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Los estudiosos e investigadores han comprobado desde la psicología a la fisiología,


desde la sociología a la medicina, que la convivencia es uno de los factores más
trascendentes no sólo para el bienestar y la felicidad, sino para el sostenimiento de la
salud total. Los enfoques psicosomáticos y holísticos no tienen sobre esto ninguna duda.
Secuelas psicosomáticasEstos factores (desorganización social, débiles vínculos
familiares y soledad emocional) también participan en el desarrollo del cáncer, como
fue demostrado por investigadores de la Universidad de Rochester, quienes encontraron
que una alta proporción de pacientes de cáncer son rígidos, solitarios y poco
demostrativos. Rehúsan el contacto emocional con otros y logran ocultar exitosamente
sus sentimientos de tal modo que nunca se muestran abiertamente afectuosos ni
definidamente rabiosos
Amistad Para sentirnos felices necesitamos amigos. Sin ellos todos también caemos
fácilmente en la apatía, en la inactividad o en la depresión crónica. Esto explica los
estrechos vínculos entre el suicidio y la alienación social, demostrados por primera vez
por el sociólogo francés Émile Durkheim en su clásico libro El suicidio, publicado en
1897.
Durkheim analizó todos los factores que podían llevar a una persona a quitarse la vida ±
tales como enfermedades, pérdidas personales y dificultades económicas ±pero
concluyó que el determente principal era lo que describió como ³cohesión social´. Las
personas que se sentían parte de un grupo estrechamente unido tenían menor
probabilidad de cometer intentos de suicidio que quienes estaban más aislados.
Conexión socialEl efecto terapéutico de la conexion social sobre el individuo se ha
confirmado mediante diversos estudios, en especial el que fuera realizado a lo largo de
nueve años entre 100000 residentes de Alameda County en California.
Este estudio tenía la finalidad de identificar los factores tanto físicos como psicosociales
que otorgan protección contra las enfermedades y la muerte prematura. Además de
evaluar la importancia de factores de riesgo reconocidos como fumar, la falta de
ejercicio y la obesidad, los investigadores también estudiaron la importancia de cuatro
factores psicosociales: estado civil, redes de amistades, pertenencia a una iglesia y
participación en organizaciones comunitarias.

Cada uno de ellos resultó ser un importante determinante de la salud. Tanto que los
individuos no casados que tenían pocos amigos y no estaban vinculados con una iglesia
o un grupo comunitario tenían una tasa de mortalidad por todas las causas que era entre
dos y cinco veces superior a la de aquellos que tenían una red bien desarrollada de
amistades y relaciones.
La familia. Una de las formas más usuales en que se verifica la convivencia es la
familia. Unidad básica de la vida social o comunitaria.
En el pasado, y especialmente dentro de ciertas tradiciones de etnias occidentales, la
familia era un núcleo amplio, que no sólo abarcaba a marido y mujer, e hijos.
Comprendía también, en grado no poco frecuente, a los abuelos. A veces, algún otro
familiar.
Poco a poco, y a medida que nos acercamos al presente, la familia ha ido adoptando la
estructura nuclear, alimentada por los componentes esenciales de marido y mujer e
hijos.
En la actualidad, no es infrecuente que haya roces entre los progenitores y los hijos. Al
llegar a la pubertad, por razones psicofisiológicas, y fundamentalmente sociales, los
adolescentes entran en conflicto con la paternidad, en sentido amplio. Lo social alimenta
valores no siempre coincidentes con los que imperan en el núcleo familiar. En ese orden
pueden darse conflictos. El natural deseo de emancipación de la adolescencia está en los
tiempos actuales, y ya desde antes de la entrada en el siglo XXI, en choque a veces
continuo entre jóvenes y padres. Con frecuencia se hace necesaria la intervención de un
terapeuta familiar.
El otro gran problema de la familia, que se ha ido acentuando progresivamente, es el del
ajuste en la convivencia entre el marido y la mujer. Ejes de la familia. La creciente
intervención de la mujer en el mundo del trabajo, el cambio de los roles femeninos en el
ámbito social, la emancipación creciente de la mujer de su sujeción al hombre y de los
esquemas sexuales por la revolución sexual, han tornado cada vez más compleja la vida
en común. Se necesita de la convivencia por todo lo antedicho en este artículo, pero la
ejecución de la misma, en el marco de la familia, la ha tornado con frecuencia ríspida.
Los niveles de tolerancia ante las diferencias no fueron tal vez nunca fuertes, pero la
dependencia de la mujer en grupos patriarcales del pretérito, la llevaban a un
sometimiento y a un ajuste dependiente y forzado. Tal cosa hoy no se verifica, y la
disolución de parejas se ha ido incrementando.

Separaciones y divorcios son hoy un lugar común. Como también las infidelidades
sexuales por ambos cónyuges. Los pactos contractuales explícitos o tácitos que implica
un matrimonio, sea civil o religioso, ya no son respetados como antaño. Y ello conduce
a conflictos crecientes, a desencuentros, a pasivas tolerancias en donde el amor y el
profundo afecto ya no cuentan. Tolerancias que son movidas tan sólo por la costumbre o
la forzada aquiescencia mutua en razón de la presencia irrecusable de hijos.

De este modo, la terapia familiar, a la que no siempre se apela, ha sido una especialidad
de la psicología en progresivo auge. Como también lo ha sido la bibliografía psicológica
de autoayuda, en estas precisas cuestiones.

Como nunca, tal vez antes, el "arte de la convivencia" se ha hecho indispensable, para
que lo que conforma una necesidad del hombre sea compatible con los moldes socio-
históricos en que los individuos deben moverse y desarrollar sus vidas. Todo esto es
muy importante saber para así mismo darnos cuenta que clases de familia y amigos
tenemos y así mismo no confiar en ellos.

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  O O cO 

  

El hombre es una de las pocas especies que ataca y destruye a sus congéneres. Por eso el
ser humano debe aprender y debe ser enseñado a no agredir ni psicológica ni
físicamente a los otros miembros de su especie. La agresividad es natural en el hombre.
Pero el hombre puede y debe aprender a convertir la fuerza de la agresividad en fuerza
para el amor, y no para la muerte.
1) APRENDER A NO AGREDIR AL CONGENERE
Base de todo modelo de convivencia social.

El hombre es una de las pocas especies que ataca y destruye a sus congéneres. Por eso el
ser humano debe aprender y debe ser enseñado a no agredir ni psicológica ni
físicamente a los otros miembros de su especie.

La agresividad es natural en el hombre. Pero el hombre puede y debe aprender a


convertir la fuerza de la agresividad en fuerza para el amor, y no para la muerte.
2) APRENDER A COMUNICARSE
Base de la autoafirmación personal y grupal

Cuando yo me comunico, espero que el otro me reconozca. Y cuando el otro se


comunica conmigo, espera igualmente que yo lo reconozca. Ese reconocimiento es la
autoafirmación.

El medio básico de la autoafirmación es el diálogo. La Convivencia Social requiere


aprender a dialogar, porque es a través del diálogo que aprendemos a expresarnos, a
comprendernos, aclararnos, coincidir, discrepar y comprometernos.

Así permitimos que todas las personas o grupos puedan expresar sus mensajes en
igualdad de condiciones creando mejores condiciones para la convivencia.

Sociedad que aprende a dialogar aprende a convivir

3) APRENDER A INTERACTUAR
Base de los modelos de relación social.

Todos somos extraños hasta que aprendemos a interactuar. Aprender a interactuar


supone aprendizajes:

a) Aprender a acercarse al otro, siguiendo las reglas de saludo y cortesía.


b) Aprender a comunicarse con los otros reconociendo los sentimientos y los mensajes
de los otros, y logrando que reconozcan los míos.
c) Aprender a estar con los otros aceptando que ellos están conmigo en el mundo,
buscando y deseando ser felices, y aprendiendo también a ponerse de acuerdo y a
disentir sin romper la convivencia.
d) Aprender a vivir la intimidad, aprendiendo a cortejar y amar.
e) Pero sobre todo aprendiendo a percibirme y a percibir a los otros como personas que
evolucionamos y cambiamos en nuestras relaciones pero guiados siempre por los
Derechos Humanos.

4) APRENDER A DECIDIR EN GRUPO


Base de la política y de la economía.

Aprender a convivir supone aprender a sobrevivir y a proyectarse, estos tres propósitos


fundamentales del Hombre no son posibles si no se aprende a concertar, con los otros,
los intereses y los futuros.

La concertación es la condición de la decisión en grupo. La concertación es la selección


de un interés compartido que al ubicarlo fuera de cada uno de nosotros, hacemos que
nos oriente y nos obligue a todos los que lo seleccionamos.

Para que una concertación genere obligación y sirva de orientación para el


comportamiento, se requiere de la participación directa o indirecta de todos a los que va
a comprometer.
La concertación de toda una sociedad, la llamamos constitución. Y toda buena
concertación (como toda buena constitución) establece las reglas para cambiar o
modificar la concertación.

El grado de convivencia de una sociedad depende de su capacidad de concertar intereses


de una forma participada a todo nivel: familiar, gremial, regional. Nacional e
internacional.

5) APRENDER A CUIDARSE
Base de los modelos de salud y seguridad social

La salud es un bien personal y colectivo que se construye y se desarrolla a base de


comportamiento. Aprender a cuidar el ³bien estar´ físico y psicológico de sí mismo y de
los otros es una forma de expresar el amor a la vida.

Aprender a cuidarse, significa también aprender a crear y a cuidar las condiciones de


vida de todos (vivienda, alimentación, trabajo, recreación) como factor de convivencia.
Si el otro no tiene condiciones de vida adecuadas, la convivencia no es posible porque
antes de convivencia está la supervivencia.

Aprender a cuidarse supones igualmente aprender a proteger la salud propia y de todos


como un bien social, y aprender a tener una percepción positiva del cuerpo. Sin una
cultura de cuidado del cuerpo y de las condiciones de vida no es posible el desarrollo
adecuado del sistema de salud y de seguridad social.

6) APRENDER A CUIDAR EL ENTORNO


Fundamento de la supervivencia

Aprender a convivir socialmente es ante todo aprender a estar en el mundo, cuidando


del lugar donde estamos todos: la Biosfera.

La convivencia social es posible si aceptamos que somos parte de la naturaleza y del


universo, pero que en ningún momento somos superiores a ellos. No somos ³los amos
de la naturaleza´.

La convivencia social implica también aprender que para nosotros no es posible


sobrevivir si el planeta muere, y el planeta Tierra no puede sobrevivir como ³nuestra
casa´ sin nuestro cuidado.

7) APRENDER A VALORAR EL SABER CULTURAL Y ACADÉMICO


Base de la evolución social y cultural.

El Saber Social (el Académico y el Cultural) definido como el conjunto de


conocimientos, prácticas, destrezas, procedimientos, valores, ritos y sentidos, que una
sociedad juzga válidos para sobrevivir, convivir y proyectarse, es importante para la
convivencia social, porque es ahí dentro de la cultura y saber Académico que le toca
vivir, donde el ser humano se modela y evoluciona.

El ser humano no evoluciona biológicamente, sino que evoluciona a medida que su


cultura evoluciona.
Por eso el conocimiento y contacto con los mejores Saberes Culturales y Académicos
de cada sociedad produce hombres más racionales, más vinculados a la historia y la vida
cotidiana de la sociedad y por lo tanto más capaces de comprender los beneficios y
posibilidad de la convivencia social.
1. EDUCACIÓN COMO APORTE A LA CONSTRUCCIÓN DE UNA
CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA Y UNA CULTURA DE PAZ
¿Qué supone hablar de una educación para la democracia y la paz? Supone
la construcción de una experiencia escolar formativa para desarrollar valores, actitudes
y habilidades socio-emocionales y éticas que sustentan una convivencia
social donde todos participan, comparten y se desarrollan plenamente. También
supone una educación capaz de incluir de manera pertinente a una amplia gama
de estudiantes tradicionalmente excluidos, que comienzan a ser tenidos en cuenta
en la escuela, desde el punto de vista de la responsabilidad por su desarrollo.
Una educación inclusiva, que promueva la equidad entre sus alumnos, construye
una base sólida para una convivencia social positiva, en la que todos puedan
sentirse parte de ella y estén dispuestos a ofrecer su colaboración a otros. Así,
una educación desarrollada en el marco de una experiencia de convivencia democrática,
además de ser relevante y pertinente para el desarrollo de habilidades
ciudadanas, debiera también, favorecer la consecución de la equidad entre sus
estudiantes.
John Dewey (1917) sostiene que la filosofía puede dar cuenta de las tensiones
y conflictos de intereses existentes en la sociedad y sugerir métodos para conciliarlos.
Pero una vez establecidas las visiones esclarecedoras, sería imposible que
su tarea de cambio alcanzara el éxito sin la intervención de la educación. Por eso
señala que la filosofía necesita de la educación para realizarse, y la educación de la
filosofía para orientarse. ³La educación es el laboratorio en el cual las distinciones
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filosóficas se concretan y son sometidas a prueba´ (Hurtado, 1994).
Dewey se plantea cómo capacitar a los jóvenes ³para compartir una vida en
común´ y cuál sería la forma más eficaz para lograr este objetivo en una sociedad
compleja. En ellas ±afirma± no es posible que jóvenes y niños aprendan directamente
a través de la participación en las actividades de los adultos. Por eso surgen
las instituciones intencionadas, para adiestrar al joven de tal forma que pueda llegar
a ser un miembro adulto capaz de participar en su comunidad, en posesión de
todos los recursos y adquisiciones para desenvolverse en una sociedad compleja
(Dewey, 1917: 18). La asociación espontánea no ofrece las experiencias que supone
apropiarse de las herramientas culturales simbólicas.
Por otra parte, Dewey distingue las sociedades estáticas de las progresivas. A
las primeras, para alcanzar su fin les resulta suficiente mantener las costumbres.
En las progresivas, se espera que la educación sea capaz de ³ordenar las experiencias
del joven para que, en lugar de reproducir los hábitos corrientes, se formen otros hábitos
mejores, y, de ese modo, la futura sociedad de los adultos sea una mejora de la suya´
(Dewey, 1930). Una educación para la convivencia democrática y pacífica aspira
a desarrollar en los estudiantes una disposición, una simpatía y un sentido hacia
esta visión de vida, y además, debe entrenarlos para desarrollar en ellos las habilidades
que se requieren para la vida en común. Dewey plantea la complejidad que
supone desarrollar en el alumno este tipo de creencias y aspiraciones altruistas.
Éstas, al no ser entidades físicas, no pueden insertarse físicamente en los sujetos,
lo que plantea la pregunta acerca de cómo comunicar estas creencias y aspiraciones
a los estudiantes para que sean asimiladas por ellos. Para Dewey es la acción
del ambiente la que lleva al niño y joven a privilegiar determinadas opciones que
le parecen más atractivas. Por esto plantea que las creencias y aspiraciones que forman
parte del objetivo de compartir una vida en común, deben ser facilitadas en
su desarrollo por un entorno favorable, en el que tales creencias tengan un sentido
susceptible de ser experimentado en forma significativa por el educando.
Ahora bien, la demanda social por la formación en valores que se le hace a la
escuela ha sido asumida de muy distintas maneras. Posiblemente la más antigua es
la instruccional, puesto que la escuela tiende a generalizar aquello que hace
tradicionalmente:
la entrega de conocimientos de alguien que sabe a otro que no sabe
y aprende. Este modelo asume que el conocer y hablar acerca de determinados
valores dará lugar a un accionar basado en valores. Al respecto, Dewey sostiene
que las actitudes y valores no se pueden inocular, puesto que son propuestas que
deben tener sentido para quienes participan en el proceso educativo. No basta coMarco
conceptual
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Primera Parte
nocer el significado de algo para apropiárselo e integrarlo a la propia identidad.
En efecto, el ³Enfoque experiencial o de inmersión en la construcción de
la convivencia´ de Kohlberg (1981) propone la creación de escuelas que actúan
como ³comunidades justas´. Se basa en la creencia que los valores no se aprenden
de la misma manera como un conocimiento, sino que las personas se apropian
de éstos a través de la construcción de vínculos de sentido a partir de experiencias
pertinentes. Por ello, el espacio formativo más importante es el de la convivencia,
pues allí se ejercen y experiencian de manera significativa los valores. A su vez, se
plantea que la formación de valores tiene sentido en la medida que se expresen
en una forma de vivir, abarcando por lo tanto dimensiones cognitivas, afectivas y
comportamentales. De esto se desprende que los valores deben ser ejercidos por
medio de habilidades y competencias a aprender y desarrollar. En los últimos
años se han desarrollado enfoques que buscan ofrecer una visión integradora del
desarrollo moral, uniendo tanto aspectos cognitivos como socioafectivos que se
concretan en actuaciones morales coherentes con ellos, como es el modelo de
³construcción de la personalidad moral´. Este modelo considera que es posible
hallar algunos criterios universalizables, una ética de mínimos, a partir de la cual
se pueda establecer un diálogo, en el que sea posible encontrar soluciones a los
diferentes conflictos morales con los que inevitablemente los seres humanos se
van encontrando. Un presupuesto de esta propuesta es la convicción de que la
formación moral del educando no debe ser un planteamiento impuesto, ni una
aceptación de situaciones establecidas, sino que cada uno debe construir su propia
personalidad moral, pero en colaboración con los demás, recogiendo del pasado
lo que éste aporta de valioso (Escámez, 1998; Puig y Martínez, 1989).
La construcción del sí mismo moral implica la integración de afectos, razonamiento
moral e identidad personal. En su crecimiento y desarrollo la escuela
debiera proveer de un clima de predictibilidad, confianza, calidez emocional y
reciprocidad (Arsenio y Lover, 1995, en Nucci, 2001) que les permita fortalecer la
creencia en la ³buena voluntad´. Es decir, se debiera consolidar en la escuela una
atmósfera positiva, que implica: una disciplina escolar formativa (constructivista,
para el desarrollo) que apoya y crea una relación de sentido para que los estudiantes
actúen de acuerdo a lo que es moralmente correcto y socialmente apropiado
(Deci, 1995 en Nucci, 2001).
Se trata de despertar en los estudiantes una motivación intrínseca de desarrollo
de la autonomía moral. Acciones como fomentar actos de auto-regulación
consonantes con la determinación autónoma de metas socio morales-personales;
UNESCO
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o como dar espacios y oportunidades para que los estudiantes decidan para sí lo
que es correcto desde sus razones y creación de áreas de elección personal, son
algunas de las alternativas que la escuela puede y debe ofrecer.
Adela Cortina (1996) propone, en una síntesis sobre la formación moral que
³La educación del hombre y el ciudadano ha de tener en cuenta, por tanto, la dimensión
comunitaria de las personas, su proyecto personal, y también su capacidad
de universalización, que debe ser dialógicamente ejercida, habida cuenta
de que muestra saberse responsable de la realidad, sobre todo de la realidad social,
aquel que tiene la capacidad de tomar a cualquier otra persona como un fin, y no
simplemente como un medio, como un interlocutor con quien construir el mejor
mundo posible´ (Cortina, 1996).

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