa de una extraña inquietud y
malestar, una sensación de disgusto y ansiedad. En muchas ocasiones ese malestar es
causa de desequilibrios emocionales y de enfermedades diversas y en los casos más
extremos las lleva al suicidio. Friedan lo llamó el “problema que no tiene nombre”.
Cuando observa la realidad que le rodea se encuentra con la promoción de una “nueva
mujer” que sabe apreciar la grandeza de ser esposa y madre de familia y no aspira a ser
una profesional con una carrera y con ambiciones propias. Esta “nueva mujer” aparece
en todas las revistas de la época, y en publicaciones más serias se insiste, aunque de otro
modo, en esta imagen. Friedan muestra el panorama en el que se va a desarrollar la
mística de la feminidad y el recorrido que se ha hecho para llegar hasta ahí.
Por un lado nos encontramos en un país que sale de una guerra que es la continuación
de una depresión y que finaliza con una bomba atómica. La calidez de un hogar parecía
ser la aspiración suprema, sobre todo de los hombres, y poco a poco la mixtificación de
este deseo se convierte en la razón de vivir para las mujeres. Por supuesto la natalidad
se incrementa y la mitad de las mujeres estadounidenses están casadas antes de los
veinte años. La guerra hizo especialmente vulnerables a las mujeres a esa mística, pero
no fue la única razón.
Por otro lado está la falta de modelos y la sistemática denostación de las mujeres que se
salen del canon, a lo que hay que añadir ciertas interpretaciones del psicoanálisis que en
nada favorecen las concepciones igualitarias. Tampoco el funcionalismo de la época
ayuda al avance social de las mujeres: la sociología y la antropología dominantes
continuamente realizan una valoración desmesurada del ama de casa, de su
funcionalidad para el sistema y la estructura social. De esta forma incluso se encuentra
un fundamento científico para la mística de la feminidad.
¿Cómo salir de la trampa en que las propias mujeres se metieron aceptando esa mística
de la feminidad? Buscando una cultura y una cualificación para desarrollar un trabajo, y
sostiene que esto es compatible con las tareas y obligaciones del ama de casa, animando
a los educadores a que estimulen a las mujeres a buscar un plan de vida o una vocación.
Al transcurrir los años se comprobó que las soluciones apuntadas no eran suficientes o
no funcionaron: la desigualdad de las mujeres no se resolvió cuando salieron a buscar
trabajo. La sobrecarga era y es evidente, y de la consecuencia de esta situación y con el
objeto de criticar otros feminismos surge otra obra, La segunda fase (1981), cuya
publicación no originó un eco tan amplio.
Feminismo radical
Aunque los ejes temáticos y la forma de abordarlos varían mucho entre las diferentes
corrientes y las distintas teóricas radicales, existen puntos comunes, entre los que
destacan:
Como señala Amelia Valcárcel, a mediados del siglo XIX, el concepto de patriarcado
cambia su signo de positivo e idílico a negativo y explotador, pero sólo en los años 60 y
70 del siglo XX, con el auge militante y el desarrollo teórico del feminismo, el
patriarcado será concebido en términos de estructura de poder. De esta manera, el
feminismo radical, con su noción de patriarcado como sistema político responde a la
izquierda, que consideraba “la condición de la mujer” como algo secundario que se
solucionaría automáticamente con la supresión del capitalismo. Va más allá de las
relaciones de poder originadas por la explotación económica. Para el feminismo radical,
El lema “lo personal es político”, muy fértil como punto de partida para un análisis de la
vida cotidiana, dio lugar en ciertos sectores del movimiento a una interpretación rígida
que terminaría invirtiendo los términos, reduciendo lo político a lo personal.
Como ya se ha apuntado, el lema “lo personal es político”, muy fértil como punto de
partida para un análisis de la vida cotidiana, dio lugar en ciertos sectores del
movimiento a una interpretación rígida que terminaría invirtiendo los términos,
reduciendo lo político a lo personal. Por otra parte, la obsesión igualitarista llevada al
extremo acabó en muchos casos en “la tiranía de la falta de estructuras” que denunciara
Feminismo socialista
En los años sesenta y setenta la teoría marxista resurge como una de las teorías
explicativas de los cambios sociales y de las relaciones sociales de dominación. Las
feministas también empiezan a preguntarse qué lugar ocupan las mujeres en esta teoría
y si el marxismo es una teoría válida para explicar la opresión de las mujeres. En la
construcción de una teoría feminista de raíz marxista en aquellos años nos encontramos
con las denominaciones feminismo marxista y feminismo socialista, unas veces usadas
indistintamente y otras como posiciones diferenciadas. Así, para Alison Jaggar el
feminismo socialista representaba la más consistente y consecuente aplicación del
método marxista, y la validez de este tipo de feminismo venía por la utilización de la
epistemología marxista. Por su parte, Zillah Eisenstein declara adherirse al término
“socialista” porque es un término más abierto e inclusivo que se replantea la
metodología marxista y que, a diferencia de ésta, no conduce a un reduccionismo
económico. La mayoría de las autoras de la época optaron por la denominación
“feminismo socialista”, término que ha llegado hasta nuestros días para indicar la
adscripción a una teoría que analiza la opresión de las mujeres en términos económicos,
pero no sólo, pues también adoptaría elementos del feminismo radical. Otros rasgos de
este feminismo son: utiliza el método del materialismo histórico y defiende la igualdad
entre hombres y mujeres en términos materiales, así como la socialización de los
medios de producción.
Heidi Hartmann es una de las autoras que más ahonda en la relación entre esos dos
sistemas. Para ella, el patriarcado es previo a la división de clases, y tiene una base
económica. Lo define como “el conjunto de relaciones jerárquicas y de dominación
entre hombres y mujeres, con una base material que es el control de los hombres sobre
la fuerza de trabajo de las mujeres”. Ese control es ejercido excluyéndolas del acceso a
algunos recursos productivos esenciales y restringiendo la sexualidad de las mujeres
mediante la imposición del matrimonio heterosexual y monógamo.
Otra de las categorías básicas que elabora el feminismo socialista va a ser la del modo
de producción doméstico (MPD), como instrumento analítico que les permitía analizar
las relaciones entre capitalismo y patriarcado, y será Christine Delphy una de las
primeras en elaborar este concepto. El trabajo doméstico de las mujeres constituye la
Diferencia vs igualdad
En la segunda mitad de los setenta comienza a manifestarse en Estados Unidos una
nueva tendencia cuya eclosión tuvo lugar en la década siguiente. Se trata del llamado
feminismo cultural (concepto acuñado por Alice Echols), que defiende la existencia y
preservación de una contracultura femenina. En Europa más que de feminismo cultural
se hablará de feminismo de la diferencia.
Aquí se inscribirían los trabajos que desde un enfoque psicológico han realizado autoras
como Nancy Chodorow y Carol Gilligan, así como el llamado “pensamiento maternal”,
cuyo desarrollo teórico comienza ya en los años setenta con los estudios de Dorothy
Dinnerstein y Adrianne Rich 4 , y adquiere un impulso importante con los trabajos de
Sara Ruddick.
El complejo entramado social que determina el rol que las personas ocupan según su
género se ve reforzado por los mecanismos psicológicos que intervienen en la asunción
de dicho rol, y, en este sentido, el papel de la madre como reproductora y como
educadora refuerza y asegura la continuidad de la estructura familiar patriarcal. Ésta es,
de una manera muy esquemática, la idea presente en la obra de Nancy Chodorow sobre
la maternidad. El pensamiento maternal se ha ocupado de la maternidad como práctica
social generadora de una ética específica. Una de las más importantes representantes de
esta corriente es Sara Ruddick.
Carol Gilligan recoge las conclusiones de Chodorow y propone una teoría sobre la
distinta aproximación a la moral por parte de mujeres y varones. La moral femenina está
más ligada a una noción fuerte de responsabilidad frente a los demás, a una noción no
egoísta de las relaciones interpersonales, mientras que el modelo masculino de
comportamiento moral estaría fundado en la noción de derechos respecto de una
hipotética justicia imparcial, distributiva, equitativa. La ética femenina sería una ética
del cuidado, de los afectos, de la sensibilidad y el altruismo, por oposición a una ética
masculina basada en la agresividad, la competitividad y el egoísmo.
4
Esta autora es inscrita unas veces en el feminismo radical y otras en el cultural.
Lo natural es por lo menos dos: masculino y femenino. Todas las especulaciones sobre la
superación de lo natural en lo universal olvidan que la naturaleza no es una (…). Así, también
para estas dos partes del género humano, que son el hombre y la mujer. Sólo abusivamente son
reducidas a uno [citado en Amorós, C. y de Miguel, A. (eds.) (2007): Teoría feminista: de la
ilustración a la globalización.Vol. 2: Del feminismo liberal a la posmodernidad. Madrid:
Minerva, pp. 295].
De todas las anteriores, la obra de Irigaray posiblemente sea la que haya adquirido una
notoriedad más especial. Esta autora se sirve de los conceptos del psicoanálisis para
describir la realidad psicológica y social de las mujeres. De ahí la relevancia que otorga
al sexo como categoría central de análisis. El sexo, los órganos genitales, el cuerpo
sexuado del varón y de la mujer definen su psicología. El análisis de las peculiaridades
sexuales servirá a la autora para comprobar los rasgos de carácter y los distintos tipos de
relaciones a partir de los cuales se construyen la identidad femenina y la masculina.
Durante los años sesenta y setenta Italia fue uno de los países europeos en los que el
movimiento feminista adquirió mayor protagonismo. Numerosas agrupaciones
comenzaron a organizar reuniones, seminarios y grupos de autoconciencia que pronto
sensibilizaron a las mujeres italianas sobre sus problemas. El gran esfuerzo de
movilización y participación de las mujeres italianas estuvo acompañado durante esos
años por una actividad intelectual y teórica importante que se mantuvo muy ligada a la
práctica, al movimiento reivindicativo. Ejemplos de esta actividad son La librería delle
donne de Milán y La Biblioteca delle donne de Parma. Estas dos iniciativas pretendían
crear un espacio para las mujeres desde el cual se dieran a conocer su pensamiento, sus
escritos, sus posiciones políticas, etc. La actividad editorial ocupó un papel importante,
ya que se quería promover específicamente la experiencia de las mujeres a través de sus
propias obras. Desde el inicio estos grupos de mujeres insistieron en la perspectiva de la
diferencia y acuñaron el término affidamento para expresar la particular relación que se
genera entre las mujeres precisamente por compartir esa perspectiva exclusivamente
femenina. Carla Lonzi y Luisa Muraro serían algunas de las autoras más representativas.
La primera defiende la diferencia frente a la igualdad, mientras que la segunda se centra
en el papel de la madre y su simbología.
Feminismo y postmodernidad
La idea de diferencia se ha planteado dentro de la teoría feminista bajo dos vertientes
distintas. Por un lado, las partidarias de la ética del cuidado y del pensamiento maternal
han sugerido que las mujeres proyectan en sus acciones y elecciones una perspectiva
particular, marcada por la especial forma en que se vinculan con las demás personas. En
este sentido, estas autoras hablan de las mujeres como grupo, es decir, no abandonan la
categoría de género sino que la refuerzan añadiéndole la característica de la diferencia
en el sentido de diferencia respecto del grupo de los varones. Esta perspectiva adquiere
en algunos casos según la formulación de cada autora rasgos que pueden ir desde el
esencialismo más o menos biologicista hasta el esencialismo entendido como identidad
cultural.
mismas características en todos los contextos sociales y culturales y, por otra parte, no
es una categoría social aislada, sino que se define y se modifica en función de otros
elementos, tales como la religión, la etnia, la pertenencia a una cultura, la clase, etc.
Según Butler, el “sujeto del feminismo”, entendido como las mujeres englobadas en la
categoría de género, ha dejado de de tener fuerza emancipadora y ha pasado a
transformarse en un concepto opresor y excluyente que ignora la diversidad entre
mujeres con distintas realidades culturales o sociales.
Butler sostiene que no es necesario afirmar la existencia de una identidad común para
emprender una política de emancipación de las mujeres. Rechaza las identidades
preconcebidas: no hay una identidad femenina o de género que pueda establecerse como
presupuesto de la teoría. Los objetivos políticos no necesitan, según Butler, un sujeto
político predefinido, sino que el sujeto se define y se construye en interacción con los
demás y en el transcurso de la tarea reivindicativa.
El sexo y el género son una invención, incluso el cuerpo es también una ficción, un foco
de interpretaciones diversas. Todo se reduce a construcciones culturales que hay que
desmontar. Para Butler, el sexo y el género no son más que falsas representaciones que
deben someterse a la parodia hasta subvertir la identidad femenina. Al desenmascarar
las descripciones sobre la naturaleza femenina que habrían representado los
esencialismos, nos encontraremos con que eso que hemos llamado “mujer” carece en
realidad de contenido definido.
los estudios feministas, gay studies y queer theory, donde el impacto del
postmodernismo también ha sido crucial.
En los análisis de la sexualidad, Foucault suele ser una referencia recurrente. Dicho
autor introduce el concepto de “tecnología del sexo” para referirse a toda la tecnología
(todo el entramado) social que produce la sexualidad y la opresión sexual. Por su parte,
Teresa de Lauretis propone que, de la misma manera que existe una tecnología del sexo,
existe una “tecnología del género”, es decir un sistema de técnicas y estrategias
discursivas mediante las que el género es construido y, por lo tanto, la violencia es
engendrada y generada (en-gendered). De Lauretis critica el hecho de que Foucault,
para combatir la tecnología social que produce la sexualidad y la opresión sexual, omite
el género. Mientras que negar el género supone negar las relaciones sociales de género
que constituyen y dan validez a la opresión sexual de las mujeres.
Se cuestiona que la sexualidad derive del género. Es más, el género también hace al
sexo.
Nombres propios
• Emmeline Goulden Pankhurst (1858-1928)
http://www.bbc.co.uk/history/historic_figures/pankhurst_emmeline.shtml
• Sylvia Pankhurst (1882-1898)
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/WpankhurstS.htm
• Christabel Pankhurst (1880-1958)
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/WpankhurstC.htm
• Carrie Chapman Catt (1859-1947)
http://womenshistory.about.com/od/cattcarriec/p/carrie_catt.htm
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/USAcatt.htm
• Alexandra Kollontai (1872-1952)
http://www.enlucha.org/periodico/En_Lucha_098/98_11.pdf
http://es.wikipedia.org/wiki/Alexandra_Kollontai
• Simone de Beauvoir (1908-1986)
http://www.letraslibres.com/index.php?art=6301
http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/181
• Betty Friedan (1921-2006)
• Shulamith Firestone
• Pam Allen
• Kate Millett
• Jo Freeman
• Alison Jaggar
• Zillah Eisenstein
• Heidi Hartmann
• Julliet Mitchell
• Sheila Rowbotham
• Christine Delphy
• Nancy Chodorow
• Carol Gilligan
• Sara Ruddick
• Julia Kristeva
• Luce Irigaray
• Carla Lonzi
• Luisa Muraro
• Gayle Rubin
• Teresa de Lauretis
• Judith Butler
BIBLIOGRAFÍA
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Vol. 2. Barcelona: Crítica.
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- Valcárcel, A. (2004): La política de las mujeres. Madrid: Ediciones Cátedra.
Privada la mujer de una instrucción pública, la casa y el convento, con la ayuda de los
escasos libros existentes, fueron el medium donde se desarrollaron las mentes femeninas
hasta que la escuela pública, obligatoria y gratuita, fue una realidad ya en la España
contemporánea.
El barroco y la cerrada sociedad de la Contrarreforma fue una época aún mucho más
misógina. La desconfianza y la burla ante la mujer fue pertinaz. Como dice Margarita
Ortega López (2007: 25), “quizá fue ésta la época donde coincidieron, con mayor
unanimidad, los planteamientos tradicionales del cristianismo extendido desde el
púlpito y el confesionario con los planteamientos de una sociedad en crisis que buscaba
protagonistas sobre los que desencadenar su ira y mostrar su culpabilidad”.
Josefa Amar y Borbón, miembro de la Sociedad Económica Aragonesa, fue una de las
mujeres ilustradas que más persiguió la educación de la mujer como medio de progreso
de la nación. Pero la defensa de dicha educación la plantea como un medio de estar más
unida al marido, al que se le puede y debe aconsejar, así como ayudar mejor si se es una
persona instruida (Ortega López, 2007: 40)
Siglo XIX
En nuestro siglo XIX preocupó la “cuestión femenina”, incluso se inició una debate
sobre el feminismo, pero con un carácter muy particular si lo comparamos con lo que
estaba ocurriendo en algunos países del mundo occidental en la misma época. En el
siglo XIX español no existió un feminismo organizado similar al de Inglaterra y Estados
Unidos, pues no convergieron los factores económicos, políticos y culturales necesarios
para ello. Recordemos que éstos eran países protestantes, con sistemas políticos de corte
liberal, y con un importante desarrollo industrial, en los que la mujer era un elemento
importante en la fábrica. Mientras que España era un país con un claro predominio del
conservadurismo católico y atrasado económicamente. La Revolución de 1868 trajo
consigo un nuevo espíritu y un intento de cambio en muchos frentes, entre los que se
incluye los intentos para mejorar la condición de la mujer. Pero la restauración de 1874
evidenció los límites de ese intento de cambio, aunque también es verdad que ya no se
podía reconducir la situación a antes de 1868. Así, aunque los gobiernos de la
restauración no mostraron demasiado interés por los derechos de la mujer, se produjeron
algunos avances en el terreno de la educación, en buena medida gracias al papel que en
esta cuestión jugó la Institución Libre de Enseñanza (Cabrera Bosch, 2007: 50-51)
Por último, el feminismo, en todos los países en los que tuvo su desarrollo en el siglo
XIX, era un feminismo burgués y urbano, y por tanto prosperó donde ambos factores
existían. En España, además de que no existía una clase media comparable a la de los
países más industrializados, después del Sexenio revolucionario los estratos más altos
de la burguesía pactaron con las clases dirigentes tradicionales, con las que tenían
muchas cosas en común, y apoyaron la restauración. De esta forma, para las mujeres de
esta burguesía, la industrialización y la consolidación del capitalismo supusieron la
reclusión en el hogar, la subordinación al marido y la dedicación al cuidado de los hijos,
ayudadas por criadas, nodrizas e institutrices. En su esfera de lo privado y en su
universo emocional, estas mujeres crearon clubes, asociaciones y participaron en
Fueron la escuela krausista primero y la Institución Libre de Enseñanza después, las que
se preocuparon por la llamada “cuestión femenina”. El debate sobre el feminismo se
desarrolló fundamentalmente en los movimientos de opinión, en los congresos
pedagógicos, en la prensa y en la literatura (sobre todo en las novelas de Galdós y Pardo
Bazán) (Cabrera Bosch, 2007: 53). Sin embargo, como apuntan algunos autores, el tema
del feminismo se redujo en España a un debate sobre la educación de la mujer ((Cabrera
Bosch, 2007: 55-56).
En el siglo XIX dos son los nombres propios de mujeres que más se han destacado:
Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán.
las mujeres son empujadas en mucha mayor medida que antes al mundo del trabajo. Por
una parte, la subida de los precios hizo que muchas mujeres, casadas y solteras, que
vivían de pequeñas rentas tuvieran que incorporarse al empleo, por otra parte, el
aumento de la producción exigida a España por parte de los países beligerantes crea
también nuevos puestos de trabajo que son cubiertos por mujeres. En estos años se
produce una importante intensificación del desarrollo industrial en nuestro país.
En las primeras décadas del siglo XX aparecen organizaciones de mujeres que si bien
no se las puede encuadrar dentro de la corriente del feminismo político existente en
otros países sí que trataban de ir extendiendo el papel de la mujer en la sociedad
planteando reivindicaciones de distinto tipo. En octubre de 1918 aparece en Madrid la
Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), que aunque declara admitir en su
seno mujeres de todas las tendencias y ser algo parecido a un partido de centro al
margen de extremismos, sus posturas era claramente derechistas (González Calbet,
2007: 85). Entre sus reivindicaciones está la reforma del Código Civil, la represión de la
prostitución legalizada, el derecho de la mujer a desempeñar profesiones liberales y
algunos cargos oficiales, igualdad salarial, promoción de la educación y subsidio para la
publicación de obras literarias escritas por mujeres. En la República, la AMNE pasó a
ser la Asociación Política Femenina Independiente.
gran número de asociaciones de distinto tipo según la clase social, el nivel cultural o la
religiosidad de las mujeres que las formaban, localizadas generalmente en el medio
urbano.
El ideal de mujer del catolicismo conservador será asumido por el franquismo que lo
impondrá a través del encuadramiento de las mujeres en la Sección Femenina de
Falange. Se trataba de una mujer consciente de de su deber colaborador desde un
discreto segundo plano, buena esposa –sobre todo prolífica- y buena madre (Morcillo
Gómez, 2007: 96).
El franquismo
Durante el franquismo, ya en 1953 aparece el primer grupo de mujeres organizadas, la
Asociación Española de Mujeres Universitarias, con unos objetivos más culturales que
específicamente feministas y con un carácter democrático y antifranquista, aunque su
programa no incluya la acción política directa. En 1960 surge el Seminario de Estudios
Sociológicos de la Mujer, impulsado por María Lafitte (condesa de Campo Alange) y
formado por nueve mujeres, la mayor parte de ellas intelectuales, y que se dedican
exclusivamente al estudio y a la investigación.
A lo largo de los años sesenta los conflictos sociales se agudizan a pesar de que la
represión social y política continúa. El cambio social que se está produciendo en España
afecta también a las condiciones de vida de las mujeres. Entre los factores de cambio,
cabe destacar el llamado desarrollismo, la emigración, la lenta incorporación de las
mujeres al trabajo.
un principio por mujeres militantes o simpatizantes del PSUC (Partit Socialista Unificat
de Catalunya), aunque participaban también mujeres sin afiliación política alguna. En
las asambleas se discutían tanto problemas específicos de la mujer como cuestiones de
política general, y los actos que se promovían iban desde la solidaridad con presos y
obreros en lucha hasta la participación en actos conjuntos con otras organizaciones o
movimientos a favor de la democracia (estudiantes, profesionales, obreros…), pasando
por charlas en los barrios (Moreno Sardá, 2007: 133-134).
Este modelo fue seguido por otras mujeres del Partido Comunista de España (PCE) en
otros puntos del Estado (Madrid, Zaragoza, Valencia, País Vasco, Galicia), y así, en
1965, se celebra en Barcelona la I Asamblea General en la que se constituye el
Movimiento Democrático de Mujeres (Moreno Sardá, 2007: 134).
En un intento por buscar cauces para llegar a un número mayor de mujeres, algunas
mujeres del MDM empiezan a asociarse a las agrupaciones de amas de casa que desde
1963 empezó a propiciar la Delegación Nacional de la Familia, ya que por su legalidad
y por el número de socias con que contaban pensaban que podían ejercer mayor
influencia desde esas plataformas (Moreno Sardá, 2007: 134).
Hay que tener también en cuenta las comisiones o grupos de mujeres que se reúnen en
las diversas asociaciones de barrio, en los colegios profesionales, en algunas
organizaciones cristianas progresistas, la UNESCO y otros organismos.
[Pardo, 2007]
[Moreno Sardá, 2007]
El año 1975 es declarado por la ONU el Año Internacional de la Mujer, dando lugar a
multitud de actos y campañas por todo el mundo, así como a dos congresos de carácter
internacional. Uno, dirigido a los organismos oficiales, se celebró en la ciudad de
México el mes de julio de ese año. El otro, dirigido a las organizaciones no
gubernamentales, se celebró en Berlín durante el mes de octubre. Este contexto propició
las condiciones necesarias para la celebración en Madrid de las Jornadas Nacionales por
la Liberación de la Mujer, del 6 al 9 de diciembre, a los pocos días de la muerte de
Franco.
De la transición a la actualidad
En mayo de 1976 se celebraron en Barcelona las I Jornades Catalanes de la Dona, a la
que asistieron 4.000 mujeres, desbordando todas las previsiones. Había, sobre todo, dos
tendencias claras: una creía que la lucha feminista debía hacerse también con los
hombres, porque formaban parte de la lucha democrática; otra, la posición más radical,
era partidaria de que la mujer marchase sola. Las militantes en partidos de izquierda
ponían énfasis en el feminismo como parte del obrerismo y de la política.
Desde mediados del año 1976, la inestable situación política y el entusiasmo que había
generado la celebración de las I Jornades Catalanes de la Dona propició una verdadera
eclosión de organizaciones de mujeres, aunque muchas de ellas de carácter efímero. El
tercer gran encuentro del feminismo español durante los convulsos años de la transición
tuvo lugar en Granada, en mayo de 1979, bajo el nombre de IIªs Jornadas Estatales de la
Mujer. Las jornadas de Granada marcarán el punto de inflexión del feminismo
organizado como tal, pues a partir de aquí comienza su declive.
Frente al “feminismo de la igualdad” del que eran partidarias las seguidoras del “feminismo
socialista”, esto es, la búsqueda de una sociedad en la que hombres y mujeres poseyeran los
mismos derechos y obligaciones, el “feminismo de la diferencia” concebía la necesidad de que se
entendiera a las mujeres no sólo como militantes, sino como totalidad, como personas. Para esta
corriente feminista no podían hacerse separaciones tajantes entre lo privado y lo público, ya que
ambos poseían un claro carácter político. Los temas que interesaban a esta corriente del
feminismo todos aquellos que se referían a la sexualidad, el lenguaje, el aborto, la violencia, las
agresiones, el lesbianismo… y en fin, todo aquello que permitiese a las mujeres alcanzar un alto
grado autoconciencia. El feminismo de la diferencia se mostraba claramente opuesto a las
estructuras jerárquicas más propias de los partidos políticos y realizó un llamamiento a las
organizaciones feministas para que abandonaran el marxismo-leninismo al tiempo que rechazaba
cualquier tipo de colaboración con las instituciones oficiales.
Tras estos tres grandes encuentros del feminismo español, y dada la repercusión que
alcanzaron, van adquiriendo cada vez más peso las comisiones u organismos de mujeres
de los partidos políticos y organizaciones sindicales.
El arrollador triunfo del PSOE en las elecciones generales de 1982 y las posteriores
revalidaciones de sus mayorías parlamentarias, ponen fin al periodo de la Transición,
trayendo consigo una desmovilización política, desmovilización que afecta también al
movimiento feminista. En 1983 se crea el Instituto de la Mujer, inaugurándose un
feminismo institucional que se irá extendiendo al crearse organismos similares en las
Comunidades Autónomas. A nivel local se extienden también las concejalías de la
mujer y organismos relacionados con temas de mujer.
A partir de los años ochenta se desarrolla un feminismo académico que acoge a muchas
mujeres que en el periodo anterior habían compaginado su actividad académica con su
participación en organizaciones políticas y movimientos sociales. Así, se inicia también
en España la crítica al carácter androcéntrico del discurso científico y comienzan a
desarrollarse investigaciones orientadas a recuperar la visibilidad de las mujeres en los
distintos ámbitos. En 1980 se crea en la Universidad Autónoma de Madrid el Seminario
de Estudios de la Mujer. Otras universidades españolas crearon también seminarios u
organismos de características similares, como la Autónoma y Central de Barcelona,
Granada, Valencia, Complutense de Madrid, País Vasco, etc. Se realizan congresos,
Nombres propios
• María de Zayas (1590-1661)
http://www.sabuco.com/ei/fil%C3%B3sofas_y_cient%C3%ADficas_moderna.ht
m#Sabuco,%20Oliva
• Josefa Amar y Borbón (1753-1833)
http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=933
• Concepción Arenal (1820-1893)
• Emilia Pardo Bazán (1852-1921)
http://clio.rediris.es/udidactica/sufragismo2/biogra.htm#pardo%20bazán
• Clara Campoamor (1888-1972)
http://clio.rediris.es/udidactica/sufragismo2/biogra.htm#campoamor
• Victoria Kent (1898-1987)
http://clio.rediris.es/udidactica/sufragismo2/biogra.htm#kent
• Margarita Nelken (1898-1968)
http://clio.rediris.es/udidactica/sufragismo2/biogra.htm#nelken
• María Martínez Sierra (1874-1974)
http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/66
• Federica Montseny (1905-1994)
http://www.uv.es/~dones/temasinteres/historia/federica.htm
• María Lafitte (condesa de Campo Alange) (1902-1986)
http://www.andalucia.cc/viva/mujer/aavsevil.html#Laffitte
http://lanaranjadelazahar.blogspot.com/2008/03/mara-laffite-1902-1986.html
http://www.elpais.com/articulo/cultura/condesa/Campo-
Alange/elpepicul/19860713elpepicul_3/Tes/
BIBLIOGRAFÍA
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Pablo Iglesias.
GLOSARIO
1 Abolicionismo
2 Affidamento
3 Alianza Internacional por el Sufragio
Femenino (1904)
4 Alteridad (otredad)
5 Amazonas rusas
6 Androcentrismo
7 Asamblea Democrática de Mujeres de
Sant Medir
8 Asociación de Mujeres Juristas
9 Asociación Española de Mujeres
Separadas
10 Asociación Española de Mujeres
Universitarias (1953)
11 Asociación Internacional de
Trabajadores (AIT)
12 Asociación Nacional de Mujeres
Españolas (ANME) (1918)
13 Asociación Nacional Pro Sufragio de la
Mujer (The National Suffrage
Association –AWSA-)
14 Asociación Política Femenina
Independiente
15 Cell 16 (1968)
16 Ciberfeminismo
17 Clase sexual
18 Comité por el Sufragio Femenino
19 Contrarreforma
20 Convención Antiesclavista Mundial
(1840)
21 Cuáqueros
22 Cuestión femenina
23 Decimoquinta Enmienda (1870)
24 Decimonovena Enmienda (1920)
25 Decimotercera Enmienda (1865)
26 Dialéctica del sexo
27 Doble carga
28 Ecofeminismo
29 Empoderamiento (empowerment)
30 Ética del cuidado
31 Feminidad
32 Feminismo
33 Feminismo académico
34 Feminismo de la diferencia
35 Feminismo de la igualdad
36 Feminismo institucional
37 Feminismo lesbiano
38 Feminismo liberal
39 Feminismo postmoderno
40 Feminismo radical
41 Feminismo socialista
42 Flapper
43 Fourierista
44 Garçonne
45 Gay
46 Género
47 Grupos de autoconciencia
(consciousness-raising groups)
48 Homosexual
49 Homosexualidad
50 Ilustración
51 Institución Libre de Enseñanza
52 Instituto de la Mujer
53 Internacional Socialista de Mujeres
(1907)
54 International Council of Women (1888)
55 Jornadas Estatales de la Mujer
(Granada, 1979)
56 Jornadas Nacionales por la Liberación
de la Mujer (Madrid, 1975)
57 Jornades Catalanes de la Dona
(Barcelona, 1976)
58 Krausismo
59 Liberalismo
60 Librería de mujeres de Milán
61 Matriarcado
62 Memorial de agravios
63 Microfísica del poder
64 Modo de producción doméstico
65 Movimiento de liberación de la mujer
(women’s Lib)
66 Movimiento de reforma social
67 Movimiento Democrático de Mujeres
68 Nueva Era
69 Orden simbólico de la madre
70 Owenista
71 Patriarcado
72 Pensamiento maternal
73 Política sexual
74 Querelle des femmes
75 Redstockings (1969)
76 Reforma (Protestante)
77 Saint-simoniano
78 Salonnière
79 Sección Femenina
80 Segunda ola del feminismo
81 Segundo Gran Despertar
82 Seminario de Estudios Sociológicos de
Madrid (1960)
83 Seneca Falls (1848)
84 Sexo
85 Sistema sexo-género
86 Sociedad Antiesclavista Americana
(American Anti-Slavery Society) (1833)
87 Sociedad Nacional de Londres por el
Sufragio Femenino
88 Student Nonviolent Coordinating
Committee (SNCC)
89 Studentes for a Democratic Society
(SDS)
90 Sufragistas
91 Techo de cristal
92 Tecnología del género
93 Tecnología del sexo
94 Teoría del doble sistema
95 Teoría queer (queer theory)
96 The Chicago Women’s Liberation
Union (1967)
97 The New York Radical Women (1967)
98 Unión Nacional de Sociedades por el
Voto de las Mujeres (1897)
99 Unión Social y Política de Mujeres
100 Vindicación (discurso de la)
101 WITCH (Women’s International
Terrorist Conspiracy from Hell) (1968)
CRONOLOGÍA